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Tratado de San Luis María Grignion de Montfort
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Luciana Belén
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MensajePublicado: Mar Nov 06, 2007 5:05 am    Asunto:
Tema: Tratado de San Luis María Grignion de Montfort
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86. Esta doctrina sacada de los escritos de San Bernardo y San Buenaventura. Según ellos, para llegar a Dios tenemos que subir tres escalones:
• el primero, más cercano y adaptado a nuestra posibilidades, es María,
• el segundo, es Jesucristo y• el tercero es Dios Padre.
Para llegar a Jesucristo hay que ir a María nuestra Mediadora de intercesión. Para llegar hasta el Padre hay que ir al Hijo, que es nuestro Mediador de Redención.

Este es precisamente el orden que se observa en la forma de devoción de la que hablaré más adelante.

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MensajePublicado: Mar Nov 20, 2007 7:24 pm    Asunto:
Tema: Tratado de San Luis María Grignion de Montfort
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e) Llevamos el tesoro de la gracia en vasos de arcilla.

Quinta verdad.

87. Es muy difícil, dada nuestra pequeñez y fragilidad, conservar las gracias y tesoros de Dios, porque

1° llevamos este tesoro, más valioso que el cielo y la tierra, en vasos de barro, en un cuerpo corruptible, en un alma débil e inconstante que por nada se turba y abate.

88. 2° los demonios, ladrones muy astutos, quieren sorprendernos de improviso para robarnos. Espían día y noche el momento favorable para ello. Nos rodean incesantemente para devorarnos y arrebatarnos en un momento por un solo pecado todas las gracias y méritos logrados en muchos años. Su malicia, su pericia, su astucia y número deben hacernos temer infinitamente esta desgracia. Ya que personas más llenas de gracias, más ricas en virtudes, más experimentadas y elevadas en santidad que nosotros, han sido sorprendidas, robadas y saqueadas lastimosamente. ¡Ah! ¡Cuántos cedros del Líbano y estrellas del firmamento cayeron miserablemente y perdieron en poco tiempo su elevación y claridad!

Y, ¿cuál es la causa? No fue la falta de gracia. Que Dios a nadie la niega. Sino ¡falta de humildad!

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MensajePublicado: Mar Nov 20, 2007 7:34 pm    Asunto:
Tema: Tratado de San Luis María Grignion de Montfort
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Se creyeron más fuertes y poderosos de lo que eran. Se consideraron capaces de conservar sus tesoros. Se fiaron de sí mismos y se apoyaron en sus propias fuerzas. Creyeron bastante segura su casa y suficientemente fuertes sus cofres para guardar el precioso tesoro y, por este apoyo imperceptible en sí mismo aunque les parecía que se apoyaban solamente en la gracia de Dios el Señor, que es la justicia misma, permitió que fueran saqueados abandonados a sí mismos.

¡Ay! Si hubieran conocido la devoción admirable que a continuación voy a exponer, habrían confiado su tesoro a una Virgen fiel y poderosa y Ella se lo habría guardado como si fuera propio y hasta se habría comprometido a ello en justicia.

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MensajePublicado: Vie Nov 23, 2007 8:35 pm    Asunto:
Tema: Tratado de San Luis María Grignion de Montfort
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89. 3° Es difícil perseverar en gracia, a causa de la espantosa corrupción del mundo. Sad Corrupción tal que se hace prácticamente imposible que los corazones no se manchen, si no con su lodo, al menos, con su polvo. Sad Hasta el punto de que es una especie de milagro el que una persona se conserve en medio de este torrente impetuoso, sin ser arrastrada por él; en medio de este mar tempestuoso, sin anegarse o ser saqueada por los piratas y corsarios; en medio de esta atmósfera viciada, sin contagiarse.

Solo la Virgen fiel, contra quien nada pudo la serpiente, hace este milagro a favor de aquellos que la sirven mejor que pueden. Very Happy

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MensajePublicado: Dom Dic 02, 2007 1:57 am    Asunto:
Tema: Tratado de San Luis María Grignion de Montfort
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73) Después de la Ascensión de Jesucristo, la Santísima Virgen dedicó el resto de su vida a visitar los lugares que este divino Salvador había santificado con su presencia y con sus tormentos. Allí meditaba sobre el exceso de su caridad y los rigores de su pasión. Ése era también el ejercicio continuo de María Magdalena durante los treinta años que vivió en la Santa Cueva. En fin, San Jerónimo dice que ésa era la devoción de los primeros fieles. Iban, de todos los países del mundo, a Tierra Santa, para grabar más profundamente en sus corazones el amor y el recuerdo del Salvador de los hombres con la vista de los objetos y lugares por Él consagrados con su nacimiento, sus trabajos, sus sufrimientos y su muerte.
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MensajePublicado: Sab Dic 08, 2007 1:20 pm    Asunto:
Tema: Tratado de San Luis María Grignion de Montfort
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CAPITULO II

Deformaciones del culto a María

90. Presupuestas las cinco verdades anteriores, es preciso, ahora más que nunca, hacer una buena elección de la verdadera devoción a la Santísima Virgen. En efecto, hoy más que nunca, nos encontramos con falsas devociones que fácilmente podrían tomarse por verdaderas. El demonio, como falso acuñador de moneda y ladrón astuto y experimentado, ha engañado y hecho caer ya a muchas almas por medio de falsas devociones a la Santísima Virgen y cada día utiliza su experiencia diabólica para engañar a muchas otras, entreteniéndolas y adormeciéndolas en el pecado, so pretexto de algunas oraciones mal recitadas y de algunas prácticas exteriores inspiradas por él.

Como un falsificador de moneda no falsifica ordinariamente sino el oro y la plata y muy rara vez los otros metales, porque no valen la pena, así el espíritu maligno no falsifica las otras devociones tanto como las de Jesús y María la devoción a la Sagrada. Comunión y la devoción a la Virgen porque son entre las devociones, lo que el oro y la plata entre los metales.

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MensajePublicado: Sab Dic 08, 2007 1:21 pm    Asunto:
Tema: Tratado de San Luis María Grignion de Montfort
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91. Es, por ello, importantísimo:
1° conocer las falsas devociones para evitarlas y las verdaderas para abrazarlas,

2° conocer cuál es, entre las diferentes formas de devoción verdadera a la Santísima Virgen, la más perfecta, la más agradable María, la más gloriosa para el Señor y la más eficaz para nuestra santificación, a fin de optar por ella.

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MensajePublicado: Sab Dic 08, 2007 1:21 pm    Asunto:
Tema: Tratado de San Luis María Grignion de Montfort
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92. Hay, a mi parecer, siete clases de falsos devotos y falsas devociones a la Santísima Virgen, a saber:
1° los devotos críticos;
2° los devotos escrupulosos;
3° los devotos exteriores;
4° los devotos presuntuosos;
5° los devotos inconstantes;
6° los devotos hipócritas;
7° los devotos interesados.

a. Los devotos críticos

93. Los devotos críticos son, por lo común, sabios orgullosos, engreídos y pagados de sí mismos, que en el fondo tienen alguna devoción a la Santísima Virgen, pero critican casi todas las formas de piedad con las que las gentes sencillas honran ingenua y santamente a esta buena Madre, sólo porque no se acomodan a sus fantasías. Ponen en duda todos los milagros e historias referidas por autores fidedignos o extraídas de las crónicas de las Ordenes religiosas, que atestiguan la misericordia y poder de la Santísima Virgen. Se irritan al ver a las gentes sencillas y humildes arrodilladas para rogar a Dios ante un altar o imagen de María o en la esquina de una calle... Llegan hasta a acusarlas de idolatría, como si adorarán la madera o la piedra. En cuanto a ellos así dicen no gustan de tales devociones exteriores ¡ni son tan cándidos para creer a tantos cuentos e historietas como corren acerca de la Santísima Virgen! Si se les recuerdan las admirables alabanzas que los Santos Padres tributan a María, responden que hablaban como oradores, en forma hiperbólica, o dan una falsa explicación de sus palabras. Esta clase de falsos devotos y gente orgullosa y mundana es mucho de temer: hace un daño incalculable a la devoción a la Santísima Virgen, alejado de Ella definitivamente a los pueblos so pretexto de desterrar abusos.

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MensajePublicado: Lun Dic 10, 2007 1:07 am    Asunto:
Tema: Tratado de San Luis María Grignion de Montfort
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b. Los devotos escrupulosos.

94. Los devotos escrupulosos son personas que temen deshonrar al Hijo al honrar a la Madre, rebajar al Uno al honrar a la Otra. No pueden tolerar que se tributen a la Santísima Virgen las justísimas alabanzas que le prodigaron los Santos Padres. Toleran penosamente que haya más personas arrodilladas ante un altar de María que delante del Santísimo Sacramento, ¡como si esto fuera contrario a aquello o si los que oran a la Santísima Virgen, no orasen a Jesucristo por medio de Ella! No quieren que se hable con tanta frecuencia de la Madre de Dios ni que los fieles acudan a Ella tantas veces.

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MensajePublicado: Dom Dic 16, 2007 4:24 pm    Asunto:
Tema: Tratado de San Luis María Grignion de Montfort
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Oigamos algunas de sus expresiones más frecuentes: "¿De qué sirven tantos Rosarios? ¿Tantas congregaciones y devociones exteriores a la Santísima Virgen? ¡Cuánta ignorancia hay en tales prácticas! ¡Esto es poner en ridículo nuestra religión! ¡Hábleme más bien de los devotos de Jesucristo! Y, al pronunciar frecuentemente este nombre, lo digo entre paréntesis, no se descubren. Hay que recurrir solamente a Jesucristo. El es nuestro único mediador. Hay que predicar a Jesucristo: ¡esto es lo sólido!"

Y lo que dicen es verdad en cierto sentido. Pero, la aplicación que hacen de ello para combatir la devoción a la Santísima Virgen es muy peligrosa, es un lazo sutil del espíritu maligno, so pretexto de un bien mayor. Porque ¡nunca se honra tanto a Jesucristo como cuando se honra a la Santísima Virgen! Efectivamente, si se la honra, es para honrar más perfectamente a Jesucristo y si vamos a Ella, es para encontrar el camino que nos lleve a la meta, que es Jesucristo.

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MensajePublicado: Dom Abr 13, 2008 2:56 pm    Asunto:
Tema: Tratado de San Luis María Grignion de Montfort
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95. La iglesia, con el Espíritu Santo, bendice primero a la Santísima Virgen y después a Jesucristo: "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre, Jesús". Very Happy Y esto, no porque la Virgen María sea mayor que Jesucristo o igual a El lo cual sería intolerable herejía sino porque para bendecir más perfectamente a Jesucristo hay que bendecir primero a María. Digamos, pues, con todos los verdaderos devotos de la Santísima Virgen y contra sus falsos devotos escrupulosos. "María, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús" Very Happy .
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MensajePublicado: Dom Abr 13, 2008 2:57 pm    Asunto:
Tema: Tratado de San Luis María Grignion de Montfort
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c. Los devotos exteriores.

96. Los devotos exteriores son personas que cifran toda su devoción a María en prácticas externas. Solo gustan de lo exterior de esta devoción, porque carecen de espíritu interior. Crying or Very sad Rezan muchos Rosarios, pero atropelladamente. Participan en muchas Misas, pero sin atención. Se inscriben en todas las cofradías marianas, pero sin enmendar su vida, sin vencer sus pasiones, ni imitar las virtudes de la Santísima Virgen. Sólo gustan de lo sensible de la devoción, no buscan lo sólido. De suerte que si no experimentan algo sensible en sus prácticas piadosas, creen que no hacen nada, se desalientan y lo abandonan todo o lo hacen por rutina.

El mundo está lleno de esta clase de devotos exteriores. No hay gente que más critique a las personas de oración, que se empeñan en lo interior como lo esencial, aunque sin menospreciar la modestia exterior, que acompaña siempre a la devoción verdadera.

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MensajePublicado: Mie Abr 16, 2008 4:01 pm    Asunto:
Tema: Tratado de San Luis María Grignion de Montfort
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d. Los devotos presuntuosos

97. Los devotos presuntuosos son pecadores aletargados en sus pasiones o amigos de lo mundano.

Bajo el hermoso nombre de cristianos y devotos de la Santísima Virgen, esconden el orgullo, la avaricia, la lujuria, la embriaguez, el perjurio, la maledicencia o la injusticia, etc.; duermen en sus costumbres perversas, sin hacerse mucha violencia para corregirse, confiados en que son devotos de la Santísima Virgen; se prometen a sí mismos que Dios les perdonará, que no morirán sin confesión ni se condenarán, porque rezan el Rosario, ayunan los sábados, pertenecen a la cofradía del Santo Rosario, a la del escapulario y otras congregaciones, llevan el hábito o la cadenilla de la Santísima Virgen, etc.

Cuando se les dice que su devoción no es sino ilusión diabólica y perniciosa presunción, capaz de llevarlos a la ruina, se resisten a creerlo. Responden que dios es bondad y misericordia; que no nos ha creado para perdición; que no hay hombre que no peque, que basta un buen "¡Señor, pequé!" a la hora de la muerte. Y añaden que son devotos de la Santísima Virgen; que llevan el escapulario, que todos los días rezan puntualmente siete Padrenuestros y Avemarías en su honor y, algunas veces, el Rosario o el Oficio de Nuestra Señora, que ayunan, etc.

Para confirmar sus palabras y cegarse aún más, alegan algunos hechos verdaderos o falsos poco importa que han oído o leído, en los que se asegura que personas muertas en pecado mortal y sin confesión, gracias a que durante su vida hablan rezado algunas oraciones o ejercitado algunas prácticas de devoción en honor de la Virgen resucitaron para confesarse o su alma permaneció milagrosamente en el cuerpo hasta que lograron confesarse o, a la hora de la muerte, obtuvieron del Señor, por la misericordia de María, el perdón y la salvación. ¡Ellos esperan correr la misma suerte!

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MensajePublicado: Mar Abr 29, 2008 1:18 am    Asunto:
Tema: Tratado de San Luis María Grignion de Montfort
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98. Nada, en el cristianismo, es tan perjudicial a las gentes como esta presunción diabólica. Porque, ¿Cómo puede alguien decir con verdad que ama y honra a la Santísima Virgen, mientras con sus pecados hiere, traspasa, crucifica y ultraja despiadadamente a Jesucristo, su Hijo? Embarassed Si María se obligara a salvar por su misericordia a esta clase de personas, ¡Autorizaría el pecado y ayudaría a crucificar a su Hijo! Y esto, ¿quién osaría siquiera pensarlo?
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MensajePublicado: Mar Abr 29, 2008 1:19 am    Asunto:
Tema: Tratado de San Luis María Grignion de Montfort
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99. Protesto que abusar así de la devoción a la Santísima Virgen devoción que después de la que se tiene al Señor en el Santísimo Sacramento es la más santa y sólida de todas constituye un horrible sacrilegio, el mayor y menos digno de perdón después de la comunión sacrílega. Confieso que, para ser verdadero devoto de la Santísima Virgen, no es absolutamente necesario que seas tan santo, que llegues a evitar todo pecado aunque esto sería lo más deseable. Pero es preciso, al menos (¡nota bien lo que digo!):

Idea 1º mantenerse sinceramente resuelto a evitar, por lo menos, todo pecado mortal, que ultraja tanto a la Madre como al Hijo;

Idea 2º violentarse para evitar el pecado;

Idea 3º inscribirse en las cofradías, rezar los cinco o quince misterios del Rosario u otras oraciones, ayunar los sábados, etc.

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MensajePublicado: Mar Abr 29, 2008 1:21 am    Asunto:
Tema: Tratado de San Luis María Grignion de Montfort
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100. Todas estas buenas obras son maravillosamente útiles para lograr la conversión de los pecadores por endurecidos que estén. Y si tú, lector, fueras uno de ellos, aunque ya tuvieras un pie en el abismo... te las aconsejo, a condición de que las realices con la única intención de alcanzar de Dios por intercesión de la Santísima Virgen la gracia de la contrición y perdón de tus pecados y vencer tus hábitos malos y no para permanecer tranquilamente en estado de pecado, no obstante los remordimientos de la conciencia, el ejemplo de Jesucristo y de los santos y las máximas del Santo Evangelio.
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MensajePublicado: Dom May 18, 2008 5:25 am    Asunto:
Tema: Tratado de San Luis María Grignion de Montfort
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e. Los devotos inconstantes.

101. Los devotos inconstantes son los que honran a la Santísima Virgen a intervalos y como a saltos. Ahora fervorosos, ahora tibios... En un momento parecen dispuestos a emprenderlo todo por su servicio, poco después ya no son los mismos. Abrazan de momento todas las devociones a la Santísima Virgen y se inscriben en todas sus cofradías, pero luego no cumplen sus normas con fidelidad. Cambian como la luna. Y María los coloca debajo de sus pies junto a la medialuna, porque son volubles e indignos de ser contados entre los servidores de esta Virgen fiel, que se distinguen por la fidelidad y la constancia. Mas vale no recargarse con tantas oraciones y prácticas devotas y hacer menos pero con amor y fidelidad a pesar del mundo, del demonio y de la carne.

f. Los devotos hipócritas
102. Hay todavía otros falsos devotos de la Santísima Virgen: los devotos hipócritas. Encubren sus pecados y costumbres pecaminosas bajo el manto de esta Virgen fiel, a fin de pasar a los ojos de los demás por lo que no son.

g. Los devotos interesados.

103. Existen, finalmente, los devotos interesados. Son aquellos que sólo acuden a María para ganar algún pleito, evitar un peligro, curar de una enfermedad o por necesidades semejantes... sin las cuales no se acordarían de Ella.

Unos y otros son falsos devotos, en nada aceptos a Dios ni a su Santísima Madre.

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MensajePublicado: Mie Jul 09, 2008 2:20 am    Asunto:
Tema: Tratado de San Luis María Grignion de Montfort
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104. Pongamos, pues, suma atención a fin de no ser del número.
• de los devotos críticos, que no creen en nada pero todo lo critican;
• de los devotos escrupulosos, que temen ser demasiado devotos de la Santísima. Virgen por respeto a Jesucristo;
• de los devotos exteriores, que hacen consistir toda su devoción en prácticas exteriores;
• de los devotos presuntuosos, que bajo el oropel de una falsa devoción a la Santísima Virgen, viven encenagados en el pecado;
• de los devotos inconstantes, que por ligereza cambian sus prácticas de devoción o las abandonan a la menor tentación.
• de los devotos hipócritas, que entran en las cofradías y visten la librea de la Santisima Virgen para hacerse pasar por santos.
• y finalmente de los devotos interesados, que sólo recurren a la Virgen para librarse de males corporales o alcanzar bienes de este mundo.

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MensajePublicado: Lun Jul 21, 2008 3:06 pm    Asunto:
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CAPITULO III

LA VERDADERA DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN

La verdadera devoción a la Santísima Virgen

105. Después de haber desenmascarado y reprobado las falsas devociones a la Santísima Virgen, conviene presentar en pocas palabras la verdadera. Esta es:
1º interior;
2º tierna;
3º santa;
4º constante y
5º desinteresada.

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MensajePublicado: Lun Jul 21, 2008 3:07 pm    Asunto:
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a. Devoción interior

106. La verdadera devoción a la Santísima Virgen es interior. Es decir, procede del espíritu y del corazón, de la estima que se tiene de Ella, de la alta idea que nos hemos formado de sus grandezas y del amor que le tenemos.

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MensajePublicado: Dom Ene 04, 2009 3:32 pm    Asunto:
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2. Devoción tierna



107. 2. Es tierna, vale decir, llena de confianza en la Santísima Virgen, como la confianza del niño en su querida madre. Esta devoción hace que recurras a la Santísima Virgen en todas tus necesidades materiales y espirituales con gran sencillez, confianza y ternura, e implores la ayuda de tu bondadosa Madre en todo tiempo, lugar y circunstancia: en las dudas, para que te esclarezca; en los extravíos, para que te convierta al buen camino; en las tentaciones, para que te sostenga; en las debilidades, para que te fortalezca; en las caídas, para que te levante; en los desalientos, para que te reanime; en los escrúpulos, para que te libre de ellos; en las cruces, afanes y contratiempos de la vida, para que te consuele. Finalmente, en todas las dificultades materiales y espirituales, María es tu recurso ordinario, sin temor de importunar a tu bondadosa Madre ni desagradar a Jesucristo.



3. Devoción santa



108
. 3. La verdadera devoción a la Santísima Virgen es santa. Es decir, te lleva a evitar el pecado e imitar las virtudes de la Santísima Virgen, y en particular su humildad profunda, su fe viva, su obediencia ciega 2, su oración continua, su mortificación universal, su pureza divina, su caridad ardiente, su paciencia heroica, su dulzura angelical y su sabiduría divina. Estas son las diez principales virtudes de la santísima Virgen.



4. Devoción constante



109
. 4. La verdadera devoción a la Santísima Virgen es constante. Te consolida en el bien y hace que no abandones fácilmente las prácticas de devoción. Te anima para que puedas oponerte a lo mundano y sus costumbres y máximas; a lo carnal y sus molestias y pasiones; al diablo y sus tentaciones. De suerte que, si eres verdaderamente devoto de la Santísima Virgen, huirán de ti la veleidad, la melancolía, los escrúpulos y la cobardía. Lo que no quiere decir que no caigas algunas veces ni experimentes cambios en tu devoción sensible. Pero, si caes, te levantarás tendiendo la mano a tu bondadosa Madre; si pierdes el gusto y la devoción sensibles, no te acongojarás por ello. Porque el justo y fiel devoto de María vive de la fe de Jesús y de María y no de los sentimientos corporales (ver Hb 10,34) 3.



5. Devoción desinteresada



110
. 5. Por último, la verdadera devoción a la Santísima Virgen es desinteresada. Es decir, te inspirará no buscarte a ti mismo, sino sólo a Dios en su santísima Madre. El verdadero devoto de María no sirve a esta augusta Reina por espíritu de lucro o interés ni por su propio bien temporal o eterno, corporal o espiritual, sino únicamente porque Ella merece ser servida y sólo Dios en Ella. Ama a María, pero no por los favores que recibe o espera recibir de Ella, sino porque Ella es amable. Por eso la ama con la misma fidelidad en los sinsabores y sequedades que en las dulzuras y fervores sensibles. La ama lo mismo en el Calvario que en las bodas de Caná.

¡Ah! ¡Cuán agradable y precioso es delante de Dios y de su santísima Madre el devoto de María que no se busca a sí mismo en los servicios que le presta! Pero ¡qué pocos hay así! Para que no sea tan reducido ese número, estoy escribiendo lo que durante tantos años he enseñado en mis misiones pública y privadamente con no escaso fruto.

111. Muchas cosas he dicho ya de la Santísima Virgen. Muchas más tengo que decir. E infinitamente más serán las que omita, ya por ignorancia, ya por falta de talento o tiempo. Cuanto digo responde al propósito que tengo de hacer de ti un verdadero devoto de María y un auténtico discípulo de Jesucristo.

112. ¡Oh! ¡qué bien pagado quedaría mi esfuerzo si este humilde escrito cae en manos de una persona bien dispuesta, nacida de Dios y de María y no de linaje humano, ni por impulso de la carne ni por deseo de varón (Jn 1,13); le descubre e inspira, por gracia del Espíritu Santo, la excelencia y precio de la verdadera y sólida devoción a la Santísima Virgen que ahora voy a exponerte! ¡Si supiera que mi sangre pecadora serviría para hacer penetrar en tu corazón, lector amigo, las verdades que escribo en honor de mi amada Madre y soberana Señora, de quien soy el último de los hijos y esclavos, con mi sangre, en vez de tinta, trazaría estas líneas, pues abrigo la esperanza de hallar personas generosas que, por su fidelidad a la práctica que voy a enseñarte, resarcirán a mi amada Madre y Señora por los daños que ha sufrido a causa de mi ingratitud e infidelidad!

113. Hoy me siento, más que nunca, animado a creer y esperar aquello que tengo profundamente grabado en el corazón y que vengo pidiendo a Dios desde hace muchos años, a saber, que tarde o temprano la Santísima Virgen tenga más hijos, servidores y esclavos de amor 4 que nunca, y que, por este medio, Jesucristo, mi Señor, reine como nunca en los corazones.

114. Preveo claramente que muchas bestias rugientes llegan furiosas a destrozar con sus diabólicos dientes este humilde escrito y a aquel de quien el Espíritu Santo se ha servido para redactarlo, o sepultar, al menos, estas líneas en las tinieblas o en el silencio de un cofre a fin de que no sea publicado 5. Atacarán, incluso, a quienes lo lean y pongan en práctica. Pero ¡qué importa! ¡Tanto mejor! ¡Esta perspectiva me anima y hace esperar un gran éxito, es decir, la formación de un gran escuadrón de aguerridos y valientes soldados de Jesús y de María, de uno y otro sexo, que combatirán al mundo, al demonio y a la naturaleza corrompida en los tiempos –como nunca peligrosos– que van a llegar!

Entiéndelo, lector (Mt 24,15).

El que pueda con eso, que lo haga (Mt 19,12).





NOTAS:



1 Ver LG 67.

2 La colaboración de María a la obra de la salvación fue de absoluta y total disponibilidad y consagración al proyecto de Dios. Ver LG 56; SM 40; VD 81.119.121.122.173-175.177.178.206...

3 Ver VD 214.

4 "Hijos, servidores y esclavos de amor", son una y misma realidad.

5 Todo sucedió a la letra. El manuscrito quedó escondido a partir de la Revolución francesa (1789) hasta 1842 en que el P. Pedro Rautureau lo encontró entre los libros de la Casa General de la Compañía de María, en 1842.
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CAPITULO IV



DIVERSAS PRACTICAS DE DEVOCION A MARIA





1. Prácticas comunes



115
. La verdadera devoción a la Santísima Virgen puede expresarse interiormente de diversas maneras. He aquí, en resumen, las principales: 1. honrarla, como a digna Madre de Dios, con culto de hiperdulía, es decir, estimarla y venerarla más que a todos los otros santos, por ser Ella la obra maestra de la gracia y la primera después de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre; 2. meditar sus virtudes, privilegios y acciones; 3. contemplar sus grandezas; 4. ofrecerle actos de amor, alabanza, acción de gracias; 5. invocarla de corazón; 6. ofrecerse y unirse a Ella; 7. realizar todas las acciones con intención de agradarla; 8. comenzar, continuar y concluir las acciones por Ella, en Ella, con Ella y para Ella, a fin de hacerlas por Jesucristo, en Jesucristo, con Jesucristo y para Jesucristo, nuestra meta definitiva.

Más adelante explicaremos esta última práctica1.

116. La verdadera devoción a la Santísima Virgen tiene también varias prácticas exteriores. Estas son las principales:

1. inscribirse en sus cofradías y entrar en las congregaciones marianas;

2. entrar en las órdenes o institutos religiosos fundados para honrarla;

3. publicar sus alabanzas;

4. hacer en su honor limosnas, ayunos y mortificaciones espirituales y corporales;

5. llevar sus libreas, como el santo rosario, el escapulario o la cadenilla;

6. rezar atenta y modestamente el santo rosario, compuesto de quince decenas de avemarías, en honor de los quince principales misterios de Jesucristo, o la tercera parte del rosario, que son cinco decenas, en honor de los cinco misterios gozosos (anunciación, visitación, nacimiento de Jesucristo, purificación y el Niño perdido y hallado en el templo); o de los cinco misterios dolorosos (agonía de Jesús en el huerto, flagelación, coronación de espinas, subida al Calvario con la cruz a cuestas y crucifixión y muerte de Jesús); o de los cinco misterios gloriosos (resurrección de Jesucristo, ascensión del Señor, venida del Espíritu Santo, asunción y coronación de María por las tres personas de la Santísima Trinidad); o una corona de seis o siete decenas en honor de los años que, según se cree, vivió sobre la tierra la Santísima Virgen; o la coronilla de la Santísima Virgen, compuesta de tres padrenuestros y doce avemarías, en honor de su corona de doce estrellas o privilegios; o el oficio de Santa María Virgen, tan universalmente aceptado y rezado en la Iglesia; o el salterio menor de María Santísima, compuesto en honor suyo por San Buenaventura, y que inspira afectos tan tiernos y devotos que no se puede rezar sin conmoverse; o catorce padrenuestros y avemarías en honor de sus catorce alegrías; u otras oraciones, himnos y cánticos de la Iglesia, como la Salve; Madre del Redentor; Salve, Reina de los cielos o Reina de los cielos –según los tiempos litúrgicos–; el himno Salve, de mares Estrella; la antífona ¡Oh gloriosa Señora!, el Magnificat, etc., u otras piadosas plegarias de que están llenos los devocionarios;

7. cantar y hacer cantar en su honor cánticos espirituales;

8. hacer en su honor cierto número de genuflexiones o reverencias, diciéndole, por ejemplo, todas las mañanas sesenta o cien veces: Dios te salve, María, Virgen fiel, para alcanzar de Dios, por mediación suya, la fidelidad a la gracia durante todo el día; y por la noche: Dios te salve, María, Madre de misericordia, para implorar de Dios, por medio de Ella, el perdón de los pecados cometidos durante el día;

9. mostrar interés por sus cofradías, adornar sus altares, coronar y embellecer sus imágenes;

10. organizar procesiones y llevar en ellas sus imágenes y llevar una consigo, como arma poderosa contra el demonio;

11. hacer pintar o grabar sus imágenes o su monograma y colocarlas en las iglesias, las casas o los dinteles de las puertas y entrada de las ciudades, de las iglesias o de las casas;

12. consagrarse a Ella en forma especial y solemne.

117. Existen muchas formas de verdadera devoción a la Santísima Virgen 2 inspiradas por el Espíritu Santo a las personas santas y que son muy eficaces para la santificación. Pueden leerse, en extenso, en El paraíso abierto a Filagia 3, compuesto por el R.P. Pablo Barry, S.J., quien ha recopilado en esta obra gran número de devociones practicadas por los santos en honor de la Santísima Virgen. Estas devociones constituyen maravillosos medios de santificación, siempre que se hagan con las debidas disposiciones, es decir: 1. con la buena y recta intención de agradar a Dios sólo, unirse a Jesucristo, nuestra meta final, y edificar al prójimo; 2. con atención, sin distracciones voluntarias; 3. con devoción, sin precipitación ni negligencia; 4. con modestia y compostura corporal respetuosa y edificante.



2. La práctica más perfecta



118
. Después de todo, protesto abiertamente que –aunque he leído todos los libros que tratan de la devoción a la Santísima Virgen 4 y conversado familiarmente con las personas más santas y sabias de estos últimos tiempos– no he logrado conocer ni aprender una práctica de devoción semejante a la que voy a explicar, que te exija más sacrificios por Dios, te libre más de ti mismo y de tu egoísmo, te conserve más firme y fielmente en la gracia y la gracia en ti, te una más perfecta y fácilmente 5 a Jesucristo y sea más gloriosa para Dios, más santificadora para ti mismo y más útil al prójimo.

119. Dado que lo esencial de esta devoción consiste en el interior que ella debe formar, no será igualmente comprendida por todos: algunos se detendrán en lo que tiene de exterior, sin pasar de ahí: será el mayor número; otros, en número reducido, penetrarán en lo interior de la misma, pero se quedarán en el primer grado. ¿Quién subirá al segundo? ¿Quién llegará hasta el tercero? ¿Quién, finalmente, permanecerá en él habitualmente? Sólo aquel a quien el Espíritu Santo de Jesucristo revele este secreto y lo conduzca por sí mismo para hacerlo avanzar de virtud en virtud, de gracia en gracia, de luz en luz, hasta transformarlo en Jesucristo y llevarlo a la plenitud de su madurez sobre la tierra y perfección de su gloria en el cielo.





NOTAS:



1 Ver VD 257ss.

2 Los Padres del Concilio Vaticano II recuerdan y aprueban las devociones marianas reconocidas por la Iglesia.(Ver LG 66; MC, Intr.)

3 El P. de Montfort recuerda las condiciones con las cuales las prácticas exteriores de devoción a María se hacen santificadoras.

4 Siendo seminarista, el P. de Montfort fue bibliotecario. Tuvo entonces la oportunidad de leer y sacar notas abundantes. Esos apuntes nos han quedado en un grueso Cuaderno de Notas.

5 Ver LG 60.66.
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TERCERA PARTE



LA PERFECTA CONSAGRACION A JESUCRISTO 1





CAPITULO I



CONTENIDOS ESENCIALES DE LA CONSAGRACION





120
. La plenitud de nuestra perfección consiste en asemejarnos, vivir unidos y consagrados a Jesucristo 2. Por consiguiente, la más perfecta de todas las devociones es, sin duda alguna, la que nos asemeja, une y consagra más perfectamente a Jesucristo. Ahora bien, María es la creatura más semejante a Jesucristo. Por consiguiente, la devoción que mejor nos consagra y hace semejantes a Nuestro Señor es la devoción a su santísima Madre. Y cuanto más te consagres a María, tanto más te unirás a Jesucristo.

La perfecta consagración a Jesucristo es, por lo mismo, una perfecta y total consagración de sí mismo a la Santísima Virgen. Esta es la devoción que yo enseño, y que consiste –en otras palabras– en una perfecta renovación de los votos y promesas bautismales 3.



Consagración perfecta y total



121. Consiste, pues, esta devoción, en una entrega total a la Santísima Virgen, para pertenecer, por medio de Ella, totalmente a Jesucristo. Hay que entregarle:

1. el cuerpo con todos sus sentidos y miembros;

2. el alma con todas sus facultades;

3. los bienes exteriores –llamados de fortuna– presentes y futuros;

4. los bienes interiores y espirituales, o sea, los méritos, virtudes y buenas obras pasadas, presentes y futuras.

En dos palabras: cuanto tenemos, o podamos tener en el futuro, en el orden de la naturaleza, de la gracia y de la gloria, sin reserva alguna –ni de un céntimo, ni de un cabello, ni de la menor obra buena–, y esto por toda la eternidad, y sin esperar por nuestra ofrenda y servicio más recompensa que el honor de pertenecer a Jesucristo por María y en María, aunque esta amable Señora no fuera –como siempre lo es– la más generosa y agradecida de las creaturas.

122. Conviene advertir que en las buenas obras que hacemos hay un doble valor: la satisfacción y el mérito, o sea, el valor satisfactorio o impetratorio y el valor meritorio.

El valor satisfactorio o impetratorio de una buena obra es la misma obra buena en cuanto satisface por la pena debida por el pecado u obtiene alguna nueva gracia. En cambio, el valor meritorio o mérito es la misma obra buena, en cuanto merece la gracia y la gloria eterna.

Ahora bien, en esta consagración de nosotros mismos a la Santísima Virgen le entregamos todo el valor satisfactorio, impetratorio y meritorio. Es decir, las satisfacciones y méritos de todas nuestras buenas obras. Le entregamos nuestros méritos, gracias y virtudes, no para que los comunique a otros –porque nuestros méritos, gracias y virtudes, estrictamente hablando, son incomunicables; únicamente Jesucristo, haciéndose fiador nuestro ante el Padre, ha podido comunicarnos sus méritos–, sino para que nos los conserve, aumente y embellezca, como veremos más adelante 4. Le entregamos nuestras satisfacciones para que las comunique a quien mejor le plazca y para mayor gloria de Dios.

123. De donde se deduce que: 1. por esta devoción entregas a Jesucristo, de la manera más perfecta –puesto que lo entregas por manos de María–, todo cuanto le puedes dar y mucho más que por las demás devociones, por las cuales le entregas solamente parte de tu tiempo, de tus buenas obras, satisfacciones y mortificaciones.

Por esta consagración le entregas y consagras todo, hasta el derecho de disponer de tus bienes interiores y satisfacciones que cada día puedes ganar por tus buenas obras, lo cual no se hace ni siquiera en las órdenes o institutos religiosos. En éstos se dan a Dios los bienes de fortuna por el voto de pobreza, los bienes del cuerpo por el voto de castidad; la propia voluntad, por el voto de obediencia, y algunas veces la libertad corporal, por el voto de clausura. Pero no se entrega a Dios la libertad o el derecho de disponer de las buenas obras, ni se despoja uno, cuanto es posible, de lo más precioso y caro que posee el cristiano, a saber: los méritos y satisfacciones.

124. 2. Una persona que se consagra y entrega voluntariamente a Jesucristo por medio de María, no puede ya disponer del valor de ninguna de sus buenas obras; todo lo bueno que padece, piensa, dice y hace pertenece a María, quien puede disponer de ello según la voluntad y mayor gloria de su Hijo.

Esta entrega, sin embargo, no perjudica en nada a las obligaciones del estado presente o futuro en que se encuentre la persona; por ejemplo, los compromisos de un sacerdote, que, por su oficio u otro motivo cualquiera, debe aplicar el valor satisfactorio e impetratorio de la santa misa a un particular. Porque no se hace esta consagración sino según el orden establecido por Dios y los deberes del propio estado.

125. 3. Esta devoción nos consagra, al mismo tiempo, a la Santísima Virgen y a Jesucristo. A la Santísima Virgen, como al medio perfecto escogido por Jesucristo para unirse a nosotros, y a nosotros con El. A Nuestro Señor, como a nuestra meta final, a quien debemos todo lo que somos, ya que es nuestro Dios y Redentor.
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Perfecta renovación de las promesas bautismales



126
. He dicho que esta devoción puede muy bien definirse como una perfecta renovación de las promesas del santo bautismo.

De hecho, antes del bautismo, todo cristiano era esclavo del demonio, a quien pertenecía. Por su propia boca o las de sus padrinos, renunció en el bautismo a Satanás, a sus pompas y a sus obras, y eligió a Jesucristo como a su Dueño y Señor, para depender de El en calidad de esclavo de amor.

Es precisamente lo que hacemos por la presente devoción: renunciar –la fórmula de consagración lo dice expresamente– al demonio, al mundo, al pecado y a nosotros mismos y consagrarnos totalmente a Jesucristo por manos de María. Pero hacemos algo más: en el bautismo hablamos ordinariamente por boca de otros –los padrinos– y nos consagramos a Jesucristo por procurador. Mientras que en esta devoción nos consagramos por nosotros mismos, voluntariamente y con conocimiento de causa.

En el santo bautismo no nos consagramos explícitamente por manos de María ni entregamos a Jesucristo el valor de nuestras buenas acciones. Y después de él quedamos completamente libres para aplicar dicho valor a quien queramos o conservarlo para nosotros. Por esta devoción, en cambio, nos consagramos expresamente a Nuestro Señor por manos de María y le entregamos el valor de todas nuestras buenas acciones.

127. "Los hombres hacen voto en el bautismo –dice Santo Tomás– de renunciar al diablo y a sus pompas". Y "este voto –había dicho San Agustín– es el mayor y más indispensable". Lo mismo afirman los canonistas: "El voto principal es el que hacemos en el bautismo." Sin embargo, ¿quién cumple este voto tan importante? ¿Quién observa con fidelidad las promesas del santo bautismo? ¿No traicionan casi todos los cristianos la fe prometida a Jesucristo en el bautismo? ¿De dónde proviene este desconcierto universal? ¿No es, acaso, del olvido en que se vive de las promesas y compromisos del santo bautismo y de que casi nadie ratifica por sí mismo el contrato de alianza hecho con Dios por sus padrinos?

128. Es tan cierto esto, que el concilio de Sens, convocado por orden de Ludovico Pío para poner remedio a los desórdenes de los cristianos, juzgó que la causa principal de tanta corrupción de las costumbres provenía del olvido e ignorancia en que vivían las gentes acerca de los compromisos del santo bautismo, y no encontró remedio más eficaz para combatir tamaño mal que excitar a los cristianos a renovar las promesas y votos bautismales 5.

129. El Catecismo del concilio de Trento, fiel intérprete de las intenciones de este santo concilio, exhorta a los párrocos a hacer lo mismo y a acostumbrar al pueblo fiel a recordar y creer que los cristianos han sido consagrados a Jesucristo, Señor y Redentor nuestro. Estas son sus palabras: "El párroco exhortará al pueblo fiel para hacerle comprender que nosotros, más que cualquier hombre, debemos ofrecernos y consagrarnos eternamente como esclavos a Nuestro Señor y Redentor" 6.

130. Ahora bien, si los concilios, los Padres y la misma experiencia nos demuestran que el mejor remedio contra los desórdenes de los cristianos es hacerles recordar las obligaciones del bautismo y renovar las promesas que en él hicieron, ¿no será acaso razonable hacerlo ahora de manera perfecta mediante esta devoción y consagración a Nuestro Señor por medio de su amantísima Madre? 7. Digo de "manera perfecta" porque para consagrarnos a Jesucristo utilizamos el más perfecto de todos los medios, que es la Santísima Virgen.



Respuesta a algunas objeciones



131
. Alguien puede objetar que esta devoción es nueva o sin importancia. No es nueva: los concilios, los Padres y muchos autores antiguos y modernos hablan de dicha consagración a Jesucristo o renovación de las promesas del santo bautismo como de una práctica antigua aconsejada por ellos a todos los cristianos. No es de poca importancia, puesto que la fuente principal de todos los desórdenes, y, por consiguiente, de la condenación de los cristianos, procede del olvido e indiferencia respecto de esta práctica.

132. Pudiera alguno decir que esta devoción nos imposibilita para socorrer a las almas de nuestros parientes, amigos y bienhechores, dado que nos hace entregar a Nuestro Señor, por manos de la Santísima Virgen, el valor de todas nuestras buenas obras, oraciones, mortificaciones y limosnas.

Le respondo:

1. No es creíble que nuestros amigos, parientes y bienhechores salgan perjudicados porque nos entreguemos y consagremos sin reserva al servicio de Nuestro Señor y su santísima Madre. Suponerlo sería menoscabar el poder y bondad de Jesús y de María, quienes sabrán ayudar a nuestros parientes, amigos y bienhechores sea con nuestra módica renta espiritual, sea con otros medios.

2. Esta devoción no impide orar por los demás –vivos o difuntos–, aunque la aplicación de nuestras buenas obras dependa de la voluntad de la Santísima Virgen. Al contrario, nos llevará a rogar con mayor confianza. Sucede como a la persona rica que hubiera cedido todos sus bienes a un gran príncipe para honrarlo más: ella rogaría con mayor confianza a este príncipe que dé una limosna a un amigo suyo que se la pide. El príncipe hasta se sentiría feliz de encontrar la oportunidad de manifestar su gratitud a quien se ha despojado de todo para honrarlo y se ha empobrecido para enriquecerlo. Lo mismo cabe decir de Nuestro Señor y de la Santísima Virgen, que jamás se dejarán vencer en gratitud 8.

133. Otro objetará tal vez: "Si doy a la Santísima Virgen todo el valor de mis acciones para que lo aplique a quien Ella quiera, ¡quizá tenga yo que padecer largo tiempo en el purgatorio!".

Esta objeción proviene del amor propio y de la ignorancia que tenemos respecto a la generosidad divina y la de la Santísima Virgen. Y se destruye por sí sola. ¿Es posible, acaso, que una persona ferviente y generosa que vela con mayor empeño por los intereses de Dios que por los propios, da a Dios sin reserva cuanto posee –de suerte que ya no puede dar más: Non plus ultra–, tiene como única aspiración la gloria de Dios y el reinado de Jesucristo por medio de su santísima Madre y se sacrifica totalmente para alcanzar este fin..., será posible –repito– que persona tan noble y generosa sea más castigada en la otra vida por haber sido en ésta más generosa y desinteresada que las otras?

¡Nada de esto! El Señor y su Madre santísima –lo veremos en seguida– se mostrarán generosísimos en este mundo y en el otro, en el orden de la naturaleza, de la gracia y de la gloria, precisamente con esta persona.

134. Conviene ver ahora –con la mayor brevedad– los motivos que hablan en favor de esta devoción, los admirables efectos que producen y sus principales prácticas.





NOTAS:



1 Con grandes letras escribió el autor este título.

2 Ver VD 61-62.

3 El P. de Montfort coloca su consagración en la línea de la consagración bautismal, cuya renovación constituye (VD 126ss).

4 Ver VD 146ss.

5 En el No. 48 de la RMat, el Papa Juan Pablo II presenta a san Luis de Montfort como Testigo y Maestro de espiritualidad mariana por la renovación y vivencia en su consagración de las promesas bautismales.

6 Ver VD 12.

7 El Papa Pío XII, al celebrar los 25 años de las apariciones de Fátima consagró el mundo entero al Corazón Inmaculado de María (1942). Varias naciones lo hicieron siguiendo su ejemplo. Pablo VI renovó más de una vez esa consagración (Nov. 21 /64) e invitó a todos los cristianos a renovarla (ver Signum Magnum, 13-5-1967; con ocasión del cincuentenario de Fátima). Y Juan Pablo II renueva constantemente la consagración total a María y la repite en todos sus viajes misioneros.

8 Ver VD 171.
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CAPITULO II



MOTIVOS EN FAVOR DE ESTA DEVOCION





1
. Esta devoción nos consagra totalmente al servicio de Dios



135. Primer Motivo que nos manifiesta la excelencia de la consagración de sí mismo a Jesucristo por manos de María.

No se puede concebir ocupación más noble en este mundo que la de servir a Dios. El último de los servidores de Dios es más rico, poderoso y noble que todos los reyes y emperadores si éstos no sirven a Dios. ¿Cuál no será entonces la riqueza, poder, dignidad del auténtico y perfecto servidor de Dios, que se consagra enteramente, sin reserva y en cuanto le es posible, a su servicio? 1.

Tal viene a ser, en efecto, el esclavo fiel y amoroso de Jesucristo en María, consagrado totalmente, por manos de la Santísima Virgen, a ese Rey de reyes, sin reservarse nada para sí mismo. Ni todo el oro del mundo ni las bellezas del cielo alcanzan para pagarlo.

136. Las demás congregaciones, asociaciones y cofradías erigidas en honor de Nuestro Señor y de su Madre santísima, y que tan grandes bienes producen en la cristiandad, no obligan a entregarlo todo sin reserva. Prescriben, ciertamente, a sus asociados algunas prácticas para que cumplan los compromisos adquiridos, pero les dejan libres las demás acciones y el resto del tiempo.

Esta devoción, en cambio, exige entregar a Jesús y a María todos los pensamientos, palabras, acciones y sufrimientos y todos los momentos de la vida. De quien ha optado por ella se podrá, pues, decir, con toda verdad, que cuanto hace –vele o duerma, coma o beba, realice acciones importantes u ordinarias– pertenece a Jesús y a María gracias a la consagración que ha hecho, a no ser que la haya retractado expresamente. ¡Qué consuelo!

137. Además –como ya he dicho 2– no hay práctica que nos libere más fácilmente de cierto resabio de amor propio que se desliza imperceptiblemente en las mejores acciones. Esta gracia insigne la concede Nuestro Señor en reconocimiento por el acto heroico y desinteresado de entregarle, por las manos de su santísima Madre, todo el valor de las buenas acciones. Si ya en este mundo da el céntuplo a los que por su amor dejan los bienes exteriores, temporales y perecederos (ver Mt 19,29), ¿qué no dará a quienes sacrifican aun los bienes interiores y espirituales?

138. Jesús, nuestro mejor amigo, se entregó a nosotros sin reserva, en cuerpo y alma, con sus virtudes, gracias y méritos. "Me ganó totalmente entregándose todo", dice San Bernardo. ¿No será, pues, un deber de justicia y gratitud darle todo lo que podemos? El fue el primero en mostrarse generoso con nosotros; seámoslo con El –lo exige la gratitud–, y El se manifestará aún más generoso durante nuestra vida, en la muerte y por la eternidad: Eres generoso con el generoso (ver Sl 18 [17],26).



Esta devoción hace que imitemos el ejemplo de Jesucristo



139
. Segundo motivo que nos demuestra que es en sí justo y ventajoso para el cristiano el consagrase totalmente a la Santísima Virgen mediante esta práctica a fin de pertenecer más perfectamente a Jesucristo.

Este buen Maestro no se desdeñó encerrarse en el seno de la Santísima Virgen como prisionero y esclavo de amor, ni de vivir sometido y obediente a Ella durante treinta años. Ante esto –lo repito– se anonada la razón humana, si reflexiona seriamente en la conducta de la Sabiduría encarnada, que no quiso –aunque hubiera podido hacerlo– entregarse directamente a los hombres, sino que prefirió comunicarse a ellos por medio de la Santísima Virgen; ni quiso venir al mundo a la edad de varón perfecto, independiente de los demás, sino como niño pequeño y débil, necesitado de los cuidados y asistencia de su santísima Madre.

Esta Sabiduría infinita, inmensamente deseosa de glorificar a Dios, su Padre, y salvar a los hombres, no encontró medio más perfecto y rápido para realizar sus anhelos que someterse en todo a la Santísima Virgen, no sólo durante los ocho, diez o quince primeros años de su vida –como los demás niños–, sino durante treinta años. Y durante este tiempo de sumisión y dependencia glorificó más al Padre que si hubiera empleado estos años en hacer milagros, predicar por toda la tierra y convertir a todos los hombres.

¡Que si no, hubiera hecho esto! ¡Oh! ¡Cuán altamente glorifica a Dios quien, a ejemplo de Jesucristo, se somete a María! Teniendo, pues, ante los ojos ejemplo tan claro y universalmente reconocido, ¿seremos tan insensatos que esperemos hallar medio más perfecto y rápido para glorificar a Dios que no sea el someternos a María, a imitación de su Hijo?

140. En prueba de la dependencia en que debemos vivir respecto a la Santísima Virgen, recuerda cuanto hemos dicho 3 al aducir el ejemplo que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo nos ofrecen de dicha dependencia.

El Padre no dio ni da su Hijo sino por medio de María, no se forma hijos adoptivos ni comunica sus gracias sino por Ella. Dios Hijo se hizo hombre para todos solamente por medio de María, no se forma ni nace cada día en las almas sino por Ella en unión con el Espíritu Santo, ni comunica sus méritos y virtudes sino por Ella. El Espíritu Santo no formó a Jesucristo sino por María y sólo por Ella 4 forma a los miembros de su Cuerpo místico y reparte sus dones y virtudes.

Después de tantos y tan apremiantes ejemplos de la Santísima Trinidad, ¿podremos, acaso –a no ser que estemos completamente ciegos–, prescindir de María, no consagrarnos ni someternos a Ella para ir a Dios y sacrificarnos a El?

141. Veamos ahora algunos pasajes de los Padres, que he seleccionado para probar lo que acabo de afirmar:

"Dos hijos tiene María: un Hombre-Dios y un hombre-hombre. Del primero es madre corporal; del segundo, madre espiritual" 5. "La voluntad de Dios es que todo lo tengamos por María. Debemos reconocer que la esperanza, gracia y dones que tenemos dimanan de Ella" 6.

"Ella distribuye todos los dones y virtudes del Espíritu Santo a quien quiere, cuando quiere, como quiere y en la medida que Ella quiere" 7.

"Dios lo entregó todo a María, para que lo recibieras por medio de Ella, pues tú eras indigno de recibirlo directamente de El" 8.

142. Viendo Dios que somos indignos de recibir sus gracias inmediatamente de sus manos –dice San Bernardo– las da a María, para que por Ella recibamos cuanto nos quiere dar. Añadamos que Dios cifra su gloria en recibir, de manos de María, el tributo de gratitud, respeto y amor que le debemos por sus beneficios.

Es, pues, muy justo imitar la conducta de Dios, "para que –añade el mismo San Bernardo– la gracia vuelva a su autor por el mismo canal por donde vino a nosotros".

Esto es lo que hacemos con nuestra devoción: ofrecemos y consagramos a la Santísima Virgen cuanto somos y tenemos, a fin de que Nuestro Señor reciba por su mediación la gloria y el reconocimiento que le debemos, y nos reconocemos indignos e incapaces de acercarnos por nosotros mismos a su infinita Majestad. Por ello acudimos a la intercesión de la Santísima Virgen.

143. Esta práctica constituye, además, un ejercicio de profunda humildad, virtud que Dios prefiere a todas las otras. Quien se ensalza rebaja a Dios; quien se humilla lo glorifica. Dios se enfrenta a los arrogantes, pero concede gracia a los humildes (St 4,6). Si te humillas creyéndote indigno de presentarte y acercarte a El, Dios se abaja y desciende para venir a ti, complacerse en ti y elevarte, aun a pesar tuyo. Pero si te acercas a El atrevidamente, sin mediador, El se aleja de ti y no podrás alcanzarlo.

¡Oh! ¡Cuánto ama El la humildad de corazón! Y a esta humildad precisamente nos conduce la práctica de esta devoción. Que nos enseña a no acercarnos jamás a Nuestro Señor por nosotros mismos –por amable y misericordioso que El sea–, sino a servirnos siempre de la intercesión de la Santísima Virgen, para presentarnos ante Dios, hablarle y acercarnos a El, ofrecerle algo o unirnos y consagrarnos a El.
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3. Esta devoción nos alcanza la protección maternal de María



a. María se da a su esclavo



144
. Tercer motivo. La Santísima Virgen es Madre de dulzura y misericordia, y jamás se deja vencer en amor y generosidad. Viendo que te has entregado totalmente a Ella para honrarla y servirla y te has despojado de cuanto más amas para adornarla, se entrega también a ti plenamente y en forma inefable. Hace que te abismes en el piélago de sus gracias, te adorna con sus méritos, te apoya con su poder, te ilumina con su luz, te inflama con su amor, te comunica sus virtudes: su humildad, su fe, su pureza, etc.; se constituye tu fiadora, tu suplemento y tu todo ante Jesús. Por último, dado que como consagrado perteneces totalmente a María, también Ella te pertenece en plenitud. De suerte que, en cuanto perfecto servidor e hijo de María, puedes repetir lo que dijo de sí mismo el evangelista San Juan: El discípulo la tuvo en su casa (Jn 19,27) 9 como su único bien.

145. Este comportamiento, observado con fidelidad, produce en tu alma gran desconfianza, desprecio y aborrecimiento de ti mismo, y, a la vez, inmensa confianza y total entrega en manos de la Santísima Virgen, tu bondadosa Señora.

Como consagrado a Ella, no te apoyarás ya en tus propias disposiciones, intenciones, méritos, virtudes y buenas obras. En efecto, lo has sacrificado todo a Jesucristo, por medio de esta Madre bondadosa. Por ello, ya no te queda otro tesoro –y éste ya es tuyo– en donde estén todos tus bienes que María.

Esto te llevará a acercarte a Nuestro Señor sin temor servil ni escrúpulos y rogarle con toda confianza, y te hará participar en los sentimientos del piadoso y sabio abad Ruperto, quien, aludiendo a la victoria de Jacob sobre un ángel (ver Gn 32,23-33), dirige a la Santísima Virgen estas hermosas palabras: "¡Oh María, princesa mía y Madre inmaculada del Hombre-Dios, Jesucristo!, deseo luchar con este Hombre que es el Verbo de Dios, armado no con mis méritos, sino con los tuyos".

¡Oh! ¡Qué poderosos y fuertes somos ante Jesucristo cuando estamos armados con los méritos e intercesión de la digna Madre de Dios, quien –según palabras de San Agustín– venció amorosamente al Todopoderoso!.



María purifica nuestras buenas obras, las embellece y hace aceptables a su Hijo divino



146
. Por esta devoción entregamos a Nuestro Señor, por manos de su Madre santísima, todas nuestras buenas obras. Esta bondadosa señora las purifica, embellece, presenta a Jesucristo y hace que su Hijo las acepte.

1. Las purifica de toda mancha de egoísmo y del apego aun imperceptible que se desliza insensiblemente en las mejores acciones. Tan pronto como llegan a sus manos purísimas y fecundas, esas manos –jamás estériles ni ociosas y que purifican todo cuanto tocan– limpian en lo que le ofrecemos todo lo que tenga de impuro o imperfecto.

147. 2. Las embellece, adornándolas con sus méritos y virtudes. Pensemos en un labrador cuya única riqueza fuera una manzana y que deseara granjearse la simpatía y benevolencia del rey. ¿Qué haría? – Acudir a la reina y presentarle la manzana para que ella la ofrezca al soberano. La reina acepta el modesto regalo, coloca la manzana en una grande y hermosa bandeja de oro y la presenta al rey en nombre del labrador. En esta forma, la manzana, de suyo indigna de ser presentada al soberano, se convierte en un obsequio digno de su Majestad gracias a la bandeja de oro y a la persona que la entrega 10.

148. 3. María presenta esas buenas obras a Jesucristo, no reserva para sí nada de lo que se le ofrece; todo lo presenta fielmente a Jesucristo. Si la alabas y glorificas, inmediatamente Ella alaba y glorifica a Jesús. Si la ensalzas y bendices, Ella –como cuando Santa Isabel la alabó– entona su cántico: Proclama mi alma la grandeza del Señor (Lc 1,46) 11.

149. 4. Por insignificante y pobre que sea para Jesucristo, Rey de reyes y Santo de los santos, el don que le presentas, María hace que El acepte tus buenas obras. Pero quien por su cuenta y apoyado en su propia destreza y habilidad lleva algo a Jesucristo, debe recordar que El examina el obsequio, y muchas veces lo rechaza por hallarlo manchado de egoísmo, lo mismo que en otro tiempo rechazó los sacrificios de los judíos por estar llenos de voluntad propia (ver Hb 10,5-7).

Pero si, al presentar algo a Jesús, lo ofreces por las manos puras y virginales de su Madre amadísima, lo coges por su flaco –si me permites la expresión–. El no mirará tanto el don que le ofreces cuanto a su bondadosa Madre que se lo presenta, ni considerará tanto la procedencia del don cuanto a aquella que se lo ofrece.

Del mismo modo, María –jamás rechazada y siempre recibida por su Hijo– hace que su Majestad acepte con agrado cuanto le ofrezcas, grande o pequeño; basta que María lo presente para que Jesús lo acepte y se complazca en el obsequio. El gran consejo que San Bernardo daba a aquellos que dirigía a la perfección era éste: "Si quieres ofrecer algo a Dios, procura presentarlo por las manos agradabilísimas y dignísimas de María, si no quieres ser rechazado" 12.

150. ¿No es esto, lo que la misma naturaleza inspira a los pequeños respecto a los grandes, como hemos visto? 13 ¿Por qué no habría de enseñarnos la gracia a observar la misma conducta para con Dios, infinitamente superior a nosotros y ante quien somos menos que átomos? Tanto más teniendo como tenemos una abogada tan poderosa, que jamás ha sido desairada; tan inteligente, que conoce todos los secretos para conquistar el corazón de Dios; tan buena y caritativa, que no rechaza a nadie por pequeño o malvado que sea. Más adelante expondré la historia de Jacob y Rebeca, la figura verdadera de lo que voy diciendo 14.
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MensajePublicado: Dom Ene 04, 2009 3:42 pm    Asunto:
Tema: Tratado de San Luis María Grignion de Montfort
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4. Esta devoción es un medio excelente para procurar la mayor gloria de Dios



151
. Cuarto motivo. Esta devoción, fielmente practicada, es un medio excelente para enderezar el valor de nuestras buenas obras para la mayor gloria de Dios. Casi nadie obra con esta noble finalidad –a pesar de que a ello estemos obligados–, sea porque no sabemos dónde está la mayor gloria de Dios, sea porque no la buscamos. Ahora bien, dado que la Santísima Virgen, a quien cedemos el valor y mérito de nuestras buenas obras, conoce perfectamente donde está la mayor gloria de Dios y todo su actuar es procurarla, el perfecto servidor de esta amable Señora, que se ha consagrado totalmente a Ella como hemos dicho, puede afirmar resueltamente que el valor de todas sus acciones, pensamientos y palabras se ordena a la mayor gloria de Dios, a no ser que haya revocado expresamente su ofrenda.

¿Será posible hallar algo más consolador para una persona que ama a Dios con amor puro y desinteresado y aprecia la gloria e intereses de Dios más que los suyos propios?



5. Esta devoción conduce a la unión con Jesucristo



152
. Quinto motivo. Esta devoción es camino fácil, corto, perfecto y seguro para llegar a la unión con Nuestro Señor, en la cual consiste la perfección cristiana.



a. Es camino fácil



1. Es camino fácil. Es el camino abierto por Jesucristo al venir a nosotros, y en que no hay obstáculos para llegar a El. Ciertamente que se puede llegar a Jesucristo por otros caminos. Pero en ellos se encuentran cruces más numerosas, muertes extrañas y muchas más dificultades apenas superables; será necesario pasar por noches oscuras, extraños combates y agonías, escarpadas montañas, punzantes espinas y espantosos desiertos. Pero por el camino de María se avanza más suave y tranquilamente.

Claro que también aquí encontramos rudos combates y grandes dificultades a superar. Pero esta bondadosa Madre y Señora se hace tan cercana y presente a sus fieles servidores para iluminarlos en sus tinieblas, esclarecerlos en sus dudas, fortalecerlos en sus temores, sostenerlos en sus combates y dificultades que –en verdad– este camino virginal para encontrar a Jesucristo resulta de rosas y mieles comparado con los demás.

Ha habido santos, pero en corto número –como San Efrén, San Juan Damasceno, San Bernardo, San Bernardino, San Buenaventura, San Francisco de Sales, etc.–, que han transitado por este camino suave para ir a Jesucristo, porque el Espíritu Santo, Esposo fiel de María, se lo ha enseñado por gracia especialísima. Pero los otros santos, que son la mayoría, aunque hayan tenido todos devoción a la Santísima Virgen, no han entrado, o sólo muy poco, en este camino. Es por ello que tuvieron que pasar por las pruebas más rudas y peligrosas.

153. ¿De dónde procederá entonces, me preguntará algún fiel servidor de María, que los fieles servidores de esta bondadosa Madre encuentran tantas ocasiones de padecer, y aún más que aquellos que no le son tan devotos? 15. Los contradicen, persiguen, calumnian y nadie los puede tolerar... O caminan entre tinieblas interiores, o por desiertos donde no se da la menor gota de rocío del cielo. Si esta devoción a la Santísima Virgen facilita el camino para llegar a Jesucristo, ¿por qué son sus devotos los más crucificados?

154. Le respondo que ciertamente, siendo los más fieles servidores de la Santísima Virgen sus preferidos, reciben de Ella los más grandes favores y gracias del cielo, que son las cruces. Pero sostengo que los servidores de María llevan estas cruces con mayor facilidad, mérito y gloria, y que lo que mil veces detendría a otros o los haría caer, a ellos no los detiene nunca, sino que los hace avanzar, porque esta bondadosa Madre, plenamente llena de gracia y unción del Espíritu Santo, endulza todas las cruces que les prepara con el azúcar de su dulzura maternal y con la unción del amor puro, de modo que ellos las comen alegremente como nueces confitadas, aunque de por sí sean muy amargas.

Y creo que una persona que quiere ser devota y vivir piadosamente en Jesucristo (2Tim 3,12), y, por consiguiente, padecer persecución y cargar todos los días su cruz, no llevará jamás grandes cruces, o no las llevará con alegría y hasta el fin, si no profesa una tierna devoción a la Santísima Virgen, que es la dulzura de las cruces; como tampoco podría una persona, sin gran violencia –que no es durable–, comer nueces verdes no confitadas con azúcar.



b. Es camino corto



155. 2. Esta devoción a la Santísima Virgen es camino corto para encontrar a Jesucristo. Sea porque en él nadie se extravía, sea porque –como acabo de decir– se avanza por él con mayor gusto y facilidad y, por consiguiente, con mayor rapidez.

Se adelanta más en poco tiempo de sumisión y obediencia a María que en años enteros de hacer nuestra propia voluntad y apoyarnos en nosotros mismos. Porque el hombre obediente y sumiso a María cantará victorias señaladas sobre todos sus enemigos (Pr 21,2Cool. Estos, ciertamente, querrán impedirle que avance, hacerle retroceder o caer, pero –con el apoyo, auxilio y dirección de María, sin caer, retroceder ni detenerse– avanzará a pasos agigantados hacia Jesucristo por el mismo camino por el cual está escrito que Jesús vino a nosotros a pasos de gigante y en corto tiempo (ver Sl 18 [17],6).

156. ¿Cuál crees sea el motivo de que Jesucristo haya vivido tan poco tiempo sobre la tierra y que haya pasado todos esos años en sumisión y obediencia a su Madre? Es éste: que, no obstante la brevedad de su carrera mortal (ver Sab 4,13), vivió largos años, incluso mucho más que Adán –cuyas pérdidas vino a reparar–, aunque éste haya vivido más de novecientos años. Largo tiempo vivió Jesucristo, porque vivió en sumisión y unión a su santísima Madre por obediencia al Padre. Porque:

1) El que respeta a su madre –dice el Espíritu Santo– acumula tesoros (Eclo 3,5) 16, es decir, el que honra a María, su Madre, hasta someterse a Ella y obedecerla en todo, pronto se hará muy rico, pues cada día acumula tesoros por el secreto de esta piedra filosofal.

2) Según una interpretación espiritual de las siguientes palabras del Espíritu Santo: Mi vejez se encuentra en la misericordia del seno (Sl 92 [91],11, Vulgata), en el seno de María –que rodeó y engendró a un varón perfecto (ver Jr 31,22) y pudo contener a Aquel a quien no puede abrazar ni contener el universo 17– los jóvenes se convierten en ancianos por la experiencia, luz, santidad y sabiduría, y llegan en pocos años a la plenitud de la edad en Jesucristo (ver Ef 4,13) 18.



c. Es camino perfecto



157. 3. Esta devoción a la Santísima Virgen es camino perfecto para ir a Jesucristo y unirse a El. Porque María es la más perfecta y santa de las puras creaturas, y Jesucristo, que ha venido a nosotros de la manera más perfecta, no tomó otro camino para viaje tan grande y admirable que María. El Altísimo, el Incomprensible, el Inaccesible y EL QUE ES ha querido venir a nosotros, gusanillos y que no somos nada. ¿Cómo sucedió esto?

El Altísimo descendió de manera perfecta y divina hasta nosotros por medio de la humilde María, sin perder nada de su divinidad y santidad. Del mismo modo, deben subir los pequeñuelos hasta el Altísimo perfecta y divinamente y sin temor alguno a través de María. El Incomprensible se dejó abarcar y encerrar perfectamente por la humilde María, sin perder nada de su inmensidad. Del mismo modo, debemos dejarnos contener y conducir perfectamente y sin reservas por la humilde María.

El Inaccesible se acercó y unió estrecha, perfecta y aun personalmente a nuestra humanidad por María, sin perder nada de su Majestad. Del mismo modo, por María debemos acercarnos a Dios y unirnos a su Majestad perfecta e íntimamente, sin temor de ser rechazados.

Finalmente, EL QUE ES quiso venir a lo que no es y hacer que lo que no es llegue a ser Dios o El que es. Esto lo realizó perfectamente entregándose y sometiéndose incondicionalmente a la joven María, sin dejar de ser en el tiempo El que es en la eternidad. Del mismo modo, nosotros, aunque no seamos nada, podemos por María llegar a ser semejantes a Dios por la gracia y la gloria, entregándonos perfecta y totalmente a Ella, de suerte que, no siendo nada por nosotros mismos, lo seamos todo en Ella, sin temor de engañarnos.

158. Abridme un camino nuevo par ir a Jesucristo, embaldosado con todos los méritos de los bienaventurados, adornado con todas sus virtudes heroicas, iluminado y embellecido con todos los esplendores y bellezas de los ángeles, y en el que se presenten todos los ángeles y santos para guiar, defender y sostener a quienes quieran andar por él; afirmo abiertamente con toda verdad que, antes que tomar camino tan perfecto, prefiero seguir el camino inmaculado de María (ver Sl 18 [17],33, Vulgata), vía o camino sin mancha ni fealdad, sin pecado original ni actual, sin sombras ni tinieblas. Y si mi amable Jesús viene otra vez al mundo para reinar gloriosamente en él –como sucederá ciertamente–, no escogerá para su viaje otro camino que el de la excelsa María, por quien vino la primera vez con tanta seguridad y perfección. La diferencia entre una y otra venida es que la primera fue secreta y escondida, mientras que la segunda será gloriosa y fulgurante. Pero ambas son perfectas, porque ambas se realizan por María. ¡Ay! ¡Este es un misterio que aún no se comprende! ¡Enmudezca aquí toda lengua! 19.



d. Es camino seguro



159. 4. Esta devoción a la Santísima Virgen es camino seguro para ir a Jesucristo y alcanzar la perfección uniéndonos a El.

1) Porque esta práctica que estoy enseñando no es nueva. Es tan antigua que no se pueden señalar con precisión sus comienzos –como dice en un libro que escribió sobre esta devoción el Sr. Boudón 20, muerto hace poco en olor de santidad–. Es cierto, sin embargo, que se hallan vestigios de ella en la Iglesia hace más de setecientos años.

San Odilón, abad de Cluny –que vivió hacia 1040–, fue uno de los primeros en practicarla públicamente en Francia, como se consigna en su biografía 21.

El cardenal San Pedro Damiano relata que en el año 1076 22 su hermano, el Beato Marín, se hizo esclavo de la Santísima Virgen en presencia de su director espiritual y en forma muy edificante: echóse una cuerda al cuello, tomó la disciplina y colocó en el altar una suma de dinero como señal de vasallaje y consagración a la Santísima Virgen. Actitud en la cual perseveró tan fielmente toda su vida, que a la hora de su muerte mereció ser visitado y consolado por su bondadosa Señora y escuchar de sus labios la promesa del paraíso en recompensa de sus servicios.

César Bolando hace mención de un ilustre caballero, Walter de Birbac, pariente próximo de los duques de Lovaina, quien hacia 1300 hizo la consagración de sí mismo a la Santísima Virgen.

Muchas otras personas practicaron en privado esta devoción hasta el siglo XVII, en que se hizo pública.

160. El P. Simón Rojas, de la Orden de la Trinidad Redención de los Cautivos, predicador en la corte de Felipe III, puso en boga esta devoción por España y Alemania, y obtuvo de Gregorio XV, a instancia del mismo rey, grandes indulgencias para quienes la practicasen 23.

El P. Bartolomé de los Ríos 24, agustino, se dedicó con el Beato Simón Rojas, íntimo amigo suyo, a extender de palabra y por escrito esta devoción en España y Alemania. Escribió un grueso volumen titulado De hierarchia mariana, en el que trata con tanta piedad como erudición de la antigüedad, excelencia y solidez de esta devoción.

Los PP. Teatinos propagaron esta devoción en Italia, Sicilia y Saboya durante el último siglo.

161. El Padre Estanislao Fenicio, de la Compañía de Jesús 25, la dio a conocer maravillosamente en Polonia.

El P. de los Ríos, en su libro antes citado, consigna los nombres de los príncipes, princesas, obispos y cardenales de diferentes naciones que abrazaron esta devoción.

El R.P. Cornelio a Lápide 26, tan recomendable por su piedad como por su ciencia profunda, recibió de muchos obispos y teólogos el encargo de examinar esta devoción. Después de estudiarla detenidamente, hizo de ella grandes alabanzas, dignas de su piedad. Muchos otros grandes personajes siguieron su ejemplo.

Los RR.PP. Jesuitas, siempre celosos en el servicio de la Santísima Virgen, presentaron, en nombre de los congregantes de Colonia, un opúsculo sobre la santa esclavitud al duque Fernando de Baviera –arzobispo entonces de Colonia–. Este lo aprobó y permitió imprimirlo, y exhortó a todos los párrocos y religiosos de su diócesis a difundir, en la medida de lo posible, esta sólida devoción.

162. El cardenal de Bérulle 27, cuya memoria bendice toda Francia, fue uno de los más celosos en propagar por Francia esta devoción, a pesar de todas las calumnias y persecuciones que le hicieron los críticos y libertinos. Estos lo acusaron de novedad y superstición, y publicaron contra él un folleto difamatorio, sirviéndose –o más bien el demonio se sirvió por medio de ellos– de mil argucias para impedirle divulgar por Francia esta devoción. Pero este santo varón respondió a las calumnias con su paciencia, y a las objeciones del libelo con un breve escrito, en que las refutó victoriosamente, demostrando que esta práctica se funda en el ejemplo de Jesucristo, las obligaciones que tenemos para con El y las promesas del santo bautismo. Particularmente con esta última razón cerró la boca a sus adversarios, haciéndoles ver que esta consagración a la Santísima Virgen, y por medio de Ella a Jesucristo, no es otra cosa que una perfecta renovación de los votos y promesas del bautismo. Añade muchas y muy hermosas cosas sobre esta devoción, que puede leerse en sus obras.

163. En el citado libro del Sr. Boudón pueden verse los nombres de los diferentes papas que han aprobado esta devoción, de los teólogos que la han examinado, las persecuciones suscitadas contra ella, y sobre las cuales ha triunfado, y los millares de personas que la han abrazado, sin que jamás ningún papa la haya condenado 28. Y es que no se la podría condenar sin trastornar los fundamentos del cristianismo. Consta, pues, que esta devoción no es nueva. Y, si no es corriente, se debe a que es demasiado preciosa para ser saboreada por toda clase de personas.

164. 2) Esta devoción es un medio seguro para ir a Jesucristo. Efectivamente, el oficio de la Santísima Virgen es conducirnos con toda seguridad a Jesucristo, así como el de éste es llevarnos al Padre eterno con toda seguridad. No se engañen, pues, las personas espirituales creyendo falsamente que María les impida llegar a la unión con Dios. Porque ¿será posible que la que halló gracia delante de Dios para todo el mundo en general y para cada uno en particular estorbe a las almas alcanzar la inestimable gracia de la unión con El? ¿Será posible que la que fue total y sobreabundantemente llena de gracia y tan unida y transformada en Dios que lo obligó a encarnarse en Ella 29 impida al alma vivir unida a Dios? Ciertamente que la vista de las otras creaturas, aunque santas, podrá, en ocasiones, retardar la unión divina, pero no María, como he dicho 30 y no me cansaré de repetirlo.

Una de las razones que explican por qué son tan pocas las almas que llegan a la madurez en Jesucristo 31 es el que María –que ahora como siempre es la Madre de Cristo y la Esposa fecunda del Espíritu Santo– no está bastante formada en los corazones. Quien desee tener el fruto maduro y bien formado, debe tener al árbol que lo produce. Quien desee tener el fruto de vida –Jesucristo–, debe tener al árbol de vida que es María 32. Quien desee tener en sí la operación del Espíritu Santo, debe tener a su Esposa fiel e inseparable, la excelsa María, como hemos dicho antes 33.

165. Persuádete, pues, de que cuanto más busques a María en tus oraciones, contemplaciones, acciones y padecimientos –si no de manera clara y explícita, al menos con mirada general e implícita–, más perfectamente hallarás a Jesucristo, que está siempre con María, grande y poderoso, dinámico e incomprensible, como no está en el cielo ni en ninguna otra creatura del universo.

Así, la excelsa María, toda transformada en Dios, lejos de obstaculizar a los perfectos la llegada a la unión con Dios, es la creatura que nos ayuda más eficazmente en obra tan importante. Y esto en forma tal que no ha habido ni habrá jamás persona igual a Ella, ya por las gracias que para ello nos alcanzará –pues, como dice un santo, "nadie se llena del pensamiento de Dios sino por Ella" 34–, ya por las ilusiones y engaños del maligno espíritu, de los que Ella nos librará.

166. Donde está María no puede estar el espíritu maligno. Precisamente una de las señales más infalibles de que somos gobernados por el buen espíritu es el ser muy devotos de la Santísima Virgen, pensar y hablar frecuentemente de Ella. Así piensa San Germán, quien añade que así como la respiración es señal clara de que el cuerpo no está muerto, del mismo modo el pensar con frecuencia en María e invocarla amorosamente es señal cierta de que el alma no está muerta por el pecado.

167. Siendo así que –según dicen la Iglesia y el Espíritu Santo, que la dirige– María sola ha dado muerte a las herejías, –por más que los críticos murmuren–, jamás un fiel devoto de María caerá en herejía o ilusión, al menos formales. Podrá, tal vez –aunque más difícilmente que los otros–, errar materialmente, tomar la mentira por la verdad y el mal espíritu por bueno...; pero, tarde o temprano, conocerá su falta y error material, y, cuando lo conozca, no se obstinará en creer y defender lo que había tenido por verdadero.

168. Cualquiera, pues, que desee avanzar, sin temor a ilusiones –cosa ordinaria entre personas de oración–, por los caminos de la santidad y hallar con seguridad y perfección a Jesucristo, debe abrazar de todo corazón, con corazón generoso y de buena gana (2Mac 1,3), esta devoción a la Santísima Virgen, que tal vez no haya conocido todavía y que yo le enseño ahora: Me queda por enseñaros un camino excepcional (1Cor 12,3). Es el camino abierto por Jesucristo, la Sabiduría encarnada, nuestra Cabeza. El miembro de esta Cabeza que avanza por dicho camino no puede extraviarse. Es camino fácil, a causa de la plenitud de la gracia y unción del Espíritu Santo que lo llena; nadie se cansa ni retrocede si camina por él. Es camino corto, que en breve nos lleva a Jesucristo. Es camino perfecto, sin lodo, ni polvo, ni fealdad de pecado. Es, finalmente, camino seguro, que de manera directa y segura, sin desviarnos ni a la derecha ni a la izquierda, nos conduce a Jesucristo y a la vida eterna. Entremos, pues, por este camino y avancemos en él, día y noche, hasta la perfecta madurez en Jesucristo.
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MensajePublicado: Dom Ene 04, 2009 3:46 pm    Asunto:
Tema: Tratado de San Luis María Grignion de Montfort
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6. Esta devoción nos lleva a la plena libertad de los hijos de Dios



169
. Sexto motivo. Esta devoción da a quienes la practican fielmente una gran libertad interior: la libertad de los hijos de Dios (ver Gl 5,1-13; 2Cor 3,17). Porque haciéndose esclavos de Jesucristo y consagrándose a El por esta devoción, este buen Señor nuestro, en recompensa de la amorosa esclavitud por la que hemos optado: 1) quita del alma todo escrúpulo y temor servil que pudiera estrecharla, esclavizarla y perturbarla; 2) ensancha el corazón con una santa confianza en Dios, haciendo que le mire como a su Padre; 3) le inspira un amor tierno y filial.

170. No me detengo a probar con razones esta verdad. Me contento con referir un hecho histórico que leí en la vida de la Madre Inés de Jesús, religiosa dominica del convento de Langeac (Alvernia), donde murió en olor de santidad en 1634 35. Contaba apenas siete años, y ya padecía grandes congojas espirituales. Oyó entonces una voz que le dijo: "Si quieres verte libre de todas tus angustias y ser protegida contra todos tus enemigos, hazte cuanto antes esclava de Jesús y de su santísima Madre." Al regresar a casa, se apresuró a consagrarse enteramente como esclava de Jesús y María, aunque por entonces no sabía lo que era esta devoción. Habiendo encontrado después una cadena de hierro, se la puso a la cintura y la llevo hasta la muerte. Hecho esto, cesaron todas sus congojas y escrúpulos y halló tanta paz y amplitud de corazón, que se comprometió a enseñar esta devoción a muchos otros, que, a su vez, hicieron con ella grandes progresos. Recordemos, entre otros, al Sr. Olier, fundador del seminario de San Sulpicio, y a muchos sacerdotes y eclesiásticos del mismo seminario.

Apareciósele un día la Santísima Virgen y le puso al cuello una cadena de oro, en prueba del gozo que le había causado al hacerse esclava suya y de su Hijo. Y santa Cecilia que acompañaba a la Santísima Virgen, le dijo: "¡Dichosos los fieles esclavos de la Reina del cielo, porque gozarán de la verdadera libertad! ¿Servirte a ti es la libertad!" 36.



7. Esta devoción procura grandes ventajas al prójimo



171
. Séptimo motivo. Puede movernos a abrazar esta práctica el considerar los grandes bienes que reporta al prójimo.

Efectivamente, con ella se ejercita de manera eminente la caridad con el prójimo, porque se le da, por manos de María, lo más precioso y caro que tenemos, que es el valor satisfactorio e impetratorio de todas las buenas obras, sin exceptuar el menor pensamiento bueno ni el más leve sufrimiento. Se acepta que todas las satisfacciones adquiridas hasta ahora y las que se adquieran hasta la muerte sean empleadas, según la voluntad de la Santísima Virgen, en la conversión de los pecadores o la liberación de las almas del purgatorio.

¿No es esto amar perfectamente al prójimo? ¿No es esto pertenecer al número de los verdaderos discípulos de Jesucristo, cuyo distintivo es la caridad? ¿No es éste el medio de convertir a los pecadores, sin temor a la vanidad, y liberar a las almas del purgatorio, casi sin hacer otra cosa que lo que cada cual está obligado a hacer conforme a su estado?

172. Para comprender la excelencia de este motivo sería indispensable conocer el valor que tiene la conversión de un pecador o la liberación de un alma del purgatorio; bien infinito, mayor que la creación del cielo y de la tierra, pues se da a un alma la posesión de Dios. De suerte que, aun cuando por esta devoción no se sacase en toda la vida más que a un alma del purgatorio o no se convirtiese más que a un solo pecador, ¿no sería esto motivo suficiente para mover a todo hombre caritativo a optar por ella?

Nótese, además, que nuestras buenas obras, al pasar por las manos de María, reciben un aumento de pureza, y, por lo mismo, de mérito y valor satisfactorio e impetratorio. Con lo cual se hacen mucho más capaces de aliviar a las almas del purgatorio y convertir a los pecadores que si no pasaran por las manos virginales y generosas de María. Lo poco que ofrecemos por medio de la Santísima Virgen y por caridad pura y desinteresada, llega a ser realmente poderoso para aplacar la cólera de Dios y atraer su misericordia. De suerte que una persona que haya sido enteramente fiel a esta práctica, encontrará a la hora de la muerte que ha liberado a muchas almas del purgatorio y convertido a muchos pecadores por medio de esta devoción, aunque sólo haya realizado las obras ordinarias de su propio estado. ¡Qué gozo en el día del juicio! ¡Qué gloria en la eternidad!



8. Esta devoción es un medio maravilloso de perseverancia



173
. Octavo motivo. Finalmente, lo que más poderosamente nos impele a abrazar esta devoción a la Santísima Virgen es el reconocer en ella un medio admirable para perseverar en la virtud y ser fieles a Dios. ¿Por qué, en efecto, la mayor parte de las conversiones no es permanente? ¿Por qué se recae tan fácilmente en el pecado? ¿Por qué la mayor parte de los justos, en vez de adelantar de virtud en virtud y adquirir nuevas gracias, pierde muchas veces las pocas virtudes y gracias que poseía? Esta desgracia proviene –como hemos dicho 37– de que, no obstante estar el hombre tan corrompido y ser tan débil e inconstante, confía en sí mismo, se apoya en sus propias fuerzas y se cree capaz de guardar el tesoro de sus gracias, virtudes y méritos.

Ahora bien, por esta devoción confiamos a la Virgen fiel cuanto poseemos, constituyéndola depositaria universal de todos nuestros bienes de naturaleza y gracia. Confiamos en su fidelidad, nos apoyamos en su poder y nos fundamos en su misericordia y caridad, para que Ella conserve y aumente nuestras virtudes y méritos a pesar del demonio, el mundo y la carne, que hacen esfuerzos para arrebatárnoslos. Le decimos como el hijo a su madre y el buen esclavo a su señora: ¡Conserva el depósito! (1Tim 6,20) 38. Madre y Señora, reconozco que por tu intercesión he recibido hasta ahora más gracias de Dios de las que yo merecía. La triste experiencia me enseña que llevo este tesoro en un vaso muy frágil y que soy muy débil y miserable para conservarlo en mí mismo: Soy pequeño y despreciable (Sl 119 [118]),141). Recibe, por favor, cuanto poseo y consérvamelo con tu fidelidad y tu poder. Si tú me guardas, no perderé nada; si me sostienes, no caeré; si me proteges, estaré seguro ante mis enemigos.

174. San Bernardo dice en términos formales lo mismo para inspirarnos esta práctica: "Si Ella te sostiene, no caes; si Ella te protege, no temes; si Ella te guía, no te fatigas; si Ella te es favorable, llegas hasta el puerto de salvación". San Buenaventura parece decir lo mismo en términos más explícitos. "La Santísima Virgen no solamente se mantiene en la plenitud de los santos; Ella mantiene y conserva a los santos en su plenitud, para que ésta no disminuya; impide que sus virtudes se debiliten, que sus méritos se esfumen, que sus gracias se pierdan, que los demonios les hagan daño, que el Señor los castigue cuando pecan".

175. María es la Virgen fiel, que por su fidelidad a Dios repara las pérdidas que la Eva infiel causó por su infidelidad, y alcanza a quienes confían en Ella la fidelidad para con Dios y la perseverancia. Por esto, un santo 39 la compara a un áncora firme, que los sostiene e impide que naufraguen en el mar tempestuoso de este mundo, en donde tantos perecen por no aferrarse a Ella: "Atamos –dice– las almas a tu esperanza como a un áncora firme."

Los santos que se han salvado estuvieron firmemente adheridos a Ella, y a Ella ataron a otros para que perseveraran en la virtud.

¡Dichosos, pues, una y mil veces, los cristianos que ahora se aferran fiel y enteramente a María como a un áncora firme! Los embates tempestuosos de este mundo no los podrán sumergir ni les harán perder sus tesoros celestiales.

¡Dichosos quienes entran en María como en el arca de Noé! Las aguas del diluvio de los pecados que anegan a tantas personas no les harán daño, porque los que obran por mí no pecarán (Eclo 24,30, Vulgata) –dice la divina Sabiduría–; es decir, los que están en mí para trabajar en su salvación no pecarán. ¡Dichosos los hijos infieles de la infeliz Eva que se aferran a la Madre y Virgen fiel!, la cual permanece siempre fiel y no puede negarse a sí misma: Si somos infieles, Ella permanece fiel, porque no puede negarse a sí misma (2Tim 2,13), y responde siempre con amor a quienes la aman: Yo amo a los que me aman (Pr 8,17). Y los ama no sólo con amor afectivo, sino también con amor efectivo y eficaz, impidiendo, mediante gracias abundantes, que retrocedan en la virtud o caigan en el camino, y pierdan así la gracia de su Hijo.

176. Esta Madre bondadosa recibe siempre, por pura caridad, cuanto se le confía en depósito. Y, una vez que lo ha recibido como depositaria, se obliga en justicia –en virtud del contrato de depósito– a guardárnoslo, como una persona a quien yo hubiera confiado en depósito mil escudos quedaría obligada a guardármelos, de suerte que, si por negligencia suya, se perdieran, sería responsable de la pérdida en rigor de justicia. Pero ¿qué digo? Esta fiel Señora no dejará jamás que por negligencia suya se pierda lo que se le ha confiado; el cielo y la tierra pasarán antes que Ella sea negligente e infiel con quienes confían en Ella.

177. ¡Pobres hijos de María! ¡Su debilidad es extrema, grande su inconstancia, muy corrompida su naturaleza! Lo confieso, ¡han sido extraídos de la misma masa corrompida que los hijos de Adán y Eva! Pero ¡no se desalienten por ello! ¡Consuélense y alégrense! Oigan el secreto que les descubro; secreto desconocido a casi todos los cristianos aun a los más devotos.

No guarden su oro ni su plata en cofres que ya fueron destrozados por el espíritu maligno que los saqueó. Además, esos cofres son muy pequeños y endebles y están envejecidos para poder contener tan grandes y preciosos tesoros. No echen el agua pura y cristalina de la fuente en vasijas de todo sucias e infectadas por el pecado. Si éste no se halla ya en ellas, queda aún su mal olor, que contaminaría el agua. No echen sus vinos exquisitos en toneles viejos, que han estado llenos de vinos malos, pues, se echarían a perder y correrían el peligro de derramarse 40.

178. ¡Almas predestinadas, sé que me han entendido! Pero quiero hablarles aún con más claridad. No confíen el oro de su caridad, la plata de su pureza, las aguas de las gracias celestiales ni los vinos de sus méritos y virtudes a un saco agujereado, a un cofre viejo y roto, a un vaso infectado y contaminado, como son ustedes mismos. Porque serán robados por los ladrones, esto es, por los demonios, que día y noche asechan y espían el momento oportuno para ello; y porque todo lo más puro que Dios les da lo corromperán con el mal olor de su egoísmo, de la confianza en ustedes mismos y de su propia voluntad.

Guarden más bien, viertan en el seno y corazón de María todos sus tesoros, gracias y virtudes. Ella es Vaso espiritual, Vaso de honor, Vaso insigne de devoción. Desde que el mismo Dios se encerró en él personalmente y con todas sus gracias, este vaso se tornó totalmente espiritual, y se convirtió en morada espiritual de las almas más espirituales; se hizo digno de honor y trono de honor de los mayores príncipes de la eternidad; se tornó insigne de devoción y la morada de las almas más insignes en dulzuras, gracias y virtudes; se hizo, finalmente, rico como una casa de oro, fuerte como la torre de David y puro como torre de marfil 41.

179. ¡Oh! ¡Qué feliz es el hombre que lo ha entregado todo a María, que en todo y por todo confía y se pierde en María! ¡Es todo de María, y María es toda de él! Puede decir abiertamente con David: María ha sido hecha para mí (ver Sl 118,58, Vulgata). O con el discípulo amado: La tomé por todos mis bienes (Jn 19,27). O con Jesucristo: Todo lo mío es tuyo, y lo tuyo es mío (Jn 17,10).

180. Si algún crítico, al leer esto, piensa que hablo aquí hiperbólicamente o por devoción exagerada, no me está entendiendo. O porque es hombre carnal, que de ningún modo gusta las cosas del espíritu, o porque es del mundo –de este mundo que no puede recibir al Espíritu Santo (ver Mt 16,23; Jn 14,17) 42–, o porque es orgulloso y crítico, que condena o desprecia todo lo que no entiende. Pero quienes nacieron no de la sangre, ni de la voluntad de la carne ni de la voluntad de varón, sino de Dios (ver Jn 1,13) y de María, me comprenden y gustan y para ellos estoy escribiendo.

181. Digo, sin embargo, a unos y a otros –volviendo al asunto interrumpido– que, siendo la excelsa María la más noble y generosa de todas las puras creaturas, jamás se deja vencer en amor ni generosidad. Ella, como dice un santo devoto, "por un huevo te dará un buey", es decir, por lo poquito que le damos nos dará, en retorno, mucho de lo que ha recibido de Dios. Por consiguiente, si te entregas a Ella sin reserva y pones en Ella tu confianza, sin presunción y trabajando por tu parte para adquirir las virtudes y domar tus pasiones, Ella se dará a ti totalmente.

182. Que los fieles servidores de María digan, pues, abiertamente, con San Juan Damasceno: "Si confío en ti, ¡oh Madre de Dios!, me salvaré; protegido por ti, nada temeré; con tu auxilio combatiré a mis enemigos y los pondré en fuga, porque ser devoto tuyo es un arma de salvación que Dios da a los que quiere salvar".





NOTAS:



1 Ver LG 36: servir por Cristo y como Cristo es reinar.

2 Ver VD 110.

3 Ver VD 14-39.

4 Ver LG 62; MC 17.

5 Conrado de Sajonia.

6 San Bernardo.

7 San Bernardino.

8 San Bernardo.

9 VD 179.

10 Ver SM 37.

11 Ver VD 225.

12 Ver SM 37; VD 142.

13 Ver VD 147.

14 Ver VD 183.212.

15 Ver SM 22.

16 ASE 86-87.

17 Expresión de la liturgia.

18 Ver VD 33.

19 Ver VD 12.

20 Enrique María Boudón (1634-1702).

21 San Odilón (962-1048).

22 Pedro Damiano (1007-1072).

23 Simón Rojas (1552-1652).

24 Bartolomé de los Ríos (1580-1652)

25 Francisco Estanislao Fenicio, S.J. (1592-1652).

26 Cornelius van den Steen (1567-1637).

27 Pedro de Berulle (1575-1637).

28 La inquisición romana sólo condenó en aquellos tiempos los abusos y exageraciones de devotos sin discreción.

29 Se trata de la preparación y disposiciones con que María fue preparada por Dios y se preparó Ella misma a la obra de la Encarnación (ver ASE 107: María atrae y cautiva al Omnipotente; ver VD 157).

30 Ver VD 75; SM 21.

31 Ver VD 33.

32 Ver SM 70.

33 Ver VD 20-21.34-36.

34 Ver LG 65.35; san Germán de Constantinopla.

35 Inés de Langeac (1602-1634).

36 Vida de la Madre Inés de Langeac, 2ª. ed. Le Puy, 1675, p 581 581.)

37 Ver VD 87-89.

38 Ver SM 40.

39 San Juan Damasceno.

40 VD 78-82.

41 Letanías lauretanas.

42 Ver SM 66; VD 216.266.
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MensajePublicado: Dom Ene 04, 2009 3:49 pm    Asunto:
Tema: Tratado de San Luis María Grignion de Montfort
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CAPITULO III



FIGURA BIBLICA DE LA VIDA CONSAGRADA A MARIA:



REBECA Y JACOB





183
. El Espíritu Santo nos ofrece en el libro del Génesis una figura admirable de todas las verdades que acabo de exponer respecto a la Santísima Virgen y a sus hijos y servidores. La hallamos en la historia de Jacob, que, por la diligencia y cuidados de su madre, Rebeca, recibió la bendición de su padre, Isaac.

Oigámosla tal como la refiere el Espíritu Santo. Luego añadiré mi propia explicación (Gn 27,1-44).



1. HISTORIA BIBLICA DE REBECA Y JACOB



184
. Esaú había vendido a Jacob sus derechos de primogenitura (ver Gn 25,33). Rebeca, madre de ambos hermanos, que amaba tiernamente a Jacob, le aseguró –muchos años después– estos derechos mediante una estratagema santa y toda llena de misterio.

Isaac, sintiéndose muy viejo y deseando bendecir a sus hijos antes de morir, llamó a Esaú, a quien amaba, y le encargó salirse de caza a conseguir algo de comer para bendecirle luego. Rebeca comunicó al punto a Jacob lo que sucedía y le mandó traer dos cabritos del rebaño. Cuando los trajo y entregó a su madre, ella los preparó al gusto de Isaac –que bien conocía–, vistió a Jacob con los vestidos de Esaú, que ella guardaba, y le cubrió las manos y el cuello con la piel de los cabritos, a fin de que su padre, que estaba ciego, al oír la voz de Jacob, creyese –al menos por el vello de sus manos– que era Esaú. Sorprendido, en efecto, Isaac por el timbre de aquella voz, que parecía ser de Jacob, le mandó acercarse y, palpando el pelo de las pieles que le cubrían las manos, dijo que verdaderamente la voz era de Jacob, pero las manos eran las de Esaú. Después que comió y, al besar a Jacob, sintió la fragancia de sus vestidos, le bendijo y deseó el rocío del cielo y la fecundidad de la tierra, le hizo señor de todos sus hermanos, y finalizó su bendición con estas palabras: Maldito quien te maldiga y bendito quien te bendiga (Gn 27,29).

Apenas había Isaac concluido estas palabras, he aquí que entra Esaú, trayendo para comer de lo que había cazado, a fin de recibir luego la bendición de su padre. El santo patriarca se sorprendió, con increíble asombro, al darse cuenta de lo ocurrido. Pero, lejos de retractar lo que había hecho, lo confirmó. Porque veía claramente el dedo de Dios en este suceso.

Esaú entonces lanzó bramidos –anota la Sagrada Escritura–, acusando a gritos de engañador a su hermano, y preguntó a su padre si no tenía más que una bendición. (En todo esto –como advierten los Santos Padres– fue figura de aquellos que, hallando cómodo juntar a Dios con el mundo, quieren gozar, a la vez, de los consuelos del cielo y los deleites de la tierra.) Isaac, conmovido por los lamentos de Esaú, lo bendijo por fin, pero con una bendición de la tierra, sometiéndole a su hermano. Lo que le hizo concebir un odio tan irreconciliable contra Jacob, que no esperaba sino la muerte de su padre para matar al hermano. Y éste no hubiera podido escapar a la muerte si Rebeca, su querida madre, no lo hubiese salvado con su solicitud y con los buenos consejos que le dio y que él siguió.



2. EXPLICACION



a) Esaú, figura de los réprobos



185
. Antes de explicar esta bellísima historia es preciso advertir que, según los Santos Padres y los exégetas 1, Jacob es figura de Cristo y de los predestinados, mientras que Esaú lo es de los réprobos. Para pensar que es así, basta examinar las acciones y conducta de uno y otro.

1. Esaú, el primogénito, era fuerte y de constitución robusta, gran cazador, diestro y hábil en manejar el arco y traer caza abundante.

2. Casi nunca estaba en casa, y, confiando sólo en su fuerza y destreza, trabajaba siempre fuera de ella.

3. No se preocupaba mucho por agradar a su madre, Rebeca, y no hacía nada para ello.

4. Era tan glotón y esclavo de la gula, que vendió su derecho de primogenitura por un plato de lentejas.

5. Como otro Caín (Gn 4,8) 2, estaba lleno de envidia contra su hermano, Jacob, a quien perseguía de muerte.

186. Esta es precisamente la conducta que observan los réprobos: 1. Confían en su fuerza y habilidad para los negocios temporales. Son muy fuertes, hábiles e ingeniosos para las cosas terrestres, pero muy flojos e ignorantes para las del cielo 3.

187. 2. Por ello, no permanecen nunca, o casi nunca, en su propia casa, es decir, dentro de sí mismos (Mt 6,6) –que es la morada interior y fundamental que Dios ha dado a cada hombre, para residir allí, a ejemplo suyo, porque Dios vive siempre en sí mismo–. Los réprobos no aprecian el retiro ni las cosas espirituales ni la devoción interior. Califican de apocadas, mojigatas y hurañas a las personas que cultivan la vida interior, se retiran del mundo y trabajan más dentro que fuera.

188. 3. Los réprobos apenas si se interesan por la devoción a la Santísima Virgen, Madre de los predestinados. Es verdad que no la aborrecen formalmente, algunas veces le tributan alabanzas, dicen que la aman y hasta practican algunas devociones en su honor. Pero, por lo demás, no toleran que se la ame tiernamente, porque no tienen para con Ella las ternuras de Jacob. Censuran las prácticas de devoción, a las cuales los buenos hijos y servidores de María permanecen fieles para ganarse el afecto de Ella. No creen que esta devoción les sea necesaria para salvarse. Pretenden que, con tal de no odiar formalmente a la Santísima Virgen ni despreciar abiertamente su devoción, merecen la protección de la Virgen María, cuyos servidores son porque rezan y dicen entre dientes algunas oraciones en su honor, pero carecen de ternura para con Ella y evitan comprometerse en una conversión personal.

189. 4. Los réprobos venden su derecho de primogenitura, es decir, los goces del cielo, por un plato de lentejas, es decir, por los placeres de la tierra. Ríen, beben, comen, se divierten, juegan, bailan, etc., sin preocuparse –como Esaú– por hacerse dignos de la bendición del Padre celestial. En pocas palabras: sólo piensan en la tierra, sólo aman las cosas de la tierra, sólo hablan y tratan de las cosas de la tierra y de sus placeres, vendiendo por un momento de placer, por un humo vano de honra y un pedazo de tierra dura, amarilla o blanca 4, la gracia bautismal, su vestido de inocencia, su herencia celestial.

190. 5. Por último, los réprobos odian y persiguen sin tregua a los predestinados, abierta o solapadamente. No pueden soportarlos: los desprecian, los critican, los contradicen, los injurian, los roban, los engañan, los empobrecen, los marginan, los rebajan hasta el polvo, mientras que ellos ensanchan su fortuna, se entregan a los placeres, viven regaladamente, se enriquecen y viven a sus anchas.



b) Jacob, figura de los predestinados



191. 1. Jacob, el hijo menor, era de constitución débil; era suave y tranquilo. Permanecía generalmente en casa, para granjearse los favores de Rebeca, su madre, a quien amaba tiernamente. Si alguna vez salía de casa, no lo hacía por capricho ni confiado en su habilidad, sino por obedecer a su madre.

192. 2. Amaba y honraba a su madre. Por eso permanecía en casa con ella. Nunca se alegraba tanto como cuando la veía. Evitaba cuanto pudiera desagradarle y hacía cuanto creía que le complacería. Todo lo cual aumentaba en Rebeca el amor que ella le profesaba.

193. 3. Estaba sometido en todo a su querida madre; la obedecía enteramente en todo, prontamente y sin tardar, amorosamente y sin quejarse. A la menor señal de su voluntad, el humilde Jacob corría a realizarla. Creía cuanto Rebeca le decía, sin discutir; por ejemplo, cuando le mandó que saliera a buscar dos cabritos y se los trajera para aderezar la comida a su padre, Isaac, Jacob no replicó que para preparar una sola comida para una persona bastaba con un cabrito, sino que sin replicar hizo cuanto ella le ordenó.

194. 4. Tenía gran confianza en su querida madre, y como no confiaba en su propio valer, se apoyaba solamente en la solicitud y cuidados de su madre. Imploraba su ayuda en todas las necesidades y la consultaba en todas las dudas, por ejemplo, cuando le preguntó, si, en vez de la bendición, recibiría, más bien, la maldición de su padre, creyó en ella, y a ella se confió tan pronto Rebeca le contestó que ella tomaría sobre sí esa maldición.

195. 5. Finalmente, imitaba –según sus capacidades– las virtudes de su madre. Y parece que una de las razones de que permaneciera sedentario en casa era el imitar a su querida y muy virtuosa madre, y el alejarse de las malas compañías, que corrompen las costumbres. En esta forma, se hizo digno de recibir la doble bendición de su querido padre.



c) Comportamiento de los predestinados y de los réprobos



196. Este es el comportamiento habitual de los predestinados:

1. Permanecen asiduamente en casa con su madre, es decir, aman el retiro, gustan de la vida interior, se aplican a la oración, a ejemplo y en compañía de su Madre, la Santísima Virgen, cuya gloria está en el interior 5. Ciertamente, de vez en cuando aparecen en público, pero por obediencia a la voluntad de Dios y a la de su querida Madre y a fin de cumplir con los deberes de su estado. Y, aunque en el exterior realicen aparentemente cosas grandes, estiman mucho más las que adelantan en el interior de sí mismos en compañía de la Santísima Virgen. En efecto, allí van realizando la obra importantísima de su perfección, en comparación de la cual las demás obras no son sino juego de niños.

Por eso, mientras algunas veces sus hermanos y hermanas trabajan fuera con gran empeño, habilidad y éxito, cosechando la alabanza y aprobación del mundo, ellos conocen –por la luz del Espíritu Santo– que se disfruta de mayor gloria, provecho y alegría en vivir escondidos en el retiro con Jesucristo, su modelo –en total y perfecta sumisión a su Madre– que en realizar por sí solos maravillas de naturaleza y gracia en el mundo, a semejanza de tantos Esaús y réprobos que hay en él. En su casa habrá riquezas y abundancia (Sl 112 [111],3). Sí, en la casa de María se encuentra abundancia de gloria para Dios y de riquezas para los hombres.

Señor Jesús, ¡qué delicia es tu morada! (Sl 84 [83],1-8). El pajarillo encontró casa para albergarse, y la tórtola nido para colocar sus polluelos. ¡Oh! ¡Cuán dichoso el hombre que habita en la casa de María! ¡Tú fuiste el primero en habitar en Ella! En esta morada de predestinados, el cristiano recibe ayuda de ti solo y dispone en su corazón las subidas y escalones de todas las virtudes para elevarse a la perfección en este valle de lágrimas.

197. 2. Los predestinados aman con filial afecto y honran efectivamente a la Santísima Virgen como a su cariñosa Madre y Señora. La aman no sólo de palabra, sino de hecho. La honran no sólo exteriormente, sino en el fondo del corazón. Evitan, como Jacob, cuanto pueda desagradarle y practican con fervor todo lo que creen puede granjearles su benevolencia.

Le llevan y entregan no ya dos cabritos, como Jacob a Rebeca, sino lo que representaban los dos cabritos de Jacob, es decir, su cuerpo y su alma, con todo cuanto de ellos depende, para que Ella: 1) los reciba como cosa suya; 2) los mate y haga morir al pecado y a sí mismos, desollándolos y despojándolos de su propia piel y egoísmo, para agradar por este medio a su Hijo Jesús, que no acepta por amigos y discípulos sino a los que están muertos a sí mismos; 3) los aderece al gusto del Padre celestial y a su mayor gloria, que Ella conoce mejor que nadie; 4) con sus cuidados e intercesión disponga este cuerpo y esta alma, bien purificados de toda mancha, bien muertos, desollados y aderezados, como manjar delicado, digno de la boca y bendición del Padre celestial.

¿No es esto, acaso, lo que harán los predestinados, que aceptarán y vivirán la perfecta consagración a Jesucristo por manos de María, que aquí les enseñamos, para que testifiquen a Jesús y a María un amor intrépido y efectivo?

Los réprobos protestan muchas veces que aman a Jesús, que aman y honran a María, pero no lo demuestran con la entrega de sí mismos (Pr 3,9), ni llegan a inmolarles el cuerpo y el alma con sus pasiones, como los predestinados.

198. 3. Estos viven sumisos y obedientes a la Santísima Virgen como a su cariñosa Madre, a ejemplo de Jesucristo, quien de treinta y tres años que vivió sobre la tierra, empleó treinta en glorificar a Dios, su Padre, mediante una perfecta y total sumisión a su santísima Madre. La obedecen, siguiendo exactamente sus consejos, como el humilde Jacob los de Rebeca cuando le dijo: Escucha lo que te digo (Gn 27,8), o como la Santísima Virgen: Hagan lo que El les diga (Jn 2,5).

Jacob, por haber obedecido a su madre, recibió –como de milagro– la bendición, aunque, naturalmente, no podía recibirla. Los servidores de las bodas de Caná, por haber seguido el consejo de la Santísima Virgen, fueron honrados con el primer milagro de Jesucristo, que convirtió el agua en vino a petición de su santísima Madre. Asimismo, todos los que hasta el fin de los siglos reciban la bendición del Padre celestial y sean honrados con las maravillas de Dios, sólo recibirán estas gracias como consecuencia de su perfecta obediencia a María. Los Esaús, al contrario, pierden su bendición por falta de sumisión a la Santísima Virgen.

199. 4. Los predestinados tienen gran confianza en la bondad y poder de María, su bondadosa Madre. Reclaman sin cesar su socorro. La miran como su estrella polar, para llegar a buen puerto. Le manifiestan sus penas y necesidades con toda la sinceridad del corazón.

Se acogen a los pechos de su misericordia y dulzura para obtener por su intercesión el perdón de sus pecados o saborear, en medio de las penas y sequedades, sus dulzuras maternales. Se arrojan, esconden y pierden de manera maravillosa en su seno amoroso y virginal, para ser allí inflamados en amor puro, ser allí purificados de las menores manchas y encontrar allí plenamente a Jesucristo, que reside en María como en su trono más glorioso.

¡Oh! ¡Qué felicidad! "No creas –dice el abad Guerrico– que es mayor felicidad habitar en el seno de Abrahán que en el de María, dado que el Señor puso en éste su trono".

Los réprobos, por el contrario, ponen toda su confianza en sí mismos. Al igual que el hijo pródigo, se alimentan solamente de lo que comen los cerdos, se nutren solamente de tierra, a semejanza de los sapos, y, a la par que los mundanos, sólo aman las cosas visibles y exteriores. No pueden gustar del seno de María ni experimentar el apoyo y la confianza que sienten los predestinados en la Santísima Virgen, su bondadosa Madre. Quieren hambrear miserablemente por las cosas de fuera –dice San Gregorio 6–, porque no quieren saborear la dulzura preparada dentro de sí mismos y en el interior de Jesús y de María.

200. 5. Finalmente, los predestinados siguen el ejemplo de la Santísima Virgen, su tierna Madre. Es decir, la imitan, y por esto son verdaderamente dichosos y devotos y llevan la señal infalible de su predestinación, como se lo anuncia su cariñosa Madre: Dichosos los que siguen mis caminos (Pr 8,32), es decir, quienes con el auxilio de la gracia divina practican mis virtudes y caminan sobre las huellas de mi vida. Sí, dichosos durante su vida terrena, por la abundancia de gracias y dulzuras que les comunico de mi plenitud, y más abundantemente que a aquellos que no me imitan tan de cerca. Dichosos en su muerte, que es dulce y tranquila, y a la que ordinariamente asisto para conducirlos personalmente a los goces de la eternidad. Dichosos, finalmente, en la eternidad, porque jamás se ha perdido ninguno de mis fieles servidores que haya imitado mis virtudes durante su vida.

Los réprobos, por el contrario, son desgraciados durante su vida, en la muerte y por la eternidad, porque no imitan las virtudes de la Santísima Virgen, y se contentan con ingresar, a veces, en sus cofradías, rezar en su honor algunas oraciones o practicar otra devoción exterior.

¡Oh Virgen Santísima! ¡Bondadosa Madre mía! ¡Cuán felices son –lo repito en el arrebato de mi corazón–, cuán felices son quienes, sin dejarse seducir por una falsa devoción, siguen fielmente tus caminos, observando tus consejos y mandatos! Pero ¡desgraciados y malditos los que, abusando de tu devoción, no guardan los mandamientos de tu Hijo! Malditos los que se apartan de tus mandatos (Sl 119 [118],21).



d) Solicitud de María para con sus fieles servidores



201
. Veamos ahora los amables cuidados que la Santísima Virgen, como la mejor de todas las madres, prodiga a los fieles servidores que se han consagrado a Ella de la manera que acabo de indicar y conforme al ejemplo de Jacob.
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MensajePublicado: Dom Ene 04, 2009 3:53 pm    Asunto:
Tema: Tratado de San Luis María Grignion de Montfort
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1. María los ama



Yo amo a los que me aman (Pr 8,17). 1) Los ama, porque es su Madre verdadera, y una madre ama siempre a su hijo, fruto de sus entrañas. 2) Los ama, en respuesta al amor efectivo que ellos le profesan como a su cariñosa Madre. 3) Los ama, porque –como predestinados que son– también los ama Dios: Quise a Jacob más que a Esaú (Rm 9,13). 4) Los ama, porque se han consagrado totalmente a Ella, y son, por tanto, su posesión y herencia: Sea Israel tu heredad (Eclo 24,13).

202. Ella los ama con ternura, con mayor ternura que todas las madres juntas. Reúnan, si pueden, todo el amor natural que todas las madres del mundo tienen a sus hijos, en el corazón de una sola madre hacia su hijo único: ciertamente, esta madre amaría mucho a ese hijo. María, sin embargo, ama en verdad más tiernamente a sus hijos de cuanto esta madre amaría al suyo. Los ama no sólo con afecto, sino con eficacia. Con amor afectivo y efectivo, como el de Rebeca para con Jacob y aún mucho más.

Veamos lo que esta bondadosa Madre –de quien Rebeca no fue más que una figura– hace a fin de obtener para sus hijos la bendición del Padre celestial:

203. 1. Espía, como Rebeca, las oportunidades para hacerles el bien, para engrandecerlos y enriquecerlos. Dado que ve claramente en la luz de Dios todos los bienes y males, la fortuna próspera o adversa, las bendiciones y maldiciones divinas, dispone de lejos las cosas para liberar a sus servidores de toda clase de males y colmarlos de toda suerte de bienes; de modo que, si se tiene que realizar ante Dios alguna empresa por la fidelidad de una creatura a un cargo importante, es seguro que María procurará que esta empresa se encomiende a alguno de sus queridos hijos y servidores y le dará la gracia necesaria para llevarla a feliz término. "Ella gestiona nuestros asuntos", dice un santo 7..

204. 2. Les da buenos consejos, como Rebeca a Jacob: Hijo mío, escucha lo que te digo (Gn 27,8, Vulgata). Sigue mis consejos. Y, entre otras cosas, les inspira que le lleven dos cabritos, es decir, su cuerpo y su alma, y se lo consagren, para aderezar con ellos un manjar agradable a Dios. Les aconseja también que cumplan cuanto Jesucristo, su Hijo, enseñó con sus palabras y ejemplos. Y, si no les da por sí misma estos consejos, se vale para ello del ministerio de los ángeles, los cuales jamás se sienten tan honrados ni experimentan mayor placer que cuando obedecen alguna de sus órdenes de bajar a la tierra a socorrer a alguno de sus servidores.

205. 3. Y ¿qué hace esta tierna Madre cuando le entregas y consagras cuerpo y alma y cuanto de ellos depende sin excepción alguna? Lo que hizo Rebeca en otro tiempo con los cabritos que le llevó Jacob: 1) los mata y hace morir a la vida del viejo Adán; 2) los desuella y despoja de su piel natural, de sus inclinaciones torcidas, del egoísmo y voluntad propia y del apego a las creaturas; 3) los purifica de toda suciedad y mancha de pecado; 4) los adereza al gusto de Dios y a su mayor gloria. Y como sólo Ella conoce perfectamente en cada caso el gusto divino y la mayor gloria del Altísimo, sólo Ella puede, sin equivocarse, condimentar y aderezar nuestro cuerpo y alma a este gusto infinitamente exquisito y a esta gloria divinamente oculta.

206. 4. Luego que esta bondadosa Madre recibe la ofrenda perfecta que le hemos hecho de nosotros mismos y de nuestros propios méritos y satisfacciones –por la devoción de que hemos hablado–, nos despoja de nuestros antiguos vestidos, nos engalana y hace dignos de comparecer ante el Padre del cielo:

1) nos reviste con los vestidos limpios, nuevos, preciosos y perfumados de Esaú, el primogénito, es decir, de Jesucristo, su Hijo, los cuales guarda Ella en casa, o sea, tiene en su poder, ya que es la tesorera y dispensadora universal y eterna de las virtudes y méritos de su Hijo Jesucristo. Virtudes y méritos que Ella concede y comunica a quien quiere, cuando quiere, como quiere y cuanto quiere, como ya hemos dicho 8;

2) cubre el cuello y las manos de sus servidores con las pieles de los cabritos muertos y desollados, es decir, los engalana con los méritos y el valor de sus propias acciones. Mata y mortifica, en efecto, todo lo imperfecto e impuro que hay en sus personas, pero no pierde ni disipa todo el bien que la gracia ha realizado en ellos, sino que lo guarda y aumenta, para hacer con ellos el ornato y fuerza de su cuello y de sus manos, es decir, para fortalecerlos a fin de que puedan llevar sobre su cuello el yugo del Señor y realizar grandes cosas para la gloria de Dios y la salvación de sus pobres hermanos;

3) comunica perfume y gracia nuevos a sus vestidos y adornos revistiéndolos con sus propias vestiduras, esto es, con sus méritos y virtudes, que al morir les legó en su testamento –como dice una santa religiosa del último siglo muerta en olor de santidad, y que lo supo por revelación–. De modo que todos los de su casa –sus servidores y esclavos– llevan doble vestidura: la de su Hijo y la de Ella (ver Pr 31,21). Por ello, no tienen que temer el frío de Jesucristo, blanco como la nieve. Mientras que los réprobos, enteramente desnudos y despojados de los méritos de Jesucristo y de su Madre santísima, no podrán soportarlo.

207. 5. Ella, finalmente, les obtiene la bendición del Padre celestial, por más que, no siendo ellos sino hijos menores y adoptivos, no deberían, naturalmente, tenerla. Con estos vestidos nuevos, de alto precio y agradabilísimo olor, y con cuerpo y alma bien preparados, se acercan confiados al lecho del Padre celestial. Que oye y distingue su voz, que es la del pecador; toca sus manos, cubiertas de pieles; percibe el perfume de sus vestidos; come con regocijo de lo que María, Madre de ellos, le ha preparado, y reconociendo en ellos los méritos y el buen olor de Jesucristo y de su santísima Madre:

a. les da su doble bendición: bendición del rocío del cielo (Gn 27,28), es decir, de la gracia divina, que es semilla de gloria: Nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales (Ef 1,3); y bendición de la fertilidad de la tierra (Gn 27,28), es decir, que este buen Padre les da el pan de cada día y suficiente cantidad de bienes de este mundo;

b. les constituye señores de sus otros hermanos, los réprobos. Lo cual no quiere decir que esta primacía sea siempre evidente en este mundo –que pasa en un instante (ver 1Cor 7,29-31) y al que frecuentemente dominan los réprobos: Discursean profiriendo insolencias, se jactan los malhechores (Sl 94 [93],3-4). Vi a un malvado que se jactaba, que prosperaba como cedro frondoso (Sl 36 [35],35)–, pero que es real, y aparecerá cuando los justos –como dice el Espíritu Santo– gobernarán naciones, someterán pueblos (Sab 3,8);

c. el Señor, no contento con bendecirlos en sus personas y bienes, bendice también a cuantos los bendigan y maldice a cuantos los maldigan y persigan.



2. María los alimenta



208
. El segundo deber de caridad que la Santísima Virgen ejerce con sus fieles servidores es el de proporcionarles todo lo necesario para el cuerpo y el alma. Les da vestiduras dobles, como acabamos de decir. Les da a comer los platos más exquisitos de la mesa de Dios. Les alimenta con el Pan de la vida que Ella misma ha formado: "Queridos hijos míos –les dice por boca de la Sabiduría– sáciense de mis frutos, es decir, de Jesús, fruto de vida, que para ustedes he traído al mundo (Eclo 24,26). Vengan –les dice en otra parte– a comer de mi pan, que es Jesús, y a beber el vino (Pr 9,5) de su amor, que he mezclado para ustedes con la ------ de mis pechos. Coman, beban y embriáguense, amigos míos (Ct 5,1).

Siendo Ella la tesorera y dispensadora de los dones y gracias del Altísimo, da gran porción y la mejor de todas, para alimentar y sustentar a sus hijos y servidores. Nutridos éstos con el Pan de vida, embriagados con el vino que engendra vírgenes (ver Zc 9,17), llevados en brazos (ver Is 66,12), encuentran tan suave el yugo de Jesucristo, que apenas sienten su peso a causa del aceite de la devoción en el cual María les sazona (ver Is 10,27, Vulgata).



3. María los conduce



209
. El tercer bien que la Santísima Virgen hace a sus fieles servidores es el conducirlos y guiarlos según la voluntad de su Hijo. Rebeca guiaba a su hijo Jacob, y de cuando en cuando le daba buenos consejos, ya para atraer sobre él la bendición de su padre, ya para ayudarle a evitar el odio y la persecución de su hermano Esaú. María, estrella del mar, conduce a todos sus fieles servidores al puerto de salvación. Les enseña los caminos de la vida eterna. Les hace evitar los pasos peligrosos. Los lleva de la mano por los senderos de la justicia. Los sostiene cuando están a punto de caer. Los levanta cuando han caído. Los reprende, como Madre cariñosa, cuando yerran, y aun a veces los castiga amorosamente. ¿Podrá extraviarse en el camino de la eternidad un hijo obediente a María, quien por sí misma le alimenta y es su guía esclarecida? "Siguiéndola –dice San Bernardo– no te extravías" 9. ¡No temas, pues! ¡Ningún verdadero hijo de María será engañado por el espíritu maligno! ¡Ni caerá en herejía formal! 10. Donde María es la conductora, no entran ni el espíritu maligno con sus ilusiones, ni los herejes con sus sofismas: "¡Si Ella te sostiene, no caerás!" 11.



4. María los defiende y protege



210
. El cuarto servicio que la Santísima Virgen ofrece a sus hijos y fieles servidores es defenderlos y protegerlos contra sus enemigos. Rebeca, con sus cuidados y vigilancia, libró a Jacob de todos los peligros en que se encontró, y especialmente de la muerte que su hermano Esaú le hubiera dado a causa del odio y envidia que le tenía –como en otros tiempos Caín a su hermano Abel–. Así obra también María, Madre cariñosa de los predestinados: los esconde bajo las alas de su protección, como una gallina a sus polluelos; dialoga con ellos, desciende hasta ellos, condesciende con todas sus debilidades, para defenderlos del gavilán y del buitre; los rodea y acompaña como ejército en orden de batalla (ver Ct 6,3.9, Vulgata) 12. ¿Temerá, acaso, a sus enemigos quien está defendido por un ejército bien ordenado de cien mil hombres? Pues bien, ¡un fiel servidor de María, rodeado por su protección y poder imperial, tiene aún menos por qué temer! Esta bondadosa Madre y poderosa Princesa celestial enviará legiones de millones de ángeles para socorrer a uno de sus hijos antes que pueda decirse que un fiel servidor de María –que puso en Ella su confianza– haya sucumbido a la malicia, número y fuerza de sus enemigos.



5. María intercede por ellos



211
. Por último, el quinto y mayor servicio que la amable María ejerce en favor de sus fieles devotos es el interceder por ellos ante su Hijo y aplacarle con sus ruegos. Ella los une y conserva unidos a El con vínculo estrechísimo 13.

Rebeca hizo que Jacob se acercara al lecho de su padre. El buen anciano lo tocó, lo abrazó y hasta lo besó con alegría, contento y satisfecho como estaba de los manjares bien preparados que le había llevado. Gozoso de percibir los exquisitos perfumes de sus vestidos, exclamó: ¡Aroma que bendice el Señor es el aroma de mi hijo! (Gn 27,27). Este campo fértil cuyo aroma encantó el corazón del Padre es el aroma de las virtudes y méritos de María. Ella es, en efecto, campo lleno de gracias donde Dios Padre sembró, como grano de trigo para sus escogidos, a su propio Hijo.

¡Oh! ¡Cuán bien recibido es por Jesucristo, Padre sempiterno (ver Is 9,6), el hijo perfumado con el olor gratísimo de María! ¡Y qué pronto y perfectamente queda unido a El, como ya hemos demostrado! 14.

212. María además, después de haber colmado de favores a sus hijos y fieles servidores y de haberles alcanzado la bendición del Padre celestial y la unión con Jesucristo, los conserva en Jesucristo, y a Jesucristo en ellos. Los protege y vigila siempre, no sea que pierdan la gracia de Dios y caigan de nuevo en los lazos del enemigo. Ella conserva a los santos en su plenitud y les ayuda a perseverar en ella, según hemos visto 15.

Esta es la explicación de la insigne y antigua figura de la predestinación y la reprobación, tan desconocida y tan llena de misterios.





NOTAS:



1 Por ejemplo, san Ambrosio, san Bernardo, san Antonino, Ricardo de San Víctor...

2 Ver VD 54.210.

3 San Gregorio Magno.

4 Ver SA 27; "tierra amarilla o blanca" es oro y plata.

5 Ver VD 11.

6 Ver VD 48.

7 Ramón Jordán.

8 San Bernardino de Siena; ver VD 25.141; SM 10.

9 Ver VD 134.

10 Ver VD 167.

11 Ver VD 174.

12 Ver VD 50.

13 Ver LG 62.

14 Ver VD 152-168.

15 Ver VD 152-168.
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