La pequeñez del hombre y la Magnanimidad de Dios

[enriqueellena]

Cuando la pareja llega al matrimonio y recibe el Sacramento que los une y los compromete ante Dios, debería elevar su mirada al Creador y tomar conciencia de su pequeñez, de su naturaleza y sus limitaciones, de esa manera con el horizonte puesto es El, pueda actuar y avanzar en la vida, conciente de que sin la ayuda de su Señor nada será posible.

Solo consagrando nuestras vidas a la obediencia y al amor mandado por Dios seremos capaces de seguir un camino exitoso y cristiano. Cuando la soberbia instigada por Satanás comienza a hacer aparecer la vanidad de la suficiencia, a comenzado el incendio en el matrimonio, el camino de la destrucción, de las discusiones y los reproches.

Para caminar en el matrimonio de la mano de Dios, hay que asumir el Sacramento de manera inseparable a Su presencia permanente y constante en la vida de la pareja. Vivir como El manda, hacer oración nuestras obligaciones y darnos con el amor envenado por Dios.

[Luciana Belén]

Tan grande es la pequeñez del hombre
que puede contener a Dios.

En cada flor una gota de rocío
y en cada gota de rocío...un sol.
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"Aspira a lo celeste que siempre dura, fiel y rico en promesas Dios no se muda."

[Mar Simón]

Hay tantas bodas por la iglesia por el vestido, la ceremonia....
nadie puede hablar de si se siente a Dios o no, pero sorprende ver
a parejas que no son practicante, en un matrimonio religioso.

Supongo que Dios estará ahí, le han invitado, aunque sea "de paso",
y quién sabe cómo podrá influir en las personas.

[Reyna Sánchez Benítez]

El Señor influye en las personas de mil modos... de la manera que menos se lo espera uno, en el momento que menos lo imaginamos, el Señor está presente, haciendo su obra en nosotros. Precisamente por su magnanimidad.

Ya depende de nuestra necedad o nuestra docilidad, si lo escuchamos y nos dejamos moldear por Él.

Algo que en mi experiencia he aprendido que es un gran obstáculo para avanzar en el matrimonio, es la poca disponibilidad al sacrificio. Cuando las cosas andan mal, pedimos fervientemente al Señor su ayuda, pero no estamos dispuestos a dar de nosotros nada.

Pedimos ayuda para que "por arte de magia", el otro cambie, la situación cambie, pero no queremos cambiar nosotros. Es ahí donde se hace presente la soberbia... el peor de los males.
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Reyna
Señor... que me pierda en Ti, como la gota en el océano!