susanaines Nuevo
 
  Registrado: 29 Sep 2006 Mensajes: 16
 
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           Publicado:
            Vie Nov 24, 2006 5:25 pm    Asunto:
             
            Tema: ¿Cómo descubrir los carismas?  | 
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				hola hermanos les mando escrito del P.Vicente dominico de nuestra comunidad en Madrid.
 
un abrazo en Xto. paratodos .
 
 
 
 
QUÉ SON LOS CARISMAS?
 
P. Vicente BORRAGÁN, O.P.
 
Hasta hace unos treinta años casi nadie sabía lo que significaban los términos
 
carismas y carismático. Después del Vaticano II esos términos han invadido
 
todos los campos: eclesiástico, civil, artístico, político y deportivo. Se habla
 
de vivir el carisma de los orígenes, de un Papa carismático, de políticos con
 
carisma, de deportistas y de cantantes carismáticos...
 
Básicamente, carisma significa don. No es un término común fuera del Nuevo
 
Testamento. Pero, al menos una vez, el término es utilizado con un sentido muy
 
interesante. Un hombre hace una clasificación de sus posesiones y las distribuye en dos
 
grupos: las que obtuvo, dice el texto griego, “apo agorisis”, es decir por compra, y las
 
que obtuvo “apo charísmatos”, es decir, por donación. La idea básica del término
 
carisma es ésta: se trata de algo gratuito, de algo que no se ha ganado con el propio
 
esfuerzo, de algo que llega como un regalo y que no está al alcance de las posibilidades
 
ni del esfuerzo del hombre.
 
Rom 6, 23 es la ilustración más hermosa del término. "Pues el salario del pecado es la
 
muerte; pero el don gratuito {carisma) de Dios es la vida eterna con Cristo Jesús Señor
 
nuestro". El término que utiliza san Pablo para describir la paga de los pecados es
 
oxonia; oxonion viene del verbo ox-oneo (oxon oneomai), que quiere decir, aquello que
 
es comprado para ser comido con pan, carnes, platos; pero en segundo lugar significa la
 
paga o el “estipendium”, sobre todo de los soldados, pero también de los obreros, que se
 
pagaba en alimentos, en carnes, en sal, o en dinero. Pero carisma tenía también un
 
trasfondo militar particular. Cuando un emperador subía al trono o celebraba su
 
cumpleaños daba a sus soldados un donativum o carisma, es decir, les regalaba cierta
 
cantidad de dinero. Ellos no lo habían ganado, como sucedía con su oxonia; lo recibían
 
por la generosidad del emperador:
 
Lo que dice san Pablo es estremecedor: si hubiéramos recibido la paga que merecíamos,
 
ésta hubiera sido la muerte. Todo lo que hemos ganado ha sido un salario de muerte.
 
Pero el carisma, el don o la dádiva de Dios es la vida eterna. Todo lo que tenemos es
 
carisma, regalo de Dios. Todas las gracias que hemos recibido, todas las promesas,
 
todos los dones, es un puro regalo de Dios. Todo es carisma, todo es gracia.
 
¿Qué son los carismas? La palabra carisma es una pura trascripción del término griego
 
carisma (de la raíz char, de donde proceden también charis, que significa gracia; eucharisteo,
 
que significa dar gracias; charizomai, ser agradable o querido, hacerse
 
agradable, regalar). Carisma significa, pues, don, regalo, merced, donación, obsequio,
 
presente, donativo, dádiva. Charis (gracia) y carisma (carisma) es, pues, dos términos
 
que pueden expresar la misma realidad. El término carismático no aparece, en cuanto se
 
ha podido constatar, hasta el siglo XX.
 
Fue, probablemente, san Pablo quien acuñó la palabra carisma y quien la vinculó con el
 
Espíritu.
 
San Pablo habló de los carismas en algunas de sus cartas. De una manera muy general,
 
designó con el término carisma los dones gratuitos de Dios, los talentos naturales, el
 
don que se confiere a un hombre cuando es ordenado para el ministerio. De una manera
 
más particular, el término carisma fue aplicado a los diversos servicios y ministerios de
 
la Iglesia; pero, propiamente hablando, y según la acepción que ha prevalecido en la
 
tradición cristiana, el término carisma es aplicado a esa serie de gracias mencionadas en
 
1 Cor 12,8-10: palabra de sabiduría y de ciencia, carisma de profecía, de fe, de
 
curaciones, de poder hacer milagros, de discernimiento de espíritus, de hablar en
 
lenguas, de interpretación. De ahí que no sea fácil dar una definición unívoca del
 
carisma, que se aplique en todos los casos y a todas esas gracias del Espíritu. Lo que es
 
común a todas esas acepciones es la gratuidad absoluta y su procedencia del Espíritu.
 
Dicho con otras palabras: hay carismas que son otorgados por el Espíritu de una manera
 
permanente, como es el carisma de gobierno o de dirección, de enseñanza, de servicio,
 
etc.; otros son carismas más o menos pasajeros, temporales, ocasionales, dados para
 
ciertos momentos, en ciertas circunstancias, pero siempre para la edificación o
 
construcción de la comunidad cristiana. Tal es el caso del carisma de profecía, de
 
sanación, la palabra de sabiduría, de conocimiento, el poder de hacer milagros, el
 
carisma de la fe, hablar en lenguas. Cuando se habla de carismas se entiende, de un
 
modo preferencial, esta última clase de gracias. "Por carismas entendemos, pues, no la
 
gracia de la inhabitación constante del Espíritu Santo en los creyentes, sino aquellos
 
dones conferidos por el Espíritu a determinadas funciones espirituales" (José Rius
 
Camps).
 
San Pablo dio la siguiente definición del carisma: "Una manifestación del Espíritu Santo
 
para el bien común" (1 Cor 12,7). Se trata, por consiguiente, de una serie de gracias
 
destinadas al bien común más que a la santificación personal del que las recibe; gracias
 
derramadas por el Espíritu sobre algunos fieles para la edificación y la construcción de
 
la Iglesia, el cuerpo de Cristo. Los carismas son otorgados en función del bien de la
 
comunidad, no para la santificación del que los recibe. No son gracias santificantes del
 
alma, sino gracias sociales, para el bien de la Iglesia. Están abiertas al mundo entero. El
 
que los recibe no es su destinatario final, sino un canal transmisor hacia los demás. Se
 
podría decir que "si no hubiera comunidad no habría carismas".
 
"Los carismas, por consiguiente, pueden ser dados a cualquier hombre, en cualquier
 
circunstancia, en cualquier momento, sea pecador o santo, hombre o mujer, sabio o
 
ignorante, creyente o no creyente. No se los posee de una vez para siempre ni pueden
 
ser manejados según la propia voluntad. Poseen siempre un componente de frescura y
 
de sorpresa".
 
San Pablo dijo claramente cuál era el origen de todos los carismas: "Hay diversidad de
 
carismas, pero el Espíritu es el mismo" (1 Cor 12,4). Los carismas son diversos en sus
 
manifestaciones, pero únicos en su origen. Son una manifestación del Espíritu (1 Cor
 
12,7). No pueden proceder de otra fuente. Vienen de él, llevan su sello, llevan "la marca
 
de la casa". Y los distribuye con una libertad total, sin que nada ni nadie le pueda
 
condicionar.
 
"En cuanto a los dones espirituales, no quiero hermanos, que estéis en la ignorancia" (1
 
Cor 12,1). Tampoco nosotros deberíamos estar en la ignorancia en cuanto se refiere a
 
los carismas. Todos deberíamos tener una idea exacta de lo que son los carismas y del
 
lugar que ocupan en la vida cristiana y en la de cada fiel en particular, saber en qué
 
consisten y darles la importancia que merecen: ni supravalorarlos ni pasarlos por alto, ni
 
hacer depender toda la vida de ellos ni vivir como si no existieran, ni buscarlos con
 
ansiedad ni despreciarlos como cosas que no tienen mucho valor. Y sin olvidar en
 
ningún momento que el Don es más importante que los dones, que el Espíritu Santo es
 
el don supremo que Dios nos ha concedido a los hombres, que él es el manantial de
 
donde brotan todas las gracias. Quien se quede sólo con los carismas terminará por
 
perder al Espíritu.
 
Pero ningún carisma puede ser pasado por alto, despreciado o minusvalorado, por
 
pequeño que aparezca a nuestros ojos. Es una gracia infinita del Espíritu y un signo de
 
su presencia y de su acción en medio de nosotros. Para la mayoría de nosotros ha sido
 
una sorpresa oír hablar de carismas. Es algo a lo que no estábamos acostumbrados. Es
 
como una realidad nueva que ha sido insertada en nuestra vieja vida cristiana. La
 
formación cristiana que hemos recibido ha sido, con frecuencia, muy austera, basada en
 
la moral y en el esfuerzo personal. Una religión de obligaciones, de hay que hacer, de
 
ascesis y de dominio del propio cuerpo. Pero ese tipo de religión, que ha enfatizado el
 
esfuerzo humano, está falsamente centrada. Puede producir hombres esforzados, pero
 
cada derrota se convierte en amargura. La verdadera religión acentúa la iniciativa
 
divina, el don sobre la exigencia, la gracia sobre la ley, la mística sobre la ascética, lo
 
que Dios ha hecho por encima de lo que nosotros debemos hacer. Enseña a mirar a Dios
 
antes que al propio yo. La religión de obras no ha sido demasiado atractiva. Ha carecido
 
de alegría y de entusiasmo.
 
Pero, de repente, el Espíritu nos ha descubierto que en nosotros hay un potencial de
 
gracia que lo teníamos en el olvido, como un tesoro que yacía debajo mismo de nuestra
 
mesa, como un montón de pozos de petróleo debajo de nuestro rancho. Estaban allí,
 
pero nunca los habíamos utilizado. "Lo hemos hecho todo desde nuestra preparación,
 
desde nuestros esfuerzos y desde nuestros proyectos. Y, sin embargo, teníamos en la
 
reserva un carisma de Dios, una gracia para hacer todo lo que teníamos que hacer. ¡Una
 
gracia de Dios para movernos por todos los terrenos de nuestra vida!" (J . Villarroel) .
 
El Espíritu, que jamás ha abandonado a la Iglesia, está haciendo un despliegue de
 
gracias en nuestros días: gracias para mí, gracias para todos, todas para todos, para cada
 
uno.
 
El carisma es una gracia gratuita. Pero es probable que el Espíritu Santo nunca pase en
 
vano, como de vacío, por el alma de aquellos a quienes reparte sus carismas. El paso del
 
Espíritu siempre deja huellas en el alma, una estela, un aroma que se deja sentir. En ese
 
sentido, el carisma edifica también al que lo recibe.
 
"La teología de los carismas no ha tenido todavía su formulación precisa y completa,
 
pero los carismas han adquirido una importancia y un significado que en otros tiempos
 
no le eran reconocidos".
 
(Del libro "Ríos de agua viva " Ed. San Pablo. 1998. Madrid.)
 
(Nuevo Pentecostés, n. 55) | 
			 
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