Foros de discusión de Catholic.net :: Ver tema - Del Valor de las Obras
Foros de discusión
El lugar de encuentro de los católicos en la red
Ir a Catholic.net


Importante: Estos foros fueron cerrados en julio de 2009, y se conservan únicamente como banco de datos de todas las participaciones, si usted quiere participar en los nuevos foros solo de click aquí.


Del Valor de las Obras
Ir a página 1, 2, 3 ... 24, 25, 26  Siguiente
 
Publicar nuevo tema   Este tema está cerrado y no puede editar mensajes o responder    Foros de discusión -> Temas Controvertidos de la fe y la moral
Ver tema anterior :: Ver tema siguiente  
Autor Mensaje
Gabaon
Constante


Registrado: 03 Oct 2005
Mensajes: 796

MensajePublicado: Mar Nov 22, 2005 3:26 pm    Asunto: Del Valor de las Obras
Tema: Del Valor de las Obras
Responder citando

Bendiciones en Cristo.

Nota al forista:
Este epígrafe está abierto aquí y no en la sección de "Apologética" porque no se trata de confrontar Protestantismo contra Catolicismo. Está abierto para católicos que quieren tratar sobre lo que su Iglesia dice y no para defender a Los Reformadores y su doctrina. Pero tampoco está abierto para acusarlos, y por eso está aquí y no en "Apologética". Aquí, el único interés es que reluzca, aun en contraste con La Reforma, lo que La Iglesia enseña sobre las buenas obras. Por lo que encarecedimente le suplico que nos mantegamos con ese norte: Lo que La Iglesia enseña.

En el siglo XVI todos los cristianos sabían que La Iglesia Católica sostenía que necesitamos de La Gracia; el problema no era ese, el problema eran dudas como estas de Lutero levantadas como crítica-pregunta a La Iglesia:
Cita:
Es preciso condenar la perniciosa e impía opinión de los papistas, que atribuyen a las obras el mérito de la gracia y del perdón de los pecados. Pues dicen que la obra buena, antes de recibir la gracia, puede impetrar, de congruo, la gracia, y que tras haber obtenido la gracia, la obra que la sigue merece de condigno, la vida eterna... Si yo, en pecado mortal, puedo realizar cualquier obra que no sólo es agradable a Dios según su sustancia, sino que también puedo merecer, de congruo, la gracia; y si, cuando poseo la gracia, puedo practicar obras conformes con la gracia, es decir, a la caridad, y adquirir el derecho a la vida eterna, ¿qué necesidad tengo ya de la gracia de Dios, de la remisión de los pecados, de la promesa, de la muerte y de la victoria de Cristo? Cristo se hace para mí absolutamente inútil, pues tengo el libre albedrío y las fuerzas para realizar buenas obras, por las que merezco de congruo la gracia y después, de condigno, la vida eterna.


Comento dos términos que quizá a alguno le pueden ser desconocidos. Merecer "de congruo" se dice cuando la relación entre la obra que uno hace y la recompensa es indirecta, cuando no hay violación a la justicia si no se diera la recompensa. Merecer "de condigno" se dice cuando la recompensa es debida y proporcional al trabajo que se ha hecho, no entregar esta recompensa es violación a la justicia, el recompensante en realidad es deudor del que ha obrado.

Esta queja de Lutero tiene que ser tomada en serio. Olvidémonos de las controversias, como le he suplicado, y atienda esta queja con caridad ¿Qué le diría usted a Lutero en esta queja suya? Antes de tratar de brindarle una respuesta medite si lo que Lutero dice que decimos es realmente afirmación católica. Pese si fuera verdad o mentira su acusación si tiene sentido la razón de indignación que mueve su crítica.

Otro testigo no-católico, Melancthon, se quejaba así:

Cita:
Cristo no deja de ser mediador al ser justificador de nosotros. Por eso se equivocan quienes imaginan que Él nos ha merecido únicamente la primera gracia y que, luego agradamos a Dios con la observancia de la ley y merecemos así la vida eterna... Seguramente los hipócritas juzgan siempre que merecen de condigno... pues los hombres, por tendencia natural, confían en la propia justicia. Pero las conciencias delicadas se encuentran en la incertidumbre y en la duda y continuamente buscan y acumulan otras obras a fin de encontrar la paz. Tales hombres no tienen jamás conciencia de merecer de condigno y caen en la desesperación, si no sienten, además de la doctrina de la ley, el evangelio y la gracia y de la justicia por la fe.


¿Qué le responde usted a Melancthon? Tome en cuenta el consejo anterior.

¿Sabe qué o cómo le respondió La Iglesia? Está ahí, en el Concilio de Trento, evitando intencionalmente esta terminología de "de congruo" y "de condigno".

Nuestro tópico es ¿qué valor tienen las obras del justo? ¿qué valor tienen las del pecador?

Que el Señor nos guíe y que prime la caridad.

En el Amor de Jesús.
Gabaon.
_________________
"Con toda mi alma te anhelo en la noche, y con todo mi espíritu por la mañana te busco." (Isaías 26, 9)
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado Enviar email
Beatriz
Veterano


Registrado: 01 Oct 2005
Mensajes: 6434

MensajePublicado: Mar Nov 22, 2005 4:35 pm    Asunto:
Tema: Del Valor de las Obras
Responder citando

Hola Gabaon, Dios te bendiga

Yo también espero que en este tema prime la caridad.

Te contesto rápidamente porque tengo que salir.

¿qué le contestaria a Lutero?

Cita:
cuando poseo la gracia, puedo practicar obras conformes con la gracia, es decir, a la caridad, y adquirir el derecho a la vida eterna, ¿qué necesidad tengo ya de la gracia de Dios, de la remisión de los pecados, de la promesa, de la muerte y de la victoria de Cristo? Cristo se hace para mí absolutamente inútil, pues tengo el libre albedrío y las fuerzas para realizar buenas obras, por las que merezco de congruo la gracia y después, de condigno, la vida eterna


Pues que se contradice.

Primero dice: "cuando poseo la gracia, puedo practicar obras conformes con la gracia"

Ok. Está muy bien. Toda buena acción es movida por la gracia.

"es decir, a la caridad, y adquirir el derecho a la vida eterna"

Bueno, aqui utiliza no se si malintencionadamente la palabra "derecho". Esto si no está bien y es una manipulación de las palabras. Si la obra se realizó movida por la gracia ("cuando poseo la gracia, puedo practicar obras conformes a la gracia") esta obra es grata a los ojos de Dios, luego, si alcanzo la vida eterna es por la gracia que la impulsó, gracia que no rechazé, y la obra que realizé movida por la gracia, pero la vida eterna no es un "derecho" sino un regalo.

Aqui viene la contradicción:

"¿qué necesidad tengo ya de la gracia de Dios, de la remisión de los pecados, de la promesa, de la muerte y de la victoria de Cristo? Cristo se hace para mí absolutamente inútil, pues tengo el libre albedrío y las fuerzas para realizar buenas obras"

¿Cómo? No decia inicialmente "cuando poseo la gracia, puedo practicar obras conformes a la gracia" por qué ahora dice "¿qué necesidad tengo de la gracia de Dios?" si Ud. está afirmando inicialmente que mis obras son movidas por la gracia. ¿?

Otra vez se contradice:

"Cristo se hace para mi absolutamente inútil, pues tengo el libre albedrio y las fuerzas para realizar buenas obras"

¿Cómo Sr. Lutero? No decia Ud. inicialmente que "cuando poseo la gracia, puedo practicar obras conformes con la gracia" y ahora nos sale con que mis obras son realizadas con mi libre albedrio y mis fuerzas excluyendo la gracia de esta obra. Que frase tan contradictoria.

A Melanchton le responderia no yo sino Cristo:
Cita:

Cristo no deja de ser mediador al ser justificador de nosotros. Por eso se equivocan quienes imaginan que Él nos ha merecido únicamente la primera gracia y que, luego agradamos a Dios con la observancia de la ley y merecemos así la vida eterna...



«Si quieres entrar en la vida eterna guarda los mandamientos» (Mt. 19, 17).

¿Leeria Melanchton este versículo?

Esto no es merecer de condigno, esto es CONFIAR (FE) en la Palabra de Dios y quien confia en Dios no se verá defraudado.

Mas tarde continuo.

Bendiciones
_________________
"Quien no ama, no conoce"
San Agustín
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado Visitar sitio web del autor
catholicus
Asiduo


Registrado: 01 Nov 2005
Mensajes: 181

MensajePublicado: Mar Nov 22, 2005 5:33 pm    Asunto:
Tema: Del Valor de las Obras
Responder citando

La Iglesia ya contestó en Trento:

Si alguno dijere que la justicia recibida no se conserva y también que no se aumenta delante de Dios por medio de las buenas obras, sino que las obras mismas son solamente fruto y señales de la justificación alcanzada, no causa también de aumentarla, sea anatema


Si alguno dijere que las buenas obras del hombre justificado de tal manera son dones de Dios, que no son también buenos merecimientos del mismo justificado, o que éste, por las buenas obras que se hacen en Dios y el mérito de Jesucristo, de quien es miembro vivo, no merece verdaderamente el aumento de la gracia, la vida eterna y la consecución de la misma vida eterna, a condición, sin embargo, de que muriere en gracia, y también el aumento de la gloria, sea anatema
_________________
Christianus mihi nomen est; catholicus vero cognomen
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado
Gabaon
Constante


Registrado: 03 Oct 2005
Mensajes: 796

MensajePublicado: Mie Nov 23, 2005 3:13 pm    Asunto:
Tema: Del Valor de las Obras
Responder citando

Dios te bendiga catholicus.

¿Podría usted hacer un esfuerzo y explicarnos esos cánones?

Un teólogo católico dijo:

Cita:
Como una obra mala es por su naturaleza merecedora de la muerte eterna, así una obra buena es por su naturaleza merecedora de la vida eterna.

Tanto para los ángeles buenos como para el hombre, si hubiera perseverado en aquel estado hasta el fin de su vida, la felicidad hubiera sido retribución, no gracia.

El que después de habernos portado en esta vida mortal piadosa y justamente hasta el fin de la vida consigamos la vida eterna, eso debe atribuirse no propiamente a la gracia de Dios, sino a la ordenación natural, establecida por justo juicio de Dios inmediatamente al principio de la creación; y en esta retribución de los buenos, no se mira al mérito de Cristo, sino sólo a la primera institución del género humano, en la cual, por ley natural se constituyó, por justo juicio de Dios, se dé la vida eterna a la obediencia de los mandamientos.

¿Me puede explicar por qué La Iglesia le condenó por esto si aparentemente está diciendo lo mismo que Lutero y Melancthon decían que decimos?

Ahorrémonos las discusiones superfluas y las acusaciones infundamentadas, vuelva y fíjese que subrayé y puse en cursiva "aparentemente".

En el Amor de Jesús.
Gabaon.
_________________
"Con toda mi alma te anhelo en la noche, y con todo mi espíritu por la mañana te busco." (Isaías 26, 9)
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado Enviar email
catholicus
Asiduo


Registrado: 01 Nov 2005
Mensajes: 181

MensajePublicado: Mie Nov 23, 2005 7:54 pm    Asunto:
Tema: Del Valor de las Obras
Responder citando

Cita:
Gabaón
¿Podría usted hacer un esfuerzo y explicarnos esos cánones?



A mí me parecen muy claros. ¿Qué es lo que quiere que explique?


El texto que ofrece usted es claramente pelagiano. Los cánones de Trento no
La gracia siempre precede el mérito e incluso el mérito deriva de la gracia pues Dios no tiene porqué premiar nada. Lo hace por gracia

Es una lástima que ni Melanchton ni Lutero entendieran algo tan simple
_________________
Christianus mihi nomen est; catholicus vero cognomen
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado
catholicus
Asiduo


Registrado: 01 Nov 2005
Mensajes: 181

MensajePublicado: Mie Nov 23, 2005 7:57 pm    Asunto:
Tema: Del Valor de las Obras
Responder citando

Lo diré de otra forma. Es una lástima que Trento no hubiera tenido lugar antes de Lutero. Nos habríamos librado probablemente del desastre. Lo que ocurre es que la exposición de la sana doctrina siempre ha acostumbrado a producirse después de un ataque a la misma. Eso ha sido así desde los primeros siglos
_________________
Christianus mihi nomen est; catholicus vero cognomen
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado
Beatriz
Veterano


Registrado: 01 Oct 2005
Mensajes: 6434

MensajePublicado: Mie Nov 23, 2005 9:12 pm    Asunto:
Tema: Del Valor de las Obras
Responder citando

Cita:
Un teólogo católico dijo:

Cita:
Como una obra mala es por su naturaleza merecedora de la muerte eterna, así una obra buena es por su naturaleza merecedora de la vida eterna.

Tanto para los ángeles buenos como para el hombre, si hubiera perseverado en aquel estado hasta el fin de su vida, la felicidad hubiera sido retribución, no gracia.

El que después de habernos portado en esta vida mortal piadosa y justamente hasta el fin de la vida consigamos la vida eterna, eso debe atribuirse no propiamente a la gracia de Dios, sino a la ordenación natural, establecida por justo juicio de Dios inmediatamente al principio de la creación; y en esta retribución de los buenos, no se mira al mérito de Cristo, sino sólo a la primera institución del género humano, en la cual, por ley natural se constituyó, por justo juicio de Dios, se dé la vida eterna a la obediencia de los mandamientos.


¿Qué teólogo católico? ¿Cómo se llama?
_________________
"Quien no ama, no conoce"
San Agustín
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado Visitar sitio web del autor
*Primavera
Veterano


Registrado: 02 Oct 2005
Mensajes: 2918
Ubicación: España

MensajePublicado: Mie Nov 23, 2005 9:54 pm    Asunto:
Tema: Del Valor de las Obras
Responder citando

Hola a tod@s:

Mi opinión de la gracia es... a ver... Yo diria que es como un trabajo en equipo.

Dios conmigo, o yo con Dios.

Ante todo, necesitamos del bautismo, esto es primordial y básico. Con el bautismo ya empezamos a "trabajar" en equipo. Y normalmente, nos bautizan de bebés, y es por la fe de nuestros padres que nos unimos a Dios. Luego nos viene hacer la primera comunión, es decir; el trabajo en equipo con Jesús, con Jesús de carne y alma, pero antes de recibirlo, vamos a la gracia que nos dá Dios al confesarnos nuestras faltes y pecados, y sólo así, sólo estando libres de pecado, gracias a la gracia del perdón de los mismos por los méritos de Cristo, podemos recibir en nosotros a Dios Hijo Jesucristo, y lo recibimos y se nos aumentan las gracias, porque cuantas veces más nos unamos a Dios, más se nos "pega" su ayuda; sus gracias, que nos dá gratis, y sólo con la condición de la fe y de las obras de la fe, que son el cumplir con los 10 mandamientos de la Ley de Dios, y los 5 de la santa Madre Iglesia, y eso nos dice que existe una verdadera comunión entre todos los que estamos en gracia de Dios, porque Dios está en cada uno de nosotros, y nos une el estar todos con Él, y Él, Dios, dirige nuestras vidas, y todo lo que nos ocurre es providencian, incluso las pruebas que nos vienen y que con Dios, con Cristo, por estar juntos, si es que vivimos en gracia de Dios por estar limpios de pecados, y de haber comulgado, todo, todo lo hacemos en equipo: Dios conmigo, o, yo con Dios. Y Él, habla cuando hablamos, y abraza cuando abrazamos, y come cuando comemos, y ama cuando amamos; por esto nuestra vida tienen un sentido maravilloso, el de dar la oportunidad a Dios de vivir a través de nosotros, por esforzarnos nosotros en cumplir los mandamientos y en utilizar los sacramentos.

No estamos sólos, Dios nos ama, y si somos capaces de vivir en su gracia, siempre, y si pecamos o fallamos, nos vamos a confesar y a comulgar y así una y otra vez, sin miedo, con la esperanza de la fe, y la confianza en El que vive con nosotros, en Dios Uno y Trino, porque como Dios es Uno y Trino, cuando tenemos a Dios tenemos a Dios Uno y Trino, y tenemos la ayuda eficaz de nuestro ángel de la guarda, y con la oración, estando nosotros con Dios, por estar Él con nosotros, por nosotros ir a buscar su gracia por la fe y por las obras de practicar la fe y de utilizar los sacramentos cumpliendo los mandamientos, pues vamos viviendo, y pasan los días y somos felices, porque Dios está siempre con nosotros, y si está Dios, viene, Santa María Madre de Dios y si le rezamos y cumplimos con lo que ella dice, que dice: "haced lo que mi Hijo os diga" y que dice Jesús, pues todo lo que él nos dice está en los evangelios y en el catecismo de la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana, y haciéndolo, Vivimos con Dios, y Dios vive con nosotros, y va con nosotros al mundo y amamos al mundo con Dios, a todo el mundo sin discriminación y el mundo se siente amado, porque es en verdad amado por nosotros y por Dios que está en nosotros y nosotros somos mejores por Dios y su influencia: sus gracias. Y el mundo es cada día mejor, porque Dios está, sigue en el mundo.

Bueno, y así, os podría ir contando miles de cosas, pero no acabaría jamás de mostraros como nos ama Dios que se une a nosotros y actua con nosotros si vivimos en gracia.

Pero... ay... Es tan fácil perder la gracia de Dios, y hay que ir rápido a buscarla a través de la confesión y la comunión.

Os he dicho todo esto, porque es lo que yo sé y es lo que yo intento vivir. No sé nada de lo que dicen los doctores de la Iglesia, y no me he leído ninguna enciclica, y eso que tengo algunas, pero... no tengo tiempo. Sí, eso es lo mío, no tener tiempo. Pero bueno.

Sólo tengo "cuatro" cosas, y entre ellas el cumplimiento de mi deber y el amar y cuidar de lo que tengo y con esto voy feliz; porque soy feliz de luchar y rezar por la gracia de Dios.

Luego vienen la virtudes: ¡Qué regalos! por la constancia de la gracia.

Hay que tener voluntad para no pecar y para si pecamos, que pecamos, pues ir rápido a buscar la gracia de Dios.

Amén.

_________________
*Primavera
http://www.Diosjesustehabla.com PRIVADO

http://www.catholicosonline.com
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado Enviar email Visitar sitio web del autor MSN Messenger
*Primavera
Veterano


Registrado: 02 Oct 2005
Mensajes: 2918
Ubicación: España

MensajePublicado: Mie Nov 23, 2005 9:59 pm    Asunto:
Tema: Del Valor de las Obras
Responder citando

Hermanos,

Se me ha olvidado decir que las obras nuestras estándo en gracia de Dios, son obras en equipo, obras de Dios con nosotros, o, nosotros con Dios.

_________________
*Primavera
http://www.Diosjesustehabla.com PRIVADO

http://www.catholicosonline.com
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado Enviar email Visitar sitio web del autor MSN Messenger
Gabaon
Constante


Registrado: 03 Oct 2005
Mensajes: 796

MensajePublicado: Mie Nov 23, 2005 11:16 pm    Asunto:
Tema: Del Valor de las Obras
Responder citando

Dios te bendiga Beatríz.

Se llama Miguel Bayo. (También conocido como Michel Baius o Michel de Bay)

...
_________________
"Con toda mi alma te anhelo en la noche, y con todo mi espíritu por la mañana te busco." (Isaías 26, 9)
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado Enviar email
Bernardo
Asiduo


Registrado: 10 Nov 2005
Mensajes: 157
Ubicación: México DF

MensajePublicado: Jue Nov 24, 2005 2:08 am    Asunto:
Tema: Del Valor de las Obras
Responder citando

Dios los bendiga a todos. Creo que a este respecto vale la pena irnos no sólo a los Cánones de los Concilios, sino a las fuentes mismas.

En la Epístola de Santiago, 2:14-26, encontramos lo siguiente

Cita:
¿De que sirve, hermanos míos, que alguien diga: <Tengo fe>, si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarle la fe? Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice <Id e paz, calentaos y hartaos>, pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de que sire?. Así también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta. Y al contrario, alguno podrá decir <¿Tu tienes fe?, pues yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin obras y yo te mostraré por las obras mi fe> ¿Tu crees que hay un sólo Dios? Haces bien. También los Demonios creen y tiemblan. ¿Quieres saber tu, insensato, que la fe sin obras es estéril? Abrahám, nuestro padre ¿no alcanzó la justificación por las obras cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿Ves como la fe cooperaba con sus obras y, por las obras, la fe alcanzó su perfección? Creyó Abrahám en Dios y se le consideró como justicia y se le llamó amigo de Dios. Ya ves como el hombre es justificado por las obras y no por la fe solamente. Del mismo modo, Rajab, la prostituta, ¿no quedó justificada por las obras al dar hospedaje a los mensajeros y hacerles marchar por otro camino?. Porque así como el cuerpo sin espíritu está muerto, así tambien la fe sin obras está muerta.


Asimismo, San Pablo en 1Cor 13:3 nos dice que "Aunque reparta todos mis bienes, y entregue mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, nada me aprovecha" Caridad aquí entendida como Gracia de Dios. San Juan, en su Primera Epístola nos dice "Hijos mios no amemos de palabra ni con la boca, sino con obras y según la verdad. En esto sabremos que somos de la verdad y tendremos nuestra conciencia tranquila ante él"

Asimismo, nuestro Señor nos dice en Mt. 7:21 "No todo el que me diga Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos sino el que haga la voluntad de mi padre que está en los cielos" Igual en Mt. 25, 44:46 "Entonces dirán también estos, 'Señor, ¿cuando te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel y no te asistimos? Y el entonces les responderá 'En verdad os digo que cuanto dejastes de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo'.

No olvidemos que la Gracia es, como dice el CEC, el don del Espíritu que nos justifica y nos santifica. Pero la gracia comprende también los dones que el Espíritu Santo para asociarnos a su obra, para hacernos capaces de colaborar en la salvación de otros y en el crecimiento del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia.

Saludos

________________________________________
Hiper Aghia Theotoke Isoson Imas[b][u]
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado
Gabaon
Constante


Registrado: 03 Oct 2005
Mensajes: 796

MensajePublicado: Jue Nov 24, 2005 2:48 am    Asunto:
Tema: Del Valor de las Obras
Responder citando

Bendiciones en Cristo.

Me sorprende el poco interés que ha generado este epígrafe.

Aclaro algo a ver si nos entendemos.

Lutero y Melancthon se quejan de lo siguiente, los parafraseo con libertad:

"Los católicos opinan que Cristo nos ganó la justificación, pero que siendo pecadores nosotros con nuestras obras podemos merecernos el perdón de los pecados y merecernos la gracia de la justificación.

Después de este merecimiento ahora ya podemos optar por merecernos también, cumpliendo la Ley, la vida eterna."

Dos preguntas:
1. ¿Realmente decimos los católicos que merecemos con nuestras obras la primera gracia de la justificación?.

2. Después de Justificados es el cumplimiento de La Ley lo que nos otorga la vida eterna, o es la unión con Cristo y su Gracia la que nos da acceso a la vida eterna.

Note que la queja de Melancthon era por lo mismo que afirmaba Bayo, que después de Justificados Dios nos da la vida eterna no por la Gracia que tenemos o porque obremos con Gracia sino por el mero hecho de haber cumplido La Ley.

catholicus:
¿Nota ahora que necesitamos que nos explique el Canon XXXII?
Melancthon y Lutero reconocen que el cumplimiento de La Ley se hace en estado gracia, reconocen que decimos que sin gracia no se puede cumplir, pero nos acusan que decimos que es el cumplimiento de La Ley y no la Gracia la que nos da el merecimiento.

Eso es lo que ciertamente decía Bayo. Y La Iglesia lo condenó ¿Por qué? ¿Vé cómo sí necesitamos profundizar y analizar el cánon 32? Por favor.

En el Amor de Jesús.
Gabaon.
_________________
"Con toda mi alma te anhelo en la noche, y con todo mi espíritu por la mañana te busco." (Isaías 26, 9)
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado Enviar email
Maellus haereticorum
Veterano


Registrado: 03 Oct 2005
Mensajes: 1775

MensajePublicado: Jue Nov 24, 2005 3:50 am    Asunto:
Tema: Del Valor de las Obras
Responder citando

Cita:
"Los católicos opinan que Cristo nos ganó la justificación, pero que siendo pecadores nosotros con nuestras obras podemos merecernos el perdón de los pecados y merecernos la gracia de la justificación.


"Pues como el mismo Jesucristo difunda perennemente su virtud en los justificados, como la cabeza en los miembros, y la cepa en los sarmientos; y constante que su virtud siempre antecede, acompaña y sigue a las buenas obras, y sin ella no podrían ser de modo alguno aceptas ni meritorias ante Dios; se debe tener por cierto, que ninguna otra cosa falta a los mismos justificados para creer que han satisfecho plenamente a la ley de Dios con aquellas mismas obras que han ejecutado, según Dios, con proporción al estado de la vida presente; ni para que verdaderamente hayan merecido la vida eterna (que conseguirán a su tiempo, si murieren en gracia): pues Cristo nuestro Salvador dice: Si alguno bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed por toda la eternidad, sino logrará en sí mismo una fuente de agua que corra por toda la vida eterna. En consecuencia de esto, ni se establece nuestra justificación como tomada de nosotros mismos, ni se desconoce, ni desecha la santidad que viene de Dios; pues la santidad que llamamos nuestra, porque estando inherente en nosotros nos justifica, esa misma es de Dios: porque Dios nos la infunde por los méritos de Cristo. Ni tampoco debe omitirse, que aunque en la sagrada Escritura se de a las buenas obras tanta estimación, que promete Jesucristo no carecerá de su premio el que de a uno de sus pequeñuelos de beber agua fría; y testifique el Apóstol, que el peso de la tribulación que en este mundo es momentáneo y ligero, nos da en el cielo un excesivo y eterno peso de gloria; sin embargo no permita Dios que el cristiano confíe, o se gloríe en sí mismo, y no en el Señor; cuya bondad es tan grande para con todos los hombres, que quiere sean méritos de estos los que son dones suyos." (Concilio de Trento, Sesión VI, capítulo XVI)


Cita:
Después de este merecimiento ahora ya podemos optar por merecernos también, cumpliendo la Ley, la vida eterna


"Los que son hijos de Dios, aman a Cristo; y los que le aman, como él mismo testifica, observan sus mandamientos. Esto por cierto, lo pueden ejecutar con la divina gracia..." (Concilio de Trento, Sesión VI, capítulo XI)

"En conclusión, por estas reglas de la Iglesia, y por los documentos tomados de la divina autoridad, de tal modo con la ayuda del Señor hemos sido confirmados, que confesamos a Dios por autor de todos los buenos efectos y obras y de todos los esfuerzos y virtudes por los que desde el inicio de la fe se tiende a Dios, y no dudamos que todos los merecimientos del hombre son prevenidos por la gracia de Aquel, por quien sucede que empecemos tanto a querer como a hacer algún bien [cf. Phil 2, 13]". (Indículus, bajo Celestino I, capítulo 9)
_________________
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado
Beatriz
Veterano


Registrado: 01 Oct 2005
Mensajes: 6434

MensajePublicado: Jue Nov 24, 2005 5:43 am    Asunto:
Tema: Del Valor de las Obras
Responder citando

Gabaon escribió:
Dios te bendiga Beatríz.

Se llama Miguel Bayo. (También conocido como Michel Baius o Michel de Bay)

...



MAGISTERIO DE LA IGLESIA
(1566-1687)



SAN PIO V, 1566-1572

Errores de Miguel du Bay (Bayo)

[Condenados en la Bula Ex omnibus afflictionibus, de 1º de octubre de 1667]

1. Ni los méritos del ángel ni los del primer hombre aún íntegro, se llaman rectamente gracia.

2. Como una obra mala es por su naturaleza merecedora de la muerte eterna, así una obra buena es por su naturaleza merecedora de la vida eterna.

3. Tanto para los ángeles buenos como para el hombre, si hubiera perseverado en aquel estado hasta el fin de su vida, la felicidad hubiera sido retribución, no gracia.

4. La vida eterna fue prometida al hombre integro y al ángel en consideración de las buenas obras; y por ley de naturaleza, las buenas obras bastan por sí mismas para conseguirla.

5. En la promesa hecha tanto al ángel como al primer hombre, se contiene la constitución de la justicia natural, en la cual, por las buenas obras, sin otra consideración, se promete a los justos la vida eterna.

6. Por ley natural fue establecido para el hombre que, si perseverara en la obediencia, pasaría a aquella vida en que no podía morir.

7. Los méritos del primer hombre íntegro fueron los dones de la primera creación; pero según el modo de hablar de la Sagrada Escritura, no se llaman rectamente gracia; con lo que resulta que sólo deben denominarse méritos, y no también gracia.

8. En los redimidos por la gracia de Cristo no puede hallarse ningún buen merecimiento, que no sea gratuitamente concedido a un indigno.

9. Los dones concedidos al hombre íntegro y al ángel, tal vez pueden llamarse gracia por razón no reprobable, mas como quiera que, según el uso de la Sagrada Escritura, por el nombre de gracia sólo se entienden aquellos dones que se confieren por medio de Cristo a los que desmerecen y son indignos; por tanto, ni los méritos ni su remuneración deben llamarse gracia.

10. La paga de la pena temporal, que permanece a menudo después de perdonado el pecado, y la resurrección del cuerpo propiamente no deben atribuirse sino a los méritos de Cristo.

11. El que después de habernos portado en esta vida mortal piadosa y justamente hasta el fin de la vida consigamos la vida eterna, eso debe atribuirse no propiamente a la gracia de Dios, sino a la ordenación natural, establecida por justo juicio de Dios inmediatamente al principio de la creación; y en esta retribución de los buenos, no se mira al mérito de Cristo, sino sólo a la primera institución del género humano, en la cual, por ley natural se constituyó, por justo juicio de Dios, se dé la vida eterna a la obediencia de los mandamientos.

12. Es sentencia de Pelagio: Una obra buena, hecha fuera de la gracia de adopción, no es merecedora del reino celeste.

13. Las obras buenas, hechas por los hijos de adopción, no reciben su razón de mérito por el hecho de que se practican por el espíritu de adopción, que habita en el corazón de los hijos de Dios, sino solamente por el hecho de que son conformes a la ley y que por ellas se presta obediencia a la ley.

14. Las buenas obras de los justos, en el día del juicio final, no reciben mayor premio del que por justo juicio de Dios merecen recibir.

15. La razón del mérito no consiste en que quien obra bien tiene la gracia y el Espíritu Santo que habita en él, sino solamente en que obedece a la ley divina.

16. No es verdadera obediencia a la ley la que se hace sin la caridad.

17. Sienten con Pelagio los que dicen que, con relación al mérito, es necesario que el hombre sea sublimado por la gracia de la adopción al estado deífico.

18. Las obras de los catecúmenos, así como la fe y la penitencia hecha antes de la remisión de los pecados, son merecimientos para la vida eterna; vida que ellos no conseguirán, si primero no se quitan los impedimentos de las culpas precedentes.

19. Las obras de justicia y templanza que hizo Cristo, no adquirieron mayor valor por la dignidad de la persona operante.

20 Ningún pecado es venial por su naturaleza, sino que todo pecado merece castigo eterno.

21. La sublimación y exaltación de la humana naturaleza al consorcio de la naturaleza divina, fue debida a la integridad de la primera condición y, por ende, debe llamarse natural y no sobrenatural.

22. Con Pelagio sienten los que entienden el texto del Apóstol ad Rom. II: Las gentes que no tienen ley, naturalmente hacen lo que es de ley [Rom. 2, 14], de las gentes que no tienen la gracia de la fe.

23. Absurda es la sentencia de aquellos que dicen que el hombre, desde el principio, fue exaltado por cierto don sobrenatural y gratuito, sobre la condición de su propia naturaleza, a fin de que por la fe, esperanza y caridad diera culto a Dios sobrenaturalmente.

24. Hombres vanos y ociosos, siguiendo la necedad de los filósofos, excogitaron la sentencia, que hay que imputar al pelagianismo, de que el hombre fue de tal suerte constituído desde el principio que por dones sobreañadidos a su naturaleza fue sublimado por largueza del Creador y adoptado por hijo de Dios.

25. Todas las obras de los infieles son pecados, y las virtudes de los filósofos son vicios.

26. La integridad de la primera creación no fue exaltación indebida de la naturaleza humana, sino condición natural suya.

27. El libre albedrío, sin la ayuda de la gracia de Dios, no vale sino para pecar.

28. Es error pelagiano decir que el libre albedrío tiene fuerza para evitar pecado alguno.

29. No son ladrones y salteadores solamente aquellos que niegan a Cristo, camino y puerta de la verdad y la vida, sino también cuantos enseñan que puede subirse al camino de la justicia (esto es, a alguna justicia) por otra parte que por el mismo Cristo [cf. Ioh. 10, 1].

30. O que sin el auxilio de su gracia puede el hombre resistir a tentación alguna, de modo que no sea llevado a ella y no sea por ella vencido.

31. La caridad sincera y perfecta que procede de corazón puro y conciencia buena y fe no fingida [1 Tim. 1, 5], tanto en los catecúmenos como en los penitentes, puede darse sin la remisión de los pecados.

32. Aquella caridad, que es la plenitud de la ley, no está siempre unida con la remisión de los pecados.

33. El catecúmeno vive justa, recta y santamente y observa los mandamientos de Dios y cumple la ley por la caridad, antes de obtener la remisión de los pecados que finalmente se recibe en el baño del bautismo.

34. La distinción del doble amor, a saber, natural, por el que se ama a Dios como autor de la naturaleza; y gratuito, por el que se ama a Dios como santificador, es vana y fantástica y excogitada para burlar las Sagradas Letras y muchísimos testimonios de los antiguos.

35. Todo lo que hace el pecador o siervo del pecado, es pecado.

36. El amor natural que nace de las fuerzas de la naturaleza, por sola la filosofía con exaltación de la presunción humana, es defendido por algunos doctores con injuria de la cruz de Cristo

37. Siente con Pelagio el que reconoce algún bien natural, esto es, que tenga su origen en las solas fuerzas de la naturaleza.

38. Todo amor de la criatura racional o es concupiscencia viciosa por la que se ama al mundo y es por Juan prohibida, o es aquella laudable caridad, difundida por el Espíritu Santo en el corazón, con la que es amado Dios [cf. Rom. 5, 5].

39. Lo que se hace voluntariamente, aunque se haga por necesidad; se hace, sin embargo, libremente.

40. En todos sus actos sirve el pecador a la concupiscencia dominante.

41. El modo de libertad, que es libertad de necesidad, no se encuentra en la Escritura bajo el nombre de libertad, sino sólo el nombre de libertad de pecado.

42. La justicia con que se justifica el impío por la fe, consiste formalmente en la obediencia a los mandamientos, que es la justicia de las obras; pero no en gracia [habitual] alguna, infundida al alma, por la que el hombre es adoptado por hijo de Dios y se renueva según el hombre interior y se hace partícipe de la divina naturaleza, de suerte que, así renovado por medio del Espíritu Santo, pueda en adelante vivir bien y obedecer a los mandamientos de Dios.

43. En los hombres penitentes antes del sacramento de la absolución, y en los catecúmenos antes del bautismo, hay verdadera justificación; separada, sin embargo, de la remisión de los pecados.

44. En la mayor parte de las obras, que los fieles practican solamente para cumplir los mandamientos de Dios, como son obedecer a los padres, devolver el depósito, abstenerse del homicidio, hurto o fornicación, se justifican ciertamente los hombres, porque son obediencia a la ley y verdadera justicia de la ley; pero no obtienen con ellas acrecentamiento de las virtudes.

45. El sacrificio de la Misa no por otra razón es sacrificio, que por la general con que lo es “toda obra que se hace para unirse el hombre con Dios en santa sociedad”.

46. Lo voluntario no pertenece a la esencia y definición del pecado y no se trata de definición, sino de causa y origen, a saber: si todo pecado debe ser voluntario.

47. De ahí que el pecado de origen tiene verdaderamente naturaleza de pecado, sin relación ni respecto alguno a la voluntad, de la que tuvo origen.

48. El pecado de origen es voluntario por voluntad habitual del niño y habitualmente domina al niño, por razón de no ejercer éste el albedrío contrario de la voluntad.

49. De la voluntad habitual dominante resulta que el niño que muere sin el sacramento de la regeneración, cuando adquiere el uso de la razón, odia a Dios actualmente, blasfema de Dios y repugna a la ley de Dios.

50. Los malos deseos, a los que la razón no consiente y que el hombre padece contra su voluntad, están prohibidos por el mandamiento: No codiciarás [cf. Ex. 20, 17].

51. La concupiscencia o ley de la carne, y sus malos deseos, que los hombres sienten a pesar suyo, son verdadera inobediencia a la ley.

52. Todo crimen es de tal condición que puede inficionar a su autor y a todos sus descendientes, del mismo modo que los inficionó la primera transgresión.

53. En cuanto a la fuerza de la transgresión, tanto demérito contraen de quien los engendra los que nacen con vicios menores, como los que nacen con mayores.

54. La sentencia definitiva de que Dios no ha mandado al hombre nada imposible, falsamente se atribuye a Agustín, siendo de Pelagio.

55. Dios no hubiera podido crear al hombre desde un principio, tal como ahora nace.

56. Dos cosas hay en el pecado: el acto y el reato; mas, pasado el acto, nada queda sino el reato, o sea la obligación a la pena.

57. De ahí que en el sacramento del bautismo, o por la absolución del sacerdote, solamente se quita el reato del pecado, y el ministerio de los sacerdotes sólo libra del reato.

58. El pecador penitente no es vivificado por el ministerio del sacerdote que le absuelve, sino por Dios solo, que al sugerirle e inspirarle la penitencia, le vivifica y resucita; mas por el ministerio del sacerdote sólo se quita el reato.

59. Cuando, por medio de limosnas y otras obras de penitencia, satisfacemos a Dios por las penas temporales, no ofrecemos a Dios un precio digno por nuestros pecados, como imaginan algunos erróneamente (pues en otro caso seriamos, en parte al menos, redentores), sino que hacemos algo, por cuyo miramiento se nos aplica y comunica la satisfacción de Cristo.

60. Por los sufrimientos de los Santos, comunicados en las indulgencias, propiamente no se redimen nuestras culpas; sino que, por la comunión de la caridad, se nos distribuyen los sufrimientos de aquéllos, a fin de ser dignos de que, por el precio de la sangre de Cristo, nos libremos de las penas debidas a los pecados.

61. La famosa distinción de los doctores, según la cual, de dos modos se cumplen los mandamientos de la ley divina, uno sólo en cuanto a la sustancia de las obras mandadas, otro en cuanto a determinado modo, a saber, en cuanto pueden conducir al que obra al reino eterno (esto es, por modo meritorio), es imaginaria y debe ser reprobada.

62. También ha de ser rechazada la distinción por la que una obra se dice de dos modos buena, o porque es recta y buena por su objeto y todas sus circunstancias (la que suele llamarse moralmente buena), o porque es meritoria del reino eterno, por proceder de un miembro vivo de Cristo por el Espíritu de la caridad.

63. Pero recházase igualmente la otra distinción de la doble justicia, una que se cumple por medio del Espíritu inhabitante de la caridad en el alma; otra que se cumple ciertamente por inspiración del Espíritu Santo que excita el corazón a penitencia, pero que no inhabita aún el corazón ni derrama en él la caridad por la que se puede cumplir la justificación de la ley divina.

64. También, la distinción de la doble vivificación; una en que es vivificado el pecador, al serle inspirado por la gracia de Dios el propósito e incoación de la penitencia y de la vida nueva; otra, por la que se vivifica el que verdaderamente es justificado y se convierte en sarmiento vivo en la vid que es Cristo, es igualmente imaginaria y en manera alguna conviene con las Escrituras.

65. Sólo por error pelagiano puede admitirse algún uso bueno del libre albedrío, o sea, no malo, y el que así siente y enseña hace injuria a la gracia de Cristo.

66. Sólo la violencia repugna a la libertad natural del hombre.

67. El hombre peca, y aun de modo condenable, en aquello que hace por necesidad.

68. La infidelidad puramente negativa en aquellos entre quienes Cristo no ha sido predicado, es pecado.

69. La justificación del impío se realiza formalmente por la obediencia a la ley y no por oculta comunicación e inspiración de la gracia que, por ella, haga a los justificados cumplir la ley.

70. El hombre que se halla en pecado mortal, o sea, en reato de eterna condenación, puede tener verdadera caridad; y la caridad, aun la perfecta, puede ser compatible con el reato de la eterna condenación.

71. Por la contrición, aun unida a la caridad perfecta y al deseo de recibir el sacramento, sin la actual recepción del sacramento, no se remite el pecado, fuera del caso de necesidad o de martirio.

72. Las aflicciones de los justos son todas absolutamente venganza de sus pecados; de aquí que lo que sufrieron Job y los mártires, a causa de sus pecados lo sufrieron.

73. Nadie, fuera de Cristo, está sin pecado original; de ahí que la Bienaventurada Virgen María murió a causa del pecado contraido de Adán, y todas sus aflicciones en esta vida, como las de los otros justos, fueron castigos del pecado actual u original.

74. La concupiscencia en los renacidos que han recaído en pecado mortal, en los que ya domina, es pecado, así como también los demás hábitos malos.

75. Los movimientos malos de la concupiscencia están, según el estado del hombre viciado, prohibidos por el mandamiento: No codiciarás [Ex. 20, 17]; de ahí que el hombre que los siente y no los consiente, traspasa el mandamiento: No codiciarás, aun cuando la transgresión no se le impute a pecado.

76. Mientras en el que ama, aún hay algo de concupiscencia carnal, no cumple el mandamiento: Amarás al Señor Dios tuyo con todo tu corazón [Dt. 6, 5; Mt. 22, 37].

77. Las satisfacciones trabajosas de los justificados no tienen fuerza para expiar de condigno la pena temporal que queda después de perdonado el pecado.

78. La inmortalidad del primer hombre no era beneficio de la gracia, sino condición natural.

79. Es falsa la sentencia de los doctores de que el primer hombre podía haber sido creado e instituído por Dios, sin la justicia natural

Estas sentencias, ponderadas con riguroso examen delante de Nos, aunque algunas pudieran sostenerse en alguna manera, en su rigor y en el sentido por los asertores intentado las condenamos respectivamente como heréticas, erróneas, sospechosas, temerarias, escandalosas y como ofensivas a los piadosos oídos.
_________________
"Quien no ama, no conoce"
San Agustín
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado Visitar sitio web del autor
Beatriz
Veterano


Registrado: 01 Oct 2005
Mensajes: 6434

MensajePublicado: Jue Nov 24, 2005 6:58 am    Asunto:
Tema: Del Valor de las Obras
Responder citando

EL MÉRITO SOBRENATURAL - Dr. Enrique Cases



1. Existencia y condiciones del mérito


Mérito es el derecho a la recompensa por la obra hecha en favor de otro.


El mérito puede deberse por Justicia, es decir por estricta igualdad entre el que hace la obra y el que la recibe, y puede ser por promesa, es decir por amistad, por afecto, etc., y no hay entonces, como es lógico, deber de Justicia en otorgar el favor, sino sólo el deber que se deriva de la promesa hecha.


El mérito es natural si se debe a obras naturales. Es sobrenatural, si la acción meritoria se ha hecho con la ayuda de la gracia.


Cuando el mérito se debe por Justicia, se llama, en latín, de condigno. Si es por amor es de congreso.




1.1. Condiciones del mérito por parte de Dios que recompensa

1.º El mérito sobrenatural depende de la promesa de Dios (de fe)


El Concilio de Trento enseña esta condición para los que están en gracia de Dios: «La vida eterna... por la promesa de Dios ha de darse fielmente a sus buenas obras y méritos» (DS 1545).


La Sagrada Escritura manifiesta, por un lado, la incapacidad del hombre para merecer algo de Dios: «Cuando hicierais estas cosas que os están mandadas,

decid: Somos siervos inútiles; lo que teníamos que hacer, eso hicimos» (Lc 17,10).

«¿Quién dio primero para tener derecho a retribución?» (Rom 11, 35) y, al mismo tiempo, enseña la necesidad de la promesa de Dios para premiar las buenas obras: «Bienaventurado el varón que soporta la tentación, porque probado, recibirá la corona de la vida que el Señor prometió a los que aman» (Sant 1, 12).


San Agustín enseña: «El Señor se hizo a sí mismo deudor no recibiendo, sino prometiendo. A El no se le puede decir: Devuelve lo que recibiste, sino únicamente: Concede lo que prometiste» (Homilías sobre los Salmos).


Es evidente que por la infinita desigualdad entre Dios y el hombre nunca nuestras acciones merecen por parte de Dios ser premiadas por Justicia, pues todo lo que hacemos por El se lo debemos como criaturas suyas. Entre Dios y el hombre sólo se da el mérito por promesa, porque El libremente nos ha prometido que si hacemos obras buenas sobrenaturales nos las premiará. Por tanto, cuando el hombre hace estas obras, puede merecer un premio según las promesas de Dios.


2.º El Insto después del pecado de Adán, por sus buenas obras, merece una verdadera recompensa sobrenatural por parte de Dios (de fe).


Los protestantes niegan que pueda existir ningún tipo de mérito, pues, según Lutero «el Insto peca en toda obra buena», y es imposible que pueda merecer, si siempre es pecador. León X (1), año 1520, condenó y excomulgó a Lutero. Pero ya mucho antes, la Iglesia definió en el Concilio de Orange H, año 529, que «se debe recompensar a las buenas obras, si se hacen» (DS 388).


El Concilio de Trento enseña: «si alguien dijere que los Justos no deben aguardar y esperar la eterna retribución... como recompensa a las buenas obras que fueron hechas en Dios, sea anatema» (DS 1576).


En la Sagrada Escritura basta recordar las palabras del Señor «y todo el que dejare hermanos o hermanas o padre o madre, o hijos o campos, por amor de mi nombre, recibirá el céntuplo y heredará la vida eterna» (Mt 19, 29), entre otros textos, para conocer que en la Revelación se nos promete premiarnos.


En la Tradición, San Ignacio de Antioquía, con una bella imagen enseña que los fieles «dan frutos incorruptibles» (Carta a los Tralianos) y «cuando más trabajas, mayor es el beneficio» (Carta a Policarpo). En la Didaché (2) se dice que Dios es «retribuidor de las buenas obras».


La razón humana ve como absolutamente conveniente esta ordenación de Dios. La conciencia de todos los hombres juzga que el bien libremente hecho merece recompensa. Esta experiencia universal es extremadamente útil para educar a los hombres y animarlos a hacer el bien. Y, como el orden sobrenatural perfecciona al orden natural sin destruirlo, es realmente conveniente que Dios prometa y conceda la recompensa para las obras buenas sobrenaturales, incomparablemente más perfectas que las naturales.


1.2. Condiciones del mérito por parte de las personas merecedoras


1.º Para que la persona pueda merecer sobrenaturalmente deber ser viador (de fe católica en cuanto al objetivo del mérito; y sentencia común en cuanto al modo accidental de adquirir).


El hombre viador es el que aún vive en esta tierra. Se le llama viador porque está en camino o vía hacia la vida eterna.


Esta doctrina está expresamente revelada: «venida la noche, ya nadie puede trabajar» (Jn 9, 4); «mientras hay tiempo hagamos el bien» (Gal 6, 10); «a los hombres les está establecido morir una vez y después de esto el Inicio» (Hebr 9, 27).


La razón enseña que en el estado de felicidad futura el hombre se convierte en perfecto y ya no es posible perfeccionarse más. Por lo contrario, en esta vida puede hacer actos libres y meritorios.


1.3. Condiciones del merito por parte de la obra meritoria


1.º Para que una obra sea meritoria es necesario que sea verdaderamente libre; esto es, que no esté hecha ni por coacción externa ni por necesidad interna (de fe).


La Sagrada Escritura exige que las obras meritorias sean libres: «Si de mi voluntad lo hiciera, tendría recompensa; pero si lo hago por la fuerza, es como si ejerciera una administración que me ha sido confiada» (1 Cor 9, 17); «y quien quiera que compite en el estadio no es coronado si no compite legítimamente» (2 Tim 2, 5) El «legítimamente» indica observar libremente las reglas del juego.


Los Santos Padres enseñan que donde hay necesidad no hay recompensa.


La misma naturaleza del mérito exige que la persona merecedora goce del favor de otro pues es imposible que alguien esté agradecido por una obra que se ha realizado forzadamente.



2.º La obra meritoria debe ser moralmente buena; es decir, según su objeto y circunstancias conforme a la ley moral (sentencia común).


Las razones son muy evidentes:


Repugna el premio dado a una mala obra.


Para que una acción sea un acto del hombre (3) se requiere una deliberación previa, por ello sólo puede ser premiada la obra buena, pues haber deliberado el mal no agrada a Dios.



3.º La obra meritoria debe ser sobrenatural: esto es, causada por la gracia actual y dirigida al fin último sobrenatural (de fe).


Es dogma que no puede realizarse ninguna obra saludable sin la gracia sobrenatural, luego la gracia será el principio de toda obra meritoria.


La Sagrada Escritura testifica que todas las obras meritorias deben referirse a Dios: «Ya comáis, ya bebáis o hagáis alguna cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios» (1 Cor 10, 31) «y todo cuanto hacéis de palabra o de obra, hacedlo todo en nombre del Señor Jesús» (Cor 3, 17).


La razón de ello se encuentra en que la caridad es el principio próximo del mérito, así como la gracia es el principio remoto. Por tanto, el motivo del mérito se encuentra en la caridad, en el amor de Dios, que nos hace sus amigos. Por ello el grado de caridad de las obras influye en la medida del mérito. No se trata de hacer cosas cada vez más difíciles, sino hacerlas con mayor amor. Cuánto más se ama a Dios, más mérito tienen las buenas obras.


La idea que se tiene generalmente de que hacer obras buenas costosas y difíciles es más meritorio que hacer cosas más sencillas y simples, es sólo verdad si se entiende correctamente. Sólo es cierto cuando se considera que para vivir esas exigencias más arduas se deben hacer, eso es evidente, con más amor de Dios porque cuestan más. Ahora bien, si no se hacen con mayor amor de Dios, no sirven para nada. Es más meritorio el trabajo profesional y el cumplimiento de los deberes ordinarios en todos los momentos y circunstancias de la vida, hecho con mucho amor de Dios, sirviendo con sencillez y alegría a todos los hombres, que algo muy difícil sin amor de Dios.



2. Objeto del mérito


El Concilio de Trento ha definido: «Que las buenas obras del hombre justificado... merecen verdaderamente el aumento de la gracia, la vida eterna y la consecución de la misma vida eterna (a condición sin embargo, que muera en gracia), y también el aumento de la gloria» (DS 1582).


La Iglesia enseña como dogma de fe que el hombre puede merecer de Dios:

1.º La vida eterna y su consecución, siempre que muera en gracia (de fe).

La vida eterna y su consecución se distinguen, puesto que una cosa es el derecho a la vida eterna adquirido por el mérito de las buenas obras y otra es alcanzarlo, por la muerte en estado de gracia.



2.º El aumento de la gloria (de fe).


El aumento de la gloria es los diferentes grados de gloria que tendrán los Justos en el Cielo según el grado de santidad que hayan alcanzado en la tierra. Todos los santos en el Cielo ven claramente a Dios mismo, Uno y Trino, tal como es, unos sin embargo lo conocen con más perfección que otros, conforme a la diversidad de los merecimientos que adquirieron mientras vivían en la tierra.


En la Sagrada Escritura hay textos que manifiestan la verdad de los diferentes grados de gloria. «Si quieres ser perfecto, ve, vende cuanto tienes, dalo a los pobres y tendrás un tesoro en los cielos, y ven y sígueme» (Mt 19, 2 l). Y «el que escaso siembra, escaso cosecha, el que siembra con largueza con largueza cosechará» (2 Cor 9, 6), expresiones que indican que algunos recibirán más por haber dado más.


3.º El aumento de la gracia santificante (de fe).


El Concilio de Trento entre los objetos de mérito definió que la gracia puede aumentar «por las buenas obras» (DS 1574).


La Sagrada Escritura testifica que: «abrazados a la verdad, en todo crezcamos en caridad, llegándonos a aquel que es nuestra cabeza, Cristo» (Ef 4, 15); «todo el que dé fruto, lo podará, para que dé más fruto».(Jn 15, 2).


San Agustín afirma que: «la gracia merece aumentarse y perfeccionarse por las obras meritorias» (Carta, 186).


La razón de este diferente grado de gloria de los santos en el cielo está en que la gloria depende de la gracia que se haya conseguido en esta vida.


Ahora bien, la gracia aumenta, como hemos dicho, por las buenas obras hechas con mayor amor de Dios. Por tanto, si durante esta vida se ha alcanzado mayor gracia de Dios es lógico que, en consecuencia, estas personas tengan más gloria, un más perfecto conocimiento de Dios en el cielo.



4.º El hombre en gracia puede conseguir la conversión para otros. (sentencia cierta)


La Sagrada Escritura habla de la oración de impetración o petición, como por ejemplo: «Orad unos por otros para que seáis curados» (Sant 5, 16); «ante todo te ruego que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias para todos los hombres... a fin de que gocemos de vida tranquila y quieta con toda piedad y dignidad. Esto es bueno y grato ante Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad» (1 Tim 1, 3); «y si sabemos que nos oye en cuanto le pedimos, sabemos que obtendremos las peticiones que le hemos hecho» (1 Jn 5, 15).


El culto a la Santísima Virgen María y a los santos a los que ponemos como intercesores ante Dios, confirma esta doctrina.


Aunque sólo Jesucristo mereció la gracia para otros, por la amistad que reina entre Dios y el hombre Insto, es lógico deducir que el Señor no niega un favor a un amigo que se lo pide.



5.º La perseverancia final, al morir, no es objeto del mérito, es una gracia especial que Dios concede al hombre (de fe).


Lo lógico es pensar que si las personas se portan bien durante la vida, Dios les dará esta gracia final: «se muere como se vive».



6.º Los bienes temporales no son objeto de mérito en sí mismos considerados, pero lo pueden ser en cuanto útiles a la salvación (conclusión teológico).


Por ejemplo, un cierto bienestar material permite dedicarse mejor a Dios y a los demás porque cuando se está agobiado sólo se piensa en si mismo.




3. Pérdida y reviviscencia del mérito


1.º Por el pecado mortal se pierden todos los méritos (conclusión teológica).


El dogma católico enseña que por los pecados mortales se merece la condenación eterna, porque se destruye todo el derecho a la vida eterna y las gracias que conducen a ella. La razón de ello es que, con la pérdida de la gracia santificante, se pierden los méritos obtenidos.


2.º Los méritos perdidos por el pecado mortal reviven después con la Justificación (conclusión teológica).


El Concilio de Trento indirectamente enseña esta verdad al afirmar que el pecador, al recuperar la gracia que perdió, no le falta «nada que tengan los mismos Justificados» (DS 1545).


También en la Sagrada Escritura se manifiesta que «ni la maldad del malvado le hará sucumbir el día que se aparte de su maldad» (Ezeq 33, 12).


San Juan Crisóstomo (4) habla de la indulgencia de Dios que nos conduce al «primitivo estado de abundancia» (Homilías sobre el Génesis, 6,2).


Podemos entender que los méritos deben revivir una vez que por la penitencia se ha borrado el pecado, puesto que los méritos proceden de la gracia, es lógico que habiéndole alcanzado de nuevo, revivan los méritos que la acompañan. Además, por estar Dios más inclinado a perdonar que a castigar, por ello revivirán los méritos como un regalo suyo.


En qué medida los méritos reviven es difícil precisarlo. La opinión más común es que revivirán en un grado equivalente al acto de caridad o amor a Dios que se haga, y esta explicación parece la más lógica, pues a más caridad más mérito.



4. La Bienaventuranza, en el Cielo como fin y consumación de la Justificación


Conocer, amar y gozar de Dios en el Cielo es el premio o fin de la Justificación.


De estos temas se trata más ampliamente en las Postrimerías o Novísimos del hombre.



Notas




(1) León X (1513-1521)


Era hijo de Lorenzo de Médicis el Magnífico, «dux» de Florencia. La maravillosa Florencia es obra de su padre y hermano; así, como la espléndida Roma es hija de León X y sus sucesores. Es uno de los grandes Papas del Renacimiento. Fue León X, quien encargó a Miguel Ángel la construcción de la Basílica de San Pedro en el Vaticano. Su pontificado estuvo pletórico de grandes acontecimientos, por ejemplo; Primera vuelta al Mundo de Magallanes concluida por Elcano.


En 1520 por su Bula «Exurge Domine» (Sal Señor), condenó las doctrinas y excomulgó a Lutero, si en el plazo de sesenta días no se retractaba de sus errores. Lutero el 10 de diciembre de 1520 la quemó en público, delante de los estudiantes de la Universidad de Wittenherg. El protestantismo había comenzado.



(2) Didaché (Enseiíanza de los Apóstoles) es uno de los primeros libros no canónicos cristianos. Es de alrededor de finales del S. I. Narra la vida, costumbres, liturgia, etc. de los primeros cristianos.



(3) Para que una obra sea buena ha de ser libre. Es decir, no debe realizarse con coacción externa, que es obligar por la fuerza a alguien a hacer algo. Pero continúa siendo libre si hay necesidad interna, que es el deseo de hacer algo. Por ejemplo, se tiene necesidad interna de conseguir un trabajo, estar con los hijos, etc.


El acto libre del hombre se llama acto del hombre y es el que se realiza con plena advertencia y consentimiento. Por lo contrario, los llamados actos humanos son propios de los seres humanos pero inconscientes: respirar, parpadear, etc. y no son libres ni meritorios.



(4) San Juan Crisóstomo: 13 de septiembre.


Nació en Antioquia hacia el año 349. Después de recibir brillantes estudios y una excelente formación, ejerció la carrera de abogado, después se retiró a la soledad del desierto. Más tarde fue ordenado sacerdote. El año 397 fue consagrado obispo de Constantinopla y, en consecuencia, Patriarca de toda la Iglesia Católica de Rito oriental u ortodoxo. Fue un Obispo ejemplar. Se esforzó en la reforma de las costumbres del clero y de los laicos. Por la fuerte oposición de la Corte Imperial de Bizancio, sobre todo de la Emperatriz Eudoxia que influyó en su marido Arcadio, fue desterrado dos veces. Mientras iba camino del segundo desierto murió en Comana, en el Ponto, el día 14 de septiembre del año 407.


San Juan Crisóstomo nos legó innumerables obras, entre las que cabe destacar su «Tratado sobre la Virginidad», «Tratado sobre el Sacerdocio», Comentarios a los profetas y al Nuevo Testamento. Sus celebérrimas Homilías, sobre el Evangelio de San Mateo, se editan desde entonces. Es uno de los libros más bellos y más leídos de toda la Literatura Universal.


Su griego hablado y escrito alcanza tal perfección que, por eso, se le llama Crisóstomo o «boca de oro» ó «pico de oro»; como aún hoy día, se dice de los grandes oradores: es el homenaje bimilenario de la Humanidad a este gran griego, uno de los que mejor lo ha escrito y hablado.






_________________
"Quien no ama, no conoce"
San Agustín
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado Visitar sitio web del autor
Beatriz
Veterano


Registrado: 01 Oct 2005
Mensajes: 6434

MensajePublicado: Jue Nov 24, 2005 7:01 am    Asunto:
Tema: Del Valor de las Obras
Responder citando

Creo que este artículo del Dr. Enrique Cases explica claramente el valor de las buenas obras.
_________________
"Quien no ama, no conoce"
San Agustín
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado Visitar sitio web del autor
anamaria5
Esporádico


Registrado: 02 Nov 2005
Mensajes: 81

MensajePublicado: Jue Nov 24, 2005 7:54 am    Asunto:
Tema: Del Valor de las Obras
Responder citando

Primavera escribió:
Hermanos,

Se me ha olvidado decir que las obras nuestras estándo en gracia de Dios, son obras en equipo, obras de Dios con nosotros, o, nosotros con Dios.


Hola Primavera,

Me gusto tu ejemplo.

Yo lo veo como que, estando en Gracia a traves de los sacramentos, uno se vuelve como instrumento de Dios (Se~nor, haz de mi un Instrumento de tu Paz... Hagase Tu Voluntad...).

Para mi, estar en Gracia de alguna manera te "obliga" a Las Obras (pues uno no se puede guardar la Gracia para uno solito como el que enterro sus talentos en la tierra).

Y dado el mundo en que vivimos, con tanta necesidad de Dios, se vuelve un imperativo el de mantener la Gracia en ti mismo, como tu dices: resistir al pecado, pero si caemos, ir en busca de la Gracia nuevamente: la Confesion y la Eucaristia. Pues tenemos la obligacion de estar disponibles para Dios, cuando en nuestro camino se atraviese alguna de sus "ovejas perdidas" y El decida hacernos medio de Su Llamado o puerta de regreso a Su Casa.

A eso me referia en otro tema cuando decia que yo elegiria el camino donde hay "ausencia de Dios". Donde hay ausencia de Dios para otros, ahi elijo estar y eso me obliga a hacerme mas responsable y buscar constancia en la Gracia (lo cual no es facil pues donde hay "ausencia de Dios" la gente se burla o relega a quienes evitan el pecado).

Asi como si Dios fuera un medico que va a entrar a cirugia o al pabellon de cuidados intesivos... requiere que se le tenga el instrumental y todo el equipo necesario, a la mano, bien esterilizado para que pueda cumplir su cometido de sanacion. A uno a veces le toca hacerla de bisturi, a veces de tijerilla, a veces de aguja o hilo o a veces de simple gasa para limpiar la sangre que se derrama...

Pax et Lux,
Ana Maria
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado Enviar email
catholicus
Asiduo


Registrado: 01 Nov 2005
Mensajes: 181

MensajePublicado: Jue Nov 24, 2005 8:27 am    Asunto:
Tema: Del Valor de las Obras
Responder citando

Gabaón, le voy a ser sincero. Me importa muy poco de lo que nos acusaran Lutero y Melanchton. Lo que sí me importa es que se pueda sugerir que Trento enseña algo que fue condenado en un teólogo católico.
Así que si no le importa, dígame cuál de las 75 sentencias de Bayo condenadas por el Papa dice lo mismo, o casi, que el canon 32 sobre la justificación de Trento.
Y ya de paso explíquenos si tiene algún problema en aceptar la literalidad de ese canon. Es decir, que las buenas obras hechas en Dios y en el mérito de Cristo merecen verdaderamente el aumento de la gracia, la vida eterna y la consecución de la misma vida eterna
¿acepta usted eso, sí o no?
_________________
Christianus mihi nomen est; catholicus vero cognomen
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado
*Primavera
Veterano


Registrado: 02 Oct 2005
Mensajes: 2918
Ubicación: España

MensajePublicado: Jue Nov 24, 2005 2:06 pm    Asunto:
Tema: Del Valor de las Obras
Responder citando

Hola a Todos:

Estoy aprendiendo mucho Gabaon, gracias, eres de gran ayuda para mi alma.

Y gracias a todos, en serio. No sabeis el bien que todos, todos, me haceis.

Anamaria:

Lo has explicado muy bien, y gracias a ello he comprendido cosas muy importantes para mi.

Muchas gracias.

_________________
*Primavera
http://www.Diosjesustehabla.com PRIVADO

http://www.catholicosonline.com
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado Enviar email Visitar sitio web del autor MSN Messenger
Gabaon
Constante


Registrado: 03 Oct 2005
Mensajes: 796

MensajePublicado: Jue Nov 24, 2005 4:53 pm    Asunto:
Tema: Del Valor de las Obras
Responder citando

Dios te bendiga catholicus.

Cita:
Así que si no le importa, dígame cuál de las 75 sentencias de Bayo condenadas por el Papa dice lo mismo, o casi, que el canon 32 sobre la justificación de Trento.

Despacio mi querido hermano, el problema es que como a usted no le importa lo que dicen Lutero y Melancthon pues puede cometer el error de ponerse del lado que ellos señalan como católico cuando en realidad los católicos nunca hemos estado de ese lado.

Eso es muy común, demasiado común. Por eso traje a Bayo que hizo lo que Melancthon dice que nosotros hacemos cuando en realidad La Iglesia nunca nos ha enseñado eso.

Hay muchos que terminan haciendo lo que el protestante dice que hacemos sencillamente por llevarle la contraria y por el terror a que le llamen protestante.

Y La Iglesia al condenar a Bayo no cometió ese error ni le tomó miedo al protestantismo, ni lo hizo tampoco en Trento.

El forista Maellus haereticorum sin decir ni una palabra suya, con simples subrayados y negritas, mostró que la acusación de Lutero y la de Melancthon es absolutamente falsa e infundamentada.

Ahora bien, se sorprenderá usted de la cantidad de católicos que caen en el error de hacer lo que Lutero y Melancthon dicen que hacemos.

Una gran parte ni siquiera nota la diferencia que perfectamente señaló Maellus respecto al cumplimiento de los mandamientos y terminan afirmando lo mismo que afirmó Bayo por no saber leer el Cánon 32.

Cita:
¿acepta usted eso, sí o no?


Creo que ya su pregunta está respondida.

En el Amor de Jesús.
Gabaon.
_________________
"Con toda mi alma te anhelo en la noche, y con todo mi espíritu por la mañana te busco." (Isaías 26, 9)
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado Enviar email
Gabaon
Constante


Registrado: 03 Oct 2005
Mensajes: 796

MensajePublicado: Jue Nov 24, 2005 4:59 pm    Asunto:
Tema: Del Valor de las Obras
Responder citando

Dios te bendiga Primavera.

Cita:
Estoy aprendiendo mucho Gabaon, gracias, eres de gran ayuda para mi alma.


No sé dónde leí que La Verdad es como un León: que no hay que defenderla no más hay que dejarla suelta.

Si de algo te he sido de verdadero provecho no ha sido nada que venga de mí.

Un abrazo.

Ahora sí, te pido que un día de esos que Nuestro Señor Jesús viene a visitarte de esa manera particular que lo hace contigo le presentes mi alma, pídele que no me suelte nunca, que cada día me seduzca con más fuerza y que me enamore de Él con locura y fidelidad.

En el Amor de Jesús.
Gabaon.
_________________
"Con toda mi alma te anhelo en la noche, y con todo mi espíritu por la mañana te busco." (Isaías 26, 9)
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado Enviar email
Beatriz
Veterano


Registrado: 01 Oct 2005
Mensajes: 6434

MensajePublicado: Jue Nov 24, 2005 6:41 pm    Asunto:
Tema: Del Valor de las Obras
Responder citando

Gabaón: ¿qué opinas de esto que dicen el Padre Royo Marín O.P. y San Agustín?



Del libro "Para Salvarte" del Padre Jorge Loring con más de un millón de copias vendidas.



Cita:
«Dios ha querido darnos el cielo como recompensa a nuestras buenas obras. Sin ellas es imposible, para el adulto, conseguir la salvación eterna.

»Nuestra salvación eterna es un asunto absolutamente personal e intransferible. Al que hace lo que puede, Dios no le niega su gracia.

»Y sin la libre cooperación a la gracia es imposible la salvación del hombre adulto»30.

Con sus inspiraciones, Dios predispone al hombre para que haga buenas obras, y según el hombre va cooperando, va Dios aumentando las gracias que le ayudan a practicar estas buenas obras con las cuales ha de alcanzar la gloria eterna. «Tan grande es la bondad de Dios con nosotros que ha querido que sean méritos nuestros lo que es don suyo»31 .

Esta gracia, que nos eleva por encima de la naturaleza caída, la mereció el sacrificio de Nuestro Señor Jesucristo en la cruz. La obtenemos mediante la oración y los Sacramentos (ver números 95-97).


Nota: Antonio Royo Marín pertenecia a la orden de los Dominicos.

30 ANTONIO ROYO MARÍN,O.P.:Teología de la salvación,1ª,I,3,nº9;nº41;1ª,II,2.Ed. B.A.C. Madrid

31 SAN AGUSTÍN, Epístola 144, V. 19. MIGNE: Patrología Latina. 33, 880

http://es.catholic.net/escritoresactuales/251/464/articulo.php?id=6827
_________________
"Quien no ama, no conoce"
San Agustín
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado Visitar sitio web del autor
catholicus
Asiduo


Registrado: 01 Nov 2005
Mensajes: 181

MensajePublicado: Vie Nov 25, 2005 7:14 pm    Asunto:
Tema: Del Valor de las Obras
Responder citando

Gabaón
Creo que ya su pregunta está respondida.



No, no está respondida. ¿Acepta usted que las buenas obras hechas en Dios y en el mérito de Cristo merecen verdaderamente el aumento de la gracia, la vida eterna y la consecución de la misma vida eterna?

Es tan simple como responder con un sí o un no
_________________
Christianus mihi nomen est; catholicus vero cognomen
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado
Gabaon
Constante


Registrado: 03 Oct 2005
Mensajes: 796

MensajePublicado: Vie Nov 25, 2005 8:02 pm    Asunto:
Tema: Del Valor de las Obras
Responder citando

Dios te bendiga catholicus.

Sí.

Pues sí, sí creo y confieso que las obras hechas por un justo en estado de gracia como respuesta a la previa y precedente acción del Espírítu Santo que le inspira, sana, eleva, capacita, impulsa, prepara y logra la obra, estricta y perfectamente le merecen aumento de gracia y obrando así constantemente puede decirse perfecta y estrictamente que ha merecido la vida eterna con tal de que muera en estado de gracia.

¿Ya, respondida su pregunta?

¿Ahora ya me puede hacer el favor de explicarnos por qué La Iglesia después de expresar claramente el canon 32 en Trento, condena a un católico que se atreve a decir que el premio de la vida eterna se dá al que una vez sanado por la gracia ha hecho buenas obras como premio de su obediencia a los mandamientos que Dios estableció?

En el Amor de Jesús.
Gabaon.
_________________
"Con toda mi alma te anhelo en la noche, y con todo mi espíritu por la mañana te busco." (Isaías 26, 9)
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado Enviar email
Beatriz
Veterano


Registrado: 01 Oct 2005
Mensajes: 6434

MensajePublicado: Vie Nov 25, 2005 8:55 pm    Asunto:
Tema: Del Valor de las Obras
Responder citando

Gabaon escribió:


¿Ahora ya me puede hacer el favor de explicarnos por qué La Iglesia después de expresar claramente el canon 32 en Trento, condena a un católico que se atreve a decir que el premio de la vida eterna se dá al que una vez sanado por la gracia ha hecho buenas obras como premio de su obediencia a los mandamientos que Dios estableció?

En el Amor de Jesús.
Gabaon.


El Magistero condena a Bayo porque por ejemplo en las afirmaciones de abajo excluye la gracia y el mérito de Cristo. En ningún lugar Bayo dice que esta persona "ha sido sanado por la gracia", todo lo contrario.


Cita:
Como una obra mala es por su naturaleza merecedora de la muerte eterna, así una obra buena es por su naturaleza merecedora de la vida eterna.


En esta afirmación ¿dónde dice Bayo que la obra buena se ha hecho en comunión con Cristo?

Trento dice: CAN. I. Si alguno dijere, que el hombre se puede justificar para con Dios por sus propias obras, hechas o con solas las fuerzas de la naturaleza, o por la doctrina de la ley, sin la divina gracia adquirida por Jesucristo; sea excomulgado.


Cita:

Tanto para los ángeles buenos como para el hombre, si hubiera perseverado en aquel estado hasta el fin de su vida, la felicidad hubiera sido retribución, no gracia.


Aquí Bayo también excluye la gracia y esto es contrario a lo que la Iglesia enseña.




Cita:
El que después de habernos portado en esta vida mortal piadosa y justamente hasta el fin de la vida consigamos la vida eterna, eso debe atribuirse no propiamente a la gracia de Dios, sino a la ordenación natural, establecida por justo juicio de Dios inmediatamente al principio de la creación; y en esta retribución de los buenos, no se mira al mérito de Cristo, sino sólo a la primera institución del género humano, en la cual, por ley natural se constituyó, por justo juicio de Dios, se dé la vida eterna a la obediencia de los mandamientos.


Aquí tambien Bayo excluye la gracia de Dios y el mérito de Cristo.
_________________
"Quien no ama, no conoce"
San Agustín
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado Visitar sitio web del autor
CarlosR26†
Veterano


Registrado: 01 Oct 2005
Mensajes: 3941
Ubicación: MEXICO, Jal.

MensajePublicado: Sab Nov 26, 2005 12:36 am    Asunto:
Tema: Del Valor de las Obras
Responder citando

¿Entonces?

Alguien me lo puede resumir ¿?

Las obras el unico valor que tienen es el de haber respondido que SI a la Gracia e inspiración de Dios ¿?

Es decir, no son nuestras obras per se.. lo que aumenta la gloria, si no el estar abiertos a la voluntad de Dios que obra en nosotros a traves de la Gracia ¿?¿?
_________________
Amar es decir al otro: "Tu no moriras"
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado Enviar email Visitar sitio web del autor Dirección AIM
Beatriz
Veterano


Registrado: 01 Oct 2005
Mensajes: 6434

MensajePublicado: Sab Nov 26, 2005 6:53 am    Asunto:
Tema: Del Valor de las Obras
Responder citando

Espero que esto arroje un poco de luz. Para aprender hay que quemarse las pestañas. Si alguien siente que se ha beneficiado con esto solo le pido que eleve una oración silenciosa por mi papá (q.e.p.d.), dueño de este libro.



Fuente: Curso de Teología Dogmática
Por : Johann Auer y Joseph Ratzinger
Tomo V
El Evangelio de la Gracia


Posibilidad, modos y objetos del mérito: de la retribución graciosa de Dios

La doctrina del mérito tiene singular importancia no sólo porque tiene su fundamento en la revelación, sino también porque pone de manifiesto el núcleo de la doctrina católica de la gracia en cuanto a la colaboración entre Dios y el hombre, la posibilidad y gratuidad de la gracia y la importancia de la acción humana con la gracia divina. También aquí aparece una vez más el punto medio entre pelagianismo y maniqueismo. El primer requisito es que la gracia es esencial y originariamente imposible de merecer.


Posibilidad del mérito

Ya en el siglo XII hubo una tendencia teológica que negó el mérito. Estimulada por la lucha de San Agustín contra Pelagio y en consonancia con algunas afirmaciones de San Pablo, tales como “Si es por gracia, ya no es por las obras de la Ley” (Rom 11,6), “el amor no busca lo suyo” (1Cor 13,5), fue la escuela de Abelardo la que, de modo muy particular, negó el valor de cualquier obra buena. A instancias del Concilio de Sens (1140), se condenó expresamente su axioma Quod propter opera nec melior nec peior efficiatur homo (D 380 – DS 733). Poco después se expresaron de modo parecido, en contra de la posibilidad del mérito, Gilberto Porreta y su escuela; doctrina que, a instancias del monje Gaufrido, condenó el Concilio de Reims (1148). En el fondo late un personalismo espiritualista que no tiene en cuenta la realidad del hombre.

Por todo ello, ya en el siglo XII se señalan tres elementos fundamentales que hacen en principio posible el mérito:
a) La libertad moral que convierte al hombre en autor y señor de su conducta y actos y, de algún modo, también de su obra.
b) La pertenencia a una comunidad social, en que se salvaguardan el derecho y la justicia, el deber y la recompensa. Sólo dentro de semejantes relaciones sociales es posible el mérito.
c) El valor interno de la acción de uno tiene que convertir de algún modo el don indebido del otro en una retribución merecida.

Aplicando esta doctrina al mérito delante de Dios se mencionan asimismo tres elementos:
a) Dios, que no solamente le da todo al hombre como Creador, sino que además, como Padre y Señor, pacta con él una alianza, en la que fundamenta sus promesas.
b) La libre voluntad del hombre, que hace del acto del hombre (actus hominis) un acto humano (actus humanus), representando al hombre mismo como auténtico socio de Dios.
c) La gracia, en que se fundamenta el recto sentir del hombre, así como el valor de sus actos y obras.
Estos tres elementos, el personal, el ético y el objetivo, constituyen juntos la base del mérito.

2. Especies de mérito
Como Dios y el hombre no son pactantes totalmente iguales, sino que se enfrentan más bien como Creador y criatura, como Padre e hijo, como Señor y siervo, ya en los comienzos mismos de la edad media se distinguieron por lo menos tres clases de mérito:

a) El mérito de dignidad o meritum de condigno se concibe como el mérito propiamente dicho, sobre el terreno de la “justicia objetiva”. Su fundamento no tanto lo constituye el acto personal del hombre cuanto la gracia específica, como libertad humana, que en cualquier caso es un don de Dios, y todos los presupuestos objetivos y humanos del mérito, que también son dones de Dios.
b) El mérito de equidad o meritum de congruo, que se apoya sobre todo en el hecho de que Dios ha prometido la recompensa eterna a quienes cooperan con su gracia. Aquí ya no se puede hablar, como en el meritum de condigno, de una “exigencia objetiva”, sino sólo de una “exigencia moral”.
c) El mérito que no es más que un don de gracia (meritum interpretativum): aunque todo es don suyo, Dios recompensa al hombre cual si éste lo hubiese realizado todo por sí mismo. Dios recompensa en cierto modo a su propio don. Aquí solo se puede hablar de una exigencia “del amor”.
Si en el mérito de la primera clase es decisiva la relación Creador-criatura, en el segundo lo es la de Señor-siervo, y en el tercero la relación Padre-hijo.

3. Objetividad del mérito
Es doctrina de la Iglesia que: el hombre justificado puede merecer plenamente delante de Dios, mediante sus buenas obras realizadas en gracia, un aumento de esa misma gracia, la vida eterna y el aumento de la felicidad celestial.
Tal es la doctrina explícita del Concilio de Trento en contra de los reformadores (D 809,842 – DS 1545,1582). Su fundamento escriturístico es ancho y hondo.

La idea de recompensa es esencial a la religión revelada, en que se enfrenta el Dios personal como Creador al hombre en cuanto criatura y criatura a imagen y semejanza divina; en que la promesa de Dios exige obediencia y acción, las cuales no pueden quedar sin respuesta por parte del Dios que promete; una religión en la que el hombre –obligado a realizarse con sus propias acciones- tiene siempre que estar ante la santidad y el juicio de Dios. Para ello es decisivo que prevalezca una comprensión adecuada de la amplísima relación Dios-hombre por encima de la simple idea, demasiado humana, de premio-castigo. Mientras que el judaísmo primitivo, gracias sobre todo a las advertencias de los profetas, contemplaba y vivía la soberanía de Dios, en la que hunde sus raíces su misma misericordia, como la verdad fundamental de la religión hebrea revelada, después del destierro se impuso el estrechamiento farisaico de la religión judía mediante el racionalismo rabínico de última hora, que ya no miraba sobre todo a Dios, sino que tenía ante los ojos la relación de las acciones humanas con su premio o su castigo, la doble relación mérito-premio y culpa-castigo, aplicando estos módulos humanos a las propias relaciones con Dios. De ahí que en lugar de la exigencia y promesas divinas y de la retribución graciosa apareciese la letra de la ley, y en lugar de la misericordia y liberación por parte de Dios apareciese la retribución estimable y medible, como aquello a lo que el hombre debía aspirar.

Jesús tomó repetidas veces posición, en sus parábolas y en su doctrina, contra esta estrechez de miras ético-jurídica, sin rechazar por ello las primitivas ideas judías de retribución y recompensa. Personalmente Jesús emplea doce veces en los Sinópticos el vocablo “recompensa”. Es sobre todo en sus discursos acerca de los ejercicios piadosos, dentro del llamado sermón de la montaña, donde aparecen estas afirmaciones: “Mi Padre que escudriña lo oculto (que ve la limosna y el ayuno hecho en secreto) te lo recompensará” (Mt 6,4.1Cool. Expresamente establece las condiciones con estas palabras: “Poned atención de no practicar vuestra justicia delante de los hombres” (Mt. 6,1). Aquí entra también la exhortación de “Amontonad tesoros en el cielo que ni la polilla ni el orín destruyan y donde los ladrones no excavan ni roban” (Mt 6,20). Es verdad que Jesús exige “Vende todo lo que tienes y dalo de limosna a los pobres”, pero añade: “y tendrás un tesoro en el cielo” (Mc 10,21)
Especialmente numerosas son las parábolas relativas al juicio final, en las que es decisiva la idea de retribución y de premio: el administrador fiel será puesto al frente de los bienes de su Señor (Mt 24, 47); al siervo que administró fielmente los talentos, le dice el Señor: “Siervo bueno y fiel, porque has sido fiel en lo poco, te constituiré sobre lo mucho; entra en el gozo de tu Señor” (Mt 25, 21.23). De igual modo, promete Cristo a los apóstoles que se sentarán sobre doce tronos y juzgarán a las tribus de Israel (Mt 19,28; cf Ap 2,27; 3,21); y asegura que cualquiera que haya dejado el mundo por causa de Jesús recibirá “cien veces más y la vida eterna” (Mt 19,29). Es de capital importancia que en el mensaje de Jesús también la recompensa siga siendo siempre don de la bondad y amor de Dios, y no justicia debida, como aparece sobre todo en la parábola de los obreros de la viña: “Llama a los obreros y págales su salario” y como todos recibieran la misma paga, tanto los que habían trabajado doce horas como los que sólo lo habían hecho una, el dueño de la viña dio esta respuesta al murmurador: “!Toma lo que es suyo y vete! Quero dal al último lo mismo que a ti ¿Acaso no puedo hacer de lo mío lo que quiero? ¿O va a ser malo tu ojo porque yo soy bueno? (Mt 20,8.14s). Sin embargo, en Lc cita Jesús el proverbio “Digno es el obrero de su salario” (10,7). Y en Mt 16,27 proclama: “El Hijo del hombre recompensará a cada uno según sus obras” (cf. Is 62,13)

Finalmente, Pablo, que ha combatido enérgicamente la “santidad de las obras” y la piedad legalista de los fariseos en nombre de la fe en Cristo, destaca no menos veces la idea de la retribución, incluso en su primitiva forma judía. Se exhorta al hombre a que se esfuerce por obtener la recompensa, como el corredor en el estadio por conseguir la corona de la victoria (1Cor 9,24). Pues cada uno recibe su propia recompensa según sus obras (1 Cor 3,8; Rom 2,6). “Quien siembre con largueza, con largueza recogerá” (2 Cor 9,6). Así, Pablo personalmente espera la “corona de la vida” por “haber combatido el buen combate” (2 Tim 4,Cool y porque debe esperarse del Señor la recompensa como herencia (Col 3,24).

Pero es sobre todo el autor de la Carta a los Hebreos el que no se cansa de recomendar la fe, la renuncia y la paciencia en las buenas obras, en medio de las tribulaciones de la vida terrena, como condición para recibir la recompensa prometida (6,12; 10,35; 11,6; 11,26); “que no es Dios injusto para que se olvide de vuestro trabajo y del amor que habéis mostrado” (Heb 6,10). La recompensa es siempre la “herencia de la promesa, don de Dios”, pues el reino de Dios es tan grande que sólo puede ser obtenido a título de regalo. En última instancia, Dios mismo es la recompensa: “Mirad que vengo presto y mi recompensa está conmigo para retribuir a cada uno según fueren sus obras” (Ap 22,12; cf. 11,1Cool. El “vencedor” obtiene una recompensa que siempre sobrepasa con mucho la medida terrena (Ap 2,7: comer del árbol de la vida; 2,17: comer del maná escondido y conseguir la piedra blanca con el nombre misterioso; 2, 28: contemplar la estrella de la mañana; 3,12: será una columna en el templo de Dios, con el nombre de Dios, el nombre de la nueva Jerusalén y el nombre personal nuevo).

Así pues, la idea de la recompensa -y la de retribución en general, que siempre aparece en el doble aspecto de premio y castigo en las parábolas del juicio- es importante en el mensaje de Cristo, aunque sea el propio Cristo quien ha revelado el amor de Dios Padre a sus hijos, la benevolencia del Señor para con su siervo y la justicia creadora de Dios frente a sus criaturas.

4. Objeto del mérito
a) Como objeto de un mérito de dignidad o meritum de condigno aparece siempre en las mencionadas parábolas y en los discursos de Jesús en la vida eterna como plenitud del ser humano, el “estar con Dios”, en que Dios personalmente se convierte en recompensa del hombre. La gracia es vinculación del hombre con Dios in statu viae y ciertamente que en el ser (gracia santificante) en el obrar (gracia actual), y el fin de esa gracia es la unión definitiva e indisoluble con Dios, de una hondura y fuerza que los hombres no podemos comprender en la tierra (1Cor 2,9). Las parábolas y sentencias de la Escritura insinúan una proporción entre recompensa y realizaciones: “Cada uno recibirá su recompensa según su esfuerzo” (1Cor 3,Cool. Sobre todo las diversas retribuciones de las cartas del Ap (cap. 2-3), así como las bienaventuranzas (Mt 5, 1-12), señalan esa diversidad y proporción de la recompensa.

Las obras del pecador no pueden obtener mérito de condigno, pues el pecador tiene que empezar por alcanzar la conversión y la justificación, que siempre son pura gracia y no mérito (cff. Rom 4,4s). La Iglesia ha mantenido expresamente esta doctrina en el Concilio de Trento (D 801 – DS 1532) y frente a Bayo (D 1012 – DS 1912). Para dicho mérito se requieren también la dignidad de la persona y el orden objetivo del estado de gracia que aquí faltan (Tomás, ST I-II q. 114 a. 5). Tampoco pueden caer bajo un mérito de condigno las realizaciones o buenas obras que un justo lleva a cabo a favor de otro, y especialmente de un pecador. Cómo aplica Dios el bien a otros, por ejemplo a las almas del purgatorio, hay que dejarlo por completo en manos de su misericordia (Tomás, ST I-II q. 114 a. 6). Tampoco el justo puede merecer para sí la gratia perseverantiae, como ningún hombre puede merecer la primera gracia, el inicio de la fe. Ni puede tampoco el justo merecer la gracia de la conversión después de una posible caída en el pecado (Tomás, ST I-II q. 114 a.7).

b) En lo referente al objeto del mérito del congruo: tiene particular alcance el axioma debido a la escuela de Abelardo: Facienti quod in se est Deus non denegat gratiam. Aplicando el axioma al pecador que no está en gracia, sólo podría significar una “disposición o preparación negativa” a la gracia, es decir, que el hombre no le oponga resistencia alguna. A los molinistas no les basta esta preparación; los tomistas se contentan con tal preparación negativa porque la gracia que Dios otorga sigue siendo una gracia libre. A Tomás de Aquino le satisface dicha preparación negativa en CG III, 149; IV Sent. Dist. 17 q. 1 a. 2 c. 1; De ver. 6,2; 24,15; sólo la Summa Theologiae (I-II q. 109 a. 6) postula una preparación positiva para la que se requiere aliquod auxilium gratuitum Dei interius animan moventis.

Aplicado al hombre que al menos recibe una gracia actual, el axioma equivale a una “disposición o preparación positiva” para ulteriores gracias actuales y para el camino de la justificación. Colaborando con la gracia actual el hombre puede merecer con un mérito de equidad o de congruo nuevas gracias actuales (cf 13).

El hombre justificado puede merecer con su actuación gracias eficaces y, según el pensamiento molinista, preparar en cierto modo la gracia de la perseverancia, mientras que en la interpretación tomista la gracia de la perseverancia es siempre puro don de Dios. Una preparación a la gracia de la perseverancia sólo podría calificarse en el mejor de los casos como meritum interpretativum.

De acuerdo con el sentir del Antiguo Testamento, muchos teólogos enseñan que el hombre justificado puede también merecer con sus obras bienes terrenos, cuando son necesario o al menos útiles para su salvación.

Algunos teólogos (Domingo Soto, Becano) rechazan el meritum de congruo como un concepto contradictorio. Realmente no tienen lo bastante en cuenta el lenguaje analógico. La teología molinista, mas antropocéntrica, piensa aquí en un “mérito” propiamente dicho, en tanto que la teología tomista, más teocéntrica, incluso en el mérito sigue hablando de la gracia.

5. Condiciones del mérito

Para el meritum de condigno se requieren por parte de Dios: su amor que crea, su amor que promete y su amor que recompensa.

Por parte del hombre que merece: el status viae, que en la Escritura aparece como el tiempo de la sementera, mientras que al tiempo de la cosecha ya no hay nada nuevo que hacer (2Cor 5,10; Gal 6,7-10). El Concilio de Trento enseña expresamente esta doctrina (D 803,809 – DS 1535, 1545). Para merecer el hombre tiene que estar además en estado de gracia, pues es ésta la única capaz de hacer meritorias y agradables a Dios las obras humanas (D 809 – DS 1545). Sólo la gracia esencialmente sobrenatural da a la actividad natural del hombre el valor que en definitiva tiene importancia para la felicidad esencialmente sobrenatural (cf. Jn 15: alegoría de la vid).

Por parte de la obra: la obra tiene que ser actus humanus, es decir, una obra positiva del hombre, no simplemente un “dejar hacer”, aunque la verdadera paciencia puede tener un carácter positivo en la conducta del hombre. Ha de ser un actus honestus, o sea, una obra buena en sí misma; actus liber, nacido positivamente de la libertad moral del hombre; y tiene que ser también un actus supernaturales, es decir un acto realizado en gracia y cualificado por la gracia.

Resulta problemático o improbable que la obra en cuestión tenga que ser un actus ordinatus in obsequium Dei o que posea una motivación totalmente sobrenatural; así parece deducirse de Mt 25,40: donde los llamados por Dios a la vida eterna no tienen conciencia de haber servido a Cristo.

De un alcance más profundo para la doctrina cristiana del mérito es saber que el mérito cristiano ha de estar sobre todo unido a Jesucristo. Cristo y su obra redentora es la verdadera causa meritoria de toda gracia y por lo mismo la auténtica causa del mérito. De ahí que cualquier obra realmente meritoria debe realizarse en Cristo, con Cristo y por Cristo, en el seguimiento actual de Cristo. De acuerdo con Mt 25,40 esto no significa, una vez más, que el hombre sea consciente de semejante postura, sólo significa que de hecho actúa en el Espíritu, que es el Espíritu de Cristo.

b) En la doctrina del mérito, según la interpretación tomista, podemos asombrarnos sobre todo del amor creador de Dios, que ha empezado por dárnoslo todo -1Cor 4,7: “¿Qué tienes tú que no lo hayas recibido?”- y que después cuida de nosotros a fin de que con sus dones podamos merecer algo, y de este modo la alegría por el regalo no se turbe por el sentimiento de impotencia, sino que a través del sentimiento de una cierta capacidad personal –a imagen y semejanza de la de Dios- y de la propia postura libre frente al donante, esa alegría sea mayor y más pura.

En la interpretación molinista cabe todavía una alegría mayor por esa capacidad personal, aun cuando la entendamos sólo como un don gratuito del Dios Creador. La alegría de haber sido creados y agraciados por Dios como socios suyos, incluso de la obra meritoria, puede ser una alegría puramente cristiana, que en modo alguno se opone a la idea de la grandeza única y absoluta de Dios. Esta forma de pensar resulta más personalista que la concepción, más objetiva, del tomismo.



Mañana continuo con Esencia y sentido de las buenas obras...
_________________
"Quien no ama, no conoce"
San Agustín
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado Visitar sitio web del autor
catholicus
Asiduo


Registrado: 01 Nov 2005
Mensajes: 181

MensajePublicado: Sab Nov 26, 2005 8:38 am    Asunto:
Tema: Del Valor de las Obras
Responder citando

Pues iba a contestar a Gabaón pero como ya lo ha hecho perfectamente Beatriz, me ahorro la respuesta.

Lo que sí sería interesante es que Gabaón nos dijera en cuál de las 79 sentencias de Bayo condenadas por el Papa se afirma que "el premio de la vida eterna se dá al que una vez sanado por la gracia ha hecho buenas obras como premio de su obediencia a los mandamientos que Dios estableció"

Al igual que Beatriz, más bien veo que Bayo sostenía la no necesidad de la gracia para que las buenas obras merezcan la vida eterna. Nada que ver con Trento


Por cierto hermana, gracias por tomarte el trabajo de copiarnos ese texto tan clarificador del libro de tu padre, que en gloria de Dios esté.
_________________
Christianus mihi nomen est; catholicus vero cognomen
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado
Beatriz
Veterano


Registrado: 01 Oct 2005
Mensajes: 6434

MensajePublicado: Sab Nov 26, 2005 2:51 pm    Asunto:
Tema: Del Valor de las Obras
Responder citando

Esencia y sentido de las buenas obras

1. En la época de los patriarcas la realidad fundamental y soberana es Dios como Señor de la historia y, en definitiva, como creador y ordenador del mundo. Dios establece su ser y su orden en este mundo en cuanto que irrumpe en la historia de los hombres, premia el bien y castiga el mal. Sólo en la época de la monarquía aparece una mayor individualización, con lo que el éxito de cada uno en la vida puede interpretarse como premio a sus buenas obras. Por eso también los padecimientos del justo, principalmente desde los tiempos del destierro, se convierte en el gran problema que afrontan el Predicador (Kohelet = Eclesiastés) y Job. Una cierta solución a ese problema se vislumbra desde el libro de la Sabiduría, donde se acepta en firme una vida después de la muerte, por lo que la retribución no tiene ya que realizarse en este mundo. La recompensa deja de ser un problema de experiencia para pasar a ser objeto de la esperanza y de la fe.

La época helenística conduce a una cierta “secularización”, que se manifiesta sobre todo en el hecho de que la voluntad de Dios se hace palpable en este mundo con su “Ley objetivada”. El hombre piadoso ya no se responsabiliza ante el Dios vivo sino ante la Ley escrita y Dios mismo se obliga al cumplimiento de esa Ley. Dios y el hombre se enfrentan como quien dice en la “Ley” y en las “buenas obras”. En lugar del pensamiento religioso prevalece una mentalidad eticista. Lo decisivo en esta mentalidad del judaísmo tardío es que enfoca las obras casi exclusivamente desde el punto de vista de la “recompensa”. El problema de la retribución ya no se contempla desde Dios, sino desde el hombre.

Aunque las primitivas ideas hebreas de la recompensa, y en parte también las del judaísmo tardío, penetran en el Nuevo Testamento, en la nueva alianza aparece, sin embargo, algo completamente nuevo, en cuanto que el propio Cristo no sólo vuelve a poner en el centro de su predicación el pensamiento originario de la “realeza de Dios”, sino que ha tomado sobre su persona toda la “culpa de los hombres”, los ha redimido y en su conducta ha hecho vida y realidad por amor al altruismo más completo hasta morir por “los muchos”. Cierto que en su predicación, como ya hemos indicado, la idea de recompensa sigue conservando toda su importancia, si bien un tanto modificada; el núcleo, sin embargo, de la ética cristiana ya no es el cumplimiento de la Ley, sino LA IMITACION DE CRISTO. Con ello entra algo nuevo en la obra: se convierte en “la buena obra”.

2. Cristo dice de sus propias obras que no son suyas, sino obras del Padre: “En verdad os digo que el Hijo no puede hacer nada por sí mismo, sólo puede hacer lo que ve hacer al Padre. Lo que éste hace lo hace también el Hijo, pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que hace” (Jn 5, 19s). Tales son las “buenas obras” a las que Cristo mismo se remite cuando pregunta: “¿Por cuál de las obras me queréis apedrear?” (Jn 10,32). Las obras que él realiza son “las obras que el Padre, que permanece en mí, realiza” (Jn 14,10). Como Cristo se remite a tales obras para demostrar a los judíos su filiación divina, así también exhorta a sus apóstoles: “Vosotros sois la luz del mundo…vuestra luz brille delante de los hombres para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mt 5,14ss). A esto se debe que Cristo sólo haya dado un mandamiento estricto: el gran mandamiento del amor, que debe manifestarse en el amor de Dios y del prójimo hasta el amor a los enemigos y hasta la propia entrega.

De ahí parte el lenguaje del apóstol Pablo, que habla siete veces en sus cartas de la obra buena. Las cartas pastorales mencionan quince veces las obras hermosas, buenas. En la carta de Santiago, y sólo en 2,14-26, se alude una docena de veces a la obra, la obra que procede de la fe, “obra de fe”, de la que también habla Pablo en 1 Tes 1, 3 y 2Tes 1,11. Bajo esta expresión, el Apóstol se refiere sobre todo a la obra que Dios mismo realiza en la comunidad, aunque no ciertamente sin la colaboración comunitaria.

Lo decisivo en la doctrina paulina sobre las buenas obras es que tales obras buenas son fruto de la gracia de Dios y brotan de lo profundo de la personalidad. Por ello, se trata en el fondo de “una” obra aunque se despliegue en muchas acciones. Los cristianos han sido “creados en Cristo para las buenas obras” (Ef 2,10). Y así, puede el Apóstol decir a los filipenses: “Estoy firmemente persuadido de esto: Quien en vosotros comenzó la buena obra la ira consumando hasta el día de Cristo Jesús” (1,6): Pablo piensa ante todo no sólo en la fe de los filipenses sino en su contribución efectiva al reino de Dios y a la Iglesia de Cristo. Por eso, ora a fin de que Dios…”consuele vuestros corazones y los fortalezca en toda obra y palabra buena” (2Tes 2, 17; cf. Col 3, 17). “Y poderoso es Dios para haceros rebosar de toda gracia, de manera que…os sobre para toda buena obra” (2 Cor 9,Cool. En su ser más profundo esas obras buenas o esta buena obra del hombre son fruto del Espíritu, que en una ocasión Pablo ha compendiado en estas palabras: “caridad, gozo, paz, longanimidad, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, continencia” (Gál 5,22), contraponiéndolas expresamente a “las obras de la carne” (Gál 5, 19). Todas las obras, que la carta de Santiago postula como obras de la fe práctica, son las obras cotidianas al servicio del amor de Dios y del puro amor al prójimo.

3. Resumiendo la doctrina de las “buenas obras” tal como aparecen en la revelación, hemos de decir que se trata en primer término de obras en la imitación de Cristo. Como tales la Iglesia siempre menciona ante todo la oración, el ayuno y la limosna. Dichas obras deben ser expresión y ayuda para las adecuadas relaciones del hombre con Dios, con su cuerpo, su mundo y su prójimo. Equiparables a esas obras, conocidas y recomendadas ya en la predicación profética del Antiguo Testamento, son, en la Iglesia de Cristo, principalmente los votos monásticos de pobreza, castidad y obediencia, que constituyen la respuesta libre del hombre contra las tentaciones del mundo, cuyo contenido esencial es, según la carta I de Juan, “concupiscencia de los ojos, concupiscencia de la carne y ostentación de la vida” (1 Juan 2,16). Todas esas obras cristianas son signo y ayuda de la libertad frente a sí mismo y de la libertad para Dios. Por ello, la Iglesia las cualifica de “obras supererogatorias”, pues en realidad ya no van vinculadas a la idea de retribución, sino que cobran su sentido única y exclusivamente en seguir a Cristo y en llevar la cruz con él por amor a los hermanos.

De contemplar las llamadas “buenas obras” desde un ángulo antropológico y psicológico, habría que decir que no son obras utilitarias, sino que brotan y crecen de la raíz del amor y de la gracia; se orientan espontánea y directamente a Dios y al prójimo. Su motivación está en el campo personal de la libertad que se realiza en la entrega; en el campo ético se sostienen por la fuerza de la penitencia y la expiación, la paciencia y la alegría; influyen incluso en el campo histórico de este mundo hasta alcanzar la misma realidad material. Es sobre todo en el campo ético-religioso donde se revela la fuerza creadora de la libertad humana. Mas como el fundamento primero de todas estas “buenas obras” es la mística cristológica, todas estas buenas obras se encuentran bajo la influencia de la gracia divina y sin ella ninguna es posible.

4. Desde esta concepción de las buenas obras hay que comprender asimismo su errónea interpretación a finales de la edad media y la lucha de la reforma contra semejante interpretación. Cuando el nominalismo de la tardía edad media convirtió las relaciones entre Dios y el hombre en meras relaciones de asociados, introdujo una escisión en la piedad práctica: las personas cultas admitían un Dios déspota que podía premiar o castigar a su libre voluntad (mera acceptatio divina). El pueblo sencillo, que partía de una idea práctica de la retribución, procuraba reconciliarse al Dios despótico de los teólogos con una santidad extemosa de las obras, a base de peregrinaciones, indulgencias y ascesis mortificante. Contra todo esto procuró Lutero tomar posiciones en nombre de la doctrina evangélica. Pero, al arrancar también del nominalismo de su tiempo, no llegó a la doctrina auténtica de las buenas obras, sino a su doctrina personal de la sola fides, sola gratia, solus Christus, que era perjudicial para la indispensable madurez del hombre ético-religioso llamado a dar fruto de buenas obras.

El Concilio de Trento salió al paso de esta doctrina de Lutero en nombre del Evangelio, preparando así el camino para la recta comprensión de las buenas obras en el seno de la Iglesia. Pese a subrayar una y otra vez el valor de las buenas obras, el Concilio defendió firmemente: 1. que nunca podemos jactarnos de nuestras obras delante de Dios (1Cor 1,31), sino sólo en el Señor, que es quien produce las buenas obras (cf. Ef 2,10); 2, que en el fondo, Dios no otorga mérito a nuestras obras, sino más bien a sus propios dones en nosotros (D 810, 834, 836, 843 – DS 1548, 1574, 1576, 1581, 1583). “Somos obra suya (de Dios), creados en Cristo Jesús para las buenas obras que Dios preparó de antemano, a fin de que caminemos en ellas” (Ef 2, 10).
_________________
"Quien no ama, no conoce"
San Agustín
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado Visitar sitio web del autor
Beatriz
Veterano


Registrado: 01 Oct 2005
Mensajes: 6434

MensajePublicado: Sab Nov 26, 2005 3:02 pm    Asunto:
Tema: Del Valor de las Obras
Responder citando

Gracias Catholicus.

He preferido copiar en lugar de expresarlo con mis propias palabras porque para explicar la doctrina de las buenas obras basta una sola palabra mal dicha para que cambie el sentido de toda la doctrina.

Dios te bendiga
_________________
"Quien no ama, no conoce"
San Agustín
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado Visitar sitio web del autor
Mostrar mensajes de anteriores:   
Publicar nuevo tema   Este tema está cerrado y no puede editar mensajes o responder    Foros de discusión -> Temas Controvertidos de la fe y la moral Todas las horas son GMT
Ir a página 1, 2, 3 ... 24, 25, 26  Siguiente
Página 1 de 26

 
Cambiar a:  
Puede publicar nuevos temas en este foro
No puede responder a temas en este foro
No puede editar sus mensajes en este foro
No puede borrar sus mensajes en este foro
No puede votar en encuestas en este foro


Powered by phpBB © 2001, 2007 phpBB Group
© 2007 Catholic.net Inc. - Todos los derechos reservados