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¿y qué es la materia?

 
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Autor Mensaje
Beatriz
Veterano


Registrado: 01 Oct 2005
Mensajes: 6434

MensajePublicado: Dom May 25, 2008 6:25 am    Asunto: ¿y qué es la materia?
Tema: ¿y qué es la materia?
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El antagonista más serio de la fe en la creación es, en nuestros días, el monismo materialista. Resulta, pues, ineludible establecer un cotejo entre materialismo y creacionismo antes de poner punto final a estas páginas. Cuanto sigue tratará de mostrar, en primer término, cómo un discurso sobre lo real en clave materialista suscita hoy serias dubitaciones, incluso a intramuros de la reflexión científica y filosófica; a tal fin, se examinará el concepto actual de materia y se dará cuenta de las diversas formas de materialismo hoy vigentes.

Sobre el concepto de materia

¿Qué es materia?

¿Cuál es la urdimbre de la realidad? ¿De qué está hecha? De materia, se responderá en primera instancia, al menos por lo que toca a la realidad objetiva (prescindiendo, por tanto, de lo que atañe a la realidad subjetiva, al ser humano). La pregunta que se formula de inmediato reza: ¿y qué es la materia?

La respuesta a tan obvia pregunta dista hoy de ser obvia. Mientras que otras nociones básicas de la física y la cosmología han ganado considerablemente en precisión y riqueza de contenidos, la que nos ocupa ahora ha ido menguando en claridad y creciendo en ambiguedad y confusión. Las dificultades al respecto surgen del hecho de que tenemos que vérnoslas con un concepto a caballo entre las ciencias empíricas y la filosofía. La noción de materia, en efecto, no es ni exclusivamente filosófica ni exclusivamente científica; se emplaza en una región sobre la que pueden reinvindicar derechos de soberanía tanto el conocimiento positivo como el especulativo. Así las cosas, habría que apuntar a una idea de materia que, de un lado, cuadre con los datos manejados por las ciencias de la naturaleza y que, de otro, goce de la solidez ontológica suficiente para poder apoyar en ella una Weltanschauung, una visión global de la realidad, de la que se supone ser el ingrediente base.

En tanto este tratamiento interdisciplinar conduce a conclusiones aceptable para los colectivos filosóficos y científicos, apenas puede hacerce otra cosa que recoger, a guisa de muestrario ilustrativo -no exhaustivo- unas cuantas aproximaciones a nuestro concepto procedentes de la física y de la filosofía de la ciencia.

Entre los físicos, la concepción de materia más común transparenta como una nostalgia de la vieja y gloriosa tradición tomista. La materia consiste, a fin de cuentas, en esas entidades ultramicroscópicas llamadas partículas elementales. A nuestro objeto no interesa precisar ahora sus señas de identidad (algo se dirá luego sobre ello); podemos prescindir también de la cuestión de si las partículas elementales son o no divisibles en unidades inferiores. En cualquier caso, esta concepción de la materia supone la existencia de entidades últimas, indivisibles, no puntuales, localizables (cuando menos probabilísticamente), móviles, constitutivas de la textura de toda realidad físico-objetiva. Supone asimismo un medio en el que las partículas despliegan sus virtualidades, tejen sus redes de interacciones mutuas: campos de fuerza. Supone, en fin, un marco global de las partículas y de su medio: el espacio-tiempo. Añádase a todo ello que la situación en la física de partículas es muy fluida; al día de la fecha, se siguen descubriendo no sólo nuevas particulas, sino nuevos tipos de fuerzas aparentemente irreductibles a las hasta ahora conocidas.

En contraste con este género de descripción, los filósofos de la ciencia suelen inclinarse por nociones más abstractas. He aquí algunas. Según Bunge, el enunciado "la materia existe" no tiene sentido; existen "los objetos materiales", no la materia, y es por ende de aquéllos, no de ésta, de lo que cabe dar una definición, la siguiente: "podemos caracterizar un objeto material como un objeto que puede estar por lo menos en dos estados, de modo que puede saltar de uno a otro". Es a esta clase de entidades a las que conviene el predicado real: "todos los objetos materiales son reales y recíprocamente". A su vez, "un objeto es real si (y solamente si) influye sobre (o es influido por) otro objeto, o está compuesto exclusivamente de objetos reales". Por lo demás, "sólo los objetos materiales pueden actuar los unos sobre los otros" (3)

A modo de corolario, Bunge advierte que las propiedades, relaciones y cambios de los objetos materiales "son reales sólo de manera derivada; en sentido estricto son abstracciones". Por ejemplo: la distancia entre dos objetos no es real (no existe separadamente de ellos); son reales los objetos distanciados. El cambio de tal o cual objeto no es real; es real el objeto cambiado. El espacio-tiempo no es real (no existe "por cuenta propia"); es "la trama básica de los objetos cambiantes”, existe “por poder”, en virtud de la existencia de las cosas materiales. De suerte que “el espacio es el modo de espaciarse las cosas, y el tiempo el modo de sucederse los sucesos”(4). Como es fácil notar lo que aquí ha diseñado Bunge no es tanto un concepto de materia cuanto una interpretación realista-materialista de la totalidad; volveremos más adelante sobre ello.

Repasemos ahora más rápidamente otras descripciones de materia acuñadas por los filósofos de la ciencia.

Ferrater Mora, después de subrayar las dificultades en torno al concepto (“reconozco que no se puede circunscribir con precisión el significado de materia”), opta por un concepto alternativo: “prefiero hablar de realidades físicas”; “si algo es real –señala-, es un hecho, proceso o fenómeno naturales”. Así pues, cuanto tiene que ver con la materia puede subsumirse en la noción de naturaleza como lo que compendia el universo “material”, teniendo presente a la vez que no todo lo “natural” es necesaria y estrictamente físico. (5)

M. A. Quintanilla ofrece la definición siguiente: “materia es todo lo que tiene cualquiera de las propiedades que la ciencia atribuye a las cosas”. (6) De modo semejante, von Weizsäcker opina que la mayoría de los físicos actuales respondería a la pregunta de qué es la materia diciendo: “materia es lo que se atiene a las leyes de la física”. Su propia definición, empero, es bastante más amplia: “la materia se define en absoluto como aquello que por su estructura puede ser conocido y, por lo mismo, también puede permanecer oculto”. (7)

La discusión sobre el concepto de materia

¿Qué decir de este breve pero significativo elenco de respuestas?
El análisis crítico de las definiciones corrientes de materia ha sido hecho – a mi juicio con una sagacidad poco común- por Carlos U. Moulines, una de las raras voces que, expresándose en castellano, ocupa un lugar distinguido en el concierto de los filósofos de la ciencia. (Cool En 1977 Moulines publicó un artículo (9) –recogido posteriormente en un volumen- en el que se desmarcaba espectacularmente de los materialismos al uso y que, como no podía ser menos, desató una oleada de airadas reacciones. Sin embargo, su tesis era tan simple como eficaz: dado que, en las presentes circunstancias, ni los físicos ni los filósofos de la ciencia atinan a servirnos una noción precisa de lo que es la materia, no se ve qué sentido puede tener declararse materialista.


“Si uno afirma: ‘todo es materia’, pero no tiene una idea razonablemente clara de qué es la materia, entonces se halla en una posición tan incómoda como la de alguien que afirmara: ‘todos los que viven enfrente son ugrofineses’ y no supiera qué son los ugrofineses” (11)

El examen de las concepciones de materia más generalizadas lo hace el pensador venezolano en un capítulo anterior de su libro. (12) La posición que podríamos llamar “neoatomista” (partículas, campos, espacio-tiempo) se enfrenta, por de pronto, con la dificultad de definir qué son las partículas; hasta el momento han sido identificadas más de doscientas, amén de, por lo menos, seis tipos distintos de quarks (partículas elementales hipotéticas, no observables como realidades aisladas). El problema radica en que la constitución y las propiedades de estas entidades son tan diversas que se impone la conclusión de que, en definitiva, los ingredientes últimos de lo real son mutuamente irreductibles y deja de ser pertinente englobarlos a todos en la denominación única de materia, entendiendo por tal algo común y homogéneo; salvo, claro está, que por ello se entienda algo tan elástico que resulte ensanchable a voluntad. Por lo demás, no pocas de esas entidades están tan lejos de lo que convencionalmente se entiende por materia que se revela harto problemático seguir catalogándolas bajo esta rúbrica. El atractivo que tenía el término materia era el de abarcar en un continuum unitario las variaciones y diferencias perceptibles en la realidad; perdida esa cualidad, el término deviene prácticamente inútil, por lo menos para un vocabulario ontológico riguroso. (13)


Una segunda dificultad del neoatomismo: además de las partículas elementales, esta concepción de la materia comprende la aserción de otras realidades: campos de fuerzas, ondas electromagnéticas, espacio-tiempo, cosas todas que no son partículas materiales, pero que son innegablemente reales. Quizá pueda sostenerse que, aunque no sean estrictamente materiales, es lícito acogerlas en un concepto amplio de la materia, dada su íntima relación con lo material propiamente dicho.

Pero entonces tal concepto se somete de nuevo a tamaño ensanchamiento de su identidad que la ambigüedad que le rodea se acrecienta. Si admitimos esta extensión semántica del concepto –comenta Moulines sarcásticamente-, deberíamos estar dispuestos a admitir también “cualquier tipo de entidades no materiales que nos parezcan convenientes en un momento dado para ‘ayudar’ a la materia a existir: desde dioses infinitos hasta mónadas leibnizianas, pasando por formas platónicas y almas cristianas. Un materialismo, en verdad, muy aguado” (14)

Supongamos que para obviar esta dificultad, y al socaire de una interpretación posible de la teoría de la relatividad generalizada, se sostiene que materia y espacio-tiempo se confunden en un totum indiscernible, cuasi parmenídeo. Pero entonces la materia de ese materialismo geométrico seria algo tan sumamente abstracto que se alejaría definitivamente de lo que con dicho término se ha pretendido mentar siempre. La posición de Bunge al respecto (espacio-tiempo no son realidades en sí, sino propiedades de los objetos reales) es ampliamente cuestionable; en teorizaciones plausibles de la física de fundamentos se postulan puntos espaciales e instantes temporales como componentes indispensables de la definición de las funciones,; en todo caso, para muchos físicos espacio y tiempo son algo más que simples ficciones matemáticas. Lo que vale aún con más razón para otras entidades (como son los campos) de las que de ningún modo parece poder decirse que sean meras funciones o propiedades de las partículas.

No es extraño, pues, que en el límite se haya llegado a decir que los componentes últimos de la realidad física son entidades espirituales (Whitehead). Sin ir tan lejos, Heisenberg estima que las particulas de la física moderna tienen un cierto aire de familia con las ideas de la filosofía platónica o las formas del aristotelismo; o, aún más claramente, que “las unidades mínimas de la materia no son objetos físicos en el sentido ordinario de la palabra; son formas, estructuras o ideas en el sentido de Platón” (15) Es decir: lo más exquisitamente físico sería a la postre un entramado de formas matemáticas puras.

En resumen, los hallazgos de la física cuántica están confiriendo a la materia un sesgo surrealista; la “materialidad” de las cosas es soluble en ecuaciones hasta desembocar en la pura materialidad de un componente de cuadrivector en un espacio-tiempo curvo. ¿Cómo no recordar al respecto la célebre boutade de Russell?: “la materia, como el gato de Cheshire, se ha tornado cada vez más diáfana, hasta que no ha quedado de ella más que la sonrisa provocada por el ridículo de ver a quienes aún piensan que sigue ahí” (16) Entre nosotros alguien (L. Racionero) escribía no hace mucho una cosa parecida: la sustancia de las partículas acaba siendo más sutil todavía que la tela con que se tejen nuestros sueños.

Conscientes de este cúmulo de aporías, los filósofos de la ciencia se inclinan, como hemos visto, por otro tipo de definición de materia. Esta seria lo real (Bunge), la naturaleza (Ferrater), lo que puede ser objeto de conocimiento científico (Quintanilla), etc. Se tiende, pues, a definir la materia como una especie de “substrato común universal” (17), algo análogo a la hyle aristotélica. El peligro que acecha a definiciones de este género es, como señala Moulines, el de tautologizar o trivializar el concepto definido. Decir, por ejemplo, como hace Bunge, que todo objeto real es material y que sólo los objetos materiales son reales equivale a decir, pura y simplemente, que todo lo real es real. Lo mismo ocurre si se afirma con Ferrater que lo material es lo natural y que lo natural es lo real; sustituir “materia” por “naturaleza” o “realidad” no aclara la cuestión; la aplaza o la deja donde estaba. Describir la materia como lo que es objeto de la ciencia (Quintanilla) es incurrir en un círculo no precisamente virtuoso, supuesto que todo el mundo conviene en que el objeto de la ciencia es…la materia (o la naturaleza, o la realidad empírica, que tanto da).

Recapitulando con Moulines: si pensamos que todo lo existente pertenece a una misma categoría (“si pretendemos que todo X es P”), entonces hay que proporcionar una “caracterización no vacua” de P. De no cumplirse este requisito, “afirmar ‘todo X es P’ es no afirmar nada, ya que P puede ser entendido a gusto de cada quien” (1Cool.

Tomado de: Teología de la Creación
Juan L. Ruiz de la Peña
Sal Terrae, 3ra. edición
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