Hinseky Asiduo
Registrado: 25 Jun 2007 Mensajes: 260 Ubicación: Argentina
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Publicado:
Mie Oct 22, 2008 9:32 pm Asunto:
Dones místicos
Tema: Dones místicos |
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Veamos algunos dones místicos que se manifiestan en las almas santas. En algunos santos son frecuentes los éxtasis, sobre todo, después de la comunión. En otros, se dan lo que se llama incendios de amor, visiones, levitaciones, estigmas, inedia o ayuno absoluto, vigilia (privación prolongada de sueño)... Algunos de estos fenómenos místicos son realmente espectaculares.
a) AGILIDAD
Agilidad es la traslación corporal, casi instantánea, a otro lugar; a veces, muy lejano de donde nos encontramos. Dice el libro de los Hechos de los apóstoles que el diácono Felipe fue llevado por el Espíritu de Dios a la villa de Azoto, después de haber instruido y bautizado en la ruta de Jerusalén a Gaza al eunuco de la reina Candace de Etiopía (Hech 8, 39-40). El profeta Habacuc fue transportado por el ángel desde Judea a Babilonia para llevar alimentos a Daniel, que estaba en el foso de los leones (Dan 14, 33-39). Santa Teresa de Jesús cuenta que se le apare-ció un día san Pedro de Alcántara, mientras vivía en la Tierra, a pesar de estar a varias leguas de distan-cia. San Felipe Neri se apareció varias veces del mismo modo, viviendo aún en este mundo. San Antonio de Padua hizo en una noche el viaje desde Padua (Italia) a Lisboa, y regresó de la misma forma la noche siguiente. De san Martín de Porres también se cuentan casos así.
b) SUTILEZA
La sutileza consiste en el paso de un cuerpo a través de otros, al igual que Jesús se presentaba ante sus discípulos, estando las puertas cerradas (Jn 20, 19-26). Se citan muchos casos de éstos en las vidas de los santos. Es célebre el caso de san Raimundo de Peñafort, que entraba en su convento de Barcelona, estando las puertas cerradas. También en la vida de san Martín de Porres se cuentan casos de estos. El testigo fray Francisco de Velasco cuenta que, siendo novicio, estaba en la enfermería con calentura. Y dice: Estando, entre la una y las dos de la noche, sudando todo el cuerpo con mucho extremo, lleno de ansias y fatiga, sin tener quién en aquellas horas se doliese de este testigo, ni le pudiera socorrer, entró el hermano fray Martín de Porres con un brasero de candela y una camisa, y sacando un poco de romero de la manga, calentó la dicha camisa y se la puso a este testigo con entrañable amor y caridad... Entonces, le pregunté por dónde había entrado, estando todo cerrado .
Cuenta fray Fernando Aragonés, enfermero del convento, que hubo una peste en esta ciudad de una enfermedad que llamaban alfombrilla o saram-pión, en la cual tuvo este testigo en su enfermería sesenta enfermos, los más de ellos novicios... El dicho siervo de Dios Martín de Porres no paraba de día ni de noche, acudiendo a dichos enfermos con ayudas... y entraba y salía del Noviciado, estando las puertas cerradas y echados los cercos. Y visitan-do yo a los enfermos por la mañana, sabía de ellos cómo había estado allí el siervo de Dios y a todos había visitado y consolado . Y esto ocurrió muchas veces, cuando había enfermos en el convento de San-to Domingo de Lima.
c) HIEROGNOSIS
Hierognosis es la facultad de distinguir las cosas sagradas de las cosas profanas o no bendecidas. Una vez santa Catalina de Siena reprendió severamente a un sacerdote que quiso hacer una prueba, ofreciéndole para comulgar una hostia sin consagrar. Hechos análogos se citan en la vida de santa Francis-ca Romana, santa Ludwina o Teresa Newmann.
Sobre la mística francesa Luisa Lateau, dice el padre Arintero: Si le presentaban una reliquia, aunque fuese de algún siervo de Dios, no beatificado (como la Venerable Madre de Ágreda), se sonreía con satisfacción y la besaba o la cogía, si se la acer-caban. Lo mismo hacía con objetos benditos, aunque tuvieran forma profana como un anillo, mientras se mostraba insensible ante objetos no bendecidos, aunque fueran imágenes sagradas.
Un sacerdote, en traje de laico, le presentó un crucifijo sin bendecir y no le hizo caso; pero el sacerdote se volvió de espaldas, dio la bendición al crucifijo y, al acercárselo de nuevo, ella mostró una sonrisa característica, lo que obligó a exclamar a los presentes: ¡Qué realidad tan grande es la bendición sacerdotal! Cuando un laico le acercaba la mano, no le daba importancia; cuando se la acercaba un sacerdote, se llenaba de gozo. Cuando un sacerdote la bendecía, mostraba gran satisfacción.
En esta facultad sobresalió especialmente la beata Ana Catalina Emmerick. Dice: Cuando era niña, percibía como si fueran rayos de bendición los sonidos de las campanas benditas. Creo que las campanas benditas ahuyentan a Satanás... Jesús ha otorgado su bendición a los sacerdotes para que esta bendición llegue a todas las cosas, penetrando y obrando en ellas de cerca y de lejos para su servicio... Cuando un sacerdote pasaba cerca de la casa de mis padres, me sentía involuntariamente atraída e iba corriendo a pedirle la bendición .
Dice Clemente Brentano, el que escribió sus visiones: Cuando, estando en éxtasis se le acercan las manos ungidas del confesor, levanta la cabeza y las sigue con ella, hasta que el confesor las retira; entonces, vuelve ella a dejar caer la cabeza. Esto le sucede con todos los sacerdotes. Quien ve tal cosas no puede menos de reconocer que sólo en la Iglesia hay sacerdocio y que la consagración sacerdotal es algo más que una ceremonia. Una vez, la oí decir: Los dedos sagrados de los sacerdotes serán conocidos en el purgatorio y aun en el infierno... Es muy triste la negligencia de algunos sacerdotes de nues-tros días respecto a las bendiciones. Parece que no saben muchas veces lo que son estas bendiciones... Cuando ellos no me bendicen, Dios me suele bendecir .
Y decía: Veo la bendición y los efectos de las cosas benditas como cosas que santifican y salvan, como luz que difunde luz: y lo malo, la culpa y la maldición, las veo oscuras y tenebrosas como cosas vivas, que producen perdición... Conozco, hace ya mucho tiempo, las reliquias verdaderas y las distin-go de las falsas .
d) DISCERNIMIENTO DE ESPÍRITUS
Otro fenómeno sobrenatural es el conocimiento de secretos del corazón, que Dios comunica a sus siervos. Lo han tenido muchos santos como santo Tomás de Aquino, san Felipe Neri, san Juan Bosco, san José de Cupertino, san Francisco de Paula, san Andrés Avelino, san Juan de Dios, san Pío de Pietrelcina... Entre ellos, es famoso san Juan María Bautista Vianney, el famoso Cura de Ars, que poseyó este don en grado eminente. Dice el historiador Trochu, que recoge datos del proceso de su beatificación y canonización: Un joven de Lyon se había confesado con el cura de Ars. De pronto, el santo lo detuvo y le dijo:
- Amigo, no has dicho todo.
- Ayúdeme, porque no me acuerdo de más pecados.
- ¿Y aquellos cirios que robaste en la sacristía de san Vicente?
Otro caso. Le preguntó el cura de Ars a un penitente:
- ¿Cuánto tiempo lleva sin confesarse?
- Cuarenta años.
- Cuarenta y cuatro.
El hombre sacó papel y lápiz, hizo la cuenta y era verdad.
Una mañana, durante la misa del cura de Ars, una señora se presentó a comulgar. Dos veces pasó el santo por delante de ella sin darle la comunión. A la tercera, ella le dijo:
- Padre mío, no me ha dado la comunión.
- No, hija mía, usted ha tomado algo de comer esta mañana.
Ella se acordó que había tomado pan al levantarse y, en aquellos tiempos, había que estar en ayu-nas desde las doce de la noche del día anterior.
e) LUCES O RESPLANDORES SOBRENATURALES
Este don consiste en luces o resplandores sobrenaturales, que aparecen en los cuerpos de los san-tos, especialmente durante los éxtasis. A veces, son transfiguraciones luminosas del rostro como en el caso de Moisés al bajar el monte Sinaí. Estuvo Moisés allí cuarenta días y cuarenta noches sin comer y sin beber. Cuando bajó Moisés de la montaña... no sabía que su rostro se había vuelto radiante desde que había estado hablando con Dios. Aarón y todos los hijos de Israel, al ver cómo resplandecía el ros-tro de Moisés, tuvieron miedo de acercarse a él (Ex 34, 28-30).
En ocasiones, la luz sale de dentro y hace resplandeciente todo el cuerpo; otras veces, es un rayo que sale de una imagen sagrada, de un cuadro de la Virgen o de un crucifijo, y llena de luz al siervo de Dios, transfigurándolo.
En la vida de san Martín de Porres se daba este fenómeno. Cuenta el testigo fray Antonio de Es-trada: Fray Martín, ordinariamente, se ocupaba en orar delante del Santísimo Sacramento y de la imagen de Nuestra Señora la Virgen María, del glorioso santo Domingo y de otros santos... Este testigo vio al dicho siervo de Dios fray Martín de Porres levantado del suelo como una cuarta en alto, elevado con las manos puestas en cruz, y que de la punta de la barba le salía un globo de luz de fuego, el cual le bañaba el rostro y remataba en la mitad de la cabeza .
Dice el testigo Juan Vásquez de Parra que un día a las once de la noche, hubo un temblor muy re-cio y se fue a llamar a fray Martín de Porres a su celda y lo vio echado en el suelo boca abajo y el ro-sario en la mano haciendo oración. Y era mucha la claridad y resplandor que había en dicha celda, que era más que el Sol, siendo así que no había quedado encendida luz alguna. Admirado este testigo de una cosa tan rara y un resplandor tan brillante, le dio cuenta a fray Miguel de santo Domingo y le contó lo que pasaba, y ambos fueron a la celda del dicho ve-nerable hermano, y fray Miguel lo vio de la misma suerte .
En la vida de san Juan de la Cruz se cuenta que, un día, estaba celebrando misa y la Madre Ana advierte un resplandor misterioso que sale del sagrario y envuelve al celebrante. La luz aumenta en intensidad a medida que adelanta el santo sacrificio de la misa. En el momento de la comunión, observa la Priora que el rostro de fray Juan resplandece, mientras sus ojos destilan unas lágrimas muy serenas .
En la vida de san Alfonso María de Ligorio se lee: Mientras san Alfonso predicaba en la iglesia, de improviso, se desprendió del rostro de la imagen de la Virgen un rayo de luz deslumbrador, atravesó la iglesia y fue a posarse en la frente del predicador, iluminándolo con un esplendor maravilloso. Alfonso, fuera de sí, murmuraba algunas palabras: ¡Mi bue-na Madre, soy tuyo, todo tuyo! Pero, inmediatamente, entró en éxtasis y todo el pueblo lo vio, con los ojos fijos en María, elevarse unos palmos del púlpito. Las dos mil personas que lo escuchaban, al principio mudas por la maravilla, lanzaron luego un gri-to de entusiasmo, que se oyó hasta fuera del templo: ¡Milagro, milagro! .
El beato Raimundo de Capua, confesor de santa Catalina de Siena, dice: Vi su rostro como el rostro de un ángel, que emanaba rayos y esplendor y tenía un aspecto bastante distinto, de modo que me decía a mí mismo: éste no es el rostro de Catalina .
Sobre san Ignacio de Loyola, decía el padre Luis González, que estaba junto al santo por razones de oficio: Su rostro era tan resplandeciente que, a pesar de estar ocupado en lo que tenía que tratar, en su presencia me olvidaba de mí mismo y me maravillaba .
Y el padre Ribadeneira, que vivió mucho tiempo con san Ignacio de Loyola, dice: A veces, sucedía que, mientras oraba o celebraba la misa, se inflamaba de tal ardor que todas las partes de su cuerpo se calentaban. El rostro se ponía rojo como de púrpura y resplandecía .
Algunas veces, en la vida de san Bernardino Realino, tal como afirman muchos testigos en las Actas de su canonización, todo su cuerpo resplandecía como chispas de fuego. Uno de los testigos, el señor Tobías de Ponce de Lecce, afirmó que lo había visto en su celda, lleno de luz, como si hubiera un incendio en ella .
En agosto de 1887, Sor Felisa Torretta, hija de María Auxiliadora, fue a visitar a Don Bosco a su casa para recibir su bendición. Dice: Eran las primeras horas de la tarde, a eso de las dos, cuando me dirigí a la antesala para ser recibida, pero su secre-tario estaba ausente, así que me acerco al Despacho de Don Bosco y lo veo extático. Su semblante trans-figurado por viva y blanca luz tenía una expresión indescriptible. Su fisonomía, su sonrisa suave y tranquila, sus brazos abiertos hacia el objeto que miraba a lo alto, sus inclinaciones afirmativas de cabeza, me hicieron comprender que se desarrollaba un coloquio entre él y algún ser sobrenatural. Más alta que lo acostumbrado toda su persona estaba arrebatada en Dios... Me quedo contemplándolo cerca de diez minutos hasta que terminó el coloquio con la señal de la cruz acompañada de una inclina-ción tan reverente que mi pluma no es capaz de re-producir... Al verme me dice: “Sor Felisa me ha asustado usted...” Hay que decir que, en aquel tiempo, Don Bosco no podía tenerse de pie si alguien no lo sostenía y, en aquel coloquio celestial, se le vio del todo diferente.
Otra vez, vieron su cara tan luminosa que pa-recía en posesión de la gloria celestial. Así apareció a uno de nuestros hermanos una mañana que entraba a la sacristía de María Auxiliadora para celebrar la misa. “Era tan majestuoso su aspecto y tan viva la luz que irradiaba su semblante que, a primera vista, no lo reconocí y sólo vi que era Don Bosco, cuando acabado el resplandor, se arrodilló para comenzar la misa”. Otra vez predicaba sobre la virginidad de Nuestra Señora y ocurrió un fenómeno semejante. “Se inflamó tanto en el desarrollo del tema que su cara se volvió tan resplandeciente como si fuese la llama de una lámpara. Y esto lo he visto yo”, escribe José Brosio .
f) PERFUME SOBRENATURAL
Consiste este fenómeno místico en cierto per-fume de exquisita suavidad, que sale del cuerpo de algunos santos o de sus sepulcros o reliquias. A ve-ces, se manifiesta este perfume, cuando se hacen presentes en otros lugares por bilocación. Por eso, suele decirse que un santo ha muerto en olor de san-tidad. Y el mismo san Pablo dice que somos buen olor de Cristo para Dios (2 Co 2, 15). Entre los san-tos que han tenido este don está santa Ludwina, san Felipe Neri, san Gerardo Mayela, san Juan de la Cruz, san Francisco de Paula, santa Rosa de Viterbo, santa Gema Galgani, y, sobre todo, san José de Cu-pertino que, en este don, como en el de levitación, es el primero entre todos. Veamos ahora el caso de al-gunos santos concretos.
San Policarpo murió mártir el año 155, y un testigo presencial escribió: Los verdugos encendieron el fuego. Cuando la hoguera se inflamó, vimos un milagro: nosotros fuimos escogidos para contemplarlo con el fin de que lo narrásemos a la posteridad. El fuego tomó la forma de una bóveda, como la vela de una nave henchida por el viento, rodeando el cuerpo del mártir que, colocado en medio, no parecía un cuerpo que está abrasándose, sino como un pan que está cociéndose o como el oro o la plata que resplandecen en la fundición. Finalmente, nos embriagó un olor exquisito, como si se estuviera que-mando incienso o algún otro preciado aroma .
Veinte años más tarde, en una carta enviada por los cristianos de Vienne y Lyon en Francia, a los cristianos de Asia Menor, hacia el año 177, dicen: Ellos (los mártires) salieron alegres, de manera que, aun sus cadenas, parecían bellos ornamentos como los de una desposada engalanada con múltiples flecos de oro; y eran fragantes con el suave olor de Cristo, tanto que algunos supusieron que habían sido ungidos con un ungüento terrenal .
San Gregorio Magno en sus Diálogos nos habla de Servulus, a quien conoció personalmente. Y dice: Su alma santa abandonó esta vida mortal; y, en aquel momento, todos los presentes sintieron el más agradable y fragante olor. Uno de mis monjes, que aún vive, estaba allí presente y, con muchas lágri-mas en los ojos, solía decirnos que la suavidad de aquel olor no desapareció, sino que lo respiraron continuamente hasta el momento de su entierro .
Santa Teresa de Jesús habla de Catalina de Cardona, una señora de noble familia, que escogió la vida de recogimiento... En una visita que hizo santa Teresa a las carmelitas de Toledo, dice: Todas me han afirmado que era tan grande el olor que tenía de reliquias hasta en el hábito y la cinta, que era para alabar a nuestro Señor. Y, mientras más a ella se llegaban, era mayor... Sé que ellas no dirán sino toda la verdad y así quedaron con mucha devoción .
Sobre la misma santa Teresa dice Sor Mariana de Jesús: Después de muerta, esta testigo con otras hermanas estuvieron aquella noche con su cuerpo, y era tan grande la fragancia y buen olor que sentían que no sabe a qué poderlo comparar, porque olía de muchas maneras. Y otro día, cuando la enterraron, sacaron el cuerpo a la iglesia de este convento de Alba, hallándose presente el cabildo de la villa y los frailes franciscanos y mucha gente, llegando todos con grandísima devoción a su cuerpo a besarle, y al hábito como a cuerpo santo, y después de haberle dicho el Oficio, la enterraron en el lugar que tiene entre las dos rejas del coro bajo, en el ataúd, sin echar cal... Y, después de nueve meses, viniendo a este convento fray Jerónimo Gracián..., desenterra-ron su cuerpo y hallaron los vestidos y el ataúd mohoso y podrido, y el cuerpo tan fresco y entero que parecía estaba corriendo la sangre y no sólo no te-nía mal olor, antes muy bueno, el cual estaba sin ninguna corrupción .
Otra religiosa carmelita, renombrada por el perfume, que por más de tres años después de su muerte brotaba de su celda, es la Venerable Madre Clara María de la Pasión. Tres médicos hicieron declaración acerca del inexplicable aroma que ellos percibieron muchas veces en la celda donde vivió. Esto lo atestiguan también las religiosas que vivie-ron con ella, pues también en vida se manifestaba .
Un caso más conocido es el de santa Catalina de Ricci. Más de treinta monjas de su convento de Prato atestiguaron sobre el maravilloso perfume que, a veces, se sentía a su lado, cuando vivía, pero espe-cialmente, en su celda, después de su muerte. Varias religiosas describieron este perfume como una espe-cie de violeta, aunque no fuera el tiempo de estas flores. Este olor que, algunas dijeron que no se pare-cía a ninguno de la tierra, se percibió claramente du-rante un año después de su muerte, a pesar de estar encerrado su cuerpo en un ataúd de plomo .
Otro caso extraordinario es el de santa María Francisca de las cinco llagas, que murió en 1791. Dice su biógrafo: De los numerosos testigos de cu-yas declaraciones da cuenta el Summarium super virtutibus (para su proceso de beatificación), apenas hay uno que no hable en términos explícitos de este perfume, que era particularmente notorio en las fies-tas de Nuestra Señora y en los viernes de marzo, en los que ella participaba misteriosamente en los su-frimientos de la Pasión de Cristo .
Otro caso especial es de la Madre María degli angeli que murió en Turín en 1717. En las Actas del proceso de beatificación se dice: Como prueba de la santidad de esta sierva de Dios, yo quisiera apelar a la incomparable fragancia que se advertía en los lugares donde vivió o por donde ella había pasado. La suavidad del perfume no se parecía a nada terre-no. Cuanto más se aspiraba, se hacía más delicioso… Lo que más me asombraba de todo era el hecho de que, después de la muerte de la sierva de Dios, percibí y continúo percibiendo todavía este aroma en la celda por ella ocupada, no obstante haber sido retirados todos los objetos que allí había .
El padre Francisco de Angelis, que fue testigo presencial, cuenta de la vida de san José de Cupertino que todas las personas que se acercaban a este santo, sentían ese olor mucho tiempo, después que él había pasado. Su habitación estaba impregnada y el olor se adhería a los muebles y penetraba en los corredores del convento, de modo que el que no cono-cía su celda, podía distinguirla fácilmente siguiendo el olor. La celda del santo conservó este olor durante doce o trece años.
El santo Pío de Pietrelcina tenía este don de modo extraordinario. Dice el padre Rosario de Aliminusa, que durante tres años fue Superior del con-vento de San Giovanni Rotondo, donde vivía el pa-dre Pío: Yo he sentido todos los días, durante tres meses consecutivos, el perfume característico del padre Pío a la hora de Vísperas. Al salir de mi cel-da, que estaba contigua a la suya, sentía provenir de ésta un olor agradable y fuerte cuyas características no sabría describir .
El padre Rafael de Sant´Elia, otro Superior del padre Pío, dice: Una noche, después de la cena, cuando íbamos al coro a dar gracias, como es nues-tra costumbre, apenas subimos las escaleras y llegamos al corredor, nos vimos envueltos en el perfume de siempre; el padre Pío había pasado por allí unos momentos antes y dejó tras de sí una estela de perfume que invadió todo el claustro. El padre Atanasio de Roio, que me precedía, se volvió y me dijo: Rafael, ¿no notas? Acaba de pasar el padre Pío y ha entrado ahora en la celda .
Entre los santos cuyas reliquias o sepulcros han exhalado suaves olores se citan a san Francisco de Asís, san Antonio de Padua, santo Domingo de Guzmán, santo Tomás de Aquino, san Raimundo de Peñafort, santa Rosa de Lima, santo Tomás de Villa-nueva, santa Francisca Romana, santa Catalina de Raconixio…
g) INEDIA O AYUNO ABSOLUTO
Ha habido santos que no han comido nada durante años y sólo vivían de la comunión eucarística diaria, lo que va en contra de las leyes naturales. En-tre estos santos está santa Angela de Foligno (+1309), que estuvo 12 años sin tomar alimento. Santa Catalina de Siena (1347-1380), estuvo ocho años. La bienaventurada Elisabeth de Reute (+1421) más de quince años. Santa Ludwina (1380-1433) veintiocho años. San Nicolás de Flüe (1417-1487) veinte años. Santa Catalina de Raconixio (1468-1547) diez años. Rosa María Andriani (1786-1845) veintiocho años. Dominica Lazzari (1815-1848) y Luisa Lateau (1850-1883) catorce años.
Entre los más modernos está Teresa Neumann (1898-1962). En una oportunidad, con permiso del obispo, la internaron en un hospital para controlarla bien a ver si era cierto que no comía ni bebía. Estuvo allí desde el 14 al 28 de julio de 1927. Cuando entró, pesaba 55 kilos y, al salir, también. Sólo recibía cada día la comunión y 3 gotas de agua para poder pasarla. Según el resultado de los estudios realizados, el 14 de julio pesaba 55 kilos, el sábado 16 de julio pe-saba 51, el 20 de julio pesaba 54 y el sábado 23 pe-saba 52.5 kilos. El 28, último día, se había recuperado totalmente de modo inexplicable para la ciencia, y pesaba de nuevo 55 kilos. La pérdida de peso tenía lugar los viernes, en que sufría la pasión del Señor, y perdía sangre a través de sus estigmas. Podemos pre-guntar: ¿de dónde salían los kilos recuperados, si no comía? Dice Vittorio Messori: Durante 35 años no comió ni bebió nada. La diócesis de Ratisbona llegó a instituir una comisión compuesta de médicos y cuatro religiosas bajo juramento, que se turnaban durante semanas para no perder de vista a Teresa ni de día ni de noche, no dejándola nunca a solas. Otras misioneras laicas llegaron a la misma conclu-sión: Solamente se alimentaba de la comunión, rechazando instintivamente la hostia, cuando, al ponerla a prueba, le presentaban hostias no consagra-das .
Otro caso extraordinario es el de la beata Alexandrina da Costa (1904-1955). Vivió los últimos 13 años de su vida sin comer ni beber, sólo recibía la comunión cada día. También fue sometida a una observación exhaustiva en un hospital de Oporto (Portugal), vigilada durante las 24 horas por testigos imparciales para que no tomara ningún alimento o be-bida. Al final de los cuarenta días de prueba, ella había mantenido su peso, temperatura, presión arterial… Los médicos no pudieron encontrar ninguna explicación científica razonable.
h) BILOCACIÓN
Uno de los fenómenos más extraordinarios de la mística es la bilocación. Bilocación es la presencia simultánea de una misma persona en dos lugares di-ferentes. Hay muchos santos que han tenido este fe-nómeno. Entre ellos san Francisco de Asís, san Martín de Porres, san José de Cupertino, san Alfonso María de Ligorio… Algunos teólogos dicen que es imposible que un mismo cuerpo pueda estar a la vez en dos lugares distintos. Por eso, suponen que, en uno de esos dos lugares, está solamente en apariencia, es decir, puede estar su cuerpo en un lugar y su espíritu o cuerpo espiritual, en otro. Otros dicen que, en uno de los dos lugares, un ángel toma su lugar para no llamar la atención, mientras está en el otro lugar con su cuerpo real.
Uno de los santos modernos con este don extraordinario de bilocación fue el santo padre Pío de Pietrelcina. Veamos algunos casos.
En noviembre de 1917, durante la I guerra mundial, el ejército italiano sufrió una gran derrota en Caporetto. Como consecuencia del desastre, fue depuesto de su cargo el general Luis Cardona, comandante en jefe del ejército italiano, y sustituido por el general Armando Díez. Las críticas acerbas que se hacían del general derrotado y, sobre todo, el hecho mismo de la derrota, le sumieron en una depresión nerviosa tal que decidió acabar con su vida... En el momento trágico en que el general tenía desenfundada la pistola para consumar el suicidio, aparece frente a él, de forma inexplicable, un religioso vestido de hábito capuchino.
Pudo percibir en aquel momento, como recordará después, un fuerte perfume de violetas o rosas. Tenía el fraile las manos teñidas de sangre y le dijo con energía: ¡Nada de matarse! ¡No debes cometer semejante locura! El general se quedó atónito, estremecido. Como por ensalmo, cambió su estado de ánimo, se sintió otro hombre y obedeció humilde-mente. Más tarde, en 1920, partió el general de incógnito a San Giovanni Rotondo sin comunicar a nadie su personalidad ni el objeto de su visita. ¡Cuál no sería su extrañeza cuando, sin llegar todavía a la portería del convento, oye que le llaman por su nombre y que le dicen que el padre Pío lo esperaba! Al ver al padre Pío, lo reconoció inmediatamente. El padre Pío le dijo: ¡Mi general, qué mal lo pasamos aquella noche!, ¿no es verdad?.
Otro caso fue comprobado por aviadores de diferentes nacionalidades y religiones: ingleses, americanos, polacos... Cada vez que pasaban sobre el Monte Gárgano, con el encargo de llevar a cabo sus terribles bombardeos, se les aparecía en el cielo un fraile, como un fantasma, que extendía sus brazos y sus manos, y les prohibía severamente lanzar bom-bas sobre los pueblos y ciudades del Gárgano. Foggia y otras ciudades de la Puglia sufrieron asoladores bombardeos; en cambio, sobre la comarca del Gárgano no cayó bomba alguna. Naturalmente, los avia-dores comentaban entre sí tan maravillosos fenómenos sin podérselo explicar satisfactoriamente.
Cuando terminó la guerra, oían hablar del padre Pío como de un ser extraordinario que hacía cosas maravillosas; y había quienes no querían volver a su tierra sin haber visto personalmente al fraile estigmatizado; muchos de ellos subieron hasta san Giovanni Rotondo a comprobar cuanto se decía del famoso fraile y pudieron comprobar, con absoluta certeza y con inmensa admiración, que el fraile aquel, que se les había aparecido, era el mismísimo padre Pío, a quien tenían delante en persona.
La beata Ana Catalina Emmerick, en sus viajes de bilocación, iba hasta los últimos rincones del mundo a pesar de estar enferma y postrada en cama. Estuvo en Rusia, Inglaterra, Egipto, India, Persia, Vietnam, China… Ella dice: Mi guía y yo avanzábamos como en vuelo. Durante el camino yo tenía algo que hacer en diversos lugares y dar órdenes sobre diversos asuntos… A menudo, entre inquietudes y peligros tenía que llevar cartas y superar graves obstáculos, exhortar a personas que rezaban, despertar a los que dormían, curar y vendar enfermos, atemorizar a ladrones y delincuentes, consolar a prisioneros y avisar a otros que estaban en peli-gro… Paréceme cosa por demás admirable que casi todas las noches haya de hacer tan largos viajes y tenga tantas cosas que hacer. Muchas veces, pensando en esto me he dicho: Cuando estoy viajando o ayudando a alguno, todo me parece natural y verda-dero .
La Venerable Sor Ana María de san José iba a evangelizar a países lejanos. Escribe: Algunas veces, me dice Jesús: Vamos al Japón, porque tengo allí muchos amigos que trabajan en la conversión de las almas y los debemos visitar y fortalecer… Me ha sucedido muchas veces ir por el aire como volando y, algunas veces, me hallo entre multitud de indios de diversas naciones con el libro de la “Doctrina cristiana” en la mano y ellos están de rodillas oyén-dola .
Pero el caso más espectacular de todos es el de la Madre María de Jesús de Ágreda que, durante más de 11 años entre 1620 y 1631 estuvo yendo a los territorios de los actuales Estados norteamericanos de Nuevo México, Arizona, Texas y Colorado, para evangelizar a los indios. Había días en que iba hasta tres veces y, dice que fue más de quinientas veces. De esta manera, evangelizó a más de cincuenta mil indios.
Ella dice: Para juzgar que iba realmente era que yo veía los reinos distintamente y sabía sus nombres que se me ofrecían al entendimiento distin-tamente, que veía las ciudades y conocía la diferen-cia de la tierra y que el temple y la calidad era dife-rente, más cálido, las comidas más groseras y que se alumbraban con luz como de tea, que los amonesta-ba y declaraba todos los artículos de la fe y los ani-maba y catequizaba, y lo admitían ellos y hacían como genuflexiones… En una ocasión, me parece di a aquellos indios unos rosarios, yo los tenía conmigo y se los repartí y los rosarios no los vi más… Tam-bién conocía las guerras que tenían y que no pelea-ban con armas como las de acá, sino con instrumen-tos para tirar piedras a manera de hondas y con ba-llestas y cuchillos de fuste.
Serían quinientas veces y más de quinientas las que tuve conocimiento de aquellos reinos de una manera o de otra, y las que obraba y deseaba su conversión y que, según los indios dijeron, haberme visto o fue ir yo o algún ángel en mi figura .
Según su confesor espiritual, fray Francisco Andrés de la Torre, ella se quedaba en su convento de Ágreda (Soria-España), tomando un ángel su fi-gura para que las monjas no sospecharan nada, y ella iba realmente a evangelizar a los indios, llevada por su ángel custodio, como ella misma dice. _________________ Demos gracias a Dios por la vida que tenemos |
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