Montse* Veterano
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Dom Abr 01, 2007 10:21 am Asunto:
Curada por intercesión de Juan Pablo II
Tema: Curada por intercesión de Juan Pablo II |
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Curada por intercesión de Juan Pablo II
Testimonio de sor Marie-Simon-Pierre
ROMA, sábado, 31 marzo 2007 (ZENIT.org).- El próximo 2 de abril es el
aniversario de la muerte de Juan Pablo II. Publicamos el testimonio de sor Marie
Simon-Pierre, religiosa de la congregación de las Hermanitas de las Maternidades
Católicas de 46 años, inexplicablemente curada de Parkinson.
En este caso se basan los documentos del proceso diocesano relativos a los
milagros atribuidos a la intercesión de Juan Pablo II. La religiosa trabajaba en
la Maternidad de la Estrella (Maternité de l’Etoile), en Puyricard cerca de
Aix-en-Provence. La traducción del testimonio ha sido publicada por el semanario
Alfa y Omega.
* * *
Estaba enferma de Parkinson. Me fue diagnosticado en junio de 2001. La
enfermedad me había afectado toda la parte derecha del cuerpo, causándome una
serie de dificultades. Después de tres años, de una fase inicial lentamente
progresiva de la enfermedad, se agravaron los síntomas, se acentuaron los
temblores, la rigidez, los dolores y el insomnio.
Desde el 2 de abril de 2005, comencé a empeorar de semana en semana, me
debilitaba de día en día, no conseguía escribir -soy zurda- y, si intentaba
hacerlo, lo que escribía era difícilmente legible. No conseguía conducir el
coche, salvo en trayectos muy breves, porque mi pierna izquierda se bloqueaba a
veces durante mucho rato y la rigidez no me permitía conducir. Para desarrollar
mi trabajo en el ámbito hospitalario necesitaba además siempre mucho tiempo.
Estaba totalmente exhausta. Después del diagnóstico, me era difícil ver a Juan
Pablo II en televisión; pero me sentía muy cercana a él en la oración, y sabía
que podía entender lo que yo vivía. Admiraba su fuerza y su coraje, que me
estimulaban a no rendirme y a amar este sufrimiento. Sólo el amor habría dado
sentido a todo ello. Era una lucha cotidiana, pero mi único deseo era vivirla en
la fe, y de aceptar con amor la voluntad del Padre.
Era la Pascua de 2005, y deseaba ver a nuestro Santo Padre en televisión, porque
en mi interior sabía que sería la última vez que iba a poder hacerlo. Durante
toda la mañana me preparé para aquel encuentro (él me mostraba lo que yo sería
al cabo de algunos años). Era muy duro para mí, que era tan joven... Pero un
imprevisto no me permitió verlo.
La tarde del 2 de abril de 2005, estaba reunida toda la comunidad para
participar en la vigilia de oración en la plaza de San Pedro, transmitida en
directo por la televisión francesa de la diócesis de Paría (KTO), cuando fue
anunciada la muerte de Juan Pablo II se me vino el mundo encima. Había perdido
al amigo que me entendía y que me daba la fuerza de seguir adelante.
Notaba en aquellos días la sensación de un gran vacío, pero sentía la certeza de
su presencia viva. El 13 de mayo, fiesta de Nuestra Señora de Fátima, el Papa
Benedicto XVI anunció oficialmente el comienzo de la Causa de beatificación y
canonización del Siervo de Dios Juan Pablo II. A partir del 14 de mayo, las
hermanas de todas las comunidades francesas y africanas pidieron la intercesión
de Juan Pablo II para mi curación. Rezaron incansablemente, hasta que llegó la
noticia de la curación. Yo estaba de vacaciones en aquellos días. El 26 de mayo,
concluido el tiempo de descanso, volví a la comunidad, totalmente exhausta a
causa de la enfermedad. Si crees, verás la gloria de Dios: éste es el fragmento
del evangelio de San Juan que me acompaña desde el 14 de mayo. Y el 1 de junio:
«¡No puedo más! Debo luchar para mantenerme en pie y andar». El 2 de junio, por
la tarde, fui a hablar con mi Superiora, para pedirle que me dispensara de toda
actividad laboral. Me pidió que resistiese todavía un poco, hasta el regreso de
Lourdes, en agosto, y añadió: «Juan Pablo II no ha dicho todavía la última
palabra».
Seguramente, él estaba presente en aquel encuentro, que se desarrolló en la paz
y en la serenidad. Luego, la Superiora me dio una estilográfica y me pidió que
escribiera «Juan Pablo II». Eran las 17 horas. A duras penas, escribí «Juan
Pablo II». Ante la caligrafía ilegible, permanecimos largo rato en silencio... Y
la jornada prosiguió como de costumbre. Tras la oración de la tarde, a las 21
horas, pasé por mi oficina para volver después a mi habitación. Sentí el deseo
de coger una estilográfica y escribir, como si alguien me dijera: «Coge tu
estilográfica y escribe…». Eran las 21:30/45. La caligrafía era claramente
legible, ¡sorprendente! Me tendí sobre la cama, estupefacta. Habían pasado
exactamente dos meses desde el regreso de Juan Pablo II a la Casa del Padre...
Me desperté a las 4:30, sorprendida de haber podido dormir. Me levanté de la
cama. Mi cuerpo ya no estaba dolorido, había desaparecido la rigidez e
interiormente ya no era la misma. Luego sentí una llamada interior y un fuerte
impulso a caminar para ir a rezar ante el Santísimo Sacramento. Bajé a la
capilla y permanecí en oración. Sentí una profunda paz y una sensación de
bienestar, una experiencia demasiado grande, como un misterio, difícil de
explicar con palabras.
Después, siempre ante el Santísimo Sacramento, medité los misterios de la luz,
de Juan Pablo II. A las 6 de la mañana, salí para unirme a mis hermanas en la
capilla, para un momento de oración, seguido de la celebración eucarística.
Tenía que recorrer unos 50 metros y, en aquel instante, al caminar, me di cuenta
de que mi brazo izquierdo se balanceaba, ya no estaba inmóvil a lo largo del
cuerpo. Noté también una ligereza y una agilidad física desconocidas para mí
desde hace mucho tiempo.
Durante la celebración eucarística, me sentí colmada de alegría y de paz. Era el
3 de junio, fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. Al salir de Misa, estaba segura
de que estaba curada... «Mi mano ya no tiembla. Me voy de nuevo a escribir». A
mediodía dejé de tomar las medicinas.
El 7 de junio, como estaba previsto, fui al neurólogo que me atendía desde hacía
4 años. Se quedó sorprendido, también él, al constatar la imprevista
desaparición de todos los síntomas de la enfermedad, a pesar de que había
interrumpido el tratamiento cinco días antes de la visita. Al día siguiente, la
Superiora General confió a todas nuestras comunidades la acción de gracias, y
toda la Congregación inició una novena de gratitud a Juan Pablo II.
He interrumpido todo tipo de tratamiento. He reanudado el trabajo con
normalidad, no tengo dificultad alguna para escribir, y conduzco incluso
larguísimas distancias. Me parece haber renacido; es una vida nueva, porque nada
es como antes. Hoy puedo decir que el amigo que dejó nuestra tierra está ahora
muy cercano a mi corazón. Ha hecho crecer en mí el deseo de la adoración del
Santísimo Sacramento y el amor por la Eucaristía, que tienen un lugar de
privilegio en mi vida de cada día.
Esto que el Señor me ha concedido vivir por intercesión de Juan Pablo II es un
gran misterio, difícil de explicar con palabras... Pero nada es imposible para
Dios. Realmente es cierto: «Si crees, verás la gloria de Dios».
ZSI07033101 _________________ Montse*
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