CarlosR26† Veterano
Registrado: 01 Oct 2005 Mensajes: 3941 Ubicación: MEXICO, Jal.
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Publicado:
Vie Nov 25, 2005 11:57 pm Asunto:
LAS TENTACIONES
Tema: LAS TENTACIONES |
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- IX -
Capítulo de las tentaciones
Las grandes gracias que el hombre recibe de Dios, no puede disfrutarlas con tranquila paz, porque sobrevienen muchas cosas contrarias, perturbaciones y adversidades contra dichas gracias. Porque el hombre, tanto como es más gracioso a Dios, tanto y más fuertemente es combatido por los demonios. Pero el hombre nunca debe cejar en el combate para poder corresponder a la gracia que de Dios ha recibido; porque cuando es más fuerte la batalla, tanto será más preciosa la corona si vence en el combate. Pero nosotros no tenemos muchas batallas, ni muchas tentaciones, ni muchos impedimentos si somos tales como corresponde en la vida espiritual. Pero es bien verdad que si el hombre caminase recta y discretamente por la vía de Dios, no hallaría fatiga ni tedio en su viaje; pero el hombre que camina por el siglo no puede rehuir las muchas fatigas, el tedio, las angustias, las tribulaciones y los dolores y, por último, la muerte.
Dijo un fraile a fray Egidio:
-Padre mío: me parece que te has contradicho; porque dijiste antes que cuando el hombre es más virtuoso y recibe más gracias de Dios, tiene mayores enemigos y más batallas en la vida espiritual; y, por el contrario, dices que el hombre que camine recta y discretamente por la vía de Dios, no sentiría fatiga ni tedio en su viaje.
A lo cual contestó fray Egidio declarando las contrariedades de los dos términos, respondiendo de esta suerte:
-Hermano mío: cierta cosa es que los demonios presentan más batallas de tentaciones contra los que tienen buena voluntad que contra los que no la tienen según Dios. Pero el hombre que va directa y fervientemente por los caminos de Dios, ¿qué fatiga y qué tedio y qué mal podrán hacerle los demonios y todas las adversidades del mundo? Porque ve ante sí un precio infinitamente mayor que no valen aquéllas. Mas te digo en verdad: aquél que estuviese abrasado en el amor divino, cuanto más combatido es por los vicios, tanto o mayor aborrecimiento de ellos adquiere. Los pésimos demonios tienen por costumbre combatir y tentar al hombre cuando se halla en alguna enfermedad o debilidad corporal, o cuando padece algún afán, está enfriado o angustiado, o cuando tiene sed o hambre, recibe injurias y vergüenzas o daños temporales o espirituales; porque los malignos conocen que en tales horas y situaciones el hombre es más apto para recibir tentaciones; pero yo te digo que por cada tentación o vicio que vencieras, adquirirás una virtud; y aquel vicio por el cual eres combatido, en venciéndole tú, recibirás mayor gracia y mayor corona.
Un fraile pidió consejo a fray Egidio, diciendo:
-Padre: con frecuencia soy tentado de una pésima tentación, y muchas veces he rogado a Dios que me libre de ella; y no obstante, Dios no la quita; aconséjame, padre, qué debo hacer:
A lo cual contestó fray Egidio:
-Hermano mío: cuando más noblemente guarnece un rey a sus caballeros de nobles y fuertes armamentos, tanto más fuertemente quiere que combatan contra sus enemigos por su amor.
Un fraile preguntó:
-Padre: ¿qué remedio tomaré para ir a la oración de mejor grado y con más deseo y fervor? Porque cuando voy a la oración, me hallo duro, perezoso, árido y poco devoto.
Fray Egidio contestó, diciendo:
-Un rey tiene dos siervos: el uno cuenta con armas poderosas para vencer, y el otro no tiene armadura, y los dos quieren entrar en batalla contra los enemigos del rey. El que va armado entra en batalla y vence gloriosamente; y el desarmado dice a su señor: «Señor mío: tú ves que ando desnudo de armas; mas por tu amor quiero también entrar en batalla y combatir desarmado como estoy»; y entonces el buen rey, viendo el amor de su siervo fiel, dice a sus ministros: «Id con este mi siervo y facilitadle armas para que pueda combatir, entrando con seguridad en la batalla; y señalad todas sus armas con mi sello real, para que sea conocido como mi caballero fiel». Y así ocurre muchas veces cuando el hombre entra en oración; esto es, que se encuentra desnudo, sin devoción, perezoso y duro de ánimo; pero se esfuerza por amor de su señor para entrar en las batallas de la oración; y entonces nuestro benignísimo Rey y Señor, viendo el esfuerzo de su caballero, le da, por manos de sus ministros los ángeles, la devoción del fervor y la buena voluntad. Alguna vez sucede esto: que el hombre comienza alguna obra grandemente fatigosa, como desbrozar y cultivar la tierra o la viña, a fin de poder obtener su fruto en su tiempo. Y muchos por la gran fatiga y por los muchos afanes que supone, se cansan y se arrepienten de la obra comenzada; pero si se esfuerzan hasta lograr el fruto, se olvidan de sus fatigas y permanecen consolados y alegres viendo el fruto de que podrán gozar; y así el hombre, manteniéndose fuerte en las tentaciones, llegará a muchos consuelos. Porque después de las tribulaciones, dice San Pablo, son dados los consuelos y las coronas de vida eterna. Y no solamente será dado el premio en el Cielo a los que resistan a las tentaciones, sino aun en esta vida, según dice el Salmista: «Señor: según la multitud de mis tentaciones y dolores, tus consuelos alegrarán mi alma»; así, que cuanto mayor es la tentación y la batalla, tanto más gloriosa será la corona.
Un fraile pidió consejo, diciendo:
-¡Oh, padre! Yo estoy tentado de pésimas tentaciones; cuando hago algún bien, enseguida estoy tentado de vanagloria; y cuando caigo en algún mal, caigo en tanta tristeza y en tanta acedía, que casi caigo en desesperación.
A lo cual contestó fray Egidio:
-Hermano mío: haces bien lamentándote sabiamente de tu pecado; pero yo te aconsejo que te duelas discreta y templadamente, recordando siempre que aún es mayor la misericordia de Dios que tu pecado. Pero si la misericordia de Dios recibe a penitencia al gran pecador que peca voluntariamente, cuando se arrepiente, ¿crees tú que este buen Dios abandonará entonces al pecador no voluntario si se presenta contrito y arrepentido? Aún aconséjote que no dejes nunca de obrar el bien por miedo a la vanagloria; porque si el hombre para sembrar dijese: «Yo no siembro porque tal vez si siembro vendrán los pájaros y se comerán la semilla»; porque cierta cosa es que si no siembra tampoco tendrá cosecha. Pero si siembra su semilla, aun cuando los pájaros coman parte de ella, el sembrador recoge parte mayor; y así cuando el hombre es combatido de la vanagloria, mientras no haga el bien por vanagloria, sino peleando contra ella, te digo que no pierde el mérito del bien que hace, aun siendo tentado.
Un fraile dijo a fray Egidio:
-Padre: dícese que San Bernardo, cierta vez rezó los salmos penitenciales con tanta tranquilidad de mente y con tanta devoción, que no pensó o meditó en nada sino en la propia sentencia de los salmos.
A lo cual dijo fray Egidio:
-Hermano mío: yo reputo como mucha mayor proeza la de un señor que tenga un castillo, combatido y asediado de enemigos y que, no obstante, se defiende tan valerosamente que no logra entrar dentro su enemigo que el del caballero que está en paz y no tiene contradicción alguna. _________________ Amar es decir al otro: "Tu no moriras"
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