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"SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
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Autor Mensaje
Evangelina M. de Terrazas
Asiduo


Registrado: 03 Oct 2005
Mensajes: 469
Ubicación: México

MensajePublicado: Lun Feb 11, 2008 10:50 pm    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
Responder citando

Lula escribió:
Perdón, un pequeñito off-topic:

Muchas gracias por esto! Dios las bendiga. Saludos!

Fin del off-topic. Wink

Lula, amada hermanita en Cristo: ¡Paz en tu corazón!
Gracias por visitarnos, nos da gran alegría en el corazón.
Hemos hecho un paréntesis en los temas que hemos estado tratando, para entrar en un tiempo fuerte de oración y reflexión que nos ayude a vivir más santamente la Cuaresma.
Esperamos en Dios, compartan con nosotros sus propias oraciones y reflexiones.

Recibe todo mi amor en Cristo y Dios los bendiga en los Corazones Misericordiosos de Jesús y María.
_________________
En Jesús y María
Evangelina


"JÉZU, UFAM TOBIE"

¡Por su Dolorosa Pasión,
ten misericordia de nosotros
y del mundo entero!
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Evangelina M. de Terrazas
Asiduo


Registrado: 03 Oct 2005
Mensajes: 469
Ubicación: México

MensajePublicado: Lun Feb 11, 2008 11:48 pm    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
Responder citando

Amados hermanos y hermanas en Cristo: ¡Paz en sus corazones!
Es trascendental tener presente la Consagración que hemos ofrendado a Dios voluntariamente como Almas Víctimas. Este es un compromiso eterno a Dios, en beneficio de nuestro Santo Padre, la Iglesia y la salvación de las almas; y no sólo una ilusión pasajera.

Por tanto, hagamos una reflexión sobre lo que un día centrados en ese llamado y por ese gran Amor a Dios, decidimos abandonar nuestra voluntad, a su Santa Voluntad.

Para quienes son Almas Víctimas, y quienes sienten el llamado de Dios a serlo.

Nuestro Señor Jesucristo y nuestra Madre María Santísima nos piden a todos, rezar, orar, hacer sacrificios para llegar al Cielo, y es algo por lo que todos deberíamos esforzarnos, y estar preparándonos desde el principio de nuestras vidas en la tierra. Encontraremos que nuestro peregrinaje en la tierra no es sino una distancia corta comparada con lo que pasaremos en la eternidad. Es bueno poner en nuestros corazones las súplicas de nuestra Madre, pidiendo al Espíritu Santo que abra los corazones para que nuestras mentes vean y piensen con el corazón, con sus corazones misericordiosos.

Nuestro enfoque de la vida, no está siempre en lo que Dios quiere y espera de nosotros, su plan de salvación para cada uno de sus hijos, lo que es su Santa Voluntad. Tal vez nos tome el resto de nuestra vida buscar esa luz para encontrar la misión. Cuando un Alma es llamada a ser Víctima y voluntariamente pronuncia su “Sí”, su Fiat, esta alma sigue a Jesús y lo que siente que está pidiendo de ella asumiendo su Sí, hasta las últimas consecuencias, sin temor, pero con la palabra en la boca diciendo: ¡Jesús yo confío en Ti!

Cargar las cruces en obediencia, confianza y amor, en cada dirección que Él lo ofrece. Hubo mucho sufrimiento en la vida de Jesús, y la habrá en las nuestras, si deseamos verdaderamente seguirlo. Todo el sufrimiento y las cruces no son sólo de clase física, aunque las hay. Aquellas del alma son a veces más difíciles como dolorosas, pero es realmente Jesús quien nos ha mostrado el camino diciéndonos que todo es posible en el Amor.

Por lo que Él desea que ustedes recen por la gracia de decirle “Sí” a Él, en cada momento un “Sí” perseverante, y nunca mirar hacia atrás, nunca ceder a las tretas malignas de Lucifer y a las tentaciones que él les pondrán en su sendero.
Mantengan por favor los ojos en su cruz que es LA CRUZ, ya que mucho entendimiento les vendrá cuando se abran más a Él, dando todo lo que son ustedes, sus corazones, sus almas, voluntades.

Aún a la luz del rechazo, ridículo, dolor y sufrimiento, humillación y muchas pruebas, aprenderán el amor incondicional. Lo estarán siguiendo a Él, viviendo como Cristo nos mostró a cada uno de nosotros por medio de su propia vida sobre la tierra, y ahora a través de muchos profetas, especialmente a través de su Madre. Véanla a Ella y lo ven a Él, igualmente el que conoce a Jesús, conoce al Padre. Verán la verdad, verán la Luz, verán el camino hacia Él, a la vida aquí que Él desea para su preparación a la vida eterna, y que Él quiere que todos moren en el cielo con Ellos.
Mi vida como la suya, no siempre fue fácil y en la mayoría de los casos fue el camino de la cruz.

Recemos continuamente por la conversión, por ustedes mismos, por la salvación de las almas.
Sin una conversión radical del corazón, no serán capaces de aceptar nada de lo que nuestro Señor desea para ustedes, ya que estarán demasiado embebidos en el mundo y del mundo.

Su necesidad debiera ser estar en Su Espíritu y con Su Espíritu. Esto se hace por medio de una constante y atenta oración silenciosa a Él, por esta gracia para ser capaces de oír su voz y por la gracia de voluntariamente tener la capacidad de hacer una santa autocrítica de sus vidas, acerca de lo cual Él les hablará.

Sin esto, no tendrán una verdadera conversión. Estarán caminando y estando en la oscuridad y no en la luz. Su Luz. Invoquemos hermanos a la Comunión de los Santos, quienes interceden por nosotros para obtener esta gracia, esta preciada joya de conversión de corazón, de cambio, de regresar a los brazos de Aquel que nos ama con tanta ternura y ofrecerle un ramillete de almas que han sido salvadas por sus oraciones, sacrificios y oblaciones..

Saber esto y estar a su cuidado mientras en la tierra es lo que necesitaremos para estar viviendo como es Su Voluntad para todos nosotros y preparándose a sí mismos y con nuestra mirada puesta en la eternidad del Cielo. Qué alegría, paz y entendimiento nos llenará, cuando se abandonen completamente a sí mismos para cambiar y venir a Él totalmente. Vayan ahora y vivan en Su paz, amor y misericordia siempre.

«Pero este tesoro lo llevamos en vasijas de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros. De todas maneras, atribulados, más no abatidos; sumergidos en apuros, más no desalentados, más no destruidos, siempre llevamos por doquiera en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Porque nosotros, los que (realmente) vivimos somos siempre entregados a la muerte por causa de Jesús, para que de igual modo la vida de Jesús sea manifestada en nuestra carne mortal.» (2Cor 4,7-11).

El sufrimiento, hermanitos, es el vehículo por medio del cual el Pueblo de Dios se vuelve humano. Sus corazones duros están rotos por ciertos eventos de sus vidas que les han causado gran dolor. Esto, a su vez, les ocasiona a muchos que se detengan y reflexionen de modo que de otra manera nunca lo harían.

El dolor rompe las defensas y posturas, fortalezas afectadas y racionalizaciones. Uno no puede presentar una cara falsa al mundo cuando esta cara está apabullada con pesar o dolor.
El dolor se siente en lo más recóndito de su corazón y alma. Nada más los tocará en esa profundidad. La alegría también se siente profundamente en el corazón. Esto sólo después de que el dolor y el sufrimiento han abierto y roturado el terreno de la experiencia con el fin de recibir la alegría.

El dolor y el pesar dejan caer semillas de alegría que maduran y se abren floridas sólo después de que son regadas por las lágrimas de remordimiento y arrepentimiento. Este proceso es el resultado del Amor de nuestro Padre Dios por cada uno de sus hijos.
Sin dolor, el hombre continuaría persiguiendo los apegos del mundo, la lujuria y la avaricia, el poder y el ego, la ociosidad y la pereza.

El orgullo que existe en los corazones de la humanidad, es la señal de la continua presencia de Satanás. Mientras uno continúa viviendo una vida de competencia, complacencia, enojo y amargura, egoísmo e impaciencia, de presuponer y juzgar por las apariencias; Satanás hará lo que quiera con eses almas.

No es hasta que este dominio se rompe, y las piezas de una vida vueltas a armar por el mismo Dios a través del Espíritu Santo, que una vida comienza a ser vivida de acuerdo al plan del Creador para ella.
Hasta entonces, el alma no puede encontrar a Dios ni su Camino, porque está ahogado en la ilusión, cegada por las falsas promesas del mundo o por temor, engañándose a sí mismo. Uno es sanado sólo al ser moldeado siguiendo el ejemplo de la vida de Jesús sufriente. Esto debe suceder para todos antes de que puedan obtener la salvación por la cual Él murió.

El vaso se rompe y vuelve a moldearse muchas veces, porque la acción del cambio es muy difícil de aceptar para la naturaleza humana. El Padre en su benigna bondad, le permite al alma hacer violencia contra de Él, resistirle y aún huir a su llamado por temor; todo este tiempo llamándola.
El Padre junta las piezas rotas una vez más y las reúne de la mejor manera cada vez que se repite este proceso. Lentamente, gradualmente las obras terminadas se asemejan más y más al Hijo, a la imagen y semejanza a la que se creó para reflejar.

Gradualmente, hay menos resistencia, menos tensión de cada vaso, y entonces es marcada con las Heridas de Cristo. Lo más que un alma se asemeje a Jesús y contiene las marcas de su Vida, su sufrimiento y su muerte, lo más se asemejará a Cristo transformándose en una Alma Víctima que se dona con un amor oblativo.

Las heridas y enfermedad son causadas por una división, una distancia entre el yo espiritual y el yo mundano, entre lo Divino y lo humano. En tanto que esta distancia permanece, la integridad y santidad no pueden existir dentro de esta alma.
El alma se semeja a Satanás cuando está marcada por las cicatrices del pecado, de sus marcas e identificación.

Los hijos se asemejan a los padres, se parecen a ellos y actúan como ellos. Si el alma le pertenece al maligno, contendrá el mal, reflejará el mal, se le asemejará a él en acción, palabra y espíritu. La astucia del padre de las mentiras morará en esa alma. El éxito de las promesas del mundo le pertenecerá a sus esfuerzos.

Cuando nosotros nos acercamos a Cristo en su Cruz, podemos ver cuánto nos ama y todavía lo hace. Cuando aceptamos con amor la propia cruz: Las debilidades, defectos, ineptitud, su estado incompleto, dolor y heridas, podemos recurrir a Jesús, y Él apretará sus Heridas en contra de las nuestras para sanarlas.

No se necesita hacer más que pasar tiempo con Cristo en su relación personal, el tiempo que toma el llenarnos de paz después de que han sido vaciados del ruido y caos que se vive profundamente dentro de todos, en su interior, en sus pensamientos, en las tensiones.

Sólo en el silencio de contemplar la Cruz de Cristo y la propia, ofreciéndoselas a Él en unidad, comenzará la sanación interior. Sólo el aceptar cada evento con obediencia (La obediencia, la virtud más difícil de acatar), que el Padre envía y manda y, sobre todo con docilidad, será Él capaz de reemplazar la falta de fortaleza y disciplina necesaria para ser un hijo de Dios.

El sufrimiento y muerte de Jesús, fue el resultado de Su Amor por todos nosotros. El sufrimiento y todas las pequeñas muertes (sus cruces), son el resultado de Su Amor por ti también.
¡Son la piedra de molino que allana los lugares ásperos, las orillas duras, las áreas quebradizas y débiles, los topes rebeldes y resistentes!
El amor de Jesús, también nos sostiene a lo largo de su dolor y sufrimiento, así como el amor de su Padre lo sostuvo a Él. Conforme acepten su vida con sus cruces, comenzarán a descubrir la alegría que puede ser suya en la rendición.

¡La Rendición a la Voluntad del Padre, es la Puerta de Entrada a la alegría! Es el sendero angosto que lleva al corazón del Reino. Con él viene la paz, el contentamiento y seguridad como nunca se han imaginado. Estos son los dones que se experimentan profundamente dentro del alma, y son los resultados de permitirle al Padre Celestial, el guiarnos, para determinar los eventos de su vida de acuerdo a lo que Él sabe es lo mejor para que su alma llegue más rápidamente a un estado de perfección y unidad con la Santísima Trinidad, para ganar el Cielo, y salvar tantas almas según nuestros esfuerzos.

+ + +

«Pero si padecéis por obrar bien y lo sufres, esto es gracia delante de Dios. Para esto fuisteis llamados. Porque también Cristo padeció por vosotros dejándoos ejemplo para que sigáis sus pasos. ‘El que no hizo pecado, y en cuya boca no se halló engaño’, cuando lo ultrajaban no respondía sino que se encomendaba al Justo Juez. Él Mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, a fin de que nosotros, muertos a los pecados, vivamos para la justicia. ‘Por sus llagas fuisteis sanados’.»

El Sagrado y Misericordioso Corazón de Jesús, sigue sufriendo como en la Cruz, por los muchos pecados de aquellos que no creen, que son indiferentes o tibios.
La oración y la reparación, compensarán los muchos pecados cometidos por todos nosotros pecadores, así como la mortificación, el sacrificio y la meditación de su Pasión, ofrecidos ante el Santísimo.

Se puede padecer grandes sufrimientos, más si son llevados como una cruz de lamentos, éste sufrimiento podría ser inútil, ya que no es ofrecido oblativamente por Amor a Dios. El sufrimiento, el sacrificio, la mortificación por pequeñas cruces que sean, al unirlos a la Pasión de Cristo y ofrecerlos por la salvación de las almas, se transforman en salvíficos.

El Alma Víctima no se forma de la noche a la mañana con un gran sufrimiento, sino va brotando en la comunión con Jesús ese aspirar a su vida, y poco a poco va floreciendo a través de los sufrimientos de la vida, y da fruto en la alegría de sufrir por su Amor.

Aún las Almas Víctimas privilegiadas y elegidas por Dios para padecer en su carne La Pasión y Muerte de Cristo, como San Francisco, Padre San Pío; fueron siendo formados y preparados por Dios poco a poco, hasta alcanzar ese grado de embriaguez y perfección de Amor por el sufrimiento.

Cuando Dios ve un alma dispuesta y decidida a comprometerse perseverante y totalmente en cuerpo y alma al sufrimiento, le hace la propuesta de Amor: de, padecer lo mismo que su amado Hijo; y si esta alma pronuncia su Fíat, le es dado ese don que conllevará los mismos méritos de Cristo para la salvación de las almas. Esta Alma conoce a su Señor y sabe que será sostenida y fortalecida por Él como el mismo Cristo, y confía en Él hasta en los momentos de oscuridad del espíritu y del Silencio de Dios. ¡Dios bendiga estas almas que dan tanta vida a la Gracia Santificante!

Entonces, carguemos nuestras cruces unidas a las de Cristo, y podremos ver qué fácil se torna el llevarlas. Sepamos ofrecer todo el sufrimiento que nos corresponda vivir por Voluntad de Dios en unión del Sufrimiento de Cristo, con su dolor en la Cruz, y viviremos en la paz, alegría y el amor. La única manera de comprender el sufrimiento de Cristo es, vivirlo unido a Él.

A las Almas Víctimas, vendrá un tiempo en el que todos, de un modo u otro, sufriremos. Algunos más que otros por la salvación de las almas. Algunos verán el plan del Padre desenvolverse en su corazón, en todos los corazones que estén abiertos a Él. Esto, sólo podrá hacerse en estrecha unión con Jesús y con María su Madre y nuestra Madre.

Almas Víctimas: cuando viajemos al monte hacia el Calvario en unión de Jesús, y María Santísima, y detengámonos bajo la Cruz con Ella; sumerjámonos a nosotros mismos totalmente en Cristo, en su Pasión, y crucifiquémonos totalmente en esa Cruz. Muramos a nosotros mismos para que pueda Cristo vivir totalmente en nosotros, y podamos experimentar no sólo su muerte y Pasión, sino Su Resurrección. Por favor, vayamos a menudo al monte Calvario con María, Madre de la Misericordia.

Cuando las Almas Víctimas llevan a Dios aquellas almas por las que nosotros rezamos y a nuestra Madre Santísima que se para bajo la Cruz, Ella encierra estas almas en su Inmaculado Corazón y bajo su Manto. Entonces habremos dado el primer paso por aquellos por quines rezamos. Depende de ellos entonces el dar los pasos siguientes y finales para llegar a Cristo bajo la Cruz, y expresar su amor, su arrepentimiento por todos sus pecados.

Recemos por que abracen La Cruz, conforme voluntariamente se dan a sí mismos a Cristo a través del Corazón Inmaculado de María.

Algunos no serán capaces de hacer esto, ya que significará hacer un cambio, un cambio drástico. Esta entrega es de sus voluntades, sus corazones, sus almas, sus mismas vidas y lo que poseen en el mundo. La mayoría no se da cuenta qué tan grande es la recompensa de la Cruz. Si buscamos dentro del Corazón de Jesús, dentro de sus ojos, podríamos ver el Cielo. Veríamos lo que la Eternidad guarda para aquellos que voluntariamente podemos darle todo. Esta es elección que cada uno debe hacer. Nadie, ni aún Dios, podrán hacer esta elección por nosotros, deberá ser voluntaria, como ya lo hemos mencionado.

Y nuestra Madre, en su Inmaculado Corazón, nos podría decir:
Hijos, tomen su nadeza, su persona imperfecta, sus almas llenas de pecado y dénmelas a mí. Yo las ofreceré a mi Hijo desde mis manos a través de mi Inmaculado Corazón. Denme todo lo que son para llevarlo a Él, incluyendo sus lágrimas de remordimiento, de arrepentimiento, pidiendo perdón por sí mismos y por el mundo y haciendo reparación por lo que tanto es ofendido, y por todos los pecadores del mundo.
Jesús es la Palabra Encarnada, murió por todos y resucitó de entre los muertos, venciendo el mal y el pecado.

Ustedes deben ahora ayudar en ese acto de redención Conmigo. Ayúdenme con sus oraciones y sacrificios, a traer más hijos míos a la Cruz, para mostrarles a Jesús y luego, ofrézcanle a Él sus cruces en unión con su Cruz. Su Cruz, es la señal de Amor por todos ustedes. Cada una de sus cruces ofrecida a Él, en unión con Él, a través de su Madre, es su señal de amor por Él.

Cuánto complacerán a Jesús cuando hicieren esto. Todos se darían cuenta que el sendero al Cielo en la Eternidad, está lleno de sufrimiento y sacrificios, pero también lleno de alegría por las cruces que Él permite a cada uno cargar.
Cruzar el umbral del Reino puede suceder para nosotros mientras estamos en la tierra. ¿Sería hermoso, verdad?

¿Algún comentario de las Almas Víctimas, sobre esta reflexión?

><>+<><

Reciban todo mi amor en Cristo y Dios los bendiga en los Corazones Misericordiosos de Jesús y María.
_________________
En Jesús y María
Evangelina


"JÉZU, UFAM TOBIE"

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MensajePublicado: Mar Feb 12, 2008 12:37 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
Responder citando

hermosisima reflexion .......................
yo puedo decir que SOLO atraves del dolor , pude SENTIR en el alma el inmenso amor de CRISTO , y el verdadero significado y sentido de la CRUZ .
mis sufrimientos hubieran sido iguales , pero no hubieran tenido sentido , y me hubieran destruido y perdido en el dolor inutil .
ahora todo eso se trnsformo en amor , y les aseguro que con mis cruces puedo llevar alegria tambien .
no es facil entenderlo asi , solo con el intelecto , pero poniendo en el centro de la vida a CRISTO , todo cambia , el dolor se transforma en amor .
desaparece la deseperacion y la soledad .
y toda nuestra vida tiene sentido .
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Evangelina M. de Terrazas
Asiduo


Registrado: 03 Oct 2005
Mensajes: 469
Ubicación: México

MensajePublicado: Vie Feb 15, 2008 10:04 pm    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
Responder citando

Evangelina M. de Terrazas escribió:
Amados hermanos y hermanas en Cristo: ¡Paz en sus corazones!
Es trascendental tener presente la Consagración que hemos ofrendado a Dios voluntariamente como Almas Víctimas. Este es un compromiso eterno a Dios, en beneficio de nuestro Santo Padre, la Iglesia y la salvación de las almas; y no sólo una ilusión pasajera.

Por tanto, hagamos una reflexión sobre lo que un día centrados en ese llamado y por ese gran Amor a Dios, decidimos abandonar nuestra voluntad, a su Santa Voluntad.

Para quienes son Almas Víctimas, y quienes sienten el llamado de Dios a serlo.

Nuestro Señor Jesucristo y nuestra Madre María Santísima nos piden a todos, rezar, orar, hacer sacrificios para llegar al Cielo, y es algo por lo que todos deberíamos esforzarnos, y estar preparándonos desde el principio de nuestras vidas en la tierra. Encontraremos que nuestro peregrinaje en la tierra no es sino una distancia corta comparada con lo que pasaremos en la eternidad. Es bueno poner en nuestros corazones las súplicas de nuestra Madre, pidiendo al Espíritu Santo que abra los corazones para que nuestras mentes vean y piensen con el corazón, con sus corazones misericordiosos.

Nuestro enfoque de la vida, no está siempre en lo que Dios quiere y espera de nosotros, su plan de salvación para cada uno de sus hijos, lo que es su Santa Voluntad. Tal vez nos tome el resto de nuestra vida buscar esa luz para encontrar la misión. Cuando un Alma es llamada a ser Víctima y voluntariamente pronuncia su “Sí”, su Fiat, esta alma sigue a Jesús y lo que siente que está pidiendo de ella asumiendo su Sí, hasta las últimas consecuencias, sin temor, pero con la palabra en la boca diciendo: ¡Jesús yo confío en Ti!

Cargar las cruces en obediencia, confianza y amor, en cada dirección que Él lo ofrece. Hubo mucho sufrimiento en la vida de Jesús, y la habrá en las nuestras, si deseamos verdaderamente seguirlo. Todo el sufrimiento y las cruces no son sólo de clase física, aunque las hay. Aquellas del alma son a veces más difíciles como dolorosas, pero es realmente Jesús quien nos ha mostrado el camino diciéndonos que todo es posible en el Amor.

Por lo que Él desea que ustedes recen por la gracia de decirle “Sí” a Él, en cada momento un “Sí” perseverante, y nunca mirar hacia atrás, nunca ceder a las tretas malignas de Lucifer y a las tentaciones que él les pondrán en su sendero.
Mantengan por favor los ojos en su cruz que es LA CRUZ, ya que mucho entendimiento les vendrá cuando se abran más a Él, dando todo lo que son ustedes, sus corazones, sus almas, voluntades.

Aún a la luz del rechazo, ridículo, dolor y sufrimiento, humillación y muchas pruebas, aprenderán el amor incondicional. Lo estarán siguiendo a Él, viviendo como Cristo nos mostró a cada uno de nosotros por medio de su propia vida sobre la tierra, y ahora a través de muchos profetas, especialmente a través de su Madre. Véanla a Ella y lo ven a Él, igualmente el que conoce a Jesús, conoce al Padre. Verán la verdad, verán la Luz, verán el camino hacia Él, a la vida aquí que Él desea para su preparación a la vida eterna, y que Él quiere que todos moren en el cielo con Ellos.
Mi vida como la suya, no siempre fue fácil y en la mayoría de los casos fue el camino de la cruz.

Recemos continuamente por la conversión, por ustedes mismos, por la salvación de las almas.
Sin una conversión radical del corazón, no serán capaces de aceptar nada de lo que nuestro Señor desea para ustedes, ya que estarán demasiado embebidos en el mundo y del mundo.

Su necesidad debiera ser estar en Su Espíritu y con Su Espíritu. Esto se hace por medio de una constante y atenta oración silenciosa a Él, por esta gracia para ser capaces de oír su voz y por la gracia de voluntariamente tener la capacidad de hacer una santa autocrítica de sus vidas, acerca de lo cual Él les hablará.

Sin esto, no tendrán una verdadera conversión. Estarán caminando y estando en la oscuridad y no en la luz. Su Luz. Invoquemos hermanos a la Comunión de los Santos, quienes interceden por nosotros para obtener esta gracia, esta preciada joya de conversión de corazón, de cambio, de regresar a los brazos de Aquel que nos ama con tanta ternura y ofrecerle un ramillete de almas que han sido salvadas por sus oraciones, sacrificios y oblaciones..

Saber esto y estar a su cuidado mientras en la tierra es lo que necesitaremos para estar viviendo como es Su Voluntad para todos nosotros y preparándose a sí mismos y con nuestra mirada puesta en la eternidad del Cielo. Qué alegría, paz y entendimiento nos llenará, cuando se abandonen completamente a sí mismos para cambiar y venir a Él totalmente. Vayan ahora y vivan en Su paz, amor y misericordia siempre.

«Pero este tesoro lo llevamos en vasijas de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros. De todas maneras, atribulados, más no abatidos; sumergidos en apuros, más no desalentados, más no destruidos, siempre llevamos por doquiera en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Porque nosotros, los que (realmente) vivimos somos siempre entregados a la muerte por causa de Jesús, para que de igual modo la vida de Jesús sea manifestada en nuestra carne mortal.» (2Cor 4,7-11).

El sufrimiento, hermanitos, es el vehículo por medio del cual el Pueblo de Dios se vuelve humano. Sus corazones duros están rotos por ciertos eventos de sus vidas que les han causado gran dolor. Esto, a su vez, les ocasiona a muchos que se detengan y reflexionen de modo que de otra manera nunca lo harían.

El dolor rompe las defensas y posturas, fortalezas afectadas y racionalizaciones. Uno no puede presentar una cara falsa al mundo cuando esta cara está apabullada con pesar o dolor.
El dolor se siente en lo más recóndito de su corazón y alma. Nada más los tocará en esa profundidad. La alegría también se siente profundamente en el corazón. Esto sólo después de que el dolor y el sufrimiento han abierto y roturado el terreno de la experiencia con el fin de recibir la alegría.

El dolor y el pesar dejan caer semillas de alegría que maduran y se abren floridas sólo después de que son regadas por las lágrimas de remordimiento y arrepentimiento. Este proceso es el resultado del Amor de nuestro Padre Dios por cada uno de sus hijos.
Sin dolor, el hombre continuaría persiguiendo los apegos del mundo, la lujuria y la avaricia, el poder y el ego, la ociosidad y la pereza.

El orgullo que existe en los corazones de la humanidad, es la señal de la continua presencia de Satanás. Mientras uno continúa viviendo una vida de competencia, complacencia, enojo y amargura, egoísmo e impaciencia, de presuponer y juzgar por las apariencias; Satanás hará lo que quiera con eses almas.

No es hasta que este dominio se rompe, y las piezas de una vida vueltas a armar por el mismo Dios a través del Espíritu Santo, que una vida comienza a ser vivida de acuerdo al plan del Creador para ella.
Hasta entonces, el alma no puede encontrar a Dios ni su Camino, porque está ahogado en la ilusión, cegada por las falsas promesas del mundo o por temor, engañándose a sí mismo. Uno es sanado sólo al ser moldeado siguiendo el ejemplo de la vida de Jesús sufriente. Esto debe suceder para todos antes de que puedan obtener la salvación por la cual Él murió.

El vaso se rompe y vuelve a moldearse muchas veces, porque la acción del cambio es muy difícil de aceptar para la naturaleza humana. El Padre en su benigna bondad, le permite al alma hacer violencia contra de Él, resistirle y aún huir a su llamado por temor; todo este tiempo llamándola.
El Padre junta las piezas rotas una vez más y las reúne de la mejor manera cada vez que se repite este proceso. Lentamente, gradualmente las obras terminadas se asemejan más y más al Hijo, a la imagen y semejanza a la que se creó para reflejar.

Gradualmente, hay menos resistencia, menos tensión de cada vaso, y entonces es marcada con las Heridas de Cristo. Lo más que un alma se asemeje a Jesús y contiene las marcas de su Vida, su sufrimiento y su muerte, lo más se asemejará a Cristo transformándose en una Alma Víctima que se dona con un amor oblativo.

Las heridas y enfermedad son causadas por una división, una distancia entre el yo espiritual y el yo mundano, entre lo Divino y lo humano. En tanto que esta distancia permanece, la integridad y santidad no pueden existir dentro de esta alma.
El alma se semeja a Satanás cuando está marcada por las cicatrices del pecado, de sus marcas e identificación.

Los hijos se asemejan a los padres, se parecen a ellos y actúan como ellos. Si el alma le pertenece al maligno, contendrá el mal, reflejará el mal, se le asemejará a él en acción, palabra y espíritu. La astucia del padre de las mentiras morará en esa alma. El éxito de las promesas del mundo le pertenecerá a sus esfuerzos.

Cuando nosotros nos acercamos a Cristo en su Cruz, podemos ver cuánto nos ama y todavía lo hace. Cuando aceptamos con amor la propia cruz: Las debilidades, defectos, ineptitud, su estado incompleto, dolor y heridas, podemos recurrir a Jesús, y Él apretará sus Heridas en contra de las nuestras para sanarlas.

No se necesita hacer más que pasar tiempo con Cristo en su relación personal, el tiempo que toma el llenarnos de paz después de que han sido vaciados del ruido y caos que se vive profundamente dentro de todos, en su interior, en sus pensamientos, en las tensiones.

Sólo en el silencio de contemplar la Cruz de Cristo y la propia, ofreciéndoselas a Él en unidad, comenzará la sanación interior. Sólo el aceptar cada evento con obediencia (La obediencia, la virtud más difícil de acatar), que el Padre envía y manda y, sobre todo con docilidad, será Él capaz de reemplazar la falta de fortaleza y disciplina necesaria para ser un hijo de Dios.

El sufrimiento y muerte de Jesús, fue el resultado de Su Amor por todos nosotros. El sufrimiento y todas las pequeñas muertes (sus cruces), son el resultado de Su Amor por ti también.
¡Son la piedra de molino que allana los lugares ásperos, las orillas duras, las áreas quebradizas y débiles, los topes rebeldes y resistentes!
El amor de Jesús, también nos sostiene a lo largo de su dolor y sufrimiento, así como el amor de su Padre lo sostuvo a Él. Conforme acepten su vida con sus cruces, comenzarán a descubrir la alegría que puede ser suya en la rendición.

¡La Rendición a la Voluntad del Padre, es la Puerta de Entrada a la alegría! Es el sendero angosto que lleva al corazón del Reino. Con él viene la paz, el contentamiento y seguridad como nunca se han imaginado. Estos son los dones que se experimentan profundamente dentro del alma, y son los resultados de permitirle al Padre Celestial, el guiarnos, para determinar los eventos de su vida de acuerdo a lo que Él sabe es lo mejor para que su alma llegue más rápidamente a un estado de perfección y unidad con la Santísima Trinidad, para ganar el Cielo, y salvar tantas almas según nuestros esfuerzos.

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«Pero si padecéis por obrar bien y lo sufres, esto es gracia delante de Dios. Para esto fuisteis llamados. Porque también Cristo padeció por vosotros dejándoos ejemplo para que sigáis sus pasos. ‘El que no hizo pecado, y en cuya boca no se halló engaño’, cuando lo ultrajaban no respondía sino que se encomendaba al Justo Juez. Él Mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, a fin de que nosotros, muertos a los pecados, vivamos para la justicia. ‘Por sus llagas fuisteis sanados’.»

El Sagrado y Misericordioso Corazón de Jesús, sigue sufriendo como en la Cruz, por los muchos pecados de aquellos que no creen, que son indiferentes o tibios.
La oración y la reparación, compensarán los muchos pecados cometidos por todos nosotros pecadores, así como la mortificación, el sacrificio y la meditación de su Pasión, ofrecidos ante el Santísimo.

Se puede padecer grandes sufrimientos, más si son llevados como una cruz de lamentos, éste sufrimiento podría ser inútil, ya que no es ofrecido oblativamente por Amor a Dios. El sufrimiento, el sacrificio, la mortificación por pequeñas cruces que sean, al unirlos a la Pasión de Cristo y ofrecerlos por la salvación de las almas, se transforman en salvíficos.

El Alma Víctima no se forma de la noche a la mañana con un gran sufrimiento, sino va brotando en la comunión con Jesús ese aspirar a su vida, y poco a poco va floreciendo a través de los sufrimientos de la vida, y da fruto en la alegría de sufrir por su Amor.

Aún las Almas Víctimas privilegiadas y elegidas por Dios para padecer en su carne La Pasión y Muerte de Cristo, como San Francisco, Padre San Pío; fueron siendo formados y preparados por Dios poco a poco, hasta alcanzar ese grado de embriaguez y perfección de Amor por el sufrimiento.

Cuando Dios ve un alma dispuesta y decidida a comprometerse perseverante y totalmente en cuerpo y alma al sufrimiento, le hace la propuesta de Amor: de, padecer lo mismo que su amado Hijo; y si esta alma pronuncia su Fíat, le es dado ese don que conllevará los mismos méritos de Cristo para la salvación de las almas. Esta Alma conoce a su Señor y sabe que será sostenida y fortalecida por Él como el mismo Cristo, y confía en Él hasta en los momentos de oscuridad del espíritu y del Silencio de Dios. ¡Dios bendiga estas almas que dan tanta vida a la Gracia Santificante!

Entonces, carguemos nuestras cruces unidas a las de Cristo, y podremos ver qué fácil se torna el llevarlas. Sepamos ofrecer todo el sufrimiento que nos corresponda vivir por Voluntad de Dios en unión del Sufrimiento de Cristo, con su dolor en la Cruz, y viviremos en la paz, alegría y el amor. La única manera de comprender el sufrimiento de Cristo es, vivirlo unido a Él.

A las Almas Víctimas, vendrá un tiempo en el que todos, de un modo u otro, sufriremos. Algunos más que otros por la salvación de las almas. Algunos verán el plan del Padre desenvolverse en su corazón, en todos los corazones que estén abiertos a Él. Esto, sólo podrá hacerse en estrecha unión con Jesús y con María su Madre y nuestra Madre.

Almas Víctimas: cuando viajemos al monte hacia el Calvario en unión de Jesús, y María Santísima, y detengámonos bajo la Cruz con Ella; sumerjámonos a nosotros mismos totalmente en Cristo, en su Pasión, y crucifiquémonos totalmente en esa Cruz. Muramos a nosotros mismos para que pueda Cristo vivir totalmente en nosotros, y podamos experimentar no sólo su muerte y Pasión, sino Su Resurrección. Por favor, vayamos a menudo al monte Calvario con María, Madre de la Misericordia.

Cuando las Almas Víctimas llevan a Dios aquellas almas por las que nosotros rezamos y a nuestra Madre Santísima que se para bajo la Cruz, Ella encierra estas almas en su Inmaculado Corazón y bajo su Manto. Entonces habremos dado el primer paso por aquellos por quines rezamos. Depende de ellos entonces el dar los pasos siguientes y finales para llegar a Cristo bajo la Cruz, y expresar su amor, su arrepentimiento por todos sus pecados.

Recemos por que abracen La Cruz, conforme voluntariamente se dan a sí mismos a Cristo a través del Corazón Inmaculado de María.

Algunos no serán capaces de hacer esto, ya que significará hacer un cambio, un cambio drástico. Esta entrega es de sus voluntades, sus corazones, sus almas, sus mismas vidas y lo que poseen en el mundo. La mayoría no se da cuenta qué tan grande es la recompensa de la Cruz. Si buscamos dentro del Corazón de Jesús, dentro de sus ojos, podríamos ver el Cielo. Veríamos lo que la Eternidad guarda para aquellos que voluntariamente podemos darle todo. Esta es elección que cada uno debe hacer. Nadie, ni aún Dios, podrán hacer esta elección por nosotros, deberá ser voluntaria, como ya lo hemos mencionado.

Y nuestra Madre, en su Inmaculado Corazón, nos podría decir:
Hijos, tomen su nadeza, su persona imperfecta, sus almas llenas de pecado y dénmelas a mí. Yo las ofreceré a mi Hijo desde mis manos a través de mi Inmaculado Corazón. Denme todo lo que son para llevarlo a Él, incluyendo sus lágrimas de remordimiento, de arrepentimiento, pidiendo perdón por sí mismos y por el mundo y haciendo reparación por lo que tanto es ofendido, y por todos los pecadores del mundo.
Jesús es la Palabra Encarnada, murió por todos y resucitó de entre los muertos, venciendo el mal y el pecado.

Ustedes deben ahora ayudar en ese acto de redención Conmigo. Ayúdenme con sus oraciones y sacrificios, a traer más hijos míos a la Cruz, para mostrarles a Jesús y luego, ofrézcanle a Él sus cruces en unión con su Cruz. Su Cruz, es la señal de Amor por todos ustedes. Cada una de sus cruces ofrecida a Él, en unión con Él, a través de su Madre, es su señal de amor por Él.

Cuánto complacerán a Jesús cuando hicieren esto. Todos se darían cuenta que el sendero al Cielo en la Eternidad, está lleno de sufrimiento y sacrificios, pero también lleno de alegría por las cruces que Él permite a cada uno cargar.
Cruzar el umbral del Reino puede suceder para nosotros mientras estamos en la tierra. ¿Sería hermoso, verdad?

¿Algún comentario de las Almas Víctimas, sobre esta reflexión?

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Reciban todo mi amor en Cristo y Dios los bendiga en los Corazones Misericordiosos de Jesús y María.

Evys: Realmente, esta reflexión, indudablemente puesta por el Espíritu Santo en ti, ha llegado en un momento en que la necesitaba, ya que a pesar de mi ofrecimiento y del ofrecimiento de mi hogar, somos de carne y hueso, y las debilidades y cruces nos afligen, y aun hasta a veces nos da el deseo de decir, ya no más, hasta cuando Señor?, no solo es el cansancio físico, sino el Espiritual, cuando vemos que tratamos de batallar y todas las situaciones nos impiden el luchar como quisiéramos.

Hace un tiempo no te escribía, por la falta de tiempo y por la búsqueda de una mayor transformación y de la aceptación de mi cruz, que he llevado en este tiempo.
Realmente es difícil, pero no imposible, muy seguramente he tenido muchos momentos de paz, pero siento que la batalla en mi hogar ha sido y es muy difícil, cuando pretendo reforzar más la oración, aparecen mil complicaciones que me rinden durante el día y en la noche, físicamente ya no puedo más, y en mis siete meses de embarazo, sí que me siento sin fuerzas.
A veces quisiera tener una ayuda, pero después ofrezco tanto qué hacer, a veces me desespero, pero después me tranquilizo en Maria, Nuestra Madre, y me apoyo en mis hijos, a pesar de ya tengo problemas con la mayor, en la escuela y en la convivencia de ella en la casa, con el papá sobre todo.

Ha sido difícil, pero quiero hoy, a través de Ti, reiterarle al Señor mi compromiso de ofrecerme como alma victima, por Amor a Mi Señor y a Mi Madre, pidiéndole perdón, por mis muchas debilidades e imperfecciones, por mis muchas caídas, pero agradeciéndole por las manos amorosas de mi Madre que me levantan cada día, y por la asistencia de sus Santos y ángeles que me confortan.
Que el Señor reciba mi pobre ofrecimiento, ya que tal vez no es mucho lo que pueda hacer, por mis debilidades, pero le pido que me transforme, así el proceso duela.
Te encomiendo en mis oraciones, y encomienda a mi hogar, a mi esposo Juan, y a mis niños, al nuevo bebé, que se llamará Jose Miguel, y nacerá en el mes de Abril; desde antes de nacer ha sido ofrecido a María, para que ella lo entregue al Padre Celestial, en reparación, como pequeña alma que agrade al Padre y conmueva su corazón para derramar misericordia.
Gracias al Padre Celestial por este hermoso mensaje, que llega como una palabra de fortaleza y animo para quienes sentimos que la cruz nos pesa, y no llenamos nuestro corazón de más amor, para balancear ese peso y así se haga dulce y llevadera. Dios Bendiga, y el Padre fortalezca a todas las almas victimas, a Ti y a tu familia.
Marcela desde Colombia.

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Marcela, amada hermanita: ¡Paz en tu corazón!
A veces se piensa que al ser Alma Víctima, se multiplicarán las tribulaciones, el sufrimiento, el dolor; pero ese es privilegio de almas elegidas por Dios.
Nosotros, sólo ofrecemos con humildad, esos pedacitos de sufrimiento que cotidianamente nos corresponde vivir, esas pequeñeces que están dentro del Plan de Dios para nuestra salvación, que de cualquier manera se tendrán que padecer, aún, no habiéndose ofrecido a Dios en oblación como Almas Víctimas por la salvación de las almas.
La clave, o cómo dijéramos; el arma poderosa para llevar con humildad la bendita cruz, es abrazarla con amor y aceptación.
Cuando uno decide aceptarla y retirar las resistencias, es cuando la cruz se torna en yugo suave y carga ligera.
Pero el Señor, nunca nos deja solos. Cuando Él ve que el padecer está fuera de nuestra capacidad; en su hermosura, toma nuestra cruz y Él mismo la lleva a cuestas.
Y crece uno en el Amor a Dios y los hermanos, cuanto más somos capaces de padecer. Ninguna bendición pondrá en nuestra cruz, que no seamos capaces de cargar sobre nuestras espaldas.
Damos gracias al Señor por aceptar el ofrecimiento de ese bebé a Dios, que será siempre una bendición para ustedes. Nuestra Madre Santísima siempre cuidará de él. Hay que sufrir para merecer, y la recompensa les será dada en el cielo.
Tengo una amiguita que padece tanto porque no se le dio el don de ser madre; así que glóriate en Dios porque te ha bendecido en tus hijos, aunque ello mismo respresente más trabajo, más espíritu maternal.

Recibe todo mi amor en Cristo y Dios te bendiga en los Corazones Misericordiosos de Jesús y María.
_________________
En Jesús y María
Evangelina


"JÉZU, UFAM TOBIE"

¡Por su Dolorosa Pasión,
ten misericordia de nosotros
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Evangelina M. de Terrazas
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MensajePublicado: Sab Feb 16, 2008 9:12 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
Responder citando

Amados hermanos y hermanas en Cristo. ¡Paz en sus corazones!
Les comparto esta bellísima reflexión de San Luis Grignion de Montfort, que nos lleva a hacernos amigos de la Cruz de cada día, para abrazarla con amor, y hacer más ligera la carga. Ojalá se den un tiempo para profudizar en esta reflexión al igual que las citas Bíblicas.

A LOS AMIGOS DE LA CRUZ
San Luis Grignion de Montfort
(Resumido por el Padre Jordi Rivero).


El tratado de San Luis María Grignion de Montfort sobre la necesidad y la práctica de la cruz está lleno de sabiduría divina, necesaria para la santidad y sin embargo rechazada por casi todos.
Aquí se encuentra el secreto para ser verdaderos discípulos de Jesucristo.

El santo escribió una carta (1714) a la Asociación de los Amigos de la Cruz que el fundó. Fue escrita al final de un retiro donde meditaba la Pasión mientras estaba obligado por la Iglesia al silencio. Su propósito era ayudarles a ver la centralidad de la cruz y como vivirla.
Todas las referencias son del santo si no se advierte lo contrario.

RAZÓN PARA SER AMIGOS DE LA CRUZ

Para ser otro Cristo (Cf. Gal. 2, 20).
-Un hombre escogido por Dios.
-Entre mil personas que viven según los sentidos y la sola razón, vive con la luz pura de la fe y un amor vehemente a la cruz.
-Es un hombre que pasa por la tierra como extranjero
-Combate en el mundo pero no huye de él.

Para estar Unidos.
-Los amigos de la cruz son más fuertes que los ejércitos del mundo.
-Los demonios se unen para perderos; uníos para derribarlos.
-Los avaros se unen para hacer negocio; únanse ustedes para conquistar los tesoros de la cruz.

Para triunfar sobre el demonio, el mundo y la carne.
-Con el amor a las humillaciones se derriba el orgullo de Satanás.
-Con el amor a la pobreza, se triunfa sobre la avaricia del mundo.
-Con el amor al dolor, se mortifica, la sensualidad de la carne.

Reflexión:
1- ¿Tienes verdadero deseo y voluntad de obrar así, con la gracia de Dios, con el poder de la Cruz y de Nuestra Señora de los Dolores?.
2- ¿Utilizas los medios necesarios para conseguirlo?
3- ¿Has entrado en el verdadero camino de la vida, que es el camino estrecho del Calvario o vas, sin darte cuenta, cediendo al camino ancho del mundo que conduce a la perdición?
4- ¿Sabes que existe un camino que al hombre le parece recto y seguro pero en realidad lleva a la muerte?.
5- ¿Sabes distinguir con certeza entre la voz de Jesús y su gracia y la del mundo y de la naturaleza? -"El que me sigue a mi no andará en tinieblas" (Jn. 8,12) "! Animo yo he vencido al mundo!" (Jn. 16,33)

LOS DOS BANDOS
1. El de Jesucristo
2. El del mundo y del demonio.


El bando de Jesucristo:
La corrupción del mundo se opone a este camino y lo hace estrecho. Pero Jesús va delante, descalzo, coronado de espinas, el cuerpo ensangrentado y cargando una pesada cruz.

El número de los elegidos es menor de lo que se piensa (Cf. Mt. 20,16; Lc.13,23-24). Solo los esforzados y los violentos arrebatan el cielo (Cf. Mt.11,12). Solo le sigue un pequeño rebaño (Cf. Lc.12,32) porque su voz no se le puede oír en medio del tumulto del mundo o porque se carece del valor necesario para seguirlo en la pobreza, los dolores, las humillaciones y demás cruces que es preciso llevar para servir al Señor todos los días.

"El que no tiene el Espíritu de Cristo- que es espíritu de cruz- no es de Cristo"(Cf. Rom. 8,9).
"Los que son del Mesías han crucificado sus bajos instintos con sus pasiones y deseos" (Cf. Gal. 5,24).
"O somos imagen viviente de Jesucristo o nos condenamos".
"Un criado no es mas que su amo"
(Cf. Jn. 3,16).

El bando del mundo y del demonio:
Lo mas selecto del mundo corre tras el. Las multitudes van por el camino ancho atraídas por la apariencia espléndida y brillante. Buscan lo más fácil y placentero.

Para mantenerse en su engaño se dicen: "Dios es bueno y no nos creo para condenarnos. Dios no prohíbe las diversiones. No nos condenaremos por eso. !Fuera escrúpulos!. "No moriréis...” (Gen. 3,4).

Casi todos abandonan a Jesús en el camino de la cruz. Los del mundo ven la cruz como locura, los judíos se escandalizan de ella (1Cor. 1,23), y nosotros sus hijos, vivificados por su Espíritu, también nos hacemos enemigos de la cruz (Fil. 3,1Cool. "¿También ustedes quieren marcharse?" (Jn. 6,67).

Este siglo desprecia la pobreza de mi cruz para correr tras las riquezas; esquiva los dolores de mi cruz para buscar los placeres; odia las humillaciones de mi cruz para codiciar los honores. ¿Quieren conformarse a este siglo? (Rom. 12,2).

Tengo aparentemente muchos amigos que aseguran amarme, pero en el fondo me aborrecen, porque no aman mi cruz. "Tengo muchos amigos de mi mesa y muy pocos amigos de mi cruz"
No nos dejemos arrastrar por los sentidos -como Eva.
Miremos al autor y consumador de nuestra fe (He. 12,2), Jesucristo crucificado. Huyamos de la corrupción del mundo.

MANDAMIENTO DE JESÚS PARA LA PERFECCIÓN CRISTIANA
"El que quiera venirse conmigo, que reniegue de si mismo, que cargue con su cruz, y me siga" (Mt.16,24; Lc 9,23)

La perfección cristiana consiste en:
1-En querer ser santo: "El que quiera venirse conmigo",
2-En abnegarse: "que reniegue de si mismo",
3-En padecer: "que cargue con su cruz"
4-En obrar: "y me siga"


1- En querer ser santo: "El que quiera venirse conmigo":
"El que quiera". No dice "los que quieran", para indicar que son muy pocos los que buscan llevar la cruz. Por lo tanto es muy reducido el numero de los que se salva. (Las Escrituras y los santos, ej. Sn. Basilio, S. Efrén, S. Simón el Estilita, S.Teresa de Ávila, S. Agustín, Sto. Tomas Aquino concuerdan en esto)
El conocimiento práctico del misterio de la cruz se comunica a pocos.
"A vosotros se os ha dado a conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no" (Mt.13,11).
Para recibirlo hay que estar decidido a entregar su vida, renunciar al mundo y ser amigo de Dios. "Resuelto a sacrificarlo todo, emprenderlo y padecerlo todo por Jesucristo"

Hace falta voluntad.
"El que quiera". O sea, el que tenga voluntad sincera, firme, resuelta. No por instinto natural, rutina, egoísmo o respeto humano, sino por la gracia del Espíritu Santo.

Sepan que aquellos que no tienen tal determinación andan solo con un solo pie.
La cruz se debe amar con corazón generoso y de buena gana.
"Una voluntad a medias -lo mismo que una oveja sarnosa-basta para contagiar todo el rebano. Si una de estas hubiera entrado en el redil por la falsa puerta de lo mundano, echadla fuera en nombre de Jesucristo, como al lobo de entre las ovejas" (ver: Mt. 7,15; Jn.10,1)
Jesús, "En vez del gozo que se le ofrecía, soportó la cruz" (He. 12,2).

2-En abnegarse: "que reniegue de si mismo",
El que quiera seguirme, a imitación mía, debe gloriarse solo en la pobreza, las humillaciones, y padecimientos de mi cruz: "que reniegue a si mismo". Mi amor en el le hará desear tanto seguirme que pondrá todo su corazón en el Reino sin contar el costo.

"Fuera de entre ustedes los engreídos por sus propias luces y talentos, los charlatanes que aman mucho el ruido, los devotos orgullosos que, como Lucifer, dicen "No soy como los demás" (Lc. 18,11), los que no pueden soportar que los censuren, sin excusarse; que los ataquen, sin defenderse; que los humillen, sin ensalzarse."
"No admitan entre ustedes a personas delicadas que rehuyen la menor molestia, que gritan y se quejan ante el mas leve dolor."

3-En padecer: "que cargue con su cruz"
La cruz son las humillaciones, menosprecios, dolores, enfermedades, pobreza, tentaciones, sequedades, abandonos, penalidades espirituales y todo tipo de circunstancias duras.

Dios no se place en los sufrimientos de nadie. Pero Dios saca de él las mas grandes victorias contra el enemigo si sus hijos llevan el sufrimiento con amor y confianza en Dios. La cruz nos purifica de tantos apegos a la carne y al mundo y nos ayuda a buscar primero el Reino de Dios.

Dios sabe y tiene bajo su providencia cada cruz que tengamos que llevar de manera que ninguna vendrá sin que el nos de la gracia necesaria si se la pedimos. El sabe la cruz que nos conviene y aunque desgarre su corazón amoroso permite que la llevemos para nuestro bien.

"Que cada uno cargue su propia cruz con entusiasmo y valentía. La cruz que mi Sabiduría le fabrico con numero, peso y medida..como fruto del amor infinito que le tengo".

"Que cargue": Que no la arrastre, ni la rechace, ni la recorte, ni la oculte. En otras palabras, que la lleve con la mano en alto, sin impaciencia ni repugnancia, sin quejas ni criticas voluntarias, sin medias tintas ni componendas".

"Que la plante en su corazón por amor, para transformarla en zarza ardiente, que día y noche se abrase en el puro amor de Dios, sin que llegue a consumirse...puesto que nada hay tan necesario, tan útil, tan dulce ni tan glorioso como padecer algo por Jesucristo".
S. Pablo: "Lo que es a mi, Dios me libre de gloriarme mas que de la cruz de nuestro Señor Jesucristo" (Gal. 6,14).

Nada tan necesario como cargar la cruz.
La cruz es necesaria para nosotros pecadores: Las cruces de esta vida nos ayudan a unirnos a Cristo y no caer en el castigo del infierno que todos merecemos.

No pensemos que estamos seguros de no ir al infierno. Muchos creyéndose buenos estaban seguros de ellos mismos, se han permitido descuidos y quedaron condenados.

¿Pensamos esto cuando sufrimos alguna pena?. Estaríamos contentos de sufrir ahora si tan solo pensáramos en el purgatorio que es un padecer horrible.
Muchos van allí por haberse conformado con confesiones a la ligera. Vale la pena padecer ahora y arrancar del demonio el libro de la muerte (Col. 2,14) en el que lleva anotados todos nuestros pecados y el castigo que merecen.

En la otra vida todo se paga hasta el último centavo (Mt. 5,26), hasta la última palabra ociosa (Mt. 12,36). Ese mal pensamiento, esa palabra que se llevó el viento, serán castigados con espantosos tormentos (Heb. 10,31).

No es que a Dios le falte misericordia. Mas bien hay que entender que la misericordia no se consigue sin abrirnos a la cruz. Jesús nos dice: "podéis beber el cáliz? (Mt. 20,22).

Excelente cosa es desear la gloria de Dios. Pero desearla y pedirla sin decidirse a padecerlo todo es una locura y una petición extravagante: "no saben lo que piden" (ibid) En realidad para ser amigos de Dios y para entrar en el Reino "Tenemos que pasar mucho" (Hechos 14,22).

La cruz es necesaria para los hijos de Dios.
Con razón nos gloriamos de ser hijos de Dios, pero también debemos gloriarnos de sufrir con El.

"Han echado en olvido la exhortación que como a hijos se os dirige:
Hijo mío, no menosprecies la corrección del Señor; ni te desanimes al ser reprendido por él. Pues a quien ama el Señor, le corrige; y azota a todos los hijos que acoge. Sufrís para corrección vuestra.
Como hijos os trata Dios, y ¿qué hijo hay a quien su padre no corrige? Pero si quedan sin corrección, cosa que todos reciben, señal de que son ustedes bastardos y no hijos.

Además teníamos a nuestros padres según la carne, que nos corregían, y les respetábamos. ¿No nos someteremos mejor al Padre de los espíritus para vivir? ¡Eso que ellos nos corregían según sus luces y para poco tiempo!; mas el, para provecho nuestro, en orden a hacernos partícipes de su santidad. Cierto que ninguna corrección es de momento agradable, sino penosa; pero luego produce fruto apacible de justicia a los ejercitados en ella". (He. 12,5-11)

La cruz es necesaria para los discípulos de un Cristo crucificado
"Mientras los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos y necedad para los gentiles; mas para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios". (1Cor. 1,22-24).

Jesucristo es el único maestro que predica la cruz. Aquel de ustedes que sepa llevar mejor su cruz -aunque, por otra parte, sea un analfabeto- es mas sabio en Jesucristo que todos los demás.

Alégrate pues si eres de poca sabiduría según el mundo; si sabes sufrir con alegría, sabes mas que los que tienen doctorados de las grandes universidades pero no saben sufrir tan bien como tu.(Mt. 11,25)

San Pablo, al bajar del tercer cielo -donde aprendió misterios escondidos a los mismos ángeles-, exclama que no quiere saber nada fuera de Jesucristo crucificado. (1Cor. 2,2)

La cruz es necesaria para los miembros de Jesucristo.
Somos miembros de Jesucristo, somos su cuerpo. ¡Que honor! ¡Pero qué necesidad tan imperiosa de padecer implica serlo!

¿Si la Cabeza está coronada de espinas (Mt. 27,29), estarán los miembros coronados de rosas?.

¿Si la Cabeza es escarnecida camino al calvario (Mc.14,65), querrán los miembros vivir perfumados?.

¿Si la Cabeza no tiene donde reclinarse (Mt. 8,20), descansaran los miembros entre plumas?. !Eso sería una monstruosidad!. No se hagan ilusiones.

Esos cristianos que veis por todas partes trajeados a la moda, en extremo delicados... no son los verdaderos discípulos de Jesús crucificado.
¡Cuántas caricaturas de cristianos que... mientras hacen con la mano la señal de la cruz, son sus enemigos en el corazón!.

Si Cristo es nuestra cabeza, aceptemos como El la cruz por amor. Pues es necesario que el discípulo sea tratado como el Maestro, los miembros como la cabeza. Y, si el cielo nos ofrece -como a Santa Catalina de Siena- una corona de espinas y otra de rosas, escojamos la de espinas y hundámosla en nuestra cabeza para asemejarnos mas a Jesucristo.

Ver la cruz sabiendo que somos piedras vivas.
Somos piedras vivas del templo. Nos disponemos a ser labrados con el martillo de la cruz para no quedar como piedras toscas, que no sirven. No resistir al Señor que como arquitecto amoroso da golpes de martillo para convertirnos en bellas piedras para su edificio.

Hay que sufrir como los santos.
Jesús crucificado y María a sus pies, su corazón traspasado por una espada.
Esta es la cruz. Si aceptamos la apreciación popular de lo que es ser cristiano no seguiremos a Jesús.

Veamos mas bien a los santos. Ellos siguieron el ejemplo de Jesús con heroica fidelidad sin compararse al mundo ni conformarse con la mediocridad espiritual.

Debemos conocer y reflexionar a menudo sobre sus vidas para ver la grandeza del amor a que se nos invita.

Estamos unidos a los santos (la comunión de los santos) en torno a Cristo. Ellos son "una inmensa nube de testigos" (Heb. 12,1).

¿Podemos entonces eximirnos de imitarlos en su amor a la cruz?
Si no sufrimos como santos lo haremos como malditos.
No es posible, al final evitar el sufrimiento. Si no sufrimos en el Señor, entonces será sin el consuelo de la gracia, sin la ayuda de Jesús, además tendremos el peso del demonio: la impaciencia, la murmuración y al final el infierno.

Nada tan dulce como la cruz.
Tenemos una fuerte tendencia de conformarnos con `no hacer nada malo' y no disponernos a sufrir por amor a Jesús.

Todos los cristianos creemos en la cruz pero perdemos conciencia de su realidad. Se va quedando en teoría. El mundo nos va haciendo minimizar su actualidad porque la ley del mundo es: evitar el sufrimiento a todo costo.

Nada se puede esperar de cristianos así. Son tierra que no produce.
Si sufrimos por amor a Dios, la cruz se hará mas y mas suave porque la carne tendrá menos dominio sobre nosotros. "La cruz abrazada es la menos pesada" -Sta. Teresa de Ávila.

Nada tan glorioso.
Los santos gozaban en el Espíritu en medio de los tormentos. La alegría de la cruz es mayor que la de prisioneros liberados de la cárcel. Debemos estar alegres en las pruebas, saltar de gozo en la persecución no porque nos guste en la carne sino porque el mismo Dios viene a nosotros. Por eso decía Santa Teresa de Ávila: "O padecer o morir".

El mundo llama a la cruz `locura, infamia, necedad' porque están ciegos y la juzgan humanamente. Pero para nosotros la cruz es la gloria (1Cor. 1,1-2). San Pedro y Pablo son mas gloriosos por sus calabozos que por haber sido arrebatados en éxtasis.

4-En obrar: "y me siga"

REGLAS PARA LLEVAR LA CRUZ

1) No buscarse cruces.

No hay que inventarse cruces ni hacer el mal para sacar un bien. Si buscamos amar a Dios y al prójimo no faltaran cruces autenticas.

Mucho menos buscar cruces para los demás. Solo el maligno hace eso.
"¿Por qué, pues, ahora tentáis a Dios queriendo poner sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros pudimos sobrellevar? Nosotros creemos mas bien que nos salvamos por la gracia"
(Hechos 15,10)

2) Tener en cuenta el bien del prójimo.
Si lo que vas a hacer pudiera escandalizar al prójimo, aunque sin motivo, abstente de hacerlo por caridad para evitar el escándalo de los débiles.

Pero, si el bien que vas a hacer es algo bueno que crees que Dios quiere, es recomendable sigas tu conciencia aunque algún espíritu malintencionado se escandalice sin motivo. (Mt. 15,14)

3) No pretender sufrir como los grandes santos.

Algunos santos pidieron cruces mediante actuaciones ridículas.

Admirémoslos pues es por actuación especial del Espíritu pero no pretendamos volar tan alto. "Comparados con estas águilas nosotros somos como gallinas mojadas".
Primero tenemos mucho que andar llevando las cruces de nuestra vocación.

4) Pedir a Dios la sabiduría de la cruz.
Debemos pedir la sabiduría de la cruz que permite contemplar, a la luz de la fe, los misterios de la cruz. O sea, poder desear y amar la cruz porque vemos que el amor vale la pena.

Esta sabiduría se alcanza con la experiencia de la cruz y la ferviente oración. Hay que pedirla insistentemente, sin titubeos y entonces siempre se alcanza.

5) Humillarse por las propias faltas, pero sin turbación.
Cuando por ignorancia o por cualquier culpa cometemos alguna torpeza que nos cause una cruz, nos debemos humillar inmediatamente dentro de nosotros mismos ante la mano poderosa de Dios pidiéndole perdón y aceptando lo que venga.

Dios nos humilla para purificarnos. Estamos muy corrompidos por el pecado de Adán y por nuestros pecados.
Cuando descubrimos algún don de Dios muy pronto lo ensuciamos con orgullo o ideas humanas. Por eso Dios nos permite tener incertidumbres, tentaciones, tinieblas, para llevarnos a la humildad y la santidad.

A menudo Dios permite que sus mejores servidores cometan faltas de las mas humillantes para empequeñecerlos a sus propios ojos y delante de los hombres, para quitarles el orgullo que tienen por las gracias recibidas, de modo que ningún mortal puede enorgullecerse ante Dios. (1 Cor. 1,29).

6) No basta sufrir.
Hay muchos que sufren y hasta entregan la vida por ideales malos. El demonio y el mundo tienen sus mártires. Hay que sufrir por amor a Jesucristo, por obediencia, como El.

7) Evitar los engaños del orgullo.
Mucho cuidado de no creer -como los devotos orgullosos- que vuestras cruces son grandes, que son prueba de que estáis ya muy avanzados y Dios os esta llevando a la purificación mas perfecta. "Este engaño es sutil e ingenioso pero lleno de veneno".

Piensa mas bien que:
a) Tu orgullo y delicadeza te lleva a considerar como vigas las pajas, como llagas las picaduras; una palabrita como una injuria atroz y un cruel abandono.

b) Que las cruces que Dios os manda son castigos amorosos por tus pecados.
c) Que por mas cruces y humillaciones que Dios te envíe, te perdona infinitamente mas. Lo has ofendido y merecías el infierno pero El te salvó.

d) Que hay mucho del ego mezclado con tu paciencia.
Fíjate en tus miramientos, tus veladas búsquedas de consuelos con los amigos, esas disculpas rebuscadas, esas quejas tan bien formuladas contra quienes te han hecho daño, ese revolver deleitosamente los propios males, esa creencia luciferina de que eres de gran valía (Hechos 8,9). Estas son las actitudes de la carne aún en los sufrimientos.

Cool Aprovecha los sufrimientos pequeños.
Dios no mira tanto lo que se sufre sino como se sufre. Sufrir mucho, pero mal, es sufrir como condenados; sufrir mucho y con valor, pero por una mala causa, es sufrir como mártires del demonio; sufrir poco o mucho por Dios, es sufrir como santos.
Llevar alegremente las cruces pequeñas y sin brillo, como el mercader que saca provecho de todo: Las pequeñas molestias del vecino, una pequeña injuria, la perdida de algún dinero, un pequeño malestar, etc.. Por todo di: "Gracias a Dios".

9) Ama la cruz con amor sobrenatural.
La naturaleza humana rechaza y se rebela ante el sufrimiento, la enfermedad y la muerte.
Los sentidos, que son la parte inferior del ser, gimen y buscan alivio. Esto es normal.
Cuando se habla de amar la cruz, no se trata de un amor sensible. Jesús no amo la cruz con la voluntad de la carne. "Padre, no se haga mi voluntad sino la tuya"(Lc. 22,42).
La cruz se ama con un amor espiritual, aun sin sentir alegría en los sentidos, generalmente sin percibir gozo en el alma. Amamos la cruz mediante la luz de la fe desnuda.

10) Sufrir toda clase de cruces sin excepción ni selección.
La meta suprema de la gloria divina y la felicidad verdadera es el abandono total.
Así decía S. Francisco: que la felicidad perfecta esta en poder seguir amando aun cuando humanamente esta todo perdido y nos han abandonado.

11) Para acostumbrarnos a sufrir como se debe, acostúmbrate a considerar cuatro cosas.

a) La mirada de Dios: Dios mira al hombre que lucha por El, contra la fortuna, el mundo, el infierno y contra si mismo, al hombre que lleva la cruz con alegría. Dios lo mira como un Padre orgulloso. El Señor a Satanás: ¿te has fijado en mi siervo Job, que sufre por mi? (Job 2,3).

b) La mano de Dios: El Señor permite todo el mal que nos sobreviene. La misma mano que domina los astros hace caer el cabello de tu cabeza (Lc. 21,1Cool.
No es el autor de la malicia pero permitió la acción.
Los agresores están siendo usados por Dios, no irritemos la justicia usurpando los derechos de la venganza. Reconoce que lo tienes merecido. ¡No hieras! ¡No hables!.

Con una mano todopoderosa e infinitamente prudente, Dios os sostiene, mientras os corrige con la otra. Humilla y enaltece. No permite que seas tentado y afligido por encima de tus fuerzas;

c) Las llagas y los dolores de Jesús.
El Espíritu Santo nos ordena a contemplar las llagas y los dolores de Jesús (Gal. 3,1) y a armarnos con esos pensamientos (1 Pe. 4,1).

Mira al inocente y ve de qué te quejas siendo tu culpable.
Mira tus problemas la incomprensión, la injusticia, el dolor, la pobreza, y otras cruces) ante la cruz. ¿Son comparables?. En El encuentras la victoria sobre cualquier adversidad.

d) Piensa en el cielo y el infierno.
Lo que nos aguarda en cada lugar esta mas allá de nuestra comprensión pero, si meditamos, tendremos la suficiente claridad para desear el cielo.

El cielo da animo a los santos y mártires en sus trabajos y tormentos.
Miremos a los ángeles que nos animan diciendo: "Cuidado con perder la corona destinada a recompensar la cruz que os ha tocado"

Miremos al infierno donde iremos junto a todos los malvados si nuestro padecer -como el suyo- va acompañado de murmuraciones, despechos y venganzas.

Exclamemos con S. Agustín: "Quema, Señor; corta, poda, divide en esta vida en castigo de mis pecados, con tal que me perdones en la eternidad".

12) No quejarse mas de las criaturas.
Hay tres clases de queja:

a) La queja involuntaria: es cuando el cuerpo gime. Si el alma en su parte superior esta sometida a la voluntad de Dios, no hay pecado.

b) La queja razonable: nos quejamos ante los que pueden remediar el mal: al superior, al medico... Esta queja puede constituir una imperfección si es demasiado intempestiva, pero no es pecado.

c) La queja criminal: cuando nos quejamos al prójimo del mal que nos inflige para vengarnos o desahogarnos añadiéndole impaciencia y murmuración. Aquí hay pecado.

13) Recibir la cruz con gratitud.
No recibas nunca la cruz sin besarla humildemente con agradecimiento.

14) Carga con cruces voluntarias.
Estar atento a oportunidades de amar que se nos escapan por miedo a la cruz.

Por ejemplo: ¿Tienes algo que en verdad otros lo necesitan mas que tu aunque le tienes mucho cariño? Dáselo a los pobres.

¿Quisieras tener cosas superfluas cuando Jesús es tan pobre?. tenes rechazo por alguna persona? Sírvele con humildad.

¿Tienes exagerada afección a una persona? Sepárate un poco.

¿Tienes prisa natural por ver, actuar, aparecer en publico, ir a tal sitio?. Detente, calla, ocúltate.

Quien sea fiel en lo poco, aun en las pequeñas cruces, el Señor, -como lo tiene prometido- Os pondrá al frente de lo mucho (Mt. 25,21-23)

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¿Algún comentario? Wink


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Evangelina M. de Terrazas
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MensajePublicado: Sab Feb 23, 2008 10:26 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
Responder citando

Amados hermanos y hermanas en Cristo: ¡Paz en sus corazones!
En este tiempo fuerte de oración y meditación, se me hizo bonito escribir despacito un poquito respecto a la Virtud y la Gracia. Espero en Dios les sea de mucho provecho para vivir una Cuaresma más santa.

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Por tanto, poned todo vuestro empeño en unir a vuestra fe la rectitud, a la rectitud el conocimiento, al conocimiento la templanza, a la templanza la paciencia, a la paciencia la piedad, a la piedad el amor fraternal, y al amor fraternal la caridad”. (2Ped 1,5-7)

Sin la virtud y la gracia, es difícil tener misericordia y amor.
Rogar continuamente al Espíritu Santo, es para adquirir las virtudes de nuestra Madre, María Santísima, para que su Espíritu sea nuestro.

Cuando la Santísima Trinidad ve una semejanza de María en alguien, no hay nada de acuerdo a su voluntad que no harían por ella. Y esto será siempre por la salvación de un alma, por la coronación de un alma en el Paraíso en donde el alma Los verá un día cara a cara.

Por favor, quedémonos con María, uniendo nuestros Fiats de cada día, con el de Ella, para ser llevados al Padre. Éste es el modo en que Él puede continuar modelándonos más a su Imagen y Semejanza, conforme la imitemos en sus virtudes.

La Paciencia de María con nosotros sus amados hijos es interminable. Estas virtudes son las que nuestra Mamita desearía que aprendiéramos de Ella: Su paciencia, Su humildad, Su obediencia y su Caridad.
Pero es necesario rezar con perseverancia para adquirir estas virtudes, y hasta que no hagamos esto, no podremos saber cómo siente y piensa Ella, y cuánto desearía que lo hagamos.

Cuando rezamos por perseverancia en humildad, obediencia, caridad y amor, estemos seguros que se nos darán de acuerdo a Su voluntad; pero sepamos entonces que mucho se nos pedirá también a nosotros.
Invoquemos al Espíritu Santo cada día, cada hora si es necesario por Su iluminación, Su discernimiento, Su gracia para recibir las virtudes que necesitamos.

Recemos a Él por Fortaleza y Valor, y para fortalecer nuestra Fe y Confianza. Mantengámonos enfocados en la Cruz y aceptemos las cruces que recibiremos de Su Misericordia y Amor. Es tan importante que recemos y trabajemos estrechamente con el Espíritu Santo, Sus dones probarán ser invaluables para un alma.

Las virtudes de nuestra Madre, ellas con que Dios la dotó desde el principio de los tiempos, son importantes para que todos las tengamos o no seremos capaces de permanecer calmados y en Su Paz en toda hora.
El Espíritu Santo obra de maravillosas, misteriosas y sabias maneras, y sólo el corazón y alma que están en comunión con la Santísima Trinidad y María en silencio y paz, será capaces de recibir la gracia de virtudes de las cuales todo tenemos tanta necesidad. Él responderá de acuerdo a lo que sabe que necesitamos en un tiempo determinado.

María, es la Madre de todas las virtudes. Está cercana a nosotros para ayudar a aquellos que quieren crecer en santidad y virtud. Imitémosla, y muchas gracias y virtudes podremos adquirir con perseverancia. Conforme recemos al Espíritu Santo por esto, comenzaremos a caminar a la Luz de su Hijo Jesús.

Hay en el mundo tanta falta de virtudes, especialmente en nuestros países. María visita muchos lugares a través del poder de Dios, derramando Bendiciones y Gracia para ayudarnos a que nos demos cuenta de la gravedad del camino por el que muchos van a su perdición.

Por favor, ayudemos a nuestra Madre, para que juntos podamos mostrarle a otros cómo vivir, una vez más, vidas virtuosas. Vayamos despacio en la manera de hacer las cosas.

Busquemos a María y a Jesús más a menudo. Descansemos con ellos y hablemos por medio de la oración personal. Ellos tienen todo lo que necesitamos. Apoyémonos en Ellos. Confiemos en Ellos. Tengamos fe y confianza en Ellos.

El Amor, Confianza, Fe y Oración, vencerán todos los obstáculos. Cuando practiquemos las virtudes que necesitamos, veremos el “yo” se desvanecerse gradualmente, y el “yo” que necesita morir, será remplazado por la virtud que se necesita.
El príncipe de de la oscuridad ama aquellos que se centran en sí mismos y se olvidan de las virtudes. Con la práctica de la virtud, encontraremos más fácil el sendero a la santidad.

Practiquemos las virtudes de María, Madre de Dios y Madre nuestra, y sigamos su ejemplo siempre. Escuchémosla en todas las cosas y escuchemos al Espíritu Santo quien descenderá sobre nosotros como lo hizo en el primer Pentecostés.

Entonces, recibiremos sus dones, algunos serán diferentes de otros; pero pidámoslos todos y sus frutos que son las virtudes; las virtudes que María tuvo toda su vida y que ahora dispensa con el Espíritu Santo a aquellos que los buscan.

Conoceremos los dones, gracias y virtudes que les vienen, conforme vivan sus vidas con el Espíritu Santo y con nuestra Madre del cielo. Les ruego que no titubeen, jamás en aceptarlos, ya que todo esto fortalecerá sus corazones y voluntades para ser de María, nuestra Madre, para que ningún mal pueda penetrar la fortaleza de gracia que ellos construyen alrededor de cada uno de sus corazones y almas.

Demos todo a Jesús, a través de María Inmaculada, ya que Ella está con nosotros para guiarnos hacia la santidad de sus virtudes en este sendero de santidad que lleva hasta la Santísima Trinidad en la Vida Eterna.

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roberto viera gonzalez
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MensajePublicado: Dom Feb 24, 2008 1:21 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
Responder citando

¡Mi querida hermanita! Pasaba por aquí y me quedé enganchado totalmente con tu mensaje del Sábado anterior. "Razones para ser amigo de Jesús" y esta parte, perdona que la copie:

Para triunfar sobre el demonio, el mundo y la carne.
-Con el amor a las humillaciones se derriba el orgullo de Satanás.
-Con el amor a la pobreza, se triunfa sobre la avaricia del mundo.
-Con el amor al dolor, se mortifica, la sensualidad de la carne.


La encuentro espectacular. Yola estoy practicando y es totalmente efectivo. ¡Funciona amiga Evys, funciona! Amor a las ofensas, a la carencia de bienes y al sufrimiento. Claro, esto no lo puede contar uno a cualquiera pues lo creen chiflado o loco.

Un abrazo grande desde Chile, hermanita y que Dios te bendiga siempre.


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Evangelina M. de Terrazas
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MensajePublicado: Dom Feb 24, 2008 12:00 pm    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
Responder citando

Amados hermanos y hermanas en Cristo: ¡Paz en sus corazones!
Reflexionemos ahora sobre estas virtudes:

“No hagas nada por emulación ni por vanagloria, sino con humilde corazón, considerando los unos a los otros como superiores, no mirando cada uno por su propia ventaja, sino por la de los demás. Tened en vuestros corazones los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús” (Fil 2,3-5).

Respecto a la humildad:
La humildad es una virtud preciosa; la virtud que de María enamoró a Dios. Es una virtud de amor, llena de misericordia de su Dios, por María y el uno por el otro en sí mismos.

Cuando se tiene esta virtud, son benditos, son santos como Él es Santo. En donde existe verdadera humildad de corazón, Dios siempre está allí, pues no hay ninguna señal más de orgullo de ninguna naturaleza. Se ha muerto entonces, a sí mismo.
Ya no hay más ego con quien contender la imagen de sí mismos. Son justos a los ojos de Dios. Sus resentimientos y juicios se desvanecen completamente, ya que entonces se puede ver a otros como María los ve, como la Trinidad los ve, como hijos de Dios.

No importa cuán difícil esto pueda ser, se debe ser capaz de controlarlo y hacer a un lado los sentimientos negativos acerca de la gente, y preguntarnos a nosotros mismos: ¿Cómo nos ve María; cómo nos ve Jesús? ¿Cómo nos aman Ellos? Y entonces, actuar hacia ellos de esta manera.

La humildad, es ser manso y humilde de corazón en todas las cosas. Miremos los Corazones de Jesús y María, y busquemos refugio en Sus Corazones. Aprendamos de la Madre que quiere enseñarnos todo lo que hay que saber sobre cómo complacer a nuestro Dios.

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“Todo es lícito, pero no todo conviene. Todo es lícito, pero no todo edifica. Ninguno mire por lo propio, sino por lo del prójimo”. (1Cor 10,23-24).

Hermanitos: Somos hijos del Inmaculado Corazón de María, cuando uno practica la virtud de la prudencia al confiar y al escuchar al Espíritu Santo, no al actuar precipitada o impacientemente.

Con la prudencia, se recomienda la precaución. Tanto la prudencia como la precaución se deben ejercitar. Esto, entonces, se llaman una precaución y prudencia santas. Muchos buenos juicios vienen de la prudencia.

Hay muchos que pudiesen pensar que están siendo prudentes. Algunas veces podría estar siendo oscurecida por el entusiasmo. Más no está mal el tener entusiasmo, pero uno debe con el uso de la prudencia, así como con el entusiasmo, sentarse a esperar a que la prudencia dicte sus emociones.

Las emociones son tantas veces como muchos han encontrado, dictadas sólo por su entusiasmo, por sus emociones, por rechazo, por frustración, preocupación o por temor. El temor destruye la esperanza. ¿Cuántos sentimientos negativos, así como positivos están siendo dictados a su ser, a su espíritu, que vienen en forma de una emoción?

Un sabio como Jesús, enseña, llevarle todo a Él, frente a Él, en su Presencia Real y presentarle la esencia de su mismo yo, dándole a Él a través de la Madre, todos estos sentimientos, estas emociones, ya sean negativas o positivas, buenas o malas, y entonces la sabiduría y la prudencia, vendrían en lugar de un sentimiento emocional adverso no construido, en Su gracia santificante”.

Cuánto cuesta obrar con prudencia en todas las situaciones de la vida, y no dejarse llevar por las emociones del momento.

Confiemos y escuchemos al Espíritu Santo, para no actuar precipitada o impacientemente con temor, para no destruir la esperanza, y poder tener buenos juicios entregándole a Jesús todo nuestro ser, que a través de la Madre, nuestra Madre, derrama Su gracia santificante.

Todo se puede hacer en el ejercicio libre de la voluntad; más no todo se debe hacer por la convicción de la fe y la razón que nos guían con un amor puro hacia el prójimo a hacer el bien, y que en un momento dado de precipitación, pudiésemos lastimar.

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Evangelina M. de Terrazas
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MensajePublicado: Sab Mar 01, 2008 7:14 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
Responder citando

Amados hermanos y hermanas en Cristo: ¡Paz en sus corazones!
Les comparto esta reflexión de nuestro Santo Padre Benedicto XVI, que esclarece el significado del amor a sí mismo:

¿Que es el amor de sí mismo?

¿Puede existir el amor de sí mismo?, es un concepto significativo, y si la respuesta es sí ¿Cómo se debe entender?.

Si nos dirigimos con esta cuestión a la biblia, encontraremos en primer lugar posiciones aparentemente contradictorias. Escuchamos, por ejemplo, palabras como. “si uno quiere salvar su vida(alma), la perderá, pero el que pierda su vida (alma), por mi y por la buena noticia, la salvará” (Mc 8,35). Y aún suenan más fuertes las siguientes palabras de Jesús: “ Si uno quiere ser de los míos y no me prefiere a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a sí mismo, no puede ser discípulo mío “.

En la misma dirección se mueven las palabras de la negación de sí como presupuesto necesario para el seguimiento de Jesús.. (Mc 8, 34), y otros textos. Por otra parte se ha dicho que hay que amar al prójimo "como a ti mismo ".

Pero esto significa lo siguiente: el amor de sí mismo, la afirmación del propio ser, ofrece la forma y la medida para el amor al prójimo. El amor de sí mismo es una cosa natural y necesaria, sin la que el amor al prójimo perdería su propio fundamento. Pero ¿como es posible encontrar una unidad interna en estos dos grupos de textos?.

Todos los hombres han sido llamados a la salvación. El hombre es querido y amado por Dios y su tarea máxima consiste en corresponder a este amor. No puede odiar lo que Dios ama. No puede destruir lo que esta destinado a la eternidad. Ser llamados al amor de Dios es ser llamados a la felicidad.

Ser felices es un deber humano-natural y sobrenatural. Cuando Jesús habla de negarse a sí mismo, de perder la propia vida, etc, esta indicando el camino de la justa afirmación de sí (amor de sí mismo) que reclama siempre un abrirse, un trascender: Pero la necesidad de salir de sí, no excluye la autoafirmación, sino todo lo contrario: es el modo de encontrarse a sí mismo y de "amarse".

No es difícil odiarse a sí mismo, pero las gracias de las gracias sería amarse a sí mismo como un miembro del cuerpo de Cristo. El realismo de esta afirmación es evidente. Hay muchas personas que viven en contradicción consigo mismas. Su aversión a sus propias personas, su incapacidad de aceptarse y de reconciliarse consigo mismas, queda muy lejos de la “auto – negación “ pretendida por el Señor. Quien no se ama a sí mismo no puede amar a su prójimo. No le puede aceptar “ como sí mismo “, porque esta contra sí mismo y por tanto es incapaz de amarle partiendo de los profundo de su ser.

Todo esto significa lo siguiente: egoísmo y amor auténtico de sí mismo no solo no son idénticos, sino que se excluyen. Uno puede ser un gran egoísta y estar en discordia consigo mismo. Sí, el egoísmo proviene con frecuencia precisamente de una laceración interna, de un intento de crearse otro yo, mientras que la justa relación con el yo crece con la libertad de sí mismo.

Incluso se podría hablar de un círculo antropológico: en la medida en que uno se busca siempre a sí mismo, intenta realizarse e insiste en la plenitud del propio yo, el resultado es contradictorio, penoso y triste. El individuo se disolverá en mil formas y al final quedará únicamente la huída de sí mismo, la incapacidad de soportarse. EL refugio en la droga o en otras múltiples formas de egoísmo es, en sí contradictorio.

Sólo el sí que me viene dado de un tú me posibilita una respuesta afirmativa a mí mismo, en el tú y con el tú. El yo se realiza mediante el tú. Por otra parte resulta también cierto que únicamente quien se ha aceptado a sí mismo puede decir sí al otro. Aceptarse a sí mismo, “amarse “, presupone a su vez la verdad, y postula el encuentro en un camino hacia esa verdad.

Cardenal Joseph Ratzinger

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MensajePublicado: Sab Mar 01, 2008 7:31 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
Responder citando

roberto viera gonzalez escribió:
¡Mi querida hermanita! Pasaba por aquí y me quedé enganchado totalmente con tu mensaje del Sábado anterior. "Razones para ser amigo de Jesús" y esta parte, perdona que la copie:

Para triunfar sobre el demonio, el mundo y la carne.
-Con el amor a las humillaciones se derriba el orgullo de Satanás.
-Con el amor a la pobreza, se triunfa sobre la avaricia del mundo.
-Con el amor al dolor, se mortifica, la sensualidad de la carne.


La encuentro espectacular. Yola estoy practicando y es totalmente efectivo. ¡Funciona amiga Evys, funciona! Amor a las ofensas, a la carencia de bienes y al sufrimiento. Claro, esto no lo puede contar uno a cualquiera pues lo creen chiflado o loco.

Un abrazo grande desde Chile, hermanita y que Dios te bendiga siempre.


Comentarios diarios del Evangelio. Digite en el google: roberto viera gonzalez.

Roberto, amado hermanito en Cristo: ¡Paz en tu corazón!
Disculpa, hasta hoy pude responderte.
Sí, en verdad el amor todo lo vence. No es lo mismo aceptar las cosas, como muchos pudieran decir: "porque no me queda otra", que aceptarlas con amor y por Amor a Dios, y aún amarlas y procurarlas.

Claro que de lo que hablamos son criterios divinos, y no es muy comprensible ni aceptable al criterio del mundo.
Y pues sí, tal vez nos juzguen locos, pero en realidad es la locura de la Cruz, por la cual nos gloriamos en Cristo.

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MensajePublicado: Sab Mar 01, 2008 9:57 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
Responder citando

Amados hermanos y hermanas en Cristo: ¡Paz en sus corazones!
Retomando la reflexión sobre la locura de la Cruz, les comparto esta hermosísima carta a los Amigos de la Cruz, de San Luis María Grignion de Montfort, que la expondré en 3 partes.
Espero en Dios sea de mucha riqueza espiritual para las Almas Víctimas y cuantos nos hacen el favor de leernos.
Vale la`pema leer completa esta reflexión, y si alguno siente el deseo de compartirnos sus conclusiones, ¡Adelante!

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Carta a los Amigos de la Cruz
San Luis María Grignion de Montfort

PRÓLOGO


La divina cruz me tiene escondido y me prohíbe hablar. No me es posible –y tampoco lo deseo– dirigiros la palabra a fin de manifestaros los sentimientos de mi corazón sobre la excelencia de la cruz y las prácticas de vuestra unión en la cruz adorable de Jesucristo.
No obstante, hoy, último día de mi retiro, salgo –por así decirlo– del encanto de mi interior para estampar en este papel algunos dardos de la cruz a fin de traspasar con ellos vuestros corazones. ¡Ojalá que para afilarlos sólo hiciera falta la sangre de mis venas en vez de la tinta de mi pluma! Pero, ¡ay!, aun cuando fuera necesaria, es demasiado criminal. ¡Sea, por tanto, el Espíritu de Dios vivo como la vida, fuerza y contenido de esta carta! ¡Sea su unción como la tinta! ¡Sea la adorable cruz mi pluma, y vuestro corazón, el papel!
Los Amigos de la Cruz


Estáis unidos vigorosamente, Amigos de la Cruz, como otros tantos soldados del Crucificado, para combatir el mundo. No huís de él, como los religiosos y religiosas, por miedo a ser vencidos, sino que avanzáis como intrépidos y valerosos guerreros en el campo de batalla, sin retroceder un solo paso ni huir cobardemente. ¡Animo! ¡Luchad con valentía!

Uníos fuertemente; la unión de los espíritus y de los corazones es mucho más fuerte y terrible al mundo y al infierno de lo que lo serían los ejércitos de un reino bien unido para los enemigos del Estado. Los demonios se unen para perderos: uníos para derribarlos. Los avaros se unen para negociar y acaparar oro y plata: unid vuestros esfuerzos para conquistar los tesoros de la eternidad contenidos en la cruz. Los libertinos se unen para divertirse: uníos para sufrir.

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Grandeza del nombre de Amigos de la Cruz
Os llamáis Amigos de la Cruz. ¡Qué nombre tan glorioso! Os confieso que me encanta y deslumbra. Es más brillante que el sol, más alto que los cielos, más glorioso y magnífico que los mayores títulos de reyes y emperadores. Es el nombre excelso de Jesucristo, Dios y hombre verdadero. Es el nombre sin equívoco de un cristiano.

Pero si su brillo me encanta, no es menos cierto que su peso me espanta. ¡Cuántas obligaciones ineludibles y difíciles encierra este nombre! El Espíritu Santo las expresa con estas palabras: Linaje elegido, sacerdocio real, nación consagrada, pueblo adquirido por Dios (1 Pe. 2, 9).

Un Amigo de la Cruz es un hombre escogido por Dios, entre diez mil personas que viven según los sentidos y la sola razón, para ser un hombre totalmente divino, que supere la razón y se oponga a los sentidos con una vida y una luz de pura fe y un amor vehemente a la cruz.

Un Amigo de la Cruz es un rey todopoderoso, un héroe que triunfa del demonio, del mundo y de la carne en sus tres concupiscencias. Al amar las humillaciones, arrolla el orgullo de Satanás. Al amar la pobreza, triunfa de la avaricia del mundo. Al amar el dolor, mortifica, la sensualidad de la carne.

Un Amigo de la Cruz es un hombre santo y apartado de todo lo visible. Su corazón se eleva por encima de todo lo caduco y perecedero. Su conversación está en los cielos. Pasa por esta tierra como extranjero y peregrino, sin apegarse a ella; la mira de reojo, con indiferencia, y la huella con desprecio.

Un Amigo de la Cruz es una conquista señalada de Jesucristo, crucificado en el Calvario en unión con su santísima Madre. Es un “Benoni” o Benjamín, nacido de su costado traspasado y teñido con su sangre. A causa de su origen sangriento, no respira sino cruz, sangre y muerte al mundo, a la carne y al pecado, a fin de vivir en la tierra oculto en Dios con Jesucristo.

Por fin, un Amigo de la Cruz es un verdadero porta–Cristo, o mejor, es otro Cristo, que puede decir con toda verdad: Ya no vivo yo, vive en mí Cristo (Gál. 2, 20).

Queridos Amigos de la Cruz,
¿obráis en conformidad con lo que significa vuestro grandioso nombre? ¿Tenéis, por lo menos, verdadero deseo y voluntad sincera de obrar así, con la gracia de Dios, a la sombra de la cruz del Calvario y de Nuestra Señora de los Dolores?
¿Utilizáis los medios necesarios para conseguirlo?
¿Habéis entrado en el verdadero camino de la vida, que es el sendero estrecho y espinoso del Calvario?
¿No camináis, sin daros cuenta, por el sendero ancho del mundo, que conduce a la perdición? ¿Sabéis que existe un camino que al hombre le parece recto y seguro, pero lleva a la muerte?
¿Sabéis distinguir con certeza entre la voz de Dios y su gracia y la del mundo y de la naturaleza?


¿Percibís con claridad la voz de Dios, nuestros Padre bondadoso, quien –después de maldecir por tres veces a todos los que siguen las concupiscencias del mundo: ¡Ay, ay, ay de los habitantes de la tierra! (Ap. 8, 13)– os grita con amor, tendiéndonos los brazos: Apartaos, pueblo mío escogido, queridos amigos de la cruz de mi Hijo; apartaos de los mundanos, a quienes maldice mi Majestad, excomulga mi Hijo y condena mi Espíritu Santo? ¡Cuidado con sentaros en su cátedra pestilente!

¡No acudáis a sus reuniones! ¡No os detengáis en sus caminos! ¡Huid de la populosa e infame Babilonia! ¡Escuchad tan sólo la voz de mi Hijo predilecto y seguid sus huellas! Yo os lo di para que sea camino, verdad, vida y modelo vuestro: Escuchadle.

¿Escucháis la voz del amable Jesús? Él, cargado con la cruz, os grita: Veníos conmigo. El que me sigue no andará en tinieblas. ¡Ánimo, que yo he vencido al mundo! (Jn. 8, 12; 16, 33).

Los dos bandos
Queridos hermanos, ahí tenéis los dos bandos con los que a diario nos encontramos: el de Jesucristo y el del mundo.

A la derecha, el de nuestro amable Salvador. Sube por un camino estrecho y angosto como nunca a causa de la corrupción del mundo. El buen Maestro va delante, descalzo, la cabeza coronada de espinas, el cuerpo ensangrentado y cargado con una pesada cruz.

Sólo le sigue un puñado de personas –si bien las más valientes–, ya que su voz es tan delicada que no se la puede oír en medio del tumulto del mundo o porque se carece del valor necesario para seguirlo en la pobreza, los dolores y humillaciones y demás cruces que es preciso llevar para servir al Señor todos los días.

A la izquierda, el bando del mundo o del demonio. Es el más nutrido, el más espléndido y brillante –al menos, en apariencia– Lo más selecto del mundo corre hacia él. Se apretujan, aunque los caminos son anchos y más espaciosos que nunca, a causa de las multitudes que, igual que torrentes, transitan por ellos. Están sembrados de flores, bordados de placeres y diversiones, cubiertos de oro y plata.

A la derecha, el pequeño rebaño que sigue a Cristo habla sólo de lágrimas, penitencias, oraciones y menosprecio del mundo. Se oyen continuamente estas palabras, entrecortadas por sollozos: “Sufrimientos, lágrimas, ayunos, oraciones, olvidos, humillaciones, pobreza, mortificaciones. Pues el que no tiene el espíritu de Cristo –que es espíritu de cruz– no es de Cristo. Los que son del Mesías han crucificado sus bajos instintos con sus pasiones y deseos. (Gál. 15, 24).

O somos imagen visible de Jesucristo o nos condenamos. ¡Ánimo!, gritan. ¡Ánimo! Si Dios está con nosotros, en nosotros y delante de nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que está en nosotros es más fuerte que el que está en el mundo. Un criado no es más que su amo. Una momentánea y ligera tribulación nos prepara un peso eterno de gloria.

El número de los elegidos es menor de lo que se piensa. Sólo los esforzados y violentos arrebatan el cielo. Tampoco un atleta recibe el premio si no compite conforme al reglamento (2 Tim. 2, 5), conforme al Evangelio y no según la moda. ¡Luchemos, pues, con valor! ¡Corramos de prisa para alcanzar la meta y ganar la corona!”. Son algunas de las expresiones con las cuales se animan unos a otros los Amigos de la Cruz.

Los mundanos, al contrario, para incitarse a perseverar en su malicia sin escrúpulos, gritan todos los días: “¡Vivir! ¡Vivir! ¡Paz! ¡Paz! ¡Alegría! ¡Comamos, bebamos, cantemos, bailemos, juguemos! Dios es bueno y no nos creó para condenarnos. Dios no prohíbe las diversiones. No nos condenaremos por eso. ¡Fuera escrúpulos! No moriréis...” (Gén. 3, 4).

Acordaos, queridos cofrades, de que el buen Jesús os está mirando y os dice a cada uno en particular: “Casi todos me abandonan en el camino real de la cruz. Los idólatras, enceguecidos, se burlan de mi cruz como si fuera una locura; los judíos, en su obstinación, se escandalizan de ella como si fuera un objeto de horror; los herejes la destrozan y derriban como cosa despreciable.

Pero –y esto lo digo con los ojos arrasados en lágrimas y el corazón traspasado de dolor– mis hijos, criados a mis pechos e instruidos en mi escuela, mis propios miembros, vivificados por mi Espíritu, me han abandonado y despreciado, haciéndose enemigos de mi cruz. ¿También vosotros queréis marcharos? (Jn. 6, 67).

¿También vosotros queréis abandonarme, huyendo de mi cruz, igual que los mundanos, que en esto son otros tantos anticristos? ¿Queréis –para conformaros a este siglo– despreciar la pobreza de mi cruz para correr tras las riquezas; esquivar los dolores de mi cruz para buscar los placeres; odiar las humillaciones de mi cruz para codiciar los honores? Tengo aparentemente muchos amigos que aseguran amarme, pero en el fondo me aborrecen, porque no aman mi cruz. Tengo muchos amigos de mi mesa y muy pocos de mi cruz”.

Ante llamada tan amorosa de Jesús, superémonos a nosotros mismos. No nos dejemos arrastrar por nuestros sentidos –como Eva–. Miremos solamente al autor y consumador de nuestra fe. Jesucristo crucificado.
Huyamos de la corrupción que por la concupiscencia existe en el mundo corrompido. Amemos a Jesucristo como se merece, es decir, llevando la cruz en su seguimiento. Meditemos detenidamente estas admirables palabras de nuestro amable Maestro, pues encierran toda la perfección cristiana: El que quiera venirse conmigo, que reniegue de sí mismo, que cargue con su cruz y me siga (Mt. 16, 24; Lc. 9, 23).

Prácticas de la perfección cristiana
En efecto, toda la perfección cristiana consiste:
1.º En querer ser santo: El que quiera venirse conmigo.
2.º En abnegarse: que reniegue de sí mismo.
3.º En padecer: que cargue con su cruz.
4.º En obrar: y me siga.
1.º “El que quiera venirse conmigo”


El que quiera. Y no los que quieran, para indicar el reducido número de los elegidos que quieren conformarse a Jesucristo llevando la cruz. Es tan limitado, tan limitado este número, que, si lo conociéramos, quedaríamos pasmados de dolor.

Es tan reducido, que apenas si hay uno por cada diez mil –como fue revelado a varios santos, entre ellos a San Simón Estilita, según refiere el santo abad Nilo después de San Efrén, San Basilio y otros más–. Es tan reducido, que, si Dios quisiera agruparlos, tendría que gritarles, como en otro tiempo, por boca de un profeta: Congregaos uno a uno; uno de esta provincia, otro de aquel país.

El que quiera. El que tenga voluntad sincera, voluntad firme y resuelta. Y esto no por instinto natural, rutina, egoísmo, interés o respeto humano, sino por la gracia triunfante del Espíritu Santo, que no se comunica a todos: No a todos ha sido dado conocer el misterio. El conocimiento práctica del misterio de la cruz se comunica a muy pocos.

Para que alguien suba al Calvario y se deje crucificar con Jesucristo, en medio de los suyos, es necesario que sea un valiente, un héroe, un decidido, un amigo de Dios; que haga trizas al mundo y al infierno, a su cuerpo y a su propia voluntad; un hombre resuelto a sacrificarlo todo, emprenderlo y padecerlo todo por Jesucristo.

Sabed, queridos Amigos de la Cruz, que aquellos de entre vosotros que no tienen tal determinación andan sólo con un pie, vuelan sólo con un ala y no son dignos de estar entre vosotros, pues no merecen llamarse Amigos de la Cruz, a la que hay que amar, como Jesucristo, con corazón generoso y de buena gana.

Una voluntad a medias –lo mismo que una oveja sarnosa– basta para contagiar todo el rebaño. Si una de éstas hubiera entrado en el redil por la falsa puerta de lo mundano, echadla fuera en nombre de Jesucristo, como al lobo de entre las ovejas.

El que quiera venirse conmigo, que me humillé y anonadé tanto que parezco más gusano que hombre: Yo soy un gusano, no un hombre (Sal. 22, 7); conmigo, que vine al mundo solamente para abrazar la cruz: Aquí estoy; para enarbolarla en medio de mi corazón, en las entrañas; para amarla desde mi juventud: la quise desde muchacho; para suspirar por ella toda mi vida: ¡Qué más quiero!; para llevarla con alegría, prefiriéndola a todos los goces y delicias del cielo y de la tierra: En vez del gozo que se le ofrecía, soportó la cruz (Heb. 12, 2); conmigo, finalmente, que no encontré el gozo colmado sino cuando pude morir en sus brazos divinos.

2.º “Que reniegue de sí mismo”
El que quiera, pues, venirse conmigo, anonadado y crucificado en esta forma, debe, a imitación mía, gloriarse sólo en la pobreza, las humillaciones y padecimientos de mi cruz: que reniegue de sí mismo.

¡Lejos de la compañía de los Amigos de la Cruz los que sufren orgullosamente, los sabios según el siglo, los grandes genios y espíritus agudos, henchidos y engreídos de sus propias luces y talentos! ¡Lejos de aquí los grandes charlatanes, que aman mucho el ruido, sin otro fruto que la vanidad! ¡Lejos de aquí los devotos orgullosos, que hacen resonar en todas partes el “en cuanto a mí” del orgulloso Lucifer: No soy como los demás: que no pueden soportar que los censuren, sin excusarse; que los ataquen, sin defenderse; que los humillen, sin ensalzarse!

¡Muchos cuidado! No admitáis en vuestra filas a esas personas delicadas y sensuales que rehuyen la menor molestia, que gritan y se quedan ante el más leve dolor, que jamás han experimentado los instrumentos de penitencia –cadenilla, cilicio, disciplina, etc.– y que mezclan a sus devociones, según la moda, la más solapada y refinada sensualidad y falta de mortificación.

3.º “Que cargue con su cruz”
Que cargue con su cruz. ¡La suya propia! Que ese tal, ese hombre, esa mujer excepcional que toda la tierra no alcanzaría a pagar, cargue con alegría, abrace con entusiasmo y lleve con valentía sobre sus hombros la propia cruz y no la de otro: –la cruz, que mi Sabiduría le fabricó con número, peso y medida;

–la cruz cuyas dimensiones: espesor, longitud, anchura y profundidad, tracé con mi propia mano con extraordinaria perfección;

–la cruz que le he fabricado con un trozo de la que llevé al Calvario, como fruto del amor infinito que le tengo;

–la cruz, que es el mayor regalo que puedo hacer a mis elegidos en este mundo; –la cruz, constituida, en cuanto a sui espesor, por la pérdida de bienes, las humillaciones, menosprecios, dolores, enfermedades y penalidades espirituales que, por permisión mía, le sobrevendrán día a día hasta la muerte;

–la cruz, constituida, en cuanto a su longitud, por una serie de meses o días en que se verá abrumado de calamidades, postrado en el lecho, reducido a mendicidad, víctima de tentaciones, sequedades, abandonos y otras congojas espirituales;

–la cruz, constituida, en cuanto a su anchura, por las circunstancias más duras y amargas de parte de sus amigos, servidores o familiares;

–la cruz, constituida, por último, en cuanto a su profundidad, por las aflicciones más ocultas con que le atormentaré, sin que pueda hallar consuelo en las criaturas. Éstas, por orden mía, le volverán las espaldas y se unirán a Mí para hacerle sufrir.

Que cargue. Que la cargue: que no la arrastre, ni la rechace, ni la recorte, ni la oculte. En otras palabras, que la lleve con la mano en alto, sin impaciencia ni repugnancia, sin quejas ni críticas voluntarias, sin medias tintas ni componendas, sin rubor ni respeto humano.

Que la cargue. Que la lleve estampada en la frente, diciendo como San Pablo: Lo que es a mí, Dios me libre de gloriarme más que de la cruz de nuestro Señor Jesucristo (Gál. 6,
14), mi Maestro.

Que la lleve a cuestas, a ejemplo de Jesucristo, para que la cruz sea el arma de sus conquistas y el cetro de su imperio.

Por último, que la plante en su corazón por el amor, para transformarla en zarza ardiente, que día y noche se abrase en el puro amor de Dios, sin que llegue a consumirse.

La cruz. Que cargue con la cruz, puesto que nada hay tan necesario, tan útil, tan dulce ni tan glorioso como padecer algo por Jesucristo.


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MensajePublicado: Sab Mar 01, 2008 10:15 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
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Segunda Parte de la Carta a los Amigos de la Cruz.
+ + +

“Nada tan necesario”
Para los pecadores

En realidad, queridos Amigos de la Cruz, todos sois pecadores. No hay nadie entre vosotros que no merezca el infierno –Y yo más que ninguno–.
Nuestros pecados tienen que ser castigados en este mundo o en el otro. Si no lo son en éste, lo serán en el otro. Si Dios los castiga en este mundo, de acuerdo con nosotros, el castigo será amoroso.

En efecto, nos castigará su misericordia, que reina en este mundo, y no su rigurosa justicia; será un castigo ligero y pasajero, acompañado de dulzura y méritos y seguido de recompensas en el tiempo y en la eternidad.
Pero, si el castigo que merecen los pecados cometidos queda reservado para el otro mundo, la justicia inexorable de Dios –que todo lo lleva a sangre y fuego– ejecutará la condena...

Queridos hermanos y hermanas: ¿pensamos en esto cuando padecemos alguna pena en este mundo? ¡Qué suerte la que tenemos! Pues, al llevar esta cruz con paciencia, cambiamos una pena eterna e infructuosa por una pena pasajera y meritoria.

¡Cuántas deudas nos quedan por pagar! ¡Cuántos pecados cometidos! Para expiar por ellos, aún después de una amarga contrición y una confesión sincera, tendremos que padecer en el purgatorio por habernos conformado con unas penitencias bien ligeras durante esta vida.

¡Ah! Cancelemos, pues, amistosamente nuestras deudas en esta vida llevando bien nuestra cruz. En la otra vida, todo se paga hasta el último céntimo, hasta la menor palabra ociosa. Si lográramos arrancar de manos del demonio el libro de muerte, en el que lleva anotados todos nuestros pecados y el castigo que merecen, ¡qué debe tan enorme hallaríamos! ¡Y qué encantados quedaríamos de padecer durante años enteros en esta vida antes que sufrir un solo día en la otra!

Para los amigos de Dios
Amigos de la Cruz: ¿no os preciáis de ser amigos de Dios o de querer llegar a serlo? Decidíos, pues, a beber el cáliz que es preciso apurar para ser amigos de Dios: Bebieron el cáliz del Señor, y llegaron a ser amigos de Dios. Benjamín –el mimado– halló la copa, mientras que sus hermanos sólo hallaron trigo.
El discípulo predilecto de Jesús poseyó su corazón, subió al Calvario y bebió el cáliz: ¿Podéis beber el cáliz?

Excelente cosa es desear la gloria de Dios. Pero desearla y pedirla sin decidirse a padecerlo todo es una locura y una petición extravagante: No sabéis lo que pedís. Tenemos que pasar mucho... Sí, es una necesidad, algo indispensable. Tenemos que pasar mucho para entrar en el Reino de Dios (Hech. 14, 22).

Para los hijos de Dios
Con razón os gloriáis de ser hijos de Dios. Gloriaos asimismo de los azotes que este Padre bondadoso os ha dado y dará, pues da azotes a todos sus hijos.
Si no sois del número de sus hijos predilectos, ¡qué desgracia, qué maldición! Pues pertenecéis al número de los réprobos, como dice San Agustín. “Quien no gime en este mundo como peregrino y extranjero, no puede alegrarse en el otro como ciudadano del cielo” –añade el mismo Santo–.
Si Dios Padre no os envía, de vez en cuando, alguna cruz importante, es señal de que no se preocupa de vosotros. Está enfadado y os considera como extraños y ajenos a su casa y protección. O como hijos bastardos, que no merecen tener parte en la herencia de su padre ni tampoco son dignos de sus cuidados y correcciones.

Para los discípulos de un Dios crucificado
Amigos de la Cruz, discípulos de un Dios crucificado: el misterio de la cruz es un misterio ignorado por los gentiles, rechazado por los judíos, menospreciado por los herejes y malos cristianos.

Pero es el gran misterio que tenéis que aprender en la práctica, en la escuela de Jesucristo. Solamente en su escuela lo podéis aprender. En vano buscaréis en todas las academias de la Antigüedad algún filósofo que lo haya enseñado. En vano consultaréis la luz de los sentidos y de la razón. Sólo Jesucristo puede enseñaros y haceros saborear ese misterio por su gracia triunfante.

Adiestraos, pues, en esta sobreeminente ciencia bajo la dirección de tan excelente Maestro, y poseeréis todas las demás ciencias, ya que ésta las encierra a todas en grado eminente.

Ella es nuestra filosofía natural y sobrenatural, nuestra teología divina y misteriosa, nuestra piedra filosofal, que –por la paciencia– cambia los metales más toscos en preciosos; los dolores más agudos, en delicias; la pobreza, en riqueza; las humillaciones más profundas, en gloria. Aquél de vosotros que sepa llevar mejor su cruz –aunque, por otra parte, sea un analfabeto–, es más sabio que todos los demás.

Escuchad al gran San Pablo, que, al bajar del tercer cielo –donde aprendió misterios escondidos a los mismos ángeles–, exclama que no sabe ni quiere saber nada fuera de Jesucristo crucificado. ¡Alégrate, pues, tú, pobre ignorante; tú, humilde mujer sin talento ni letras; si sabes sufrir con alegría, sabes más que un doctor de la Sorbona que no sepa sufrir tan bien como tú!

Para los miembros de Jesucristo
Sois miembros de Jesucristo. ¡Qué honor! Pero ¡qué necesidad tan imperiosa de padecer implica el serlo!
Si la Cabeza está coronada de espinas, ¿lo serán de rosas los miembros?
Si la Cabeza es escarnecida y cubierta de lodo camino del Calvario, ¿querrán los miembros vivir perfumados y en un trono de gloria?
Si la Cabeza no tiene dónde reclinarse, ¿descansarán los miembros entre plumas y edredones? ¡Eso sería monstruosidad inaudita!

¡No, no, mis queridos Compañeros de la Cruz! No os hagáis ilusiones. Esos cristianos que veis por todas partes trajeados a la moda, en extremo delicados, altivos y engreídos hasta el exceso, no son los verdaderos discípulos de Jesús crucificado. Y, si pensáis lo contrario, estáis afrentando a esa cabeza coronada de espinas y a la verdad del Evangelio.
¡Válgame Dios! ¡Cuántas caricaturas de cristianos que pretenden ser miembros de Jesucristo, cuando en realidad son sus más alevosos perseguidores, porque mientras hacen con la mano la señal de la cruz, son sus enemigos en el corazón!

Si os preciáis de ser guiados por el mismo espíritu de Jesucristo y vivir la misma vida de quien es vuestra Cabeza coronada de espinas, no esperéis sino abrojos, azotes, clavos; en una palabra, cruz. Pues es necesario que el discípulo sea tratado como el Maestro, los miembros como la Cabeza. Y, si el cielo os ofrece –como a Santa Catalina de Siena– una corona de espinas y otra de rosas, escoged sin vacilar la de espinas y hundidla en vuestra cabeza para asemejaros a Jesucristo.

Para los templos del Espíritu Santo
Sabéis que sois templos vivos del Espíritu Santo. Como otras tantas piedras vivas, tenéis que ser colocados por ese Dios de amor en el templo de la Jerusalén celestial. Disponeos, pues, para ser labrados, cercenados, cincelados por el martillo de la cruz. De lo contrario, quedaréis como piedras toscas, que no sirven para nada, se desprecian y arrojan lejos.

¡Cuidado con resistir al martillo que os golpea!
¡Cuidado con oponeros al cincel que os labra, a la mano que os pule!
¡Tal vez ese diestro y amorosa arquitecto desea convertiros en una de las piedras principales de su edificio eterno, en uno de los retablos más hermosos de su reino celestial! Dejadle actuar; os quiere, sabe lo que hace, tiene experiencia, cada uno de sus golpes es acertado y amoroso, no da ninguno en falso, a no ser que vuestra impaciencia lo inutilice.

El Espíritu Santo compara la cruz: –unas veces, a una criba que separa el buen grano de la paja y la hojarasca: dejaos sacudir y zarandear como el grano en la criba, sin oponer resistencia; estáis en la criba del Padre de familia, y pronto estaréis en su granero;
–otras veces, la compara al fuego, que quita el orín al hierro mediante la viveza de sus llamas: nuestro Dios es un fuego devorador; mediante la cruz, permanece en el alma para purificarla, sin consumirla, como en otro tiempo en la zarza ardiente;
–otras veces, la compara al crisol de una fragua, donde el oro auténtico queda refinado, mientras el falso se desvanece en humo: el bueno sufre con paciencia la prueba del fuego, mientras el malo se eleva hecho humo contra las llamas.

En el crisol de la tribulación y de la tentación, los auténtico Amigos de la Cruz se purifican mediante la paciencia, mientras que los enemigos se desvanecen en humo a causa de sus impaciencias y murmuraciones.

Hay que sufrir como los santos
Mirad, Amigos de la Cruz; mirad delante de vosotros una inmensa nube de testigos. Sin decir palabra, prueban cuanto os tengo dicho. Ved desfilar ante vosotros un Abel justo y muerto por su hermano; un Abrahán justo y extranjero en la tierra; un Lot justo y arrojado de su país; un Jacob justo y perseguido por su hermano; un Tobías justo y afligido de ceguera; un Job justo y empobrecido, humillado y hecho una llaga de pies a cabeza.

Mirad a tantos apóstoles y mártires teñidos con su propia sangre; a tantas vírgenes y confesores empobrecidos, humillados, arrojados, despreciados. Todos ellos exclaman con San Pablo: Mirad a nuestro bondadoso Jesús, el autor y consumador de la fe que tenemos en él y en su cruz. Tuvo que padecer para entrar, por la cruz, en su gloria.

Mirad, al lado de Jesús, una espada afilada, que penetra hasta el fondo en el tierno e inocente corazón de María, que nunca tuvo pecado alguno, ni original ni actual. ¡Lástima que no pueda extenderme aquí sobre los padecimientos de Jesús y María, para hacer ver que lo que sufrimos no es nada en comparación con lo que ellos sufrieron!

Después de esto, ¿quién de nosotros podrá eximirse de llevar su cruz? ¿Quién no volará con presteza a los parajes donde sabe que le espera la cruz?
¿Quién no exclamará con San Ignacio Mártir: “¡Que el fuego, la horca, las bestias y los tormentos todos del demonio vengan sobre mí para que yo pueda gozar de Jesucristo!”?

... o como réprobos
Pero, en fin, si no queréis sufrir con paciencia y llevar vuestra cruz con resignación, como los predestinados, tendréis que llevarla entre murmullos e impaciencias, como los réprobos.

Os pareceréis a aquellos dos animales que arrastraban el arca de la alianza mugiendo. Imitaréis a Simón Cirineo, quien, a pesar suyo, echó mano a la cruz misma de Jesucristo, pero no cesaba de murmurar mientras la llevaba. En fin, os sucederá lo que al mal ladrón, quien desde lo alto de la cruz se precipitó al fondo de los abismos.

¡No, no! Esta tierra maldita donde vivimos no cría hombres felices.
No se ve muy bien en este país de tinieblas.
No se está muy seguro en este mar borrascoso.
No se pueden evitar los combates en este lugar de tentaciones y en este campo de batalla.
No es posible evitar los pinchazos en esta tierra cubierta de espinas. De buen grado o por fuerza, los predestinados y los réprobos han de llevar su cruz.

Tened presente estos cuatro versos:
Escógete una cruz de las tres del Calvario;
escoge sabiamente, puesto que es necesario
padecer como santo o como penitente,
o como sufre un réprobo que pena eternamente.


Lo que significa que, si no queréis sufrir con alegría, como Jesucristo; o con paciencia, como el buen ladrón, tendréis que sufrir, mal que os pese, como el mal ladrón; tendréis que apurar hasta las heces el cáliz más amargo, sin ningún consuelo de la gracia; tendréis que llevar todo el peso de vuestra cruz sin la ayuda poderosa de Jesucristo.

Además, tendréis que llevar el peso inevitable que el demonio añadirá a vuestra cruz por la impaciencia a la que os arrastrará. Así, después de haber sido unos desgraciados en esta tierra –como el mal ladrón–, iréis a reuniros con él en las llamas.

“Nada tan útil ni tan dulce”
Por el contrario, si sufrís como conviene, la cruz se os hará yugo muy suave, que Jesucristo llevará con vosotros. La cruz vendrá a ser como las dos alas del alma que se eleva al cielo; vendrá a ser el mástil de la nave que os llevará al puerto de la salvación feliz y fácilmente.
Llevad vuestra cruz con paciencia; esta cruz, bien llevada, os alumbrará en vuestras tinieblas espirituales, pues quien no ha sido probado por la tentación, sabe bien poco (Eclo. 34).

Llevad vuestra cruz con alegría, y os veréis abrasados en el amor divino, pues sin cruces ni dolor no se vive en el amor.

Las rosas se recogen entre espinas. Sólo la cruz alimenta el amor de Dios, como leña el fuego. Recordad esta hermosa sentencia de la Imitación de Cristo: “Cuanta violencia os hagáis sufriendo con paciencia, tanto progresaréis en el amor divino”.

Nada importante se puede esperar de esos cristianos indolentes y perezosos que rehúsan la cruz cuando les llega y que jamás se buscan prudentemente alguna por su cuenta. Son tierra inculta, que no producirá sino espinas, por no haber sido roturada, desmenuzada y removida por un experto labrador. Son como aguas encharcadas, que no sirven para lavar ni para beber.

Llevad vuestra cruz con alegría. Encontraréis en ella una fuerza victoriosa, a la cual ningún enemigo vuestro podrá resistir; una dulzura encantadora, con la cual nada se puede comparar. Sí, hermanos, sabed que el verdadero paraíso terrenal consiste en sufrir algo por Jesucristo.

Preguntad a todos los santos. Os contestarán que jamás gozaron tanto ni sintieron mayores delicias en el alma como en medio de sus mayores tormentos. “Vengan sobre mí todos los tormentos del demonio”, decía San Ignacio Mártir. “O padecer o morir”, decía Santa Teresa. “No morir, sino padecer”, decía Santa Magdalena de Pazzi. “Padecer y ser despreciado por ti”, decía San Juan de la Cruz. Y tantos otros hablaron el mismo lenguaje, como leemos en sus biografías.

Confiad en Dios, carísimos hermanos. Cuando padecemos con alegría y por Dios, la cruz se convierte en objeto de toda clase de alegrías para toda clase de personas, dice el Espíritu Santo.
La alegría de la cruz es mayor que la del pobre que se ve colmado de toda clase de riquezas. Es mayor que la del mercader que gana millones. Mayor que la del general que lleva su ejército a la victoria. Mayor que la de los prisioneros que se ven liberados de sus cadenas. En fin, imaginad las mayores alegrías de esta tierra: todas quedan superadas por la alegría de una persona crucificada que sepa sufrir bien.

“Nada tan glorioso”
Regocijaos, pues, y saltad de alegría cuando Dios os regale alguna cruz. Porque, sin daros cuenta, lo más valioso que existe en el cielo y en el mismo Dios recae sobre vosotros. ¡Magnífico regalo de Dios es la cruz!
De entenderlo, encargarías misas, harías novenas en los sepulcros de los santos, emprenderías largas peregrinaciones –como lo hicieron los santos– para obtener del cielo este regalo divino.

El mundo llama locura, infamia, necedad, indiscreción, imprudencia; dejad hablar a esos ciegos. Su ceguera –que les lleva a juzgar humanamente de la cruz, muy al revés de lo que es en realidad– forma parte de nuestra gloria. Cada vez que nos proporcionan alguna cruz por sus desprecios y persecuciones, nos regalan joyas, nos elevan al trono y nos coronan de laureles.

Pero ¿qué estoy diciendo? Todas las riquezas, los honores, los cetros; todas las coronas brillantes de los potentados y emperadores, no se pueden comparar con la gloria de la cruz, dice San Juan Crisóstomo:
Supera la gloria del apóstol y del escritor sagrado. Este santo varón, iluminado por el Espíritu Santo, añade: “Si me fuera dado, dejaría gustoso el cielo para padecer por el Dios del cielo. A los tronos del empíreo, prefiero las cárceles y las mazmorras. Me apetecen más las mayores cruces que la gloria de los serafines. Aprecio menos el don de milagros –con el cual se domina a los demonios, se desatan los elementos, se detiene al sol, se da vida a los muertos– que el honor de sufrir.

San Pedro y San Pablo son más gloriosos en sus calabozos, con los grillos en los pies, que cuando son arrebatados al tercer cielo y reciben las llaves del paraíso”.
En efecto, ¿no dio la cruz a Jesucristo el Nombre-sobre-todo-nombre, de modo que, al nombre de Jesús, toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra y en el abismo? (Fil. 2,9-
10)

Tan grande es la gloria de una persona que sabe sufrir, que el cielo, los ángeles, los hombres y el mismo Dios del cielo la contemplan con alegría, como el espectáculo más glorioso. Si los santos tuvieran algún deseo, sería el de volver a la tierra para llevar algunas cruces.

Ahora bien, si ya en la tierra es tan grande la gloria de la cruz, ¿cuál no será la que adquiera en el cielo? ¿Quién explicará y entenderá jamás la riqueza eterna de gloria (2Cor. 4,17) que nos consigue el llevar la cruz como se debe por un corto instante?

¿Quién entenderá la gloria que se adquiere para el cielo en un año y –a veces– en toda una vida de cruces y dolores?

Por cierto, queridos Amigos de la Cruz, el cielo os prepara para algo grande –dice un gran santo–, ya que el Espíritu Santo os une tan estrechamente en una cosa, que todo el mundo huye con tanto cuidado. No cabe duda: Dios quiere formar tantos santos y santas cuantos Amigos de la Cruz existen, si permanecéis fieles a vuestra vocación, si lleváis vuestra cruz como se debe, es decir, como la llevó Jesucristo.

4.º “Y me siga”
Pero no basta sufrir, el demonio y el mundo tienen sus mártires. Hay que sufrir y llevar la cruz en pos de Jesucristo: ¡me siga! Es decir, hay que llevar la cruz como la llevó él. Para lograrlo, he aquí las reglas que debéis guardar:

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MensajePublicado: Sab Mar 01, 2008 11:18 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
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Tercera y última parte de la Carta a los Amigos de la Cruz:
+ + +

Las catorce reglas

No buscarte cruces
1.ª
No os busquéis cruces de propósito y por cuenta propia. No hay que hacer el mal para que se logre el bien. Sin inspiración especial, no hay que hacer las cosas mal, para atraerse el desprecio de los hombres. Sino imitar a Jesucristo, de quien se dijo: ¡Qué bien lo hace todo! (Mc. 7,37). No se debe obrar por amor propio o vanidad, sino para agradar a Dios y convertir al prójimo.

Si os dedicáis a cumplir con vuestros deberes lo mejor posible, no os faltarán contradicciones, persecuciones ni desprecios. La divina Providencia os los enviará sin que vosotros lo queráis o elijáis.

Tener en cuenta el bien del prójimo
2.ª
Si os disponéis a hacer algo en sí indiferente, que –aunque sin motivo– pudiera escandalizar al prójimo, absteneos de hacerlo por caridad, para evitar el escándalo de los débiles.
El acto heroico de caridad que hacéis en esta circunstancia vale infinitamente más de lo que haríais o queríais hacer.


Pero, si el bien que vais a hacer es necesario o útil al prójimo, aunque algún fariseo o espíritu malintencionado se escandalice sin motivo, consultad a una persona prudente para saber si lo que hacéis es necesario o útil al prójimo en general.
Si ella lo juzga así, proseguid vuestra obra y dejadles hablar, con tal que os dejen actuar.
Contestad entonces como nuestro Señor a algunos discípulos suyos cuando vinieron a decirles que los escribas y fariseos estaban escandalizados por sus palabras y acciones: Dejadlos; son ciegos (Mt. 15, 14).

No pretender actuar como los grandes santos
3.ª
Algunos santos y varones ilustres pidieron, buscaron e incluso se procuraron cruces, desprecios y humillaciones mediante actuaciones ridículas.
Adoremos y admiremos la actuación extraordinaria del Espíritu Santo en sus almas y humillémonos a la vista de virtud tan sublime. Pero no pretendamos volar tan alto; pues, comparados con estas águilas veloces y estos leones rugientes, no somos más que gallinas mojadas y perros muertos.

Pedir a Dios la sabiduría de la cruz
4.ª
Sin embargo, podéis y debéis pedir la sabiduría de la cruz; ciencia sabrosa y experimental de la verdad que permite contemplar, a la luz de la fe, los misterios más ocultos; entre ellos, el de la cruz.

Sabiduría que no se alcanza sino mediante duros trabajos, profundas humillaciones y fervientes oraciones.

Si necesitáis este espíritu generoso, que ayuda a llevar con valor las cruces más pesadas; este espíritu bueno y suave, que hace saborear –en la parte superior del alma– las amarguras más repugnantes; este espíritu puro y recto, que sólo busca a Dios; esta ciencia de la cruz, que encierra todas las cosas; en una palabra, este tesoro infinito que nos hace partícipes de la amistad de Dios, pedid la sabiduría; pedidla incesante e insistentemente, sin titubeos, sin temor de no alcanzarla, e infaliblemente la obtendréis. Entonces comprenderéis, por experiencia propia, cómo se puede llegar a desear, buscar y saborear la cruz.

Humillarse por las propias faltas, pero sin turbación
5.ª
Cuando por ignorancia, o aun por culpa vuestra, cometáis alguna torpeza que os acarree alguna cruz, humillaos inmediatamente dentro de vosotros mismos bajo la poderosa mano de Dios, sin turbación voluntaria, diciendo –por ejemplo– en vuestro interior: “¡Éstos son, Señor, los frutos de mi huerto!” Y si en vuestra falta hubiere algún pecado, aceptad la humillación como castigo de vuestro orgullo.

Muy a menudo, Dios permite que sus mejores servidores, los más elevados en gracia, cometan faltas de las más humillantes para empequeñecerlos a sus propios ojos y delante de los hombres, para quitarles la vista y el pensamiento orgulloso de las gracias que Él les comunica y el bien que hacen, de modo que ningún mortal pueda gloriarse ante Dios (1Cor. 1,29), como dice el Espíritu Santo.

Dios nos humilla para purificarnos
6.ª
Tened la plena seguridad de que cuanto hay en nosotros se halla completamente corrompido por el pecado de Adán y por nuestros pecados actuales. No sólo los sentidos del cuerpo, sino también todas las potencias del alma.
Por eso, cuando nuestro espíritu corrompido mira algún don de Dios en nosotros, pensando en él y saboreándolo, ese don, esa acción, esa gracia se manchan y corrompen totalmente y Dios aparta de ella su divina mirada.
Si ya las miradas y pensamientos humanos echan a perder así las mejores acciones y los dones más excelentes, ¿qué diremos de los actos de la voluntad propia, aún más corrompidos que los actos del entendimiento?

No nos extrañemos, pues, de que Dios se complazca en ocultar a los cuyos al amparo de su rostro para que no los manchen las miradas de los hombres ni su propio conocimiento. Y para mantenerlos ocultos,
¡qué cosas no permite y hace ese Dios celoso!
¡Cuántas humillaciones les procura!
¡Cuántos tropiezos permite!
¡En cuántas tentaciones permite que se vean envueltos, como San Pablo! ¡En qué incertidumbres, tinieblas y perplejidades les deja!
¡Oh! ¡Cuán admirable es Dios en sus santos y en los caminos por los cuales los conduce a la humildad y a la santidad!

Evitar los engaños del orgullo
7.ª
¡Mucho cuidado! No vayáis a creer –como los devotos orgullosos y engreídos– que vuestras cruces son grandes, que son prueba de vuestra fidelidad y testimonio de un amor singular de Dios por vosotros. Este engaño del orgullo espiritual es muy sutil e ingenioso, pero lleno de veneno.

Pensad más bien:
1) Que vuestro orgullo y delicadeza os llevan a considerar como vigas las pajas, como llagas las picaduras, como elefantes los ratones; una palabrita que se lleva el viento –una nadería en realidad–, como una injuria atroz y un cruel abandono;

2) que las cruces que Dios os manda no son en realidad sino castigos amorosos por vuestros pecados y no pruebas de una benevolencia especial;

3) que por más cruces y humillaciones que Dios os envíe, os perdona infinitamente más, dado el número y la gravedad de vuestros crímenes.

En efecto, éstos hay que considerarlos a la luz de la santidad de Dios, que no soporta nada impuro y a quien vosotros habéis ofendido; a la luz de un Dios que muere, abrumado de dolor a causa de vuestros pecados; al trasluz de un infierno eterno, que habéis merecido mil y quizás cien mil veces;

4) que mezcláis lo humano y natural, mucho más de lo que creéis, con la paciencia con que padecéis; prueba de ello son esos miramientos, esa velada búsqueda de consuelos, esas efusiones tan naturales con los amigos y tal vez con vuestro director espiritual, esas disculpas rebuscadas e inmediatas, esas quejas –o más bien maledicencias contra quienes os han hecho daño– tan bien formuladas y tan caritativamente dichas, ese volver y revolver deleitosamente los propios males, esa creencia luciferina de que sois de gran valía, etc. No acabaría nunca si quisiera describir aquí las vueltas y revueltas de la naturaleza, incluso en los sufrimientos.

Aprovechar los sufrimientos pequeños más que los grandes
8.ª
Aprovechad los sufrimientos pequeños más aún que los grandes. Dios no repara tanto en lo que se sufre, cuanto en cómo se sufre. Sufrir mucho, pero mal, es sufrir como condenados; sufrir mucho y con valor, pero por una causa mala, es sufrir como mártires del demonio; sufrir poco o mucho por Dios, es sufrir como santos.

Si podemos escoger nuestras cruces, optemos por las más pequeñas y deslucidas cuando se presenten junto a grandiosas y espléndidas. El orgullo natural puede pedir, buscar y aun escoger cruces grandiosas y brillantes.

Pero escoger y llevar alegremente las cruces pequeñas y sin brillo sólo puede ser efecto de una gracia singular y de una fidelidad particular a Dios.

Actuad, pues, como el mercader en su mostrador, sacad provecho de todo, no desperdiciéis ni la menor partícula de la cruz verdadera, aunque sólo sea la picadura de un mosquito o de un alfiler, las insignificantes singularidades del vecino, una pequeña injuria involuntaria, la pérdida de algunos centavos, un ligero malestar, etc. Sacad provecho de todo, como el tendero en su tienda, y os enriqueceréis según Dios, como se enriquece él colocando centavo sobre centavo en su mostrador.

A la menor contrariedad que os sobrevenga, decid: “¡Bendito sea Dios! ¡Gracias, Dios mío!”
Guardad luego en la memoria de Dios –que es como vuestra alcancía– la cruz que acabáis de ganar y no os acordéis más de ella sino para decir: “¡Mil gracias, Señor!” o “¡Misericordia!”.


Amar la cruz con amor sobrenatural
9.ª
Cuando se os habla de amor a la cruz no se trata de un amor sensible. Éste es imposible a la naturaleza en esta materia.


Hay que distinguir tres clases de amores: el amor sensible, el amor racional, el amor fiel y supremo.
Dicho de otro modo: el amor de la parte inferior, que es la carne; el amor de la parte superior, que es la razón; el amor de la parte superior o cima del alma, que es el entendimiento iluminado por la fe.

Dios no os pide amar la cruz con la voluntad de la carne. Siendo ésta completamente corrompida y criminal, todo lo que sale de ella está corrompida y criminal, todo lo que sale de ella está corrompido; es más, no puede someterse por sí misma a la voluntad de Dios y a su ley crucificante.

Por eso, Nuestro Señor, hablando de ella en el huerto de los Olivos, exclama: Padre, no se haga mi voluntad, sino la tuya (Lc. 22,47). La parte inferior del hombre, en Jesucristo –en quien todo era santo– no pudo amar la cruz sin interrupción; la nuestra –que es toda corrupción– la rechazará con mayor razón.

Es cierto que podemos, a veces –como algunos santos–, experimentar una alegría sensible en nuestros sufrimientos. Pero esta alegría no proviene de la carne, aunque esté en la carne. Viene de la parte superior. La cual se encuentra tan llena de la alegría divina del Espíritu Santo, que llega a redundar en la parte inferior. En estos momentos, la persona más crucificada puede decir: Mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo (Sal. 84).

Existe otro amor a la cruz que llamo razonable; radica en la parte superior, que es la razón. Es un amor totalmente espiritual.

Nace del conocimiento de la felicidad que hay en sufrir por Dios. Por eso es perceptible y aun es percibido por el alma, a la que alegra y fortalece interiormente. Pero ese amor racional y percibido, aunque bueno y muy bueno, no es siempre necesario para sufrir con alegría y según Dios.

Pues existe otro amor. De la cima o ápice del alma, dicen los maestros de la vida espiritual; de la inteligencia, dicen los filósofos. Mediante este amor, aún sin sentir alegría alguna en los sentidos, sin percibir gozo razonable alguno en el alma, amamos y saboreamos, mediante la luz de la fe desnuda, la cruz que llevamos.
Mientras tanto, muchas veces todo es guerra y sobresalto en la parte inferior, que gime, se queja, llora y busca alivio. Entonces decimos con Jesucristo: Padre, no se haga mi voluntad, sino la tuya
(Lc. 22,52). O con la Santísima Virgen: Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra (Lc. 1,3Cool.

Con uno de estos dos amores de la parte superior hemos de amar y aceptar la cruz.

Sufrir toda clase de cruces, sin excepción ni selección
10.ª
Decidíos, queridos Amigos de la Cruz, a padecer toda clase de cruces, sin elegirlas ni seleccionarlas; toda clase de pobreza, humillación, contradicción, sequedad, abandono, dolor psíquico o físico, diciendo siempre: Pronto está mi corazón, ¡oh Dios!; está mi corazón dispuesto (Sal. 57).

Disponeos, pues, a ser abandonados de los hombres y de los ángeles y hasta del mismo Dios; a ser perseguidos, envidiados, traicionados, calumniados, desacreditados y abandonados de todos; a padecer hambre, sed, mendicidad, desnudez, destierro, cárcel, horca y toda clase de suplicios, aunque no los hayáis merecido por los crímenes que os imputan.

Imaginaos, por último, que después de haber perdido los bienes y el honor, después de haber sido arrojados de vuestra casa –como Job y Santa Isabel de Hungría–, se os lanza al lodo, como a esta Santa, o se os arrastra a un estercolero, como a Job, maloliente y cubierto de úlceras, sin un retazo de tela para cubrir vuestras llagas, sin un trozo de pan –que no se niega al perro ni al caballo–, y que, en medio de tales extremos, Dios os abandona a todas las tentaciones del demonio, sin derramar en vuestra alma el más leve consuelo espiritual.
Ahí tenéis, creedlo firmemente, la meta suprema de la gloria divina y la felicidad verdadera de un auténtico y perfecto Amigo de la Cruz.

Cuatro motivos para sufrir como se debe
11.ª
Para animaros a sufrir como se debe, acostumbraros a considerar estas cuatro cosas:

a) La mirada de Dios
En primer lugar, la mirada de Dios. Como un gran rey, desde lo alto de una torre, contempla a sus soldados en medio de la pelea, complacido y alabando su valor. ¿Qué contempla Dios sobre la tierra? ¿A los reyes y emperadores en sus tronos? –A menudo los mira con desprecio. ¿Mira las grandes victorias de los ejércitos del Estado, las piedras preciosas; en una palabra, las cosas que los hombres consideran grandes? –Lo que es grande para los hombres, es abominable ante Dios (Lc. 16,15).

Entonces, ¿qué es lo que mira con gozo y complacencia, pidiendo noticias de ello a los ángeles y a los mismos demonios? –Dios mira al hombre que lucha por Él contra la fortuna, el mundo, el infierno y contra sí mismo, al hombre que lleva la cruz con alegría. ¿Has reparado sobre la tierra en una maravilla tan grande que el cielo entero la contempla con admiración? –dice el Señor a satanás– ¿Te has fijado en mi siervo Job, que sufre por mí? (Job. 2,3).

b) La mano de Dios
En segundo lugar, considerad la mano de este poderoso Señor. Permite todo el mal que nos sobreviene de la naturaleza, desde el más grande hasta el más pequeño. La misma mano que aniquiló a un ejército de cien mil hombres hace caer la hoja del árbol y el cabello de nuestra cabeza. La mano que con tanta dureza hirió a Job os roza con esa pequeña contrariedad. Con la misma mano hace el día y la noche, la luz y las tinieblas, el bien y el mal. Permitió los pecados que os inquietan; no fue el autor de la malicia, pero permitió la acción.

Así, pues, cuando os encontréis con un Semeí, que os injuria, os tira piedras como al rey David, decid interiormente: “No nos venguemos; dejémosle actuar, pues se lo ha mandado el Señor.
Reconozco que tengo merecido toda esta clase de ultrajes y que Dios me castiga con justicia. ¡Detente, brazo mío! ¡Refrénate, lengua mía! ¡No hieras! ¡No hables!
Ese hombre o esa mujer que me dicen o infieren injurias son embajadores de Dios, vienen enviados por su misericordia para vengarse amistosamente de mí.
No irritemos su justicia usurpando los derechos de su venganza. No menospreciemos su misericordia resistiendo a sus amorosos golpes. No sea que, para vengarse, nos remita a la estricta justicia de la eternidad”.

¡Mirad! Con una mano todopoderosa e infinitamente prudente, Dios os sostiene, mientras os corrige con la otra.
Con una mano mortifica, con la otra vivifica. Humilla y enaltece.
Con un brazo poderoso alcanza del uno al otro extremo de nuestra vida, suave y poderosamente:
Suavemente, porque no permite que seáis tentados y afligidos por encima de vuestras fuerzas;
Poderosamente, porque os ayuda por una gracia poderosa y proporcionada a la fuerza y duración de la tentación o aflicción; poderosamente también, porque –como lo dice el Espíritu de su santa Iglesia– se hace “vuestro apoyo al borde del precipicio ante el cual os halláis; vuestro compañero, si os extraviáis en el camino; vuestra sombra, si el calor os abrasa; vuestro vestido, si la lluvia os empapa y el frío os hiela; vuestro vehículo, si el cansancio os oprime; vuestro socorro, si la adversidad os acosa; vuestro bastón, si resbaláis en el camino; vuestro puerto, en medio de las tempestades que os amenazan con ruina y naufragio”.


c) Las llagas y los dones de Jesús crucificado
En tercer lugar, contemplad las llagas y los dolores de Jesucristo crucificado. Él mismo os dice: “¡Vosotros los que pasáis por el camino lleno de espinas y cruces por el que yo he transitado, mirad, fijaos: mirad con los ojos corporales y ved con los ojos de la contemplación si vuestra pobreza y desnudez, vuestros menosprecios, dolores y desamparos, son comparables con los míos. Miradme a Mí, el inocente, y quejaos vosotros, los culpables!”.

Por boca de los apóstoles, el mismo Espíritu Santo nos ordena esa misma mirada a Jesucristo crucificado; nos ordena armarnos con este pensamiento, que constituye el arma más penetrante y terrible contra nuestros enemigos.
Cuando la pobreza, la abyección, el dolor, la tentación y otras cruces os ataquen, armaos con el pensamiento de Jesucristo crucificado, que os servirá de escudo, coraza, casco y espada de doble filo. En Él encontraréis la solución a todas vuestras dificultades y la victoria sobre cualquier enemigo
.

d) Arriba, el cielo; abajo, el infierno
En cuarto lugar, mirad en el cielo la hermosa corona que os aguarda, con tal que llevéis debidamente vuestra cruz. Esta recompensa sostuvo a los patriarcas y profetas en su fe y persecuciones, animó a los apóstoles y mártires en sus trabajos y tormentos.

Los patriarcas decían con Moisés: Preferimos ser afligidos con el Pueblo de Dios, para ser felices con él eternamente, a disfrutar de las ventajas pasajeras del pecado (Heb. 11,24).

Los profetas decían con David: Sufrimos grandes afrentas a causa de la recompensa. Los apóstoles y mártires decían con San Pablo: Somos como víctimas condenadas a muerte, como un espectáculo para el mundo, para los ángeles y para los hombres por nuestros padecimientos; como desecho y anatema del mundo (1Cor 4,9. 13) a causa del peso eterno de gloria incalculable que nos prepara la momentánea y ligera tribulación (2Cor. 4,17).

Miremos por encima de nosotros a los ángeles, que nos gritan: “Cuidado con perder la corona destinada a recompensar la cruz que os ha tocado –con tal que la llevéis como se debe–. Si no la lleváis debidamente, otro lo hará y se llevará vuestra corona”.

“Luchad con valentía, sufrid con paciencia –nos dicen todos los santos–, y recibiréis un reino eterno”. Escuchemos, por fin, a Jesucristo, que nos dice: “Sólo premiaré a quien haya padecido y vencido por su paciencia”.
Miremos abajo el sitio que merecemos. Nos aguarda en el infierno, junto al mal ladrón y a los réprobos, si nuestro padecer –como el suyo– va acompañado de murmuraciones, despecho y venganza.

Exclamemos con San Agustín: “Quema, Señor; corta, poda, divide en esta vida en castigo de mis pecados, con tal que me perdones en la eternidad”.

No quejarse jamás de las creaturas
12.ª
No os quejéis jamás voluntariamente y con murmuraciones de las creaturas que Dios utiliza para afligiros.

Observad que se dan tres clases de quejas en las penas.
– La primera es involuntaria y natural: es la del cuerpo que gime, suspira, se queja, llora, se lamenta. Como ya dije, si el alma en su parte superior está sometida a la voluntad de Dios, no hay ningún pecado.

– La segunda es razonable: nos quejamos y descubrimos nuestro mal a quienes pueden remediarlo: al superior, al médico... Esta queja puede constituir una imperfección si es demasiado intempestiva, pero no es pecado.

– La tercera es criminal. Se da cuando nos quejamos al prójimo para librarnos del mal que nos aflige o para vengarnos, o cuando nos quejamos del dolor que padecemos, consintiendo en esta queja y añadiéndole impaciencia y murmuración.

13.ª No recibáis nunca la cruz sin besarla humildemente con agradecimiento. Si Dios en su bondad os regala alguna cruz algo importante, dadle gracias de una manera especial y pedid a otros que hagan lo mismo. A ejemplo de aquella pobre mujer que, habiendo perdido todos sus bienes a causa de un pleito injusto, con la única moneda que le quedaba mandó inmediatamente celebrar una misa para agradecer a Dios la buena suerte que había tenido.

Cargar con cruces voluntarias
14.ª
Si queréis haceros dignos de las cruces que os vendrán sin vuestra participación –son las mejores–, cargaos con algunas cruces voluntarias, siguiendo el consejo de un buen director.

Por ejemplo: ¿Tenéis en casa algún mueble inútil al cual sentís cariño? –Dadlo a los pobres y decid: ¿Quisieras tener cosas superfluas, cuando Jesús es tan pobre?
¿Os repugna algún manjar, algún acto de virtud, algún mal olor? –Probad, practicad, oled; superaos.
¿Tenéis cariño excesivamente tierno o exagerado a una persona u objeto? –Apartaos, privaos, alejaos de lo que os halaga.
¿Sentís prisa natural por ver, actuar, aparecer en público, ir a tal o cual sitio? –Deteneos, callaos, ocultaos, apartad vuestra mirada.
¿Tenéis repugnancia natural a determinado objeto o persona? –Usadlo a menudo, frecuentad su trato: superaos.

Si sois auténticos Amigos de la Cruz, el amor –siempre ingenioso– os hará descubrir así la cantidad de cruces pequeñas. Con ellas os enriqueceréis sin daros cuenta y sin temor a la vanidad, que a menudo se mezcla con la paciencia cuando se llevan cruces relumbrantes.

Y, por haber sido fieles en lo poco, el Señor –como lo tiene prometido– os pondrá al frente de lo mucho, es decir, sobre la multitud de gracias que os dará, sobre multitud de cruces que os enviará, sobre una inmensa gloria que os preparará...


><>+<><

Espero en Dios, que después de las luces que nos ha dado esta carta a los Amigos de la Cruz, llevemos miestras circes. grades u pequeñas alegremente, y las abracemos con tal amor, como el mismo Cristo.

Bueno, a veces pienso en invitarlos a compartir las conclusiones de sus reflexiones, ya que a pesar de poder enriquecernos con sus comentarios, no acabo de comprender el por qué no lo hacen.
Ojalá alguien buenamente me sacara de esta duda. ¿Temen a algo? Si es así, me gustaría ver en qué los pudiese ayudar.

Reciban todo mi amor en Cristo y Dios los bendiga en los Corazones Misericordiosos de Jesús y María.
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AURORA
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MensajePublicado: Sab Mar 01, 2008 5:42 pm    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
Responder citando

querida evys , hace 1 año atras pregunte lo mismo .
porque no se porque habiendo personas con tanta capacidad en los foros , solo leen , no comentan.
y si leen , solo basta ver los numeros .
yo creo sinceramente que tiene miedo a equivocarse , como si aca se les tomara examen .......................................
si fuera asi yo no hubiera pasado ni el primer aporte , es mas hasta pueden ser muy pobres mis aportes .Y seguramente lo son , por eso mismo entro y sigo adelante .
me interesa mi crecimiento espiritual , no intelectual.
porque mas alla que si lo tengo , me puede llevar a vanagloriarme de mi misma .
gracias a esa pobreza , pude cambiar mi vida con el estudio en este epigrafe , que es un apostolado .
y con el cual seguire .

DIOS con nosotros
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Evangelina M. de Terrazas
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MensajePublicado: Dom Mar 02, 2008 9:08 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
Responder citando

AURORA escribió:
querida evys , hace 1 año atras pregunte lo mismo .
porque no se porque habiendo personas con tanta capacidad en los foros , solo leen , no comentan.
y si leen , solo basta ver los numeros .
yo creo sinceramente que tiene miedo a equivocarse , como si aca se les tomara examen .......................................
si fuera asi yo no hubiera pasado ni el primer aporte , es mas hasta pueden ser muy pobres mis aportes .Y seguramente lo son , por eso mismo entro y sigo adelante .
me interesa mi crecimiento espiritual , no intelectual.
porque mas alla que si lo tengo , me puede llevar a vanagloriarme de mi misma .
gracias a esa pobreza , pude cambiar mi vida con el estudio en este epigrafe , que es un apostolado .
y con el cual seguire .

DIOS con nosotros

Aurorita, mi amada hermanita en Cristo: ¡Paz en tu corazón!
Quiero darte las gracias por tu fidelidad a este epígrafe, y en verdad, sin alimentar ningún sentimiento que pueda apartarte de Dios; he ido sintiendo a través del tiempo, tu gran crecimiento espiritual y humano.
Sé lo que te ha costado vencer las tendencias de tu temperamento, de lo cual has cosechado tantas virtudes.
Este, ha sido un trabajo duro y perseverante que solamente tú con ayuda de Dios e iluminada por el Espíritu Santo, has podido lograr.
Te extrañará que te diga estas cosas, pero veo que cada vez se me dificulta más escribir y no sé hasta cuándo Dios me permitirá seguir haciéndolo, pero todo sea para Su Gloria.

Puedo comprender, no creas, el por qué no es fácil compartir en este epígrafe. Todo lo que conlleve Cruz, sufrimiento e introspección, no es bonito de aceptar, es difícil, como nos fue difícil a nosotros en un inicio.
El mundo se ha encargado de crear miles de formas para alejar el dolor y el sufrimiento. Pero junto con ello, ha ido alejando de nuestra conciencia la Pasión de Cristo.

Me cuestiono fuertemente: ¿por qué alguien pudiera celebran sólo un Cristo Resucitado? ¿Y qué, para resucitar, no debió antes padecer y morir? ¡Ya pagó por nuestros pecados como escucho algunas veces decir. Entonces, podemos seguir pecando, al fin, la deuda ya está saldada!
¿No acaso la Palabra de Dios nos habla de completar lo que hace falta a la Pasión de Cristo?

¿Por qué debe uno sólo recoger los frutos de la Resurrección, si no ha sido mérito alguno nuestro?

Para que un Cristo Vivo y Resucitado habite en nuestro corazón, es necesario conocer y asumir el origen de nuestra salvación.

¿Cuándo fue el momento en que descubrí el gozo en el sufrir?
Cuando comecé a contemplar la Pasión de Cristo y el precio que pagó por mis pecados. Cuánto dolor, Sí, cuánto dolor descubrir mi mezquindad, pero la bondadosa Misericordia de Dios derramada en mi alma, hizo brotar en un gran temor de Dios, que después, sólo deseaba reparar, amar, y adorarlo.

Recuerdas, cuándo nos sucedió esto; cuando llegamos derrotados ante el Crucificado a lavar sus pies con nuestras lágrimas, a secarlos con nuestro cabello, a cubrir de besos sus pies y a ungirlo con perfumes pagados con un gran dolor de arrepentimiento.

Cuán gozoso se torna el poder ofrecer nuestros pequeños actos de amor para el bien de la humanidad. Los pequeños sufrimientos y sacrificios, se vuelven gloriosos por los benditos méritos de Cristo, no por el simple hecho de ofrecerlos. En nada hay mérito nuestro.

Esí, nos hemos hecho Amigos de la Cruz. No de una Cruz gloriosa como la de Cristo, sino una simple, pequeña y burda cruz, que sin embargo, a veces la sentimos pesar tanto; pero que nuestro Amado Jesús viene pronto en su hermosura a aligerar la carga.

Ojalá, se tomaran el tiempo necesario para meditar hasta el final esta carta a los Amigos de la Cruz.
Por algo está propuesto San Luis María Grignion de Montfort para ser Doctor de la Iglesia.

Por último, sólo decir que, sería bonito que algunos de nuestros hermanos nos compartieran lo que esta carta tocó su corazón.
De cualquier modo, les agradezco en el Señor, a las personas que nos leen, pues también sin ellas, no se justificaría este epígrafe.

Con una persona que le hayan servido estos temas y compartimientos de crecimiento espiritual para su conversión, podríamos decir al Señor: Misión cumplida.

Recibe Aurorita y reciban todos mi amor en Cristo y Dios los bendiga en los Corazones Misericordiosos de Jesús y María.
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AURORA
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MensajePublicado: Dom Mar 02, 2008 7:49 pm    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
Responder citando

es tan fuerte esta carta que dire solo lo que mas me impacto .
la humildad es el comienzo , no hay nada , ningun logro , sin el reconocimiento sincero de que no somos nada .
"a veces nos convertimos en consumidores de sacramentos , pero no tenemos a CRISTO en nuestro corazon ": esto lo dijo ayer en la misa el parroco de mi iglesia .
y cuanta razon que tiene .
la humildad de saberme nada al lado de la CRUZ , de saber que el mas grande de los sufrimientos que he tenido o tengo o tendre , nunca seran nada al lado de lo que CRISTO paso en ELLA .
mirandola , adorandola se mezclan en mi , el dolor y el amor inconmesurable hacia el paso inevitable y libremente aceptado por EL , la crucifixion .
alli mismo , al pie esta MARIA , todo esta relacionado perfectamente y asi sucedio .
sin CRISTO EN LA CRUZ SUFRIENTE , no hay RESURECCION , pero sin el SI de MARIA no hubiera estado CRISTO JESUS para que se cumpla el plan del PADRE .(ambos tuvieron libre albedrio , por ser ambos humanos )
MARIA dijo si , en la Anunciacion , y CRISTO dijo si en Gesetmani .
alli lo vemos como hombre , con miedo y como hijo de DIOS diciendo SI a su PADRE .(humide y manso )
MARIA , la humilde por excelencia , silenciosa y obediente es la que nos ayuda a poder aceptar todo dolor , pero con amor y me ha ayudado a mi , a llegar a sentir esto , y acercarme cada vez mas a su HIJO .
me doy cuenta ahora que yo no soy el cirineo de JESUS , EL es el mio .
EL , me ayuda a mi a llevar mis cruces que son nada al lado de la de EL .
asi me ama , a tal punto , como no sentir que el alma se me sale del cuerpo ante esto ?????
como no sentir que la CRUZ , es la que me transformo ?????
EL mismo me permitio poder comprender esta magnitud , no ha sido mi intelecto , ha sido una gracia que EL me otorgo , y yo sin merecerla para nada , por haberlo crucificado miles de veces con mis pecados .
pero es verdad tambien que he caido rendida ante sus pies en los peores momentos , reconociendo que EL era el unico que jamas me abandono .
aunque no lo he visto algunas veces , yo sabia que estaba ahi , tan en silencio como su MADRE .
muchas personas con las que he hablado relacionan la CRUZ , con dolor y desgracias y castigos , alli con mucha delicadesa y respeto por el dolor del projimo , es donde hay que obrar misericordiosamente y hacerles ver que no es asi , tarea nada facil .
solo lo he podido hacer porque el amor de CRISTO , no ha quedado encerrado en mi , se desborda y lo dejo salir , porque en realidad es para mi hermano , el que esta caido , el que quiere levantase pero no puede , le faltan fuerzas , pero con gran humildad y sinceridad pide ayuda , como tambien lo hice yo y lo hicieron conmigo .
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robertoluis7
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MensajePublicado: Lun Mar 03, 2008 4:30 pm    Asunto: completando lo que hace falta a la Pasión de Cristo
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
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"¿No acaso la Palabra de Dios nos habla de completar lo que hace falta a la Pasión de Cristo?"

Hola, Evangelina, me podrias pasar estas citas, por favor, por qué por lo mas q recuerde el evangelio no se me viene ninguna cita q me diga q es lo q tengo q hacer para completar su Pasion, o sera q no he entendido apropiadamente alguna por alli donde ese mensaje este, o lo mas drastico, q no se me ha dado la gracias para entender en alguno cita q es eso lo q se me pide. Gracias de ante mano!!!
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tessi
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MensajePublicado: Lun Mar 03, 2008 5:42 pm    Asunto: Amigos de la Cruz
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
Responder citando

Este libro me parece terrible. Por más que intento abrazar la cruz, no logro dejar de llorar y por más que intento pensar en las glorias futuras, no logro que me interesen. Por más que intente meditar la Pasión de Jesús, no logro ver más que mi dolor. Por más que lea y relea los libros de santos acerca de los beneficios de la cruz, no logro que me den alegría. Por más que intente salir de mi, no logro despegarme de mi misma, por más que intente no protestar, no logro acallar mi alma.
Procuro poner mi boca en el polvo y hartarme de oprobios, pero no logro encontrar la paz.
A veces, temo terminar borracha y resentida tirada en una esquina o ahorcada o debajo de un tren o que mi fe se convierta en una obligación tipo cadena perpetua.
En fin...
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Evangelina M. de Terrazas
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MensajePublicado: Vie Mar 07, 2008 7:30 am    Asunto: Re: completando lo que hace falta a la Pasión de Cristo
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
Responder citando

robertoluis7 escribió:
"¿No acaso la Palabra de Dios nos habla de completar lo que hace falta a la Pasión de Cristo?"

Hola, Evangelina, me podrias pasar estas citas, por favor, por qué por lo mas q recuerde el evangelio no se me viene ninguna cita q me diga q es lo q tengo q hacer para completar su Pasion, o sera q no he entendido apropiadamente alguna por alli donde ese mensaje este, o lo mas drastico, q no se me ha dado la gracias para entender en alguno cita q es eso lo q se me pide. Gracias de ante mano!!!

Roberto Luis, amado hermanito en Cristo: ¡Paz en tu corazón!
Es un gusto saludarte. Gracias por compartirnos tus dudas.

Mira las hermosas palabras de Pablo, que sé que en Dios y en su Espíritu Santo, sabrás discernir y asumir en tu vida:

Col 1,24-29:
«Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo lo que falta a las tribulaciones de Cristo en mi carne, en favor de su cuerpo, que es la Iglesia, de la cual he llegado a ser ministro, conforme a la misión que Dios me concedió en orden a vosotros para dar cumplimiento a la palabra de Dios, al misterio escondido desde siglos y generaciones, y manifestado ahora en sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer cuál es la riqueza de la gloria de este misterio entre los gentiles, que es Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria, al cual nosotros anunciamos, amonestando e instruyendo a todos los hombres con toda sabiduría, a fin de presentarlos a todos perfectos en Cristo. Por eso precisamente me afano, luchando con la fuerza de Cristo que actúa poderosamente en mí».

Y relacionadas con esto:

Y en Hch 9,16:
«Yo le mostraré cuánto tendrá que padecer por mi nombre.»

2Cor 4,10:
«Llevamos siempre en nuestros cuerpos por todas partes la muerte de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo».

2Cor 4,8-10:
«Apretados en todo, más no aplastados; apurados, más no desesperados; perseguidos, más no abandonados; derribados más no aniquilados. Llevamos siempre en nuestro cuerpo por todas partes la muerte de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo».

Rom 8,17-18:
Y sí hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, si compartimos sus sufrimientos, para ser también con él glorificados».


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Evangelina M. de Terrazas
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MensajePublicado: Vie Mar 07, 2008 9:37 am    Asunto: Re: Amigos de la Cruz
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
Responder citando

"tessi" escribió:

Tessi, amada hermanita en Cristo: ¡La Paz del Señor Jesús, sea en tu alma!

Cita:
Este libro me parece terrible. Por más que intento abrazar la cruz, no logro dejar de llorar y por más que intento pensar en las glorias futuras, no logro que me interesen.

Sí, hermanita amada, comprendo que tu corazón está sufriendo mucho, y me hiciste recordar tiempos de sumo dolor para mí, en que no podía más que rechazar lo que estaba viviendo y mucho menos podía pensar en abrazar mi cruz, y también lloraba, lloraba tanto que, no cabía en mi mente la posibilidad de que un día pudieran secarse.
Recuerdo que alguien me dijo que debían contratarme como llorona para los sepelios. Esas palabras resonaban en mi mente, y fueron un golpe bajo a mi orgullo, a mi amor propio, a mi soberbia, y por consecuencia di entrada a un gran resentimiento. Decidí no volver a llorar para no darle gusto a nadie, otra vez mi soberbia surgía, y fue un año entero, en que no lloré, pero mi alma, mi corazón lloraban por dentro, e iba guardando todo dentro de mí. Se venía a mi mente la imagen de Jesús cuando sudaba gotas de sangre en el Huerto de los olivos; pero estaba tan encerrada en mi egoísmo, que no podía contemplar más allá de mis ojos.

Un día, no pudiendo más, sintiéndome ahogar, reventé a llorar a gritos, postrada frente al Cristo, y le pedía, le rogaba también a gritos su ayuda. Ahora eran mis lágrimas para Él, todas las lágrimas reprimidas que ya no cabían más en mi corazón. Nuevamente se vinieron a mi mente las palabras de Jesús en el Huerto, cuando decía: "Padre, si quieres, puedes quitar de mí este cáliz; pero no se haga lo que yo quiero sino lo que quieras Tú".
Solté mis resistencias a sufrir, me abandoné en sus brazos, y de pronto, comencé a sentir una gran paz en mi corazón y en mi alma. Todo era obra de la gracia. ¡Bendito sea Dios!
Ahora puedo decir: Benditas lágrimas que nos ha dado nuestro amado Dios para el desahogo de nuestra alma. Con los años, pude valorarlas y dar gracias a Dios por la fortaleza que de ellas fue brotando.

Cita:
Por más que intente meditar la Pasión de Jesús, no logro ver más que mi dolor. Por más que lea y relea los libros de santos acerca de los beneficios de la cruz, no logro que me den alegría. Por más que intente salir de mi, no logro despegarme de mi misma, por más que intente no protestar, no logro acallar mi alma.

Así es, amada hermanita. Cuando uno está sufriendo inútilmente, entra en una oscuridad el alma, que la priva de capacidad para meditar. Quiere uno rezar, y la oración no sabe a nada. ¿Dónde puede entrar Dios en esos momentos? ¿Cómo poder meditar en la Pasión, si la estamos viviendo como humanos? ¿Cuál beneficios de la cruz, si lo que intenta uno es no sufrir más? ¿Cuál alegría si nuestro corazón está sangrando? Viene la rebeldía, siente uno la necesidad de culpar a alguien, y se revela la naturaleza humana. Y cuantas veces pudiera uno hasta culpara a Dios.
Pobre nuestro Dios que a nuestras ofensas, siempre calla, y contempla desde su Cruz, con lágrimas en los ojos, nuestro sufrimiento.
Puedo decirte que contemplando la Cruz, Dios mismo me hizo comprender el misterio del sufrimiento. Pero esto no fue fácil, nada fácil.
Comencé por hacer pequeños actos de humildad para llegar a ser humilde, que ciertamente, en cada momento debo practicar esta virtud debido a mi temperamento.
Tuve que hacer pequeños actos de paciencia y mansedumbre, para lograr en algo, ser paciente y mansa. Por eso es bueno, tener un conocimiento de uno mismo, para saber qué es lo que tengo que combatir de mí misma. Porque resultaba, que el único enemigo que tenía, era yo misma. Yo, que no quería sino hacer mi voluntad. Yo que no quería dejar de sufrir inútilmente y esas actitudes sólo a mí me dañaban, porque era más fácil tirarme a víctima y sentir autocompasión, que, decir: "Ya basta". Y preguntarme: ¿Puedo cambiar en algo esta situación?
¡Sí! Adelante. Hacer todo lo que esté de nuestra parte para cambiarlo, pero... ¿No puedo cambiar nada? Entonces, con humildad, postrarse ante el Cristo y decirle:
"Padre, en tus manos me pongo, haz de mí lo que quieras. Por todo lo que hagas de mí, te doy gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal de que tu voluntad se haga en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Dios mío. Pongo mi alma entre tus manos, te la doy Dios mío, con todo el ardor de mi corazón porque te amo, y es para mí una necesidad de amor el darme, el entregarme entre tus manos sin medida, con infinita confianza, porque Tú, eres mi Padre. Amén.
Y todas las resistencias, caen al suelo.
Cita:
Procuro poner mi boca en el polvo y hartarme de oprobios, pero no logro encontrar la paz.
A veces, temo terminar borracha y resentida tirada en una esquina o ahorcada o debajo de un tren o que mi fe se convierta en una obligación tipo cadena perpetua.
En fin...

Sólo cada persona sabe el fondo de sufrimiento que desea tocar, hasta que decida decir ¡Basta!

En realidad, siento que en tu temor, no es precisamente lo que desearías hacer. Lo que uno quisiera es que los problemas se resolvieran, que las cosas cambiaran, que no sufriera uno más.
Pero, la fe nunca se podrá convertir en una obligación tipo cadena perpetua. La fe, es una virtud que Dios nos dona, para sostenernos en todo momento. La fe es quien en medio de las tribulaciones en que no se comprende nada, no se ve nada, nos va guiando, iluminada por la razón.

Pero también debe ir acompañada de la esperanza.
Esperanza de qué? De que un día, las cosas cambiarán. De hecho, el día en que soltamos las resistencias y aceptamos todo lo que nos corresponde vivir; ese día, las cosas comienzan a cambiar.
En nuestro ser tan limitado, no tiene uno dereco a cambiar nada ni a nadie. Pero sí, tenemos todo el derecho y la obligación de cambiarnos a nosotros mismos. Y cuando uno acepta esto, la óptica desde donde contemplamos los hechos y a las personas en la vida, se va transformando. Va uno contemplando a través de los ojos de Jesús. Y encuentras que todo es hermoso. La amargura no permitía que lo descubriéramos.
Y comienza uno a descubrir el amor, la fuerza motora que mueve al mundo. Y comienza uno a amarse, tal como Dios nos ama. Y por consecuencia, ama uno a Dios con tal fuerza que, ese amor, no pudiéndose contener, se transforma en caridad, y tiene la necesidad de derramarse hacia los hermanos. Y la paz, viene a inundar el alma, y esa es la verdadera felicidad.
Esto que te transmito, no son sólo simples palabras dichas sin sentido. Son producto de una experiencia vivida a través de los años de luchar fuertemente para negarme a mí misma, pero siempre confiando en la Misericordia de Dios que, está siempre pronto a perdonarnos, por su gran amor por nosotros.
Y Él te ama tanto, que aunque pudiese sentirse como utopía, se podría decir que todo lo que sucede en nuestras vidas, son cariños del Padre, que tiene un plan de salvación para cada ti, aunque no lo comprendas de momento. Las cosas se pueden ver con objetividad, cuando, pasando los años, ve uno su vida retrospectivamente, y sólo puede uno alabra y dar gracias a Dios, por su gran Sabiduría. Recuerda:

Atrás de la montaña que oscurece la creación, siempre está oculto el Sol.

¡Cuánto Dios te ama! ¡Déjate amar por Él!


Recibe todo mi amor en Cristo y Dios te bendiga en los Corazones Misericordiosos de Jesús y María.
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MensajePublicado: Vie Mar 07, 2008 9:49 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
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Tessi, te comparto estas hermosas palabras de Padre Pío:
«En primer lugar, tengo que decirte que Jesús tiene necesidad de quien llore por él por la iniquidad de los hombres, y por este motivo me lleva por los caminos del sufrimiento. Pero sea siempre bendito su amor, que sabe mezclar lo dulce con lo amargo y convertir en premio las penas pasajeras de la vida».

(Epist. III, p. 448)

¡Animo, Dios y nuestra Madre Santísima siempre son contigo!
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MensajePublicado: Vie Mar 07, 2008 5:04 pm    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
Responder citando

Cita:
Pero, la fe nunca se podrá convertir en una obligación tipo cadena perpetua. La fe, es una virtud que Dios nos dona, para sostenernos en todo momento. La fe es quien en medio de las tribulaciones en que no se comprende nada, no se ve nada, nos va guiando, iluminada por la razón.


Con lo de la fe como cadena perpetua quiero decir la vida según el Evangelio. Una vez, alguien me dijo "vos tenés una naturaleza estoica" y me di cuenta de que es cierto. Más allá de la fe, yo "me la banco". Eso sería así aunque yo no tuviera fe. Entonces, mi actitud termina siendo como la de un "centinela que aguarda la aurora". Pero como no hay aurora, mi mente va adoptando esa actitud de "se ha desvanecido nuestra esperanza, todo ha acabado para nosotros" y solo me queda esperar la muerte como un condenado; porque si rezo y "espero", me pongo a llorar; tengo que distraerme en Misa para no llorar, tengo que rezar mecánicamente para no llorar, tengo que ser tipo computadora para no llorar.[/quote]
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MensajePublicado: Sab Mar 08, 2008 2:57 pm    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
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«Comprendo bien, hija mía, que tu Calvario te resulte cada día más doloroso. Pero piensa que Jesús ha llevado a cabo la obra de nuestra redención en el Calvario y que en el Calvario debe completarse la salvación de las almas redimidas. (Padre San Pío, Epist. III, p. 448
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MensajePublicado: Sab Mar 08, 2008 3:04 pm    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
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Santo Evangelio según San Juan 11,1-45:

«Yo soy la resurrección y la vida
»




«Había un hombre enfermo, Lázaro de Betania, del pueblo de María y de su hermana Marta. María era la misma que derramó perfume sobre el Señor y le secó los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro era el que estaba enfermo.
Las hermanas enviaron a decir a Jesús: "Señor, el que tú amas, está enfermo". Al oír esto, Jesús dijo: "Esta enfermedad no es mortal; es para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella".
Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro. Sin embargo, cuando oyó que este se encontraba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. Después dijo a sus discípulos: "Volvamos a Judea".
Los discípulos le dijeron: "Maestro, hace poco los judíos querían apedrearte, ¿quieres volver allá?". Jesús les respondió: "¿Acaso no son doce las horas del día? El que camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo;
en cambio, el que camina de noche tropieza, porque la luz no está en él".
Después agregó: "Nuestro amigo Lázaro duerme, pero yo voy a despertarlo". Sus discípulos le dijeron: "Señor, si duerme, se curará". Ellos pensaban que hablaba del sueño, pero Jesús se refería a la muerte. Entonces les dijo abiertamente: "Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de no haber estado allí, a fin de que crean. Vayamos a verlo". Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: "Vayamos también nosotros a morir con él".

Cuando Jesús llegó, se encontró con que Lázaro estaba sepultado desde hacía cuatro días. Betania distaba de Jerusalén sólo unos tres kilómetros. Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano. Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa.
Marta dijo a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas".
Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará". Marta le respondió: "Sé que resucitará en la resurrección del último día".
Jesús le dijo: "Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?". Ella le respondió: "Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo".
Después fue a llamar a María, su hermana, y le dijo en voz baja: "El Maestro está aquí y te llama". Al oír esto, ella se levantó rápidamente y fue a su encuentro. Jesús no había llegado todavía al pueblo, sino que estaba en el mismo sitio donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban en la casa consolando a María, al ver que esta se levantaba de repente y salía, la siguieron, pensando que iba al sepulcro para llorar allí.
María llegó a donde estaba Jesús y, al verlo, se postró a sus pies y le dijo: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto". Jesús, al verla llorar a ella, y también a los judíos que la acompañaban, conmovido y turbado, preguntó: "¿Dónde lo pusieron?". Le respondieron: "Ven, Señor, y lo verás". Y Jesús lloró. Los judíos dijeron: "¡Cómo lo amaba!". Pero algunos decían: "Este que abrió los ojos del ciego de nacimiento, ¿no podría impedir que Lázaro muriera?".
Jesús, conmoviéndose nuevamente, llegó al sepulcro, que era una cueva con una piedra encima, y dijo: "Quiten la piedra". Marta, la hermana del difunto, le respondió: "Señor, huele mal; ya hace cuatro días que está muerto".
Jesús le dijo: "¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?".
Entonces quitaron la piedra, y Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: "Padre, te doy gracias porque me oíste. Yo sé que siempre me oyes, pero lo he dicho por esta gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado".
Después de decir esto, gritó con voz fuerte: "¡Lázaro, ven afuera!".
El muerto salió con los pies y las manos atados con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: "Desátenlo para que pueda caminar". Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él.» Palabra del Señor: Gloria a ti, Señor Jesús.
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MensajePublicado: Sab Mar 08, 2008 3:05 pm    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
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Santo Evangelio según San Juan 11,1-45:

«Yo soy la resurrección y la vida
»




«Había un hombre enfermo, Lázaro de Betania, del pueblo de María y de su hermana Marta. María era la misma que derramó perfume sobre el Señor y le secó los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro era el que estaba enfermo.
Las hermanas enviaron a decir a Jesús: "Señor, el que tú amas, está enfermo". Al oír esto, Jesús dijo: "Esta enfermedad no es mortal; es para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella".
Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro. Sin embargo, cuando oyó que este se encontraba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. Después dijo a sus discípulos: "Volvamos a Judea".
Los discípulos le dijeron: "Maestro, hace poco los judíos querían apedrearte, ¿quieres volver allá?". Jesús les respondió: "¿Acaso no son doce las horas del día? El que camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo;
en cambio, el que camina de noche tropieza, porque la luz no está en él".
Después agregó: "Nuestro amigo Lázaro duerme, pero yo voy a despertarlo". Sus discípulos le dijeron: "Señor, si duerme, se curará". Ellos pensaban que hablaba del sueño, pero Jesús se refería a la muerte. Entonces les dijo abiertamente: "Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de no haber estado allí, a fin de que crean. Vayamos a verlo". Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: "Vayamos también nosotros a morir con él".

Cuando Jesús llegó, se encontró con que Lázaro estaba sepultado desde hacía cuatro días. Betania distaba de Jerusalén sólo unos tres kilómetros. Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano. Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa.
Marta dijo a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas".
Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará". Marta le respondió: "Sé que resucitará en la resurrección del último día".
Jesús le dijo: "Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?". Ella le respondió: "Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo".
Después fue a llamar a María, su hermana, y le dijo en voz baja: "El Maestro está aquí y te llama". Al oír esto, ella se levantó rápidamente y fue a su encuentro. Jesús no había llegado todavía al pueblo, sino que estaba en el mismo sitio donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban en la casa consolando a María, al ver que esta se levantaba de repente y salía, la siguieron, pensando que iba al sepulcro para llorar allí.
María llegó a donde estaba Jesús y, al verlo, se postró a sus pies y le dijo: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto". Jesús, al verla llorar a ella, y también a los judíos que la acompañaban, conmovido y turbado, preguntó: "¿Dónde lo pusieron?". Le respondieron: "Ven, Señor, y lo verás". Y Jesús lloró. Los judíos dijeron: "¡Cómo lo amaba!". Pero algunos decían: "Este que abrió los ojos del ciego de nacimiento, ¿no podría impedir que Lázaro muriera?".
Jesús, conmoviéndose nuevamente, llegó al sepulcro, que era una cueva con una piedra encima, y dijo: "Quiten la piedra". Marta, la hermana del difunto, le respondió: "Señor, huele mal; ya hace cuatro días que está muerto".
Jesús le dijo: "¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?".
Entonces quitaron la piedra, y Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: "Padre, te doy gracias porque me oíste. Yo sé que siempre me oyes, pero lo he dicho por esta gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado".
Después de decir esto, gritó con voz fuerte: "¡Lázaro, ven afuera!".
El muerto salió con los pies y las manos atados con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: "Desátenlo para que pueda caminar". Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él.» Palabra del Señor: Gloria a ti, Señor Jesús.
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Evangelina M. de Terrazas
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MensajePublicado: Dom Mar 09, 2008 12:20 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
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tessi escribió:
Cita:
Pero, la fe nunca se podrá convertir en una obligación tipo cadena perpetua. La fe, es una virtud que Dios nos dona, para sostenernos en todo momento. La fe es quien en medio de las tribulaciones en que no se comprende nada, no se ve nada, nos va guiando, iluminada por la razón.


Con lo de la fe como cadena perpetua quiero decir la vida según el Evangelio. Una vez, alguien me dijo "vos tenés una naturaleza estoica" y me di cuenta de que es cierto. Más allá de la fe, yo "me la banco". Eso sería así aunque yo no tuviera fe. Entonces, mi actitud termina siendo como la de un "centinela que aguarda la aurora". Pero como no hay aurora, mi mente va adoptando esa actitud de "se ha desvanecido nuestra esperanza, todo ha acabado para nosotros" y solo me queda esperar la muerte como un condenado; porque si rezo y "espero", me pongo a llorar; tengo que distraerme en Misa para no llorar, tengo que rezar mecánicamente para no llorar, tengo que ser tipo computadora para no llorar.
[/quote]
Tessi, amada hermanita en Cristo: ¡Paz en tu corazón!
Bueno, perdona mi ignorancia, pero hay algunas expresiones tuyas que no alcanzo a comprender.
Lo que puedo percibir es, que tu mente está controlando tus actitudes, sobre todo en la forma subjetiva en que contemplas las cosas.

No conozco la situación que estás viviendo, pero haz un esfuerzo a que prevalezca en ti la esperanza, de que las cosas cambiarán. Tal vez no como tú quisieras, ni en el tiempo en que tú esperas; sino en la fuerza de la acción de Dios, dueño absoluto de la vida y del tiempo; y que tiene un plan de salvación para cada uno de nosotros. Las cosas llegarán a su debido tiempo.
Es el amor a Dios y su gracia, quienes transforman nuestra vida. A veces la fe es débil, pero como virtud teologal, hay que estar pidiéndola para que se acrecente.
No temas llorar, si tu corazón lo siente así, deja que las lágrimas broten sin importar el qué dirá de los que te rodeen.
A mí me sucede, cuando estoy ante el Santísimo y siento su Infinito amor, no puedo detener mis lágrimas. No digamos cuando medito la Pasión de Cristo, son incontenibles.
Pero también las lágrimas pueden ser un don, otorgado por Dios. Decía Santa Teresa: "Las lágrimas brotan aunque no se pretendan".
Y eso, cuando estaban relacionadas a la Pasión de Cristo, o de gozo, cuando se experimentaba a Dios.

Por otro lado, deja que las cosas vayan llegando solas, no salgas a buscarlas, ya que al imaginar algo de lo que pudiese suceder, te produce un gran desgaste físico y emocional, que al fin y al cabo, las cosas que se imaginan no llegan, sólo son producto de la mente que no puede dejar de pensar.

Es necesario con prácticas, acostumbrar tanto al cuerpo como a la mente, a estar sujetadas. Que seas tú quien controlas tus pensamientos, y no que ellos te controlen a ti. Igualmente a tu cuerpo.
Pero si tu alma tiene la necesidad de llorar, déjala libre y llora todo lo que sea necesario. Ya un día, verás en que el Espíritu Consolador, vendrá sobre ti, y pondrá orden en tu alma.

Recibe todo mi amor en Cristo y Dios te bendiga en los Corazones Misericordiosos de Jesús y María.
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Evangelina M. de Terrazas
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MensajePublicado: Dom Mar 09, 2008 7:21 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
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Amados hermanos y hermanas en Cristo: ¡Paz en sus corazones!
Comienzamos a compartirles este hermosísimo Santo Rosario, para después entrar en la meditación de las Horas de la Pasión.

ROSARIO EN HONOR A NUESTRA SEÑORA DE LAS LÁGRIMAS.
(Imprimatur: + Francisco, Obispo de Campinas, Brasil, 8 de Marzo de 1934)

><>+<><

¡Oh Jesús Crucificado! postrado a tus pies te ofrecemos las lágrimas de tu Madre Santísima que te acompañó con ardiente y compasivo amor en el doloroso camino de la Cruz, concédenos. ¡Oh buen Maestro!, que sigamos de todo corazón las enseñanzas que por medio de sus lágrimas nos ha dado para que, cumpliendo su santísima voluntad en la tierra, nos hagamos dignos del honor de alabarte en el Cielo por toda la eternidad. Amén.

MEDITACION DE LOS 7 DOLORES DE MARIA SANTISIMA.

* PRIMER DOLOR

La aflicción que causó a su tierno corazón la profecía del anciano Simeón, cuando le dijo: “¡Y a ti misma, una espada te atravesará el alma!” (Lucas, 2:35).

Madre mía, por el dolor que tuviste al presentar al templo a tu divino Hijo, cuando Simeón te profetizo que una espada de dolor traspasaría tu corazón, te ruego me concedas purificar el mío en la penitencia para que puedas presentarlo a Dios en la Eternidad. Amadísima Madre, concédeme la virtud de la humildad y el don de la sabiduría. (Un Ave María).

En lugar del Padre Nuestro se dice 1 vez:
V: ¡Oh Jesús, mira las lágrimas de quien tanto te amó en la tierra!
R: Y que te ama ahora aún más ardientemente en el cielo.

En lugar del Ave María se dice 7 veces:
V: ¡Oh Jesús!, oye nuestras oraciones!
R: Por las lágrimas de Sangre de tu Santísima Madre.

* SEGUNDO DOLOR
La angustia que padeció su sensibilísimo corazón, en la huida y permaneció en Egipto (Mt., 2:13-15) por que Herodes quería matar al niño.

Madre mía, por el dolor que tuviste huyendo a Egipto con tu Hijo, dígnate concederme el firme y constante propósito de huir de las ocasiones de pecar, Amadísima madre, concédeme la virtud de la liberalidad, principalmente con los pobres y el don del entendimiento. (Ave María)

V: ¡Oh Jesús, mira las lágrimas de quien tanto te amó en la tierra!
R: Y que te ama ahora aún más ardientemente en el cielo.

V: ¡Oh Jesús!, oye nuestras oraciones.
R: Por las lágrimas de Sangre tu Santísima Madre.

* TERCER DOLOR
Las congojas que experimentó su solísimo corazón, en la perdida de su Hijo Jesús, (Lc 2:41-50).

Madre mía, por el dolor que tuviste al perder al Niño Jesús en el templo, concédeme que cuando yo lo pierda desgraciadamente por el pecado, lo busque con empeño y dolor hasta encontrarlo en el Santísimo Sacramento. Amadísima Madre, concédeme la virtud de la castidad y el don del consejo. (Ave María).

V: ¡Oh Jesús, mira las lágrimas de quien tanto te amó en la tierra!
R: Y que te ama ahora, aún más ardientemente en el cielo.

V: ¡Oh Jesús!, oye nuestras oraciones.
R: Por las lágrimas de Sangre de tu Santísima Madre.

* CUARTO DOLOR.
La consternación que sintió su maternal corazón al encontrar a su hijo Jesús, llevando la cruz a cuestas (Lc 23:27ss).

Por el dolor que tuviste, Madre mía, al ver a tu Divino Hijo cargando con la Cruz que le pusieron mis pecados, dame tu gracia para no hacer más pesada la carga de mi Jesús con nuevas culpas. Amadísima Madre, concédeme la virtud de la paciencia y el don de la fortaleza. (Ave María).

V: ¡Oh Jesús, mira las lágrimas de quien tanto te amó en la tierra!
R: Y que te ama ahora aún más ardientemente en el cielo.

V: ¡Oh Jesús!, oye nuestras oraciones.
R: Por las lágrimas de Sangre de tu Santísima Madre.

* QUINTO DOLOR
El martirio de su generoso corazón asistiendo a su Hijo Jesús en la agonía. (Juan, 19:25-27).

Por el dolor que te causó la crucifixión de tu Divino hijo, concédeme, madre mía, que venza mis pasiones y acepte, por amor a cristo, las cruces que se digne enviarme; dame gracias para sufrirlas con paciencia y resignación. Amadísima Madre, concédeme la virtud de la templaza y el don de la ciencia. (Ave María).

V: ¡Oh Jesús, mira las lágrimas de quien tanto te amó en la tierra!
R: Y que te ama ahora aún más ardientemente en el cielo.

V: ¡Oh Jesús!, oye nuestras oraciones.
R: Por las lágrimas de Sangre de tu Santísima Madre.

* SEXTO DOLOR
La herida que sufrió su piadoso corazón, en la lanzada que abrió el costado de su Hijo (Juan, 19:31-37).

Madre mía, por el inmenso dolor que te causo recibir en tus santos brazos el Cuerpo exánime de tu hijo Divino, concédeme, te lo ruego, que cuando se digne venir a mi corazón, lo reciba yo con las debidas disposiciones y que jamás lo profane comulgando indignamente. Amadísima Madre, concédeme la virtud de la caridad y el don de la piedad. (Ave María).

V: ¡Oh Jesús, mira las lágrimas de quien tanto te amó en la tierra!
R: Y que te ama ahora aún más ardientemente en el cielo.

V: ¡Oh Jesús!, oye nuestras oraciones.
R: Por las lágrimas de Sangre de tu Santísima Madre.

* SEPTIMO DOLOR
El desconsuelo y desamparo que sufrió su amantísimo corazón en la sepultura de su Hijo Jesús (Juan, 19:38-41).

Madre mía, por el dolor que sufriste cuando tu divino hijo fue sepultado, concédeme la gracia de que no muera yo sin antes haber sepultado en el abismo de una buena confesión hasta el ultimo de mis pecados, para que seas Tú, mi amorosísima Madre, quien me conduzca ante la infinita Misericordia de tu Hijo Jesús. Amadísima Madre, concédeme la virtud de la diligencia y el don del santo temor de Dios. (Ave María).

V: ¡Oh Jesús, mira las lágrimas de quien tanto te amó en la tierra!
R: Y que te ama ahora aún más ardientemente en el cielo.

V: ¡Oh Jesús!, oye nuestras oraciones.
R: Por las lágrimas de Sangre de tu Santísima Madre.

(Al terminar se dice tres veces):

V: ¡Oh Jesús!, mira las lágrimas de quién tanto te amo en la tierra.
R: Y que te ama ahora aún más ardientemente en el cielo.

><>+<><

LETANÍAS DE NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES

Señor... Ten piedad de Nosotros
Cristo... Ten piedad de Nosotros
Señor... Ten piedad de nosotros
Cristo... Óyenos
Cristo… Escúchanos


Dios Padre Celestial...........................TEN PIEDAD DE NOSOTROS
Dios Hijo redentor del Mundo
Dios Espíritu Santo
Trinidad Santa que eres un solo Dios

Santa María.......................................RUEGA POR NOSOTROS
Santa Madre de Dios
Santa Virgen de las Vírgenes
Madre Crucificada
Madre de los Dolores
Madre bañada en lágrimas
Madre afligida
Madre abandonada
Madre Desolada
Madre privada de su hijo
Madre traspasada con una espada
Madre llena de angustias
Madre clavada con el corazón en la cruz
Madre llena de tristezas
Fuente de lágrimas
Abismo de tribulaciones
Espejo de paciencia
Roca de constancia
Ancora de confianza
Refugio de los abandonados
Escudo de los oprimidos
Triunfadora de los incrédulos
Alivio de los desdichados
Remedio de los enfermos
Fuerza de los débiles
Puerto de los náufragos
Calma de las tempestades
Recurso de los afligidos
Terror de los Malvados
Tesoro de los fieles
Ojo de los profetas
Sostén de los Apóstoles
Corona de los Mártires
Luz de los confesores
Consuelo de las viudas

*Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo.
R: Perdónanos Señor.
*Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo.
R: Escúchanos Señor.
*Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo.
R: Ten piedad y misericordia de nosotros.

* Míranos y líbranos de todas las angustias por la virtud de Jesucristo. Amen.

* Escribe, ¡Oh Señora!, tus heridas en mi corazón, para que en ellas lea tu dolor y tu amor; tu dolor para sufrir por ti todo dolor; tu amor para despreciar por ti todo amor mundano. ¡Oh María!, por tu amor y tus dolores, salva a los pobres pecadores.


V. Ruega por nosotros, Virgen Dolorosísima.
R. Para que seamos dignos de las promesas de Jesucristo. Amén.

(Esta letanía fue escrita por Pío VII durante su destierro, el mismo Papa concedió indulgencia plenaria a los que rezarán en viernes).

ORACIÓN
¡Oh María!, Madre del amor, del dolor y de la compasión, te rogamos que unas nuestras oraciones con las tuyas para que Jesús, Tu Hijo divino a quien invocamos, oiga nuestras súplicas en nombre de tus lágrimas maternales y nos conceda la paz que tan ardientemente buscamos, para que así podamos obtener la corona de la eternidad. Amén.

ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LA LÁGRIMAS
¡Oh Santísima Virgen María! Tú eres nuestro tesoro. Con el corazón lleno de confianza vengo a pedirte la gracia de participar de los frutos de tus lágrimas benditas.

¡Madre de la Divina Gracia! Te encomiendo todas mis angustias y necesidades, para que conformándome con la Voluntad divina pueda, por los meritos de tus lágrimas, soportar los trabajos y aficiones de la vida.
¡Madre del Divino Amor! Tu has llorado por que me has amado, por eso tus lagrimas serán siempre para mi como fresco roció y una inagotable fuente de gracias para mi alma agradecida y llena de amor filial.

Tus lagrimas, ¡Oh Virgen Inmaculada!, tienen un valor inmenso ante el trono del Omnipotente, por lo tanto te ruego que me concedas la gracia que necesito para vencer al espíritu del mal, para que por el amor Misericordioso del Señor pueda hacerme digno del favor que tan ardientemente solicito para mi santificación. ¡Oh que afortunado y feliz seré entonces!

CONSAGRACIÓN

¡Oh bienaventurada Virgen María!, tan ardientemente amada de Dios. A ti te consagro mis ojos, mis oídos, mi boca, mi corazón y todo mi ser.
Confiando en tu maternal protección cada día pero particularmente a la hora de mi muerte, me confió a tu especial ternura como hijo y posesión tuya.
Oh Virgen Dolorosa, con frecuencia daré gracias al Señor por las lágrimas que has derramado por las almas. Cada momento del día cantare tus alabanzas. Con toda confianza imploro tu maternal protección para llegar a ser una fiel imagen de mi Divino y Humilde Jesús Crucificado.
Sean eternamente alabados Jesús y María, en los corazones de sus hijos agradecidos. Amén.


CÁNTICO A NUESTRA SEÑORA.
Proclama mi alma la grandeza del Señor
se aelgra mi espíritu en Dios mi salvador,
porque ha mirado la humillación de su esclava

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí;
Su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proesas con su brazo
dispersa a los soberbios de corazón
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
a favor de Abraham y su descendencia por siempre

Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo,
Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

Todos:
¡Alabemos a María, la Madre de Dios!
¡Ensalcemos a María, la Madre de Dios!
¡Glorifiquemos a María, la Madre de Dios!
¡Alabémosla, Ensalcémosla, Glorifiquémosla Eternamente! Amen.


ORACIÓN AL SEÑOR POR INTERCESIÓN DE SAN PÍO DE PIETRELCINA
Oh Dios, que a San Pío de Pietrelcina, sacerdote capuchino, le has concedido el insigne privilegio de participar, de modo admirable, de la pasión de tu Hijo: concédeme, por su intercesión, la gracia de....... que ardientemente deseo, y otórgame sobre todo, que yo me conforme a la muerte de Jesús para alcanzar después la gloria de la resurreción.
* Gloria al Padre... (3 veces)

Consagración final y Bendición:
¡Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea! Pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza; a Ti, Celestial Princesa, Virgen Sagrada María, yo te ofrezco en este día, alma, vida y corazón, mírame con compasión, no me dejes Madre mía sin tu santa bendición.

¡Dulce Madre! No te alejes, tu vista de nosotros no apartes, ven con nosotros a todas partes y solos nunca nos dejes. Y ya que nos proteges tanto, como verdadera Madre, cúbrenos con tu manto, y haz que nos bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Amén.

V: + Ave María Purísima
R: + Sin pecado concebida

><>+<><

Reciban todo mi amor en Cristo, y Dios los bendiga en los Corazones Miseriocordiosos de Jesús y María.
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Evangelina M. de Terrazas
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MensajePublicado: Dom Mar 09, 2008 7:40 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
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OREMOS:

“ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN DEL MUNDO, AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA”
S.S. Juan Pablo II, 1984.

1. "Recurrimos a tu protección, Oh! Santa Madre de Dios."
Al repetir las palabras de esta antífona, con la cual la Iglesia de Cristo ha orado por siglos, nos vemos hoy ante ti, Madre.
Nos encontramos unidos con muchos hermanos alrededor del mundo que en el dia de Hoy renovan esta consagracion

En el vínculo de esta unión, pronunciamos las palabras de la presente consagración, en las que deseamos incluir, una vez más, las esperanzas y ansiedades del mundo moderno.

La Iglesia, teniendo en cuenta las palabras del Señor: "Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes....Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo." (Mt 28:19-20), ha dado, en el Concilio Vaticano II, vida fresca al conocimiento de su misión en este mundo.

Por lo tanto, Oh Madre de los individuos y de los pueblos, tu que conoces todos sus sufrimientos y sus esperanzas, tu que tienes el conocimiento materno de todas las batallas entre el bien y el mal, entre la luz y la oscuridad, que afligen al mundo moderno, acepta nuestra súplica que dirigimos a tu Corazón movidos por el Espíritu Santo.

Abraza, con el amor de Madre y de Sierva del Señor, este nuestro mundo, que confiamos y consagramos a ti, ya que estamos llenos de preocupación por el destino terrenal y eterno de los individuos y de los pueblos.

De un modo especial te confiamos y consagramos a ti a aquellos individuos y naciones que particularmente necesitan ser confiados y consagrados.

"Recurrimos a tu protección, santa Madre de Dios ": no desprecies nuestras peticiones en momentos de necesidad.

2. Contémplanos, mientras nos encontrarnos frente a ti, Madre de Cristo, ante tu Inmaculado Corazón. Deseamos, junto a toda la Iglesia, unirnos a la consagración, que por amor a nosotros, tu Hijo hizo al Padre: " Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad”. (Jn 17, 19). Deseamos unirnos a nuestro Redentor, en esta Su consagración para el mundo y para la raza humana, la cual, en su Corazón divino, tiene el poder para obtener el perdón y asegurar la reparación.

El poder de esta consagración, dura por toda la eternidad. Esta supera toda maldad que el espíritu de maldad pueda provocar, y que de hecho ha provocado en nuestro tiempo, en el corazón del hombre y de su historia.

¡Seas tú bendita, sobre todas las criaturas, tú la Sierva del Señor, quien obedeciste, en su totalidad, el llamado divino!

¡Gracias a ti, estamos totalmente unidos a la consagración redentora de tu Hijo!

¡Madre de la Iglesia! ¡Ilumina al Pueblo de Dios en el camino de la fe, esperanza y amor! Ayúdanos a vivir en la verdad de la consagración de Cristo por toda la familia humana el mundo moderno.

3. Al encomendarte a tí, oh Madre, al mundo, a todos los individuos y personas, también te encomendamos esta consagración del mundo, colocándola en tu Corazón maternal.

¡Corazón Inmaculado! Ayúdanos a vencer las amenazas del maligno, que tan fácilmente se siembran en los corazones de la gente de hoy, y cuyos efectos inconmensurables ya hacen peso sobre nuestro mundo moderno y parecen bloquear nuestros caminos hacia el futuro!

De la escasez y de la guerra, libéranos.

De la guerra nuclear, de la incalculable auto destrucción, de todo tipo de guerra, libéranos.

De los pecados en contra de la vida del hombre desde su inicio, libéranos.

Del odio y de la reducción de la dignidad de los hijos de Dios, libéranos.

De toda clase de injusticia, en la vida de la sociedad, nacional e internacional, libéranos.

De la disposición a incumplir los mandamientos de Dios, libéranos.

De los intentos de sofocar en los corazones humanos, la verdad de Dios, libéranos.

De la perdida del sentido del bien y el mal, libéranos.

De los pecados contra el Espíritu Santo, libéranos, libéranos.


Acepta o Madre de Cristo, este grito cargado con los sufrimientos de todos los seres humanos, cargado con los sufrimientos de la sociedad.

Ayúdanos con el poder del Espíritu Santo, a vencer todo pecado: el pecado individual y el " pecado del mundo ", todas las manifestaciones del pecado.

Permite que sea revelado, una vez más en la historia del mundo, el infinito poder salvador de la Redención: ¡El poder del Amor misericordioso! ¡Que ponga un alto a la maldad! ¡Que transforme las conciencias! ¡Que tu Inmaculado Corazón revele para todos la luz de la Esperanza!

AMÉN.
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MensajePublicado: Lun Mar 10, 2008 9:27 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
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MEDITACIÓN

Una Comparación

La enorme ingratitud del hombre que no corresponde amor por amor y se olvida de cuanto por él ha sufrido el Sumo y Eterno Amante, se demuestra con esta comparación, propuesta por el gran Doctor de la Iglesia, San Alfonso M. De Ligorio, y que yo quiero reproducir aquí, ampliándola:

Un esclavo, por sus delitos fue condenado a muerte por un rey. Puesto en la cárcel, entre cadenas esperaba temblando el momento de ser conducido al patíbulo.
Pero el rey tenía un hijo único que era toda su delicia. Este joven Príncipe, por una bondad incomparable, tiempo hacía que había nutrido un gran afecto, junto con una gran compasión, por aquel mísero esclavo.

Habiendo conocido el estado infeliz en que aquel se encontraba, ya próximo a ser ajusticiado, fue invadido por tal dolor, por tan tierno y piadoso amor, que presentándose ante su padre y arrojándose a sus pies, con lágrimas y suspiros le suplicó que perdonara al mísero esclavo y que revocara la terrible sentencia.

El padre, que amaba intensamente a aquel su único hijo, fue presa también él de un profundo e inaudito dolor en lo más íntimo de su corazón, y dirigiéndose a su Hijo le dijo:

"Oh Hijo mío y delicia de mi corazón, grande es mi pena por haber sido obligado a condenar a muerte a aquel culpable esclavo, y tu bien conoces las inevitables exigencias de mi tremenda Justicia.
Tú sabes que Yo no puedo, sin gran deshonor mío, dispensarme de exigir una satisfacción digna de mi Majestad ultrajada; y la satisfacción puede venirme solo de la muerte del culpable, pues se necesita que mi Justicia sea satisfecha."

"Padre mío amantísimo, replicó el joven Príncipe, es tiempo ya de que Yo os manifieste que mi amor por este esclavo es tal y tanto que Yo no puedo resistir ante el solo pensamiento de su condena; por tanto, oh Padre mío, ya que vuestra justicia no puede revocar la terrible sentencia, Yo os pido una gracia, pero Vos, Padre mío, prometedme que me la concederéis."

"Hijo mío, agregó el Rey, Yo empeño mi palabra de que, con que no me pidas lo que pueda lesionar mi Justicia, cualquier otra gracia te la concederé.

" Empeñada así la palabra del Padre, el Hijo, rompiendo en lágrimas de amor le dijo: "Padre mío, Padre y Señor mío, aceptad otra víctima y dejad libre al esclavo..."
"¿Otra víctima?" exclamó el Padre, "Oh Hijo mío amadísimo, para poder Yo aceptar otra víctima en lugar del culpable, ésta debería ser no otro esclavo, no un ser cualquiera, sino una víctima digna de mi Majestad ofendida, uno igual a mí. ¿Y dónde encontrar a esta tal víctima?"

"Héme aquí, héme aquí Padre, esta Víctima soy Yo", respondió el hijo. "Ecce ego, mitte me (Is. 6, Cool. ¡Mandadme a Mi, mandadme a Mí a la muerte! ¡Muera Yo y viva el esclavo! ¡Esta es la gracia que os pido y que habéis empeñado vuestra palabra en concedérmela!".

Oh momento tremendo... El Rey no puede retirar su palabra... Su Justicia no puede evitar el tener una satisfacción... Y queda obligado a aceptar el cambio... y lo acepta.
Pero el generoso Hijo no está aún satisfecho, y le pide a su Padre otra gracia más y le dice:
"Padre mío, en este momento no podéis negarme nada, Yo os suplico que al esclavo culpable no solo lo perdonéis de corazón, sino que además lo toméis y lo recibáis como hijo en lugar mío, y lo hagáis partícipe en todos los bienes de vuestro Reino y heredero de los mismos."

¡El Rey y Padre está vencido! Traspasado por el dolor y profundamente conmovido concede todo al Hijo... El cual inmediatamente, despidiéndose de su Padre y Rey, se encamina a la prisión del esclavo, hace abrir la puerta, quita de sus manos las cadenas al culpable, lo besa tiernamente, lo estrecha a su noble corazón con un fuerte abrazo, y llorando le dice:

"¡Oh esclavo, mira cuánto te he amado! Eres ya libre, eres el nuevo hijo y el heredero del Rey, mi Padre, el cual te acogerá en su seno como a mi misma Persona, pero Yo voy a morir en lugar tuyo para satisfacer la Justicia de mi Padre y Rey.
¡Adiós, hermano mío amado, hijo de mi dolor y de mi muerte...!¿Ves cuánto te amo? ¡Tú pecaste y Yo pago por ti! Antes de morir sufriré, según la ley del Reino, mil torturas, que debías sufrir tú, y luego seré llevado al patíbulo!

Pero una sola cosa te pido: Que no te olvides de cuánto te amé y de cuanto por ti voy a sufrir. No me seas ingrato y me desconozcas, prométeme que te recordarás siempre de las torturas y de los tormentos a cuyo encuentro voy por amor a ti, y de la muerte ignominiosa que voy por ti solo a sufrir... ¿me lo prometes?".

En este punto considera, oh lector mío, cuál habría sido tu respuesta si tú te hubieras encontrado en el lugar de aquel esclavo culpable...

Seguramente que arrojándote a los pies de tan enamorado Príncipe, en medio de un diluvio de lágrimas le hubieras dicho:
" Oh generoso e inapreciable Príncipe! ¡Ah nobilísimo Corazón, rico de inefable Bondad y Caridad! ¿Qué habéis encontrado en mí para amarme hasta este exceso? Yo he pecado. Yo, miserable esclavo que nada valgo... seré libre, seré hijo del Gran Rey, partícipe de los bienes de su Reino, su heredero... Mi infelicidad será cambiada en una suerte tan inmensamente grande que no podría ni soñarla! ¡Y todo esto sólo porque Vos os habéis ofrecido a sufrir y a morir por mí, oh generosísimo Amante mío!

Y ahora Vos, en este momento en que os encamináis al encuentro de los tormentos y de la muerte en el Patíbulo por amor mío, me pedís de favor que yo no olvide vuestros dolores y vuestra muerte, ni el amor con el que, para hacerme feliz los abrazáis.

Ah, mi ternísimo Amante, ¿cómo podré jamás olvidarlos? ¡No, no! ¡Desde este momento mi vida no será sino una vida de lágrimas, pensando en cuánto habéis sufrido y la muerte que habéis encontrado por amor mío!

¡Os prometo, os juro que recorreré todos los días el mismo camino por el que ahora vais a morir, me postraré sobre vuestra tumba, y ahí pensaré en vuestro amor, en las ternuras para mí de vuestro nobilísimo Corazón; tendré continuamente en mi pensamiento las torturas que, por el riguroso decreto Real, me correspondía sufrir, y que Vos las habéis querido sufrir en lugar mío.

Meditaré continuamente en la agonía mortal, en la muerte lenta e ignominiosa que os será dada ante todo el pueblo. Y quiero tanto llorar y amaros que querré morir de dolor sobre vuestra tumba!".

Mi querido lector, mi devota lectora, vosotros habéis ya comprendido todo el significado de esta comparación, la cual, por cuanto conmovedora sea, está aún inmensamente lejana de poder representar los extremos de amor del Hijo Eterno de Dios por el hombre. Y no sólo por toda la humanidad, sino por cada alma en particular.

Cada uno de nosotros es ese esclavo culpable ante Dios, que es el Rey del Cielo y de la tierra; esclavo digno y merecedor de eterna muerte y eternos tormentos... El Hijo Unigénito de Dios, delicia eterna del Eterno Padre, lleno de amor infinito e incomprensible por este esclavo, se presentó al Padre y le dijo: "Padre mío, tu Divina Justicia exige una víctima digna de Ti para poder liberar a este mísero esclavo.

Nadie podrá jamás darte tan digna satisfacción, excepto Yo. ¡Pues bien... Muera Yo y viva el esclavo! "Ecce ego, mitte me". "Héme aquí envíame a la tierra, fórmame un cuerpo pasible, en el cual yo pueda experimentar los más atroces, los más inauditos tormentos y la muerte más dolorosa e ignominiosa por amor de este esclavo. Quiero ponerme enteramente en su lugar, me haré Yo el esclavo, me haré encadenar, me haré arrastrar a los tribunales, me someteré al juicio de inicuos jueces; de inocente pasaré a ser declarado reo y malhechor; pues quiero demostrar a este mísero esclavo hasta dónde llega mi amor por él.

Y con tal de que él sea libre y feliz, Yo me haré ultrajar, golpear, maldecir; me haré el oprobio, el vituperio de todos; seré semejante a un gusano que todos pisotean; pero te suplico, oh Padre mío, que el esclavo, siempre y cuando te sea fiel y agradecido, entre en tu Gracia como mi misma Persona, que Tú lo ames como me amas a Mí mismo, que él sea hijo adoptivo, que todos nuestros bienes eternos se los participes en vida y después de la muerte; que por los méritos de mi muerte en Cruz, él sea enriquecido de gracias, sea confortado en sus penas, le sean aliviados los indispensables dolores de la vida, le sirva de mérito eterno la misma necesaria penitencia por el pecado; tenga, en el final de su vida, una muerte tranquila y preciosa, y, de ahí, venga a reinar con Nosotros eternamente en nuestro mismo gozo."


Y así, o bastante mejor que así, habló el Verbo Divino a su Padre. Y el Padre, encendido de un igual amor por el mísero esclavo culpable que soy yo, que eres tú, oh lector o lectora míos, le concedió todo lo que con lágrimas, suspiros y clamores le pidió. Como dice el Apóstol: "Oravit cum lacrimis et clamore valido, et exauditus est pro reverentia sua." (Oró con lágrimas y clamor válido, y fue escuchado con reverencia. Hebreos 5, 7).

Y así sucedió que por este mísero esclavo rebelde, el Santo de los Santos, el Impecable, el Inocentísimo, el Cordero Inmaculado, se dio a toda clase de sufrimientos y vivió treinta y cuatro años ahogado en inefables penas, nunca interrumpidas ni por un solo instante, penas en el alma y en el cuerpo, y que luego todas se reunieron en su tremenda Pasión desde la tarde del Jueves hasta el Viernes Santo, en el que expiró como el más abyecto y el más nefando de los culpables, sobre el patíbulo, entonces infame, de la Cruz.

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En Jesús y María.
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Evangelina M. de Terrazas
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MensajePublicado: Mar Mar 11, 2008 10:18 am    Asunto:
Tema: "SE BUSCAN ALMAS VÍCTIMAS"
Responder citando

Amados hermanos y hermanas en Cristo: ¡Paz en sus corazones!
Esta semana, es dedicada al Scramento de la Reconciliación Cuaresmal. Les comparto los siguientes apartados, para que iluminados por el Espíritu santo y Su Palabra, podamos a través de una recta conciencia, hacer una buena confesión. Exponemos primero una reflexión:

LA CONFESIÓN
Fuente: La verdad católica-

La mejor manera para prepararnos a la confesión es considerar lo que Cristo quiso hacer al darnos el Sacramento de la Penitencia.

El día de su resurrección, cuando apareció en el cenáculo, donde estaban los apóstoles escondidos por miedo a los judíos díjoles: "La paz sea con vosotros". Como me envió mi Padre así os envío Yo". Diciendo esto, sopló y les dijo: "Recibid el espíritu Santo; a quienes perdonareis los pecados, les quedan perdonados; y a quienes se los retuviereis, quedan retenidos". (Juan XX, 21, 23). Así les dio el poder de reconciliar a los hombres con Dios.

Esta potestad sigue presente en la Iglesia. Los apóstoles la trasmitieron a sus sucesores; la cadena de sucesores llega hasta nosotros e nuestros Obispos. El día de su consagración episcopal recibieron – para comunicarlo a su vez a los que vengan.-, el mismo poder que Cristo dio a Pedro y a los doce. El Obispo delega su poder en sus sacerdotes, que son quienes le ayudan en la santificación del pueblo de Dios.

El sacerdote que está sentado en el confesionario oyendo las confesiones de otros cristianos y, que va a recibir dentro de un rato la propia mía, es el eslabón que me une con Cristo. El poder de Cristo está presente en él de tal manera que cuando levante la mano para darme la absolución, Cristo mismo me estará perdonando, aplicándome los méritos de su pasión y de su muerte.

Es posible que en ocasiones nos preguntemos por que es necesario confesarse. ¿No seria suficiente, en nuestro interior y desde el fondo de nuestro ser reconocernos culpables delante del Señor, mostrarle nuestro arrepentimiento y pedir de nuevo su Amor?.

La respuesta es clara y sencilla: para acercarnos a Dios, no toca a nosotros marcar el camino; Él es el Señor y no nosotros. De Él es la iniciativa; nosotros lo único que podemos, es escuchar con atención y cumplir con docilidad lo que disponga: Aquí no se trata de motivos humanos, ni de razonamientos. Para abrir nuestro interior a otro hombre en la confesión, necesitamos estar viviendo en la fe, no es la sabiduría o la santidad del Sacerdote lo que nos hace tomarlo como Juez, es su identificación con Cristo, conocida en la Fe y la aceptación completa, hasta el fondo, de la Voluntad de Cristo expresada en su palabras: "A quienes perdonareis los pecados les quedan perdonados", lo que nos hace decirle mi miseria como se las decimos a Dios.

Acercándonos a la Confesión con esta actitud de Fe, todo lo demás nos parecerá natural. Todo nos será comprensible, porque ya tenemos ojos para verlo. De lo que aquí se trata es, no de atormentarnos y castigarnos por nuestros errores, ni de humillara nuestra dignidad humana, ni siquiera de sentirnos tranquilos después de decir lo que nos atormenta a un confidente que sabes va a ser discreto. No. La Confesión es un mundo distinto de todos este, porqués del mundo de la Fe, del mundo de dios y Dios es diferente de nosotros.

La confesión, el Sacramento de la Penitencia, es el Amor que Dios nos brinda de nuevo, después de haberlo traicionado.

A pesar de que Él es el Santo, y nosotros somos nada, la Fe cristiana es acepción total y agradecida de que el Señor de toda santidad se acercó a nosotros y el día de nuestro Bautismo nos dio su propia Vida. "Cuando Israel era niño Yo le amé…yo enseñé a andar a Efraín, le llevé en mis brazos y le até con ataduras humanas, con ataduras de amor; fui para él como quien alza una creatura hasta tocar sus mejillas, y me bajaba hasta él para darle de comer" (Os. 11, 1-4). Dios nos ha hecho sus hijos, pero nos es muy difícil convencernos de ello. Muchas veces no nos interesa, porque hay otras cosas, cosas que nos llaman la atención, de esas que podemos palpar con nuestras manos y mirar con nuestros ojos, y nos olvidamos de Dios.

Pero Dios es bueno a pesar de que nosotros somos malos. Lo que sigue, todos lo hemos experimentado y basta reflexionar un poco par que nos demos cuenta que es ello una de las mayores pruebas de la bondad de Dios. Cuando volvemos la espalda a Dios, en una forma misteriosa pero muy real, en ocasiones en contra de lo que quisiéramos, sabemos que no se ha acabado todo. En el fondo de nosotros mismos sentimos su llamado; débil quizás, deformado por culpa nuestra a veces pero ahí está. Sigue en nosotros la Fe de nuestro Bautismo y Confianza en El en medio de nuestra miseria. Nuestra Fe se queda y quiere volver al Señor. Si el arrepentimiento se forma y queremos salir de nuestra rebeldía Cristo nos sale al encuentro con la Confesión.

El arrepentimiento
El arrepentimiento o dolor de los pecados es lo primero
.

Cuando nos sentimos culpables de algún pecado o de muchos, podemos tomar distintas actitudes, entre ellas:

Darnos cuenta que obramos mal, constatar que nuestra conducta fue equivocada.

Sentir vergüenza o asco de nosotros mismos, porque estuvimos muy por debajo de nuestra propia dignidad o de lo altivamente creíamos poder hacer.

Sentir un desasosiego interior que nos martirice cada vez que pensamos en aquello.

Cambiar toda nuestra manera de ver la realidad: sintiéndose impotentes, dejarnos caer en el desaliento, o bien iniciarnos en el camino del cinismo, sintiéndonos inclinados.

Considerarnos miserables e indignos ante los demás, especialmente ante aquellos que nos miran como personas respetables, que confían en nosotros o que nos tienen cariño.

Esas actitudes u otras parecidas no sirven de nada para el Sacramento de Penitencia. Algunas son de arrepentimiento, pero no de arrepentimiento cristiano. La Confesión es para reanudar nuestra amistad con Dios, amistad que destrozamos al pecar; por lo tanto el único arrepentimiento que nos lleva al Sacramento, es el que nos lleva también a Dios.

Cuando se ha ofendido a alguien y existe el deseo de volver a la amistad, ¿quién no entiende que es necesario reconocer la ofensa, rechazarla, dolerse de ella? Sencillamente eso es el arrepentimiento y la contricción: buscar con sinceridad a Dios, transformar nuestras disposiciones, cambiar de modo de pensar, romper nuestro pecado.
La acción pecaminosa no la podemos destruir, está hecha y hecha queda; pero nos es posible destruir sus consecuencias, el desorden y la incoherencia que ha dejado en nosotros, el fortalecimiento de nuestros malos deseos que ha causado el egoísmo, que después de pecar, nos hace pensar más aún en el centro del universo.

Esto nos hace ver, si reflexionamos, que necesitamos varias cosas para poder volver a Dios.

En primer lugar necesitamos humildad. Para volver al Señor debemos reconocer no solo con el cerebro, sino vivir con el corazón, que nos hemos alejado. Debemos reconocer nuestra miseria, reconocer nuestro pecado. De ahí saldrá el deseo de volver otra vez a la Amistad de Dios, comenzará el movimiento de arrepentimiento.

Para eso debemos orar. El pecado nos cambia de verdad, de tal manera, que muchas veces después de pecar no le encontramos ya sentido a la vida cristiana; hay una verdadera disminución de la Fe que nos impide entrar en nosotros mismos.
A veces ese vacío se siente aún cuando se quiere llegar al arrepentimiento. Entonces es necesario rezar: solamente el Señor nos puede dar lo que por nuestra culpa perdimos al pecar. Cuando estamos lejos del señor debemos clamar desde nuestra miseria a su Bondad, para que se acuerde de nosotros y no nos abandone en su Justicia.

Así podemos ver la urgencia de recurrir a la Fe. No la simple aceptación de que Dios existe, sino una cosa muy diferente. Compenetrarnos del designio de Dios sobre nosotros, vernos a nosotros mismos como Dios nos ve, a la Luz de Dios, -en esto consiste la Fe-, para palpar con todo nuestro ser la condición terrible que estamos viviendo. Nuestro pecado y nuestro apego al pecado contradicen todo lo que Dios espera de nosotros, somos sus verdaderos enemigos.
Es un absurdo la vida así: por un lado siendo capaces de ver las cosas a la Luz de Dios, presente en nosotros, y, rechazando por otro a Dios y a todo lo que nos pide. Esta meditación de nuestro pecado a la Luz de la Fe nos puede llegar a hacer sentir verdadero terror de encontrarnos entre las manos del Dios Vivo, sin posibilidad de escapar en la actitud absurda de rebeldía y de enemistad.

Todo esto para llegar al centro del arrepentimiento: El reconocimiento de nuestra locura, el rechazo de la que hicimos y la petición humilde de perdón. Si en algún momento necesitamos ser conscientes del mundo, de la Fe, es precisamente aquí.
Este es el momento en que debemos creer en el Amor de Dios, adherirnos con todo nuestro ser a eso que nos puede parecer tan irreal por momentos: que Dios está aquí frente a nosotros y que nos ama; para que desde lo más hondo de nosotros mismos salga, provocado por El, exactamente lo mismo, un verdadero Amor, un Amor nuevo, puro y desinteresado como el que nos brinda. No vale la pena decir más, cualquier explicación solo son palabras mientras no se llega a vivirlo en el silencio de la oración, delante del Señor.

LA CONFESIÓN DE LOS PECADOS

Después de examinar nuestra conciencia y de arrepentirnos, vamos delante del sacerdote y le decimos, le "confesamos" nuestras culpas. Debemos entender bien el sentido de esa manifestación de nuestros pecados, para no exagerar su importancia ni desconocerle la que tiene.

Hechos de alma y cuerpo, cuando hay en nuestro interior un sentimiento verdadero y profundo, aflora al exterior y lo comunicamos. Habiendo rechazado nuestro pasado en el arrepentimiento, buscando el perdón y el Amor de Dios, decimos a su representante lo que está en nuestro interior.
No es cuestión de confidencias o de descargar lo que nos oprime: es la acusación de nosotros mismos, de nuestro pasado, de nuestros actos malos, delante del ministro de Dios, para que las conozca, las juzgue, y si no encuentra bien dispuestos nos imparta el perdón en nombre del Señor.

Manifestación de arrepentimiento, nuestra confesión debe tener ciertas cualidades:

Debe ser contrita. No se trata de contar nuestros pecados como quien habla de algo más o menos interesante que nos ha sucedido o como quien cuenta una película.
Debe ser una acusación de nosotros mismos. Acusación sencilla y humilde, sin buscar defendernos, diciendo con total abertura nuestras faltas, como las vemos delante de Dios, apegándonos lo mejor que podamos a la realidad.

Debe ser íntegra. Diciendo todo lo que en nuestra conducta ha ofendido al Señor. Todos los pecados graves, con las circunstancias más importantes, diciendo cuántas veces hasta donde nos sea posible.
Debe ser sencilla.
Digamos buenamente nuestros pecados sin entrar en prolijidades y detalles insignificantes, pues esto proviene ya sea de un deseo más o menos consciente de disculparnos, ya sea de una exageración en la importancia de decir los pecados.

Muchos cristianos, reducen la confesión a este punto: con tal que no se les haya olvidado ningún pecado y que hayan recibido la absolución, se consideran perdonados.
"Les valió la confesión", como dicen. Esto puede ser una equivocación mayúscula.
Es importante decir los pecados, pero es más importante arrepentirse; de tal manera que, el decir los pecados, aún si se dicen todos, aún si se explican los detalles, aún si se siente uno muy descansado después de haberlos dicho, si no está provocado, acompañado y guiado por el arrepentimiento, no sirve de nada.
Dios nos respeta, pero quiere que lo tomemos en serio. La confesión no es un repartidor automático de perdones que se mueve después de decir algunas cosas, es el encuentro responsable y libre de nosotros con Dios en el que reformamos nuestra vida, le pedimos perdón, reflexionamos sobre lo que hacemos y preparamos un futuro más cristiano.

La confesión tiene otro sentido del que muy pocas veces se habla y que tiene mucha importancia.

Somos todos hermanos y miembros de un mismo Cuerpo. De la misma manera que los buenos ayuda a los que no lo son tanto y con un instinto cristiano muy atinado nos encomendamos a las oraciones de quienes parecen estar más cerca de Dios, del mismo modo los pecados, nuestros pecados, son una rémora y una carga para todos los demás.
Como hasta aquí, estamos en el mundo de la fe, esto solo lo captan los que la tienen.
El pecado, nuestro pecado, no solo hace mal en la Iglesia por el posible mal ejemplo, sino porque al hacernos enemigos de Dios, nos convertimos en un peso muerto y una carga en el Reino de Dios. Al ofender a Dios, ofendemos a nuestros hermanos, como al ofender a nuestros hermanos ofendemos también a Dios.

Al volver a Dios, no sólo debemos mostrar nuestro arrepentimiento con Él; nuestra confesión se dirige también a toda la Iglesia, a todos nuestros hermanos, representados por el sacerdote que la recibe.

LA SATISFACCIÓN

El Sacramento de Penitencia no está dirigido hacia el pasado. Su verdadero sentido lo encontramos cuando entendemos que todo él, está enfocado hacia el futuro.
Nos arrepentimos y confesamos nuestras culpas con un objetivo muy preciso: para volver a vivir nuestra vida cristiana, por eso se nos pide propósito de enmienda.

Definitivamente, mientras no estamos decididos a abandonar nuestras posiciones de pecado, no nos debemos confesar.
Con Dios no se juega. El no es alguien que se pueda contentar con un acto exterior. Mira lo más profundo de nuestro ser y sabe nuestro interior mejor que nosotros mismos.

Aquí otra vez encontramos la necesidad de la oración: hay ocasiones en que no sabemos decidirnos por orgullo, por debilidad, por egoísmo, por ligereza.
Más aún, a veces aunque queremos, todo nuestro ser reclama, porque el decidirnos por Dios puede en ocasiones significar un verdadero drama y el aniquilamiento de cosas o situaciones cuidadosamente montadas y conservadas durante años.
Es evidente, que nosotros mismos no somos capaces de decidirnos. Debemos orar. Si el Señor nos ha llevado ya hasta aquí, le hemos de hacer confianza, estando ciertos de que afirmará nuestra debilidad y su Amor triunfará de nuestra miseria.

Démonos cuenta que esta exigencia, que parece sumamente dura, se compagina perfectamente con nuestra debilidad.
No se nos pide que nunca volvamos a pecar; se nos exige solamente el deseo verdadero de ser fieles y la sinceridad completa en nuestro rechazo del pecado y en nuestro retorno a Dios.

Al comenzar esta idea, hablábamos de "posiciones de pecado", es decir, del no cambiar de actitud. Es posible que volvamos a caer, es posible que volvamos a pegarnos a la misma esclavitud; para evitar eso debemos seguir hacia adelante con cuidado y cogidos de la mano del Señor; pero eso no nos debe preocupar. Lo único que importa es arrancar de cuajo nuestra complicidad con el mal, vaciándonos completamente de ella.

Si nuestro arrepentimiento fue sincero, el deseo de cambiar también lo será. Por eso, al prepararnos a confesar, debemos ver hacia delante. ¿Cómo vamos a actuar?, ¿Qué es lo que Dios nos pide cambiar?, ¿De dónde surgió nuestro pecado?, ¿Cuáles son las circunstancias que hemos buscado o provocado para pecar?, ¿Hasta qué punto podemos apartar tal o cual ocasión?
Al recibir el Sacramento, Dios está nuevamente con nosotros. No lo olvidemos. Es delante de Él, con su cooperación divina, pidiéndole su Luz y su Fuerza, como debemos mirar hacia el futuro, meditando delante de Él, qué vamos a hacer y cómo debemos obrar.

Esto va a suponer esfuerzos, sacrificios, y, empleemos la palabra, Penitencia. Es algo que no nos gusta y que no queremos ni siquiera oír mencionar. Con todo, es necesario que abramos los ojos a la realidad. El desorden y el pecado nos dominan en muchas ocasiones, prácticamente nos dejamos llevar en todo, por lo más fácil y la línea de menor resistencia.

En el plan humano, una actitud así, no lleva a nada: para hacer algo en la vida se necesita esfuerzo. En el Reino de Dios, las cosas también suceden así. Si queremos ser cristianos, debemos aceptar el sacrificio y la penitencia como medios necesarios para dominar nuestras potencias de pecado y acercarnos a Dios.

Los mismos pecados que confesamos tienen en nosotros múltiples complicidades, el desorden y la debilidad, el orgullo y el egoísmo no desaparecen del todo con el perdón.
Sería infantil suponerlo y todos tenemos suficiente experiencia para saber que las cosas no son así. Aún cuando nuestro arrepentimiento haya sido sincero, seguimos ligados a nuestro pasado y las acciones malas que hemos hecho, nos han dejado verdaderamente marcados.

La única manera de conservar el Amor de Dios en el futuro, es liberarnos de esos lazos que nos atan a nuestros propios pecados, es decir, romper con ello, mortificarnos. Es el único camino para conservar el Amor de Dios. Si no nos interesa conservarlo podemos entonces preguntarnos si nuestro arrepentimiento fue sincero.

El Sacramento de la Penitencia es fuente de alegría. Todos sabemos lo que es la paz de la buena conciencia.
No es cosa fácil conservarla, como no es fácil en esta vida, nada de lo que vale la pena. Esa paz y esa alegría es el cumplimento de la palabra del Señor:

"Mi paz os dejo, mi paz os doy" (Juan 14,27). Cuando Él está con nosotros y podemos volver hacia Él nuestro rostro, en la confianza de la amistad y en la seguridad del Amor, nada puede turbarnos, ni siquiera la muerte, porque la muerte se convierte entonces en la puerta y el comienzo de la Verdadera Vida.

CONSEJOS PRÁCTICOS

1.- La confesión es nuestro encuentro con Dios. En él, si tenemos arrepentimiento, por los méritos de Cristo se nos perdonan los pecados. Lo esencial es volver al Amor de Dios. Procura que el motivo fundamental de tu confesión, no sea quitar la angustia interior, ni conocerte mejor, ni recibir consejos.

2.- Prepárate. Al llegar a la Iglesia ponte delante de Dios unos momentos. Haz a un lado tus preocupaciones, tus intereses, tus diversiones, lo que va a hacer después o lo que acabas de realizar. Procura hacer la paz en ti, para poder oír la voz de Dios. Esto no es fácil: pídeselo a Dios para hacer bien tu confesión.

3.- Procura hacer tu examen con cuidado, pero sin pasar demasiado tiempo en él. Recuerda que la confesión externa de los pecados debe ser la expresión del arrepentimiento, el examen es la preparación para llegar a él. El arrepentimiento se ha de formar al ir pasando en revista nuestras infidelidades al Señor.

4.- Trata sobre todo de mirar tu vida delante de Dios, pídele su ayuda para ver lo que significan para Él tus pecados. Pídele perdón de haberlo ofendido.

5.- ¿No estás ligado por la mala costumbre?, ¿No te agrada seguir dejándote llevar por tal o cual actitud equivocada? Procura llegar a la sinceridad en tu deseo de no volver a pecar. Por lo menos dile al Señor que quisieras querer…

6.- ¿No hay nada que corregir en tu manera de actuar?, ¿No eres culpable por tu negligencia, por tu falta de interés, por tu falta de Fe? Puntualiza tu resolución en forma concreta, lo más concreta que te sea posible. Es una de las mejores pruebas que puedas tener de tu buena voluntad.

7.- Puedes escoger al sacerdote que prefieras. En lo posible dirígete siempre al mismo. Escógelo con cuidado, que sea alguien que te entienda y te sea útil en su manera de mirar tu interior y en los consejos que te dé. En caso de pecado grave, no retardes tu confesión por no poderlo ver; lo principal entonces es volver a Dios y, para eso, todos los sacerdotes están investidos del mismo poder: unos y otros se identifican fielmente con Cristo.

8.- Evita con cuidado las confesiones rutinarias en que casi sin preparación se dicen cosas vagas, sin estar decidido a hacer esfuerzos; es la mejor manera para matar en ti el sentido verdadero del Sacramento.

9.- Si "no has hecho nada malo, no has matado ni robado" y no encuentras de qué acusarte, fíjate en las preguntas positivas del examen. Por ejemplo: ¿He hecho felices a aquéllos con quienes vivo?, ¿He tratado de ayudarlos, de comprenderlos? Muchas veces esa posición de no encontrarse pecados, compagina muy bien con una dureza y un egoísmo tanto más graves cuanto que son menos pensados y menos conocidos.

10.- Recuerda que se deben confesar todos los pecados GRAVES, diciendo con qué frecuencia has caído en ellos. Confiésalos al principio y dirige tu arrepentimiento sobre ellos principalmente. Si alguno te es particularmente penoso de confesar di al confesor tu dificultad en hacerlo, lo más probable es que él te ayude, facilitándote la confesión.

11.- No es posible confesar todos los pecados VENIALES: escoge los más característicos en ti, los que mejor te pinta, en los que más frecuentemente caes: así la Gracia del Sacramento te ayudará para combatirlos.

12.- Si estás en pecado mortal, el resultado de tu confesión será el perdón y la vuelta a la Amistad con Dios, pero si has tenido la fortuna de que el Señor te haya ayudado para no caer, es bueno confesarte de vez en cuando; porque paulatinamente va decayendo en nosotros la delicadeza para captar lo que no le agrada al Señor. La confesión reaviva en nosotros el justo sentido de nuestra pobreza interior y afina nuestro sentido cristiano de la vida.

13.- Confiesa hechos, no tendencias. Las tendencias son imprecisas, los hechos son los pecados. No digas "soy perezoso", ni siquiera "fui perezoso", sino más bien "Habitualmente me quedo un rato más en la cama y así he dejado de cumplir tal o cual obligación". Además, si puntualizas bien tu pecado, también dirás los motivos que lo causaron: "Critiqué a una amiga porque tuve envidia de lo atractiva que se veía".

14.- Indica si se trata de una falta en que caíste por sorpresa, o si es una costumbre. Si estás luchando, o si tu actitud general es de dejadez. En otras palabras, ¿tratas de corregirte o no estás haciendo nada?

15.- Después de confesarte, reza con atención y devoción la penitencia que te impuso el sacerdote. Agradece al Señor el estar otra vez en su compañía. Si tienes tiempo habla un momento con Él. Renueva tu propósito. Pon tu futuro y tu vida cristiana en sus manos

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En Jesús y María.
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En Jesús y María
Evangelina


"JÉZU, UFAM TOBIE"

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