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Oculata fide, con los ojos de la fe o con ojos del cuerpo?
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Miles_Dei
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Registrado: 17 Sep 2007
Mensajes: 11717

MensajePublicado: Mie Dic 17, 2008 1:36 pm    Asunto:
Tema: Oculata fide, con los ojos de la fe o con ojos del cuerpo?
Responder citando

Beatriz escribió:
Ahora comprendo cuanto confundido hay por ahi.

Una vez entre a un foro dirigido por un teologo que antes participaba en estos foros de catholic.net y me di con la sorpresa que ponia en duda la resurreccion material de Jesucristo....ya se imaginaran como termino mi participacion en esos foros.....en el fondo lo que sucede es que repite como un loro lo que a el le han ensenado en lugar de investigar, igual que Alfeo. No son culpables de haber sido enganados.

Ademas que las Escrituras son CLARISIMAS. Las palabras de Jesus son mas que CLARAS. Palpadme, si fuera un fantasma no tendria carne y huesos como ven que tengo....creen que el bueno de Santo Tomas negaria UNA VERDAD que esta en la palabra de Dios? simplemente absurdo....

Concuerdo con Miles, es una mafia. Alguien con autoridad deberia ponerle freno. La labor del pastor es PROTEGER a su rebano de los lobos que solo vienen a robar la fe de las ovejas.


Y por volver una reflexión sobre el tema de donde salió este ¿Nos va a extrañar que esta mafia, que se atreve con el dogma central de la fe como es la resurrección de Cristo, acabe negando la existencia del alma espiritual.

Además entraña tal contradicción eso de negar lo espiritual y afirmar la espiritualización de un hecho histórico que el resultado es tan palpable como una de las llagas de Nuestro Señor Resucitado. Las gentes acaban perdiendo la fe y en la contradicción del vacío de su propia nada.

Un saludo en la Paz de Cristo.
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Miles_Dei
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Registrado: 17 Sep 2007
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MensajePublicado: Mie Dic 17, 2008 1:52 pm    Asunto:
Tema: Oculata fide, con los ojos de la fe o con ojos del cuerpo?
Responder citando

¿Cómo actúa la mafia teológica?

Volvamos al texto de Ocáriz presentado por Alfeo:

Cita:

..La nueva vida de Jesús es ya inaccesible al conocimiento común de los hombres. El se manifiesta a los apóstoles, que le ven oculata fide, con «una fe que tiene ojos», es decir, con los ojos de la fe. Porque le ven, pueden testificar con un testimonio que es único; pero, al mismo tiempo, esa visión es un don de la gracia que, a su vez, han de aceptar por la fe. Jesús dice a Tomás: Porque me has visto has creído; dichosos los que sin ver creyeron (Jn 20,29). Se trata de un auténtico ver, que sólo fructifica si es acogido en la fe....


Ahora pongámoslo entero y sin recortes:

Cita:

Esta diferencia se encuentra presente en la misma naturaleza de las apariciones. Si bien es verdad que se trata de apariciones reales —es Jesús el que se «muestra» a los discípulos—, estas apariciones para ser aceptadas plenamente como tales exigen la fe de los apóstoles. El cuerpo de Jesús ya no pertenece a este mundo; por decido de algún modo, tiene un carácter sobrenatural. Las narraciones evangélicas destacan las dudas incluso de algunos discípulos que ven a Jesús (cfr Mt 28,17). Era un verdadero ver a Jesús y al mismo tiempo un don de la gracia [165]. Agudamente lo expresa Tomás de Aquino: «Los Apóstoles pudieron testificar la resurrección de Cristo también de visu, porque, después de la resurrección, vieron por los ojos de la fe (oculata fide) a Cristo vivo, el cual sabían que estaba muerto» [166]. La nueva vida de Jesús es ya inaccesible al conocimiento común de los hombres. El se manifiesta a los apóstoles, que le ven oculata fide, con «una fe que tiene ojos», es decir, con los ojos de la fe. Porque le ven, pueden testificar con un testimonio que es único [167]; pero, al mismo tiempo, esa visión es un don de la gracia que, a su vez, han de aceptar por la fe. Jesús dice a Tomás: Porque me has visto has creído; dichosos los que sin ver creyeron (Jn 20,29). Se trata de un auténtico ver, que sólo fructifica si es acogido en la fe. En otros términos, el carácter y las implicaciones sobrenaturales de la Resurrección hacen que los Apóstoles, para aceptada con plena certeza, aun viendo físicamente al Resucitado, hayan necesitado la fe.


Como ven, con independencia de la discusión posterior sobre la sobrenaturalidad del cuerpo resucitado de Cristo, Ocáriz no niega la realidad visible de las apariciones de Cristo, porque afirma sin tapujos que lo han visto físicamente. Eso lo salva del gran error que podría desprenderse de la mala traducción de "oculata fide".

Esto es ni más ni menos que la aplicación a la fe del hecho moral de la demostración racional de la existencia de Dios en filosofía del que hablamos en el tema de las vías. Se puede demostrar la existencia de Dios con una evidencia racional, pero para aceptarla hace falta la luz de la gracia que sólo da Dios. Lo mismo le ocurre al hombre de fe al que le es presentado Cristo resucitado de modo evidente y visible: necesita la gracia para decir: Es el Señor. Hay una necesidad de acomodación a la voluntad divina, una servidumbre a su voluntad, para que el hombre pueda querer bien algo. Y eso sólo acontece por la gracia.

La frase de San Hilario que usa Santo Tomás es esta:

Por lo cual dice Hilario, Super Matth., que un ángel es el primer mensajero de la resurrección, a fin de que ésta fuera anunciada mediante una servidumbre de la voluntad del Padre.


No otra cosa fue la vida de Cristo sino una servidumbre a esa voluntad y por tanto la causa eficiente de que el hombre pueda servirla convenientemente ganándonos la gracia.

La implicación teológica es profunda y llena de sentido esa higuera seca de la que Brightem no sabe dar cuenta:

Cita:
Juan 6:

5 Yo soy la vid; vosotros los sarmientos.El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada.
6 Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden.
7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis.
8 La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos.
9 Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor.
10 Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.


Un saludo en la Paz de Cristo.
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Miles_Dei
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MensajePublicado: Mie Dic 17, 2008 1:54 pm    Asunto:
Tema: Oculata fide, con los ojos de la fe o con ojos del cuerpo?
Responder citando

La mafia actua recortando sentidos, presentando vaguedades y cambiando lo que en realidad han dicho los que nos transmitieron la fe.

En este caso es evidente lo que ha hecho Alfeo con Ocariz.

Un saludo en la Paz de Cristo.
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Alfeo
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Ubicación: Asturias. España

MensajePublicado: Mie Dic 17, 2008 1:57 pm    Asunto:
Tema: Oculata fide, con los ojos de la fe o con ojos del cuerpo?
Responder citando

Cita:
Beatriz escribió:
Cita:
"Tras la resurección los apóstoles vieron a Cristo "oculata fide" no con los ojos del cuerpo, sino con los ojos de la fe" (Summa Teológica 3. q 55 a. 2. Summa de Teología t.5 BAC Madrid pg. 472)


Lo que esta en negrita lo compruebas o lo retiras publicamente, por favor. No se puede dejar asi.

De momento voy a citar a Glez-Carvajal que es el que tengo mas a mano y que ya he pasado en link en un post anterior y dice prácticamente lo mismo, lo que pasa es que yo he dado más detalles, hasta la página:
Cita:
Cita:
Santo Tomás de Aquino afirma que los apóstoles vieron a Cristo tras la resurrección "oculata fide": No con
los ojos del cuerpo, sino con los "ojos de la fe".SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, 3, q. 55. a. 2;

Si creeís que es falso lo que dice Glez-Carvajal, ante esa osadía, lo mejor que podeís hacer es borrarlo.

Beatriz: No obstante este tema no era el importante hasta ahora, Yo los "ojos del cuerpo" cuando respondí, como se puede comprobar, nunca los nombré, fue cuando después cité a Sto. Tomás donde copie la cita. Por eso a mi me da igual que se quite o no, eso no es lo importante evidentemente, lo importante es que si está escrito "que le vieron con los ojos de la fe"
No se si te ha sensibilizado al saber que no era yo sólo el que decía esto y quieres ver con los "ojos de la carne" las citas exactas, que por otra parte constato que no se exigen a nadie, pero recuerda que la que me acusaste de cargarme la resurección de Cristo eras tu a mi en una cita que no dije de donde venía, la tomé de vox pópuli y veo que profundizando hay varios teólogos que la aplican.Cita:

Cita:
Cita de Beatriz:
Cita de Alfeo: Este es un detalle de suma importancia porque el Evangelio, dentro de la inmensidad de mensajes subliminales que nos ofrece, nos quiere decir que a Cristo sólo se le ve con los ojos de la fe, por eso los demás no le ven.

Alfeo, te cargaste la resurreccion de Cristo. Como no tenia un cuerpo material, como era un espiritu....solo se le puede ver con los ojos "de la fe"...no son los mismos ojos con los que miras una manzana, un gato, o un auto....

Saludos en Xto.
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Miles_Dei
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Registrado: 17 Sep 2007
Mensajes: 11717

MensajePublicado: Mie Dic 17, 2008 2:56 pm    Asunto:
Tema: Oculata fide, con los ojos de la fe o con ojos del cuerpo?
Responder citando

Y ahora como si no se hubiera dicho nada en el tema al respecto. Ignorando todo lo que le lleva la contraria. Esa es otra forma de actuar de la mafia teológica.

Cita:

Si creeís que es falso lo que dice Glez-Carvajal, ante esa osadía, lo mejor que podeís hacer es borrarlo.


No es que creamos que sea falso. Es que se ha demostrado que eso no es lo que dice Santo Tomás.

Para ver la falsedad vámonos a una traducción imparcial de la referencia dada. En concreto estoy citando a:

The Summa Theologica of St. Thomas Aquinas Second and Revised Edition, 1920
Literally translated by Fathers of the English Dominican Province
Online Edition Copyright © 2008 by Kevin Knight
Nihil Obstat. F. Innocentius Apap, O.P., S.T.M., Censor. Theol.
Imprimatur. Edus. Canonicus Surmont, Vicarius Generalis. Westmonasterii.
APPROBATIO ORDINIS
Nihil Obstat. F. Raphael Moss, O.P., S.T.L. and F. Leo Moore, O.P., S.T.L.
Imprimatur. F. Beda Jarrett, O.P., S.T.L., A.M., Prior Provincialis Angliæ

Cita:

Reply to Objection 1. The apostles were able to testify to the Resurrection even by sight, because from the testimony of their own eyes they saw Christ alive, whom they had known to be dead. But just as man comes from the hearing of faith to the beatific vision, so did men come to the sight of the risen Christ through the message already received from angels.


La edición online aquí: http://www.newadvent.org/summa/4055.htm

Como podeis ver traduce oculata fide como "from the testimony of their own eyes" O sea: el testimonio de sus propios ojos.

La traducción está hecha por los padres dominicos en 1920. Cuando la mafia teológica no existía pues San Pio X la había quitado de enmedio. Bastó el caos motivado por la segunda guerra mundial y la maldad de Satanás desplegada en el mundo desde entonces para que la mafia teológica dominara a los católicos poco a poco.

Alfeo, cita a quien quieras. Dios está con nosotros y el esplendor de la verdad se refleja en nuestros escudos.

http://www.youtube.com/watch?v=WmeH32OZdAE&feature=related


I wonder how it must have felt
When David stood to face Goliath on a hill
I imagine that he shook with all his might
Until You took his hand, and held on tight

'Cause You were there, You were there
In the midst of danger's snare
You were there, You were there always
You were there when the hardest fight
Seemed so out of reach
Oh, You were there, You were always there
You were always there

So there he stood upon that hill
Abraham with knife in hand was poised to kill
But God in all his sovereignty had bigger plans
And just in time, You brought a lamb

'Cause You were there,
You were there
In the midst of the unclear
You were there, you were there always
You were there when obedience
Seemed to not make sense
You were there, You were always there
You were always there

So haven't I learned that my ways
Aren't as high as Yours are
And You alone keep the universe
From crumbling into dust
You are God and though we would
Not have understood You
There You were

Hanging blameless on a cross
You would rather die than leave us in the dark
Every moment, every planned coincidence
Just all makes sense
With Your last breath

You were there, You were there
During history’s darkest hour
You were there, You were there always
You were the Victor and the King
You were the power in David's swing
You were the calm in Abraham
You are the God who understands
You are the strength when we have none
You are the living, Holy one
You were, You are and You will always be
the Risen Lamb of God

You were, You are and You will always be
The Risen Lamb of God


De rodillas:


Non nobis domine non nobis sed nomini tuo da gloriam


Un saludo en la Paz de Cristo.
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EduaRod
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MensajePublicado: Mie Dic 17, 2008 3:25 pm    Asunto:
Tema: Oculata fide, con los ojos de la fe o con ojos del cuerpo?
Responder citando

Miles_Dei escribió:

...
Ahora pongámoslo entero y sin recortes:

Cita:

Esta diferencia se encuentra presente en la misma naturaleza de las apariciones. Si bien es verdad que se trata de apariciones reales —es Jesús el que se «muestra» a los discípulos—, estas apariciones para ser aceptadas plenamente como tales exigen la fe de los apóstoles. El cuerpo de Jesús ya no pertenece a este mundo; por decido de algún modo, tiene un carácter sobrenatural. Las narraciones evangélicas destacan las dudas incluso de algunos discípulos que ven a Jesús (cfr Mt 28,17). Era un verdadero ver a Jesús y al mismo tiempo un don de la gracia [165]. Agudamente lo expresa Tomás de Aquino: «Los Apóstoles pudieron testificar la resurrección de Cristo también de visu, porque, después de la resurrección, vieron por los ojos de la fe (oculata fide) a Cristo vivo, el cual sabían que estaba muerto» [166]. La nueva vida de Jesús es ya inaccesible al conocimiento común de los hombres. El se manifiesta a los apóstoles, que le ven oculata fide, con «una fe que tiene ojos», es decir, con los ojos de la fe. Porque le ven, pueden testificar con un testimonio que es único [167]; pero, al mismo tiempo, esa visión es un don de la gracia que, a su vez, han de aceptar por la fe. Jesús dice a Tomás: Porque me has visto has creído; dichosos los que sin ver creyeron (Jn 20,29). Se trata de un auténtico ver, que sólo fructifica si es acogido en la fe. En otros términos, el carácter y las implicaciones sobrenaturales de la Resurrección hacen que los Apóstoles, para aceptada con plena certeza, aun viendo físicamente al Resucitado, hayan necesitado la fe.


Como ven, con independencia de la discusión posterior sobre la sobrenaturalidad del cuerpo resucitado de Cristo, Ocáriz no niega la realidad visible de las apariciones de Cristo, porque afirma sin tapujos que lo han visto físicamente. Eso lo salva del gran error que podría desprenderse de la mala traducción de "oculata fide".

....

Estimado en Cristo Miles:

Con todo el respeto que me merece el señor Ocáriz. La verdad es que su error no es pequeño. Y si bien al final "lo salva" por las líneas que has indicado, porque sabe que no puede oponerse a la sana doctrina; la verdad es que su error de traducción lo mete en un aprieto gravísimo del que no puede salir; por lo que acaba saliendo de manera bastante artificial a través de un "masacote" confuso y hasta en cierta medida contradictorio que en nada contribuye a la claridad de las ideas, sino más bien, desde mi humilde punto de vista, es clara fuente de confusiones como la que vemos que aqueja al hermano Alfeo.
Por tanto, creo que es en cierta medida injusto achacarle al hermano Alfeo la confusión y hasta una manipulación de los textos del señor Ocáriz; cuando, por el contrario, es él (el hermano Alfeo) quien en buena medida ha sido víctima de la confusión del propio señor Ocáriz.

Que Dios te bendiga.
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EduaRod
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MensajePublicado: Mie Dic 17, 2008 3:32 pm    Asunto:
Tema: Oculata fide, con los ojos de la fe o con ojos del cuerpo?
Responder citando

Vamos, que el texto del señor Ocáriz lo veo como esos juegos de niños en los que hay que meter una perfil en un agujero de su misma forma. Y como que logró meter el prisma triangular en el agujero cuadrado y lo presenta como un resultado apropiado ¿de dónde nos extraña entonces que viendo esto, hermanos como Alfeo simplemente no le logren hallar la cuadratura al círculo y presten oidos a otras voces?

Si, sé que me dirás entonces lo de los pastores que no cuidan de los lobos.... pero habiendo tenido la oportunidad de comentar asuntos similares con pastores, también creo justo ver su lado de la historia: "la mies es mucha y los obreros (los buenos, los auténticos) son pocos".

Que Dios te bendiga.
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Miles_Dei
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MensajePublicado: Mie Dic 17, 2008 3:35 pm    Asunto:
Tema: Oculata fide, con los ojos de la fe o con ojos del cuerpo?
Responder citando

¿Por qué el recorte de las frases claves entonces?

Ese es el asunto.

Sea lo que sea, la verdad ha de resplandecer contra este error. LO DIGA QUIEN LO DIGA. Como si ahora apareciera un texto del Papa donde lo dijera, donde quisiera veros a muchos seguir afirmando lo mismo. POrque ya sabemos de cosas graves dichas hasta por cardenales y que muchos por miedo no ya a la mafia, sino a perder el estatus en la Iglesia, callan.

Ese es David confiado sólo en Dios y fiel a su rey.

Un saludo en la Paz de Cristo.
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Alfeo
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Registrado: 19 Sep 2008
Mensajes: 338
Ubicación: Asturias. España

MensajePublicado: Mie Dic 17, 2008 3:38 pm    Asunto:
Tema: Oculata fide, con los ojos de la fe o con ojos del cuerpo?
Responder citando

Miles_Dei escribió:
Y ahora como si no se hubiera dicho nada en el tema al respecto. Ignorando todo lo que le lleva la contraria. Esa es otra forma de actuar de la mafia teológica.

Cita:

Si creeís que es falso lo que dice Glez-Carvajal, ante esa osadía, lo mejor que podeís hacer es borrarlo.

No es que creamos que sea falso. Es que se ha demostrado que eso no es lo que dice Santo Tomás.
Un saludo en la Paz de Cristo.

Pues, quítese y punto. Es irrelevante, "si son ojos de fe", se da por supuesto que no son "ojos físicos". Un ciego también, en este caso, hubiera visto a Jesús.
Lo importante ya digo, no es la coletilla: "los ojos del cuerpo" sino que le ven "con los ojos de la fe". Luego, las interpretaciones pueden ser varias, depende de los conocimientos y de lo que quiera suponer cada uno, pero de verdad, que sería interminable y aburrido, citar a todos los autores católicos que coinciden en esto.
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EduaRod
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Mensajes: 3275

MensajePublicado: Mie Dic 17, 2008 3:59 pm    Asunto:
Tema: Oculata fide, con los ojos de la fe o con ojos del cuerpo?
Responder citando

Estimado en Cristo Miles:
Miles_Dei escribió:
¿Por qué el recorte de las frases claves entonces?

Ese es el asunto.

Al que cree que el prisma triangular realmente va en el agujero cuadrado, lo único que le importa es que la pieza entró, no el espacio libre que queda en el agujero....¿es obvio no? Si se fijara en el espacio libre, habría sabido que la pieza estaba mal colocada desde el principio.

Todo es parte de la misma confusión.

Cita:

Sea lo que sea, la verdad ha de resplandecer contra este error. LO DIGA QUIEN LO DIGA. Como si ahora apareciera un texto del Papa donde lo dijera, donde quisiera veros a muchos seguir afirmando lo mismo. POrque ya sabemos de cosas graves dichas hasta por cardenales y que muchos por miedo no ya a la mafia, sino a perder el estatus en la Iglesia, callan.

Ese es David confiado sólo en Dios y fiel a su rey.

Un saludo en la Paz de Cristo.

Y es ese Rey, pequeño David, el que te pide que tengas más confianza en la asistencia ordinaria que recibe su Vicario.

Que Dios te bendiga
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brightem14
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Registrado: 16 Sep 2007
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MensajePublicado: Mie Dic 17, 2008 5:26 pm    Asunto:
Tema: Oculata fide, con los ojos de la fe o con ojos del cuerpo?
Responder citando

Creo que hay algo en el fondo que es un grave problema... "con los ojos de fe" y es que va tirando al mismo lugar que pensar que Dios existe y solo se percibe porque uno cree y tiene fe. Osea que es invento del humano que cree y no una REALIDAD. Por tanto se puede excludir eso de la fe... en cierto modo... digo en cierto modo porque es un poco como el tema con obras y fe - es en cierto modo reciproco... pero Jesus no solo se deja ver porque alguien lo desea aunque tiene toda la fe del mundo...si fuera asi todos ya Le hubieran visto en persona! Sus razones son otras. Ojo que digo SUS RACONES no las nuestras...
En Cristo
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brightem14
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Registrado: 16 Sep 2007
Mensajes: 1881

MensajePublicado: Mie Dic 17, 2008 5:41 pm    Asunto:
Tema: Oculata fide, con los ojos de la fe o con ojos del cuerpo?
Responder citando

Juan 15

1 "Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador.
2 Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto.
3 Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado.
4 Permaneced en mí, como yo en vosotros.Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí.
5 Yo soy la vid; vosotros los sarmientos.El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada.
6 Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden.
7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis.
8 La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos.
9 Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor.
10 Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.
11 Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado.
12 Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado.
13 Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos.
14 Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
15 No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
16 No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda.
17 Lo que os mando es que os améis los unos a los otros."
18 "Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros.
19 Su fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, como no sois del mundo, porque yo al elegiros os he sacado del mundo, por eso os odia el mundo.
20 Acordaos de la palabra que os he dicho:El siervo no es más que su señor.Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi Palabra, también la vuestra guardarán.
21 Pero todo esto os lo harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado.
22 Si yo no hubiera venido y no les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa de su pecado.
23 El que me odia, odia también a mi Padre.
24 Si no hubiera hecho entre ellos obras que no ha hecho ningún otro, no tendrían pecado; pero ahora las han visto, y nos odian a mí y a mi Padre.
25 Pero es para que se cumpla lo que está escrito en su Ley: = Me han odiado sin motivo. =
26 Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí.
27 Pero también vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio.

Juan 16

1 Os he dicho esto para que no os escandalicéis.
2 Os expulsarán de las sinagogas.E incluso llegará la hora en que todo el que os mate piense que da culto a Dios.
3 Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí.
4 Os he dicho esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho. "No os dije esto desde el principio porque estaba yo con vosotros.
5 Pero ahora me voy a Aquel que me ha enviado, y ninguno de vosotros me pregunta: "¿Dónde vas?"
6 Sino que por haberos dicho esto vuestros corazones se han llenado de tristeza.
7 Pero yo os digo la verdad:Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré:
8 y cuando él venga, convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio;
9 en lo referente al pecado, porque no creen en mí;
10 en lo referente a la justicia porque me voy al Padre, y ya no me veréis;
11 en lo referente al juicio, porque el Príncipe de este mundo está juzgado.
12 Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello.
13 Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir.
14 El me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros.
15 Todo lo que tiene el Padre es mío.Por eso he dicho:Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros.
16 "Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver."
17 Entonces algunos de sus discípulos comentaron entre sí: "¿Qué es eso que nos dice: "Dentro de poco ya no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver" y "Me voy al Padre"?"
18 Y decían: "¿Qué es ese "poco"? No sabemos lo que quiere decir."
19 Se dio cuenta Jesús de que querían preguntarle y les dijo: "¿Andáis preguntándoos acerca de lo que he dicho: "Dentro de poco no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver?"
20 "En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará.Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo.
21 La mujer, cuando va a dar a luz, está triste, porque le ha llegado su hora; pero cuando ha dado a luz al niño, ya no se acuerda del aprieto por el gozo de que ha nacido un hombre en el mundo.
22 También vosotros estáis tristes ahora, pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y vuestra alegría nadie os la podrá quitar.
23 Aquel día no me preguntaréis nada.En verdad, en verdad os digo: lo que pidáis al Padre os lo dará en mi nombre.
24 Hasta ahora nada le habéis pedido en mi nombre.Pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea colmado.
25 Os he dicho todo esto en parábolas.Se acerca la hora en que ya no os hablaré en parábolas, sino que con toda claridad os hablaré acerca del Padre.
26 Aquel día pediréis en mi nombre y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros,
27 pues el Padre mismo os quiere, porque me queréis a mí y creéis que salí de Dios.
28 Salí del Padre y he venido al mundo. Ahora dejo otra vez el mundo y voy al Padre."
29 Le dicen sus discípulos: "Ahora sí que hablas claro, y no dices ninguna parábola.
30 Sabemos ahora que lo sabes todo y no necesitas que nadie te pregunte. Por esto creemos que has salido de Dios."
31 Jesús les respondió: "¿Ahora creéis?
32 Mirad que llega la hora (y ha llegado ya) en que os dispersaréis cada uno por vuestro lado y me dejaréis solo.Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo.
33 Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí.En el mundo tendréis tribulación.Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo."


En Cristo
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Alfeo
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MensajePublicado: Mie Dic 17, 2008 6:12 pm    Asunto:
Tema: Oculata fide, con los ojos de la fe o con ojos del cuerpo?
Responder citando

Cita:
Cita de Miles_Dei:
Lucas capítulo 24:
37 Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu.
38 Pero él les dijo: "¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón?
39 Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como véis que yo tengo."
40 Y, diciendo esto, los mostró las manos y los pies.
41 Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo: "¿Tenéis aquí algo de comer?"
42 Ellos le ofrecieron parte de un pez asado.

Todos sabemos que para leer adecuadamente los textos sagrados es necesaria la hermenéutica.
Miles:
Si no es así, a propósito del hilo...Entonces, ya que hablamos de Cristo resucitado, ¿que solución das a las dos versiones evángelicas de la bajada del Espíritu Santo?
-La primera version en Hch 2, 1-4, en Pentecostés, a los cincuenta días de la Resurrección del Señor. "Al cumplirse el dia de Pentecostés estaban todos reunidos .....todos quedaron llenos del Espíritu Santo..."
-La segunda version en el Evangelio de Juan, el mismo domingo de Resurección.
Jn 20, 19-23. "Al atardecer del primer dia de la semana (del domingo de Resurección) estaban reunidos....les dijo: Recibid el Espíritu Santo..."
Es curioso que nuestra Iglesia priorice y por tanto celebre la versión de los Hechos y no la del propio Evangelio de Juan, que se olvida de ella siendo éste un supuesto testigo ocular.
Poer eso, si no fuera por la hermenéutica sería imposible conocer que nos quieren decir los textos sagrados ...y digo que nos quieren decir porque interpretar los textos literalmente de una manera fundamentalista, está desaconsejado por la Iglesia Católica.
Esto es lo que les pasa a algunos que se aferran a la literalidad, ¿no es cierto Miles?..y que luego se encuentran en callejones sin salida.
Es como el que va a piñón fijo en dirección contaria en una carretera, piensa que es el que va bien y que los equivocados son los demás que vienen de frente.
Saludos en Xto.
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Cristo, Alfa y Omega.
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Miles_Dei
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MensajePublicado: Jue Dic 18, 2008 12:42 am    Asunto:
Tema: Oculata fide, con los ojos de la fe o con ojos del cuerpo?
Responder citando

EduaRod escribió:

Y es ese Rey, pequeño David, el que te pide que tengas más confianza en la asistencia ordinaria que recibe su Vicario.


Si te das cuenta yo he escrito rey con minúscula. Lee de nuevo:

Cita:
Ese es David confiado sólo en Dios y fiel a su rey.


Dios y el rey no son la misma cosa en esa frase, tal como no lo eran en tiempos de David. Me estoy refiriendo obviamente al vicario de Cristo con rey.

Y si quieres abrimos un tema a fondo sobre esa discusión y lo que es la asistencia del Espíritu Santo y lo que comprende pero desde el punto de vista del dogma a ver que encontramos. De momento te digo que puede darse y de hecho ya se ha dado en la historia el caso de un papa que difunde doctrinas contrarias a la fe en sus sermones. No otro fue el caso de Juan XXII, aunque no se pudo decir que el papa acabara en la herejía porque se sometió al dictamen de los teólogos de la Universidad de París confirmando la opinión contraria que hasta entonces había defendido y enseñado.

Juan XXII afirmaba que los justos no verían a Dios hasta el día del juicio final.

Pero esto no es importante. Lo importante es que valga para ver como actúa el demonio que quiere desviar este debate a lo que no es. Por celo en mi supuesta falta de fe en el Espíritu Santo y en la asistencia al papa (que la tienes metida en la cabeza por no se qué) te has olvidado de poner en claro la doctrina nefasta transmitida por Alfeo en su último mensaje, mientras de paso a Ocariz, teólogo de doctrina segura, le has pegado un buen tirito. El asunto es que ahí está Alfeo, que ya va por otro tema animando a leer cosas avanzadas.

Así actua satanás.

En este tema ya lo he dicho. Soy Don Suero de Quiñones y esto es mi puente que defiendo por amor de mi Dama y su Hijo, por lo tanto vamos a Alfeo y la doctrina nefasta que nos presenta haciendo vana nuestra fe.

Un saludo en la Paz de Cristo.
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Se trabó un gran combate en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón. (Apoc 12, 7)
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Miles_Dei
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MensajePublicado: Jue Dic 18, 2008 12:46 am    Asunto:
Tema: Oculata fide, con los ojos de la fe o con ojos del cuerpo?
Responder citando

Alfeo escribió:
Miles_Dei escribió:
Y ahora como si no se hubiera dicho nada en el tema al respecto. Ignorando todo lo que le lleva la contraria. Esa es otra forma de actuar de la mafia teológica.

Cita:

Si creeís que es falso lo que dice Glez-Carvajal, ante esa osadía, lo mejor que podeís hacer es borrarlo.

No es que creamos que sea falso. Es que se ha demostrado que eso no es lo que dice Santo Tomás.
Un saludo en la Paz de Cristo.

Pues, quítese y punto. Es irrelevante, "si son ojos de fe", se da por supuesto que no son "ojos físicos". Un ciego también, en este caso, hubiera visto a Jesús.
Lo importante ya digo, no es la coletilla: "los ojos del cuerpo" sino que le ven "con los ojos de la fe". Luego, las interpretaciones pueden ser varias, depende de los conocimientos y de lo que quiera suponer cada uno, pero de verdad, que sería interminable y aburrido, citar a todos los autores católicos que coinciden en esto.


O no te enteras de nada, y creo que no eres tonto, o tienes toda la desfachatez de negar la evidencia que se ha presentado, hermano.

NO SON OJOS DE LA FE, SINO TESTIGOS OCULARES DE UN HECHO FISICO.

Los apóstoles no ven con los ojos de la fe, sino con sus ojos reales un hecho real: EL CUERPO DE CRISTO RESUCITADO QUE ANTES ESTABA EN EL SEPULCRO.

¿Estamos o hay que repetir de nuevo todo? Lee de nuevo el tema a ver que es lo que no has captado.

Un saludo en la Paz de Cristo.
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Miles_Dei
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Mensajes: 11717

MensajePublicado: Jue Dic 18, 2008 12:48 am    Asunto:
Tema: Oculata fide, con los ojos de la fe o con ojos del cuerpo?
Responder citando

Alfeo escribió:
Cita:
Cita de Miles_Dei:
Lucas capítulo 24:
37 Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu.
38 Pero él les dijo: "¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón?
39 Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como véis que yo tengo."
40 Y, diciendo esto, los mostró las manos y los pies.
41 Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo: "¿Tenéis aquí algo de comer?"
42 Ellos le ofrecieron parte de un pez asado.

Todos sabemos que para leer adecuadamente los textos sagrados es necesaria la hermenéutica.
Miles:
Si no es así, a propósito del hilo...Entonces, ya que hablamos de Cristo resucitado, ¿que solución das a las dos versiones evángelicas de la bajada del Espíritu Santo?
-La primera version en Hch 2, 1-4, en Pentecostés, a los cincuenta días de la Resurrección del Señor. "Al cumplirse el dia de Pentecostés estaban todos reunidos .....todos quedaron llenos del Espíritu Santo..."
-La segunda version en el Evangelio de Juan, el mismo domingo de Resurección.
Jn 20, 19-23. "Al atardecer del primer dia de la semana (del domingo de Resurección) estaban reunidos....les dijo: Recibid el Espíritu Santo..."
Es curioso que nuestra Iglesia priorice y por tanto celebre la versión de los Hechos y no la del propio Evangelio de Juan, que se olvida de ella siendo éste un supuesto testigo ocular.
Poer eso, si no fuera por la hermenéutica sería imposible conocer que nos quieren decir los textos sagrados ...y digo que nos quieren decir porque interpretar los textos literalmente de una manera fundamentalista, está desaconsejado por la Iglesia Católica.
Esto es lo que les pasa a algunos que se aferran a la literalidad, ¿no es cierto Miles?..y que luego se encuentran en callejones sin salida.
Es como el que va a piñón fijo en dirección contaria en una carretera, piensa que es el que va bien y que los equivocados son los demás que vienen de frente.
Saludos en Xto.


Te he avisado, cuidado con pensar en atarme a las columnas porque puedo arrancarlas de raiz.

LO SACO EN TEMA APARTE

Un saludo en la Paz de Cristo.
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Beatriz
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MensajePublicado: Jue Dic 18, 2008 1:54 am    Asunto:
Tema: Oculata fide, con los ojos de la fe o con ojos del cuerpo?
Responder citando

¿Cristo tuvo verdadero cuerpo después de la resurrección?

Objeciones por las que parece que Cristo no tuvo verdadero cuerpo después de su resurrección.

1. El verdadero cuerpo no puede estar junto con otro cuerpo en el mismo lugar. Pero el cuerpo de Cristo, después de la resurrección, estuvo junto con otro cuerpo en el mismo lugar, pues entró donde los discípulos, estando las puertas cerradas, como se dice en Jn 20,26. Luego parece que Cristo no tuvo verdadero cuerpo después de su resurrección.

2. el verdadero cuerpo no desaparece de la vista de los que le miran, a no ser que, por casualidad, se corrompa. Ahora bien, el cuerpo de Cristo desapareció de ante los ojos de los discípulos cuando le miraban, como se escribe en Lc 24,31. Luego parece que Cristo no tuvo verdadero cuerpo después de su resurrección.

3. cada cuerpo tiene su propia figura. Pero el cuerpo de Cristo se manifestó a los discípulos en otra figura, como es notorio por Me 16,12. Luego parece que Cristo no tuvo verdadero cuerpo humano después de la resurrección.

Contra esto: está lo que se lee en Lc 24,37, cuando Cristo se les aparece: sobresaltados y aterrados, creían ver un espíritu, esto es, como si no tuviese un cuerpo verdadero sino fantástico. Para ahuyentar ese error, añade El mismo (v.39): Palpad y ved, porque un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo. Por consiguiente, no tuvo un cuerpo fantástico sino verdadero.

Respondo: Como escribe el Damasceno, en el IV libro : Se dice que resucita aquello que ha caído. Ahora bien, el cuerpo de Cristo cayó por causa de la muerte, es a saber, en cuanto de él se separó el alma, que era su perfección formal. Por eso fue necesario que, para que la resurrección de Cristo fuese verdadera, el mismo cuerpo de Cristo se uniese otra vez a la misma alma. Y, como la verdad de la naturaleza del cuerpo proviene de la forma, sigúese que el cuerpo de Cristo, después de la resurrección, fue verdadero cuerpo y tuvo la misma naturaleza que antes había tenido. En cambio, si su cuerpo hubiera sido fantástico, su resurrección no hubiese sido verdadera sino aparente.

Respuesta a las objeciones:

1. Como enseñan algunos, el cuerpo de Cristo, después de la resurrección, no por un milagro sino por su condición gloriosa, entró donde los discípulos, cerradas las puertas, estando en el mismo lugar junto con otro cuerpo. Pero si el cuerpo glorioso puede, por alguna propiedad suya, lograr existir en el mismo lugar junto con otro cuerpo, se investigara más adelante, al tratar de la resurrección común (véase SuppL, q.83 a.2). Para nuestro propósito basta por ahora decir que, no por la naturaleza del cuerpo sino más bien por el poder de la divinidad que le está unida, entró aquel cuerpo, a pesar de ser verdadero, donde los discípulos, cerradas las puertas. Por lo que Agustín dice, en un Sermón de Pascuaz , que algunos discutían este problema: Si era cuerpo, si resucitó del sepulcro el cuerpo que pendió en la cruz ¿cómo pudo entrar a través de unas puertas cerradas? Y responde : Si comprendes el modo, deja de existir el milagro. Donde la razón desfallece, allí está la edificación de la fe. Asimismo, In loann. escribe: Las puertas cerradas no se opusieron a la masa del cuerpo en que se hallaba la divinidad, pues por ellas pudo pasar aquel que, al nacer, conservó intacta la virginidad de su madre. Y lo mismo dice Gregorio en una Homilía de la Octava de Pascua .

2. Como se ha expuesto (q.53 a.3), Cristo resucitó a una vida gloriosa inmortal. Y es condición del cuerpo glorioso el ser espiritual, es decir, el estar sujeto al espíritu, como dice el Apóstol en 1 Cor 15,44. Pero para que el cuerpo esté totalmente sujeto al espíritu, es necesario que todas las acciones del cuerpo se sometan a la voluntad del espíritu. Ahora bien, el que una cosa se vea, se consigue por la acción de lo visible sobre la vista, como es evidente por lo que dice el Filósofo, en II De anima''. Y, por consiguiente, quien tiene un cuerpo glorificado, cuenta con el poder de ser visto cuando quiere, y de no ser visto cuando no le place. Y esto lo tuvo Cristo no sólo por la condición gloriosa de su cuerpo, sino también por el poder de la divinidad. Esta puede hacer que incluso los cuerpos no gloriosos dejen de ser vistos por un milagro, como le fue concedido milagrosamente a San Bartolomé, de modo que si quería, era visto, y no lo era si no quería . Se dice, pues, que Cristo desapareció de la vista de los discípulos, no porque se corrompiese o se desintegrase en algunos elementos invisibles, sino porque por su propia voluntad dejó de ser visto por ellos, hallándose presente, o porque se retiró de allí por la dote de agilidad.

3. Como explica Severiano, en un Sermón de Pascua, nadie piense que Cristo cambió la figura de su cara con la resurrección. Lo cual debe entenderse en cuanto a la contextura de sus miembros, porque en el cuerpo de Cristo, concebido del Espíritu Santo, no hubo nada desordenado y deforme que precisase ser corregido en la resurrección. Sin embargo, en la resurrección recibió la gloria de la claridad. Por lo cual añade el mismo autor : Pero se cambia su figura al hacerse, de mortal, inmortal, de modo que esto equivaliese a adquirir la gloria del rostro, no a perder la naturaleza del mismo.
Y sin embargo no apareció a los discípulos en forma gloriosa, sino que, como estaba en su mano el que su cuerpo fuese visto o no lo fuese, así estaba en su poder el que en los ojos de quienes lo veían se formase una forma gloriosa, o no gloriosa, o incluso mezclada, o de cualquier otra manera. Al fin, basta una pequeña diferencia para que alguien dé la impresión de aparecer en una figura extraña.


S. Teol. III, 54 , 1
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Beatriz
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MensajePublicado: Jue Dic 18, 2008 2:04 am    Asunto:
Tema: Oculata fide, con los ojos de la fe o con ojos del cuerpo?
Responder citando

LA RESURRECCIÓN ¿MITO O REALIDAD?

A quienes en Cottolengos y Hogarcitos atienden a Cristo pobre y doliente en la persona de los ciegos, postrados, deformes, epilépticos, retardados... que resucitarán con su cuerpo íntegro, sin defecto, para recibir la plenitud del premio.

Es un hecho que la herejía modernista, que tan sabia y valientemente condenara San Pío X a principios de siglo, ha rebrotado con nuevos bríos, está más difundida y está causando mayores estragos, tiene discípulos más calificados y numerosos, es más virulenta. No podía dejar de atacar, como lo hiciera también en aquella época, el hecho apologético y dogmático central de nuestra fe: la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Se reedita, por ejemplo, la vieja herejía de Euticio, obispo de Constantinopla, refutada por San Gregorio Magno (+604), según la cual Cristo habría resucitado con «un cuerpo más sutil que el aire» y, por lo tanto, «impalpable» (1).

Nosotros creemos que la afirmación explícita de la palpabilidad del cuerpo resucitado de Nuestro Señor, de acuerdo a su misma enseñanza («Palpadme y ved, que el espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo»: Lc.24,39), repetida por San Gregorio Magno (2) y por Santo Tomás de Aquino (3), es la piedra de toque que destruye todos los sofismas de quienes niegan la verdad y la realidad de la resurrección corporal. Y creemos, también, que esta clara enseñanza no es puesta suficientemente de relieve por los defensores de la doctrina católica sobre la resurrección corporal (4), 0 no la explicitan convenientemente, o la ignoran paladinamente.

La negación de la resurrección corporal no sólo afecta, de suyo, al dogma de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, sino también al de nuestra futura resurrección, al de la Asunción de la Ssma. Virgen María a los cielos en cuerpo y alma, al de la presencia corporal del Señor en la Eucaristía.

En última instancia, como el mismo modernismo, es ésta una herejía típicamente gnóstica (5), en la línea, por un lado, de los que impugnan la transmisión por generación del pecado original, de los que niegan la integridad biológica de la Ssma. Virgen, de los que niegan la presencia física del Señor en la Eucaristía, y caen primero en el fideísmo, luego en el agnosticismo, y finalmente en el ateísmo en cualquiera de sus formas o variantes; por otro lado se emparentan con aquellas herejías cristológicas que enseñaban que Nuestro Señor había asumido en la Encarnación un cuerpo aparente pero no real, ya que la materia es mala como afirmaban los docetas, con Basílides, Marción, los maniqueos, los gnósticos, etc., o un cuerpo celeste, etéreo, fantástico, como sostenían Apeles, Valentín, los priscilianos (s. IV), los anabaptistas alemanes (s. XVI), negando que hubiese asumido un cuerpo carnal y terrestre, es decir, con carne, sangre y huesos como los nuestros, como en realidad asumió en las entrañas purísimas de la Ssma. Virgen.

Así como los que reducían a simple apariencia la Sagrada Humanidad de Nuestro Señor son llamados docetas (del griego dókesis: apariencia), y los que enseñaban que los sufrimientos corporales de Cristo eran aparentes son llamados aftartodocetas (del griego: áftartos: incorruptible, y dókesis) así los que niegan la resurrección corporal reduciéndola a pura apariencia deberían ser llamados anastodocetas (del griego: anástasis: resurrección, y dókesis). A lo mejor, al tener nombre propio, dejan de llamarse a sí mismos católicos, porque «de nosotros han salido, pero no eran de los nuestros» (1 Jo.2,19).

Trataremos de exponer sucintamente lo que enseña la doctrina católica acerca de la resurrección, a saber, es ésta corporal y no de cualquier cuerpo (fantástico, vaporoso, celeste), sino de un cuerpo de naturaleza humana; y no de cualquier cuerpo de naturaleza humana (de Pedro, de Diego o de Juan indistintamente), sino que tiene que ser del mismo cuerpo humano que murió, y este cuerpo humano debe ser íntegro e idéntico al cuerpo que murió, pero viviendo una vida inmortal y gloriosa (6).

I. LA RESURRECCIÓN ES DEL CUERPO

Es evidente que por razón de su espiritualidad el alma no puede morir físicamente. Cuando se habla de «muerte del alma» se lo hace en un sentido moral para referirse al estado de pecado «mortal» en el cual el alma se encuentra privada de la gracia santificante que es la vida divina. En este mismo sentido hablamos también dé «resurrección del alma» cuando ésta pasa de la muerte del pecado a la vida de la gracia, según dice el Apóstol: «Si fuisteis, pues, resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba...» (Col. 3, 1; cf. Ef. 5, 14) porque así como el cuerpo vive naturalmente por el alma, el alma vive sobrenaturalmente por la gracia santificante. Sólo de esta manera aceptaban la resurrección Himeneo y Fileto y por eso los reprueba San Pablo porque «extraviándose de la verdad dicen que la resurrección se ha realizado ya, pervirtiendo con esto la fe de algunos» (2 Tim. 2,16-1.

El que propiamente sucumbe por la muerte es el cuerpo, por lo que es evidente que la resurrección, en sentido estricto, no es del alma sino t del cuerpo. Cristo demostró que había resucitado con su cuerpo por las doce apariciones «rea~s, objetivas y corporales» (7) que nos describen las Escrituras, aunque fueron muchas más (cf. Act. 1,3), y por el hecho de que el sepulcro quedase vacío como consta por los cuatro evangelistas y por San Pablo (.

Que la resurrección nuestra sea también corporal nos consta: a) por la resurrección corporal de Cristo, «primicia de los muertos» (1 Cor. 15,20), causa eficiente y ejemplar de la nuestra, «que transformará nuestro humilde cuerpo conforme a su cuerpo glorioso» (Fil. 3,21); b) por el testimonio de la Sagrada Escritura: «muchos cuerpos de santos resucitaron» (Mt. 27,52), «¿con qué cuerpo vienen (los resucitados)? ¡Necio! lo que tú siembras no revive sino muere. Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de nacer...» (1 Cor. 15,35 ss.), «se siembra cuerpo animal y se levanta cuerpo espiritual» (1 Cor. 15,44), «...para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo» (2 Cor. 4,10), «el que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos dará también vida a nuestros cuerpos mortales» (Rom. 8,11), «gemimos dentro de nosotros mismos... por la redención de nuestro cuerpo» (Rom. 8,23), «...llega la hora en que cuantos están en los sepulcros oirán su voz y vendrán...» (Jo. 5,2, y es de toda evidencia que en los sepulcros no están las almas sino los cuerpos; c) por la constante enseñanza del Magisterio de todos los tiempos, desde las antiguas profesiones de fe: «Creo... en la resurrección de la carne» (9),»el Señor Jesucristo resucitó y subió a los cielos en su mismo cuerpo» (10), hasta Pablo VI: «la muerte... será destruida totalmente el día de la resurrección, en el que estas almas se unirán a sus cuerpos» (11).

En fin, es imposible concebir una salvación completa del hombre sin la resurrección del cuerpo, porque sin el cuerpo del hombre no se da el ser-hombre, y por consiguiente si no hubiese resurrección del cuerpo no habría salvación del hombre.


Si no hubiese resurrección del cuerpo, ¿qué se hizo del cuerpo de Cristo, en qué lugar está? (12), Si no hubiese resurrección del cuerpo y por ende no hubiese resucitado el cuerpo de Cristo, ¿en qué se convierte el pan durante la Santa Misa? Si no hubiese resurrección del cuerpo la Ssma. Virgen no estaría con su cuerpo en el cielo, ¿dónde, pues, se encuentra? Es decir que quien niega la resurrección corporal, si es coherente, deberá negar la presencia corporal de Cristo en la Eucaristía y la Asunción de la Ssma. Virgen, lo que implicaría el rechazo de la infalibilidad del Magisterio solemne y de la inspiración e inerrancia de la Sagrada Escritura. Parafraseando a San Agustín cabría decir: «quien cree lo que quiere y no cree lo que no quiere, no cree en Jesucristo, sino que cree en sí mismo».


II. LA RESURRECCIÓN ES DE UN CUERPO HUMANO

No basta decir que la resurrección es corporal sino que hay que afirmar que es de un cuerpo de naturaleza humana. Porque hay quienes afirman, sí, la resurrección de los cuerpos pero entienden y expresan equívocamente la realidad del cuerpo resucitado negando la humanidad del mismo, y de este modo hacen aparente y, por lo tanto, falsa la resurrección. No hay resurrección verdadera y real, si es de un cuerpo astral, fantástico, aparente, vaporoso, aéreo, celeste, gaseoso, imaginario, etéreo, figurado, simbólico, sutil más que el aire y el viento, o convertido en espíritu. Debe resucitar un cuerpo humano como humano fue el cuerpo que murió.

Nuestro Señor Jesucristo demostró la realidad de la naturaleza humana de su cuerpo resucitado como dicen los Hechos ya que «después de su pasión se presentó vivo, con muchas pruebas evidentes» (Act. 1,3), hablaba y lo escuchaban (13), lo veían (14), comía y bebía (no por necesidad sino para demostrar la naturaleza del cuerpo resucitado, como enseñan San Agustín, San Beda, Santo Tomás de Aquino (15), caminaba (16), se sentaba (17), cocinaba (1, soplaba (19), lo podían tocar y de hecho lo tocaban («ellas, acercándose, asieron sus pies y se postraron ante Él": Mt. 28,9) (20), le daban cosas (21) y Él las recibía («tomó el pan... e igualmente el pez»: Jo. 21,13) (22), le hablaban y Gl escuchaba (23), mostraba las manos, los pies, el costado (24), etc... Lo que dice San Agustín con respecto a la Encarnación lo podemos aplicar a su resurrección: «si el cuerpo [resucitado] de Cristo fue un fantasma, Cristo nos engañó; y si tal cosa hizo, no es la verdad. Ahora bien, Cristo es la verdad. Luego su cuerpo no fue una ficción» (25), i

Expresa y explícitamente es rechazada tan peregrina hipótesis por los Santos Evangelios, «que nos comunican la verdad sincera acerca de Jesús» (26), sobre todo en el hecho que narra San Lucas en el cap. 24, vers. 36 al 43, cuando los Apóstoles «aterrados y llenos de miedo, creían ver un espíritu». Nuestro Señor los convence de la realidad de su cuerpo resucitado ofreciéndose para que lo tocasen, palpasen y así comprobasen que no había asumido un cuerpo fantástico o vaporoso o convertido en espíritu, etc. «Palpadme y ved, que el espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo. Diciendo esto les mostró las manos y los pies".

Del sentido obvio de este texto sacro se deducen dos afirmaciones claras, a saber, que el cuerpo resucitado de Cristo era palpable, y asimismo que era un cuerpo humano terreno, o sea, con carne y huesos. Trataremos de profundizar un tanto en estas dos afirmaciones.

1. El cuerpo resucitado de Cristo era palpable.

Cuando decimos que el cuerpo resucitado de Cristo era palpable, queremos decir:

a) que ofrecía resistencia al tacto, ya que era tangible, en forma semejante a como es tangible cualquier cuerpo humano.

b) que tenía la consistencia o densidad propia de todo cuerpo humano, de manera que no se lo podía atravesar, y por eso las santas mujeres pudieron asirse a sus pies (27). Si de hecho pasaba aun estando las puertas cerradas era ello por virtud divina, así como por virtud de Dios el cuerpo de Pedro, según Act. 5, 15, sanaba a los enfermos: «no tuvo por propiedad congénita que con su contacto sanase los enfermos, antes así sucedía por virtud divina para edificación de la fe» (2

c) que ocupaba un lugar como cualquier cuerpo humano. El Angélico, tan medido en sus adjetivos, dice: «parece una locura (insania) afirmar que el lugar que ocupará el cuerpo glorioso estará vacío» (29),

d) que era naturalmente palpable, no por milagro, y ello, por la realidad misma de su naturaleza humana resucitada. Euticio, obispo de Constantinopla, que negaba la palpabilidad del cuerpo resucitado, al igual que los actuales «anastodocetas», sostenía que el Señor se hizo palpable por milagro, para quitar de los apóstoles la duda de su resurrección. Esto es insostenible. Basta para demostrarlo la argumentación de San Gregorio Magno refutando a Euticio: «Maravillosa cosa es lo que dices: que de donde los corazones de los discípulos fueron sanados de la duda, de allí se nos levante a nosotros la incertidumbre. ¿Qué cosa peor se puede decir que hacerse a nosotros dudoso de su verdadera carne aquello por donde sus discípulos fueron reparados en la fe y quitados de toda duda? Porque, si se afirma no haber tenido el Señor aquello que demostró, por allí se destruye nuestra fe, por donde fue confirmada en sus discípulos» (30).

e) que actualmente en el cielo es naturalmente palpable, resistente al tacto, consistente o denso, que llena un lugar y posee estas disposiciones no sólo ahora, sino por toda la eternidad, ya que su cuerpo luego de resucitado no cambia (31), «pues si después de su resurrección pudo alguna cosa ser mudada en su carne, volvió el Señor a la muerte después de su resurrección contra la verísima sentencia de San Pablo; lo cual ¿quién hay, aunque sea loco, que lo presuma decir sino el que niega la verdadera resurrección de la carne?» (32).

Notemos que dos santos, dos santos Doctores y de la talla de San Gregorio Magno y de Santo Tomás de Aquino califican de locos y de locura a los partidarios y a la doctrina herética de la impalpabilidad de los cuerpos resucitados. No puede ser de otra manera cuando el mismo Señor eligió como prueba para demostrar que no era un fantasma el dar a palpar su carne y sus huesos. «Palpadme. ..»: esa sola palabra destruye toda «profana y vana parlería... que cunde como gangrena... pervirtiendo la fe de algunos» (33). De ahí que el XI Concilio de Toledo no vacile en confesar «la verdadera resurrección de la carne de todos los muertos a ejemplo de Cristo, nuestra cabeza. Y no creemos, como algunos deliran, que hemos de resucitar en carne aérea o en otra cualquiera, sino en ésta en que vivimos, subsistimos y nos movemos» (34).

2. El cuerpo resucitado de Cristo era un cuerpo terreno

Cuando afirmamos que el cuerpo resucitado de Nuestro Señor es un cuerpo carnal o terreno, queremos decir que es un cuerpo con carne y huesos como el nuestro, o sea, se excluye absolutamente todo tipo de cuerpo fantástico o celeste: «el espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo» (Lc. 24,39), dijo el Señor, con lo que demuestra que resucita con todas las partes propias de un cuerpo de naturaleza humana.

Se resucita con la propia sangre, y esto se prueba con toda certeza ya que, en caso contrario, no se transubstanciaría el vino en la Sangre del Señor en el Sacramento del altar, según la enseñanza de Jesús: «el que coma mi carne y beba mi sangre» (jo. 6,54.56), «esto es mi cuerpo... es mi sangre» (35), y quien no los discierna es «reo del cuerpo y sangre del Señor" (1 Cor. 1 1,27.29), enseñanza mantenida por la Iglesia en todos los tiempos, y que solemnemente definió el Concilio de Trento en la sesión XIII enseñando que la Eucaristía «contiene verdadera, real y substancialmente el cuerpo y la sangre, juntamente con la divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo y, por ende, Cristo entero» (36), «Cristo, todo e íntegro» (37). Quien negare que los cuerpos resucitados son de naturaleza humana, sosteniendo que son de naturaleza celeste, vaporosa, etérea, etc., si es coherente, habrá de negar también la presencia corporal de la naturaleza humana en carne y sangre reales, no metafóricas, de Cristo en la Eucaristía.

Argumentan algunos que así como el Cuerpo de Cristo en la Eucaristía no ocupa lugar, pues aunque se hace presente con toda su cantidad dimensiva, está al modo de la substancia (3, es decir, que tiene un modo de existir inespacial, así es el cuerpo de Cristo resucitado y así serán nuestros cuerpos resucitados. Pero ello es falso, por que la presencia al modo de substancia sólo vale para la presencia sacramental. El cuerpo resucitado de Cristo está en el cielo según su modo natural de existir, está presente con su cantidad dimensiva según el modo propio de existir de la cantidad, a saber, toda en el todo y cada parte en cada parte, es decir, que exige un espacio igual al que ocupa su cuerpo natural, ocupando un lugar circunscriptivo determinado, sin prescindir de la extensión actual y del espacio tridimensional; en cambio en la Eucaristía está con una presencia sacramental, no llenando un espacio tridimensional, ni teniendo extensión actual. El cuerpo resucitado de Cristo está, pues, presente: primero, con su figura, circunscriptivamente (incluso con su extensión extrínseca) en un solo sitio, en el cielo, donde está localmente; segundo: bajo las especies eucarísticas, está presente no circunscriptivamente (sólo con la extensión intrínseca sin la extensión extrínseca) en muchos lugares, en todos los sagrarios del mundo, «todo entero... en su ‘realidad’ física, aún corporalmente, aunque no del mismo modo como los cuerpos están en un lugar» (39).

Hay también quienes afirman que Cristo «murió y resucitó al mismo tiempo» (sic!) y explican «el tercer día» no como si se tratara de un dato cronológico sino de la mera expresión de la certidumbre del triunfo final. Proponen como argumento la colección que trae el midrash Rabbah sobre Gen. 22,4 acerca de las obras salvíficas realizadas por Dios al «tercer día», v. gr. Gen. 42,18; Ex.19 ,11; Jos. 2,16-22; Esdr. 8,32 etc. Se pretende establecer, así, una falsa subordinación del Nuevo al Antiguo Testamento para cohonestar falsas interpretaciones. Es cierto que el Antiguo y el Nuevo Testamento constituyen una unidad, como lo mostró el mismo Jesús cuando en su encuentro con los discípulos de Emaús «comenzando por Moisés y los profetas, les fue declarando cuanto a SI se refería en todas las Escrituras» (Lc. 24,27), y como enseña San Pablo cuando refiriéndose a los preceptos ceremoniales del Antiguo Testamento afirma que eran «sombra de lo futuro, cuya realidad es Cristo» (Col. 2,17). Porque las instituciones, hechos y personajes del Antiguo Testamento, además de su realidad histórica propia, son «tipos» —prefiguraciones— de Cristo que es el analogado primero, el «antitipo» (40). Sin embargo hay que evitar la reducción del Nuevo Testamento a una concepción judía que se ha revelado insuficiente para descubrir, a Cristo y que no es, en el fondo, sino un vano intento por judaizar el Nuevo Testamento y así judaizarnos a nosotros.

Pero volvamos a la peregrina hipótesis de la muerte y resurrección simultáneas de Cristo. Si hubiese sido así los presentes hubieran visto cuando Cristo se despegaba de la Cruz transformando su cuerpo en gloria. Pero entonces ¿qué fueron a pedir a Pilato?, ¿qué envolvieron con sábanas?, ¿qué cosa depositaron en el sepulcro? «Lo que pasa —responden— es que resucitó el cuerpo y quedó la corporeidad». Aparte de que eso sea tan absurdo como un círculo cuadrado, insistimos nosotros: ¿qué pasó, entonces, con la «corporeidad», dónde está? (41). «Eso pertenece al misterio» contestan algunos. Y otros, a la pregunta por el cadáver de Jesús, responden: «la sensatez invita a abstenernos de toda curiosidad» (42).

Nos viene a la mente aquello de Isaías (5,20): «Ay de los que de la luz hacen tinieblas y de las tinieblas luz...» Estos teólogos y exégetas progresistas, invitándonos a la sensatez, llaman «curiosidad» a los argumentos que destruyen sus sofismas, pero no temen convertirse en insensatos cuando con malsana curiosidad racionalizan el misterio. Niegan lo que se sabe con certeza para afirmar lo que ellos conocen con duda. Tratan como hipótesis las verdades ciertas de la fe y a sus des cabelladas hipótesis les dan el valor de dogmas de fe. Diluyen los misterios para dejarnos con los «misterios» de sus teorías. A aquellas cosas que exceden la capacidad de nuestra razón pretenden dar una explicación natural tan artificial y arrevesada que resulta mil veces más difícil de aceptar que las mismas verdades sobrenaturales que intentan explicar de distinta manera que la tradicional «por razones pastorales».

Como todos los errores, también el anastodocetismo pretende fundarse en varios textos de la Sagrada Escritura, fundamentalmente en los cuatro siguientes:

a) «La carne y la sangre no pueden poseer el Reino de Dios» (1 Cor. 15,50). Algunos lo interpretan en el sentido de que los cuerpos resucitados no serán terrenos, es decir, no tendrán carne ni sangre. A lo que hay que decir que en la Sagrada Escritura de una manera se dice carne según la naturaleza, por ejemplo en Gen. 2,23, en Jo. 1,14, y de otra manera se dice carne según la cuipa, o sea corrupción u obras de la carne, por ejemplo en Gen. 6,3 en Sal. 78,39, en Rom. 8,9, y en este último sentido debe entenderse aquel versículo: la corrupción de la carne y de la sangre no poseerá el Reina de Dios, a saber, los pecados y las obras de la vida animal, por lo que añade el Apóstol: «ni la corrupción la incorrupción» (v. 50).

b) «El primer hombre fue terreno, formado de la tierra; y el segundo hombre es el celestial, que viene del cie!o» (1 Cor. 15,47), de donde algunos concluyen que el Cuerpo de Cristo no sería terreno. Pero el texto no debe entenderse como si el cuerpo de Cristo «descendiese del cielo en cuanto a su substancia, sino que su cuerpo se formó del Espíritu Santo. Por eso dice San Agustín comentando la frase citada: ‘Llamó a Cristo celeste porque no fue concebido mediante semen humano’» (43). Y «Si es inadmisible que Cristo haya recibido en su concepción cuerpo de otra naturaleza, por ejemplo, celeste, como enseñó Valentín, mucho más inadmisible será que en la resurrección haya tomado cuerpo de otra naturaleza» (44), Los cuerpos resucitados son celestes en cuanto al resplandor de la gloria, no en cuanto a la naturaleza, por eso afirma el Apóstol: «uno es el resplandor de los cuerpos celestes y otro el de los terrestres» (1 Cor. 15,40).

c) Algunos afirmaron que en la resurrección el cuerpo se convertirá en espíritu y por eso, dicen, San Pablo llama «cuerpos espirituales» (1 Cor. 15,44.46) a las cuerpos resucitados. Pero tal cosa no puede sostenerse pues es absolutamente imposible por tres razones (45). Ante todo porque el cuerpo no puede convertirse en espíritu ya que sólo se transforman las cosas que tienen materia común y entre lo espiritual y lo material no hay comunidad de materia, ya que las substancias espirituales son completamente inmateriales. En segundo lugar, si fuera posible que el cuerpo se convirtiese en espíritu, no resucitaría un hombre, ya que éste consta naturalmente de alma y cuerpo. Finalmente, si tal fuera el pensamiento de San Fabio, así como a los cuerpos resucitados los llama»cuerpos espirituales», por una razón parecida podría llamarlos «cuerpos animales» al convertirse estos en ánimas. Lo cual es evidentemente falso. San Agustín exclama: «¡Dios nos libre de creer que serán espíritus!»... serán cuerpos espirituales pero conservando la substancia de la carne, «no perdiendo su naturaleza, sino cambiando su cualidad" (46)

d) Asimismo los hay que malentienden aquello de Mt. 22,30: «en resurrección... serán como ángeles en el cielo», afirmando que, al igual que los ángeles, después de la resurrección no tendremos cuerpo. La respuesta se hace obvia por el mismo texto completo: «en la resurrección ni se casarán ni se darán en matrimonio, sino que serán como ángeles en el cielo», no porque careceremos de cuerpo sino porque no habrá relación matrimonial al no haber necesidad de perpetuar la especie.

Con lo dicho creemos haber mostrado la doctrina católica y destruido los argumentos contrarios a la verdad de la resurrección de la carne.

III. LA RESURRECCIÓN ES DEL MISMO CUERPO DE LA PERSONA QUE MURIÓ

Si el que muere es Juan, para que de hecho resucite debe tomar su propio cuerpo, no el de Pedro o el de Diego. En la hipótesis de que tomase otro cuerpo que no fuere el suyo propio, estaríamos frente a un caso de reencarnación y no de resurrección, lo que es totalmente opuesto a la fe y a la razón. Sería un caso de espiritismo, no de, cristianismo.

Re—esussitare es levantarse por segunda vez, como dice San Juan Damasceno: «la resurrección es la segunda elevación de quien cayó» (47). Para elevarse el que se cayó, el cuerpo de quien resucita tiene que ser el mismo cuerpo humano de quien murió.

Nuestro Señor Jesucristo demostró en su resurrección haber retomado el mismo cuerpo que había asumido en las entrañas purísimas de la Ssma. Virgen, el que había sido clavado en la Cruz, horadado por la lanza y sepultado. De ahí que el sepulcro donde fue depositado su cuerpo muerto es ulteriormente hallado vacío (4 y de ahí también que en las apariciones muestre !as santas llagas de sus pies, manos y costado, producidas durante su acerba Pasión, por los clavos y la lanza.

Las santas llagas con que el Señor se aparece son las credenciales de que su resurrección es de un cuerpo de naturaleza humana, palpable, que opone resistencia al que lo toca, idéntico al que fijaron en la Cruz, como vemos que dice e! mismo Jesús: «Ved mis manos y mis pies, que yo soy" (Lc. 24,39) y como se confirma por -la prueba que pedía Tomás «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y meto mi dedo en el lugar de los clavos y meto mi mano en su costado, no creeré» (Jo. 20,25) a lo que respondió Nuestro Señor a los ocho días: «Alarga acá tu dedo y mira mis manos y tiende tu mano y métela, en mi costado» (Jo. 20,27). Las llagas son el «documento de identidad» que prueban la mismidad esencial que une al resucitado con el crucificado y la continuidad substancial del crucificado con el resucitado. Mismidad y continuidad no sólo por el alma sino también por el cuerpo. Es interesante observar que Nuestro Señor no dice a sus apóstoles: «ved mi rostro», o «escuchad mi doctrina», o «reparad en mis milagros», sino que les da a comprobar, experimental y palpablemente, la verdad de su resurrección, haciéndoles así manifiesta la identidad numérica de su cuerpo resucitado.

Al decir identidad numérica queremos afirmar que el cuerpo resucitado no sólo es idéntico por razón de una misma forma substancial —una misma alma humana— sino por levantarse el mismo cuerpo que había dejado el alma en el momento de la muerte. Más aún, excluimos decididamente la hipótesis de la asunción de una materia distinta a la que tuvo el alma en la vida terrena por la simple razón, entre otras, de que, según tal hipótesis, podría darse en un difunto el absurdo de que sus huesos «que están en los sepulcros» (Jo. 5,2 quedasen allí para siempre mientras su alma asumiría otra materia, enteramente nueva, para su cuerpo resucitado, haciendo de la resurrección no un caso de unión de las cenizas de la misma materia numérica, sino un caso de asunción de otra materia (49).

Creemos que así lo ha entendido el Magisterio infalible de la Iglesia al enseñar: «padeció Él mismo en su carne y resucitó y subió a los cielos en su mismo cuerpo, con gloria...» (50), «creemos que hemos de ser resucitados por Él en el último día en esta carne en que ahora vivimos» (51), «creo en la verdadera resurrección de la misma carne que ahora llevo» (52), «de corazón creemos y con la boca confesamos la resurrección de esta carne que llevamos y no de otra» (53), «todos los cuales (réprobos y elegidos) resucitarán con sus propios cuerpos que ahora llevan» (54), etc., y últimamente: «el día de la resurrección estas almas se unirán a sus cuerpos» (55).

1. Identidad del cuerpo resucitado.

Según nuestra fe, creemos que entre el cuerpo sin vida y el mismo cuerpo resucitado hay una identidad no sólo metafísica o específica, sino física o natural, numéricamente la misma. Pero numéricamente la misma, admitiendo un más y un menos, o un flujo y reflujo, que de ningún modo destruyen la identidad física y numérica. Así como cuando damos sangre o nos la transfunden, comemos o defecamos, nos cortamos el cabello o las uñas, aspiramos o exhalamos aire, nos quitan una muela o nos amputan una pierna, seguimos siendo siempre nosotros mismos, o sea, la misma alma y el mismo cuerpo numérico, a pesar de todos los crecimientos y decrecimientos, y no obsta todo ello para poner en duda nuestra identidad numérica corporal, incluso sabiendo lo que enseña la Biología (56), o sea, que en más o menos siete años se renuevan totalmente las células de nuestro cuerpo (menos las neuronas que no se renuevan y que son las mismas desde el huevo cigota hasta el momento de la muerte), muchísimo menos han de constituir tales hechos argumento para negar la identidad del cuerpo resucitado. Así lo enseña Santo Tomás: «Lo que no impide en el hombre la unidad numérica mientras vive, es evidente que tampoco puede impedir la unidad del que resucita» (57), e ilustra su afirmación con dos ejemplos muy gráficos: el fuego, mientras arde, se dice uno numéricamente, porque permanece su especie, aunque se consuma la leña y se le añada nueva (5, y asimismo la ciudad, aunque cambien sus habitantes, salva su unidad numérica (59).

2. Integridad del cuerpo resucitado.

Por ser la resurrección obra de Dios y siendo perfectas las obras de Dios, el hombre ha de resucitar con toda la perfección de su naturaleza humana. Se nos ha prometido que «no se perderá un solo cabello» (Lc. 21,1 de nuestras cabezas.

Así, por ejemplo, no resucitarán con el cuerpo aquellas cosas que la naturaleza humana no necesita para su perfección y que por eso expele como la orina, el sudor, la materia fecal, el pus, etc., o que están ordenadas a la conservación de la especie como el semen, la ------, etc.

Pero sí han de resucitar con él todos sus miembros, incluso genitales, ya que pertenecen a la perfección de la naturaleza humana. Por eso la Iglesia ha condenado la proposición de Orígenes: «Si alguno dice o siente que en la resurrección los cuerpos de los hombres resucitarán en forma esférica y no confiesa que resucitaremos rectos: sea anatema (60).

Esto quiere decir que no habrá deformidad o mutilación o deficiencia alguna de los resucitados y que, por lo tanto, todos nuestros enfermos de Cottolengos y Hogarcitos: mancos, cojos, ciegos, contrahechos, paralíticos, deficientes mentales, mogólicos, epilépticos, etc., serán resucitados por Dios con sus cuerpos íntegros, sin defecto, para recibir la plenitud del premio. ¡Cómo aumentará la gloria accidental de los elegidos de Dios que han trabajado en estas obras de misericordia cuando allí se encuentren con los enfermos a los cuales, aquí en la tierra, han dado de comer, de beber, de vestir, a los que han dado calor de hogar a sus vidas y fuego de caridad cristiana a sus corazones! ¡Allí les darán las «gracias» que aquí son incapaces de dar!

Al llegar acá, si es que nos han seguido, los modernos incrédulos suelen esgrimir un argumento que creen por demás contundente y definitivo para cerrar la cuestión, no ya negando abiertamente la resurrección pero, al menos, dudando de la misma, o afirmando que ignoran en qué consiste. ¿Cuál es la dificultad que presentan? El caso de antropofagia, que hoy ha alcanzado notoria actualidad: si un hombre come carne de otro quiere decir que la carne comida es asimilada por el cuerpo del antropófago y por consiguiente se integra a un cuerpo ajeno. Con lo cual no hacen más que poner de relieve la ignorancia que los aqueja, propia por otra parte de todos aquellos que desprecian la Tradición. Siete siglos antes, Santo Tomás de Aquino ya resolvía magistralmente esa objeción e incluso tres o cuatro objeciones más que, después de setecientos años todavía no se les ha ocurrido excogitar a nuestros progresistas que se creen avanzados. Así contesta el Aquinate: «Tal hecho no puede impedir la fe en la resurrección. Pues no es necesario que todo lo que estuvo materialmente en el hombre resucite con él; por otra parte, si algo falta puede ser suplido por el poder divino. Así, pues, la carne comida resucitará en aquel en quien primero estuvo animada por el alma racional perfecta...» (61). Entre otros Santos Padres, el Aguila de Hipona refutaba asimismo, quince siglos atrás, esa objeción, como puede verse en «La Ciudad de Dios».

Nos queda aún por tratar un último aspecto, importantísimo, de la fe católica en la resurrección. Porque ésta puede ser imperfecta como cuando el alma vuelve a unirse al cuerpo para vivir nuevamente una vida mortal, como en el caso de Lázaro, del hijo de la viuda de Naim, de la hija de Jairo (estrictamente, en estos casos cabe hablar de «reanimación», o sea, el alma todavía no gloriosa vuelve a unirse a su cuerpo), pero es perfecta cuando el alma vuelve a unirse al cuerpo para hacerle vivir una vida inmortal. Tal fue la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo y tal será la nuestra al fin de los tiempos, cuando nuestras almas gloriosas se vuelvan a unir a nuestros cuerpos para hacerlos gloriosos.

IV. LA RESURRECCIÓN ES A UNA VIDA GLORIOSA E INMORTAL

«Sabemos que Cristo, resucitado de entre los muertos, ya no muere; la muerte ya no tiene dominio sobre Él», enseña el Apóstol (Rom. 6,9). Resucita para vivir una vida gloriosa e inmortal.

En las apariciones de Nuestro Señor que siguieron a su resurrección podemos observar una doble serie de fenómenos. Por un lado, vemos que habla, come, se deja tocar, muestra sus llagas, etc., y, por otro lado observamos que no deja que le abracen largamente los pies, entra y sale del Cenáculo estando las puertas cerradas, aparece y desaparece cuando quiere, toma distinta figura, etc. Es que quiere demostrar dos cosas: una, que tiene la misma naturaleza humana que poseía durante su vida mortal; otra, que su cuerpo goza de distinta gloria.

Separar una serie de fenómenos de tal manera que se llegue a la negación de la otra, sólo conduce a la herejía. Interpretar una serie de fenómenos tan sólo a la luz de los otros de tal modo que se escamoteen los primeros, conduce al mismo resultado. Fue San Gregorio Magno quien, en frase precisa y bruñida, destruyó el sofisma para siempre al afirmar que el cuerpo resucitado es «de la misma naturalezas pero de distinta gloria» (eiusdem naturae et alterius gloriae).

Al decir «distinta gloria,» se quiere expresar la distinta vida que vive el cuerpo resucitado y las distintas condiciones o dotes que lo embellecen, enaltecen y exaltan.

El alma, al unirse íntimamente a Dios por medio de la visión beatífica, se hace gloriosa, y al unirse al cuerpo, en la resurrección, hace glorioso a éste. Por eso, para entender lo que es el cuerpo glorioso, primero debemos entender más profundamente lo que es la visión beatífica de Dios, gracias a la cual, clara e indistintamente, tal como es en sí mismo, un día lo veremos y seremos «semejantes a ¡El» (1 Jo.3,2), volviéndonos «deiformes» (62) —que es el efecto formal del «lumen gloriae»— y debemos captar cómo esta visión de «Aquél que es» (Ex.3,14) infinitamente perfecto, que «está sobre todos, por todos y en todos» (Ef. 4,6), es del todo inefable (63), como del todo inefable es la comprehensión beatífica, como del todo inefable es la fruición beatífica.

En la resurrección esta gloria del alma redunda sobre el cuerpo y, sin destruir su naturaleza propia, lo transforma, lo glorifica. Así como la gracia no destruye la naturaleza sino que la eleva y perfecciona, a fortiori, la gloria no destruye la naturaleza, sino que la eleva perfectísimemente, ya que la gloria es la gracia perfecta y consumada.

Es de fe que los elegidos, al igual que Cristo su Cabeza, han de ser íntegramente glorificados, y como el cuerpo es parte esencial de la naturaleza del hombre —cuerpo de carne, sangre, huesos, etc.— y sin ese cuerpo no se da el ser-hombre, para que se realice la glorificación completa del hombre, debe haber glorificación del cuerpo, ya que sin glorificación del cuerpo no hay glorificación del hombre. Por lo tanto, la glorificación del cuerpo «es esencial para la bienaventuranza completa de la creatura racional».

Evidentemente que los cuerpos resucitados para la vida eterna tienen una gran excelencia y dignidad, fruto de la redundancia de la gloria del alma, como nos informan, con datos preciosos, la Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia. La deiformidad del alma otorga al cuerpo glorificado cualidades estupendas, que los Padres! y teólogos tradicionales llaman dotes.

Las dotes del cuerpo resucitado

A esas cualidades o perfecciones que redundan del alma al cuerpo, haciendo que éste quede perfectamente subordinado a ella, se las llama dotes por metáfora con los bienes que una esposa aporta a su matrimonio, ya que siendo la gloria eterna un místico desposorio del hombre con Dios, es muy conveniente que éste se presente adornado, con esas cualidades. Estas son cuatro: sutileza, impasibilidad, claridad y agilidad. San Pablo las menciona en 1 Cor. 15,40-44, texto del que Santo Tomás hace este notable comentario: «Vemos que del alma cuatro cosas provienen al cuerpo, y tanto más perfectamente cuanto el alma más vigorosa fuese. Primeramente le da el ser; luego, cuando alcanzare el alma lo sumo de la perfección, le dará un ser espiritual. Segundo, lo preserva de la corrupción...; luego, cuando fuere perfectísima, conservará un cuerpo totalmente impasible. Tercero, le da hermosura y esplendor...; y cuando llegue a la suma perfección, hará al cuerpo luminoso y refulgente. Cuarto, le da movimiento...; cuando estuviere en lo último de su perfección, dará al cuerpo agilidad» (64),

a) Sutileza. Esta dote es la que dará al cuerpo glorioso un ser espiritual; gracias a ella el cuerpo glorioso «se sujeta completamente al imperio del alma y la servirá y obedecerá perfectamente» (65), San Pablo lo expresaba así: «se siembra un cuerpo animal y se levanta un cuerpo espiritual» (1 Cor. 15,44). Es la dote por la cual el cuerpo glorioso pierde su pesadez y torpeza espiritualizándose, volviéndose como ingrávido. No por una imposible conversión de la materia en espíritu, sino por efecto de la gloria del alma que se vuelca en el cuerpo. El Apóstol lo llama «cuerpo espiritual» por estar completamente sujeto al espíritu, participando de sus propiedades en cuanto; le es posible, ya en la perspicuidad de los sentidos, ya en la ordenación del apetito corporal y en todo género de perfección natural. Este dominio absoluto que, por la dote de sutileza, ejerce el alma sobre el cuerpo hace que de tal manera estén las operaciones de éste bajo su imperio que, según su voluntad, puede suspender su influencia al exterior de modo que no sea visto ni tocado.

Afirmar sin más que el cuerpo resucitado «no puede ser fotografiado» (66); o decir: «que las apariciones pascuales, como experiencias, fuesen hechas espacio-temporales, no incluye que la realidad que se aparecía estuviese también en el espacio y en el tiempo» (67); o sostener que «algunos quisieran... precisar lo que ha sucedido con el cadáver de Jesús. Sin embargo, la Escritura no dice más que una cosa: les mujeres fueron al sepulcro y en él no encontraron el cuerpo de Jesús» (6; o preguntarse: «¿Es esencial para la resurrección que el sepulcro quedase vacío?» (69), y luego afirmar: «para los teólogos actuales, la resurrección de Cristo no es ya el retorno de un cadáver a la vida terrestre» (70); o afirmar, como W. Marxen, que la interpretación de la resurrección permite ser sustituida por otras fórmulas, en concreto, por ésta: «la causa de Jesús sigue adelante» —por eso continúa viviendo (71); o expresarse como H. R. Schlette cuando se pregunta: «¿Qué pasa con Pascua? No lo saben los exégetas, nadie lo sabe», la fe en la resurrección se reduce «a una interpretación, a un problema de lenguaje», es decir, a la expresión de una determinada experiencia (72); o decir, como H. Ebert, que el sepulcro vacío «más que un apoyo es un impedimento para creer», y que su resurrección consiste en haberse entregado definitivamente a Dios (73); o contentarse con afirmar, al modo de Paul M. van Buren, que sólo se puede decir que «algo ocurrió», que «la evidencia indica que los apóstoles no pretendieron aseverar una resurrección física del Jesús muerto», sino que «experimentaron una situación iluminadora en que Jesús, el hombre libre que habían conocido ellos mismos, e incluso todo el mundo, era contemplado en una perspectiva totalmente nueva. Desde aquel momento los discípulos comenzaron a poseer algo de la libertad de Jesús. Su libertad comenzó a ser ‘contagiosa’ « (74); pues bien, afirmar sin más las distintas proposiciones que anteceden es algo gratuito, erróneo e impío. Gratuito porque se afirma sin ningún fundamento; erróneo, porque se niega el carácter objetivo externo del cuerpo resucitado, como lo hemos demostrado; e impío, porque son falsas doctrinas que repiten viejas herejías o conducen a las mismas, al llevar a la negación de la corporalidad del cuerpo resucitado.

b) Impasibilidad. Es la perfección que redunda del alma glorificada al cuerpo resucitado comunicándole la imposibilidad de sufrir y morir. Consta en la Sagrada Escritura: «Los juzgados dignos de tener parte. .. en la resurrección de los muertos... ya no pueden morir» (Lc. 20,35-36), «se siembra en corrupción, se resucita en incorrupción» (1 Cor. 15,42), «Dios enjugará toda lágrima de sus ojos» (Ap. 7,17), «enjugará las lágrimas de sus ojos y la muerte no existirá más, ni habrá duelo, ni gritos, ni trabajo, porque todo esto ya es pasado» (Ap. 21,4).

c) Claridad. Es la dote por la cual el cuerpo glorioso tendrá «cierto resplandor que rebosa de la suprema felicidad del alma» (75). El mismo Cristo lo dijo: «Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre» (Mt. 13,43), y también San Pablo: «Se siembra en vileza, se levanta en gloria» (1 Cor. 15,43), «transformará (Cristo) nuestro humilde cuerpo conforme a su cuerpo glorioso» (Fi1. 3, 21).

d) Agilidad. Es la dote por la cual el cuerpo glorioso no sólo no se opone para nada a! alma, sino que está expedito y hábil para obedecer al espíritu en todo movimiento y acción del alma. No sólo queda capacitado para obedecer al imperio de la voluntad en cuanto al movimiento local sino también para secundar todas las demás operaciones del alma. «Se siembra en flaqueza y se levanta en poder», como indica el Apóstol (1 Cor. 15,43).

CONSIDERACIONES FINALES

Los que creen en «fábulas impías y cuentos de viejas» (1 Tim. 4,7) podrán hacer mil piruetas para hacernos creer que Cristo «murió y resucitó al mismo tiempo», que en la Cruz «quedó la corporeidad», que «el sepulcro vacío no es fundamento de la resurrección», que las apariciones son «interiores" aunque «objetivas» (sic!), que el cuerpo era impalpable, que se hizo palpable sólo por milagro para fortalecer la fe de los Apóstoles, que en él «no hay carne ni huesos» (ni nada), que está presente «ad modum substantiae», etc., etc., etc., pero todas estas afirmaciones nunca dejarán de ser las «artificiosas fábulas" (2 Pe. 1,16) propias de aquellos «que siempre están aprendiendo, sin lograr jamás llegar al conocimiento de la verdad» (2 Tim. 3,7).

Negar la resurrección corporal, o negar que sean cuerpos de naturaleza humana los que resucitan, o negar que resuciten nuestros propios cuerpos, o negar que sean «de la misma naturaleza pero de distinta gloria», simplemente es no creer en la resurrección de la carne, lo cual es objeto de «anatema» (76), es no creer que Cristo con su carne está a la diestra de Dios Padre y, por lo tanto, es ser «hereje» (77).

Nosotros creemos en Jesucristo, que «al tercer día, resucitado por su propia virtud, se levantó del sepulcro» (7 según lo había prometido: «porque yo doy mi vida para tomarla de nuevo. Nadie me la quita, soy yo quien la doy de mí mismo. Tengo poder para darla y poder para volver a tomarla» (Jo 10,17-1, ya que «en ningún otro hay salvación, pues ningún otro nombre nos ha sido dado bajo el cielo, entre los hombres, por el cual podamos ser salvos» (Act. 4, 12), y ningún otro tiene palabras de vida eterna.

P. CARLOS MIGUEL BUELA



NOTAS

(1) San Gregorio Magno, Los Morales, 1.14, cap. 56; Ed. Poblet, Bs. As., 1945, T. II, pp. 446 ss.
(2) Cf. o.c.
(3) Cf. S. Th. III, 54,3.
(4) Cr. por ej. Jean Daniélou, La Resurrección, Studium, Madrid, 1971.
(5) Sobre la gnosis es imperioso leer el notable libro del P. Julio Meinvielle, De la Cábala al Progresismo, Ed. Calchaquí, Salta, 1970.
(6) No entraremos a analizar el aspecto metafísico del misterio, pero adelantamos al lector que según la doctrina filosófica aristotélico-tomista del hilemorfismo: a) el cuerpo naturalmente postula estar unido al alma y viceversa, b) no repugna que Dios vuelva a informar con el alma el cuerpo de un hombre que sufrió por la muerte la separación de sus dos componentes esenciales.
(7) Albert Lang, Teología Fundamental, Ed. Rialp, Madrid, 1966, T. I. p. 313.
( Mt. 28,6; Mc. 16,6; Lc. 24,3; Jo. 20,2; Rom. 6,4; 1 Cor. 15,4; Act. 13,29; ver Francisco Vizmanos-Ignacio Riudor, Teología Fundamental, BAC, Madrid, 1963, pp. 446 y ss.
( 9) E. Denzinger 1, El Magisterio de la Iglesia, Herder, Barcelona, 1963.
(10) Símbolo de Epifanio: Dz. 13.
(11) Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios, BAC, Madrid, 1968, N° 28, p. 33.
(12) Cf. en Vizmanos-Riudor, o.c., pp. 446 y ss. La refutación de todas las falsas hipótesis de fraude o robo del cuerpo muerto.
(13) Cf. Mt. 28,9.10.18; Mc. 16,14-18; Lc. 24,17.19.25.26.36.38.39.41.44-49; Jo. 20,15.16.17.19.21.23.26-29; 21,5.6.10.12.15.16.17.18 22; Act 1,7-8.
(14) Cf. Mt. 28,16ss.; Mc. 16,11-13; Lc. 24,31-37.39-40; Jo. 20,14.20.29; Act.1,9-10.
(15) Cf. Lc. 24,43; Act. 1,4; 10,41; cf. San Agustín, La Ciudad de Dios 1.22, cap. 19, BAC, T. II, p. 740 passim; cf. San Beda, In Lucam 24,41: PL 92,631; cf. Santo Tomás, S. Th. III, 54,2, ad 3 y passim.
(16) Cf. Lc. 24,15.
(17) Cf. Lc. 24,30.
(1 Cf. Jo. 21,9.
(19) Cf. Jo. 20,22.
(20) Cf. Lc. 24,39-40; Jo. 20, 17.27.
(21) Cf. Lc. 24,42.
(22) Cf. Lc. 24,30-43
(23) Cf. Lc. 24,18.19-24.29; Jo. 20,15 16.28; 21,15.16.17.21; Act. 1,6.
(24) Cf. Jo. 20,19.27; Lc. 24,40.
(25) Octoginta trium quaest., Q.14: PL 40,14; cf. S. Th. III, 5,1.
(26) Conc. Vat. II, Const. Dei Verbum, nº 19; ver el importante artículo de André Feuillet, Ideas insolitas sobre la Resurrección, en L’Osserv. Rom. del 21-3-72, reprod. por «Iglesia-Mundo», nº 27, del 30-5-72.
(27) Cf. Mt. 28,9.
(2 S. Th., Suppl. 83,2,c.
(29) Ibid.
(30) San Gregorio, o.c., p. 447.
(31) Cf. Rom. 6,9.
(32) San Gregorio, o.c., p. 447.
(33) 2 Tim. 2,16 ss.
(34) Dz. 287.
(35) Cf. Mt. 26,26 ss; Mc. 14,22 ss; Lc. 22,19 ss; l¡Cor. 11,23 ss.
(36) Dz. 883.
(37) Dz. 876.
(3 Cf. Pablo VI, Mysterium Fidei n° 25, en Colección de Encíclicas Pontificias, Guadalupe, Bs. As. 1967, T. II,
p. 2674.
(39) Ibid.
(40) Cf. Alfredo Sáenz, Cristo y las figuras bíblicas, Ed. Paulinas, Bs. As., 1967, passim.
(41) Cf. C. Gentes, 1.4, cap. 81, ad 2: BAC, Madrid, 1968, T. II, p. 947.
(42) Xavier Leon-Dufour, Resutrección de Jesús y Mensaje Pascual, Ed. Sí gueme, Salamanca, 1973, p. 319.
(43) S. Th. III, 5,2, ad 1.
(44) Ibid. III, 54,3, c.
(45) Cf. S. Th., Suppl 83.1 y C. Gentes 1.4, c. 84, ed. cit. p. 969 ss.
(46) San Agustín, o.c., 1. 13, c. 23, p. 37.
(47) De la fe ortodoxa, cap. 27: PG 94,1220; cf. S. Th., Suppl. 79,1.
(4 Ver nota 8.
(49) Cf. A. Royo-Marín, Teología de la Salvación, BAC, Madrid, 1959, pp. 593 y ss., y Ludwig Ott, Manual de Teología Dogmática, Herder, Barcelona, 5ª ed., 1966, pp. 717 y ss. (No compartimos la benignidad con que juzga esta teoría D. Esteban Bettencourt, La vida que comienza con la muerte, Ed. Fund. Pérez Companc, Bs. As., 1973, pp. 254 y ss. que al parecer desconoce a Segarra, De identitate corporis mortalis et corporis resurgentis, Madrid, 1929).
(50) Símbolo de Epifanio, Dz. 14.
(51) Fórmula llamada fe de Dámaso, Dz. 16
(52) Símbolo de San León IX, Dz. 347.
(53) Inocencio III, Dz. 427.
(54) IV Concilio de Letrán, Dz. 429.
(55) Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios, 1. c.: «quo hae animae cum suis corporibus coniungentur».
(56) Cf. por ej. De Robertis, Nowinsky y Sáez, Biología celular, Ed. El Ateneo, Bs. As.. 8' ed., 1970, passim; Alvin Nason, Biología, Ed. LimusaWiley, México, 1970, p. 456 y passim.
(57) C. Gentes 1.4, c 81: ed. cit. p. 950.
(5 Cf. ibid.
(59) Cf. S. Th., Suppl. 80,4; ver C. Pozo, La teología del más allá, BAC, Madrid, 1968, p. 116. (60) Canones contra Orígenes, Dz. 207.
(61) Para la refutación completa leer S. Th., Suppl. 80,4, ad 3.4.5. y C. Gentes l.4, c.81, solución a la 5a dificultad del cap. 80; ed. cit. pp. 951-952.
(62) S. Th. I,12,5.
(63) Cf. 1 Cor. 2,9; 2 Gor. 12,2-4.
(64) In Iª ad Cor. c. 15, lect. 6 ed. Marietti, Torino-Roma, 1953, p. 423.
(65) Catecismo del Concilio de Trento, 1ª parte, cap. 11, IV.
(66) Jacob Kremer, La resurreccion de Cristo, en Selecciones de Teología n° 23 (1967), pp. 213 ss.
(67) W. Pannenberg, Reflexiones sobre la Resurrección, en Selecciones de Teología n° 30 (1969), p. 206.
(6 X. Leon-Dufour, Resurrección de Jesús y Mensaje Pascual, ed. cit., p. 319. Y agrega el autor en nota 43: «...es grave la tentación de querer imaginar todavía en qué se ha convertido el cadáver de Tesús... Ahora bien, reafirmémoslo claramente, la sensatez invita a abstenerse de toda curiosidad, puesto que los relatos evangélicos no ofrecen elemento alguno de solución». Cf., al respecto, José A. de Aldama, en Movimientos teológicos secularizantes, BAC, Madrid, 1973, p. 176.
(69) L. Evely, L’ Evangile sans mythos, Ed. Universitaires, París, 1970, p. 21.
(70) Ibid. p. 135.
(71) Citado por Franz Mussner, La Resurrección de Jesús, Ed. Sal Terrae, Santander, 1971, p. 15.
(72) Ibid. p. 19.
(73) Ibid. p. 23.
(74) El significado secular del Evangelio, Ed. Península, Barcelona, 1968. pp. 160 ss.
(75) Catecismo del Concilio de Trenzo, 1. c.
(76) Il Conc. de Braga contra los gnósticos, Dz. 242. (77) Concilio Romano, Dz. 73. (7 XI Concilio de Toledo, Dz. 286. Cf. asimismo las notables catequesis de Pablo VI los días 5 y 12 de abril de 1972 sobre la resurrección corporal.
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MensajePublicado: Jue Dic 18, 2008 2:18 am    Asunto:
Tema: Oculata fide, con los ojos de la fe o con ojos del cuerpo?
Responder citando

Alfeo escribió:
Cita:
Beatriz escribió:
Cita:
"Tras la resurección los apóstoles vieron a Cristo "oculata fide" no con los ojos del cuerpo, sino con los ojos de la fe" (Summa Teológica 3. q 55 a. 2. Summa de Teología t.5 BAC Madrid pg. 472)


Lo que esta en negrita lo compruebas o lo retiras publicamente, por favor. No se puede dejar asi.


De momento voy a citar a Glez-Carvajal que es el que tengo mas a mano y que ya he pasado en link en un post anterior y dice prácticamente lo mismo, lo que pasa es que yo he dado más detalles, hasta la página



El quid es desplazado por el quis....


Mi querido Alfeo, mejor lee las palabras de los obispos espanoles:

Cita:
El quid es desplazado por el quis

Se hace a veces teología o se enseña teología como se puede cumplir cualquier otra tarea docente o científica sin que el sujeto se sienta implicado plenamente en aquello y mucho menos implicado en el sujeto último de la fe, cuya inteligencia busca la teología; es decir, implicado en la Iglesia. Se puede llegar así a una cierta deseclesialización de la profesión teológica; o sea, a dejar de considerar la tarea del teólogo como una tarea esencialmente eclesial para colocarla en el mismo plano y al lado de otras tareas más o menos científicas, reconocidas socialmente como tales. Una de las consecuencias de esta postura (…) es una teología de mercado, de oferta y demanda, donde cada uno selecciona lo que le interesa. Selecciona el teólogo, selecciona el profesor de teología, selecciona el alumno, selecciona cualquiera. Se entra, lo queramos o no, en el juego del mercado y, como ocurre en el mercado cultural, no es excepción la teología, cada uno coge en este mercado lo que le apetece. El hecho es grave y arroja sobre las espaldas de los teólogos una gran responsabilidad. Ya no se piensa en la credibilidad de la cosa misma, sino sobre la credibilidad de los teólogos que tratan de la cosa. El quid es desplazado por el quis; no importa tanto lo que se dice cuanto quien lo dice. Se verifica así un corrimiento altamente preocupante en el objeto sobre el que versa el asentimiento de fe.


Informe de la Comisión Episcopal Española

http://www.conferenciaepiscopal.es/doctrina/documentos/situacion_doctrinal_iglesia.htm#5)

Hermano, en quien tienes puesta tu fe? en Glez-Carvajal?
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MensajePublicado: Jue Dic 18, 2008 2:27 am    Asunto:
Tema: Oculata fide, con los ojos de la fe o con ojos del cuerpo?
Responder citando

Del Informe de la Comisión Episcopal Española

http://www.conferenciaepiscopal.es/doctrina/documentos/situacion_doctrinal_iglesia.htm#5)

2. El método teológico en una teología «progresista», sometido acríticamente al ambiente cultural

Al mismo tiempo se ha extendido un modo de hacer y enseñar teología que, con el noble afán y preocupación de acercarse al pensamiento contemporáneo, acepta acríticamente las categorías, valores y postulados de ese pensamiento y cultura contemporáneos y somete a ellos como a criterios inapelables la inteligencia de la fe. Parece que se confía más en las vigencias de la cultura y pensamiento contemporáneos que en lo dado y transmitido por la Iglesia. Por ello puede parecer que se centra más en las categorías del momento cultural que en la revelación original y estrictamente nueva que nos llega desde Cristo por la vida y Tradición de la Iglesia.

La teología a que se alude pretende establecer una relación inmediata entre la Sagrada Escritura y el pensamiento contemporáneo, las ciencias del hombre y las técnicas de interpretación de textos. Por ello recurre casi exclusivamente, como única fuente del saber teológico, a la Biblia, aplicándole los métodos histórico-criticos e interpretándola incluso, mediante una hermenéutica de cualquier tipo, sin tener a la vista la realidad total de la revelación de Dios de la que es testigo la Iglesia o sin tener en cuenta la tradición y fe de la Iglesia ni su magisterio, sino las preocupaciones del momento, las situaciones existenciales o sociales, los datos de las ciencias o las corrientes de pensamiento.

Nos encontramos así con un puro y simple texto literario que, como todo texto literario, está condicionado históricamente por su época. (El pensamiento débil posmoderno sostiene que un texto remite no a la realidad que pretende entregarnos ese texto, sino a otros textos que lo traducen a otro contexto cultural y, en último término, al sentido que le da el lector hoy, o el grupo de lectores.)

Al hacer teología de este modo, es decir, desvinculando el texto bíblico de la realidad divina y soberana y consiguientemente del Espíritu que está en la Iglesia y su tradición viva, se acaba por romper la unidad de la Escritura y la Iglesia, ya que se pretende leerlo y entenderlo independientemente de la Iglesia y ateniéndose al dato científico supuestamente correcto. Esta separación vacía tanto a la Biblia como a la Iglesia. Esta, sin el fundamento bíblico, es un producto histórico ocasional, no la Iglesia de Jesucristo: es, en el fondo, una realidad sociológica que se puede reconstruir incesantemente según las nuevas situaciones y conocimientos. Y la Biblia sin la Iglesia es un resto literario, un conjunto de fuentes históricas de las que se trata de extraer lo que sea más útil o más significativo para el presente, desde los intereses y preocupaciones existenciales del individuo o del grupo.

Se confiese o no explícitamente, esta postura considera el Vaticano II como un Concilio de transición, de cambio, que implicó e implica una ruptura con el pasado; o sea, con la tradición anterior de la Iglesia. Considera menos el Concilio como un conjunto garantizador de la unidad de la fe apostólica que como una especie de movimiento progresivo –ya en el interior mismo de sus textos– hacia cambios más amplios que reclaman un avance ininterrumpido hacia la dirección, supuestamente verdadera, por fin descubierta. Este modo de ver las cosas desvirtúa el espíritu de fidelidad a la tradición que animó al Concilio y propaga la ilusoria esperanza de dar al cristianismo una interpretación nueva y permanente renovable que no puede ser más que arbitraria y estéril.

Por estos caminos, el trabajo del teólogo se encamina hacia una nueva visión del cristianismo, hacia algo así como un esbozo de «nuevo cristianismo» que nacería no del arraigo en el Concilio y en la tradición perenne sino en una construcción cristiana, radicalmente nueva, elaborada a la luz de la nueva exégesis, de la especulación teológica actual y de la cooperación con las ciencias del hombre; un cristianismo o una Iglesia que surgiría de abajo, como todos los pueblos de la tierra, resultado de iniciativas particulares, de la ciencia teológica, del diálogo con otros humanismos; un cristianismo, en fin, en que todo lo que es autoridad en la Iglesia –revelación, tradición, magisterio– es sustituido por la razón, por la concordia o por el consenso del grupo.

Fascinado el teólogo que elabora este tipo de teología por la cultura moderna, en una mayor o menor ruptura con el pasado y con una lectura de la Escritura objetivante y de ningún modo participativa de la tradición de la Iglesia, se inclina fácilmente a considerar la verdad cristiana como una realidad que hay que transformar hacia un futuro indeterminado, alternativo respecto al presente, en el que se realizará la utopía del Evangelio tal como ha sido liberado o precisado mediante la exégesis de unos textos seleccionados de la Biblia, conducida por una forma de pensar que, más o menos explícitamente, ve la verdad ante todo como objetivo a lograr o como realidad a crear por el hombre.

Todo ello lleva consigo la secularización interna de la misma teología. El resultado será una teología plausible, asimilable y digerible por el mundo de hoy, sin que tenga que poner en cuestión claves profundas de la nueva cultura relacionadas con la negación de Dios y la absolutización del hombre sobre la tierra, ni la mentalidad o formas de vida de los hombres acomodados a esa cultura, ni su oscurecimiento del sentido del ser. La razón sustantiva se devalúa en mera razón calculante y la comprensión de la realidad, aun la del hombre, se convierte en materia manejable.

Al hacer este tipo de teología se puede dar por bueno, como hipótesis, el antropocentrismo de nuestro tiempo y buscar en el cristianismo la respuesta a las demandas y preguntas del hombre que selecciona conforme a lo que le interesa o preocupa. Al hacer teología de este modo, puede escapársele al teólogo o quedarle oscurecida la primacía real del Dios vivo y personal, sujeto activo, creador, salvador y santificador y, aun sin pretenderlo, se termina por someter la revelación a la medida del pensamiento e intereses del hombre contemporáneo.

A pesar de su biblicismo en este proceder, el valor de la misma Sagrada Escritura queda relativizado por la selección que se hace de unos escritos contra otros, por la introducción de un canon subjetivo dentro del canon, cuyo sentido queda cuestionado por el descuartizamiento en secciones y trozos diferentes y contrapuestos y hasta por la negación del carácter normativo de la unidad del Libro Santo. Todo lo cual conduce hacia la disolución de la misma fe y de la Iglesia.

Nos enfrentamos, además, a la insuficiencia de un pensamiento filosófico mínimamente articulado que, de alguna manera, pueda servir adecuadamente para pensar orgánicamente la revelación. Esto hace y ha hecho que la teología esté todavía buscando su camino entre nosotros. En otros momentos se pudo contar con la llamada filosofía perenne para hacer teología. Hoy, las nuevas generaciones, inmersas en un pluralismo de filosofías de todo tipo y contrapuestas; en medio del naufragio de la metafísica ante concepciones funcionalistas y fragmentarias de la verdad y con unas antropologías a las que acudir de signo culturalista o estructural; las nuevas generaciones, decimos, están perdidas y desasistidas, desconcertadas frente al estudio de la filosofía o su incorporación a la reflexión teológica.

La teología como reflexión científica; es decir, como discurso crítico, metódico y sistemático sobre la fe, necesita del auxilio de la filosofía, lo cual es particularmente necesario hoy ante ciertos intentos de comprender la teología, como dijimos, bien como exégesis de textos o como hermenéutica de fuentes; bien como mero discurso narrativo o proclamación kerigmático- parenética. A la teología le atañe la búsqueda de una siempre mayor y mejor inteligencia de la fe, la traducción de las categorías y formulaciones doctrinales a los nuevos modos de pensamiento y de lenguaje, el diálogo con ideologías que versan sobre los mismos objetivos materiales y la confrontación con el real pensamiento creador de nuestro tiempo. De ahí, la necesidad de contar con un sustrato filosófico.

Además de que, durante años, no se ha valorado el estudio filosófico en su justo sentido dentro de la teología o de la formación de los sacerdotes, ha ocurrido que la filosofía estudiada ha aparecido como desconectada de los estudios teológicos: no ha habido articulación. Carecemos de un pensamiento cristiano creador, generado en nuestro tiempo desde la original experiencia cristiana como totalidad capaz de crear cultura por sí misma, de expresar su racionalidad y sentido, de articular saberes y posicionamientos ante la realidad. Es ésta una laguna y una tarea pendiente. Necesitamos de una filosofía pensada hoy en nuestro suelo patrio, desde dentro de las raíces propias de nuestra fe católica y de nuestra tradición cultural, que nos ofrezca un conocimiento sólido y coherente y una palabra con sentido y orgánica sobre el hombre, el mundo y Dios.
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MensajePublicado: Jue Dic 18, 2008 2:41 am    Asunto:
Tema: Oculata fide, con los ojos de la fe o con ojos del cuerpo?
Responder citando

Miles_Dei escribió:
Alfeo escribió:
Miles_Dei escribió:
Y ahora como si no se hubiera dicho nada en el tema al respecto. Ignorando todo lo que le lleva la contraria. Esa es otra forma de actuar de la mafia teológica.

Cita:

Si creeís que es falso lo que dice Glez-Carvajal, ante esa osadía, lo mejor que podeís hacer es borrarlo.

No es que creamos que sea falso. Es que se ha demostrado que eso no es lo que dice Santo Tomás.
Un saludo en la Paz de Cristo.

Pues, quítese y punto. Es irrelevante, "si son ojos de fe", se da por supuesto que no son "ojos físicos". Un ciego también, en este caso, hubiera visto a Jesús.
Lo importante ya digo, no es la coletilla: "los ojos del cuerpo" sino que le ven "con los ojos de la fe". Luego, las interpretaciones pueden ser varias, depende de los conocimientos y de lo que quiera suponer cada uno, pero de verdad, que sería interminable y aburrido, citar a todos los autores católicos que coinciden en esto.


O no te enteras de nada, y creo que no eres tonto, o tienes toda la desfachatez de negar la evidencia que se ha presentado, hermano.

NO SON OJOS DE LA FE, SINO TESTIGOS OCULARES DE UN HECHO FISICO.

Los apóstoles no ven con los ojos de la fe, sino con sus ojos reales un hecho real: EL CUERPO DE CRISTO RESUCITADO QUE ANTES ESTABA EN EL SEPULCRO.

¿Estamos o hay que repetir de nuevo todo? Lee de nuevo el tema a ver que es lo que no has captado.

Un saludo en la Paz de Cristo.


Miles, esto es algo que ya he visto con anterioridad, en ese foro de un teologo donde se negaba la realidad material de la resurreccion de Cristo, y es que no interesa que es lo que se dice sino quien lo dice....

Si lo dice Rahner, Bultmann, etc., es lo que importa....no se analiza lo que se dice o si choca frontalmente con lo que la Iglesia ha creido siempre, con la Tradicion viva de la Iglesia.

Se escoge al teologo, se cree ciegamente en el, y se absolutizan sus ideas.

Si tu le demuestras que la traduccion es pesima....no interesa, ese teologo es "El teologo", una eminencia, un exegeta, tu eres tan solo un forista anonimo en un foro catolico (un ad hominem, por cierto).

Muy acertado el analisis de los obispos espanoles: "Se verifica así un corrimiento altamente preocupante en el objeto sobre el que versa el asentimiento de fe".
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MensajePublicado: Jue Dic 18, 2008 2:51 am    Asunto:
Tema: Oculata fide, con los ojos de la fe o con ojos del cuerpo?
Responder citando

Hermana Beatriz:

¡Paz y bien!

Cita:
Si tu le demuestras que la traduccion es pesima....no interesa, ese teologo es "El teologo", una eminencia, un exegeta, tu eres tan solo un forista anonimo en un foro catolico (un ad hominem, por cierto).


El punto es que Miles no es solo un forista anónimo Wink Dios te bendiga.
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MensajePublicado: Jue Dic 18, 2008 3:27 am    Asunto:
Tema: Oculata fide, con los ojos de la fe o con ojos del cuerpo?
Responder citando

Cita:
Beatriz: No obstante este tema no era el importante hasta ahora, Yo los "ojos del cuerpo" cuando respondí, como se puede comprobar, nunca los nombré, fue cuando después cité a Sto. Tomás donde copie la cita. Por eso a mi me da igual que se quite o no, eso no es lo importante evidentemente, lo importante es que si está escrito "que le vieron con los ojos de la fe"
No se si te ha sensibilizado al saber que no era yo sólo el que decía esto y quieres ver con los "ojos de la carne" las citas exactas, que por otra parte constato que no se exigen a nadie, pero recuerda que la que me acusaste de cargarme la resurección de Cristo eras tu a mi en una cita que no dije de donde venía, la tomé de vox pópuli y veo que profundizando hay varios teólogos que la aplican.Cita:

Cita:
Cita de Beatriz:
Cita de Alfeo: Este es un detalle de suma importancia porque el Evangelio, dentro de la inmensidad de mensajes subliminales que nos ofrece, nos quiere decir que a Cristo sólo se le ve con los ojos de la fe, por eso los demás no le ven.


Tu y todo el que diga que Santo Tomas ensena que a Cristo no se le pudo ver con los ojos del cuerpo y solo se le vio con los ojos de la fe y por eso los demas no le ven, esta totalmente equivocado.

Dice Santo Tomas:

Cita:
Y, por consiguiente, quien tiene un cuerpo glorificado, cuenta con el poder de ser visto cuando quiere, y de no ser visto cuando no le place. Y esto lo tuvo Cristo no sólo por la condición gloriosa de su cuerpo, sino también por el poder de la divinidad. Esta puede hacer que incluso los cuerpos no gloriosos dejen de ser vistos por un milagro, como le fue concedido milagrosamente a San Bartolomé, de modo que si quería, era visto, y no lo era si no quería . Se dice, pues, que Cristo desapareció de la vista de los discípulos, no porque se corrompiese o se desintegrase en algunos elementos invisibles, sino porque por su propia voluntad dejó de ser visto por ellos, hallándose presente, o porque se retiró de allí por la dote de agilidad.


Los que vieron al resucitado, no le vieron porque tenian fe, le vieron porque fueron testigos escogidos por Dios de antemano. Por su propia voluntad Jesucristo se dejo ver por los discipulos y por su propia voluntad Jesucristo dejo de ser visto por ellos. No depende de la fe de los apostoles sino de la voluntad de Jesucristo.

Cita:
Contra esto: está lo que se dice en Act 10,40-41: A quien Dios resucitó al tercer día, y le concedió el manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos escogidos por Dios de antemano.


El aquinate utiliza la palabra "testigo"

testigo.

(De testiguar).


1. com. Persona que da testimonio de algo, o lo atestigua.

2. com. Persona que presencia o adquiere directo y verdadero conocimiento de algo.

Si los apostoles no vieron a Jesus resucitado con los ojos del cuerpo, como dice Glez-Carbajal, por que Santo Tomas los llama "testigos"?

Glez-Carbajal esta en un error.


Cita:
Tercero, por la misma dignidad de la persona que asume, que, por ser la verdad, no convino que en su obra existiese ficción alguna. Por lo que también el Señor se dignó excluir por sí mismo este error, cuando los discípulos, conturbados y aterrados, creían ver un fantasma (Lc 24,37), y no un verdadero cuerpo; y por eso se les ofreció para que le palpasen, diciendo: Palpad y ved, porque un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que los tengo yo (Le 24,39). 3. q 5 a. 1

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MensajePublicado: Jue Dic 18, 2008 3:58 am    Asunto:
Tema: Oculata fide, con los ojos de la fe o con ojos del cuerpo?
Responder citando

Estimado en Cristo Miles:
Miles_Dei escribió:
EduaRod escribió:

Y es ese Rey, pequeño David, el que te pide que tengas más confianza en la asistencia ordinaria que recibe su Vicario.


Si te das cuenta yo he escrito rey con minúscula. Lee de nuevo:

Cita:
Ese es David confiado sólo en Dios y fiel a su rey.


Dios y el rey no son la misma cosa en esa frase, tal como no lo eran en tiempos de David. Me estoy refiriendo obviamente al vicario de Cristo con rey.

No era tan obvio, pero con tu explicación ya lo es y te entiendo ya mejor.

Cita:

Y si quieres abrimos un tema a fondo sobre esa discusión y lo que es la asistencia del Espíritu Santo y lo que comprende pero desde el punto de vista del dogma a ver que encontramos. De momento te digo que puede darse y de hecho ya se ha dado en la historia el caso de un papa que difunde doctrinas contrarias a la fe en sus sermones. No otro fue el caso de Juan XXII, aunque no se pudo decir que el papa acabara en la herejía porque se sometió al dictamen de los teólogos de la Universidad de París confirmando la opinión contraria que hasta entonces había defendido y enseñado.

Juan XXII afirmaba que los justos no verían a Dios hasta el día del juicio final.

No es que un servidor piense, como ya te lo he dicho en otras ocasiones, que exista tal cosa como una "infalibilidad ordinaria". De hecho, iba a acompañar el mensaje anterior con esta aclaración final: "Y te lo dice uno de los más fervientes admiradores de San Roberto Bellarmino que está completamente al tanto de las diferencias que este doctor de la Iglesia tuvo con Sixto V y las razones de las mismas". Así que no tienes que recircular el tema de Juan XXII para defender tu punto.
No le doy más vueltas, incluso ahora no estoy seguro de haberte interpretado bien. Cuando dices:
Miles_Dei escribió:
...Sea lo que sea, la verdad ha de resplandecer contra este error. LO DIGA QUIEN LO DIGA. Como si ahora apareciera un texto del Papa donde lo dijera, donde quisiera veros a muchos seguir afirmando lo mismo....

¿te refieres a que el Papa haga resplandecer la verdad y ya se vería si los que se alejan de ella siguen defendiendo sus errores?
¿o te refieres a que la verdad debe resplandecer incluso si el mismo Papa sostuviera el error que se ha estado señalando y ya se vería si todos los que lo hemos señalando lo seguimos señalando? Honestamente fué en este segundo sentido en el que lo entendí la primera vez, y por eso puse los comentarios que puse. Pero tal vez me equivoqué y querías decir lo primero y por eso hablaste después de fidelidad al rey.


Cita:

Pero esto no es importante. Lo importante es que valga para ver como actúa el demonio que quiere desviar este debate a lo que no es.

Justo esa era mi preocupación: que me parecío que tu frase desviaba el debate hacia un punto que no tenía sentido discutir ahora. Pero, como dije, me parece que me equivoqué al interpretar tu frase.

Cita:

Por celo en mi supuesta falta de fe en el Espíritu Santo y en la asistencia al papa (que la tienes metida en la cabeza por no se qué) te has olvidado de poner en claro la doctrina nefasta transmitida por Alfeo en su último mensaje,

El último mensaje de Alfeo fué posterior al mío.

Cita:

...
mientras de paso a Ocariz, teólogo de doctrina segura, le has pegado un buen tirito.

Bueno, pero es que si cometió un error, pues lo cometió y qué se le va a hacer. No podemos dejar de señalar el error en virtud de su autoridad o su ortodoxia habitual. Ni mucho menos en virtud de que de manera evidentemente forzada haga cuadrar su mala traducción con la sana doctrina. Máxime cuando aquí claramente estamos viendo que esa traducción equivocada y la interpretación que de manera inmediata le sigue, está de hecho sirviendo para fundamentar el error.
Y eso es simplemente señalar la VERDAD. Y señalar la verdad NUNCA será la acción de Satanás.

Que Dios te bendiga.
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Beatriz
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MensajePublicado: Jue Dic 18, 2008 12:45 pm    Asunto:
Tema: Oculata fide, con los ojos de la fe o con ojos del cuerpo?
Responder citando

Alfeo escribió:
Cita:
Cita de Miles_Dei:
Lucas capítulo 24:
37 Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu.
38 Pero él les dijo: "¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón?
39 Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como véis que yo tengo."
40 Y, diciendo esto, los mostró las manos y los pies.
41 Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo: "¿Tenéis aquí algo de comer?"
42 Ellos le ofrecieron parte de un pez asado.


Todos sabemos que para leer adecuadamente los textos sagrados es necesaria la hermenéutica.
Miles:
Si no es así, a propósito del hilo...Entonces, ya que hablamos de Cristo resucitado, ¿que solución das a las dos versiones evángelicas de la bajada del Espíritu Santo?
-La primera version en Hch 2, 1-4, en Pentecostés, a los cincuenta días de la Resurrección del Señor. "Al cumplirse el dia de Pentecostés estaban todos reunidos .....todos quedaron llenos del Espíritu Santo..."
-La segunda version en el Evangelio de Juan, el mismo domingo de Resurección.
Jn 20, 19-23. "Al atardecer del primer dia de la semana (del domingo de Resurección) estaban reunidos....les dijo: Recibid el Espíritu Santo..."
Es curioso que nuestra Iglesia priorice y por tanto celebre la versión de los Hechos y no la del propio Evangelio de Juan, que se olvida de ella siendo éste un supuesto testigo ocular.
Poer eso, si no fuera por la hermenéutica sería imposible conocer que nos quieren decir los textos sagrados ...y digo que nos quieren decir porque interpretar los textos literalmente de una manera fundamentalista, está desaconsejado por la Iglesia Católica.
Esto es lo que les pasa a algunos que se aferran a la literalidad, ¿no es cierto Miles?..y que luego se encuentran en callejones sin salida.
Es como el que va a piñón fijo en dirección contaria en una carretera, piensa que es el que va bien y que los equivocados son los demás que vienen de frente.
Saludos en Xto.


Me alegra, alfeo, que expreses tus objeciones y dudas.

En el pasaje de Juan que citas, Jesus otorga el poder de perdonar los pecados. En el pasaje de los hechos, se trata de Pentecostes, el inicio de la Iglesia. Son dos momentos diferentes y dos acciones diferentes del Espiritu Santo. Pero veo que Miles ya abrio un tema aparte.

Dos noticias que te seran de utilidad:


El Papa plantea una nueva exégesis bíblica para superar deficiencias actuales


VATICANO, 14 Oct. 08 / 03:28 pm (ACI).- En su intervención en la 14º Congregación General del Sínodo de los Obispos, el Papa Benedicto XVI planteó una nueva exégesis de la Palabra de Dios que permita superar las deficiencias actuales que existen en este campo.

En su intervención en italiano, el Santo Padre explicó que para entender mejor la Biblia también desde el punto de vista de la fe es necesario exégetas con una formación completa y que si bien el método histórico-crítico es positivo, es necesario que sea completado.

Así lo indicó el Pontífice, destaca L'Osservatore Romano, refiriéndose al documento sobre la Interpretación Bíblica que emitiera la Pontificia Comisión Bíblica en 1993 bajo su guía cuando era entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

"Hemos escuchado todo el bien posible que puede derivar de la exégesis" con este método "pero debemos considerar también sus riesgos El método histórico-crítico ayuda a comprender que el texto sagrado no es mitología, sino verdadera historia, ayuda a captar la unidad profunda de toda la Escritura. Con contribuciones con frecuencia de altísimo nivel académico también ayuda a percibir toda la realidad del hecho, pero también puede llevar a pensar en la Biblia como un libro que solo tiene que ver con el pasado", precisó Benedicto XVI.

Hablando luego de la constitución dogmática Dei Verbum, documento del Concilio Vaticano II sobre la Divina Revelación, el Papa indicó que "si desaparece la hermenéutica de la fe en su lugar se afirma la hermenéutica positivista o secularista, según la cual lo divino no aparece en la historia.

"Y se reduce todo lo humano", como hacen algunos con la exégesis en Alemania que niegan "la resurrección de Cristo y la institución de la Eucaristía por parte del Hijo de Dios".

Para el Santo Padre no existe razón para el dualismo que actualmente separa la teología de la exégesis: una teología que no se basa en la interpretación de la Escritura es una teología sin fundamento, como no tiene fundamento tampoco una exégesis que no sea teológica.

Finalmente, el Papa dijo que "para pasar ya a lo práctico, debemos extender la formación de los futuros exégetas".




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Benedicto XVI pide en el Sínodo superar el dualismo entre exégesis y teología


CIUDAD DEL VATICANO, martes 14 de octubre de 2008 (ZENIT.org).- Benedicto XVI tomó la palabra este martes en el Sínodo de los Obispos para proponer que se supere el dualismo entre exégesis y teología que en ocasiones lleva a una lectura sin fe de la Biblia.

El Papa ofreció su intervención sacando su cuaderno de notas personales, sentado en su puesto habitual, en el centro del aula sinodal, hablando en italiano con la precisión con que lo hacía en sus largos años de profesor universitario.

Sus palabras resonaron tras la pausa de descanso de la décimo cuarta congregación general y, como él mismo explicó se inspiran en el trabajo que está realizando para redactar su libro "Jesús de Nazaret", del que está preparando el segundo volumen.

En particular, presentó los criterios que ofrece el Concilio Vaticano II, en la constitución dogmática Dei Verbum (n. 12), para la interpretación de las Sagradas Escrituras.

"Y como la Sagrada Escritura hay que leerla e interpretarla con el mismo Espíritu con que se escribió para sacar el sentido exacto de los textos sagrados --decía el Concilio--, hay que atender no menos diligentemente al contenido y a la unidad de toda la Sagrada Escritura, teniendo en cuenta la Tradición viva de toda la Iglesia y la analogía de la fe".

El Papa consideró que en general los exegetas tienen en cuenta el primer criterio, la unidad de toda la escritura, pero en general se descuida el segundo, la Tradición viva de toda la Iglesia.

El descuido de este criterio, según el Papa, tiene consecuencias. Por ejemplo, dijo, la biblia se convierte en un libro del pasado. "La exégesis se convierte en historiografía".

Según esta visión, en Alemania, por ejemplo, corrientes exegéticas niegan la institución de la Eucaristía, y el cuerpo de Jesús habría quedado en la tumba. De este modo desaparece la presencia de lo divino en lo histórico, constató.

Esta interpretación, siguió diciendo, crea una fosa entre exégesis y lectio divina, y causa perplejidad a la hora de preparar las homilías.

Con esta visión, la escritura no puede ser "el alma de la teología", constató, y la teología deja de ser interpretación de la escritura en la Iglesia.

Para la vida y misión de la Iglesia es totalmente necesario superar el dualismo entre exégesis y teología, subrayó. Son dimensiones de una misma realidad.

Por eso, el obispo de Roma sugirió introducir dos proposiciones para este Sínodo: desarrollar la exégesis no sólo histórica sino también teológica, y ampliar la preparación de los exegetas en este sentido para ampliar la visión de la exégesis.

La intervención del Papa siguió el mismo formato de las intervenciones preparadas por los obispos en el debate y fue recibida con un aplauso.
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Titus400
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MensajePublicado: Vie Dic 19, 2008 5:17 am    Asunto: Re: "No creo en el Alma" George Coyne
Tema: Oculata fide, con los ojos de la fe o con ojos del cuerpo?
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Cita de Beatríz

Alfeo, te cargaste la resurreccion de Cristo. Como no tenia un cuerpo material, como era un espiritu....solo se le puede ver con los ojos "de la fe"...no son los mismos ojos con los que miras una manzana, un gato, o un auto....

Esto me asusta. Cristo no sólo tenía un cuerpo material sino que aún lo tiene.
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Alfeo
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MensajePublicado: Vie Dic 19, 2008 9:21 am    Asunto:
Tema: Oculata fide, con los ojos de la fe o con ojos del cuerpo?
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Cita:
Cita de Eduarod:
"Y te lo dice uno de los más fervientes admiradores de San Roberto Bellarmino que está completamente al tanto de las diferencias que este doctor de la Iglesia tuvo con Sixto V y las razones de las mismas"

Efectivamente, Cardenal aspirante a Papa y teólogo eminente...pero también, él que tenía cierta amistad con Galileo, fue el que en 1611 le dijo "La realidad física no la explican las matemáticas, sino las Escrituras y los Padres de la Iglesia"...Mire a ravés de mi telescopio y comprobará Vd mismo, le dijo Galileo, y Bellarmino miró pero no supo ver. Bellarmino vio "oculata fide", con los ojos de "su" fe, pero no con los ojos del cuerpo.
Bellarmino no quiso parar el proceso contra Galileo ante el Santo Oficio y éste fue condenado por los Inquisidores no a la prisión como se enviaba a otros, sino a recluirse y a guardar silencio. Bellarmino fue canonzado en 1930, Galileo fue el equivocado durante mucho tiempo, si embargo ganó la batalla después de muerto. Creo que un auténtico santo no se hubiera amilanado y hubiera escuchado más a su "amigo" si es que de verdad lo era.
Por esto, por que la Iglesia ha cometido muchos erores, no se debe ser tan dogmático ni creer que la Iglesia siempre tiene razón en sus escritos, hay que entender que son también humanos y se equivocan como cualquiera.
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Miles_Dei
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MensajePublicado: Vie Dic 19, 2008 9:57 am    Asunto:
Tema: Oculata fide, con los ojos de la fe o con ojos del cuerpo?
Responder citando

Cita:
y Bellarmino miró pero no supo ver. Bellarmino vio "oculata fide", con los ojos de "su" fe, pero no con los ojos del cuerpo.


Bueno, esto es ya simplemente ganas de desorientar pues sigue insistiendo y colando el término a cualquier costa.

OCULATA FIDE no es con los ojos de su fe, sino TESTIGO VISUAL DE ALGO

Esto es tremendo y otra muestra de como actúa la mafia teológica para destruir las mentes.

Creo que aquí lo que hace falta es algo así:



Un saludo en la Paz de Cristo.
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Miles_Dei
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MensajePublicado: Vie Dic 19, 2008 9:59 am    Asunto:
Tema: Oculata fide, con los ojos de la fe o con ojos del cuerpo?
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Ah amigo y sobre el caso Galileo estamos esperando todavía que se demuestren como válidas sus tesis exegéticas, que ponían en duda la inerrancia bíblica. Eso es principalmente por lo que se le procesa.

Un saludo en la Paz de Cristo.
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Alfeo
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MensajePublicado: Vie Dic 19, 2008 10:54 am    Asunto:
Tema: Oculata fide, con los ojos de la fe o con ojos del cuerpo?
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Cita:
Cita de Miles:
OCULATA FIDE no es con los ojos de su fe, sino TESTIGO VISUAL DE ALGO Esto es tremendo y otra muestra de como actúa la mafia teológica para destruir las mentes.

Era simplemente para ligar la ceguera de Bellarmino con este hilo, no por otra causa.
Miles tu en aquella época, si estuvieras en el tribunal de la Inquisición ¿hubieras reqerido a Galileo para mayores explicaciones, o hubieras cerrado filas con la posición oficial y fundamentalista de la Iglesia?
A mi ya me ha quedado claro lo de oculata fide, sin entrar ahora a alusiones que de los cuerpos gloriosos que hace S. Pablo.
Después de leer todo lo que podido dentro y fuera del foro, y sobre todo con una explicación de un teólogo de una orden religiosa (calificada como conservadora) para mi, los apóstoles vieron a CRISTO resucitado con los ojos de la fe.
Saludos en Xto.
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