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El cuerpo de Jesus se quedó en la tumba?
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Beatriz
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MensajePublicado: Vie Nov 09, 2007 3:29 am    Asunto: El cuerpo de Jesus se quedó en la tumba?
Tema: El cuerpo de Jesus se quedó en la tumba?
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La resurrecciòn "espiritual" de Cristo?


No esta mal escrito el tìtulo de este tema, asi como lo leen: la resurrecciòn "espiritual" de Cristo, eso es lo que enseñan algunos teòlogos liberales o progresistas. Increible pero cierto, para algunos "exegetas" Jesùs no resucitò corporalmente, sino "espiritualmente" y encontrè un excelente artìculo del P. Buela, fundador del Instituto del Verbo Encarnado, que habla sobre este tema tan peculiar que a mi personalmente me molesta muchìsimo porque se estan burlando de Dios y su Palabra.


La resurrección sin el resucitado[1]

Autor: Padre Carlos Miguel Buela



1. La resurrección sin milagro

Para el idealismo moderno y el progresismo cristiano, la resurrección surge de la idealización póstuma de Jesús muerto. La gloria nace de una derrota. De este modo se altera la narración evangélica para la cual la fe nace de la percepción real del Resucitado, de Aquel que ha derrotado a la muerte. Así dice Andrés Torres Queiruga, La risurrezione senza miracolo, recientemente traducido al italiano[2], en la frase de portada que comenta el texto: «No solamente la resurrección no es un milagro, sino que ni siquiera es un acontecimiento empírico. Y la fe en la resurrección no depende del hecho de que se acepte o rechace la realidad histórica del sepulcro vacío». El opúsculo es interesante en la medida en que es la expresión culminante de una tendencia que, después de Bultmann, se ha vuelto hegemónica en los estudios exegéticos y teológicos: según la cual la resurrección es una piedra errante, un peñasco errático que la crítica debe quitar para hacer comprensible al hombre moderno el contenido de la fe cristiana. Es la enseñanza progresista que expresa el nuevo gnosticismo cristiano.

a. No a la interpretación de siempre

Pretenden que no se dé una lectura realista de la resurrección y que sólo se admita la interpretación “simbólica”, negando así la fe católica en la resurrección. En una singular inversión de los procesos cognitivos la fe no presupone el sepulcro vacío y la experiencia tangible del Resucitado; al contrario, es el Cristo resucitado que “aparece” en cuanto tal sólo en la precomprensión de la fe. De este modo una parte conspicua de la literatura teológica –la que da por descontado la oposición entre el “Cristo histórico” y el “Cristo de la fe”– abandona la posición realista y se encuentra, necesariamente, con el punto de vista idealista. Para éste no es la realidad, lo que acontece concretamente, lo que mueve y explica la “persuasión”; al contrario, es la “visión del mundo”, la fe preliminar, la que hace que sean evidentes, “visibles”, hechos que de otro modo no subsisten. La fe, privada de toda racionabilidad, ya no es “juicio” sino “pre-juicio” que “ve” de manera deforme de la realidad, lugar de una experiencia “mística”, afectiva, idealizante. La fe idealiza, gracias a la mediación imaginativa, su objeto. En el caso del cristianismo esto significa que Cristo “aparece” como el resucitado en la fe, gracias a la fe. Fuera de la fe hay sólo el ‘misterio’ de una tumba vacía, de un cadáver desaparecido. Un problema que no le interesa a la fe, para la cual lo que importa es solamente el Cristo ideal, divino. La resurrección no necesita la carne de Jesús de Nazaret, su persona singular; basta la idea, el símbolo del Hombre-Dios. La fe vive de la idea, no de la realidad.

Este presupuesto, verdadero y propio a priori conceptual, es patente en el texto de Torres Queiruga. Para el filósofo de Santiago de Compostela las adquisiciones «irreversibles» de la exégesis y de la cultura actual hacen que ya no se pueda concebir «la presencia activa de Dios como una injerencia puntual, es decir, física y comprensible para los sentidos, en la trama del mundo»[3]. Una definición perfecta de la Encarnación que el autor suprime con una simple tachadura de su pluma. Al igual que Bultmann, para quien es «mitológica la concepción en que lo no-mundano, lo divino, aparece como mundano y como humano, el más allá como el más acá»[4], tampoco para Torres Queiruga Dios puede obrar sensiblemente en este mundo. Por esto «el tratamiento de la resurrección de Jesús como “milagro” –el más espectacular– ha desaparecido definitivamente de los tratados serios. Hasta tal punto que incluso en los tratados más “ortodoxos” puede leerse la afirmación que la resurrección no sólo no es un milagro, sino que ni siquiera es un acontecimiento “histórico”»[5]. La “experiencia” del Resucitado debe alejar toda presencia de tipo empírico. «Si el Resucitado fuera tangible o comiera, necesariamente estaría limitado por las leyes del espacio, es decir, no habría resucitado. Y lo mismo sucedería si fuera visible»[6]. Pensar diversamente significaría someterse al «imperialismo del principio empirista»[7], hacer imposible «la racionabilidad razonable de la fe en la resurrección»[8].

b. Según el A., los discípulos ni lo vieron ni lo tocaron, sólo lo imaginaron

Para el autor «los discípulos no vieron con sus ojos al Resucitado ni lo tocaron con sus manos, porque esto era imposible estando él fuera del alcance de sus sentidos»[9]. Lo que ellos “vieron” «no puede conservar ninguna relación material con un cuerpo espacio-temporal»[10]. Por lo demás, «ni siquiera para la vida en el espacio-tiempo puede tomarse sin más el cuerpo como soporte de la identidad», ni «se ve qué es lo que podría aportar la transformación (?) del cuerpo muerto, es decir, del cadáver»[11]. Para el “idealista” Torres Queiruga la “realidad” de Cristo resucitado no presupone su realidad sensible, corpórea, sino que se funda en la subjetividad del creyente, en las «experiencias psíquicas, de visualizaciones o imaginaciones de convicciones íntimas. Convicciones que pueden tener un referente real –el místico en su visión se conecta realmente a Cristo- sin que lo sea la forma en que se presenta»[12]. La “visión” presupone la experiencia interior, la condición personal y ambiental peculiar, a partir de la cual la «mediación imaginativa»[13] –que el autor evoca citando a Kant– se concretiza dando forma al objeto de su aspiración. En el caso de los discípulos, «dentro de la cultura del tiempo, abierta a las manifestaciones extraordinarias y empíricas de lo sobrenatural, podía funcionar con toda naturalidad el esquema imaginativo de la resurrección como una especie de vuelta a la vida»[14]. Los discípulos creyeron verlo porque estaban predispuestos a ello por un contexto, un ámbito espiritual. Dentro de este horizonte el elemento decisivo, la chispa, la provoca la experiencia fundamental de la muerte de Jesús: «El contexto vivísimamente emotivo causado por el drama del Calvario»[15]. Es aquí, en el drama de la desaparición del ser querido, donde madura «lo que podríamos llamar kantianamente el “esquema imaginativo” para comprender la resurrección como ya acontecida»[16]. En el contexto mesiánico-escatológico de Israel la muerte de Jesús provoca un vacío desgarrador, una experiencia de dolor que empuja hacia su resolución. La cruz de Cristo se “transmuta” en la resurrección: «La resurrección tiene lugar en la misma cruz»[17]. Cristo, el muerto, vuelve a la vida en la fe. Torres Queiruga sigue a la letra, sin citarlo, a Rudolf Bultmann: «Cruz y resurrección como acontecimiento “cósmico” son todo uno»[18]. La resurrección no es un acontecimiento real que sigue a la muerte de Jesús en la cruz. Es, simbólicamente, la transfiguración ideal de Cristo inducida por la experiencia trágica de su fin. Con una forma paradójica, que está en el centro del modelo idealista, la ausencia produce la presencia, el vacío da lugar a una plenitud, la privación se trueca en victoria. Esto requiere que se quite de la cruz el aspecto de escándalo, en sentido paulino: el Hijo de Dios colgado en lo que para los modernos es la horca. Este aspecto sería, en los Evangelios, una construcción literaria, no un elemento histórico. Torres Queiruga reconoce que «una costumbre inveterada, que se apoya con fuerza en la letra de los Evangelios, ha llevado a ver la cruz como un lugar de “escándalo”, que decretaba el fin de la fe de los discípulos, los cuales a este punto huyeron, negando y traicionando a su Maestro. Para explicar la recuperación de la fe por parte de los discípulos tuvo que suceder algo extraordinario y milagroso que, con su evidencia irrefutable, los devolvió a la fe. Este algo sería la resurrección, que así obtiene una auténtica “demostración” histórica. No cabe negar que el tema tenga su fuerza, y de hecho sigue siendo el más corriente en los tratados en uso. Sin embargo, una reflexión más atenta ha mostrado, cada vez con más claridad y mayor aceptación entre los estudiosos, su naturaleza de “dramatización” literaria de corte apologético»[19]. Comprobaría esta conclusión el hecho de que la «hipótesis de una traición o de una negación resulta profundamente incomprensible e injusta para con los discípulos»[20]. Estos traicionaron a Jesús en el momento de la prueba suprema, fueron ingratos y sin corazón. Algo inadmisible para el autor. Por otra parte, el escándalo es válido para los romanos, no para los judíos: «Los criminales de Roma eran los héroes del pueblo sometido por ella»[21].

La cruz de Cristo, en la óptica totalmente positiva perfilada por Torre Queiruga, no es lo que aleja, el lugar de la soledad. Todo lo contrario, es el punto coagulante de la fe: «La crucifixión, con el horrible escándalo de su injusticia, aparece como el más decisivo catalizador para comprender que lo sucedido en la cruz no podía ser el final definitivo»[22]. La cruz no es un punto de huida, sino de “cambio”. Conclusión obligada, la de Torres Queiruga, en la medida en que entre la muerte de Jesús y la fe de la Iglesia naciente no sucede nada. El idealismo, como filosofía del no-acontecimiento, comporta un cortocircuito por el que la fe debe preceder al acontecimiento, no seguirlo. El argumento según el cual los discípulos huyen, aterrados y desmoralizados, tiene una “fuerza propia”, como reconoce el autor, y, sin embargo, no puede admitirse. El vacío debe producir lo lleno, la muerte hacerse idea del Resucitado, y no generar escándalo, huida, desorientación. De otro modo sería “apologética”, no historia. En su efectualidad el muerto es una bandera, el símbolo de una vida que no podía acabar.

Todo lo cual es ‘tomar el rábano por las hojas’, poner el carro adelante y los caballos atrás. Es un axioma que operari sequitur esse. Es negar el principio de no-contradicción afirmar que esse sequitur operari, como lo es hacer del primo posterior, o de lo posterior primo. Como sería que el A. comiera por el ano y defecara por la boca.

2. En la órbita del perverso e impío pensamiento hegeliano

a. La revelación inmanente

Es singular que Torres Queiruga cite varias veces a Kant –por la mediación imaginativa de la fe– y no cite en cambio a Hegel. Es singular porque su reflexión se sitúa, de manera perfecta, dentro del horizonte especulativo idealista, siguiendo su cristología a la hegeliana, con discordancias que, por el tema tratado, son totalmente marginales[23]. Como para Hegel, también para el filósofo español, la revelación «no consiste en la irrupción de algo exterior, sino en el descubrimiento de una presencia que, quizás ignorada o tal vez presentida, ya está dentro y trata de darse a conocer»[24]. El cristianismo concierne a la ontología, no a la historia. Revela lo que está presente desde siempre, aunque velado, en la interioridad del yo; es una relación inmanente, no inducida desde fuera. «No es que en un determinado momento Dios “entra” en el mundo para revelar algo con una intervención extraordinaria. Él siempre está presente y es activo en el mundo, en la historia y en la vida de los individuos, y siempre está tratando de hacer conocer su presencia, para que consigamos interpretarla de manera correcta»[25]. Por esto «lo que hace falta no es que el sol comience a brillar, sino que tengamos limpias y abiertas las ventanas»[26]. La Revelación no es Dios que se “revela”, puesto que lo hace siempre, sino el descubrimiento humano «que constituye revelación en sentido estricto»[27]. Torres Queiruga deshistoriza radicalmente el cristianismo. Lo resuelve en una estructura ideal, en una concepción gnóstico-panteísta según la cual el Dios-en-el-mundo anhela hacerse cognoscible perforando el velo de sombra de la humana ignorancia. El Cristo histórico, como en Hegel, es solamente la “ocasión” del despertarse, en la conciencia, del conocimiento del Cristo ideal. A la par de Sócrates Él es la “comadrona” cuya arte mayéutica trae a la luz al Dios-en-nosotros según la «rica y profunda tradición del magister interior»[28].

b. Negación de la dimensión empírica de la fe

Esta perspectiva, la idea de una revelación inmanente, respecto a la cual el Cristo histórico es solamente una provocación contingente, aclara el segundo punto de contacto entre Hegel y Torres Queiruga: la negación de la dimensión empírica de la fe. En sus Lecciones sobre la filosofía de la religión Hegel distingue una doble fe: la fe exterior y la fe interior. La fe “exterior” se basa en el Cristo histórico, en su persona y autoridad. Para Hegel, sin embargo, ésta es una fe limitada, contingente. Es «un modo exterior, accidental de la fe. La fe verdadera y propia reposa en el espíritu de verdad. La otra aún concierne a una relación con la presencia sensible inmediata. La fe verdadera y propia es espiritual, está en el espíritu: tiene por fundamento la verdad de la idea»[29]. Respecto a ella «la fe exterior, pues, ha de ser considerada sólo como un medio para alcanzar la verdadera fe; en cuanto exterior está sometida a la contingencia y el espíritu alcanza su verdad no según la contingencia, sino según el libre testimonio»[30]. La fe interior descansa sobre la idea eterna, sobre el ideal inmanente del espíritu, no sobre los milagros o sobre una revelación empírica. Esta es la fe que, según el idealista Hegel, “produce” la idea del Hombre-Dios, transforma al muerto en un resucitado. La fe interior realiza la metamorfosis del Cristo histórico, un utopista judío con un mensaje revolucionario, en el Cristo “teológico”, divino. Gracias a ella la figura de Jesús de Nazaret es destinada a la memoria, al pasado, a la primera aparición no espiritual de lo divino.

c. La sublimación de la derrota de la Cruz

El término que media el paso entre las dos imágenes de Cristo, la empírica y la ideal y es el tercer elemento que une la cristología de Torres Queiruga a la hegeliana– es la muerte de Cristo. La muerte es la resurrección: este topos de la cristología idealista, desde Hegel a Bultmann, es el verdadero nudo en torno al cual se mueve gran parte de la exégesis histórico-crítica. Es un nudo que se sustenta, a nivel especulativo, sólo si vale la aserción de la dialéctica, según la cual lo positivo procede necesariamente de lo negativo. Como escribe el propio Torres Queiruga: «El pensamiento moderno, tanto filosófico como teológico, sabe de la capacidad reveladora de este tipo de experiencia, pues la propia contradicción interna de la misma obliga a buscar la síntesis superior que la reconcilie»[31]. En el caso de la muerte de Jesús «sólo la resurrección y la exaltación permitían superar este terrible contraste, que amenazaba con hundirlo todo en lo absurdo»[32]. De la muerte, de lo negativo, surge la necesidad de lo positivo. Una necesidad ideal: Cristo resucita en la idea, en la concepción de la comunidad, en la fe interior. No en la realidad factual. De ese modo, como escribe Hegel: «Esta muerte es el punto central en torno al cual gira todo, en su concepción reside la diferencia entre la concepción exterior y la fe, es decir, la mediación con el espíritu»[33]. Resulta, como consecuencia, que la fe auténtica se funda en la muerte de Jesús, no en su resurrección, surge del Cristo muerto, no del Cristo resucitado. El Cristo resucitado no funda la fe, es más bien “fundado”, idealizado por la fe. El idealismo, que subyace en la oposición entre el Cristo de la fe y el Cristo de la historia, cambia los términos con que, en la concepción de la Iglesia, se presenta la relación entre fe y realidad. En la medida en que el Resucitado presupone ya la fe en el Hombre-Dios, esa fe debe surgir, necesariamente, de la sublimación de una derrota. El cristianismo, como dogma, surge de la idealización de un fracaso, no del empirismo joaneo basado en lo que fue «visto, oído, tocado con la mano».

3. Una muerte incomprensible y una fe sin resurrección

El idealismo histórico-crítico, basado en la dialéctica de lo negativo, hace difícil no sólo la comprensión de la resurrección –obra de “visionarios”–, sino también la de la muerte de Cristo. Si Jesús no fue condenado a muerte por haberse proclamado Dios, ¿por qué fue crucificado? Se niega la autoproclamación divina en nombre de la oposición entre el Cristo histórico y el Cristo de la fe. Solamente la comunidad de los creyentes diviniza a Jesús que de por sí nunca se concibió como Dios. Para explicar el motivo de la condena no queda otra alternativa que la hipótesis política: Jesús como posible zelote que, peligroso para el orden romano, fue crucificado. Es el leitmotiv del Jesús “judío” que guía la Inchiesta su Gesù de Corrado Augias y Mauro Pesce[34]. Una prueba más de una investigación, curiosa y a veces no banal, que, sin embargo, no consigue, por los presupuestos una vez más idealistas, aportar nada nuevo. El Jesús judío no cristiano[35] de Augias-Pesce es un utopista, cercano al grupo de Juan Bautista, caracterizado por una confianza total en Dios y por una atención especial por los últimos. Un radical, pero sin utopía social organizada, que, más allá del tono y del testimonio, no muestra nada original, en la moral, respecto de la ley hebrea. ¿Por qué, entonces, este soñador, impolítico e inofensivo, fue condenado a muerte? Pesce declara que el poder romano no condenó a muerte a Jesús por motivos religiosos, sino políticos. Las responsabilidades de los miembros de Sanedrín son obra de la reconstrucción, posterior, de los redactores de los Evangelios, filorromanos. Pero ¿cuáles son los motivos políticos por los que Jesús fue condenado? Se trata de sospechas sobre la naturaleza de un movimiento, surgidas en quien «no ha captado las intenciones reales de la acción de Jesús. Por parte de los romanos se trató de un burdo y grave error de valoración política»[36]. Una consideración sorprendente de verdad, que deja pendiente los motivos de la condena a muerte de Jesús. Motivos, que por lo demás, no conciernen, y también esto resulta extraño, a sus discípulos. Igualmente misteriosa es la resurrección, que no fue afirmada por testigos oculares sino por videntes que “veían” dentro de los esquemas cultural-religiosos de Israel. Es asimismo enigmático, en el libro Inchiesta su Gesù, el nacimiento del cristianismo. Pesce no está de acuerdo «con la idea de que el cristianismo nace con la fe en la resurrección de Jesús, ni que nazca gracias a Pablo […]. Pablo como Jesús, no es un cristiano, sino un judío que permanece en el hebraísmo»[37]. El cristianismo nacería, más tarde, en la segunda mitad del siglo II en un proceso de helenización de la posición originaria hebrea. Respecto a Hegel y a Torres Queiruga, Augias y Pesce añaden otra fractura que hace que sea aún más enigmático el nacimiento de la fe cristiana. En el marco hegeliano el cristianismo está mediado por la muerte de Jesús, cuyo producto es la idea del resucitado. En Inchiesta su Gesù surge mucho después de la visión de la resurrección, fruto no de la fe sino de una tardía elaboración teológico-filosófica de impronta helenística. Lo que permanece firme es el topos dominante: la fe no se funda en la resurrección, la precede o la sigue sin tener ninguna relación con ella. Un planteamiento que, en vez de simplificar el problema, lo complica enormemente. Si el Cristo histórico es que el describen Augias y Pesce, un judío observante que carece de originalidad, no se entiende cómo puede ser «el hombre que ha cambiado el mundo». No se comprende por qué fue condenado. Si este hombre terminó su vida derrotado, no se comprende, para quien no acepta la necesidad lógica de la dialéctica, cómo de un muerto puede surgir, en la primitiva comunidad, la fe en un vivo. No se comprende, por último, cómo el “Cristo de la fe” puede prescindir de la resurrección, sea real o imaginaria, y formarse sólo en el siglo II, como pretende Pesce. Un destino singular para el racionalismo histórico-crítico: nacido con la intención de dar claridad al contexto, consigue delinear un cuadro de conjunto lleno de zonas de sombra y saltos en el vacío. El modelo idealista demuestra todos sus límites. Partiendo del prejuicio que el hecho no puede haber acontecido –que Dios no puede hacerse hombre y resucitar de la muerte– debe justificar la fe como idealización. Pero así la narración evangélica se vuelve incomprensible. Si las descripciones del Cristo resucitado constituyen el gran enigma, para el lector antiguo y moderno, su anulación, sin embargo, produce una serie de interrogantes sin respuesta. El Cristo “histórico” se vuelve incomprensible. Hallado, arqueológicamente, bajo los estratos de la fe, aparece como un soñador, radical e ingenuo al mismo tiempo, que no motiva el incendio que embistió la historia. Las conclusiones del racionalismo crítico –sacar a un vivo de un muerto, una revolución espiritual de un utopista análogo a muchos más– son profundamente irrazonables. El fracaso de esta postura es la premisa “crítica” para una reanudación de una postura realista que no tiene la pretensión de demostrar el dogma, sino la de reconocer que va contra toda evidencia racional, humana, afirmar que la vista desolada de un crucificado pueda generar la idea, gloriosa, de un resucitado.

El A. no cree en la Revelación, no cree en Dios Omnipotente y Omnisciente, no cree en la Encarnación, no cree en la Divinidad de nuestro Señor Jesucristo… y es un perfecto sofista. Todo un ejemplo de lo que no debe ser un teólogo católico. Sólo y únicamente suma a favor de la ideología gnóstica.
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Ultima edición por Beatriz el Lun Oct 20, 2008 2:47 am, editado 3 veces
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Beatriz
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MensajePublicado: Vie Nov 09, 2007 3:36 am    Asunto:
Tema: El cuerpo de Jesus se quedó en la tumba?
Responder citando

De ahi viene mi firma: No al progresismo equivocado, No a los que niegan que Cristo resucitò corporalmente. Como dice San Pablo:

“¿Cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos?..” ( 1 Corintios 15,12 )

“si Cristo no resucito, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe.” ( 1 Corintios 15,14 )
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MensajePublicado: Vie Nov 09, 2007 3:59 am    Asunto:
Tema: El cuerpo de Jesus se quedó en la tumba?
Responder citando

Iremos desmenuzando este artìculo del Padre Buela para los que no conocen este problema.

Asi habla el progresismo:

Cita:
Así dice Andrés Torres Queiruga, La risurrezione senza miracolo, recientemente traducido al italiano[2], en la frase de portada que comenta el texto:

«No solamente la resurrección no es un milagro, sino que ni siquiera es un acontecimiento empírico. Y la fe en la resurrección no depende del hecho de que se acepte o rechace la realidad histórica del sepulcro vacío»



Esta persona està negando que la resurrecciòn de Cristo es un MILAGRO. Y no solo eso, tambièn està negando que se trate de un hecho experimentado por los apòstoles que son los testigos de la resurrecciòn.

Despuès se desgastan debatiendo sobre si el sepulcro vacio es o no una prueba de la resurrecciòn, asi empieza el hilo de la madeja del escepticismo...¿se dan cuenta de lo grave de este asunto?
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MensajePublicado: Vie Nov 09, 2007 4:17 am    Asunto:
Tema: El cuerpo de Jesus se quedó en la tumba?
Responder citando

Cita:
El opúsculo es interesante en la medida en que es la expresión culminante de una tendencia que, después de Bultmann, se ha vuelto hegemónica en los estudios exegéticos y teológicos: según la cual la resurrección es una piedra errante, un peñasco errático que la crítica debe quitar para hacer comprensible al hombre moderno el contenido de la fe cristiana. Es la enseñanza progresista que expresa el nuevo gnosticismo cristiano.


¿Quièn es Bultmann?

Los estudiosos católicos y numerosos protestantes le reprochan su nominalismo histórico y no aceptan la demitización (quitar los mitos) que él propone. Según él, el Nuevo Testamento estaría lleno de mitos que la mentalidad actual rechaza, por ejemplo: demonios, seres sobrenaturales, la Concepción Virginal, la Resurrección, etc.

Bultmann sigue siendo "creyente a su manera" porque las palabras y hechos de Jesús son un anuncio, un mensaje de algo espiritual que transforma nuestra existencia. Según él, en Jesús Dios obra la salvación de la humanidad, acontecimiento que invita al hombre a una decisión nueva y auténtica.

http://www.churchforum.org.mx/info/cristo/3_desde_los_evangelios_al_encuentro.htm

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Es dificil reconocer a un seguidor de Bultmann pero yo les propongo una forma: hablan mucho de la Cruz de Cristo y de su pasiòn y muerte, pero NUNCA hablan de la resurrecciòn corporal de Cristo, porque para ellos es tan solo un mito.
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Albert
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MensajePublicado: Vie Nov 09, 2007 4:19 am    Asunto:
Tema: El cuerpo de Jesus se quedó en la tumba?
Responder citando

Hermana Beatriz:

¡Paz y bien!

Es uno de los tantos intentos que se han hacho, se hacen y se harán para intentar destruir la fe de la Iglesia. Pero no lo han podido hacer en más de 2,000 años ni lo harán, pues la promesa de Cristo es contundente; "...las fuerzas del infierno no prevalecerán contra ella"
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Transfíge, dulcíssime Dómine Jesu
Albert González Villanueva, OFS
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Beatriz
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MensajePublicado: Vie Nov 09, 2007 4:38 am    Asunto:
Tema: El cuerpo de Jesus se quedó en la tumba?
Responder citando

Cita:
Pretenden que no se dé una lectura realista de la resurrección y que sólo se admita la interpretación “simbólica”, negando así la fe católica en la resurrección. En una singular inversión de los procesos cognitivos la fe no presupone el sepulcro vacío y la experiencia tangible del Resucitado; al contrario, es el Cristo resucitado que “aparece” en cuanto tal sólo en la precomprensión de la fe.


Estos teòlogos progresistas interpretan la resurrecciòn de Cristo en forma SIMBOLICA, la resurrecciòn de Cristo es tan solo un mero sìmbolo....no una realidad. Es un burdo magisterio paralelo que contradice al Magisterio bimilenario de la Iglesia.

Si tù le presentas un pasaje bìblico como:

"Tomás, trae tu dedo y toca mis manos. Trae tu mano y métela en mi costado. ¡No seas incrédulo, ten fe!" Tomás escucha la orden y responde con una frase incomparable: "¡Señor mío y Dios mío!" Jesús contesta: "¿Porque me has visto has creído? ¡Dichosos los que, sin ver, creen!"

"Mientras esto hablaban se presentò en medio de ellos y les dijo: La paz sea con vosotros. Aterrados y llenos de miedo, creìan ver un espìritu. El les dijo: ¿Por què os turbàis y por què suben a vuestro corazòn esos pensamientos? Ved mis manos y mis pies, que yo soy. Palpadme y ved, que el espìritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo"

Te responderàn que eres un "fundamentalista bìblico"...asi llaman a todo aquel que ose citar la Biblia. Y si citas el catecismo o la Tradiciòn te llamaràn "papagallo", "ignorante", etc....pero por supuesto que a estas tonterias no hay que temer Wink Que se queden con sus insultos, nosotros nos quedaremos con la perla preciosa y con la satisfacciòn de haber defendido nada menos que a Cristo resucitado.
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MensajePublicado: Vie Nov 09, 2007 4:42 am    Asunto:
Tema: El cuerpo de Jesus se quedó en la tumba?
Responder citando

Albert escribió:
Hermana Beatriz:

¡Paz y bien!

Es uno de los tantos intentos que se han hacho, se hacen y se harán para intentar destruir la fe de la Iglesia. Pero no lo han podido hacer en más de 2,000 años ni lo harán, pues la promesa de Cristo es contundente; "...las fuerzas del infierno no prevalecerán contra ella"


Gracias hermanito Albert por tu comentario. Es muy cierto lo que dices: las puertas del infierno no prevaleceràn, pero eso no indica que no habrà una lucha por la verdad y que algunos se quedaràn en el camino perdidos por este magisterio paralelo. Debemos estar preparados para dar testimonio de nuestra Fe en todo momento y lugar.

Que Dios te bendiga
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Beatriz
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MensajePublicado: Vie Nov 09, 2007 4:50 am    Asunto:
Tema: El cuerpo de Jesus se quedó en la tumba?
Responder citando

Si tù le presentas un pasaje bìblico como:

"Tomás, trae tu dedo y toca mis manos. Trae tu mano y métela en mi costado. ¡No seas incrédulo, ten fe!" Tomás escucha la orden y responde con una frase incomparable: "¡Señor mío y Dios mío!" Jesús contesta: "¿Porque me has visto has creído? ¡Dichosos los que, sin ver, creen!"

"Mientras esto hablaban se presentò en medio de ellos y les dijo: La paz sea con vosotros. Aterrados y llenos de miedo, creìan ver un espìritu. El les dijo: ¿Por què os turbàis y por què suben a vuestro corazòn esos pensamientos? Ved mis manos y mis pies, que yo soy. Palpadme y ved, que el espìritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo"

Tambièn te responderàn, al puro estilo de Bultmann, que los evangelios se escribieron tardiamente por las comunidades primitivas, luego, nadie puede estar seguro de su autenticidad, en un ataque frontal contra la autoridad y autenticidad de los evangelios. Escepticismo, puro escepticismo....van a terminar ateos, si ya no lo son.

Es dogma de fe la historicidad de los evangelios. Su santidad Benedicto XVI en su ùltimo libro lo menciona. Seria bueno que lo leyeran.
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Beatriz
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MensajePublicado: Vie Nov 09, 2007 4:56 am    Asunto:
Tema: El cuerpo de Jesus se quedó en la tumba?
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Sigamos desmenuzando el artìculo del padre Buela:

Cita:
En el caso del cristianismo esto significa que Cristo “aparece” como el resucitado en la fe, gracias a la fe. Fuera de la fe hay sólo el ‘misterio’ de una tumba vacía, de un cadáver desaparecido. Un problema que no le interesa a la fe, para la cual lo que importa es solamente el Cristo ideal, divino. La resurrección no necesita la carne de Jesús de Nazaret, su persona singular; basta la idea, el símbolo del Hombre-Dios. La fe vive de la idea, no de la realidad.



Así, por ejemplo, quienes no creen que Cristo se hizo carne en el seno de la Virgen María, de la descendencia de David, hecho afirmado con tanta claridad en la Escritura de Dios; o que resucitó en el mismo cuerpo en el que fue crucificado y sepultado, aunque se encuentren por todas las tierras en que está la Iglesia, no por eso están dentro de la Iglesia, porque no tienen la misma Cabeza de la Iglesia, que es Cristo Jesús, y no es precisamente en algún punto oscuro de las divinas Escrituras en el que se engañan, sino que contradicen sus testimonios más claros y conocidos. San Agustín en su Rèplica a Petiliano

http://www.sant-agostino.it/spagnolo/lettera_cattolici/lettera_cattolici_libro.htm
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Beatriz
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MensajePublicado: Vie Nov 09, 2007 5:07 am    Asunto:
Tema: El cuerpo de Jesus se quedó en la tumba?
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Cita:
Hasta tal punto que incluso en los tratados más “ortodoxos” puede leerse la afirmación que la resurrección no sólo no es un milagro, sino que ni siquiera es un acontecimiento “histórico”»[5]. La “experiencia” del Resucitado debe alejar toda presencia de tipo empírico. «Si el Resucitado fuera tangible o comiera, necesariamente estaría limitado por las leyes del espacio, es decir, no habría resucitado. Y lo mismo sucedería si fuera visible»[6]. Pensar diversamente significaría someterse al «imperialismo del principio empirista»[7], hacer imposible «la racionabilidad razonable de la fe en la resurrección»[8].


Sin palabras...

Despuès de leer esto recuerdo las palabras de nuestra señora en Fàtima: "en Portugal se conservarà el dogma de fe". ¿Serà el dogma de la resurrecciòn corporal de Cristo? ¿Y el resto de paises què?

Como bien dice el p. Buela, al negar la resurrecciòn corporal de Cristo se estaria atentando simultàneamente contra el dogma de la Asunciòn de la santìsima Virgen quien fue asumida en cuerpo y alma....porque si Cristo no ascendiò a los cielos en cuerpo y alma, su madre tampoco fue asumida en cuerpo y alma...
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Beatriz
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MensajePublicado: Vie Nov 09, 2007 5:20 am    Asunto:
Tema: El cuerpo de Jesus se quedó en la tumba?
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Cita:
b. Según el A., los discípulos ni lo vieron ni lo tocaron, sólo lo imaginaron

Para el autor «los discípulos no vieron con sus ojos al Resucitado ni lo tocaron con sus manos, porque esto era imposible estando él fuera del alcance de sus sentidos»[9]. Lo que ellos “vieron” «no puede conservar ninguna relación material con un cuerpo espacio-temporal»[10]. Por lo demás, «ni siquiera para la vida en el espacio-tiempo puede tomarse sin más el cuerpo como soporte de la identidad», ni «se ve qué es lo que podría aportar la transformación (?) del cuerpo muerto, es decir, del cadáver»[11]. Para el “idealista” Torres Queiruga la “realidad” de Cristo resucitado no presupone su realidad sensible, corpórea, sino que se funda en la subjetividad del creyente, en las «experiencias psíquicas, de visualizaciones o imaginaciones de convicciones íntimas. Convicciones que pueden tener un referente real –el místico en su visión se conecta realmente a Cristo- sin que lo sea la forma en que se presenta»[12]. La “visión” presupone la experiencia interior, la condición personal y ambiental peculiar, a partir de la cual la «mediación imaginativa»[13] –que el autor evoca citando a Kant– se concretiza dando forma al objeto de su aspiración


En pocas palabras: los apòstoles vieron lo que "quisieron" ver, todo fue fruto de su imaginaciòn. Los ateos hablan asi.

Leì hace poco a un teòlogo progresista citar a San Pablo para demostrar esta loca teoria. El pasaje citado era el que Saulo cae del caballo cegado por una luz que le dice: Saulo, por què me persigues?, bueno, esa es su "gran prueba bìblica" para demostrar que la "apariciòn" de Cristo a sus apòstoles no es corpòrea....cuela el mosquito y se traga el camello porque simplemente no lee los pasajes bìblicos donde Cristo les dice a sus apòstoles que lo toquen, que lo palpen, que metan el dedo en sus llagas, que èl no es un espìritu, que comiò delante de ellos, ademàs de los textos de Padres de la Iglesia y de la Tradiciòn de la Iglesia.
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Ultima edición por Beatriz el Vie Nov 09, 2007 1:25 pm, editado 1 vez
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Beatriz
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MensajePublicado: Vie Nov 09, 2007 5:30 am    Asunto:
Tema: El cuerpo de Jesus se quedó en la tumba?
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Cita:
La cruz de Cristo, en la óptica totalmente positiva perfilada por Torre Queiruga, no es lo que aleja, el lugar de la soledad. Todo lo contrario, es el punto coagulante de la fe: «La crucifixión, con el horrible escándalo de su injusticia, aparece como el más decisivo catalizador para comprender que lo sucedido en la cruz no podía ser el final definitivo»[22]. La cruz no es un punto de huida, sino de “cambio”.


Lo que comentè màs arriba. Es muy dificil reconocerlos ya que siempre hablan de la cruz de Cristo porque, al igual que Bultmann, es lo ùnico que se salva de ser considerado un "mito" o "sìmbolo".

A simple vista, una persona que habla constantemente de la cruz de Cristo no nos hace sospechar que lleva en su interior tan grave error de fe.
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Beatriz
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MensajePublicado: Vie Nov 09, 2007 5:52 am    Asunto:
Tema: El cuerpo de Jesus se quedó en la tumba?
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Cita:
El Cristo resucitado no funda la fe, es más bien “fundado”, idealizado por la fe


Tambièn es muy comùn que digan que el Jesùs històrico no tenia intenciones de fundar una Iglesia. Es el error modernista de Alfred Loisy: Reino de Dios si, Iglesia no.
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nachete
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MensajePublicado: Vie Nov 09, 2007 12:24 pm    Asunto:
Tema: El cuerpo de Jesus se quedó en la tumba?
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son estos teologos tambien los que dicen que los milagros que obro Jesus eran simbolicos tambien? son estos teologos que dicen que el infierno no existe? son estos teologos que dicen que el demonio es un simbolo?

Entonces, si todo es un simbolo, que nos queda de la verdad de la Biblia? al final, con tal de reconciliar la verdad de la Biblia con la razon de los "racionalistas" hacen cualquier cosa.

Me he dado cuenta que ya muchas personas cristianas creen asi y niengan la posibilidad de lo sobrenatural.
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Beatriz
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MensajePublicado: Vie Nov 09, 2007 1:21 pm    Asunto:
Tema: El cuerpo de Jesus se quedó en la tumba?
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nachete escribió:
son estos teologos tambien los que dicen que los milagros que obro Jesus eran simbolicos tambien? son estos teologos que dicen que el infierno no existe? son estos teologos que dicen que el demonio es un simbolo?

Entonces, si todo es un simbolo, que nos queda de la verdad de la Biblia? al final, con tal de reconciliar la verdad de la Biblia con la razon de los "racionalistas" hacen cualquier cosa.

Me he dado cuenta que ya muchas personas cristianas creen asi y niengan la posibilidad de lo sobrenatural.


Si Nachete, son esos teòlogos.

Si ya teniamos la sola fe, la sola escritura y la sola gracia, como si no fuera suficiente ahora tambièn tenemos el "solo sìmbolo" y el "solo mito".

El problema es que esos teòlogos absolutizan sus tesis teològicas, cuando en realidad son solo eso: tesis teològicas. Y los laicos que los leen lo toman como "doctrina catòlica cierta" y no es asi.

Debe existir un progreso en la fe, y como dice San Vincent de Lerins: quièn serà tan mezquino en querer impedirla, pero un *verdadero* progreso no *cambio* en la fe. Por verdadero progreso se entiende toda interpretaciòn "en el mismo sentido, en la misma sentencia" en que fue definido el dogma de fe. Amparados en un mal entendido progreso en la fe es que esos teòlogos hacen interpretaciones contrarias al Magisterio de la Iglesia: de ahi viene el tèrmino "progresismo equivocado".

Solo el magisterio de la Iglesia tiene autoridad divina para interpretar las sagradas escrituras sin error.

Que Dios te bendiga
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Luna Lunera
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MensajePublicado: Vie Nov 09, 2007 5:42 pm    Asunto:
Tema: El cuerpo de Jesus se quedó en la tumba?
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Hola

siempre he pensado que esos pseudoteólogos de la corriente Bultmann pertenecen a otra religión pero no a la católica (como se comprueba en todos los textos que ha transcrito Beatriz). A mi me molestan bastantes cosas en relación con esta gente. Cito las primeras que se me pasan por la cabeza:

1.- Algunos han estado en nómina de Universidades pontificias (no les ha importado nada cobrar de la Iglesia, no hay escrúpulo en la materia)
2.- Se llaman a sí mismos católicos, pero no lo son porque no creen lo que dice el credo, que es la fe de la Iglesia
3.- Algo que podemos ver todos los días: en librerías "católicas" se vende cada libro de estos que alucinas en colores. No tengo nada en contra de la libertad de prensa, de opinión y de expresión en una sociedad democrática... pero digo yo ¿por qué una librería católica vende libros con doctrinas contrarias a la fe? Es que no lo entiendo, no hay control alguno.

En cuanto a los "progres" en general, y aunque pueda pecar de falta de misericordia, a veces pienso que por qué esta gente a la que le molesta tanto la fe de la Iglesia, la Tradición y la propia Iglesia no la abandona de una vez y dejan de molestar.

Salu2
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pato7880
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MensajePublicado: Vie Nov 09, 2007 7:02 pm    Asunto:
Tema: El cuerpo de Jesus se quedó en la tumba?
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Beatriz escribió:
Cita:
El Cristo resucitado no funda la fe, es más bien “fundado”, idealizado por la fe


Tambièn es muy comùn que digan que el Jesùs històrico no tenia intenciones de fundar una Iglesia. Es el error modernista de Alfred Loisy: Reino de Dios si, Iglesia no.


Me imagino que la Iglesia no ha tenido tiempo o por cuestiones lógicas se tarda en desmentir o decir que algo tiene errores doctrinales. Aquí mismo en el tema del Milenarismo, nunca el forista explico realmente la diferencia entre el milenarismo espiritual y el material (o como se diga) y yo expresé y sigo pensando en como se parece a los testigos de Jehová y otras sectas, cuando te van a visitar. Y sin embargo lo dicen como si nada en este foro.

Me imagino que si los otros teólogos no han sido sancionados, siguen esparciendo toda esa mentira.
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Beatriz
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MensajePublicado: Sab Nov 10, 2007 2:30 pm    Asunto:
Tema: El cuerpo de Jesus se quedó en la tumba?
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Mas claro no puede ser el p. Buela:

LA RESURRECCIÓN ¿MITO O REALIDAD?

A quienes en Cottolengos y Hogarcitos atienden a Cristo pobre y doliente en la persona de los ciegos, postrados, deformes, epilépticos, retardados... que resucitarán con su cuerpo íntegro, sin defecto, para recibir la plenitud del premio.

Es un hecho que la herejía modernista, que tan sabia y valientemente condenara San Pío X a principios de siglo, ha rebrotado con nuevos bríos, está más difundida y está causando mayores estragos, tiene discípulos más calificados y numerosos, es más virulenta. No podía dejar de atacar, como lo hiciera también en aquella época, el hecho apologético y dogmático central de nuestra fe: la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Se reedita, por ejemplo, la vieja herejía de Euticio, obispo de Constantinopla, refutada por San Gregorio Magno (+604), según la cual Cristo habría resucitado con «un cuerpo más sutil que el aire» y, por lo tanto, «impalpable» (1).

Nosotros creemos que la afirmación explícita de la palpabilidad del cuerpo resucitado de Nuestro Señor, de acuerdo a su misma enseñanza («Palpadme y ved, que el espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo»: Lc.24,39), repetida por San Gregorio Magno (2) y por Santo Tomás de Aquino (3), es la piedra de toque que destruye todos los sofismas de quienes niegan la verdad y la realidad de la resurrección corporal. Y creemos, también, que esta clara enseñanza no es puesta suficientemente de relieve por los defensores de la doctrina católica sobre la resurrección corporal (4), 0 no la explicitan convenientemente, o la ignoran paladinamente.

La negación de la resurrección corporal no sólo afecta, de suyo, al dogma de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, sino también al de nuestra futura resurrección, al de la Asunción de la Ssma. Virgen María a los cielos en cuerpo y alma, al de la presencia corporal del Señor en la Eucaristía.

En última instancia, como el mismo modernismo, es ésta una herejía típicamente gnóstica (5), en la línea, por un lado, de los que impugnan la transmisión por generación del pecado original, de los que niegan la integridad biológica de la Ssma. Virgen, de los que niegan la presencia física del Señor en la Eucaristía, y caen primero en el fideísmo, luego en el agnosticismo, y finalmente en el ateísmo en cualquiera de sus formas o variantes; por otro lado se emparentan con aquellas herejías cristológicas que enseñaban que Nuestro Señor había asumido en la Encarnación un cuerpo aparente pero no real, ya que la materia es mala como afirmaban los docetas, con Basílides, Marción, los maniqueos, los gnósticos, etc., o un cuerpo celeste, etéreo, fantástico, como sostenían Apeles, Valentín, los priscilianos (s. IV), los anabaptistas alemanes (s. XVI), negando que hubiese asumido un cuerpo carnal y terrestre, es decir, con carne, sangre y huesos como los nuestros, como en realidad asumió en las entrañas purísimas de la Ssma. Virgen.

Así como los que reducían a simple apariencia la Sagrada Humanidad de Nuestro Señor son llamados docetas (del griego dókesis: apariencia), y los que enseñaban que los sufrimientos corporales de Cristo eran aparentes son llamados aftartodocetas (del griego: áftartos: incorruptible, y dókesis) así los que niegan la resurrección corporal reduciéndola a pura apariencia deberían ser llamados anastodocetas (del griego: anástasis: resurrección, y dókesis). A lo mejor, al tener nombre propio, dejan de llamarse a sí mismos católicos, porque «de nosotros han salido, pero no eran de los nuestros» (1 Jo.2,19).

Trataremos de exponer sucintamente lo que enseña la doctrina católica acerca de la resurrección, a saber, es ésta corporal y no de cualquier cuerpo (fantástico, vaporoso, celeste), sino de un cuerpo de naturaleza humana; y no de cualquier cuerpo de naturaleza humana (de Pedro, de Diego o de Juan indistintamente), sino que tiene que ser del mismo cuerpo humano que murió, y este cuerpo humano debe ser íntegro e idéntico al cuerpo que murió, pero viviendo una vida inmortal y gloriosa (6).

I. LA RESURRECCIÓN ES DEL CUERPO

Es evidente que por razón de su espiritualidad el alma no puede morir físicamente. Cuando se habla de «muerte del alma» se lo hace en un sentido moral para referirse al estado de pecado «mortal» en el cual el alma se encuentra privada de la gracia santificante que es la vida divina. En este mismo sentido hablamos también dé «resurrección del alma» cuando ésta pasa de la muerte del pecado a la vida de la gracia, según dice el Apóstol: «Si fuisteis, pues, resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba...» (Col. 3, 1; cf. Ef. 5, 14) porque así como el cuerpo vive naturalmente por el alma, el alma vive sobrenaturalmente por la gracia santificante. Sólo de esta manera aceptaban la resurrección Himeneo y Fileto y por eso los reprueba San Pablo porque «extraviándose de la verdad dicen que la resurrección se ha realizado ya, pervirtiendo con esto la fe de algunos» (2 Tim. 2,16-1Cool.

El que propiamente sucumbe por la muerte es el cuerpo, por lo que es evidente que la resurrección, en sentido estricto, no es del alma sino t del cuerpo. Cristo demostró que había resucitado con su cuerpo por las doce apariciones «rea~s, objetivas y corporales» (7) que nos describen las Escrituras, aunque fueron muchas más (cf. Act. 1,3), y por el hecho de que el sepulcro quedase vacío como consta por los cuatro evangelistas y por San Pablo (Cool.

Que la resurrección nuestra sea también corporal nos consta: a) por la resurrección corporal de Cristo, «primicia de los muertos» (1 Cor. 15,20), causa eficiente y ejemplar de la nuestra, «que transformará nuestro humilde cuerpo conforme a su cuerpo glorioso» (Fil. 3,21); b) por el testimonio de la Sagrada Escritura: «muchos cuerpos de santos resucitaron» (Mt. 27,52), «¿con qué cuerpo vienen (los resucitados)? ¡Necio! lo que tú siembras no revive sino muere. Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de nacer...» (1 Cor. 15,35 ss.), «se siembra cuerpo animal y se levanta cuerpo espiritual» (1 Cor. 15,44), «...para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo» (2 Cor. 4,10), «el que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos dará también vida a nuestros cuerpos mortales» (Rom. 8,11), «gemimos dentro de nosotros mismos... por la redención de nuestro cuerpo» (Rom. 8,23), «...llega la hora en que cuantos están en los sepulcros oirán su voz y vendrán...» (Jo. 5,2Cool, y es de toda evidencia que en los sepulcros no están las almas sino los cuerpos; c) por la constante enseñanza del Magisterio de todos los tiempos, desde las antiguas profesiones de fe: «Creo... en la resurrección de la carne» (9),»el Señor Jesucristo resucitó y subió a los cielos en su mismo cuerpo» (10), hasta Pablo VI: «la muerte... será destruida totalmente el día de la resurrección, en el que estas almas se unirán a sus cuerpos» (11).

En fin, es imposible concebir una salvación completa del hombre sin la resurrección del cuerpo, porque sin el cuerpo del hombre no se da el ser-hombre, y por consiguiente si no hubiese resurrección del cuerpo no habría salvación del hombre.

Si no hubiese resurrección del cuerpo, ¿qué se hizo del cuerpo de Cristo, en qué lugar está? (12), Si no hubiese resurrección del cuerpo y por ende no hubiese resucitado el cuerpo de Cristo, ¿en qué se convierte el pan durante la Santa Misa? Si no hubiese resurrección del cuerpo la Ssma. Virgen no estaría con su cuerpo en el cielo, ¿dónde, pues, se encuentra? Es decir que quien niega la resurrección corporal, si es coherente, deberá negar la presencia corporal de Cristo en la Eucaristía y la Asunción de la Ssma. Virgen, lo que implicaría el rechazo de la infalibilidad del Magisterio solemne y de la inspiración e inerrancia de la Sagrada Escritura. Parafraseando a San Agustín cabría decir: «quien cree lo que quiere y no cree lo que no quiere, no cree en Jesucristo, sino que cree en sí mismo».

II. LA RESURRECCIÓN ES DE UN CUERPO HUMANO

No basta decir que la resurrección es corporal sino que hay que afirmar que es de un cuerpo de naturaleza humana. Porque hay quienes afirman, sí, la resurrección de los cuerpos pero entienden y expresan equívocamente la realidad del cuerpo resucitado negando la humanidad del mismo, y de este modo hacen aparente y, por lo tanto, falsa la resurrección. No hay resurrección verdadera y real, si es de un cuerpo astral, fantástico, aparente, vaporoso, aéreo, celeste, gaseoso, imaginario, etéreo, figurado, simbólico, sutil más que el aire y el viento, o convertido en espíritu. Debe resucitar un cuerpo humano como humano fue el cuerpo que murió.

Nuestro Señor Jesucristo demostró la realidad de la naturaleza humana de su cuerpo resucitado como dicen los Hechos ya que «después de su pasión se presentó vivo, con muchas pruebas evidentes» (Act. 1,3), hablaba y lo escuchaban (13), lo veían (14), comía y bebía (no por necesidad sino para demostrar la naturaleza del cuerpo resucitado, como enseñan San Agustín, San Beda, Santo Tomás de Aquino (15), caminaba (16), se sentaba (17), cocinaba (1Cool, soplaba (19), lo podían tocar y de hecho lo tocaban («ellas, acercándose, asieron sus pies y se postraron ante Él": Mt. 28,9) (20), le daban cosas (21) y Él las recibía («tomó el pan... e igualmente el pez»: Jo. 21,13) (22), le hablaban y Gl escuchaba (23), mostraba las manos, los pies, el costado (24), etc... Lo que dice San Agustín con respecto a la Encarnación lo podemos aplicar a su resurrección: «si el cuerpo [resucitado] de Cristo fue un fantasma, Cristo nos engañó; y si tal cosa hizo, no es la verdad. Ahora bien, Cristo es la verdad. Luego su cuerpo no fue una ficción» (25), i

Expresa y explícitamente es rechazada tan peregrina hipótesis por los Santos Evangelios, «que nos comunican la verdad sincera acerca de Jesús» (26), sobre todo en el hecho que narra San Lucas en el cap. 24, vers. 36 al 43, cuando los Apóstoles «aterrados y llenos de miedo, creían ver un espíritu». Nuestro Señor los convence de la realidad de su cuerpo resucitado ofreciéndose para que lo tocasen, palpasen y así comprobasen que no había asumido un cuerpo fantástico o vaporoso o convertido en espíritu, etc. «Palpadme y ved, que el espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo. Diciendo esto les mostró las manos y los pies".

Del sentido obvio de este texto sacro se deducen dos afirmaciones claras, a saber, que el cuerpo resucitado de Cristo era palpable, y asimismo que era un cuerpo humano terreno, o sea, con carne y huesos. Trataremos de profundizar un tanto en estas dos afirmaciones.

1. El cuerpo resucitado de Cristo era palpable.

Cuando decimos que el cuerpo resucitado de Cristo era palpable, queremos decir:

a) que ofrecía resistencia al tacto, ya que era tangible, en forma semejante a como es tangible cualquier cuerpo humano.

b) que tenía la consistencia o densidad propia de todo cuerpo humano, de manera que no se lo podía atravesar, y por eso las santas mujeres pudieron asirse a sus pies (27). Si de hecho pasaba aun estando las puertas cerradas era ello por virtud divina, así como por virtud de Dios el cuerpo de Pedro, según Act. 5, 15, sanaba a los enfermos: «no tuvo por propiedad congénita que con su contacto sanase los enfermos, antes así sucedía por virtud divina para edificación de la fe» (2Cool

c) que ocupaba un lugar como cualquier cuerpo humano. El Angélico, tan medido en sus adjetivos, dice: «parece una locura (insania) afirmar que el lugar que ocupará el cuerpo glorioso estará vacío» (29),

d) que era naturalmente palpable, no por milagro, y ello, por la realidad misma de su naturaleza humana resucitada. Euticio, obispo de Constantinopla, que negaba la palpabilidad del cuerpo resucitado, al igual que los actuales «anastodocetas», sostenía que el Señor se hizo palpable por milagro, para quitar de los apóstoles la duda de su resurrección. Esto es insostenible. Basta para demostrarlo la argumentación de San Gregorio Magno refutando a Euticio: «Maravillosa cosa es lo que dices: que de donde los corazones de los discípulos fueron sanados de la duda, de allí se nos levante a nosotros la incertidumbre. ¿Qué cosa peor se puede decir que hacerse a nosotros dudoso de su verdadera carne aquello por donde sus discípulos fueron reparados en la fe y quitados de toda duda? Porque, si se afirma no haber tenido el Señor aquello que demostró, por allí se destruye nuestra fe, por donde fue confirmada en sus discípulos» (30).

e) que actualmente en el cielo es naturalmente palpable, resistente al tacto, consistente o denso, que llena un lugar y posee estas disposiciones no sólo ahora, sino por toda la eternidad, ya que su cuerpo luego de resucitado no cambia (31), «pues si después de su resurrección pudo alguna cosa ser mudada en su carne, volvió el Señor a la muerte después de su resurrección contra la verísima sentencia de San Pablo; lo cual ¿quién hay, aunque sea loco, que lo presuma decir sino el que niega la verdadera resurrección de la carne?» (32).

Notemos que dos santos, dos santos Doctores y de la talla de San Gregorio Magno y de Santo Tomás de Aquino califican de locos y de locura a los partidarios y a la doctrina herética de la impalpabilidad de los cuerpos resucitados. No puede ser de otra manera cuando el mismo Señor eligió como prueba para demostrar que no era un fantasma el dar a palpar su carne y sus huesos. «Palpadme. ..»: esa sola palabra destruye toda «profana y vana parlería... que cunde como gangrena... pervirtiendo la fe de algunos» (33). De ahí que el XI Concilio de Toledo no vacile en confesar «la verdadera resurrección de la carne de todos los muertos a ejemplo de Cristo, nuestra cabeza. Y no creemos, como algunos deliran, que hemos de resucitar en carne aérea o en otra cualquiera, sino en ésta en que vivimos, subsistimos y nos movemos» (34).

2. El cuerpo resucitado de Cristo era un cuerpo terreno

Cuando afirmamos que el cuerpo resucitado de Nuestro Señor es un cuerpo carnal o terreno, queremos decir que es un cuerpo con carne y huesos como el nuestro, o sea, se excluye absolutamente todo tipo de cuerpo fantástico o celeste: «el espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo» (Lc. 24,39), dijo el Señor, con lo que demuestra que resucita con todas las partes propias de un cuerpo de naturaleza humana.

Se resucita con la propia sangre, y esto se prueba con toda certeza ya que, en caso contrario, no se transubstanciaría el vino en la Sangre del Señor en el Sacramento del altar, según la enseñanza de Jesús: «el que coma mi carne y beba mi sangre» (jo. 6,54.56), «esto es mi cuerpo... es mi sangre» (35), y quien no los discierna es «reo del cuerpo y sangre del Señor" (1 Cor. 1 1,27.29), enseñanza mantenida por la Iglesia en todos los tiempos, y que solemnemente definió el Concilio de Trento en la sesión XIII enseñando que la Eucaristía «contiene verdadera, real y substancialmente el cuerpo y la sangre, juntamente con la divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo y, por ende, Cristo entero» (36), «Cristo, todo e íntegro» (37). Quien negare que los cuerpos resucitados son de naturaleza humana, sosteniendo que son de naturaleza celeste, vaporosa, etérea, etc., si es coherente, habrá de negar también la presencia corporal de la naturaleza humana en carne y sangre reales, no metafóricas, de Cristo en la Eucaristía.

Argumentan algunos que así como el Cuerpo de Cristo en la Eucaristía no ocupa lugar, pues aunque se hace presente con toda su cantidad dimensiva, está al modo de la substancia (3Cool, es decir, que tiene un modo de existir inespacial, así es el cuerpo de Cristo resucitado y así serán nuestros cuerpos resucitados. Pero ello es falso, por que la presencia al modo de substancia sólo vale para la presencia sacramental. El cuerpo resucitado de Cristo está en el cielo según su modo natural de existir, está presente con su cantidad dimensiva según el modo propio de existir de la cantidad, a saber, toda en el todo y cada parte en cada parte, es decir, que exige un espacio igual al que ocupa su cuerpo natural, ocupando un lugar circunscriptivo determinado, sin prescindir de la extensión actual y del espacio tridimensional; en cambio en la Eucaristía está con una presencia sacramental, no llenando un espacio tridimensional, ni teniendo extensión actual. El cuerpo resucitado de Cristo está, pues, presente: primero, con su figura, circunscriptivamente (incluso con su extensión extrínseca) en un solo sitio, en el cielo, donde está localmente; segundo: bajo las especies eucarísticas, está presente no circunscriptivamente (sólo con la extensión intrínseca sin la extensión extrínseca) en muchos lugares, en todos los sagrarios del mundo, «todo entero... en su ‘realidad’ física, aún corporalmente, aunque no del mismo modo como los cuerpos están en un lugar» (39).

Hay también quienes afirman que Cristo «murió y resucitó al mismo tiempo» (sic!) y explican «el tercer día» no como si se tratara de un dato cronológico sino de la mera expresión de la certidumbre del triunfo final. Proponen como argumento la colección que trae el midrash Rabbah sobre Gen. 22,4 acerca de las obras salvíficas realizadas por Dios al «tercer día», v. gr. Gen. 42,18; Ex.19 ,11; Jos. 2,16-22; Esdr. 8,32 etc. Se pretende establecer, así, una falsa subordinación del Nuevo al Antiguo Testamento para cohonestar falsas interpretaciones. Es cierto que el Antiguo y el Nuevo Testamento constituyen una unidad, como lo mostró el mismo Jesús cuando en su encuentro con los discípulos de Emaús «comenzando por Moisés y los profetas, les fue declarando cuanto a SI se refería en todas las Escrituras» (Lc. 24,27), y como enseña San Pablo cuando refiriéndose a los preceptos ceremoniales del Antiguo Testamento afirma que eran «sombra de lo futuro, cuya realidad es Cristo» (Col. 2,17). Porque las instituciones, hechos y personajes del Antiguo Testamento, además de su realidad histórica propia, son «tipos» —prefiguraciones— de Cristo que es el analogado primero, el «antitipo» (40). Sin embargo hay que evitar la reducción del Nuevo Testamento a una concepción judía que se ha revelado insuficiente para descubrir, a Cristo y que no es, en el fondo, sino un vano intento por judaizar el Nuevo Testamento y así judaizarnos a nosotros.

Pero volvamos a la peregrina hipótesis de la muerte y resurrección simultáneas de Cristo. Si hubiese sido así los presentes hubieran visto cuando Cristo se despegaba de la Cruz transformando su cuerpo en gloria. Pero entonces ¿qué fueron a pedir a Pilato?, ¿qué envolvieron con sábanas?, ¿qué cosa depositaron en el sepulcro? «Lo que pasa —responden— es que resucitó el cuerpo y quedó la corporeidad». Aparte de que eso sea tan absurdo como un círculo cuadrado, insistimos nosotros: ¿qué pasó, entonces, con la «corporeidad», dónde está? (41). «Eso pertenece al misterio» contestan algunos. Y otros, a la pregunta por el cadáver de Jesús, responden: «la sensatez invita a abstenernos de toda curiosidad» (42).

Nos viene a la mente aquello de Isaías (5,20): «Ay de los que de la luz hacen tinieblas y de las tinieblas luz...» Estos teólogos y exégetas progresistas, invitándonos a la sensatez, llaman «curiosidad» a los argumentos que destruyen sus sofismas, pero no temen convertirse en insensatos cuando con malsana curiosidad racionalizan el misterio. Niegan lo que se sabe con certeza para afirmar lo que ellos conocen con duda. Tratan como hipótesis las verdades ciertas de la fe y a sus des cabelladas hipótesis les dan el valor de dogmas de fe. Diluyen los misterios para dejarnos con los «misterios» de sus teorías. A aquellas cosas que exceden la capacidad de nuestra razón pretenden dar una explicación natural tan artificial y arrevesada que resulta mil veces más difícil de aceptar que las mismas verdades sobrenaturales que intentan explicar de distinta manera que la tradicional «por razones pastorales».

Como todos los errores, también el anastodocetismo pretende fundarse en varios textos de la Sagrada Escritura, fundamentalmente en los cuatro siguientes:

a) «La carne y la sangre no pueden poseer el Reino de Dios» (1 Cor. 15,50). Algunos lo interpretan en el sentido de que los cuerpos resucitados no serán terrenos, es decir, no tendrán carne ni sangre. A lo que hay que decir que en la Sagrada Escritura de una manera se dice carne según la naturaleza, por ejemplo en Gen. 2,23, en Jo. 1,14, y de otra manera se dice carne según la cuipa, o sea corrupción u obras de la carne, por ejemplo en Gen. 6,3 en Sal. 78,39, en Rom. 8,9, y en este último sentido debe entenderse aquel versículo: la corrupción de la carne y de la sangre no poseerá el Reina de Dios, a saber, los pecados y las obras de la vida animal, por lo que añade el Apóstol: «ni la corrupción la incorrupción» (v. 50).

b) «El primer hombre fue terreno, formado de la tierra; y el segundo hombre es el celestial, que viene del cie!o» (1 Cor. 15,47), de donde algunos concluyen que el Cuerpo de Cristo no sería terreno. Pero el texto no debe entenderse como si el cuerpo de Cristo «descendiese del cielo en cuanto a su substancia, sino que su cuerpo se formó del Espíritu Santo. Por eso dice San Agustín comentando la frase citada: ‘Llamó a Cristo celeste porque no fue concebido mediante semen humano’» (43). Y «Si es inadmisible que Cristo haya recibido en su concepción cuerpo de otra naturaleza, por ejemplo, celeste, como enseñó Valentín, mucho más inadmisible será que en la resurrección haya tomado cuerpo de otra naturaleza» (44), Los cuerpos resucitados son celestes en cuanto al resplandor de la gloria, no en cuanto a la naturaleza, por eso afirma el Apóstol: «uno es el resplandor de los cuerpos celestes y otro el de los terrestres» (1 Cor. 15,40).

c) Algunos afirmaron que en la resurrección el cuerpo se convertirá en espíritu y por eso, dicen, San Pablo llama «cuerpos espirituales» (1 Cor. 15,44.46) a las cuerpos resucitados. Pero tal cosa no puede sostenerse pues es absolutamente imposible por tres razones (45). Ante todo porque el cuerpo no puede convertirse en espíritu ya que sólo se transforman las cosas que tienen materia común y entre lo espiritual y lo material no hay comunidad de materia, ya que las substancias espirituales son completamente inmateriales. En segundo lugar, si fuera posible que el cuerpo se convirtiese en espíritu, no resucitaría un hombre, ya que éste consta naturalmente de alma y cuerpo. Finalmente, si tal fuera el pensamiento de San Fabio, así como a los cuerpos resucitados los llama»cuerpos espirituales», por una razón parecida podría llamarlos «cuerpos animales» al convertirse estos en ánimas. Lo cual es evidentemente falso. San Agustín exclama: «¡Dios nos libre de creer que serán espíritus!»... serán cuerpos espirituales pero conservando la substancia de la carne, «no perdiendo su naturaleza, sino cambiando su cualidad" (46)

d) Asimismo los hay que malentienden aquello de Mt. 22,30: «en resurrección... serán como ángeles en el cielo», afirmando que, al igual que los ángeles, después de la resurrección no tendremos cuerpo. La respuesta se hace obvia por el mismo texto completo: «en la resurrección ni se casarán ni se darán en matrimonio, sino que serán como ángeles en el cielo», no porque careceremos de cuerpo sino porque no habrá relación matrimonial al no haber necesidad de perpetuar la especie.

Con lo dicho creemos haber mostrado la doctrina católica y destruido los argumentos contrarios a la verdad de la resurrección de la carne.

III. LA RESURRECCIÓN ES DEL MISMO CUERPO DE LA PERSONA QUE MURIÓ

Si el que muere es Juan, para que de hecho resucite debe tomar su propio cuerpo, no el de Pedro o el de Diego. En la hipótesis de que tomase otro cuerpo que no fuere el suyo propio, estaríamos frente a un caso de reencarnación y no de resurrección, lo que es totalmente opuesto a la fe y a la razón. Sería un caso de espiritismo, no de, cristianismo.

Re—esussitare es levantarse por segunda vez, como dice San Juan Damasceno: «la resurrección es la segunda elevación de quien cayó» (47). Para elevarse el que se cayó, el cuerpo de quien resucita tiene que ser el mismo cuerpo humano de quien murió.

Nuestro Señor Jesucristo demostró en su resurrección haber retomado el mismo cuerpo que había asumido en las entrañas purísimas de la Ssma. Virgen, el que había sido clavado en la Cruz, horadado por la lanza y sepultado. De ahí que el sepulcro donde fue depositado su cuerpo muerto es ulteriormente hallado vacío (4Cool y de ahí también que en las apariciones muestre !as santas llagas de sus pies, manos y costado, producidas durante su acerba Pasión, por los clavos y la lanza.

Las santas llagas con que el Señor se aparece son las credenciales de que su resurrección es de un cuerpo de naturaleza humana, palpable, que opone resistencia al que lo toca, idéntico al que fijaron en la Cruz, como vemos que dice e! mismo Jesús: «Ved mis manos y mis pies, que yo soy" (Lc. 24,39) y como se confirma por -la prueba que pedía Tomás «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y meto mi dedo en el lugar de los clavos y meto mi mano en su costado, no creeré» (Jo. 20,25) a lo que respondió Nuestro Señor a los ocho días: «Alarga acá tu dedo y mira mis manos y tiende tu mano y métela, en mi costado» (Jo. 20,27). Las llagas son el «documento de identidad» que prueban la mismidad esencial que une al resucitado con el crucificado y la continuidad substancial del crucificado con el resucitado. Mismidad y continuidad no sólo por el alma sino también por el cuerpo. Es interesante observar que Nuestro Señor no dice a sus apóstoles: «ved mi rostro», o «escuchad mi doctrina», o «reparad en mis milagros», sino que les da a comprobar, experimental y palpablemente, la verdad de su resurrección, haciéndoles así manifiesta la identidad numérica de su cuerpo resucitado.

Al decir identidad numérica queremos afirmar que el cuerpo resucitado no sólo es idéntico por razón de una misma forma substancial —una misma alma humana— sino por levantarse el mismo cuerpo que había dejado el alma en el momento de la muerte. Más aún, excluimos decididamente la hipótesis de la asunción de una materia distinta a la que tuvo el alma en la vida terrena por la simple razón, entre otras, de que, según tal hipótesis, podría darse en un difunto el absurdo de que sus huesos «que están en los sepulcros» (Jo. 5,2Cool quedasen allí para siempre mientras su alma asumiría otra materia, enteramente nueva, para su cuerpo resucitado, haciendo de la resurrección no un caso de unión de las cenizas de la misma materia numérica, sino un caso de asunción de otra materia (49).

Creemos que así lo ha entendido el Magisterio infalible de la Iglesia al enseñar: «padeció Él mismo en su carne y resucitó y subió a los cielos en su mismo cuerpo, con gloria...» (50), «creemos que hemos de ser resucitados por Él en el último día en esta carne en que ahora vivimos» (51), «creo en la verdadera resurrección de la misma carne que ahora llevo» (52), «de corazón creemos y con la boca confesamos la resurrección de esta carne que llevamos y no de otra» (53), «todos los cuales (réprobos y elegidos) resucitarán con sus propios cuerpos que ahora llevan» (54), etc., y últimamente: «el día de la resurrección estas almas se unirán a sus cuerpos» (55).

1. Identidad del cuerpo resucitado.

Según nuestra fe, creemos que entre el cuerpo sin vida y el mismo cuerpo resucitado hay una identidad no sólo metafísica o específica, sino física o natural, numéricamente la misma. Pero numéricamente la misma, admitiendo un más y un menos, o un flujo y reflujo, que de ningún modo destruyen la identidad física y numérica. Así como cuando damos sangre o nos la transfunden, comemos o defecamos, nos cortamos el cabello o las uñas, aspiramos o exhalamos aire, nos quitan una muela o nos amputan una pierna, seguimos siendo siempre nosotros mismos, o sea, la misma alma y el mismo cuerpo numérico, a pesar de todos los crecimientos y decrecimientos, y no obsta todo ello para poner en duda nuestra identidad numérica corporal, incluso sabiendo lo que enseña la Biología (56), o sea, que en más o menos siete años se renuevan totalmente las células de nuestro cuerpo (menos las neuronas que no se renuevan y que son las mismas desde el huevo cigota hasta el momento de la muerte), muchísimo menos han de constituir tales hechos argumento para negar la identidad del cuerpo resucitado. Así lo enseña Santo Tomás: «Lo que no impide en el hombre la unidad numérica mientras vive, es evidente que tampoco puede impedir la unidad del que resucita» (57), e ilustra su afirmación con dos ejemplos muy gráficos: el fuego, mientras arde, se dice uno numéricamente, porque permanece su especie, aunque se consuma la leña y se le añada nueva (5Cool, y asimismo la ciudad, aunque cambien sus habitantes, salva su unidad numérica (59).

2. Integridad del cuerpo resucitado.

Por ser la resurrección obra de Dios y siendo perfectas las obras de Dios, el hombre ha de resucitar con toda la perfección de su naturaleza humana. Se nos ha prometido que «no se perderá un solo cabello» (Lc. 21,1Cool de nuestras cabezas.

Así, por ejemplo, no resucitarán con el cuerpo aquellas cosas que la naturaleza humana no necesita para su perfección y que por eso expele como la orina, el sudor, la materia fecal, el pus, etc., o que están ordenadas a la conservación de la especie como el semen, la ------, etc.

Pero sí han de resucitar con él todos sus miembros, incluso genitales, ya que pertenecen a la perfección de la naturaleza humana. Por eso la Iglesia ha condenado la proposición de Orígenes: «Si alguno dice o siente que en la resurrección los cuerpos de los hombres resucitarán en forma esférica y no confiesa que resucitaremos rectos: sea anatema (60).

Esto quiere decir que no habrá deformidad o mutilación o deficiencia alguna de los resucitados y que, por lo tanto, todos nuestros enfermos de Cottolengos y Hogarcitos: mancos, cojos, ciegos, contrahechos, paralíticos, deficientes mentales, mogólicos, epilépticos, etc., serán resucitados por Dios con sus cuerpos íntegros, sin defecto, para recibir la plenitud del premio. ¡Cómo aumentará la gloria accidental de los elegidos de Dios que han trabajado en estas obras de misericordia cuando allí se encuentren con los enfermos a los cuales, aquí en la tierra, han dado de comer, de beber, de vestir, a los que han dado calor de hogar a sus vidas y fuego de caridad cristiana a sus corazones! ¡Allí les darán las «gracias» que aquí son incapaces de dar!

Al llegar acá, si es que nos han seguido, los modernos incrédulos suelen esgrimir un argumento que creen por demás contundente y definitivo para cerrar la cuestión, no ya negando abiertamente la resurrección pero, al menos, dudando de la misma, o afirmando que ignoran en qué consiste. ¿Cuál es la dificultad que presentan? El caso de antropofagia, que hoy ha alcanzado notoria actualidad: si un hombre come carne de otro quiere decir que la carne comida es asimilada por el cuerpo del antropófago y por consiguiente se integra a un cuerpo ajeno. Con lo cual no hacen más que poner de relieve la ignorancia que los aqueja, propia por otra parte de todos aquellos que desprecian la Tradición. Siete siglos antes, Santo Tomás de Aquino ya resolvía magistralmente esa objeción e incluso tres o cuatro objeciones más que, después de setecientos años todavía no se les ha ocurrido excogitar a nuestros progresistas que se creen avanzados. Así contesta el Aquinate: «Tal hecho no puede impedir la fe en la resurrección. Pues no es necesario que todo lo que estuvo materialmente en el hombre resucite con él; por otra parte, si algo falta puede ser suplido por el poder divino. Así, pues, la carne comida resucitará en aquel en quien primero estuvo animada por el alma racional perfecta...» (61). Entre otros Santos Padres, el Aguila de Hipona refutaba asimismo, quince siglos atrás, esa objeción, como puede verse en «La Ciudad de Dios».

Nos queda aún por tratar un último aspecto, importantísimo, de la fe católica en la resurrección. Porque ésta puede ser imperfecta como cuando el alma vuelve a unirse al cuerpo para vivir nuevamente una vida mortal, como en el caso de Lázaro, del hijo de la viuda de Naim, de la hija de Jairo (estrictamente, en estos casos cabe hablar de «reanimación», o sea, el alma todavía no gloriosa vuelve a unirse a su cuerpo), pero es perfecta cuando el alma vuelve a unirse al cuerpo para hacerle vivir una vida inmortal. Tal fue la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo y tal será la nuestra al fin de los tiempos, cuando nuestras almas gloriosas se vuelvan a unir a nuestros cuerpos para hacerlos gloriosos.

IV. LA RESURRECCIÓN ES A UNA VIDA GLORIOSA E INMORTAL

«Sabemos que Cristo, resucitado de entre los muertos, ya no muere; la muerte ya no tiene dominio sobre Él», enseña el Apóstol (Rom. 6,9). Resucita para vivir una vida gloriosa e inmortal.

En las apariciones de Nuestro Señor que siguieron a su resurrección podemos observar una doble serie de fenómenos. Por un lado, vemos que habla, come, se deja tocar, muestra sus llagas, etc., y, por otro lado observamos que no deja que le abracen largamente los pies, entra y sale del Cenáculo estando las puertas cerradas, aparece y desaparece cuando quiere, toma distinta figura, etc. Es que quiere demostrar dos cosas: una, que tiene la misma naturaleza humana que poseía durante su vida mortal; otra, que su cuerpo goza de distinta gloria.

Separar una serie de fenómenos de tal manera que se llegue a la negación de la otra, sólo conduce a la herejía. Interpretar una serie de fenómenos tan sólo a la luz de los otros de tal modo que se escamoteen los primeros, conduce al mismo resultado. Fue San Gregorio Magno quien, en frase precisa y bruñida, destruyó el sofisma para siempre al afirmar que el cuerpo resucitado es «de la misma naturalezas pero de distinta gloria» (eiusdem naturae et alterius gloriae).

Al decir «distinta gloria,» se quiere expresar la distinta vida que vive el cuerpo resucitado y las distintas condiciones o dotes que lo embellecen, enaltecen y exaltan.

El alma, al unirse íntimamente a Dios por medio de la visión beatífica, se hace gloriosa, y al unirse al cuerpo, en la resurrección, hace glorioso a éste. Por eso, para entender lo que es el cuerpo glorioso, primero debemos entender más profundamente lo que es la visión beatífica de Dios, gracias a la cual, clara e indistintamente, tal como es en sí mismo, un día lo veremos y seremos «semejantes a ¡El» (1 Jo.3,2), volviéndonos «deiformes» (62) —que es el efecto formal del «lumen gloriae»— y debemos captar cómo esta visión de «Aquél que es» (Ex.3,14) infinitamente perfecto, que «está sobre todos, por todos y en todos» (Ef. 4,6), es del todo inefable (63), como del todo inefable es la comprehensión beatífica, como del todo inefable es la fruición beatífica.

En la resurrección esta gloria del alma redunda sobre el cuerpo y, sin destruir su naturaleza propia, lo transforma, lo glorifica. Así como la gracia no destruye la naturaleza sino que la eleva y perfecciona, a fortiori, la gloria no destruye la naturaleza, sino que la eleva perfectísimemente, ya que la gloria es la gracia perfecta y consumada.

Es de fe que los elegidos, al igual que Cristo su Cabeza, han de ser íntegramente glorificados, y como el cuerpo es parte esencial de la naturaleza del hombre —cuerpo de carne, sangre, huesos, etc.— y sin ese cuerpo no se da el ser-hombre, para que se realice la glorificación completa del hombre, debe haber glorificación del cuerpo, ya que sin glorificación del cuerpo no hay glorificación del hombre. Por lo tanto, la glorificación del cuerpo «es esencial para la bienaventuranza completa de la creatura racional».

Evidentemente que los cuerpos resucitados para la vida eterna tienen una gran excelencia y dignidad, fruto de la redundancia de la gloria del alma, como nos informan, con datos preciosos, la Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia. La deiformidad del alma otorga al cuerpo glorificado cualidades estupendas, que los Padres! y teólogos tradicionales llaman dotes.

Las dotes del cuerpo resucitado

A esas cualidades o perfecciones que redundan del alma al cuerpo, haciendo que éste quede perfectamente subordinado a ella, se las llama dotes por metáfora con los bienes que una esposa aporta a su matrimonio, ya que siendo la gloria eterna un místico desposorio del hombre con Dios, es muy conveniente que éste se presente adornado, con esas cualidades. Estas son cuatro: sutileza, impasibilidad, claridad y agilidad. San Pablo las menciona en 1 Cor. 15,40-44, texto del que Santo Tomás hace este notable comentario: «Vemos que del alma cuatro cosas provienen al cuerpo, y tanto más perfectamente cuanto el alma más vigorosa fuese. Primeramente le da el ser; luego, cuando alcanzare el alma lo sumo de la perfección, le dará un ser espiritual. Segundo, lo preserva de la corrupción...; luego, cuando fuere perfectísima, conservará un cuerpo totalmente impasible. Tercero, le da hermosura y esplendor...; y cuando llegue a la suma perfección, hará al cuerpo luminoso y refulgente. Cuarto, le da movimiento...; cuando estuviere en lo último de su perfección, dará al cuerpo agilidad» (64),

a) Sutileza. Esta dote es la que dará al cuerpo glorioso un ser espiritual; gracias a ella el cuerpo glorioso «se sujeta completamente al imperio del alma y la servirá y obedecerá perfectamente» (65), San Pablo lo expresaba así: «se siembra un cuerpo animal y se levanta un cuerpo espiritual» (1 Cor. 15,44). Es la dote por la cual el cuerpo glorioso pierde su pesadez y torpeza espiritualizándose, volviéndose como ingrávido. No por una imposible conversión de la materia en espíritu, sino por efecto de la gloria del alma que se vuelca en el cuerpo. El Apóstol lo llama «cuerpo espiritual» por estar completamente sujeto al espíritu, participando de sus propiedades en cuanto; le es posible, ya en la perspicuidad de los sentidos, ya en la ordenación del apetito corporal y en todo género de perfección natural. Este dominio absoluto que, por la dote de sutileza, ejerce el alma sobre el cuerpo hace que de tal manera estén las operaciones de éste bajo su imperio que, según su voluntad, puede suspender su influencia al exterior de modo que no sea visto ni tocado.

Afirmar sin más que el cuerpo resucitado «no puede ser fotografiado» (66); o decir: «que las apariciones pascuales, como experiencias, fuesen hechas espacio-temporales, no incluye que la realidad que se aparecía estuviese también en el espacio y en el tiempo» (67); o sostener que «algunos quisieran... precisar lo que ha sucedido con el cadáver de Jesús. Sin embargo, la Escritura no dice más que una cosa: les mujeres fueron al sepulcro y en él no encontraron el cuerpo de Jesús» (6Cool; o preguntarse: «¿Es esencial para la resurrección que el sepulcro quedase vacío?» (69), y luego afirmar: «para los teólogos actuales, la resurrección de Cristo no es ya el retorno de un cadáver a la vida terrestre» (70); o afirmar, como W. Marxen, que la interpretación de la resurrección permite ser sustituida por otras fórmulas, en concreto, por ésta: «la causa de Jesús sigue adelante» —por eso continúa viviendo (71); o expresarse como H. R. Schlette cuando se pregunta: «¿Qué pasa con Pascua? No lo saben los exégetas, nadie lo sabe», la fe en la resurrección se reduce «a una interpretación, a un problema de lenguaje», es decir, a la expresión de una determinada experiencia (72); o decir, como H. Ebert, que el sepulcro vacío «más que un apoyo es un impedimento para creer», y que su resurrección consiste en haberse entregado definitivamente a Dios (73); o contentarse con afirmar, al modo de Paul M. van Buren, que sólo se puede decir que «algo ocurrió», que «la evidencia indica que los apóstoles no pretendieron aseverar una resurrección física del Jesús muerto», sino que «experimentaron una situación iluminadora en que Jesús, el hombre libre que habían conocido ellos mismos, e incluso todo el mundo, era contemplado en una perspectiva totalmente nueva. Desde aquel momento los discípulos comenzaron a poseer algo de la libertad de Jesús. Su libertad comenzó a ser ‘contagiosa’ « (74); pues bien, afirmar sin más las distintas proposiciones que anteceden es algo gratuito, erróneo e impío. Gratuito porque se afirma sin ningún fundamento; erróneo, porque se niega el carácter objetivo externo del cuerpo resucitado, como lo hemos demostrado; e impío, porque son falsas doctrinas que repiten viejas herejías o conducen a las mismas, al llevar a la negación de la corporalidad del cuerpo resucitado.

b) Impasibilidad. Es la perfección que redunda del alma glorificada al cuerpo resucitado comunicándole la imposibilidad de sufrir y morir. Consta en la Sagrada Escritura: «Los juzgados dignos de tener parte. .. en la resurrección de los muertos... ya no pueden morir» (Lc. 20,35-36), «se siembra en corrupción, se resucita en incorrupción» (1 Cor. 15,42), «Dios enjugará toda lágrima de sus ojos» (Ap. 7,17), «enjugará las lágrimas de sus ojos y la muerte no existirá más, ni habrá duelo, ni gritos, ni trabajo, porque todo esto ya es pasado» (Ap. 21,4).

c) Claridad. Es la dote por la cual el cuerpo glorioso tendrá «cierto resplandor que rebosa de la suprema felicidad del alma» (75). El mismo Cristo lo dijo: «Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre» (Mt. 13,43), y también San Pablo: «Se siembra en vileza, se levanta en gloria» (1 Cor. 15,43), «transformará (Cristo) nuestro humilde cuerpo conforme a su cuerpo glorioso» (Fi1. 3, 21).

d) Agilidad. Es la dote por la cual el cuerpo glorioso no sólo no se opone para nada a! alma, sino que está expedito y hábil para obedecer al espíritu en todo movimiento y acción del alma. No sólo queda capacitado para obedecer al imperio de la voluntad en cuanto al movimiento local sino también para secundar todas las demás operaciones del alma. «Se siembra en flaqueza y se levanta en poder», como indica el Apóstol (1 Cor. 15,43).

CONSIDERACIONES FINALES

Los que creen en «fábulas impías y cuentos de viejas» (1 Tim. 4,7) podrán hacer mil piruetas para hacernos creer que Cristo «murió y resucitó al mismo tiempo», que en la Cruz «quedó la corporeidad», que «el sepulcro vacío no es fundamento de la resurrección», que las apariciones son «interiores" aunque «objetivas» (sic!), que el cuerpo era impalpable, que se hizo palpable sólo por milagro para fortalecer la fe de los Apóstoles, que en él «no hay carne ni huesos» (ni nada), que está presente «ad modum substantiae», etc., etc., etc., pero todas estas afirmaciones nunca dejarán de ser las «artificiosas fábulas" (2 Pe. 1,16) propias de aquellos «que siempre están aprendiendo, sin lograr jamás llegar al conocimiento de la verdad» (2 Tim. 3,7).

Negar la resurrección corporal, o negar que sean cuerpos de naturaleza humana los que resucitan, o negar que resuciten nuestros propios cuerpos, o negar que sean «de la misma naturaleza pero de distinta gloria», simplemente es no creer en la resurrección de la carne, lo cual es objeto de «anatema» (76), es no creer que Cristo con su carne está a la diestra de Dios Padre y, por lo tanto, es ser «hereje» (77).

Nosotros creemos en Jesucristo, que «al tercer día, resucitado por su propia virtud, se levantó del sepulcro» (7Cool según lo había prometido: «porque yo doy mi vida para tomarla de nuevo. Nadie me la quita, soy yo quien la doy de mí mismo. Tengo poder para darla y poder para volver a tomarla» (Jo 10,17-1Cool, ya que «en ningún otro hay salvación, pues ningún otro nombre nos ha sido dado bajo el cielo, entre los hombres, por el cual podamos ser salvos» (Act. 4, 12), y ningún otro tiene palabras de vida eterna.

P. CARLOS MIGUEL BUELA



NOTAS

(1) San Gregorio Magno, Los Morales, 1.14, cap. 56; Ed. Poblet, Bs. As., 1945, T. II, pp. 446 ss.
(2) Cf. o.c.
(3) Cf. S. Th. III, 54,3.
(4) Cr. por ej. Jean Daniélou, La Resurrección, Studium, Madrid, 1971.
(5) Sobre la gnosis es imperioso leer el notable libro del P. Julio Meinvielle, De la Cábala al Progresismo, Ed. Calchaquí, Salta, 1970.
(6) No entraremos a analizar el aspecto metafísico del misterio, pero adelantamos al lector que según la doctrina filosófica aristotélico-tomista del hilemorfismo: a) el cuerpo naturalmente postula estar unido al alma y viceversa, b) no repugna que Dios vuelva a informar con el alma el cuerpo de un hombre que sufrió por la muerte la separación de sus dos componentes esenciales.
(7) Albert Lang, Teología Fundamental, Ed. Rialp, Madrid, 1966, T. I. p. 313.
(Cool Mt. 28,6; Mc. 16,6; Lc. 24,3; Jo. 20,2; Rom. 6,4; 1 Cor. 15,4; Act. 13,29; ver Francisco Vizmanos-Ignacio Riudor, Teología Fundamental, BAC, Madrid, 1963, pp. 446 y ss.
( 9) E. Denzinger 1, El Magisterio de la Iglesia, Herder, Barcelona, 1963.
(10) Símbolo de Epifanio: Dz. 13.
(11) Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios, BAC, Madrid, 1968, N° 28, p. 33.
(12) Cf. en Vizmanos-Riudor, o.c., pp. 446 y ss. La refutación de todas las falsas hipótesis de fraude o robo del cuerpo muerto.
(13) Cf. Mt. 28,9.10.18; Mc. 16,14-18; Lc. 24,17.19.25.26.36.38.39.41.44-49; Jo. 20,15.16.17.19.21.23.26-29; 21,5.6.10.12.15.16.17.18 22; Act 1,7-8.
(14) Cf. Mt. 28,16ss.; Mc. 16,11-13; Lc. 24,31-37.39-40; Jo. 20,14.20.29; Act.1,9-10.
(15) Cf. Lc. 24,43; Act. 1,4; 10,41; cf. San Agustín, La Ciudad de Dios 1.22, cap. 19, BAC, T. II, p. 740 passim; cf. San Beda, In Lucam 24,41: PL 92,631; cf. Santo Tomás, S. Th. III, 54,2, ad 3 y passim.
(16) Cf. Lc. 24,15.
(17) Cf. Lc. 24,30.
(1Cool Cf. Jo. 21,9.
(19) Cf. Jo. 20,22.
(20) Cf. Lc. 24,39-40; Jo. 20, 17.27.
(21) Cf. Lc. 24,42.
(22) Cf. Lc. 24,30-43
(23) Cf. Lc. 24,18.19-24.29; Jo. 20,15 16.28; 21,15.16.17.21; Act. 1,6.
(24) Cf. Jo. 20,19.27; Lc. 24,40.
(25) Octoginta trium quaest., Q.14: PL 40,14; cf. S. Th. III, 5,1.
(26) Conc. Vat. II, Const. Dei Verbum, nº 19; ver el importante artículo de André Feuillet, Ideas insolitas sobre la Resurrección, en L’Osserv. Rom. del 21-3-72, reprod. por «Iglesia-Mundo», nº 27, del 30-5-72.
(27) Cf. Mt. 28,9.
(2Cool S. Th., Suppl. 83,2,c.
(29) Ibid.
(30) San Gregorio, o.c., p. 447.
(31) Cf. Rom. 6,9.
(32) San Gregorio, o.c., p. 447.
(33) 2 Tim. 2,16 ss.
(34) Dz. 287.
(35) Cf. Mt. 26,26 ss; Mc. 14,22 ss; Lc. 22,19 ss; l¡Cor. 11,23 ss.
(36) Dz. 883.
(37) Dz. 876.
(3Cool Cf. Pablo VI, Mysterium Fidei n° 25, en Colección de Encíclicas Pontificias, Guadalupe, Bs. As. 1967, T. II,
p. 2674.
(39) Ibid.
(40) Cf. Alfredo Sáenz, Cristo y las figuras bíblicas, Ed. Paulinas, Bs. As., 1967, passim.
(41) Cf. C. Gentes, 1.4, cap. 81, ad 2: BAC, Madrid, 1968, T. II, p. 947.
(42) Xavier Leon-Dufour, Resutrección de Jesús y Mensaje Pascual, Ed. Sí gueme, Salamanca, 1973, p. 319.
(43) S. Th. III, 5,2, ad 1.
(44) Ibid. III, 54,3, c.
(45) Cf. S. Th., Suppl 83.1 y C. Gentes 1.4, c. 84, ed. cit. p. 969 ss.
(46) San Agustín, o.c., 1. 13, c. 23, p. 37.
(47) De la fe ortodoxa, cap. 27: PG 94,1220; cf. S. Th., Suppl. 79,1.
(4Cool Ver nota 8.
(49) Cf. A. Royo-Marín, Teología de la Salvación, BAC, Madrid, 1959, pp. 593 y ss., y Ludwig Ott, Manual de Teología Dogmática, Herder, Barcelona, 5ª ed., 1966, pp. 717 y ss. (No compartimos la benignidad con que juzga esta teoría D. Esteban Bettencourt, La vida que comienza con la muerte, Ed. Fund. Pérez Companc, Bs. As., 1973, pp. 254 y ss. que al parecer desconoce a Segarra, De identitate corporis mortalis et corporis resurgentis, Madrid, 1929).
(50) Símbolo de Epifanio, Dz. 14.
(51) Fórmula llamada fe de Dámaso, Dz. 16
(52) Símbolo de San León IX, Dz. 347.
(53) Inocencio III, Dz. 427.
(54) IV Concilio de Letrán, Dz. 429.
(55) Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios, 1. c.: «quo hae animae cum suis corporibus coniungentur».
(56) Cf. por ej. De Robertis, Nowinsky y Sáez, Biología celular, Ed. El Ateneo, Bs. As.. 8' ed., 1970, passim; Alvin Nason, Biología, Ed. LimusaWiley, México, 1970, p. 456 y passim.
(57) C. Gentes 1.4, c 81: ed. cit. p. 950.
(5Cool Cf. ibid.
(59) Cf. S. Th., Suppl. 80,4; ver C. Pozo, La teología del más allá, BAC, Madrid, 1968, p. 116. (60) Canones contra Orígenes, Dz. 207.
(61) Para la refutación completa leer S. Th., Suppl. 80,4, ad 3.4.5. y C. Gentes l.4, c.81, solución a la 5a dificultad del cap. 80; ed. cit. pp. 951-952.
(62) S. Th. I,12,5.
(63) Cf. 1 Cor. 2,9; 2 Gor. 12,2-4.
(64) In Iª ad Cor. c. 15, lect. 6 ed. Marietti, Torino-Roma, 1953, p. 423.
(65) Catecismo del Concilio de Trento, 1ª parte, cap. 11, IV.
(66) Jacob Kremer, La resurreccion de Cristo, en Selecciones de Teología n° 23 (1967), pp. 213 ss.
(67) W. Pannenberg, Reflexiones sobre la Resurrección, en Selecciones de Teología n° 30 (1969), p. 206.
(6Cool X. Leon-Dufour, Resurrección de Jesús y Mensaje Pascual, ed. cit., p. 319. Y agrega el autor en nota 43: «...es grave la tentación de querer imaginar todavía en qué se ha convertido el cadáver de Tesús... Ahora bien, reafirmémoslo claramente, la sensatez invita a abstenerse de toda curiosidad, puesto que los relatos evangélicos no ofrecen elemento alguno de solución». Cf., al respecto, José A. de Aldama, en Movimientos teológicos secularizantes, BAC, Madrid, 1973, p. 176.
(69) L. Evely, L’ Evangile sans mythos, Ed. Universitaires, París, 1970, p. 21.
(70) Ibid. p. 135.
(71) Citado por Franz Mussner, La Resurrección de Jesús, Ed. Sal Terrae, Santander, 1971, p. 15.
(72) Ibid. p. 19.
(73) Ibid. p. 23.
(74) El significado secular del Evangelio, Ed. Península, Barcelona, 1968. pp. 160 ss.
(75) Catecismo del Concilio de Trenzo, 1. c.
(76) Il Conc. de Braga contra los gnósticos, Dz. 242. (77) Concilio Romano, Dz. 73. (7Cool XI Concilio de Toledo, Dz. 286. Cf. asimismo las notables catequesis de Pablo VI los días 5 y 12 de abril de 1972 sobre la resurrección corporal.
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Ultima edición por Beatriz el Sab Nov 10, 2007 2:39 pm, editado 1 vez
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guillermojuanmorado
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MensajePublicado: Sab Nov 10, 2007 2:37 pm    Asunto:
Tema: El cuerpo de Jesus se quedó en la tumba?
Responder citando

En ningún punto la fe cristiana encuentra más contradicción
10.11.07 @ 12:26:40. Archivado en Predicación
En una frase resumía San Agustín las incomprensiones y las oposiciones que, desde un primer momento, encontró la fe en la resurrección: “En ningún punto la fe cristiana encuentra más contradicción que en la resurrección de la carne”. Para la mente humana resulta más fácil pensar en la supervivencia del alma, en su inmortalidad, pero no podemos ni imaginar ni entender cómo resucitará nuestro cuerpo.


>> Sigue... en:

http://blogs.periodistadigital.com/predicareneldesierto.php/2007/11/10/en_ningun_punto_la_fe_cristiana_encuentr

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Beatriz
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MensajePublicado: Sab Nov 10, 2007 2:47 pm    Asunto:
Tema: El cuerpo de Jesus se quedó en la tumba?
Responder citando

Gracias p. Guillermo, mejor publico su artìculo Very Happy :


En ningún punto la fe cristiana encuentra más contradicción


En una frase resumía San Agustín las incomprensiones y las oposiciones que, desde un primer momento, encontró la fe en la resurrección: “En ningún punto la fe cristiana encuentra más contradicción que en la resurrección de la carne”. Para la mente humana resulta más fácil pensar en la supervivencia del alma, en su inmortalidad, pero no podemos ni imaginar ni entender cómo resucitará nuestro cuerpo.

Jesús mismo se encuentra con la resistencia a aceptar la resurrección de los muertos. Los saduceos negaban la resurrección de la carne, y se acercan a Jesús más con el propósito de ponerlo en dificultades que con el deseo de aclarar una duda (cf Lucas 20, 27). En su respuesta, el Señor se remite a la revelación de Dios a Moisés: Dios es un Dios vivo.

La fe en Dios creador del hombre entero, cuerpo y alma, y la confianza en su fidelidad constituyen las bases de la fe en la resurrección de los muertos. Dios, que es amigo de la vida, no puede abandonar a los justos, no puede desoír el sacrificio de los mártires. Los siete hermanos macabeos, martirizados por su fidelidad a la Ley, mueren con esa certeza: “Vale la pena morir a manos de los hombres cuando se espera que Dios mismo nos resucitará”; “el rey del universo nos resucitará para una vida eterna”.

Para nosotros, cristianos, la fe en la resurrección de la carne se apoya en el poder de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos (cf Hechos 13, 32-33). Cristo no permaneció en el sepulcro; con su muerte venció la muerte y a los sepultados ha dado la vida. El anuncio cristiano se fundamenta en el encuentro con Cristo resucitado, en el testimonio apostólico de “haber comido y bebido con Él después de su Resurrección de entre los muertos” (Hechos 10, 41). Así como Cristo ha resucitado, como primogénito de entre los muertos, así resucitaremos nosotros: como Él, con Él, por Él.

La transformación de nuestros cuerpos mortales en cuerpos gloriosos se anticipa en la Eucaristía: “Así como el pan que viene de la tierra, después de haber recibido la invocación de Dios, ya no es pan ordinario, sino Eucaristía, constituida por dos cosas, una terrena y otra celestial, así nuestros cuerpos que participan en la Eucaristía ya no son corruptibles, ya que tienen la esperanza de la resurrección” (San Ireneo).

“La resurrección de los muertos es esperanza de los cristianos; somos cristianos por creer en ella”, decía Tertuliano. Que esta esperanza ilumine nuestra vida, para que, sostenida por la Eucaristía, tengamos fuerza “para toda clase de palabras y de obras buenas”. Amén.

Guillermo Juan Morado
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MensajePublicado: Sab Nov 10, 2007 2:56 pm    Asunto:
Tema: El cuerpo de Jesus se quedó en la tumba?
Responder citando

"Cinco pàjaros con un solo tiro"

- La resurrecciòn corporal de Cristo, dogma de fe
- La asunciòn de la santìsima Virgen, dogma de fe
- La presencia real de Cristo en la Eucaristia, dogma de fe
- La inspiraciòn bìblica, dogma de fe
- La inerrancia bìblica, dogma de fe

Con un solo tiro la resurrecciòn "espiritual" de Cristo mata todos estos dogmas de fe.
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FelipeII
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MensajePublicado: Sab Nov 10, 2007 4:09 pm    Asunto:
Tema: El cuerpo de Jesus se quedó en la tumba?
Responder citando

.

Estimada Beatriz,

me parece éste un tema muy interesante, pues desgraciadamente hay teólogos que como bien dices se desvían del recto magisterio. Si me permites voy a transcribir unos textos de la Suma Teologica en los que Santo Tomás responde a la pregunta: ¿Cristo tuvo verdadero cuerpo después de la resurrección?

Saludos en Cristo



¿Cristo tuvo verdadero cuerpo después de la resurrección?


Objeciones por las que parece que Cristo no tuvo verdadero cuerpo después de su resurrección.

1. El verdadero cuerpo no puede estar junto con otro cuerpo en el mismo lugar. Pero el cuerpo de Cristo, después de la resurrección, estuvo junto con otro cuerpo en el mismo lugar, pues entró donde los discípulos, estando las puertas cerradas, como se dice en Jn 20,26. Luego parece que Cristo no tuvo verdadero cuerpo después de su resurrección.

2. el verdadero cuerpo no desaparece de la vista de los que le miran, a no ser que, por casualidad, se corrompa. Ahora bien, el cuerpo de Cristo desapareció de ante los ojos de los discípulos cuando le miraban, como se escribe en Lc 24,31. Luego parece que Cristo no tuvo verdadero cuerpo después de su resurrección.

3. cada cuerpo tiene su propia figura. Pero el cuerpo de Cristo se manifestó a los discípulos en otra figura, como es notorio por Me 16,12. Luego parece que Cristo no tuvo verdadero cuerpo humano después de la resurrección.

Contra esto: está lo que se lee en Lc 24,37, cuando Cristo se les aparece: sobresaltados y aterrados, creían ver un espíritu, esto es, como si no tuviese un cuerpo verdadero sino fantástico. Para ahuyentar ese error, añade El mismo (v.39): Palpad y ved, porque un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo. Por consiguiente, no tuvo un cuerpo fantástico sino verdadero.

Respondo: Como escribe el Damasceno, en el IV libro : Se dice que resucita aquello que ha caído. Ahora bien, el cuerpo de Cristo cayó por causa de la muerte, es a saber, en cuanto de él se separó el alma, que era su perfección formal. Por eso fue necesario que, para que la resurrección de Cristo fuese verdadera, el mismo cuerpo de Cristo se uniese otra vez a la misma alma. Y, como la verdad de la naturaleza del cuerpo proviene de la forma, sigúese que el cuerpo de Cristo, después de la resurrección, fue verdadero cuerpo y tuvo la misma naturaleza que antes había tenido. En cambio, si su cuerpo hubiera sido fantástico, su resurrección no hubiese sido verdadera sino aparente.

Respuesta a las objeciones:

1. Como enseñan algunos, el cuerpo de Cristo, después de la resurrección, no por un milagro sino por su condición gloriosa, entró donde los discípulos, cerradas las puertas, estando en el mismo lugar junto con otro cuerpo. Pero si el cuerpo glorioso puede, por alguna propiedad suya, lograr existir en el mismo lugar junto con otro cuerpo, se investigara más adelante, al tratar de la resurrección común (véase SuppL, q.83 a.2). Para nuestro propósito basta por ahora decir que, no por la naturaleza del cuerpo sino más bien por el poder de la divinidad que le está unida, entró aquel cuerpo, a pesar de ser verdadero, donde los discípulos, cerradas las puertas. Por lo que Agustín dice, en un Sermón de Pascuaz , que algunos discutían este problema: Si era cuerpo, si resucitó del sepulcro el cuerpo que pendió en la cruz ¿cómo pudo entrar a través de unas puertas cerradas? Y responde : Si comprendes el modo, deja de existir el milagro. Donde la razón desfallece, allí está la edificación de la fe. Asimismo, In loann. escribe: Las puertas cerradas no se opusieron a la masa del cuerpo en que se hallaba la divinidad, pues por ellas pudo pasar aquel que, al nacer, conservó intacta la virginidad de su madre. Y lo mismo dice Gregorio en una Homilía de la Octava de Pascua .

2. Como se ha expuesto (q.53 a.3), Cristo resucitó a una vida gloriosa inmortal. Y es condición del cuerpo glorioso el ser espiritual, es decir, el estar sujeto al espíritu, como dice el Apóstol en 1 Cor 15,44. Pero para que el cuerpo esté totalmente sujeto al espíritu, es necesario que todas las acciones del cuerpo se sometan a la voluntad del espíritu. Ahora bien, el que una cosa se vea, se consigue por la acción de lo visible sobre la vista, como es evidente por lo que dice el Filósofo, en II De anima''. Y, por consiguiente, quien tiene un cuerpo glorificado, cuenta con el poder de ser visto cuando quiere, y de no ser visto cuando no le place. Y esto lo tuvo Cristo no sólo por la condición gloriosa de su cuerpo, sino también por el poder de la divinidad. Esta puede hacer que incluso los cuerpos no gloriosos dejen de ser vistos por un milagro, como le fue concedido milagrosamente a San Bartolomé, de modo que si quería, era visto, y no lo era si no quería . Se dice, pues, que Cristo desapareció de la vista de los discípulos, no porque se corrompiese o se desintegrase en algunos elementos invisibles, sino porque por su propia voluntad dejó de ser visto por ellos, hallándose presente, o porque se retiró de allí por la dote de agilidad.

3. Como explica Severiano, en un Sermón de Pascua, nadie piense que Cristo cambió la figura de su cara con la resurrección. Lo cual debe entenderse en cuanto a la contextura de sus miembros, porque en el cuerpo de Cristo, concebido del Espíritu Santo, no hubo nada desordenado y deforme que precisase ser corregido en la resurrección. Sin embargo, en la resurrección recibió la gloria de la claridad. Por lo cual añade el mismo autor : Pero se cambia su figura al hacerse, de mortal, inmortal, de modo que esto equivaliese a adquirir la gloria del rostro, no a perder la naturaleza del mismo.
Y sin embargo no apareció a los discípulos en forma gloriosa, sino que, como estaba en su mano el que su cuerpo fuese visto o no lo fuese, así estaba en su poder el que en los ojos de quienes lo veían se formase una forma gloriosa, o no gloriosa, o incluso mezclada, o de cualquier otra manera. Al fin, basta una pequeña diferencia para que alguien dé la impresión de aparecer en una figura extraña.


S. Teol. III, 54 , 1
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Luna Lunera
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MensajePublicado: Sab Nov 10, 2007 4:18 pm    Asunto:
Tema: El cuerpo de Jesus se quedó en la tumba?
Responder citando

eh, ¿cuál es el dogma de fe de la "inerrancia bíblica"? Shocked
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Beatriz
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MensajePublicado: Lun Oct 20, 2008 1:19 am    Asunto:
Tema: El cuerpo de Jesus se quedó en la tumba?
Responder citando

A ver exegetas, escuchen al Papa....



El Papa plantea una nueva exégesis bíblica para superar deficiencias actuales


VATICANO, 14 Oct. 08 / 03:28 pm (ACI).- En su intervención en la 14º Congregación General del Sínodo de los Obispos, el Papa Benedicto XVI planteó una nueva exégesis de la Palabra de Dios que permita superar las deficiencias actuales que existen en este campo.

En su intervención en italiano, el Santo Padre explicó que para entender mejor la Biblia también desde el punto de vista de la fe es necesario exégetas con una formación completa
y que si bien el método histórico-crítico es positivo, es necesario que sea completado.

Así lo indicó el Pontífice, destaca L'Osservatore Romano, refiriéndose al documento sobre la Interpretación Bíblica que emitiera la Pontificia Comisión Bíblica en 1993 bajo su guía cuando era entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

"Hemos escuchado todo el bien posible que puede derivar de la exégesis" con este método "pero debemos considerar también sus riesgos El método histórico-crítico ayuda a comprender que el texto sagrado no es mitología, sino verdadera historia, ayuda a captar la unidad profunda de toda la Escritura. Con contribuciones con frecuencia de altísimo nivel académico también ayuda a percibir toda la realidad del hecho, pero también puede llevar a pensar en la Biblia como un libro que solo tiene que ver con el pasado", precisó Benedicto XVI.

Hablando luego de la constitución dogmática Dei Verbum, documento del Concilio Vaticano II sobre la Divina Revelación, el Papa indicó que "si desaparece la hermenéutica de la fe en su lugar se afirma la hermenéutica positivista o secularista, según la cual lo divino no aparece en la historia.

"Y se reduce todo lo humano", como hacen algunos con la exégesis en Alemania que niegan "la resurrección de Cristo y la institución de la Eucaristía por parte del Hijo de Dios".

Para el Santo Padre no existe razón para el dualismo que actualmente separa la teología de la exégesis: una teología que no se basa en la interpretación de la Escritura es una teología sin fundamento, como no tiene fundamento tampoco una exégesis que no sea teológica.

Finalmente, el Papa dijo que "para pasar ya a lo práctico, debemos extender la formación de los futuros exégetas".

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MensajePublicado: Lun Oct 20, 2008 1:25 am    Asunto:
Tema: El cuerpo de Jesus se quedó en la tumba?
Responder citando

Benedicto XVI pide en el Sínodo superar el dualismo entre exégesis y teología


CIUDAD DEL VATICANO, martes 14 de octubre de 2008 (ZENIT.org).- Benedicto XVI tomó la palabra este martes en el Sínodo de los Obispos para proponer que se supere el dualismo entre exégesis y teología que en ocasiones lleva a una lectura sin fe de la Biblia.

El Papa ofreció su intervención sacando su cuaderno de notas personales, sentado en su puesto habitual, en el centro del aula sinodal, hablando en italiano con la precisión con que lo hacía en sus largos años de profesor universitario.

Sus palabras resonaron tras la pausa de descanso de la décimo cuarta congregación general y, como él mismo explicó se inspiran en el trabajo que está realizando para redactar su libro "Jesús de Nazaret", del que está preparando el segundo volumen.

En particular, presentó los criterios que ofrece el Concilio Vaticano II, en la constitución dogmática Dei Verbum (n. 12), para la interpretación de las Sagradas Escrituras.

"Y como la Sagrada Escritura hay que leerla e interpretarla con el mismo Espíritu con que se escribió para sacar el sentido exacto de los textos sagrados --decía el Concilio--, hay que atender no menos diligentemente al contenido y a la unidad de toda la Sagrada Escritura, teniendo en cuenta la Tradición viva de toda la Iglesia y la analogía de la fe".

El Papa consideró que en general los exegetas tienen en cuenta el primer criterio, la unidad de toda la escritura, pero en general se descuida el segundo, la Tradición viva de toda la Iglesia.

El descuido de este criterio, según el Papa, tiene consecuencias. Por ejemplo, dijo, la biblia se convierte en un libro del pasado. "La exégesis se convierte en historiografía".

Según esta visión, en Alemania, por ejemplo, corrientes exegéticas niegan la institución de la Eucaristía, y el cuerpo de Jesús habría quedado en la tumba. De este modo desaparece la presencia de lo divino en lo histórico, constató.

Esta interpretación, siguió diciendo, crea una fosa entre exégesis y lectio divina, y causa perplejidad a la hora de preparar las homilías.

Con esta visión, la escritura no puede ser "el alma de la teología", constató, y la teología deja de ser interpretación de la escritura en la Iglesia.

Para la vida y misión de la Iglesia es totalmente necesario superar el dualismo entre exégesis y teología, subrayó. Son dimensiones de una misma realidad.

Por eso, el obispo de Roma sugirió introducir dos proposiciones para este Sínodo: desarrollar la exégesis no sólo histórica sino también teológica, y ampliar la preparación de los exegetas en este sentido para ampliar la visión de la exégesis.

La intervención del Papa siguió el mismo formato de las intervenciones preparadas por los obispos en el debate y fue recibida con un aplauso.
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Argento
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MensajePublicado: Lun Oct 20, 2008 2:41 am    Asunto:
Tema: El cuerpo de Jesus se quedó en la tumba?
Responder citando

Cuando me puse a ver este tema que trajo Beatriz, casi tiro el monitor por la ventana. Ya de por sí me dió bronca la película "El cuerpo" (de Antonio Banderas), para que encima haya algunos sacerdotes que plantean esta ridiculéz de que Cristo no resucitó en Cuerpo y Alma. ¿Pero acaso están locos algunos clérigo, ó se han creído cierto lo de la película? La verdad no sigo escribiendo más sobre el asunto, porque estoy muy molesto. Mad

Me gustaría que Cristo venga pronto, y de una buena sarandeada a este mundo que ya blasfema por todos los rincones. Mad

Saludos y Bendiciones
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Miles_Dei
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MensajePublicado: Lun Oct 20, 2008 3:19 am    Asunto:
Tema: El cuerpo de Jesus se quedó en la tumba?
Responder citando

Y ahí lo tienen: he visto a Bultmann como texto base de la exégesis de muchos seminaristas y estudiantes de teología católica, mal instruidos y peor enseñados. Pervertidos, podemos decir, ya desde el aula. Pero de esto hablé en su día. No extrañe que algunos acaben justificando cualquier cosa visto esto.

Un saludo en la Paz de Cristo.
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MensajePublicado: Lun Oct 20, 2008 5:23 pm    Asunto:
Tema: El cuerpo de Jesus se quedó en la tumba?
Responder citando

Estimada Beatriz y demás hermanos en Cristo:

El miedo a la física o el "prejuicio del caso Galileo" le llamaría yo.

En muchos círculos eclesiales se siente claramente ese temor a que algún día la ciencia, "demuestre incontrovertiblemente" la falsedad de un dogma de Fé. Y si, hay películas, ideas, noticias, etc. sobre pretendidos "hallazgos de la tumba de Jesús", en los cuales, no como conspiraciones ocultas, sino en la autoría abiertamente reconocida, grupos de interés judíos y protestantes tienen mucho que ver. Y estos pretendidos "hallazgos", por mucho que se sabe perfectamente que son falsos y sin fundamento alguno, no dejan de sembrar la duda en muchos: ¿y si un día SI se encuentra?¿qué voy a hacer con mi Fé? De modo que es mejor "irse previniendo" renunciando a la Fé de una vez y por anticipado; para que, "llegado el día" tan temido en el que la ciencia logre imponer su "demostración", no se de la apariencia de que se están ajustando las cosas de último momento al no tener ya nada más que hacer o decir; como pretendidamente, según los que se creen las leyendas urbanas, tuvo que hacer la Iglesia a causa del caso Galileo; sino que esta vez, el "creyente" (que en realidad ya desde mucho antes habrá dejado de serlo) pueda voltear condescendientemente a ver al científico, haciéndole ver, con un aire de suficiencia, cómo desde hace mucho el creyente progresista dejó "esos mitos" de la resurreción corporal y predica la resurrección espiritual. Ante lo cual, claro está, el científico es el que ahora se quedará sin saber que decir.

Este es el cómodo refugio de la indemostrabilidad, de una Fé que no se puede probar ni verdadera, ni falsa, y que, por tanto, "está fuera del alcance" de esos científicos positivistas que "se la quieren robar". Sin darse cuenta de que ya se la lograron robar desdes hace mucho tiempo, y lo que es peor, sin tener que proporcionar prueba o descubrimiento alguno, sino tan sólo explotando la inseguridad del "creyente".

Y se la robaron de verdad, porque esa Fé indemostrable, no sólo es indemostrable a la hora de que se le quiere probar falsa. Sino es también indemostrable a la hora de dar consuelo y guiar la vida. Porque ¿quién podría encontrar auténtico consuelo, por ejemplo, por la pérdida de un ser querido, en una Fé que uno mismo no puede afirmar de manera segura? ¿no será ese consuelo de la vida eterna una simple ilusión para auto-tranquilizarse? y la duda que carcome deja ver claramente su fea cara en la angustia de los deudos, que no tiene nada que ver con la paz, que aún en medio de la tristeza, se deja ver entre los verdaderos creyentes que realmente saben que la vida no ha terminado en ese ataud.

Porque si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra Fé.

Saludos y bendiciones.
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Miles_Dei
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MensajePublicado: Lun Oct 20, 2008 7:43 pm    Asunto:
Tema: El cuerpo de Jesus se quedó en la tumba?
Responder citando

Cita:
En muchos círculos eclesiales se siente claramente ese temor a que algún día la ciencia, "demuestre incontrovertiblemente" la falsedad de un dogma de Fé.


Sin más palabras eso es ya una falta de fe.

Lo peor es cuando la cuelan bajo la especie de defender la fe o comprenderla mejor. Eso es el protestantismo en su última consecuencia: el irracionalismo del fideismo.

Un saludo en la Paz de Cristo.
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MensajePublicado: Mar Oct 21, 2008 1:44 am    Asunto:
Tema: El cuerpo de Jesus se quedó en la tumba?
Responder citando

EduaRod escribió:


En muchos círculos eclesiales se siente claramente ese temor a que algún día la ciencia, "demuestre incontrovertiblemente" la falsedad de un dogma de Fé.


Eso es falta de fe o ausencia de fe.

Los dogmas son VERDADES, si la ciencia llegara a comprobar algo seria para confirmar que es una verdad.

Yo anadiria a lo dicho por Eduarod que esa exegesis moderna que se aleja de la Tradicion viva de la Iglesia tiene una relacion con el modernismo y la masoneria que busca destruir los fundamentos de nuestra fe porque los muy astutos saben que sin resurreccion, vana es nuestra esperanza...
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