Spe Salvi, primera aproximación

[Luis Fernando]

Spe Salvi, primera aproximación
4 de Diciembre, 2007

Me leí “Spe Salvi” en cuanto fue publicada por Ecclesia Digital, a las doce del mediodía del pasado viernes, 30 de noviembre. Al terminar la lectura estuve pensando si escribir un post sobre la misma, pero decidí que no era el momento. Es un texto tan denso, y en ocasiones tan técnico, que considero que no debe de haber precipitación a la hora de comentarlo. De hecho, aunque esta será mi primera aproximación pública a la encíclica, estoy seguro que no será la única.

Sinceramente hacía tiempo que no sentía tan clara la sensación de ser como un alumno que está ante un maestro. Ciertamente Benedicto XVI tiene la virtud de convertir casi cualquier homilía o discurso en una clase magistral, pero es que en esta encíclica se ha superado a sí mismo. Aunque la mayor parte del texto es de fácil comprensión para el gran público, hay párrafos para los que es necesaria una cierta formación teológica para entender de lo que está tratando el Papa. En otros, es necesario tener una cierta cultura y conocimiento sobre la historia y el pensamiento en la era moderna.

Spe Salvi es una encíclica que aunque aparece como dirigida a los obispos, presbíteros, diáconos, religiosos y laicos, en realidad tiene como verdadero destinatario el mundo moderno. Aun teniendo en cuenta que no tiene como objeto cuestiones intra-eclesiales, estamos ante una especie de Pascendi del siglo XXI, con el lenguaje propio de un maestro de la fe que es consciente de la autoridad de sus enseñanzas y que no tiene el más mínimo reparo en llamar a las cosas por su nombre. En el texto el Papa presenta la salvación de forma clara, nítida, atrayente, ilusionante, objeto de deseo, personal y comunitaria. Pero deja muy clara que la misma sólo es posible en Dios. Es más, afirma que es fútil pretender que puede haber verdadera esperanza en cualquier sistema humano que excluya a Dios. Benedicto XVI ataca a la raíz profunda del humanismo racionalista, pone el dedo en la llaga de las grandes carencias que tiene esa modernidad que piensa que se va a auto-redimir con los avances de la ciencia y el progreso político-económico, y desmonta cualquier tipo de teología que pretenda establecer el Reino de Dios en la tierra por medio de revoluciones socio-políticas, que ya han demostrado su incapacidad de producir verdadera esperanza. O en otras palabras: el hombre puede y debe tener verdadera esperanza, pero no a través del cambio de estructuras injustas, lo cual no excluye la crítica profética de las mismas, sino precisamente a través de la verdadera justicia que sólo nos es dada en Dios, que nos es comunicada por el evangelio, que nos es donada a través de la fe. Es más, el que vive en la verdadera esperanza es a su vez instrumento de justicia, de transformación de esas estructuras impías. El Papa nos dice que el hombre no se salva por el hombre, no se salva por una falsa confianza en su capacidad de progreso, no se salva por la pelagiana idea de una bondad, o siquiera neutralidad, de la condición humana. El hombre se salva por el amor de Dios. No un Dios lejano, sino un Dios que se hace hombre para quitar el pecado del mundo.

En la encíclica hay algunos guiños a los hermanos separados. No es habitual que en las encíclicas papales se dé mucho lugar a la exposición, y no mera condena, de las posturas de otras iglesias o comunidades eclesiales cristianas. Pero aun así, critica sin ambages a Lutero y afirma sin recatarse lo más mínimo que la interpretación tradicional protestante sobre el concepto de fe, que ha influído en la exégesis católica del siglo pasado, es hoy insostenible. Que un Papa alemán diga eso debe de tener una doble consecuencia. Primeramente, es un toque de atención a los exegetas modernos, que se han dejado llevar por una interpretación que no le es propia. Segundo, sitúa al diálogo teológico ecuménico sobre la fe y la esperanza en la perspectiva de superar la dialéctica luterana clásica, para así poder buscar un lugar común.

Respecto a los ortodoxos, creo que el Papa establece un claro intento de aproximación en la cuestión del purgatorio. Reconoce dónde están -yo más bien diría dónde se quedaron- y demuestra lo poco que nos separa en este asunto. En realidad, el tiempo lo dirá, las palabras de Benedicto XVI, que parece sancionar una idea teológica sobre el purgatorio que a mí me atrae profundamente, pueden ayudar a que se produzca un encuentro definitivo con los ortodoxos en una doctrina que está íntimamente relacionado con la de la comunión de los santos.

Los dos últimos párrafos de Spe Salvi están dedicados a María, a quien el Papa se dirige en primera persona. Son tan bíblicos, tan genuinamente cristianos, que tengo para mí que son el guión perfecto para presentar a la Madre de Dios a quienes siendo cristianos, la tienen apartada de su espiritualidad, de su corazón y del lugar que Cristo, en la cruz, quiso que ocupara en nuestras vidas. Benedicto XVI habla de María como hijo que ama a su madre y que sabe cómo conseguir que otros la amen. Y quien ama a tal madre, ¿cómo no amará aún más a su Hijo?

Dios nos guarde a este Papa por muchos años,

Luis Fernando Pérez Bustamante


Fuente: http://www.coradcor.com/blog/
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Sólo la Iglesia Católica puede salvar al hombre ante la destructora y humillante esclavitud de ser hijo de su tiempo.
G.K. Chesterton

[Luis Fernando]

Veo ahora que hay un foro específico para Benedicto XVI. Si acaso, llevad este epígrafe allá.