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Amar, creer, y soñar la Iglesia

 
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Autor Mensaje
Luis Fernando
Veterano


Registrado: 04 Dic 2005
Mensajes: 1072

MensajePublicado: Mie Ago 02, 2006 3:16 pm    Asunto: Amar, creer, y soñar la Iglesia
Tema: Amar, creer, y soñar la Iglesia
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Amar, creer, y soñar la Iglesia

Con frecuencia entro en la página web de la archidiócesis de Chieti-Vasto. Su arzobispo, Bruno Forte, es un teólogo mundialmente renombrado y, como pastor, parece un hombre comprometido y hasta original en su labor. Por ejemplo, ha organizado una serie de encuentros al estilo de las quaestiones quodlibetales, en las que el arzobispo – como otrora se hacía en las universidades de la Edad Media – dialoga sobre diversos problemas con expertos en variadas materias: con el Ministro de Economía, sobre “ética, mercado y desigualdad”; con un filósofo y con una pintora, sobre la posibilidad de representar en el arte el encuentro con Dios; o con un músico, para debatir sobre “la música y lo sagrado”.

Pero no querría extenderme sobre estas y otras iniciativas. Mi propósito es comentar una “Carta sobre la Iglesia”, escrita por el arzobispo Forte a finales de julio. Tres verbos articulan el contenido de la carta, de sólo tres páginas: “Amar”, “creer”, “soñar”.

“Sí, amo la Iglesia [...] Por ello te hablaré de ella como me dicta el amor”, escribe Bruno Forte. Las razones del amor son múltiples, como múltiples son las razones por las que se ama a una madre. Basta pensar lo que la Iglesia ha hecho por cada uno: la generación a la vida divina por el bautismo, la ayuda para crecer en la fe con la predicación, el alimento de la Eucaristía, la oferta del perdón en la Penitencia, la gracia de la propia vocación y misión. Al pensar en todo esto, “el impulso a amarla y a hacerla siempre más creíble y bella me aparece superior a toda razón contraria”.

Pero ese amor, nacido de la gratitud, hunde sus raíces en una convicción profunda: la Iglesia “no nace de una convergencia de intereses humanos o del impulso de algún corazón generoso, sino que es don de lo alto, fruto de la iniciativa divina”. El amor hunde, pues, sus raíces en la fe y en las razones de la fe. La Iglesia es el pueblo de Dios, el pueblo formado por Él, perteneciente a Él, orientado a Él; “la casa y la escuela de la comunión” con Él.

El segundo verbo es “creer”: “Sí: creo la Iglesia”, “credo Ecclesiam”. La Iglesia entra en el objeto de la fe no tanto por sí misma, sino porque es obra de Dios, misterio, “tienda de Dios entre los hombres, fragmento de carne y de tiempo en el que el Espíritu del Eterno ha tomado morada”. Del creer brota el saber; la conciencia lúcida de que “la Iglesia no se inventa ni se produce, sino que se recibe”. La Iglesia es un don que se acoge, un “icono de la Trinidad”, una “imagen viviente de la comunión del Dios que es Amor”.

Desde el modelo trinitario, del cual la Iglesia es imagen, contempla Forte tanto la variedad de dones y de servicios que en ella se dan, como la profunda unidad de todos los bautizados. En la comunión de los creyentes “adultos y responsables en la fe y en el amor”, cada uno ha de ser capaz de pronunciar con la vida tres grandes “no” y tres grandes “sí”.

¿Cuáles son estos “no” y estos “sí”? Al “no” de la falta de compromiso, del desinterés, hay que corresponder con el “sí” de la corresponsabilidad. Al “no” a la división hay que oponer el “sí” al diálogo fraterno. Al “no” a la nostalgia del pasado, el “sí” a la continua reforma, para que cada cual pueda realizar siempre más fielmente la llamada de Dios.

El tercer verbo es “soñar” la Iglesia. Soñar una Iglesia siempre más misionera, “comprometida en su continua purificación y en su renovación”, siendo cada vez más “pueblo de la caridad, testigo de la alegría y de la esperanza”. Iglesia del amor; Iglesia católica, en diálogo con las otras tradiciones cristianas y en diálogo con Israel, cuya fe sigue siendo la santa raíz del buen olivo del cristianismo. Iglesia que no teme, sin dejar de anunciar a Jesucristo, testimoniar, junto a los creyentes de otras religiones, la presencia de lo divino en la historia.

La carta termina con una oración, que reproducimos íntegramente: “Dios, Trinidad Santa, de Ti viene la Iglesia, pueblo peregrino en el tiempo llamado a celebrar sin fin la alabanza de Tu gloria. En Ti vive la Iglesia, icono de Tu amor, comunión en el diálogo y en el servicio de la caridad. Hacia Ti tiende la Iglesia, signo e instrumento de Tu obra de reconciliación y de paz en la historia del mundo. Concédenos amar a esta Iglesia como a nuestra Madre y quererla con toda la pasión del corazón Esposa bella de Cristo, sin mancha ni arruga, una, santa, católica y apostólica, partícipe y transparente de la vida del eterno Amor en el tiempo de los hombres, para que sea luz de salvación para todas las gentes”.

Guillermo Juan Morado.

Fuente: http://blogs.periodistadigital.com/predicareneldesierto.php/2006/08/02/amar_creer_y_sonar_la_iglesia
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Sólo la Iglesia Católica puede salvar al hombre ante la destructora y humillante esclavitud de ser hijo de su tiempo.
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