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"SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
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Autor Mensaje
Evangelina M. de Terrazas
Asiduo


Registrado: 03 Oct 2005
Mensajes: 469
Ubicación: México

MensajePublicado: Mar Mar 11, 2008 10:56 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
Responder citando

EXAMEN GENERAL DE CONCIENCIA

Este Examen General de Conciencia, nos permitirá en un rápido golpe de vista, revisar todos los deberes de nuestra vida cristiana: sigue el plan clásico de los Mandamientos de la Ley de Dios y de la Iglesia, los pecados capitales y deberes de estado. Cristo no vino a abolir la Ley, sino a perfeccionarla: es por esto que los preceptos del Evangelio se inscriben a continuación de los artículos del Decálogo y corrigen todo aquello que a menudo tienen de negativo.

MANDAMIENTO DE DIOS

1º. Amarás a Dios sobre todas las cosas
Este Mandamiento contiene los demás, y contiene también el ejercicio de las tres virtudes teologales.

FE:
Deberes: Desarrollar tu Fe, alimentarla, defenderla contra las dudas.
Aceptar de la mano de Dios las pruebas que nos envía.
Tener absoluta confianza en tu Fe y dar pruebas de ello ante los demás.
Pecados: Dudas voluntarias, respeto humano, indiferencia religiosa, supersticiones (cartomancianas, espiritismo, espiritualismo, etc.).

ESPERANZA:

Deberes: Confianza en la Gracia, esperanza en el Cielo.

Pecados: Confiar en tus débiles fuerzas, descorazonamiento, desesperación..

CARIDAD:
Amar a Dios más que a todo lo demás, colocar a Dios en el verdadero centro de tu vida; ofrecer tu trabajo, tomar en su presencia las decisiones importantes.

+Orar en la mañana, en la noche, durante las tentaciones.
+Desear que progrese tu amor para con Dios.
+Ver a Dios en el prójimo, aún en aquél que nos es difícil amar. "Aquel que dice que ama a Dios y no ama a su prójimo, es un mentiroso".

2º Solamente con respeto pronunciarás el nombre de Dios

Deberes: Tener presente a Dios: respetar todo aquello que a El se refiera los Sacramentos, las Iglesias, los Sacerdotes, etc.

Pecados: falsos juramentos, blasfemias, sacrilegios, oraciones dichas mal y deprisa.

3º Santificarás el día del Señor

+ Descansar el domingo.
+ Asistir a Misa con devoción.
+ Esforzarse por sentirse miembro de la comunidad.
+ Poner todo lo que esté de tu parte para participar ACTIVAMENTE en la vida litúrgica de tu Parroquia. Escoger tus diversiones con espíritu cristano.

4º. Honrarás a tu padre y madre

+ Sentirse responsable del ambiente familiar. Unión, ayuda mutua, buen humor.
+ Deberes de los hijos: obediencia, respeto, obligaciones que cumplir, ayuda en el trabajo.
+ Deberes de los hermanos y hermanas: comprenderse, tolerarse, ayudarse.
+ Deberes de los Padres: Sustento, cariño, abnegación, educación humana, moral y religiosa, buen ejemplo.
+ Deberes con el Estado y la Patria: El Estado somos nosotros, formamos todos una gran familia que es la Patria.
+ Impuestos, deberes electorales, participación en la vida pública.

5º. No Matarás

Deberes: Hacer felices a los demás, ayudarles en sus penas, darles buen ejemplo.

Pecados: Todo aquello que acuce daño a la vida, a la salud, al alma del prójimo: golpes, heridas, injurias, disputas, rencores, negarse a perdonar. Egoísmo, indiferencia, para los demás escándalo (palabras, consejos o ejemplos que lleven al mal a los demás).

6º. No cometerás impurezas (No fornicarás)

El Sexto Mandamiento prohibe explícitamente los actos impuros, pero implícitamente abarca todo lo que los produce y origina, como son también los pensamientos y las palabras impuras

Sería prácticamente imposible señalar la infinita variedad de actos impuros o deshonestos, pero todos sin excepción están necesariamente ligados al mal uso de la sensualidad y son un desorden en sí mismos:

- La vista: modas, pornografía, espectáculos, etc.

- El oído: Pláticas excitantes, consejos perversos, enseñanzas corruptas, canciones eróticas...

- El olfato: Sutilmente asocia y excita el morbo con aromas que la publicidad hace aparecer como afrodisíacos.

- El Gusto: Hay comidas y bebidas que son tomadas como afrodisíacos. Y cuántos, "para darse valor y deshinibirse", abusan, del alcohol.

- El tacto: El más peligroso de los sentidos, La piel toda y en especial las partes erógenas, exacerban la sensibilidad y la vuelven frenética pervirtiendo absolutamente la sexualidad.

Combinando y desatando la fantasía y el ánimo al servicio de la concupiscencia y el placer, se producen toda esa clase de actos impuros, cuyos autores, dice San Pablo, "no poseerán el Reino de Dios". Por contraste, Jesús el Señor ha prometido que "los limpios de corazón, verán a Dios".

7º. No Robarás

En la Ley de Dios, el Séptimo Mandamiento, tanto en el Antiguo Testamento como en el nuevo, es tajante, conciso, claro y definitivo: "NO ROBARAS" (Ex.20,15; Dt.5,19;Mt.19,1Cool.

8º. No Mentirás

Habla con sinceridad: "Si es sí, di sí; si es no, di no".

Deberes:
Respetar la verdad, respetar la reputación de los demás.

Pecados: Mentira, revelar los secretos ajenos, maledicencia, juicio temerario, calumnia.

9º No tendrás voluntariamente deseos impuros

"Se les ha dicho: no cometerás adulterio; yo digo más: Aquel que mire a una mujer con codicia ha cometido ya adulterio en su corazón".

Deberes: Respetar las intenciones de Dios para la propagación de la vida. Respeto del cuerpo y de sus fuerzas; respeto del amor y del matrimonio; fidelidad y delicadeza en el amor conyugal.

Pecados: Pensamientos o deseos impuros voluntarios. Miradas, conversaciones, actos impuros (solo o con otros), adulterio.

Búsqueda o aceptación de las ocasiones de pecados, lecturas, espectáculos, relaciones.

10º No desearás los bienes ajenos, injustamente

Deberes: Uso cristiano de la propiedad y el dinero. Justicia en los negocios, trabajo, salarios, contratos, Restitución.

Pecados: Robo, engaño, fraude, daño a los bienes ajenos. Codicia de riqueza.

MANDAMIENTOS DE LA IGLESIA

1º.- Santificar las fiestas de obligación. Asistir a Misa los domingos y días de fiesta.

2º- Confesión anual.
3º- Comunión Pascual
4º- Ayunar los días prescritos. Abstinencia de carnes.
5º- Contribuir a los gastos del culto, según tus posibilidades.

PECADOS CAPITALES

1.- Orgullo: Complacencia de sí mismo, ambición excesiva, vanidad, coquetería, actitudes arrogantes y altaneras.

2.- Avaricia: Poner como único objetivo de la vida, el dinero y la riqueza.

3.- Lujuria: (Mandamientos 6º y 9º.).

4.- Envidia: Celos del bienestar ajeno, alegría por su desgracia.

5.- Gula: Excesos en las comidas o bebidas.

6.- Cólera: Dejarse dominar por los instintos del temperamento, ser irritable, etc.

7.- Pereza: Al levantarse, en el trabajo, en la organización del tiempo.

DEBERES DE ESTADO

Conciencia profesional, participación en las actividades sociales, profesionales o sindicales.

Los deberes del médico, del juez, del maestro, etc., son tan diferentes que cada quien deberá hacer su propio examen particular de sus deberes de estado.

DEBERES PARA CON DIOS

¿Mi vida cristiana progresa o retrocede?

FE.-
¿He intentado conocer mejor al Señor?, ¿No he descuidado las ocasiones de alimentar mi Fe?
Lecturas, clases de instrucción religiosa ¿Me interesa conocer mejor a Dios?, ¿He sabido evitar aquello que pudo dañar mi Fe?, ¿He intentado aclarar mis dudas?, ¿He dudado en llamarme cristiano y participar exteriormente en las oraciones y oficios de la Iglesia?, ¿He sabido explicar las razones de mi actitud cristiana?, ¿No he dicho: "No creo", cuando no tuve el valor de hacer la voluntad de Dios?, ¿Acepto de buena voluntad los fracasos, las enfermedades, la pobreza y todas las pruebas que Dios me envía?

ESPERANZA.-
¿Tengo confianza en Dios siempre?, ¿Encuentro un apoyo total en Dios en los momentos de tentaciones, de descorazonamiento?, ¿No confío más en mis propias fuerzas?, ¿No me he dejado llevar por la desesperación?, ¿Asumo, ante la muerte, la actitud de alguien que espera el cielo?

CARIDAD.-
¿Deseo amar a Dios sobre todas las cosas?, ¿Lo prefiero al dinero, al confort, a los placeres, a los deportes?, ¿A cualquier otro cariño?, ¿He sabido encontrar a Dios en los demás, en aquéllos que lo desprecian, en los que me son antipáticos?, ¿He sabido amar por Dios (desear su verdadero bien) a aquellos hacia los que siento una simpatía natural?, ¿He buscado dar a Dios el primer lugar en mi vida?, ¿Le ofrezco mi trabajo y mi descanso?, ¿Mis alegrías y mis penas?, ¿Tomo en su presencia las decisiones importantes?

ACTOS DE RELIGIÓN.-
Oración: ¿Oro a menudo?, ¿Por la mañana… por la noche?… ¿Al orar, me dirijo a Dios como una persona viva?, ¿Progreso en esto?, ¿Oro en los fracasos, en los éxitos?, ¿Intento varias mis oraciones para evitar la rutina?, ¿Oro por los demás, por mis amigos, por mis enemigos, por los herejes, por los infieles…?, ¿Oro para agradecer y alabar a Dios o solamente para pedir?

Sacramentos:
¿Me confieso a menudo?, ¿Me preparo cuidadosamente?, ¿Oculto voluntariamente los pecados graves?, ¿Me esfuerzo lo suficiente para comulgar con frecuencia?, ¿Comulgo con fervor?, ¿Antes de comulgar me preocupo por demostrar a Dios pesar aún por mis faltas más ligeras?

Misa y domingos:
¿Falté voluntariamente a Misa? (¿cuántas veces?), ¿tuve la culpa por llegar tarde?, ¿Oí la Misa atentamente, o estuve distraído?, ¿Reí o platiqué en la Iglesia?, ¿Me esfuerzo por seguir la misa lo mejor posible, por participar en la vida litúrgica de mi Parroquia?, ¿Me siento en la Iglesia miembro de la Comunidad de Fieles?, ¿Hago verdaderamente del domingo el día del Señor?, ¿He contribuido a que haya alegría en mi casa?

SENTIDO DE COMUNIDAD.-
¿Comprendo y acepto el carácter social de la vida cristiana?, ¿Acepto orar en comunidad con los demás cristianos?, ¿Hablo de la Iglesia como de algo de lo que formo parte?, ¿Me siento responsable y solidario de sus defectos?, ¿Me siento hermano de todos los demás cristianos sin importarme nacionalidad o raza? ,¿Me intereso por la vida actual de la Iglesia?, ¿Me interesan sus esfuerzos apostólicos y misioneros?, ¿Le presto ayuda?, ¿Me someto con espíritu de fe a la jerarquía de la Iglesia?, ¿Hablo siempre con respeto de los pastores de la Iglesia?, ¿Les he dado testimonio de lealtad y confianza, por ejemplo: exponiéndoles abiertamente sugestiones o críticas?

VIDA PERSONAL
¿He sido natural con todos?, ¿No he dejado, por el contrario, crecer mi orgullo?, ¿No he querido tener siempre la razón?, ¿Acepto las críticas justas?, ¿Reconozco mis errores?, ¿He sido hipócrita?, ¿No utilizo la mentira para disimular mis faltas?, ¿Para alabarme?, ¿No he pretendido parecer lo que no soy?, ¿Soy desinteresado por las riquezas?, ¿No me dedico exageradamente a mis negocias?, ¿Me sé contentar con lo que tengo?, ¿Soy suficientemente cuidadoso?, ¿Sé ahorrar?, ¿He sido generoso; he reservado en mis entradas una parte para la Iglesia y para los pobres?

¿Respeto mi cuerpo y sus poderes de dar la vida?, ¿No me he detenido en pensamiento, recuerdos o deseos impuros?, ¿He leído o visto libros o revistas indecentes; las he prestado a otros?, ¿Asistí a espectáculos ligeros o lugares peligrosos; no he ido, por ejemplo, al cine a ver películas que sabía eran peligrosas?, ¿No he tenido conversaciones malsanas?, ¿Cometí actos impuros, solo, con otros (con qué frecuencia)?, ¿Si se trata de un hábito, lo combato?

Como joven: ¿He respetado a los jóvenes o a las mujeres?, ¿No he mantenido una actitud equívoca con ellas?, ¿No he pretendido turbar su sensibilidad?, ¿Juego con el amor?

Como muchacha: ¿No he sido causante de tentaciones en los muchachos, por mi arreglo?, ¿En el baile, etc.?, ¿No busco siempre estar rodeada de muchachos?, ¿No he alimentado sueños de amor, familiaridades que sabía que no llevaban al matrimonio?, ¿Estoy dispuesta a descartar lo que me sea ocasión de pecado?, ¿Si es imposible, tengo cuidado de purificar mis intenciones: querer lo bueno y no aceptar lo malo?

¿Tengo buen carácter?, ¿Me controlo?, ¿No he sido goloso?, ¿No me he mostrado difícil en el comer, goloso y egoísta en la mesa?, ¿No gasto demasiado dinero en golosinas?, ¿Estoy dominado por la pasión de beber o fumar?

¿Soy enérgico y valeroso?, ¿Sé organizar mi tiempo; lo he perdido haciendo cosas inútiles?, ¿No consagro gran parte del día a las lecturas inútiles, a los deportes, a mi arreglo?

¿Acabo lo que empiezo?, ¿Cuido mi cuerpo, su limpieza, su salud; hago ejercicio?

+ + +

En Jesús y María
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Evangelina M. de Terrazas
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MensajePublicado: Mar Mar 11, 2008 10:58 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
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DEBERES PARA CON LOS DEMÁS

¿Me preocupo por los demás?, ¿Pienso en la responsabilidad que tengo con aquellos que viven conmigo?,¿Trato de ayudarlos, de animarlos en su trabajo, en sus esfuerzos al bien?, ¿Me esfuerzo por comprenderlos, por ponerme en su lugar?, ¿Les doy buen ejemplo?, ¿Les ayudo a su búsqueda de Dios, en sus esfuerzos de apostolado?

¿No tengo en este momento algún odio o alguna antipatía?, ¿No me he dejado llevar a disputas violentas, a injuriar o golpear?, ¿Guardo rencores?, ¿Rehuso reconciliarme (por cuánto tiempo)?, ¿Busco lastimar al prójimo?, ¿Con calumnias, con malediciencias, con intrigas?

Desprecio a los demás por su inferioridad, sus debilidades o sus defectos?, ¿He gozado con sus desgracias?, ¿Si tengo antipatía por alguien, la he combatido o no?

¿He favorecido todo lo que contribuye a la paz y al buen entendimiento entre los demás? ¿No he formado con mis amigos un grupo cerrado a los demás? ¿No he molestado a otros por mi mal carácter o mis exigencias? ¿No los he excitado con correcciones altaneras? ¿No los he escandalizado con reflexiones cínicas o disolutas, por malos ejemplos o malos consejos? ¿No he sido vanidoso? ¿He deseado tener siempre la razón? ¿No he sido altanero, arisco, hiriente, en la calle, en el camión, en las tiendas?

¿No he expuesto mi vida, la de mi familia, la de los demás, manejando demasiado aprisa, sin precaución, entrado en copas?

¿Han tenido los incrédulos o los no cristianos una buena o mala impresión de los cristianos por causa mía?

¿Respeto siempre la propiedad ajena?, ¿No he robado algo?, ¿He maltratado algo que pertenece a la colectividad?, ¿No escojo siempre para mí lo más bello y lo mejor?, ¿No he malgastado el dinero que poseía?, ¿He sido generoso?, ¿No he usado sin permiso los objetos de los demás?

HIJOS E HIJAS
¿Amo a mis padres?, ¿Busco la forma de hacerlos felices?, ¿No he hecho penosa la vida en mi casa a causa de mi egoísmo, por estar habitualmente de mal humor?, ¿Tengo confianza en mis padres?, ¿No he ocultado graves dificultades en las que debía buscar consejo?, ¿No he hablado mal de ellos con los demás?

¿Les demuestro respeto?, ¿No les he respondido con dureza?, ¿Con grosería?, ¿Sé aceptar sus debilidades y aun más sus errores y defectos?, ¿Los he soportado?

¿He obedecido a mis padres?, ¿No he desobedecido alguna de sus órdenes?, ¿No he mentido para disculparme o para escapar a su autoridad?, ¿Trato de explicarme respetuosamente con ellos más que criticarlos?, ¿No me he mostrado susceptible a sus reproches?, ¿No he permanecido mohíno (cuanto tiempo)?, ¿No me he levantado contra mis padres?, ¿Me he dejado llevar por actitudes violentas?, ¿Busco la forma de ayudar a mis padres?, ¿Me he demostrado cuidadoso en mis deberes, moderado en mis peticiones de dinero?, ¿He tomado parte voluntariamente en el trabajo de la casa?, ¿No he tomado mi casa como un hotel y a mis padres como sirvientes?, ¿No he abandonado a mis padres ancianos en la pobreza, en la soledad?, ¿Si estoy lejos, les escribo a menudo?

¿Hay algún miembro de la familia con quien no me comprenda?, ¿Intento comprender, ayudar, darles apoyo a mis hermanos o hermanas?, ¿Les doy buen ejemplo?, ¿No me he sentido celoso de alguno de ellos?, ¿Me he mostrado paciente, respetuoso, servicial, con mis abuelos?, ¿He pensado que el domingo era el día de la familia y que hace falta a veces sacrificar por ellos la alegría de cualquier otro placer personal?

ESCOLARES, ESTUDIANTES
¿Siento respeto y lealtad por mis maestros?, ¿He contribuido al buen éxito de su trabajo?, ¿Los he criticado?, ¿No he inculcado entre mis amigos la indisciplina, el mal espíritu, la ligereza?

He cumplido consciente y completamente con mis tareas?, ¿Estudio para ser competente y ser útil o solamente por ganarme un título, por "pasar" los exámenes, por satisfacer mi amor propio?, ¿No he engañado o ayudado a otros a hacer trampa haciendo creer que sé ("Acordeones")?, ¿No he tomado como pretexto el trabajo para no estudiar y aumentar así mi cultura?, ¿No he, por el contrario, descuidado mis tareas para entregarme a mis fantasías y a mis juegos?

¿He sentido responsabilidad por mis amigos y compañeros?, ¿Me intereso por todo aquello que favorezca la unión y comprensión de mis compañeros?, ¿Acepté algún puesto que se me proponía?

PADRES
¿Intento conocer mejor a mis hijos?, ¿No hay alguno que se sienta un poco despreciado?, ¿Es cierto?, ¿Están bien alimentados, bien alojados, bien vestidos, según nuestras posibilidades?, ¿Los he educado? ¿He cedido a sus caprichos, he hecho el trabajo que ellos debían hacer?, ¿No les doy demasiado dinero?, ¿He sabido hacerme respetar?, ¿Hacer respetar en mí la autoridad de Dios?

¿Los he amado, reprimido o castigado por su bien o al contrario porque estaba nervioso o por afirmar mi superioridad?, ¿He diferenciado los castigos motivados por sus tonterías de aquellos que merecían sus faltas morales?, ¿He logrado crear en ellos confianza y afecto para conmigo?, ¿Me cuentan todo?, ¿Si no es así, por qué?

¿He puesto cuidado en inculcarles la franqueza y la generosidad?, ¿He afirmado su abnegación para con la familia?

¿He cuidado la educación que reciben fuera de casa?, ¿Su formación moral y religiosa?, ¿No he molestado a sus maestros con mis exigencias?, ¿Con objeto de no aceptar mis errores?

¿Les he dado en todo buen ejemplo: deberes religiosos, vida familiar, conciencia profesional?, ¿He colaborado con mi mujer (mi marido) en la educación de nuestros hijos?, ¿Nos consultamos a menudo?, ¿No le hago agravios delante de mis hijos?, ¿La critico en su ausencia por su manera de hacer?, ¿No apoyo los permisos que ella (o él) les da o cambio sus negativas, etc…?

¿He intentado educar a los adolescentes: dejándolos con demasiada libertad?, ¿Controlándolos cuidadosamente?, ¿Hablándoles seriamente, no como si fueran niños?, ¿Controlando sus lecturas, espectáculos, y amistades?, ¿Los ayudo, respeto su personalidad, guío su vocación?, ¿He sabido explicar lo que tienen derecho de saber, con tacto, con prudencia, según lo necesitan?, ¿No he hecho a un lado esta obligación cobardemente?, ¿No los he maleado con una respuesta equívoca o con mal ejemplo?

CON LOS HIJOS CASADOS

¿He tenido el cuidado de hacerles sentir mi afecto?, ¿He sido lo suficientemente discreto para respetar su autonomía?, ¿He admitido en la familia a los yernos o a las nueras?, ¿He sabido dominar mis celos? Por ejemplo: si algunos de los jóvenes esposos me confía alguna dificultad doméstica?, ¿Busco reconciliarlos o alejarlos?, ¿Trato con igualdad a todos mis hijos?, ¿He tenido cuidado en aumentar la unión entre ellos?, ¿He buscado mantener las tradiciones de Fe de la familia?

ESPOSOS
¿Amo verdaderamente a mi mujer (mi marido)?, ¿Intento hacerla feliz, ponerme en su lugar?, ¿Me preocupo por sus gustos, sus deseos, su salud?, ¿He sabido hacerme comprender, le he hablado con franqueza?, ¿He sabido demostrar mi afecto?,¿He comprendido el suyo aún si no me lo ha demostrado claramente?, ¿No he descuidado a mi mujer (mi esposo) por mis hijos, mi trabajo, mis actividades externas?, ¿He tenido el valor de dejarla (dejarlo) cuando me lo exigía mi trabajo, las responsabilidades cristianas o sociales?, ¿Me interesé por su profesión, por sus actividades?, ¿He favorecido entre los dos una intimidad espiritual; he impulsado sus esfuerzos por hacer el bien?, ¿Rezamos juntos?, ¿Colabora con ella (él)?, ¿No le oculto asuntos importantes?, ¿Respeto una cierta autonomía, y sus iniciativas?, ¿Le sirvo como puedo y debo?

¿No me muestro egoísta?, ¿No le hago penosa la vida por mi mal humor, por mis caprichos, mis cóleras, mis impaciencias?, ¿No derrocho dinero buscando placeres personales?, ¿Cuido mi arreglo personal para agradar a mi marido?, ¿No he envenenado los motivos de disgusto contándolos a otros?

¿Soy fiel a mi mujer (a mi marido)?, ¿No he cometido adulterio?, ¿No me he detenido en deseos impuros?, ¿No he sido egoísta al buscar alegrías en mi matrimonio?, ¿No me ha faltado delicadeza en esto?, ¿No he intentado impedir la fecundidad del matrimonio?, ¿No he exigido o favorecido el aborto?, ¿Estoy en buenos términos con la familia de mi esposa (marido)?, ¿He buscado participar del afecto de los suyos?, ¿No nos hemos encerrado en un egoísmo mutuo?, ¿Nos hemos preocupado de hacer acogedor nuestro hogar, abierto a los demás, hacerlo un hogar apostólico, resplandeciente de vida cristiana?

CIUDADANOS
¿Busco sinceramente el bienestar de mi país?, ¿Cumplo con todos mis deberes de ciudadano?, ¿Voto?, ¿Pago los impuestos?, ¿Acepto responsabilidades públicas?, ¿Por ambición o por deseo de ser útil?, ¿Intento juzgar como cristiano los asuntos públicos?, ¿He dado su lugar a la política, a la necesidad de la libertad religiosa, la justicia, el progreso social?, ¿He impulsado los esfuerzos de unión, o las actitudes sectaristas?, ¿He buscado privilegios, apoyos políticos para escapar de la ley común?

OBREROS, EMPLEADOS
¿Trabajo conscientemente; en el tiempo convenido, cumplo el trabajo por el que se me paga?, ¿No utilizo mi empleo para obtener injustamente favores para procurarme objetos a los cuales no tengo derecho?

¿Obedezco a mis jefes de buena voluntad?, ¿No me celan sus progresos?

¿Me muestro amable con mis colegas?, ¿Los he ayudado voluntariamente?, ¿No los he envidiado, calumniado con los jefes?, ¿Soy estimado en mi trabajo? Si no es así ¿por qué? ¿No exploto a los demás?, ¿Doy buen ejemplo a los empleados jóvenes?, ¿No he contribuido a pervertirlos?, ¿No he dejado que se haga daño, por no "querer meterme"?

¿Tengo conciencia de la solidaridad obrera?, ¿Tomo parte activamente en el organismo sindical?, ¿Busco aumentar el progreso y la paz social?

PATRONES
¿Pago salarios justos, legales, humanos?, ¿Me intereso por mis trabajadores?, ¿Me esfuerzo por conocerlos individualmente, humanamente, conocer su situación respecto a alojamiento, familia, etc.?, ¿Me doy cuenta de su trabajo?

¿Me estiman y respetan mis inferiores? Si no es así ¿por qué?, ¿No es esto el signo de alguna deficiencia por parte mía?

¿Les doy el descanso necesario?, ¿Cuido de la atmósfera moral del taller, etc…?

¿Respeto la autonomía, la personalidad de mis subordinados y empleados?, ¿Acepto colaborar lealmente con los representantes del personal?, ¿Con las organizaciones sindicales?, ¿Ocupo mi lugar en el seno de la organización profesional?, ¿Me he mostrado activo, leal, deseoso del progreso y la paz social? ¿Considero a los obreros como hermanos?, ¿Me dirijo a ellos con respeto?, ¿No me he mostrado altanero, distante; o al contrario con una familiaridad humillante?

¿Con mis sirvientes, he cuidado su salud, de sus distracciones, de su vida religiosa y moral, sobre todo si son menores?, ¿He buscado ofrecerles una atmósfera de vida familiar?

BREVES ORACIONES PARA LA CONFESIÓN

Para antes del examen
Jesús mío, quiero hacer una buena confesión, ayúdame a hacerla. Ayúdame a recordar los pecados que he cometido desde mi última confesión; ayúdame a dolerme con todo mi corazón de ellos y decirlos bien al Sacerdote. Virgen Santísima, Madre mía, Santo Angel de mi Guarda y todos los Santos del Cielo, rueguen por mí para que haga yo una buena confesión.

Pare pedir el dolor de los pecados
Dame Jesús mío, verdadero dolor de todos estos pecados y de los que no me acuerdo; Virgen María, Madre de Dios y Madre mía y todos los Angeles del Cielo, rueguen por mí para que de veras me duela de mis pecados.

Para ofrecer a Dios el dolor de los pecados
Dios mío, siento mucho haber pecado contra Ti porque Tú eres tan bueno y porque me amas tanto y con tu divina ayuda te prometo procurar nunca más ofenderte.

Para antes de confesarse

EL "YO PECADOR"
Yo pecador me confieso a Dios todopoderoso, a la bienaventurada siempre Virgen María, al bienaventurado San Miguel Arcángel, al bienaventurado San Juan Bautista, a los Santos Apóstoles San Pedro y San Pablo, a todos los Santos y a vos Padre que pequé gravemente con el pensamiento, palabra y obra, por mi culpa, por mi culpa, por mi gravísima culpa. Por tanto ruego a la bienaventurada siempre Virgen María, al bienaventurado San Miguel Arcángel, al bienventurado San Juan Bautista, a los Santos Apóstoles San Pedro y San Pablo, a todos los Santos y a vos Padre, que roguéis por mí a Dios Nuestro Señor. Amén.

Al final de la Confesión

EL ACTO DE CONTRICIÓN

Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido; propongo firmemente enmendarme, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta; ofrezco mi vida, obras y trabajos y cuanto bueno hiciere en satisfacción de mis pecados; confío en vuestra Bondad y Misericordia infinitas que me perdonareis y me daréis gracia para enmendarme y perseverar en vuestro santo servicio hasta el último instante y fin de mi vida. Amén.

Para dar gracias después de la Confesión
Te doy gracias, Jesús mío, con todo mi corazón por haberme perdonado mis pecados; te prometo con tu ayuda no volverlos a cometer; ayúdame a corregirme, especialmente de los pecados que más hago, como…

ORACION PARA PEDIR LA GRACIA DE LA COMUNIÓN DIARIA
¡Qué felicidad tan grande sería para mí, Señor, ser del número de aquellos dichosos cristianos a quienes un verdadero amor hacia Ti y un sincero deseo de verse libres de sus debilidades y defectos, y de emplear toda su vida en tu Santo Servicio los lleva todos los días a tu Sagrada Mesa!
¡Qué ventajoso sería para mí recibirte todos los días en mi corazón y teniéndote en él, rendirte mis obsequios, exponerte mis necesidades y participar de las mercedes que concedes a los que diariamente te reciben!

Yo sé bien Señor, que no soy digno de ello; pero también sé que Tú, en tu Misericordia infinita, no instituiste la Sagrada Eucaristía solamente como premio a los buenos, sino también como un auxilio a los pecadores arrepentidos. Es bajo este último concepto que me atrevo a acercarme a tu Sagrada Mesa, en la que espero encontrar el auxilio que necesito para ser bueno, para ser Santo, como Tú quieres que sea, para lo que te pido me concedas el mayor de todos los bienes que podemos alcanzar sobre la tierra: La gracia de recibirte diariamente.

LA ABSOLUCIÓN GENERAL
La Absolución General puede ser impartida en casos extremos en los que haya una gran multitud de fieles como puede ser un Congreso Eucarístico, o en casos de desastre como guerra, un buque se está hundiendo, etc.

El Sacerdote que imparte la Absolución General, debe aclarar bien a los fieles, la absoluta obligación que tienen de confesarse individual y sacramentalmente en la primera oportunidad que tengan, con los tres propósitos indispensables: enmienda, arrepentimiento y desagravio, mediante el cumplimiento de la penitencia que les sea impuesta.

Dar la absolución general a los fieles que tienen tiempo y oportunidad de confesarse individual y sacramentalmente, es hacerles el mayor mal posible, pues esto los aparta de ese tribunal extraordinario bajado del Cielo, en el que el reo es su propio acusador y en el que el Juez está siempre dispuesto a perdonar.

La Confesión Sacramental nos da oportunidad de practicar las virtudes más excelentes como son:

+ La Fe creyendo que Dios ha dado a los Sacerdotes el poder de perdonar los pecados.
+ La Esperanza, esperando mediante Ella su perdón.
+ La Caridad, detestando el pecado porque ofende a Dios.
+ La Humildad, reconociendo nuestras faltas.
+ La Obediencia, cumpliendo la penitencia impuesta.
+ La Justicia, sujetándonos al juicio del confesor.
+ La Fortaleza, venciéndose a sí mismo
+ La Paciencia, esperando el turno para confesarse.
+ El Buen Ejemplo, etc.

La Confesión Sacramental, nos abre las puertas al mismo Cielo de la Eucaristía: la razón de ser de un Católico.

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En Jesús y María.
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Evangelina M. de Terrazas
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MensajePublicado: Sab Mar 15, 2008 9:51 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
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Continuación:

¡Oh hombre! ¿Cómo podrás tú olvidar cuánto te amó y cuánto sufrió y soportó tu Divino Eterno Amante? ¿No eres tú, no soy yo, más duro que el granito y más cruel que la más feroz bestia si olvidamos lo que Jesucristo, Sumo Bien, padeció por nuestro amor? Considera, oh alma cristiana, que Jesús yendo a morir y a sufrir por ti, te haya dicho como aquel joven Príncipe de la misteriosa narración:

"Oh hijito mío, ah alma que Yo voy a redimir derramando toda mi Sangre, esta correspondencia y esta compensación de amor te pido: Que no olvides cuánto habré sufrido por amor tuyo.

Recuérdate a menudo de los dolores, de las heridas y de las llagas de mi cuerpo santísimo, a que me someteré.

Recuérdate que para arrancarte de la muerte eterna venceré una tal lucha con la humana repugnancia al sufrir y al morir que agonizaré y sudaré sangre.

¡Ah, recuérdate de cuánto me cuestas! Recuérdate de cómo, por amor tuyo, presentaré mi adorable rostro a los golpes, a las escupitinas, a los crueles tirones de mi barba, a los puñetazos; mira esta corona de espinas que me traspasará la cabeza con penas tales que ni criatura humana ni angélica comprenderá jamás...

Pero he aquí que ya me condenan a muerte, como indigno ya de vivir; he aquí que me cargan con la pesantísima Cruz...

Adiós, hijito mío amado, delicia de mi Corazón, no más esclavo, sino heredero de mi Reino, adiós..., otros tormentos más atroces me esperan, seré extendido horriblemente y clavado a un madero en cruz, estaré tres horas en una agonía tan terrible, tan desprovisto de todo socorro, tan abandonado por todos, hasta por mi Padre, tan miserable y oprimido en el alma y en el cuerpo... que estas tres horas no serán tres horas, sino tres siglos de dolores.

Todo, todo lo voy a sufrir por ti, por amor tuyo. ¡Pero no me seas tan ingrato que olvides mi sufrir y mi morir!

Yo recorreré contento la Vía Dolorosa, llevaré contento la Cruz, contento abrazaré las terribles agonías que me esperan, me será ligera la ignominiosa y amarguísima muerte, con tal de que tú me prometas que no olvidarás mi sufrir ni mi morir, ni el amor infinito con el que, por ti, tanto a uno como a otro me someteré!"

¡Alma! ¿Qué cosa habrías respondido tú en aquel momento a tu Dios, a tu Divino y amorosísimo Redentor?

Jesucristo, verdadero Hombre y verdadero Dios, tuvo todo presente. El vio la frialdad e indiferencia inexcusables de quienes nunca, o casi nunca, meditan en su adorabilísima Pasión y muerte, y también tuvo presente el piadoso y santo fervor de aquellas almas que de esta salutífera y obligada meditación hacen su alimento cotidiano.

Subió al Calvario con el Corazón desolado por los primeros y experimentó un consuelo por la fidelidad y el amor de las segundas.

¿Y qué cosa vio El de ti, oh mi lector, oh mi lectora? ¿Eres tú el esclavo redimido con tantas penas, que olvidas quién te redimió y lo que por ti sufrió tu Redentor, para pasarla distraído entre bagatelas y vanidades del mundo, y renuevas al Amante de las almas todos sus padecimientos y su atrocísima muerte con tus pecados y con tu ingratitud y olvido?

¡Ah, meditemos, meditemos diariamente en la Pasión adorable del amantísimo Redentor nuestro Jesús! "Non debet nos taedere meditare quod Christus ipsum non taedit tolerari". ¡No nos cansemos de meditar en lo que Jesucristo no se cansó de soportar por nosotros!

La meditación de la Pasión Santísima de nuestro Señor Jesucristo produce bienes inestimables en quien la hace diariamente.

Esta meditación enciende el alma de amor y gratitud; produce la verdadera y perfecta contrición de los pecados, esto es, el arrepentimiento no por temor a los castigos, temporales o eternos, sino por el motivo del puro amor a Dios; desapega de las cosas terrenas; aleja el pecado, el cual no puede subsistir con esta santa meditación; mortifica sin violencia y por vía de amor las pasiones; purifica el espíritu; infunde la Ciencia y la Sabiduría, suscita grandes deseos de perfección; fortifica al alma en el sufrimiento; aumenta de día en día la gracia santificante; acelera la perfecta unión con Dios...

"¡Oh hombre –exclama San Buenaventura -, ¿quieres siempre crecer de virtud en virtud, de gracia en gracia? ¡Medita diariamente la Pasión del Redentor!"

El alma que medita con amor diariamente la Pasión de nuestro adorable Redentor y Sumo Bien de nuestros corazones, la medita, se puede decir, en compañía de Jesús penante, Jesús la asiste, la transporta, la llena de compunción, la compenetra, la ilumina, la inflama, y frecuentemente le comunica el don tan precioso de las lágrimas, ese don que es una de las ocho bienaventuranzas en esta tierra, pues nuestro Señor Jesucristo dijo: "Beati qui lugent", Bienaventurados los que lloran.

Y oh, cuántas almas elegidas, meditando cotidianamente en las dolorosas escenas de la Pasión, finalmente, de la arideces han pasado a la profunda conmoción de los sollozos, del llanto y de los suspiros. Quiera también a nosotros el Sumo Bien darnos tan grande gracia, dándonos la santa perseverancia en esta amorosa meditación.

Leemos de un San Francisco de Asís que por el tanto llorar sobre la Pasión de nuestro Señor se quedó ciego.
El Profeta Zacarías, como si tuviera presente todas las lágrimas que habrían derramado en el tiempo del cristianismo las almas amantes de Jesucristo sobre sus penas, y todos los lamentos que habrían elevado, dijo: "¡Y se llorará sobre El cómo suelen llorar las madres, las muertes de sus unigénitos!" (Zac. 12, 10).

Yo no sé si entre los signos de predestinación a la vida eterna haya alguno mayor que éste; por eso el Apóstol dijo que si compadecíamos a Jesucristo, seríamos con El glorificados.
Y si ahora lloramos y nos interesamos por los padecimientos, por las ignominias, por las angustias sufridas por Jesucristo por amor nuestro, es muy justo que un día participemos también de su gozo y de su eterna felicidad.

Otro gran provecho de meditar diariamente en la Pasión de nuestro Señor Jesucristo es el del más eficaz medio que se adquiere para obtener toda gracia del Eterno Padre.

Quien se familiariza con los misterios de la Pasión de nuestro Señor, los cuales son innumerables, adquiere como un derecho de presentarse ante el Divino Padre y pedirle todo lo que quiera.

Fue esta también una revelación de nuestro Señor Jesucristo a Santa Gertrudis: "Mi Padre –le dijo- , no puede negar nada que se le pida en virtud de mi Pasión. " Y no debemos olvidarnos que el objeto principal de nuestro Señor Jesucristo en su inmenso sufrir y humillarse fue el amor, la obediencia y el celo hacia su Eterno Padre. Y por eso, El mismo en el Evangelio nos dejó dicho: "Hasta ahora habéis pedido y no habéis obtenido, porque no habéis pedido en mi nombre, y Yo ahora en verdad os digo que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, todo se os concederá, y vuestro gozo será pleno."

¿Y en dónde esta petición hecha al Eterno Padre por los méritos de la Pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo tiene su mayor eficacia? Sí, en el gran Sacrificio de la Santa Misa, en el cual se renueva, si bien de manera incruenta e impasible, el misterio del Gólgota.
¿Y qué cosa es la Santísima Eucaristía si no el memorial continuo de la Pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo? Precisamente por esto, nuestro Señor la instituyó la tarde del Jueves Santo, mientras sus enemigos preparaban sus padecimientos y su muerte, y, al instituirla como exceso de su infinito amor por el hombre, dijo: "Tomad y comed, esto es mi Cuerpo, que por vosotros será entregado a los flagelos y a la muerte. Tomad y bebed, esto es mi Sangre, la Sangre del Nuevo y Eterno Testamento, que será derramada por vosotros y por muchos en remisión de los pecados. Esto que Yo he hecho, hacedlo en memoria mía." Y con esto dicho, ¿quién puede separar la Pasión de nuestro Señor de la Santísima Eucaristía, o ésta de aquella?

Y he aquí otro gran e inmenso provecho de la cotidiana meditación de la Pasión y muerte del Divino redentor, el cual es el crecer en el conocimiento, en el amor y en el acercamiento al Santísimo Sacramento del altar. De los pies de Jesús crucificado se va a los pies del Sacramento, donde se adora, se ama y se pasa a la unión más íntima que pueda haber entre el alma y Dios mediante la santísima comunión eucarística.

Ninguno que se acerque a recibir la Santa Comunión debe descuidar dedicar media hora de meditación sobre los sufrimientos de nuestro Señor Jesucristo. Especialmente las almas que tienen el gran bien de acercarse diariamente a la Mesa de los Angeles deben antes dedicarse a meditar cualquier pasaje de la Pasión de Nuestro Señor.

El doctor de la Iglesia, San Alfonso, expresa este concepto cuando comienza la preparación de la Santa Comunión en sus "Obras Espirituales" con aquellas palabras del sagrado Cantar: "Ecce iste venit in montes, transaliens colles," He aquí que El viene por los montes, superando las colinas. Y explica: Oh mi Divino Redentor Jesús, cuántos collados difíciles y ásperos habéis debido superar, etc.
Quien descuida la santa meditación de la adorable Pasión de nuestro Señor Jesucristo nunca hará una comunión fervorosa, ni sacará nunca verdadero provecho de ella.

Lector o lectora mía, la meditación cotidiana de los padecimientos y de la muerte de nuestro Señor Jesucristo, mientras en nosotros produce los citados provechos, y mil otros que yo, mísero no sé decir, otro bien inmenso produce, y del cual gran aprecio hemos de tener: ¡Ella nos une a la compasión de la más pura, de la más Santa entre las criaturas, de la Santísima Virgen María, de la Madre misma del Verbo Divino hecho Hombre!

¡Oh, qué otro misterio de amor y de dolor hay aquí, y que el cristiano no debe jamás olvidar!
¡María Santísima Dolorosa, Desolada, Reina de los mártires, copartícipe de todas las penas del Redentor Divino! ¡María Santísima Corredentora del género humano en unión con el Hombre Dios!

Los dolores de la gran Madre de Dios menos se pueden comprender y penetrar por quien no los medita diariamente, pues éstos no tienen nada de corporal y visible, sino que todas son penas interiores, desolaciones íntimas, proporcionadas al amor incomprensible de esta gran Madre de Jesucristo, su Dios y su Hijo... Aquí los extremos son también ellos excesivos, tanto por la sensibilidad delicadísima y materna de la Santísima Virgen, que por cuanto era Inmaculada, purísima, santísima y sapientísima, tanto más era susceptible de penas interiores, como por la medida del amor por Jesús, que en María era inconmensurable, tanto, que superaba al ardor de todos los Serafines, y también por el conocimiento de la infinita majestad y dignidad de Jesucristo, a quien Ella veía tan ignominiosamente ultrajado y pisoteado como un gusano.

Y también por la inmensidad de su caridad por el género humano y por cada alma en particular, puesto que por cada alma entregaba con pleno consentimiento de su voluntad a su Divino Hijo a los dolores, a los oprobios, a la muerte... y también conocía y ponderaba la pérdida de tantas almas.

Solo ella comprendió y dividió las penas interiores y las agonías del Corazón Santísimo de Jesús, desde la Encarnación hasta la muerte, y todas las sufrió, bebiendo hasta las heces el cáliz doloroso.
Y de esta manera el Martirio de la Santísima Virgen, como dicen los autores sagrados, empezó en el momento de la Encarnación y continuó siempre creciendo hasta la muerte del Redentor Divino; y desde ésta hasta la Resurrección de Jesucristo nuestro Señor tenemos lo que se llama Desolación de la santísima Virgen, que es el mayor de sus insuperables dolores; y después del misterio de la Resurrección tenemos un periodo de penas sensibilísimas de la Inmaculada Señora, que es precisamente la gran Escuela abierta a todas las almas amantes de Jesucristo acerca de la obligación y del modo de meditar la Pasión de Jesucristo bendito.


Periodo éste que duró todo el tiempo restante de la vida mortal de la Santísima Virgen María, que según unos fue de doce años, según otros, de dieciséis, y según otros de veintiún años.
Durante todo este tiempo la Santísima Virgen no hizo sino repasar día y noche en su alma santísima y uno por uno todos los padecimientos de nuestro Señor Jesucristo en el modo más íntimo que sólo Ella podía recordar y penetrar, tanto los padecimientos que Jesús soportó en su Santísima Humanidad como las ignominias y los ultrajes a los que se quiso someter, como también las penas aun más tremendas de su Divino Corazón y de su alma.

La Santísima Virgen, al recordar estos divinos padecimientos, los renovaba todos dentro de Ella misma con tanto dolor y con tanta pena que por ello habría podido morir a cada momento si la virtud divina no la hubiese continuamente sostenido, como la sostuvo con un continuo milagro durante la Pasión de Nuestro Señor, en la cual no una sino innumerables veces habría muerto de puro dolor.

Durante el tiempo que vivió en Jerusalén, Ella visitaba todos los lugares en los que su Divino Hijo padeció por nosotros, y en modo particular recorría personalmente, con profundas y dolorosas contemplaciones, la Vía de la Cruz, comenzando desde el palacio de Pilatos, donde Nuestro Señor fue condenado a muerte, y siguiendo hasta el Calvario. ¡De aquí nació el piadoso ejercicio del Vía Crucis, que es una de las más santas devociones de la Iglesia!
¡Así que, la Escuela de la Meditación de la Pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo la encontramos en María Dolorosa y Desolada!

Oh, bienaventurada el alma que se está todo su tiempo pensando entre Jesús y María, compadeciendo ora al Hijo ora a la Madre, ora llorando con Una, ora con Otro, ora representándose las escenas del Huerto, de la Captura, de los tribunales, de los flagelos, de las espinas, de la condena, del camino al Calvario, de la Crucifixión, de las tres horas de agonía, de la sed, del abandono, y luego dirigiendo los ojos del alma a toda la parte que tuvo en tales misterios de amor y de dolor la Madre de Dios, la más afligida de las madres, la Cual sufrió con Jesucristo, si bien en un modo todo espiritual, y por eso más doloroso, el Huerto, la captura, los ultrajes, los flagelos, las espinas, el camino al Calvario, los clavos, la agonía de la Cruz y la misma amarguísima muerte...

¡Bienaventurada el alma que, internándose en los Corazones Santísimos de Jesús y de María, entrevé, por cuanto es posible, el abismo de las penas interiores, y en las olas tempestuosas de esta "contrición tan grande como un mar sin playas" (Magna velut mare contritio), mezcla afanosamente sus lágrimas de amor, extraídas por la cotidiana contemplación de las penas de Jesús y de María!

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Evangelina M. de Terrazas
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MensajePublicado: Sab Mar 15, 2008 10:25 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
Responder citando

Las Horas de la Pasión escritas por el Alma Solitaria
San Annibale Maria di Francia

La Divina Providencia, que en todo tiempo suscita almas que conozcan a Dios, que lo amen y que lo hagan conocer y amar por los demás, ha suscitado un alma, como fue ya dicho en la primera página de esta Introducción, que se ha consagrado a las penas del Divino Redentor.

La particular inspiración que ha tenido esta alma forma un nuevo y muy proficuo método de cómo contemplar los padecimientos de nuestro Señor Jesucristo; y éste es: ordenar una por una las veinticuatro horas, de las 5 a las 6 de la tarde del Jueves Santo hasta las 5 de la tarde del Viernes Santo, y contemplar, hora por hora, lo que Jesucristo sufrió sucesivamente en aquellas veinticuatro horas.

He dicho "nuevo" este método no en cuanto a la ordenación de los padecimientos de Nuestro Señor en veinticuatro horas, sino nuevo en cuanto a la forma, a los sentimientos y a la finalidad, que forman un todo nuevo.
No es nuevo dividir en veinticuatro horas la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, y esto es lo que se llama "El Reloj de la Pasión", y que se encuentra en varios libros devotos, como por ejemplo en "El Jardín Espiritual" y en las obras espirituales de San Alfonso. Y si bien entre los diversos autores existen siempre pequeñas diferencias en los horarios y los acontecimientos, esto no tiene importancia.

Como todos podrán ver, esta obra de "Las Horas de la Pasión", entre todas las que se refieren a la Pasión de nuestro Señor Jesucristo y a los dolores de su Santísima Madre, está entre las primeras y más importantes, pues analiza, desmenuza y medita uno por uno los padecimientos externos e internos del adorable Redentor nuestro Jesucristo.
Es una especie de Vía Crucis más entero y completo, porque toma a Nuestro Señor no desde la condena a muerte en el tribunal de Pilatos, sino que comienza desde donde propiamente comenzó la dolorosa Pasión, esto es, desde la despedida de nuestro Señor Jesucristo de su Santísima Madre, como es piadosa creencia universal, para ir a morir, sigue luego el Cenáculo, el Huerto, la captura, etc.

Lo que hay de verdaderamente nuevo en "Las Horas de la Pasión" del Alma Solitaria que las escribió y me confió, sí, es, en primer lugar, que de la repartición de las 24 horas no ha hecho sólo el enunciado de cada una, como lo hacen los autores por mí antes citados, los que se contentan con decir, por ejemplo: De las 6 a las 7 de la mañana, Jesús es llevado a Pilatos. De las 7 a las 8, es conducido a Herodes, etc., etc.; pero de cuanto sucedió en esa hora en particular, nada dicen.

En cambio, el Alma Solitaria hace una viva descripción de cuanto sucedió y agrega consideraciones, afectos y REPARACIONES. Y en segundo lugar, estos afectos y estas reparaciones son tan singulares, nuevas e íntimas que no parecen ser obra humana sino Celestial...

Todo parece nuevo en estas santas meditaciones, y si bien no se meditan sino los mismos misterios sobre los cuales tanto se ha escrito y meditado por tan variados y santos autores, pero aquí, ciertamente, la divina inspiración, que siempre obra cosas nuevas y varía en tantas formas su gracia (Multiformis gratia Dei), se manifiesta por medio de esta Alma en un modo todo singular.

Debo decir que el Alma Solitaria que escribe estas "Horas" no es una letrada, ¡apenas sabe leer y escribir!, y sin embargo, los padecimientos, los maltratos, los ultrajes, los dolores y heridas del adorable Redentor Jesús están a lo vivo descritos y con términos que penetran el corazón, lo conmueven, lo impresionan y lo atraen al Amor.
El Amor, y debemos subrayarlo, sí, el Amor Divino, en su tierna expresión, es la nota predominante de estas "Horas de la Pasión"; esto es, ¡el Amor de Jesucristo por los hombres y el amor de esta Alma Solitaria por Jesucristo!
Ella es una enamorada que se funde en la más amorosa compasión por su Amado; lo compadece, lo acaricia, lo abraza, lo besa y lo besa, lo acompaña en todos y en cada uno de sus padecimientos, con una SUBSTITUCION continua, es decir, se pone Ella misma, por cuanto está en ella, en el puesto del Amado penante, y recibe todo sobre sí, como si en esta piadosa substitución quisiera aligerar, dividir y evitar los padecimientos al Sumo Bien ahora por entonces, pues para esta alma contemplativa no hay pasado.

Ella reproduce las escenas como presentes y en ellas se funde, se ensimisma, y en el exceso de la compasión y del amor ella se arroja con tal confianza que, al besarlo en los ojos, en el rostro, en la boca, en las manos, en los pies, en el Corazón, le pide también ella besos amorosos a Jesús, y con una confianza tal que en ninguna de las más amantes almas se encuentra una semejante. ¡Es la Esposa del Cantar que exclama: ¡"Béseme El con el beso de sus labios"!

No se puede poner en duda que si a Nuestro Señor place mucho el reverente temor, no le plazca menos a su amantísimo Corazón la filial y tierna confianza. ¿Y cómo no tenerla con Aquel que pudiéndonos salvar con derramar una sola gota de su Preciosísima Sangre, toda la quiso derramar, en medio de los más inauditos tormentos y de los más ignominiosos ultrajes, para demostrarnos cuánto nos ama?

¿Acaso pide mucho un alma cuando pide besos a aquel Jesús que se ha dado y se da siempre todo Sí mismo? ¿Y por qué deberían privarnos de esta gran confianza de amor nuestros pecados, cuando hemos sido de ellos purificados con el arrepentimiento, la Penitencia y la humildad?

¿No es acaso cierto que el padre del hijo pródigo, cuando lo vio volver le echó los brazos al cuello y lo colmó de besos? ¿Y la oveja perdida, encontrada y en los hombros del Buen Pastor no habrá sido también ella acariciada y besada?

¿No será cierto, entonces, lo que aquella angelical enamorada de Jesús, Santa Inés, dijo: Yo amo a Aquel que por cuanto más lo abrazo y lo toco, tanto más pura y casta me hago?

¡Ah, más bien: La confianza amorosa que parte de un corazón humilde roba el Corazón de Dios! Y es en este modo como se hace uno niño, como enseñó Nuestro Señor cuando abrazando en su regazo amoroso a un tierno niño, dijo: "De éstos es el Reino de los Cielos".

Tal es la confianza que transpira cada página de estas "Horas de la Pasión". Y el alma que pone en sus manos este libro y se interna en este piadoso ejercicio con esta guía, poco a poco se encontrará partícipe de los sentimientos, de la compasión, del amor y de la confianza, de todos los cuales está este libro lleno y rebosante.

A veces, el Alma Solitaria en este libro hace hablar a Nuestro Señor, y entonces todas esas palabras no son ya un particular sentimiento suyo, sino una inspiración que se manifiesta con las palabras que el alma es capaz, puesto que toda inspiración y toda revelación que pasa por el canal humano brota según la capacidad, o mejor, según la intuición mística del sujeto. De aquí la diversidad en expresarse de las almas contemplativas sobre un mismo tema.

Pero sí, el Alma Solitaria, autora de estas "Horas", las hace nuevas en los afectos, y novísimas, y diría yo, únicas, en las REPARACIONES.
En verdad, la reparación por todas las ofensas que recibe nuestro Señor Jesucristo ha sido siempre el principal objeto de tantas almas amantes, de tantos libros de devoción y, tal vez, de especiales Revelaciones. Así, por ejemplo, tenemos los escritos de Santa Margarita María de Alacoque, que en la devoción del Corazón Santísimo de Jesús incluye especiales reparaciones.
Más dirigidas a este objeto son las devociones del Santísimo Nombre de Jesús y de su Sagrado Rostro, de las que tuvo bellas revelaciones la Sierva de Dios Sor María de San Pedro, carmelita.
Ordinariamente, todas estas reparaciones son formadas de atenciones, de intenciones y de plegarias.

En cambio, las reparaciones de estas "Horas de la Pasión" que ahora publicamos, son un fundirse, un ensimismarse, un revestirse con las Reparaciones mismas de nuestro Señor Jesucristo; es un internarse en los sentimientos del Corazón Santísimo de Jesús, en sus divinos padecimientos, y con Jesús que sufre, que reza, que ofrece y que repara, el alma compadece, sufre, reza, ofrece y repara.

¿Y por qué cosa repara? Aquí las reparaciones se extienden, se multiplican y se adaptan a toda especie de pecados que puedan tener relación con los particulares padecimientos de Nuestro Señor.
Desde la primera hasta la última palabra, se puede decir, esta Obra es una continua y variada REPARACION de todos los pecados con todas sus especies; y no solamente de los pecados graves, sino también de los veniales y más leves; no solamente de los pecados que fueron cometidos contra la Persona adorable de Jesucristo cuando estuvo en manos de sus enemigos, sino por todas las culpas pasadas, presentes y futuras en persona de todos los pecadores, sean de los llamados como de los elegidos.

El alma compadeciente se arroja y se sumerge en casi todos los padecimientos de Nuestro Señor, y mide, por cuanto lo puede hacer un ser humano, el infinito abismo de cada uno, y uniéndose a las infinitas intenciones reparadoras del Hombre-Dios penante, ofrece a El, ofrece al Padre, ofrece a la Divina Justicia REPARACIONES INFINITAS por todos y por todo. Y es precisamente la grande, necesaria y universal REPARACION lo que exigen éstos nuestros tan tristes tiempos, las innumerables iniquidades de las presentes generaciones y el justo y tremendo airarse de los divinos castigos.

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Evangelina M. de Terrazas
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MensajePublicado: Dom Mar 16, 2008 10:47 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
Responder citando

“La Noche más larga”

Autor: P. Antonio Izquierdo

Titularía está contemplación "The longest night" (la noche más larga).
Vamos a contemplar la noche más larga de la vida de Jesucristo: Desde el prendimiento en el huerto de Getsemaní hasta el alba del viernes santo.

Todo ser humano desea ser respetado, ser tratado como lo que es. Todo Ser humano tiene el sentido de la dignidad. Tiene también el sentido del honor. Y está dispuesto a morir antes de ver violado su honor. Un hombre digno pone el honor por encima de todo: Del mundo, de las cosas, del dinero, del bienestar, del placer. Prefiere ser un mendigo, pero que nadie le escupa, que nadie le abofetee. Cuando se viola el honor, el hombre se rebela y está dispuesto a lo que sea con tal de hacer respetar su honor o de verlo resarcido.

Cristo fue herido, acribillado, en su honor de hombre, en la noche más larga de la historia humana. Más todavía, fue destrozado en su honor de Hijo de Dios. Psicológicamente, el tiempo como que se detuvo en aquella noche de la ignominia.

Aplicación de sentidos
Quiero detenerme a ver el honor de Cristo destrozado por sus mismos amigos. Cristo ha dado su corazón y su amistad a unos hombres, y éstos se muestran indignos de esa amistad, la violan, y hieren así a Jesucristo en su dignidad de amigo.

Contemplemos la traición de Judas: Llega con un tropel de soldados y le traiciona de la manera más indigna: Con un beso. Con todo, Cristo le llama amigo. ¡Qué mansedumbre de la mirada de Jesús a éste pobre desgraciado! ¡Con qué amistad, con qué amor miraría a Judas! ¡En vano!

Traicionado por Pedro, que no lo reconoce, que reniega de Jesús. Con su negación pisotea el honor de Jesús que se ha dignado contarle entre sus amigos y discípulos. ¡Qué penetrante debió ser la mirada de Jesús, y a la vez qué dulce, para que Pedro, que le ha negado, salga del palacio de Caifás y comience a llorar amargamente!

Abandonado por todos los apóstoles: "Todos lo abandonaron", constata el evangelista. ¿Dónde están? Perdidos en medio de la ciudad, en la oscuridad de la noche, descontrolados, temerosos de ser reconocidos como discípulos de Jesús. La dignidad de la amistad, ¡qué bajos fondos toca en el alma de estos apóstoles!

Abandonado también por su pueblo. El pueblo que había recibido tantos beneficios de él, que le había escuchado, que había sido curado por él... en el palacio de Pilatos no sabe sino gritar: "¡Crucifícale!¡crucifícale!".

Podemos aplicar también los sentidos a contemplar a Cristo deshonrado, tratado inhumanamente, siendo inocente. Tratado no sólo como criminal, sino como deshecho de hombre: Primero, abofeteado por un esclavo; luego escupido por unos cuantos soldados, medio borrachos; además, azotado, coronado de espinas sin piedad...En esas horas nocturnas se acumula toda la brutalidad del mundo contra Jesús, toda la ignominia del hombre.

La visión de fe
La visión de fe, ¿qué descubre en todo esto? En primer lugar, a la fe impresiona el silencio de Dios. Ante la inhumanidad de los hombres Dios calla; acepta, ama, sufre y redime en silencio. Nosotros nos hubiésemos rebelado, no hubiésemos permitido eso. Dios, que tenía poder de cambiar la escena, no lo hizo. Con su silencio descubre al hombre lo salvaje que es cuando se deja llevar del instinto de su naturaleza. Quiere hacer ver al hombre el abismo al que ha descendido como ser humano: No es digno de llamarse hombre. Por todo eso, Dios guarda silencio, un silencio que quiere ser enormemente elocuente.

La visión teologal nos ayuda también a descubrir la fe de Dios en el hombre. En todo hombre se esconde una fiera y un ángel. En esa noche el hombre ha demostrado con Jesús toda su bestialidad. Ha demostrado hasta donde puede llegar su alma de fiera. Jesucristo conoce, sin embargo, el corazón del hombre y tiene fe en el ángel que anida en su corazón.

Calla, acepta, sufre como Dios para despertar ese ángel dormido que existe en todo ser humano; para redimir al hombre de esa bestia que lleva en el corazón, para matarla, y así lograr que el ángel, ya despierto, pueda vivir y manifestarse. Cristo tiene fe en el hombre, capaz de ser convertido en un verdadero hombre a la medida del salvador, el hombre nuevo.

¿Por qué sufre Cristo tanta ignominia? "Permanece de rodillas inmóvil y silencioso, mientras el impuro demonio envolvía su espíritu con una túnica empapada de todo lo que el crimen humano tiene de odioso y atroz...

¡Cuál fue su horror cuando al mirarse no se reconoció, cuando se sintió semejante a un impuro, a un detestable pecador! Sus labios, su corazón eran como los miembros de un incrédulo y no como los de Dios.

Son esas las manos del Cordero inmaculado de Dios hasta ese instante inocentes, pero rojas ahora por mil actos bárbaros y sanguinarios. Son esos los labios del Cordero, ahora profanados por las visiones malignas y las fascinaciones idólatras en pos de las cuales abandonaron los hombres a su adorable creador.

Su corazón está congelado por la avaricia, la crueldad, la incredulidad. Su memoria misma está cargada con todos los pecados cometidos desde la caída en las regiones terrestres. Así se ve a sí mismo Jesús hasta no reconocerse" (Martín Descalzo).

¿Por qué…? Por mí, para mí y en lugar mío. Por la humanidad, para la humanidad y en lugar de la humanidad.
Esta es la verdadera visión que nos da la fe, ante el misterio de la pasión de Cristo.


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MensajePublicado: Lun Mar 17, 2008 9:02 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
Responder citando

Exhortación a meditar las Horas de la Pasión:
San Annibale Maria di Francia
(Canonizado el 16 de mayo de 2004 por S.S. Juan Pablo II)

Oh almas que amáis a Jesucristo, oh almas que hacéis profesión de vida espiritual, y vosotras especialmente, Esposas de Jesucristo, consagradas a El con votos o con pertenecer a santas Congregaciones; considerad, después de haber leído todo lo anterior, cuánto agrado dais al Corazón Santísimo de Jesús con practicar estas Horas de la Pasión.

Ha sido para vosotras, especialmente, para quienes han sido inspiradas por Nuestro Señor estas Horas de la Pasión a aquella Alma Solitaria y contemplativa, que desde hace tantos años las ejercita con gran provecho para ella y para toda la Iglesia.

Gracias especiales os están reservadas si os aficionáis a este santo ejercicio cotidiano y os internáis en los mismos sentimientos y en las mismas disposiciones del Alma que lo escribió y que lo practica desde hace tantos años. Y de los sentimientos tan íntimos y de las disposiciones tan amorosas de esta Alma, vosotras pasaréis a los sentimientos y a las disposiciones mismas de Nuestro Señor Jesucristo en las veinticuatro horas en las que sufrió por amor nuestro.

Y es imposible que en este ejercicio el alma no se encuentre con la dolorosísima Madre María, y no se una a la misma compasión y a los mismos afectos incomprensibles de la Dolorosa Madre de Dios. ¡Será un vivir con Jesús sufriente y con María doliente, y un cosechar todos los inmensos eternos bienes para sí y para todos!

¿Qué decir del gran medio que sería este ejercicio para toda la Comunidad Religiosa para adelantar en santidad, para conservarse, para crecer en número de almas elegidas y para lograr toda verdadera prosperidad?

¡Cuán grande empeño, entonces, cada Comunidad debería tener en practicar constantemente este ejercicio! ¡Y las almas de la Comunidad, que se llegan diariamente a la Sagrada Mesa, oh, entonces sí que la Santa Comunión la harían con tales disposiciones de fervor y con tal amor a Jesús que cada Comunión sería un renovado esponsal del alma con Jesús en la más íntima y creciente unión de amor!

¡Si Jesús, por un alma sola que haga estas Horas evitará castigos a esa ciudad en que se hagan y hará gracias a tantas almas por cuantas son las palabras de este Reloj Dolorosa, ¿cuántas gracias no podrá esperar una Comunidad?, ¿de cuántos defectos y relajamientos no será curada y preservada?, ¿y de cuántas almas no procurará su santificación y de otras su salvación si practica este piadosísimo ejercicio?

¡Hubiera en cada Comunidad un alma que se aplicase a practicarlo con atención en el día, si bien entre las ocupaciones diarias, y en la tarde y noche con un poco de vigilia; pero sería el colmo del divino y máximo provecho para la Comunidad y para todo el mundo si un tal ejercicio fuera practicado por todas, turnándose de día y de noche!

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MensajePublicado: Lun Mar 17, 2008 9:42 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
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Amados hermanos y hermanas en Cristo. ¡Paz en sus corazones!
Iniciamos la meditación y contemplación de las Horas de la Pasión, que tantas gracias atráen al alma.
En cada hora, se reza la Preparación antes de cada hora, y al terminar, se reza el Ofrecimiento.

Si tú, al meditar y vivir cada hora, siente conmover tu corazón; puedes retomar esa hora, y dirigir a Jesús y María una oración según lo sienta tu corazón: Oración de contricción pidiendo perdón, de reparación, o de acción de gracias.

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Preparación antes de la Meditación

Oh Señor mío Jesucristo, postrada ante tu divina presencia suplico a tu amorosísimo Corazón que quieras admitirme a la dolorosa meditación de las VEINTICUATRO HORAS en las que por nuestro amor quisiste padecer, tanto en tu cuerpo adorable como en tu alma santísima, hasta la muerte de Cruz. Ah, dame tu ayuda, gracia, amor, profunda compasión y entendimiento de tus padecimientos mientras medito ahora la Hora... Y por las que no puedo meditar te ofrezco la voluntad que tengo de meditarlas, y quiero en mi intención meditarlas durante las horas en que estoy obligada a dedicarme a mis deberes o a dormir.

Acepta, oh misericordioso Señor, mi amorosa intención y haz que sea de provecho para mí y para muchos, como si en efecto hiciera santamente todo lo que deseo practicar.

Gracias te doy, oh mi Jesús, por llamarme a la unión contigo por medio de la oración. Y para agradecerte mejor, tomo tus pensamientos, tu lengua, tu corazón y con éstos quiero orar, fundiéndome toda en tu Voluntad y en tu amor, y extendiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi cabeza en tu corazón empiezo...

+ + +

Ofrecimiento Después de Cada Hora

Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta Hora de tu Pasión a hacerte compañía y yo he venido.
Me parecía sentirte angustiado y doliente que orabas, que reparabas y sufrías y que con las palabras más elocuentes y conmovedoras suplicabas la salvación de las almas.
He tratado de seguirte en todo, y ahora, teniendo que dejarte por mis habituales obligaciones, siento el deber de decirte: "Gracia" y "Te bendigo".
Sí, oh Jesús, Gracias te repito mil y mil veces y Te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos...

Gracias y Te bendigo por cada gota de sangre que has derramado, por cada respiro, por cada latido, por cada paso, palabra y mirada, por cada amargura y ofensa que has soportado. En todo, oh Jesús mío, quiero besarte con un "Gracias" y un "Te bendigo".

AH Jesús, haz que todo mi ser te envíe un flujo continuo de gratitud y de bendiciones, de manera que atraiga sobre mí y sobre todos el flujo continuo de tus bendiciones y de tus gracias...
Ah Jesús, estréchame a tu Corazón y con tus manos santísimas séllame todas las partículas de mi ser con un "Te bendigo" tuyo, para hacer que no pueda salir de mí otra cosa sino un himno de amor continuo hacia Ti.

Dulce Amor mío, debiendo atender a mis ocupaciones, me quedo en tu Corazón. Temo salir de El, pero Tú me mantendrás en El, ¿no es cierto? Nuestros latidos se tocarán sin cesar, de manera que me darás vida, amor y estrecha e inseparable unión Contigo.

Ah, te ruego, dulce Jesús mío, si ves que alguna vez estoy por dejarte, que tus latidos se sientan más fuertemente en los míos, que tus manos me estrechen más fuertemente a tu Corazón, que tus ojos me miren y me lancen saetas de fuego, para que sintiéndote, me deje atraer a la mayor unión contigo.

Oh Jesús mío, manténte en guardia para que no me aleje de TI. Ah bésame, abrázame, bendíceme y haz junto conmigo lo que debo ahora hacer...

+ + +

De las 5 a las 6 de la tarde
PRIMERA HORA
Jesús se despide de su Santísima Madre


Oh Mamá Celestial, ya se acerca la hora de la separación y yo vengo a ti.
Oh Madre, dame tu amor y tus reparaciones, dame tu dolor, pues junto contigo quiero seguir paso a paso al adorado Jesús.

Y he aquí que Jesús viene y Tú con el alma rebosante de amor corres a su encuentro, pero al verlo tan pálido y triste, el corazón se te oprime por el dolor, las fuerzas te abandonan y estás a punto de desmayarte a sus pies. Oh dulce Mamá ¿sabes para qué ha venido a ti el adorable Jesús? Ah, ha venido para decirte su último Adiós, para decirte una última palabra y para recibir tu último abrazo...

Oh Mamá, me estrecho a ti con toda la ternura de que es capaz éste mi pobre corazón, para que estrechada y unida a ti pueda yo también recibir los abrazos del adorado Jesús. ¿Me desdeñas acaso Tú? ¿No es más bien un consuelo para tu corazón tener un alma a tu lado y que comparta contigo las penas, los afectos y las reparaciones?

Oh Jesús, en esta Hora tan desgarradora para tu ternísimo corazón qué lección nos das, lección de filial y amorosa obediencia para con tu Madre. ¡Qué dulce armonía la que hay entre María y Tú! ¡Qué suave encanto de amor que sube hasta el Trono del Eterno y se extiende para salvar a todas las criaturas de la tierra!

Oh Celestial Madre mía, ¿sabes lo que quiere de ti el adorado Jesús? No quiere otra cosa sino tu última bendición.
Es verdad que de todas las partículas de tu ser no salen sino bendiciones y alabanzas al Creador, pero Jesús al despedirse de ti quiere oír esas dulces palabras: "Te bendigo, oh Hijo".

Y este Te Bendigo apaga en sus oídos todas las blasfemias y desciende dulce y suave a su corazón. Y como para poner una defensa ente todas las ofensas de las criaturas, Jesús quiere de ti tus palabras" Te Bendigo...".

Y yo me uno a ti, oh dulce Mamá, y en las alas de los vientos quiero recorrer el Cielo para pedir al Padre, Al Espíritu Santo y a los ángeles todos un "Te Bendigo" para Jesús, a fin de que, yendo a El, le pueda llevar sus bendiciones. Y aquí en la Tierra quiero ir a todas las criaturas y obtener de cada boca, de cada latido, de cada paso, de cada respiro, de cada mirada, de cada pensamiento, bendiciones y alabanzas a Jesús, y si ninguna me las quiere dar, yo quiero darlas por ellas.

Oh dulce Mamá, después de haber recorrido y girado por todo para pedir a la Sacrosanta Trinidad, a los ángeles, a todas las criaturas, a la luz del sol, al perfume de las flores, a las olas del mar, a cada soplo de viento, a cada llama de fuego, a cada hoja que se mueve, al centellear de las estrellas, a cada movimiento de la naturaleza, un "Te Bendigo" vengo a ti y uno mis bendiciones a las tuyas.

Dulce Mamá, veo que recibes consuelo y alivio y ofreces a Jesús todas mis bendiciones en reparación por todas las blasfemias y maldiciones que recibe de las criaturas. Pero mientras te ofrezco todo, oigo tu voz temblorosa que dice: "Hijo, bendíceme también Tú".

Y yo te digo, oh dulce Jesús mío, bendíceme a mí también al bendecir a tu Madre. Bendice mis pensamientos, mi corazón, mis manos, mis pasos y todas mis obras, y bendiciendo a tu Madre bendice a todas las criaturas.

Oh Madre mía, al ver el rostro del dolorido de Jesús, pálido, acongojado y triste, se despierta en ti el pensamiento de los dolores que dentro de poco habrá de sufrir... Prevés su rostro cubierto de salivazos y lo bendices; su cabeza traspasada por las espinas, sus ojos vendados, su cuerpo destrozado por los flagelos, sus manos y sus pies atravesados por los clavos, y adonde quiera que El está a punto de ir, Tú lo sigues con tus bendiciones... Y junto contigo yo también lo sigo. Cuando Jesús será golpeado por los flagelos, traspasado por los clavos, golpeado, coronado de espinas, en todo encontrará junto con tu "Te Bendigo", el mío.

Oh Jesús, oh Madre, os compadezco. Inmenso es vuestro dolor en estos últimos momentos, tan inmenso que parece que el corazón del uno arranque el corazón del otro.
Oh Madre, arranca mi corazón de la Tierra y átalo fuerte a Jesús para que estrechado a El pueda tomar parte en tus dolores. Y mientras os estrecháis, os abrazáis, os dirigís las últimas miradas y los últimos besos, estando yo en medio de vuestros dos corazones, pueda yo recibir vuestros últimos besos y vuestros últimos abrazos. ¿No veis que no puedo estar sin Vosotros, a pesar de mis miserias y frialdades?


Jesús, Madre mía, tenedme estrechada a Vosotros, dadme vuestro amor, vuestro Querer, saetead mi pobre corazón, estrechadme entre vuestros brazos, y junto contigo, oh dulce Madre, quiero seguir paso a paso al adorado Jesús con la intención de darle consuelo, alivio, amor y reparación por todos.

Oh Jesús, junto con tu Madre te beso el pie izquierdo suplicándote que quieras perdonarme a mí y a todas las criaturas por todas las veces que no hemos caminado hacia Dios.

Beso tu pie derecho pidiéndote me perdones a mí y a todas las criaturas por todas las veces que no hemos seguido la perfección que Tú querías de nosotras.
Beso tu mano izquierda pidiéndote nos comuniques tu pureza.
Beso tu mano derecha pidiéndote me bendigas todos mis latidos, mis pensamientos, los afectos, para que recibiendo el valor de tu bendición sean todos santificados. Y bendiciéndome a mí bendice también a todas las criaturas y con tu bendición sella la salvación de sus almas.

Oh Jesús, junto con tu Madre te abrazo y besándote el corazón te ruego que pongas en medio de vuestros dos corazones el mío para que se alimente continuamente de vuestros amores, de vuestros dolores, de vuestros mismos afectos y deseos, en suma, de vuestra misma Vida. Así sea.


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¡Perdón, Señor, Perdón!
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Evangelina M. de Terrazas
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MensajePublicado: Lun Mar 17, 2008 10:02 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
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De las 6 a las 7 de la tarde
SEGUNDA HORA
Jesús se aleja de su Madre Santísima y se encamina al Cenáculo


Jesús mío adorable, mientras tomo parte junto contigo en tus dolores y en los de tu afligida Madre, veo que te decides a partir para encaminarte adonde el Querer del Padre te llama.

Es tan grande el dolor entre Hijo y Madre, que os hace inseparables, por lo que Tú te quedas en el corazón de tu Mamá y la dulce Mamá y Reina se deja en el tuyo, de lo contrario os hubiera sido imposible separaros.

Pero después, bendiciéndoos mutuamente, Tú le das tu último beso para darle fuerzas en los amargos dolores que va a sufrir, le dices tu último Adiós y partes.
Pero la palidez de tu rostro, los labios temblorosos, tu voz sofocada, como si fueras a romper en llanto al decirle Adiós... ah, todo esto me dice cuánto la amas y lo que sufres al dejarla.

Pero para cumplir la Voluntad del Padre, con vuestros corazones fundidos el uno en el otro, a todo os sometéis queriendo reparar por aquellos que por no vencer las ternuras de los familiares o amigos o los vínculos y los apegos a las criaturas no se preocupan por cumplir el Querer Santo de Dios y corresponder al estado de santidad al que Dios los llama.
Qué dolor te dan estas almas al rechazar de sus corazones al amor que quieres darles y se contentan con el amor de las criaturas...


Amable amor mío, mientras reparo contigo permite que me quede con tu Mamá para consolarla y sostenerla mientras Tú te alejas, después apresuraré mis pasos para alcanzarte.

Pero con sumo dolor mío veo que mi angustiada Mamá tiembla, y es tanto su dolor que mientras trata de decir Adiós al Hijo, la voz se le apaga en los labios y no puede articular palabra alguna; se siente desfallecer y en su delirio de amor dice: "¡Hijo mío, Hijo mío, te bendigo! ¡Qué amarga separación, más cruel que cualquier muerte!" Pero el dolor le impide hablar y la enmudece...

¡Desconsolada Reina, deja que te sostenga, que te enjugue las lágrimas, que te compadezca en tu amargo dolor!
Madre mía, no te dejaré sola. Tú tómame contigo y enséñame, en este momento tan doloroso para Jesús y para tí, lo que debo hacer, cómo debo defenderlo, cómo debo repararlo y consolarlo, y si debo exponer mi vida para defender la suya... No, no me separaré de debajo de tu manto, a una señal tuya volaré a Jesús y llevaré tu amor, tus afectos, y tus besos junto con los míos y los pondré en cada llaga, en cada gota de su sangre, en cada pena e insulto, a fin de que sintiendo en cada pena los besos y el amor de su Mamá, sus penas queden endulzadas, y después volveré bajo tu manto trayéndote sus besos para endulzar tu corazón traspasado.


Madre mía, el corazón me palpita, quiero ir a Jesús, y mientras beso tus manos maternas bendíceme como has bendecido a Jesús y permíteme que vaya a El.

Dulce Jesús mío, el amor me descubre tus pasos y te alcanzo mientras recorres las calles de Jerusalén con tus amados discípulos, te miro y te veo todavía pálido, oigo tu voz, dulce, sí, pero triste, con una tristeza que rompe el corazón de tus discípulos, que están turbados.
"Es la última vez –dices—que recorro estas calles por Mí mismo, mañana las recorreré atado y arrastrado entre mil insultos."
Y distinguiendo los lugares en los que serás más insultado y maltratado sigues diciendo: "Mi vida está por terminar acá abajo, como está por ponerse el sol, y mañana, a esta hora, ya no existiré... Pero como sol resucitaré al tercer día."
Al oír tus palabras, los Apóstoles más se entristecen y no saben qué responder. Pero Tú añades: "Animo, no os abatáis, Yo no os dejo, siempre estaré con vosotros, pero es necesario que Yo muera por el bien de todos."

Y así diciendo te conmueves y con voz temblorosa continúas instruyéndolos. Antes de entrar en el Cenáculo miras el sol que ya se pone, así como está por ponerse tu Vida y ofreces tus pasos por aquellos que se encuentran en el ocaso de su vida y das la gracia de que la hagan ponerse en ti y reparas por aquellos que a pesar de los sinsabores y de los desengaños de la vida se obstinan en no rendirse a ti.

Después miras de nuevo a Jerusalén, el centro de tus milagros y de las predilecciones de tu corazón, y que en pago ya te está preparando la Cruz y afilando los clavos para cometer el deicidio, y te estremeces, y se te rompe el corazón y lloras por su destrucción. Y con esto reparas por tantas almas consagradas a ti, almas que con tanto cuidado tratabas de convertir en portentos de tu amor y que ellas, ingratas, no te corresponden y te hacen así padecer mayores amarguras... y yo quiero reparar contigo para endulzar esta herida de tu corazón.

Pero veo que te quedas horrorizado ante la vista de Jerusalén y retirando de ella tus miradas entras ya en el Cenáculo...

Amor mío, estréchame a tu corazón para que haga mías tus amarguras y las ofrezca junto contigo. Y Tú mira piadoso mi alma y derramando tu amor en ella bendíceme.

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¡Perdón, Señor, Perdón!
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En Jesús y María
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Evangelina M. de Terrazas
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MensajePublicado: Lun Mar 17, 2008 10:14 am    Asunto:
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De las 7 a las 8 de la noche
TERCERA HORA
La Cena Legal


Oh Jesús, ya llegas al Cenáculo con tus amados discípulos y te pones a la mesa con ellos. Qué dulzura, qué afabilidad muestras en toda tu Persona al abajarte a tomar por última vez el alimento material.
Aquí todo es amor en ti, y también en esto no sólo reparas por los pecados de gula sino que nos obtienes también la santificación del alimento; y de igual modo que éste se convierte en fuerza, así nos obtienes la santidad hasta en las cosas más bajas y más corrientes.

Jesús, vida mía, tu mirada dulce y penetrante parece escrutar a todos los Apóstoles; y aún en ese acto de tomar el alimento, tu corazón queda traspasado viendo a tus amados Apóstoles débiles y vacilantes todavía, sobre todo el incrédulo Judas, que ya ha puesto un pie en el infierno.
Y Tú desde el fondo de tu corazón amargamente dices: "¿Cuál es la utilidad de mi Sangre? ¡He ahí un alma, tan beneficiada por Mí: está perdida!"
Y con tus ojos resplandecientes de luz lo miras, como queriendo hacerle comprender el gran mal cometido. Pero tu suprema caridad te hace soportar este dolor y no lo manifiestas ni siquiera a tus amados Apóstoles... Y mientras sufres por Judas, tu corazón querría llenarse de alegría viendo a tu izquierda a tu amado discípulo Juan, tanto que, no pudiendo contener más el amor, atrayéndolo dulcemente a ti le haces apoyar su cabeza sobre tu corazón, haciéndole probar el Paraíso por adelantado.
Es en esta hora solemne cuando en los discípulos son representados dos pueblos, el réprobo y el elegido. El réprobo en Judas, que ya siente el infierno en el corazón, y el elegido en Juan, que en ti reposa y goza.

Oh dulce Bien mío, también yo me pongo a tu lado y junto con tu discípulo amado quiero apoyar mi cabeza cansada sobre tu corazón adorable y rogarte que a mí también me hagas sentir sobre esta tierra las delicias del Cielo, y así la tierra ya no sea más tierra para mí sino Cielo, raptada por las dulces armonías de tu corazón... Pero estas armonías dulcísimas y divinas siento que se te escapan dolorosos latidos: ¡Son por las almas que se perderán! Haz que tu palpitar corriendo en el suyo les haga sentir los latidos de la vida del Cielo como lo siente tu amado discípulo Juan y que atraídas por la suavidad y la dulzura de tu amor puedan rendirse todas a ti.

Oh Jesús, mientras me quedo en tu corazón dame también a mí el alimento como se lo diste a los Apóstoles: El alimento de la Divina Voluntad, el alimento del amor, el alimento de la Palabra divina. Y jamás, oh Jesús mío, me niegues este alimento que tanto deseas Tú darme, de modo que forme en mí tu misma vida.

Dulce Bien mío, mientras me estoy tu lado veo que el alimento que tomas con tus amados discípulos no es sino un cordero. Es el cordero que te representa, y como en este cordero no queda ningún humor vital por la acción del fuego, así Tú, místico cordero, que por las criaturas debes consumirte todo por fuerza de amor, ni siquiera una gota de tu sangre conservarás para ti, derramándola toda por amor a nosotros.
Nada haces Tú que no represente a lo vivo tu dolorosísima Pasión, la que tienes siempre en la mente, en el corazón, en todo, y así me enseñas que si yo tuviera también siempre en la mente y en el corazón el pensamiento de tu Pasión, jamás me negarías el alimento de tu amor.

¡Cuánto te doy las gracias, oh Jesús mío! Ningún acto se te pasa en que no me tengas presente y con el que no pretendas hacerme un bien especial, por eso te ruego que tu Pasión esté siempre en mi mente, en mi corazón, en mis miradas, en mis pasos, en mis obras, a fin de que a dondequiera que me dirija, dentro y fuera de mí te encuentre siempre presente para mí, y dame la gracia de que no olvide jamás lo que Tú sufriste y padeciste por mí.
Esto sea para mí como un imán que atrayendo todo mi ser a ti, haga que no pueda nunca jamás alejarme de ti.


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MensajePublicado: Lun Mar 17, 2008 11:02 am    Asunto:
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De las 8 a las 9 de la noche
CUARTA HORA
La Cena Eucarística


Dulce amor mío, incontentable siempre en tu amor, veo que al terminar la Cena Legal, junto con tus amados discípulos te levantas de la mesa y en unión con ellos elevas el himno de agradecimiento al Padre por haberos dado el alimento, queriendo con esto reparar todas las faltas de gratitud y suplir por el agradecimiento que no tienen las criaturas por tantos medios como nos das para la conservación de la vida corporal.
Por eso Tú, oh Jesús, en todo lo que haces, tocas o ves, tienes siempre en tus labios las palabras: "¡Gracias te sean dadas, oh Padre!"

También yo, oh Jesús, unida a ti tomaré la palabra de tus mismos labios y diré siempre y en todo: "Gracias, oh Padre, por mí y por todos", para continuar yo la reparación por las faltas de agradecimiento.

Mas, oh Jesús, tu amor parece no darse tregua, veo que de nuevo haces sentarse a tus amados discípulos, tomas una palangana con agua y ciñéndote una blanca toalla te postras a los pies de los Apóstoles en un acto tan humilde que atrae la atención de todo el Cielo y lo hace quedar estático. Los mismos Apóstoles se quedan casi sin movimiento al verte postrado a sus pies... Pero dime, amor mío ¿qué quieres, qué pretendes con este acto tan humilde? ¡Humildad nunca vista y que jamás se verá!

"¡Ah hija mía, quiero todas las almas y postrado a sus pies como un pobre mendigo las pido, las importuno y llorando les tiendo mis insidias de amor para ganarlas! Quiero, postrado a sus pies, con este recipiente de agua mezclada con mis lágrimas lavarlas de cualquier imperfección y prepararlas a recibirme en el Sacramento. Me importa tanto este acto que no quiero confiar este oficio a los ángeles, y ni aun a mi querida Mamá, sino que Yo mismo quiero purificar hasta las fibras más íntimas de los Apóstoles, para disponerlos a recibir el fruto del Sacramento, y en ellos es mi intención preparar a todas las almas.

Quiero reparar por todas las obras santas, por la administración de los Sacramentos y en especial por las cosas hechas por los Sacerdotes con espíritu de soberbia, vacías de espíritu Divino y de desinterés. ¡Ah, cuántas obras buenas me llegan más para deshonrarme que para darme honor! ¡Más para amargarme que para complacerme! ¡Más para darme muerte que para darme vida! Estas son las ofensas que más me entristecen. Ah sí, hija mía, hija mía, enumera todas las ofensas más íntimas que se me hacen y dame reparación con mis mismas reparaciones y consuela mi corazón amargado."


¡Oh afligido bien mío! Tu vida la hago mía y junto contigo quiero repararte por todas esas ofensas.
Quiero entrar en todos esos lugares más íntimos de tu corazón divino y reparar con tu mismo corazón por las ofensas más íntimas y secretas que recibes de tus predilectos.
Quiero, oh Jesús mío, seguirte en todo, y en unión contigo quiero girar por todas las almas que te han de recibir en la Eucaristía y entrar en sus corazones.

Y junto con tus manos las mías y con esas lágrimas tuyas y con el agua con que lavaste los pies a tus Apóstoles lavemos las almas que te han de recibir, purifiquemos sus corazones, incendiémoslos, sacudamos de ellos el polvo con que están manchados, a fin de que, al recibirte, Tú puedas encontrar en ellas tus complacencias en lugar de tus amarguras.

Pero mientras estás todo atento lavando los pies de los Apóstoles, te miro y veo otro dolor que traspasa tu corazón santísimo.

Estos Apóstoles representan para ti a todos los futuros hijos de la Iglesia.
Cada uno de Ellos representa la serie de cada uno de los males que iban a haber en la Iglesia y, por tanto, la serie de cada uno de tus dolores... En uno, las debilidades; en otro, los engaños; en otro, las hipocresías; en otro, el amor desmedido a los intereses...


En San Pedro, la falta a los buenos propósitos y todas las ofensas de los Jefes de la Iglesia; en San Juan, las ofensas de tus más fieles; en Judas, todos los apostatas, con la serie de los graves males causados por ellos...

Ah, tu corazón está sofocado por el dolor y por el amor, tanto que no pudiendo sostenerte, te detienes a los pies de cada Apóstol, rompes en llanto y ruegas y reparas por cada una de esas ofensas y para todos imploras el remedio oportuno.
Jesús mío, también yo me uno contigo, hago mías tus súplicas, tus reparaciones, tus oportunos remedios para cada alma y quiero mezclar mis lágrimas con las tuyas para que nunca estés solo sino que me tengas siempre contigo para dividir tus penas.

Pero mientras prosigues lavando los pies de los Apóstoles veo que ya estás a los pies de judas. Siento tu respiro afanoso, veo que no sólo lloras, sino que sollozas, y mientras lavas esos pies los besas, te los estrechas al corazón y no pudiendo hablar con la voz, porque te ahoga el llanto, lo miras con tus ojos hinchados por las lágrimas y con el corazón le dices: "¡Hijito mío, ah, te ruego con la voz de mis lágrimas: No te vayas al infierno, dame tu alma, que a tus pies postrado te pido! Dime, ¿qué quieres? ¿Qué pretendes? Todo te daré con tal de que no te pierdas. ¡Ah, evítame este dolor, a Mí tu Dios!"

Y te estrechas de nuevo esos pies a tu corazón... Pero viendo la dureza de Judas, tu corazón se ve en apuros, tu amor te ahoga y estás a punto de desfallecer...

Corazón mío y vida mía, permíteme que te sostenga entre mis brazos. Me doy cuenta de que estás son tus estratagemas amorosas que usas con cada pecador obstinado...
Ah, te ruego, corazón mío, mientras te compadezco y te doy reparación por las ofensas que recibes de las almas que se obstinan en no quererse convertir, que recorramos juntos la tierra y donde hay pecadores obstinados démosles tus lágrimas para enternecerlos, tus besos y tus abrazos de amor para encadenarlos a ti, de manera que no te puedan huir, y así te consolaré por el dolor de la pérdida de Judas.

Jesús mío, gozo y delicia mía, veo que tu amor corre, que rápidamente corre. Doliente como estás te levantas y casi corres a la mesa, donde está preparado el pan y el vino para la consagración. Veo que tomas un aspecto todo nuevo y nunca antes visto, tu Divina Persona toma un aspecto tierno, amoroso, afectuoso; tus ojos resplandecen de luz más que si fueran soles; tu rostro, encendido, resplandece; tus labios, sonrientes, abrasados de amor; y tus manos, creadoras, se ponen en actitud de crear... Te veo, amor mío, todo transformado.

Parece como si tu Divinidad se desbordara fuera de tu Humanidad.
Ah Jesús, este aspecto tuyo, nunca visto, llama la atención de todos los Apóstoles, quienes subyugados por tan dulce encanto no se atreven ni siquiera a respirar.

La dulce Mamá corre en espíritu al pie de la mesa, del altar, a contemplar y a participar en los prodigios de tu amor. Los ángeles descienden del Cielo y entre ellos se preguntan, "¿qué pasa?..." Son verdaderas locuras, auténticos excesos:
¡Es Dios que crea, no el cielo o la tierra, sino a Sí mismo... ¿Y dónde? En la vilísima materia de un poco de pan y un poco de vino. Y mientras están todos en torno a ti, oh amor insaciable, veo que tomas el pan en tus manos... lo ofreces al Padre... y oigo tu dulcísima voz que dice:
"Padre Santo, gracias te sean dadas, pues siempre escuchas a tu Hijo. Padre Santo, concurre conmigo. Tú, un día me enviaste del Cielo a la tierra a encarnarme en el seno de mi Mamá para venir a salvar a nuestros hijos.
Ahora permíteme que me encarne en cada hostia para continuar la salvación de ellos y para ser vida de cada uno de mis hijos... Mira, oh Padre, pocas horas quedan de mi vida y ¿cómo tendré corazón para dejar solos y huérfanos a mis hijos? Sus enemigos son muchos: las tinieblas, las pasiones, las debilidades a que están sujetos... ¿Quién los ayudará? ¡Ah, te suplico me quede en cada hostia para ser vida de cada uno, para poner en fuga a sus enemigos y ser para ellos luz, fuerza y ayuda en todo. Pues de lo contrario ¿a dónde irán? ¿Quién los ayudará? Nuestras obras son eternas, mi amor es irresistible, por eso no puedo ni quiero dejar a mis hijos."


El Padre se enternece a la voz tierna y afectuosa del Hijo y desciende del Cielo... y ya está sobre el altar, unido con el Espíritu Santo, para concurrir con el Hijo. Y Jesús, con voz sonora y conmovedora, pronuncia las palabras de la consagración, y sin dejarse a Sí mismo, se crea a Sí mismo en ese pan y vino...
Después te das en comunión a tus Apóstoles, y seguro que nuestra Madre Celestial no se vio privada de recibirte.

¡Ah Jesús, los Cielos se postran y todos te envían un acto de adoración en tu nuevo estado de tan profundo anonadamiento! Y así tu amor queda saciado y satisfecho, no teniendo ya nada más que hacer.

Y yo veo sobre ese altar, en tus manos, todas las Hostias consagradas que se perpetuarán hasta el fin de los siglos, y en cada hostia, toda tu dolorosa Pasión desplegada, pues las criaturas, a los excesos de tu amor, te preparan excesos de ingratitud y de enormes delitos.
Y yo, corazón de mi corazón, quiero estar siempre contigo en cada sagrario, en todos los copones y en cada hostia consagrada que habrá hasta el fin de los tiempos, para darte mis actos de reparación a medida que recibes las ofensas.


Por eso, corazón mío, me pongo ante ti y te beso la frente majestuosa... Pero al besarte siento en mis labios el dolor de las espinas que rodean tu cabeza, porque en esta hostia santa, oh Jesús mío, no te limitan las espinas como en la Pasión... pues veo que las criaturas vienen a tu presencia y en vez de ofrecerte el homenaje de sus pensamientos, te envían pensamientos malos, y Tú bajas de nuevo la cabeza, como en la Pasión, para recibir las espinas de los malos pensamientos que se tienen en tu presencia. Oh amor mío, también yo la bajo contigo para compartir tus penas y pongo todos mis pensamientos en tu mente para sacarte esas espinas que tanto te duelen y te entristecen, y quiero que cada pensamiento mío corra en cada uno de los tuyos para formarte un acto de reparación por cada pensamiento malo de las criaturas y endulzar así tus afligidos pensamientos.

Jesús, bien mío, beso tus hermosos ojos... Te veo en esta hostia santa, con esos ojos amorosos en espera de todos aquellos que vienen a tu presencia, para mirarlos con tus miradas de amor y para obtener la correspondencia de amor de sus miradas, pero, cuántos vienen a tu presencia y en vez de mirarte y buscarte a ti, miran cosas que las distraen de ti y te privan del gusto del intercambio de miradas entre Tú y ellas... y Tú lloras. Por eso, al besarte siento mis labios empapados por tus lágrimas. Ah Jesús mío, no llores. Quiero poner mis ojos en los tuyos para compartir estas penas tuyas, llorar contigo y darte reparación por las miradas frías y distraídas, ofreciéndote mis miradas y manteniéndolas fijas siempre en ti.

Jesús, amor mío, beso tus santísimos oídos... Ah, te veo todo atento, escuchando lo que quieren de ti las criaturas, para consolarlas, pero ellas, por el contrario, hacen llegar a tus oídos oraciones mal hechas, llenas de recelos, sin verdadera confianza; oraciones, en su mayor parte, por rutina y sin vida... Y tus oídos en esta hostia santa son más molestados que en la misma Pasión.
Oh Jesús mío, quiero tomar todas las armonías del Cielo y ponerlas en tus oídos para repararte por estas molestias; quiero poner en mis oídos en los tuyos, no sólo para compartir estas molestias sino para estar siempre atenta a lo que quieres, a lo que sufres y darte inmediatamente mi acto de reparación y consolarte.

Jesús, vida mía, beso tu santísimo rostro... Lo veo sangrante, lívido e hinchado. Ah, las criaturas vienen ante esta hostia santa y con sus posturas indecentes, con sus conversaciones malas que tienen ante ti, en vez de darte honor, te dan bofetadas y salivazos, y Tú, como en la Pasión, con toda paz, con toda paciencia los recibes y lo soportas todo... Oh Jesús, quiero poner mi rostro no sólo junto al tuyo, para acariciarte y besarte cuando te dan esas bofetadas y limpiarte los salivazos, sino que quiero ponerlo en tu mismo rostro para compartir contigo estas penas; y aún más, quiero hacer de mi ser tantos diminutos pedacitos para ponerlos ante ti como otras tantas estatuas arrodilladas, en continua genuflexión, para repararte por tantos deshonores como te dan ante tu presencia.

Jesús mío, beso tu dulcísima boca... Y veo que Tú, al descender al corazón de las criaturas, el primer sitio donde te apoyas es sobre la lengua y oh, cómo quedas amargado al encontrar muchas lenguas mordaces, impuras, malas... Ah, te sientes como ahogar por esas lenguas... y peor aún cuando desciendes a los corazones. Oh Jesús, si me fuera posible quisiera encontrarme en la boca de cada criatura para endulzarte por cada ofensa que recibes de ellas.

Fatigado bien mío, beso tu santísimo cuello... Pero te veo cansado, agotado y todo ocupado en tu quehacer de amor. Dime ¿qué haces?...

Y Jesús: "Hija mía, Yo, en esta hostia trabajo desde la mañana hasta la noche, formando continuas cadenas de amor, a fin de que al venir las almas a Mí, encuentren ya preparadas mis cadenas de amor para encadenarlas a mi corazón.
Pero, ¿sabes tú lo que a cambio ellas me hacen? Muchas toman a mal estas cadenas mías y se liberan de ellas por la fuerza y las rompen, y como estas cadenas están atadas a mi corazón, Yo me siento torturado y doy en delirio... Y mientras hacen pedazos mis cadenas, haciendo fracasar el trabajo que hago en el Sacramento, buscan las cadenas de las criaturas y de los pecados... y esto aun en mi presencia, sirviéndose de Mí para lograr su intento.
Esto me da tanto dolor que me da una fiebre tan violenta que me hace desfallecer y delirar."


¡Cuánto te compadezco, oh Jesús! Tu amor se ve en un extremo agobio... Ah, te ruego, para consolarte por tu trabajo y para repararte cuando son despedazadas tus cadenas amorosas, que encadenes mi corazón con todas estas cadenas para poder darte por todos mi correspondencia de amor.

Jesús mío, flechero divino, beso tu pecho... Y es tanto y tan grande el fuego que contiene que, para dar un poco de desahogo a tus llamas, que tan en alto se elevan, Tú, queriendo descansar un poco en tu trabajo, en el Sacramento quieres entretenerte también, y tu entretenimiento es formar flechas, dardos, saetas, para que cuando las almas vengan a ti, Tú te entretengas con ellas haciendo salir de tu pecho tus flechas para herirlas, y cuando las reciben, forman tu fiesta y Tú formas tu entretenimiento. Pero muchas, oh Jesús, te las rechazan,
enviándote a su vez, flechas de frialdad, dardos de tibieza y saetas de ingratitud. Y Tú te quedas tan afligido que lloras porque las criaturas te hacen fracasar en tus entretenimientos de amor.


Oh Jesús, he aquí mi pecho, dispuesto a recibir no sólo las flechas preparadas para mí, sino también todas las que las demás rechazan... Así no volverás ya a fracasar en tus entretenimientos, y por correspondencia quiero darte reparación por las frialdades, por las tibiezas y por las ingratitudes que recibes.

Oh Jesús, beso tu mano izquierda... Y quiero reparar por todos los tocamientos ilícitos y no santos hechos en tu presencia y te ruego que con esta mano me tengas siempre estrechada a tu corazón.

Oh Jesús, beso tu mano derecha... Y quiero repararte por todos los sacrilegios, en particular por las misas celebradas malamente...
¡Cuántas veces, amor mío, te ves forzado a descender del Cielo a las manos del Sacerdote, que en virtud de su potestad te llama, y encuentras esas manos llenas de fango, que chorrean inmundicia, y Tú, aunque sientes náusea de esas manos, te ves obligado por tu amor a permanecer en ellas! Es más, en algunos Sacerdotes es peor, en ellos encuentras a los sacerdotes aquellos de tu Pasión, que con sus enormes delitos y sacrilegios renuevan el deicidio...


Jesús mío, es espantoso pensarlo: otra vez te encuentras, como en la Pasión, en esas manos indignas, como un corderito, aguardando de nuevo tu muerte. ¡Ah Jesús, cuánto sufres! ¡Cómo quisieras una mano amorosa para librarte de esas manos sanguinarias!

¡Ah, cuando te encuentres en esas manos, te ruego que hagas que me encuentre presente también yo para darte mi reparación! Quiero cubrirte con la pureza de los ángeles y perfumarte con sus virtudes para neutralizar el hedor de esas manos, y darte mi corazón como consuelo y refugio. Y mientras estés en mí, yo te rogaré por los Sacerdotes, para que sean dignos ministros tuyos, y así no pongan en peligro tu vida sacramental.

Oh Jesús, beso tu pie izquierdo... Y quiero repararte por quienes te reciben por rutina y sin las debidas disposiciones.

Oh Jesús, beso tu pie derecho... Y quiero repararte por aquellos que te reciben para ultrajarte. Cuando eso se atreven a hacer, ah, te ruego que renueves el milagro que hiciste cuando Longinos te atravesó el corazón con la lanza, que al fluir de aquella sangre que brotó, abriéndole los ojos, lo convertiste y lo sanaste; que así al contacto tuyo sacramental, conviertas esas ofensas en amor.


Oh Jesús, beso tu Corazón, el lugar donde se concentran las ofensas... Y quiero darte mi reparación de todo y por todos, quiero corresponderte con amor, y en unión contigo, compartir tus penas. Ah, te suplico que si olvido repararte por alguna ofensa, me hagas prisionera en tu Corazón y en tu Voluntad para que nada se me escape...
A nuestra dulce Mamá suplicaré que me haga atenta, y en unión con Ella te repararemos por todo y por todos, juntas te besaremos y haciéndonos tu defensa, alejaremos de ti las olas de amarguras que por desgracia recibes de las criaturas.


Ah Jesús, recuerda que yo también soy una pobre encarcelada *, si bien es cierto que tus cárceles son mucho más estrechas, como lo es el breve espacio de una hostia.

Así pues, enciérrame en tu Corazón, y con las cadenas de tu amor no sólo aprisióname sino ata a ti uno por uno mis pensamientos, mis afectos, mis deseos. Inmovilízame las manos y los pies, encadenándolos a tu Corazón para no tener otras manos y pies que los tuyos, de manera que, amor mío, mi cárcel sea tu Corazón; mis cadenas, el amor; las rejas que me impidan absolutamente salir, tu Voluntad Santísima; y tus llamas de amor serán mi alimento, mi respiración, mi todo...
Así que ya no veré otra cosa sino llamas, y no tocaré sino fuego, que me dará muerte y vida, como Tú lo sufres en la hostia, y así te daré mi vida. Y mientras yo quedo prisionera en ti, Tú quedarás libre en mí. ¿No ha sido este tu propósito al encarcelarte en la hostia: Ser desencarcelado por las almas que te reciben, recibiendo vida en ellas? Así pues, bendíceme como señal de tu amor y dame un beso, y yo te abrazaré y me quedaré en ti.


Pero veo, oh dulce Corazón mío, que después de que has instituido el Santísimo Sacramento y de que has visto la enorme ingratitud y las innumerables ofensas de las criaturas ante tantos excesos de amor tuyos, aunque quedas herido y amargado, sin embargo no te haces para atrás, al contrario, en la inmensidad de tu amor quisieras ahogarlo todo...

Te veo, oh Jesús, que te das en comunión a tus Apóstoles, y que después agregas que eso que has hecho Tú, lo deben hacer también ellos, dándoles así el poder de consagrar.
De esta manera los ordenas Sacerdotes e instituyes este otro Sacramento. Y así lo reparas todo: las predicaciones mal hechas, los Sacramentos administrados y recibidos sin disposiciones y que quedan, por lo tanto, sin sus efectos buenos; las vocaciones equivocadas de algunos Sacerdotes, tanto por parte de ellos como por parte de quienes los ordenan, no usando todos los medios para conocer las verdaderas vocaciones... Ah Jesús, nada se te olvida... Y yo quiero seguirte y repararte por todas estas faltas y ofensas.
* (Lo dice Luisa, que vivió 64 años prisionera en su cama, en calidad de Víctima con Jesús...)

Y después de que has dispuesto y hecho todo esto, en compañía de tus Apóstoles te encaminas al Huerto de Getsemaní para continuar tu dolorosa Pasión. Y yo en todo te seguiré para hacerte fiel compañía...

><>+<><

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Evangelina M. de Terrazas
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MensajePublicado: Mar Mar 18, 2008 9:34 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
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De las 9 a las 10 de la noche

QUINTA HORA
Primera hora de agonía en El Huerto de Getsemaní


Afligido Jesús mío, como por una corriente eléctrica me siento atraída a este huerto... Ah, comprendo que Tú me llamas, y como por un potente imán siento atraído mi herido corazón, y yo corro pensando para mí: "¿Qué cosa es esta atracción de amor que siento en mí?

¡Ah, es mi perseguido Jesús que se encuentra en tal estado de amargura que siente necesidad de mi compañía." Y yo corro, vuelo, ¿pero qué?, me siento sobrecogida al entrar en este Huerto... es la obscuridad de la noche, la intensidad del frío, el moverse lento de las hojas que como voces lastimeras presagian penas, tristezas y muerte para mi dolorido Jesús.
El dulce centellear de las estrellas, que como ojos llorosos están mirando atentas, y haciendo eco a las lágrimas de Jesús me reprochan mis ingratitudes. Yo tiemblo, y en la obscuridad lo voy buscando y lo llamo:
"Jesús, ¿dónde estás? ¿Me llamas y no te dejas ver? ¿Me llamas y te escondes?"


Todo es terror, todo es espanto y silencio profundo... Pongo toda mi atención en mis oídos y percibo su respirar afanoso... y es precisamente a Jesús a quien encuentro. ¡Pero qué cambio funesto ha habido!
Ya no es el dulce Jesús de la Cena Eucarística, cuyo rostro resplandecía con una hermosura arrebatadora y deslumbrante, sino que ahora está triste, con una tristeza mortal que eclipsa su belleza... Ya está en agonía, y yo me siento turbada al pensar que no escucharé más su voz, pues parece que muere, y por eso me abrazo a sus pies, y haciéndome más atrevida me acerco a sus brazos, le pongo la mano en la frente para sostenerlo y en voz baja lo llamo: "Jesús, Jesús".

Y entonces El respondiendo a mi voz, me mira y me dice:
"Hija, ¿estás aquí? Te estaba esperando, pues el completo abandono de todos es la tristeza que más me oprime. Y te esperaba a ti para hacerte espectadora de mis penas y para hacerte beber conmigo el cáliz de las amarguras que mi Padre Celestial me enviará dentro de poco por medio de un ángel.
Lo beberemos juntos, no será un cáliz de consuelo sino de intensa amargura, y siento la necesidad de que las almas que me aman beban alguna gota al menos... Por eso te he llamado, para que tú lo aceptes y compartas conmigo mis penas y me asegures que no me vas a dejar solo en tanto abandono."


Ah sí, angustiado Jesús mío, bebamos juntos el cáliz de tus amarguras, suframos juntos tus penas, yo no me separaré jamás de estar a tu lado.

Entonces mi afligido Jesús, después de habérselo asegurado, entra en agonía mortal y sufre penas jamás vistas ni escuchadas. Y yo, no pudiendo resistir y queriendo compadecerlo y aliviarlo, le digo:

Dime, ¿por qué estás tan triste, tan afligido y solo en este Huerto y en esta noche? Es la última noche de tu vida en la tierra, pocos momentos te quedan para comenzar tu Pasión... Yo pensaba encontrar al menos a la Celestial Mamá, a la amante Magdalena, a tus fieles Apóstoles, pero por el contrario, solo, solo te encuentro, abrumado por una tristeza que te da muerte despiadada, pero sin hacerte morir.

Oh Bien mío y todo mío, ¿no me respondes?, háblame. Pero parece que te falta la palabra, tan grande es la tristeza que te oprime...
Oh Jesús mío, esa mirada tuya, llena de luz, sí, peor afligida e inquieta, que parece que busca ayuda... Ese tu rostro tan pálido, esos tus labios tan abrasados por el amor, esa tu Divina Persona que tiembla toda de pies a cabeza, ese tu corazón que te palpita tan fuerte y esos latidos tuyos que buscan almas y que te dan tal afán que parece que de un momento a otro vayas a expirar... me dicen que Tú estás solo y que quieres mi compañía...
¡Y aquí me tienes, Jesús toda para ti y contigo! Pero mi corazón no resiste al verte tirado por tierra; entre mis brazos te tomo y te estrecho a mi corazón; quiero contar uno a uno tus afanes, una por una las ofensas que se te presentan ante tu mente, para darte por todo, alivio, por todo, reparación, y por todo darte mi compasión por lo menos.

Pero oh Jesús mío, mientras te tengo entre mis brazos tus sufrimientos aumentan; siento correr en tus venas un fuego, siento que la sangre te hierve y te quiere romper las venas para salir fuera.

Dime, Amor mío, ¿qué tienes? No veo azotes ni espinas ni clavos ni Cruz, y sin embargo, apoyando mi cabeza sobre tu corazón siento que crueles espinas te traspasan la cabeza, ¿qué flagelos tan despiadados son esos que no te dejan a salvo ninguna partícula, ni dentro ni fuera de tu Divina Persona y que hacen que tus manos están contraídas y desfiguradas más que si fuera por clavos?

Dime, dulce Bien mío, ¿quién es el que tanto poder tiene, hasta en tu interior, para atormentarte tanto y hacerte sufrir tantas muertes por cuantos tormentos te da?

Y parece que Jesús bendito abriendo sus labios exánimes y moribundos me dice:
"Hija mía, ¿quieres saber quién es el que me atormenta más que los mismos verdugos, es más, que ellos serán nada en comparación con él?

¡Es el amor eterno!, que queriendo tener la supremacía en todo, me está haciendo sufrir todo junto y hasta en lo más íntimo, lo que los verdugos me harán sufrir poco a poco.
¡Ah hija mía! Es el amor que prevalece por entero sobre Mí y en Mí. El amor es para Mí clavo, el amor es para Mí flagelo, el amor es para Mí corona de espinas, el amor es para Mí todo, el amor es para Mí mi Pasión perenne, mientras que la Pasión que los hombres me darán es temporal...
Ah hija mía, entra en mi corazón y vente a perder en mi Amor y sólo en mi Amor comprenderás cuánto he sufrido y cuánto te he amado, y aprenderás a amarme y a sufrir sólo por amor".


Oh Jesús mío, ya que Tú me llamas adentro de tu Corazón para hacerme ver lo que el amor te hizo sufrir, yo entro en él, y al entrar encuentro los portentos del amor, que no te corona la cabeza con espinas materiales sino con espinas de fuego, que no te flagela con cuerdas sino con flagelos de fuego, que te crucifica no con clavos de fierro sino de fuego... todo él es fuego que te penetra en tus huesos hasta la médula, y que destilando en fuego a toda tu Santísima Humanidad te causa penas mortales, evidentemente más que en la misma Pasión, y prepara un baño de amor para todas las almas que hayan de querer lavarse de cualquier mancha y adquirir el derecho de ser hijas del amor.

¡Oh amor sin fin, yo me siento retroceder ante tal inmensidad de amor, y veo que para poder entrar en el amor y comprenderlo, debo ser toda Amor! ¡Y, oh Jesús mío, no lo soy!

Pero ya que Tú quieres mi compañía y quieres que entre en ti, te suplico que me hagas convertirme toda en amor; te suplico que corones mi cabeza y cada uno de mis pensamientos con la corona del amor; te pido, oh Jesús, que con el flagelo del amor flageles mi alma, mi cuerpo, mis potencias, mis sentimientos, mis deseos, mis afectos, en suma, todo, y en todo quede flagelada y sellada por el amor.
Haz, oh amor interminable, que no haya cosa alguna en mí que no tome vida del amor...


Oh Jesús, centro de todos los amores, te suplico que claves mis manos y mis pies con los clavos del amor para que enteramente clavada por el Amor, en Amor me convierta, el amor entienda, de amor me vista, de amor me alimente, y el amor me tenga toda clavada en ti a fin de que ninguna cosa, ni dentro ni fuera de mí, se atreva a desviarme y alejarme del amor, oh Jesús."

+ + +

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Evangelina M. de Terrazas
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MensajePublicado: Mar Mar 18, 2008 10:04 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
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De las 10 a las 11 de la noche

SEXTA HORA
Segunda hora de agonía en el Huerto de Getsemaní


Oh dulce Jesús mío, ya ha transcurrido una hora desde que llegaste a este Huerto.
El Amor tomó la primacía sobre todo, haciéndote sufrir todo junto lo que los verdugos te harán sufrir en el curso de tu amarguísima Pasión; más aun, suplió y llegó a hacerte sufrir todo lo que ellos no podrán, y en las partes más internas de tu Divina Persona.

Jesús mío, te veo ya vacilante en tus pasos, pero no obstante, quieres caminar.
Dime, oh bien mío, ¿a dónde quieres ir? Ah, ya comprendo, a encontrar a tus amados discípulos... y yo también quiero acompañarte para sostenerte si Tú vacilas.

Pero, oh Jesús mío, otras amarguras encuentra tu corazón: Ellos duermen y Tú siempre piadoso, los llamas, los despiertas y con paternal amor los amonestas y les recomiendas la vigilancia y la oración. Vuelves luego al Huerto, pero llevas otra herida en el Corazón, y en esta herida veo, oh amor mío, todas las heridas de las almas consagradas a ti, que, o por tentación o por estado de ánimo o por falta de mortificación, en ves de estrecharse a ti, de velar y orar, se abandonan a sí mismas y, somnolientas, en vez de progresar en el amor y en la unión contigo, retroceden...

Cuánto te compadezco, oh amante apasionado, y te reparo por todas las ingratitudes de tus más fieles. Estas son las ofensas que mayormente entristecen a tu corazón adorable y es tal y tan grande su amargura que te hacen delirar. Pero, oh amor mío sin límites, tu amor que te hierve en las venas vence todo y olvida todo.
Te veo postrado por tierra, y oras, te ofreces, reparas y quieres glorificar al Padre en todo, por las ofensas que le hacen las criaturas. También yo, oh Jesús mío, me postro contigo y unido a ti quiero hacer lo que haces Tú...

Oh Jesús, delicia de mi corazón, veo que la multitud de todos los pecados, nuestras miserias, nuestras debilidades, los más enormes delitos, las más negras ingratitudes, te vienen al encuentro, se arrojan sobre ti y te aplastan, te hieren, te muerden...

Y Tú, ¿qué haces? La sangre que te hierve en las venas hace frente a todas estas ofensas, rompe las venas y en copiosos arroyos brota fuera, te empapa todo y corre hasta la tierra, dando sangre por ofensas, Vida por muerte...
¡Ah, a qué estado te veo reducido, estás expirando ya!

Oh bien mío, dulce vida mía, no te mueras, levanta la cara de esta tierra que has mojado con tu sangre preciosísima, ven a mis brazos y haz que yo muera en vez de ti... Pero oigo la voz trémula y moribunda de mi dulce Jesús, que dice: "¡Padre, si es posible, pase de Mí este cáliz, pero hágase no mi voluntad sino la Tuya!"

Ya es la segunda vez que oigo esto de mi dulce Jesús. ¿Pero que es lo que me quieres hacer comprender con estas palabras: "Padre, si es posible pase de Mí este cáliz?"

Oh Jesús, se te hacen presentes todas las rebeliones de las criaturas, ves por casi todas rechazado aquel "Hágase tu Voluntad" que debía ser la vida de cada criatura, y éstas, en vez de encontrar la vida, encuentran la muerte; y Tú, queriendo dar la vida a todas y hacer una solemne reparación al Padre por las rebeliones de las criaturas, por tres veces repites: "¡Padre, si es posible pase de Mí este cáliz", es decir, "el cáliz amargo de que las almas, separándose de nuestra Voluntad, se pierdan"... "Este cáliz es para Mí muy amargo; sin embargo, no se haga mi voluntad, sino la Tuya." Pero mientras dices esto, es tal y tan grande la amargura, que te reduce al extremo, te hace agonizar y estás a punto de dar el último respiro...

Oh Jesús mío, Bien mío, ya que estás en mis brazos, yo también quiero unirme contigo, quiero repararte y compadecerte por todas las faltas, por todos los pecados que se cometen contra tu Santísimo Querer, y suplicarte que yo siempre haga todo en tu Santísima Voluntad; que tu Voluntad sea mi respiro, mi aire, que tu Voluntad sea mi latido, sea mi corazón, mi pensamiento, mi vida y mi muerte...

Pero, ah, no te mueras. ¿A dónde podré ir sin ti? ¿A quién me volveré, quién me ayudará? Todo acabaría para mí. Ah, no me dejes, tenme como quieras, como a ti más te plazca, pero tenme contigo, siempre contigo; que jamás suceda que, ni por un instante, me quede separada de ti.
Es más, déjame endulzarte, repararte y compadecerte por todos, porque veo que todos los pecados, de todas las especies, pesan sobre ti.

Por eso, Amor mío, beso tu santísima cabeza...
Pero, ¿qué veo? Todos los malos pensamientos, y Tú sientes su horror. Cada pensamiento malo es una espina para tu sacratísima cabeza, que te hiere acerbamente; ah, no se podrán comparar con la corona de espinas que te pondrán los judíos... ¡Cuántas coronas de espinas te ponen en tu adorable cabeza los malos pensamientos de las criaturas!, tanto que la sangre te brota por todas partes, de la frente, y hasta de entre los cabellos... Jesús, te compadezco y quisiera ponerte otras tantas coronas de gloria y para endulzarte te ofrezco todas las inteligencias de los ángeles y tu misma inteligencia para ofrecerte una compasión y una reparación por todos.

Oh Jesús, beso tus ojos piadosos... Y en ellos veo todas las malas miradas de las criaturas que hacen correr sobre tu rostro lágrimas de sangre... Te compadezco y quisiera endulzar tu vista poniéndote delante todos los justos que se puedan encontrar en el Cielo y en la tierra.

Jesús, bien mío, beso tus sacratísimos oídos... Pero, ¿qué escucho? En ellos oigo el eco de las horrendas blasfemias, los gritos de venganza y de maledicencia; no hay ni una voz amante y dulce que resuene en tus sacratísimos oídos... Oh amor insaciable, te compadezco, y quiero consolarte haciendo resonar en ellos todas las armonías del Cielo, la voz dulcísima de tu querida Mamá, los encendidos acentos de la Magdalena y de todas las almas que te aman.

Jesús, vida mía, un beso más encendido quiero poner en tu rostro, cuya belleza no tiene par... Ah, este es el rostro ante el cual los ángeles no se atreven a levantar la mirada, y es tal y tanta su hermosura que a ellos los arrebata, pero que las criaturas sí se atreven a ensuciarlo con salivazos, a golpearlo con bofetadas y a pisotearlo bajo los pies.

¡Amor mío, qué osadía! ¡Quisiera gritar fuertemente para ponerlos en fuga! Te compadezco, y para reparar estos insultos me dirijo a la Trinidad Sacrosanta para pedir el beso del Padre y del Espíritu Santo y las inimitables caricias de sus manos creadoras, me dirijo también a la Mamá Celestial para que me dé sus besos, las caricias de sus manos maternas y sus profundas adoraciones, me dirijo también a todas las almas consagradas a ti y te lo ofrezco todo para repararte por las ofensas hechas a tu santísimo rostro.

Dulce bien mío, beso tu dulcísima boca... Pero la siento amargada por las horribles blasfemias, por las náuseas de la gula y de las embriagueces, por las conversaciones obscenas, por las oraciones mal hechas, por las malas enseñanzas y por todo lo malo que hace el hombre con la palabra...
Jesús, te compadezco y quiero endulzarte la boca, para lo cual te ofrezco todas las alabanzas angélicas y el buen uso de la palabra que hacen tus hijos.

Oprimido amor mío, beso tu cuello... Y ya lo veo atado con las sogas y las cadenas de los apegos y los pecados de las criaturas.
Te compadezco, y para aliviarte te ofrezco la unión inseparable de las Divinas Personas; y yo, fundiéndome en esta unión, extiendo a ti mis brazos y formando en torno a tu cuello dulces cadenas de amor quiero alejar de ti las ataduras de los apegos que casi te ahogan, y para endulzarte te estrecho fuerte a mi corazón.

Fortaleza divina, beso tus santísimos hombros... Y los veo lacerados, veo tus carnes arrancadas a pedazos por los escándalos y los malos ejemplos de las criaturas.
Te compadezco, y para aliviarte te ofrezco tus santos ejemplos y los ejemplos de la Mamá y Reina y los de todos tus santos; y yo, Jesús mío, haciendo correr mis besos en cada una de estas llagas quiero encerrar en ellas las almas que por motivo de escándalo han sido arrancadas de tu Corazón, y quiero así sanar las carnes de tu santísima Humanidad.

Fatigado Jesús mío, beso tu pecho... Y lo veo herido por las frialdades, por las tibiezas, por las faltas de correspondencia y por las ingratitudes de todas las criaturas...
Te compadezco, y para endulzarte te ofrezco el recíproco amor del Padre y del Espíritu Santo, la perfecta correspondencia entre las tres Divinas Personas; y yo, oh Jesús mío, sumergiéndome en tu amor, quiero ser defensa para impedir estas heridas que las criaturas te causan con sus pecados, y tomando tu amor, quiero con él herirlas para que ya no se atrevan a ofenderte nunca más, y quiero derramarlo en tu pecho para endulzarte y sanarte.

Oh Jesús mío, beso tus manos creadoras... Y veo todas las malas acciones de las criaturas que como otros tantos clavos traspasan tus manos santísimas, de modo que no quedas Tú crucificado sólo con tres clavos, como sobre la Cruz, sino por tantos clavos por cuantas son las obras malas que hacen las criaturas...

Te compadezco, y para endulzarte te ofrezco todas las obras santas, el valor de los mártires al dar su sangre y su vida por tu amor; y quisiera también, Jesús mío, ofrecerte todas las buenas obras para quitarte todos los clavos de las obras malas.

Jesús, beso tus pies santísimos, siempre incansables en la búsqueda de las almas... Y veo que en ellos encierras todos los pasos de las criaturas, pero muchas de ellas sientes que te escapan y tú quisieras tomarlas a todas. Por cada uno de sus malos pasos Tú te sientes traspasado por un clavo, y quieres servirte de todos estos clavos para clavarlas en tu amor... Y tal y tan intenso es el dolor que sientes y el esfuerzo que haces por clavarlas a tu amor que te estremeces todo. Oh Jesús, te compadezco, y para consolarte te ofrezco los pasos de todas las almas fieles que exponen su vida por salvar almas.

Oh Jesús, beso tu Corazón... Y veo que sigues agonizando, no por lo que te harán sufrir los judíos, no, sino por el dolor que te causan las ofensas de las criaturas... en estas horas quieres dar el primer lugar al amor, el segundo lugar, a todos los pecados, por los cuales expías, reparas, glorificas al Padre y aplacas a la divina Justicia; y el tercer lugar, a los judíos. Y con esto me das a entender que la Pasión que te harán sufrir los judíos no será sino la sombra de la doble Pasión amarguísima que te hacen sufrir el amor y el pecado, y por esto es por lo que yo veo concentrado en tu Corazón la lanza del amor, la lanza del pecado, y esperas la tercera lanza, la lanza de los judíos... Y tu Corazón sofocado por el amor sufre contracciones violentas, afectos impacientes de amor, deseos que te consumen, latidos de fuego que quisieran dar vida a cada corazón. Y precisamente es aquí, en tu Corazón, donde sientes todo el dolor que te causan las criaturas, las cuales con sus malos deseos, con sus desordenados afectos, con sus latidos profanados, en vez de querer tu amor, buscan otros amores...

¡Jesús mío, oh cuánto sufres! Te veo desfallecer, sumergido por las olas de nuestras iniquidades; te compadezco y quiero endulzar la amargura de tu Corazón triplemente traspasado, ofreciéndote las dulzuras eternas y el amor dulcísimo de la Mamá querida.

Y ahora, oh Jesús, haz que mi pobre corazón tome vida de este Corazón tuyo, para que no viva más que con tu solo Corazón, y en cada ofensa que recibas, mi corazón se encuentre siempre preparado para ofrecerte un consuelo, un alivio, un acto de amor ininterrumpido...

+ + +

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MensajePublicado: Mar Mar 18, 2008 10:45 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
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De las 11 a las 12 de la noche

SÉPTIMA HORA
Tercera hora de agonía en El huerto de Getsemaní


Dulce bien mío, mi corazón no resiste... Te miro y veo que sigues agonizando; la sangre como en arroyos te chorrea de todo el cuerpo y con tanta abundancia que no sosteniéndote de pie, has caído en un lago.

¡Oh amor mío, se me rompe el corazón viéndote tan débil y agotado! Tu rostro adorable y tus manos creadoras se apoyan en la tierra y se llenan de Sangre...; me parece que a los ríos de iniquidad que te mandan las criaturas, quieras Tú dar ríos de sangre para hacer que todas las culpas queden en éstos ahogadas, y dar así con tu Sangre a cada uno el perdón.

¡Más, oh Jesús mío, reanímate, ya es demasiado lo que sufres; baste ya hasta aquí a tu amor!
Y mientras parece que mi amable Jesús muere en su propia sangre, el amor le da de nuevo vida.
Lo veo moverse penosamente, se pone de pie y así, cubierto de sangre y fango, parece que quiere caminar, pero no teniendo fuerzas, fatigosamente se arrastra...

Dulce vida mía, déjame que te lleve entre mis brazos... ¿Es que vas, acaso, a tus amados discípulos?
¡Pero cuánto es el dolor de tu adorable corazón al encontrarlos nuevamente dormidos! Y Tú con voz apagada y trémula los llamas:
"Hijos míos, no durmáis, la hora está próxima. ¿no veis a qué estado me he reducido? Ah, ayudadme, no me abandonéis en estas horas extremas."

Y casi vacilante estás a punto de caerte a su lado mientras Juan extiende sus brazos para sostenerte. Estás tan irreconocible que de no haber sido por la suavidad y dulzura de tu voz, no te habrían reconocido. Después, recomendándoles que estén despiertos y que oren, vuelves al Huerto, pero con una segunda herida en el Corazón.

En esta herida veo, oh bien mío, todas las culpas de aquellas almas que a pesar de las manifestaciones de tus favores en dones, caricias y besos, en las noches de la prueba, olvidándose de tu amor y de tus dones se quedan somnolientas y adormiladas, perdiendo así el espíritu de continua oración y vigilancia.

Jesús mío, es cierto que después de haberte visto y después de haber gustado tus dones, se necesita gran fuerza para quedar privados y resistir; sólo un milagro puede hacer que esas almas resistan la prueba.

Por eso, mientras te compadezco por esas almas, cuyas negligencias, ligerezas y ofensas son las más amargas para tu corazón, te ruego que en el momento que llegasen a dar un solo paso que pudiera en lo más mínimo entristecerte, las rodees de tanta Gracia que las detengas, para que no pierdan el espíritu de continua oración.

Dulce Jesús mío, mientras vuelves al Huerto parece que ya no puedes más; levantas al Cielo el rostro cubierto de sangre y de tierra y por tercera vez repites:
"Padre, si es posible, pase de Mí este cáliz... ; Padre Santo, ayúdame, tengo necesidad de consuelo; es verdad que por las culpas que he tomado sobre Mí soy repugnante, despreciable, el último entre los hombres ante tu Majestad infinita; tu Justicia está airada contra Mí; pero mírame, oh Padre, pues siempre soy tu Hijo y formo una sola cosa contigo. ¡Ah, socorro, piedad, oh Padre, no me dejes sin consuelo!"


A continuación, oh Bien mío, me parece escuchar que llamas en tu ayuda a la querida Mamá:
"Dulce Mamá, estréchame entre tus brazos como me estrechabas siendo niño; dame aquella leche que tomaba de ti para darme fuerzas y endulzar las amarguras de mi agonía; dame tu corazón que es todo mi contento.
Madre mía, Magdalena, Apóstoles queridos, vosotros todos los que me amáis, ayudadme, confortadme, no me dejéis solo en estos momentos extremos, hacedme todos corona a mi alrededor, dadme el consuelo de vuestra compañía y de vuestro amor...

Jesús, amor mío, ¿quién puede resistir viéndote en estos extremos? ¿Qué corazón será tan duro que no se rompa viéndote ahogado en tu sangre? ¿Quién no derramará a torrentes amargas lágrimas al escuchar los dolorosos acentos con que buscas ayuda y consuelo?

Jesús mío, consuélate; veo que ya el Padre te envía un ángel como consuelo y ayuda, para que puedas salir de este estado de agonía y puedas entregarte en manos de los judíos.
Y mientras Tú estás con el ángel, yo recorreré Cielos y tierra. Tú me permitirás que tome esta sangre que has derramado para que pueda dársela a todos los hombres como prenda de salvación para cada uno y llevarte el consuelo de la correspondencia de sus afectos, latidos pensamientos, pasos y obras.

Celestial Madre mía, vengo a Ti para que juntas vayamos a todas las almas y les demos la sangre de Jesús.
Dulce Mamá, Jesús quiere consuelo, y el mayor consuelo que podemos darle es llevarle almas...
Magdalena, acompáñanos; ángeles todos, venid a ver a qué estado se ha reducido Jesús. El quiere consuelo de todos y es tal y tan grande el abatimiento en que se encuentra que no desdeña a ninguno.


Jesús mío, mientras bebes el cáliz lleno de intensas amarguras que el Padre te ha enviado, oigo que suspiras más, que gimes y que deliras, y con voz sofocada dices:
"¡Almas, almas, venid aliviadme, tomad sitio en mi Humanidad! ¡Os quiero, os suspiro! ¡Ah, no seáis sordas a mi voz, no hagáis vanos mis deseos ardientes, mi sangre, mi amor, mis penas! ¡Venid almas, venid!"

Delirante Jesús mío, cada uno de tus gemidos y suspiros es una herida para mi corazón, herida que no me da reposo, por lo que hago mía tu sangre, tu Querer, tu celo ardiente, tu amor, y recorriendo Cielos y tierra quiero ir a todas las almas para darles tu sangre como prenda de salvación y llevártelas a Ti para calmar tus anhelos, tus delirios y endulzar las amarguras de tu agonía, y mientras hago esto, acompáñame Tú mismo con tu mirada...

Madre mía, vengo a ti porque Jesús quiere almas, quiere consuelo; dame, pues, tu mano materna y recorramos juntas todo el mundo en busca de almas... Encerremos en su sangre los afectos, los deseos, los pensamientos y obras, los pasos de todas las criaturas e incendiemos sus almas con las llamas de su Corazón para que se rindan, y así, metidas en su sangre y transformadas en sus llamas las conduciremos en torno a Jesús para endulzarle las penas de su amarguísima agonía.
Ángel mío de mi guarda, precédenos tú y prepáranos las almas que han de recibir esta Sangre para que ninguna gota se quede sin su copioso efecto.


Madre mía, pronto, pongámonos en camino; veo que Jesús nos sigue con su mirada, escucho sus repetidos sollozos que nos incitan a apresurar nuestra tarea.
Y he aquí, oh Mamá, que ya a los primeros pasos nos encontramos a las puertas de las casas donde yacen los enfermos.

¡Cuántos miembros llagados! ¡Cuántos enfermos, bajo la atrocidad de los dolores prorrumpen en blasfemias e intentan quitarse la vida... ¡Otros se ven abandonados por todos y no tienen quien les dé una palabra de consuelo ni los más necesarios socorros, y por eso más se lamentan contra Dios y se desesperan.

Ay Mamá, escucho los sollozos de Jesús, pues ve correspondidas con ofensas sus más delicadas predilecciones de amor, que hacen sufrir a las almas para hacerlas semejantes a El.
Ah, démosles su Sangre para que las provea de las ayudas necesarias y les haga comprender con su luz el bien que hay en el sufrir y la semejanza que adquieren con Jesús.
Y tú, Madre mía, ponte a su lado y como Madre afectuosa toca con tus manos maternas sus miembros doloridos, alíviales sus dolores, tómalas en tus brazos y derrama de tu Corazón torrentes de gracias sobre todas sus penas.
Haz compañía a los abandonados, consuela a los afligidos; para quienes carecen de los medios necesarios dispón tú las almas generosas que los socorran; a quienes se encuentran bajo la atrocidad de los dolores obtenles consuelo y reposo; para que así, aligerados, puedan con mayor paciencia sobrellevar todo lo que Jesús dispone para ellos.


Sigamos nuestro recorrido y entremos en la estancia de los moribundos...

¡Madre mía, qué terror! ¡Cuántas almas hay a punto de caer en el infierno! ¡Cuántas, después de una vida de pecado quieren dar el último dolor a ese Corazón repetidamente traspasado, sellando su último respiro con un último acto de desesperación!
Muchos demonios están en torno a ellas infundiendo en su corazón terror y espanto de los divinos juicios, dándoles así el último asalto para llevarlas al infierno; desearían avivar las llamas del infierno para envolverlas a ellas y no dar así lugar a la esperanza...
Otras, atadas por los apegos de la tierra no saben resignarse a dar el último paso...
Ah Mamá son los últimos momentos, tienen mucha necesidad de ayuda, ¿no ves cómo tiemblan, cómo se debaten entre los espasmos de la agonía, cómo piden ayuda y piedad? La tierra ya ha desaparecido para ellas.


Mamá Santa, ponles tu mano materna sobre sus heladas frentes y acoge Tú sus últimos respiros.
Demos a cada moribundo la Sangre de Jesús, la que poniendo en fuga a todos los demonios, disponga a todos a recibir los últimos Sacramentos y los prepare a una buena y santa muerte.
Démosles el consuelo de la agonía de Jesús, sus besos, sus lágrimas y sus llagas; rompamos las ataduras que los tienen sujetos; hagamos oír a todos las palabras del perdón y pongámosles tal confianza en el corazón que hagamos que se arrojen en los brazos de Jesús.
Y así El, cuando los juzgue, los encuentre cubiertos con su Sangre y abandonados en sus brazos haga que quieran recibir todo su perdón.


Pero continuemos, oh Mamá. Tus ojos maternos miren con amor la tierra y se muevan a compasión por tantas pobres criaturas que necesitan esta Sangre... Madre mía, me siento incitada por la mirada indagadora de Jesús a correr, porque quiere almas. Siento sus gemidos en el fondo de mi corazón que repiten: "Hija mía, ayúdame, dame almas..."

Mira, Mamá, como está llena la tierra de almas que están a punto de caer en el pecado, y cómo Jesús rompe en llanto viendo su Sangre sufrir nuevas profanaciones... Hace falta un milagro que les impida la caída; démosles pues, la Sangre de Jesús para que encuentren en ella la fuerza y la gracia para no caer en el pecado.

Un paso más, Madre mía, y he aquí otras almas ya caídas en culpa, las cuales necesitan una mano que las levante. Jesús las ama pero las mira horrorizado porque están enfangadas, y su agonía se hace aún más intensa.

Démosles la Sangre de Jesús para que encuentren así esa mano que las levante... Mira, Mamá, son almas que tienen necesidad de esta Sangre, almas muertas a la gracia.
¡Oh, qué lamentable es su estado! El Cielo las mira y llora con dolor, la tierra las mira con repugnancia; todos los elementos están contra ellas y quisieran destruirlas, porque son enemigas del Creador.
Oh Mamá, la Sangre de Jesús contiene la vida: démosela pues, para que a su contacto estas almas resuciten y resurjan más hermosas, y hagan así sonreír a todo el Cielo y la tierra.


Pero sigamos, oh Mamá...
Mira, hay almas que llevan la marca de la perdición, almas que pecan y huyen de Jesús, que lo ofenden y desesperan de su perdón... Son los nuevos Judas dispersos por la tierra, que traspasan ese corazón tan amargado.
Démosles la Sangre de Jesús para que esta Sangre borre en ellos la marca de la perdición y les imprima la de la salvación; para que ponga en sus corazones tanta confianza y amor después de la culpa que los haga correr a los pies de Jesús y estrecharse a esos pies divinos para no separarse jamás...


Mira, oh Mamá, hay almas que corren locamente hacia la perdición y no hay quien detenga su carrera.
Ah, pongamos esa Sangre ante sus pies para que al tocarla, ante su luz y ante sus voces suplicantes, que quieren salvarlas, puedan retroceder y ponerse en el camino de la salvación...


Continuemos, Mamá, nuestro recorrido.
Mira, hay almas buenas, almas inocentes en las que Jesús encuentra sus complacencias y su descanso de la Creación, pero las criaturas están en torno a ellas con tantas insidias y escándalos para arrancar esta inocencia y convertir las complacencias y el descanso de Jesús en lágrimas y amarguras, como si no tuvieran más fin que el de dar continuos dolores a ese Corazón divino...

Sellemos y circundemos pues su inocencia con la Sangre de Jesús, para que sea como un muro de defensa para que en ellas no entre la culpa; pon en fuga, con su Sangre, a quienes quisieran contaminarlas, y consérvalas puras y sin mancha para que en ellas Jesús encuentre su descanso de la Creación y todas sus complacencias, y por amor de ellas se mueva a piedad de tantas otras pobres criaturas...

Madre mía, pongamos estas almas en la Sangre de Jesús, atémoslas una y otra vez con el Santo Querer de Dios, llevémoslas a sus brazos y con las dulces cadenas de su amor atémoslas a su Corazón para endulzar las amarguras de su mortal agonía...


Pero escucha, oh Mamá esta sangre grita y quiere todavía más almas... Corramos juntas y vayamos a las regiones de herejes y de infieles... ¡Cuánto dolor siente Jesús en estas regiones!
El, siendo vida de todos, no recibe en correspondencia ni siquiera un pequeño acto de amor y no es conocido por sus mismas criaturas...

Ah Mamá, démosles esta Sangre para que les disipe las tinieblas de la ignorancia o de la herejía, para que les haga comprender que tienen un alma, y abra para ellas el Cielo. Después pongámoslas en torno a Él como tantos hijos huérfanos y desterrados que al fin encuentran a su Padre, y así Jesús se sentirá confortado en su amarguísima agonía.


Pero parece que Jesús no está aún contento, porque quiere más almas. En estas regiones de paganos e infieles siente que de sus brazos le son arrancadas las almas de los moribundos para ir a precipitarse en el infierno.
Estas almas están ya a punto de expirar y caer en el abismo, no hay nadie a su lado para salvarlas. ¡El tiempo apremia, los momentos son extremos y se perderán sin duda!


No, Mamá, esta Sangre no será derramada inútilmente por ellas, por tanto volemos inmediatamente hacia ellas y derramemos sobre su cabeza la Sangre de Jesús para que les sirva de Bautismo e infunda en ellas la Fe, la Esperanza y la Caridad... Ponte a su lado, Mamá, y suple Tú todo lo que les falta; más aún, déjate ver; en tu rostro resplandece la belleza de Jesús, tus modos son en todo iguales a los suyos, y por eso, viéndote, podrán conocer con certeza a Jesús.

Estréchalas después a tu corazón materno, infúndeles la vida de Jesús que tú posees, diles que siendo Tú su madre, las quieres para siempre felices contigo en el Cielo, y así, mientras expiran, recíbelas en tus brazos y haz que de los tuyos pasen a los de Jesús.

Y si Jesús mostrase, según los derechos de la Justicia, que no puede recibirlas, recuérdale el amor con el que te las confió bajo la Cruz, y reclama tus derechos de Madre, de manera que a tu amor y a tus plegarias El no pueda resistir, y mientras contentará tu Corazón, contentará también tus ardientes deseos.


Y ahora, oh Mamá, tomemos esta Sangre y démosla a todos:

A los afligidos, para que sean consolados; a los pobres, para que sufran su pobreza resignados y agradecidos; a los que son tentados, para que obtengan la victoria; a los incrédulos, para que en ellos triunfe la virtud de la Fe; a los blasfemos, para que cambien sus blasfemias en bendiciones; a los Sacerdotes, para que comprendan su misión y sean dignos ministros de Jesús; toca sus labios con esta Sangre para que no digan palabras que no sean de gloria de Dios; toca sus pies para que corran y vuelen en busca de almas y las conduzcan a Jesús... Demos esta Sangre a quienes rigen los pueblos, para que estén unidos y tengan mansedumbre y amor hacia sus súbditos.

Volemos ahora hacia el Purgatorio y demos también esta Sangre a las almas penantes, pues ellas lloran y suplican esta Sangre para su liberación...

¿No escuchas, Mamá, sus gemidos y sus delirios de amor que las torturan, y cómo continuamente se sienten atraídas hacia el Sumo Bien? ¿Ves cómo Jesús mismo quiere purificarlas para tenerlas cuanto antes consigo?
El las atrae con su amor, y ellas le corresponden con continuos ímpetus de amor hacia El, pero al encontrarse en su presencia, no pudiendo aún sostener la pureza de la divina mirada, no pueden sino retroceder y caer de nuevo en las llamas de amor purificadoras...


Madre mía, descendamos en esta profunda cárcel y derramando sobre ellas esta Sangre, llevémosles la Luz, mitiguemos sus delirios de amor, extingamos el fuego que las abrasa, purifiquémoslas de sus manchas, para que así, libres de toda pena, vuelen a los brazos del Sumo Bien; demos esta Sangre a las almas más abandonadas y olvidadas, para que encuentren en Ella todos los sufragios que las criaturas les niegan; demos a todas, oh Mamá esta Sangre, no privemos a ninguna, para que en virtud de Ella todas encuentren alivio y liberación. Haz de Reina en estas regiones de llantos y de lamentos, extiende tus manos maternas y saca de estas llamas ardientes, una por una a todas las almas, haciéndolas emprender a todas el vuelo hacia el Cielo...

Y ahora hagamos también nosotras un vuelo hacia el Cielo. Pongámonos a las puertas eternas y... permíteme, oh Mamá, que también a ti te dé esta Sangre para tu mayor gloria.
Esta Sangre te inunde de nueva Luz y de nuevos contentos... y haz que esta Luz descienda en beneficio de todas las criaturas para darles a
todas la gracia de la salvación.


Ahora, Madre mía, dame también Tú a mí esta Sangre... Tú sabes cuánto la necesito.
Con tus mismas manos maternas retoca todo mi ser con esta Sangre y, retocándome, purifícame de mis manchas, cura mis llagas, enriquece mi pobreza, haz que esta Sangre circule por mis venas y me dé toda la Vida de Jesús, que descienda a mi corazón y me lo transforme en su mismo Corazón, que me embellezca tanto que Jesús pueda encontrar todas sus complacencias en mí.


Ahora sí, oh Mamá, entremos en las regiones del Cielo y demos esta Sangre a todos los bienaventurados, a todos los ángeles, para que puedan tener mayor gloria, para que prorrumpan en himnos y acciones de gracias a Jesús y rueguen por nosotros, viadores, para que en virtud de esta Sangre podamos un día reunirnos con ellos.

Y después de haber dado a todos esta Sangre vayamos de nuevo a Jesús.
Ángeles y santos, venid con nosotras.
Ah, El suspira las almas y quiere hacerla entrar todas en su Humanidad para darles a todas los frutos de su Sangre. Pongámoslas, pues, en torno a El y se sentirá volver la Vida y recompensar por la amarguísima agonía que ha sufrido.


Y ahora, Mamá santa, llamemos a todos los elementos a hacerle compañía a fin de que ellos rindan también honor a Jesús...

Oh luz del sol, ven a disipar las tinieblas de esta noche para dar consuelo a Jesús.
Oh estrellas, con vuestras centelleantes luces descended del cielo y venid a consolar a Jesús. Flores de la tierra, venid con vuestros perfumes; pajarillos de los aires, venid con vuestros trinos; elementos todos de la tierra, venid a confortar a Jesús.
Ven, oh mar, a refrescar y a lavar a Jesús... El es nuestro creador, nuestra vida, nuestro todo; venid todos a confortarlo, a rendirle homenaje como a nuestro soberano Señor...


Pero, ay, Jesús no busca luz, ni estrellas, ni flores, ni aves... ¡El quiere almas, almas!

Helas aquí, dulce bien mío, a todas junto conmigo: A tu lado está nuestra Mamá querida... descansa Tú entre sus brazos; también ella tendrá consuelo al estrecharte a su regazo, pues ha participado intensamente en tu dolorosa agonía...
También está aquí Magdalena, está Marta, y están todas las almas que te aman de todos los siglos...

Oh Jesús, acéptalas, y a todas di una palabra de amor y de perdón; en tu amor átalas a todas para que no vuelva a huirte ningún alma... Pero parece que me dices:

"¡Ah hija, cuántas almas por la fuerza huyen de Mí y se precipitan en la ruina eterna! ¿Cómo podrá, entonces, calmarse mi dolor, si Yo amo tanto a una sola alma cuanto amo a todas las almas juntas?... "


><>+<><

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Evangelina M. de Terrazas
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MensajePublicado: Mar Mar 18, 2008 10:55 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
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Conclusión de la Agonía

Agonizante Jesús, parece que está por apagarse tu vida, oigo ya el estertor de tu agonía y veo tus hermosos ojos eclipsados por la cercana muerte y tus santísimos miembros abandonados, y siento cada vez más como que ya no respiras, y siento que el corazón se me rompe por el dolor. Te abrazo y te siento helado; te toco y no das señales de vida... ¡Jesús! ¿Estás muerto?

Afligida Mamá, ángeles del Cielo, venid a llorar a Jesús; y no permitáis que siga yo viviendo sin EL, porque no puedo. Y me lo estrecho más fuerte y siento que da otro respiro, y luego que otra vez no da señales de vida... Y lo llamo: "¡Jesús, Jesús, vida mía, no te mueras! Ya oigo el ruido de tus enemigos que vienen a prenderte... ¿Quién te defenderá en el estado en que te encuentras?"

Y El, sacudido, parece que resurge de la muerte a la vida. Me mira y me dice:
"Hija, ¿estás aquí? ¿Has sido espectadora de mis penas y de tantas muertes como he sufrido?
Pues bien, debes saber, oh hija, que en estas tres horas de amarguísima agonía he reunido en Mí todas las vidas de las criaturas, y he sufrido todas sus penas y hasta sus mismas muertes, dándoles a cada una mi misma Vida...
Mis agonías sostendrán las suyas; mis amarguras y mi muerte se tornarán para ellas en fuente de dulzura y de vida.
¡Cuánto me cuestan las almas! ¡Si fuese al menos correspondido! Es por eso que has visto cómo, mientras moría, volvía a respirar... Eran las muertes de las criaturas que sentía en Mí."


Fatigado Jesús mío, ya que has querido encerrar en ti también mi vida, y por lo tanto también mi muerte, te ruego que por resta amarguísima agonía tuya, vengas a asistirme en el momento de mi muerte.

Yo te he dado mi corazón como refugio y reposo, mis brazos para sostenerte y todo mi ser a tu disposición y oh, con cuánto deseo me entregaría en manos de tus enemigos para poder morir yo en lugar tuyo...

Ven, oh vida de mi corazón, en aquel momento extremo, a darme lo que te he dado, tu compañía, tu Corazón como lecho y descanso, tus brazos como sostén, tus respiros afanosos para aliviar mis afanes, de modo que al respirar lo haré por medio de tu respiración, que como aire purificador me purificará de toda mancha y me preparará la entrada en la felicidad eterna...

Más aún, dulce Jesús mío, aplicarás a mi alma toda tu Humanidad Santísima, de modo que al mirarme me verás a través de ti mismo, y viéndote a ti mismo en mí, no hallarás nada de qué juzgarme; luego me bañarás en tu Sangre, me vestirás con la blanca vestidura de tu Santísima Voluntad, me transfigurarás en el sol de tu Amor y dándome el último beso me harás emprender el vuelo de la tierra al Cielo...


Y ahora te ruego que hagas esto que quiero para mí, a todos los agonizantes; estréchatelos a todos en el abrazo de tu amor y dándoles el beso de la unión sálvalos a todos y no permitas que ninguno se pierda.

Afligido bien mío, te ofrezco esta hora, en la que he hecho memoria de tu Pasión y de tu muerte, para desarmar la justa ira de Dios por tantos pecados, por la conversión de los pecadores, por la paz de los pueblos, por nuestra santificación y en sufragio de las almas del Purgatorio.


Pero veo que tus enemigos están ya cerca y Tú quieres dejarme para ir a su encuentro.

Jesús, permíteme que te bese en la mejilla, donde Judas osará besarte con su beso infernal. Permíteme que te limpie el rostro bañado en sangre, sobre el cual van a llover bofetadas y salivazos.

Y Tú, estrechándome fuerte a tu corazón, no dejarás que te deje jamás, sino que harás que te siga en todo... ¡Bendíceme!


+ + +

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MensajePublicado: Mie Mar 19, 2008 9:23 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
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De las 12 de la noche a la 1 de la mañana

OCTAVA HORA
La captura de Jesús


Oh Jesús mío, es ya medianoche. Ya oyes que se aproximan los enemigos. Te veo ahora limpiándote y enjugándote la sangre y reanimado por los consuelos recibidos.
Veo nuevamente a tus Apóstoles, a quienes llamas y los amonestas y te los llevas contigo, y sales al encuentro de tus enemigos, queriendo con esto reparar con tu prontitud mi lentitud, mi desgano y mi pereza en obrar y en sufrir por tu amor.

Mas, oh Jesús mío, qué escena tan estrujante veo: Al primero que encuentras es al incrédulo Judas, el cual, acercándose a ti y poniendo un brazo a tu hombro te saluda y te besa; y Tú, Amor entrañabilísimo, no desdeñas el beso de esos labios infernales; abrazas a Judas y lo estrechas a tu Corazón, queriendo arrancarlo del infierno, dándole muestras de nuevo amor...

Jesús mío, ¿cómo es posible no amarte? La ternura de tu amor es tanta que debiera arrebatar a cada corazón a amarte, y sin embargo, no te aman. Mas, oh Jesús mío, en este beso de Judas Tú reparas las traiciones, los fingimientos, los engaños bajo aspecto de amistad y de santidad, y sobre todo en los sacerdotes.
Tu beso, además, declara que a ningún pecador, con tal que venga a ti humillado y arrepentido, rehusas perdonarlo
.

Ternísimo Jesús mío, ya que te entregas a merced de tus enemigos, dándoles el poder de hacerte sufrir todo lo que quieran, yo también, Jesús mío, me entrego a tus manos, para que libremente puedas hacer de mí lo que más te agrade. Y junto contigo quiero seguir tu Voluntad, tus reparaciones y sufrir tus penas.

Quiero estar siempre en torno a ti para hacer que no haya ofensa que no te repare, amargura que no endulce, salivazos y bofetadas que recibas que no vayan seguidas por un beso y una caricia mía...
En tus caídas estarán siempre dispuestas mis manos ayudarte para levantarte.


De manera que, oh Jesús, siempre quiero estar contigo, ni un solo minuto quiero dejarte solo; y para estar más segura, introdúceme dentro de ti, y así yo estaré en tu mente, en tus miradas, en tu Corazón y en todo tu Ser para hacer que lo que Tú haces pueda hacerlo también yo; así podré hacerte fiel compañía y no pasar por alto ninguna de tus penas, y podré darte por todo mi correspondencia de amor.
Dulce Bien mío, a tu lado estaré para defenderte, para aprender tus enseñanzas y para numerar una por una todas tus palabras...


¡Ah, cómo me descienden dulces en mi corazón las palabras que dirigiste a Judas:
"Amigo, ¿a qué has venido?". Me parece que a mí también me diriges las mismas palabras, no llamándome amiga, sino con el dulce nombre de Hija... "Hija, ¿a qué has venido?" Y yo te respondo: "¡Jesús, a amarte!"...
"¿A qué has venido?" me dices si hago oración; "¿A qué has venido?" me repites desde la Hostia Santa, o si trabajo, o si tomo alimento, o si sufro, o si duermo... ¡Qué hermoso reclamo para mí y para todas las almas!

¡Pero cuántos, a tu pregunta "A qué has venido?" responden: ¡Vengo a ofenderte!; otros, fingiendo no escucharte se entregan a toda clase de pecados, y a tu pregunta "¿A qué has venido?" responden con irse al infierno... ¡Cuánto te compadezco, oh Jesús! Quisiera tomar esas mismas sogas con que van a atarte tus enemigos, para atar a estas almas y evitarte este dolor.

Y de nuevo oigo tu voz ternísima que ahora dice, mientras sales al encuentro de tus enemigos: "¿A quién buscáis?" Y ellos responden: "A Jesús Nazareno". Y Tú les dices: "YO SOY". Y con estas solas palabras dices todo y te das a conocer por lo que eres, tanto que tus enemigos tiemblan y caen por tierra como muertos...

Y Tú, amor sin par, diciendo de nuevo "YO SOY", los vuelves a llamar a la vida, y por ti mismo te entregas en manos de tus enemigos. Y ellos, incrédulos e ingratos, en vez de quedar humildemente postrados a tus pies y pedirte perdón, abusando de tu bondad y despreciando gracias y prodigios te ponen las manos encima y con sogas y cadenas te atan, te inmovilizan, te hacen caer por tierra, te pisotean bajo sus pies, te arrancan los cabellos, y Tú con paciencia inaudita callas, sufres y reparas las ofensas de los que, a pesar de los milagros, no se rinden, sino que además cada vez más se obstinan...

Con tus sogas y cadenas suplicas que sean rotas las cadenas de nuestras culpas, y nos atas con las dulces cadenas de tu amor.
Y a San Pedro, que quiere defenderte, y llega hasta a cortar una oreja a Malco, lo corriges amorosamente, y quieres reparar con esto las obras buenas que no son hechas con santa prudencia, y que por excesivo celo caen en la culpa.

Pacientísimo Jesús mío, estas cuerdas y cadenas perecen añadir algo de más hermoso a tu persona. Tu frente se hace más majestuosa, tanto que atrae la atención de tus mismos enemigos; tus ojos resplandecen con más luz; tu rostro divino manifiesta una suprema paz y dulzura, capaz de enamorar a tus mismos verdugos; con tus modos suaves y penetrantes los haces temblar, tanto que si se atreven a ofenderte es porque Tú mismo así lo consientes...

Oh Amor encadenado y atado. ¿Es que vas a permitir que estando Tú atado por mí, para probar más que me amas, yo, que soy tu pequeña hija, esté sin cadenas? ¡No, no! Con tus manos santísimas átame con tus mismas sogas y cadenas. Te ruego que ates, mientras beso tu frente divina, todos mis pensamientos, mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón, mis afectos y todo mi ser, y que ates juntamente a todas las criaturas, para que sintiendo las dulzuras de tus amorosas cadenas, no se atrevan a ofenderte más.

Ah, dulce Bien mío, ya es la una de la madrugada y la mente está cargada de sueño; voy a hacer lo más que pueda por mantenerme despierta, pero si el sueño me sorprende, me quedo en ti para seguir lo que haces Tú; es más, Tú mismo lo harás por mí.

En ti, Jesús mío, dejo mis pensamientos para defenderte de tus enemigos, mi respiración para hacerte compañía, mis latidos para que te digan siempre que te amo y para darte el amor que no te dan los demás, y las gotas de mi sangre para repararte y para restituirte los honores y la estima que te quitarán con los insultos, salivazos y bofetadas.

Jesús mío, bendíceme; y si Tú quieres que duerma, hazme dormir en tu adorable Corazón, para que por tus latidos, acelerados por el amor o por el dolor, pueda ser yo despertada frecuentemente y así no quede interrumpida nunca nuestra compañía...


+ + +

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MensajePublicado: Mie Mar 19, 2008 9:50 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
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De la 1 a las 2 de la mañana

NOVENA HORA
Jesús, atado, es hecho caer en el torrente Cedrón


Amado bien mío, mi pobre mente te sigue entre la vigilia y el sueño. ¿Cómo puedo abandonarme del todo al sueño si veo que todos te dejan y huyen de ti? Los mismos Apóstoles, el ferviente Pedro, que hace poco dijo que quería dar su vida por ti..., el discípulo predilecto que con tanto amor has hecho reposar sobre tu Corazón, ah, todos te abandonan y te dejan a merced de tus crueles enemigos...

Jesús mío, estás solo, y tus purísimos ojos miran a tu alrededor para ver si alguno de aquellos a quienes has hecho tanto bien, te sigue para testimoniarte su amor y para defenderte... Y al descubrir que ninguno, ninguno ha quedado fiel, el corazón se te oprime y rompes en amargo llanto, pues sientes aún más el dolor por el abandono de tus más fieles amigos que por lo que están haciéndote tus mismos enemigos. No llores, Jesús mío, o haz que yo llore contigo...

Y mi amable Jesús parece que me dice: "Ah hija mía, lloremos juntos la suerte de tantas almas consagradas a Mí y que por pequeñas pruebas o por incidentes de la vida no se ocupan de Mí y me dejan solo.
Lloremos juntos por tantas otras almas tímidas y cobardes que por falta de valor y de confianza me abandonan; por tantos Sacerdotes que al no hallar su propio gusto en las cosas santas, en la administración de los Sacramentos, no se ocupan de Mí...; por otros que predican, que celebran la Santa Misa o que confiesan por amor al interés y a su propia gloria, y mientras parece que están a mi alrededor, siempre me dejan solo...
Ah hija mía. ¡Qué duro es para Mí este abandono! No sólo me lloran los ojos sino que me sangra el Corazón. Ah, te ruego que mitigues mi acerbo dolor prometiéndome que no me dejarás nunca más solo."
¡Sí, oh mi Jesús, te lo prometo, ayudada por tu gracia y en la firmeza de tu Voluntad Divina!


Pero mientras lloras por el abandono de los tuyos, tus enemigos no olvidan ningún ultraje que puedan hacerte.
Oprimido y atado como estás, oh Bien mío, tanto que no puedes por ti mismo dar un paso, te pisotean, te arrastran por esas calles llenas de piedras y de espinas; no hay movimiento que te hagan hacer en el que no te hagan tropezar en las piedras y herirte con las espinas... Ah Jesús mío, veo que mientras te maltratan, vas dejando tras de ti tu Sangre preciosa y los rubios cabellos que te arrancan de la cabeza...

Vida mía y todo mío, permíteme que los recoja, a fin de poder atar todos los pasos de las criaturas, que ni aun de noche dejan de herirte; al contrario, se aprovechan de la noche para herirte aún más, unos con sus encuentros, otros con placeres, con teatros y diversiones, otros se sirven de la noche hasta para llevar a cabo robos sacrílegos... Jesús mío, me uno a ti para reparar por todas estas ofensas que se hacen en la noche...


Mas, oh Jesús, ya estamos en el torrente Cedrón, y los incrédulos judíos te empujan a él, y al empujarte te hacen que te golpee contra las piedras que hay ahí, y con tanta fuerza que de tu boca derramas tu preciosísima Sangre, con la cual dejas selladas aquellas piedras... Después, tirando de ti, te arrastran bajo aquellas aguas negras, las que te entran por los oídos, en la nariz y en la boca... Oh amor incomparable, quedas todo bañado y como cubierto por un manto por aquellas aguas negras, nauseantes y frías. Y en ese estado representas a lo vivo el estado deplorable de la criaturas cuando cometen el pecado. ¡Oh, cómo quedan cubiertas por dentro y por fuera con un manto de inmundicia que da asco al Cielo y a cualquiera que pudiese verlas, de modo que atraen sobre ellas los rayos de la Divina Justicia!

Oh vida de mi vida, ¿puede haber amor más grande? Para despojarnos de este manto de inmundicia permites que tus enemigos te hagan caer en ese torrente, y para reparar por los sacrilegios y las frialdades de las almas que te reciben sacrílegamente y que te obligan a que entres en sus corazones, peores que el torrente, y que sientas toda la náusea de sus almas, permites que esas aguas penetren hasta en tus entrañas, tanto que tus enemigos, temiendo que te ahogues, y queriendo reservarte para mayores tormentos, te sacan fuera... pero causas tanta repugnancia que ellos mismos sienten asco de tocarte.

Mansísimo Jesús mío, ya estás fuera del torrente, y mi corazón no resiste al verte tan empapado por esta agua repugnantes.
Veo que por el frío tiemblas de pies a cabeza; miras a tu alrededor buscando con los ojos, lo que no haces con la voz, uno al menos que te seque, que te limpie y te caliente..., pero en vano; no hay nadie que se mueva a compasión por ti; los tuyos te han abandonado, y la dulce Mamá está lejos porque así lo dispone el Padre...

Pero aquí me tienes, Jesús, ven a mis brazos. Quiero llorar hasta formarte un baño para limpiarte y lavarte, y con mis manos reordenarte los desordenados cabellos...
Amor mío, quiero encerrarte en mi corazón para calentarte con el calor de mis afectos; quiero perfumarte con mis deseos insistentes; quiero reparar estas ofensas y empeñar mi vida junto con la tuya para salvar a todas las almas; quiero ofrecerte mi corazón como lugar de reposo, para poderte reconfortar en alguna forma por las penas que has sufrido hasta aquí... Después continuaremos de nuevo el camino de tu Pasión.


+ + +

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MensajePublicado: Mie Mar 19, 2008 9:58 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
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De las 2 a las 3 de la mañana

DECIMA HORA
Jesús es presentado a Anás


Jesús sea siempre conmigo. Mamá dulcísima, sigamos juntas a Jesús. Jesús mío, centinela divino. Tú, que en el corazón me velas, y no queriendo continuar solo, sin mí, me despiertas y me haces hallar contigo en casa de Anás...

Ya te encuentras en ese momento en que Anás te interroga sobre tu doctrina y sobre tus discípulos; y Tú, oh Jesús, para defender la gloria del Padre, abres tu sacratísima boca y con voz sonora y llena de dignidad respondes:
"Yo he hablado en público, y todos los que aquí estás me han escuchado." A estas dignas palabras tuyas, todos se sienten temblar; pero es tanta la perfidia, que un siervo, queriendo honrar a Anás, se acerca a ti y con guante de hierro te da una bofetada, tan fuerte que te hace tambalear, mientras se hace lívido tu rostro
santísimo.

Ahora comprendo, dulce Vida mía, porque me has despertado.
Tenías razón: ¿Quién había de sostenerte en este momento en que estás por caer? Tus enemigos rompen en risotadas satánicas, en silbidos y en palmadas, aplaudiendo un acto tan injusto, mientras que Tú, tambaleándote, no tienes en quien apoyarte.

Jesús mío, te abrazo; más aún, quiero hacerte un apoyo con mi ser; te ofrezco mi mejilla con ánimo y preparada a soportar cualquier pena por tu amor.
Te compadezco por este ultraje, y unida a ti te reparo por las timideces de tantas almas que fácilmente se desaniman, por aquellos que por temor no dicen la verdad, por las faltas de respeto debido a los Sacerdotes y por las murmuraciones.


Pero veo, afligido Jesús mío, que Anás te envía a Caifás. Tus enemigos te precipitan por la escalinata; y tú, Amor mío, en esta dolorosa caída reparas por aquellos que de noche caen en la culpa, aprovechando la obscuridad; y llamas a los herejes y a los infieles a la luz de la fe.

También yo quiero seguirte en esas reparaciones, y mientras llegas ante Caifás te envío mis suspiros para defenderte de tus enemigos. Y tú, sigue haciéndome de centinela mientras duermo y despiértame cuando tengas necesidad. Así pues, dame un beso y bendíceme, y yo beso tu corazón y en él continúo mi sueño.


+ + +

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MensajePublicado: Mie Mar 19, 2008 10:18 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
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De las 3 a las 4 de la mañana

UNDECIMA HORA
Jesús en casa de Caifás


Afligido y abandonado Bien mío, mientras mi débil naturaleza duerme en tu dolorido corazón divino, yo, entre la vigilia y el sueño siento los golpes que te dan, y despertándome te digo: ¡Pobre Jesús mío... abandonado por todos, sin nadie que te defienda!
Pero desde dentro de tu Corazón yo te ofrezco mi vida para servirte de apoyo en el momento en que te hacen tropezar...; y me adormezco de nuevo. Pero otra sacudida de amor de tu Corazón divino me despierta, y me siento ensordecer por los insultos que te hacen, por las voces, por los gritos, por el correr de la gente...

Amor mío, ¿cómo es qué están todos contra ti? ¿Qué has hecho que como tantos lobos feroces te quieren despedazar? Siento que la sangre se me hiela al oír los preparativos de tus enemigos; tiemblo y estoy triste pensando qué podré hacer para defenderte.

Pero mi afligido Jesús teniéndome en su corazón, me estrecha más fuerte y me dice:
"Hija mía, no he hecho nada de mal... Oh, el delito del amor contiene todos los sacrificios, el amor de precio ilimitado... Aún estamos al principio; manténte en mi Corazón, observa todo, ámame, calla y aprende.
Haz que tu sangre helada corra en mis venas para dar descanso a mi Sangre, que es toda llamas.
Haz que tu temblor esté en mis miembros para que fundida tú conmigo, puedas estar firme y calentarte, para que sientas parte de mis penas y al mismo tiempo adquieras fuerza al verme tanto sufrir. Esta será la más hermosa defensa que me hagas; séme fiel y atenta.


Dulce Amor mío, el escándalo de tus enemigos es tal y tan grande que no me permite dormir más; los golpes se hacen cada vez más violentos... Oigo el rumor de las cadenas con las que te han atado tan fuertemente que te hacen sangrar por las muñecas, y vas dejando las huellas de tu Sangre en aquellas calles.
Recuerda que mi sangre está en la tuya, y al derramarla, mi sangre te la besa, la adora y la repara; y mientras te arrastran y el ambiente ensordece por los gritos y los silbidos, haz que mi sangre sea luz para aquellos que de noche te ofenden, y un imán que atraiga a todos los corazones en torno a ti, amor mío y todo mío.

Ya llegas ante Caifás, y te muestras todo mansedumbre, modestia, humildad... Tu dulzura y tu paciencia es tanta como para aterrorizar a tus mismos enemigos, y Caifás, todo una furia, quisiera devorarte...
¡Ah, que bien se distingue a la inocencia y al pecado!

Amor mío, Tú estás ante Caifás como el más culpable, como quien va a ser condenado. Caifás pregunta a los testigos cuáles son tus delitos.
¡AH, mejor hubiera hecho preguntando cuál es tu amor! Y hay quien te acusa de una cosa y quien, de otra, diciendo necedades y contradiciéndose entre ellos; y mientras ellos te acusan, los esbirros que están junto a ti te tiran de los cabellos, descargan sobre tu rostro santísimo horribles bofetadas que resuenan en toda la sala, te tuercen los labios, te golpean..., y Tú callas, sufres y, si los miras, la luz de tus ojos desciende a sus corazones, y ellos no pudiendo sostener tu mirada se alejan de ti, pero otros intervienen para hacerte sufrir más...

Pero entre tantas acusaciones y ultrajes veo que aguzas el oído y que el corazón te late con mayor violencia, como si fuese a estallar por el dolor...

Dime, afligido Bien mío, ¿qué sucede ahora? Porque veo que todo eso que te están haciendo tus enemigos, es tan grande tu amor que con ansia lo esperas y lo ofreces por nuestra salvación; y tu corazón repara con toda calma las calumnias, los odios, los falsos testimonios, el mal que se hace a los inocentes con premeditación, y reparas por aquellos que te ofenden por instigación de sus jefes, y por las ofensas de los eclesiásticos...

Pero ahora, mientras en unión contigo sigo tus mismas reparaciones, siento en ti un cambio, un nuevo dolor no sentido nunca hasta ahora.

Dime, dime, ¿qué pasa? Hazme partícipe en todo, oh Jesús.
"Hija, ¿quieres saberlo? Oigo hasta aquí la voz de Pedro que dice no conocerme, y ha jurado y ha perjurado por tercera vez, que no me conoce... ¡Oh Pedro! ¿Cómo ¿ ¿No me conoces? ¿No recuerdas con cuántos bienes te he colmado? ¡Oh, si los demás me hacen morir de penas, tú me haces morir de dolor! ¡Oh, cuánto mal has hecho al seguirme desde lejos y exponiéndote después a la ocasión!"

Negado Bien mío, cómo se conocen inmediatamente las ofensas de los tuyos más queridos.
Oh Jesús, quiero hacer correr mis latidos en los tuyos para mitigar el dolor atroz que sufres, y mi palpitar en el tuyo te jura fidelidad y amor; y yo con él, mil y mil veces repito y juro que te conozco...

Pero tu amor no se calma todavía y tratas de mirar a Pedro. A tus miradas amorosas, llenas de lágrimas por su negación, Pedro se enternece, llora y se retira de allí; y Tú, habiéndolo puesto a salvo te calmas y reparas las ofensas de los Papas y de los jefes de la Iglesia, sobre todo de aquellos que se exponen a las ocasiones.

Pero tus enemigos continúan acusándote, y viendo Caifás que nada respondes a sus acusaciones, te dice:
"Te conjuro por el Dios vivo: Dime, ¿eres tú verdaderamente el Hijo de Dios?"
Y tú, Amor mío, teniendo siempre en tus labios palabras de verdad, con una actitud de majestad suprema y con voz sonora y suave, ante lo cual quedan todos asombrados y los mismos demonios se hunden en el abismo, respondes: "Tú lo has dicho: ¡Sí, Yo soy el verdadero Hijo de Dios! Y un día vendré en las nubes del Cielo para juzgar a todas las naciones."

Ante tus palabras, todos quedan en silencio, sintiendo escalofríos de espanto... Pero Caifás, después de algunos instantes de espanto, reaccionando furibundamente, más que una bestia feroz, dice a todos: "¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? ¡Ha dicho una inmensa blasfemia! ¿Qué esperamos para condenarlo? ¡Ya es reo de muerte!".

Y para dar mayor fuerza a sus palabras se rasga las vestiduras, con tanta rabia y furor, que todos, como si fuesen uno solo, se lanzan contra ti, Bien mío; y hay quien te da puñetazos en la cabeza, quien te tira por los cabellos, quien te da bofetadas; unos te escupen en la cara, otros te pisotean con los pies. Los tormentos que te dan son tales y tantos que la tierra tiembla y los cielos quedan sacudidos...

Amor mío y vida mía, al ver que tanto te atormentan, mi pobre corazón queda lacerado por el dolor.
Ah, permíteme que salga de tu dolorido corazón, y que yo en tu lugar afronte todos estos ultrajes. Ah, si me fuese posible, quisiera arrebatarte de entre las manos de tus enemigos, pero tú no quieres, porque esto lo exige la salvación de todos. Y yo me veo obligada a resignarme.

Pero, dulce Amor mío, déjame que al menos te limpie, que te arregle los cabellos, que te quite los salivazos, que te limpie y te seque la sangre, y que me encierre en ti.


+ + +

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MensajePublicado: Jue Mar 20, 2008 9:19 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
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De las 4 a las 5 de la mañana

DUODECIMA HORA
Jesús en medio de los soldados


Vida mía, Jesús dulcísimo, mientras dormía fundida en tu Corazón, sentía muy a menudo las punzadas de las espinas que herían a tu Corazón Sacratísimo; y queriéndome despertar contigo para ser una que conoce todas tus penas y que te compadece, me estrecho aún más fuerte a tu Corazón, y sintiendo aún más vivas las punzadas me despierto.

Pero, ¿qué veo? ¿Qué siento? Quisiera esconderte dentro de mi corazón para ponerme yo en lugar tuyo y recibir sobre mí penas tan dolorosas, insultos y humillaciones tan increíbles y ultrajes tan bárbaros que sólo tu amor podría soportar... ¡Pacientísimo Jesús mío, qué podías esperar de gente tan inhumana?

Ya veo que se divierten contigo y te cubren el rostro con densos salivazos... La luz de tus hermosos ojos queda eclipsada por los salivazos, y Tú, derramando ríos de lágrimas por nuestra salvación, con ellos, de tus ojos retiras esos salivazos.

Pero aquellos malvados, no soportando en su corazón ver la luz de tus ojos, vuelven a cubrirlos de nuevo con salivazos...
Otros, haciéndose más atrevidos en el mal, te abren tu dulcísima boca y te la llenan de hediondos salivazos, de lo que hasta ellos mismos sienten asco; y como esos salivazos caen en parte, y en parte muestran la majestad de tu rostro y tu sobrehumana dulzura, ellos se sienten estremecer y se avergüenzan de ellos mismos... Y para sentirse más libres te vendan los ojos con un trapo repugnante y así poder del todo desenfrenarse contra tu adorable persona: de manera que te golpean sin piedad, te arrastran, te pisotean bajo sus pies, vuelven a descargar los puñetazos y las bofetadas sobre tu rostro y en tu cabeza, rasguñándote, tirando de tus cabellos y empujándote de un lado para otro...

Jesús, Amor mío, mi corazón no resiste viéndote en tantas penas... Tú quieres que ponga atención a todo, pero yo siento que quisieras cubrirme los ojos para no ver escenas tan dolorosas que arrancan de cada pecho los corazones, pero tu amor me obliga a ver lo que sucede contigo.
Y veo que no abres la boca, que no dices ni una palabra para defenderte, que estás en manos de estos esbirros como un harapo, y que te pueden hacer lo que quieren; y al verlos saltar sobre ti, temo que mueras bajo sus pies...

Bien mío y todo mío, inmenso es el dolor que siento por tus penas, y quisiera gritar tan fuerte que me hiciera oír allá arriba en el Cielo para llamar al Padre, al Espíritu Santo y a los ángeles todos, y aquí en la tierra, de un extremo a otro, para llamar a la dulce Mamá y a todas las almas que te aman, a fin de que haciendo un cerco en torno a ti, impidamos que se acerquen esos insolentes soldados para insultarte y atormentarte... Y juntamente contigo reparemos toda clase de pecados nocturnos, sobre todo los que cometen los sectarios sobre tu Sacramental persona en las horas de la noche, y todas las ofensas de las almas que no se mantienen fieles en la noche de la prueba.

Pero veo, oh insultado bien mío, que los soldados, ebrios y cansados, quieren descansar; y mi pobre corazón, oprimido y lacerado por tantas penas tuyas, no quiere quedarse solo contigo, siente la necesidad de otra compañía...

Ah dulce Madre mía, sé Tú mi inseparable compañía; me estrecho fuerte a tu mano materna y te la beso. Tú fortifícame con tu bendición.
Y Jesús, abrazándonos juntas, nos hace apoyar nuestra cabeza sobre su dolorido Corazón para consolarlo.

Oh Jesús, junto con nuestra Mamá te beso y te bendigo y en unión con Ella tomaremos el sueño del amor sobre tu adorable Corazón.


+ + +

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MensajePublicado: Jue Mar 20, 2008 9:49 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
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De las 5 a las 6 de la mañana

DECIMATERCERA HORA
Jesús en la prisión


Prisionero Jesús mío, me despierto y no te encuentro; el corazón me late fuerte y delira de amor.
Dime ¿dónde estás? Angel mío, llévame a casa de Caifás... Pero por más que busco, recorro e indago por todas partes, no te encuentro...
Pronto, amor mío, mueve con tus manos las cadenas con que tienes atado mi corazón al tuyo y atráeme hacia ti para que, atraída por ti, pueda emprender el vuelo para ir a arrojarme en tus brazos.

Amor mío, ya siento que me atraes, herido por mi voz y queriendo mi compañía... Pero veo que te ha puesto en la cárcel... Y mi corazón, mientras exulta de gozo por encontrarte, me lo siento herido de dolor al ver a qué estado te han reducido.

Te veo con las manos atrás atadas a una columna, con los pies inmovilizados y atados, con tu santísimo rostro golpeado, hinchado y ensangrentado por las bárbaras bofetadas recibidas...
Tus ojos santísimos están lívidos, con la mirada cansada y apagada por la vigilia; tus cabellos todos en desorden; tu santísima persona toda golpeada, y hay que agregar que no te puedes valer por ti solo para ayudarte y limpiarte, porque estás atado. Y yo, oh Jesús mío, llorando y abrazándome a tus pies exclamo: ¡Ay, cómo te han dejado, oh Jesús!

Y Jesús, mirándome, me responde:
"Ven, oh hija, y pon atención a todo lo que ves que hago Yo, para que lo hagas tú junto conmigo y pueda Yo así continuar mi vida en ti."

Y veo con asombro que en vez de ocuparte de tus penas, con un amor indecible quieres ocuparte en glorificar al Padre para darle satisfacción por todo lo que nosotros estamos obligados a hacer, y llamas en torno a ti a todas las almas para tomar sobre ti todos sus males y darles todos tus bienes...

Y como ya hemos llegado al alba del nuevo día, oigo tu voz dulcísima que dice:
"Padre Santo, te doy las gracias por todo lo que he sufrido y por lo que me queda por sufrir. Y así como esta aurora llama al día y el día hace surgir el sol, quiero que así la aurora de la gracia despunte en todos los corazones, y haciéndose día, Yo, Sol Divino, surja en todos los corazones y reine en todos.
Mira, oh Padre, a todas las almas, pues Yo quiero responderte por todas ellas, por sus pensamientos, por sus palabras, por sus obras, por sus pasos, etc., a costa de mi sangre y de mi muerte."


Jesús mío, amor sin límites, me uno a ti y también yo te agradezco por cuanto me has hecho sufrir y por lo que me quede por sufrir, y te suplico que hagas surgir en todos los corazones la aurora de la gracia para que Tú, Sol Divino, puedas resurgir en todos los corazones y reinar en todos.

Pero veo que Tú, dulce Jesús mío, también reparas por todas las primicias de los pensamientos, de los afectos y de las palabras que desde el principio del día no son ofrecidos a ti para darte honor, y reúnes en ti, como si fueran uno solo, los pensamientos, los afectos y las palabras de las criaturas, para dar al Padre la reparación y la gloria que ellas le deben.

Jesús mío, maestro divino, ya que disponemos en esta prisión de una hora libre y estamos solos, quiero hacer no sólo lo que haces Tú, sino limpiarte, reordenarte los cabellos y fundirme toda en ti. Por tanto, me acerco a tu santísima cabeza y reordenándote los cabellos quiero repararte por tantas mentes ofuscadas y llenas de tierra, que no tienen no siquiera un pensamiento para ti; y fundiéndome en tu mente quiero reunir en ti todos los pensamientos de las criaturas y fundirlos en tus pensamientos para hallar suficiente reparación por todos los malos pensamientos y por tantas luces y santas inspiraciones sofocadas... Quiero hacer de todos los pensamientos uno solo con los tuyos para darte la verdadera reparación y perfecta gloria.

Afligido Jesús mío, beso tus ojos cargados de lágrimas y de tristeza. Y como tienes las manos atadas a la columna no puedes secártelos ni limpiarte los salivazos con que te han ensuciado, y como es insoportable la postura en que te han atado, no puedes cerrar los ojos cansados para reposar un poco... y yo quiero enjugarte los ojos y suplicarte perdón, dándote reparación por todas las veces que no hemos tenido la intención de agradarte y de mirarte para ver qué querías de nosotros, que debíamos de hacer y a dónde querías que fuésemos; y en tus ojos quiero fundir los míos y los de todas las criaturas, para poder reparar con tus mismos ojos todo el mal que hemos hecho con la vista.

Piadoso Jesús mío, beso tus oídos santísimos para repararte por los insultos de toda la noche, y mucho más todavía por el eco que resuena en tus oídos por todas las ofensas de las criaturas... y te pido perdón y te reparo por todas las veces que nos has llamado y hemos sido sordos, fingiendo no escucharte, y Tú, cansado bien mío, has repetido tu llamada, pero en vano... Quiero fundir en tus oídos los míos y los de todas las criaturas para darte una continua reparación completa.

Enamorado Jesús, beso tu rostro santísimo, todo lívido e hinchado por los golpes... y te pido perdón y te reparo por cuantas veces nos has llamado a ser víctimas de reparación, y nosotros, uniéndonos a tus enemigos, te hemos dado bofetadas y salivazos...
Jesús mío, quiero fundir mi rostro en el tuyo, para restituirte tu hermosura natural y darte entera reparación por todos los desprecios hechos a tu adorable majestad.


Amargado Bien mío, beso tu dulcísima boca, dolorida por los golpes y abrasada por el amor...
Y quiero en tu lengua fundir la mía y la de todas las criaturas, para reparar con tu misma lengua por todos los pecados y las conversaciones malas que se tienen.
Quiero, sediento Jesús mío, hacer de todas las voces una sola con la tuya, para hacer que cuando las criaturas estén a punto de ofenderte, tu voz, corriendo en las voces de ellas, sofoque esas voces de pecado y las cambie en voces de alabanza y de amor.


Encadenado Jesús, beso tu cuello oprimido por esas pesadas cadenas y cuerdas, que yéndote desde el pecho hasta detrás de los hombros y sujetándote los brazos te tienen fuertemente atado a la columna.
Tus manos ya están hinchadas y amoratadas por la estrechez de las ataduras, tanto que de ellas brota sangre...

Ah, Jesús encadenado, permíteme que te desate; y si gustas ser atado, te ato con las cadenas del amor, que siendo dulces te aliviarán en vez de hacerte sufrir...

Y mientras te desato, quiero fundirme en tu cuello, en tu pecho, en tus hombros, en tus manos y en tus pies para poder reparar contigo por todos los apegos y llevar a todas las almas las cadenas de tu amor, para reparar por todas las frialdades y llenar los pechos de todas las criaturas con tu fuego, porque veo que es tanto el que Tú tienes que no puedes contenerlo; para reparar por todos los placeres ilícitos y el amor a las comodidades, y dar a todos el espíritu de sacrificio y el amor al sufrimiento...

Quiero fundirme en tus manos para reparar por todas las malas obras y por el bien hecho malamente y con presunción, y dar a todos el perfume de tus obras. Y fundiéndome en tus pies, encierro todos los pasos de las criaturas para repararte y dar tus pasos a todos para hacerlos caminar santamente.

Y ahora, dulce Vida mía, permíteme que, fundiéndome en tu corazón, encierre todos los afectos, los latidos, los deseos, para repararlos contigo y dar tus afectos, tus latidos y tus deseos a todos, para que ninguno vuelva a ofenderte.

Pero oigo ya que en mis oídos resuena el chirrido de la llave... Son tus enemigos que vienen a llevarte... ¡Jesús, me siento estremecer! ¡Me siento helar la sangre porque Tú estarás de nuevo en manos y a merced de ellos! ¿Qué va a ser de ti?

Pero me parece oír también el ruido de las llaves de los sagrarios... Cuántas manos profanadoras vienen a abrirlos y tal vez a hacerte descender a corazones sacrílegos. En cuántas manos indignas te ves forzado a encontrarte...
Prisionero Jesús mío, quiero encontrarme en todas tus cárceles de amor para ser espectadora cuando tus Ministros te sacan... y hacerte compañía y repararte por las ofensas que recibes...


Pero veo que tus enemigos ya llegan, y Tú saludas al naciente sol, al último de tus días, y ellos, al desatarte, viéndote lleno de majestad y que los miras con tanto amor, en pago descargan sobre tu rostro bofetadas tan fuertes que lo hacen enrojecer y ensangrentar con tu preciosísima sangre.

Amor mío, antes que salgas de la prisión, en mi dolor te ruego que me bendigas para tener la fuerza de seguirte en todo los demás de tu Pasión.

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MensajePublicado: Jue Mar 20, 2008 10:01 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
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De las 6 a las 7 de la mañana

DECIMACUARTA HORA
Jesús de nuevo ante Caifás y después es llevado a Pilatos


Dolorido Jesús mío, ya estás fuera de la prisión, pero estás tan agotado que a cada paso vacilas. Y yo quiero ponerme a tu lado para sostenerte cuando estés a punto de caer...
Pero veo que los soldados te presentan ante Caifás, y Tú, oh Jesús mío, como sol apareces en medio de ellos, y aunque desfigurado, envías luz por todas partes...
Veo que Caifás se estremece de gusto al verte tan malamente reducido, y a los reflejos de tu luz se ciega todavía más, y en su furor te pregunta de nuevo: "¿Así que tú eres verdaderamente el Hijo de Dios?"
Y Tú, amor mío, con una majestad suprema, con una voz llena de gracia y con tu habitual acento tan dulce y conmovedor que rapta los corazones, respondes:
"Sí, Yo soy el verdadero Hijo de Dios". Y ellos, a pesar de que sienten en ellos mismos toda la potencia de tus palabras, sofocando todo y sin querer saber más, con voces unánimes gritan: "¡Es reo de muerte, es reo de muerte!".

Caifás confirma la sentencia de muerte y te envía a Pilatos. Y Tú, Jesús mío, viéndote condenado, aceptas esta sentencia con tanto amor y resignación que casi la arrebatas al inicuo pontífice, y reparas por todos los pecados hechos deliberadamente y con toda malicia, y por todos aquellos que, en vez de afligirse por el mal, se alegran y exultan por el mismo pecado, y esto los lleva a la ceguera y a sofocar cualquier luz y gracia en ellos.

Vida mía, tus reparaciones y plegarias hacen eco en mi corazón, y reparo y suplico en unión contigo.

Dulce amor mío, veo que los soldados, habiendo perdido la poca estima que les quedaba de ti, viéndote condenado a muerte, añaden nuevas cuerdas y cadenas y te oprimen tan fuerte que impiden casi el movimiento a tu divina persona, y empujándote y arrastrándote, te sacan del palacio de Caifás...
Turbas de populacho te esperan, pero nadie para defenderte; y Tú, divino sol mío, sales en medio de ellos queriendo envolverlos a todos con tu luz... Al dar los primeros pasos, queriendo encerrar en los tuyos todos los pasos de las criaturas, suplicas y reparas por quienes dan sus pasos para obrar con fines malos: Unos para vengarse, otros para matar, otros para traicionar, otros para robar, y para tantas otras cosas pecaminosas...
Oh, cómo hieren tu Corazón todas estas culpas, y para impedir tanto mal oras, reparas y te ofreces a ti mismo por entero.


Pero mientras te sigo, veo que Tú, sol mío Jesús, apenas comienzas a bajar del palacio de Caifás.
Poco después, te encuentras con María, nuestra hermosa y dulce Mamá. Y vuestras recíprocas miradas se encuentran, se hieren, y aunque os es un alivio el veros, de ahí nacen nuevos dolores:
Tú, al ver a la dulce Mamá traspasada, pálida y enlutada, y la querida Mamá al verte a ti, sol divino, eclipsado, cubierto con tantos oprobios, en lágrimas y con un manto de sangre...

Pero no podéis disfrutar mucho el intercambio de miradas: Con el dolor de no poder deciros ni siquiera una palabra, vuestros corazones se dicen todo, y fundidos el uno en el otro, han de dejar de mirarse, porque los soldados lo evitan, y así, pisoteado y arrastrado, te hacen llegar a Pilatos.

Jesús mío, me uno a mi doliente Mamá para seguirte, para fundirme junto con Ella en ti; y Tú, dirigiéndome una mirada de amor, bendíceme...

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Evangelina M. de Terrazas
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MensajePublicado: Jue Mar 20, 2008 10:20 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
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De las 7 a las 8 de la mañana

DECIMAQUINTA HORA
Jesús ante Pilatos. Pilatos lo envía a Herodes


Encadenado bien mío, tus enemigos, unidos a los sacerdotes, te presentan ante Pilatos; y ellos, con aparente santidad y escrupulosidad, y teniendo que festejar la Pascua, permanecen fuera, en el atrio...
Y Tú, amor mío, viendo en el fondo su malicia, reparas por todas las hipocresías de los que son piadosos. Y también yo reparo contigo.

Pero mientras Tú te ocupas del bien de ellos, ellos, por el contrario, empiezan a acusarte ante Pilatos, vomitando todo el veneno que tienen contra ti... Pero Pilatos, mostrándose insatisfecho ante las acusaciones que te hacen, y para poderte condenar con motivo, te llama aparte y a solas te examina y te pregunta:
"¿Eres Tú el Rey de los judíos?" Y Tú, Jesús, verdadero rey mío, le respondes: "Mi Reino no es de este mundo; de lo contrario, miles de legiones me defenderían."
Y Pilatos, conmovido por la suavidad y la dignidad de tus palabras, sorprendido te dice: "¿Cómo, Tú eres Rey?" Y Tú: "Yo lo soy, como tú dices, y para esto he venido al mundo: a enseñar la Verdad." Y él, sin querer saber más y convencido de tu inocencia, sale a la terraza y dice: "Yo no encuentro culpa alguna en este Hombre."

Los judíos, enfurecidos, te acusan de tantas otras cosas, y Tú callas y no te defiendes, y reparas por las debilidades de los jueces cuando se encuentran ante los poderosos y sus injusticias, y rezas por los inocentes, oprimidos y abandonados.
Entonces Pilatos, viendo el furor de tus enemigos y para desentenderse, te envía a Herodes...

Rey mío divino, quiero repetir tus plegarias, tus reparaciones y quiero acompañarte hasta Herodes...
Veo que tus enemigos, enfurecidos, quisieran devorarte y te llevan entre insultos, burlas y befas, haciéndote así llegar ante Herodes; el cual, en actitud soberbia te hace varias preguntas, pero Tú no le respondes, ni siquiera lo miras... Y él, irritado al no verse satisfecho en sus preguntas y sintiéndose humillado por tu prolongado silencio, declara a todos que Tú eres un loco, un demente; y ordena que como tal seas tratado; y para deshonrarte y despreciarte hace que seas vestido con una vestidura blanca y te entrega a la soldadesca para que te haga lo peor que pueda...

Inocente Jesús mío, nadie encuentra culpa en ti, sino sólo los judíos, pues por su falsa e hipócrita apariencia de religiosidad ¡no merecen que resplandezca en sus mentes la luz de la verdad!

Jesús mío, Sabiduría infinita. ¡Cuánto te cuesta ser declarado loco! Los soldados, abusando de ti, te arrojan al suelo; te pisotean, te cubren de salivazos, te escarnecen, te apalean con bastones... y recibes tantos golpes que te sientes morir. Son tantas y tales las penas, los oprobios y las humillaciones que te hacen, que los ángeles lloran y con sus alas se cubren el rostro para no verlas...

Y yo también, mi loco Jesús, quiero llamarte loco, pero loco de amor... y es tan grande tu locura de amor que en vez de desfallecer, rezas y reparas por las ambiciones de los gobernantes que ambicionan reinos para ruina de los pueblos; por las destrucciones que provocan, por toda la sangre que hacen derramar, por sus caprichos, por todos los pecados de curiosidad y por las culpas que se cometen en los juzgados y en la milicia.

¡Oh Jesús mío, qué conmovedor es verte en medio de tantos ultrajes orando y reparando! Tus palabras resuenan en mi corazón y sigo lo que Tú haces...

Déjame ahora que me ponga a tu lado y que tome parte en tus penas y te consuele con mi amor. Y alejando de ti a tus enemigos, te tomo entre mis brazos y para darte fuerzas y besarte la frente...

Dulce amor mío, veo que no te dan reposo y que Herodes te envía nuevamente a Pilatos... Si la venida ha sido dolorosa, más trágico será el regreso, pues veo que los judíos están más enfurecidos que antes y están resueltos a hacerte morir a cualquier precio.

Por eso, antes que salgas del Palacio de Herodes quiero besarte para testimoniarte mi amor en medio de tantas penas. Tú fortifícame con tu beso y con tu bendición y así te seguiré de nuevo ante Pilatos.

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MensajePublicado: Jue Mar 20, 2008 10:50 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
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De las 8 a las 9 de la mañana

DECIMASEXTA HORA
Jesús de nuevo ante Pilatos. Es pospuesto a Barrabás. Jesús es flagelado.


Atormentado Jesús mío, mi pobre corazón atormentado te sigue entre angustias y penas, y viéndote vestido de loco y sabiendo quién eres Tú, Sabiduría infinita, que das a todos el juicio, me siento enloquecer y exclamo: ¿Cómo? ¿Jesús... loco? ¿Jesús... malhechor? ¡Y ahora vas a ser pospuesto a un gran malhechor: a Barrabás!

Jesús mío, Santidad infinita, ya te encuentras otra vez ante Pilatos, y éste, al verte tan malamente reducido y vestido de loco, y sabiendo que tampoco Herodes te ha condenado, se indigna aún más contra los judíos y más se convence de tu inocencia y confirma que no quiere condenarte, pero queriendo contentar en algo a los judíos, y como para aplacar el odio, el furor, la rabia y la sed que tienen de tu sangre, te propone a ellos junto con Barrabás... Pero los judíos gritan: "¡No queremos libre a Jesús, sino a Barrabás!" Entonces Pilatos, no sabiendo ya qué hacer para calmarlos, te condena a la flagelación.

Despreciado Jesús mío, el corazón se me hace pedazos al ver que mientras que los judíos se ocupan de ti para hacerte morir, Tú, concentrado en ti mismo, piensas en dar por todos la Vida... Y poniendo yo atención en mis oídos, te oigo que dices:

"Padre Santo, mira a tu hijo vestido de loco... Esto te repare por la locura de tantas criaturas caídas en el pecado.
Esta vestidura blanca sea en tu presencia como la disculpa por tantas almas que se visten con la lúgubre vestidura de la culpa...
¿Ves, oh Padre, el odio, el furor, la rabia que tienen contra Mí, que les hace perder casi la luz de la razón? ¿Ves la sed que tienen de mi sangre?

Pues Yo quiero repararte por todos los odios, las venganzas, las iras, los homicidios, e impetrar para todos la luz de la razón.
Mírame de nuevo, Padre mío. ¿Puede haber un insulto mayor? Me han pospuesto al gran malhechor...
Y yo quiero repararte por las posposiciones que se hacen... ¡Ah, todo el mundo está lleno de estas posposiciones! Hay quien nos pospone a un vil interés; quien, a los honores; quien, a las vanidades; quien, a los placeres, a los apegos, a las dignidades, a comilonas y embriagueces y hasta al mismo pecado; y todas las criaturas por unanimidad e incluso hasta en la más pequeña cosa, nos posponen...
Y Yo estoy dispuesto a aceptar ser pospuesto a Barrabás para reparar por las posposiciones que nos hacen las criaturas."


Jesús mío, me siento morir de dolor y de confusión al ver tu grande amor en medio de tantas penas, al ver el heroísmo de tus actitudes en medio de tantas penas e insultos... Tus palabras, tus reparaciones, repercuten en mi corazón y forman otras tantas heridas, y en mi amargura repito tus plegarias y tus reparaciones... y ni siquiera un instante puedo separarme de ti, de lo contrario, se me escaparían muchas cosas de todo lo que haces Tú...

Pero ahora, ¿qué veo? Los soldados te llevan a una columna para flagelarte. Amor mío, yo te sigo; y Tú, con tu mirada de amor mírame y dame la fuerza para asistir a tu dolorosa flagelación...

Purísimo Jesús mío, ya estás junto a la columna. Los soldados, con ferocidad te sueltan para atarte a la columna, pero no les es suficiente, te despojan de tus vestiduras para hacer cruel carnicería de tu santísimo cuerpo...

Amor mío y vida mía, me siento desfallecer de dolor viéndote casi desnudo. Te estremeces de pies a cabeza y tu santísimo rostro se tiñe de virginal pudor, y es tan grande tu confusión y tu agotamiento que no sosteniéndote en pie, estás a punto de desplomarte a los pies de la columna... Pero los soldados, sosteniéndote, no por ayudarte sino para poderte atar, no dejan que caigas... Ya toman las sogas y te atan los brazos, pero con tanta fuerza que en seguida se hinchan y de los dedos te brota sangre.

Después, en torno a la columna pasan sogas que sujetan tu santísima persona hasta los pies, tan apretadamente que no puedes ni siquiera hacer un movimiento... y así poder ellos desenfrenarse sobre ti libremente.

Despojado Jesús mío, permíteme que me desahogue, pues de lo contrario no podré continuar viéndote sufrir tanto... ¿Cómo? Tú, que vistes a todas las cosas creadas, al sol de la luz, al cielo de estrellas, a las plantas de hojas y de flores y a los pajarillos de plumas... Tú, ¿desnudo? ¡Qué osadía, qué atrevimiento!

Pero mi amantísimo Jesús, con la luz que irradia de sus ojos, me dice: "Calla, oh hija. Era necesario que Yo fuese desnudado para reparar por tantos que se despojan de todo pudor, de candor y de inocencia; que se desnudan de todo bien y virtud y de mi Gracia, y se visten de toda brutalidad, viviendo a la manera de las bestias.
En mi virginal confusión quise reparar por tantas deshonestidades y lascivias y placeres bestiales... Pero sigue atenta a todo lo que hago, ora y repara conmigo y... cálmate."


Despojado Jesús, tu amor pasa de exceso en exceso. Veo que los verdugos toman los flagelos y te azotan sin piedad, tanto, que todo tu santísimo cuerpo queda lívido; y con tanta ferocidad y furor te golpean que están ya cansados, pero otros dos verdugos los sustituyen... toman otros flagelos y te azotan tanto que en seguida comienza a chorrear sangre de tu santísimo cuerpo a torrentes... y lo continúan golpeando todo, abriendo surcos... haciéndolo todo una llaga. Pero aún no les basta, otros dos continúan, y con nuevos flagelos más agudos y pesados prosiguen la dolorosa carnicería. A los primeros golpes esas carnes llagadas se desgarran y a pedazos caen por tierra; los huesos quedan al descubierto y la sangre chorrea y cae al suelo formando un verdadero lago en torno a la columna...

Jesús, flagelado amor mío, mientras te encuentras bajo esta tempestad de golpes me abrazo a tus pies para poder tomar parte en tus penas y quedar toda cubierta con tu preciosísima Sangre. Y cada golpe que recibes es una nueva herida para mi corazón, y mucho más, pues poniendo atención en mis oídos, percibo tus ahogados gemidos, los cuales no se escuchan bien porque la tempestad de golpes ensordece el ambiente, y en esos gemidos oigo que dices: "Vosotros, todos los que me amáis, venid a aprender del heroísmo del verdadero amor; venid a saciar en mi sangre la sed de vuestras pasiones, la sed de tantas ambiciones, de tantos deseos de placeres... de tanta sensualidad. En esta sangre mía hallaréis el remedio para todos vuestros males."

Y con tus gemidos continúas:
"Mírame, oh Padre, hecho todo una llaga bajo esta tempestad de golpes, pero no me basta, pues quiero formar en mi cuerpo tantas llagas que en el Cielo de mi Humanidad sean suficientes moradas para todas las almas, de modo que conforme en Mí mismo su salvación, para hacerlos pasar luego al Cielo de la Divinidad...
Padre mío, cada golpe de flagelo repare ante ti, una por una, cada especie de pecado, y al golpearme a Mí, sean excusa para quienes los cometen... Que estos golpes golpeen los corazones de las criaturas y les hablen de mi amor por ellas, tanto que las forcen a rendirse a Mí."

Y mientras así dices, es tan grande tu amor que incitas casi a los verdugos a que te azoten aún más.

Descarnado Jesús mío, tu amor me aplasta y me siento enloquecer. Y aunque tu amor no está cansado, los verdugos no tienen ya más fuerzas y no pueden proseguir tan dolorosa carnicería... Te sueltan las cuerdas, y Tú, casi muerto, caes en tu propia sangre. Y al ver los pedazos de tus carnes te sientes morir de dolor, pues ves en esas carnes arrancadas de ti a las almas perdidas... y es tan inmenso tu dolor que agonizas en tu propia sangre.

Jesús mío, déjame que te tome entre mis brazos para restaurarte un poco con mi amor. Te beso, y con mi beso encierro a todas las almas en ti; así ninguna se perderá... Y mientras tanto, Tú me bendices...

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Evangelina M. de Terrazas
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MensajePublicado: Vie Mar 21, 2008 8:26 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
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De las 9 a las 10 de la mañana

DECIMASEPTIMA HORA
Jesús es coronado de espinas.
"Ecce Homo" Jesús es condenado a muerte.


Jesús mío, amor infinito, más te miro y más comprendo cuánto sufres... Ya estás todo lacerado y no hay parte sana en ti. Los verdugos, haciéndose aun más feroces al ver que Tú, en medio de tantas penas, los miras con tanto amor, y que tus miradas amorosas forman un dulce encanto, como si fueran tantas voces que ruegan y que suplican más penas y nuevas penas, aunque ellos son inhumanos, pero también forzados por tu amor, te ponen de pie, y Tú, no pudiéndote sostener, de nuevo caes en tu sangre... Y ellos, irritados, con puntapiés y a empujones te hacen llegar al lugar en que te coronarán de espinas.

Amor mío, si Tú no me sostienes con tu mirada de amor, yo no puedo continuar viéndote sufrir... Siento ya un escalofrío hasta en mis huesos, el corazón me late fuertemente, me siento morir... ¡Jesús, Jesús, ayúdame!

Y mi amable Jesús me dice:
"Animo, hija mía, no pierdas nada de lo que sufro. Sé atenta a mis enseñanzas. Yo quiero rehacer al hombre en todo... El pecado le ha quitado la corona y lo ha coronado de oprobio y de confusión, de modo que no puede comparecer ante mi majestad. El pecado lo ha deshonrado, haciéndole perder todo derecho a los honores y a la gloria; por eso quiero ser coronado de espinas, para poner la corona sobre la frente del hombre y para devolverle todos los derechos a todo honor y gloria... Y mis espinas serán ante mi Padre reparaciones y voces de disculpa por tantos pecados de pensamiento, en especial de soberbia, y voces de luz para cada mente creada, suplicando que no me ofenda; por eso, tú únete conmigo y ora y repara conmigo."

Coronado Jesús mío, tus crueles enemigos te hacen sentar, te ponen encima un trapo viejo de púrpura, toman la corona de espinas y con furor infernal te la ponen sobre tu adorable cabeza; a golpes y con palos te hacen penetrar las espinas en la cabeza, en la frente, y algunas de ellas se te clavan hasta en los ojos, en las orejas, en el cráneo y hasta en la nuca...

¡Amor mío, qué penas tan desgarradoras! ¡Qué penas inenarrables! ¡Cuántas muertes crueles sufres! La sangre te corre sobre la cara, de manera que no se ve más que sangre, pero bajo esas espinas y esa sangre se descubre tu rostro santísimo radiante de dulzura, de paz y de amor.
Y los verdugos, queriendo completar el tormento, te vendan los ojos,, te ponen como cetro una caña en la mano y empiezan sus burlas... Te saludan como al Rey de los Judíos, te golpean la corona, te dan bofetadas, y entre gritos te dicen: "¡Adivina quién te ha golpeado...!"

Y Tú callas y respondes con reparar las ambiciones de quienes aspiran a gobernar, de quienes aspiran a las dignidades, a los honores, y por aquellos que, encontrándose en tales puestos y no comportándose bien, forman la ruina de los pueblos y de las almas confiadas a ellos, y cuyos malos ejemplos son causa de empujar al mal y de que se pierdan almas... Con esa caña que tienes en las manos reparas por tantas obras buenas pero vacías de espíritu interior, e incluso hechas con malas intenciones.
En los insultos y con esa venda reparas por aquellos que ridiculizan las cosas más santas, desacreditándolas y profanándolas, y reparas por aquellos que se vendan la vista de la inteligencia para no ver la luz de la verdad. Con esta venda impetras para nosotros el que nos quitemos las vendas de las pasiones, del apego a las riquezas y a los placeres...


Jesús, Rey mío, tus enemigos continúan sus insultos; la sangre que chorrea de tu santísima cabeza es tanta que llegando hasta tu boca te impide hacerme oír claramente tu dulcísima voz, y por tanto me veo impedida a hacer lo que haces Tú...
Por eso vengo a tus brazos, quiero sostener tu cabeza traspasada y dolorida, quiero poner mi cabeza bajo esas mismas espinas para sentir sus punzadas... Pero mientras digo esto, mi Jesús me llama con su mirada de amor y yo corro, me abrazo a su Corazón y trato de sostener su cabeza. ¡Oh, qué alegría es estar con Jesús, aún en medio de mil tormentos! Y entonces El me dice:

"Hija mía, estas espinas dicen que quiero ser constituído Rey de cada corazón. A Mí me corresponde todo dominio. Tú toma estas espinas y punza tu corazón y haz que salga de él todo lo que a Mí no pertenece... y deja una espina clavada en tu corazón en señal de que soy tu Rey y para impedir que ninguna otra cosa entre en ti. Después corre por todos los corazones y, punzándolos, haz que salgan de ellos todos los humos de soberbia y la podredumbre que contienen... y constitúyeme Rey en todos."

Amor mío, el corazón se me oprime al dejarte... Por eso te ruego que cierres mis oídos con tus espinas para que sólo pueda oír tu voz, que me cubras con tus espinas mis ojos para poder mirarte sólo a ti, que me llenes con tus espinas la boca para que mi lengua permanezca muda a todo lo que pudiera ofenderte y está libre para alabarte y bendecirte en todo... Oh Rey mío Jesús, rodéame de espinas, y estas espinas me custodien, me defiendan y me tengan inabismada por entero en ti...

Y ahora quiero limpiarte la sangre y besarte, pues veo que tus enemigos te llevan de nuevo ante Pilatos, y él te condenará a muerte. Amor mío, ayúdame a continuar tu doloroso camino y bendíceme...

Coronado Jesús mío, mi pobre corazón, herido por tu amor y traspasado por tus penas, no puede vivir sin ti, y por eso te busco... Y te encuentro nuevamente ante Pilatos. ¡Pero qué tremendo espectáculo! ¡Los Cielos se horrorizan y hasta el infierno tiembla de espanto y de rabia! Vida de mi corazón, mi vista no puede aguantar mirarte sin sentirme morir; pero la fuerza de tu amor me obliga a mirarte para hacerme comprender bien tus penas... y yo te contemplo entre lágrimas y suspiros...

¡Jesús mío, estás casi desnudo, y en vez de con ropas te veo vestido con sangre, las carnes abiertas y destrozadas, los huesos al descubierto, tu santísimo rostro, irreconocible... Las espinas clavadas en tu adorable cabeza te llegan a los ojos al rostro... y yo no veo más que sangre que corriendo hasta el suelo forma un charco bajo tus pies.
¡Jesús mío, ya no te reconozco! ¡Cómo has quedado! ¡Tu estado ha llegado a los excesos más profundos de las humillaciones y de los dolores! ¡Ah, no puedo soportar tu visión tan dolorosa! Me siento morir y quisiera arrebatarte de la presencia de Pilatos para encerrarte en mi corazón y darte descanso; quisiera sanar tus llagas con mi amor, y con tu sangre quisiera inundar todo el mundo para encerrar en ella a todas las almas y llevarlas a ti como conquista de tus penas...


Y Tú, oh paciente Jesús mío, a duras penas parece que me miras por entre las espinas y me dices:
"Hija mía, ven entre mis atados brazos, apoya tu cabeza sobre mi Corazón, y sentirás dolores más intensos y acerbos, porque todo lo que ves por fuera de mi Humanidad no es sino lo que rebosa de mis penas interiores... Pon atención a los latidos de mi Corazón y sentirás que reparo las injusticias de los que mandan, la opresión de los pobres, los inocentes pospuestos a los culpables, la soberbia de quienes, con tal de conservar dignidades, cargos o riquezas, no dudan en transgredir toda ley y en hacer mal al prójimo, cerrando los ojos a la luz de la verdad...
Con estas espinas quiero hacer pedazos el espíritu de soberbia de "sus señorías", y con las heridas que forman en mi cabeza quiero abrirme camino en sus mentes para reordenar todas las cosas según la luz de la verdad... Con estar así humillado ante este injusto juez, quiero hacer comprender a todos que solamente la virtud es la que constituye al hombre como rey de sí mismo, y enseño a los que mandan que solamente la virtud, unida al recto saber, es la única que es digna y capaz de gobernar y regir a los demás, mientras que todas las demás dignidades, sin la virtud, son cosas peligrosas y que más bien hay que lamentar... Hija mía, haz eco a mis reparaciones y sigue poniendo atención a mis penas."


Amor mío, veo que Pilatos, viéndote tan malamente reducido, se siente estremecer, y todo conmovido exclama: "¿Pero es posible tanta crueldad en los corazones humanos? ¡Ah, no era esta mi voluntad al condenarlo a los azotes!" Y queriendo liberarte de las manos de tus enemigos, para poder encontrar razones más convenientes, todo hastiado y apartando la mirada, porque no puede sostener tu visión excesivamente dolorosa, vuelve a interrogarte: "Pero dime, ¿qué haz hecho? Tu gente te ha entregado en mis manos...Dime, ¿Tú eres Rey? ¿Cuál es tu reino?".

A estas preguntas de Pilatos, Tú oh Jesús mío, no respondes, y abstraído piensas en salvar mi pobre alma, a costa de tantas penas...

Y Pilatos, no viéndose respondido, añade: "¿No sabes que en mi poder está el liberarte o el condenarte?".

Pero Tú, oh amor mío, queriendo hacer resplandecer en la mente de Pilatos la luz de la verdad, le respondes:
"No tendrías ningún poder sobre Mí si no te viniera de lo Alto; pero aquellos que me han entregado en tus manos han cometido un pecado más grande aun que el tuyo."

Entonces Pilatos, como movido por la dulzura de tu voz, indeciso como está y con el corazón en turbulencia, creyendo que los corazones de los judíos fuesen más piadosos, se decide a mostrarte desde la terraza, esperando que se muevan a compasión al verte tan destrozado, y poderte así liberar.

Dolorido Jesús mío, mi corazón desfallece viéndote seguir a Pilatos... Fatigosamente caminas, encorvado y bajo esa horrible corona de espinas; la sangre marca tus pasos, y saliendo fuera oyes el gentío tumultuoso que aguarda con ansiedad tu condena. Y Pilatos, imponiendo silencio para captar la atención de todos y hacerse escuchar por todos, con visible repugnancia, toma los dos extremos de la púrpura que te cubre el pecho y los hombros, los levanta para hacer que todos vean a qué estado has quedado reducido, y dice en voz alta:

"¡Ecce Homo! ¿He aquí al Hombre! ¡Miradlo, no tiene ya aspecto de hombre! ¡Observad sus llagas; ya no se le reconoce! Si ha hecho mal, ya ha sufrido bastante, demasiado. Y yo estoy arrepentido de haberle hecho tanto sufrir; dejémoslo libre..."

Jesús, amor mío, déjame que te sostenga, pues veo que vacilas bajo el peso de tantas penas... Ah, en este momento solemne se va a decidir tu suerte. A las palabras de Pilatos se hace un profundo silencio en el Cielo, en la tierra y en el infierno... Y en seguida, como una sola voz, oigo el grito de todos: "¡Crucifícalo, crucifícalo! ¡A toda costa lo queremos muerto!".

Vida mía Jesús, veo que te estremeces... El grito de "Muerte" desciende a tu Corazón, y en esas voces oyes la voz de tu amado Padre que te dice: "¡Hijo mío, te quiero muerto, y muerto crucificado!"

Y ah, oyes también a tu querida Mamá que, aunque traspasada, desolada, hace eco a tu amado Padre: "¡Hijo... te quiero muerto!"

Los Angeles y los Santos, así como el infierno, gritan todos con voz unánime:
"¡Crucifícalo, crucifícalo!" De manera que no hay nadie que te quiera vivo.
Y, ay, ay, con mi mayor confusión, dolor y asombro, también yo me veo forzada por una fuerza suprema a gritar: "¡Crucifícalo!".
¡Jesús mío, perdóname si también yo, miserable alma pecadora, te quiero muerto! Sin embargo, ah Jesús, te ruego que me hagas morir contigo...


Y mientras Tú, oh destrozado Jesús mío, pareces decirme, movido por mi dolor:
"Hija mía, estréchate a mi Corazón y toma parte en mis penas y en mis reparaciones... El momento es solemne: Se debe decidir entre mi muerte o la muerte de todas las criaturas.
En este momento dos corrientes chocan en mi Corazón. En una están todas las almas que, si me quieren muerto, es porque quieren hallar en Mí la Vida, y así, al aceptar Yo la muerte por ellas, son absueltas de la condenación eterna y las puertas del Cielo se abren para admitirlas.
En la otra corriente están aquellas que me quieren muerto por odio y como confirmación de su condenación... y mi Corazón está lacerado y siente la muerte de cada una de éstas y sus mismas penas del infierno... Mi Corazón no soporta estos acerbos dolores; siento la muerte en cada latido, en cada respiro, y voy repitiendo: "¿Por qué tanta sangre será derramada en vano? ¿Por qué mis penas serán inútiles para tantos? ¡Ah hija, sosténme, que ya no puedo más... Toma parte en mis penas y tu vida sea un continuo ofrecimiento para salvar las almas y para mitigarme penas tan desgarradoras."


Corazón mío, Jesús, tus penas son las mías, y hago eco a tu reparación...

Pero veo que Pilatos queda atónito, y se apresura a decir: "¿Cómo? ¿Debo crucificar a vuestro Rey? ¡Yo no encuentro culpa para condenarlo!"
Y los judíos, llenando el aire, gritan: "¡No tenemos otro rey que el César, y si tú no lo condenas, no eres amigo del César! ¡Quita, quita, crucifícalo, crucifícalo!".

Pilatos, no sabiendo ya que más hacer, por temor a ser destituido, hace traer un recipiente con agua y lavándose las manos dice: "Soy inocente de la Sangre de este Justo". Y te condena a muerte.

Y los judíos gritan: "¡Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos! Y viéndote condenado, estallan en una fiesta, aplauden, silban, gritan...

Y mientras, Tú, oh Jesús, reparas por aquellos que, hallándose en el poder, por temor vano y por no perder su puesto, pisotean hasta las leyes más sagradas, no importándoles la ruina de pueblos enteros, favoreciendo a los impíos y condenando a los inocentes. Y reparas también por aquellos que después de la culpa, instigan a la Cólera Divina a castigarlos.

Pero mientras reparas por todo esto, el Corazón te sangra por el dolor de ver al pueblo escogido por ti, fulminado por la maldición del Cielo... que ellos mismos con plena voluntad han querido, sellándola con tu Sangre, que han imprecado...
Ah, el Corazón se te parte, déjame que lo sostenga entre mis manos, haciendo mías tus reparaciones y tus penas... Pero el amo
r te empuja aun más alto... y ya con impaciencia buscas la Cruz...
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MensajePublicado: Vie Mar 21, 2008 8:54 am    Asunto:
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De las 10 a las 11 de la mañana

DECIMOCTAVA HORA
Jesús abraza la cruz


Jesús mío, amor insaciable, veo que no te das tregua; siento tus delirios de amor y tus dolores; el Corazón te late con fuerza, y en cada latido siento explosiones, torturas, violencias de amor; y Tú, no pudiendo contener el fuego que te devora, te afanas, gimes, suspiras, y oigo que en cada gemido dices "¡Cruz!", y cada gota de tu sangre repite "¡Cruz!". Y todas tus penas, en las cuales nadas como en un mar interminable, repiten entre ellas "¡Cruz!". Y Tú exclamas: "¡Oh Cruz amada y suspirada, tú sola salvarás a mis hijos, y en ti concentro Yo todo mi amor!".

Entre tanto, tus enemigos te hacen nuevamente entrar en el pretorio y te quitan la púrpura y quieren ponerte de nuevo tus vestidos.
¡Pero ay, cuánto dolor! ¡Más dulce me sería morir que verte sufrir tanto!

¡La vestidura se atora en la corona y no pueden sacártela por arriba, así que, con crueldad jamás vista, te arrancan todo junto: la púrpura y la corona.
A tan cruel tirón se rompen michas espinas y quedan clavadas en tu cabeza; la sangre te llueve a chorros, y es tan intenso el dolor, que gimes; pero tus enemigos no teniendo en cuenta tus torturas, te ponen tus vestiduras y de nuevo vuelven a ponerte la corona, y oprimiéndola fuertemente a tu cabeza hacen que las espinas te hieran en los ojos, en las orejas... De manera que no hay parte en tu santísima cabeza en que no sientas las punzadas de ellas. Y tan intenso es el dolor bajo esas manos crueles que vacilas, te estremeces de los pies a la cabeza y entre atroces espasmos estás a punto de morir... pero con tus ojos apagados y llenos de sangre, penosamente me miras para pedirme ayuda en medio de tanto dolor...

Jesús mío, Rey de los dolores, déjame que te sostenga y te estrecha a mi corazón. Quisiera tomar el fuego que te devora para hacer cenizas a tus enemigos y ponerte a salvo, pero Tú no quieres, porque las ansias de la Cruz se hacen aún más ardientes y quieres inmolarte ya sobre ella, aun para bien de tus mismos enemigos... Pero mientras te estrecho a mi corazón, Tú estrechándome al tuyo, me dices:


"Hija mía, hazme desahogar en amor y repara conmigo por aquellos que haciendo el bien me deshonran... Estos judíos me visten con mis ropas para desacreditarme aun más ante el pueblo, tratándolo de convencer de que Yo soy un malhechor. En apariencia, el acto de vestirme era bueno, pero en sí mismo era malvado... Ah, cuántos hacen obras buenas, administran Sacramentos o los frecuentan, pero lo hacen con fines humanos e incluso perversos, y como el bien, mal hecho, conduce a la dureza, Yo quiero por segunda vez ser coronado, y con dolores más atroces que en la primera, para romper esta dureza y así atraer con mis espinas a las criaturas a Mí...

Ah, hija mía, esta segunda coronación es para Mí aun más dolorosa, la cabeza me la siento nadando entre espinas, y en cada movimiento que hago y en cada golpe que me dan, otras tantas muertes crueles sufro. Y así reparo por la malicia de las ofensas, reparo por aquellos que, en cualquier estado de ánimo que estén, en lugar de ocuparse de la propia santificación, se disipan y rechazan mi Gracia, y vuelven a procurarme espinas aun más punzantes, y Yo me veo obligado a gemir, a llorar con lágrimas de sangre y a suspirar por su salvación... ¡Ah, Yo hago de todo por amar a las criaturas, y ellas hacen de todo por ofenderme! Al menos tú no me dejes solo en mis penas y en mis reparaciones".


Destrozado Bien mío, contigo reparo, contigo sufro; mas veo que tus enemigos te precipitan por la escalinata; el populacho con ansia y furor te espera; ya te hacen encontrar preparada la cruz, que con tantos suspiros ansías; con amor la miras y con paso decidido te acercas a abrazarla, pero antes la besas, y corriéndote un estremecimiento de alegría por tu santísima Humanidad, con sumo contento tuyo vuelves a mirarla midiendo su longitud y su anchura... En ella estableces la porción para todas y cada una de las criaturas, y las dotas suficientemente para vincularlas a la Divinidad con un vínculo nupcial y hacerlas herederas del Reino de los Cielos; y luego, no pudiendo contener el amor con que las amas, vuelves a besar la Cruz y le dices:

"Cruz adorada, por fin te abrazo... Tú eras el suspiro de mi Corazón, el martirio de mi Amor; pero tú, oh Cruz, tardaste hasta ahora, en tanto que mis pasos siempre se dirigían hacia ti... Cruz Santa, tú eras la meta de mis de mis deseos, la finalidad de mi existencia acá abajo. En ti concentro todo mi ser; en ti pongo a todos mis hijos... Tú serás su vida y su luz, su defensa, su protección, su fuerza... Tú los sostendrás en todo y me los conducirás gloriosos al Cielo.

Oh Cruz, cátedra de Sabiduría, sólo tú enseñarás la verdadera santidad, sólo tú formarás los héroes, los atletas, los mártires, los Santos... Cruz hermosa, tú eres mi trono, y teniendo Yo que abandonar la tierra, quedarás tú en mi lugar... A ti te entrego en dote a todas las almas: ¡Custódiemelas, sálvamelas... te las confío!".


Y diciendo esto, ansioso te la haces poner sobre tus hombros...
Ah Jesús mío, la Cruz para tu amor es demasiado ligera, pero el peso de la Cruz se une al de nuestros enormes e inmensos pecados, tan enormes e inmensos como es la extensión de los cielos; y Tú, triturado bien mío, te sientes aplastar bajo el peso de tantos pecados. Tu alma se horroriza ante su vista y sientes la pena propia de cada pecado; tu Santidad queda conmocionada ante tanta fealdad, y por esto, sosteniendo la Cruz sobre tus hombros, vacilas, jadeas, y de tu Humanidad santísima brota un sudor mortal.

Ay, Amor mío, no tengo ánimo de dejarte solo; quiero dividir contigo el peso de la Cruz, y para aliviarte del peso de los pecados me estrecho a tus pies...
Y en nombre de todas y de cada una de las criaturas quiero darte amor por la que no te ama; alabanzas, por la que te deprecia, y bendiciones, gratitud y obediencia, por todas.
Declaro que por cualquier ofensa que recibas quiero ofrecerte todo mi ser en reparación y hacer el acto opuesto a las ofensas que las criaturas te hagan y consolarte con mis besos y con mis continuos actos de amor... Pero veo que soy demasiado miserable, por lo que tengo necesidad de ti para poder darte reparación de verdad.

Por eso me uno a tu santísima Humanidad, y junto contigo uno mis pensamientos a los tuyos para reparar los pensamientos malos míos y los de todos; uno mis ojos s los tuyos para reparar por las malas miradas; uno mi boca ala tuya para reparar por las blasfemias y por las malas conversaciones; uno mi corazón al tuyo para reparar por las inclinaciones, por los deseos y por los actos malos; en una palabra, quiero reparar por todo lo que repara tu santísima Humanidad, uniéndome a la inmensidad de tu amor por todos y al bien inmenso que haces a todos. Pero no me contento aún... Quiero unirme a tu Divinidad para perder mi nada en ella y así poder dar todo...


+ + +

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Evangelina M. de Terrazas
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MensajePublicado: Vie Mar 21, 2008 9:21 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
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Camino al Calvario

Pacientísimo Jesús mío, veo que das los primeros pasos bajo el enorme peso de la Cruz... Y uno mis pasos a los tuyos, y cuando Tú, débil, desangrado y agobiado, vayas a caer, a tu lado estaré yo para sostenerte, y pondré mis hombros bajo la Cruz para compartir contigo el peso. No me desdeñes, sino acéptame como tu fiel compañera...

Oh Jesús, me miras y veo que reparas por aquellos que no llevan con resignación su propia cruz, sino que reniegan, se irritan, se suicidan o cometen homicidios; y Tú impetras para todos resignación y amor a la propia cruz...

Pero es tanto tu dolor, que te sientes aplastar bajo el peso de la Cruz. Son los primeros pasos apenas que das y ya caes bajo ella, y al caer te golpeas en las piedras, las espinas se clavan más profundamente aun en tu cabeza y todas tus heridas se abren y sangran nuevamente; y no teniendo fuerzas para levantarte, tus enemigos, irritados, a puntapiés y empellones tratan de ponerte en pie.
Amor mío caído, déjame que te ayude a ponerte de pie, que te bese, que te limpie la sangre y que contigo repare por quienes pecan por ignorancia, por fragilidad y por debilidad, y te ruego que des ayuda a todas estas almas.

Vida mía Jesús, tus enemigos, haciéndote sufrir dolores inauditos, han logrado ponerte de pie... Y mientras caminas vacilante, oigo tus respiros afanosos; tu Corazón late con más fuerza y nuevas penas te lo traspasan acerbamente; y sacudes la cabeza para quitar de tus ojos la sangre que los llena, y miras con ansiedad...

Ah Jesús mío, comprendo todo: Es tu Mamá, que, como gimiente paloma, va en tu búsqueda y quiere decirte una palabra y recibir una última mirada tuya; y Tú sientes sus penas, sientes en tu Corazón el suyo lacerado, y enternecido y herido por vuestro común amor la descubres abriéndose paso entre la gente, pues quiere a toda costa verte, abrazarte y darte su último adiós... Pero Tú quedas aún más traspasado al ver su palidez mortal y todas tus penas reproducidas en Ella por la fuerza del amor. Y si Ella continúa viviendo es sólo por un milagro de tu Omnipotencia...
Ya diriges tus pasos al encuentro de los suyos, pero difícilmente podéis apenas cruzaros una mirada... ¡Oh dolor del corazón de ambos! Los soldados han caído en la cuenta y a empellones impiden que la Madre y el Hijo os deis un último adiós, y es tan grande el dolor y la angustia de los dos, que tu Mamá queda petrificada por el dolor y está a punto de desfallecer...

Pero el fiel Juan y las piadosas mujeres la sostienen mientras Tú caes nuevamente bajo la Cruz. Entonces tu Mamá dolorosa, lo que no hace con el cuerpo porque se ve imposibilitada, lo hace con el alma: Entra en ti, hace suyo el Querer del Eterno y asociándose en todas tus penas te hace el oficio de Mamá, te besa, te repara, te cura, y en todas tus llagas derrama el bálsamo de su materno y doloroso amor.

Penante Jesús mío, yo también me uno con la traspasada Madre; hago mías todas tus penas, y en cada gota de tu sangre, en cada una de tus llagas quiero hacerte de madre, y junto con Ella y contigo reparo por todos los encuentros peligrosos y por quienes se exponen a las ocasiones de pecado, o que forzados a exponerse por necesidad, quedan atrapados por el pecado...

Y Tú entre tanto gimes caído bajo la Cruz... Los soldados temen que mueras bajo el peso de tantos tormentos y por haber perdido tanta sangre; y es por esto por lo que a fuerza de latigazos y a puntapiés tratan de ponerte en pie... Y así reparas por las repetidas caídas en el pecado, los pecados graves cometidos por toda clase de personas, y ruegas por los pecadores obstinados, llorando con lágrimas de sangre por su conversión.


Quebrantado Amor mío, mientras te sigo en las reparaciones, veo que no eres ya capaz de sostenerte bajo el peso enorme de la Cruz... Vacilas... Y a los continuos golpes que recibes, las espinas penetran cada vez más en tu santísima cabeza; y la Cruz, por su gran peso, se hunde en tu hombro, formando en él una llaga tan profunda que te descubre los huesos...

A cada paso me parece que te mueres, y por todo esto te ves imposibilitado para seguir adelante... Pero tu amor, que lo puede y lo vence todo, te da nuevas fuerzas. Y al sentir que la Cruz se hunde en tu hombro reparas por los pecados ocultos, que no siendo reparados acrecientan la crudeza de tus dolores...
Jesús mío, déjame que ponga mi hombro bajo la Cruz para aliviarte, y que repare contigo por todos los pecados ocultos.

Entonces tus enemigos, por temor de que mueras bajo la Cruz, obligan al Cireneo a ayudarte a llevar la Cruz, y él te ayuda, pero de mala gana y vociferando; no por amor, sino por fuerza...
Y ante esto, en tu Corazón resuenan como un inmenso eco todos los lamentos de quienes sufren, las faltas de resignación, las rebeliones, los enojos y los desprecios en el sufrir; pero quedas aun más dolorido al ver que las almas consagradas a ti, a quienes llamas por compañeras y ayudas en tu dolor, te huyen, y si Tú con el dolor las estrechas a ti, ah, se liberan de tus brazos para ir en busca de placeres y te dejan a ti solo en el sufrir...

Jesús mío, mientras reparo contigo, te ruego que me estreches entre tus brazos, y tan fuerte, que no haya ninguna pena que Tú sufras en la que yo no tome parte, para transformarme en ellas y para compensarte por el abandono de todas las criaturas.

Quebrantado Jesús mío, a duras penas y todo encorvado caminas... pero veo que te detienes y tratas de mirar.
Corazón mío, ¿qué pasa, qué quieres? Ah, es la Verónica que, sin temor a nada, valientemente te enjuga con un paño el rostro, cubierto todo de sangre. Y Tú se lo dejas estampado en señal de gratitud...

Generoso Jesús mío, también yo quiero enjugarte, pero no con un paño, sino que quiero presentar todo mi ser para aliviarte, quiero entrar en tu interior y darte, oh Jesús mío, latidos por latidos, respiros por respiros, afectos por afectos, deseos por deseos...
Quiero arrojarme en tu santísima inteligencia, y haciendo correr todos esos latidos, respiros, afectos y deseos en la inmensidad de tu Voluntad, quiero multiplicarlos infinitamente...
Quiero, oh Jesús mío, formar olas de latidos para hacer que ningún otro latido malo repercuta en tu Corazón, y así poderte aliviar todas tus amarguras íntimas;
Quiero formar olas de afectos y de deseos para alejar todos los afectos y deseos malos que pudieran entristecer en lo más mínimo a tu Corazón; y deseo así mismo formar oleadas de respiros y de pensamientos que pongan en fuga cualquier respiro y pensamiento que pudiesen desagradarte en lo más mínimo...

Estaré bien atenta, oh Jesús, para que nada más te aflija y añada otras amarguras a tus penas internas... Oh Jesús mío, haz que todo mi interior nade en la inmensidad del tuyo; así podré encontrar amor suficiente y voluntad capaz de hacer que no entre en tu interior un amor malo ni una voluntad que pudieran desagradarte.

Entre tanto, tus enemigos, viendo mal este acto de la Verónica, te empujan, te azotan y te hacen proseguir el camino...
Otros pocos pasos y de nuevo te detienes, pero tu amor, bajo el peso de tantas penas, no se detiene, y viendo a las piadosas mujeres que lloran por tus penas, te olvidas de ti mismo y las consuelas diciéndoles:
"Hijas, no lloréis mis penas, sino por vuestros pecados y los de vuestros hijos."

¡Qué enseñanza sublime! ¡Qué dulce es tu palabra! Oh Jesús, contigo reparo por las faltas de caridad y te pido la gracia de olvidarme de mí misma para que no me acuerde sino sólo de ti.

Pero tus enemigos, al oírte hablar se llenan de furor, tiran de ti con las cuerdas y te empujan con tanta rabia que te hacen caer, y cayendo te golpeas en las piedras.
El peso de la Cruz te oprime, te tortura y te sientes morir...
Déjame que te sostenga y que con mis manos alivie tu santísimo rostro...

Veo que tocas la tierra y te ahogas en tu misma sangre. Pero tus enemigos te quieren poner de pie, tiran de ti con las cuerdas, te levantan por los cabellos, te dan empellones y puntapiés... pero todo es en vano.

¡Te mueres, Jesús mío! ¡Qué pena! ¡El corazón se me rompe por el dolor! Y casi arrastrándote te llevan al monte Calvario; y mientras te arrastran, siento que reparas por todas las ofensas de las almas consagradas a ti, que te dan tanto peso, que Tú, por más que te esfuerzas por levantarte, te resulta imposible... Y así, arrastrado y pisoteado llegas al Calvario, dejando por donde pasas rojas huellas de tu sangre preciosa.


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MensajePublicado: Vie Mar 21, 2008 9:30 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
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Jesús es despojado de Sus vestiduras

Y aquí en el Calvario te esperan nuevos dolores.
Te desnudan de nuevo y te arrancan vestidura y corona de espinas.
AH, gimes al sentir que de tu cabeza te arrancan las espinas; y arrancándote tus ropas, te arrancan también tus pocas carnes laceradas que aún te quedan y que están adheridas a ellas.
Las llagas se abren de nuevo, la sangre corre a ríos hasta el suelo, y es tan grande el dolor que caes casi muerto.
Y nadie se mueve a compasión por ti, bien mío... al contrario, con bestial furor te ponen de nuevo la corona de espinas, te la clavan a golpes y son tan insoportables los dolores por las laceraciones y al arrancarte los cabellos amasados en la sangre ya coagulada, que sólo los ángeles podrían decir lo que sufres, mientras horrorizados retiran sus angélicas miradas y lloran...

Desnudado Jesús mío, déjame que te estreche a mi corazón para calentarte, porque veo que tiemblas y que un gélido sudor de muerte invade tu santísima Humanidad.
¡Cuánto quisiera darte mi vida y mi sangre para substituir a la tuya, la que has perdido para darme Vida!

Y Jesús, mientras, mirándome con sus lánguidos y agonizantes ojos parece decirme:


"¡Hija mía, cuánto me cuestan las almas!
Aquí es el lugar donde las espero a todas para salvarlas, donde quiero reparar los pecados de aquellos que llegan a degradarse por debajo de las bestias y que se obstinan tanto en ofenderme que llegan a no saber vivir sin cometer pecados.
Su razón queda ciega y pecan frenéticamente, y por eso me coronan de espinas por tercera vez.
Y siendo desnudado reparo por quienes llevan vestidos de lujo e indecentes, por los pecados contra la modestia y el pudor y están atados a las riquezas, a los honores y a los placeres, que de todo eso hacen un dios para sus corazones... Ah sí, cada una de estas ofensas es una muerte que siento, y si no muero es sólo porque el Querer de mi Padre Eterno no ha decretado aún el momento de mi muerte."


Desnudado bien mío, mientras reparo contigo, te suplico me despojes de todo con tus santísimas manos y no permitas que ningún afecto malo entre en mi corazón; vigílamelo, rodéamelo con tus penas y llénamelo con tu Amor. Haz que mi vida no sea sino la repetición de tu Vida, y confirma mi despojamiento con tu bendición.
Bendíceme de corazón y dame la fuerza de asistir a tu dolorosa crucifixión para quedar crucificada yo también contigo.


+ + +

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MensajePublicado: Sab Mar 22, 2008 2:56 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
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Lectura del libro de Isaias.


52,13:
He aquí que prosperará mi Siervo, será enaltecido, levantado y ensalzado sobremanera.

52,14:
Así como se asombraron de él muchos - pues tan desfigurado tenía el aspecto que no parecía hombre, ni su apariencia era humana -

52,15:
otro tanto se admirarán muchas naciones; ante él cerrarán los reyes la boca, pues lo que nunca se les contó verán, y lo que nunca oyeron reconocerán.

53,1:
¿Quién dio crédito a nuestra noticia? Y el brazo de Yahveh ¿a quién se le reveló?

53,2:
Creció como un retoño delante de él, como raíz de tierra árida. No tenía apariencia ni presencia; (le vimos) y no tenía aspecto que pudiésemos estimar.

53,3:
Despreciable y desecho de hombres, varón de dolores y sabedor de dolencias, como uno ante quien se oculta el rostro, despreciable, y no le tuvimos en cuenta.

53,4:
¡Y con todo eran nuestras dolencias las que él llevaba y nuestros dolores los que soportaba! Nosotros le tuvimos por azotado, herido de Dios y humillado.

53,5:
Él ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. Él soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus cardenales hemos sido curados.

53,6:
Todos nosotros como ovejas erramos, cada uno marchó por su camino, y Yahveh descargó sobre él la culpa de todos nosotros.

53,7:
Fue oprimido, y él se humilló y no abrió la boca. Como un cordero al degüello era llevado, y como oveja que ante los que la trasquilan está muda, tampoco él abrió la boca.

53,8:
Tras arresto y juicio fue arrebatado, y de sus contemporáneos, ¿quién se preocupa? Fue arrancado de la tierra de los vivos; por las rebeldías de su pueblo ha sido herido;

53,9:
y se puso su sepultura entre los malvados y con los ricos su tumba, por más que no hizo atropello ni hubo engaño en su boca.

53,10:
Mas plugo a Yahveh quebrantarle con dolencias. Si se da a sí mismo en expiación, verá descendencia, alargará sus días, y lo que plazca a Yahveh se cumplirá por su mano.

53,11:
Por las fatigas de su alma, verá luz, se saciará. Por su conocimiento justificará mi Siervo a muchos y las culpas de ellos él soportará.

53,12:
Por eso le daré su parte entre los grandes y con poderosos repartirá despojos, ya que indefenso se entregó a la muerte y con los rebeldes fue contado, cuando él llevó el pecado de muchos, e intercedió por los rebeldes.






Salmo 30

25,1:
De David
Alef ~ A ti, Yahveh, levanto mi alma,

25,2:
oh Dios mío.
Bet-~ En ti confío, ¡no sea confundido,
no triunfen de mí mis enemigos!

25,3:
Guímel ~ No hay confusión para el que espera en ti,
confusión sólo para el que traiciona sin motivo.

25,4:
Dálet ~ Muéstrame tus caminos, Yahveh,
enséñame tus sendas.

25,5:
He ~ Guíame en tu verdad, enséñame,
que tú eres el Dios de mi salvación.
(Vau) ~ En ti estoy esperando todo el día,

25,6:
Zain ~ Acuérdate, Yahveh, de tu ternura,
y de tu amor, que son de siempre.

25,7:
Jet ~ De los pecados de mi juventud no te acuerdes,
pero según tu amor, acuérdate de mí.
por tu bondad, Yahveh.

25,8:
Tet ~ Bueno y recto es Yahveh;
por eso muestra a los pecadores el camino;

25,9:
Yod ~ conduce en la justicia a los humildes,
y a los pobres enseña su sendero.

25,10:
Kaf ~ Todas las sendas de Yahveh son amor y verdad
para quien guarda su alianza y sus dictámenes.

25,11:
Lámed ~ Por tu nombre, oh Yahveh,
perdona mi culpa, porque es grande.

25,12:
Mem ~ Si hay un hombre que tema a Yahveh,
él le indica el camino a seguir;

25,13:
Nun ~ su alma mora en la felicidad,
y su estirpe poseerá la tierra.

25,14:
Sámek ~ El secreto de Yahveh es para quienes le temen,
su alianza, para darles cordura.

25,15:
Ain ~ Mis ojos están fijos en Yahveh,
que él sacará mis pies del cepo.

25,16:
Pe ~ Vuélvete a mí, tenme piedad,
que estoy solo y desdichado.

25,17:
Sade ~ Alivia los ahogos de mi corazón,
hazme salir de mis angustias.

25,18:
(Qof) ~ Ve mi aflicción y mi penar,
quita todos mis pecados.

25,19:
Res ~ Mira cuántos son mis enemigos,
cuán violento el odio que me tienen.

25,20:
Sin ~ Guarda mi alma, líbrame,
no quede confundido, cuando en ti me cobijo.

25,21:
Tau ~ Inocencia y rectitud me amparen,
que en ti espero, Yahveh.

25,22:
Redime, oh Dios, a Israel
de todas sus angustias.



Carta a los Hebreos

4,14:
Teniendo, pues, tal Sumo Sacerdote que penetró los cielos - Jesús, el Hijo de Dios - mantengamos firmes la fe que profesamos.

4,15:
Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado.

4,16:
Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia para una ayuda oportuna.

5,7:
El cual, habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarle de la muerte, fue escuchado por su actitud reverente,

5,8:
y aun siendo Hijo, con lo que padeció experimentó la obediencia;

5,9:
y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen,


Pasion de nuestro SEÑOR JESUCRISTO segun San Juan


18,1:
Dicho esto, pasó Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, en el que entraron él y sus discípulos.

18,2:
Pero también Judas, el que le entregaba, conocía el sitio, porque Jesús se había reunido allí muchas veces con sus discípulos.

18,3:
Judas, pues, llega allí con la cohorte y los guardias enviados por los sumos sacerdotes y fariseos, con linternas, antorchas y armas.

18,4:
Jesús, que sabía todo lo que le iba a suceder, se adelanta y les pregunta: "¿A quién buscáis?"
18,5:
Le contestaron: "A Jesús el Nazareno." Díceles: "Yo soy." Judas, el que le entregaba, estaba también con ellos.

18,6:
Cuando les dijo: "Yo soy", retrocedieron y cayeron en tierra.

18,7:
Les preguntó de nuevo: "¿A quién buscáis?" Le contestaron: "A Jesús el Nazareno".

18,8:
Respondió Jesús: "Ya os he dicho que yo soy; así que si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos."


18,9:
Así se cumpliría lo que había dicho: "De los que me has dado, no he perdido a ninguno."

18,10:
Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al siervo del Sumo Sacerdote, y le cortó la oreja derecha. El siervo se llamaba Malco.

18,11:
Jesús dijo a Pedro: "Vuelve la espada a la vaina. La copa que me ha dado el Padre, ¿no la voy a beber?"

18,12:
Entonces la cohorte, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, le ataron

18,13:
y le llevaron primero a casa de Anás, pues era suero de Caifás, el Sumo Sacerdote de aquel año.

18,14:
Caifás era el que aconsejó a los judíos que convenía que muriera un solo hombre por el pueblo.

18,15:
Seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Este discípulo era conocido del Sumo Sacerdote y entró con Jesús en el atrio del Sumo Sacerdote,

18,16:
mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta. Entonces salió el otro discípulo, el conocido del Sumo Sacerdote, habló a la portera e hizo pasar a Pedro.

18,17:
La muchacha portera dice a Pedro: "¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?" Dice él: "No lo soy."

18,18:
Los siervos y los guardias tenían unas brasas encendidas porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos calentándose.

18,19:
El Sumo Sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y su doctrina.

18,20:
Jesús le respondió: "He hablado abiertamente ante todo el mundo; he enseñado siempre en la sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he hablado nada a ocultas.

18,21:
¿Por qué me preguntas? Pregunta a los que me han oído lo que les he hablado; ellos saben lo que he dicho."


18,22:
Apenas dijo esto, uno de los guardias que allí estaba, dio una bofetada a Jesús, diciendo: "¿Así contestas al Sumo Sacerdote?"

18,23:
Jesús le respondió: "Si he hablado mal, declara lo que está mal; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?"


18,24:
Anás entonces le envió atado al Sumo Sacerdote Caifás.

18,25:
Estaba allí Simón Pedro calentándose y le dijeron: "¿No eres tú también de sus discípulos?" Él lo negó diciendo: "No lo soy."

18,26:
Uno de los siervos del Sumo Sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dice: "¿No te vi yo en el huerto con él?"

18,27:
Pedro volvió a negar, y al instante cantó un gallo.

18,28:
De la casa de Caifás llevan a Jesús al pretorio. Era de madrugada. Ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse y poder así comer la Pascua.

18,29:
Salió entonces Pilato fuera donde ellos y dijo: "¿Qué acusación traéis contra este hombre?"

18,30:
Ellos le respondieron: "Si éste no fuera un malhechor, no te lo habríamos entregado."

18,31:
Pilato replicó: "Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra Ley." Los judíos replicaron: "Nosotros no podemos dar muerte a nadie."

18,32:
Así se cumpliría lo que había dicho Jesús cuando indicó de qué muerte iba a morir.

18,33:
Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: "¿Eres tú el Rey de los judíos?"

18,34:
Respondió Jesús: "¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?"

18,35:
Pilato respondió: "¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?"

18,36:
Respondió Jesús: "Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí."

18,37:
Entonces Pilato le dijo: "¿Luego tú eres Rey?" Respondió Jesús: "Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para est he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz."


18,38:
Le dice Pilato: "¿Qué es la verdad?" Y, dicho esto, volvió a salir donde los judíos y les dijo: "Yo no encuentro ningún delito en él.

18,39:
Pero es costumbre entre vosotros que os ponga en libertad a uno por la Pascua. ¿Queréis, pues, que os ponga en libertad al Rey de los judíos?"

18,40:
Ellos volvieron a gritar diciendo: "¡A ése, no; a Barrabás!" Barrabás era un salteador.

19,1:
Pilato entonces tomó a Jesús y mandó azotarle.

19,2:
Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le vistieron un manto de púrpura;

19,3:
y, acercándose a él, le decían: "Salve, Rey de los judíos." Y le daban bofetadas.

19,4:
Volvió a salir Pilato y les dijo: "Mirad, os lo traigo fuera para que sepáis que no encuentro ningún delito en él."

19,5:
Salió entonces Jesús fuera llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Díceles Pilato: "Aquí tenéis al hombre."

19,6:
Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron: "¡Crucifícalo, crucifícalo!" Les dice Pilato: "Tomadlo vosotros y crucificadle, porque yo ningún delito encuentro en él."

19,7:
Los judíos le replicaron: "Nosotros tenemos una Ley y según esa Ley debe morir, porque se tiene por Hijo de Dios."

19,8:
Cuando oyó Pilato estas palabras, se atemorizó aún más.

19,9:
Volvió a entrar en el pretorio y dijo a Jesús: "¿De dónde eres tú?" Pero Jesús no le dio respuesta.

19,10:
Dícele Pilato: "¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo poder para soltarte y poder para crucificarte?"

19,11:
Respondió Jesús: "No tendrías contra mí ningún poder, si no se te hubiera dado de arriba; por eso, el que me ha entregado a ti tiene mayor pecado."


19,12:
Desde entonces Pilato trataba de librarle. Pero los judíos gritaron: "Si sueltas a ése, no eres amigo del César; todo el que se hace rey se enfrenta al César."

19,13:
Al oír Pilato estas palabras, hizo salir a Jesús y se sentó en el tribunal, en el lugar llamado Enlosado, en hebreo Gabbatá.

19,14:
Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia la hora sexta. Dice Pilato a los judíos: "Aquí tenéis a vuestro Rey."

19,15:
Ellos gritaron: "¡Fuera, fuera! ¡Crucifícale!" Les dice Pilato: "¿A vuestro Rey voy a crucificar?" Replicaron los sumos sacerdotes: "No tenemos más rey que el César."

19,16:
Entonces se lo entregó para que fuera crucificado. Tomaron, pues, a Jesús,

19,17:
y él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota,

19,18:
y allí le crucificaron y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio.

19,19:
Pilato redactó también una inscripción y la puso sobre la cruz. Lo escrito era: "Jesús el Nazareno, el Rey de los judíos."

19,20:
Esta inscripción la leyeron muchos judíos, porque el lugar donde había sido crucificado Jesús estaba cerca de la ciudad; y estaba escrita en hebreo, latín y griego.

19,21:
Los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: "No escribas: "El Rey de los judíos", sino: "Este ha dicho: Yo soy Rey de los judíos"."

19,22:
Pilato respondió: "Lo que he escrito, lo he escrito."

19,23:
Los soldados, después que crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos, con los que hicieron cuatro lotes, un lote para cada soldado, y la túnica. La túnica era sin costura, tejida de una pieza de arriba abajo.

19,24:
Por eso se dijeron: "No la rompamos; sino echemos a suertes a ver a quién le toca." Para que se cumpliera la Escritura: 'Se han repartido mis vestidos, han echado a suertes mi túnica.' Y esto es lo que hicieron los soldados.

19,25:
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y María Magdalena.

19,26:
Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: "Mujer, ahí tienes a tu hijo."

19,27:
Luego dice al discípulo: "Ahí tienes a tu madre." Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.

19,28:
Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dice: '"Tengo sed."'

19,29:
Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca.

19,30:
Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: "Todo está cumplido." E inclinando la cabeza entregó el espíritu.

19,31:
Los judíos, como era el día de la Preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado - porque aquel sábado era muy solemne - rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran.

19,32:
Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con él.

19,33:
Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas,

19,34:
sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua.

19,35:
El que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis.

19,36:
Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: 'No se le quebrará hueso alguno.'

19,37:
Y también otra Escritura dice: 'Mirarán al que traspasaron.'

19,38:
Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilato autorización para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se lo concedió. Fueron, pues, y retiraron su cuerpo.

19,39:
Fue también Nicodemo - aquel que anteriormente había ido a verle de noche - con una mezcla de mirra y áloe de unas cien libras.

19,40:
Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en vendas con los aromas, conforme a la costumbre judía de sepultar.

19,41:
En el lugar donde había sido crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que nadie todavía había sido depositado.

19,42:
Allí, pues, porque era el día de la Preparación de los judíos y el sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.


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AURORA
Invitado





MensajePublicado: Sab Mar 22, 2008 3:02 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
Responder citando

Adoracion de la Santa Cruz


Señor, adoramos tu CRUZ, alabamos y glorificamos tu santa Resurreccion.
Porque gracias al arbol de la CRUZ el gozo llego al mundo entero .
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AURORA
Invitado





MensajePublicado: Sab Mar 22, 2008 3:13 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
Responder citando

FRAY PEDRO DE PADILLA
(S. XVI)



A LA MUERTE DE CRISTO



En el árbol de la cruz
Estaba Cristo pendiente,
Y el cielo, el mar y la tierra
Cada cual su muerte siente.
Tiene su cuerpo sagrado
Hecho de sangre una fuente,
Con la cual fue redimida
La miseria y pobre gente.
Culpas ajenas pagaba
Aquel Cordero inocente,
Que fue por salvar al hombre
Hasta morir obediente.
En madero fue la ofensa
De nuestro primer pariente,
Y en madero la redime
El que es todo omnipotente.
Mirándole está su Madre
Y llorando amargamente,
Y el sagrado Evangelista,
Que también está presente.
Consolando el desconsuelo
De aquel dolor tan urgente,
Que vida en ninguno dellos
Ni permite ni consiente.
La naturaleza humana
Fue al morir correspondiente,
Que puesto que allí Dios hombre
Con divino amor ardiente
Estuviese padeciendo
Por el hombre delincuente,
En cuanto hombre padecía,
Que en cuanto Dios no es paciente.
Por el divino costado
Tiene el corazón patente,
Y de allí sangre divina
Con soberana corriente
Sale lavando la culpa
De su siervo inobediente.
Y al tiempo que ya expiraba
Con el mortal accidente,
Los rayos del sol perdieron
Su lumbre resplandeciente.
Las piedras unas con otras
Combaten ásperamente;
Muriendo el Sol de justicia,
No quedó cosa viviente
Que no mostrase dolor
Lo sensible y que no siente,
Cesó la ley de Escritura
Celebrada antiguamente,
La de gracia comenzando
Tan suave y aplaciente.
Quedó el hombre desde allí
De nuevo convaleciente,
Capaz de merecer gloria
Si viviere justamente.





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