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La Mortificación, Camino de Santidad.
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adelina
Veterano


Registrado: 30 Sep 2005
Mensajes: 1298

MensajePublicado: Vie Oct 14, 2005 8:15 pm    Asunto:
Tema: La Mortificación, Camino de Santidad.
Responder citando

-
P.José March:

es que Rosita me dejo así con éso de los "entes vivientes" jajajajaa

mil disculpas Rosita...jajajajaa
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Rosa M Ibáñez
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Registrado: 01 Oct 2005
Mensajes: 3837
Ubicación: Nueva Jersey, USA

MensajePublicado: Vie Oct 14, 2005 8:15 pm    Asunto:
Tema: La Mortificación, Camino de Santidad.
Responder citando

La verdad padre, NO entiendo el punto 4. Lo siento, no me cabe en la cabeza que nosotros no tengamos nada que ver en nuestra salvacion o condenacion... No se que estare mal interpretando o es que soy bobo y no entiendo pero simplememente no le comprendo.
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Rosa Eme

"Suéltame, que ha rayado el alba." Jacob respondió: "No te suelto hasta que no me hayas bendecido." ....
Jacob le preguntó: "Dime por favor tu nombre." - "¿ Para qué preguntas por mi nombre?" Y le bendijo
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adelina
Veterano


Registrado: 30 Sep 2005
Mensajes: 1298

MensajePublicado: Vie Oct 14, 2005 8:16 pm    Asunto:
Tema: La Mortificación, Camino de Santidad.
Responder citando

"pasivos" perdón !

Razz
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MaruCourtney
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Registrado: 04 Oct 2005
Mensajes: 20

MensajePublicado: Vie Oct 14, 2005 8:19 pm    Asunto:
Tema: La Mortificación, Camino de Santidad.
Responder citando

Rosa M Ibáñez escribió:

Entonces nosotros somos algo asi como entes pasivos que no podemos hacer nada para salvarnos o condenarnos? cada vez entiendo menos.... esto esta muy complicado! Confused


Querida Rosa, es el clasico pensamiento protestante...."No por obras para que nadie se glorie...."

Sera que somos titeres sin la libertad que dice la Palabra? Sera que de nada vale "como te portes"?

Pero y entonces......porque se atreven a decir que estoy fuera de la Iglesia....que .....Dios hablaria para decir que me niega su gracia? Si Dios da y quita sin importar si lo rechazamos o tratamos de seguirlo que hacemos nosotros, para que mandaria Evangelizar si de cualquier forma El va a hacer lo que quiera, sin importar si pecamos o no.....Y despues de todas las descripciones que han puesto de Dios, de la colera, la ira, etc etc pues ya nos amolamos todos, porque hagamos lo que hagamos de nada sirve, y......para que se maltratan el cuerpo y lo mortifican y los cilicios y esas cosas si de nada sirve lo que hagamos?????

Yo querida Rosa, NO etoy confundida, estoy molesta que se confunda a buenos catolicos como TU.
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Albert
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MensajePublicado: Vie Oct 14, 2005 8:27 pm    Asunto: Claro Padre
Tema: La Mortificación, Camino de Santidad.
Responder citando

Estimado Padre March:

Cita:
Tú puedes decir Sí o puedes decir No... ¿Quién ha dicho lo contario? Pero el que quita o da la Gracia es Dios y punto.


Claro Padre y estoy de acuerdo, pero es bueno tomar en cuenta lo que el Catecismo dice cuando hablamos de la libertad de Dios de dar Gracia y la libertad del hombre de recibirla. Dios le bendiga.
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Albert González Villanueva, OFS
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Tomás Bertrán Mercader
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MensajePublicado: Vie Oct 14, 2005 8:30 pm    Asunto:
Tema: La Mortificación, Camino de Santidad.
Responder citando

Copio de vatican.va

Artículo 2
GRACIA Y JUSTIFICACIÓN




I La justificación

1987 La gracia del Espíritu Santo tiene el poder de santificarnos, es decir, de lavarnos de nuestros pecados y comunicarnos ‘la justicia de Dios por la fe en Jesucristo’ (Rm 3, 22) y por el Bautismo (cf Rm 6, 3-4):

Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él, sabiendo que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más, y que la muerte no tiene ya señorío sobre él. Su muerte fue un morir al pecado, de una vez para siempre; mas su vida, es un vivir para Dios. Así también vosotros, consideraos como muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús (Rm 6, 8-11).

1988 Por el poder del Espíritu Santo participamos en la Pasión de Cristo, muriendo al pecado, y en su Resurrección, naciendo a una vida nueva; somos miembros de su Cuerpo que es la Iglesia (cf 1 Co 12), sarmientos unidos a la Vid que es él mismo (cf Jn 15, 1-4)

Por el Espíritu Santo participamos de Dios. Por la participación del Espíritu venimos a ser partícipes de la naturaleza divina... Por eso, aquellos en quienes habita el Espíritu están divinizados (S. Atanasio, ep. Serap. 1, 24).

1989 La primera obra de la gracia del Espíritu Santo es la conversión, que obra la justificación según el anuncio de Jesús al comienzo del Evangelio: ‘Convertíos porque el Reino de los cielos está cerca’ (Mt 4, 17). Movido por la gracia, el hombre se vuelve a Dios y se aparta del pecado, acogiendo así el perdón y la justicia de lo alto. ‘La justificación entraña, por tanto, el perdón de los pecados, la santificación y la renovación del hombre interior’(Cc. de Trento: DS 1528).

1990 La justificación arranca al hombre del pecado que contradice al amor de Dios, y purifica su corazón. La justificación es prolongación de la iniciativa misericordiosa de Dios que otorga el perdón. Reconcilia al hombre con Dios, libera de la servidumbre del pecado y sana.

1991 La justificación es, al mismo tiempo, acogida de la justicia de Dios por la fe en Jesucristo. La justicia designa aquí la rectitud del amor divino. Con la justificación son difundidas en nuestros corazones la fe, la esperanza y la caridad, y nos es concedida la obediencia a la voluntad divina.

1992 La justificación nos fue merecida por la pasión de Cristo, que se ofreció en la cruz como hostia viva, santa y agradable a Dios y cuya sangre vino a ser instrumento de propiciación por los pecados de todos los hombres. La justificación es concedida por el bautismo, sacramento de la fe. Nos asemeja a la justicia de Dios que nos hace interiormente justos por el poder de su misericordia. Tiene por fin la gloria de Dios y de Cristo, y el don de la vida eterna (cf Cc de Trento: DS 1529)

Pero ahora, independientemente de la ley, la justicia de Dios se ha manifestado, atestiguada por la ley y los profetas, justicia de Dios por la fe en Jesucristo, para todos los que creen -pues no hay diferencia alguna; todos pecaron y están privados de la gloria de Dios - y son justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús, a quien Dios exhibió como instrumento de propiciación por su propia sangre, mediante la fe, para mostrar su justicia, pasando por alto los pecados cometidos anteriormente, en el tiempo de la paciencia de Dios; en orden a mostrar su justicia en el tiempo presente, para ser él justo y justificador del que cree en Jesús (Rm 3 ,21-26).

1993 La justificación establece la colaboración entre la gracia de Dios y la libertad del hombre. Por parte del hombre se expresa en el asentimiento de la fe a la Palabra de Dios que lo invita a la conversión, y en la cooperación de la caridad al impulso del Espíritu Santo que lo previene y lo custodia:

Cuando Dios toca el corazón del hombre mediante la iluminación del Espíritu Santo, el hombre no está sin hacer nada al recibir esta inspiración, que por otra parte puede rechazar; y, sin embargo, sin la gracia de Dios, tampoco puede dirigirse, por su voluntad libre, hacia la justicia delante de El. [Cc. de Trento: DS 1525).

1994 La justificación es la obra más excelente del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús y concedido por el Espíritu Santo. San Agustín afirma que ‘la justificación del impío es una obra más grande que la creación del cielo y de la tierra’, porque ‘el cielo y la tierra pasarán, mientras la salvación y la justificación de los elegidos permanecerán’ (S. Agustín, ev. Jo 72, 3). Dice incluso que la justificación de los pecadores supera a la creación de los ángeles en la justicia porque manifiesta una misericordia mayor.

1995 El Espíritu Santo es el maestro interior. Haciendo nacer al ‘hombre interior’ (Rm 7, 22 ; Ef 3, 16), la justificación implica la santificación de todo el ser:

Si en otros tiempos ofrecisteis vuestros miembros como esclavos a la impureza y al desorden hasta desordenaros, ofrecedlos igualmente ahora a la justicia para la santidad... al presente, libres del pecado y esclavos de Dios, fructificáis para la santidad; y el fin, la vida eterna (Rm 6, 19.22).
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Albert
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MensajePublicado: Vie Oct 14, 2005 8:43 pm    Asunto: No Padre
Tema: La Mortificación, Camino de Santidad.
Responder citando

Estimado Padre March:

Lo que yo digo lo he dicho con claridad y citando el Catecismo. No digo que no haya castigo, digo que no viene exteriormente de Dios sin del interior mismo del pecado. CIC 1472. Si esa cita es hereje entonces yo lo soy. Dios le bendiga
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Albert González Villanueva, OFS
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blanca
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MensajePublicado: Vie Oct 14, 2005 8:49 pm    Asunto:
Tema: La Mortificación, Camino de Santidad.
Responder citando

José March escribió:
No, Albert.

Lo que pasa que lees según tu mentalidad light...

La Gracia es un don absoluto de Dios... él la da y él la quita... El hombre no la echa ni la obtiene... Todo es de Dios...

No disientes conmigo, sino con la Doctrina de la Iglesia... "manipular la gracia" es lo mismo que decir que el hombre tiene poder para recibirla o rechazarla... ¡No! Dios bendice y maldice...
La cólera de Dios es una Verdad de Fe, no es opinable...
Lo siento, pero la Iglesia no es una democracia Crying or Very sad Crying or Very sad Crying or Very sad

Dios no quita la Gracia sino "QUIERE" él, libre y voluntariamente, no depende de nosotros...

Y la hostilidad de Dios "cae" sobre el pecador...
Rom 1, 18

Nota: No se pueden sacar cosas de contexto y hacer decir lo que no dicen...como haces con el Catecismo...por ejemplo
¡Saludos!


Padre, disculpe pero a veces soy medio simplota, pero me pone triste y me asusta la idea que Dios me quite la Gracia. En eso sigo sintiendo lo mismo ahora que cuando tenía 10 años.Una mete la pata de corrido en este mundo: dónde está el límite para no caer en des-gracia??? Y si no depende de nosotros, entonces qué hacer? tal vez ya contestó a esta misma pregunta, pero no pude seguir todo el hilo. Blanca
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CarlosR26†
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Ubicación: MEXICO, Jal.

MensajePublicado: Vie Oct 14, 2005 8:49 pm    Asunto: Re: No Padre
Tema: La Mortificación, Camino de Santidad.
Responder citando

Albert escribió:
Estimado Padre March:

Lo que yo digo lo he dicho con claridad y citando el Catecismo. No digo que no haya castigo, digo que no viene exteriormente de Dios sin del interior mismo del pecado. CIC 1472. Si esa cita es hereje entonces yo lo soy. Dios le bendiga


Estimado Albert, tu no crees que Dios utilice la "desgracia" para encaminar a sus hijos? para llevarlos a la salvación....? tu no crees que premeditadamente Dios prepare una corrección a su hijo ?
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adelina
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MensajePublicado: Vie Oct 14, 2005 8:53 pm    Asunto:
Tema: La Mortificación, Camino de Santidad.
Responder citando

Albert escribió:

No digo que no haya castigo, digo que no viene exteriormente de Dios sin del interior mismo del pecado.


¿Donde dice que es así ? Pues la Audiencia del Papa que TU citas, dice así pero ---> NO da la explicación ó interpretación que tu le das.

Catecismo Question
Biblia Question

pregunto nomás.
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blanca
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Registrado: 03 Oct 2005
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Ubicación: Misiones, Argentina

MensajePublicado: Vie Oct 14, 2005 9:06 pm    Asunto:
Tema: La Mortificación, Camino de Santidad.
Responder citando

José March escribió:
blanca escribió:
José March escribió:
No, Albert.

Lo que pasa que lees según tu mentalidad light...

La Gracia es un don absoluto de Dios... él la da y él la quita... El hombre no la echa ni la obtiene... Todo es de Dios...

No disientes conmigo, sino con la Doctrina de la Iglesia... "manipular la gracia" es lo mismo que decir que el hombre tiene poder para recibirla o rechazarla... ¡No! Dios bendice y maldice...
La cólera de Dios es una Verdad de Fe, no es opinable...
Lo siento, pero la Iglesia no es una democracia Crying or Very sad Crying or Very sad Crying or Very sad

Dios no quita la Gracia sino "QUIERE" él, libre y voluntariamente, no depende de nosotros...

Y la hostilidad de Dios "cae" sobre el pecador...
Rom 1, 18

Nota: No se pueden sacar cosas de contexto y hacer decir lo que no dicen...como haces con el Catecismo...por ejemplo
¡Saludos!


Padre, disculpe pero a veces soy medio simplota, pero me pone triste y me asusta la idea que Dios me quite la Gracia. En eso sigo sintiendo lo mismo ahora que cuando tenía 10 años.Una mete la pata de corrido en este mundo: dónde está el límite para no caer en des-gracia??? Y si no depende de nosotros, entonces qué hacer? tal vez ya contestó a esta misma pregunta, pero no pude seguir todo el hilo. Blanca


Querida Blanca,

Lo que importa no es el castigo. El Castigo es la Gran Bendición de Dios... en el Sacramento de la Confesión tenemos el MEDIO que Dios nos ha puesto para castigarnos y para devolvernos la Gracia...

¡Bendito Castigo de Dios! Si Dios no castigara, estaríamos perdidos... y los pecadores no nos convertiríamos constantemente...

Wink Wink

Pues no lo había pensado desde esa perspectiva: de la perpetua conversión. Es decir: cómo vivir sin la Confesión? Pero no había pensado en el poder sanador del castigo divino. Gracias realmente. Razz Blanca
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adelina
Veterano


Registrado: 30 Sep 2005
Mensajes: 1298

MensajePublicado: Vie Oct 14, 2005 9:07 pm    Asunto:
Tema: La Mortificación, Camino de Santidad.
Responder citando

-
Demos Gracias a Dios
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CarlosR26†
Veterano


Registrado: 01 Oct 2005
Mensajes: 3941
Ubicación: MEXICO, Jal.

MensajePublicado: Vie Oct 14, 2005 9:17 pm    Asunto:
Tema: La Mortificación, Camino de Santidad.
Responder citando

blanca escribió:
José March escribió:
blanca escribió:
José March escribió:
No, Albert.

Lo que pasa que lees según tu mentalidad light...

La Gracia es un don absoluto de Dios... él la da y él la quita... El hombre no la echa ni la obtiene... Todo es de Dios...

No disientes conmigo, sino con la Doctrina de la Iglesia... "manipular la gracia" es lo mismo que decir que el hombre tiene poder para recibirla o rechazarla... ¡No! Dios bendice y maldice...
La cólera de Dios es una Verdad de Fe, no es opinable...
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Dios no quita la Gracia sino "QUIERE" él, libre y voluntariamente, no depende de nosotros...

Y la hostilidad de Dios "cae" sobre el pecador...
Rom 1, 18

Nota: No se pueden sacar cosas de contexto y hacer decir lo que no dicen...como haces con el Catecismo...por ejemplo
¡Saludos!


Padre, disculpe pero a veces soy medio simplota, pero me pone triste y me asusta la idea que Dios me quite la Gracia. En eso sigo sintiendo lo mismo ahora que cuando tenía 10 años.Una mete la pata de corrido en este mundo: dónde está el límite para no caer en des-gracia??? Y si no depende de nosotros, entonces qué hacer? tal vez ya contestó a esta misma pregunta, pero no pude seguir todo el hilo. Blanca


Querida Blanca,

Lo que importa no es el castigo. El Castigo es la Gran Bendición de Dios... en el Sacramento de la Confesión tenemos el MEDIO que Dios nos ha puesto para castigarnos y para devolvernos la Gracia...

¡Bendito Castigo de Dios! Si Dios no castigara, estaríamos perdidos... y los pecadores no nos convertiríamos constantemente...

Wink Wink

Pues no lo había pensado desde esa perspectiva: de la perpetua conversión. Es decir: cómo vivir sin la Confesión? Pero no había pensado en el poder sanador del castigo divino. Gracias realmente. Razz Blanca


Recuerda que DIOS es nuestro PADRE, requerimos correccion..
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Tomás Bertrán Mercader
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Registrado: 01 Oct 2005
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Ubicación: España

MensajePublicado: Vie Oct 14, 2005 9:19 pm    Asunto:
Tema: La Mortificación, Camino de Santidad.
Responder citando

Ahí estoy de acuerdo, P. March. ¡Bendito castigo!. Siempre le he pedido a Dios que si caigo en pecado no me deje dormir tranquilo, ya que si me quedo tan tranquilo, difícil será mi arrepentimiento. Sin arrepentimiento no puede haber perdón, pero Dios, aunque quiere perdonar, no lo puede hacer si yo me niego a pedirle perdón. Ejemplo: yo puedo perdonar al asesino de mi hijo, pero si el asesino no se arrepiente, si encima se alegra y se rie de mí, mi perdón no llega a él.
Sobre el epígrafe. Sobre la mortificación. Claro está que es necesaria la mortificación, la penitencia, el ayuno, pero siempre dirigida por un director espiritual que conozca el grado de conversión en nosotros. No estoy en contra de cilicios, ya que sé que hay santos que usando de ellos se han santificado. Lo que no estoy seguro es si a mí me convendría. Si no me "rompería", perdiera la paz. Un sacerdote cuando le dije que quería hacer tal y cual cosa me aconsejó que tuviese cuidado, ya que podían ser insinuaciones del diablo para así, al hacerlo, quitarme la paz y ser más fácil mi caida. No sé si me explico. Sta. Teresa usaba cilicios, pero aconsejaba a sus monjas que si veían visiones que hicieran el favor de comer más. No sé lo que pensará Ud, pero creo que cada uno, sin negar que la mortificación es para todos, debe aconsejarse bien de qué grado de mortificación necesita, y con el avance en su santidad, sus mortificaciones podrán ser mayores.
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Rosa M Ibáñez
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Registrado: 01 Oct 2005
Mensajes: 3837
Ubicación: Nueva Jersey, USA

MensajePublicado: Vie Oct 14, 2005 9:24 pm    Asunto:
Tema: La Mortificación, Camino de Santidad.
Responder citando

Padre March, no me hace el favgor de explicarme esto:

Cita:
4º. La condenación o la salvación en la tierra y en el cielo dependerá de Dios, que no de nosotros...


No lo entiendo para nada. Nosotros no podemos hacer nada para salvarnos? No debemos hacer las cosas bien en esta tierra para salvarnos?

No entiendo y lo digo con toda sinceridad.
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"Suéltame, que ha rayado el alba." Jacob respondió: "No te suelto hasta que no me hayas bendecido." ....
Jacob le preguntó: "Dime por favor tu nombre." - "¿ Para qué preguntas por mi nombre?" Y le bendijo
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Manuel C.
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Registrado: 02 Oct 2005
Mensajes: 1001

MensajePublicado: Vie Oct 14, 2005 9:31 pm    Asunto: Re: Silencio de los documentos???
Tema: La Mortificación, Camino de Santidad.
Responder citando

[quote="Albert"]Hermano Manuel:

Tu descartas lo obvio y dices que son silenciosos los documentos que aporto. No me vengas con eso, yo no pido que te averguences de Cristo yo te pido que veas lo obvio. Ya hasta confundiste a Carlos. El Catecismo expresa claramente que el castigo ¡ES COSENCUENCIA DEL PECADO! Míralo tu mismo.
Cita:
[b]Las penas del pecado


Pero Albert..¿Cuando se me ha ocurrido a mí negar semejante cosa?. Es que ni entro a matizarlo por lo obvio que es. Pues claro!. ¿Y?.

¿Quien dejó mudo a Zacarías?...¿Él o Dios?. Más aún y más provocador..¿Le dejó opción a Zacarías en ese caso de arrepentirse?. La respusta es no.

Dios castiga Albert, no Zacarías ni tú. Zacarías pecó tan sólo de no creer a "la primera" a un ángel...que tan poco es para tanto. Pero a Dios le molestó enormemente, -o al propio ángel que poseería su propia "exousia"-, tanto que sin darle nunguna opción a arrepentirse ni sin plantearle opciones..le dejó mudo una temporada hasta que a Dios le dió la Santísima gana de perdonarle.

¿Conocía Zacarías -un hombre justo- ese castigo?. No.
¿Estába escrito en la Ley en algún lugar que "quien no crea a una angel a la primera se quedará mudo?. Tampoco.

Dios le castigó, como quiso y cuanto quiso. Y el pobre zacarías apenas influyó en ninguna de esas decisiones. Sólo pecó...(Algún cura "modelno" te diría que ni eso, pues "subjetivamente" su mente pasaba por un proceso psicológico que se ha estudiado recientemente y muestra unos parámetros bla, bla, bla..).

NO me repitas más veces que el castigo es consecuencia del pecado que ya lo sé. Lo que quiero es que me digas donde afirma el catecismo que "Dios no castiga". Así, bien clarito escrito.
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Manuel C.
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MensajePublicado: Vie Oct 14, 2005 9:41 pm    Asunto: Re: No Padre
Tema: La Mortificación, Camino de Santidad.
Responder citando

Albert escribió:
No digo que no haya castigo,


No, dices que Dios no castiga. Contra el Evangelio, contra el Papa, contra el Catecismo etc, etc.

Lo de "exteriormente" y resto de matizaciones son asuntos no discutidos. Se te discute que sigas diciendo que "Dios no castiga" cuando Jesucristo afirma: "Yo castigo y reprendo a los que amo...".

Sólo eso Albert, nada más. Bendiciones.
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Tomás Bertrán Mercader
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MensajePublicado: Vie Oct 14, 2005 10:00 pm    Asunto:
Tema: La Mortificación, Camino de Santidad.
Responder citando

El P. March dice
Cita:
Tomás... Así es. Nada sin un buen Director Espiritual... aunque sea difícil conseguirlos...


P. March. pasa como con las meigas (brujas). Yo no creo en ellas, pero haberlas, hailas.
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Manuel C.
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Mensajes: 1001

MensajePublicado: Vie Oct 14, 2005 10:03 pm    Asunto:
Tema: La Mortificación, Camino de Santidad.
Responder citando

MaruCourtney escribió:
Rosa M Ibáñez escribió:

Entonces nosotros somos algo asi como entes pasivos que no podemos hacer nada para salvarnos o condenarnos? cada vez entiendo menos.... esto esta muy complicado! Confused


Querida Rosa, es el clasico pensamiento protestante...."No por obras para que nadie se glorie...."


Eso no es protestante Maru, es Católico, dogma de la Iglesia y quien crea que se salve por sus solas obras es que no ha comprendido nada del Evangelio y además, si persiste en proclamarlo puede caer en excomunión de nuevo:

Santo Concilio de Trento. Sesion VI

CAN. I. Si alguno dijere, que el hombre se puede justificar para con Dios por sus propias obras, hechas o con solas las fuerzas de la naturaleza, o por la doctrina de la ley, sin la divina gracia adquirida por Jesucristo; sea excomulgado.

CAN. II. Si alguno dijere, que la divina gracia, adquirida por Jesucristo, se confiere únicamente para que el hombre pueda con mayor facilidad vivir en justicia, y merecer la vida eterna; como si por su libre albedrío, y sin la gracia pudiese adquirir uno y otro, aunque con trabajo y dificultad; sea excomulgado.

CAN. III. Si alguno dijere, que el hombre, sin que se le anticipe la inspiración del Espíritu Santo, y sin su auxilio, puede creer, esperar, amar, o arrepentirse según conviene, para que se le confiera la gracia de la justificación; sea excomulgado.


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adelina
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Mensajes: 1298

MensajePublicado: Vie Oct 14, 2005 10:13 pm    Asunto:
Tema: La Mortificación, Camino de Santidad.
Responder citando

Para Carlos:

Aca andaba leyendo cuando respondí en el otro tema a Maru, a ésto me refería
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adelina
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Registrado: 30 Sep 2005
Mensajes: 1298

MensajePublicado: Vie Oct 14, 2005 10:27 pm    Asunto:
Tema: La Mortificación, Camino de Santidad.
Responder citando

-
CarlosR6 escribió: en el tema de ¿Dios Castiga? de Albert:

adelina escribió:
exacto Marucita,

Dios es un Misterio, pero nos habla a través de la Sagrada Escritura. y ahi claramente dice que Castiga si nos portamos mal, somos infieles, etc...

Así que tampoco podemos dar por supuesto que No Castiga y que nos salvamos por nuestra linda cara... porque entonces estamos siendo relativistas y coqueteando con la herejía y doctrina protestante

CarlosR26 respondió:

Nos salvamos por Fe y obras... Ultra, creo que nadie ha negado eso..
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Elysio
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MensajePublicado: Vie Oct 14, 2005 11:05 pm    Asunto:
Tema: La Mortificación, Camino de Santidad.
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Jesús dijo un día: "Ustedes no han entendido el significado de estas palabras: "Lo que quiero es que sean compasivos, y no que ofrezcan sacrificios" (San Mateo 12:7). Nuestro Señor estaba citando al profeta Oseas quien le gritaba a Israel que sus holocaustos no podían sustituir el amor y la fidelidad requeridos por la alianza de Dios con su pueblo. Samuel el profeta se expresó: "Más le agrada al Señor que se le obedezca, y no que se le ofrezcan sacrificios y holocaustos; vale más obedecerlo y prestarle atención que ofrecerle sacrificios y grasa de carneros"(1 Samuel 15:22). La tradición profética en general siempre denunció la hipocrecía de los que se decían ser el pueblo de Dios cuando no hacían lo que debían. Jesucristo no toleró la hipocrecía de los fariseos y arremetió contra ella en cuantas ocasiones pudo;esos hombres hacían todo más por el aprecio del pueblo que por amor a Dios. Tal fue la situación que cuando Jesús enseñó sobre el ayuno por ejemplo, les dijo: "Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como los hipócritas, que aparentan tristeza para que la gente vea que están ayunando" (San Mateo 6:16). Eso mismo lo dijo respecto de la oración, de las limosnas y las buenas obras en general. Elías, otro profeta del Antiguo Testamento tuvo una lucha en contra de numerosos profetas de Baal, un Dios cananeo cuya adoración involucraba el sacrificio de niños. La costumbre en sus cultos era la de cortarse la piel, causándose heridas e infligiéndose mucho dolor. Elías les dijo que el Dios que lograra prender fuego sobre la leña en que yacía un becerro sería tenido por el verdadero y único Señor. Se lee en 1 Reyes que Yavhé logró lo que los baalistas y sus dioses no consiguieron, a pesar de que éstos danzaron hasta la tarde, apenando sus cuerpos para ganar el favor del dios cananeo. "Ellos seguían gritando y cortándose con cuchillos y lancetas, como tenían por costumbre, hasta quedar bañados en sangre" (1 Reyes 18:2Cool. Esto tiene mucho que decirnos hoy. Si bien es cierto que éstas formas de autocastigo no se traducen ahora con exactitud, lo cierto es que si puede estar imperando el mismo ánimo de los baalistas en los cristianos que se confunden y hacen penitencia hiriendo su salud. Eso es un pecado. Dios nos creó, haciéndo cada parte de nuestros cuerpos, dotándolo de reacciones, de sentidos, dándonos la hermosa capacidad de sentir, de emocionarnos y de disfrutar de todo lo creado y bueno. Al entrar el pecado en el mundo, estas cosas se obnubilaron, se ensombreció la bondad en el hombre y la corrupción degeneró los placeres, los pensamientos y los gustos. Pero se cumplió la profecía y el cordero de Dios fue inmolado para el perdón y salvación de todos los que creen. Jesús dijo: "Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia" (San Juan 10:10). En esa reconciliación hecha una vez y para siempre, los hombres transformados por la gracia de Dios son hechos nuevas creaturas, porque el sufrimiento, el peso de la culpa y el pago por nuestros crimenes ha pasado (2 Corintios 5:17). En esa vida nueva, en esa nueva creación, los sacrificios pierden todo su sentido; en su lugar, la responsabilidad de mantener una vida en comunión con Dios entra como una viva realidad, y se trata de una realidad asistida por el Espíritu de Dios. Pero esa responsabilidad también puede confundirse pues podemos llegar a pensar que debemos causarnos serios dolores y transtornos emocionales para tener contento a Dios, para ser aprobados y para que nos tenga como hijos responsables. Así, muchos han pensado que si no se mutilan, que si no se afligen, están despreciándo a Dios y están quedado mal ante su amor. Si eso fuera cierto, por la Santísima Virgen María ¿Cuál es entonces el fruto de la redención? ¿Dolor, preocupación, castigo, tristeza y auto compasión? La Biblia dice que el fruto del espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio" (Gálatas 5:22-23). No es que uno consiga la paz sino que es un resultado, una dádiva de Dios que nos abraza, siempre y cuando estemos rendidos a la voluntad divina, haciendo lo que Dios nos ha mandado. La creencia en que la auto aflicción produce virtud se inició probablemente luego que la persecusión en contra de los cristianos cesó. Muchos hombres creyeron que una vez acabada la era del martirio, debían encontrar otra manera de congraciarse con Dios sufriendo en lugar de la muerte en el nombre de Jesús, el dolor y la privación del exilio espiritual. Como quiera que sea, los métodos de penitencia deben ser cuidadosamente seleccionados porque pueden hacernos mucho daño y alejarnos cada vez más de Dios, quien quiere que seamos libres, "verdaderamente libres" Idea (San Juan 8:36). El ayuno por ejemplo puede ser muy útil, bueno y sano, si los móviles que tenemos son adecuados, no buscan un favor divino y no están afianzados sobre un sentimiento de indignidad, depresión o miseria espíritual. El monje Ansel Grun ha trabajado arduamente en todo el mundo, publicando libros en los que ha tratado de eliminar de los monasterios y de la vida cristiana en general, las nocivas prácticas de auto flagelación y del consentimiento de pensamientos perjudiciales hechos en el nombre de Dios. Grun dice que no podemos decir que participamos de la misericordia de Dios si tomamos actitudes que solo acentúan los traumas psicológicos que arrastramos desde niños.
Por todas estas razones, estudiar a fondo lo que dice la Palabra de Dios, lo que nos dice nuestro sentido común y sobre todo, lo que la voz de Dios nos indica amorosamente desde nuestro interior, son elementos imprecindibles para vivir con dignidad, con respeto y valores humanos, sin violencia y con mayor paz. En un prólogo de Imitación a Cristo, un conocido sacerdote y traductor de las Sagradas Escrituras dice: "Este es un libro dirigido a monjes. No podemos criticarlo aisladamente porque tenemos que atender al contexto en que fue escrito y sus destinatarios. Al leerlo, podemos reconocer facilmente lo que nos corresponde y lo que no, lo que es para nosotros y lo que no nos atañe"; pienso que esto mismo lo debemos aplicar a muchos otros textos medievales que leemos, escritos por santos que viveron con gran austeridad. No todo nos corresponde, no todo conviene. Tenemos que educarnos y Dios es el principal maestro, el único en palabras de Jesús.
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Albert
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MensajePublicado: Vie Oct 14, 2005 11:18 pm    Asunto:
Tema: La Mortificación, Camino de Santidad.
Responder citando

Hermana Adelina:

Dices:
Cita:
Albert escribió:

No digo que no haya castigo, digo que no viene exteriormente de Dios sin del interior mismo del pecado.


¿Donde dice que es así ? Pues la Audiencia del Papa que TU citas, dice así pero ---> NO da la explicación ó interpretación que tu le das.

Catecismo
Biblia


Lo dije allí mismo Adelina Catecismo # 1472. Dios te bendiga.
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Albert
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MensajePublicado: Sab Oct 15, 2005 12:23 am    Asunto: A Manuel y a todos
Tema: La Mortificación, Camino de Santidad.
Responder citando

Hermano Manuel:

Tu no quieres que yo muestre los "matices" por que en ellos se demuestra lo que argumento. Pero pareciera que aquí nadie lee el Catecismo por Dios!!!! CIC #1008, 1018, 1033, 1035, 1036, 1040, 1057, 1058, 1059, 1472, 1473, 1488, 1496, 1497, 1498, 1847, 1848, 1849, 1850, 1855, 1856, 1861, 1863, 1864, 1870, 1871, 1874, 1950, 1990, 2002.
Creo que con esos numerales es suficiente para comprender algunos "matices". Primero, la muerte llega al mundo como consecuencia del pecado, el pecado nos separa de Dios. El castigo es consecuencia de ese pecado separador de la comunión y gracia de Dios. Dios respeta nuestra condición de libertad y nos da los medios para reconciliarnos con Él. Nos justifica y esa justificación nos regresa mediante su Misericordia a la gracia santificante que nos une a Él. Pero esa libertad que tiene para dar exige la misma libertad de nosotros para aceptar y responder a Él. Lean esos numerales y tengan en cuenta las definiciones que les he dado del Glosario del Catecismo, se darán cuenta que ni me alejo del Magisterio ni hablo herejías. Dios prefiere perdonar que castigar. Él no intrudujo la muerte a esta mundo, nuestra desobediencia lo hizo. Esa misma desobediencia que atrajo con sí el pecado que lleva en sí mismo el castigo advertido en el Genesis. Entiéndanlo, Dios lo puede hacer todo pero no castiga porque no quiere hacerlo, nosotros lo hacemos. Pretendemos ver en Dios un comandante y no lo es, Dios es Dios, es amor en sí mismo. Solo desea la salvación para los hombres y nosotros solo queremos alejarnos de Él. En nuestra mínima comprensión de su Amor y Justicia que se resume como Misericordia, pretendemos ver venganza y castigo. Si hermanos la Biblia lo dice, Dios castiga, pero la Catecismo lo explica para nuestro entendimiento. No seamos ciegos!!! El castigo vendrá como consecuencia del pecado y de aquel que no se arrepiente, pero eso no es lo que Dios quiere. Todo el Evangelio de Cristo así lo denota. Dios es amor. Esto es lo último que aporto en este sentido ya cerre el otro epígrafe. Dios les bendiga.
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MensajePublicado: Sab Oct 15, 2005 2:19 am    Asunto:
Tema: La Mortificación, Camino de Santidad.
Responder citando

Estimado Padre March:

Está usted dicendo algo que yo no he dicho. Digo lo que dice el Catecismo, Usted es Sacerdote, ¿Puede explicarme por qué el Catecismo explica algo que no es cierto? Y no me diga que yo leo mal o interpreto mal porque les compartí literalmente lo que dice el Glosario del Catecismo en el epígrafe "¿Dios Castiga?" Y todos los numerales que enumero aquí llevan a esa misma conclusión si tenemos la convicción que Dios es amor y no castigo. Yo no entiendo Padre por qué el Catecismo explica algo erroneo. Dice categoricamente el Catecismo que el castigo es dado por el pecado mortal. ¿Por qué no explica, No!! no es por el pecado mortal sino por Dios? No lo explica así el Catecismo justo en donde se supone que explique la Doctrina. Mire que el propio Catecismo define esa palabra como sumario de uso fácil de la Doctrina Católica. Pues fácil no es porque según usted explica teorías heréticas de los dunceros. Pero yo sigo firme en lo que Juan Pablo II dice así que perdóneme pero eso no es herejía. Por lo que prefiero seguir con mi Catecismo. Ya no hablaré del tema. Dios le bendiga.
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Tomás Bertrán Mercader
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MensajePublicado: Sab Oct 15, 2005 2:34 am    Asunto:
Tema: La Mortificación, Camino de Santidad.
Responder citando

Yo sé que si participo o actúo en un aborto estoy excomulgado. Mañana receto una pastilla abortiva. ¿Se entera la Iglesia?. ¿Me llega un comunicado por parte de la Iglesia en que me dice que estoy excomulgado?. No. Pero yo sé que estoy excomulgado, ya que así lo dice el derecho Canónico.
Mañana receto la píldora abortiva, pero no sé que el recetarla es motivo de excomunión. Creo que es un pecado mortal y nada más. ¿Estoy excomulgado aunque lo afirme el Derecho canónico, cuya declaración desconozco?
¿Quién o qué provoca la excomunión?.
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Sergio Ceceña
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MensajePublicado: Sab Oct 15, 2005 2:48 am    Asunto:
Tema: La Mortificación, Camino de Santidad.
Responder citando

Se podría perdonar la excomunión con un verdadero arrepentimiento?
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Ubicación: Puerto Rico

MensajePublicado: Sab Oct 15, 2005 3:10 am    Asunto: Eso es Padre!!!
Tema: La Mortificación, Camino de Santidad.
Responder citando

Estimado Padre March:

Cita:
Te repito que no hablamos del matiz del Catecismo que tu absolutizas muy arbitrariamente... sino que hablamos del Castigo de Dios, Ira de Dios o Hostilidad de Dios contra el pecador (Rom 1, 1...

Te abrazas a una sola idea del Castigo de Dios, y hay que abrirse y ver el campo en su totalidad...


No si no hablo de absolitismos hablo del Sumario de la Doctrina, pero usted acaba de dar en el punto Padre hay que abrise a la totalidad. Pues la totalidad es el Amor de Dios que nos enseña que Dios es más grande que la conciencia y si la conciencia no nos castiga pues volquémonos con confianza a Dios que es Amor en su máxima expresión. Como muestra estas lecturas. Dios le bendiga.

1Juan 1, 1-17; 1Juan 3, 1-24; 1Juan 4, 7-23.
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Manuel C.
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MensajePublicado: Dom Oct 16, 2005 5:55 pm    Asunto:
Tema: La Mortificación, Camino de Santidad.
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Sergio Ceceña escribió:
Se podría perdonar la excomunión con un verdadero arrepentimiento?


La excomunión no se "perdona" que yo sepa, se declara. Se puede levantar, con o sin arrepentiemiento, según considere el Sumo Pontífice conveniente que es quien tiene la última palabra en asuntos de excomunión. Bendiciones.
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CarlosR26†
Veterano


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MensajePublicado: Mar Oct 18, 2005 6:27 pm    Asunto:
Tema: La Mortificación, Camino de Santidad.
Responder citando

¿Por qué mortificarse?
Pensad en las serias palabras que el Señor dirigió a sus discípulos: "Si alguno quiere venir en pos de mi niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame (Lc 9.23). Quiero haceros notar que esa cruz de cada día es especialmente vuestra lucha cotidiana por ser buenos cristianos que os hace colaboradores en la obra de la Redención de Cristo; de esta manera contribuís a llevar a cabo la reconciliación de todos los hombres y de toda la creación con Dios. Es un hermoso programa de vida, que exige generosidad». Juan Pablo 11. Buenos Aires. 11-IV-1987.

El instinto de felicidad

Vivimos en un mundo que ha hecho del bienestar y del placer los máximos ideales de la vida. La prensa, la televisión, la radio y el ambiente en que vivimos son una constante invitación a pasarlo lo mejor posible; a evitar el dolor y a premiarnos con una serie de compensaciones sin las cuales parece que no podríamos sobrevivir.

Estas llamadas a la felicidad se encuentran en la misma naturaleza del hombre: queremos ser felices no como fruto del capricho, sino porque hay en nuestro interior una especie de instinto que nos impulsa a ello. Es tan profundo y espontáneo, tan natural y universal --lo tenemos todos los hombres--, que no hay otro remedio sino reconocer que se trata de algo propio de la condición humana.

Por eso no faltan quienes creen que hablar o escribir sobre la mortificación es un contrasentido; pues si la felicidad es algo tan propio del hombre, mortificarse es tanto como enfrentarse con la naturaleza. No les faltaría razón al pensar así, si esta manera de razonar no respondiese a un error de planteamiento. En efecto: la mortificación cristiana no va contra la felicidad; es un disparate suponer que Cristo o la Iglesia sean contrarios a ella. Ni Dios ni la Iglesia se oponen; es más, el propósito de Dios cuando nos creó, y este propósito sigue en pie, es nuestro bien, nuestra felicidad, nuestra alegría. Si hemos de mortificarnos no es porque se trate de un tributo que debemos pagar a la divinidad, sino porque existen en nosotros los gérmenes del mal y de la enfermedad espiritual, y no hay más solución que combatirlos y extirparlos porque son precisamente ellos los que nos impiden alcanzar la verdadera dicha.

¿Qué es la mortificación?

Mortificación es una palabra que viene del latín y quiere decir hacer morir (mortem facere). Entre los cristianos se emplea para designar los esfuerzos con que procuramos hacer morir en nosotros el pecado y las malas inclinaciones que nos llevan a él.

Ordinariamente, la palabra asusta un poco porque casi siempre se piensa en lo que ha de costar y la imaginación, lo mismo que exagera el placer que puede producir el pecado, exagera también las dificultades que podemos encontrar para hacer el bien o para apartar los obstáculos que nos impiden alcanzarlo.

A nadie le parece excesivo someterse a un régimen de comidas con el que se pretende conservar la línea que se empeña en desbordar los límites de la moda o los cánones de la belleza. Muchas veces, casi siempre, esto se hace solamente por bien parecer. Y nada digamos del esfuerzo al que se someten los deportistas aficionados --no nos referimos a los profesionales porque ése es su trabajo habitual--, con tal de alcanzar la victoria o, al menos, una buena clasificación.

Y sin embargo nos parece demasiado que Dios nos pida la mortificación de las malas inclinaciones. Si la Iglesia mandase andar con esos tacones sobre los que debe ser tan difícil guardar el equilibrio, nos parecería una intromisión y una crueldad que, sin duda, levantaría campañas de prensa en favor de la libertad y de la dignidad de la persona humana. Pero como se trata de una exigencia de la figura, bienvenidos sean esfuerzos y sacrificios. En una palabra: lo que mira al bien presente, en lo que se refiere al cuerpo o a la vanidad, todo nos parece poco, pero cuando se trata del bien del alma o del amor de Dios, cualquier cosa que se nos pida, por pequeña que sea, nos parece demasiado.

La mortificación cristiana no está aconsejada con afán de molestar o simplemente para hacer la vida más desagradable, sino para todo lo contrario, para hacernos más asequible y fácil el logro de la felicidad. Tiene su principio y razón de ser en el conocimiento de nuestra naturaleza, inclinada al mal después del pecado original; por eso Jesucristo nos lo dice de una forma que no deja lugar a la más pequeña vacilación: si tu ojo derecho es para ti ocasión de pecar, sácalo, --es decir: mortifícalo, y hazlo morir--porque más te vale perder uno de tus miembros que no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno (Mt 5, 9).

No nos pide el Señor que entendamos sus palabras al pie de la letra, de manera que tengamos que arrancarnos, materialmente hablando, los ojos; sino que quiere indicarnos la necesidad tan grande que tenemos de la mortificación, para que nuestra mirada nunca nos lleve a ponernos en ocasión de pecar. Quiere Dios que conservemos el dominio de los ojos, de tal manera que cuando se presente la ocasión permanezcamos como ciegos al pecado. Y esto ¿cómo puede conseguirse si no es con la mortificación que, como el agua, apaga el fuego de los malos deseos?

No le demos más vueltas; la mortificación es necesaria porque existen los enemigos del bien y de la felicidad, y a estos enemigos hay que combatirlos si no queremos sucumbir a sus ataques o quedar esclavos de sus caprichos.

La mortificación cristiana

"Dios quiere nuestro amor y no estará satisfecho con ninguna otra cosa. Lo que nosotros hagamos no tiene valor fundamental para Dios, porque El puede hacer Io mismo con un solo pensamiento; o con gran facilidad puede crear otros seres que hagan Io mismo que nosotros hacemos. Pero el amor de nuestros corazones es algo único que ningún otro puede darle. Él podría hacer otros corazones que le amasen, pero una vez que nos ha dado la libertad, el amor de nuestro corazón particular es algo que sólo nosotros podemos darle" (E. Boylan, El amor supremo I, Madrid, Rialp 1957, pág. 121).

Dios, como se ve, se empeña en querernos y es su deseo que le correspondamos en la medida de nuestras fuerzas. Por eso cuando nos manifiesta su divina voluntad, lo primero que nos dice, lo primero que nos enseña es: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón" (Lev 19, 1Cool.

A nadie se le oculta que para cumplir con este mandamiento se tropieza con no pequeñas dificultades, porque después del pecado original, y aunque éste nos haya sido perdonado en el sacramento del Bautismo, permanece en nosotros la inclinación al mal, esa terrible atracción que ejercen sobre la voluntad y sobre los sentidos los bienes creados, que nos invitan a abandonar el camino que nos lleva a Dios para seguir el que ellos nos señalan.

Esto significa que hemos de luchar contra nuestro enemigo el pecado y éste precisamente es el sentido de la mortificación cristiana, ésta es su función en la vida espiritual: con la mortificación no se busca otra cosa que adquirir esa libertad de espíritu, tan necesaria para poder prescindir del uso desordenado de las criaturas que pretenden someternos a su dominio y esclavitud.

Por eso hay que perder el miedo a la mortificación. Después de todo no es tanto lo que se nos pide si se compara con lo que se gana. Hay que saber perder la vida con la mortificación, pero es para encontrarse con la Vida, con Dios, que a partir de ese momento se erige en único Señor y exclusivo Bien del alma. La mortificación nos ayudará a dejar las cosas en su sitio, ella será la que frene los apetitos desordenados que tienen su origen en los sentidos y en la voluntad inclinados al mal. Mientras no se pierda el miedo a la mortificación, estaremos condenados a vivir una vida espiritual mediocre en la que no existirá verdadero progreso sobrenatural porque seguiremos esclavos de nuestros caprichos y nos faltará la libertad para poder amar a Dios sobre todas las cosas.

¿Miedo a la mortificación?

Es cierto que existe el miedo a la mortificación y si buscamos la raíz de ese miedo acabaremos por encontrarla en una especie de desconfianza en Dios. Es como si pensáramos que nadie como nosotros para saber lo que nos conviene y dónde vamos a encontrar la felicidad. Es una cuestión de la que no somos conscientes del todo hasta que la consideramos en la oración, que es donde se aclaran las ideas, y acabamos de darnos cuenta de que efectivamente existe algo así dentro de nosotros.

Hay unas palabras del Señor que, aunque no se pueden aplicar al pie de la letra a cuanto venimos diciendo, pueden darnos luz suficiente para entenderlo mejor. Después de haber hablado Jesús de las dificultades que tienen para salvarse los que han puesto su corazón en las riquezas, San Pedro toma la palabra y le dice: nosotros hemos dejado todas las cosas y te hemos seguido, ¿cuál será nuestra recompensa? Y Cristo le responde: cualquiera que haya dejado casa o hermano o hermana o padre o madre o esposa o hijos o heredades, por causa de mi nombre, recibirá cien veces más y poseerá la vida eterna (Mt 19, 29-30).

¿Cuántos son los que entienden esto? Y si cosas de tanta importancia no somos capaces de convertirlas en realidad, ¿qué no ocurrirá en lo pequeño, en la mortificación, que al fin y al cabo no es más que una manera de renunciar por amor de Dios a algo concreto?

Tenemos miedo a la mortificación, porque nos parece que es un camino de renuncia en el que no se encuentra recompensa. Y es porque apenas conocemos al Señor y no hemos probado hasta qué punto compensa ser generosos con Él. Solamente se puede dar un consejo: probad y veréis que la mortificación no defrauda; la senda por la que nos lleva es más corta y hacedera de lo que imaginamos y además, en ella, nos encontraremos pronto con Jesús. Confiad y perseverad.

La mortificación de los sentidos

La mortificación es necesaria y su necesidad se manifiesta en la fragilidad de la naturaleza humana, de la que posiblemente tengamos sobrada experiencia. Sin ella difícilmente estaremos cerca de Dios y difícilmente podremos vencer las dificultades que se oponen a su amor. Pero no debemos detenernos ahora en consideraciones teóricas, sino que hemos de descender al terreno de la realidad de la vida. Dar el paso que va desde el pensamiento a la voluntad, a la acción.

La mayor dificultad para vivir la vida de la gracia --esa participación de la naturaleza divina, que nos hace hijos de Dios--, en una buena parte de los casos está en los sentidos; por eso vamos a empezar por ahí. Los pecados de sensualidad que tanto daño hacen al alma comienzan, casi siempre, por los sentidos o por la imaginación. Dios ha puesto para guardar la santa pureza dos mandamientos --esto ya nos da una cierta idea de su importancia--, uno que mira al cuerpo y otro que mira al espíritu. En el sexto --No cometerás actos impuros-- se nos pide la pureza del cuerpo; y en el noveno, la del espíritu, en la mente y en el corazón, en la voluntad --No consentirás pensamientos ni deseos impuros--.

Algunos piensan que todo lo que se refiere al sexo es rechazado de plano por la doctrina de Jesucristo, pero andan lejos de la verdad, pues esto es absolutamente falso, porque Dios es el autor de la naturaleza humana v, por tanto, de la sexualidad, y ha instituido un sacramento, el Matrimonio, en el que el ejercicio de la sexualidad según la naturaleza se bendice y santifica.

Pero nótese bien que se dice en el matrimonio, porque fuera de él Dios lo reprueba como un mal. De modo que, delante de Dios, pretender quitarle importancia a la impureza diciendo que se trata de cosas naturales, de nada vale. Hay muchas cosas naturales que si no se usan adecuadamente se convierten en un mal por el desorden que suponen y por los daños que acarrean. Piénsese en la muerte o en la enfermedad, que no pueden ser más naturales y sin embargo la ciencia y los hombres nos empeñamos en combatirlas. Lo mismo puede decirse de la energía nuclear y de tantos adelantos de la técnica moderna que pueden utilizarse para el bien o para el mal. La distinción no es cuestión académica sino algo profundamente real que tiene su fundamento en la palabra de Dios y nos indica dónde está el bien y dónde el mal, con tanta claridad que basta acudir a los Mandamientos del Decálogo para disipar las dudas que pudieran surgir.

El ejercicio de la mortificación no lleva consigo la condenación de la carne que el Hijo de Dios se dignó asumir; al contrario, Ia mortificación mira por la «liberación del hombre» que con frecuencia se encuentra, por causa de la concupiscencia, casi encadenado, por Ia parte sensitiva de su ser (Pablo VI, Const. Apost. Poenitemini). Por eso conviene entender bien que la mortificación no tiene como campo exclusivo el terreno de la pureza. Donde quiera que el enemigo pretenda esclavizarnos hemos de presentarle la batalla. Así, por ejemplo, convendrá mortificar la imaginación para que, por lo menos, no nos haga perder el tiempo. La pereza pretende hacernos abandonar el cumplimiento del deber: una buena mortificación es vencerla. Otro tanto se puede decir de la comida y de la bebida en las que con frecuencia nos dejamos llevar exclusivamente del gusto, sin darnos cuenta que con esa actitud nos olvidamos de Dios que ha de ser el objeto de nuestras preferencias. La Iglesia lo ha entendido siempre así, por eso en su tercer Mandamiento no se limita a aconsejar sino que ordena ayunar y abstenerse de comer carne determinados días del año. Su Santidad Juan Pablo II subraya además que, aunque mitigada desde hace algún tiempo «Ia disciplina penitencial de la Iglesia» no puede abandonarse sin grave daño (Exhort. Apost. sobre Reconciliación y penitencia, n.º 26. Publicada en esta misma Colección en los núms. 394-395) .

Hemos de acostumbrarnos a dominar los sentidos con la mortificación, no sólo para ser personas cabales sino también para amar más a Dios con el que deseamos compartir nuestra vida y con el que esperamos vivir en el Cielo.

Lo que falta a la Pasión de Cristo

San Pablo en su Epístola a los Colosenses ha escrito unas palabras que no dejarán de sorprender a más de uno: sufro en mi carne lo que falta a la Pasión de Cristo (Col 1, 24). ¿Es que la obra de la Redención no es completa y perfecta? ¿Es que Cristo no ha pagado sobreabundantemente por todos nosotros con su Encarnación, con su vida de trabajo y con su muerte en la Cruz ? ¿Es que no es suficiente tanta solicitud y tanto amor por parte de Dios?

Amó Dios tanto al mundo que no paró hasta dar a su Hijo Unigénito a fin de que todos los que creen en El no perezcan, sino que vivan la vida eterna (Io 3. 6). La muerte de Jesús es nuestra salvación, un tesoro infinito de gracias que nos están esperando; pero convendrá recordar con San Agustín que Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti; es decir, que en la obra de la Redención, el Señor cuenta con la correspondencia personal. Para salvarse hace falta la gracia de Dios y la cooperación del hombre. Por parte de Dios todo está admirablemente dispuesto para vencer al pecado y alcanzar la vida eterna: todo está cumplido (Io 19, 30), y sin embargo por par te del hombre todavía falta algo: nuestra cooperación personal y libre, nuestra mortificación; eso es lo que falta a la Pasión de Cristo.

No nos engañemos con razones más o menos convincentes; el Señor en el Calvario nos muestra la senda de la salvación y de la vida. No existe otro camino; si queremos acompañarle habrá que aprender a renunciar con alegría a determinados bienes sensibles, porque la mortificación cristiana no es la simple moderación en el uso de los bienes temporales que nos hace contemplar el mundo y sus riquezas con frialdad e indiferencia, sino una verdadera participación sobrenatural en la Pasión y en la Muerte de Cristo.

Participar en la Pasión de Cristo

El amor a Jesucristo no es una cuestión de sentimientos. Quiere decirse con esto que para participar en su Pasión no basta tener un corazón sensible que se conmueva al meditar los sufrimientos que padeció por nosotros. Si Dios nos ha concedido la gracia de emocionarnos al considerar tanta generosidad por su parte, debemos agradecerlo, pero no deberíamos caer en el error de considerar que con esa compasión o con esas lágrimas ya hemos hecho bastante y estamos participando verdaderamente en su cruz. «Amor con amor se paga ». Pero la certeza del cariño la da el sacrificio. De modo que ¡ánimo niégate y toma su cruz. Entonces estarás seguro de devolverle amor por Amor (J. Escrivá de Balaguer, Vía Crucis, Madrid, Rialp 1981, V Estación, punto l).

La mortificación, la negación de nosotros mismos, pero especialmente el afán de gozar, de no perder ninguna de las oportunidades de disfrutar que la vida nos ofrece, será el medio más directo y eficaz, la forma más segura de acompañar al Señor, de consolarle y de ayudarle a Llevar el peso del madero y a soportar los dolores de la crucifixión.

Si de verdad queremos participar de la Pasión de Cristo, que se dio a sí mismo en rescate por todos (1 Tim 2,6), hemos de estar dispuestos a aceptar la mortificación y a sobrellevar con perseverancia esas pequeñas o grandes cosas que nos hacen sufrir, con el pensamiento puesto en Jesús que padeció por nosotros, dándonos ejemplo pava que sigamos sus pisadas (1 Pet 2, 21). Para actuar de este modo es preciso mirar las cosas con fe. Solamente la fe nos hace ver que en medio del dolor cabe la alegría. Ha habido santos que sufrieron mucho en esta vida, pero siempre se les veía alegres. La fe nos hace comprender que todo lo que nos ocurre tiene sentido a los ojos de Dios y que nada, absolutamente nada, sucede sin que El lo permita o lo quiera. Por eso, la enfermedad, el dolor en cualquiera de las formas en que pueda presentarse, la contradicción, la muerte misma, para un cristiano, no son más que una muestra del amor que Dios nos tiene y que, de esta manera, nos deja participar de su dulce Cruz y nos bendice con ella, pues como dice Santa Teresa: más se gana en un día con las aflicciones que vienen de Dios o de los hombres, que en diez años de mortificación de elección propia.

Las contrariedades de la jornada

No faltan almas enamoradas de Dios que están dispuestas a darlo todo por Él. Pero a la mayoría de las personas no les pide el Señor la entrega de su vida de una vez y en un instante, sino en la mortificación constante y generosa en los detalles de cada día.

Tal vez pueda parecer algo sin importancia, pero ahí queda por si puede servir de ejemplo. En una reunión se comentaba la actitud de una persona respecto a otra: una de esas actuaciones que hacen subir la sangre a la cabeza, que la vista se nuble, y que las palabras se agolpen en los labios --supongo que muchos lo entenderán--. Pues bien, el interesado escuchó lo que tenían que decirle y cuando todos esperaban su reacción en un estallido de cólera, se limitó a sonreír y a cambiar el tema de la conversación.

No es fácil llevar con una sonrisa en los labios y sin perder la compostura eso que se ha dado en llamar las contrariedades de la jornada; sucesos en apariencia insignificantes, pero capaces de alterar la pacífica convivencia con los demás: con la familia o con los compañeros de trabajo. Son tantas, a veces, las ocasiones que se nos presentan de perder el buen humor y con él la presencia de Dios, que sería una verdadera pena desperdiciar la oportunidad de ofrecérselas al Señor (cfr. Camino, N.º 173).

La mortificación no consistirá de ordinario en grandes renuncias, que tampoco son frecuentes. Estará compuesta de pequeños vencimientos: sonreír a quien nos importuna, negar al cuerpo caprichos de bienes superfluos, acostumbramos a escuchar a los demás, hacer rendir el tiempo que Dios pone a nuestra disposición... Y tantos detalles más, insignificantes en apariencia, que surgen sin que Ios busquemos --contrariedades, dificultades, sinsabores--, a lo largo de cada día (J. Escrivá de Balaguer, Es Cristo que pasa, Madrid, Rialp 1973, n.º 37).

En la vida ordinaria

Llevemos a nuestra vida ordinaria el espíritu de mortificación que nos invita a ser generosos con Dios, ofreciéndole esas cosas que la mayoría de las personas pasan por alto sin darse cuenta de que en realidad son un tesoro de mortificaciones inesperadas con el que podemos enriquecernos. ¡Cuántos que se dejarían enclavaren una cruz, ante la mirada atónita de millares de espectadores, no saben sufrir cristianamente los alfilerazos de cada día! --Piensa, entonces, qué es Io más heroico (Camino, n.º 204). Las impertinencias, un fracaso profesional, la tarde de paseo que se va al traste, la comida fría o mal condimentada, el cambio de horario debido al desorden o a la arbitrariedad de quién sabe quién, nuestro equipo que está a punto de descender de la división de honor, el niño que ha sacado malas notas, la niña mayor que no da más que quebraderos de cabeza, el botón que se desprende en el momento más inoportuno, las gafas que no aparecen, el autobús que no Llega y nosotros que llegaremos tarde por su culpa, los propios errores o los de los demás, y tantos y tantos imponderables que nos brindan la ocasión de tener algo que ofrecer con paciencia y alegría, al no desperdiciar esas pequeñas cosas que se ponen delante de nosotros dispuestas a amargarnos el día.

Es cuestión de empezar y de seguir, que aunque se trate de cosas pequeñas, su valor estará en hacerlas con amor. Hacedlo todo por Amor. --Así no hay cosas pequeñas: todo es grande.-- La perseverancia en las cosas pequeñas, por Amor, es heroísmo (Ibídem, N.º 813). Mucho amor de Dios supone la aceptación incondicional de esas dificultades en las que de alguna manera se manifiesta la divina Voluntad. Recordemos que la prueba de ese amor está en la alegría, en esa alegría que cuando falta hace que se pierda parte del mérito que tienen las buenas obras. Es el mismo Jesús quien nos lo dice: Cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu cara, para que los hombres no conozcan que ayunas, sino únicamente tu Padre que está presente a todo (Mt 6, 9).

Los sufrimientos de la vida no hay que sobrellevarlos de mala manera, sino como algo que nos viene del Señor, que puede servirnos para desagraviarle por nuestros pecados y, además, con el convencimiento de que si se hace así estamos realmente participando de su Pasión . Quizá no nos habíamos percatado de que podemos unir a su sacrificio reparador nuestras pequeñas renuncias: por nuestros pecados, por los pecados de los hombres en todas las épocas, por esa labor malvada de Lucifer que continúa oponiendo a Dios su non serviam! ¿Cómo nos atreveremos a clamar sin hipocresía: Señor, me duelen las ofensas que hieren tu Corazón amabilísimo, si no nos decidimos a privarnos de una nimiedad o a ofrecer un sacrificio minúsculo en alabanza de su Amor? (J. Escrivá de Balaguer, Amigos de Dios, Madrid, Rialp 1977, N.º 140).

La mortificación voluntaria

Mucho podemos ganar con las contrariedades que la vida lleva consigo, pero esto no dejará de ser una bonita teoría, que no tendrá efecto en la realidad si no nos ejercitamos en la mortificación voluntaria.

La llamamos así porque no se trata de aceptar las dificultades que salen al paso, sino más bien de salirles al encuentro, buscando la ocasión de ofrecerle algo al Señor. Con esta práctica, además, nos disponemos de buen grado a aceptar cuanto nos viene de su parte a lo largo de la jornada.

Si de verdad tenemos interés en la práctica de estas mortificaciones, bastará abrir los ojos y mirar. Es suficiente recorrer el día y fijarse en algunos detalles entresacando los que nos puedan resultar de mayor interés (cfr. Camino, cap. Mortificación).

Levantarnos a la hora fijada, ser puntuales en el cumplimiento de nuestros deberes, cuidar los pequeños detalles en cualquier actividad que desempeñemos, hacer con intensidad el trabajo --con horas de sesenta minutos y minutos de sesenta segundos--, practicar la caridad y la delicadeza en la vida de familia y en el trato con los demás, vencer la pereza que nos invita a dejar las cosas para después o para mañana, hacer con amor las prácticas de piedad que forman parte de nuestra vida espiritual y no omitirlas sin verdadera causa, cuidar la ropa, tener siempre ordenada la habitación y el armario, dejar las cosas en su sitio, hacer una pequeña mortificación en las comidas, y mil y mil detalles más que cada uno sabrá descubrir de acuerdo con su interés y con su amor a Dios.

De entre estas cosas u otras parecidas, que sin duda podremos encontrar, se seleccionan unas cuantas y se toma buena nota de ellas para practicarlas diariamente. Si no lo hacemos así, a diario, será lo normal que pronto caigan en el olvido. Nos pasaría lo mismo que a los que han de seguir un régimen de comidas; toda la eficacia depende de la constancia que hace que se acumulen los esfuerzos cotidianos hasta que se consigue el resultado apetecido. En nuestro caso será crear el hábito de pequeñas renuncias que purifican el alma y nos acercan a Jesús, porque estas pequeñas molestias sufridas y abrazadas con amor, son agradabilísimas a la divina Bondad, que por sólo un vaso de agua ha prometido a sus fieles el mar inagotable de una bienaventuranza cumplida (San Francisco de Sales, Introducción a Ia vida devota, III, 35).

La imitación de Nuestro Señor Jesucristo

La meta de la vida cristiana consiste en parecernos cada vez más a Jesucristo. San Juan Bautista expresa con claridad el programa que debemos desarrollar cuando dice: conviene que El crezca y que yo mengüe (Io 3, 30). No se trata de destruir la propia personalidad, que eso no lo quiere Dios, sino de desarraigar con la mortificación aquellas cosas que no nos permiten alcanzar el desarrollo que como hombres y como cristianos nos corresponde.

La mayor dificultad para alcanzar esta meta, contra lo que se podría pensar, no está en la pereza o en la comodidad o en la sensualidad, sino en la soberbia. El demonio se empeña en convencernos que ésta consiste exclusivamente en algo externo, en las actitudes frente a los demás, en el mal genio o en el mal talante con que se les trata, y hará lo posible y lo imposible para que no nos demos cuenta de que el mal está dentro de nosotros, en el fondo del corazón.

Se habla de las soberbias de quienes fría e intelectualmente niegan la existencia de Dios, pero son pocos los que actúan de ese modo tan cerebral y sin sentido y sin razón. La soberbia a la que nos referimos no es de ese tipo y por eso resulta más difícil de reconocer. Consiste en que poco a poco Dios queda desplazado de nuestra vida. El propio yo se adueña de todo lo que queda a su alcance: pensamos, trabajamos, nos divertimos y amamos como si Dios no existiera y así Llega un momento en el que no cuenta para nada o para casi nada en nuestra vida. De este modo queda marginado y el hombre se erige en dueño y señor de todos sus actos: la soberbia en este caso es perfecta. Yo soy Dios, y me quiero y me amo y me adoro por encima de todas las cosas. ¿No es eso la soberbia?

Esta actitud generalmente procede de un exceso de confianza en los propios criterios que suelen tomarse como norma de conducta que Llevan al soberbio a creer que siempre tiene razón y difícilmente admitirá la posibilidad o la realidad de los errores y pecados personales porque encontrará una razón que le justifique y le permita seguir actuando de la misma manera. Casi sin darse cuenta juzga de lo divino y de lo humano. Todo lo pone en tela de juicio, y ya pueden hablar el Papa o los Obispos, que sus enseñanzas pasarán por el tamiz del criterio del soberbio. Con el pretexto de no poder aceptar lo que no entiende hará de ellas su propia interpretación, olvidando que para ser fieles a Jesucristo no hace falta tanto talento --el talento en estas cuestiones lo pone Dios con la asistencia del Espíritu Santo a la Iglesia--, sino un poco más de humildad en la inteligencia para aceptar como niños lo que nos viene de Dios a través del Magisterio Eclesiástico: en verdad os digo que si no os volvéis y os hacéis semejantes a los niños no entraréis en el reino de Ios cielos (Mt 18, 3).

Debemos examinar la conciencia para descubrir si la seguridad que mostramos en criterios de fe y de moral proceden más de los propios juicios que de las enseñanzas de Cristo y de la Iglesia, porque en semejante caso habrá que combatir esa soberbia como el peor de los males.

No desaproveches Ia ocasión de rendir tu propio juicio. --Cuesta..., pero ¡qué agradable es a los ojos de Dios! (Camino, n.º 177). Hemos de aprender a mortificar la inteligencia; no se trata de negarla, sino de mortificarla. La vida ordinaria nos presenta la ocasión de hacerlo en los distintos campos de la actividad humana. El primero de todos aceptando de buen grado cuanto nos viene de Dios a través de la Iglesia; ahí no caben opiniones sino la humilde aceptación de la doctrina. En el terreno profesional, en el familiar, en los estudios, y donde quiera que tengamos que relacionarnos con alguien que desempeñe el cargo de superior --y siempre que no se trate de algo que suponga ofensa a Dios--, podemos y debemos aceptar lo que nos venga de él sin chistar, sin murmurar y sin dejarnos Llevar del espíritu crítico que tan afilado suele mostrarse en estas situaciones. Se trata de una buena mortificación de la inteligencia y de un bonito esfuerzo de la voluntad por parecernos también en estas cosas a Jesucristo, que se hizo obediente hasta la muerte y muerte de Cruz (Phil 2, Cool y así por lo menos en eso habremos empezado a imitarle que es la única manera de llegar a parecerse a Él.

Texto de Francisco Luca de Tena

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