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Autor Mensaje
Hini
Staff de Catholic.net


Registrado: 26 Sep 2005
Mensajes: 255

MensajePublicado: Mar Nov 25, 2008 11:24 pm    Asunto: 1.2
Tema: 1.2
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El sacerdote es, pues, ante todo, un elegido de Dios. Pero la elección divina no obedece a un capricho ciego, ni agota su sentido en el elegido mismo. Cuando Dios llama a un hombre lo hace para una misión específica, para pedir una colaboración determinada en sus designios de salvación.

El sacerdote «está puesto en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios para ofrecer dones y sacrificios por los pecados» (Hb 5,4). Dios lo ha puesto al servicio de los hombres. Un servicio que tiene su propia especificidad en las cosas que se refieren a Dios, y que se realiza especialmente en el servicio sacramental.

Pero es evidente que no basta anotar esto para dibujar debidamente la identidad y la misión de quien es llamado a ejercer el ministerio sacerdotal. Se podrían hacer diversas y hasta contrapuestas interpretaciones de lo que significa ese servicio a los hombres, o del alcance de "lo que se refiere a Dios". Caben, de hecho, diversos estilos sacerdotales. Pero es lícito que nos preguntemos si podemos dar con un substrato esencial, válido para todos los tiempos y latitudes.


Cristo Sacerdote, sacerdotes de Cristo

El mismo texto de la epístola a los Hebreos puede indicarnos una respuesta. Porque, en realidad, el autor ha trazado una descripción del sumo sacerdote, únicamente para presentarnos la figura de Cristo, el verdadero Sumo Sacerdote. Ése es el sentido de toda la carta: «... fue escuchado por su actitud reverente, y aun siendo Hijo, con lo que padeció experimentó la obediencia; y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen, proclamado por Dios Sumo Sacerdote» (Hb 5,7b-10). Aunque toda su vida, desde Belén hasta el patíbulo, fue una acción sacerdotal continua, su muerte en la cruz condensa de modo particular el sentido de su sacerdocio. Sobre el altar de la cruz él ofreció el sacrificio de sí mismo. La epístola a los Hebreos, al contemplar en clave sacerdotal el cuadro de la Pasión, subraya la participación que tuvo la humanidad de Jesús. Aquella tarde todo tuvo tono de súplica, de intercesión por los hombres. La muerte del Hijo de Dios obtuvo la salvación de sus hermanos. Por ello, la entera regeneración del género humano es obra de la acción sacerdotal de Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre. «Por eso es mediador de una nueva Alianza; para que, interviniendo su muerte para remisión de las transgresiones de la primera Alianza, los que han sido llamados reciban la herencia eterna prometida» (Hb 9,15).

Todavía hoy, «único Mediador entre Dios y los hombres» (1 Tm 2,5; cf. Hb 8,6), Jesucristo, intercede ante el Padre por sus hermanos los hombres, y como Dios que es, trae del cielo la salvación y la gracia. Jesucristo es, pues, el Sacerdote de la Nueva Alianza.

Los demás, todos los sacerdotes del nuevo Pueblo de Dios, no son sino prolongaciones de su único sacerdocio, del cual participan sacramentalmente, porque él así lo dispuso. En el cenáculo les dio el poder de ofrecer el sacrificio de su mismo cuerpo y sangre, exactamente como él acababa de hacer; y para subrayar esa identificación les pidió: «haced esto en recuerdo mío» (Lc 22,19). Les dio el poder, más tarde, de perdonar los pecados, una facultad que sólo Dios podía atribuirse y que él había demostrado poseer al curar a un paralítico (cf. Lc 5,21-24). Cuando encarga a Pedro el ministerio pastoral le deja bien claro que se trata de asumir y continuar el pastoreo del Maestro: «Apacienta mis corderos» (Jn 21,17).

Cristo es, pues, el Sacerdote. Por eso mismo sólo Cristo puede decir una palabra definitiva sobre la identidad y el ministerio sacerdotal. No hay otro modelo de sacerdote fuera de él. En ese sentido, sí se da una fisonomía esencial del sacerdote, que no cambia. El sacerdote de mañana, no menos que el de hoy, deberá asemejarse a Cristo. Cuando vivía sobre la tierra Jesús ofreció en sí mismo el rostro definitivo del presbítero, realizando un sacerdocio ministerial del que los apóstoles fueron los primeros en ser investidos. Sacerdocio que está destinado a durar, a reproducirse incesantemente en todos los períodos de la historia. El presbítero del tercer milenio es el continuador de los presbíteros que, en los milenios precedentes, han animado la vida de la Iglesia. También en el año dos mil la vocación sacerdotal continuará siendo la llamada a vivir el único y permanente sacerdocio de Cristo.

La misión de Jesús de Nazaret se nos presenta como un prisma variado y precioso: curó enfermos, predicó en sinagogas y plazas, perdonó los pecados de adúlteras y publicanos, transformó corazones egoístas, recriminó las desviaciones y los abusos de los falsos guías del pueblo, reunió y forjó un grupo íntimo de colaboradores... y, finalmente ofreció su propia vida como víctima de Redención. Pero, en realidad, todo nacía de una única profunda intención: ser glorificador del Padre y salvador de los hombres. Toda su vida, desde Nazaret hasta el Calvario, tiene sentido únicamente a la luz de ese designio, en torno a esos dos polos. Devolvió la vida a Lázaro por verdadero amor de amigo, pero era consciente de que esa enfermedad era «para la gloria de Dios» (Jn 11,4). Al acercarse la hora de su entrega suprema por la salvación de los hombres (cf. Mt 26,2Cool explica a los suyos que va a ser «glorificado» el Hijo del hombre, y que «Dios va a ser glorificado en él» (Jn 13,31). Después, dirigiéndose a su Padre, expresa vivamente el sentido de toda su vida: «yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar» (Jn 17,4). En realidad ya lo habían anunciado los ángeles del cielo en el momento mismo de su nacimiento en Belén: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace» (Lc 2,14).

Como Cristo, el sacerdote tendrá que viajar, predicar, atender enfermos, ayudar a los necesitados, celebrar el culto divino, organizar y administrar... Pero sabe que, como Cristo, debe hacerlo todo, desde el acto más sublime de la celebración de la Eucaristía hasta el más pequeño del resto del día, viviendo su vocación sacerdotal como salvador de las almas y glorificador de Dios, por Jesucristo, en Jesucristo y con Jesucristo.


Sacerdocio ministerial, carácter sacramental

Es cierto que todos los bautizados participan del sacerdocio de Cristo: «Vosotros sois linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido» (1 P 2,9). Nos lo recordó claramente el Vaticano II. Pero el mismo Concilio anota que el sacerdocio común y el ministerial, aunque están ordenados uno al otro, son diferentes esencialmente y no sólo de grado. Porque el mismo Señor, con el fin de que los fieles formaran un solo cuerpo, en el que no todos los miembros desempeñan la misma función (cf. Rm 12,4), de entre los mismos fieles instituyó a algunos por ministros, que en la sociedad de los creyentes poseyeran la sagrada potestad del orden.

Esa diferencia "esencial" es determinada por el carácter sacerdotal. Todo carácter sacramental hace que el proyecto que Dios elabora para una existencia humana no se quede simplemente en su voluntad, sino que, imborrable, se imprima en el ser íntimo de la persona. Así, este proyecto se realiza no como algo impuesto externamente, sino como una exigencia vital que brota del propio interior[, de lo más íntimo del propio ser, y por tanto no queda a merced de la voluntad o de los sentimientos; estos y aquella deberán más bien ponerse al servicio del proyecto vocacional, verdadero unificador de la propia vida Gracias al carácter sacerdotal, la identidad del presbítero no es un trazado que lo configura desde fuera, sino una fuerza viva que se injerta en la intimidad de la persona haciéndose inseparable de su propio ser.

El signo que el carácter deja en el alma del sacerdote lo convierte en propiedad especial de Dios. Es de Dios y para Dios a título exclusivo. Queda compenetrado con Dios. Esto no sólo por el movimiento que lanza al hombre a Dios, sino también en cuanto que, en él, Dios sale al encuentro de la humanidad para salvarla.

El carácter sacerdotal es signo, además, de configuración con Jesucristo. Por eso cuando se dice que el sacerdote es alter Christus no se afirma que le representa por una delegación externa, sino que la figura de Cristo sacerdote ha sido impresa en su alma. Pablo VI no dudó en exclamar: En virtud del sacramento del orden, os habéis hecho partícipes del sacerdocio de Cristo hasta tal extremo que vosotros no solamente representáis a Cristo, no sólo ejercéis su ministerio, sino que vivís a Cristo; Cristo vive en vosotros.

Esta configuración abarca la persona del sacerdote tanto en su ser como en su actuar. El carácter marca al ministro para que pueda hacer las veces de Cristo y obrar in persona Christi, como cabeza. Podemos decir que por medio del sacerdote, Jesús renueva su sacrificio, perdona los pecados, y administra su gracia en los demás sacramentos; por medio del sacerdote sigue anunciándonos su Buena Nueva; por medio del sacerdote sigue guiando y cuidando su propio rebaño. Esta verdad ha tenido siempre en la Iglesia una importancia decisiva:

Si no tienes fe en esto (en el sacerdote), toda tu esperanza es vana. Si Dios no obra a través de él, tú no has sido bautizado, ni participas en los misterios, ni has sido bendecido: es decir, no eres cristiano.

Encontramos aquí también la verdadera raíz de la misión del sacerdote. Ha sido escogido para estar en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios... como lo estuvo Cristo, más aún, como prolongación viva del servicio de Cristo. El carácter ha sellado su ser configurándolo a Jesucristo, para que prolongue en su actuar la misión misma del Maestro.


Profeta, sacerdote y rey

La misión de Cristo es unitaria, pero se despliega en tres diversas y complementarias funciones: la función de enseñar, la de ofrecer el culto y la de guiar al pueblo. También el sacerdote realiza, por tanto, su misión como profeta, sacerdote, y rey.

Jesucristo, en cuanto profeta, dedicó su ministerio al anuncio de la Buena Nueva (cf. Mc 1,39), y envió a sus discípulos a hacer otro tanto (cf. Lc 9,6); ése fue su último encargo: «id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación» (Mc 16,15).

Desde entonces los discípulos comprendieron que eran "enviados", "apóstoles" de la Palabra que se había hecho carne. Entendieron que la consagración sacerdotal recibida en el cenáculo estaba inseparablemente unida a su deber evangelizador.

También hoy el sacerdote de Cristo se siente apremiado por ese deber, y escucha en su interior la exclamación de Pablo: «¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!» (1 Co 9,16). También él se sabe enviado, apóstol. Apóstol del Reino de Jesucristo en el mundo. La predicación y extensión del Reino de Cristo constituye el ideal que inspira, estimula, dirige y conforma todos sus actos. Su único anhelo: que Jesucristo reine en el corazón de los hombres, en el seno de los hogares, en la vida de la sociedad. Su amor al Reino, se concreta en su amor sincero a la Iglesia fundada por el Maestro, presencia y promesa a la vez del Reino de Cristo. Desde el momento en que el sacerdote palpa que Dios le encomienda esa misión, sabe que su vida queda definitivamente comprometida en ella. Se siente enteramente copado por la misión; ella es la causa de sus temores y esperanzas, de sus penas y alegrías. Es un "prisionero de la causa de Cristo" (cf. Ef 3,1). El ímpetu del amor de Cristo a los hombres es una fuerza incontenible en el corazón sacerdotal. Es una pasión que unifica toda su vida. Por eso todo, aún una situación circunstancial o cualquier relación humana, le sirve de ocasión para anunciar a Cristo. No tiene tiempo para sí ni para perder. La misión le urge. Es consciente de que las almas fueron compradas a precio de la sangre de Cristo. Esto, para el sacerdote que de verdad ama a Cristo y está identificado plenamente con él y con la misión profética que él le ha encomendado, no es retórica, sino una vivencia profundamente existencial.

La función sacerdotal de Jesucristo, culminada al ofrecerse a sí mismo como Víctima Pascual (cf. 1 Co 5,7), es prolongada también por el ministerio sacerdotal. Los primeros sacerdotes de la Nueva Alianza, a quienes el Maestro confió sus sacramentos (cf. Lc 22,19; Jn 20,23), comprendieron que su misión profética no podía separarse de su función sacramental. Por eso los miembros de la primera comunidad «acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones» (Hch 2,42).

Lo que el sacerdote anuncia, lo celebra y realiza en la liturgia, especialmente cuando confecciona el sacrificio eucarístico en la persona de Cristo y lo ofrece en nombre de todo el pueblo a Dios. La salvación en Cristo predicada sin descanso es actualizada en el perdón de los pecados y en los demás sacramentos. El sacerdote sabe que no es un simple "funcionario" de lo sagrado, sino «ministro y dispensador de los misterios de Dios» (1 Co 4,1). Cuando celebra los sacramentos lo hace, no como quien ha recibido un encargo que le es, en el fondo, ajeno; sino como quien realiza una acción para la cual ha quedado configurado su mismo ser. Al ofrecer el sacrificio del altar sabe que debe ofrecerse a sí mismo junto con él; y ese ofrecimiento determina el tono de su oblación total, a lo largo de los quehaceres de cada jornada.

Finalmente, el sacerdote es también pastor. Su participación en la función real de Cristo le lleva a identificarse plenamente con el Buen Pastor (cf. Jn 10,11-16). Por la unción y el mandato apostólico queda instituido como guía de una porción del rebaño de Cristo; rebaño que él convoca, preside, dirige, une y organiza en el nombre de Jesús.

Eso implica que ha sido llamado a ejercer una autoridad. Pero su autoridad no es otra que la del Hijo del hombre «que no vino para ser servido, sino para servir» (Mt 20,2Cool. El oficio de pastor pide corazón de pastor. La virtud más importante del buen pastor es la misma del Buen Pastor: la caridad.

Con la ordenación se confiere al joven una gracia especial de caridad, porque la vida del sacerdote tiene sentido sólo como actuación de esa virtud. Los cristianos esperan del sacerdote que sea hombre de Dios y hombre de caridad. Puesto que Dios es amor, el sacerdote nunca podrá separar el servicio de Dios del amor a los hermanos; el sacerdote, al comprometerse en el servicio del reino de Dios, se empeña en el camino de la caridad.

La caridad, atributo esencial del mismo Dios (cf. 1 Jn 4,Cool, viene a ser como el alma del sacerdocio que lo representa entre los hombres.

Pero el amor florece solamente en el terreno de la humildad. Sin ella la autoridad dejará de ser servicio, ministerio. El corazón soberbio dondequiera que esté colocado es ruin, recalcitrante, amargo, cruel. Un sacerdote soberbio es una antítesis del Cristo Evangélico: no acerca, sino que aun sin percibirlo, aleja a las almas de Dios.

Profeta, sacerdote, pastor. Tres funciones distintas, pero que están íntimamente relacionadas entre sí, se despliegan recíprocamente, se condicionan también recíprocamente y recíprocamente se iluminan.


Testimonio sacerdotal

Ha quedado claro cómo la misión sacerdotal nace de la configuración del ministro con Cristo en virtud del carácter sacerdotal que conforma tanto su ser como su obrar. Pero no basta. A la identificación sacramental con Cristo debe corresponder la identificación vital, experiencial, espiritual del sacerdote con su Maestro. Y, por otra parte, nunca realizará genuinamente su misión el sacerdote que no haya logrado parecerse vitalmente al Buen Pastor. Por eso el Vaticano II exhorta vehementemente a todos los sacerdotes a que... se esfuercen por alcanzar una santidad cada vez mayor, ya que la santidad misma de los presbíteros contribuye en gran manera al ejercicio fructuoso del propio ministerio. La autenticidad de su vida sacerdotal y la eficacia de su ministerio dependen de su unión profunda a la Vid, sin la cual "no pueden hacer nada" (cf. Jn 15,5). Esa transformación existencial que hace de ellos "otros Cristos" no solamente por el sacramento, sino también por su vida, es condición indispensable para que su presencia en el mundo llegue a ser salvífica, como la del Señor.

La personalidad sacerdotal debe ser para los demás un signo claro y límpido. Ésta es la primera condición del servicio pastoral de los sacerdotes. Los hombres, de entre los cuales han sido elegidos y para los cuales han sido constituidos sacerdotes, quieren, sobre todo, ver en ellos ese signo. Y tienen derecho a ello. A pesar de las apariencias, los hombres piden un sacerdote que sea consciente del sentido pleno de su sacerdocio: el sacerdote que cree profundamente, que manifiesta con valentía su fe, que reza con fervor, que enseña con íntima convicción, que sirve, que pone en práctica en su vida el programa de las bienaventuranzas, que sabe amar desinteresadamente, que está cerca de todos.

El sacerdote así, el verdadero sacerdote, es testimonio vivo de los valores eternos; su persona representa un misterio indescifrable para muchos, es un reclamo inacallable de lo divino, testimonio luminoso de la presencia y la eficacia de Dios en el mundo. En medio de este mundo contemporáneo en el que tantos hombres buscan desesperadamente su propia seguridad existencial en el progreso científico y técnico, en el poder, en el dinero, en la comodidad, el sacerdote testifica con su vida que sólo Cristo es la solución a todos los enigmas del hombre, que sólo Cristo es capaz de satisfacer los anhelos más profundos del corazón humano, que sólo Cristo es digno de fe.

Una identidad y una misión verdaderamente sublimes, muy por encima de lo que cualquier hombre habría podido imaginar. Y, sin embargo, estamos hablando de seres humanos como todos los demás.


Preguntas para el foro

1. Si Cristo es el verdadero, único y sumo sacerdote, ¿cómo entender la misión del sacerdote a la luz de lo que nos dice la Carta a los Hebreos? ¿qué significa hoy ser profeta, sacerdote y rey?

2. ¿Se puede concebir el sacerdocio separado de la misión que conlleva?


Preguntas y comentarios a los moderadores:

P. Ramón Guardamino, L.C.
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P. Mario Sabino González, LC
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Padre Mario
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Registrado: 25 Nov 2008
Mensajes: 3
Ubicación: Pital - San Carlos - Alajuela

MensajePublicado: Jue Nov 27, 2008 2:23 pm    Asunto: Para servir a los hombres en lo que se refiere a Dios
Tema: 1.2
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1. Si Cristo es el verdadero, único y sumo sacerdote, ¿cómo entender la misión del sacerdote a la luz de lo que nos dice la Carta a los Hebreos?

Cristo llama para que se continue con su misión entre la humanidad, la vida del sacerdote debe ser una entrega constante para que la gloria de Dios se manifieste en una vida cada vez más digna de los hijos de Dios, nuestras actitudes y acciones deben de llevar a los demas a glorificar a Dios con sus vidas; debemos de procurar con la gracia de Dios transparentar la vida de aquel que nos ha llamado a un seguimiento más radical y específico de su persona.

¿qué significa hoy ser profeta, sacerdote y rey?

PROFETA: No debe variar el significado bíblico del mismo, prestar nuestra boca a Dios para orientar al pueblo en su caminar de acuerdo a quien es su Dios, es comunicar al rebaño lo que quiere el Pastor y no tanto mis ideas u ocurrencias.

SACERDOTE: Es igual que entrega total, ofrecer mi vida y todas mis acciones a la salvación de la humanidad, y sobretodo ofrecer diariamente la Eucaristía y los demas sacramentos para bien de la humanidad.

REY: Sobre todo con el testimonio de vida sacerdotal trabajar y motivar a los demás a concretar el reinado de Dios en medio de las oscuridades de esta época que estamos viviendo, ser signo evidente de que las cosas se pueden hacer de una manera distinta a como va la sociedad materialista hoy dia. Concretizar la vivencia del evangelio en el quehacer diario.

2. ¿Se puede concebir el sacerdocio separado de la misión que conlleva?
Eso reduciría el sacerdote a un simple título, lo despojaría del "ser sacerdote" cuya identidad gira en torno a la misión del Unico Sacerdote, que es quien nos ha llamado. Hablar de sacerdote sin "misión propia" es nada, es un título profesional mas que dice que ya estudie intelectualmente lo que ocupaba pero no vivo como un "ser ministerial"; es imposible por lo tanto pensar un sacerdocio separado de su misión especifica.
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Juan Carlos Soto Siovil
Esporádico


Registrado: 24 Nov 2008
Mensajes: 39
Ubicación: puno -peru

MensajePublicado: Jue Nov 27, 2008 9:10 pm    Asunto:
Tema: 1.2
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PARTICIPACION EN EL FORO
1.2 Puesto a favor de los hombres

Si Cristo es el único y verdadero sacerdote, ¿Cómo en tender la misión del sacerdote a la luz de la Carta a los Hebreos?, ¿que significa hoy ser sacerdote profeta y rey?

El sacerdote no se abroga el mismo el titulo ni su elección esto lo ha hecho alguien y no cualquiera, sino Dios mismo y con ella lo invita y envía a una misión importante es por eso que desde este punto de vista se debe entender la misión del sacerdote, como enviado y escogido de Dios a esta.
En esta misión el sacerdote es emisario de Dios y coayudante de Cristo Jesús que es cabeza, pastor y además el único y verdadero sacerdote.
Los demás sacerdotes no son sino una prolongación o prolongaciones del único sacerdocio real del cual ellos participan con su misión, sacramentalmente porque cristo mismo lo quiso así y así lo dispuso.
Jesucristo mismo es, pues, el verdadero sacerdote de la nueva alianza que lavo con su sangre y por esto mismo sigue siendo y para siempre el modelo de todo sacerdocio y sacerdote, el es quien puede decir una palabra definitiva sobre la identidad del sacerdote. Es cristo el único modelo y fuera de el no existe ningún otro, el le entrega a algunos hombres una comunicación de su gran ministerio en favor de los demás hombres para que buscan la salvación.

-Desde nuestro bautismo recibimos una triple misión y es la de ser sacerdotes profetas y reyes.
Si bien es cierto esta triple función o misión también se hace vida en la acción del sacerdote ministro de Dios y enviado por Jesucristo a los pueblos a favor de los hombres del pueblo de Dios. El ha sido constituido por Cristo Jesús como pastor de su pueblo, encargo este recibido en su ordenación sacerdotal por manos de su obispo.
Conforme a lo que dice la carta a los hebreos, el sacerdote esta puesto para evangelizar y ofrecer sacrificios, misión que se desprende por ende de su ser de pastor o de su sacerdocio; al igual que al reflexionar sobre la carta a los 1 de Corintios 9,16 este debe asumir el hecho de anunciar a Cristo no solo como deber sino como obligación.
Hay que ser profeta al estilo de Cristo, anunciando y denunciando y llevando a los hombres a Dios, siendo también rey pero de justicia, de caridad, de amor de buen trato a los demás.
Esa es la manera de ser sacerdote, profeta, rey y también como dice el Concilio Vaticano II en su decreto presbiterorum ordinis: “siendo buenos pastores que conozcan a sus ovejas y busquen incluso a traer las que no pertenecen todavía a este redil para que también ellas oigan la voz de Cristo y se forme un solo rebaño bajo la guía de un solo pastor”
Ser profeta, sacerdote y rey es asumir las virtudes en mi vida, como son: la bondad de corazón, la sinceridad, la fortaleza de alma y las demás que recomienda san pablo en la carta a los filipenses 4,8 y lo dicho también en la carta a los efesios 3,1.
Hno Juan Carlos Soto Siovil.mbp.
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peedson
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Registrado: 19 Nov 2008
Mensajes: 34
Ubicación: Brasília - DF - Brasil

MensajePublicado: Vie Nov 28, 2008 12:55 am    Asunto: Re: 1.2
Tema: 1.2
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Respostas a las Preguntas para el foro

1. Si Cristo es el verdadero, único y sumo sacerdote, ¿cómo entender la misión del sacerdote a la luz de lo que nos dice la Carta a los Hebreos? ¿qué significa hoy ser profeta, sacerdote y rey?

2. ¿Se puede concebir el sacerdocio separado de la misión que conlleva?

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1) El sacerdote es un pontifice, esto és, és un hombre puente entre Dios e los otros hombres. Esta é medio de los hombres a servicio de Dios e junto a Dios a servicio de los hombres. El és profeta, sacerdote y rey en Cristo, age em nombre de Cristo, en su persona. No por fuerza propia, mas en la fuerza del Senhor. El és un instrumento en las manos de Dios. Pero un instrumento consciente e, entonces, parcero de Dios en la redención de la humanidad.

2) El sacerdocio está intimanente unido á su misión. Es su función santificar las cosas e tornar santas as cosas q encontre, predicar el Evangelio en nombre del Senhor, ser Maetro e también guiar el pueblo de Dios. A este respecto es muy bonito el titulo del Directorio de los presbiteros: El presbitero, Pastor e Guia de la comunidade. No es un rey nos entido de poderio, mas de pastor, de guia, de servidor de la misma comunidade. Esta es suya misión, lo que dá sentido a su vida sacerdotal. La misión es la expresión del amor del sacerdote por aquelle que lo llamó
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john garcia rodriguez
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Registrado: 20 Nov 2008
Mensajes: 10
Ubicación: machala ecuador

MensajePublicado: Vie Nov 28, 2008 3:29 am    Asunto:
Tema: 1.2
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Very Happy Very Happy Very Happy Razz Razz 1. Si Cristo es el verdadero, único y sumo sacerdote, ¿cómo entender la misión del sacerdote a la luz de lo que nos dice la Carta a los Hebreos? ¿Qué significa hoy ser profeta, sacerdote y rey?

2. ¿Se puede concebir el sacerdocio separado de la misión que conlleva?

RESPONDER
1.-Cristo es el único, verdadero y sumo sacerdote, para entender la misión del sacerdote a la luz de lo que nos dice la Carta a los Hebreos podemos puntualizar que toda la vida de Jesús fue de verdadera obediencia y fidelidad al Padre ya que su sacrificio era para darle gloria a Dios en él y cumplir con la redención de toda la humanidad porque es él Jesucristo el único mediador entre Dios y los hombres .Mediador de una nueva Alianza para recibir como herencia la eternidad, Jesús nos trae la salvación y la gracia; lo que conlleva al sacerdote a continuar con la obra de nuestro señor Jesucristo llegando al sacerdocio por el carácter sacerdotal, siendo una fuerza que moviliza desde su interior inseparable de su ser,. La misión como profeta sacerdote y rey no va desligada del actuar del deber; llevado por una gracia especial de caridad hacia su prójimo viviendo el amor de Dios. El sacerdote así, el verdadero sacerdote, es testimonio vivo de los valores eternos; su persona representa un misterio indescifrable para muchos, es un reclamo incacallable de lo divino, testimonio luminoso de la presencia y la eficacia de Dios en el mundo.

.-El significado de profeta sacerdote y rey.- desde la unidad que es Cristo el sacerdote también anuncia el evangelio cumpliendo con las palabras de Jesús id por el mundo y haz llegar el evangelio, llevar la buena noticia; cumpliendo el ideal, su deber que es inspirado, estimulado cada uno de sus actos por Cristo; una fuerza incontenible en su corazón convocando, reuniendo y dirigiendo el rebaño como un buen pastor viviéndolo con humildad. Rey, de una forma distinta a la que entendemos todos reinado que no es de este mundo sino con el ejemplo de Jesús, el que quiere ser el primero que se haga servidor de los demás rebajándose a la condición de esclavo lavando los pies a sus discípulos.
2.- pues claro que no, ya que no puedes sacarte el corazón y seguir con vida ya que la vida se encuentra en el continuo compartir r con nuestros hermanos todos los días que el señor nos permita seguir porque suyo es el poder el honor y la gloria.
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john garcia catequista de confirmaciòn
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