Clase sobre Fe y razón

[Leandro del Santo Rosario]

Copio el contenido de una clase sobre Fe y razón que preparé para este año.


Fe y razón


Sabiduría, 13, 1-9: «Sí, vanos por naturaleza todos los hombres en quienes había ignorancia de Dios y no fueron capaces de conocer por las cosas buenas que se ven a Aquel que es, ni, atendiendo a las obras, reconocieron al Artífice; sino que al fuego, al viento, al aire ligero, a la bóveda estrellada, al agua impetuosa o a las lumbreras del cielo los consideraron como dioses, señores del mundo. Que si, cautivados por su belleza, los tomaron por dioses, sepan cuánto les aventaja el Señor de éstos, pues fue el Autor mismo de la belleza quien los creó. Y si fue su poder y eficiencia lo que les dejó sobrecogidos, deduzcan de ahí cuánto más poderoso es Aquel que los hizo; pues de la grandeza y hermosura de las criaturas, se llega, por analogía, a contemplar a su Autor. Con todo, no merecen éstos tan grave reprensión, pues tal vez caminan desorientados buscando a Dios y queriéndole hallar. Como viven entre sus obras, es esfuerzan por conocerlas, y se dejan seducir por lo que ven. ¡Tan bellas se presentan a los ojos! Pero, por otra parte, tampoco son éstos excusables; pues si llegaron a adquirir tanta ciencia que les capacitó para indagar el mundo, ¿cómo no llegaron primero a descubrir a su Señor?»

Romanos 1, 19-20: «pues lo que de Dios se puede conocer, está en ellos manifiesto: Dios se lo manifestó. Porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras: su poder eterno y su divinidad, de forma que son inexcusables (...)»


La razón, la inteligencia, nos descubre la existencia de Dios. Cuando nos preguntamos por el sentido y razón primera de la naturaleza (del hombre, de los animales, de los vegetales), siempre la causa última es Dios. Las ciencias particulares (fisiología, zoología, biología, química) son ciencias descriptivas y dan cuenta de una realidad parcial de las cosas. Si nos preguntamos por el cómo, debemos recurrir a estas ciencias; si nos preguntamos por el qué y el por qué últimos, el sentido, sólo la filosofía y la teología nos pueden proporcionar las respuestas: «¿Por qué? ¿Y por qué? Pero, ¿por qué?» Y finalmente se llega a Dios.

Si no pudiéramos llegar a Dios a través de la sola luz de la razón, la revelación sobrenatural nos resultaría extraña. No podríamos recibir con la mente el dato revelado, y se caería en un sentimentalismo, puro afecto, desracionalizando la religión, lo que es contrario al catolicismo, pues nuestra religión es racional y afectiva (verdad y amor), no se pueden separar estos dos: el hombre en tanto hombre es razón y afecto (verdad y amor), y si falta una de estas realidades, se deshumaniza la religión.

Para recibir la fe, la razón debe estar dispuesta, porque se trata de datos sobrenaturales revelados de modo que son recibidos por la razón: son palabras racionales. ¡Son palabras lógicas! El sentido de la vida es lógico, y nos es revelado sobrenaturalmente.

Con respecto al contenido revelado, si no entendiéramos lo que nos es revelado, por más que confiáramos, si después de revelado nos pregunta si creemos pero no entendemos, ¿qué respondemos? ¡Algo tengo que entender! Si algo es contradictorio, no puedo tener fe en ello.

Lo que creemos es en alguna forma superior a nosotros, sino no sería fe: nos supera de tan luminoso que es, no lo podemos ver por lo luminoso. Mientras que algo contradictorio, no lo podríamos ver por lo oscuro que es.

Entendemos para creer. Mientras más entendemos, más creemos. Nos basamos en la razón para tener fe.

Por otro lado, la fe potencia la razón: creemos para entender. Y la fe eleva la razón: quien tiene fe, tiene una una inteligencia que lo lleva a conocer cosas que por la sola razón natural no puede, más allá de sus propias fuerzas. La fe no es algo sentimental, es para conocer más, potencia la razón. La fe hace más racional las cosas de orden natural. «El que tiene una fe profunda, tiene una extraña sensatez.»

La fe es una certeza absoluta. El que tiene fe verdadera, está absolutamente seguro, porque el conocimiento de Quien me revela, me asegura lo revelado. Este es el sentido tradicional de fe. Sin embargo, nos encontramos en la mentalidad común con otro sentido: que la fe es un asentimiento dudoso.

En la definición tradicional, la fe no es el conocimiento de algo por su evidencia intrínseca (esencial), sino por la autoridad de Quien lo revela. En sentido primordial es un conocimiento, tiene un contenido, es saber algo nuevo, pero a diferencia del conocimiento racional no hay un conocimiento íntimo, pues no se basa en ver, sino en oír.

Todo acto de fe tiene un creer algo a alguien. Lo que creemos es el algo. El alguien, lo conocemos. Le creemos algo a alguien que conocemos. En última instancia, siempre tiene que haber un objeto racional, es decir que conozcamos, porque «si todo fuera fe, nada fuera fe». De la autoridad del que revela tiene que haber evidencia intrínseca, esencial. Por eso, a Dios lo conocemos por la razón, y lo que conocemos por la fe es lo que Dios nos revela.

Nos basamos en que confiamos en alguien que vemos con la razón, con la inteligencia -intuitivamente-, que nos revela algo que no vemos.

Entonces, el algo es lo que creemos, el objeto de fe. Y el alguien es a Quien conocemos, el objeto racional.

Cuando se convierte el alguien en objeto de fe, se vuelve fideísmo: fe sin ningún tipo de razón. Creer que la fe es algo muy bueno pero que no tiene que ver con la razón se llama fideísmo. Por otro lado, el racionalista, que parte del prejuicio filosófico de que sólo es conocimiento verdadero el científico experimental, cree que la fe es algo infantil, propio de la ignorancia. Se encuentra en la mentalidad común una combinación de fideísmo y racionalismo, una doble mentalidad: el racionalista quiere creer en algo más, un sentimiento, y adopta la fe como actitud complementaria para creer en algo más. Esto es contrario a la verdad católica, nosotros creemos en la armonía entre fe y razón, como ha sido demostrado.



Del Catecismo de la Iglesia Católica:

III El conocimiento de Dios según la Iglesia

36 "La santa Iglesia, nuestra madre, mantiene y enseña que Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con certeza mediante la luz natural de la razón humana a partir de las cosas creadas" (Cc. Vaticano I: DS 3004; cf. 3026; Cc. Vaticano II, DV 6). Sin esta capacidad, el hombre no podría acoger la revelación de Dios. El hombre tiene esta capacidad porque ha sido creado "a imagen de Dios" (cf. Gn 1,26).

37 Sin embargo, en las condiciones históricas en que se encuentra, el hombre experimenta muchas dificultades para conocer a Dios con la sola luz de su razón:

A pesar de que la razón humana, hablando simplemente, pueda verdaderamente por sus fuerzas y su luz naturales, llegar a un conocimiento verdadero y cierto de un Dios personal, que protege y gobierna el mundo por su providencia, así como de una ley natural puesta por el Creador en nuestras almas, sin embargo hay muchos obstáculos que impiden a esta misma razón usar eficazmente y con fruto su poder natural; porque las verdades que se refieren a Dios y a los hombres sobrepasan absolutamente el orden de las cosas sensibles y cuando deben traducirse en actos y proyectarse en la vida exigen que el hombre se entregue y renuncie a sí mismo. El espíritu humano, para adquirir semejantes verdades, padece dificultad por parte de los sentidos y de la imaginación, así como de los malos deseos nacidos del pecado original. De ahí procede que en semejantes materias los hombres se persuadan fácilmente de la falsedad o al menos de la incertidumbre de las cosas que no quisieran que fuesen verdaderas (Pío XII, enc. "Humani Generis": DS 3875).

38 Por esto el hombre necesita ser iluminado por la revelación de Dios, no solamente acerca de lo que supera su entendimiento, sino también sobre "las verdades religiosas y morales que de suyo no son inaccesibles a la razón, a fin de que puedan ser, en el estado actual del género humano, conocidas de todos sin dificultad, con una certeza firme y sin mezcla de error" (ibid., DS 3876; cf. Cc Vaticano I: DS 3005; DV 6; S. Tomás de A., s.th. 1,1,1).



Del Catecismo Mayor:

23.- ¿Cómo sabemos que hay Dios? - Sabemos que hay Dios porque la razón lo demuestra y la fe lo confirma.
3 °-De los misterios
869. ¿Podemos comprender todas las verdades de la Fe? - No, señor; no podemos comprender todas las verdades de la Fe, porque algunas son misterios.
870. ¿Qué son misterios? - Misterios son verdades superiores a la razón, que hemos de creer aunque no las podamos comprender.
871. ¿Por qué hemos de creer los misterios? - Hemos de creer los misterios porque nos los ha revelado Dios, que, siendo la infinita Verdad y Bondad, no puede engañarse ni engañarnos.
872. ¿Son contrarios a la razón los misterios? - Los misterios son superiores a la razón, mas no contrarios; antes bien, la misma razón nos persuade que los admitamos.
873. ¿Por qué los misterios no pueden ser contrarios a la razón? - Los misterios no pueden ser contrarios a la razón porque el mismo Dios que nos ha dado la luz de la razón, es quien nos ha revelado los misterios, y no puede contradecirse a Sí mismo.
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