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Subida del Monte Carmelo-San Juan de la Cruz
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Autor Mensaje
Scarlett*
Veterano


Registrado: 21 Nov 2007
Mensajes: 1623

MensajePublicado: Jue Jul 09, 2009 12:20 am    Asunto:
Tema: Subida del Monte Carmelo-San Juan de la Cruz
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Prosigo:
Cita:
CAPÍTULO 10. En que trata cómo los apetitos entibian y enflaquecen al alma en la virtud.

1. Lo quinto en que dañan los apetitos al alma es que la entibian y enflaquecen para que no tenga fuerza para seguir la virtud y perseverar en ella.
Porque, por el mismo caso que la fuerza del apetito se reparte, queda menos fuerte que si estuviera entero en una cosa sola; y cuanto en más cosas se reparte, menos es para cada una de ellas, que, por eso, dicen los filósofos que la virtud unida es más fuerte que ella misma si se derrama. Y, por tanto, está claro que, si el apetito de la voluntad se derrama en otra cosa fuera de la virtud, ha de quedar mas flaco para la virtud. Y así, el alma que tiene la voluntad repartida en menudencias es como el agua que, teniendo por donde se derramar hacia abajo, no crece para arriba, y así no es de provecho.
Que por eso el patriarca Jacob (Gn. 49, 4) comparó a su hijo Ruben al agua derramada, porque en cierto pecado había dado rienda a sus apetitos, diciendo: Derramado estás como el agua; no crezcas; como si dijera: Porque estás derramado según los apetitos como el agua, no crecerás en virtud. Y así como el agua caliente, no estando cubierta, fácilmente pierde el calor, y como las especies aromáticas, desenvueltas, van perdiendo la fragancia y fuerza de su olor, así el alma no recogida en un solo apetito de Dios, pierde el valor y vigor en la virtud. Lo cual entendiendo bien David (Sal. 58, 10), dijo hablando con Dios: Fortitudinem meam ad te custodiam: Yo guardare mi fortaleza para ti, esto es, recogiendo la fuerza de mis apetitos sólo a ti.

2. Y enflaquecen la virtud del alma los apetitos, porque son en ella como los renuevos que nacen en rededor del árbol y le llevan la virtud para que el no lleve tanto fruto. Y de estas tales almas dice el Señor (Mt. 24, 19): Vae praegnantibus et nutrientibus in illis diebus!, esto es: ¡Ay de los que en aquellos días estuvieren preñados y de los que criaren! La cual preñez y cría entiende por la de los apetitos, los cuales, si no se atajan, siempre irán quitando más virtud al alma y crecerán para mal del alma, como los renuevos en el árbol. Por lo cual nuestro Señor diciendo (Lc. 12, 35) nos aconseja: Tened ceñidos vuestros lomos, que significan aquí los apetitos. Porque, en efecto, ellos son tambien como las sanguijuelas, que siempre están chupando la sangre de las venas, porque así las llama el Eclesiástico (Pv. 30, 15), diciendo: Sanguijuelas son las hijas, esto es, los apetitos; siempre dicen: Daca, daca.

3. De donde está claro que los apetitos no ponen al alma bien ninguno, sino quítanle el que tiene. Y, si no los mortificare, no pararán hasta hacer en ella lo que dicen que hacen a su madre los hijos de la víbora, que, cuando van creciendo en el vientre, comen a su madre y mátanla, quedando ellos vivos a costa de su madre. Así los apetitos no mortificados llegan a tanto, que matan al alma en Dios, porque ella primero no los mató; por eso dice el Eclesiástico: Aufer a me, Domine, ventris concupiscentias, et concubitus concupiscentiae ne apprehendant me (23, 6), y sólo lo que en ella vive son ellos.

4. Pero, aunque no lleguen a esto, es gran lástima considerar cuál tienen a la pobre alma los apetitos que viven en ella, cuán desgraciada para consigo misma, cuán seca para los prójimos y cuán pesada y perezosa para las cosas de Dios. Porque no hay mal humor que tan pesado y dificultoso ponga a un enfermo para caminar, o hastío para comer, cuanto el apetito de criatura hace al alma pesada y triste para seguir la virtud. Y así, ordinariamente, la causa por que muchas almas no tienen diligencia y gana de cobrar virtud es porque tienen apetitos y aficiones no puras en Dios.

Paz y bien.

Hemos llegado a la quinta alteración que sufre el alma a consecuencia de los apetitos desbordados: mortificada, enceguecida, sucia, atormentada y ahora nos dice cómo vive también tibia y enflaquecida en la virtud.

Nos menciona San Juan de la Cruz a Rubén, hijo de Jacob, quien se engolosinaba en sus apetitos y a causa de ello, no hacía lo debido.
Estoy tomando un curso de Biblia y estamos viendo en dónde se escribió.

Estamos viendo cómo estaban distribuidas las doce tribus en la época del nacimiento de Israel.
Como recordarás, Jacob fué llamado por Dios "Israel" y de sus doce hijos surgieron las doce tribus que conformaban el pueblo judío. Esos doce hijos se distribuyeron en las tierras de su padre.
Y cada uno, junto con sus descendientes trabajó la parte que le correspondió. Rubén fué uno de ésos hijos y como vemos, se dejaba llevar por sus apetitos y era reprendido por su padre.
Curiosamente, en las tierras de Rubén, son tierras que no se trabajan, incluso en la actualidad. ¿Te imaginas qué apetito entibiaba y enflaquecia el alma de Rubén?
La pereza, supongo. Y las consecuencias de los apetitos desbordados es que se desbordan a los lados y no crecen en virtud.
Eso también sucede con el cuerpo, que es templo de ésa alma: se derrama a los lados.

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marina
Veterano


Registrado: 13 Oct 2005
Mensajes: 3909

MensajePublicado: Sab Jul 11, 2009 1:52 am    Asunto:
Tema: Subida del Monte Carmelo-San Juan de la Cruz
Responder citando

holaScarlett*!
te deje recado en el foro de familias, sobre un proyecto para ilustrar cuentos. ya me lei todos los temas con tus cuentos, algunos si me podrian servir para mi proyecto, los puedo usar? tienes otros?
gracias
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Scarlett*
Veterano


Registrado: 21 Nov 2007
Mensajes: 1623

MensajePublicado: Vie Jul 17, 2009 2:35 am    Asunto:
Tema: Subida del Monte Carmelo-San Juan de la Cruz
Responder citando

Cita:
CAPÍTULO 11. En que se prueba ser necesario para llegar a la divina unión carecer el alma de todos los apetitos, por mínimos que sean.

1. Parece que ha mucho que el lector desea preguntar que si es de fuerza que, para llegar a este alto estado de perfección, ha de haber precedido mortificación total en todos los apetitos, chicos y grandes, y que si bastará mortificar algunos de ellos y dejar otros, a lo menos aquellos que parecen de poco momento; porque parece cosa recia y muy dificultosa poder llegar el alma a tanta pureza y desnudez, que no tenga voluntad y afición a ninguna cosa.

2. A esto respondo: lo primero que, aunque es verdad que no todos los apetitos son tan perjudiciales unos como otros ni embarazan al alma, todos en igual manera se han de mortificar (Hablo de los voluntarios, porque los apetitos naturales poco o nada impiden para la unión al alma) cuando no son consentidos; ni pasan de primeros movimientos todos aquellos en que la voluntad racional antes ni despues tuvo parte; porque quitar estos, que es mortificarlos del todo, en esta vida es imposible, y estos no impiden de manera que no se pueda llegar a la divina unión, aunque del todo no esten, como digo, mortificados; porque bien los puede tener el natural, y estar el alma, según el espíritu racional, muy libre de ellos, porque (aún) acaecerá a veces, que este el alma en harta unión de oración de quietud en la voluntad, y que actualmente moren estos en la parte sensitiva del hombre, no teniendo en ellos parte la parte superior que está en oración. Pero todos los demás apetitos voluntarios, ahora sean de pecado mortal, que son los más graves; ahora de pecado venial, que son menos graves; ahora sean solamente de imperfecciones, que son los menores, todos se han de vaciar y de todos ha el alma de carecer para venir a esta total unión, por mínimos que sean. Y la razón es porque el estado de esta divina unión consiste en tener el alma, según la voluntad, con tal transformación en la voluntad de Dios, de manera que no haya en ella cosa contraria a la voluntad de Dios, sino que en todo y por todo su movimiento sea voluntad solamente de Dios.

Paz y bien.

Como bien menciona San Juan de la Cruz, yo ya me estaba preguntando si debo dejar de sentir cualquier apetito para poder llegar a un estado de perfección. Y gracias a Dios, nos da la respuesta: No.
Hay apetitos que son naturales y que no afectan en nada al alma.
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