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La unión transformante: el matrimonio espiritual

 
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Leandro del Santo Rosario
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Registrado: 24 Mar 2006
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MensajePublicado: Dom Mar 01, 2009 10:51 pm    Asunto: La unión transformante: el matrimonio espiritual
Tema: La unión transformante: el matrimonio espiritual
Responder citando

Queridos hermanos: Abro este tema para que hablemos acerca del grado más alto en la vida mística al que podemos aspirar en esta vida, descrito por Santa Teresa de Jesús en las séptimas moradas. El matrimonio espiritual es en el camino normal de la santidad la meta a llegar en esta vida, preludio de la vida del cielo. Los invito a publicar y a comentar lo que encuentren acerca de este tema, para compartirlo y dialogar.
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Leandro del Santo Rosario
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MensajePublicado: Lun Mar 02, 2009 10:59 am    Asunto:
Tema: La unión transformante: el matrimonio espiritual
Responder citando

En primer lugar, invito a los hermanos a leer las moradas séptimas de Santa Teresa de Jesús. Se lee en un rato, es una joya preciosa:

Cita:
Moradas Séptimas Capítulo 1
Trata de mercedes grandes que hace Dios a las almas que han llegado a entrar en las séptimas moradas. ­ Dice cómo, a su parecer, hay diferencia alguna del alma al espíritu, aunque es todo uno. ­ Hay cosas de notar.
1. Pareceros ha, hermanas, que está dicho tanto en este camino espiritual, que no es posible quedar nada por decir. Harto desatino sería pensar esto; pues la grandeza de Dios no tiene término, tampoco le tendrán sus obras. ¿Quién acabará de contar sus misericordias y grandezas? [1] Es imposible, y así no os espantéis de lo que está dicho y se dijere, porque es una cifra de lo que hay que contar de Dios.
Harta misericordia nos hace que haya comunicado estas cosas a persona que las podamos venir a saber, para que mientras más supiéremos que se comunica con las criaturas, más alabaremos su grandeza y nos esforzaremos a no tener en poco almas con que tanto se deleita el Señor, pues cada una de nosotras la tiene, sino que como no las preciamos como merece criatura hecha a la imagen de Dios, así no entendemos los grandes secretos que están en ella.
Plega a Su Majestad, si es servido, menee la pluma y me dé a entender cómo yo os diga algo de lo mucho que hay que decir y da Dios a entender a quien mete en esta morada.
Harto lo he suplicado a Su Majestad, pues sabe que mi intento es que no estén ocultas sus misericordias, para que más sea alabado y glorificado su nombre.
2. Esperanza tengo que, no por mí, sino por nosotras, hermanas, me ha de hacer esta merced, para que entendáis lo que os importa que no quede por vosotras el celebrar vuestro Esposo este espiritual matrimonio con vuestras almas, pues trae tantos bienes consigo como veréis.
¡Oh gran Dios!, parece que tiembla una criatura tan miserable como yo de tratar en cosa tan ajena de lo que merezco entender. Y es verdad que he estado en gran confusión pensando si será mejor acabar con pocas palabras esta morada; porque me parece que han de pensar que yo lo sé por experiencia, y háceme grandísima vergüenza, porque, conociéndome la que soy, es terrible cosa.
Por otra parte, me ha parecido que es tentación y flaqueza, aunque más juicios de estos echéis. Sea Dios alabado y entendido un poquito más, y gríteme todo el mundo; cuánto más que estaré yo quizá muerta cuando se viniere a ver. Sea bendito el que vive para siempre y vivirá, amén.
3. Cuando nuestro Señor es servido haber piedad de lo que padece y ha padecido por su deseo esta alma que ya espiritualmente ha tomado por esposa, primero que se consuma el matrimonio espiritual métela en su morada, que es esta séptima; porque así como la tiene en el cielo, debe tener en el alma una estancia adonde sólo Su Majestad mora, y digamos otro cielo.
Porque nos importa mucho, hermanas, que no entendamos es el alma alguna cosa oscura; que como no la vemos, lo más ordinario debe parecer que no hay otra luz interior sino ésta que vemos, y que está dentro de nuestra alma alguna oscuridad.
De la que no está en gracia yo os lo confieso, y no por falta del Sol de Justicia [2] que está en ella dándole ser; sino por no ser ella capaz para recibir la luz, como creo dije en la primera morada, que había entendido una persona que estas desventuradas almas es así que están como en una cárcel oscura, atadas de pies y manos para hacer ningún bien que les aproveche para merecer [3], y ciegas y mudas.
Con razón podemos compadecernos de ellas y mirar que algún tiempo nos vimos así y que también puede el Señor haber misericordia de ellas.
4. Tomemos, hermanas, particular cuidado de suplicárselo y no nos descuidar, que es grandísima limosna rogar por los que están en pecado mortal; muy mayor que sería si viésemos un cristiano atadas las manos atrás con una fuerte cadena y él amarrado a un poste y muriendo de hambre, y no por falta de qué coma, que tiene cabe sí muy extremados manjares, sino que no los puede tomar para llegarlos a la boca, y aun está con grande hastío, y ve que va ya a expirar, y no muerte como acá, sino eterna, ¿no sería gran crueldad estarle mirando y no le llegar a la boca qué comiese? Pues ¿qué si por vuestra oración le quitasen las cadenas? Ya lo veis.
Por amor de Dios os pido que siempre tengáis acuerdo [4] en vuestras oraciones de almas semejantes.
5. No hablamos ahora con ellas, sino con las que ya, por la misericordia de Dios, han hecho penitencia por sus pecados y están en gracia, que podemos considerar no una cosa arrinconada y limitada, sino un mundo interior, adonde caben tantas y tan lindas moradas como habéis visto; y así es razón que sea, pues dentro de esta alma hay morada para Dios.
Pues cuando Su Majestad es servido de hacerle la merced dicha [5] de este divino matrimonio, primero la mete en su morada, y quiere Su Majestad que no sea como otras veces que la ha metido en estos arrobamientos, que yo bien creo que la une consigo entonces y en la oración que queda dicha de unión [6], aunque no le parece al alma que es tan llamada para entrar en su centro, como aquí en esta morada, sino a la parte superior.
En esto va poco: sea de una manera o de otra, el Señor la junta consigo; mas es haciéndola ciega y muda, como lo quedó San Pablo en su conversión [7], y quitándola el sentir cómo o de qué manera es aquella merced que goza; porque el gran deleite que entonces siente el alma, es de verse cerca de Dios. Mas cuando la junta consigo, ninguna cosa entiende, que las potencias todas se pierden.
6. Aquí es de otra manera: quiere ya nuestro buen Dios quitarla las escamas de los ojos y que vea y entienda algo de la merced que le hace, aunque es por una manera extraña; y metida en aquella morada, por visión intelectual [8], por cierta manera de representación de la verdad, se le muestra la Santísima Trinidad, todas tres personas, con una inflamación que primero viene a su espíritu a manera de una nube de grandísima claridad, y estas Personas distintas, y por una noticia admirable que se da al alma, entiende con grandísima verdad ser todas tres Personas una sustancia y un poder y un saber y un solo Dios; de manera que lo que tenemos por fe, allí lo entiende el alma, podemos decir, por vista, aunque no es vista con los ojos del cuerpo [9], porque no es visión imaginaria.
Aquí se le comunican todas tres Personas, y la hablan, y la dan a entender aquellas palabras que dice el Evangelio que dijo el Señor: que vendría El y el Padre y el Espíritu Santo a morar con el alma que le ama y guarda sus mandamientos [10].
7. ¡Oh, válgame Dios! ¡Cuán diferente cosa es oír estas palabras y creerlas [11], a entender por esta manera cuán verdaderas son! Y cada día se espanta más esta alma, porque nunca más le parece se fueron de con ella, sino que notoriamente ve, de la manera que queda dicho [12], que están en lo interior de su alma, en lo muy muy interior, en una cosa muy honda, que no sabe decir cómo es, porque no tiene letras, siente en sí esta divina compañía.
8. Pareceros ha que, según esto, no andará en sí, sino tan embebida que no pueda entender en nada. ­ Mucho más que antes, en todo lo que es servicio de Dios, y en faltando las ocupaciones, se queda con aquella agradable compañía; y si no falta a Dios el alma, jamás El la faltará, a mi parecer, de darse a conocer tan conocidamente su presencia; y tiene gran confianza que no la dejará Dios, pues la ha hecho esta merced, para que la pierda; y así se puede pensar, aunque no deja de andar con más cuidado que nunca, para no le desagradar en nada.
9. El traer esta presencia entiéndese que no es tan enteramente, digo tan claramente, como se le manifiesta la primera vez y otras algunas que quiere Dios hacerle este regalo; porque si esto fuese, era imposible entender en otra cosa, ni aun vivir entre la gente; mas aunque no es con esta tan clara luz siempre que advierte se halla con esta compañía.
Digamos ahora como una persona que estuviese en una muy clara pieza con otras y cerrasen las ventanas y se quedase a oscuras; no porque se quitó la luz para verlas y que hasta tornar la luz no las ve, deja de entender que están allí. Es de preguntar si cuando torna la luz y las quiere tornar a ver, si puede.
Esto no está en su mano, sino cuando quiere nuestro Señor que se abra la ventana del entendimiento; harta misericordia la hace en nunca se ir de con ella y querer que ella lo entienda tan entendido.
10. Parece que quiere aquí la divina Majestad disponer el alma para más con esta admirable compañía; porque está claro que será bien ayudada para en todo ir adelante en la perfección y perder el temor que traía algunas veces de las demás mercedes que la hacía, como queda dicho [13].
Y así fue, que en todo se hallaba mejorada, y le parecía que por trabajos y negocios que tuviese, lo esencial de su alma jamás se movía de aquel aposento, de manera que en alguna manera le parecía había división en su alma, y andando con grandes trabajos, que poco después que Dios le hizo esta merced tuvo, se quejaba de ella, a manera de Marta [14] cuando se quejó de María, y algunas veces la decía que se estaba ella siempre gozando de aquella quietud a su placer, y la deja a ella en tantos trabajos y ocupaciones, que no la puede tener compañía.
11. Esto os parecerá, hijas, desatino, mas verdaderamente pasa así; que aunque se entiende que el alma está toda junta, no es antojo lo que he dicho, que es muy ordinario.
Por donde decía yo [15] que se ven cosas interiores, de manera que cierto se entiende hay diferencia en alguna manera, y muy conocida, del alma al espíritu, aunque más sea todo uno. Conócese una división tan delicada, que algunas veces parece obra de diferente manera lo uno de lo otro, como el sabor que les quiere dar el Señor.
También me parece que el alma es diferente cosa de las potencias y que no es todo una cosa. Hay tantas y tan delicadas en lo interior, que sería atrevimiento ponerme yo a declararlas.
Allá lo veremos, si el Señor nos hace merced de llevarnos por su misericordia, adonde entendamos estos secretos.




Cita:
Moradas Séptimas Capítulo 2
Procede en lo mismo. ­ Dice la diferencia que hay de unión espiritual a matrimonio espiritual. ­ Decláralo por delicadas comparaciones, en que da a entender cómo muere aquí la mariposilla que ha dicho en la quinta morada.
1. Pues vengamos ahora a tratar del divino y espiritual matrimonio, aunque esta gran merced no debe cumplirse con perfección mientras vivimos pues si nos apartásemos de Dios, se perdería este tan gran bien.
La primera vez que Dios hace esta merced quiere Su Majestad mostrarse al alma por visión imaginaria de su sacratísima Humanidad, para que lo entienda bien y no esté ignorante de que recibe tan soberano don.
A otras personas será por otra forma, a ésta de quien hablamos, se le representó el Señor, acabando de comulgar, con forma de gran resplandor y hermosura y majestad, como después de resucitado, y le dijo que ya era tiempo de que sus cosas tomase ella por suyas, y El tendría cuidado de las suyas, y otras palabras que son más para sentir que para decir [1].
2. Parecerá que no era ésta novedad, pues otras veces se había representado el Señor a esta alma en esta manera. Fue tan diferente, que la dejó bien desatinada y espantada: lo uno, porque fue con gran fuerza esta visión; lo otro, porque las palabras que le dijo, y también porque en lo interior de su alma, adonde se le representó, si no es la visión pasada [2], no había visto otras; porque entended que hay grandísima diferencia de todas las pasadas a las de esta morada, y tan grande del desposorio espiritual, al matrimonio espiritual, como le hay entre dos desposados, a los que ya no se pueden apartar [3].
3. Ya he dicho [4] que, aunque se ponen estas comparaciones, porque no hay otras más a propósito, que se entienda que aquí no hay memoria de cuerpo más que si el alma no estuviese en él, sino sólo espíritu, y en el matrimonio espiritual, muy menos, porque pasa esta secreta unión en el centro muy interior del alma, que debe ser adonde está [5] el mismo Dios, y a mi parecer no ha menester puerta por donde entre.
Digo que no es menester puerta, porque en todo lo que se ha dicho hasta aquí, parece que va por medio de los sentidos y potencias, y este aparecimiento de la Humanidad del Señor así debía ser; [6] mas lo que pasa en la unión del matrimonio espiritual es muy diferente: aparécese el Señor en este centro del alma sin visión imaginaria sino intelectual, aunque más delicada que las dichas [7], como se apareció a los Apóstoles sin entrar por la puerta, cuando les dijo: «Pax vobis».
Es un secreto tan grande y una merced tan subida lo que comunica Dios allí al alma en un instante, y el grandísimo deleite que siente el alma, que no sé a qué lo comparar, sino a que quiere el Señor manifestarle por aquel momento la gloria que hay en el cielo, por más subida manera que por ninguna visión ni gusto espiritual.
No se puede decir más de que ­a cuanto se puede entender­ queda el alma, digo el espíritu de esta alma, hecho una cosa con Dios que, como es también espíritu, ha querido Su Majestad mostrar el amor que nos tiene, en dar a entender a algunas personas hasta adonde llega para que alabemos su grandeza, porque de tal manera ha querido juntarse con la criatura, que así como los que ya no se pueden apartar, no se quiere apartar El de ella [8].
4. El desposorio espiritual es diferente, que muchas veces se apartan, y la unión también lo es; porque, aunque unión es juntarse dos cosas en una, en fin, se pueden apartar y quedar cada cosa por sí, como vemos ordinariamente, que pasa de presto esta merced del Señor, y después se queda el alma sin aquella compañía, digo de manera que lo entienda.
En estotra merced del Señor, no; porque siempre queda el alma con su Dios en aquel centro.
Digamos que sea la unión, como si dos velas de cera se juntasen tan en extremo, que toda la luz fuese una, o que el pábilo y la luz y la cera es todo uno; mas después bien se puede apartar la una vela de la otra, y quedan en dos velas, o el pábilo de la cera.
Acá es como si cayendo agua del cielo en un río o fuente, adonde queda hecho todo agua, que no podrán ya dividir ni apartar cual es el agua, del río, o lo que cayó del cielo; o como si un arroyico pequeño entra en la mar, no habrá remedio de apartarse; o como si en una pieza estuviesen dos ventanas por donde entrase gran luz; aunque entra dividida se hace todo una luz.
5. Quizá es esto lo que dice San Pablo: El que se arrima y allega a Dios, hácese un espíritu con El [9], tocando este soberano matrimonio, que presupone haberse llegado Su Majestad al alma por unión.
Y también dice: Mihi vivere Chistus est, mori lucrum; [10] así me parece puede decir aquí el alma, porque es adonde la mariposilla, que hemos dicho, muere y con grandísimo gozo, porque su vida es ya Cristo.
6. Y esto se entiende mejor, cuando anda el tiempo, por los efectos, porque se entiende claro, por unas secretas aspiraciones, ser Dios el que da vida a nuestra alma, muy muchas veces tan vivas, que en ninguna manera se puede dudar [11], porque las siente muy bien el alma, aunque no se saben decir, mas que es tanto este sentimiento que producen algunas veces unas palabras regaladas, que parecen no se pueden excusar de decir: ¡Oh, vida de mi vida y sustento que me sustentas!, y cosas de esta manera.
Porque de aquellos pechos divinos adonde parece está Dios siempre sustentando el alma, salen unos rayos de leche que toda la gente del castillo conforta; que parece quiere el Señor que gocen de alguna manera de lo mucho que goza el alma, y que de aquel río caudaloso, adonde se consumió esta fontecita pequeña, salgan algunas veces algún golpe de aquel agua para sustentar los que en lo corporal han de servir a estos dos desposados.
Y así como sentiría este agua una persona que está descuidada si la bañasen de presto en ello, y no lo podía dejar de sentir, de la misma manera, y aun con más certidumbre se entienden estas operaciones que digo.
Porque así como no nos podría venir un gran golpe de agua, si no tuviese principio ­como he dicho­, así se entiende claro que hay en lo interior quien arroje estas saetas y dé vida a esta vida, y que hay sol de donde procede una gran luz, que se envía a las potencias, de lo interior del alma.
Ella ­como he dicho­ [12] no se muda de aquel centro ni se le pierde la paz; porque el mismo que la dio a los apóstoles, cuando estaban juntos se la puede dar a ella.
7. Heme acordado que esta salutación del Señor debía ser mucho más de lo que suena, y el decir a la gloriosa Magdalena que se fuese en paz; [13] porque como las palabras del Señor son hechas como obras en nosotros, de tal manera debían hacer la operación en aquellas almas que estaban ya dispuestas, que apartase en ellos todo lo que es corpóreo en el alma y la dejase en puro espíritu, para que se pudiese juntar en esta unión celestial con el espíritu increado, que es muy cierto que en vaciando nosotros todo lo que es criatura y desasiéndonos de ella por amor de Dios, el mismo Señor la ha de henchir de Sí.
Y así, orando una vez Jesucristo nuestro Señor por sus apóstoles ­no sé adónde es­ dijo, que fuesen una cosa con el Padre y con El, como Jesucristo nuestro Señor está en el Padre y el Padre en El [14].
¡No sé qué mayor amor puede ser que éste! Y no dejamos de entrar aquí todos, porque así dijo Su Majestad: No sólo ruego por ellos, sino por todos aquellos que han de creer en mi también, y dice: Yo estoy en ellos.
8. ¡Oh, válgame Dios, qué palabras tan verdaderas!, y ¡cómo las entiende el alma, que en esta oración lo ve por sí! Y ¡cómo lo entenderíamos todas si no fuese por nuestra culpa, pues las palabras de Jesucristo nuestro Rey y Señor no pueden faltar! [15] Mas como faltamos en no disponernos y desviarnos de todo lo que puede embarazar esta luz, no nos vemos en este espejo que contemplamos, adonde nuestra imagen está esculpida.
9. Pues tornando a lo que decíamos [16], en metiendo el Señor al alma en esta morada suya, que es el centro de la misma alma, así como dicen que el cielo empíreo, adonde está nuestro Señor, no se mueve como los demás, así parece no hay los movimientos en esta alma, en entrando aquí, que suele haber en las potencias e imaginación, de manera que la perjudiquen ni la quiten su paz.
Parece que quiero decir que llegando el alma a hacerla Dios esta merced, está segura de su salvación y de tornar a caer.
No digo tal, y en cuantas partes tratare de esta manera, que parece está el alma en seguridad, se entienda mientras la divina Majestad la tuviere así de su mano y ella no le ofendiere.
Al menos sé cierto que, aunque se ve en este estado y le ha durado años, que no se tiene por segura, sino que anda con mucho más temor que antes en guardarse de cualquier pequeña ofensa de Dios y con tan grandes deseos de servirle como se dirá adelante [17], y con ordinaria pena y confusión de ver lo poco que puede hacer y lo mucho a que está obligada, que no es pequeña cruz, sino harto gran penitencia, porque el hacer penitencia esta alma, mientras más grande, le es mayor deleite.
La verdadera penitencia es cuando le quita Dios la salud para poderla hacer y fuerzas; que aunque en otra parte he dicho [18] la gran pena que esto da, es muy mayor aquí, y todo le debe venir de la raíz adonde está plantada; que así como el árbol que está cabe las corrientes de las aguas está más fresco y da más fruto, ¿qué hay que maravillar de deseos que tenga esta alma, pues el verdadero espíritu de ella está hecho uno con el agua celestial que dijimos? [19]
10. Pues, tornando a lo que decía [20], no se entienda que las potencias y sentidos y pasiones están siempre en esta paz; el alma sí; mas en estotras moradas no deja de haber tiempos de guerra y de trabajos y fatigas; mas son de manera que no se quita de su paz y puesto: esto es lo ordinario [21].
Este centro de nuestra alma, o este espíritu, es una cosa tan dificultosa de decir y aun de creer, que pienso, hermanas, por no me saber dar a entender, no os dé alguna tentación de no creer lo que digo; porque decir que hay trabajos y penas, y que el alma se está en paz, es cosa dificultosa.
Quiéroos poner una comparación o dos. Plega a Dios que sean tales que diga algo; mas si no lo fuere, yo sé que digo verdad en lo dicho.
11. Está el Rey en su palacio, y hay muchas guerras en su reino y muchas cosas penosas, mas no por eso deja de estarse en su puesto; así acá, aunque en estotras moradas anden muchas baraúndas y fieras ponzoñosas y se oye el ruido, nadie entra en aquélla que la haga quitar de allí; ni las cosas que oye, aunque le dan alguna pena, no es de manera que la alboroten y quiten la paz, porque las pasiones están ya vencidas, de suerte que han miedo de entrar allí, porque salen más rendidas.
Duélenos todo el cuerpo; mas si la cabeza está sana, no porque duele el cuerpo, dolerá la cabeza.
Riéndome estoy de estas comparaciones, que no me contentan, mas no sé otras. Pensad lo que quisiereis; ello es verdad lo que he dicho.




Cita:
Moradas Séptimas Capítulo 3
Trata los grandes efectos que causa esta oración dicha. ­ Es menester ir con atención y acuerdo de los que hacen las cosas pasadas, que es cosa admirable la diferencia que hay.
1. Ahora, pues, decimos que esta mariposica ya murió, con grandisima alegría de haber hallado reposo, y que vive en ella Cristo. Veamos qué vida hace, o qué diferencia hay de cuando ella vivía; porque en los efectos veremos si es verdadero lo que queda dicho. A lo que puedo entender, son los que diré: [1]
2. El primero un olvido de sí, que verdaderamente parece ya no es, como queda dicho; [2] porque toda está de tal manera que no se conoce ni se acuerda que para ella ha de haber cielo ni vida ni honra, porque toda está empleada en procurar la de Dios, que parece que las palabras que le dijo Su Majestad hicieron efecto de obra, que fue que mirase por sus cosas, que El miraría por las suyas [3].
Y así, de todo lo que puede suceder no tiene cuidado, sino un extraño olvido, que ­como digo­ parece ya no es ni querría ser en nada nada, si no es para cuando entiende que puede haber por su parte algo en que acreciente un punto la gloria y honra de Dios, que por esto pondría muy de buena gana su vida.
3. No entendáis por esto, hijas, que deja de tener cuenta con comer y dormir, que no le es poco tormento, y hacer todo lo que está obligada conforme a su estado; que hablamos en cosas interiores, que de obras exteriores poco hay que decir, que antes ésa es su pena ver que es nada lo que ya pueden sus fuerzas.
En todo lo que puede y entiende que es servicio de nuestro Señor, no lo dejaría de hacer por cosa de la tierra.
4. Lo segundo un deseo de padecer grande, mas no de manera que la inquiete como solía; porque es en tanto extremo el deseo que queda en estas almas de que se haga la voluntad de Dios en ellas, que todo lo que Su Majestad hace tienen por bueno: si quisiere que padezca, enhorabuena; si no, no se mata como solía.
5. Tienen también estas almas un gran gozo interior cuando son perseguidas, con mucha más paz que lo que queda dicho, y sin ninguna enemistad con los que las hacen mal o desean hacer; antes les cobran amor particular, de manera que si los ven en algún trabajo lo sienten tiernamente, y cualquiera tomarían por librarlos de él, y encomiéndanlos a Dios muy de gana, y de las mercedes que les hace Su Majestad holgarían perder por que se las hiciese a ellos, porque no ofendiesen a nuestro Señor.
6. Lo que más me espanta de todo, es que ya habéis visto los trabajos y aflicciones que han tenido por morirse, por gozar de nuestro Señor; [4] ahora es tan grande el deseo que tienen de servirle y que por ellas sea alabado, y de aprovechar algún alma si pudiesen, que no sólo no desean morirse, mas vivir muy muchos años padeciendo grandísimos trabajos, por si pudiesen que fuese el Señor alabado por ellos, aunque fuese en cosa muy poca.
Y si supiesen cierto que en saliendo el alma del cuerpo ha de gozar de Dios, no les hace al caso, ni pensar en la gloria que tienen los santos; no desean por entonces verse en ella: su gloria tienen puesta en si pudiesen ayudar en algo al Crucificado, en especial cuando ven que es tan ofendido, y los pocos que hay que de veras miren por su honra, desasidos de todo lo demás.
7. Verdad es que algunas veces que se olvida de esto tornan con ternura los deseos de gozar de Dios y desear salir de este destierro, en especial viendo lo poco que le sirve; mas luego torna y mira en sí misma con la continuanza [5] que le tiene consigo, y con aquello se contenta y ofrece a Su Majestad el querer vivir, como una ofrenda la más costosa para ella que le puede dar.
Temor ninguno tiene de la muerte, más que tendría de un suave arrobamiento. El caso es que el que daba aquellos deseos con tormento tan excesivo, da ahora estotros.
Sea por siempre bendito y alabado.
8. El fin [6] es que los deseos de estas almas no son ya de regalos ni de gustos, como tienen consigo al mismo Señor, y Su Majestad es el que ahora vive.
Claro está que su vida no fue sino continuo tormento, y así hace que sea la nuestra, al menos con los deseos, que nos lleva como a flacos en lo demás; aunque bien les cabe de su fortaleza cuando ve que la han menester.
Un desasimiento grande de todo y deseo de estar siempre o solas u ocupadas en cosa que sea provecho de algún alma. No sequedades ni trabajos interiores, sino con una memoria y ternura con nuestro Señor, que nunca querría estar sino dándole alabanzas; y cuando se descuida, el mismo Señor la despierta de la manera que queda dicho [7], que se ve clarísimamente que procede aquel impulso, o no sé cómo le llame, de lo interior del alma, como se dijo de los ímpetus [8].
Acá es con gran suavidad, mas ni procede del pensamiento, ni de la memoria, ni cosa que se pueda entender que el alma hizo nada de su parte.
Esto es tan ordinario y tantas veces ­que se ha mirado bien con advertencia­, que así como un fuego no echa la llama hacia abajo, sino hacia arriba, por grande que quieran encender el fuego, así se entiende acá que este movimiento interior procede del centro del alma y despierta las potencias.
9. Por cierto, cuando no hubiera otra cosa de ganancia en este camino de oración, sino entender el particular cuidado que Dios tiene de comunicarse con nosotros y andarnos rogando ­que no parece esto otra cosa­ que nos estemos con El, me parece eran bien empleados cuantos trabajos se pasan por gozar de estos toques de su amor, tan suaves y penetrativos.
Esto habréis, hermanas, experimentado; porque pienso, en llegando a tener oración de unión, anda el Señor con este cuidado, si nosotros no nos descuidamos de guardar sus mandamientos.
Cuando esto os acaeciere, acordaos que es de esta morada interior, adonde está Dios en nuestra alma, y alabadle mucho; porque, cierto, es suyo aquel recaudo o billete escrito con tanto amor, y de manera que sólo vos quiere entendáis aquella letra y lo que por ella os pide [9], y en ninguna manera dejéis de responder a Su Majestad, aunque estéis ocupadas exteriormente y en conversación con algunas personas; porque acaecerá muchas veces en público querer nuestro Señor haceros esta secreta merced, y es muy fácil ­como ha de ser la respuesta interior­ hacer lo que digo haciendo un acto de amor, o decir lo que San Pablo: ¿qué queréis, Señor, que haga? [10] de muchas maneras os enseñará allí con qué le agradéis y es tiempo acepto; porque parece se entiende que nos oye, y casi siempre dispone el alma este toque tan delicado para poder hacer lo que queda dicho con voluntad determinada.
10. La diferencia que hay aquí en esta morada es lo dicho: [11] que casi nunca hay sequedad ni alborotos interiores de los que había en todas las otras a tiempos, sino que está el alma en quietud casi siempre; el no temer que esta merced tan subida puede contrahacer el demonio, sino estar en un ser con seguridad que es Dios; porque ­como está dicho­ [12] no tienen que ver aquí los sentidos ni potencias, que se descubrió Su Majestad al alma y la metió consigo adonde, a mi parecer, no osará entrar el demonio ni le dejará el Señor; ni todas las mercedes que hace aquí al alma ­como he dicho­ [13] son con ningún ayuda de la misma alma, sino la que ya ella ha hecho de entregarse toda a Dios.
11. Pasa con tanta quietud y tan sin ruido todo lo que el Señor aprovecha aquí al alma y la enseña, que me parece es como en la edificación del templo de Salomón, adonde no se había de oír ningún ruido; [14] así en este templo de Dios, en esta morada suya, sólo El y el alma se gozan con grandísimo silencio.
No hay para qué bullir ni buscar nada el entendimiento, que el Señor que le crió le quiere sosegar aquí, y que por una resquicia pequeña mire lo que pasa; porque aunque a tiempos se pierde esta vista y no le dejan mirar, es poquísimo intervalo; porque, a mi parecer, aquí no se pierden las potencias [15], mas no obran, sino están como espantadas.
12. Yo lo estoy de ver que en llegando aquí el alma todos los arrobamientos se le quitan, si no es alguna vez, (el quitarse llama aquí cuanto a perder los sentidos) [16] y ésta no con aquellos arrebatamientos y vuelo de espíritu, y son muy raras veces y ésas casi siempre no en público como antes, que era muy ordinario; ni le hacen al caso grandes ocasiones de devoción que vea, como antes, que si ven una imagen devota u oyen un sermón ­que casi no era oírle­ o música, como la pobre mariposilla andaba tan ansiosa, todo la espantaba y hacía volar.
Ahora, o es que halló su reposo, o que el alma ha visto tanto en esta morada que no se espanta de nada, o que no se halla con aquella soledad que solía, pues goza de tal compañía; en fin, hermanas, yo no sé qué sea la causa, que en comenzando el Señor a mostrar lo que hay en esta morada y metiendo el alma allí, se les quita esta gran flaqueza que les era harto trabajo, y antes no se quitó.
Quizá es que la ha fortalecido el Señor y ensanchado y habilitado; o pudo ser que quería dar a entender en público lo que hacía con estas almas en secreto, por algunos fines que Su Majestad sabe, que sus juicios son sobre todo lo que acá podemos imaginar.
13. Estos efectos, con todos los demás que hemos dicho que sean buenos en los grados de oración que quedan dichos, da Dios cuando llega el alma a Sí, con este ósculo que pedía la Esposa [17], que yo entiendo aquí se le cumple esta petición.
Aquí se dan las aguas a esta cierva, que va herida, en abundancia. Aquí se deleita en el tabernáculo de Dios.
Aquí halla la paloma que envió Noé a ver si era acabada la tempestad, la oliva, por señal que ha hallado tierra firme dentro en las aguas y tempestades de este mundo.
¡Oh Jesús! Y ¡quién supiera las muchas cosas de la Escritura que debe haber para dar a entender esta paz del alma! Dios mío, pues veis lo que nos importa, haced que quieran los cristianos buscarla, y a los que la habéis dado, no se le quitéis, por vuestra misericordia; que, en fin, hasta que les deis la verdadera, y las llevéis adonde no se puede acabar, siempre se ha de vivir con temor.
Digo la verdadera, no porque entienda ésta no lo es, sino porque se podría tornar la guerra primera, si nosotros nos apartásemos de Dios.
14. Mas ¿qué sentirán estas almas de ver que podrían carecer de tan gran bien? Esto les hace andar más cuidadosas y procurar sacar fuerzas de su flaqueza, para no dejar cosa que se les pueda ofrecer, para más agradar a Dios, por culpa suya.
Mientras más favorecidas de Su Majestad, andan más acobardadas y temerosas de sí.
Y como en estas grandezas suyas han conocido más sus miserias y se les hacen más graves sus pecados, andan muchas veces que no osan alzar los ojos, como el publicano; [18] otras con deseos de acabar la vida por verse en seguridad, aunque luego tornan, con el amor que le tienen, a querer vivir para servirle ­como queda dicho­ [19] y fían todo lo que les toca de su misericordia.
Algunas veces las muchas mercedes las hacen andar más aniquiladas, que temen que, como una nao que va muy demasiado de cargada se va a lo hondo, no les acaezca así.
15. Yo os digo, hermanas, que no les falta cruz, salvo que no las inquieta ni hace perder la paz, sino pasan de presto, como una ola, algunas tempestades, y torna bonanza; que la presencia que traen del Señor les hace que luego se les olvide todo. Sea por siempre bendito y alabado de todas sus criaturas, amén.




Cita:
Moradas Séptimas Capítulo 4
Con que acaba, dando a entender lo que le parece pretende nuestro Señor en hacer tan grandes mercedes al alma, y cómo es necesario que anden juntas Marta y María. ­ Es muy provechoso.
1. No habéis de entender, hermanas, que siempre en un ser están estos efectos que he dicho [1] en estas almas, que por eso adonde se me acuerda digo «lo ordinario»; que algunas veces las deja nuestro Señor en su natural, y no parece sino que entonces se juntan todas las cosas ponzoñosas del arrabal y moradas de este castillo para vengarse de ellas por el tiempo que no las pueden haber a las manos.
2. Verdad es que dura poco: un día lo más, o poco más; y en este gran alboroto, que procede lo ordinario de alguna ocasión, se ve lo que gana el alma en la buena compañía que está, porque la da el Señor una gran entereza para no torcer en nada de su servicio y buenas determinaciones, sino que parece le crecen, y por un primer movimiento muy pequeño no tuercen de esta determinación.
Como digo, es pocas veces, sino que quiere nuestro Señor que no pierda la memoria de su ser, para que siempre esté humilde, lo uno; lo otro, porque entienda más lo que debe a Su Majestad y la grandeza de la merced que recibe, y le alabe.
3. Tampoco os pase por pensamiento que por tener estas almas tan grandes deseos y determinación de no hacer una imperfección por cosa de la tierra, dejan de hacer muchas, y aun pecados.
De advertencia no, que las debe el Señor a estas tales dar muy particular ayuda para esto. Digo pecados veniales, que de los mortales, que ellas entiendan, están libres, aunque no seguras; [2] que tendrán algunos que no entienden, que no les será pequeño tormento.
También se le dan [3] las almas que ven que se pierden; y aunque en alguna manera tienen gran esperanza que no serán de ellas, cuando se acuerdan de algunos que dice la Escritura que parecía eran favorecidos del Señor, como un Salomón, que tanto comunicó con Su Majestad, no pueden dejar de temer, como tengo dicho; [4] y la que se viere de vosotras con mayor seguridad en sí, ésa tema más, porque bienaventurado el varón que teme a Dios, dice David.
Su Majestad nos ampare siempre; suplicárselo para que no le ofendamos es la mayor seguridad que podemos tener. Sea por siempre alabado, amén.
4. Bien será, hermanas, deciros qué es el fin para que hace el Señor tantas mercedes en este mundo. Aunque en los efectos de ellas lo habréis entendido, si advertisteis en ello, os lo quiero tornar a decir aquí, porque no piense alguna que es para sólo regalar estas almas, que sería grande yerro; porque no nos puede Su Majestad hacer [5] mayor, que es darnos vida que sea imitando a la que vivió su Hijo tan amado; y así tengo yo por cierto que son estas mercedes para fortalecer nuestra flaqueza ­como aquí he dicho alguna vez­ [6] para poderle imitar en el mucho padecer.
5. Siempre hemos visto que los que más cercanos anduvieron a Cristo nuestro Señor fueron los de mayores trabajos: miremos los que pasó su gloriosa Madre y los gloriosos apóstoles.
¿Cómo pensáis que pudiera sufrir San Pablo tan grandísimos trabajos? Por él podemos ver qué efectos hacen las verdaderas visiones y contemplación, cuando es de nuestro Señor y no imaginación o engaño del demonio. ¿Por ventura escondióse con ellas para gozar de aquellos regalos y no entender en otra cosa? Ya lo veis, que no tuvo día de descanso, a lo que podemos entender, y tampoco le debía tener de noche, pues en ella ganaba lo que había de comer [7].
Gusto yo mucho de San Pedro cuando iba huyendo de la cárcel y le apareció nuestro Señor y le dijo que iba a Roma a ser crucificado otra vez. Ninguna rezamos esta fiesta adonde esto está, que no me es particular consuelo [8].
¿Cómo quedó San Pedro de esta merced del Señor, o qué hizo? Irse luego a la muerte; y no es poca misericordia del Señor hallar quien se la dé.
6. ¡Oh hermanas mías, qué olvidado debe tener su descanso, y qué poco se le debe de dar de honra, y qué fuera debe estar de querer ser tenida en nada el alma adonde está el Señor tan particularmente! Porque si ella está mucho con El, como es razón, poco se debe de acordar de sí; toda la memoria se le va en cómo más contentarle, y en qué o por dónde mostrará el amor que le tiene.
Para esto es la oración, hijas mías; de esto sirve este matrimonio espiritual: de que nazcan siempre obras, obras.
7. Esta es la verdadera muestra de ser cosa y merced hecha de Dios ­como ya os he dicho­ [9], porque poco me aprovecha estarme muy recogida a solas haciendo actos con nuestro Señor, proponiendo y prometiendo de hacer maravillas por su servicio, si en saliendo de allí, que se ofrece la ocasión, lo hago todo al revés.
Mal dije que aprovechará poco, que todo lo que se está con Dios aprovecha mucho; y estas determinaciones, aunque seamos flacos en no las cumplir después, alguna vez, nos dará Su Majestad cómo lo hagamos, y aun quizá aunque nos pese, como acaece muchas veces: que, como ve un alma muy cobarde, dale un muy gran trabajo, bien contra su voluntad, y sácala con ganancia; y después, como esto entiende el alma, queda más perdido el miedo, para ofrecerse más a El. Quise decir que es poco, en comparación de lo mucho más que es que conformen las obras con los actos y palabras, y que la que no pudiere por junto, sea poco a poco; vaya doblando su voluntad, si quiere que le aproveche la oración: que dentro de estos rincones [10] no faltarán hartas ocasiones en que lo podáis hacer.
8. Mirad que importa esto mucho más que yo os sabré encarecer. Poned los ojos en el Crucificado y haráseos todo poco. Si Su Majestad nos mostró el amor con tan espantables obras y tormentos, ¿cómo queréis contentarle con sólo palabras? ¿Sabéis qué es ser espirituales de veras? Hacerse esclavos de Dios, a quien, señalados con su hierro que es el de la cruz, porque ya ellos le han dado su libertad, los pueda vender por esclavos de todo el mundo, como El lo fue; que no les hace ningún agravio ni pequeña merced.
Y si a esto no se determinan, no hayan miedo que aprovechen mucho, porque todo este edificio ­como he dicho­ [11] es su cimiento humildad; y si no hay ésta muy de veras, aun por vuestro bien no querrá el Señor subirle muy alto, porque no dé todo en el suelo.
Así que, hermanas, para que lleve buenos cimientos, procurad ser la menor de todas y esclava suya, mirando cómo o por dónde las podéis hacer placer y servir; pues lo que hiciereis en este caso, hacéis más por vos que por ellas, poniendo piedras tan firmes, que no se os caiga el castillo.
9. Torno a decir, que para esto es menester no poner vuestro fundamento sólo en rezar y contemplar; porque, si no procuráis virtudes y hay ejercicio de ellas, siempre os quedaréis enanas; y aun plega a Dios que sea sólo no crecer, porque ya sabéis que quien no crece, descrece; porque el amor tengo por imposible contentarse de estar en un ser, adonde le hay.
10. Pareceros ha que hablo con los que comienzan, y que después pueden ya descansar. Ya os he dicho [12] que el sosiego que tienen estas almas en lo interior, es para tenerle muy menos, ni querer tenerle, en lo exterior.
¿Para qué pensáis que son aquellas inspiraciones que he dicho, o por mejor decir aspiraciones, y aquellos recaudos que envía el alma del centro interior a la gente de arriba del castillo, y a las moradas que están fuera de donde ella está? ¿Es para que se echen a dormir? ¡No, no, no!, que más guerra les hace desde allí, para que no estén ociosas potencias y sentidos y todo lo corporal, que les ha hecho cuando andaba con ellos padeciendo; porque entonces no entendía la ganancia tan grande que son los trabajos, que por ventura han sido medios para traerla Dios allí, y cómo la compañía que tiene le da fuerzas muy mayores que nunca. Porque si acá dice David que con los santos seremos santos [13], no hay que dudar, sino que, estando hecha una cosa con el Fuerte por la unión tan soberana de espíritu con espíritu, se le ha de pegar fortaleza, y así veremos la que han tenido los santos para padecer y morir.
11. Es muy cierto que aun de la que ella allí se le pega, acude a todos los que están en el castillo, y aun al mismo cuerpo, que parece muchas veces no se siente; sino, esforzado con el esfuerzo que tiene el alma bebiendo del vino de esta bodega, adonde la ha traído su Esposo [14] y no la deja salir, redunda en el flaco cuerpo, como acá el manjar que se pone en el estómago da fuerza a la cabeza y a todo él [15]. Y así tiene harta malaventura mientras vive; porque, por mucho que haga, es mucho más la fuerza interior y la guerra que se le da, que todo le parece nonada.
De aquí debían venir las grandes penitencias que hicieron muchos santos, en especial la gloriosa Magdalena, criada siempre en tanto regalo, y aquella hambre que tuvo nuestro padre Elías de la honra de su Dios [16] y tuvo Santo Domingo y San Francisco de allegar almas para que fuese alabado; que yo os digo que no debían pasar poco, olvidados de sí mismos.
12. Esto quiero yo, mis hermanas, que procuremos alcanzar, y no para gozar, sino para tener estas fuerzas para servir: deseemos y nos ocupemos en la oración; no queramos ir por camino no andado, que nos perderemos al mejor tiempo; y sería bien nuevo pensar tener estas mercedes de Dios por otro que el que El fue y han ido todos sus santos; no nos pase por pensamiento; creedme, que Marta y María han de andar juntas para hospedar al Señor y tenerle siempre consigo, y no le hacer mal hospedaje no le dando de comer [17].
¿Cómo se lo diera María, sentada siempre a sus pies, si su hermana no le ayudara? Su manjar es que de todas las maneras que pudiéremos lleguemos almas para que se salven y siempre le alaben.
13. Decirme heis dos cosas: la una, que dijo que María había escogido la mejor parte [18]. Y es que ya había hecho el oficio de Marta, regalando al Señor en lavarle los pies y limpiarlos con sus cabellos [19], y ¿pensáis que le sería poca mortificación a una señora como ella era, irse por esas calles, y por ventura sola, porque no llevaba hervor para entender cómo iba, y entrar adonde nunca había entrado, y después sufrir la murmuración del fariseo y otras muy muchas que debía sufrir? Porque ver en el pueblo una mujer como ella hacer tanta mudanza, y como sabemos, entre tan mala gente, que bastaba ver que tenía amistad con el Señor, a quien ellos tenían tan aborrecido, para traer a la memoria la vida que había hecho, y que se quería ahora hacer santa, porque está claro que luego mudaría vestido y todo lo demás; pues ahora se dice a personas, que no son tan nombradas, ¿qué sería entonces? Yo os digo, hermanas, que venía «la mejor parte» sobre hartos trabajos y mortificación, que aunque no fuera sino ver a su Maestro tan aborrecido, era intolerable trabajo.
Pues los muchos que después pasó en la muerte del Señor y en los años que vivió, en verse ausente de El, que serían de terrible tormento, se verá que no estaba siempre con regalo de contemplación a los pies del Señor. Tengo para mí que el no haber recibido martirio fue por haberle pasado en ver morir al Señor [20].
14. La otra [21], que no podéis vosotras, ni tenéis cómo allegar almas a Dios; que lo haríais de buena gana, mas que no habiendo de enseñar ni de predicar, como hacían los apóstoles, que no sabéis cómo.
A esto he respondido por escrito algunas veces [22], y aun no sé si en este Castillo; mas porque es cosa que creo os pasa por pensamiento, con los deseos que os da el Señor, no dejaré de decirlo aquí: ya os dije en otra parte [23] que algunas veces nos pone el demonio deseos grandes, porque no echemos mano de lo que tenemos a mano para servir a nuestro Señor en cosas posibles, y quedemos contentas con haber deseado las imposibles. Dejado que en la oración ayudaréis mucho [24], no queráis aprovechar a todo el mundo, sino a las que están en vuestra compañía, y así será mayor la obra, porque estáis a ellas más obligada.
¿Pensáis que es poca ganancia que sea vuestra humildad tan grande, y mortificación, y el servir a todas, y una gran caridad con ellas, y un amor del Señor, que ese fuego las encienda a todas, y con las demás virtudes siempre las andéis despertando? No será sino mucha, y muy agradable servicio al Señor, y con esto que ponéis por obra ­que podéis­, entenderá Su Majestad que haríais mucho más; y así os dará premio como si le ganaseis muchas.
15. Diréis que esto no es convertir, porque todas son buenas. ¿Quién os mete en eso? Mientras fueren mejores, más agradables serán sus alabanzas al Señor y más aprovechará su oración a los prójimos.
En fin, hermanas mías, con lo que concluyo es, que no hagamos torres sin fundamento, que el Señor no mira tanto la grandeza de las obras como el amor con que se hacen; y como hagamos lo que pudiéremos, hará Su Majestad que vayamos pudiendo cada día más y más, como no nos cansemos luego, sino que lo poco que dura esta vida ­y quizá será más poco de lo que cada una piensa­ interior y exteriormente ofrezcamos al Señor el sacrificio que pudiéremos, que Su Majestad le juntará con el que hizo en la cruz por nosotras al Padre, para que tenga el valor que nuestra voluntad hubiere merecido, aunque sean pequeñas las obras.
16. Plega a Su Majestad, hermanas e hijas mías, que nos veamos todas adonde siempre le alabemos, y me dé gracia para que yo obre algo de lo que os digo, por los méritos de su Hijo, que vive y reina por siempre jamás amén; que yo os digo que es harta confusión mía, y así os pido por el mismo Señor que no olvidéis en vuestras oraciones esta pobre miserable [25].




Cita:
Notas:

1. En el c. 3, nn. 2-10.

2. Fray Luis en su edición príncipe (p. 256) imprimió este pasaje sin retoque ni glosa alguna. Pero al reeditar las Moradas al año siguiente (1589) lo marginó con una advertencia importante: «En estas palabras demuestra claramente la Santa Madre la verdad y limpieza de su doctrina acerca de la certidumbre de la gracia, pues de almas tan perfectas y favorecidas de Dios y que gozan de su presencia por manera tan especial como las deste grado y morada, dicen que no están seguras de si tienen algunos pecados mortales que no entienden, que el recelo desto las atormenta».

3. «Se les dan las almas», escribió la Santa por desliz de aliteración. Sigo la lectura de fray Luis (p. 256).

4. Alude a M. III, c. 1, nn. 1-4, en que adujo ya el ejemplo de Salomón (3 Reg. 11) y el salmo de David (111, 1) aquí citados. Véase además M. VII, c. 3, nn. 13-14.

5. Hacerle: de lectura dudosa.

6. En M. VI, c. 9, nn. 16-17, y cf. c. 1, n. 7.

7. Alusión a los textos paulinos propuestos como norma en la Regla del Carmen (1 Ts 2, 9, etc.).

8. Alusión a la leyenda del «Quo vadis Domine?», que figuraba en el oficio carmelitano de San Pedro (29 de junio), cuya antífona del Magníficat decía: «Beatus Petrus Apostolus vidit sibi Christum accurrere. Adorans eum, ait: Domine, quo vadis? - Venio Romam iterum crucifigi».

9. Lo ha inculcado en M. V, c. 3, n. 11.

10. Estos rincones: los humildes conventos de carmelitas.

11. Lo ha dicho a lo largo de las primeras Moradas (cf. 2, nn. 8, 9, 11, 13).

12. Lo ha dicho en el c. 3; cf. los nn. 3, 5, 6, 8.

13. Salmo 17, 26.

14. Alusión a Ct 2, 4.

15. A todo él: lectura dudosa. Fray Luis leyó: «a todo el cuerpo» (p. 262).
16. Alusión al lema del Carmelo: «Zelo zelatus sum», 2 Reg. 19, 10.

17. Mt 10, 38-39.
18. Lc 10, 42.

19. Lc 7, 37-38.

20. Toda esta frase fue añadida por la Santa al margen del autógrafo.

21. La otra: es decir, la otra cosa que diréis... (cf. n. 13).

22. Cf. Camino cc. 1-3, y Conceptos c. 7 passim.


23. Cf. M. III, c. 2, n. 13.

24. Ayudaréis mucho: a «allegar almas a Dios» (cf. la objeción puesta al principio de este número).

25. En el autógrafo sigue un largo texto con la aprobación autógrafa de estas séptimas moradas, por el Padre Rodrigo Alvarez, S.J., escrita en el locutorio del Carmelo de Sevilla en presencia de María de San José a 22 de febrero de 1582. - A continuación sigue el «epílogo», que en realidad es una carta de acompañamiento del libro, dirigida como éste a las Carmelitas, y que primitivamente precedió al prólogo de las Moradas y fue paginada por el P. Gracián con los nn. 2 y 3.


Fuente: http://hjg.com.ar/teresa_moradas/index.html
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Leandro del Santo Rosario
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MensajePublicado: Lun Mar 02, 2009 4:10 pm    Asunto:
Tema: La unión transformante: el matrimonio espiritual
Responder citando

Es muy conveniente para seguir y participar en este tema haber leido las moradas séptimas de Santa Teresa.

Cuando una persona lee acerca del matrimonio espiritual, y quiere decidirse a alcanzar la santidad, como principiante le parecerá una meta muy lejana. Pero el tiempo que se pueda tardar en alcanzar esa meta dependerá de su docilidad al Espíritu, y puede ser menos de lo que en una primera impresión puede suponer. Ahora, hay santos que revelan secretos como caminos seguros, el mejor camino para alcanzar esta unión íntima con el Señor. San Luis María Grignión de Montfort y Juan Pablo II lo descubrieron muy bien: es la verdadera devoción a la Santísima Virgen María el secreto. Y Santa Teresita del Niño Jesús y la Santa Faz también: es la infancia espiritual el secreto. Combinadas la infancia espiritual y la verdadera devoción a María, en una piedad filial de niñito hacia la Virgen, el secreto se potencia y es vía segura para una gran santidad.

Ahora, ¿cómo se practica esta verdadera devoción a María en una infancia espiritual? Hay que leer la obra de San Luis María Grignión de Montfort para entender en qué consiste esta devoción a María. Por mi parte, diré un Cómo, del que estoy plenamente convencido y cada vez más convencido. María es a Quién recurrir y en quien confiarse, y el rosario es el Cómo, el rosario completo diario, esto es, los misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos en un solo día todos los días.

Creo que el rosario completo diario es camino corto, fácil, perfecto y seguro para alcanzar desposarse con el Esposo Divino y alcanzar el matrimonio espiritual.

El secreto de la verdadera devoción a María a través del rosario completo diario, el secreto que es alcanzar por un camino corto y rápido el matrimonio espiritual, está contenido espiritualmente en el pasaje evangélico de las Bodas de Caná. Cristo responde a María 'Todavía no ha llegado mi hora' cuando la Virgen le dice 'No tienen vino'. El milagro tiene un significado espiritual: transformar el agua, que simboliza la ascesis (ejercicio de las virtudes), en el vino, que simboliza la mística (acción de Dios). Al decir esto Cristo, 'Todavía no ha llegado mi hora', entiendo que su respuesta es figura del adelantamiento magnífico que obtendrá el alma, que 'Todavía no es hora' de ser transformado, pero por intercesión de María en el rosario, lo será. Así sucedió en Caná de Galilea, que todavía no era hora, pero Cristo por María la adelantó.

La objeción al rosario como vía segura para la santidad es por entender mal que es un mero método y un método más entre muchos. Esto es por inexperiencia personal, por no rezarlo y no conocer sus frutos, por rezarlo poco, o por rezarlo mal. La Iglesia, el Magisterio, y el testimonio de los santos no lo sienten así, no es un mero método ni un método más. El rosario es método entre los métodos, y es más que un método de algún modo, es la contemplación del rostro de Cristo a través de María.

A través de María, y absolutamente nadie contempla a Cristo más profundamente y en unión más íntima que María. Por lo que hacerlo a través de Ella es la más elevada forma de acercarse a Cristo.

Que María, que es de mi sentir que disfrutó del matrimonio espiritual desde el instante de su concepción, lleve a sus devotos a esta unión transformante con Dios a través de su rosal místico diario.
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MensajePublicado: Mar Mar 03, 2009 3:16 pm    Asunto:
Tema: La unión transformante: el matrimonio espiritual
Responder citando

El transformado se maravilla de su condición actual en comparación con cómo era, qué pensaba, y cómo amaba a Dios y a los hermanos, antes de ser transformado. Se siente otro. Porque, en efecto, ha sido transformado. Por eso San Pablo decía 'Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí' (Gálatas 2, 20a). Ha muerto él, ahora vive Cristo. Una bella jaculatoria para anhelar santamente esta divina unión transformante es 'Muera yo, vivas Vos Señor Jesús'; 'Muera yo, que viva Jesús, Madre'. Alcanzar la unión transformante es haber conseguido la gracia que era el celo de San Juan Bautista: 'Es necesario que él crezca y que yo disminuya' (Juan 3, 30), que es otra jaculatoria que amará el que desee alcanzar la cima de la santidad en esta vida, especialmente para ofrecerla en la acción de gracias después de la Sagrada Comunión, momento propicísimo para suplicarlo. Es preciso que Vos crezcas y que yo disminuya.
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Ultima edición por Leandro del Santo Rosario el Mie Mar 04, 2009 12:48 am, editado 1 vez
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MensajePublicado: Mie Mar 04, 2009 12:41 am    Asunto:
Tema: La unión transformante: el matrimonio espiritual
Responder citando

La vida de la gracia es la vida eterna comenzada. Pero la gracia se puede perder, el hombre al ser débil e inclinado al pecado puede perder la semilla divina de la gracia santificante, y con esta, perder la inhabitación de las Tres Divinas Personas. ¡Es lo peor que nos puede suceder! «No hay nada mejor en el mundo que estar en gracia de Dios» (San Josemaría Escrivá), no hay nada peor que no estarlo. ¿Y el transformado, cómo vive esto? ¡Es confirmado en gracia! El transformado ya no puede pecar gravemente -Dios no se lo permite de hecho- y ha comenzado de este modo la vida eterna ya in via.

No obstante esta vida, aunque se haya alcanzado el matrimonio espiritual, no es el cielo: se vive de la fe, no de la visión. ¿Quién puede desear más el cielo que el transformado? ¿Cuánto lo desea el transformado, cuánto desea alcanzar la visión de su Amado? Lo desea ardentísimamente - «El día de mi muerte será el día más hermoso de mi vida» (Beato Pier Giorgio Frassati) - pero este deseo está sujeto a su máximo deseo: la Voluntad de Dios. ¿Dios quiere que vaya a la patria celestial en un año? Gloria a Dios. ¿Dios quiere que vaya a la patria en 40 años? Bendito sea el Señor. Porque el celo del transformado es obedecer y cumplir con su vida y tiempo -que se lo ha consagrado- la Voluntad Divina: «Lo que Dios quiera, cuando Dios quiera, como Dios quiera.» (Santa Maravillas de Jesús).

El transformado ya no tiene tiempo, tiene eternidad, su tiempo es el tiempo de Dios.
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Ultima edición por Leandro del Santo Rosario el Sab Jul 18, 2009 3:19 am, editado 1 vez
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MensajePublicado: Mie Mar 04, 2009 10:26 pm    Asunto:
Tema: La unión transformante: el matrimonio espiritual
Responder citando

El matrimonio espiritual es indisoluble. El transformado ya no puede pecar gravemente porque Dios no se lo permite de hecho. El Divino Esposo y la esposa están unidos para siempre. Por esto se habla de confirmación en gracia: sabe que se salvará. Quien ha contraido matrimonio con el Esposo Divino ya no puede separarse del Amado de su alma: «Que el hombre no separe lo que Dios ha unido» (Marcos 10, 9).

El transformado tampoco pasará por el purgatorio. Está librado de cometer pecados graves, pero no se puede afirmar lo mismo de los pecados veniales. Entonces, ¿cómo no irá a pasar por el purgatorio si comete pecados veniales? Porque su contrición es perfecta y vive la caridad heroica. Su caridad es una llama de amor viva, una caridad ardentísima, generosísima, diligentísima, y purísima. El pecado venial en el transformado es como una gota de agua turbia que cae en esa llama: lo único que conseguirá es evaporarse y hasta reavivar la llama, no por el mismo pecado, sino por la reacción, la contrición y la reparación. Podemos decir que el Dios Todopoderoso permite los pecados veniales e imperfecciones en el transformado para que al reconocer su falta, reaccione y aquello avive más su amor. Por su caridad heroica irá directo al cielo: «porque el amor cubre todos los pecados» (1 Pedro 4, 8b)

Quien desea ir directo al cielo, aspira a esta unión, el grado más alto que se puede alcanzar en esta vida. Y todos podemos llegar a esta unión con Dios.
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MensajePublicado: Dom Abr 19, 2009 3:37 pm    Asunto:
Tema: La unión transformante: el matrimonio espiritual
Responder citando

El transformado se asombra: 'Loco era yo, que me creía en camino de santidad, y aún pedía muchos bienes espirituales al Señor, pero poco le decía que lo amaba'. El transformado, que por obra del Espíritu Divino ha simplificado su oración al extremo, ahora sólo sabe decir una cosa a su Esposo: 'Te amo'. Al alcanzar el matrimonio espiritual, ha adquirido un nuevo modo de respiración, que consiste en decirle al Señor que lo ama, innumerables veces al día, cuantas el Esposo lo reclame, que lo reclama muchas veces pues mucho lo ama y muchos actos de amor pide. Y en ocasiones ni siquiera pronuncia palabra ni mental, le basta con elevar una mirada al cielo, significando su amor esponsal.

Es el 'que ya solo en amar es mi ejercicio' del Cántico espiritual de San Juan de la Cruz: ahora sólo quedó el amor, y esta vida y este estado es el verdadero preludio de la consumación del cielo. '(...) ya no guardo ganado, ni ya tengo otro oficio, que ya solo en amar es mi ejercicio'.

Sus instantes más hermosos son sus acciones de gracias después de la Santísima Comunión, cuando se ha unido al Esposo. Allí, en el silencio de la unión amorosa, se deshace en el 'te amo'.

Y de oraciones simples, el rosario es su predilecta. Nadie reza el rosario como el transformado, que conoce el secreto admirable de esta práctica celestial, y así como los santos prefieren morir antes que cometer un pecado venial deliberado, el transformado prefiere morir antes que pasar un día sin rezarlo, pues allí encuentra el rostro divino de su Amado en sus misterios, entonando la dulce melodía de la manifestación de su amor salvador en los Avemarías.
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MensajePublicado: Lun Abr 20, 2009 9:00 am    Asunto:
Tema: La unión transformante: el matrimonio espiritual
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¿Cómo es la alegría en los transformados? La alegría, el gozo espiritual, consiste en disfrutar de Dios. La alegría, que es uno de los doce frutos del Espíritu Santo, ha fructificado perfectamente en los deificados. En estos fieles y dóciles devotos del Divino Espíritu, se han producido exquisitamente los frutos, y como fruto acabadísimo, la alegría o gozo espiritual. Este fruto se produce en la voluntad, que consiste en «cierto gusto, deleite y fruición que es el gaudium o gozo espiritual» (1). Podemos atrevernos a decir que si no los sostuviera el Espíritu Santo, morirían de alegría por el amor de Dios, pues no la podrían contener: tanto gozo los haría morir de amor. Sienten tanto gozo los transformados que suspiran: ¡Cuánto me amas, mi Esposo, cuánto me amas!. Tanto gozo espiritual lo reconocen claramente como signo de cuánto los ama Dios.

Pienso que la Santísima Virgen María, vivía con tal grado eminente de gozo, que suspiraba porque Dios tanto la amaba y tanto la había beneficiado en ser Madre de su Verbo, y sus suspiros eran una oración en respuesta amorosa a la alegría que le producía el amor de Dios. Y pienso también, que en la muerte de amor de la Virgen María, en el instante antes de partir a la vida eterna, sintió tal gozo de amor por su Hijo, que hubiera bastado el excesivo grado en que poseyó este fruto, para arrebatarla al cielo.

Así suspiran los transformados transportados al saborear este fruto delicioso del Espíritu Santo: «¡Cuánto amor, Señor!». A veces suspiran sin decir nada, otras elevan una silenciosa mirada al cielo. O las dos, o las tres. O se detienen y buscan un sitio oculto donde reposar y disfrutar de Dios, en santo silencio, alimentando el fuego del amor con las ramillas que son las jaculatorias, o rezando el rosario. Puede estarse largos ratos disfrutando de Dios, y en realidad, todo el tiempo, pues no dejan de disfrutar cumpliendo sus obligaciones que parecería que los distraerían de Dios, ya que las hacen habiendo elevado y ofrecido las acciones a Él, que es lo mismo que estar orando, y aún así el mismo Dios les trae a la memoria durante sus quehaceres su amor y rezan durante sus tareas. Todo es gozo.

Para el transformado, la adoración eucarística y la acción de gracias después de la comunión es el cielo en la tierra. Es puro gozo. En sus momentos de adoración eucarística, y las acciones de gracias después de la comunión, sienten tal gozo que llegan a decir en sus excesos de amor que prefieren eso a estar en el cielo durante el tiempo que dure la adoración o la acción de gracias. San Luis María de Montfort llegó a decir eso. Si le dieran a elegir media hora de acción de gracias postcomunión o media hora en el cielo, elegiría la primera. Aparte del gozo, el santo sabe el mérito de una santa acción de gracias, que le proporcionará más y más gloria en el cielo, y por lo tanto, una mayor visión de Dios y amarlo más y más eternamente.

¿Y respecto del prójimo? Para ellos ver al prójimo es ver a Cristo. Y como ver a Cristo para ellos es causa de gozo y alegría, ver al prójimo también lo es. Por eso cuando ven un hermano, ya sea un pariente, un amigo, un vecino, un compañero, ¡y hasta un desconocido!, ¡y sobre todo los enemigos que lo persiguen!, se alegran movidos por el Espíritu Santo del que son docilísimos y rezan: 'Gracias, Señor, por el don de él o ella, gracias', e interceden por él: 'Te lo confío, Señor, te lo confío, mi Señora, que no se pierda, que se convierta y salve, quiero estar con él en el cielo, para alabar junto a Él a la Trinidad eternamente'. Ver al prójimo mueve al transformado a gozar de Dios. Para el transformado, como el prójimo, toda persona, es creado por Dios por amor, Dios lo ama infinitamente, y eso es lo que ve: un amado de Dios, su amado, entonces lo amará alegremente porque su amado lo ama. Y más: si el prójimo está en gracia, es templo vivo de su Esposo Divino. ¡Allí habita su Esposo, vaya causa para alegrarse de la presencia o el pensamiento en el prójimo! Es así que una de sus oraciones más frecuentes pensando en el prójimo y también para rechazar las tentaciones que puedan proceder contra él, consiste en agradecer por el don de su persona: 'Gracias por el don de él, Señor, gracias'. El deificado ya vive intensa y conscientemente en grado superlativo la comunión de los santos, y no sólo agradece el don de su vida, también la de los hermanos, que para él son un verdadero don de Dios, en sí mismos, y porque puede haber más personas que amen a Dios.

Los transformados se sienten desbordantes del amor de Dios al que están unidos máximamente, son un viviente vaso cristalino de puro amor de Dios, y exquisitamente esto da como fruto la alegría y fruición espiritual en el mismo grado. Aunque todo está apaciguado en ellos, por momentos sienten tanta alegría por el amor divino que efectivamente llegan a pensar aquello, que morirían de alegría por Dios si no estuvieran siendo contenidos por la misericordia. Pero es una alegría en un estado pacífico de orden y tranquilidad, esta es la genuina alegría de los transformados.

El solo atisbo de pensamiento de que están indisoluble y perfectamente unidos al Esposo Divino, los transporta de una alegría indecible, por la unión con Dios y por la cierta esperanza indestructible de que disfrutan, resultado de la misma unión esponsal. La alegría que viven estos dichosos es la mayor alegría que se puede alcanzar en esta vida. Por esta alegría que ha fructificado en su alma, viven con una sonrisa apacible y amistosa en el rostro, manifestación de su estado espiritual. Una sonrisa amistosa que es signo de que son los mejores amigos de Dios, y que como tales, tienen acceso de modo inefable a lo que Dios sólo revela a sus confidentes, sus mejores amigos. Nada altera su alegría espiritual, pues es un fruto que nadie ni nada les podrá quitar: 'nada podrá separarnos del amor de Dios', dice el Apóstol, y el amor de Dios del que ya no pueden ni quieren separarse, es la causa de esa alegría, anticipo de la eterna alegría celestial.

Así, los transformados disfrutan, siempre en la fe, del grado más alto que es posible disfrutar de Dios en esta vida.

(1) Cito al P. Antonio Royo Marín en su magnífica Teología de la perfección cristiana.
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JesusEsRey
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MensajePublicado: Vie Abr 24, 2009 5:39 pm    Asunto:
Tema: La unión transformante: el matrimonio espiritual
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Muchas gracias, que interesante!
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Alégrate, Llena De Gracia, el Señor está contigo, concebirás y darás luz a un hijo a quien llamarás Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor le dará el trono de David, su padre.
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Leandro del Santo Rosario
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MensajePublicado: Sab Jul 18, 2009 3:10 am    Asunto:
Tema: La unión transformante: el matrimonio espiritual
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En los próximos días, publicaré el texto del P. Antonio Royo Marín, O.P., de su excelente Teología de la perfección cristiana, acerca del más alto grado de oración, el matrimonio espiritual. Comienzo con la primera parte, acerca de la naturaleza de este estado:

NOVENO GRADO DE ORACIÓN: LA UNIÓN TRANSFORMATIVA O MATRIMONIO ESPIRITUAL

591. El último grado de oración clasificado por los místicos es el de la unión con Dios transformativa, conocido también con el nombre de matrimonio espiritual. Constituye la séptima morada del Castillo interior, de Santa Teresa, y se le designa también con los nombres de unión consumada y deificación del alma. Es el último grado de perfección clasificable que se puede alcanzar en esta vida y constituye un preludio y preparación inmediata de la vida bienaventurada de la gloria.

592. 1. Naturaleza.- San Juan de la Cruz lo define: Una transformación total en el Amado, en que se entregan ambas partes por total posesión de la una a la otra, con cierta consumación de unión de amor, en que está el alma hecha divina y Dios por participación, cuanto se puede en esta vida (Cántico 22 n.3).
Analizando esta definición, se descubren los tres elementos esenciales del matrimonio espiritual: la transformación total en el Amado, la mutua entrega y la unión permanente de amor. Examinémoslos por separado.

1º TRANSFORMACIÓN EN EL AMADO.- A la manera que el fuego de una fragua, cuando se apodera totalmente del hierro que a ella se arrojó, lo transforma enteramente en sí -sin que el hierro pierda, no obstante, su propia naturaleza de hierro-, así el alma metida en lo más hondo de la hoguera del divino amor se transforma en el mismo Dios, sin perder, no obstante, su condición de criatura. San Juan de la Cruz lo expresa en un párrafo sublime: «El alma -dice- queda esclarecida y transformada en Dios, y le comunica Dios su ser sobrenatural de tal manera, que parece el mismo Dios y tiene lo que tiene el mismo Dios. Y se hace tal unión cuando Dios hace al alma esta sobrenatural merced, que todas las cosas de Dios y el alma son unas en transformación participante. Y el alma más parece Dios que alma, y aun es Dios por participación; aunque es verdad que su ser naturalmente tan distinto le tiene del de Dios como antes, aunque está transformada; como también la vidriera le tiene distinto del rayo, estando de él clarificada» (Subida II, 5, 7)

En otro lugar había comparado San Juan de la Cruz el proceso de la santificación de un alma al fuego que se va apoderando de un madero hasta transformarlo todo en sí: «Porque el fuego material, en aplicándole al madero, lo primero que hace es comenzarle a secar, echándole la humedad fuera y haciéndole llorar el agua que en sí tiene. Luego le va poniendo negro, oscuro y feo y aun de mal olor; y yéndole secando poco a poco, le va sacando a la luz y echando fuera todos los accidentes feos y oscuros que tiene contrarios al fuego. Y finalmente, comenzándole a inflamar por de fuera y calentarle, viene a transformarle en sí y ponerle hermoso como el mismo fuego. En el cual término, ya de parte del madero ninguna pasión hay ni acción propia, salvo la gravedad y cantidad, más espesa que la del fuego, porque las propiedades del fuego y acciones tiene en sí; porque está seco, y seca; está caliente, y calienta; está claro, y esclarece; está ligero mucho más que antes, obrando el fuego en él estas propiedades y efectos» (Noche oscura II, 10, 1).

Al llegar a estas sublimes alturas, el alma adquiere propiedades divinas y, en cierto modo, se puede decir con San Juan de la Cruz que se ha hecho Dios por participación. Es la plena transformación en el Amado, tantas veces soñada y deseada por el alma en los grados anteriores, y que solamente al llegar a estas alturas ha logrado conseguir.

Pero ¿en qué consiste propiamente esta transformación? No pudiendo consistir en una transformación ontológica -delirio panteísta condenado por la Iglesia y por el simple buen sentido-, tiene que referirse a una transformación de nuestras facultades superiores en cuanto al modo de obrar.

«El alma -dice el P. Poulain- tiene conciencia de que en sus actos sobrenaturales de inteligencia, de amor, de voluntad, participa de la vida divina, de los actos análogos que están en Dios. Esto es lo esencial del matrimonio espiritual». Y un poco más abajo añade, explicando su pensamiento: «El bautismo y la gracia santificante nos dan ya esta participación de la naturaleza divina, pero en estado inconsciente. Otra cosa sucede en el matrimonio espiritual. Se tiene conciencia de la comunicación de la vida divina. Dios ya no es solamente -como en los grados precedentes- el objeto de nuestras operaciones sobrenaturales de inteligencia y voluntad, sino que se muestra como coprincipio de nuestras operaciones, la ayuda de que nos servimos para producirlas. Nuestros actos nos parecen, en cierto modo, divinos; nuestras facultades son ramas en las que sentimos circular la savia divina. Se cree sentir en sí mismo a Dios viviendo por los dos. Se vive en Él, de Él, por Él. Ninguna criatura puede manifestarse a nosotros de esta manera».

«En el cielo -continúa-, esta mecanismo de la gracia aparecerá en toda su claridad; allí veremos al descubierto este "matrimonio" de las dos operaciones, divina y humana, y el predominio de la primera, es decir, nuestra "divinización". El cuarto y último grado de oración es el preludio, el gusto anticipado, más o menos intenso, de este conocimiento experimental. Aquí abajo la transformación ha comenzado, pero no se la conoce más que por la fe».


2º LA MUTUA ENTREGA es una consecuencia inevitable de esta profunda transformación del alma en Dios. Así como entre dos esposos hay perfecta comunicación de bienes, lo mismo ocurre entre Dios y el alma dichosa admitida a este espiritual matrimonio.

Esta entrega mutua, indisoluble, constituye la esencia misma del matrimonio espiritual, de la misma manera que la mutua entrega y aceptación de los cónyuges constituye la esencia misma del sacramento del matrimonio.

Nadie se debe escandalizar de que los místicos hayan establecido esta comparación entre la unión con Dios y el matrimonio. Antes que ellos la había empleado el Espíritu Santo en el sublime epitalamio del Cantar de los Cantares. Cristo la usa también en el Evangelio para expresar los dones de la gracia y de la gloria. San Pablo recuerda a los fieles de Corinto que «los ha desposado con Cristo» (2 Cor 11, 2); y en su epístola a los de Éfeso establece un sublime paralelismo entre el matrimonio y la unión de Cristo con la Iglesia, de la que dice que es «un gran misterio» (Eph 5, 23-32). En pos de las Sagradas Escrituras, toda la tradición cristiana ha venido empleando ese símil para significar la íntima unión con Dios del alma llegada a la cumbre de la santidad.

Y en verdad que el caso no es para menos. Hugo de San Víctor llega a decir que el matrimonio espiritual no es una simple comparación con menos realidad y verdad que el matrimonio humano, sino que es éste, más bien, el que no es sino una sombra y figura de aquél. Si el matrimonio es grande, es, sobre todo, por Cristo y la Iglesia. Todo lo que se encuentra de intimidad; de fecundidad, de alegría y de grandeza en las uniones terrestres no es más que frialdad, impotencia, tristeza y abatimiento comparado con la unión espiritual del alma transformada en Dios..

En realidad, el alma en simple posesión del estado de gracia ya es, de alguna manera, esposa verdadera de Dios. Pero solamente en las grandes alturas de la unión transformativa adquiere la conciencia experimental permanente de que efectivamente lo es.

Esta entrega mutua tiene lugar, a veces, en forma de ceremonia especial que la simboliza y significa. En el caso de Santa Catalina de Siena hubo aparición de la humanidad sacratísima de Cristo, entrega de anillos, etcétera. Nada de esto es esencial al estado de transformación; lo único esencial es que se establezca en adelante una unión permanente e indisoluble entre Dios y el alma.


3º LA UNIÓN PERMANENTE DE AMOR. - Es la tercera nota esencial del matrimonio místico, que la distingue y separa de los grados anteriores. Lo dice expresamente Santa Teresa: «Porque entended que hay grandísima diferencia de todas las pasadas a las de esta morada, y tan grande del desposorio espiritual al matrimonio espiritual, como la hay entre dos desposados, a los que ya no se puede apartar» (Moradas séptimas 2, 2). Y un poco antes había explicado de qué manera el alma transformada siente a las divinas personas inhabitando permanentemente en ella: «Y cada día se espanta más esta alma, porque nunca más le parece se fueron de con ella, sino que notoriamente ve, de la manera que queda dicha, que están en lo interior de su alma; en lo muy muy interior, en una cosa muy honda, que no sabe decir cómo es, porque no tiene letras, siente en sí esta divina compañía» (Moradas séptimas 1, 7).

En esta conciencia experimental de la unión permanente con Dios caben, sin embargo, algunos eclipses; lo advierte la misma Santa Teresa (Moradas séptimas 3, 11; 4, 1 y 2). Pero son tan breves y transitorios, que puede decirse que el alma goza permanentemente de esta divina compañía. Aun durante el sueño continúan en union permanente de amor*, cumpliéndose al pie de la letra la bella expresión del Cantar de los Cantares: Yo duermo, pero mi corazón vela. Es la voz del amado que me llama» (Cant 5, 2). Es entonces cuando se realiza en toda su plenitud la estrofa 28 del Cántico espiritual, de San Juan de la Cruz:

Mi alma se ha empleado
y todo mi caudal en su servicio.
Ya no guardo ganado,
ni ya tengo otro oficio,
que ya sólo en amar es mi ejercicio.

* Lo dice expresamente Santa Teresa: «nunca salía de oración; aun durmiendo, me parecía estar en ella (Vida 29, 7). El caso se repite con frecuencia, como consta expresamente de Santa Gertrudis, Santa Catalina de Siena, Santa Margarita de Alacoque, San Alfonso Rodríguez y otros santos transformados.
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Laura Iris Nasif
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MensajePublicado: Jue Jul 23, 2009 12:34 am    Asunto:
Tema: La unión transformante: el matrimonio espiritual
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A JESÚS POR MARÍA, una gran verdad. El secreto es María. TOTUS TUUS O MARIA. Sí, repetirlo con frecuencia. María dio a luz a Jesús, en su seno materno nos da a luz a la vida espiritual, la vida de la gracia, la vida de la Preciosísima Sangre. Sí, semilla recibida en el bautismo y que hay que hacer crecer hasta que de mucho fruto.
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totus tuus, o bonitas !
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