pelicano Moderador
Registrado: 11 Abr 2007 Mensajes: 4019 Ubicación: Tierra Santa
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Publicado:
Lun Sep 15, 2008 10:46 am Asunto:
Tema: Apocalipsis |
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Primer Acto. Capítulos 12-14. El cordero, la mujer, y su descendencia; y opuesto a ellos, el dragón, la bestia del mar, y la bestia de la tierra. La idea principal se toma de Gén. 3, 15. 'Yo pondré enemistad entre ti (la serpiente) y la mujer, entre tu descendencia y la suya'. La mujer está envuelta en esplendor celestial; una corona de doce estrellas sobre su cabeza y el sol y la luna bajo sus pies (cf. Gén. 37, 9. 10). Ella está con los dolores del parto. Su primogénito está destinado a gobernar todas la naciones (Sal. 2, 8. 9). Ella, y su otra descendencia, es perseguida durante tres años y medio por el gran dragón que intenta matarlos. El gran dragón es Satanás (Gén. 3, 1). Él es expulsado del cielo. Con su cola arrastra con él un tercio de las estrellas. Tomado de Dan. 8, 10. Las estrellas caídas son los ángeles caídos. La bestia del mar está en gran parte tomada de la descripción de Daniel de las cuatro bestias. Se levanta del mar (Dan. 7, 3); tiene siete cabezas marcadas con blasfemias por todas partes. También tenía diez cuernos, como la cuarta bestia de Daniel (7, 7); se parece a un leopardo, la tercera bestia de Daniel (7, 6), tenía pies como de oso, la segunda bestia de Daniel (7, 5); y dientes como de león, la primera bestia de Daniel (7, 4). El gran dragón da pleno poder a la bestia, después de lo cual todo el mundo le rinde culto (aquéllos cuyos nombres no están en el libro del cordero). Los seguidores de la bestia tienen su marca en la cabeza y en la mano. La bestia de la tierra tiene dos cuernos como de carnero. Su poder yace en su arte de engañar por medio de fichas y milagros. A lo largo del resto del libro se le llama el falso profeta. Su oficio es ayudar la bestia del mar, e inducir a los hombres a adorar su imagen. El primer acto del drama concluye con una promesa de victoria del Cordero de Dios sobre la bestia.
Segundo Acto. Capítulos 15-16. Las siete copas.Son las siete plagas que preceden la destrucción de la gran ciudad, Babilonia. Son en gran parte sugeridas por las plagas egipcias. La primera copa se vierte sobre la tierra. Úlceras afectan violentamente a hombres y bestias (Ex. 9, 9. 10). La segunda y tercera copa son vertidas en los mares y ríos, que se convierten en sangre (Ex. 7, 17-21). La cuarta copa es derramada en el sol, que quema a los hombres hasta la muerte. La quinta copa es vertida en el trono de la bestia, lo que causa gran oscuridad (Ex. 10, 11-29). La sexta copa es derramada en el Éufrates, cuyas aguas se secan y forman un paso para los reyes del Este (Ex. 14). La séptima copa es vertida en el aire, y una tormenta y un terremoto destruyen Babilonia.
Tercer Acto. Capítulos 17-18. La gran ramera. Está sentada sobre la bestia de color escarlata con las siete cabezas y diez cuernos; está vestida de escarlata y engalanada con oro. En su cabeza está escrito: Misterio, Babilonia la grande. Los reyes de la tierra cometen fornicación con ella. Pero el día de su visita ha llegado. Es convertida en un lugar desolado, morada de animales inmundos (Ls. 13, 21. 22). Su caída es lamentada por los gobernantes y comerciantes de la tierra.
Cuarto Acto. Capítulos 19-20. La victoria sobre la bestia y el gran dragón. Un caballero aparece montado en un caballo blanco. Su nombre es 'Palabra de Dios'. Él derrota a la bestia y al falso profeta, los cuales son tirados vivos al lago de fuego. Su derrota es seguida por la primera resurrección y el reinado de Cristo por mil años. Los mártires resucitan y participan de la gloria y felicidad de Cristo. Durante estos mil años, el gran Dragón es encerrado con cadenas. Cuando termina el plazo es liberado para atormentar la tierra. Él engaña a las naciones Gog y Magog. Estos dos nombres son tomados de Ezeq., caps. 28-29, donde, sin embargo, Gog es el rey de Magog. Por último es lanzado también por toda la eternidad al lago de fuego. Aquí es cuando el juicio universal y la resurrección tienen lugar.
Quinto Acto. Capítulos 21-22. La nueva Jerusalén (cf. Ezequiel 40-48). Dios mora en medio de sus santos que disfrutan total felicidad. La nueva Jerusalén es la esposa del cordero. Los nombres de las Doce Tribus y de los Doce Apóstoles están escritos en sus portones. Dios y el cordero son el santuario de esta nueva ciudad.
Epílogo. Versículos 18-21. La profecía del libro se cumplirá pronto. El Vidente advierte al lector que no le añada ni le quite nada, so pena de perder su puesto en la ciudad celeste.
PROPÓSITO DEL LIBRO
De esta lectura del libro es evidente que el Vidente estaba influenciado por las profecías de Daniel más que por cualquier otro libro. Daniel fue escrito con el objeto de confortar a los judíos bajo la cruel persecución de Antíoco Epifanio. El Vidente en el Apocalipsis tenía un propósito similar. Los cristianos eran perseguidos furiosamente en el reino de Domiciano. El peligro de apostasía era grande. Los falsos profetas anduvieron tratando de seducir al pueblo para aceptar las prácticas paganas y tomar parte en el culto al César. El Vidente insta a sus cristianos a permanecer fieles a su fe y enfrentar sus problemas con fortaleza. Él los anima con la promesa de una recompensa amplia y rápida. Él les asegura que la Venida triunfante de Cristo está a las puertas. Tanto al principio como al final de su libro el Vidente es muy enfático diciéndole a su pueblo que la hora de la victoria está cercana. Él comienza diciendo: 'Bendito es el que. . . guarde lo escrito en ella; pues el tiempo está cerca' (1, 3). Él cierra sus visiones con las palabras patéticas: 'El que da testimonio de estas cosas dice: Seguro que sí, vengo pronto: Amén. Ven, Señor Jesús'. Con la venida de Cristo serán vengadas las penas de los cristianos. Sus opresores serán entregados al juicio y a los tormentos eternos. Los mártires que han caído resucitarán, de modo que ellos puedan compartir los placeres del reinado de Cristo, el milenio. Aunque esto no es sino un preludio a la bienaventuranza eterna que sigue después de la resurrección general.
Es un artículo de fe que Cristo retornará al final de los tiempos a juzgar a vivos y muertos. Pero el tiempo de su segundo advenimiento es desconocido. 'Pero de ese día y hora nadie sabe, no, ni los ángeles del cielo, sino sólo el Padre' (Mt. 24, 36). Aparecería, y es sostenido así por muchos que los cristianos de la edad Apostólica esperaron que Cristo volvería durante su propia vida o generación. Este parece ser el significado más obvio de varios pasajes ambos en las Epístolas y Evangelios (cf. Juan 21, 21-23, Tes. 4, 13-18). Los cristianos de Asia Menor y el Vidente con ellos, parecen haber compartido esta expectativa engañosa. Su esperanza equivocada, sin embargo, no afectó la integridad de su fe en la parte esencial de la dogma. Su visión de un periodo milenario de felicidad corpórea era igualmente erróneo. La Iglesia ha desechado totalmente la doctrina de un milenio anterior a la resurrección. San Agustín ha sido quizás quien más que ningún otro ha ayudado a librar la Iglesia de todas las imaginaciones crudas como referidas a sus placeres. Él explicó el milenio alegóricamente y lo aplicó a la Iglesia de Cristo en tierra. Con la fundación de la Iglesia el milenio empezó. La primera resurrección es la resurrección espiritual del alma del pecado (De Civ. Dei Lib. XX). Así el número 1,000 debe ser tomado indefinidamente.
INTERPRETACIÓN
Sería igualmente fatigoso e inútil enumerar aún las aplicaciones más prominentes hechas del Apocalipsis. El odio racial y el rencor religioso han encontrado en todas las épocas en su visión materia muy conveniente y satisfactoria. Personas tales como Mahoma, el Papa, Napoleón, etc., han sido identificadas a su tiempo con la bestia y la ramera. Particularmente para los 'reformadores' el Apocalipsis era una cantera inagotable de dónde extraer invectivas que podrían lanzar entonces contra la jerarquía romana. Las siete colinas de Roma, las túnicas de color escarlatas de los cardenales, y los abusos infortunados de la corte papal provocaron una aplicación fácil y tentadora. Gracias a la investigación paciente y activa de estudiosos, la interpretación del Apocalipsis ha sido transferida a un campo libre de 'odium theologicum'. Pero entonces el significado del Vidente es determinado por las reglas de exégesis común. Aparte de la resurrección, el milenio, y las plagas que preceden la consumación final, ellos ven en sus visiones una referencia a los acontecimientos principales de su época. Su método de interpretación puede llamarse histórico comparado con la aplicación teológica y política de edades anteriores. La clave para los misterios del libro la encuentran en 17, 8-14. Pues así dice al Vidente: 'El que pueda entender que entienda.'
La bestia del mar que había recibido plenitud de poder del dragón, o Satanás, es el Imperio romano, o más bien, César, su representante supremo. La imagen de la bestia con la que sus siervos son marcados es la imagen del emperador en las monedas del reino. Este parece ser el significado obvio del pasaje: que todas las transacciones comerciales, todas las compras y ventas eran imposibles si no se tenía la marca de la bestia (Ap. 13, 17). Contra esta interpretación se objeta que los judíos en el tiempo de Cristo no tenían ningún escrúpulo manejando dinero en el que la imagen de César estaba grabada (Mt. 12, 15-22). Pero debe tenerse presente que el horror de los judíos hacia las imágenes imperiales era principalmente debido a la política de Calígula. Él confiscó algunas de sus sinagogas, y las transformaba en templos paganos poniendo su estatua en ellos. Él incluso intentó erigir una imagen de él en el Templo de Jerusalén (Jos. Ant., XVIII, viii, 2).
Las siete cabezas de la bestia son siete emperadores. Cinco de ellos el Vidente dice que son caído. Ellos son Tiberio Augusto, Calígula, Claudio y Nerón. El año de la muerte de Nerón es el 68 D.C. El Vidente continúa diciendo: 'Uno es', a saber Vespasiano, años 70-79 D.C; es el sexto emperador. El séptimo, nos dice el Vidente, 'no ha venido todavía, pero cuando venga, su reino será corto'. Así se prevé a Tito, quién reinó apenas dos años (79-81). El octavo emperador es Domiciano (81-96). De él, el Vidente tiene algo muy peculiar que decir: Lo identifica con la bestia y lo describe como aquel que 'era y no es, y que saldrá del pozo sin fondo' (17, 8). En el versículo 11 agrega: 'Y la bestia que era y no es: ella misma también es la octava, y es de los siete, y va a la destrucción'. Todos esto suena como lenguaje de los oráculos. Pero la pista para su solución es preparada por una creencia popular muy difundida en aquel momento. La muerte de Nerón había sido atestiguada por pocos, de modo que sobre todo en el Este había la idea de que Nerón todavía estaba vivo. Gentiles, judíos y cristianos estaban bajo el engaño de que él estaba escondiéndose, y como se creía normalmente, que se había ido con los enemigos más problemáticos del imperio. De ahí que esperaban que volvería a la cabeza de un ejército poderoso para vengarse de sus enemigos. La existencia de esta creencia imaginativa es un hecho histórico bien atestiguado. Tácito habla de él: 'Achaia atque Asia falso exterrit velut Nero adventaret, vario super ejus exitu rumore eoque pluribus vivere eum fingentibus credentibusque' (Hist., II, 8). Así también 'Dio Chrysostomus: kai nyn (alrededor del año 100 D.C.) eti pantes epithymousi zen oi de pleistoi kai oiontai (Orat., 21, 10,; cf. Sebo., 'Vit. Caes'. s.v. Nero, 57, y los Oráculos de la Sibilina, V, 28-33). Por tanto, los contemporáneos del Vidente creían que Nerón estaba vivo y esperaban su retorno. El Vidente o bien compartió su creencia o la utilizó para su propio propósito. Nerón había hecho un nombre para sí por su crueldad y libertinaje. Los cristianos en particular tenían razones para temerle. Bajo él tuvo lugar la primera persecución. La segunda ocurrió bajo Domiciano. Pero diferente a la anterior, no se limitó a Italia, sino que se extendió a lo largo de las provincias. Muchos cristianos fueron llevados a la muerte, otros desterrados (Eusebio, Hist. Eccl., III, 17-19). De esta manera el Vidente fue llevado a considerar Domiciano como un segundo Nerón, 'Nero redivivus'. De allí que lo describiera como 'el que era, que no, y que había de volver'. De ahí que lo cuenta como el octavo y al mismo tiempo le hace uno de los siete precedentes, el quinto, Nerón. La identificación de los dos emperadores era fácil de hacer pues incluso autores paganos llamaron a Domiciano un segundo Nerón (calvus Nero, Juvenal. IV, 38). La creencia popular acerca de la muerte de Nerón y su retorno parece ser referida también en el pasaje (13, 3): 'Y yo vi uno de sus cabezas como si fuera cortada hasta la muerte: y su herida de muerte fue sanada.'
Los diez cuernos son explicados comúnmente como los gobernantes vasallos bajo la supremacía de Roma. Son descritos como reyes (basileis), en un sentido más amplio, pues ellos no son reyes verdaderos, sino que recibieron poder para gobernar con la bestia. Su poder, además, es apenas para una hora, significando su corta duración e inestabilidad (17, 17). El Vidente ha marcado la bestia con el número 666. Su propósito era que por este número la gente lo conociera. El que entienda, que cuente el número de la bestia. Porque es el número de un hombre: y su número es seiscientos y sesenta y seis. Un número humano, es decir inteligible por las reglas comunes de investigación. Nosotros tenemos aquí un caso judío de gematría. Su objeto es ocultar un nombre sustituyéndolo con una cifra de igual valor numérico a las letras que lo componen. Por mucho tiempo intérpretes intentaron descifrar el número 666 por medio del alfabeto griego, por ej., Ireneo, 'Adv. Haer'., V, 33. Sus esfuerzos no han dado ningún resultado satisfactorio. El éxito mejor ha sido obtenido usando el alfabeto hebreo. Muchos estudiosos han llegado a la conclusión de que su significado es Nerón. Pues cuando el nombre que 'César Nerón' es deletreado con letras hebreas, da la cifra 666.
La segunda bestia, la de la tierra, el seudoprofeta cuyo oficio era ayudar a la bestia del mar, probablemente significa el trabajo de seducción continuado por los cristianos apóstatas. Ellos se dedicaron a hacer que sus compañeros cristianos adoptasen las prácticas paganas y se sometiesen al culto del César. Parece que no son los Nicolaítas de las siete Epístolas. Porque ellos son comparados allí a Balaam y Jezabel que seducen los Israelitas a la idolatría y fornicación. La mujer con dolores de parto es una personificación de la sinagoga o la iglesia. Su primogénito es Cristo, su otra descendencia es la comunidad de los creyentes.
En esta interpretación, de la que hemos dado un resumen, hay dos dificultades:
En la enumeración de los emperadores tres son pasados por alto, Galba, Otto, y Vitelio. Pero esta omisión puede ser explicada por la brevedad de sus reinos. Cada uno de los tres reinó apenas unos meses.
La Tradición ubica el Apocalipsis en el reino de Domiciano. Pero según el cómputo dado antes, el Vidente mismo ubica su obra en el reino de Vespasiano. Pues si este cómputo fuera correcto, Vespasiano es el emperador a quien él designa como 'el que es'. A esta objeción, sin embargo, puede contestarse que era la costumbre de escritores apocalípticos, por ej., Daniel, Enoc, y los libros Sibilinos, lanzar sus visiones en la forma de profecías y darles la apariencia de ser la obra de una fecha más temprana. Ningún fraude literario se pretendía con ello. Era meramente un estilo peculiar de escritura adoptado como más adecuado al asunto. El Vidente del Apocalipsis sigue esta práctica. Aunque realmente desterrado en Patmos en el reino de Domiciano, después de la destrucción de Jerusalén, él escribió como si él hubiera estado allí y visto sus visiones en el reino de Vespasiano quizá cuando el templo todavía existía. Cf. 2, 1. 2.
¨SEA PARA GLORIA DE DIOS _________________
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