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SI ESTAS EN ARGENTINA DISCERNIMIENTO VOCACIONAL MES DE JULIO

 
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Autor Mensaje
Alejap
Asiduo


Registrado: 26 Feb 2006
Mensajes: 109

MensajePublicado: Sab Jul 22, 2006 10:06 pm    Asunto: SI ESTAS EN ARGENTINA DISCERNIMIENTO VOCACIONAL MES DE JULIO
Tema: SI ESTAS EN ARGENTINA DISCERNIMIENTO VOCACIONAL MES DE JULIO
Responder citando

arquidiocesis de buenos aires

seminario metropolitano

El —llamado~

una propuesta vocacional mensual via mail



Desde mediados del año pasado estamos ofreciéndoles, via mail, una propuesta vocacional: el «llamado» del mes.
Es un material para discernimiento vocacional pensado para jóvenes de 17 a 30 años (aproximadamente) y que estén en busca de un proyecto de vida vocacional.
El material lo enviamos mensualmente en torno al día 19.
Va dirigido en primer lugar a los sacerdotes, seminaristas, consagrados/as y agentes de pastoral, a fin de que cada uno lo reenvíe a quien cada uno considere oportuno.
Como la propuesta incluye un seguimiento por parte de algún acompañante espiritual, será conveniente asegurar este acompañamiento a los jóvenes que reciben el «llamado».
El material es susceptible de cualquier tipo de adaptación según las necesidades.
Por supuesto, recibimos toda sugerencia que pueda mejorar la propuesta y quedamos a su disposición.
Todo el material ofrecido lo pueden encontrar en nuestra página web:
http://www.sembue.org.ar/xsiteinte-llamados.htm


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Elllamadodelmes

ïÈlamadoð

de julio



«No teman,

porque ustedes valen más»



1 ¿Qué dice Jesús?....(...para escucharO)

24Dijo Jesús a sus Apóstoles:

«El discípulo no es más que el maestro ni el servidor más que su dueño.

25Al discípulo le basta ser como su maestro y al servidor como su dueño.

Si al dueño de casa lo llamaron Belzebul, ¡cuánto más a los de su casa!

26No les teman. No hay nada oculto que no deba ser revelado,

y nada secreto que no deba ser conocido.

27Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día;

y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas.

28No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma.

Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a la Gehena.

29¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas?

Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra,

sin el consentimiento del Padre que está en el cielo.

30Ustedes tienen contados todos sus cabellos.

31No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros.

32Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo los reconoceré

ante mi Padre que está en el cielo.

33Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que

reniegue de mí ante los hombres».

(Mt.10, 24-33)



2 ¿Qué me dice Jesús? (...para pensarI)

· «Al discípulo le basta ser como su maestro». Queremos seguir a Jesús. «Él» es mi camino. A veces tenemos la sensación de que estamos perdidos, de que caminamos a la deriva. Pero si realmente somos «discípulos» de Jesús no nos perdemos. Él nos lleva de la mano, a través de sencillas mediaciones (el acompañante o director espiritual, la Palabra de Dios de cada día, los Sacramentos, los pequeños, los sufrientes, las personas que nos quieren y nos aconsejan bien, etc). Jesús camina hacia la Pascua, es decir, hacia su Muerte y Resurrección, hacia la Gloria. Allá vamos, tras Él. En el Camino del Via Crucis habrá gritos, golpes, insultos...pero también Verónicas, Cireneos y, sobre todo, estará la Madre de Jesús, la nuestra. Estará de pie, compartiendo el dolor y la esperanza. Nuestro camino de discipulado es el Via Crucis de nuestra vida cotidiana vivido con los sentimientos de Jesús.

· «Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día». «El amor de Cristo nos apremia» (2 Co 5,14). Él ha venido «a traer fuego sobre la tierra» (Lc.12,49). Ese fuego es el que está encendido en el corazón del discípulo y que no puede apagar...«las aguas torrenciales no pueden apagar el amor» (Ct de Ct.8,7). Jesús tiene «palabras de vida eterna» (Jn.6,6Cool para todo hombre que tenga el corazón sencillo y abierto. Y eso no se puede callar. No se puede callar el amor recibido. No se puede callar la vida recobrada. No se puede callar el corazón encendido. Jesús llena de tal modo la vida que luego ya no podemos ocultarlo. Como le pasó al Beato Carlos de Foucauld: luego de conocer a Jesús «me di cuenta de que no podía hacer otra cosa que vivir únicamente para Él» (Carta del 14-8-1901).

· «No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma». Al verdadero discípulo, como a Jesús, le llega la hora del rechazo. El martirio es una gracia que, como tal, es regalada a algunos, para dar la vida por el Evangelio. Desde las primeras persecuciones hasta hoy, miles y miles de discípulos de Jesús han entregado cruentamente su vida, a imagen del Maestro. No todos estamos llamados a esta entrega cruenta de la vida; pero sí todos estamos llamados a ese otro martirio (=testimonio) que es la entrega de la vida día a día, gota a gota, instante por instante. Es el martirio de la caridad de cada día, de cada encuentro, de cada gesto...Cuando nos matan el alma, nos matan esta caridad, que es la que llena nuestra vida; cuando nos matan el alma no podemos «permanecer en el amor» (Jn.15,9). ¡Cuántas veces vamos muertos por la vida! ¡Podemos resucitar! Jesús tiene el poder de resucitar nuestro corazón muerto... ¡No temas! ¡Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores ! (Mt.9,13)

· «No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros». ¿Quién soy yo para el Señor? ¿Cuánto valgo para Dios?. Es una pregunta que, en ciertos momentos de oscuridad y confusión, llega al corazón. ¿Realmente Dios me ama? ¿Se ocupa de mí? ¿Me conoce? ¿Sabe realmente qué hay adentro mío? Muchas preguntas que conllevan mucha angustia. El discípulo que sube con Jesús y con María al Gólgota podrá encontrar la respuesta...si no se deja dominar por la ansiedad y la confusión. Gota a gota, cae en tierra el precio, el valor de cada vida humana, de toda vida humana: el valor de mi vida. Yo valgo para Dios lo que vale la sangre de Cristo, derramada en la Cruz...es decir... ¡mi vida no tiene precio! ¡su valor es infinito!. Por un par de pájaros se entregan unas monedas. Por mi vida se entrega Dios. Nos faltará tiempo para poder comprender tanto derroche de bondad y de gracia.

· «Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre». «Cuando uno ama a alguien, se le va pegando el acento». Al discípulo de Jesús se lo puede descubrir fácilmente: «por sus frutos» (Lc.6,44) ¿Cuales? : «amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza, mansedumbre y temperancia» (Gál.5,22). Son los frutos del Espíritu de Jesús. Son los sentimientos del Corazón de Jesús, sus actitudes, su modo de vivir y de ser. El discípulo, a lo largo del camino, se va contagiando de estos sentimientos. Y, algún día, ante el Padre, no sólo Cristo podrá reconocerlo como discípulo y hermano querido...también todos aquellos que pasaron a su lado lo reconocerán como aquel que cuando tuvieron hambre, les dio de comer; cuando tuvieron sed, les dio de beber, cuando estaban de paso, los alojó; cuando estaban desnudos, los vistió; cuando estaban enfermos y presos los visitó. El verdadero discípulo es luz para el mundo (cf.Mt.5,14)...«Si la luz que hay en ti se oscurece, ¡cuánta oscuridad habrá!» (Mt.6,23)



3 ¿Qué le digo a Jesús? (...para rezarÖ)

Señor, estoy dispuesto a seguirte por el camino

Las zorros tienen sus cuevas,

las aves del cielo sus nidos;

tú vas sin provisiones, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón.

Así quisiera seguirte yo.

Maestro Bueno, ¿cómo podré seguirte?

si me canso tan rápido,

si me duelen los pies,

si no sé adónde me llevás,

si no sé si podré,

si muchos me dicen que estoy loco,

si muchos no me entienden,

si otros se ríen, se burlan, se van...

Encendeme el corazón

para que no tenga miedo de seguirte,

de anunciarte,

de caminar detrás tuyo,

junto a otros que te siguen, mis hermanos.

Que pueda subir a lo alto de las casas

para proclamar tu Evangelio de Verdad y de Vida,

para proclamar que el Amor está Vivo,

para proclamar que no somos huérfanos,

para proclamar que es posible ser hermanos,

para proclamar que seguís elevado en alto.

Que pueda detenerme en el Gólgota

y saber cuánto valgo para el Padre

y saber cuánto valgo para mí

y saber cuánto valen mis hermanos.

Señor en el Día Final, que puedas reconocer Tu Corazón en el mío

que el Padre pueda reconocer Su Bondad en la mía,

que el Espíritu pueda reconocer Su Amor en el mío...



(seguí rezando vos, mirando el texto del Evangelio)



4 ¿Qué quiero hacer por Jesús? (...para vivirP)

o Te propongo que leas el texto de la Carta a los Gálatas 5,22-23: los frutos del Espíritu. Tratá de precisar bien qué es cada fruto, en algún libro, en internet, preguntando. Luego elegí un fruto que quieras vivir y componé una oración al Espíritu para pedirlo.

o Escribíle un mail o una carta a algún amigo tuyo que esté necesitando de Jesús. No le dés consejos, sino abríle tu corazón y decíle lo que Jesús hizo por vos en algún momento especial.

o Compartí lo que viviste y rezaste con algún sacerdote amigo, con tu acompañante espiritual, con alguien que te quiera y te aconseje bien.







5 Lectura sugerida (para leer en cualquier momento, tranquilo...§)

(San Ignacio de Antioquía. Carta a los Romanos)





San Ignacio de Antioquía, fue condenado a las fieras en el reinado de Trajano (98-117). Se le ordenó trasladarse de Siria a Roma para sufrir allí el martirio. De camino, escribió 7 cartas, de las cuales ésta es la más importante.

En ella, Ignacio pide a la comunidad cristiana de Roma que no den absolutamente ningún paso que pudiera hacer defraudar su más ardiente deseo: morir mártir por Cristo.

[No quiero agradar a los hombres, sino a Dios] Por fin, después de tanto pedirlo al Señor, insistiendo una y otra vez, he alcanzado la gracia de ir a contemplar vuestro rostro, digno de Dios, ahora, en efecto, encadenado por Cristo Jesús, espero poder saludaros, si es que Dios me concede la gracia de llegar hasta el fin. Los comienzos por ahora son buenos; sólo falta que no halle obstáculos en llegar a la gracia final de la herencia que me está reservada. Porque temo que vuestro amor me perjudique. Pues a vosotros os es fácil obtener lo que queráis, pero a mí me sería difícil alcanzar a Dios, si vosotros no me tenéis consideración.

No quiero que agradéis a los hombres, sino a Dios, como ya lo hacéis. El hecho es que a mí no se me presentará ocasión mejor de llegar hasta Dios, ni vosotros, con sólo que calléis, podréis poner vuestra firma en obra más bella. En efecto, si no hacéis valer vuestra influencia, yo me convertiré en palabra de Dios; pero, si os dejáis llevar del amor a mi carne mortal, volveré a ser sólo un simple eco. El mejor favor que podéis hacerme es dejar que sea inmolado para Dios, mientras el altar está aún preparado; así, unidos por la caridad en un solo coro, podréis cantar al Padre por Cristo Jesús, porque Dios se ha dignado hacer venir al obispo de Siria desde el oriente hasta occidente. ¡Que hermoso es que el sol de mi vida se ponga para el mundo y vuelva a salir para Dios!



[Ser cristiano no sólo de nombre, sino de hecho] Nunca tuvisteis envidia de nadie, y así lo habéis enseñado a los demás. Lo que yo ahora deseo es que lo que enseñáis y mandáis a otros lo mantengáis con firmeza y lo practiquéis en esta ocasión. Lo único que para mí habéis de pedir es que tenga fortaleza interior y exterior, para que no sólo hable, sino que esté también interiormente decidido, a fin de que sea cristiano no sólo de nombre, sino también de hecho. Si me porto como cristiano, tendré también derecho a este nombre y, entonces, seré de verdad fiel a Cristo, cuando haya desaparecido ya del mundo. Nada es bueno sólo por lo que aparece al exterior. El mismo Jesucristo, nuestro Dios, ahora que está con su Padre, es cuando mejor se manifiesta. Lo que necesita el cristianismo, cuando es odiado por el mundo, no son palabras persuasivas, sino grandeza de alma.

Yo voy escribiendo a todas las Iglesias, y a todas les encarezco lo mismo: que moriré de buena gana por Dios, con tal que vosotros no me lo impidáis. Os lo pido por favor: no me demostréis una benevolencia inoportuna. Dejad que sea pasto de las fieras, ya que ello me hará posible alcanzar a Dios. Soy trigo de Dios y he de ser molido por los dientes de las fieras, para llegar a ser pan limpio de Cristo.

Halagad, más bien, a las fieras, para que sean mi sepulcro y no dejen nada de mi cuerpo; así, después de muerto, no seré gravoso a nadie. Entonces seré de verdad discípulo de Cristo, cuando el mundo no vea ya ni siquiera mi cuerpo. Rogad por mí a Cristo, para que, por medio de esos instrumentos, llegue a ser una víctima para Dios. No os doy yo mandatos como Pedro y Pablo. Ellos eran apóstoles, yo no soy más que un condenado a muerte; ellos eran libres, yo no soy al presente más que un esclavo. Pero, si logro sufrir el martirio, entonces seré liberto de Jesucristo y resucitaré libre con él. Ahora, en medio de mis cadenas, es cuando aprendo a no desear nada.

Desde Siria hasta Roma vengo luchando ya con las fieras, por tierra y por mar, de noche y de día, atado como voy a diez leopardos, es decir, a un pelotón de soldados que, cuantos más beneficios se les hace, peores se vuelven. Pero sus malos tratos me ayudan a ser mejor, aunque no por eso me creo justificado. Quiera Dios que tenga yo el gozo de ser devorado por las fieras que me están destinadas; lo que deseo es que no se muestren remisas; yo las azuzaré para que me devoren pronto, no suceda como en otras ocasiones que, atemorizadas, no se han atrevido a tocar a sus víctimas. Si se resisten, yo mismo las obligaré.

Perdonadme lo que os digo; es que yo sé bien lo que me conviene. Ahora es cuando empiezo a ser discípulo. Ninguna cosa, visible o invisible, me prive por envidia de la posesión de Jesucristo. Vengan sobre mí el fuego, la cruz, manadas de fieras, desgarramientos, amputaciones, descoyuntamiento de huesos, seccionamiento de miembros, trituración de todo mi cuerpo, todos los crueles tormentos del demonio, con tal de que esto me sirva para alcanzar a Jesucristo.



[Mi amor está crucificado] De nada me servirán los placeres terrenales ni los reinos de este mundo. Prefiero morir en Cristo Jesús que reinar en los confines de la tierra. Todo mi deseo mi voluntad están puestos en aquel que por nosotros murió y resucitó. Se acerca ya el momento de mi nacimiento a la vida nueva. Por favor, hermanos, no me privéis de esta vida, no queráis que muera; si lo que yo anhelo es pertenecer a Dios, no me entreguéis al mundo ni me seduzcáis con las cosas materiales; dejad que pueda contemplar la luz pura; entonces seré hombre en pleno sentido. Permitid que imite la pasión de mi Dios. El que tenga a Dios en sí entenderá lo que quiero decir y se compadecerá de mí, sabiendo cuál es el deseo que me apremia. El príncipe de este mundo me quiere arrebatar y pretende arruinar mi deseo que tiende hacia Dios. Que nadie de vosotros, los aquí presentes, lo ayude; poneos más bien de mi parte, esto es, de parte de Dios. No queráis a un mismo tiempo tener a Jesucristo en la boca y los deseos mundanos en el corazón. Que no habite la envidia entre vosotros. Ni me hagáis caso, si cuando esté aquí, os suplicare en sentido contrario; haced más bien caso de lo que ahora os escribo. Porque os escribo en vida, pero deseando morir. Mi amor está crucificado y ya no queda en mí el fuego de los deseos terrenos; únicamente siento en mi interior la voz de una agua viva que me habla y me dice: “Ven al Padre.” No encuentro ya deleite en el alimento material ni en los placeres de este mundo. Lo que deseo es el pan de Dios, que es la carne de Jesucristo, de la descendencia de David, y la bebida de su sangre, que es la caridad incorruptible.

No quiero ya vivir más la vida terrena. Y este deseo será realidad si vosotros lo queréis. Os pido que lo queráis, y así vosotros hallaréis también benevolencia. En dos palabras resumo mi súplica: hacedme caso. Jesucristo os hará ver que digo la verdad, él, que es la boca que no engaña, por la que el Padre ha hablado verdaderamente. Rogad por mí, para que llegue a la meta. Os he escrito no con criterios humanos, sino conforme a la mente de Dios. Si sufro el martirio, es señal de que me queréis bien; de lo contrario, es que me habéis aborrecido.

Acordaos en vuestras oraciones de la Iglesia de Siria, que, privada ahora de mí, no tiene otro pastor que el mismo Dios. Sólo Jesucristo y vuestro amor harán para con ella el oficio de obispo. Yo me avergüenzo de pertenecer al número de los obispos; no soy digno de ello, ya que soy el último de todos y un abortivo. Sin embargo, llegaré a ser algo, si llego a la posesión de Dios, por su misericordia.

[Saludo final] Os saluda mi espíritu y la caridad de la Iglesias que me han acogido en el nombre de Jesucristo, y no como a un transeúnte. En efecto, incluso las Iglesias que no entraban en mi itinerario corporal acudían a mí en cada una de las ciudades por las que pasaba.©.



&



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