Montse* Veterano
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Publicado:
Lun May 01, 2006 6:26 pm Asunto:
LA VIDA, una historia de amor:
Tema: LA VIDA, una historia de amor: |
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Os adjunto un ensayo que he escrito:
LA VIDA
Una historia de amor.
Montse Bellido
ÍNDICE:
Introducción……………………………………………………… 2
El amor……………………………………………………………. 3
¿Cómo podría explicar lo que es el amor?......................... 4
¿Qué sentido tiene la palabra amor?.................................22
¿Qué significa el amor?......................................................23
¿Cómo se concreta esta definición en la vida de los hombres y las mujeres del siglo XXI?.................................................. 25
UNIRNOS AL AMOR DE DIOS………………………………. 37
Bibliografía…………………………………………………….. 38
Introducción
¿Qué es el amor? El amor es el eje que hace girar el mundo, ya que el mundo fue
creado por amor y con amor. El amor es el secreto de la vida y de la existencia del hombre. ¿Qué hacemos aquí? ¿Para qué hemos venido al mundo?
Hay muchos tipos de amor y muchas formas de Amar, pero sólo hay un amor sublime sobre todos los demás. ¿A qué tipo de amor y a qué forma de amar me refiero entonces? Vayámoslo viendo poco a poco; siguiendo los pasos de la vida, de la historia de la existencia del mundo y del hombre.
Porque la vida misma es una historia de amor.
El amor
El amor es un sentimiento de afecto y estimación que se puede sentir por alguien o algo. Creemos conocerlo y nos vemos capaces de descifrarlo. Pero es muy difícil explicar lo que se siente, por suerte podemos demostrarlo…
¿Cómo podemos demostrar lo que sentimos? Con los actos. Los actos son los hechos que dan nombre a las palabras que no encontramos para expresar lo que vibra en nuestro interior.
Hay muchos tipos de amor y se puede amar a muchas cosas y personas.
El amor propio, el amor a la familia, el amor a los amigos (la amistad), el amor a lo ajeno, el amor hacia los demás, el amor entre un hombre y una mujer, el amor a los objetos (el materialismo), las flores, el amor al dinero (el capitalismo)…
Son tantas las diferentes formas de amar y tantas las cosas que se pueden amar…
Observando los diferentes tipos de amor que hacen presencia en nuestra vida, los que nos rodean o los que sienten los que nos rodean, me surgen cuatro preguntas:
¿Cómo podría explicar lo que es el amor?
¿Qué sentido tiene la palabra amor?
¿Qué significa el amor?
¿Cómo se concreta esta definición en la vida de los hombres y las mujeres del siglo XXI?
¿Cómo podría explicar lo que es el amor?
Hace muchísimo tiempo, desde antes de la creación del mundo. Dios existía dentro de
la nada, porque Dios lo es todo. Y al serlo todo; Dios no necesita de nada para existir
ya que existe por sí sólo. “ La tierra no tenía entonces forma alguna; todo era un mar profundo cubierto de oscuridad, y el espíritu de Dios se movía sobre las aguas.” (Gn 1,2) Pero Dios es amor…y está tan lleno de amor que quiso dar. “En el comienzo de todo, Dios creó el cielo y la tierra.” (Gn 1,1) Lo creó todo. “La tierra” que es el mundo de los hombres, y “el cielo” que puede designar el firmamento y también “el lugar propio de Dios”
“Del mismo modo, procurad que vuestra luz brille delante de la gente, para que, viendo el bien que hacéis, alaben todos a vuestro Padre que está en el cielo.” (Mt 5, 16) y por consiguiente también el "cielo", que es la gloria escatológica. Finalmente, la palabra "cielo" indica el "lugar" de las criaturas espirituales -los ángeles - que rodean a Dios. Entonces creó a los ángeles y les dio vida, por tener vida su amor. Y era tan grande su forma de amar, que les hacía libres, por ser verdadero su amor hacia ellos.
El amor verdadero es ese amor sincero y desinteresado que mueve el mundo. Ya que es la semilla y la causa de su existencia. Porque Dios es amor verdadero y creó el mundo por amor verdadero.
Dios hizo a los ángeles, espíritus inteligentes y libres, con capacidad de caminar hacia su destino actuando libremente y con amor de preferencia. Al ser libres, podían desviarse o no, según su voluntad.
Uno de estos ángeles, se apartó de Dios. Dios es bueno y es bueno todo lo que creó, pero al apartarse este ángel “Satán” de Él, existió el mal, porque el mal es la ausencia del bien. Quien no está con Dios está en el mal ya que sólo con Dios está el bien. Y libremente otros ángeles siguieron a éste primero. A todos estos se les llama: Los ángeles caídos.
La elección libre de estos espíritus fue rechazar radical e irrevocablemente a Dios, a su amor y a su Reino ¿Por qué?:
Satán era libre porque el amor de Dios (amor verdadero) lo hacía libre. Dios no obliga que se le ame, ya que Él ama libremente por amar de verdad. Y el amor verdadero; de la misma forma que da libre y desinteresadamente, por ser puro y sincero, sino es correspondido de la misma forma pura, libre, desinteresada y sincera; las piezas que forman este puzzle de amor no pueden unirse porque pierden forma y ya no pueden complementarse.
Así pues, el demonio, celoso y soberbio quiso apartarse de Dios. Quería ser más que
Dios y no le amaba, por lo tanto; le odiaba. Satán odiaba a Dios libremente, sin que
Dios le hubiera dado motivo para ello. Porque Dios siempre le había amado y tratado
bien.
Entonces Lucifer y otros ángeles se rebelaron contra Dios, su amor, la verdad y la verdadera felicidad.
Y así fue como el mal moral entró en el mundo que Dios había creado con amor y
que por amor lo había creado libre. Seguidamente, Dios separó los ángeles que le amaban de los que le odiaban; los buenos de los malos, creó el infierno y allí mandó a los ángeles caídos: Los demonios, y a Satán.
“Vuestro padre es el diablo: v vosotros le pertenecéis, y tratáis de hacer lo que él quiere. Desde el principio, el diablo ha sido un asesino; jamás se ha basado en la verdad, porque la verdad no está en él. Cuando miente, habla como lo que es: mentiroso y padre de la mentira.” (Jn 8,44)
“Así pues, el gran dragón fue expulsado, aquella serpiente antigua que se llama Diablo y Satanás y que engaña a todo el mundo. Él y sus ángeles fueron lanzados a la tierra.” (Ap 12,9).
Luego Dios creó al hombre, y lo creó a su imagen. Dejando una profunda huella del amor verdadero que Dios siente por él. Por eso el hombre está llamado a Dios. Ya que como el hijo forma parte del padre, el hombre forma parte de Dios y lo tiene impreso en su interior. Dios le dio al hombre el alma, y lo hizo una criatura de carne y espíritu.
“Entonces dijo: “Ahora hagamos al hombre. Será semejante a nosotros, y tendrá poder sobre los peces, las aves, los animales domésticos y los salvajes, y sobre los que se arrastran por el suelo." (Gn 1,26)
” Cuando Dios creó al hombre, lo creó semejante a Dios mismo. Hombre y mujer los creó,” (Gn 1, 27)
” y les dio su bendición: “Tened muchos, muchos hijos; llenad el mundo y gobernadlo;
dominad sobre los peces, las aves y todos los animales que se arrastran.”.” (Gn 1, 2
“Entonces Dios el Señor formó al hombre, de la tierra misma, sopló en su nariz y le dio vida. Así el hombre comenzó a vivir.” (Gn 2,7)
“le dio esta orden: “Puedes comer del fruto de todos los árboles del jardín, menos del árbol del bien y del mal. No comas del fruto de ese árbol, porque si lo comes, ciertamente morirás.”". (Gn 2, 16,17)
Por eso el hombre, cuando ama a Dios de verdad; aún no pudiendo igualar el
amor que Dios siente por él (porque el amor del hombre es de una capacidad limitada
comparado con el de Dios) ama de manera que su amor adquiere una forma de libre sumisión a Dios. Esto es lo que expresa la prohibición hecha al hombre de comer del árbol del conocimiento del bien y del mal.
"El árbol del conocimiento del bien y del mal" simboliza el límite que el hombre debe
reconocer libremente y respetar con confianza. El hombre depende del Creador, está
sometido a las leyes de la Creación y a las normas morales que regulan el uso de la
libertad.
“Luego, Dios el Señor dijo: “No es bueno que el hombre esté solo. Le voy a hacer alguien que sea una ayuda adecuada para él.” (Gn 2,1
“Entonces Dios el Señor hizo caer al hombre en un sueño profundo y, mientras dormía, le sacó una de las costillas y le cerró otra vez la carne. De esa costilla, Dios el Señor hizo una mujer, y se la presentó al hombre, que al verla dijo: “¡Esta sí que es de mi propia carne y de mis propios huesos! Se va a llamar ‘mujer’, porque Dios la sacó del hombre.” Por eso el hombre deja a su padre y a su madre para unirse a su esposa, y los dos llegan a ser como una sola persona. Tanto el hombre como su mujer estaban desnudos, pero ninguno de los dos sentía vergüenza de verse así.” (Gn 2, 21- 25)
Pero el demonio, celoso de la dicha que gozaban el hombre y la mujer por cumplir lo que Dios les había dicho, amándole y siendo amados por Él; quiso intervenir para hacerles infelices. Ya que él es un pobre desgraciado que no conoce el amor verdade-
ro porque cuando lo tenía no supo valorarlo ni dejarse abrazar por él. Así que en forma de serpiente y con una voz seductora, opuesta a Dios, por envidia, los hizo caer en la muerte tentándolos.
“La serpiente, que era la más astuta de todos los animales salvajes que Dios el Señor había creado, preguntó a la mujer:
– ¿Así que Dios os ha dicho que no comáis del fruto de ningún árbol del jardín?
La mujer le contestó:
–Podemos comer del fruto de cualquier árbol, menos del árbol que está en medio del jardín. Dios nos ha dicho que no debemos comer ni tocar el fruto de ese árbol, porque si lo hacemos, moriremos.
Pero la serpiente dijo a la mujer:
–No es cierto. No moriréis. Dios sabe muy bien que cuando comáis del fruto de ese árbol podréis saber lo que es bueno y lo que es malo, y que entonces seréis como Dios.
La mujer vio que el fruto del árbol era hermoso, y le dieron ganas de comerlo y de llegar a tener entendimiento. Así que tomó uno de los frutos y se lo comió. Luego le dio a su esposo, y él también comió. En aquel momento se les abrieron los ojos, y los dos se dieron cuenta de que estaban desnudos. Entonces cosieron hojas de higuera y se cubrieron con ellas.
El hombre y su mujer oyeron que Dios el Señor andaba por el jardín a la hora en que sopla el viento de la tarde, y corrieron a esconderse de Dios entre los árboles del jardín. Pero Dios el Señor llamó al hombre y le preguntó:
– ¿Dónde estás?
El hombre contestó:
–Oí que andabas por el jardín, y tuve miedo porque estoy desnudo. Por eso me escondí.
Entonces Dios le preguntó:
– ¿Y quién te ha dicho que estás desnudo? ¿Acaso has comido del fruto del árbol del que te dije que no comieras?
El hombre contestó:
–La mujer que me diste por compañera me dio de ese fruto, y yo lo comí.
Entonces Dios el Señor preguntó a la mujer:
– ¿Por qué lo hiciste?
Ella respondió:
–La serpiente me engañó, y por eso comí del fruto.” (Gn 3, 1-13)
El hombre, tentado por el diablo, dejó morir en su corazón el amor que sentía por Dios,
y abusando de su libertad, desobedeció al mandamiento de Dios. Prefiriéndose a sí mismo en lugar de Dios, contra su propio bien.
El hombre formado en un estado de santidad, estaba destinado a ser feliz por siempre dentro del verdadero amor de, por y con Dios en la gloria. Pero por la seducción de Satán quiso “ser como Dios”. En su corazón hizo presencia la soberbia y la vanidad que son contrarios al amor verdadero.
Y Dios castigó Adán y Eva por haberle desobedecido y los expulsó del Paraíso.
“A la mujer le dijo:
–Aumentaré tus dolores cuando tengas hijos, y con dolor los darás a luz. Pero tu deseo te llevará a tu marido, y él tendrá autoridad sobre ti. ” (Gn 3,16)
” Al hombre le dijo:
–Como hiciste caso a tu mujer y comiste del fruto del árbol del que te dije que no comieras, ahora la tierra va a estar bajo maldición por tu culpa; con duro trabajo la harás producir tu alimento durante toda tu vida. La tierra te dará espinos y cardos, y tendrás que comer plantas silvestres. Te ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste formado, pues tierra eres y en tierra te convertirás. El hombre llamó Eva a su mujer, pues ella fue la madre de todos los que viven. Dios el Señor hizo vestidos de pieles de animales para que el hombre y su mujer se cubrieran, y dijo: “Ahora el hombre se ha vuelto como uno de nosotros, pues sabe lo que es bueno y lo que es malo. No vaya a tomar también del fruto del árbol de la vida, y lo coma y viva para siempre.”
Por eso, Dios el Señor sacó al hombre del jardín de Edén y lo puso a trabajar la tierra de la cual había sido formado. Después de haber sacado al hombre, puso al oriente del jardín unos seres alados y una espada ardiendo que se revolvía hacia todas partes, para evitar que nadie llegara al árbol de la vida.” (Gn 3, 17-24)
A partir de este primer pecado, esta desobediencia al mandato de Dios; todo pecado
es una desobediencia a Dios y una falta de amor y confianza en Él. Aquí nace la
ruptura de la hermosa unión de amor entre Dios y el hombre, por parte de este último. Dios, como buen y justo Padre, castiga cuando se le desobedece en sus mandatos.
Pero Dios nunca deja de amar al hombre, ya que su amor es verdadero y perfecto. En cambio el hombre, al hacerse conocedor del mal, se aparta de su Padre Celestial y de su amor, porque donde está el mal no está Dios. A partir de aquí, el hombre, aunque quiera, no está del todo con Dios, ya que existe el mal en su interior y si hay mal, Dios no es único en su ser.
Como consecuencia de este primer pecado; Adán y Eva pierden inmediatamente la
gracia de la santidad original “ porque todos han pecado y están lejos de la presencia gloriosa de Dios “(Rm 3, 23). Tienen miedo del Dios, de quien han concebido una falsa imagen, la de un Dios celoso de sus prerrogativas. La armonía en la que se encontraban, establecida gracias a la justicia original, queda destruida; el dominio de las facultades espirituales del alma sobre el cuerpo se quiebra. A causa del hombre, la creación es sometida "a la servidumbre de la corrupción" “de ser liberada de la esclavitud y la destrucción, para alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios“(Rm 8, 21). La consecuencia explícitamente anunciada para el caso de desobediencia (Gn 2, 17), se realizará: el hombre "volverá al polvo del que fue formado" (Gn 3,19). La muerte hace su entrada en la historia de la humanidad “Así pues, por medio de un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y la muerte pasó a todos porque todos pecaron. “(Rm 5, 12). Y el pecado y el dolor rodean el mundo.
El hombre, al examinar su corazón, se descubre también inclinado al mal e inmerso en muchos males que no vienen de su creador, de Dios, que es bueno y ama. Negándose con frecuencia a reconocer a Dios como su principio y su fin, hacia y con el camino de la verdad y del amor verdadero.
Pero Dios tiene escrito un destino para el hombre, la santidad, que es la felicidad eterna y aún habiendo perdido el hombre este don al pecar, Dios va en su busca por-que nos quiere felices. Y para devolvernos la felicidad, nos manda a su Hijo, Jesús, Dios hecho hombre, para que con su muerte redima los pecados de todos los hombres y así puedan gozar de la felicidad eterna junto a la gloria de Dios.
Todos los hombres están implicados en el pecado de Adán y Eva. La inmensa miseria que oprime a los hombres y su inclinación al mal y a la muerte no son comprensibles sin su conexión con el pecado de Adán y Eva, con el hecho de que nos han transmi-tido un pecado con que todos nacemos afectados y que es "muerte del alma". El pecado original, que se nos es perdonado con el bautismo.
“Id, pues, y haced mis discípulos a todos los habitantes del mundo; bautizadlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y enseñadles a cumplir todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo." (Mt 28,19-20)
Dios envió a su Hijo, pero para "formarle un cuerpo" quiso la libre cooperación de una criatura. Para eso desde toda la eternidad, Dios escogió para ser la Madre de su Hijo, a una hija de Israel, una joven judía de Nazaret en Galilea, a " A los seis meses envió Dios al ángel Gabriel a un pueblo de Galilea llamado Nazaret, a visitar a una joven virgen llamada María que estaba comprometida para casarse con un hombre llamado José, descendiente del rey David " (Lc 1, 26-27).
Dios misericordioso, quiso que el consentimiento de la que estaba predestinada a ser la Madre de Jesús, precediera a la encarnación para que, así como una mujer contribuyó a la muerte, así también otra mujer contribuyera a la vida .
A lo largo de toda la Antigua Alianza, la misión de María fue preparada por la misión de algunas santas mujeres. Al principio de todo está Eva: a pesar de su desobediencia, recibe la promesa de una descendencia que será vencedora del Maligno. “Haré que tú y la mujer seáis enemigas, lo mismo que tu descendencia y su descendencia. Su descendencia te aplastará la cabeza, y tú le morderás el talón. "(Gn 3, 15) y la de ser la Madre de todos los vivientes “El hombre llamó Eva a su mujer, pues ella fue la madre de todos los que viven.” (Gn 3, 20).
“A los seis meses envió Dios al ángel Gabriel a un pueblo de Galilea llamado Nazaret, a visitar a una joven virgen llamada María que estaba comprometida para casarse con un hombre llamado José, descendiente del rey David. El ángel entró donde ella estaba, y le dijo:
– ¡Te saludo, favorecida de Dios! El Señor está contigo.
Cuando vio al ángel, se sorprendió de sus palabras, y se preguntaba qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo:
–María, no tengas miedo, pues tú gozas del favor de Dios. Ahora vas a quedar encinta: tendrás un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será un gran hombre, al que llamarán Hijo del Dios altísimo: y Dios el Señor lo hará rey, como a su antepasado David, y reinará por siempre en la nación de Israel. Su reinado no tendrá fin.
María preguntó al ángel:
– ¿Cómo podrá suceder esto, si no vivo con ningún hombre?
El ángel le contestó:
–El Espíritu Santo se posará sobre ti y el poder del Dios altísimo se posará sobre ti como una nube. Por eso, el niño que va a nacer será llamado Santo e Hijo de Dios. v También tu parienta Isabel, a pesar de ser anciana, va a tener un hijo; la que decían que no podía tener hijos está encinta desde hace seis meses. Para Dios no hay nada imposible. Entonces María dijo:
–Soy la esclava del Señor. ¡Que Dios haga conmigo como me has dicho!
Con esto, el ángel se fue.” (Lc 1, 26-3
Para ser la Madre del Salvador, María fue dotada por Dios con dones a la medida de una misión tan importante. El ángel Gabriel en el momento de la anunciación la saluda como "llena de gracia". En efecto, para poder dar el asentimiento libre de su fe al anuncio de su vocación era preciso que ella estuviese totalmente poseída por la gracia de Dios.
María "llena de gracia" por Dios, había sido redimida desde su concepción.
La Virgen María fue preservada inmune de toda la mancha de pecado original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, Salvador de todos los hombres.
Esta resplandeciente santidad de la que María fue enriquecida desde el primer instante de su concepción, le viene toda entera de Cristo: ella es redimida de la manera más sublime en atención a los méritos de su Hijo. El Padre la ha "bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo" “Alabemos al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, pues en nuestra unión con Cristo nos ha bendecido en los cielos con toda clase de bendiciones espirituales.” (Ef 1, 3) más que a ninguna otra persona creada. Él la ha elegido en Él antes de la creación del mundo para ser santa e inmaculada en su presencia, en el amor.
“Dios nos escogió en Cristo desde antes de la creación del mundo, para estar en su presencia santos y sin falta. Por su amor “(Ef 1, 4).
Así dando su consentimiento a la palabra de Dios, María llegó a ser Madre de Jesús y, aceptando de todo corazón la voluntad divina de salvación, sin que ningún pecado se lo impidiera, se entregó a sí misma por entero a la persona y a la obra de su Hijo, para servir, en su dependencia y con Él, por la gracia de Dios, al Misterio de la Redención.
María, por su obediencia y amor a Dios, fue causa de la salvación propia y de la de todo el género humano. Al contrario que Eva, que había desobedecido por falta de amor. La muerte vino por Eva y la vida vino por la Virgen María.
Aquél que María concibió como hombre, por obra del Espíritu Santo, en su Santo seno y que se hizo verdaderamente su Hijo según la carne, no es otro que el Hijo eterno del Padre, la segunda persona de la Santísima Trinidad. Por eso; María es verdaderamen-te Madre de Dios.
Y Jesús, por amor murió en la cruz, para que con su dolor y sangre, la alianza entre el hombre y la mujer volviera a unirse después de haber roto con la desobediencia y pecado de Adán y Eva.
“Estaba ya cerca la fiesta en que se come el pan sin levadura, o sea, la fiesta de la Pascua. Los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley, que tenían miedo de la gente, buscaban la manera de matar a Jesús.
Entonces Satanás entró en Judas, uno de los doce discípulos, al que llamaban Iscariote. Este fue a ver a los jefes de los sacerdotes y a los oficiales del templo, y habló con ellos sobre cómo entregarles a Jesús. Ellos se alegraron y prometieron dinero a Judas. Este aceptó, y empezó a buscar un momento oportuno, cuando no hubiera gente, para entregarles a Jesús.
Llegó el día de la fiesta en que se comía el pan sin levadura, cuando se sacrificaba el cordero de Pascua. Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo:
–Id a prepararnos la cena de Pascua.
Ellos le preguntaron:
– ¿Dónde quieres que la preparemos?
Jesús les contestó:
–Al entrar en la ciudad encontraréis a un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle hasta la casa donde entre y decidle al dueño de la casa: ‘El Maestro pregunta: ¿Cuál es la sala donde he de comer con mis discípulos la cena de Pascua?’ Él os mostrará en el piso alto una habitación grande y arreglada: preparad allí la cena.
Fueron, pues, y lo encontraron todo como Jesús les había dicho, y prepararon la cena de Pascua.
Cuando llegó la hora, Jesús y los apóstoles se sentaron a la mesa. Él les dijo:
– ¡Cuánto he deseado celebrar con vosotros esta cena de Pascua antes de mi muerte! Porque os digo que no volveré a celebrarla hasta que se cumpla en el reino de Dios.
Entonces tomó en sus manos una copa, y habiendo dado gracias a Dios dijo:
–Tomad esto y repartidlo entre vosotros; porque os digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios.
Después tomó el pan en sus manos, y habiendo dado gracias a Dios lo partió y se lo dio a ellos, diciendo:
–Esto es mi cuerpo, entregado a muerte en favor vuestro. Haced esto en memoria de mí.
Lo mismo hizo con la copa después de la cena, diciendo:
–Esta copa es el nuevo pacto confirmado con mi sangre, la cual es derramada en favor vuestro. Pero mirad, la mano del que me va a traicionar está aquí, con la mía, sobre la mesa. Pues el Hijo del hombre ha de recorrer el camino que se le ha señalado, pero ¡ay de aquel que le traiciona!
Entonces comenzaron a preguntarse unos a otros quién sería el traidor.
Los discípulos tuvieron una discusión sobre cuál de ellos debía ser considerado el más importante. Jesús les dijo: “Entre los paganos, los reyes gobiernan con tiranía a sus súbditos, y a los jefes se les llama benefactores. Pero vosotros no debéis ser así. Al contrario, el más importante entre vosotros tiene que hacerse como el más joven, y el que manda tiene que hacerse como el que sirve. Pues ¿quién es más importante, el que se sienta a la mesa a comer o el que sirve? ¿No es acaso el que se sienta a la mesa? En cambio yo estoy entre vosotros como el que sirve.
“Vosotros habéis estado siempre conmigo en mis pruebas. Por eso yo os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí, y comeréis y beberéis a mi mesa en mi reino, y os sentaréis en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.”
Dijo también el Señor:
–Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, para que no te falte la fe. Y tú, cuando te hayas vuelto a mí, ayuda a tus hermanos a permanecer firmes.
Simón le dijo:
–Señor, estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel y hasta a morir contigo.
Jesús le contestó:
–Pedro, te digo que hoy mismo, antes que cante el gallo, v negarás tres veces que me conoces.
Luego Jesús les preguntó:
–Cuando os envié sin bolsa ni provisiones ni sandalias, ¿acaso os faltó algo?
Ellos contestaron:
–Nada.
Entonces les dijo:
–Ahora, en cambio, el que tenga bolsa, que la traiga, y también provisiones; y el que no tenga espada, que venda su abrigo y se compre una. Porque os digo que ha de cumplirse en mí lo que dicen las Escrituras: ‘Y fue contado entre los malvados’.y Porque todo lo que de mí está escrito ha de cumplirse.
Ellos dijeron:
–Señor, aquí hay dos espadas.
Y él contestó:
–Ya basta.
Luego salió Jesús y, según su costumbre, se fue al monte de los Olivos. Los discípulos le siguieron. Al llegar al lugar, les dijo:
–Orad, para que no caigáis en tentación.
Se alejó de ellos como a distancia de un tiro de piedra, y se puso a orar de rodillas, diciendo:
–Padre, si quieres, líbrame de esta copa amarga; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
En esto se le apareció un ángel del cielo, que le daba fuerzas. En medio de un gran sufrimiento, Jesús oraba aún más intensamente, y el sudor le caía al suelo como grandes gotas de sangre. Cuando se levantó de la oración fue a donde estaban los discípulos, y los encontró dormidos, vencidos por la tristeza. Les dijo:
– ¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para que no caigáis en tentación.
Todavía estaba hablando Jesús, cuando llegó un grupo de gente. El que se llamaba Judas, que era uno de los doce discípulos, iba a la cabeza, y se acercó a besar a Jesús.
Jesús le dijo:
–Judas, ¿con un beso traicionas al Hijo del hombre?
Los que estaban con Jesús, al ver lo que pasaba, le preguntaron:
–Señor, ¿atacamos con espada?
Y uno de ellos hirió al criado del sumo sacerdote cortándole la oreja derecha.
Jesús dijo:
–Dejadlo. Ya basta.
Y tocando la oreja al criado, se la curó. Luego dijo a los jefes de los sacerdotes, a los oficiales del templo y a los ancianos que habían ido a apresarle:
– ¿Por qué venís con espadas y palos como si yo fuera un bandido? Todos los días he estado con vosotros en el templo, y ni siquiera me tocasteis. Pero esta es vuestra hora, la del poder de las tinieblas.
Arrestaron entonces a Jesús y lo llevaron a la casa del sumo sacerdote. Pedro le seguía de lejos. Allí, en medio del patio, habían hecho fuego, y se sentaron alrededor. Pedro también se sentó entre ellos. En esto, una sirvienta, al verle sentado junto al fuego, se quedó mirándole y dijo:
–También este estaba con él.
Pero Pedro lo negó, diciendo:
–Mujer, yo no le conozco.
Poco después le vio otro y dijo:
–Tú también eres de ellos.
Pedro contestó:
–No, hombre, no lo soy.
Como una hora más tarde, otro insistió:
–Seguro que este estaba con él. Además es de Galilea.
Pedro dijo:
– ¡Hombre, no sé de qué hablas!
En el mismo instante, mientras Pedro aún estaba hablando, cantó un gallo. Entonces el Señor se volvió y miró a Pedro, y Pedro se acordó de que el Señor le había dicho: “Hoy, antes que cante el gallo, me negarás tres veces.” Y salió Pedro de allí y lloró amargamente.
Los hombres que estaban vigilando a Jesús se burlaban de él y le golpeaban. Le taparon los ojos y le decían:
– ¡Adivina quién te ha pegado!
Y le insultaban de otras muchas maneras.
Al hacerse de día se reunieron los ancianos de los judíos, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley. Condujeron a Jesús ante la Junta Suprema, y allí le preguntaron:
– Dinos, ¿eres tú el Mesías?
–Si os digo que sí –les contestó–, no me vais a creer; y si os hago preguntas, no me vais a responder. Pero desde ahora el Hijo del hombre estará sentado a la derecha del Dios todopoderoso.
Todos le preguntaron:
– ¿Así que tú eres el Hijo de Dios?
–Vosotros decís que lo soy –contestó Jesús.
Entonces dijeron ellos:
– ¿Qué necesidad tenemos de más testigos? ¡Nosotros mismos lo hemos oído de sus propios labios” (Lc 22)
“Se levantaron todos y condujeron a Jesús ante Pilato. En presencia de este comenzaron a acusarle, diciendo:
–Hemos encontrado a este hombre alborotando a nuestra nación. Dice que no debemos pagar impuestos al césar y afirma que él es el Mesías, el Rey.
Pilato le preguntó:
– ¿Eres tú el Rey de los judíos?
–Tú lo dices –contestó Jesús.
Entonces Pilato dijo a los jefes de los sacerdotes y a la gente:
–No encuentro culpa alguna en este hombre.
Pero ellos insistían aún más:
–Con sus enseñanzas está alborotando a todo el pueblo. Empezó en Galilea y ahora sigue haciéndolo aquí, en Judea.
Al oír esto, Pilato preguntó si Jesús era de Galilea. Y al saber que, en efecto, lo era, se lo envió a Herodes, el gobernador de Galilea, que por aquellos días se encontraba también en Jerusalén. Al ver a Jesús, Herodes se alegró mucho, porque ya hacía bastante tiempo que quería conocerle, pues había oído hablar de él y esperaba verle hacer algún milagro. Le preguntó muchas cosas, pero Jesús no le contestó nada. También estaban allí los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley, que le acusaban con gran insistencia. Entonces Herodes y sus soldados le trataron con desprecio, y para burlarse de él le pusieron un espléndido manto real. Luego Herodes se lo envió nuevamente a Pilato. Aquel día se hicieron amigos Pilato y Herodes, que hasta entonces habían sido enemigos.
Pilato reunió a los jefes de los sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, y les dijo:
–Aquí me habéis traído a este hombre, diciendo que alborota al pueblo, pero le he interrogado delante de vosotros y no le he encontrado culpable de nada de lo que le acusáis. Ni tampoco Herodes, puesto que nos lo ha devuelto. Ya veis que no ha hecho nada que merezca la pena de muerte. Le voy a castigar y luego lo pondré en libertad.
Pero todos a una comenzaron a gritar:
– ¡Fuera con ese! ¡Suéltanos a Barrabás!
Barrabás era uno que estaba en la cárcel por una rebelión en la ciudad, y por un asesinato. Pilato, que quería poner en libertad a Jesús, les habló otra vez; pero ellos gritaron más aún:
– ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!
Por tercera vez les dijo Pilato:
–Pues ¿qué mal ha hecho? Yo no encuentro en él nada que merezca la pena de muerte. Le voy a castigar y luego lo pondré en libertad.
Pero ellos insistían a grandes voces, pidiendo que lo crucificase. Y como sus gritos crecían más y más, Pilato decidió hacer lo que le pedían: puso en libertad al que habían escogido, el que estaba en la cárcel por rebelión y asesinato, y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.
Cuando llevaban a crucificar a Jesús, echaron mano de un hombre de Cirene llamado Simón, que venía del campo, y le hicieron cargar con la cruz y llevarla detrás de Jesús.
Mucha gente y muchas mujeres que lloraban y gritaban de dolor por él, le seguían. Jesús las miró, y les dijo:
–Mujeres de Jerusalén, no lloréis por mí, sino por vosotras mismas y por vuestros hijos. Porque vendrán días en que se dirá: ‘¡Dichosas las que no pueden tener hijos, los vientres que nunca concibieron y los pechos que no dieron de mamar!’ Y entonces comenzará la gente a decir a los montes: ‘¡Caed sobre nosotros!’, y a las colinas: ‘¡Escondednos! Porque si con el árbol verde hacen todo esto, ¿qué no harán con el seco?
También llevaban a dos malhechores, para matarlos junto con Jesús. Cuando llegaron al sitio llamado de la Calavera, crucificaron a Jesús y a los dos malhechores, uno a su derecha y otro a su izquierda. [Jesús dijo: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.”]
Los soldados echaron suertes para repartirse entre sí la ropa de Jesús. La gente estaba allí mirando; y hasta las autoridades se burlaban de él diciendo:
–Salvó a otros; ¡que se salve a sí mismo ahora, si de veras es el Mesías de Dios y su escogido!
Los soldados también se burlaban de Jesús. Se acercaban a él y le daban a beber vino agrio, diciéndole:
– ¡Si eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo!
Y sobre su cabeza había un letrero que decía: “Este es el Rey de los judíos.”
Uno de los malhechores allí colgados le insultaba, diciéndole:
– ¡Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y sálvanos a nosotros!
Pero el otro reprendió a su compañero diciendo:
– ¿No temes a Dios, tú que estás sufriendo el mismo castigo? Nosotros padecemos con toda razón, pues recibimos el justo pago de nuestros actos; pero este no ha hecho nada malo.
Luego añadió:
–Jesús, acuérdate de mí cuando comiences a reinar.
Jesús le contestó:
–Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.
Desde el mediodía y hasta las tres de la tarde, toda aquella tierra quedó en oscuridad. El sol dejó de brillar y el velo del templo se rasgó por la mitad. Jesús, gritando con fuerza, dijo:
– ¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!
Dicho esto, murió.
Cuando el centurión vio lo que había sucedido, alabó a Dios diciendo:
– ¡No hay duda de que este hombre era inocente!
Toda la multitud que estaba presente y que vio lo ocurrido regresó a la ciudad golpeándose el pecho. Pero todos los amigos de Jesús, y también las mujeres que le habían seguido desde Galilea, se quedaron allí, mirando de lejos aquellas cosas.
Un hombre bueno y justo llamado José, que era miembro de la Junta Suprema de los judíos y que esperaba el reino de Dios, no estuvo de acuerdo con la actuación de la Junta. Este José, natural de Arimatea, un pueblo de Judea, fue a ver a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Después de bajarlo de la cruz, lo envolvió en una sábana de lino y lo puso en un sepulcro excavado en una peña, a donde todavía no habían sepultado a nadie. Era el día de la preparación, y el sábado estaba a punto de comenzar. Las mujeres que habían acompañado a Jesús desde Galilea fueron y vieron el sepulcro, y se fijaron en cómo sepultaban el cuerpo. Cuando volvieron a casa, prepararon perfumes y ungüentos. “(Lc 23)
“Pero el primer día de la semana volvieron al sepulcro muy temprano, llevando los perfumes que habían preparado. Al llegar, encontraron que la piedra que tapaba el sepulcro no se hallaba en su lugar; y entraron, pero no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. Estaban asustadas, sin saber qué hacer, cuando de pronto vieron a dos hombres de pie junto a ellas, vestidos con ropas brillantes. Llenas de miedo se inclinaron hasta el suelo, pero aquellos hombres les dijeron:
– ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí. Ha resucitado. Acordaos de lo que os dijo cuando aún se hallaba en Galilea: que el Hijo del hombre había de ser entregado en manos de pecadores, que lo crucificarían y que al tercer día resucitaría. Entonces recordaron ellas las palabras de Jesús, y al regresar del sepulcro contaron todo esto a los once apóstoles y a los demás. Las que llevaron la noticia a los apóstoles fueron María Magdalena, Juana, María madre de Santiago, y las otras mujeres. Pero a los apóstoles les parecía una locura lo que ellas contaban, y no las creían. Sin embargo, Pedro fue corriendo al sepulcro. Miró dentro, pero no vio más que las sábanas. Entonces volvió a casa admirado de lo que había sucedido. Dos de los discípulos se dirigían aquel mismo día a un pueblo llamado Emaús, a unos once kilómetros de Jerusalén. Iban hablando de todo lo que había pasado. Mientras conversaban y discutían, Jesús mismo se les acercó y se puso a caminar a su lado. Pero, aunque le veían, algo les impedía reconocerle. Jesús les preguntó:
– ¿De qué venís hablando por el camino?
Se detuvieron tristes, y uno de ellos llamado Cleofás contestó:
–Seguramente tú eres el único que, habiendo estado en Jerusalén, no sabe lo que allí ha sucedido estos días.
Les preguntó:
– ¿Qué ha sucedido?
Le dijeron:
–Lo de Jesús de Nazaret, que era un profeta poderoso en hechos y palabras delante de Dios y de todo el pueblo. Los jefes de los sacerdotes y nuestras autoridades lo entregaron para que lo condenaran a muerte y lo crucificaran. Nosotros teníamos la esperanza de que él fuese el libertador de la nación de Israel, pero ya han pasado tres días desde entonces. Sin embargo, algunas de las mujeres que están con nosotros nos han asustado, pues fueron de madrugada al sepulcro y no encontraron el cuerpo; y volvieron a casa contando que unos ángeles se les habían aparecido y les habían dicho que Jesús está vivo. Algunos de nuestros compañeros fueron después al sepulcro y lo encontraron todo como las mujeres habían dicho, pero no vieron a Jesús.
Jesús les dijo entonces:
– ¡Qué faltos de comprensión sois y cuánto os cuesta creer todo lo que dijeron los profetas! ¿Acaso no tenía que sufrir el Mesías estas cosas antes de ser glorificado?
Luego se puso a explicarles todos los pasajes de las Escrituras que hablaban de él, comenzando por los libros de Moisés y siguiendo por todos los libros de los profetas.
Al llegar al pueblo adonde se dirigían, Jesús hizo como si fuera a seguir adelante; pero ellos le obligaron a quedarse, diciendo:
–Quédate con nosotros, porque ya es tarde y se está haciendo de noche.
Entró, pues, Jesús, y se quedó con ellos. Cuando estaban sentados a la mesa, tomó en sus manos el pan, y habiendo dado gracias a Dios, lo partió y se lo dio. En ese momento se les abrieron los ojos y reconocieron a Jesús; pero él desapareció. Se dijeron el uno al otro:
– ¿No es cierto que el corazón nos ardía en el pecho mientras nos venía hablando por el camino y nos explicaba las Escrituras?
Sin esperar a más, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once apóstoles y a los que estaban con ellos. 34 Estos les dijeron:
–Verdaderamente ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.
Entonces ellos contaron lo que les había pasado en el camino, y cómo reconocieron a Jesús al partir el pan.
Todavía estaban hablando de estas cosas, cuando Jesús se puso en medio de ellos y los saludó diciendo:
–Paz a vosotros.
Ellos, sobresaltados y muy asustados, pensaron que estaban viendo un espíritu.
Pero Jesús les dijo:
– ¿Por qué estáis tan asustados y por qué tenéis esas dudas en vuestro corazón? Ved mis manos y mis pies: ¡soy yo mismo! Tocadme y mirad: un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo.
Al decirles esto, les mostró las manos y los pies. Pero como ellos no acababan de creerlo, a causa de la alegría y el asombro que sentían, Jesús les preguntó:
– ¿Tenéis aquí algo de comer?
Le dieron un trozo de pescado asado, y él lo tomó y lo comió en su presencia. Luego les dijo:
–A esto me refería cuando, estando aún con vosotros, os anuncié que todo lo que está escrito acerca de mí en la ley de Moisés, en los libros de los profetas y en los salmos, tenía que cumplirse.
Entonces les abrió la mente para que comprendieran las Escrituras, y les dijo:
–Está escrito que el Mesías tenía que morir y que resucitaría al tercer día; y que en su nombre, y comenzando desde Jerusalén, hay que anunciar a todas las naciones que se vuelvan a Dios, para que él les perdone sus pecados. Vosotros sois testigos de estas cosas. Y yo enviaré sobre vosotros lo que mi Padre prometió. Pero vosotros quedaos aquí, en Jerusalén, hasta que recibáis el poder que viene de Dios.
Luego Jesús los llevó fuera de la ciudad, hasta Betania, y alzando las manos los bendijo. Y mientras los bendecía se apartó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos, después de adorarle, volvieron muy contentos a Jerusalén. Y estaban siempre en el templo, alabando a Dios. “(Lc 24)
Jesús, por amor se entregó. Y con su gran y terrible dolor nos abrió las puertas del cielo que nos habían estado selladas después de que Adán y Eva pecaran. Jesús nos enseñó y nos hablo del amor de Dios, de ese gran amor que es el que da vida al cuerpo y al alma.
Jesucristo murió para salvarnos, aunque con su dolorosa muerte y sacrificio sólo salvara a un alma, por todas ser libres y quisieran negar su amor, excepto una.
En su Pascua, Cristo abrió a todos los hombres las fuentes del Bautismo. En efecto, había hablado ya de su pasión que iba a sufrir en Jerusalén como de un "Bautismo" con que debía ser bautizado “Tengo que pasar por una terrible prueba, ¡y cómo he de sufrir hasta que haya terminado!” (Lc 12,50).
La sangre y el agua que brotaron del costado traspasado de Jesús crucificado “Sin embargo, uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza, y al momento salió sangre y agua.” (Jn 19,34) son figuras del Bautismo y de la Eucaristía, sacramentos de la vida nueva “Cuando Jesús lo vio allí tendido y supo del mucho tiempo que llevaba enfermo, le preguntó:
– ¿Quieres recobrar la salud?
El enfermo le contestó:
–Señor, no tengo a nadie que me meta en el estanque cuando se remueve el agua. Para cuando llego, ya se me ha adelantado otro.
Jesús le dijo:
–Levántate, recoge tu camilla y anda. “(Jn 5,6-: desde entonces, es posible "nacer del agua y del Espíritu" para entrar en el Reino de Dios “Jesús le contestó:
–Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios “(Jn 3, 5). Considera donde eres bautizado, de donde viene el Bautismo: de la cruz de Cristo, de la muerte de Cristo. Ahí está todo el misterio: El padeció por ti. En Él eres rescatado, en Él eres salvado.
Entre estas palabras que acabamos de leer, se encuentra la respuesta a mi pregunta ¿Cómo podría explicar lo que es el amor? :
En la historia del amor que Dios siente por el hombre, por cada uno de nosotros, hallamos una cadena de hechos y pruebas de lo que es el amor verdadero y de lo que se es capaz de hacer por él y con él. Hemos llegado a algo más profundo, no solamente a lo que es el amor en general. Si no lo que es el amor de verdad. El amor que da libertad, el amor por el que se da la vida. El amor, por el que se es capaz de sufrir y morir. El amor que abre todas las puertas, las de los corazones de los hombres y las del Cielo.
El amor verdadero es el camino que nos lleva hacia la felicidad.
¿Qué sentido tiene la palabra amor?
El amor tiene un sentido total y pleno en su realidad de ser amor verdadero.
Si a la palabra amor le quitamos el complemento de “verdadero” obtendremos una sola palabra con un solo sentido. Un sentido simple e incompleto, porque el amor en general tiene muchas ramas y significados. Por eso no puedo dejar de lado ninguna de las dos palabras componentes de esta verdad, las dos son necesarias para darle un sentido claro y objetivo a esta realidad.
Amor verdadero; da sentido al significado del amor que es cierto y sincero. Sentido de entregar y dar por amor.
El sentido del amor verdadero sólo lo pueden entender aquellos que lo sienten y lo viven en su interior. Sólo ellos entenderán su misterio y sabrán donde encontrarlo.
¿Qué significa el amor?
El amor significa dar y gozar. Todo aquel que ama da y es feliz. Todos los hombres estamos llamados a la felicidad y sólo la encontraremos en el amor verdadero. Este amor generoso y sincero.
La felicidad no la encontraremos en el egoísmo, porque al no pensar en los demás hacemos una barrera que les impide ser felices y si no puedo hacer felices a los que me rodean ¿Cómo voy a ser feliz. Tampoco la encontraremos en el odio, ya que con el odio queremos quitar, anular. Y entonces ya no damos, no sumamos, restamos. Si odiamos quitamos vida al amor, y encogemos el alma, porque el alma Dios la hizo con y por amor. Así pues, damos paso a la muerte del amor por ser un sentimiento contrario, que en vez de dar y dar vida y felicidad, quita vida al amor del alma y nos conduce a la desgracia y la mentira, que son contrarias a la felicidad y a la verdad.
Cuando odiamos mentimos por no ser sinceros con nuestro “yo” propio. Este “Yo” es el alma, que por ser de Dios, sino está con Él, no está en la verdad y va perdiendo vida. Se desgasta como el papel que se quema, y oscurece en el engaño. Por no vivir en la verdad del amor verdadero de Dios.
Nuestra alma es quien nos da vida al cuerpo, por eso al morir, el cuerpo pierde vida.
Pero el alma para estar llena de vida dentro de nuestro cuerpo, necesita de la base de su existencia inicial, del amor verdadero. Porque Dios la creó con amor profundo y es su amor quien le dio vida y existencia dentro del hombre. Aún hoy, nos encontramos cara a cara con Dios si amamos de verdad.
Por lo tanto; si amamos de verdad nos hacemos completos y vivimos con plenitud en todos los sentidos. Y luego, al estar completos le damos sentido a la vida terrenal, siguiendo los caminos que nos conducirán a la otra vida, que es a la que todos estamos llamados, a la Felicidad Eterna. En la gloria de Dios, que es AMOR y FELICIDAD completos. Esta complicidad, se une en un solo estado de vida plena, llena de paz y alegría interior.
Y es que con Dios se tiene todo. Porque Él lo es todo. Es el Sol de nuestros días, e igual que el mundo necesita del sol para que haya vida. El hombre, que está hecho de alma y de amor; necesita de Dios (que es quien con un soplo le dio vida y amor) para existir y saber para qué existe: para amar.
¿Cómo se concreta esta definición en la vida de los hombres y las mujeres del siglo XXI?
LA VIDA MISMA
¿Qué hacemos aquí? ¿Para qué hemos nacido? Estas preguntas nos las hacemos muchas veces y son la clave de nuestra existencia.
Estamos aquí por amor. Dios creó al hombre por amor y cada vez que nace otra persona, Dios le da vida por y con amor. Cuando nacemos. Lo hacemos gracias a la unión de cuerpo y alma de nuestros padres, que se aman mutuamente y que se unieron para siempre a través del sacramento del matrimonio.
Pero Dios nos ha hecho libres, y por ser libres; podemos hacer el mal con una cosa de naturaleza buena, buena porque así la creó Dios. En esta vida hay muchas cosas buenas que sino las usamos tal como están escritas en las instrucciones de la naturaleza y existencia que Dios les dio al crearlas, haremos mal uso de ellas y nos dañaremos a nosotros mismos y a los demás.
El mal uso de algunas responsabilidades y dones, lo vemos reflejado hoy en día, entre otras cosas, a la hora de ser padres. Ay, de aquellos que no participan del amor verdadero. Todos podemos participar de él, pero es cuestión de que con nuestra libre elección nos agarremos a él y por amar de verdad actuemos bien y tal como debe ser. Muchos hombres tenemos la oportunidad de ser padres… ¿pero lo somos? La palabra padre nos lleva más allá de “ser”, nos lleva a la obligación de amar, educar, dar…
¿Cómo se explican entonces los abortos? ¿Qué el hombre sea capaz de evitar la vida y de congelar embriones (a otros hombres)? ¿Cómo se entienden las violaciones?
Estos actos y más, demuestran que Dios ama siempre, el hombre a veces y la naturaleza nunca.
Desde el primer pecado y desobediencia de Adán y Eva, la descendencia del hombre nace con una inclinación hacia el mal y con el pecado original escrito en el alma. Gracias a Dios, el pecado original se nos es perdonado con el sacramento del bautismo, mientras nos convierte en hijos adoptivos de Dios.
Todos los hombres somos hijos de Dios, porque Dios es quien nos da la vida y el alma
cuando somos concebidos en el seno de nuestra madre. Y como el que da la vida y crea; es padre de su creación. Nuestro padre de sangre, es nuestro padre por darnos cuerpo. Así pues nuestro padre de espíritu es Dios, nuestro Padre, por darnos vida y alma. Dios al crear la fecundación y concepción, las creó de manera que a través de un hombre y una mujer fluyera la vida. No porque el hombre y la mujer sean poderosos y puedan dar y quitar la vida. Si no por que Dios creó la vida y su ciclo de manera que con el hombre y la mujer la vida pudiera seguir y de esta forma el hombre se multiplicara y gobernara la tierra.
Entonces todos los hombres son hijos de Dios. Pero sólo los bautizados heredan el apellido de Dios y se convierten en sus hijos del todo.
Dios dejó su huella y sentencia en la naturaleza. ¿Entonces por qué nunca ama la naturaleza y a veces lleva males? Porque Dios creó buena y perfecta la naturaleza, igual que creó al hombre bueno y perfecto. Pero al pecar Adán y Eva, conocieron el mal y se esparció por el mundo. Ya que habían desobedecido y pecado libremente. Luego Dios les castigó y existió la muerte y el dolor, que son los caminos que nos llevan de nuevo a Dios después de haber cortado con Él y su amor Adán y Eva. A partir de ahí la vida y la naturaleza tienen sus misterios para el hombre dentro del dolor y la muerte. Misterios que sólo Dios entiende por amor. Dios sabe que males somos capaces de aguantar cada uno y qué es lo que necesita cada uno para llegar a la santidad. Porque Dios nos sigue buscando, porque nos ama y nos quiere felices en la santidad en el Cielo con Él. Quien vive en gracia de Dios por cumplir con su fe y sus mandamientos, será protegido por la Divina Providencia de Dios, y aunque Dios permita que suframos por nuestro bien y el de los demás para formar parte de su amor pleno, purificándonos de nuestros pecados y faltas.
Pero el hombre es libre, y como tal puede escoger entre hacer el bien o el mal. Amar o no. Ser feliz o ser desgraciado respondiendo a sus actos. Nuestros actos siempre hacen eco en la naturaleza, porque formamos parte de ella. Es como el resorte que bota y vuelve a nosotros. Cuando el hombre hace mal, peca; se hace daño a sí mismo y dependiendo de qué males y pecados, también hace daño a los demás o a terceras personas en concreto.
EL DOLOR
El dolor es natural en la vida. Con él aprendemos a ser mejores, a resistir, a fortalecernos de espíritu, a limpiarnos como si fuéramos pasados por la lavadora…
El dolor es como el martillo y el cincel que dan forma al mármol para hacer la obra maestra.
¿Por qué sufrimos? A veces sufrimos porque cada uno tiene una o varias cruces con
las que cargar y así llegar a santos. Otras veces sufrimos por culpa de que otras personas usan mal su libertad y escogen hacer el mal. También podemos sufrir por ser nosotros mismos los que actuamos mal y entonces oímos el eco de nuestros actos.
Mucha gente cree que quien sufre es quien no es amado por Dios. Pero no es así.
La Virgen María por ejemplo; es inmaculada y su alma no tenía que purificarse de ningún pecado. Pero sufrió muchísimo y con su dolor, ofreciéndolo a Dios, ayudó a salvar muchas almas.
El dolor también forma parte del amor. Es más, es dolor porque sí no tiene fondo ni sentido. En cambio el dolor por amor sí que tiene sentido y nos ayuda a completarnos.
Las madres son una gran muestra de que por amor se sufre. Para darnos la vida (siendo instrumento de Dios, que es quien da la vida), nuestra madre sufrió y hasta corrió el riesgo de perder la vida. Pero amaba tanto; que su amor le ganaba en el sufrimiento. Aquí se ve un poco el reflejo de lo que Jesús fue capaz de hacer por amor, ya que sufrió y murió por todos y cada uno de nosotros.
LA LIBERTAD
Las personas somos libres. Tenemos capacidad de pensar y saber escoger entre hacer el bien o el mal.
La verdadera libertad la encontramos en el amor. Cuando amamos y por amor actuamos, porque el amor verdadero nos hace libres. En cambio cuando no amamos y actuamos mal, nos encadenamos a la esclavitud porque el mal nos ata y no da la libertad.
El mal esclaviza porque nos elimina. El hombre fue creado con amor, por lo tanto el hombre no está entero hasta que es amor total y actúa como tal. Cuando se hace mal, no vive el amor en nuestro interior y al no ser nosotros mismos, por no sentir y ser amor (como nos creó Dios); nos hacemos añicos y sólo con la cola del amor podremos volver a ser de una sola pieza completa.
No por hacer lo que no está permitido (por ser malo para nosotros y hacernos infelices) seremos libres. Porque nos limitamos. Sólo si amamos de verdad y actuamos bien seremos libres y felices. Que encontremos el placer en las cosas malas no significa que sean buenas.
DIOS CASTIGA
Dios es nuestro Padre y nos ama como tal y más de lo que un padre es capaz de amar. Por eso castiga cuando actuamos mal, para que no volvamos hacerlo y aprendamos a ser obedientes. Aunque a nosotros nos dé la sensación de que no nos ama por no darnos aquello que nosotros queremos. Dios sabe que es lo mejor para cada uno y qué es lo que nos conviene.
Cuando un niño pequeño intenta agarrar las tijeras de encima de una mesa, ¿Verdad que el buen padre se las apartará y le dirá que no las toque porque son peligrosas y se hará daño con ellas? El padre ama a su hijo y quiere lo mejor para él. Desea que su hijo sea feliz. Y sólo se puede ser feliz dentro del bien. A lo mejor el niño reiría si le dejaran llegar a las tijeras, pero al ser un mal para él porque no es dueño de sus movimientos y podría cortarse. Si se cortara, luego ya no reiría ni sería feliz. Porque sufriría pero no por amor, sino que sufriría por desobedecer y sólo podría ser feliz sufriendo por amor. Sangraría y lloraría mucho y no sería feliz, teniendo en cuenta que sólo habría sonreído al principio de tener entre sus manos las tijeras, no porque las tijeras le hicieran feliz, sino porque tendría lo que quiere. Esto mismo nos pasa a las personas maduras, deseamos algo y si no lo tenemos pensamos que Dios no nos ama y nos tiene de lado en un rincón. Si Dios no nos lo da es o porque es un mal para nosotros o porque aún no podemos con ello. Igual que el niño de mayor sí que podrá darle las tijeras, porque ya no habrá peligro de que se corte. A menos de que sea unas tijeras de fuego y esas dañan tanto a los adultos como a los niños. Entonces, por más que lloremos, por nuestro bien, Dios nos las prohíbe tocar.
Por un lado tenemos a nuestro Padre, Dios, que nos ha avisado y nos ha apartado las tijeras. Y por otro lado tenemos al niño (nosotros) que quiere las tijeras. El niño al ser libre podrá escoger entre obedecer y no tocar las tijeras que tiene apartadas en cima de la mesa o coger una silla para llegar a ellas y cogerlas, porque no quiere hacer caso y sólo piensa que si las toca será feliz aunque Dios le haya avisado. Si el niño coge luego las tijeras y empieza a jugar con ellas, se cortará en un momento u otro, ya que las tijeras están muy afiladas y si coge las tijeras en el caso de que son las tijeras de fuego, solo de tocarlas ya se quemará y llorará de tanto daño que se hará. Este dolor es el resorte que bota frente a nosotros por hacer mal con un mal. Luego este dolor de respuesta a su acción, es buscado por el niño al actuar mal, no porque Dios se lo haya enviado. Él se lo ha buscado. Si el niño, se arrepiente y le pide perdón a Dios de corazón, Dios le perdonará. Y luego, del dolor que se siente por estar arrepentido de pecar y haber hecho mal, Dios lo aprovecha y este dolor ayuda en la purificación del alma.
Si el niño, en vez de arrepentirse y pedir perdón a Dios, su Padre, empieza a insultarle y a renegar de Él, no sacará nada de provecho, porque el dolor que se ha hecho a sí mismo lo sentirá igual, y será diferente al dolor sentido por el arrepentimiento de haber actuado mal, ya que este no le ayudará a purificarse el alma. Si el niño, vuelve a tocar las tijeras de fuego, no se arrepiente y no quiere volver a tocarlas las veces que le de la gana, un día u otro volverá a quemarse se hará daño y llorará, es más; su mano se le volverá cenizas, porque con el fuego no se juega.
Dios al ver que su amado hijo no le obedece no cumpliendo con lo que le haría feliz y no le dañaría, aunque le costara no tocar las tijeras, por hacer el mal, le castigará cara a la pared para que se arrepienta y no vuelva hacerlo ¿Cómo? Pues o buscándole Él la pared donde apoyar la cabeza o permitiendo que la pared que sale y es fruto del mal que el niño se ha buscado sea la escogida para que en ella apoye la cabeza, piense un buen rato y tenga la oportunidad de arrepentirse y no volver hacerse daño. Dios le ama mucho, y ya le tiene perdonado en su corazón, pero si el niño no le pide perdón, Dios no podrá hacérselo saber en persona y decirle a la cara “Te perdono, levántate, pórtate bien y sé feliz” en el sacramento de la penitencia, y luego abrazarle y hacerle sus mimos en el sacramento de la comunión.
Hay quien puede decir ”Si Dios lo puede todo ¿Por qué sólo puede perdonar los pecados dentro de la confesión?” Dios lo ha hecho así, porque así lo ha querido y sabe que es lo mejor, porque Él puede hacer todo lo que le de la gana. Pero el hombre ya que peca y se busca el mal, luego debe también buscarse el bien e ir al confesionario a pedir perdón. Igual que se esforzará y con un acto cogerá las tijeras, con un acto puede y debe hacer también el bien y pedir perdón. Quien algo quiere algo le cuesta.
LA FELICIDAD
Bastantes creen que el hecho de privarles coger las tijeras es una cerradura a la felicidad, porque ellos creen que donde hay placer hay felicidad. Pero no, donde hay felicidad por haber amor verdadero y luego hay placer, es donde se encuentra el placer que vale la pena y es duradero. Los males pueden dar un placer unos instantes, no son duraderos y son los que luego nos llevaran hacia la tristeza y la soledad, ya que en los placeres que nos ofrecen las malas cosas, no existe el amor verdadero y por tanto en ellos no existe la verdadera felicidad.
La felicidad, como el amor; hay muchas formas de verla, pero sólo hay una felicidad verdadera y duradera. La que nos lleva a Dios, la que nos lleva al amor verdadero.
¿Cómo podemos ser felices de verdad?
Formando parte del amor verdadero, calándolo hondo en nuestro interior y en el interior de los demás. Hay que sentir el amor de verdad, vivirlo de corazón y vivirlo en los actos y las palabras. No sólo en las palabras, que estás si no tienen hechos donde apoyarse, se las lleva el viento. Cuesta amar de verdad porque tenemos inclinación al mal que es contrario al amor, pero vale la pena intentarlo porque el amor es nuestro inicio y es por lo que hemos nacido y estamos aquí.
Dios, siendo conocedor de que el mal aparta al hombre (su amado hijo) de Él, del amor verdadero, y de la felicidad, diole a Moisés los 10 mandamientos para que cumpliéndolos fuéramos felices en la tierra que Dios nos da.
”‘Un joven fue a ver a Jesús y le preguntó:
–Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para tener vida eterna?
Jesús le contestó:
– ¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Bueno solamente hay uno. Pero si quieres entrar en la vida, cumple los mandamientos.
– ¿Cuáles? –preguntó el joven.
Jesús le dijo:
–‘No mates, no cometas adulterio, no robes, no digas mentiras en perjuicio de nadie, honra a tu padre y a tu madre, y ama a tu prójimo como a ti mismo. “(Mt 19, 16-19).
A esta primera respuesta se añade una segunda:” Jesús le contestó:
–Si quieres ser perfecto, ve, vende lo que tienes y dáselo a los pobres. Así tendrás riquezas en el cielo. Luego ven y sígueme. “(Mt 19, 21).
Esta res puesta no anula la primera. El seguimiento de Jesucristo implica cumplir los mandamientos. La Ley no es abolida “No penséis que yo he venido a poner fin a la ley de Moisés y a las enseñanzas de los profetas. No he venido a ponerles fin, sino a darles su verdadero sentido.” (Mt 5, 17), sino que el hombre es invitado a encontrarla en la Persona de su Maestro, que es quien le da la plenitud perfecta. En los tres evangelios sinópticos la llamada de Jesús, dirigida al joven rico, de seguirle en la obediencia del discípulo, y en la observancia de los preceptos, es relacionada con el llamamiento a la pobreza y a la castidad
“Así que ya no son dos, sino uno solo. Por lo tanto, no separe el hombre lo que Dios ha unido.
Ellos le preguntaron:
– ¿Por qué, pues, mandó Moisés entregar a la esposa un certificado de separación cuando se la despide?
Jesús les dijo:
–Precisamente por lo tercos que sois os permitió Moisés separaros de vuestras esposas; pero al principio no fue así. Yo os digo que el que se separa de su esposa, a no ser por motivo de inmoralidad sexual, y se casa con otra, comete adulterio.
Le dijeron sus discípulos:
–Si esta es la situación del hombre respecto de su mujer, más vale no casarse.
Jesús les contestó:
–No todos pueden comprender esto, sino únicamente aquellos a quienes Dios ha dado que lo comprendan. Hay diferentes razones que impiden a los hombres casarse. Algunos ya nacen incapacitados para el matrimonio; a otros los incapacitan los hombres, y otros viven como incapacitados por causa del reino de los cielos. El que pueda aceptar esto, que lo acepte." (Mt 19, 6-12)
“Jesús le contestó:
–Si quieres ser perfecto, ve, vende lo que tienes y dáselo a los pobres. Así tendrás riquezas en el cielo. Luego ven y sígueme.”(Mt 19,21).
“Jesús dijo entonces a sus discípulos:
–Os aseguro que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Os lo repito: le es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios. Al oírlo, sus discípulos se asombraron más aún, y decían:
–Entonces, ¿quién podrá salvarse?
Jesús los miró y les contestó:
–Para los hombres esto es imposible, pero no para Dios.
Pedro entonces añadió:
–Nosotros, que hemos dejado cuanto teníamos y te hemos seguido, ¿qué vamos a recibir?
Jesús les respondió:
–Os aseguro que cuando llegue el tiempo de la renovación de todas las cosas, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono glorioso, vosotros, que me habéis seguido, os sentaréis también en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. Y todos los que por causa mía hayan dejado casa, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o tierras, recibirán cien veces más, y también recibirán la vida eterna.”(Mt 19,23-29).
Los consejos evangélicos son inseparables de los mandamientos.
Jesús recogió los diez mandamientos, pero manifestó la fuerza del Espíritu operante ya en su letra. Predicó la ‘justicia que sobre pasa la de los escribas y fariseos’:
" Porque os digo que si no superáis a los maestros de la ley y a los fariseos en hacer lo que es justo delante de Dios, no entraréis en el reino de los cielos.” (Mt 5, 20), así como la de los paganos “Porque si amáis solamente a quienes os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¡Hasta los que cobran impuestos para Roma se portan así! Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¡Hasta los paganos se portan así! “(Mt 5, 46-47). Desarrolló todas las exigencias de los mandamientos: “Habéis oído que a vuestros antepasados se les dijo: ‘No mates, pues el que mata será condenado.’ Pero yo os digo que todo el que se enoje con su hermano será condenado; el que insulte a su hermano será juzgado por la Junta Suprema, y el que injurie gravemente a su hermano se hará merecedor del fuego del infierno. “” (Mt 5, 21-22).
Cuando le hacen la pregunta:" –Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la ley " (Mt 22, 36), Jesús responde: “–‘Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el más importante y el primero de los mandamientos. Y el segundo es parecido a este: ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo.’De estos dos mandamientos pende toda la ley de Moisés y las enseñanzas de los profetas. “(Mt 22, 37-40)
“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.” (Dt 6, 5)
“No seas vengativo ni rencoroso con tu propia gente. Ama a tu prójimo, que es como tú mismo. Yo soy el Señor.” (Lv 19, 1.
El Decálogo debe ser interpretado a la luz de este doble y único mandamiento de la caridad, plenitud de la Ley de Dios. Esta Ley de amor verdadero. _________________ Montse*
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