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Palabra de Obispo
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Perplejo
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MensajePublicado: Lun Abr 07, 2008 2:50 pm    Asunto: Palabra de Obispo
Tema: Palabra de Obispo
Responder citando

Muy interesante la homilía de Monseñor Cañizares el Domingo 6 de Abril de 2008. La podeis encontrar en Palabra de Obispo y comienza así:




07.04.08
Homilía de Monseñor Cañizares, domingo 6 de abril

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Jesús resucitado está presente en la Iglesia. El Evangelio que hemos proclamado es una meditación sobre esta Presencia. Presente en la Palabra de Dios, en la Fracción del Pan y en la Comunidad Apostólica. Tres momentos también en la lectura del Evangelio: el camino de Emaús, la fracción del pan, el retorno a Jerusalén: Palabra, Eucaristía, y Misión.

Camino de Emaús, presente en la Palabra de Dios. Los dos discípulos se marcharon de Jerusalén cuando ya corría entre los discípulos la noticia de que el sepulcro estaba vacío y sin el cadáver; pero no la de que Jesús se hubiese manifestado vivo. Saben lo del sepulcro vacío y se van de Jerusalén, alejándose de la comunidad apostólica. Estamos ya en el tercer día desde que habían matado y sepultado al que fue profeta poderoso en obras y palabras. Los dos caminantes se hablan el uno al otro en diálogo cerrado, con lo que solo consiguen hacer más oscuro su pensamiento; se les han caído las alas de la esperanza, porque habían esperado mal; expresan su desaliento y personifican el desaliento, enfermedad característica de la fe cuando no se alimenta de la Palabra de Dios; así dicen: “esperábamos que él iba a ser el futuro libertador de Israel". Jesús, desconocido para ellos, porque lo imaginaban mal y lo entendían peor, sale a su encuentro como Maestro. Están escuchando a Jesús, Palabra única de Dios, en la que Dios nos los dice todo, en quien está la auténtica explicación y cumplimiento de la Palabra de las Escrituras. Jesús se centra en la clave de todo el misterio cristiano: la gloria germina en la Cruz; todo se refiere a esto, los profetas y Moisés, todas las Escrituras encuentran su sentido aquí, toda la historia, toda la vida del hombre encuentra su sentido aquí, en Él, muerto y resucitado. Explica las Escrituras; al pasar por sus labios la letra de las Escrituras se enciende en el Espíritu que la inspiró, y su llama trasfigura el corazón de los que la escuchan. Cristo camino de Emaús es norma de cuantos sienten la responsabilidad de comunicar al mundo la Palabra de Dios. Cuando la comunidad eclesial proclama la auténtica Palabra de Dios y auténticamente se explica, Cristo está presente. Jesucristo, Palabra viva que por medio de signos escritos y orales entra en el profundo sentir del hombre para elevarlo a la sintonía con el pensar y sentir de Dios. A los dos de Emaús, antes hundidos en el pesimismo, les arde el corazón mientras escuchan al desconocido Maestro. Explicar las sagradas Escrituras de manera que se conviertan dentro de cada uno en fuego de la propia alma es misión propia de la Iglesia. Y, sobre todo, gracia de Dios. Fundamento, corona de toda catequesis, desde el nivel infantil hasta la más alta teología.

Presente en la Fracción del Pan, en la Eucaristía. Aun alejándose de Jerusalén donde ha renacido la esperanza, en su camino ya no van solos; su momento crítico será decirle al desconocido: “‘Quédate con nosotros, Señor, porque atardece y el día va de caída’. Ésta fue la invitación apremiante que, la tarde misma del día de la resurrección, los dos discípulos que se dirigían hacia Emaús hicieron al Caminante que a lo largo del trayecto se había unido a ellos. Abrumados por tristes pensamientos, no se imaginaban que aquel desconocido fuera precisamente su Maestro, ya resucitado. No obstante habían experimentado cómo ‘ardía’ su corazón mientras Él les hablaba ‘explicando’ las Escrituras. La luz de la Palabra ablandaba la dureza del corazón y ’se les abrieron los ojos’. Entre la penumbra del crepúsculo y el ánimo sombrío que les embargaba, aquel Caminante era un rayo de luz que despertaba la esperanza y abría su espíritu al deseo de la plena luz. ‘Quédate con nosotros’, suplicaron, y Él aceptó. Poco después el rostro de Jesús desaparecería, pero el Maestro se había quedado verdaderamente en el ‘pan partido, ante el cual se habían abierto los ojos” (Juan Pablo II MND 1). “Quédate con nosotros": es la oración sencilla y plena que pide la presencia del Señor. Respondida en la Eucaristía, hogar de la fe. Del camino de la Palabra de Dios a la mesa de la Presencia del Señor. La memoria de Cristo abre la sed de su presencia. La invitación de Emaús resume la entrañable confianza con que miran a Jesucristo cuantos entienden los signos de los tiempos. La Fracción del Pan ilumina los ojos de la fe con la certeza del Invisible. En el momento en que los ojos exteriores de los dos discípulos se quedan sin su aparente objeto, se les ilumina la mirada interior de la Verdad para ver y sentir la real Presencia de Cristo. “En el camino de nuestras dudas e inquietudes, y a veces de nuestras amargas desilusiones, el divino Caminante sigue haciéndose nuestro compañero para introducirnos, con la interpretación de las Escrituras, en la comprensión de los misterios de Dios. Cuando el encuentro llega a su plenitud, a la luz de la Palabra se añade la que brota del ‘Pan de vida’, con el cual Cristo cumple a la perfección su promesa de ‘estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo’” (Juan Pablo II MND 2). San Lucas y sus lectores entendían el gozo inagotable que sugiere este momento. Cada Eucaristía consciente es Emaús. Cada Eucaristía nos enciende el júbilo de Emaús.

Un tercer aspecto: Retorno de los discípulos a Jerusalén, Jesús presente en la comunidad apostólica. Sin esperanza los dos discípulos se iban de Jerusalén, donde habían quedado los Apóstoles. Aquella noche Jesús quería manifestarse a todos, reunidos, para cenar con ellos en signo de fraternidad y darles la misión de llevar el Evangelio al mundo. La experiencia de Cristo pone en el alma de los dos discípulos la necesidad de volver a Jerusalén, es decir, a la Comunidad apostólica, donde el amor de cada uno a Cristo se funde en el amor y unidad de todos. Caed en la cuenta que cuando los dos caminantes se alejan de Jerusalén, donde está la comunidad apostólica y siguen su propio camino en huida, se encuentran desalentados; sin embargo, encuentran la alegría, el fuego del corazón, cuando vuelven a la comunidad apostólica para compartir con ellos que es verdad que Cristo vive, que les ha salido al encuentro, que está presente. Los que han recobrado la Presencia de Cristo sienten la interior necesidad de recobrar la de la Comunidad Apostólica. Volver a Jerusalén es reintegrarse al hogar. Misioneros de su noticia, los dos de Emaús descubren que su fe es ya la de todos los hermanos. Con ellos van a participar, al término de la inolvidable jornada, como narra a continuación del pasaje leído san Lucas, de la presencia eclesial del Señor, que les confía la misión de llevar el Evangelio a todo el mundo.

Como hace Pedro tras la venida del Espíritu Santo en el pasaje del libro de los Hechos que hemos leído. Sin miedo ni temor alguno anuncia a Jesucristo a quien Dios acreditó en signos, que pasó haciendo el bien, que ha muerto por nosotros, que nos ha rescatado con su propia sangre, y ha resucitado para nuestra salvación y liberación verdadera, llevándonos a vivir una vida nueva en que se supere el viejo e inútil proceder que es el seguir el camino al margen de Cristo, cuando no en dirección opuesta a El mismo. El misterio de la Cruz y de la resurrección. Gracias a los que, como Pedro, como los Apóstoles, como todos los que a lo largo de la historia, nos evangelizaron podemos revivir en cada Eucaristía la experiencia de que Jesucristo se queda con nosotros, vivir el gozo de su presencia que nos lanza a compartirla con los que viven en esa misma presencia y comunicarla a todos los demás. Esa es la hora que vivimos: en este camino, a veces de huida y desaliento, Jesús nos sale al encuentro abriéndonos con su Palabra, la palabra de Dios, el sentido de lo que acontece. A su luz, y a raíz del encuentro personal con El, volvemos a la comunidad eclesial, para desde ella anunciar con Pedro a Jesucristo.

También, en este domingo, la palabra de Dios nos ofrece un gran mensaje de esperanza y afirmación de la vida. En la primera lectura Pedro proclama:"Dios lo resucitó rompiendo las ataduras de la muerte; no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio". Y en la segunda lectura, el mismo Pedro nos enseña lo que vale el hombre, cada ser humano, pues no hemos sido rescatados “con bienes efímeros, con oro o plata, sino a precio de la sangre de Cristo, el Cordero sin mancha” . Y en el Evangelio, aquellos discípulos cariacontecidos, desconcertados, desalentados y sin esperanza, se muestra como el que vive, ha vencido a la muerte, y señala que todo se ilumina por Jesucristo y desde Él que es la Resurrección y la vida. No hay nada más verdadero ni con más realidad, garantía y fuerza de futuro, y por eso de mismo de presente, que ésta. Son la raíz de nuestra fe y de nuestra esperanza, son el fundamento para la vida del hombre. En la misericordia de Dios, Él quiere la vida para el hombre, para todo hombre que es engendrado, aunque no haya nacido.

Escuchamos esto ante un mundo de muerte que no respeta suficientemente la vida y siembra muerte, ante una sociedad occidental muy destruida en su humanidad más propia, aunque nos parezca lo contrario o se juzgue esto catastrofismo infundado. Cristo sí que es la vida y está con nosotros, camina con nosotros el camino de la historia lleno de sufrimientos, de ataques a la vida, comunicando lo que El es: vida, amor, misericordia que da vida y devuelve la vida, que hace renacer la esperanza. El es la vida que se da, el amor misericordioso de Dios que se entrega sin medida para liberarnos de cuanto amenaza la vida y no caigamos ni sucumbamos en la muerte. Es la vida que vence a la misma muerte. Es la vida que permanece una vez para siempre y para todos. Creer en El es dejar el inútil proceder que engendra muerte, es convertirse a su palabra es aceptar su estilo de vida y permanecer en unión con El. La gran novedad consiste en apropiarse esta vida nueva que es amor y pasión por el hombre, como el de la misericordia divina que Él encarna.

Este domingo celebramos también la jornada de la defensa de la vida. Apoyada en Jesucristo, resurrección y vida, liberación de la muerte, manifestación y fuerza del Amor que es Dios y ama con pasión al hombre, la Iglesia eleva su voz libre, profética y amorosa, cargada de esperanza, y grita y anuncia el Evangelio, la Buena Noticia, de la vida: porque el Evangelio del amor de Dios al hombre, en efecto, el Evangelio de la dignidad inviolable de la persona humana, y el Evangelio de la vida son un único e indivisible Evangelio.

Afirmada en la confesión de fe en Jesucristo, resurrección y vida, vencedor de la muerte, restañador de la vida, con amor y ternura, la Iglesia sale en defensa del hombre amenazado, en defensa de la vida despreciada, en defensa de la dignidad humana preterida o violada, y se dirige a los fieles católicos y a todos los hombres de buena voluntad que quieran escucharle. Clama por el hombre inocente, da la cara por el indefenso con energía, apuesta fuerte por la vida, por toda vida humana. Escuchando su mensaje se renace a la esperanza, se siente el gozo inmenso de ser hombre, la alegría de haber sido llamado a la Vida, la dicha de ser una de esas criaturas -un hombre- querida directamente y por sí misma por Dios, que quiere que el hombre viva y cuya gloria es ésta: la vida del hombre. La Iglesia no puede callar y dejar de anunciar este Evangelio: ¡Ay de mí si no evangelizo!; hay! de la Iglesia y de sus hijos, si dejamos de anunciar este Evangelio de la vida que no es otro que Jesucristo: Jesucristo al que todos buscan porque todos quieren y anhelan la vida y rechazan la muerte; ante Cristo todos se agolpan, a El todos acuden, aún sin saberlo muy bien. Y Él sale al encuentro de todos, de los que desesperan porque no encuentran la vida, y nos hace arder en una nueva y vigorosa esperanza que vence a toda muerte y otorga y quiere la vida.

Si al final del siglo XIX, la Iglesia “no podía callar ante los abusos sociales entonces existentes, menos aún puede callar hoy, cuando a las injusticias sociales del pasado, tristemente no superadas todavía, se añaden en tantas partes del mundo injusticias y opresiones incluso más graves, consideradas tal vez como elementos de progreso de cara a la organización de un nuevo orden mundial” (EV 5) . Sin duda, la injusticia y la opresión más grave que corroe el momento presente es esa gran multitud de seres humanos débiles e indefensos que está siendo aplastada en su derecho fundamental a la vida. El mundo actual trata de apagar o de poner sordina a tan importante mensaje. Son las campañas y la trompetería de los embajadores y servidores de la “cultura de la muerte” y de miedo al futuro que se cierne amenazadora sobre los hombres y los pueblos sumidos en un invierno demográfico. Es necesario que resuene en nuestra sociedad desalentada este Evangelio, “confirmación precisa y firme del valor de la vida humana y de su carácter inviolable". Es preciso que no se calle ni se debilite esta “acuciante llamada a todos y a cada uno, en nombre de Dios: ¡respeta, defiende, ama y sirve a la vida, a toda vida humana! Sólo siguiendo este camino encontrarás justicia, desarrollo, libertad verdadera, paz y felicidad” (EV 5).

Una de las más decisivas causas en las que se va a jugar el futuro de la Humanidad y la salvación del hombre en este siglo y milenio va a ser la causa de la vida. Dentro de esta jornada de defensa de la vida se agolpan ante nuestra mirada tantos y tantos y de tantos modos ataques a la vida, pero el mayor ataque contra vida sigue siendo la práctica del aborto. En nuestro país tenemos la cifra escalofriante de más de un millón en los últimos 20 años. Es evidente: gana terreno lo que el siervo de Dios, Juan Pablo calificó como la cultura de la muerte. Pero la muerte ha sido vencida en su misma entraña por el Evangelio de la vida, por Jesucristo, muerto en la Cruz y resucitado para nuestra salvación.

Los que creemos en Jesucristo y tenemos la firme convicción de nuestra llamada a la vida, los que queremos al hombre, no podemos desalentarnos, no cejaremos jamás en la defensa de este hombre amenazado. Tengamos esperanza. Si hoy, con razón, nos avergonzamos de los tiempos de la esclavitud que en aquel entonces se justificaba legalmente, no tardará en llegar un día en que nos avergoncemos y arrepintamos de esta cultura de muerte, también legalmente establecida. Es preciso crear una conciencia, más profunda y arraigada, del don maravilloso de la vida y, consecuentemente, de una cultura de la vida. Ahí está el verdadero progreso. Ahí se manifiesta la esperanza: en la defensa de toda vida humana. Ahí se muestra la infinita misericordia divina, que se manifiesta en Jesús que nos trae vida, nos ama. Son muy grandes y graves los retos, pero, en Cristo, encarnación y victoria de la divina misericordia en favor de todo ser humano, son más grandes y con horizontes más amplios las esperanzas que se suscitan. “Sólo el respeto a la vida puede fundamentar y garantizar los bienes más preciosos y necesarios de la sociedad, como la democracia y la paz…El ‘pueblo de la vida’ se alegra de poder compartir con otros muchos su tarea, de modo que sea cada vez más numeroso el ‘pueblo para la vida’ y la nueva cultura del amor y de la solidaridad pueda crecer para el verdadero bien de la ciudad de los hombres” (EV 101) . Que sea este nuestro camino de Emaús en el tiempo en que vivimos.

+ Antonio Cañizares Llovera
Cardenal Arzobispo de Toledo
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Beatriz
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MensajePublicado: Lun Abr 07, 2008 3:04 pm    Asunto:
Tema: Palabra de Obispo
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Excelente Perplejo. Y me has dado una idea. Voy a colocarlo como post-it para todo el que entra a estos foros lo pueda leer. Y puedes añadir ir añadiendo tù y los que quieran màs articulos de ese blog. Lo que si te pido por favor es publicar el artìculo.

Gracias y que Dios te bendiga
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MensajePublicado: Lun Abr 07, 2008 7:34 pm    Asunto:
Tema: Palabra de Obispo
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Estimado Perplejo:

Te agradezco. La verdad es que siempre son interesantes las homilías de Mons. Cañizares

Es uno de los obispos "consentidos" en Catholic.net por su valentía y su claridad al hablar.

Tenemos una pequeña sección dedicada a él en nuestra comunidad de Escritores actuales, en donde hemos ido tratando de publicar lo más relevante de sus actos.

La puedes ver aquí:

http://es.catholic.net/escritoresactuales/873/3024/

Se me ocurre que tal vez nos podrías ayudar tú a mantenerla siempre actualizada. Si te interesa, escríbeme un e-mail y te doy entrada a nuestra base de datos.

Dios te bendiga

Lucrecia Rego de Planas
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Francisco de Santoyo
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MensajePublicado: Lun Abr 07, 2008 7:59 pm    Asunto:
Tema: Palabra de Obispo
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Sí me dais permiso, puedo poner aquí una serie de homilias de los dos obispos que ha habido en mí Diocesís (el fundador, que va para santo, y el actual, están en la web diocesana).

Monseñor Cañizares es un hombre muy docto en la sabiduria de Dios.
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MensajePublicado: Mar Abr 08, 2008 3:23 am    Asunto:
Tema: Palabra de Obispo
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Será muy bueno, Francisco, que abramos una sección para el obispo. Te pido que me escribas a lplanas@catholic.net para abrir la sección y darte las entradas, de modo que tú te quedes encargado de actualizarla.

Dios te bendiga

Lucrecia Rego de Planas
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Ultima edición por Catholic.net el Jue May 08, 2008 7:55 pm, editado 1 vez
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Francisco de Santoyo
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MensajePublicado: Mar Abr 08, 2008 8:41 pm    Asunto:
Tema: Palabra de Obispo
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Catholic.net escribió:
Será muy bueno, Francisco, que abramos una sección para el obispo. Te pido que me escribas a lplanas@catholic.net para abrir la sección y darte las entradas, de modo que tú te quedes encargado de actualizarla.

Dios te bendiga

Lucrecia Rego de Planas


Bueno Santoyo no tiene obispo, Palencia, la Diocesís a la que pertenece Santoyo sí.

Y los obispos de la Diocesís donde vivo, Getafe, también de vez en cuando publican en la web homilias bastante buenas.

Te las enviaré en cuanto tenga un tiempo. Muchas gracias
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Francisco de Santoyo
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MensajePublicado: Mie Abr 16, 2008 7:10 pm    Asunto:
Tema: Palabra de Obispo
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Pasión por Jesucristo (Tres años de Benedicto XVI), por Monseñor José Ignacio Munilla, obispo de Palencia

El 2 de abril se cumplía el tercer aniversario del fallecimiento de Juan Pablo II. Aquel día la Iglesia entera se introducía en un profundo clima de recogimiento, orando intensamente por la elección de un nuevo Papa. Pedíamos al Espíritu Santo que iluminase a los cardenales de la Iglesia en aquella importante decisión. Teníamos confianza en la Providencia de Dios y sabíamos que el siguiente Papa sería igualmente asistido por el Espíritu Santo para conducir fielmente la barca de Pedro. La elección recayó en alguien ya muy conocido para todos nosotros: el Cardenal Ratzinger, nuestro querido Benedicto XVI. Era el 19 de abril de 2005.

En estos primeros años del Pontificado de Benedicto XVI, hemos comprobado que el Espíritu otorga a sus pastores, carismas y dones diversos en favor del Pueblo de Dios. Lo que sorprende no son ya las diferencias entre los dos papas, sino la continuidad en su común empeño por centrar nuestra mirada en el Hijo de Dios y de María. He aquí el común denominador de Juan Pablo II y Benedicto XVI: un corazón de buen Pastor que contagia la pasión por Jesucristo.

Una de las grandes aportaciones que el Papa actual está realizando, son sus riquísimas homilías y discursos. Muchos católicos las seguimos puntualmente, gracias a su difusión por Internet y otros medios, con gran aprovechamiento personal y utilidad pastoral. De una forma especial, me parece oportuno destacar el impagable servicio que Benedicto XVI está haciendo al conjunto de la Iglesia, al compartir con todos nosotros su vastísimo conocimiento de los Santos Padres de la Iglesia. En efecto, Joseph Ratzinger es uno de los mayores especialistas en los escritos de los obispos y teólogos de los primeros siglos de la Iglesia. ¡Un don y un carisma muy especial, gracias al cual se están divulgando y popularizando muchos tesoros teológicos, tradicionalmente reservados sólo para especialistas capaces de acceder a esas fuentes!

En acción de gracias a Dios por el tercer aniversario de este Pontificado, quisiera compartir con vosotros una de esas “joyas” que Benedicto XVI nos ha regalado en su reciente predicación. Me refiero a la homilía que pronunciaba en la Vigilia Pascual de este año. En ella, explicando los símbolos litúrgicos de la luz y del fuego, contaba un interesante detalle de la Iglesia de los primeros siglos:
“Gregorio de Tours (538- 594) narra la costumbre, que se ha mantenido durante mucho tiempo en ciertos lugares, de encender el fuego, para la celebración de la Vigilia Pascual, directamente con el sol a través de un cristal: se recibía, por así decir, la luz y el fuego nuevamente del cielo para encender luego todas las luces y fuegos del año. Esto es un símbolo de lo que celebramos en la Vigilia Pascual”.

A continuación, extraía en su homilía las enseñanzas teológicas de esa tradición patrística narrada por San Gregorio de Tours:
“Con la radicalidad de su amor, en el que el corazón de Dios y el corazón del hombre se han entrelazado, Jesucristo ha tomado verdaderamente la luz del cielo y la ha traído a la tierra –la luz de la verdad y el fuego del amor que transforma el ser del hombre–. Él ha traído la luz, y ahora sabemos quién es Dios y cómo es Dios. Así también sabemos cómo están las cosas respecto al hombre; qué somos y para qué existimos. Ser bautizados significa que el fuego de esta luz ha penetrado hasta lo más íntimo de nosotros mismos. Por esto, en la Iglesia antigua se llamaba también al Bautismo el Sacramento de la iluminación: la luz de Dios entra en nosotros; así nos convertimos nosotros mismos en hijos de la luz. No queremos dejar que se apague esta luz de la verdad que nos indica el camino. Queremos preservarla de todas las fuerzas que pretenden extinguirla para arrojarnos en la oscuridad sobre Dios y sobre nosotros mismos. La oscuridad, de vez en cuando, puede parecer cómoda. Puedo esconderme y pasar mi vida durmiendo. Pero nosotros no hemos sido llamados a las tinieblas, sino a la luz. En las promesas bautismales encendemos, por así decir, nuevamente, año tras año esta luz: sí, creo que el mundo y mi vida no provienen del azar, sino de la Razón eterna y del Amor eterno; han sido creados por Dios omnipotente. Sí, creo que en Jesucristo, en su encarnación, en su cruz y resurrección se ha manifestado el Rostro de Dios; que en Él Dios está presente entre nosotros, nos une y nos conduce hacia nuestra meta, hacia el Amor eterno. Sí, creo que el Espíritu Santo nos da la Palabra verdadera e ilumina nuestro corazón; creo que en la comunión de la Iglesia nos convertimos todos en un solo Cuerpo con el Señor y así caminamos hacia la resurrección y la vida eterna. El Señor nos ha dado la luz de la verdad. Esta luz es también al mismo tiempo fuego, fuerza de Dios, una fuerza que no destruye, sino que quiere transformar nuestros corazones, para que nosotros seamos realmente hombres de Dios y para que su paz actúe en este mundo”.

Este tercer aniversario del Pontificado de Benedicto XVI es una buena oportunidad para iniciarnos, o quizás reiniciarnos, en la santa costumbre de orar por el Papa y por sus intenciones. La oración por el Papa, integrada en el conjunto de nuestra vida cristiana, es uno de los signos más auténticos del amor a nuestra Madre Iglesia.
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MensajePublicado: Mar Abr 22, 2008 7:47 pm    Asunto:
Tema: Palabra de Obispo
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Acabo de leer por pirmera vez este post y quiero decir q me encanta . sobre todo por dos motivos.

1. soy de Toledo y como no...me encanta mi obispo D. Antonio Cañizares.
2. Pertenezco a un movimiento de donde han salido ya 3 obispos, entre ellos Monseñor Munilla, al que tego la suerte de conocer desde hace muchos años.

asiq os doy doblemente las gracias por este post.
quiza pueda contribuir poniendo algunos articulos que suele escribir Monseñor Munilla y a los que tengo acceso,jejeje. si os parece bien.

ahora mismo voy a buscar articulos guardados que pueda tener escritos por el...siempre merece la pena leer lo q escribe.

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Francisco de Santoyo
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MensajePublicado: Mar Abr 22, 2008 7:54 pm    Asunto:
Tema: Palabra de Obispo
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brujita escribió:
Acabo de leer por pirmera vez este post y quiero decir q me encanta . sobre todo por dos motivos.

1. soy de Toledo y como no...me encanta mi obispo D. Antonio Cañizares.
2. Pertenezco a un movimiento de donde han salido ya 3 obispos, entre ellos Monseñor Munilla, al que tego la suerte de conocer desde hace muchos años.

asiq os doy doblemente las gracias por este post.
quiza pueda contribuir poniendo algunos articulos que suele escribir Monseñor Munilla y a los que tengo acceso,jejeje. si os parece bien.

ahora mismo voy a buscar articulos guardados que pueda tener escritos por el...siempre merece la pena leer lo q escribe.


Genial Brujita Wink así ya somos dos para dar a conocer a este que va a ser un gran obispo.

Te agrego al MSN Wink
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brujita
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MensajePublicado: Mie Abr 23, 2008 2:26 pm    Asunto:
Tema: Palabra de Obispo
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No somos dueños
Autor: Mons. José Ignacio Munilla Aguirre


Uno de los problemas que tiene la Iglesia es que, con frecuencia, es percibida y juzgada bajo las mismas categorías de otras instituciones seculares con las que convive. Sin embargo, la naturaleza de la Iglesia es tan específica y singular -por motivo de tener su origen en Jesucristo- que su realidad es fácilmente distorsionada, cuando se pretende entender desde parámetros ajenos a ella:

¿Por qué la Iglesia no cambia muchas cosas de su vida interna? ¿No sería más práctico que se adaptase al momento presente, subiéndose al tren de los cambios culturales? Así como los ciudadanos eligen en cada momento el marco político que consideran más adecuado a la coyuntura y a las circunstancias, ¿por qué no puede la Iglesia también cambiar su marco estructural y ser más “semejante” al resto de la sociedad?

Sin embargo, sabemos que la Iglesia no se reconoce como “dueña” de lo que lleva entre manos desde hace veinte siglos, sino como “depositaria” de la Revelación divina, culminada en Jesucristo. El dueño no tiene problema en cambiar las cosas conforme a su criterio, mientras que la Iglesia tiene como primer cometido custodiar este depósito de la Revelación que Cristo le ha confiado, para cumplir su misión de transmitirlo fielmente al hombre de nuestros días. Por aquello de que, es mejor un ejemplo que mil teorías, me refiero a dos casos muy concretos que recientemente han ocupado los medios de comunicación:

1. ¿Bautizar con otra fórmula?

El 29 de febrero la Congregación para la Doctrina de la Fe hacía pública la respuesta a dos preguntas que le habían sido formuladas, en referencia a la práctica bautismal irregular registrada en alguna parroquia inglesa:

“Primera pregunta: ¿Es válido el Bautismo conferido con las formulas «Yo te bautizo en el nombre del Creador, y del Redentor y del Santificador», y «Yo te bautizo en el nombre del Creador, y del Liberador y del Sustentador». RESPUESTA: Negativo.

Segunda pregunta: ¿Deben ser bautizadas en forma absoluta las personas que han sido bautizadas con estas fórmulas? RESPUESTA: Afirmativo”.

En consecuencia, la Iglesia no se considera capacitada para cambiar una fórmula sacramental que tiene su origen en el mismo Jesucristo: «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado» (Mt 28, 19).

Las presiones de la llamada “teología feminista” denunciaban que el lenguaje bíblico es “machista”, por referirse a Dios como el Padre y el Hijo, y buscaban unos términos asexuados. La respuesta de la Iglesia, supone la convicción de que no está para contemplar las ideologías del momento, sino para predicar una mensaje que trasciende tiempos y lugares.

2. Comunión de los celíacos

La Diócesis de Huesca presentaba públicamente, el Martes Santo, un documento sobre el modo de administrar la Sagrada Comunión a los celíacos, alérgicos al gluten del pan de trigo. En efecto, una madre cuyo niño se prepara para la Primera Comunión, había manifestado el deseo de que su hijo pudiese recibir la Comunión con pan de maíz. Ante la negativa a tal petición, algunos medios de comunicación lanzaron titulares como éstos: “Un niño celíaco sin primera comunión”, “Familia denuncia a la Iglesia por no dejar comulgar a su hijo celíaco”…

También en este caso la Iglesia se consideraba sin autoridad para modificar una fórmula sacramental, que tiene su origen en el mismo Jesucristo, quien celebró la Última Cena con pan de trigo y vino de uva, y que se ha transmitido de ese modo en la tradición de la Iglesia, hasta nuestros días. Por lo tanto, las formas de pan especiales que carecen absolutamente de gluten, son materia inválida para la Eucaristía, es decir, no se pueden consagrar. En el documento se explicita que los celíacos pueden comulgar de dos formas: bajo la especie de pan, utilizando formas especiales que contienen una pequeña cantidad de gluten de trigo, con lo que la materia empleada es válida para la Consagración Eucarística, sin que perjudique la salud de los celíacos; y también bajo la especie de vino.

Estos dos ejemplos se refieren a cuestiones muy concretas, pero son significativos y nos ayudan a entender mejor que no estamos capacitados para juzgar adecuadamente el proceder de la Iglesia, cuando partimos de una incomprensión de su carácter sobrenatural y de su estructura apostólica. La Iglesia está llamada a buscar nuevas fórmulas de evangelización, con capacidad de presentar el Evangelio al hombre y a la mujer de nuestros días, pero sin traicionar lo más mínimo el depósito de Cristo, del cual no es dueña, sino depositaria.

Si algunos concluyen que esta misión y naturaleza sobrenatural de la Iglesia, dificulta nuestra adaptación a los patrones culturales del momento presente, sería también justo añadir que nos preserva de muchos tópicos y de modas pasajeras. Como decía el genial Chesterton: «El catolicismo libera al hombre de la degradante esclavitud de ser un hijo de nuestro tiempo».



+ José Ignacio Munilla

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Beatriz
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MensajePublicado: Mie Abr 23, 2008 2:57 pm    Asunto:
Tema: Palabra de Obispo
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Me encantó este artículo de Monseñor Munilla. Y voy a publicar lo de los niños celíacos en MANIPULACIONES DE LA PRENSA. Gracias Brujita!
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brujita
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MensajePublicado: Mie Abr 23, 2008 5:30 pm    Asunto:
Tema: Palabra de Obispo
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de nada. todo tuyo Wink
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MensajePublicado: Lun May 05, 2008 10:24 am    Asunto:
Tema: Palabra de Obispo
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Jesús Sanz Montes, ofm
Obispo de Huesca y de Jaca escribió:
Salir a la plaza pública.
Queridos hermanos y amigos: paz y bien.
Culminamos este domingo de Pentecostés el tiempo de Pascua. La escena nos la describen los Hechos de los Apóstoles: los discípulos asustadizos y fugitivos, estaban encerrados en el Cenáculo por miedo a los judíos. Oraban con María, la madre del Señor, y algunas mujeres más. Hasta que sucedió el acontecimiento, entre inesperado y descreído: la llegada del Espíritu prometido.
De pronto los escondidos en el refugio de su temor, saltan a la plaza pública; los acallados que se quedaron sin palabra quizás de tanto que tenían que contar, comienzan a hablar; los que malamente sabrían el arameo que aprendieron de su madre, se despachan en todas las lenguas del mundo mundial. Era un milagro de libertad al salir de su escondrijo. Un milagro de bondad contar la historia más conmovedora que sabe a buena noticia de Dios. Un milagro singular por el que las maravillas de Dios tienen cabida en otras culturas, se cuentan en otras lenguas, y a todos les deja llenos de estupor y boquiabiertos, en el pálpito sin púlpito de la predicación más especial, esa que coincide con la vida.
Se entretiene san Lucas a narrarnos las procedencias de los que llenaban aquella plaza mañanera del día de Pentecostés, y cuáles eran los lenguajes en los que hablaban. Era un espectáculo de internacionalidad. El Espíritu no dijo nada nuevo: sólo les enseñó y les recordó lo que para siempre el Padre dijo en Jesús. Había cosas que no se entendían, y el Espíritu las desveló en plenitud con su enseñanza, y había otras cosas que a pesar de haber sido entendidas, tan pronto se llegaban a olvidar, por lo cual el Espíritu las recordaba.
Así ha venido haciendo el Espíritu del Señor a través de los dos mil años de la historia de la Iglesia. Pero en ese Pentecostés continuo que representa el cristianismo a través de los siglos, hoy celebramos también el día del Apostolado Seglar. Es una jornada en la que de modo particular los laicos cristianos son contemplados con gratitud, con esperanza y con responsabilidad.
No todo lo deben ni lo pueden hacer los sucesores de aquellos Apóstoles, que son los obispos junto a sus colaboradores los sacerdotes. Tampoco los consagrados en sus respectivas familias religiosas pueden ni deben agotar toda la riqueza que supone actuar como cristianos. Los laicos tienen una función preciosa y precisa, de ser fermento en medio de la masa, de ser presencia cristiana en medio de la plaza pública. Los distintos caminos laicales, con su nombre y su carisma, con los que el Señor bendice nuestra diócesis, son un regalo para nuestra Iglesia. Cada uno tiene su estilo, su idiosincrasia, su función. Y cada uno responde a un don que todos reconocemos como venido de Dios.
Más veces me he referido a las tres “filiaciones” que todo movimiento apostólico laical debe tener: ser hijos de Dios, hijos de la Iglesia e hijos de la época. No todos los que se presentan como comunidad cristiana o movimiento cristiano lo son en verdad, si les falta alguna de estas notas: saberse en comunión con Dios (el que nos reveló Jesucristo), comunión con la Iglesia (la del Señor, no la que ellos se imaginan o reivindican), y comunión con la época (esa que tiene sus luces y sombras, sus pecados y gracias, la época actual).
Sólo estas comunidades cristianas y estos movimientos son capaces, sin préstamos extraños y sin disidencias, de contar a nuestros contemporáneos la vieja historia y siempre nueva de las maravillas de Dios, esa que acerca a cada generación la salvación cristiana, y la que sabe llenar la plaza pública de cada tiempo, de la paz, la gracia y la verdad de Dios.
Doy gracias al Señor por el regalo que suponen nuestros laicos cuando sabiéndose de nuestro tiempo, viven gozosos en la Iglesia y buscan la gloria de Dios.
Recibid mi afecto y mi bendición.


Monseñor Sanz Montes, ofm es Obispo de Huesca y de Jaca y esta es su última carta publicada, creo que es interesante.
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Esto es lo que pretendo: esforzarme cada día más en vivir el Evangelio; y cuando no lo consiga, o falte gravemente, empezare de nuevo, con la ayuda de Dios.
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MensajePublicado: Lun May 05, 2008 10:25 am    Asunto:
Tema: Palabra de Obispo
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Jesús Sanz Montes, ofm
Obispo de Huesca y de Jaca escribió:
Salir a la plaza pública.
Queridos hermanos y amigos: paz y bien.
Culminamos este domingo de Pentecostés el tiempo de Pascua. La escena nos la describen los Hechos de los Apóstoles: los discípulos asustadizos y fugitivos, estaban encerrados en el Cenáculo por miedo a los judíos. Oraban con María, la madre del Señor, y algunas mujeres más. Hasta que sucedió el acontecimiento, entre inesperado y descreído: la llegada del Espíritu prometido.
De pronto los escondidos en el refugio de su temor, saltan a la plaza pública; los acallados que se quedaron sin palabra quizás de tanto que tenían que contar, comienzan a hablar; los que malamente sabrían el arameo que aprendieron de su madre, se despachan en todas las lenguas del mundo mundial. Era un milagro de libertad al salir de su escondrijo. Un milagro de bondad contar la historia más conmovedora que sabe a buena noticia de Dios. Un milagro singular por el que las maravillas de Dios tienen cabida en otras culturas, se cuentan en otras lenguas, y a todos les deja llenos de estupor y boquiabiertos, en el pálpito sin púlpito de la predicación más especial, esa que coincide con la vida.
Se entretiene san Lucas a narrarnos las procedencias de los que llenaban aquella plaza mañanera del día de Pentecostés, y cuáles eran los lenguajes en los que hablaban. Era un espectáculo de internacionalidad. El Espíritu no dijo nada nuevo: sólo les enseñó y les recordó lo que para siempre el Padre dijo en Jesús. Había cosas que no se entendían, y el Espíritu las desveló en plenitud con su enseñanza, y había otras cosas que a pesar de haber sido entendidas, tan pronto se llegaban a olvidar, por lo cual el Espíritu las recordaba.
Así ha venido haciendo el Espíritu del Señor a través de los dos mil años de la historia de la Iglesia. Pero en ese Pentecostés continuo que representa el cristianismo a través de los siglos, hoy celebramos también el día del Apostolado Seglar. Es una jornada en la que de modo particular los laicos cristianos son contemplados con gratitud, con esperanza y con responsabilidad.
No todo lo deben ni lo pueden hacer los sucesores de aquellos Apóstoles, que son los obispos junto a sus colaboradores los sacerdotes. Tampoco los consagrados en sus respectivas familias religiosas pueden ni deben agotar toda la riqueza que supone actuar como cristianos. Los laicos tienen una función preciosa y precisa, de ser fermento en medio de la masa, de ser presencia cristiana en medio de la plaza pública. Los distintos caminos laicales, con su nombre y su carisma, con los que el Señor bendice nuestra diócesis, son un regalo para nuestra Iglesia. Cada uno tiene su estilo, su idiosincrasia, su función. Y cada uno responde a un don que todos reconocemos como venido de Dios.
Más veces me he referido a las tres “filiaciones” que todo movimiento apostólico laical debe tener: ser hijos de Dios, hijos de la Iglesia e hijos de la época. No todos los que se presentan como comunidad cristiana o movimiento cristiano lo son en verdad, si les falta alguna de estas notas: saberse en comunión con Dios (el que nos reveló Jesucristo), comunión con la Iglesia (la del Señor, no la que ellos se imaginan o reivindican), y comunión con la época (esa que tiene sus luces y sombras, sus pecados y gracias, la época actual).
Sólo estas comunidades cristianas y estos movimientos son capaces, sin préstamos extraños y sin disidencias, de contar a nuestros contemporáneos la vieja historia y siempre nueva de las maravillas de Dios, esa que acerca a cada generación la salvación cristiana, y la que sabe llenar la plaza pública de cada tiempo, de la paz, la gracia y la verdad de Dios.
Doy gracias al Señor por el regalo que suponen nuestros laicos cuando sabiéndose de nuestro tiempo, viven gozosos en la Iglesia y buscan la gloria de Dios.
Recibid mi afecto y mi bendición.


Monseñor Sanz Montes, ofm es Obispo de Huesca y de Jaca y esta es su última carta publicada, creo que es interesante.
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MensajePublicado: Mie May 14, 2008 7:48 pm    Asunto: sabios consejos a los jóvenes
Tema: Palabra de Obispo
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Sabios consejos a los jóvenes
Autor: Mons. José Ignacio Munilla Aguirre


El pasado 19 de abril, tercer aniversario del inicio de su pontificado, el Papa mantenía un caluroso encuentro con los jóvenes y seminaristas de la ciudad de Nueva York. Escuchando su discurso y viendo las imágenes del encuentro, me acordé de aquel refrán irónico y sugerente: “¡Si los jóvenes supieran y los viejos pudiesen!”. Afortunadamente, la fluidez de la comunicación del Papa anciano con aquellos jóvenes deseosos de recibir su sabiduría de pastor, despejaba el pesimismo del proverbio y nos llenaba de confianza y esperanza hacia las nuevas generaciones. La Iglesia, ciertamente, necesita del dinamismo y de la fuerza de los jóvenes, al mismo tiempo que los jóvenes necesitan de la experiencia y de la sabiduría de la Madre Iglesia.

El mensaje de Benedicto XVI invitaba a los jóvenes a fijar su mirada en la vida de los santos. Frente a quienes perciben el cristianismo como un cúmulo de mandatos y prohibiciones, los cristianos somos los grandes admiradores de la belleza y de la bondad de Dios. Gracias a esa capacidad de admiración, propia de la sensibilidad que brota de la fe, el joven cristiano está llamado a disfrutar del don de la vida con una intensidad especial. Para ello, el Papa ayudaba a reflexionar a los jóvenes sobre dos riesgos de los que pueden ser víctimas, y les dirigía a continuación cuatro consejos concretos:

Tinieblas del corazón y tinieblas del espíritu

El Papa hacía esta distinción, verdaderamente original e inédita, e introducía a los jóvenes en una reflexión crítica sobre los influjos negativos de la cultura en la que estamos inmersos. ¿A qué quería referirse con esa distinción entre “corazón” y “espíritu”?

Las “tinieblas del corazón” se refieren a la vaciedad de tantos sucedáneos con los que pretendemos suplir la ausencia de auténtico amor en nuestra vida. Lo cierto es que, cuando el hombre no ama, mendiga afectividad de forma errónea. Es como si tuviese que reconocer amargamente: “la droga, el sexo, la diversión desenfrenada… no me hacen feliz, pero son lo único que me compensa de no serlo”. Por el contrario, todas estas esclavitudes sumergen al hombre en un drama de insensibilidad para el amor.

Pero Benedicto XVI advertía a los jóvenes de que todavía hay otras tinieblas más densas y opacas, que además de tener la particularidad de no percibirse con facilidad, son, sin embargo, más nocivas: las “tinieblas del espíritu”. En efecto, la manipulación de la verdad puede llegar a distorsionar nuestra percepción de la realidad, de modo que confundamos bien con mal, o verdad con mentira. El Papa pone un ejemplo concreto: “¿Habéis notado que, con frecuencia, se reivindica la libertad sin hacer jamás referencia a la verdad de la persona humana?”. ¡Así es…! El dogma supremo de nuestra cultura actual parece resumirse en un pretendido “derecho a elegir” absoluto, sin ninguna referencia a la verdad que debe orientar nuestra libertad. ¿Cómo no recordar aquellas palabras de Cristo: “La verdad os hará libres” (Jn 8, 32)? En pocas palabras: si las tinieblas del corazón se caracterizan por frustrar nuestra vocación al amor, las tinieblas del espíritu impiden realizar nuestra vocación a la verdad.

Cuatro consejos para el camino

El primer consejo es el silencio que nos abre a la comunicación con Dios en un “tú a tú”. El Papa anima a los jóvenes a perder el miedo al silencio. Posiblemente, el sobreexceso de ruido en el que estamos inmersos, esconde el temor del hombre a la soledad y al silencio. Y, sin embargo, el silencio no es signo de incomunicación, sino todo lo contrario: la sal de la palabra es el silencio. Frente a una tendencia a reducir nuestra vida espiritual a una relación esporádica con Cristo, Benedicto XVI propone a los jóvenes el ideal de una amistad íntima, fiel y perseverante.

En segundo lugar, el Papa recomienda a los jóvenes la vivencia intensa de la liturgia. Frente al tópico generalizado de que la liturgia es un lenguaje ininteligible para los jóvenes, les invita a adentrarse en ese misterio de unión entre el cielo y la tierra. Es importantísimo educar a los jóvenes en el lenguaje litúrgico, de modo que puedan llegar a percibir que “cada vez que los sacramentos son celebrados, Jesús interviene de nuevo en nuestra historia”.

El tercer consejo es la práctica de la caridad. En efecto, no nos poseemos en propiedad, y nuestra vida carece de sentido si no es para ejercitarse en actos de amor concretos y eficaces. Por ello, el Papa invita a los jóvenes a estar atentos a las nuevas formas de pobreza que están surgiendo… Lo cierto es que nuestra felicidad pasa, necesariamente, por hacer felices a los demás.

Y, finalmente, Benedicto XVI invitaba a los jóvenes a estar abiertos a la vocación. Fue una gozada comprobar la confianza y la libertad sin complejos con que se dirigió a los jóvenes para decirles: “Si no lo habéis hecho, planteaos seriamente si el Señor os pide seguirle de un modo radical en el ministerio sacerdotal o en la vida consagrada”. Con esa misma confianza, se despedía de ellos invitándoles a participar este verano en la Jornada Mundial de la Juventud… Pero de eso hablaremos otro día.
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MensajePublicado: Sab May 24, 2008 8:03 pm    Asunto:
Tema: Palabra de Obispo
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Carta semanal del Arzobispo de Burgos, interesante y un gran ejemplo para muchos.


Famoso, mujeriego y converso





Eduardo Verástegui es un actor televisivo y cantante mexicano que provoca el entusiasmo de la gente joven. Nació hace 33 años en un pueblecito al norte de México. Comenzó a estudiar derecho en la Universidad, pero al cabo de un año lo abandonó para perseguir el sueño de ser actor y cantante. Marcha a Ciudad de México y allí se consolida como actor latino de moda, entra en el mundo de la telenovela y da el salto a la industria latina cinematográfica. Se traslada a Miami y graba su primer disco como solista.

Un día, mientras viaja a Los Ángeles para promocionar su disco, conoce en el avión a un directivo de la Fox, que le invita a un casting para un largometraje. Le dan el papel y se traslada a Hollywood. Allí tiene su primera experiencia radical: después de conseguir durante diez años todo lo que pensaba que le haría feliz, siente un profundo vacío. «Estaba triste e insatisfecho. Me faltaba algo. Por aquel entonces no sabía qué».

Mientras tanto, exprime el precio de la fama con sobredosis de sexo, droga y fiestas. Esto le lleva a perder la perspectiva de la realidad y a vivir en un profundo relativismo. Como suele ocurrir en esos ambientes, sus amistades, lejos de ayudarle, le meten cada vez más en el abismo de las fiestas y de la nada. «Me di cuenta que yo era como un galgo que perseguía una falsa liebre en las carreras. Cuando llegué a morderla, me quedé herido porque era de metal. Estaba persiguiendo una mentira».

Un día tiene un encuentro con Jarmine, la profesora de inglés que durante seis meses le ponen los de la Fox. Esta mujer católica le hace ir al fondo de su vida y despierta en él las preguntas últimas. El actor siempre se había sentido católico, pero su trato con Jarmine le descubre que su catolicismo es una etiqueta cultural, casi vacía de contenido y, desde luego, carente de convicciones. Verástegui recuerda el día que, terminadas las clases, se despidió, dejándole la herida abierta: «¿qué estás haciendo con tu vida?» Comenzó a llorar en un rincón de la casa y no cesó en varios días. «Temblaba por dentro», confiesa él.

Tenía necesidad de encontrar alguien que hablara español para compartir todo lo que sentía y el arrepentimiento por una vida tan alejada de Dios. Le pusieron en contacto con un sacerdote, que comenzó a ayudarle y a dejarle libros. Empieza a ir a misa diariamente. Otro sacerdote, el Padre Francisco, le propone una confesión general. Tras una larga preparación, Verástegui hace una confesión de tres horas. El actor la califica como su segunda conversión: «Comprendí que no había nacido para actor u otra cosa, sino para conocer, amar y servir a Jesucristo».

Con la audacia del converso, vende todos sus bienes y decide irse a Brasil como misionero. Pero el sacerdote le hace descubrir que Hollywood es el lugar donde Dios le espera para que anuncie la Buena Nueva. Verástegui, con Leo Severino, crea Metanoia Films para hacer películas al servicio de la esperanza y dignidad humanas. «Bella» es la primera cinta de esta compañía. De ella se ha hablado mucho durante estos meses en toda América. Incluso ganó el Festival de Toronto contra todo pronóstico. Verástegui ha creado también un estudio bíblico para actores y directores y un lugar en Hollywood para los que buscan algo más que la fama.

Desde hace cinco años, el mujeriego “latin lover” vive, feliz y radiante, la castidad, reza el rosario y va a misa todos los días. Es el referente contracultural en los corrillos de Hollywood. Se siente libre de verdad e inmensamente feliz.

† Francisco Gil Hellín

Arzobispo de Burgos
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MensajePublicado: Lun Jun 09, 2008 5:23 pm    Asunto:
Tema: Palabra de Obispo
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hola a todos,

no conocia la historia de conversion de este actor hasta que lei el articulo qu enos escribiste, gracias Berriotxoa.
despues me interesó, me parece una historia preciosa y que puede ayudar a mucha gente, y busque esa entrevista y la encontre en youtube, fragmentada en 6 videos de 8 minutos cada uno. os pongo los enlaces p orden. son muy interesantes.

1. http://es.youtube.com/watch?v=y9c8NwcC7LY&feature=related
2. http://es.youtube.com/watch?v=Brs9bf1flVk&feature=related
3. http://es.youtube.com/watch?v=CO75I1j_usA&feature=related
4. http://es.youtube.com/watch?v=h_JiU6ojU9Q&feature=related
5. http://es.youtube.com/watch?v=xgCLXdmSjK4&feature=related
6. http://es.youtube.com/watch?v=UTkZzs-pTEg&feature=related

ya me contareis si os gusto la entrevista o no.
besos
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MensajePublicado: Mie Jun 18, 2008 12:59 pm    Asunto:
Tema: Palabra de Obispo
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Carta del Obispo de Palencia publicada en el Norte de Castilla, interesante y de muy recomendable lectura para los católicos los que tengan alguna duda seguramente la aclararan.

Que Dios les Bendiga a Todos.

Cita:
Antitópicos


No son pocos los católicos que se sienten confusos ante el bombardeo de tantos tópicos laicistas y/o anticlericales que estamos recibiendo. ¿Qué deberíamos hacer los obispos en esta situación? Si hablamos…, algunos dirán que estamos polemizando innecesariamente o que estamos “entrando al trapo”. Si callamos…, otros concluirán que “quien calla otorga” o simplemente, que la Iglesia no es capaz de dar respuesta a las acusaciones que se le hacen. Aun sabiendo que mis palabras serán objeto de interpretaciones encontradas, me dispongo a dar unas breves respuestas a algunos de los tópicos anticlericales más en uso:

1. “La Iglesia no sabe vivir en democracia”
Lo cierto es que, la Iglesia Católica tuvo un papel histórico muy importante en la transición española, y es de sobra conocido que su aportación fue esencial para la reconciliación de las dos Españas. La integración de la Iglesia en el marco democrático no fue nada complicada, y su labor a lo largo de todos estos años ha sido subsidiaria del derecho que la Constitución reconoce a las familias para educar a los hijos conforme a sus valores religiosos y morales.
En este contexto histórico, la Iglesia no aspiró a un marco político confesional, ni ha pretendido imponer la fe a nadie, sino simplemente proponérsela a los que así lo soliciten. ¿Es mucho pedir por nuestra parte que las autoridades políticas tampoco impongan obligatoriamente sus ideologías a las nuevas generaciones, sino que respeten el derecho de los padres a elegir libremente? ¿Es antidemocrático el proceder y el posicionamiento de la Iglesia?

2. “La Iglesia se mete en política”
El hecho de que un obispo escriba una carta del tenor de la presente, ¿supone una intromisión indebida de la Iglesia en la política? ¿O no debería ser interpretada, más bien, como una contribución más en esta sociedad, en pro del bien común y de la madurez del sistema democrático? No olvidemos aquella frase profética de Juan Pablo II: “Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto”.

3. “La religión tiene que ser expulsada de la escuela pública”
El movimiento a favor de la expulsión de la clase de religión del horario lectivo en la escuela pública, olvida que, estrictamente hablando, España no es un estado laico, sino aconfesional. La aconfesionalidad supone que ninguna religión sea discriminada con respecto a las otras, sino en función de la demanda de los ciudadanos. Por ejemplo, los padres musulmanes que quieren que sus hijos reciban religión en la escuela, tienen perfecto derecho a ello, si se reúnen el número mínimo de alumnos.
Quienes piden la expulsión de la religión de la escuela, no sólo están excluyendo a sus hijos de esta asignatura, sino que también aspiran a impedir que otros padres puedan elegir libremente esta opción.

4. “Estatuto abusivo de los profesores de religión”
Algunos critican que sea la Iglesia Católica la que tenga la facultad de dar el “visto bueno” a los profesores de Religión Católica en las escuelas públicas; así como que éstos reciban su sueldo de la Administración, como los demás profesores.
Pero, en el fondo, estas críticas tienen su origen en la resistencia a asumir todas las consecuencias que se derivan del artículo 27.3 de nuestra Constitución: “Los poderes políticos garantizan el derecho de los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus convicciones morales”. El profesor de religión recibe la capacitación de la Iglesia, no en virtud de ningún privilegio eclesiástico, sino por el derecho de los padres a que su hijo sea formado según sus valores católicos. De lo contrario, ¿quién iba a formar adecuadamente a los profesores de religión, conforme a la sensibilidad demandada por los padres? Y respecto a la dificultad en admitir que quienes imparten religión católica formen parte de la plantilla del profesorado, ¿acaso los padres católicos no pagan sus impuestos exactamente igual que quienes eligen para sus hijos las asignaturas alternativas a la religión?

5. “La Iglesia vive a costa del dinero público”
¿Es cierta esa imagen que se transmite de que la Iglesia en España vive a costa del estado español? Algunos se han tomado la paciencia de hacer cálculos sobre el ahorro que supone anualmente para el Estado Español la vida de la Iglesia:
Si el Estado tuviera que hacerse cargo del coste del millón de alumnos de la Escuela Católica -atendidos en 5.141 centros de enseñanza-, además de asumir el cuidado de los enfermos de los 107 hospitales católicos, añadiendo los 1.004 centros de acogida, ambulatorios, dispensarios y asilos, 365 centros de reeducación social y 937 orfanatos; si tuviera que dar cobertura a los más de dos millones de personas que son atendidas por Cáritas y Manos Unidas… entonces podríamos calcular que tendría que desembolsar 36.000 millones de euros al año. Más aún, renunciamos a añadir otros cálculos, difícilmente cuantificables, como es el caso del movimiento turístico generado gracias al patrimonio de la Iglesia y a sus manifestaciones religiosas, etc. Sin embargo, resulta bastante sorprendente que con estos datos contrastables, la imagen que trasciende a la opinión pública sea la de un parásito social que vive del cuento. No tenemos otro remedio: Frente a los tópicos, paciencia y razones.

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MensajePublicado: Mie Jun 18, 2008 1:59 pm    Asunto:
Tema: Palabra de Obispo
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Gracias Berriotxoa. Buenísimo.

Esa es la forma como un Obispo responde a la oscuridad. Sin calificativos personales, sin juicios temerarios, denuncia el hecho sin tocar a las personas, con serenidad, con paz, muy evangélico. Y esa es la forma o el estilo como un laico debe responder a la oscuridad.
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MensajePublicado: Jue Jun 19, 2008 9:54 pm    Asunto:
Tema: Palabra de Obispo
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Lecciones de un cuento de la infancia

Cuando hay envidia u odio, ignorancia o incongruencia, se suele manifestar en la crítica. Apoyándose en un cuento popular del padre y el hijo, Monseñor Munilla (www.enticonfio.org <http://www.enticonfio.org/> ) hace un paralelismo entre las críticas que reciben los protagonistas del cuento y las que recibe hoy la Iglesia.

"Seguramente muchos habremos escuchado en nuestra infancia, de labios de nuestros padres y abuelos, aquel sabio cuento que tenía como protagonistas a un padre y a su hijo:

Los dos viajaban con su burro atravesando diversos pueblos, suscitando comentarios muy dispares entre los lugareños:

Al pasar por el primer pueblo, el padre montaba sobre el burro y el hijo caminaba a su vera. Los comentarios no se hicieron esperar: "¡Qué padre tan inmisericorde! ¡El pobre niño caminando y él encima del jumento, como si fuera un sultán!"

Al escuchar las murmuraciones, decidieron cambiarse antes de llegar a la siguiente población, de forma que ahora el padre caminaba y el hijo era quien montaba el borrico. Pero, sin embargo, las críticas no hicieron sino cambiar de signo: "¡Mira qué juventud tenemos hoy en día! ¡El anciano padre caminando, y un muchacho tan ágil, sentado a lomos del burro!"

Visto lo visto, pensaron que lo mejor sería montar los dos sobre el asno al pasar por el tercero de los pueblos. Pero las cosas se pusieron todavía peor: "¡Pobre burro! ¡Los que van montados en él demuestran ser más bestias que el desdichado animal!"

Aturdidos por tanta crítica, decidieron entrar al cuarto pueblo, ambos a pie, junto al burro. Pero, ni por esas…: "Pero, ¡qué tontos! ¿Para eso se han comprado un burro?, ¿para ir andando?".

La moraleja que se nos transmitía con la narración de este cuento, era tan evidente como importante: Necesitamos ser libres del juicio ajeno, para poder obrar en justicia y en verdad. Quien tiene su referente en las críticas de los demás o en los aplausos cosechados, está condenado a no actuar en conciencia.

Pasados ya muchos años, he ido comprendiendo que aquella sabia narración que mi difunto padre nos contaba de pequeños, tiene más aplicaciones de las que él mismo hubiese supuesto. ¿Acaso no le ocurre a la Iglesia hoy en día, lo mismo que a los protagonistas del cuento? ¿No tenemos también nosotros que extraer la enseñanza de conquistar la necesaria libertad interior, para que la vida de la Iglesia sea lo que Dios quiere de ella, sin dejarnos amedrentar por tantas burlas, sátiras y comentarios ligeros?

El padre sobre el burro y el hijo caminando

A veces se le acusa a la Iglesia de paternalismo y/o de autoritarismo: "¡Míralos…, hablan ex cátedra y se creen que están en posesión de la verdad!". En medio de una sociedad en la que la figura del padre, e incluso el mismo sentido de autoridad están en plena crisis, existe una reacción alérgica hacia el Magisterio de la Iglesia.

El hijo montado y el padre a pie

Es de sobra conocida la predicación moral de Iglesia respecto a los más débiles: enfermos, pobres, ancianos, niños no nacidos, huérfanos e hijos de familias desestructuradas, embriones congelados, etc. Pero, sin embargo, tampoco aquí nos libramos de la incomprensión: "¡Cada uno decide los valores que cree que deben ser respetados!". En efecto, la opción cristiana "pro vida", se presenta como enemiga de la mentalidad "pro libre elección".

Los dos montados sobre el asno

Cuando la Iglesia se sirve de los medios modernos para la evangelización –televisión, radio, Internet, presencia en foros públicos, etc-, con mucha frecuencia es percibida y criticada como una intrusa en la vida pública: "¿Por qué tienen que sermonearnos fuera del púlpito?". Y es que, con frecuencia se nos quiere hacer creer que el ámbito de las creencias religiosas se circunscribe únicamente al interior de la conciencia y a la sacristía.

Ambos a pie, junto al burro

Paradójicamente, otras veces la Iglesia es criticada, precisamente, por no dirigirse al hombre de hoy en su propio lenguaje: "¿Cuándo se darán cuenta de que se están quedando anquilosados con esa forma tan obsoleta de evangelizar?". Frente a estas contradicciones, nosotros no podemos perder la conciencia de que los métodos modernos de evangelización, han de ser acompañados con la oración y la penitencia, para que puedan ser eficaces y fecundos.

Moraleja: Nuestro público es Dios

Evidentemente, la moraleja del cuento no puede ni debe ser que, tengamos que hacernos sordos a las correcciones y a las críticas, incluso cuando sean formuladas desde el desamor. Así lo decía sabiamente Unamuno: "Toma consejo del enemigo". Pero, ciertamente, una conclusión necesaria es que no perdamos la paz por causa del ambiente de juicios ligeros y críticas sistemáticas, en el que estamos envueltos. Esta es la moraleja: ¡Nuestro público es Dios! La Iglesia necesita la libertad interior para poder realizar la voluntad de Dios, que es justicia, amor y esperanza para todos los hombres".
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MensajePublicado: Jue Jun 19, 2008 9:55 pm    Asunto:
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Lecciones de un cuento de la infancia

Cuando hay envidia u odio, ignorancia o incongruencia, se suele manifestar en la crítica. Apoyándose en un cuento popular del padre y el hijo, Monseñor Munilla (www.enticonfio.org <http://www.enticonfio.org/> ) hace un paralelismo entre las críticas que reciben los protagonistas del cuento y las que recibe hoy la Iglesia.

"Seguramente muchos habremos escuchado en nuestra infancia, de labios de nuestros padres y abuelos, aquel sabio cuento que tenía como protagonistas a un padre y a su hijo:

Los dos viajaban con su burro atravesando diversos pueblos, suscitando comentarios muy dispares entre los lugareños:

Al pasar por el primer pueblo, el padre montaba sobre el burro y el hijo caminaba a su vera. Los comentarios no se hicieron esperar: "¡Qué padre tan inmisericorde! ¡El pobre niño caminando y él encima del jumento, como si fuera un sultán!"

Al escuchar las murmuraciones, decidieron cambiarse antes de llegar a la siguiente población, de forma que ahora el padre caminaba y el hijo era quien montaba el borrico. Pero, sin embargo, las críticas no hicieron sino cambiar de signo: "¡Mira qué juventud tenemos hoy en día! ¡El anciano padre caminando, y un muchacho tan ágil, sentado a lomos del burro!"

Visto lo visto, pensaron que lo mejor sería montar los dos sobre el asno al pasar por el tercero de los pueblos. Pero las cosas se pusieron todavía peor: "¡Pobre burro! ¡Los que van montados en él demuestran ser más bestias que el desdichado animal!"

Aturdidos por tanta crítica, decidieron entrar al cuarto pueblo, ambos a pie, junto al burro. Pero, ni por esas…: "Pero, ¡qué tontos! ¿Para eso se han comprado un burro?, ¿para ir andando?".

La moraleja que se nos transmitía con la narración de este cuento, era tan evidente como importante: Necesitamos ser libres del juicio ajeno, para poder obrar en justicia y en verdad. Quien tiene su referente en las críticas de los demás o en los aplausos cosechados, está condenado a no actuar en conciencia.

Pasados ya muchos años, he ido comprendiendo que aquella sabia narración que mi difunto padre nos contaba de pequeños, tiene más aplicaciones de las que él mismo hubiese supuesto. ¿Acaso no le ocurre a la Iglesia hoy en día, lo mismo que a los protagonistas del cuento? ¿No tenemos también nosotros que extraer la enseñanza de conquistar la necesaria libertad interior, para que la vida de la Iglesia sea lo que Dios quiere de ella, sin dejarnos amedrentar por tantas burlas, sátiras y comentarios ligeros?

El padre sobre el burro y el hijo caminando

A veces se le acusa a la Iglesia de paternalismo y/o de autoritarismo: "¡Míralos…, hablan ex cátedra y se creen que están en posesión de la verdad!". En medio de una sociedad en la que la figura del padre, e incluso el mismo sentido de autoridad están en plena crisis, existe una reacción alérgica hacia el Magisterio de la Iglesia.

El hijo montado y el padre a pie

Es de sobra conocida la predicación moral de Iglesia respecto a los más débiles: enfermos, pobres, ancianos, niños no nacidos, huérfanos e hijos de familias desestructuradas, embriones congelados, etc. Pero, sin embargo, tampoco aquí nos libramos de la incomprensión: "¡Cada uno decide los valores que cree que deben ser respetados!". En efecto, la opción cristiana "pro vida", se presenta como enemiga de la mentalidad "pro libre elección".

Los dos montados sobre el asno

Cuando la Iglesia se sirve de los medios modernos para la evangelización –televisión, radio, Internet, presencia en foros públicos, etc-, con mucha frecuencia es percibida y criticada como una intrusa en la vida pública: "¿Por qué tienen que sermonearnos fuera del púlpito?". Y es que, con frecuencia se nos quiere hacer creer que el ámbito de las creencias religiosas se circunscribe únicamente al interior de la conciencia y a la sacristía.

Ambos a pie, junto al burro

Paradójicamente, otras veces la Iglesia es criticada, precisamente, por no dirigirse al hombre de hoy en su propio lenguaje: "¿Cuándo se darán cuenta de que se están quedando anquilosados con esa forma tan obsoleta de evangelizar?". Frente a estas contradicciones, nosotros no podemos perder la conciencia de que los métodos modernos de evangelización, han de ser acompañados con la oración y la penitencia, para que puedan ser eficaces y fecundos.

Moraleja: Nuestro público es Dios

Evidentemente, la moraleja del cuento no puede ni debe ser que, tengamos que hacernos sordos a las correcciones y a las críticas, incluso cuando sean formuladas desde el desamor. Así lo decía sabiamente Unamuno: "Toma consejo del enemigo". Pero, ciertamente, una conclusión necesaria es que no perdamos la paz por causa del ambiente de juicios ligeros y críticas sistemáticas, en el que estamos envueltos. Esta es la moraleja: ¡Nuestro público es Dios! La Iglesia necesita la libertad interior para poder realizar la voluntad de Dios, que es justicia, amor y esperanza para todos los hombres".
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MensajePublicado: Mie Jun 25, 2008 10:43 am    Asunto:
Tema: Palabra de Obispo
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Texto del Obispo de Cordoba en Andalucia, sobre el maltrato a las mujeres, clarificadora y sobre todo libra de algunas intoxicaciones sobre la posición de la Iglesia en estos temas:


Cita:
Ante el alarmante incremento de la violencia contra las mujeres por Mons. Juan José Asenjo Pelegrina

QUERIDOS HERMANOS Y HERMANAS:

El dramático crecimiento de los actos de violencia doméstica, que se viene registrando en los últimos años en España, en Andalucía y también en Córdoba, pone de manifiesto la urgencia de responder a la llamada que nos hiciera el Papa Juan Pablo II, con ocasión de la IV Conferencia Mundial sobre la mujer, celebrada en Pekín en 1995:
“A las puertas del tercer milenio no podemos permanecer impasibles y resignados ante este fenómeno. Es hora de condenar con determinación, empleando los medios legislativos apropiados de defensa, las formas de violencia que con frecuencia tienen por objeto a las mujeres”.

Como señalaba el Papa, quien contempla el mundo y sus sufrimientos con los ojos del Evangelio no puede permanecer ajeno ante el incremento de la violencia que se registra en el ámbito familiar, que afecta a los mayores y a los no nacidos, pero que se centra también, de forma no marginal, con las mujeres maltratadas. En este último caso, la violencia se ejerce como medio de control del cónyuge, a través del miedo y la intimidación, e incluye el abuso emocional y psicológico, los golpes y el ataque sexual, llegándose, tal como nos muestran las crónicas de sucesos de los medios de comunicación, a terribles homicidios que culminan con el suicidio o autolesión del propio agresor.

Los estudios que se han realizado sobre este problema demuestran que la violencia doméstica se produce en familias de todos los niveles económicos y de educación, y que tiene difícil pronóstico, ya que la violencia se ejerce normalmente en la privacidad de los hogares, donde muchas veces queda envuelta en el silencio.

Por lo que se refiere a las causas de este grave fenómeno, los especialistas sostienen que un pequeño porcentaje de los casos se debe a un desorden psicofísico, pero que en la mayoría intervienen otros factores, como son el alcoholismo, la drogadicción o una situación laboral precaria. Los hombres que abusan de sus mujeres tienden a ser extremadamente celosos y posesivos, y lo más preocupante es que muchos de ellos han crecido en hogares en los que ya se ejercía la violencia. Los terapeutas familiares señalan, en efecto, que la violencia familiar es una conducta aprendida, que se transmite de generación en generación.

En un documento publicado en 1992 por los Obispos de Estados Unidos se afirma que es también muy preocupante el hecho de que muchos hombres que maltratan a sus mujeres se sienten justificados para actuar de esta forma como consecuencia de una determinada cultura que propugna la superioridad del varón sobre la mujer. Los abusos son percibidos, en estos casos, como un modo de dar cauce a los problemas, tensiones y frustraciones del varón, en una sociedad saturada de violencia en el cine y en la televisión.

Frente a esta mentalidad, debemos recordar con Juan Pablo II en la encíclica Mulieris dignitatem, que tanto el hombre como la mujer son seres humanos con la misma dignidad, y que ambos fueron creados a imagen de Dios (n. 6). El modo de actuar de Cristo, ejemplificado en sus encuentros con mujeres marginadas, como es el caso de la hemorroisa (Mc 5, 25-34) o la mujer sorprendida en adulterio (Jn 8, 1-11), también nos impulsa a estar cerca de las mujeres maltratadas, para las que se deben reivindicar medidas legales de protección.

Pero el endurecimiento de estas medidas no es suficiente para salvaguardar la dignidad de la mujer. Por ello, hay que hacer un esfuerzo, tan grande como sea posible, para erradicar las verdaderas causas que propician el actual incremento de los casos de violencia doméstica, que son en realidad factores de tipo cultural o ideológico. En este sentido, convendría no perder de vista la relación que establece el Directorio de la pastoral familiar de la Iglesia en España entre la violencia contra las mujeres y la revolución sexual, acaecida en Europa a mediados del siglo XX, y que conforma en gran medida el modo como se vive actualmente la relación hombre-mujer (n. 11).

La violencia contra las mujeres, sobre todo si se ejerce dentro del matrimonio, encierra una especial malicia moral, ya que el amor del esposo por la esposa siempre debe ser signo del amor de Jesucristo por su Iglesia. Ello exige, en consecuencia, un amor del todo especial, protección y respeto. Concluyo mi carta semanal invitando a acoger y ayudar con amor a las mujeres maltratadas desde nuestras parroquias y desde nuestras Caritas, a acompañar desde los Centros de Orientación Familiar de la Ciudad, de la Campiña y de la Sierra a los matrimonios en dificultades y a ayudar a los novios a prepararse auténticamente para el matrimonio, el mejor camino sin duda para precaver este problema. Invito igualmente a todos los miembros de nuestra Iglesia diocesana a implicarse en la pastoral familiar y en el anuncio del Evangelio de la familia, que es manantial de respeto por la dignidad de la mujer, de amor, paz y reconciliación.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina

Obispo de Córdoba




Fuente: Revista Eclesia.
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MensajePublicado: Vie Jun 27, 2008 1:56 pm    Asunto:
Tema: Palabra de Obispo
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carta de principios de junio sobre el Corazón de Jesús.

Dios tiene corazón



El pasado viernes celebrábamos la Solemnidad del Corazón de Jesús, y seguidamente nos hemos introducido en el mes de junio, tradicionalmente dedicado a la devoción al Corazón de Cristo. Para algunos puede resultar sorprendente que en plena expansión de la cultura de la secularización, se estén difundiendo con tanta profusión esas imágenes de “Jesús Misericordia”, o que –por señalar un ejemplo inmediato- el próximo viernes 6 de junio, las tres Diócesis de Madrid hayan convocado a los jóvenes de la capital en el Santuario del Cerro de los Ángeles, para realizar un acto de Consagración de la juventud de Madrid al Corazón de Jesús, como clausura de la llamada “Misión Joven”. ¿No resulta todo ello un tanto extemporáneo en plena posmodernidad?

El amor de Dios, presupuesto de la autoestima

La imagen del Corazón de Cristo y su mensaje de Misericordia, se presentan en el inicio del Tercer Milenio como auténtica “profecía” y “terapia” providencial. En esta cultura laicista en la que algunos afirman no tener más religión que “el hombre”, paradójicamente, somos testigos de tantas carencias afectivas, heridas necesitadas de sanación, desequilibrios psicológicos, dramas interiores… Me impresionaron mucho unas palabras pronunciadas por el cardenal de Viena, Mons. Christoph Schönborn, en el contexto del Congreso de la Divina Misericordia realizado en Roma: “Cuando los agnósticos enarbolan al “hombre” como bandera frente al sentido religioso de la vida, hagámosles ver la radical necesidad que éste tiene de misericordia”.
La experiencia nos está demostrando que la línea divisoria entre la presunción y la desesperación es prácticamente inexistente. Cuando más reivindicamos la autonomía del hombre frente al hecho religioso, más fácilmente caemos en el vacío interior, que nos conduce a la inevitable falta de autoestima. El paso de la jactancia y de la soberbia profesada en público, a la desesperación y al autodesprecio confesado en privado, es muy fácil y, de hecho, se da con mucha frecuencia.
En nuestros días, no son pocos los que han aprendido a aceptarse, a valorarse y a amarse a sí mismos, desde la experiencia del amor incondicional de Dios hacia cada uno de nosotros. ¿Si Dios me quiere, quien soy yo para despreciarme?

Dios goza y sufre con el hombre

Con frecuencia, nos hacemos una imagen de Dios fría e insensible hacia la suerte del hombre. Nos cuesta creer que nosotros seamos algo importante para Él. En efecto, si dejamos de lado la revelación bíblica, estamos condenados a referirnos a Dios en términos impersonales –cual si se tratase de una energía cósmica- y con una inevitable sensación de lejanía. Si Dios está tan “distante” y es tan “distinto” a nosotros, ¿en qué le puede afectar nuestra vida: nuestros aciertos y nuestros pecados; nuestras alegrías y nuestros sufrimientos?
En la encíclica Spe Salvi, el Papa nos recuerda una preciosa cita de San Bernardo de Claraval: “Impassibilis est Deus, sed non incompassibilis” (Dios no puede padecer, pero puede compadecer). En efecto, el Dios infinito y omnipotente –en palabras de Benedicto XVI- “se hizo hombre para poder com-padecer Él mismo con el hombre, de modo muy real, en carne y sangre, como nos manifiesta el relato de la Pasión de Jesús. Por eso, en cada pena humana ha entrado uno que comparte el sufrir y el padecer; de ahí se difunde en cada sufrimiento la con-solatio, el consuelo del amor participado de Dios” (Spe Salvi, n. 39).

Corazón: entrañas regeneradoras

En aquel Congreso Mundial de la Divina Misericordia celebrado en Roma, uno de los ponentes de habla portuguesa, el brasileño P. Marcial Maçianeiro, realizaba una hermosa e interesante disertación de teología bíblica, en la que explicaba que en el lenguaje bíblico se da una equivalencia entre los términos “corazón” y “entrañas”.
El corazón (“leb”, “kardia”) es sinónimo del útero (“rahamin”, “splanchana”); de manera que cuando confesamos el amor de Dios en la imagen del Corazón de Jesús, en el fondo, estamos manifestando nuestra fe en que el amor de Dios nos “gesta” a una vida nueva. El Corazón de Cristo es la imagen del amor materno de Dios que, en su potencia regenerativa, nos sana, nos rescata, nos rehace, nos perdona… Por ello, no nos cansaremos de confesar: ¡Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío!

+ José Ignacio Munilla Aguirre
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MensajePublicado: Vie Ago 29, 2008 3:16 pm    Asunto:
Tema: Palabra de Obispo
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Ecumenismo “casero”

Escrito por José Ignacio Munilla Aguirre, Obispo de Palencia (España)

Cuatro heridas que dañan la unidad interna entre los católicos, con el deseo de que hagamos todos los posibles por sanarlas.
Sé muy bien que, en el día a día, estamos siendo testigos de muchísimos signos de verdadera y profunda comunión, en el seno de nuestra Iglesia. Yo mismo -es de justicia que lo señale- me he sentido vivamente impresionado al comprobar cómo la comunidad católica se une como una sola familia en torno a su obispo. Pero, dicho esto, no sería bueno que nos durmiésemos en las “mieles”, ignorando que también existen las “hieles”. Hemos de reconocer que caemos en contradicciones, desde el momento en que anhelamos la unión con los hermanos protestantes, anglicanos y ortodoxos, y al mismo tiempo tenemos la parroquia dividida.

Me dispongo, por ello, a describir brevemente cuatro heridas que dañan la unidad interna entre los católicos, con el deseo de que hagamos todos los posibles por sanarlas:

+ Falta de paciencia: La misericordia de Dios, tiene la característica de amarnos a cada uno de nosotros, tal y como somos. Él no se incomoda ni se desespera por nuestras torpezas, por nuestros ritmos tan distintos… Jesucristo fue el primero que sufrió con paciencia los defectos de sus discípulos, sin arrepentirse en ningún momento de haberlos elegido.

He aquí uno de los enemigos más habituales de la unidad: ¡la impaciencia! ¡Cuántas veces nos hemos sentido exasperados ante unas ancianas que rezan el rosario a un ritmo que nos resulta insufrible, avergonzados por los cantores del coro que desafinan, crispados ante el sacerdote que no termina de aterrizar en el sermón, enojados por un grupo de niños que no paran quietos, incómodos por el bebé que llora en su cuna durante la Misa…! ¡Es curioso…! ¿Y no se nos ha ocurrido nunca pensar que tanta exasperación no es sino el reflejo de nuestra falta de paz interior, al mismo tiempo que una tentación disfrazada de razones aparentes?

+ Incomprensión de los carismas ajenos: ¿No es cierto que en ocasiones solemos escuchar, de labios de católicos militantes, reproches de desavenencia y desamor dirigidos hacia otros movimientos, cofradías, comunidades religiosas, o simplemente, hacia realidades eclesiales distintas a la suya? A veces, podemos llegar a tener unas miras tan cortas, que llegamos a juzgar la Iglesia desde nuestra sensibilidad, olvidando que el Espíritu Santo sopla donde quiere, y que nosotros no somos quiénes para meterle en una jaula, y pretender que cante nuestra tonadilla favorita.

Hay personas que son más dadas a “restar” que a “sumar”, hasta el punto de que, en ocasiones, parecen más preocupadas por quiénes se acercan a la Iglesia, que por los que se alejan de ella. A veces, consumimos más energías en nuestros roces personales y grupales, que en el desarrollo de celo apostólico en favor de nuestros hermanos alejados de Dios y de la Iglesia. Hay un pasaje evangélico -pocas veces citado- que merece mucha más atención y sobre todo, aplicación: “Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros.» Pero Jesús dijo: «No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros.»” (Mc. 9, 38)

+ Afán de protagonismo: Una buena parte de las fricciones que puedan darse en el seno de nuestras parroquias, está causada por el afán de protagonismo y los celos personales. Ante esto, necesitamos hacer nuestra la expresión de Juan Bautista: “Es preciso que Él crezca y que yo disminuya.” (Jn. 3, 30), así como aquel otro consejo de Jesús: “Que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha.” (Mt. 6, 3)

Es cierto que estamos hablando de un mal moral que se manifiesta en todos los sectores de la sociedad. Pero, sin embargo, de los que somos seguidores de Cristo, cabría esperar que tuviésemos mayor altura de miras. El mismo Jesús detectó y afrontó este problema en el grupo de los apóstoles: “Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntaba: «¿De qué discutíais por el camino?» Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién era el mayor. Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos.»” (Mt. 9, 34)

+ Ideologías y Magisterio: Una de las causas principales de la falta de comunión en el seno de la Iglesia, la tenemos en la pretensión de sobreponer nuestras sensibilidades e ideologías al Magisterio de la Iglesia y a la propia Palabra de Dios. Se cuenta la anécdota de un orador, que introducía una parte de su discurso de la siguiente forma: “Como decía Jesucristo, y en parte tenía razón,…”

Desgraciadamente, el problema al que me refiero, no es ninguna broma, aunque me haya tomado la libertad de utilizar esta ironía. Se trata de una falta de acogida a la Revelación de Dios en la Escritura y al Magisterio de la Iglesia. Corremos el riesgo de aceptar la Palabra de Dios, en la medida en que confirma nuestro pensamiento, mientras que la ignoramos o rechazamos, si no se adecua a nuestra forma de ver las cosas. Un ejemplo concreto lo tenemos en las ideologías políticas: en determinadas ocasiones, a los católicos militantes o simpatizantes de algún partido político, se les plantea un dilema de fidelidades. Suelen ser ocasiones determinantes para conocer nuestra jerarquía de valores: ¿Qué prima en esos casos? ¿Nuestra sensibilidad política o la religiosa?

Recordemos aquella oración que Jesús dirigió al Padre, después de la Última Cena: “Padre, que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.” (Jn. 17, 20). Aquella súplica no ha sido estéril. De hecho, el Espíritu Santo está siempre suscitando nuestra unidad -afectiva y efectiva- como lo hizo el día de Pentecostés. ¡Seamos dóciles a su acción, testimoniando nuestro amor en la unidad!


Fuente: periodismocatolico.com
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MensajePublicado: Vie Ago 29, 2008 3:30 pm    Asunto:
Tema: Palabra de Obispo
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¡Qué buenos escritos Mons. Munilla!
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MensajePublicado: Lun Sep 01, 2008 8:40 am    Asunto:
Tema: Palabra de Obispo
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El derecho a la alimentación


El pasado día 6 de julio Benedicto XVI, en su alocución del Ángelus, denunció “las especulaciones y las turbulencias financieras con sus efectos perversos sobre los precios”.
Dijo también que tales especulaciones han hecho que las poblaciones más débiles y más pobres se encuentren en situaciones límite, dramáticas e insostenibles. Esto afirmó dirigiéndose a los miembros del G8, reunidos en Hokkaido (Japón), a quienes pidió que pusieran este problema en el centro de su reunión. El Papa pidió a los jefes de estado y de gobierno que respeten los compromisos asumidos en las reuniones precedentes. Se hacía así intérprete de todos los que ponen en duda la credibilidad de estos encuentros.

Por eso creo que los cristianos no podemos olvidar de ningún modo nuestro deber de solidaridad. Últimamente ha sido el secretario general de la ONU, el Sr. Ban Ki-moon, quien ha hecho un llamamiento en el sentido de que, si no se envía rápidamente una ayuda de emergencia, puede producirse una hambruna en muchos países, lo cual es causa de una fuerte desestabilización de la paz y la convivencia en dichos países y también en las relaciones internacionales.

La reciente Conferencia sobre la Seguridad Alimentaria Mundial, convocada en Roma del 3 al 5 de junio pasado por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), no logró los objetivos esperados. El tema iba, ciertamente, a la raíz del problema: “Los desafíos del cambio climático y la bioenergía”. Después de la cumbre, diversas organizaciones católicas como Manos Unidas y Cáritas, entre otras, han lamentado la falta de compromisos para solucionar de manera estructural el problema del hambre en el mundo de hoy. Más de 854 millones de personas tendrán que continuar esperando soluciones, ya que dichas instituciones consideran que los fondos ofrecidos hasta el momento a las naciones en vías de desarrollo son claramente insuficientes.

El Papa Benedicto XVI, en su mensaje enviado a la cumbre reunida en Roma –mensaje leído por el cardenal Bertone, secretario de Estado del Vaticano-, afirma que “el hambre y la malnutrición son inaceptables en un mundo que en realidad dispone de medios de producción, de recursos, de conocimientos suficientes para poner fin a estos dramas y a sus consecuencias. Hoy el gran desafío consiste en globalizar no sólo los intereses económicos y comerciales, sino también las expectativas de solidaridad en el respeto y la valorización de todo componente humano”.

Más adelante, el Santo Padre remarcaba que “la pobreza y la malnutrición no son una mera fatalidad provocada por situaciones ambientales adversas o desastrosas calamidades naturales” y reafirmaba –como ya lo había hecho Juan Pablo II- que “el derecho primario a la alimentación está intrínsecamente vinculado a la tutela y defensa de la vida humana, roca sólida e inviolable sobre la que se fundamenta todo el edificio de los derechos humanos”.

El hambre tiene rostro humano. Se trata de millones de hombres y mujeres, de niños, miembros de nuestra familia humana. El principio del destino universal de los bienes –principio fundamental en la doctrina social cristiana- debiera permitirnos afrontar adecuadamente el reto de la pobreza.

Como también afirmó el Papa en el mensaje citado, “sólo el respeto a la persona humana permite combatir la causa principal del hambre, es decir, la cerrazón del ser humano ante sus semejantes que disuelve la solidaridad, justifica los modelos de vida consumistas y desintegra el tejido social”.

Quisiera acabar con una llamada a la esperanza, que se puede fundamentar en todas aquellas personas e instituciones que son sensibles a estos principios y pueden hacer que se haga realidad el reconocimiento del derecho a la alimentación de millones de personas, tan sintéticamente expresado en el lema de la FAO: “Fiat panis”.



+Lluís Martínez Sistach

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MensajePublicado: Lun Sep 01, 2008 8:41 am    Asunto:
Tema: Palabra de Obispo
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El derecho a la alimentación


El pasado día 6 de julio Benedicto XVI, en su alocución del Ángelus, denunció “las especulaciones y las turbulencias financieras con sus efectos perversos sobre los precios”.
Dijo también que tales especulaciones han hecho que las poblaciones más débiles y más pobres se encuentren en situaciones límite, dramáticas e insostenibles. Esto afirmó dirigiéndose a los miembros del G8, reunidos en Hokkaido (Japón), a quienes pidió que pusieran este problema en el centro de su reunión. El Papa pidió a los jefes de estado y de gobierno que respeten los compromisos asumidos en las reuniones precedentes. Se hacía así intérprete de todos los que ponen en duda la credibilidad de estos encuentros.

Por eso creo que los cristianos no podemos olvidar de ningún modo nuestro deber de solidaridad. Últimamente ha sido el secretario general de la ONU, el Sr. Ban Ki-moon, quien ha hecho un llamamiento en el sentido de que, si no se envía rápidamente una ayuda de emergencia, puede producirse una hambruna en muchos países, lo cual es causa de una fuerte desestabilización de la paz y la convivencia en dichos países y también en las relaciones internacionales.

La reciente Conferencia sobre la Seguridad Alimentaria Mundial, convocada en Roma del 3 al 5 de junio pasado por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), no logró los objetivos esperados. El tema iba, ciertamente, a la raíz del problema: “Los desafíos del cambio climático y la bioenergía”. Después de la cumbre, diversas organizaciones católicas como Manos Unidas y Cáritas, entre otras, han lamentado la falta de compromisos para solucionar de manera estructural el problema del hambre en el mundo de hoy. Más de 854 millones de personas tendrán que continuar esperando soluciones, ya que dichas instituciones consideran que los fondos ofrecidos hasta el momento a las naciones en vías de desarrollo son claramente insuficientes.

El Papa Benedicto XVI, en su mensaje enviado a la cumbre reunida en Roma –mensaje leído por el cardenal Bertone, secretario de Estado del Vaticano-, afirma que “el hambre y la malnutrición son inaceptables en un mundo que en realidad dispone de medios de producción, de recursos, de conocimientos suficientes para poner fin a estos dramas y a sus consecuencias. Hoy el gran desafío consiste en globalizar no sólo los intereses económicos y comerciales, sino también las expectativas de solidaridad en el respeto y la valorización de todo componente humano”.

Más adelante, el Santo Padre remarcaba que “la pobreza y la malnutrición no son una mera fatalidad provocada por situaciones ambientales adversas o desastrosas calamidades naturales” y reafirmaba –como ya lo había hecho Juan Pablo II- que “el derecho primario a la alimentación está intrínsecamente vinculado a la tutela y defensa de la vida humana, roca sólida e inviolable sobre la que se fundamenta todo el edificio de los derechos humanos”.

El hambre tiene rostro humano. Se trata de millones de hombres y mujeres, de niños, miembros de nuestra familia humana. El principio del destino universal de los bienes –principio fundamental en la doctrina social cristiana- debiera permitirnos afrontar adecuadamente el reto de la pobreza.

Como también afirmó el Papa en el mensaje citado, “sólo el respeto a la persona humana permite combatir la causa principal del hambre, es decir, la cerrazón del ser humano ante sus semejantes que disuelve la solidaridad, justifica los modelos de vida consumistas y desintegra el tejido social”.

Quisiera acabar con una llamada a la esperanza, que se puede fundamentar en todas aquellas personas e instituciones que son sensibles a estos principios y pueden hacer que se haga realidad el reconocimiento del derecho a la alimentación de millones de personas, tan sintéticamente expresado en el lema de la FAO: “Fiat panis”.



+Lluís Martínez Sistach

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MensajePublicado: Lun Oct 13, 2008 7:42 pm    Asunto:
Tema: Palabra de Obispo
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un forero alcalaino nos ha traido esta gran homilia a los foros, la traigo a este post para el disfrute de todos.

Patito escribió:
HOMILÍA del Emmo. y Rvdmo. Sr. Cardenal Arzobispo de Madrid en la Solemnidad de Ntra. Sra. del Pilar, Patrona de la Hispanidad

Mis queridos hermanos y hermanas en el Señor:

1. La Fiesta de Nuestra Señora, la Virgen del Pilar, es siempre el día grande de la Virgen que los aragoneses veneran y aman desde tiempo inmemorial como la que es Madre de Dios y, siéndolo, es a la vez la Madre de la Iglesia y la Madre de todos los hombres. En días tristes y dolorosos, en las circunstancias más difíciles de la vida y, no en último lugar, en la hora de la enfermedad y de la muerte, ¿a quién acuden los habitantes de esta histórica e insigne Ciudad de Zaragoza y de todo Aragón, seguros de ser acogidos maternalmente, sino a la Virgen del Pilar? La visitan en su Capilla de la Basílica que guarda celosamente su imagen colocada sobre la columna en la que se manifestó al Apóstol Santiago, Patrono y Evangelizador de España, según nos relata con no contenida emoción una de las más queridas tradiciones de nuestra Patria. Le rezan también en el seno de la familia y en esos momentos íntimos y escondidos de la oración personal ¡“La Pilarica” les acompaña siempre! Pero la Virgen del Pilar es, sobre todo, la Virgen de las familias de este noble Aragón, de sus regiones vecinas y de toda España. Es la Virgen a quien ofrecen sus hijos, recién nacidos, con ese gesto de tierna confianza que sabe no verse defraudado. Más aún ¡Ntra. Sra. la Virgen del Pilar es la Madre de España! Así la invoca la Iglesia en todas las Diócesis españolas en la liturgia de su Fiesta y así la siente el sencillo y fiel pueblo de España que la tributa muestras inequívocas de una devoción que no se recluye en los recintos de las Iglesias y de los lugares de culto, sino que alcanza, además, a los hogares y a las casas de un sinfín de familias españolas.

2. ¡Madre de España es la Virgen del Pilar y Madre de aquellas naciones y pueblos en los que los españoles, desde el 12 de octubre del año 1492, sembraron incansablemente las semillas de la fe cristiana! Se dice con buenos argumentos históricos que el libro que acompañaba a Cristóbal Colón en su primer viaje del descubrimiento de América era un ejemplar de la Sagrada Escritura. La tradición del Pilar se encontraba –y encuentra– tan estrechamente vinculada al origen del Cristianismo y de la Iglesia en España que no era posible ignorarla en los siglos de la generosa, paciente e ininterrumpida siembra del Evangelio en los países de la América hermana. En ese gran acontecimiento de la Exposición Internacional, que acaba de vivir la ciudad de Zaragoza, tampoco ha pasado desapercibido el significado “católico” de la devoción mariana del Pilar y su alcance y ecos en los más remotos parajes de la tierra.

¡A esta Virgen del Pilar, Madre de Aragón y Madre de España, a la Virgen que la ha acompañado en los momentos más universales y espiritualmente fecundos de su historia, queremos hoy, de nuevo, festejar con esa honda y limpia alegría que nace del corazón de sus hijos agradecidos que la reconocen y confiesan como la Madre de Dios y Madre suya!

3. He aquí el gran reto que se nos plantea hoy a la Iglesia y a los católicos en España al celebrar esta solemnísima Eucaristía en esta Basílica del Pilar de Zaragoza en el día de la Fiesta Nacional de España: ¿reconocemos de verdad a la Virgen María como la Madre de Jesucristo, Hijo unigénito de Dios y Salvador del hombre? ¿la reconocemos, por tanto, como nuestra Madre en toda la profundidad del contenido espiritual de su maternidad para la Iglesia y para la humanidad? No deberíamos dudar de que un reconocimiento auténtico y sincero de la verdad de la persona de María, la Virgen del Pilar, como nuestra Madre –¡Madre del Cielo!– incluye, ciertamente, el Sí interior de nuestros sentimientos, pero mucho más comprometidamente el Sí pleno de la fe que configura luego nuestros pensamientos, palabras y obras.

Se trata de todo un reto existencial de máxima actualidad. Reto inevitable ante la constatación de la creciente impregnación de sectores muy considerables de nuestra sociedad por una mentalidad militantemente laicista, alejada de la fe cristiana; más aún, de la misma fe en Dios. O se le niega explícitamente o se le desconoce intelectual y culturalmente o se vive como si Dios no existiese. Esta forma de pensar, de vivir y de comportarse en la vida privada y en la vida pública sin referencia alguna a Dios, ni explícita ni implícita, ha llegado también a los más variados ambientes donde transcurren la vida y la educación de nuestras jóvenes generaciones: la familia, la escuela, la Universidad, lugares y tiempos de las ofertas culturales, del deporte y de las diversiones en general. Por contraste, sin embargo, es obligado constatar que la fe cristiana, vivida en la plenitud doctrinal de la Iglesia católica, continúa siendo no sólo la luz y el aliento espiritual del que vive una gran mayoría de nuestro pueblo, sino también la fuente de los criterios morales y humanos que inspiran, guían y rigen sus vidas. Es incluso obligado afirmar que son muchos los jóvenes que encuentran en Jesucristo, el Redentor del hombre, al amigo fiel que les acompaña y sostiene en los años de su formación personal y profesional y en la toma de las decisiones que conformarán su vida para siempre: la elección del matrimonio, de la vocación sacerdotal y de la vida consagrada. Son muchos los jóvenes que creen en El apasionadamente y ven en la Virgen María, Virgen del Pilar, a la Madre singular que por ser la Madre de Cristo ¡la Madre de Dios! les acoge, los comprende y los conduce suave y firmemente hacia su Hijo para que vean y encuentren en Él: “el Camino, la Verdad y la Vida”.

4. Abundantes y muy variados son los favores que los devotos de la Virgen del Pilar han pedido a la Madre de Dios en el pasado y que siguen pidiendo ahora en el presente y que pedirán en toda la jornada de hoy. Todas esas plegarias estarán relacionadas, sin duda alguna, con grandes bienes muy importantes para ellos y para sus familias: la salud propia o de los seres más queridos, la estabilidad y el amor en el matrimonio, la unidad y la armonía familiar, la seguridad del puesto de trabajo, el éxito en los estudios y en el ejercicio de la profesión, la buena marcha del negocio propio o de la empresa, el que no se pierdan las buenas amistades, etc. Peticiones muy legítimas y fácilmente comprensibles. ¿Pero no nos urgirá hoy tanto o más pedir por la fe cristiana de las familias y de los jóvenes de España? La fe es el gran don de Dios para el hombre que busca y precisa conocer la verdad y el sentido último de la existencia terrena en su plenitud, que quiere mantener la esperanza en la Vida verdadera por la que son vencidos el mal, el pecado, la muerte temporal y eterna y que necesita, sobre todo, para poder subsistir con la dignidad propia de la persona, descubrir el amor auténtico y vivir de su fuerza y dinamismo: el amor de Dios “que es el Amor” y que le lleva infaliblemente al amor del hombre que es su hermano. Pedir hoy, día de la fiesta nacional de España, a la Virgen del Pilar, a su Madre, ¡la Madre de España! en este lugar privilegiado desde el que veló siempre desde los inicios de su historia cristiana por el bien de todos sus hijos, rogarle desde esta ciudad de Zaragoza, la capital de Aragón… por la conservación y el crecimiento de la fe de los españoles en el Evangelio, en la Buena Noticia de Jesucristo, equivale a pedir el bien de los bienes para la familia y la juventud de España. La familia y los jóvenes constituyen, en definitiva, el indispensable sostén para su presente y la garantía humana más sólida para su futuro: un futuro en libertad, paz, justicia, solidaridad y en amor. Podemos estar seguros: ¡no nos equivocaremos con esta plegaria! Su valor para los españoles de hoy y de mañana supera y trasciende todo egoísmo y utilitarismo posible, abriendo y asegurando la vía regia del amor más grande.

5. Creer en la Palabra de Dios y cumplirla es lo que caracteriza la forma de vida que abre al hombre el camino para poder ser bienaventurado ¡dichoso! ya en este mundo y, por supuesto, en el otro: en la eternidad. María la cumplió la primera y, por eso, quedó constituida como Madre de los creyentes. Su humilde, pero firme, Sí a ser la Madre del Hijo de Dios la llevó hasta hacer suya la experiencia de compartir la Cruz de su Divino Hijo. “Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron”, gritó entusiasmada a Jesús una mujer del pueblo en medio del gentío que lo rodeaba. La contestación de Jesús, tal como nos la relata el Evangelio de Lucas, es desconcertante: “mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen”. En un pasaje paralelo, dirá todavía más: “mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la palabra de Dios y la cumplen (Lc. 8,21). Así respondía Él a la noticia de que su Madre y sus familiares habían llegado a donde estaba El predicando. Una respuesta aparentemente muy dura para la Madre, aunque en el fondo revelaba lo más valioso de su maternidad llena de misericordia para sus hijos. También para ellos lo importante resulta ser el Sí de la fe, en la que les ha precedido, sostiene y acompaña indefectiblemente la Madre. A María, por ser la primera de los creyentes y por su entrega incondicional a la voluntad del Padre, “el Señor la ha coronado, sobre la columna la ha exaltado”.

6. El don de la fe hay que saber pedirlo. Es la gracia inicial que se recibe por la infusión del Espíritu Santo: ¡su primer don! Los Apóstoles cuando regresan del Monte de los Olivos a Jerusalén después de la despedida del Señor, que había subido a los cielos, lo que hacen es dirigirse al cenáculo, la casa donde se alojaban, para dedicarse a la oración en común junto con algunas mujeres, entre ellas María, la madre de Jesús. No había otro modo de esperar el don del Espíritu Santo que Jesús les había prometido a fin de que pudieran cumplir su mandato de hacer discípulos hasta los confines del mundo a todos los que creyesen en su Palabra, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Tampoco hay otro modo hoy –¡ni lo ha habido, ni lo habrá nunca!– de esperar con fruto una renovación de la fe en España si no es por la oración de la Iglesia o, lo que es lo mismo, a través de la súplica de todos sus hijos unidos a María, la Madre, junto con los Sucesores de Pedro y de los Apóstoles. ¡Hagámoslo así hoy y aquí en esta Basíclia del Pilar de Zaragoza, Plaza Mayor de España, en el día grande de la Fiesta de esa Madre que por ser Madre de Dios es Madre nuestra!

¡Que la Virgen del Pilar guarde a Zaragoza, a Aragón y a toda España en la fe verdadera de sus mayores, en la esperanza de la vida y la felicidad eterna y en la gracia del amor que nunca pasa!

Amén.

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Berriotxoa
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MensajePublicado: Sab Nov 22, 2008 11:29 am    Asunto:
Tema: Palabra de Obispo
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Cita:
LOS COCHES SE FABRICAN, LOS BEBÉS NO
Por Mons. Francisco Gil Hellín, Arzobispo de Burgos

Con frecuencia se dice que un embrión no tiene derecho a la vida como una persona adulta, ya formada. Lo expresaba con toda claridad el periodista Michael Kinsley, en el Washington Post: «Me cuesta creer que un puñado de células –más primitivo incluso que una lombriz- tiene los mismos derechos que el lector de este artículo». Esta manera de pensar se basa en un error muy extendido hoy: un no nacido es un individuo “en construcción”. Como si los bebés se fabricasen o construyesen al modo de los coches, hasta llegar a tener su forma completa.

A la hora de explicarlo, se reflexiona, más o menos, de esta manera. Pensemos en un coche que se produce en cadena y preguntémonos: ¿en qué momento de la cadena de montaje podemos decir que ya hay coche? Algunos dirán que el coche ya existe desde el momento en que se reconoce su forma; otros pensarán con criterios más funcionales y dirán que cuando se instala el motor o se ponen las ruedas; otros, finalmente, pensarán que sólo hay coche cuando circula por una calle.

Comparar el nacimiento de un bebé con el proceso de fabricación de un coche puede ser una imagen bonita y hasta brillante. Pero es totalmente equivocada. Porque los seres humanos, a diferencia de lo que ocurre con las cosas, no son fabricadas por nadie. Dios no fabrica al hombre. Porque la vida humana «no se hace» sino que «se desarrolla». Por eso, a los organismos vivos no se les forma ni se les define desde fuera y, en consecuencia, no tienen un constructor externo. Son ellos mismos los que se definen y forman. La forma de un ser vivo está ya en sus genes desde el principio y esa forma comienza a manifestarse desde el primer momento de su existencia. Eso explica que –en el caso de los seres humanos- los embriones no necesiten ser modelados según ningún tipo. Ya son un tipo de ser concreto.

Cuando hablamos de “construir” somos nosotros los sujetos protagonistas, somos nosotros los que ponemos y determinamos la forma; cuando, por el contrario, es un ser el que se “desarrolla” es él el que guía y modela su propia forma porque tiene predeterminado su futuro. Cuando miramos la apariencia del feto o del embrión sin tener en cuenta el desarrollo intencional del propio ser, estamos prescindiendo del futuro. Ahora bien, cuando llega ese futuro y miramos hacia atrás en el tiempo, advertimos que es mucho más razonable hablar del “desarrollo” cuando se trata de los seres vivos.

Pensemos, por ejemplo, que nos fuera dado tener una fotografía de Pedro cuando todavía era eso que algunos creen que es un «mero amasijo de células». Sin miedo a faltar a la más estricta verdad, podríamos decirle: «Mira, Pedro, ese eres tú». Porque, efectivamente, ha bastado que «ese amasijo» se haya desarrollado conforme a su propia naturaleza para que llegase a ser ese que llamamos «Pedro». No ha sido necesaria ninguna manipulación ni alteración por parte de algún agente externo. Ha bastado con dejarle crecer a su ritmo, desarrollarse.

Algunos de quienes me lean –y yo mismo– podemos terminar siendo discapacitados, como consecuencia de un accidente o de la edad. En esa situación, no podremos desarrollar bien nuestra capacidad de hablar, de razonar, de elegir o de querer. Entonces nuestra humanidad estará «escondida», como cuando fuimos concebidos y éramos un «amasijo de células». Pero ¿quién se atrevería a decir que nosotros no estamos ahí? Porque, efectivamente, estamos ahí. Lo estamos, porque una persona, aunque esté en estado vegetativo, continúa siendo un ser humano hasta el momento de su muerte. Como se ve, la idea de ser humano «en desarrollo» es también muy esclarecedora respecto a la eutanasia.



Me parece muy buena esta carta escrita por el Arzobispo de Burgos.


Que Dios os Bendiga a Todos
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Tomás Bertrán Mercader
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MensajePublicado: Dom Nov 30, 2008 8:57 am    Asunto:
Tema: Palabra de Obispo
Responder citando

Carta Pastoral de Mons Saiz Meneses, Obispo de Tarrasa (está en pdf).

"Madre de Dios, y Madre nuestra"


http://www.bisbatdeterrassa.org/castellano/textos_portada/Carta_Pastoral_Dos_caste.pdf
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