Leandro del Santo Rosario Moderador
Registrado: 24 Mar 2006 Mensajes: 3567 Ubicación: Buenos Aires, Argentina.
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Publicado:
Vie Oct 19, 2007 2:51 am Asunto:
Contenido para una clase: La santidad y el rosario
Tema: Contenido para una clase: La santidad y el rosario |
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La santidad y el rosario
No veamos a los santos como ejemplos inalcanzables. Eso es un engaño del demonio para que nos conformemos con poco, para que nos quedemos en la mediocridad. Nosotros fuimos creados para ser como ellos, podemos ser como ellos, y es más que eso, tenemos que ser como ellos. ¿Por qué alguien no llega a ser santo? ¿Por qué no podríamos ser santos? Por no rezar, rezar poco, y rezar mal.
San Felipe Neri decía que «El hombre sin oración, es un animal sin razón». Santa Teresa llamaba a no dejar nunca la oración, porque dejar la oración es perder el camino. Rezar es más necesario que respirar. El que no respira, se muere. El que no reza, se le muere el alma, porque pierde la fuente de la vida, que es la gracia, que está en la relación con Dios en la oración. Si no se lleva una vida de oración, no se conocerá la Verdad y el Amor, que son Dios mismo, y proceden de Él, y se conocen y se aman a través de la vida de oración y sacramentos. Si no se reza, las clases de catequesis a la persona le resultan aburridas.
El Padre Pío enseña que «La oración es la llave que abre el corazón de Dios». Y que «a Dios se lo busca en los libros, y se lo encuentra en la oración».
¿Qué es ser santo? Ser como Dios, ser perfecto. Dios nos ama tanto que nos hace como Él: nos diviniza. Dios nos creó para hacernos como Él: y se hizo un hombre para hacer al hombre un dios.
Cuando uno lee la vida de un santo, ante su heroísmo virtuoso uno se dice: «Y... pero ese era un santo» y de esa manera se excusa para no ser como él. En cambio otros como un obispo decía: «Los santos fueron lo que nosotros somos ahora y nosotros podemos ser lo que ellos son ahora». Ese obispo lo entendió y ahora es un santo: San Antonio María Claret. Nosotros podemos ser como ellos, y en realidad es un engaño del demonio creer que son personas distintas de nosotros en cuanto a la capacidad de ser santos.
El más santo, es el que más ama a Dios. Sólo es realmente feliz el santo, porque la felicidad es tener el corazón pleno del amor de Dios.
Un hombre llamado Ignacio fue herido en la guerra. Cuando estaba en la cama recuperándose, se aburría, y pidió que le llevaran novelas de caballería para entretenerse. Las novelas de caballería en ese entonces hace siglos sería como que ahora pidamos películas de acción como Rambo para pasar el rato. Como no encontraron esos libros, le llevaron lo que había: una vida de Jesucristo y vidas de santos. Ignacio comenzó a leerlos, y mientras leía la vidas de los santos, movido por la gracia, se dijo a sí mismo: «Si ellos pudieron, ¿por qué no voy a poder yo?» Y hoy Ignacio es una de las glorias de la Iglesia, San Ignacio de Loyola. Imitemos a San Ignacio leyendo vidas de los santos, la lectura que más enfervoriza para decidirse por la santidad.
Siempre tengamos presente que como decía San Juan Bosco, «Nadie llega a ser santo en un día». Es una tarea de toda la vida.
Si leemos las biografías de las vidas de los santos, y buscamos algo en común en su vida de piedad, encontramos que rezaban el rosario todos los días. Si Matías y Milagros rezaran el rosario todos los días, ¡serían santos! Porque a la Virgen le está reservada la formación de los santos, a través del rosario diario.
Entonces podemos aventurarnos a decir que quizás rezar bien el rosario todos los días sea un secreto de la santidad.
El rosario es la contemplación del misterio de la Vida, del misterio de Cristo, del misterio de Cristo en María. El rosario es saborear el misterio del Emanuel, que quiere decir «Dios con nosotros», es decir, del misterio del amor de Dios con los hombres.
San Francisco de Sales, uno de los más grandes místicos, obispo de Ginebra, decía: «Rezar el rosario es mi más dulce ocupación y una verdadera alegría, proque sé que mientras lo rezo estoy hablando con la más amable y generosa de las madres.» Él no dejaba pasar un día sin rezarlo, aunque se hiciera tarde y estuviera muy cansado.
San Alfonso María de Ligorio, cuando era anciano y no tenía mucha lucidez, les preguntaba a quienes lo cuidaban si ya había rezado el rosario ese día, y le preocupaba mucho, porque decía que del rosario diario dependía su santificación y eterna salvación.
Santa Rosa de Lima decía: «Con el rosario se obtienen todos los favores que se necesitan y al rezarlo estamos practicando el mejor modo de oración.»
San Alonso Rodríguez y San Martín de Porres tenían callos en los dedos de tanto desgranar las cuentas del rosario, ellos se la pasaban rezándolo.
El Padre Pío decía: «El rosario es el arma con que se derrota al demonio y se obtienen todas las gracias.» El rosario es la cadena con la que San Miguel Arcángel encadenó a Satanás, como aparecen en el Apocalipsis.
También decía el Padre Pío: «Esta oración es la síntesis de nuestra fe, el puntal y el soporte de nuestra esperanza, la explosión de nuestra caridad.» (Autores varios: Il grande libro di Padre Pio) El Padre Pío recitaba el rosario en todos lados: en la habitación, en los corredores, en la sacristía, subiendo y bajando las escaleras, de día y de noche. Al preguntarle cuántos rosarios rezaba cada día de la mañana a la noche, respondió, él mismo: «A veces cuarenta, otras veces cincuenta.» Y al preguntarle cómo hacía, respondía: «¿Y cómo haces tú para no recitarlo?» Un místico tiene una vida que va más allá de las leyes del espacio y del tiempo, por lo cual se explican las bilocaciones y otros carismas que abundaban en el Padre Pío. Al respecto, resulta clara la llamada de Cristo para el que lo sigue de «rezar siempre», para el Padre Pío se había convertido en «rosario siempre», es decir, María siempre en su vida. El Padre Tarcisio de Cervinara, uno de los capuchinos más íntimos del Padre Pío, refiere que el Padre le confiaba frente a tal enigma: «Yo puedo hacer tres cosas a la vez: rezar, confesar y salir a recorrer el mundo.» (A: Negrisolo; N. Castello; S.M. Manelli: Padre pio nella sua interiorità) (Fuente de las citas: Padre Pío de Pietrelcina. Los estigmas de la fe. Selección de textos de Saverio Gaeta.)
San Pablo de la Cruz y San Gabriel de la Dolorosa, en su agonía, rezaban incesantemente el rosario. A San Pablo le dijo el enfermero que ya lo veía demasiado agotado y le faltaba la respiración, que era mejor que ya no rezara más el rosario para no fatigarse, a lo que el santo respondió que cuando ya no pudiera rezarlo con los labios, lo seguiría rezando con el corazón. Y San Gabriel seguía rezando el rosario aún cuando deliraba en la altísima fiebre de su última enfermedad y les pedía que lo acompañaran con el rezo a quienes lo asistían.
¿Cómo se hace para conseguir rezarlo, para alcanzar esta devoción y perseverar? Se trata de una gracia, y como tal, debemos pedirla, no debemos valernos de nuestro propia esfuerzo solamente. Si le pedimos todos los días a la Virgen la gracia de rezar el rosario, Ella nos la va a conceder, Dios nos hará santos como los santos, y sólo así seremos felices.
El rosario nos lleva a la misa. Bien entendido el rosario, contemplando los misterios, el rosario alcanza su plenitud en la misa, porque la misa es el misterio de los misterios del rosario, es el misterio de la fe. La misa es la plenitud del rosario. La Eucaristía es el sentido de la vida, proque el sentido de la vida es Dios, y la Eucaristía es Dios.
Sobre el valor de meditar los misterios del rosario, lo explica muy bien San Benardo:
«Porque, ¿qué idea se formaría antes el hombre de Dios? ¿No se lo representaba en su corazón bajo la forma de un ídolo? Incomprensible era, e inaccesible, invisible y superior a toda humana inteligencia. Mas ahora quiso ser comprendido, quiso ser visto, quiso que pudiésemos pensar en Él. ¿Y de qué modo? Echado en el pesebre, reposando en el regazo virginal, predicando en el monte, pernoctando en la oración, o bien pendiente de la cruz, palideciendo en la muerte, libre entre los muertos y mandando en el infierno, o también resucitando al tercer día, mostrando las hendiduras de los clavos, las insignias de su victoria, subiendo a lo más alto de los cielos.
¿Qué cosa de estas no se pensará verdadera, piadosa y santamente? En cualquiera de estas cosas que yo piense, pienso en mi Dios, y en todas estas cosas Él es mi Dios. El meditar estos misterios lo llamé sabiduría, y juzgué prudencia el refrescar la memoria con la suavidad de estos dulces frutos, que produjo copiosamente la vara sacerdotal, que María fue a coger en las alturas, para difundirlos en nosotros con la mayor abundancia.»
San Bernardo, de Las grandezas incomparables de María, capítulo VI.
San Bernardo dice que el meditar estos misterios lo llamé sabiduría...¡y todos estos son los misterios del Santísimo Rosario! Cada vez que medito esto, pienso en Dios, y pienso en Dios como Dios quiere que piense en Él.
¿Y habrá un secreto para rezar bien el rosario? El secreto para rezar bien el rosario es el uso de las cláusulas.
Una excelentísima manera de ayudarse en la concentración de los misterios, son las cláusulas. Las cláusulas son palabras referentes al misterio que agregamos a cada Avemaría.
Ejemplos de cláusulas: Si estamos meditando el quinto misterio gozoso, Jesús niño de 12 años perdido y hallado en el templo, a cada Avemaría agregamos: 1) ... y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús, niño de 12 años. Santa María... 2) ... y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús, junto a Vos y José en la fiesta de la Pascua en Jerusalén. Santa María... 3) ... y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús, que se quedó en Jerusalén sin saberlo José y Vos. Santa María...
Y así en los 10 Avemarías. La Iglesia nos exhorta a servirnos de las cláusulas.
Del Directorio sobre la piedad ropular y liturgia: 201. Para favorecer la contemplación y para que la mente concuerde con la voz, los Pastores y los estudiosos han sugerido en muchas ocasiones restaurar el uso de la cláusula, una antigua estructura del Rosario que sin embargo nunca desapareció del todo. La cláusula, que se adapta bien a la naturaleza repetitiva y meditativa del Rosario, consiste en una oración de relativo que sigue al nombre de Jesús y que recuerda el misterio enunciado. Una cláusula correcta, fija para cada decena, breve en su enunciado, fiel a la Escritura y a la Liturgia, puede resultar una valiosa ayuda para la recitación meditativa del santo Rosario.
Un momento perfecto en la devoción del cristiano es el rezo del rosario frente al Santísimo, frente al sagrario, en adoración eucarística. Es estrechísima la relación entre la Eucaristía y el Santísimo Rosario. _________________
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