Padre Emiliano Tardif: “Cuando yo llegue al Cielo…”

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Padre Emiliano Tardif: “Cuando yo llegue al Cielo…”





Phillipe Madre, diácono permanente en la comunidad de las Bienaventuranzas, ejerce un ministerio de sanación. Por este motivo ha conocido de muy cerca al padre Emiliano Tardiff. Han orado juntos y en muchas oportunidades han intercambiado sus puntos de vista sobre este carisma, a menudo mal comprendido por los fieles.


Un día, testimonia el padre Emiliano, predicaba en Lourdes y había muchísimos enfermos en sillas de ruedas. Antes de la ceremonia he pedido a los responsables de esa peregrinación: “¿podrían retirar las amarras a estos enfermos?”. Estaban firmemente sujetos con cinturones al punto que aun un gigante no hubiera podido levantarles de sus sillas. Y dije: “¿Dónde está vuestra fe? ¿Por qué amarran de esa manera a los enfermos mientras que piden al Señor que les haga ponerse de pie…?”. Entonces aceptaron acceder a mi petición y he aquí que una dama se levantó de su silla y se puso a caminar.
Después de la ceremonia se acercó un periodista y me preguntó: “padre: ¿cómo es posible que esta mujer que estaba en una silla de ruedas pudo levantarse y caminar, mientras que la otra, vecina suya a la que conozco muy bien y que tiene una enorme fe, no se ha levantado?, ¿cómo puede usted explicar esto?”. Yo le respondí:
“¡Esa será la primera pregunta que yo le haré al Señor cuando vaya al cielo. Luego podré responderte!”.
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"A la tarde te examinarán en el amor; aprende a amar como Dios quiere ser amado y deja tu condición".
San Juan de la Cruz

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Querido Emiliano, tu lo ves ahora, ves a tu Señor, El a quien amabas contemplar en la Eucaristía. Este Dios de la Vida que te amaba y al que irradiabas con esperanza, ha venido a buscarte y tomarte con El ese martes 8 de junio, al final de la predicación de un retiro para sacerdotes en Córdoba Argentina.

Esta pregunta, el padre Tardif la hace al Señor… y sin lugar a dudas que se regocija al oír la respuesta.



La noticia ha dado la vuelta al mundo rápidamente y fue una sorpresa, dolorosa sorpresa en tanto que nadie lo esperaba.
Te esperaban muchas personas en diferentes partes del mundo, eran multitudes que tenían certeza de la autenticidad de tu prédica y tu poderosa oración llena de confianza. Y de qué sirve lamentarse en un legítimo primer movimiento de tristeza, si lo que es más grande es el deseo de entrar en la acción de gracias por todo aquello que Jesús nos dio a través de tu persona, su humilde instrumento.

¿Qué nos dirías tú?

¿Qué nos dirías tú frente a esta tristeza que puede tocar el corazón de los que sufren tu ausencia y que se disponen a venir para orar contigo, exponiéndose así a la misericordia de Cristo Resucitado?

Nos mirarías con tu rostro lleno de compasión, tu sonrisa de buen hombre y tus ojos brillantes de humor, para animarnos diciéndonos: ¿Dónde está vuestra fe?... No olviden que Jesús hizo de mí un testigo y no más que un testigo.
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Es Jesús que sana

Emiliano Tardif sufría frecuentemente por el hecho que le llamaran “el taumaturgo” o “el santo que tenía poder para hacer milagros”. De manera más despectiva, fue tratado por algunos medios de comunicación como “el mago”, “el curandero” y hasta “el gurú manipulador de las multitudes”.
Emiliano sufría, no por los juicios y calificativos que se dirigían a su persona, sino porque el poder del Amor de Jesucristo no era suficientemente reconocido en el ministerio de predicación y de sanación que cumplía incansablemente. El tenía una conciencia simple y aguda a la vez, de la misión que el Espíritu Santo le había encomendado, así como de los dones carismáticos que le fueron conferidos para el servicio de esta misión.
El sabía ciertamente que Jesús le había escogido, pero nunca para “jugar el rol del Jesús que sana” en nuestro mundo moderno.
El sabía que todo es don del Amor de Dios y que el, Emiliano, era un instrumento en las manos Divinas de Cristo, del que fue testigo.


Es por esto que es importante recibir este otro testimonio de parte de Emiliano Tardif:
“Predicaba en un santuario de Maastricht en Holanda, y había recibido una palabra de conocimiento que decía: Hay en esta asamblea una persona sorda, esta persona usa audífonos que no le permiten sino escuchar mucho ruido. Por favor, retíralos de tus oídos porque el Señor viene para curarte. Una religiosa ya bastante mayor se aproxima delicadamente con lágrimas en los ojos y sus audífonos en las manos. Ante el micrófono ella contó que sufría de sordera desde la edad de 4 años, y que sin esos audífonos ella no podía escuchar absolutamente nada. Durante la oración, comenzó a escuchar mucho ruido. Se preguntó: “¿se habrán echado a perder…?” y entonces, retirándolos se da cuenta que algo había pasado: el Señor le había sanado.
Pero lo más sorprendente es que mientras contaba su testimonio, otra religiosa que se parecía a ella como dos gotas de agua, se acercó pera contar que ella también había sido curada y traía en sus manos también sus audífonos. ¡Se trataba de dos religiosas, hermanas gemelas, que eran religiosas en el mismo convento! Ellas fueron sanadas al mismo tiempo. Un poco más tarde, un médico, que a la vez era periodista de profesión, me ha pedido una explicación sobre esta sanación. Yo le he respondido: “¡Pregúntele a Jesús, es El que las ha sanado y no yo. Si usted quiere saber cómo, cuándo y por qué, póngase de rodillas y pídale a Jesús que le explique cómo sano a estas gemelas al mismo tiempo!”
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¿Dónde está vuestra fe?

Yo creo (como seguramente varias otras personas) haber conocido bien al padre Tardif, porque animábamos encuentros juntos de manera bastante frecuente donde ejercíamos el ministerio de Predicación y sanación y su evolución en la Renovación Carismática católica internacional. Orábamos juntos, sea en la intimidad de unas pocas personas o por muchos enfermos con ocasión de jornadas y reuniones masivas de oración. También nos tocó hacerlo en momentos imprevistos, un tanto aventureros, como fue durante ese día en la que nos encarcelaron cuando fuimos a la ex Yugoslavia, cerca de Medjugorje en el año de 1982, donde predicábamos el primer retiro local de sanación. Ya el segundo día de retiro había mucha gente, el tercer día era desbordante la asistencia y por ello la policía nos arresto bajo el sorprendente cargo que decía: “¡si bien es cierto la ley no prohíbe orar por los enfermos, si está prohibido hacer curaciones!”



Es sobre todo en la prisión, antes de que nos expulsen de ese país, que conocí más profundamente a Emiliano. El sabía estar a la escucha del prójimo, el guardaba una paz inconmovible bajo toda circunstancia, aun en la más preocupante situación. El estaba desbordante de confianza en Dios y sabía servirse de su buen sentido del humor para hacer el bien. La oración, el sabía lo que era… la Adoración Eucarística igualmente, este era su soporte en el ministerio de sanación, es decir, tanto la Eucaristía como la contemplación, el vivía eso de manera permanente.
Todavía lo escucho decirme: “En lo que a mi concierne, me gusta mucho unir el ministerio de sanación con la Eucaristía, sobre todo para invitar a la gente a centrar su mirada en la Persona de Jesucristo. Es El que libera, que sana, que perdona. Es en esta contemplación del santísimo Sacramento que la gente puede crecer en la fe de la que necesitan. Esta presencia viva de Jesús en la Eucaristía es verdaderamente una gracia de la cual debemos sacar el mayor provecho”.

Lo que regocijaba más a Emiliano no era que el Señor entregue signos de sanación durante su predicación o su ministerio, aun si era para la pura Gloria de Dios. El gozaba cuando veía que la gente podía dar un paso delante en cuanto a la convicción y la fe más profunda en el amor manifestado en Jesucristo.
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¿Carismas o distracciones?

En el contexto del ministerio de sanación que el Señor le había confiado, Emiliano había recibido el carisma de conocimiento inmediato, esta percepción inmediata, clara y repentina de algo que el Espíritu Santo esta haciendo en una o varias personas precisas, las que se podían reconocer y de esta manera, abrirse a la gracia de Dios. Porque la palabra de conocimiento hace crecer la fe de la persona que beneficia de esa gracia y también de toda la asamblea.

Todos nosotros hemos sido conmovidos por las palabras carismáticas de Emiliano Tardif y sabemos también cómo este carisma puede ocasionar críticas, incomprensiones y escepticismo, lo cual supone un riesgo real de “asfixiar la acción del Espíritu Santo” en medio de una reunión de oración. Pero el ejercicio de estos carismas, a pesar de las dificultades que frecuentemente se encuentran, constituían para el padre Emiliano una suerte de escuela de la simplicidad y docilidad al Espíritu Santo, a la que el gustaba someterse. Con el humor que le caracterizaba, me dijo alguna vez que estás eran, a su manera, sus distracciones en la oración…

Distracciones en este hombre de oración, este apóstol carismático. ¡El las tenía sin duda!. Pero expresar en estos términos la manera cómo vivía este carisma, muestra a qué punto el tenía una confianza interior en Dios y un abandono en el Espíritu inquebrantable, que le permitía acoger en toda simplicidad las gracias de Dios en la oración. Esto es lo que a menudo, los carismáticos tienen dificultad de vivir.
Los comienzos de este carisma en la historia del padre Tardif, reflejan esa simplicidad que resulta difícil de comprender y que permiten que la gracia de Dios venga a nuestro encuentro.



Para el, esto había comenzado poco después de su propia sanación (carismática) de tuberculosis pulmonar aguda, enfermedad que fue el instrumento esencial de su “nueva conversión” (como el la llamaba) y de su adhesión a esta vida en el Espíritu que, antes de estos hechos, le incomodaba.
El hablaba de esta incomodidad con bastante humor y nos contaba la siguiente reflexión que le hizo un sacerdote: “¡Yo no se si los carismáticos son unos locos, pero en mi parroquia, todos los locos se han hecho carismáticos!”
Sin embargo esta inquietud e incomodidad anterior a su sanación, se trasformó en un celo por ser un testigo de Jesucristo.
Algunos meses más tarde, mientras que celebraba la Eucaristía en su Iglesia parroquial de Pimentel, en Santo Domingo, el padre Emiliano había recibido en su corazón un pensamiento insistente que se resumía a una sola palabra: “estómago”.
Sorprendido y bastante incómodo, finalmente se atrevió y propuso a los feligreses el orar por alguien que había allí y que “posiblemente” sufría de un mal estomacal… No hubo ningún “resultado” inmediato. Pero al día siguiente, un hombre se presento en la Iglesia y testimonió que sufría de una ulcera estomacal muy dolorosa y que había desaparecido durante la noche. ¡La sanación de este hombre fue completa!.
Y esta fue la primera lección de simplicidad en el corazón del padre Emiliano respecto a la recepción de los carismas… y ¡ya conocen ustedes la continuación!
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¡Es agotador!

En 1995, durante la primera reunión de formación de los ministerios de sanación en el mundo, que tuvo lugar gracias a la iniciativa del padre Emiliano, fui invitado a dar una enseñanza sobre el tema “carismas y santidad”. Antes de comenzar le pregunté si deseaba que pusiera el énfasis en algún aspecto del ministerio de sanación. El me respondió: “¡diles que es agotador!”… sugerencia humorística pero a la vez muy realista.
El ministerio de predicación y de sanación está siempre unido al de la evangelización, y si dejamos que Su celo nos devore, finalmente terminaremos por comprender que no es precisamente un ministerio para descansar.

Fatiga por la disponibilidad interior y exterior que esto implica. Fatiga por el hecho de ser continuamente solicitado y no poder pensar en sí, muchas veces no poder atender a sus propias necesidades esenciales…
Fatiga por el verdadero despliegue de compasión cuando esta última es casi permanente porque el espectáculo del sufrimiento humano esta siempre delante de nuestros ojos y no nos deja en paz.
Fatiga por la preocupación de evangelizar y del deseo de trasmitir la verdad al mayor número de gente posible.
Fatiga por los trabajos y las labores que suponen el cumplimiento durable en el tiempo de un ministerio semejante.
Fatiga también por una “existencia” un tanto vagabunda, sometida a los deseos, muchas veces sorprendentes del Espíritu Santo.
Fatiga por las luchas y los combates espirituales múltiples en un cara a cara con el Adversario, bajo todas las formas.
Fatiga por llevar el sufrimiento de saber que no son muchos los hombres y mujeres que reciben a Jesús salvador en sus vidas.
Fatiga que si fuera posible, ese adjetivo se convertiría en sinónimo del celo por Amor a Cristo.
Fatiga que con seguridad ha sido el camino siempre árido y estrecho de nuestro querido Emiliano Tardif…

Fatiga que le agradecemos haber asumido por la Gloria de Dios y el testimonio de su misericordia Divina inagotable.
Sin duda alguna, allí donde el se encuentra, el padre Tardif continua asumiendo su ministerio de oración por nosotros y nos dice con su gran sonrisa: “¡Mira a Jesús, es El quien te sana!”

“¡Estoy feliz de poner mi salud, que el Señor ha restablecido en julio de 1973, al servicio de la evangelización!
Por todo el mundo, el Señor manifiesta su Gloria mediante signos y prodigios, recordando al mundo de hoy que Jesús está vivo en su Iglesia y que tiene aun el mismo poder y la misma bondad por aquellos que tienen fe y oran”
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Datos Biográficos

El padre Emiliano Tardif nació el 6 de junio de 1928 en Saint Zacharie, Beauce, en Québec, Canadá, en medio de una familia de 12 hijos. A los 21 años el se integra a los Misioneros del Sagrado Corazón de Québec y fue ordenado sacerdote en 1955, luego fue enviado a la República Dominicana.
Primero fue profesor en el seminario de los Misioneros del Sagrado Corazón; luego fue director de una revista dedicada a las familias, l’Ami du foyer, esto durante 10 años.
Seguidamente fue nombrado superior de su congregación en República Dominicana y provincial hasta el año de 1973. A esta edad, cae enfermo por causa de una tuberculosis pulmonar. Tuvo que regresar rápidamente a Canadá para ser hospitalizado en Québec.


Los médicos le aseguran que por lo menos deberá quedar hospitalizado por tiempo de un año.
En esos días, el recibe la visita de cinco miembros de un grupo de oración carismático. “Oraron por mí en la habitación del hospital y el Señor me sano a través de ellos, en tres o cuatro días. Dejé el hospital en perfecta salud, hecho del que me regocijo hasta el día de hoy”
Después de esto, el comenzó a estudiar lo que era el movimiento de la Renovación Carismática Católica y asistió a retiros y conferencias para mejor conocer este nuevo Pentecostés que el Señor regalaba a la Iglesia de hoy día.
En 1973, el Señor le regala el carisma de sanación, que según el mismo padre, se desarrolló progresivamente y le fue un maravilloso instrumento para acompañar su obra de evangelización.
En el año de 1974, regresó a la República Dominicana, donde comenzó a trabajar en la Renovación Carismática Católica. Luego, el padre Emiliano no cesa de viajar por todos los continentes para ponerse al servicio de la evangelización, reuniendo en cada una de las jornadas miles y miles de personas que, a través de él, “veían” a Jesús obrando milagros.
De manera muy especial, el se puso al servicio de sus hermanos sacerdotes, a los que quería confirmarles en la gracia sacerdotal.
Es imposible sacar la cuenta de todas las sanciones que el Señor obro a través del ministerio del padre Emiliano Tardif; lo que podemos destacar de el es el testimonio que dio del gran Amor de Dios por la humanidad.
Falleció de un ataque al corazón, el martes 8 de junio de 1999, al final de un retiro sacerdotal que predicó en la ciudad de Córdoba, Argentina.
La República Dominicana le rindió tributo a nivel de todo el país, declarando en su memoria, día de duelo nacional.

Artículo escrito por Phillip Madre
Traducción: NIGUNIM
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