CarlosR26† Veterano
Registrado: 01 Oct 2005 Mensajes: 3941 Ubicación: MEXICO, Jal.
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Publicado:
Vie Nov 25, 2005 11:55 pm Asunto:
LA OCIOSIDAD
Tema: LA OCIOSIDAD |
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- VI -
Capítulo de la ociosidad
El hombre ocioso se pierde en este mundo y en el otro, porque no produce ningún fruto para sí ni presta ninguna utilidad a los otros. Es cosa imposible que el hombre alcance la virtud sin fatiga y solicitud. Cuando puedes estar en lugar seguro, no te pongas en lugar dudoso; en lugar seguro está quien solicita y se aflige y obra y fatiga según Dios y por Dios, y no por premio o miedo de pena, sino por Dios. El hombre que rechaza afligirse y fatigarse por Cristo, rechaza también la gloria de Cristo. Y como la solicitud es útil y nos ayuda casi siempre, la negligencia nos es contraria. Así como la ociosidad es camino que lleva al Infierno, así la santa solicitud es camino que lleva al Cielo. Muy solícito debiera ser el hombre de conquistar y conservar las virtudes y la gracia de Dios, obrando siempre fielmente con esta virtud y esta gracia. Porque muchas veces sucede que este hombre, que no obra fielmente, que pierde el fruto por las hojas o el grano por la paja. Dios concede a algunos el fruto gratuitamente con pocas hojas, y otros hay que no dan ni frutos ni fronda. Mejor cosa me parece que sepa guardar secretamente sus bienes y gracias obtenidas de Dios, que saberlas conquistar; porque aunque el hombre sepa ganarlas, si no sabe conservarlas nunca será rico; pero algunos las conquistan poco a poco y se hacen ricos, porque saben conservar lo ganado y su tesoro. ¡Qué cantidad de agua no hubiese recogido el Tíber si no las perdiese por alguna parte! El hombre pide a Dios infinito el don, que es sin medida ni fin. Quien quiere ser amado de Dios y obtener de Él infinito mérito en modo y medida, y no quiere amar a Dios sino con fin y medida; quien quiere ser amado de Dios y obtener de Él un mérito sobre modo y sobre medida, debe amar a Dios sobre todo y sobre medida, y servirle siempre infinitamente. ¡Bienaventurado quien ama a Dios con toda su mente y con todo su corazón y siempre aflige su mente y su cuerpo por el amor de Dios, no buscando premio alguno bajo el Cielo, creyéndose siempre deudor! Si alguien fuese muy pobre y necesitado y otro le dijese: «Quiero prestarte una cosa muy preciosa por espacio de tres días; y sepas que si aciertas a emplear bien esto durante tres días, ganarás un tesoro infinito de modo que serás rico para siempre jamás», ciertamente ese pobre hombre se mostraría muy solícito en usar bien y diligentemente de aquella cosa preciosa; así dijo semejantemente que la cosa que nos presta la mano de Dios es nuestro cuerpo que el buen Dios nos presta por tres días; porque toda la vida sólo es comparable a tres días. Luego si quieres ser rico y gozar eternamente de la divina dulzura, adiéstrate en el bien obrar y usufructuar bien esto que te deja la mano de Dios, esto es, tu cuerpo, en el breve espacio de la vida. Y si no te aprestas a ganar en la vida presente, único tiempo apto, no podrás gozar nunca de la eterna riqueza ni podrás descansar en aquella quietud celestial eternamente. Si todas las posesiones del mundo fuesen de una sola persona y ésta no las trabajase, ¿qué fruto sacaría de ellas? Ciertamente no tendría ni frutos ni utilidad. Pero pudiera ocurrir que un hombre tuviese pocas posesiones, y trabajándolas bien obtuviere mucha utilidad para sí y para los otros, y frutos en abundancia. Dice un proverbio mundano: «No pongas nunca la olla vacía al fuego, esperando en tu vecino». De tal modo Dios no quiere que ninguna gracia sea ociosa, porque el buen Dios no concede al hombre gracia alguna para que los malogre, sino para que la aproveche con buenas obras.
Decía cierto hombre vagabundo a fray Egidio:
-Padre; ruégoos que me deis algún consuelo.
-Hermano mío -contestó fray Egidio-; procura estar bien con Dios, y enseguida hallarás el consuelo de que necesitas; porque si el hombre no dispone en su alma de habitación limpia en que Dios pueda reposar, tampoco hallará lugar ni reposo ni consuelo en las criaturas. Cuando el hombre quiere obrar el mal, pocas o ninguna vez pide a los hombres consejo, y para obrar bien, muchos piden consejo y hablan harto prolijamente.
Decía en cierta ocasión fray Egidio a sus compañeros:
-Hermanitos míos: Paréceme que en estos tiempos no se halla nadie que quiera hacer las cosas manifiestamente útiles, no solamente para el alma, sino aun para el cuerpo. Creedme, hermanos; porque lo podría jurar, cuanto más el hombre esquiva y rehúye el peso y el yugo de Cristo, tanto más pesado lo hace para sí mismo y tanto más siente el peso; y, por el contrario, cuanto más ardientemente ama el hombre la tribulación y la penitencia, tanto más ligeras se le hacen para poderlas soportar. No desagrada a Dios que el hombre en este mundo se procure los bienes del cuerpo cuando se ponen al servicio del alma; porque es harto sabido que cuerpo y alma débense juntar para sufrir o gozar eternamente; esto es: para padecer en el Infierno penas y tormentos indecibles o para gozar con los santos y con los ángeles en el Paraíso gozos y consuelos inenarrables por el mérito de las buenas obras. «Porque si el hombre obrase el bien y perdonase bien sin humildad, el bien se convertiría en mal; pues de muchos se sabe que hacían buenas obras laudables, y que por falta de humildad se ha descubierto y conocido la soberbia que las amasaban. Y las obras hechas con humildad no se corrompen».
Un fraile preguntó a fray Egidio:
Padre: me parece que ahora no sabemos conocer nuestros bienes.
Contestó fray Egidio:
-Hermano mío: En verdad nadie ejecuta el arte que no ha estudiado, y por esto ninguno puede obrar el bien si antes no estudia el mérito de las buenas obras. Por esto dígote, hermanito mío, que el más noble arte que existe en el mundo es el del bien obrar. ¿Cómo se podrá saber si no se estudia? ¡Bienaventurado el hombre al cual ninguna cosa creada puede dar mala edificación! Y más bienaventurado es aquél que de todo cuanto ve y oye saca para sí mismo buena edificación. _________________ Amar es decir al otro: "Tu no moriras"
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