Alejap Asiduo
Registrado: 26 Feb 2006 Mensajes: 109
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Publicado:
Jue Mar 22, 2007 11:17 pm Asunto:
El llamado (mes de marzo)
Tema: El llamado (mes de marzo) |
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arquidiocesis de buenos aires
seminario metropolitano
El —llamado~
una propuesta vocacional mensual via mail
Desde mediados de 2005 estamos ofreciéndoles, via mail, una propuesta vocacional: el «llamado» del mes.
Es un material para discernimiento vocacional pensado para jóvenes de 17 a 30 años (aproximadamente) y que estén en busca de un proyecto de vida vocacional.
El material lo enviamos mensualmente en torno al día 19.
Va dirigido en primer lugar a los sacerdotes, seminaristas, consagrados/as y agentes de pastoral, a fin de que cada uno lo reenvíe a quien cada uno considere oportuno.
Como la propuesta incluye un seguimiento por parte de algún acompañante espiritual, será conveniente asegurar este acompañamiento a los jóvenes que reciben el «llamado».
El material es susceptible de cualquier tipo de adaptación según las necesidades.
Por supuesto, recibimos toda sugerencia que pueda mejorar la propuesta y quedamos a su disposición.
Todo el material ofrecido lo pueden encontrar en nuestra página web:
http://www.sembue.org.ar/xsiteinte-llamados.htm
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Elllamadodelmes
ïÈlamadoð
de marzo 2007
«Conservar estas cosas
en el corazón»
1 ¿Qué dice Jesús?....(...para escucharO)
41 Los padres de Jesús iban todos los años
a Jerusalén en la fiesta de la Pascua.
42 Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre,
43 y acababa la fiesta, María y José regresaron,
pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta.
44 Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después
comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos.
45 Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él.
46Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley,
escuchándolos y haciéndoles preguntas.
47Y todos los que los oían
estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas.
48Al ver, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo:
«Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto?
Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados».
49Jesús les respondió:
«¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo
ocuparme de los asuntos de mi Padre?».
50Ellos no entendieron lo que les decía.
51El regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos.
Su madre conservaba estas cosas en su corazón.
52Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia,
delante de Dios y de los hombres.
(Lc. 2, 41-52)
2 ¿Qué me dice Jesús? (...para pensarI)
· «Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua». Durante la Pascua, se reunían en Jerusalén unos 180.000 peregrinos. La ciudad tenía unos 40.000 habitantes, por lo que muchos debían alojarse en las aldeas cercanas. Sin duda la Pascua era la gran fiesta judía, recuerdo de la liberación de Egipto. Era en primavera y se iba en peregrinación. La fiesta duraba una semana entera, sin contar los días de viaje, que duraba a veces cuatro días de ida y cuatro de vuelta, para los que vivían en la alta Galilea. Viajaban a pie, en caravana, formado grupo los peregrinos de una o varias aldeas y protegerse así de los asaltantes. En la tarde del día 14 del mes de Nisán, las familias llevaban al templo un cordero para inmolarlo. En las casas se desechaba todo pan fermentado (con levadura) y se preparaban unas galletas sin levadura (ácimos) y unas «hierbas amargas» (ensaladas diversas). Se celebraba así el banquete pascual con un ritual de cuatro copas de vino reglamentarias. La familia cantaba los salmos, acompañados por las bendiciones recitadas por el padre de familia y sus explicaciones que iluminaban el sentido de los diversos ritos. Eran días de alegría. En el Templo también se celebraban reuniones de oración (al estilo sinagogal) con las lecturas propias. Muchos peregrinos aprovechaban para oír a los famosos rabinos, explicando algún pasaje de la Ley.
· «Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre...Jesús permaneció en Jerusalén». Resulta extraño que un niño de doce años, quedase solo en la gran Jerusalén en esas circunstancias, durante 3 días. Es providencial la confusión de sus padres, que creen que Jesús está en la caravana. Para Jesús, ya Jerusalén es «su» lugar. La Pascua es «su» fiesta. Todo lo que allí ocurre le es particularmente significativo. Permanecer en Jerusalén es para Jesús algo natural. Su pequeño gran Corazón vibra en esos días con particular intensidad.
· «...comenzaron a buscarlo...como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén». José y María saben del misterio que envuelve la vida de Jesús. Esta es una manifestación peculiar de ese misterio: José y María van adentrándose en él de a poco, en la medida que se va revelando. Por eso buscan. Dios, que nos conoce, sabe que necesitamos tiempo para entrar en Su Misterio. Necesitamos tiempo también para ir entrando en el misterio de nuestra vida y del llamado particular que Dios nos hace. Él puede revelarlo en un instante, pero en general se adapta a nuestro progresivo modo de conocer y amar. Volver a Jerusalén significa, para nosotros, volver una y otra vez al Señor y decirle: «Habla, ¡que tu siervo escucha!».
· «...lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas». Los doctores de la Ley se sienten interpelados por ese niño de doce años que escucha y hace preguntas. Jesús entra en diálogo. Escucha nuestro corazón, nuestros más íntimos anhelos, nuestras dudas y nuestros miedos, nuestras esperanzas y tentaciones. Jesús sabe escuchar con el Corazón. Y por eso sabe hacernos las preguntas precisas, las que nos vuelven al centro, a la luz de la verdad. Por eso «todos estaban asombrados». Hasta María y José «quedaron maravillados». Las preguntas de Jesús quieren llevarnos al Amor, a la entrega, a la alegría de tener «vida en abundancia». También, como en aquel día, hoy Jesús sigue asombrándonos. Y si le preguntamos, Él también, como aquel día, nos responderá.
· «...su madre le dijo: “Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto?...tu padre y yo te buscábamos angustiados”». María expresa aquí la angustia propia de muchas de nuestras búsquedas. Angustia y confusión que suelen aparecer en el camino de discernimiento y que debemos poner en manos de Jesús (en concreto, debemos conversarlas con quien nos acompaña espiritualmente), pues no nos ayudan. El clima de nuestra búsqueda debe ser la paz, signo inequívoco del Espíritu, y que debemos pedir y conservar.
· «...¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?». Estas palabras del Niño Jesús confirman el Misterio de su Persona: El es el Hijo Amado del Padre. El ya nos conduce al Padre. Esta conciencia de ser Hijo es lo que define la vida de Jesús. El nos reveló que Su Padre es también nuestro Padre. Somos hijos en el Hijo. Somos hijos amados del Padre, y ésta es la certeza mayor de nuestra vida. La certeza que debe guiar nuestro camino vocacional: El me ama y me llama al Amor.
· «...su madre conservaba estas cosas en su corazón». Como María, queremos conservar estas cosas en nuestro corazón. Ella, como José, no entendió lo que Jesús dijo ese día. La Palabra de Jesús hay que madurarla en el corazón, en el clima de escucha, de confianza, de disponibilidad, de amistad. Dios nos va diciendo cosas al corazón, que vamos entendiendo en el camino. Por eso es necesario una y otra vez escuchar, volver a la Palabra de Jesús (en especial en los Evangelios) para dejar que El nos vaya revelando el misterio de nuestra vocación.
3 ¿Qué le digo a Jesús? (...para rezarÖ)
Señor Jesús, busco tu rostro.
Busco tu Palabra, tu sonrisa, tu amistad ofrecida.
Busco tus preguntas, que van directo a mi corazón.
Busco tu camino, el que me mostrás para que recorra
y pueda seguirte.
Quiero volver a buscarte una y otra vez,
porque sé que siempre me guías en esta búsqueda,
que me das tu Espíritu para que no me pierda,
para que vuelva a Vos.
Dame tu fuerza para que pueda permanecer
en esta búsqueda
en tu seguimiento, en la disponibilidad
en la entrega de amor.
Que pueda permanecer en el diálogo
al que Vos me invitás.
Que pueda escucharte, hablarte, preguntarte
en la confianza propia de la amistad.
Que no deje nunca de asombrarme
por la Verdad, la Luz y la Vida
que encierran tus palabras.
Concedeme el don de tu Paz
para que pueda seguir caminando sin angustias,
miedos o confusiones,
tan propias de estos caminos de búsqueda.
Y, especialmente,
que pueda conservar todas estas cosas en el corazón
que pueda conservar tus palabras,
tus gestos, tus dones,
tu invitación renovada a seguirte,
a amarte
a servirte en mis hermanos.
(seguí rezando vos, mirando el texto del Evangelio)
4 ¿Qué quiero hacer por Jesús? (...para vivirP)
o Escribí una lista de los momentos en que sentiste que Jesús te hablaba. En cada uno, tratá de recordar y escribir qué fue lo que Jesús te dijo al corazón (una frase del Evangelio, una palabra, un sentimiento profundo que experimentaste, una decisión que tomaste, etc...)
o Tratá de compartir con alguien que esté un poco alejado de Jesús, tu experiencia de amistad con El.
o Compartí lo que pensaste con algún sacerdote amigo, con tu acompañante espiritual, con alguien que te quiera y te aconseje bien.
5 Lectura sugerida (para leer en cualquier momento, tranquilo...§)
Nazaret es la escuela de iniciación para comprender la vida de Jesús. La escuela del Evangelio. Aquí se aprende observar, a escuchar, a meditar, a penetrar en el sentido, tan profundo y misterioso, de aquella simplísima, humildísima, bellísima manifestación del Hijo de Dios.
Casi insensiblemente, acaso, aquí también se aprende a imitar. Aquí se aprende el método con que podremos comprender quién es Jesucristo. Aquí se comprende la necesidad de observar el cuadro de su permanencia entre nosotros: los lugares, el templo, las costumbres, el lenguaje, la religiosidad de que Jesús se sirvió para revelarse al mundo. Todo habla. Todo tiene un sentido. Todo tiene una doble significación: una exterior, la que los sentidos y las facultades de percepción inmediata pueden sacar de la escena evangélica, la de aquéllos que miran desde fuera, que únicamente estudian y critican el vestido filológico e histórico de los libros santos, la que en el lenguaje bíblico se llama la "letra", cosa preciosa y necesaria, pero oscura para quien se detiene en ella, incluso capaz de infundir ilusión y orgullo de ciencia en quien no observa con el ojo limpio, con el espíritu humilde, con la intención buena y con la oración interior el aspecto fenoménico del Evangelio, el cual concede su impresión interior, es decir, la revelación de la verdad, de la realidad que al mismo tiempo presenta y encierra solamente a aquéllos que se colocan en el haz de luz, el haz que resulta de la rectitud del espíritu, es decir, del pensamiento y del corazón —condición subjetiva y humana que cada uno debería procurarse a sí mismo—, y resultante al mismo tiempo de la imponderable, libre y gratuita fulguración de la gracia —la cual, por aquel misterio de misericordia que rige los destinos de la humanidad, nunca falta, en determinadas horas, en determinada forma; no, no le falta nunca a ningún hombre de buena voluntad—. Este es el "espíritu".
Aquí, en esta escuela, se comprende la necesidad de tener una disciplina espiritual, si se quiere llegar a ser alumnos del Evangelio y discípulos de Cristo. ¡Oh, y cómo querríamos ser otra vez niños y volver a esta humilde, sublime escuela de Nazaret! ¡Cómo querríamos repetir, junto a María, nuestra introducción en la verdadera ciencia de la vida y en la sabiduría superior de la divina verdad!
Pero nuestros pasos son fugitivos; y no podemos hacer más que dejar aquí el deseo, nunca terminado, de seguir esta educación en la inteligencia del Evangelio. Pero no nos iremos sin recoger rápidamente, casi furtivamente, algunos fragmentos de la lección de Nazaret.
Lección de silencio. Renazca en nosotros la valorización del silencio, de esta estupenda e indispensable condición del espíritu; en nosotros, aturdidos por tantos ruidos, tantos estrépitos, tantas voces de nuestra ruidosa e hipersensibilizada vida moderna. Silencio de Nazaret, enséñanos el recogimiento, la interioridad, la aptitud de prestar oídos a las buenas inspiraciones y palabras de los verdaderos maestros; enséñanos la necesidad y el valor de la preparación, del estudio, de la meditación, de la vida personal e interior, de la oración que Dios sólo ve secretamente.
Lección de vida doméstica. Enseñe Nazaret lo que es la familia, su comunión de amor, su sencilla y austera belleza, su carácter sagrado e inviolable; enseñe lo dulce e insustituible que es su pedagogía; enseñe lo fundamental e insuperable de su sociología.
Lección de trabajo. ¡Oh Nazaret, oh casa del "Hijo del Carpintero", cómo querríamos comprender y celebrar aquí la ley severa, y redentora de la fatiga humana; recomponer aquí la conciencia de la dignidad del trabajo; recordar aquí cómo el trabajo no puede ser fin en sí mismo y cómo, cuanto más libre y alto sea, tanto lo serán, además del valor económico, los valores que tiene como fin; saludar aquí a los trabajadores de todo el mundo y señalarles su gran colega, su hermano divino, el Profeta de toda justicia para ellos, Jesucristo Nuestro Señor!
He aquí que Nuestro pensamiento ha salido así de Nazaret y vaga por estos montes de Galilea que han ofrecido la escuela de la naturaleza a la voz del Maestro y Señor. Falta el tiempo y faltan las fuerzas suficientes para reafirmar en este momento su divino e inconmensurable mensaje. Pero no podemos privarNos, de mirar al cercano monte de las Bienaventuranzas, síntesis y vértice de la predicación evangélica, y de procurar oír el eco que de aquel discurso, como si hubiese quedado grabado en esta misteriosa atmósfera, llega hasta Nos.
Es la voz de Cristo que promulga el Nuevo Testamento, la Nueva Ley que absorbe y supera la antigua y lleva hasta las alturas de la perfección la actividad humana. Gran motivo de obrar en el hombre es la obligación, que pone en ejercicio su libertad: en el Antiguo Testamento era la ley del temor; en .la práctica de todos los tiempos y en la nuestra es el instinto y el interés; para Cristo, que el Padre por amor ha dado al mundo, es la Ley del Amor. El se enseño a Sí mismo obedecer por amor; y esta es su liberación. «Deus —nos enseña san Agustín— dedit minora praecepta populo quem adhuc timore alligare oportebat; et per Filium suum maiora populo quem charitate iam liberari convenerat» (PL 34, 11231). Cristo en su Evangelio ha dado al mundo el fin supremo y la fuerza superior de la acción y por eso mismo de la libertad y del progreso: el amor. Nadie lo puede superar, nadie vencer, nadie sustituir. El código de la vida es su Evangelio. La persona humana alcanza en la palabra de Cristo su más alto nivel. La sociedad humana encuentra en El su más conveniente y fuerte cohesión.
Nosotros creemos, oh Señor, en tu palabra; nosotros procuraremos seguirla y vivirla.
Ahora escuchamos su eco que repercute en nuestros espíritus de hombres de nuestro tiempo. Diríase que nos dice:
Bienaventurados nosotros si, pobres de espíritu„ sabemos librarnos de la confianza en los bienes económicos y poner nuestros deseos primeros en los bienes espirituales y religiosos, y si respetamos y amamos a los pobres como hermanos e imágenes vivientes de Cristo.
Bienaventurados nosotros si, educados en la mansedumbre de los fuertes, sabemos renunciar al triste poder del odio y de la venganza y conocemos la sabiduría de preferir al temor de las armas la generosidad del perdón, la alianza de la libertad y del trabajo, la conquista de la verdad y de la paz.
Bienaventurados nosotros, si no hacemos del egoísmo el criterio directivo de la vida y del placer su finalidad, sino que sabemos descubrir en la sobriedad una energía, en el dolor una fuente de redención, en el sacrificio el vértice de la grandeza.
Bienaventurados nosotros, si preferimos ser antes oprimidos que opresores y si tenemos siempre hambre de una justicia cada vez mayor.
Bienaventurados nosotros si, por el Reino de Dios, en el tiempo y más allá del tiempo, sabemos perdonar y luchar, obrar y servir, sufrir y amar.
No quedaremos engañados para siempre.
Así Nos parece volver a oír hoy su voz. Entonces era más fuerte, más dulce y más tremenda: era divina.
Pero a Nos, procurando recoger algún eco de la palabra del Maestro, Nos parece hacerNos sus discípulos y poseer, no sin razón, une nueva sabiduría, un nuevo valor.
(Pablo VI. Homilía en la Iglesia de la Anunciación de Nazareth. 5/1/1964.)
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¡Nos vemos el mes que viene! |
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