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El Libro de la Vida - Santa Teresa de Jesús de Ávila
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clauabru
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MensajePublicado: Mar Jun 17, 2008 3:35 pm    Asunto:
Tema: El Libro de la Vida - Santa Teresa de Jesús de Ávila
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CAPÍTULO 28

En que trata las grandes mercedes que la hizo el Señor y cómo le apareció la primera vez. Declara qué es visión imaginaria. Dice los grandes efectos y señales que deja cuando es de Dios. Es muy provechoso capítulo y mucho de notar. *

1 Tornando a nuestro propósito (1), pasé algunos días, pocos, con esta visión muy continua, y hacíame tanto provecho, que no salía de oración, y aun cuanto hacía, procuraba fuese de suerte que no descontentase al que claramente veía estaba por testigo. Y aunque a veces temía, con lo mucho que me decían, durábame poco el temor, porque el Señor me aseguraba.

Estando un día en oración, quiso el Señor mostrarme solas las manos con tan grandísima hermosura que no lo podría yo encarecer. Hízome gran temor, porque cualquier novedad me le hace grande en los principios de cualquiera merced sobrenatural que el Señor me haga. Desde a pocos días, vi también aquel divino rostro, que del todo me parece me dejó absorta. No podía yo entender por qué el Señor se mostraba así poco a poco, pues después me había de hacer merced de que yo le viese del todo, hasta después que he entendido que me iba Su Majestad llevando conforme a mi flaqueza natural. ¡Sea bendito por siempre!, porque tanta gloria junta, tan bajo y ruin sujeto no la pudiera sufrir. Y como quien esto sabía, iba el piadoso Señor disponiendo.

2. Parecerá a vuestra merced (2) que no era menester mucho esfuerzo para ver unas manos y rostro tan hermoso. Sonlo tanto los cuerpos glorificados, que la gloria que traen consigo ver cosa tan sobrenatural (3) hermosa desatina; y así me hacía tanto temor, que toda me turbaba y alborotaba, aunque después quedaba con certidumbre y seguridad y con tales efectos, que presto se perdía el temor.

3. Un día de San Pablo (4), estando en misa, se me representó toda esta Humanidad sacratísima como se pinta resucitado, con tanta hermosura y majestad como particularmente escribí a vuestra merced (5) cuando mucho me lo mandó, y hacíaseme harto de mal, porque no se puede decir que no sea deshacerse; mas lo mejor que supe, ya lo dije, y así no hay para qué tornarlo a decir aquí. Sólo digo que, cuando otra cosa no hubiese para deleitar la vista en el cielo sino la gran hermosura de los cuerpos glorificados, es grandísima gloria, en especial ver la Humanidad de Jesucristo, Señor nuestro, aun acá que se muestra Su Majestad conforme a lo que puede sufrir nuestra miseria; ¿qué será adonde del todo se goza tal bien?

4. Esta visión, aunque es imaginaria, nunca la vi con los ojos corporales, ni ninguna, sino con los ojos del alma.

Dicen los que lo saben mejor que yo, que es más perfecta la pasada que ésta, y ésta más mucho que las que se ven con los ojos corporales. Esta dicen que es la más baja (6) y adonde más ilusiones puede hacer el demonio, aunque entonces no podía yo entender tal, sino que deseaba, ya que se me hacía esta merced, que fuese viéndola con los ojos corporales, para que no me dijese el confesor se me antojaba. Y también después de pasada me acaecía esto era luego luego pensar yo también esto: que se me había antojado. Y fatigábame de haberlo dicho al confesor, pensando si le había engañado. Este era otro llanto, e iba a él y decíaselo. Preguntábame que si me parecía a mí así o si había querido engañar. Yo le decía la verdad, porque, a mi parecer, no mentía, ni tal había pretendido, ni por cosa del mundo dijera una cosa por otra. Esto bien lo sabía él, y así procuraba sosegarme, y yo sentía tanto en irle con estas cosas, que no sé cómo el demonio me ponía lo había de fingir para atormentarme a mí misma.

Mas el Señor se dio tanta prisa a hacerme esta merced y declarar esta verdad, que bien presto se me quitó la duda de si era antojo, y después veo muy claro mi bobería; porque, si estuviera muchos años imaginando cómo figurar cosa tan hermosa, no pudiera ni supiera, porque excede a todo lo que acá se puede imaginar, aun sola la blancura y resplandor.

5. No es resplandor que deslumbre, sino una blancura suave y el resplandor infuso, que da deleite grandísimo a la vista y no la cansa, ni la claridad que se ve para ver esta hermosura tan divina. Es una luz tan diferente de las de acá, que parece una cosa tan deslustrada la claridad del sol que vemos, en comparación de aquella claridad y luz que se representa a la vista, que no se querrían abrir los ojos después. Es como ver un agua clara, que corre sobre cristal y reverbera en ello el sol, a una muy turbia (7) y con gran nublado y corre por encima de la tierra. No porque se representa sol, ni la luz es como la del sol; parece, en fin, luz natural y estotra cosa artificial. Es luz que no tiene noche, sino que, como siempre es luz, no la turba nada. En fin, es de suerte que, por gran entendimiento que una persona tuviese, en todos los días de su vida podría imaginar cómo es. Y pónela Dios delante tan presto (8), que aun no hubiera lugar para abrir los ojos, si fuera menester abrirlos; mas no hace más estar abiertos que cerrados, cuando el Señor quiere; que, aunque no queramos, se ve. No hay divertimiento (9) que baste, ni hay poder resistir, ni basta diligencia ni cuidado para ello. Esto tengo yo bien experimentado, como diré (10).

6. Lo que yo ahora querría decir es el modo cómo el Señor se muestra por estas visiones. No digo que declararé de qué manera puede ser poner esta luz tan fuerte en el sentido interior, y en el entendimiento imagen tan clara, que parece verdaderamente está allí, porque esto es de letrados (11). No ha querido el Señor darme a entender el cómo, y soy tan ignorante y de tan rudo entendimiento, que, aunque mucho me lo han querido declarar, no he aun acabado de entender el cómo. Y esto es cierto, que aunque a vuestra merced (12) le parezca que tengo vivo entendimiento, que no le tengo; porque en muchas cosas lo he experimentado, que no comprende más de lo que le dan de comer, como dicen. Algunas veces se espantaba el que me confesaba de mis ignorancias; y jamás me di a entender, ni aun lo deseaba, cómo hizo Dios esto o pudo ser esto, ni lo preguntaba, aunque como he dicho (13) de muchos años acá trataba con buenos letrados. Si era una cosa pecado o no, esto sí; en lo demás no era menester más para mí de pensar hízolo Dios todo, y veía que no había de qué me espantar, sino por qué le alabar; y antes me hacen devoción las cosas dificultosas, y mientras más, más (14).

7. Diré, pues, lo que he visto por experiencia. El cómo el Señor lo hace, vuestra merced lo dirá mejor, y declarará todo lo que fuere oscuro y yo no supiere decir (15).

Bien me parecía en algunas cosas que era imagen lo que veía, mas por otras muchas no, sino que era el mismo Cristo, conforme a la claridad con que era servido mostrárseme. Unas veces era tan en confuso, que me parecía imagen, no como los dibujos de acá, por muy perfectos que sean, que hartos he visto buenos; (16) es disparate pensar que tiene semejanza lo uno con lo otro en ninguna manera, no más ni menos que la tiene una persona viva a su retrato, que por bien que esté sacado no puede ser tan al natural, que, en fin, se ve es cosa muerta. Mas dejemos esto, que aquí viene bien y muy al pie de la letra.

8. No digo que es comparación, que nunca son tan cabales, sino verdad, que hay la diferencia que de lo vivo a lo pintado, no más ni menos. Porque si es imagen, es imagen viva; no hombre muerto, sino Cristo vivo; y da a entender que es hombre y Dios; no como estaba en el sepulcro, sino como salió de él después de resucitado; y viene a veces con tan grande majestad, que no hay quien pueda dudar sino que es el mismo Señor, en especial en acabando de comulgar, que ya sabemos que está allí, que nos lo dice la fe. Represéntase tan señor de aquella posada, que parece toda deshecha el alma se ve consumir en Cristo. ¡Oh Jesús mío!, ¡quién pudiese dar a entender la majestad con que os mostráis! Y cuán Señor de todo el mundo y de los cielos y de otros mil mundos y sin cuento mundos y cielos (17) que Vos crearais, entiende el alma, según con la majestad que os representáis, que no es nada para ser Vos señor de ello.

9. Aquí se ve claro, Jesús mío, el poco poder de todos los demonios en comparación del vuestro, y cómo quien os tuviere contento puede repisar el infierno todo. Aquí ve la razón que tuvieron los demonios de temer cuando bajasteis al limbo (18), y tuvieran de desear otros mil infiernos más bajos para huir de tan gran majestad, y veo que queréis dar a entender al alma cuán grande es, y el poder que tiene esta sacratísima Humanidad junto con la Divinidad. Aquí se representa bien qué será el día del juicio ver esta majestad de este Rey, y verle con rigor para los malos (19). Aquí es la verdadera humildad que deja en el alma (20), de ver su miseria, que no la puede ignorar. Aquí la confusión y verdadero arrepentimiento de los pecados, que aun con verle que muestra amor, no sabe adonde se meter, y así se deshace toda.

Digo que tiene tan grandísima fuerza esta visión, cuando el Señor quiere mostrar al alma mucha parte de su grandeza y majestad, que tengo por imposible, si muy sobrenatural (21) no la quisiese el Señor ayudar con quedar puesta en arrobamiento y éxtasis (que pierde el ver la visión de aquella divina presencia con gozar), sería, como digo, imposible sufrirla ningún sujeto.

¿Es verdad que se olvida después? Tan imprimida queda aquella majestad y hermosura, que no hay poderlo olvidar, si no es cuando quiere el Señor que padezca el alma una sequedad y soledad grande que diré adelante (22), que aun entonces de Dios parece se olvida. Queda el alma otra, siempre embebida. Parécele comienza de nuevo amor vivo de Dios en muy alto grado, a mi parecer; que, aunque la visión pasada que dije (23) que representa Dios sin imagen es más subida, que para durar la memoria conforme a nuestra flaqueza, para traer bien ocupado el pensamiento, es gran cosa el quedar representado y puesta en la imaginación tan divina presencia. Y casi vienen juntas estas dos maneras de visión siempre; y aun es así que lo vienen, porque con los ojos del alma vese la excelencia y hermosura y gloria de la santísima Humanidad, y por estotra manera que queda dicha se nos da a entender cómo es Dios y poderoso y que todo lo puede y todo lo manda y todo lo gobierna y todo lo hinche su amor.

10. Es muy mucho de estimar esta visión, y sin peligro, a mi parecer, porque en los efectos se conoce no tiene fuerza aquí el demonio. Paréceme que tres o cuatro veces me ha querido representar de esta suerte al mismo Señor en representación falsa: toma la forma de carne, mas no puede contrahacerla (24) con la gloria que cuando es de Dios. Hace representaciones para deshacer la verdadera visión que ha visto el alma; mas así la resiste de sí y se alborota y se desabre e inquieta, que pierde la devoción y gusto que antes tenía, y queda sin ninguna oración.

A los principios fue esto como he dicho (25) tres o cuatro veces. Es cosa tan diferentísima, que, aun quien hubiere tenido sola oración de quietud, creo lo entenderá por los efectos que quedan dichos (26) en las hablas. Es cosa muy conocida y, si no se quiere dejar engañar un alma, no me parece la engañará, si anda con humildad y simplicidad. A quien hubiere tenido verdadera visión de Dios, desde luego casi se siente; porque, aunque comienza con regalo y gusto, el alma lo lanza de sí; y aun, a mi parecer, debe ser diferente el gusto; y no muestra apariencia de amor puro y casto. Muy en breve da a entender quién es. Así que, adonde hay experiencia, a mi parecer, no podrá el demonio hacer daño.

11. Pues ser imaginación esto, es imposible de toda imposibilidad. Ningún camino lleva, porque sola la hermosura y blancura de una mano es sobre toda nuestra imaginación: pues sin acordarnos de ello ni haberlo jamás pensado, ver en un punto presentes cosas que en gran tiempo no pudieran concertarse con la imaginación, porque va muy más alto como ya he dicho (27) de lo que acá podemos comprender...; así que esto es imposible. Y si pudiésemos algo en esto, aun se ve claro por estotro que ahora diré: porque si fuese representado con el entendimiento, dejado que no haría las grandes operaciones que esto hace, ni ninguna (28) (porque sería como uno que quisiese hacer que dormía y estáse despierto porque no le ha venido el sueño: él, como si tiene necesidad o flaqueza en la cabeza, lo desea, adormécese él en sí y hace sus diligencias y a las veces parece hace algo, mas si no es sueño de veras, no le sustentará ni dará fuerza a la cabeza, antes a las veces queda más desvanecida), así sería en parte acá (29), quedar el alma desvanecida, mas no sustentada y fuerte, antes cansada y disgustada. Acá no se puede encarecer la riqueza que queda: aun al cuerpo da salud y queda confortado.

12. Esta razón, con otras, daba yo cuando me decían que era demonio y que se me antojaba que fue muchas veces y ponía comparaciones como yo podía y el Señor me daba a entender. Mas todo aprovechaba poco. Porque como había personas muy santas en este lugar (30) (y yo en su comparación una perdición) y no los llevaba Dios por este camino, luego era el temor en ellos; que mis pecados parece lo hacían, que de uno en otro se rodeaba de manera (31), que lo venían a saber, sin decirlo yo sino a mi confesor o a quien él me mandaba.

13. Yo les dije una vez que si los que me decían esto me dijeran que a una persona (32) que hubiese acabado de hablar y la conociese mucho, que no era ella, sino que se me antojaba, que ellos lo sabían, que sin duda yo lo creyera más que lo que había visto. Mas si esta persona me dejara algunas joyas y se me quedaban en las manos por prendas de mucho amor, y que antes no tenía ninguna y me veía rica siendo pobre, que no podría creerlo, aunque yo quisiese. Y que estas joyas se las podría mostrar, porque todos los que me conocían veían claro estar otra mi alma, y así lo decía mi confesor. Porque era muy grande la diferencia en todas las cosas, y no disimulada, sino muy con claridad lo podían todos ver. Porque, como antes era tan ruin, decía yo que no podía creer que si el demonio hacía esto para engañarme y llevarme al infierno, tomase medio tan contrario como era quitarme los vicios y poner virtudes y fortaleza. Porque veía claro con estas cosas quedar en una vez otra (33).

14. Mi confesor, como digo que era un padre bien santo de la Compañía de Jesús (34), respondía esto mismo según yo supe. Era muy discreto y de gran humildad, y esta humildad tan grande me acarreó a mí hartos trabajos; porque, con ser de mucha oración y letrado, no se fiaba de sí, como el Señor no le llevaba por este camino (35). Pasólos harto grandes conmigo de muchas maneras. Supe que le decían que se guardase de mí, no le engañase el demonio con creerme algo de lo que le decía. Traíanle ejemplos de otras personas. Todo esto me fatigaba a mí. Temía que no había de haber con quién me confesar, sino que todos habían de huir de mí. No hacía sino llorar.

15. Fue providencia de Dios querer él durar en oírme, sino que era tan gran siervo de Dios, que a todo se pusiera por El. Y así me decía que no ofendiese yo a Dios ni saliese de lo que él me decía; que no hubiese miedo me faltase. Siempre me animaba y sosegaba. Mandábame siempre que no le callase ninguna cosa. Yo así lo hacía. El me decía que haciendo yo esto, que aunque fuese demonio, no me haría daño, antes sacaría el Señor bien del mal que él quería hacer a mi alma. Procuraba perfeccionarla en todo lo que él podía. Yo, como traía tanto miedo, obedecíale en todo, aunque imperfectamente, que harto pasó conmigo tres años y más (36), que me confesó, con estos trabajos; porque en grandes persecuciones que tuve, y cosas hartas que permitía el Señor me juzgasen mal, y muchas estando sin culpa, con todo venían a él y era culpado por mí, estando él sin ninguna culpa.

16. Fuera imposible, si no tuviera tanta santidad y el Señor que le animaba poder sufrir tanto, porque había de responder a los que les parecía iba perdida, y no le creían; y por otra parte, habíame de sosegar a mí y de curar el miedo que yo traía, poniéndomele mayor. Me había por otra parte de asegurar, porque a cada visión, siendo cosa nueva, permitía Dios me quedasen después grandes temores. Todo me procedía de ser tan pecadora yo y haberlo sido. El me consolaba con mucha piedad y, si él se creyera a sí mismo, no padeciera yo tanto; que Dios le daba a entender la verdad en todo, porque el mismo Sacramento (37) le daba luz, a lo que yo creo.

17. Los siervos de Dios, que no se aseguraban, tratábanme mucho (38). Yo, como hablaba con descuido algunas cosas que ellos tomaban por diferente intención (yo quería mucho al uno de ellos, porque le debía infinito mi alma y era muy santo; yo sentía infinito de que veía no me entendía, y él deseaba en gran manera mi aprovechamiento y que el Señor me diese luz), y así lo que yo decía como digo sin mirar en ello, parecíales poca humildad. En viéndome alguna falta que verían muchas, luego era todo condenado. Preguntábanme algunas cosas; yo respondía con llaneza y descuido. Luego les parecía los quería enseñar, y que me tenía por sabia. Todo iba a mi confesor, porque, cierto, ellos deseaban mi provecho. El a reñirme.

18. Duró esto harto tiempo, afligida por muchas partes, y con las mercedes que me hacía el Señor todo lo pasaba.

Digo esto para que se entienda el gran trabajo que es no haber quien tenga experiencia en este camino espiritual, que a no me favorecer tanto el Señor, no sé qué fuera de mí. Bastantes cosas había para quitarme el juicio, y algunas veces me veía en términos que no sabía qué hacer, sino alzar los ojos al Señor. Porque contradicción de buenos (39) a una mujercilla ruin y flaca como yo y temerosa, no parece nada así dicho, y con haber yo pasado en la vida grandísimos trabajos, es éste de los mayores.

Plega al Señor que yo haya servido a Su Majestad algo en esto; que de que le servían los que me condenaban y argüían, bien cierta estoy, y que era todo para gran bien mío.




NOTAS CAPÍTULO 28

Avanza en el relato de sus experiencias místicas. Primera aparición del Señor: "cómo le apareció por primera vez". Trata de explicarlo en clave doctrinal. Usa el término "aparecer" en acepción mística. En adelante lo utilizará con frecuencia (31, 2; 33, 12-13; 34, 19; 36, 20...). Anteriormente le ha servido para referir la "aparición" de fray Pedro de Alcántara, aún en vida (37, 29).

1 Torna al tema de la visión referida en el c. 27, 2-5: "visión muy continua".

2 García de Toledo.

3 Sobrenaturalmente hermosa. Uso del término técnico "sobrenatural" como adverbio. De nuevo en el n. 9. Cf. 17, 7 nota 25.

4 Probablemente el 25 de enero de 1561, fiesta de la conversión de San Pablo.

5 Vuestra merced: García de Toledo. Alude la Santa a una "Relación" hecha anteriormente para dicho Padre. No ha llegado hasta nosotros. El "mucho me lo mandó" indica una vez más el vivo interés de este teólogo por los escritos de la Santa (cf. epílogo, n. 2).

6 Trata de evaluar tres "maneras de visión". Es más perfecta la pasada (visión espiritual: c. 27, 2); más perfecta que ésta (visión imaginaria de que viene hablando); y ésta mucho más que las corporales (de las que acaba de decir que nunca las vio). Esta (la corporal) dicen que es la más baja (de menor calidad). - Nótese que en toda esta evaluación la Santa se remite a "lo que dicen los entendidos".

7 Es decir: en comparación de una muy turbia...

8 Tan de presto, tan súbitamente.

9 Divertimiento: distracción.

10 Lo dirá en el c. 29, 7.

11 Es decir, la explicación teológica (o psicológica) la deja para los hombres de ciencia.

12 García de Toledo.

13 Lo ha dicho en los cc. 10, 9 y 13, 18.

14 Y mientras más, más: cuanto más dificultosas son, más devoción me producen.

15 Nótese en todo el pasaje la neta contraposición de los dos tipos de saber: ella "dirá lo que ha visto por experiencia"; a los técnicos de la teología les tocará explicarlo.

16 Hartos (dibujos) he visto buenos: quedan numerosos testimonios del gusto de la Santa por la buena pintura. Y de su afición a las imágenes, especialmente de Cristo (Camino 34, 11). Ella misma bordaba primorosamente.

17 Mil mundos y sin cuento mundos: mundos sin fin. - En la frase final: no es nada: el "no" es redundante.

18 Reminiscencia de los textos litúrgicos que presentan el descenso del Resucitado "a los infiernos" (al limbo).

19 Alusión a los textos evangélicos: Mt 24, 30; 25, 31...

20 Humildad que deja la visión.

21 Muy sobrenaturalmente (cf. nota 3).

22 Lo dirá en el c. 30, nn. 12, 15, 18...

23 Alude a la visión "intelectual" referida en el c. 27, 2. Dice que aunque ésta es "más subida" (cf. n. 4), sin embargo las "visiones imaginarias", por quedar más impresas en la memoria, pueden ser más útiles.

24 Contrahacerla: imitarla o simularla.

25 Lo ha dicho en este mismo número.

26 En el c. 27, n. 7 y siguientes.

27 Lo ha dicho en el n. 4 de este capítulo.

28 Dejará la frase inconclusa, por introducir la comparación y el largo paréntesis. El sentido es: "si fuese fantaseado por el propio entendimiento, aparte que no haría los grandes efectos que hace la visión verdadera, la visión falsa dejaría al alma desvanecida..."

29 Acá: en la visión falsa. Pero sigue inmediatamente otro "acá", que designa la visión verdadera. - Al final del número: conhortado, escribe la Santa (cf. 30, 9; 31, 4).

30 En este lugar: Avila.

31 Es decir, que los secretos de la Santa pasaban o se corrían de manera que se hacían públicos...

32 Más claro: "si... me dijeran de una persona a quien etc...".

33 Es decir: "quedar de una vez cambiada o trasformada".

34 "El P. Baltasar Alvarez", anotó el P. Gracián en su ejemplar. - El P. Baltasar -"de los mayores amigos que tengo", escribía la Santa ya al fin de su vida (carta a Isabel de Osorio, 8 de abril de 1580)-, fue jesuita, nacido en Cervera (La Rioja) en 1553. Rector de los Colegios de Medina, Salamanca y Villagarcía de Campos, Provincial varias veces y Visitador. Contaba de 25 a 26 años cuando asumió la dirección del alma de Santa Teresa (1558 ó 1559), de modo que la fina observación que hace enseguida la Santa: "no se fiaba de sí", es la más cabal alabanza que pueda hacerse de la prudencia de este joven jesuita recién ordenado sacerdote (1588).

35 El Señor no le llevaba por este camino de gracias místicas. "Hizo en ella (en la Santa) rigurosas pruebas... y muy grandes exámenes y, entre otros, la hizo confesarse generalmente con el rostro descubierto en el colegio de San Gil de esta ciudad". (Dicho de Ana de los Angeles: BMC 19, 554). - Y el biógrafo del P. Baltasar añade: "Quitóla la comunión 20 días, para ver cómo lo llevaba" (L. DE LA PUENTE: Vida del P. Baltasar, c. 11).

36 Pero fue su confesor por espacio de seis años, según confesión de la propia Santa: "Baltasar Alvarez, que es ahora (1576) rector de Salamanca, la confesó seis años" (Rel. 4, 1). Los tres años largos a que aquí alude la Santa, fueron los primeros, especialmente penosos: 1558-1561.

37 El biógrafo de Baltasar Alvarez glosa así este pasaje: "En lo que dice en las últimas palabras 'que el sacramento le daba luz', apunta las revelaciones que (el P. Baltasar) tenía en la misa acerca de las personas que tenía a su cargo" (op. cit. c. 11). Con todo, cf. c. 23, 14 de Vida.

38 Los siervos de Dios: los "cinco o seis" a que aludió en el c. 25. 14. - El más reacio, recordado enseguida, es el "caballero santo", Francisco de Salcedo.

39 Contradicción de buenos a una mujercilla... parece cosa de nada, dicho así en suma (cf. c. 36, 22, y 30, 6).

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MensajePublicado: Dom Jun 22, 2008 1:18 am    Asunto:
Tema: El Libro de la Vida - Santa Teresa de Jesús de Ávila
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CAPÍTULO 29

Prosigue en lo comenzado y dice algunas mercedes grandes que la hizo el Señor y las cosas que Su Majestad la decía para asegurarla y para que respondiese a los que la contradecían. *

1. Mucho he salido del propósito, porque trataba de decir las causas que hay para ver que no es imaginación; (1) porque ¿cómo podríamos representar con estudio la Humanidad de Cristo y ordenando con la imaginación su gran hermosura? Y no era menester poco tiempo, si en algo se había de parecer a ella. Bien la puede representar delante de su imaginación y estarla mirando algún espacio, y las figuras que tiene y la blancura, y poco a poco irla más perfeccionando y encomendando a la memoria aquella imagen. Esto ¿quién se lo quita, pues con el entendimiento la pudo fabricar?

En lo que tratamos (2), ningún remedio hay de esto, sino que la hemos de mirar cuando el Señor lo quiere representar y como quiere y lo que quiere. Y no hay quitar ni poner, ni modo para ello aunque más hagamos, ni para verlo cuando queremos, ni para dejarlo de ver; en queriendo mirar alguna cosa particular, luego se pierde Cristo (3).

2. Dos años y medio me duró que muy ordinario me hacía Dios esta merced. Habrá más de tres que tan continuo me la quitó de este modo, con otra cosa más subida como quizá diré después; (4) y con ver que me estaba hablando y yo mirando aquella gran hermosura y la suavidad con que habla aquellas palabras por aquella hermosísima y divina boca, y otras veces con rigor, y desear yo en extremo entender el color de sus ojos o del tamaño que era, para que lo supiese decir, jamás lo he merecido ver, ni me basta procurarlo, antes se me pierde la visión del todo. Bien que algunas veces veo mirarme con piedad; mas tiene tanta fuerza esta vista, que el alma no la puede sufrir, y queda en tan subido arrobamiento que, para más gozarlo todo, pierde esta hermosa vista. Así que aquí no hay que querer y no querer (5). Claro se ve quiere el Señor que no haya sino humildad y confusión, y tomar lo que nos dieren y alabar a quien lo da.

3. Esto es en todas las visiones, sin quedar ninguna, que ninguna cosa se puede, ni para ver menos ni más, hace ni deshace nuestra diligencia. Quiere el Señor que veamos muy claro no es ésta obra nuestra, sino de Su Majestad; porque muy menos podemos tener soberbia, antes nos hace estar muy humildes y temerosos, viendo que, como el Señor nos quita el poder para ver lo que queremos, nos puede quitar estas mercedes y la gracia, y quedar perdidos del todo; y que siempre andemos con miedo, mientras en este destierro vivimos.

4. Casi siempre se me representaba el Señor así resucitado, y en la Hostia lo mismo, si no eran algunas veces para esforzarme, si estaba en tribulación, que me mostraba las llagas; algunas veces en la cruz y en el Huerto; y con la corona de espinas, pocas; y llevando la cruz también algunas veces, para como digo necesidades mías y de otras personas, mas siempre la carne glorificada.

Hartas afrentas y trabajos he pasado en decirlo, y hartos temores y hartas persecuciones. Tan cierto les parecía que tenía demonio, que me querían conjurar (6) algunas personas. De esto poco se me daba a mí: más sentía cuando veía yo que temían los confesores de confesarme, o cuando sabía les decían algo. Con todo, jamás me podía pesar de haber visto estas visiones celestiales, y por todos los bienes y deleites del mundo sola una vez no lo trocara. Siempre lo tenía por gran merced del Señor, y me parece un grandísimo tesoro, y el mismo Señor me aseguraba muchas veces. Yo me veía crecer en amarle muy mucho; íbame a quejar a El de todos estos trabajos; siempre salía consolada de la oración y con nuevas fuerzas. A ellos (7) no los osaba yo contradecir, porque veía era todo peor, que les parecía poca humildad. Con mi confesor trataba; él siempre me consolaba mucho, cuando me veía fatigada.

5. Como las visiones fueron creciendo, uno de ellos que antes me ayudaba (8) (que era con quien me confesaba algunas veces que no podía el ministro) (9), comenzó a decir que claro era demonio. Mándanme que, ya que no había remedio de resistir, que siempre me santiguase cuando alguna visión viese, y diese higas, porque tuviese por cierto era demonio, y con esto no vendría; y que no hubiese miedo, que Dios me guardaría y me lo quitaría. A mí me era esto gran pena; porque, como yo no podía creer sino que era Dios, era cosa terrible para mí. Y tampoco podía como he dicho (10) desear se me quitase; mas, en fin, hacía cuanto me mandaban. Suplicaba mucho a Dios que me librase de ser engañada. Esto siempre lo hacía y con hartas lágrimas, y a San Pedro y a San Pablo, que me dijo el Señor, como fue la primera vez que me apareció en su día (11), que ellos me guardarían no fuese engañada; y así muchas veces los veía al lado izquierdo muy claramente, aunque no con visión imaginaria. Eran estos gloriosos Santos muy mis señores.

6. Dábame este dar higas grandísima pena cuando veía esta visión del Señor; porque cuando yo le veía presente, si me hicieran pedazos no pudiera yo creer que era demonio, y así era un género de penitencia grande para mí. Y, por no andar tanto santiguándome, tomaba una cruz en la mano (12). Esto hacía casi siempre; las higas no tan continuo, porque sentía mucho. Acordábame de las injurias que le habían hecho los judíos (13), y suplicábale me perdonase, pues yo lo hacía por obedecer al que tenía en su lugar, y que no me culpase, pues eran los ministros que El tenía puestos en su Iglesia. Decíame que no se me diese nada, que bien hacía en obedecer, mas que él haría que se entendiese la verdad. Cuando me quitaban la oración, me pareció se había enojado. Díjome que les dijese que ya aquello era tiranía. Dábame causas (14) para que entendiese que no era demonio. Alguna diré después (15).

7. Una vez, teniendo yo la cruz en la mano, que la traía en un rosario, me la tomó con la suya (16), y cuando me la tornó a dar, era de cuatro piedras grandes muy más preciosas que diamantes, sin comparación, porque no la hay casi a lo que se ve sobrenatural. Diamante parece cosa contrahecha e imperfecta, de las piedras preciosas que se ven allá. Tenía las cinco llagas de muy linda hechura. Díjome que así la vería de aquí adelante, y así me acaecía, que no veía la madera de que era, sino estas piedras. Mas no lo veía nadie sino yo.

En comenzando a mandarme hiciese estas pruebas y resistiese, era muy mayor el crecimiento de las mercedes. En queriéndome divertir, nunca salía de oración. Aun durmiendo me parecía estaba en ella. Porque aquí era crecer el amor y las lástimas que yo decía al Señor y el no lo poder sufrir; ni era en mi mano (17), aunque yo quería y más lo procuraba, de dejar de pensar en El. Con todo, obedecía cuando podía, mas podía poco o nonada en esto, y el Señor nunca me lo quitó; mas, aunque me decía lo hiciese, asegurábame por otro cabo, y enseñábame lo que les había de decir, y así lo hace ahora, y dábame tan bastantes razones, que a mí me hacía toda seguridad.

8. Desde a poco tiempo comenzó Su Majestad, como me lo tenía prometido (18), a señalar más que era El, creciendo en mí un amor tan grande de Dios, que no sabía quién me le ponía, porque era muy sobrenatural, ni yo le procuraba. Veíame morir con deseo de ver a Dios, y no sabía adónde había de buscar esta vida, si no era con la muerte. Dábanme unos ímpetus grandes de este amor, que, aunque no eran tan insufrideros como los que ya otra vez he dicho (19) ni de tanto valor, yo no sabía qué me hacer; porque nada me satisfacía, ni cabía en mí, sino que verdaderamente me parecía se me arrancaba el alma. ¡Oh artificio soberano del Señor! ¡Qué industria tan delicada hacíais con vuestra esclava miserable! Escondíaisos de mí y apretábaisme (20) con vuestro amor, con una muerte tan sabrosa que nunca el alma querría salir de ella.

9. Quien no hubiere pasado estos ímpetus tan grandes, es imposible poderlo entender, que no es desasosiego del pecho, ni unas devociones que suelen dar muchas veces, que parece ahogan el espíritu, que no caben en sí. Esta es oración más baja, y hanse de evitar estos aceleramientos con procurar con suavidad recogerlos dentro en sí y acallar el alma; que es esto como unos niños que tienen un acelerado llorar, que parece van a ahogarse, y con darlos a beber, cesa aquel demasiado sentimiento. Así acá la razón ataje a encoger la rienda, porque podría ser ayudar el mismo natural; vuelva la consideración con temer no es todo perfecto, sino que puede ser mucha parte sensual (21), y acalle este niño con un regalo de amor que la haga mover a amar por vía suave y no a puñadas, como dicen. Que recojan este amor dentro, y no como olla que cuece demasiado, porque se pone la leña sin discreción y se vierte toda; sino que moderen la causa que tomaron para ese fuego y procuren matar la llama con lágrimas suaves y no penosas, que lo son las de estos sentimientos y hacen mucho daño. Yo las tuve algunas veces a los principios, y dejábanme perdida la cabeza y cansado el espíritu de suerte que otro día y más no estaba para tornar a la oración. Así que es menester gran discreción a los principios para que vaya todo con suavidad y se muestre el espíritu a obrar interiormente. Lo exterior se procure mucho evitar.

10. Estotros ímpetus son diferentísimos. No ponemos nosotros la leña, sino que parece que, hecho ya el fuego, de presto nos echan dentro para que nos quememos. No procura el alma que duela esta llaga de la ausencia del Señor, sino hincan una saeta en lo más vivo de las entrañas y corazón, a las veces, que no sabe el alma qué ha ni qué quiere. Bien entiende que quiere a Dios, y que la saeta parece traía hierba (22) para aborrecerse a sí por amor de este Señor, y perdería de buena gana la vida por El.

No se puede encarecer ni decir el modo con que llaga Dios el alma, y la grandísima pena que da, que la hace no saber de sí; mas es esta pena tan sabrosa, que no hay deleite en la vida que más contento dé. Siempre querría el alma como he dicho (23) estar muriendo de este mal.

11. Esta pena y gloria junta me traía desatinada, que no podía yo entender cómo podía ser aquello. ¡Oh, qué es ver un alma herida! Que digo que se entiende de manera que se puede decir herida por tan excelente causa; y ve claro que no movió ella por dónde le viniese este amor, sino que del muy grande que el Señor la tiene, parece cayó de presto aquella centella en ella que la hace toda arder. ¡Oh, cuántas veces me acuerdo, cuando así estoy, de aquel verso de David: Quemadmodum desiderat cervus ad fontes aquarum (24) que me parece lo veo al pie de la letra en mí!

12. Cuando no da esto muy recio, parece se aplaca algo, al menos busca el alma algún remedio porque no sabe qué hacer con algunas penitencias, y no se sienten más ni hace más pena derramar sangre que si estuviese el cuerpo muerto. Busca modos y maneras para hacer algo que sienta por amor de Dios; mas es tan grande el primer dolor (25), que no sé yo qué tormento corporal le quitase. Como no está allí el remedio, son muy bajas estas medicinas para tan subido mal; alguna cosa se aplaca y pasa algo con esto, pidiendo a Dios la dé remedio para su mal, y ninguno ve sino la muerte, que con ésta piensa gozar del todo a su Bien. Otras veces da tan recio, que eso ni nada no se puede hacer, que corta todo el cuerpo. Ni pies ni brazos no puede menear; antes si está en pie se sienta, como una cosa trasportada que no puede ni aun resolgar; sólo da unos gemidos no grandes, porque no puede más; sonlo en el sentimiento.

13. Quiso el Señor que viese aquí algunas veces esta visión: veía un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo, en forma corporal (26), lo que no suelo ver sino por maravilla; aunque muchas veces se me representan ángeles, es sin verlos, sino como la visión pasada que dije primero (27). En esta visión quiso el Señor le viese así: no era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los ángeles muy subidos que parecen todos se abrasan. Deben ser los que llaman querubines (28), que los nombres no me los dicen; mas bien veo que en el cielo hay tanta diferencia de unos ángeles a otros y de otros a otros, que no lo sabría decir. Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor, que me hacía dar aquellos quejidos (29), y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor, que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento (30).

14. Los días que duraba esto andaba como embobada. No quisiera ver ni hablar, sino abrazarme con mi pena, que para mí era mayor gloria que cuantas hay en todo lo criado.

Esto tenía algunas veces (31), cuando quiso el Señor me viniesen estos arrobamientos tan grandes, que aun estando entre gentes no los podía resistir, sino que con harta pena mía se comenzaron a publicar. Después que los tengo, no siento esta pena tanto, sino la que dije en otra parte antes no me acuerdo en qué capítulo (32), que es muy diferente en hartas cosas y de mayor precio; antes en comenzando esta pena de que ahora hablo, parece arrebata el Señor el alma y la pone en éxtasis, y así no hay lugar de tener pena ni de padecer, porque viene luego el gozar.

Sea bendito por siempre, que tantas mercedes hace a quien tan mal responde a tan grandes beneficios.

NOTAS CAPÍTULO 29

Sigue desarrollando la doble línea temática de los capítulos anteriores: gracias místicas en crescendo; y preocupación doctrinal por ofrecer criterios de discernimiento. - Entre las "mercedes grandes" que anuncia el epígrafe, destacan dos: los "ímpetus" de deseo; y las "heridas de amor". - El hecho de los "grandes ímpetus" lo testificará por esos años (1560...) en las Relaciones 1, 3-4; 3, 5-7; y más tarde en la el. 15 (año 1571) y Rel. 6, 13-17 (año 1576). - Lo desarrollará por extenso en las Moradas VI, cc. 2 y 11.

1 Para ver que no es imaginación la visión intelectual o las hablas místicas de que trató en el capítulo 27, nn. 2 y 7. Allí comenzó a exponer "razones" por las que "el demonio no se puede entrometer... en esta manera de visión y lenguaje". Ahora reanuda el tema para tratar de solas las visiones, especialmente de las imaginarias.

2 En lo que tratamos: en las visiones místicas.

3 Luego se pierde Cristo de vista: cesa la visión.

4 Diré después: se refiere a los "ímpetus" de que hablará en los nn. 8-14 de este capítulo. - De estos "ímpetus tan grandes" volverá a tratar en las Moradas VI, c. 11. - El sentido de la frase que precede es: "esta merced hace más de tres años que cesó de ser tan frecuente, sustituida por otra gracia mística más subida". - Podemos fijar aproximadamente la cronología de la vida anterior de la Santa: las visiones no son anteriores al año 1560 (cf. c. 26, 5); las visiones "imaginarias" comenzaron más tarde, probablemente en la segunda mitad de 1560 (cf. c. 28, nn. 1 y 3), y persistieron con frecuencia especial durante "dos años y medio" (c. 29, 2), o sea, hasta entrado el año 1562; siguen inmediatamente otras gracias místicas que duran "más de tres años" (ib.), segunda mitad de 1565: es precisamente el momento en que la Santa escribe estas líneas de Vida.

5 Así que aquí no hay que querer y no querer: no influye en la visión el desearla o no.

6 Me querían conjurar: someter a los conjuros o exorcismos rituales.

7 A ellos: a los confesores y asesores de espíritu, ya aludidos en los capítulos 23 y 25, aunque siempre en anonimato.

8 Uno de ellos: "Gonzalo de Aranda", anota Gracián en su ejemplar de Vida. Gonzalo de Aranda es un sacerdote de Avila, confesor en la Encarnación, que más tarde ayudará a la Santa en la fundación de San José y en el pleito entre esta fundación y la ciudad. Ahora forma parte de los "cinco o seis" recelosos de la vida mística de la autora. - Con todo, no es segura la afirmación de Gracián.

9 El ministro: el P. Baltasar Alvarez.

10 Lo ha dicho en el c. 27, 1; y en el n. 4 del presente capítulo.

11 En su día: es decir, en su fiesta. Alude a la gracia referida en el c. 27, 2 (en la fiesta de San Pedro); o más probablemente a la primera "aparición", c. 28, 3 (en la fiesta de San Pablo). Nótese el típico léxico teresiano "aparecer".

12Santiguándose... tomaba una cruz en la mano: el consejo de los letrados para combatir el demonio era: "hacer higas", gesto de desprecio; "santiguarse", gesto de defensa para ahuyentar al enemigo; y "oponerle la cruz", gesto de conjuro. "Las higas no tan continuo": no tantas veces, por la repugnancia que le causaban. - El recuerdo dolorido de este último gesto reaparece en las Fundaciones c. 8, 3 (hacia 1573) y en las Moras VI, 9, 12-13 (año 1577). - Para esas fechas, ya había llegado a la Santa el parecer del "Maestro" san Juan de Avila, horrorizado al leer estas páginas en el autógrafo de Vida: esas visiones "si vienen sin ser deseadas, aun se han de huir (evitar) lo posible, aunque no por medio de dar higas...; cierto a mí me hizo horror las que en este caso se dieron, y me dio mucha pena" (carta del 12 de septiembre de 1568: BMC, II, 209).

13 Se refiere a los gestos de mofa con que la turba provoca al Crucificado: Mt 27, 40-42.

14 Dábame causas: igual que "dábame razones" (n. 7), para discernir o demostrar "que no era demonio" (cf. c. 33, 16).

15 Hablará de ellas en el n. 8 y en los cc. 30, 8 y sigs. y 34, 16.

16 Me la tomó el Señor en su mano. Sobre la historia de esta cruz puede verse F. de Ribera, "Vida de la Santa", P. I, c. 11; Jerónimo de San José, "Historia del Carmen Descalzo", L. II, c. 20.

17 Ni era en mi mano: no estaba en mi poder.

18 En el n. 6.

19 Lo ha dicho en el c. 20, 8 y ss. - Poco antes: insufrideros: insufribles (también utiliza esta segunda forma en Moradas VI, 1, 8.

20 La Santa escribe: escondíadesos... apretábadesme: formas arcaizantes, poco frecuentes en sus escritos.

21 Sensual equivale a sensible, o no espiritual (cf. "sensualidad": c. 3, 2 nota 3).

22 La saeta... traía hierba: saeta con hierba o enherbolada era la untada con el zumo de hierbas ponzoñosas, para envenenar o herir (Cobarruvias). Usado aquí en sentido metafórico. En uno de sus poemas, cantará la Santa: "Tiróme con una flecha / enherbolada de amor, / y mi alma quedó hecha / una con su Criador".

23 En los nn. 8 y 10.

24 Salmo 42, 1. La Santa escribe el latín a oído: "quemadmodun desiderad cervus a fontes aguarun".

25 El primer dolor: el causado por la pena mística, no el de las mortificaciones que se hacen para aplacarla.

26 En forma corporal: no quiere decir que fuese visión corporal, pues ya ha asegurado que ella nunca las tuvo (c. 28, 4), sino que lo ha visto "con forma y figura" como en las visiones imaginarias (cf. c. 28; y 31, 9). - Lo que no veo sino "por maravilla": muy rara vez (cf. 14, 5; 25, 6; 30, 16).

27 Alude a la visión intelectual del c. 27, 2.

28 Los que llaman querubines: nótese la circunlocución aproximativa del nombre. Báñez anotó al margen del autógrafo: "más parece de los que llaman serafines". Fray Luis acogió en el texto la nomenclatura de Báñez (p. 255).

29 Aquellos quejidos: alude probablemente a los "gemindos no grandes" del n. 12.

30 Es ésta la famosa gracia de la transververación del corazón o merced del dardo, inmortalizada por Bernini en el grupo marmóreo de Santa María della Vittoria (Roma). - La Santa vuelve a referir este fenomeno místico en las Moradas 6, 2, 4, y en la Relación 5, nn. 15-17.

31 Clara afirmación de que la Santa recibió esa gracia más de una vez.

32 No me acuerdo en qué capítulo: en el c. 20, 9 y ss.

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MensajePublicado: Mar Jun 24, 2008 3:57 pm    Asunto:
Tema: El Libro de la Vida - Santa Teresa de Jesús de Ávila
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CAPÍTULO 30



Torna a contar el discurso de su vida y cómo remedió el Señor mucho de sus trabajos con traer al lugar adonde estaba el santo Fray Pedro de Alcántara, de la orden del glorioso San Francisco. Trata de grandes tentaciones y trabajos interiores que pasaba algunas veces.



1. Pues viendo yo lo poco o nonada que podía hacer para no tener estos ímpetus tan grandes, también temía de tenerlos; porque pena y contento no podía yo entender cómo podía estar junto; (1) que ya pena corporal y contento espiritual, ya lo sabía que era bien posible; mas tan excesiva pena espiritual y con tan grandísimo gusto, esto me desatinaba.

Aún no cesaba en procurar resistir, mas podía tan poco, que algunas veces me cansaba. Amparábame con la cruz y queríame defender del que con ella nos amparó a todos (2). Veía que no me entendía nadie, que esto muy claro lo entendía yo; mas no lo osaba decir sino a mi confesor (3), porque esto fuera decir bien de verdad que no tenía humildad.

2. Fue el Señor servido remediar gran parte de mi trabajo y por entonces todo con traer a este lugar (4) al bendito Fray Pedro de Alcántara, de quien ya hice mención y dije algo de su penitencia (5), que, entre otras cosas, me certificaron había traído veinte años cilicio de hoja de lata continuo. Es autor de unos libros pequeños de oración que ahora se tratan mucho, de romance, porque como quien bien la había ejercitado, escribió harto provechosamente para los que la tienen (6). Guardó la primera Regla del bienaventurado San Francisco con todo rigor y lo demás que allá (7) queda algo dicho.

3. Pues como la viuda sierva de Dios, que he dicho (8), y amiga mía, supo que estaba aquí tan gran varón, y sabía mi necesidad, porque era testigo de mis aflicciones y me consolaba harto, porque era tanta su fe que no podía sino creer que era espíritu de Dios el que todos los más decían era del demonio, y como es persona de harto buen entendimiento y de mucho secreto y a quien el Señor hacía harta merced en la oración, quiso Su Majestad darla luz en lo que los letrados ignoraban. Dábanme licencia mis confesores que descansase con ella algunas cosas, porque por hartas causas cabía en ella (9). Cabíale parte algunas veces de las mercedes que el Señor me hacía, con avisos harto provechosos para su alma.

Pues como lo supo, para que mejor le pudiese tratar, sin decirme nada recaudó licencia de mi Provincial (10) para que ocho días estuviese en su casa, y en ella y en algunas iglesias le hablé muchas veces esta primera vez que estuvo aquí, que después en diversos tiempos le comuniqué mucho (11). Como le di cuenta en suma de mi vida y manera de proceder de oración, con la mayor claridad que yo supe, que esto he tenido siempre, tratar con toda claridad y verdad con los que comunico mi alma, hasta los primeros movimientos querría yo les fuesen públicos, y las cosas más dudosas y de sospecha yo les argüía con razones contra mí, así que sin doblez ni encubierta (12) le traté mi alma.

4. Casi a los principio vi que me entendía por experiencia, que era todo lo que yo había menester; porque entonces no me sabía entender como ahora, para saberlo decir, que después me lo ha dado Dios que sepa entender y decir las mercedes que Su Majestad me hace (13), y era menester que hubiese pasado por ello quien del todo me entendiese y declarase lo que era. El me dio grandísima luz, porque al menos en las visiones que no eran imaginarias no podía yo entender qué podía ser aquello, y parecíame que en las que veía con los ojos del alma tampoco entendía cómo podía ser; que como he dicho (14) sólo las que se ven con los ojos corporales era de las que me parecía a mí había de hacer caso, y éstas no tenía.

5. Este santo hombre me dio luz en todo y me lo declaró, y dijo que no tuviese pena, sino que alabase a Dios y estuviese tan cierta que era espíritu suyo, que, si no era la fe, cosa más verdadera no podía haber, ni que tanto pudiese creer. Y él se consolaba mucho conmigo y hacíame todo favor y merced, y siempre después tuvo mucha cuenta conmigo y daba parte (15) de sus cosas y negocios. Y como me veía con los deseos que él ya poseía por obra que éstos dábamelos el Señor muy determinados y me veía con tanto ánimo, holgábase de tratar conmigo; que a quien el Señor llega a este estado no hay placer ni consuelo que se iguale a topar con quien le parece le ha dado el Señor principios de esto; que entonces no debía yo tener mucho más, a lo que me parece, y plega al Señor lo tenga ahora.

6. Húbome grandísima lástima. Díjome que uno de los mayores trabajos de la tierra era el que había padecido, que es contradicción de buenos, y que todavía me quedaba harto, porque siempre tenía necesidad y no había en esta ciudad quien me entendiese; mas que él hablaría al que me confesaba (16) y a uno de los que me daban más pena, que era este caballero casado que ya he dicho (17). Porque, como quien me tenía mayor voluntad, me hacía toda la guerra. Y es alma temerosa y santa, y como me había visto tan poco había tan ruin, no acababa de asegurarse.

Y así lo hizo el santo varón, que los habló a entrambos y les dio causas y razones para que se asegurasen y no me inquietasen más. El confesor poco había menester; el caballero tanto, que aun no del todo bastó, mas fue parte para que no tanto me amedrentase.

7. Quedamos concertados que le escribiese lo que me sucediese más de ahí adelante, y de encomendarnos mucho a Dios; que era tanta su humildad, que tenía en algo las oraciones de esta miserable, que era harta mi confusión. Dejóme con grandísimo consuelo y contento, y con que tuviese la oración con seguridad, y que no dudase de que era Dios; y de lo que tuviese alguna duda y, por más seguridad, de todo diese parte al confesor, y con esto viviese segura.

Mas tampoco podía tener esa seguridad del todo, porque me llevaba el Señor por camino de temer, como creer que era demonio cuando me decían que lo era. Así que temor ni seguridad nadie podía que yo la tuviese de manera que les pudiese dar más crédito del que el Señor ponía en mi alma. Así que, aunque me consoló y sosegó, no le di tanto crédito para quedar del todo sin temor, en especial cuando el Señor me dejaba en los trabajos de alma que ahora diré. Con todo, quedé como digo muy consolada.

No me hartaba de dar gracias a Dios y al glorioso padre mío San José, que me pareció le había él traído, porque era Comisario General de la Custodia de San José (18), a quien yo mucho me encomendaba y a nuestra Señora.

8. Acaecíame algunas veces y aun ahora me acaece, aunque no tantas estar con tan grandísimos trabajos de alma junto con tormentos y dolores de cuerpo, de males tan recios, que no me podía valer (19).

Otras veces tenía males corporales más graves, y como no tenía los del alma, los pasaba con mucha alegría; mas cuando era todo junto, era tan gran trabajo que me apretaba muy mucho. Todas las mercedes que me había hecho el Señor se me olvidaban. Sólo quedaba una memoria como cosa que se ha soñado, para dar pena. Porque se entorpece el entendimiento de suerte, que me hacía andar en mil dudas y sospecha, pareciéndome que yo no lo había sabido entender y que quizá se me antojaba y que bastaba que anduviese yo engañada sin que engañase a los buenos. Parecíame yo tan mala, que cuantos males y herejías se habían levantado me parecía eran por mis pecados.

9. Esta es una humildad falsa que el demonio inventaba para desasosegarme y probar si puede traer el alma a desesperación. Tengo ya tanta experiencia que es cosa de demonio, que, como ya ve que le entiendo, no me atormenta en esto tantas veces como solía. Vese claro en la inquietud y desasosiego con que comienza, y el alboroto que da en el alma todo lo que dura, y la oscuridad y aflicción que en ella pone, la sequedad y mala disposición para oración ni para ningún bien. Parece que ahoga el alma y ata el cuerpo para que de nada aproveche. Porque la humildad verdadera, aunque se conoce el alma por ruin, y da pena ver lo que somos, y pensamos grandes encarecimientos de nuestra maldad, tan grandes como los dichos (20), y se sienten con verdad, no viene con alboroto ni desasosiega el alma ni la oscurece ni da sequedad; antes la regala, y es todo al revés: con quietud, con suavidad, con luz. Pena que, por otra parte conforta de ver cuán gran merced la hace Dios en que tenga aquella pena y cuán bien empleada es. Duélele lo que ofendió a Dios. Por otra parte, la ensancha su misericordia. Tiene luz para confundirse a sí y alaba a Su Majestad porque tanto la sufrió.

En estotra humildad que pone el demonio, no hay luz para ningún bien, todo parece lo pone Dios a fuego y a sangre (21). Represéntale la justicia, y aunque tiene fe que hay misericordia, porque no puede tanto el demonio que la haga perder, es de manera que no me consuela, antes cuando mira tanta misericordia, le ayuda a mayor tormento, porque me parece estaba obligada a más.

10. Es una invención del demonio de las más penosas y sutiles y disimuladas que yo he entendido de él, y así querría avisar a vuestra merced (22) para que, si por aquí le tentare, tenga alguna luz y lo conozca, si le dejare el entendimiento para conocerlo. Que no piense que va en letras y saber, que, aunque a mí todo me falta, después de salida de ello bien entiendo es desatino. Lo que he entendido es que quiere y permite el Señor y le da licencia, como se la dio para que tentase a Job (23), aunque a mí como a ruin no es con aquel rigor.

11. Hame acaecido y me acuerdo ser un día antes de la víspera de Corpus Christi, fiesta de quien yo soy devota (24), aunque no tanto como es razón. Esta vez duróme sólo hasta el día (25), que otras dúrame ocho y quince días, y aun tres semanas, y no sé si más, en especial las Semanas Santas, que solía ser mi regalo de oración. Me acaece que coge de presto el entendimiento por cosas tan livianas a las veces, que otras me riera yo de ellas; y hácele estar trabucado en todo lo que él quiere y el alma aherrojada allí, sin ser señora de sí ni poder pensar otra cosa más de los disparates que él la representa, que casi ni tienen tomo (26) ni atan ni desatan; sólo ata para ahogar de manera el alma, que no cabe en sí. Y es así que me ha acaecido parecerme que andan los demonios como jugando a la pelota con el alma, y ella que no es parte (27) para librarse de su poder.

No se puede decir lo que en este caso se padece. Ella anda a buscar reparo, y permite Dios no le halle. Sólo queda siempre la razón del libre albedrío, no clara (28). Digo yo que debe ser casi tapados los ojos, como una persona que muchas veces ha ido por una parte, que, aunque sea noche y a oscuras, ya por el tino pasado sabe adónde puede tropezar, porque lo ha visto de día, y guárdase de aquel peligro. Así es para no ofender a Dios, que parece se va por la costumbre. Dejemos aparte el tenerla el Señor (29), que es lo que hace al caso.

12. La fe está entonces tan amortiguada y dormida como todas las demás virtudes, aunque no perdida, que bien cree lo que tiene la Iglesia, mas pronunciado por la boca, y que parece por otro cabo la aprietan y entorpecen para que, casi como cosa que oyó de lejos, le parece conoce a Dios.

El amor tiene tan tibio que, si oye hablar en El, escucha como una cosa que cree ser el que es porque lo tiene la Iglesia; mas no hay memoria de lo que ha experimentado en sí.

Irse a rezar, no es sino más congoja, o estar en soledad; porque el tormento que en sí se siente, sin saber de qué, es incomportable (30).

A mi parecer, es un poco del traslado del infierno (31). Esto es así, según el Señor en una visión me dio a entender; porque el alma se quema en sí, sin saber quién ni por dónde le ponen fuego, ni cómo huir de él, ni con qué le matar.

Pues quererse remediar con leer, es como si no se supiese. Una vez me acaeció ir a leer una vida de un santo para ver si me embebería y para consolarme de lo que él padeció, y leer cuatro o cinco veces otros tantos renglones y, con ser romance, menos entendía de ellos a la postre que al principio, y así lo dejé. Esto me acaeció muchas veces, sino que ésta se me acuerda más en particular.

13. Tener, pues, conversación con nadie, es peor. Porque un espíritu tan disgustado de ira pone el demonio, que parece a todos me querría comer, sin poder hacer más, y algo parece se hace en irme a la mano (32), o hace el Señor en tener de su mano a quien así está, para que no diga ni haga contra sus prójimos cosa que los perjudique y en que ofenda a Dios.

Pues ir al confesor, esto es cierto que muchas veces me acaecía lo que diré, que, con ser tan santos como lo son los que en este tiempo he tratado y trato, me decían palabras y me reñían con una aspereza, que después que se las decía yo ellos mismos se espantaban y me decían que no era más en su mano. Porque, aunque ponían muy por sí de no lo hacer otras veces (que se les hacía después lástima y aún escrúpulo), cuando tuviese semejantes trabajos de cuerpo y de alma, y se determinaban a consolarme con piedad, no podían. No decían ellos malas palabras digo en que ofendiesen a Dios, mas las más disgustadas que se sufrían para confesor (33). Debían pretender mortificarme, y aunque otras veces me holgaba y estaba para sufrirlo, entonces todo me era tormento.

Pues dame también parecer que los engaño, e iba a ellos y avisábalos muy a las veras que se guardasen de mí, que podría ser los engañase. Bien veía yo que de advertencia no lo haría, ni les diría mentira, mas todo me era temor. Uno me dijo una vez (34), como entendió la tentación, que no tuviese pena, que aunque yo quisiese engañarle, seso tenía él para no dejarse engañar. Esto me dio mucho consuelo.

14. Algunas veces y casi ordinario, al menos lo más continuo en acabando de comulgar descansaba; y aun algunas, en llegando al Sacramento, luego a la hora (35) quedaba tan buena, alma y cuerpo, que yo me espanto. No parece sino que en un punto se deshacen todas las tinieblas del alma y, salido el sol, conocía las tonterías en que había estado.

Otras, con sola una palabra que me decía el Señor, con sólo decir: No estés fatigada; no hayas miedo como ya dejo otra vez dicho (36), quedaba del todo sana, o con ver alguna visión, como si no hubiera tenido nada. Regalábame con Dios; quejábame a El cómo consentía tantos tormentos que padeciese; mas ello era bien pagado, que casi siempre eran después en gran abundancia las mercedes.

No me parece sino que sale el alma del crisol como el oro (37), más afinada y clarificada, para ver en sí al Señor. Y así se hacen después pequeños estos trabajos con parecer incomportables, y se desean tornar a padecer, si el Señor se ha de servir más de ello. Y aunque haya mas tribulaciones y persecuciones, como se pasen sin ofender al Señor, sino holgándose de padecerlo por El, todo es para mayor ganancia, aunque como se han de llevar no los llevo yo, sino harto imperfectamente.

15.Otras veces me venían de otra suerte, y vienen, que de todo punto me parece se me quita la posibilidad de pensar cosa buena ni desearla hacer, sino un alma y cuerpo del todo inútil y pesado; mas no tengo con esto estotras tentaciones y desasosiegos, sino un disgusto, sin entender de qué, ni nada contenta al alma. Procuraba hacer buenas obras exteriores para ocuparme medio por fuerza, y conozco bien lo poco que es un alma cuando se esconde la gracia. No me daba mucha pena, porque este ver mi bajeza me daba alguna satisfacción.

16. Otras veces me hallo que tampoco cosa formada puedo pensar de Dios ni de bien que vaya con asiento, ni tener oración, aunque esté en soledad; mas siento que le conozco. El entendimiento e imaginación (38) entiendo yo es aquí lo que me daña, que la voluntad buena me parece a mí que está y dispuesta para todo bien. Mas este entendimiento está tan perdido, que no parece sino un loco furioso que nadie le puede atar, ni soy señora de hacerle estar quedo un credo (39). Algunas veces me río y conozco mi miseria, y estoyle mirando y déjole a ver qué hace; y gloria a Dios nunca por maravilla va a cosa mala, sino indiferentes: si algo hay que hacer aquí y allí y acullá. Conozco más entonces la grandísima merced que me hace el Señor cuando tiene atado este loco en perfecta contemplación. Miro qué sería si me viesen este desvarío las personas que me tienen por buena. He lástima grande al alma de verla en tan mala compañía. Deseo verla con libertad, y así digo al Señor: "¿cuándo, Dios mío, acabaré ya de ver mi alma junta en vuestra alabanza, que os gocen todas las potencias? ¡No permitáis, Señor, sea ya más despedazada, que no parece sino que cada pedazo anda por su cabo!".

Esto paso muchas veces. Algunas bien entiendo le hace harto al caso la poca salud corporal. Acuérdome mucho del daño que nos hizo el primer pecado (40), que de aquí me parece nos vino ser incapaces de gozar tanto bien en un ser (41), y deben ser los míos, que, si yo no hubiera tenido tantos, estuviera más entera en el bien.

17. Pasé también otro gran trabajo: que como todos los libros que leía que tratan de oración me parecía los entendía todos y que ya me había dado aquello el Señor, que no los había menester, y así no los leía, sino vidas de Santos, que, como yo me hallo tan corta en lo que ellos servían a Dios, esto parece me aprovecha y anima. Parecíame muy poca humildad pensar yo había llegado a tener aquella oración; y como no podía acabar conmigo otra cosa, dábame mucha pena, hasta que letrados y el bendito Fray Pedro de Alcántara me dijeron que no se me diese nada. Bien veo yo que en el servir a Dios no he comenzado aunque en hacerme Su Majestad mercedes es como a muchos buenos y que estoy hecha una imperfección, si no es en los deseos y en amar (42), que en esto bien veo me ha favorecido el Señor para que le pueda en algo servir. Bien me parece a mí que le amo, mas las obras me desconsuelan y las muchas imperfecciones que veo en mí.

18. Otras veces me da una bobería de alma digo yo que es, que ni bien ni mal me parece que hago, sino andar al hilo de la gente, como dicen: ni con pena ni con gloria, ni la da vida ni muerte, ni placer ni pesar. No parece se siente nada. Paréceme a mí que anda el alma como un asnillo que pace, que se sustenta porque lo dan de comer y come casi sin sentirlo; porque el alma en este estado no debe estar sin comer algunas grandes mercedes de Dios, pues en vida tan miserable no le pesa de vivir y lo pasa con igualdad, mas no se sienten movimientos ni efectos para que se entienda el alma.

19. Paréceme ahora a mí como un navegar con un aire muy sosegado, que se anda mucho sin entender cómo; porque en estotras maneras son tan grandes los efectos, que casi luego ve el alma su mejora. Porque luego bullen (43) los deseos y nunca acaba de satisfacerse un alma. Esto tienen los grandes ímpetus de amor que he dicho (44), a quien Dios los da. Es como unas fontecicas que yo he visto manar, que nunca cesa de hacer movimiento la arena hacia arriba.

Al natural me parece este ejemplo o comparación de las almas que aquí llegan: siempre está bullendo el amor y pensando qué hará. No cabe en sí, como en la tierra parece no cabe aquel agua, sino que la echa de sí. Así está el alma muy ordinario, que no sosiega ni cabe en sí con el amor que tiene; ya la tiene a ella empapada en sí. Querría bebiesen los otros, pues a ella no la hace falta, para que la ayudasen a alabar a Dios. ¡Oh, qué de veces me acuerdo del agua viva que dijo el Señor a la Samaritana!, y así soy muy aficionada a aquel Evangelio; (45) y es así, cierto, que sin entender como ahora este bien, desde muy niña lo era, y suplicaba muchas veces al Señor me diese aquel agua, y la tenía dibujada adonde estaba siempre, con este letrero, cuando el Señor llegó al pozo. Domine, da mihi aquam (46).

20. Parece también como un fuego que es grande y, para que no se aplaque, es menester haya siempre qué quemar. Así son las almas que digo. Aunque fuese muy a su costa, querrían traer leña para que no cesase este fuego. Yo soy tal que aun con pajas que pudiese echar en él me contentaría, y así me acaece algunas y muchas veces; unas me río y otras me fatigo mucho. El movimiento interior me incita a que sirva en algo de que no soy para más en poner ramitos y flores a imágenes, en barrer, en poner un oratorio, en unas cositas tan bajas que me hacía confusión. Si hacía o hago algo de penitencia, todo poco y de manera que, a no tomar el Señor la voluntad, veía yo era sin ningún tomo (47), y yo misma burlaba de mí.

Pues no tienen poco trabajo a ánimas que da Dios por su bondad este fuego de amor suyo en abundancia, faltar fuerzas corporales para hacer algo por El. Es una pena bien grande. Porque, como le faltan fuerzas para echar alguna leña en este fuego y ella muere porque no se mate (48), paréceme que ella entre sí se consume y hace ceniza y se deshace en lágrimas y se quema; y es harto tormento, aunque es sabroso.

21. Alabe muy mucho al Señor el alma que ha llegado aquí y le da fuerzas corporales para hacer penitencia, o le dio letras y talentos y libertad para predicar y confesar y llegar almas a Dios (49). Que no sabe ni entiende el bien que tiene, si no ha pasado por gustar qué es no poder hacer nada en servicio del Señor, y recibir siempre mucho. Sea bendito por todo y denle gloria los ángeles, amén.

22. No sé si hago bien de escribir tantas menudencias. Como vuestra merced (50) me tornó a enviar a mandar que no se me diese nada de alargarme ni dejase nada, voy tratando con claridad y verdad lo que se me acuerda. Y no puede ser menos de dejarse mucho, porque sería gastar mucho más tiempo, y tengo tan poco como he dicho (51), y por ventura no sacar ningún provecho.



NOTAS CAPÍTULO 30

Los capítulos 30-31 forman una especie de díptico; doble serie de episodios de la vida interior de la autora: el c. 30, "tentaciones y trabajos interiores"; el 31, "tentaciones exteriores y representaciones" demoníacas. Abunda en "menudencias", probablemente instada por el destinatario del escrito, P. García de Toledo: c. 30, 22.

1 Alude a lo dicho en el c. 29, 11: "esta pena y gloria junta me traía desatinada... no podía yo entender cómo podía ser aquello".

2 Nótese el juego de palabras: "yo me amparaba con la cruz, y con ella me quería defender de quien con ella nos amparó a todos".

3 Mi confesor: P. Baltasar Alvarez.

4 Este lugar: Avila, pero evita nombrarlo, como en el título del capítulo.

5 Habló de ambas cosas en el c. 27, 16 y s.

6 Se refiere el Tratado de oración y meditación (Lisboa 1556-1557), y varios otros tratadillos publicados también en Lisboa (1560): Breve introducción para los que comienzan a servir a Dios, Tres cosas que debe hacer el que desea salvarse, Oración devotísima, Petición especial de amor de Dios. En sus Constituciones (n. 8), la Santa recomendará a sus monjas "los libros... del padre fray Pedro de Alcántara".

7 Por lapsus de pluma, en el autógrafo escribió: "ella".

8 "Doña Guiomar de Ulloa", anota Gracián en su ejemplar de Vida. Su elogio lo ha hecho la Santa en el c. 24, 4.

9 Descansase con ella algunas cosas: confiándole sus problemas.

10 Mi provincial: el P. Angel de Salazar, que era Provincial de las carmelitas de la Encarnación.

11 Los encuentros de ambos fueron en casa de Doña Guiomar y "en algunas iglesias": capilla de Mosén Rubí, parroquia de Santo Tomé y en la Catedral. - Tuvieron lugar a mediados de agosto de 1560. - De nuevo se entrevistaron en Toledo (abril 1562) y en Avila (junio/julio de ese mismo año): cf. 36, 1-2.

12 Sin doblez ni encubierta: sin dolo ni tapujos. La Santa había escrito: "sin doblez y encubierta", que luego corrigió. Bien leído ya por fray Luis (p. 359).

13 Nuevamente recuerda la Santa que su capacitación expresiva frente a lo inefable de la experiencia mística es reciente. Posterior a 1560, fecha del primer encuentro con fray Pedro de Alcántara. Cf. c. 12, 6 nota 24.

14 En el c. 28, 4.

15 Daba parte: comunicar, informar de. - Poco antes: tuvo mucha cuenta conmigo: tener atención o atenciones (cf. 2, 3).

16 P. Baltasar Alvarez. - De ello hablan los tres biógrafos: Ribera en su vida de la Santa (I, c. 11), F. Marchese, en la vida de san Pedro de Alcántara (II, c. 12), y La Puente, en su vida del P. Baltasar (c. 11).

17 Era el "caballero santo", Francisco de Salcedo, de quien habló en el c. 23, 6-11.

18 La Custodia de San José: semi-provincia franciscana que llevaba el título de San José.

19 Una segunda mano retocó el autógrafo: "valerme ("me", añadido fuera de la caja de escritura). Fray Luis editó como nosotros: "valer" (p. 362).

20 Dichos al final del n. 8.

21 Equivale a nuestra expresión: "a sangre y fuego".

22 Vuestra merced: es el P. García de Toledo.

23 Cf. el libro bíblico de Job, 2, 6.

24 Fiesta de quien: equivale a "fiesta de la que".

25 Duróme hasta el día: frase oscura. Probablemente, que le duró desde la antevíspera del Corpus hasta el día de la fiesta.

26 Ni tienen tomo: sin importancia (cf. 5, 1; 18, 4). - A continuación, en el autógrafo: "desata" escribió la Santa, creemos que por lapsus (así lo pensó fray Luis, p. 365). La frase hecha "ni atan ni desatan": repite la idea de "disparatar", no decir cosa concertada.

27 No es parte: no es capaz (cf. el final del n. 6), no tiene parte...

28 La razón del libre albedrío: razón y libertad. Le queda apenas la luz mental suficiente para el libre uso de la voluntad...

29 Tenerla: en el sentido de mantener, sostener. La tiene de su mano el Señor.

30 Incomportable (y de nuevo en el n. 14): insoportable (cf. 5, 7.10 nota 14).

31 Traslado del infierno: "traslado" en acepción de "copia o trasunto" (Cobarruvias, p. 140 b 63).

32 Irme a la mano: refrenarme, retenerme.

33 Para confesor: en un confesor, o "para ser dichas por un confesor".

34 "El P. Baltasar Alvarez", anota Gracián en su ejemplar.

35 Luego a la hora: inmediatamente.

36 Otras dos veces lo ha mencionado: c. 25, 18; y c. 26, 2.

37 Imagen bíblica, muy repetida en la liturgia: "como el oro en el crisol, así los prueba el Señor" (Sab. 3, 6; Ecli 2, 5; Prov 27, 21).

38 No siempre distingue la Santa entre entendimiento, pensamiento e imaginación. Véase el epígrafe del cap. 1 de las Moradas IV.

39 Estar quedo (quieto) un credo: "un credo" es una fracción breve de tiempo (cf. c. 15, 7, nota 25).

40 El primer pecado: de Adán, pecado original. La Santa nunca utilizará este término técnico de los teólogos.

41 En un ser: expresión polivalente en la Santa (cf. c. 5, 8 nota 16: "continuamente" y "totalmente"). Aquí quiere decir que, a causa del pecado original, no podemos gozar establemente de las gracias místicas, sin las turbulencias de la imaginación. Más explícito en el c. 40, 18.

42 Sobre esa constante de deseos, cf. c. 15, 14; y los testimonios de ese mismo periodo en R. 1, 8; 3, 9.

43 Bullan, en el autógrafo.

44 En el c. 28, 8-14; y c. 26, 1.

45 Este evangelio: capítulo 4 de San Juan.

46 Jn 4, 15. Ella escribió el latín: "domine da miqui aguan".

47 Sin ningún tomo: sin valor alguno.

48 Porque no se mate: porque no se apague el fuego.

49 Llegar almas a Dios: allegarle almas...

50 Vuestra merced: P. García de Toledo. Como otras veces, el epílogo del capítulo reanuda el diálogo con él.

51 Lo ha dicho en el c. 10, n. 7; y c. 14, n. 8.

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MensajePublicado: Sab Jun 28, 2008 5:31 pm    Asunto:
Tema: El Libro de la Vida - Santa Teresa de Jesús de Ávila
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CAPÍTULO 31



Trata de algunas tentaciones exteriores y representaciones que la hacía el demonio, y tormentos que la daba. Trata también algunas cosas harto buenas para aviso de personas que van camino de perfección. *



1. Quiero decir, ya que he dicho algunas tentaciones y turbaciones interiores y secretas que el demonio me causaba (1), otras que hacía casi públicas en que no se podía ignorar que era él.

2. Estaba una vez en un oratorio, y aparecióme hacia el lado izquierdo, de abominable figura; en especial miré la boca, porque me habló, que la tenía espantable. Parecía le salía una gran llama del cuerpo, que estaba toda clara, sin sombra. Díjome espantablemente que bien me había librado de sus manos, mas que él me tornaría a ellas. Yo tuve gran temor y santigüéme como pude, y desapareció y tornó luego. Por dos veces me acaeció esto. Yo no sabía qué me hacer. Tenía allí agua bendita y echélo (2) hacia aquella parte, y nunca más tornó.

3. Otra vez me estuvo cinco horas atormentando, con tan terribles dolores y desasosiego interior y exterior, que no me parece se podía ya sufrir. Las que estaban conmigo estaban espantadas y no sabían qué se hacer ni yo cómo valerme. Tengo por costumbre, cuando los dolores y mal corporal es muy intolerable, hacer actos como puedo entre mí, suplicando al Señor, si se sirve de aquello, que me dé Su Majestad paciencia y me esté yo así hasta el fin del mundo.

Pues como esta vez vi el padecer con tanto rigor, remediábame con estos actos para poderlo llevar, y determinaciones. Quiso el Señor entendiese cómo era el demonio, porque vi cabe mí un negrillo muy abominable, regañando como desesperado de que adonde pretendía ganar perdía. Yo, como le vi, reíme, y no hube miedo, porque había allí algunas conmigo que no se podían valer ni sabían qué remedio poner a tanto tormento, que eran grandes los golpes que me hacía dar sin poderme resistir, con cuerpo y cabeza y brazos. Y lo peor era el desasosiego interior, que de ninguna suerte podía tener sosiego. No osaba pedir agua bendita por no las poner miedo y porque no entendiesen lo que era.

4. De muchas veces tengo experiencia que no hay cosa con que huyan más para no tornar. De la cruz también huyen, mas vuelven. Debe ser grande la virtud del agua bendita. Para mí es particular y muy conocida consolación que siente mi alma cuando lo tomo. Es cierto que lo muy ordinario es sentir una recreación que no sabría yo darla a entender, como un deleite interior que toda el alma me conforta. Esto no es antojo, ni cosa que me ha acaecido sola una vez, sino muy muchas, y mirado con gran advertencia. Digamos como si uno estuviese con mucha calor y sed y bebiese un jarro de agua fría, que parece todo él sintió el refrigerio. Considero yo qué gran cosa es todo lo que está ordenado por la Iglesia, y regálame mucho ver que tengan tanta fuerza aquellas palabras, que así la pongan en el agua, para que sea tan grande la diferencia que hace a lo que no es bendito (3).

5. Pues como no cesaba el tormento, dije: si no se riesen, pediría agua bendita. Trajéronmelo y echáronmelo a mí, y no aprovechaba; echélo hacia donde estaba, y en un punto se fue (4) y se me quitó todo el mal como si con la mano me lo quitaran, salvo que quedé cansada como si me hubieran dado muchos palos. Hízome gran provecho ver que, aun no siendo un alma y cuerpo suyo, cuando el Señor le da licencia hace tanto mal, ¿qué hará cuando él lo posea por suyo? Diome de nuevo gana de librarme de tan ruin compañía.

6. Otra vez poco ha, me acaeció lo mismo, aunque no duró tanto, y yo estaba sola. Pedí agua bendita, y las que entraron después que ya se habían ido (5) (que eran dos monjas bien de creer, que por ninguna suerte dijeran mentira), olieron un olor muy malo, como de piedra azufre. Yo no lo olí. Duró de manera que se pudo advertir a ello.

Otra vez estaba en el coro y diome un gran ímpetu de recogimiento. Fuime de allí porque no lo entendiesen, aunque cerca oyeron todas dar golpes grandes adonde yo estaba, y yo cabe mí oí hablar como que concertaban algo, aunque no entendí qué; habla gruesa; mas estaba tan en oración, que no entendí cosa ni hube ningún miedo. Casi cada vez era cuando el Señor me hacía merced de que por mi persuasión se aprovechase algún alma.

Y es cierto que me acaeció lo que ahora diré, y de esto hay muchos testigos, en especial quien ahora me confiesa (6), que lo vio por escrito en una carta; sin decirle yo quién era la persona cuya era la carta, bien sabía él quién era.

7. Vino una persona a mí que había dos años y medio que estaba en un pecado mortal, de los más abominables que yo he oído, y en todo este tiempo ni le confesaba ni se enmendaba, y decía misa. Y aunque confesaba otros, éste decía que cómo le había de confesar, cosa tan fea. Y tenía gran deseo de salir de él y no se podía valer a sí. A mí hízome gran lástima; y ver que se ofendía Dios (7) de tal manera, me dio mucha pena. Prometíle de suplicar mucho a Dios le remediase y hacer que otras personas lo hiciesen, que eran mejores que yo, y escribía a cierta persona que él me dijo podía dar las cartas (8). Y es así que a la primera se confesó; que quiso Dios (por las muchas personas muy santas que lo habían suplicado a Dios, que se lo había yo encomendado) hacer con esta alma esta misericordia, y yo, aunque miserable, hacía lo que podía con harto cuidado.

Escribióme que estaba ya con tanta mejoría, que había (9) días que no caía en él; mas que era tan grande el tormento que le daba la tentación, que parecía estaba en el infierno, según lo que padecía; que le encomendase a Dios. Yo lo torné a encomendar a mis Hermanas, por cuyas oraciones debía el Señor hacerme esta merced, que lo tomaron muy a pechos. Era persona que no podía nadie atinar en quién era. Yo supliqué a Su Majestad se aplacasen aquellos tormentos y tentaciones, y se viniesen aquellos demonios a atormentarme a mí, con que yo no ofendiese (10) en nada al Señor. Es así que pasé un mes de grandísimos tormentos. Entonces eran estas dos cosas que he dicho (11).

8. Fue el Señor servido que le dejaron a él. Así me lo escribieron, porque yo le dije lo que pasaba en este mes. Tomó fuerza su alma y quedó del todo libre, que no se hartaba de dar gracias al Señor y a mí, como si yo hubiera hecho algo, sino que ya el crédito que tenía de que el Señor me hacía mercedes le aprovechaba. Decía que cuando se veía muy apretado, leía mis cartas y se le quitaba la tentación, y estaba muy espantado de lo que yo había padecido y cómo se había librado él. Y aun yo me espanté y lo sufriera otros muchos años por ver aquel alma libre. Sea alabado por todo, que mucho puede la oración de los que sirven al Señor, como yo creo lo hacen en esta casa (12) estas hermanas; sino que, como yo lo procuraba, debían los demonios indignarse más conmigo, y el Señor por mis pecados lo permitía.

9. En este tiempo también una noche pensé me ahogaban; y como echaron mucha agua bendita, vi ir mucha multitud de ellos, como quien se va desempeñando. Son tantas veces las que estos malditos me atormentan y tan poco el miedo que yo ya los he, con ver que no se pueden menear si el Señor no les da licencia, que cansaría a vuestra merced y me cansaría si las dijese.

10. Lo dicho aproveche de que (13) el verdadero siervo de Dios se le dé poco de estos espantajos que éstos ponen para hacer temer. Sepan que, a cada vez que se nos da poco de ellos, quedan con menos fuerza y el alma muy más señora. Siempre queda algún gran provecho, que por no alargar no lo digo.

Sólo diré esto que me acaeció una noche de las ánimas: (14) estando en un oratorio, habiendo rezado un nocturno (15) y diciendo unas oraciones muy devotas que están al fin de él muy devotas (16) que tenemos en nuestro rezado, se me puso sobre el libro para que no acabase la oración. Yo me santigüé, y fuese. Tornando a comenzar, tornóse. Creo fueron tres veces las que la comencé y, hasta que eché agua bendita, no pude acabar. Vi que salieron algunas almas del purgatorio en el instante, que debía faltarlas poco, y pensé si pretendía estorbar esto.

Pocas veces le he visto tomando forma y muchas sin ninguna forma, como la visión que sin forma se ve claro está allí, como he dicho (17).

11. Quiero también decir esto, porque me espantó mucho: estando un día de la Trinidad en cierto monasterio en el coro y en arrobamiento, vi una gran contienda de demonios contra ángeles. Yo no podía entender qué querría decir aquella visión. Antes de quince días se entendió bien en cierta contienda que acaeció entre gente de oración y muchos que no lo eran, y vino harto daño a la casa que era; fue contienda que duró mucho y de harto desasosiego.

Otras veces veía mucha multitud de ellos en rededor de mí, y parecíame estar una gran claridad que me cercaba toda, y ésta no les consentía llegar a mí (18). Entendí que me guardaba Dios, para que no llegasen a mí de manera que me hiciesen ofenderle. En lo que he visto en mí algunas veces, entendí que era verdadera visión.

El caso es que ya tengo tan entendido su poco poder, si yo no soy contra Dios, que casi ningún temor los tengo. Porque no son nada sus fuerzas, si no ven almas rendidas a ellos y cobardes, que aquí muestran ellos su poder (19).

Algunas veces, en las tentaciones que ya dije (20), me parecía que todas las vanidades y flaquezas de tiempos pasados tornaban a despertar en mí, que tenía bien que encomendarme a Dios. Luego era el tormento de parecerme que, pues me venían aquellos pensamientos, que debía de ser todo demonio, hasta que me sosegaba el confesor. Porque aun primer movimiento de mal pensamiento me parecía a mí no había de tener quien tantas mercedes recibía del Señor.

12. Otras veces me atormentaba mucho y aún ahora me atormenta ver que se hace mucho caso de mí, en especial personas principales, y de que decían mucho bien. En esto he pasado y paso mucho. Miro luego a la vida de Cristo y de los santos, y paréceme que voy al revés, que ellos no iban sino por desprecio e injurias. Háceme andar temerosa y como que no oso alzar la cabeza ni querría parecer (21), lo que no hago cuando tengo persecuciones. Anda el ánima tan señora, aunque el cuerpo lo siente, y por otra parte ando afligida, que yo no sé cómo esto puede ser; mas pasa así, que entonces parece está el alma en su reino y que lo trae todo debajo de los pies.

Dábame algunas veces (22) y duróme hartos días, y parecía era virtud y humildad por una parte, y ahora veo claro que era tentación. Un fraile dominico, gran letrado, me lo declaró bien. Cuando pensaba que estas mercedes que el Señor me hace se habían de venir a saber en público, era tan excesivo el tormento, que me inquietaba mucho el ánima. Vino a términos que, considerándolo, de mejor gana me parece me determinaba a que me enterraran viva que por esto. Y así, cuando me comenzaron estos grandes recogimientos o arrobamientos a no poder resistirlos aun en público, quedaba yo después tan corrida, que no quisiera parecer adonde nadie me viera.

13. Estando una vez muy fatigada de esto, me dijo el Señor, que qué temía; que en esto no podía, sino haber dos cosas: o que murmurasen de mí, o alabarle a El; (23) dando a entender que los que lo creían, le alabarían, y los que no, era condenarme sin culpa, y que entrambas cosas eran ganancia para mí; que no me fatigase. Mucho me sosegó esto, y me consuela cuando se me acuerda.

Vino a términos la tentación, que me quería ir de este lugar (24) y dotar en otro monasterio muy más encerrado que en el que yo al presente estaba, que había oído decir muchos extremos de él. Era también de mi Orden (25), y muy lejos, que eso es lo que a mí me consolara, estar adonde no me conocieran; y nunca mi confesor me dejó.

14. Mucho me quitaban la libertad (26) del espíritu estos temores, que después vine yo a entender no era buena humildad, pues tanto inquietaba, y me enseñó el Señor esta verdad: que yo tan determinada y cierta estuviera que no era ninguna cosa buena mía, sino de Dios, que así como no me pesaba de oír loar a otras personas, antes me holgaba y consolaba mucho de ver que allí se mostraba Dios, que tampoco me pesaría mostrase en mí sus obras.

15. También di en otro extremo, que fue suplicar a Dios y hacía oración particular que cuando a alguna persona le pareciese algo bien en mí, que Su Majestad le declarase mis pecados, para que viese cuán sin mérito mío me hacía mercedes, que esto deseo yo siempre mucho. Mi confesor me dijo que no lo hiciese. Mas hasta ahora poco ha, si veía yo que una persona pensaba de mí bien mucho, por rodeos o como podía le daba a entender mis pecados, y con esto parece descansaba. También me han puesto mucho escrúpulo en esto.

16. Procedía esto no de humildad, a mi parecer, sino de una tentación venían muchas. Parecíame que a todos los traía engañados y, aunque es verdad que andan engañados en pensar que hay algún bien en mí, no era mi deseo engañarlos, ni jamás tal pretendí, sino que el Señor por algún fin lo permite; y así, aun con los confesores, si no viera era necesario, no tratara ninguna cosa, que se me hiciera gran escrúpulo.

Todos estos temorcillos y penas y sombra de humildad entiendo yo ahora era harta imperfección, y de no estar mortificada; porque un alma dejada en las manos de Dios no se le da más que digan bien que mal, si ella entiende bien bien entendido como el Señor quiere hacerle merced que lo entienda que no tiene nada de sí. Fíese de quien se lo da, que sabrá por qué lo descubre, y aparéjese a la persecución, que está cierta en los tiempos de ahora, cuando de alguna persona quiere el Señor se entienda que la hace semejantes mercedes; porque hay mil ojos para un alma de éstas, adonde para mil almas de otra hechura no hay ninguno (27).

17. A la verdad, no hay poca razón de temer, y éste debía ser mi temor, y no humildad, sino pusilanimidad. Porque bien se puede aparejar un alma que así permite Dios que ande en los ojos del mundo, a ser mártir del mundo, porque si ella no se quiere morir a él, el mismo mundo los matará (28). No veo, cierto, otra cosa en él que bien me parezca, sino no consentir faltas en los buenos que a poder de murmuraciones no las perfeccione. Digo que es menester más ánimo para, si uno no está perfecto, llevar camino de perfección, que para ser de presto mártires. Porque la perfección no se alcanza en breve, si no es a quien el Señor quiere por particular privilegio hacerle esta merced. El mundo, en viéndole comenzar, le quiere perfecto y de mil lenguas le entiende una falta que por ventura en él es virtud, y quien le condena usa de aquello mismo por vicio y así lo juzga en el otro. No ha de haber comer ni dormir ni, como dicen, resolgar; y mientras en más le tienen, más deben olvidar que aún se están en el cuerpo, por perfecta que tengan el alma. Viven aún en la tierra sujetos a sus miserias, aunque más la tengan debajo de los pies. Y así, como digo, es menester gran ánimo, porque la pobre alma aún no ha comenzado a andar, y quiérenla que vuele. Aún no tiene vencidas las pasiones, y quieren que en grandes ocasiones estén tan enteras (29) como ellos leen estaban los santos después de confirmados en gracia (30).

Es para alabar al Señor lo que en esto pasa, y aun para lastimar mucho el corazón; porque muy muchas almas tornan atrás, que no saben las pobrecitas valerse. Y así creo hiciera la mía, si el Señor tan misericordiosamente no lo hiciera todo de su parte; y hasta que por su bondad lo puso todo, ya verá vuestra merced que no ha habido en mí sino caer y levantar.

18. Querría saberlo decir, porque creo se engañan aquí muchas almas que quieren volar antes que Dios les dé alas. Ya creo he dicho otra vez esta comparación (31), mas viene bien aquí. Trataré esto, porque veo a algunas almas muy afligidas por esta causa: como comienzan con grandes deseos y hervor y determinación de ir adelante en la virtud, y algunas cuanto a lo exterior todo lo dejan por El, como ven en otras personas, que son más crecidas (32), cosas muy grandes de virtudes que les da el Señor, que no nos la podemos nosotros tomar, ven en todos los libros que están escritos de oración y contemplación poner cosas que hemos de hacer para subir a esta dignidad, que ellos no las pueden luego acabar consigo, desconsuélanse. Como es: un no se nos dar nada que digan mal de nosotros, antes tener mayor contento que cuando dicen bien; una poca estima de honra; un desasimiento de sus deudos, que, si no tienen oración, no los querría tratar, antes le cansan; otras cosas de esta manera muchas, que, a mi parecer, las ha de dar Dios, porque me parece son ya bienes sobrenaturales o contra nuestra natural inclinación.

No se fatiguen; esperen en el Señor, que lo que ahora tienen en deseos Su Majestad hará que lleguen a tenerlo por obra, con oración y haciendo de su parte lo que es en sí; porque es muy necesario para este nuestro flaco natural tener gran confianza y no desmayar, ni pensar que, si nos esforzamos, dejaremos de salir con victoria (33).

19. Y porque tengo mucha experiencia de esto, diré algo para aviso de vuestra merced (34). No piense, aunque le parezca que sí, que está ya ganada la virtud, si no la experimenta con su contrario (35). Y siempre hemos de estar sospechosos y no descuidarnos mientras vivimos; porque mucho se nos pega luego, si como digo no está ya dada del todo la gracia para conocer lo que es todo, y en esta vida nunca hay todo sin muchos peligros (36).

Parecíame a mí, pocos años ha, que no sólo no estaba asida a mis deudos, sino que me cansaban. Y era cierto así, que su conversación no podía llevar. Ofrecióse cierto negocio de harta importancia, y hube de estar con una hermana mía (37) a quien yo quería muy mucho antes y, puesto que en la conversación, aunque ella es mejor que yo, no me hacía con ella (38) (porque como tiene diferente estado, que es casada, no puede ser la conversación siempre en lo que yo la querría, y lo más que podía me estaba sola), vi que me daban pena sus penas más harto que de prójimo, y algún cuidado. En fin, entendí de mí que no estaba tan libre como yo pensaba, y que aún había menester huir la ocasión, para que esta virtud que el Señor me había comenzado a dar fuese en crecimiento, y así con su favor lo he procurado hacer siempre después acá (39).

20. En mucho se ha de tener una virtud cuando el Señor la comienza a dar, y en ninguna manera ponernos en peligro de perderla. Así es en cosas de honra y en otras muchas; que crea vuestra merced que no todos los que pensamos estamos desasidos del todo, lo están (40), y es menester nunca descuidar en esto; y cualquiera persona que sienta en sí algún punto de honra, si quiere aprovechar, créame y dé tras este atamiento, que es una cadena que no hay lima que la quiebre, si no es Dios con oración y hacer mucho de nuestra parte. Paréceme que es una ligadura para este camino, que yo me espanto el daño que hace.

Veo a algunas personas santas en sus obras, que las hacen tan grandes que espantan las gentes. ¡Válgame Dios! ¿Por qué está aún en la tierra esta alma? ¿Cómo no está en la cumbre de la perfección? ¿Qué es esto? ¿Quién detiene a quien tanto hace por Dios? (41) ¡Oh, que tiene un punto de honra...! Y lo peor que tiene es que no quiere entender que le tiene, y es porque algunas veces le hace entender el demonio que es obligado a tenerle.

21. Pues créanme, crean por amor del Señor a esta hormiguilla que el Señor quiere que hable, que si no quitan esta oruga, que ya que a todo el árbol no dañe (porque algunas otras virtudes quedarán, mas todas carcomidas), no es árbol hermoso, sino que él no medra, ni aun deja medrar a los que andan cabe él. Porque la fruta que da de buen ejemplo no es nada sana; poco durará.

Muchas veces lo digo: (42) que por poco que sea el punto de honra, es como en el canto de órgano, que un punto o compás que se yerre, disuena toda la música. Y es cosa que en todas partes hace harto daño al alma, mas en este camino de oración es pestilencia (43).

22. Andas procurando juntarte con Dios por unión, y queremos seguir sus consejos de Cristo, cargado de injurias y testimonios, ¿y queremos muy entera nuestra honra y crédito? No es posible llegar allá, que no van por un camino. Llega el Señor al alma, esforzándonos nosotros y procurando perder de nuestro derecho en muchas cosas.

Dirán algunos: "no tengo en qué ni se me ofrece". Yo creo que a quien tuviere esta determinación, que no querrá el Señor pierda tanto bien. Su Majestad ordenará tantas cosas en que gane esta virtud que no quiera tantas. Manos a la obra.

23. Quiero decir las naderías y poquedades que yo hacía cuando comencé, o alguna de ellas: las pajitas que tengo dichas (44) pongo en el fuego, que no soy yo para más. Todo lo recibe el Señor. Sea bendito por siempre.

Entre mis faltas tenía ésta: que sabía poco del rezado (45) y de lo que había de hacer en el coro y cómo lo regir, de puro descuidada y metida en otras vanidades, y veía a otras novicias que me podían enseñar. Acaecíame no les preguntar, porque no entendiesen yo sabía poco. Luego se pone delante el buen ejemplo. Esto es muy ordinario. Ya que Dios me abrió un poco los ojos, aun sabiéndolo, tantito (46) que estaba en duda, lo preguntaba a las niñas (47). Ni perdí honra ni crédito; antes quiso el Señor, a mi parecer, darme después más memoria.

Sabía mal cantar. Sentía tanto si no tenía estudiando lo que me encomendaban (y no por el hacer falta delante del Señor, que esto fuera virtud, sino por las muchas que me oían), que de puro honrosa (48) me turbaba tanto, que decía muy menos de lo que sabía. Tomé después por mí, cuando no lo sabía muy bien, decir que no lo sabía. Sentía harto a los principios, y después gustaba de ello. Y es así que como comencé a no se me dar nada de que se entendiese no lo sabía, que lo decía muy mejor, y que la negra honra (49) me quitaba supiese hacer esto que yo tenía por honra, que cada uno la pone en lo que quiere.

24. Con estas naderías, que no son nada y harto nada soy yo, pues esto me daba pena de poco en poco se van haciendo con actos (50). Y cosas poquitas como éstas, que en ser hechas por Dios les da Su Majestad tomo (51), ayuda Su Majestad para cosas mayores. Y así en cosas de humildad me acaecía que, de ver que todas aprovechaban sino yo (52) porque nunca fui para nada de que se iban del coro, coger todos los mantos; parecíame servía a aquellos ángeles que allí alababan a Dios. Hasta que, no sé cómo, vinieron a entenderlo, que no me corrí yo poco; porque no llegaba mi virtud a querer que entendiesen estas cosas, y no debía ser por humilde, sino porque no se riesen de mí, como eran tan nonada.

25. ¡Oh Señor mío!, ¡qué vergüenza es ver tantas maldades, y contar unas arenitas, que aun no las levantaba de la tierra por vuestro servicio, sino que todo iba envuelto en mil miserias! No manaba aún el agua, debajo de estas arenas, de vuestra gracia, para que las hiciese levantar (53).

¡Oh Criador mío, quién tuviera alguna cosa que contar, entre tantos males, que fuera de tomo, pues cuento las grandes mercedes que he recibido de Vos! Es así, Señor mío, que no sé cómo puede sufrirlo mi corazón, ni cómo podrá quien esto leyere dejarme de aborrecer, viendo tan mal servidas tan grandísimas mercedes, y que no he vergüenza de contar estos servicios, en fin, como míos. Sí tengo (54), Señor mío; mas el no tener otra cosa que contar de mi parte me hace decir tan bajos principios, para que tenga esperanza quien los hiciere grandes, que, pues éstos parece ha tomado el Señor en cuenta, los tomará mejor (55). Plega a Su Majestad me dé gracia para que no esté siempre en principios. Amén.



NOTAS CAPÍTULO 31

El cuadro de "tentaciones y trabajos interiores" del capítulo anterior se completa ahora con dos pinceladas más: "las tentaciones exteriores" de origen diabólico (un sartal de episodios), y las tentaciones de falsa humildad, motivadas por la excesiva estima ajena de sus gracias místicas.

1 Son las referidas en el capítulo anterior: 30, 9 ss.

2 Echélo: el agua (masculino, como en los nn. 4 y 5: trajéronmelo, echáronmelo).

3 Es decir: la diferencia que hay entre el agua bendita y la no bendita. - Una de las compañeras de la Santa, Ana de Jesús, cuenta en el proceso de beatificación: "Nunca quería que caminásemos sin ella (sin agua bendita). Y por la pena que le daba si alguna vez se nos olvidaba, llevábamos calabacillas de ella colgadas a la cinta, y siempre quería la pusiéramos una en la suya, diciéndonos: 'no saben ellas el refrigerio que se siente teniendo agua bendita; que es un gran bien gozar tan fácilmente de la sangre de Cristo'. Y cuantas veces comenzábamos por el camino a rezar el Oficio Divino, nos lo hacía tomar" (BMC, 18, p. 465).

4 Se fue el demonio.

5 Se habían ido los demonios.

6 Quien ahora me confiesa: probablemente, el P. Domingo Báñez (escribe en 1565).

7 Otra lectura posible: "se ofendía a Dios". Frecuentemente la Santa elide la doble "a". Seguimos la lectura de fray Luis (p. 379).

8 Es decir, la Santa la escribía por medio de un tercero. - A continuación: a la primera carta se confesó.

r9 Había: en el autógrafo "vía" (= bía). En el habla popular, aún hoy se usa "ber" por "haber". Fray Luis trascribió: "avía" (p. 379).

10 Con que yo no ofendiese: con tal de que, a condición de... (cf. n. 9).

11 Los dos episodios referidos en el n. 6.

12 Esta casa: San José de Avila.

13 Aproveche de que: para que...

14 Noche de las ánimas: del 1 al 2 de noviembre.

15 Un nocturno: una de las partes del oficio de maitines, que solía rezarse de noche.

16 Muy devotas: un corrector tachó estas dos palabras. La Santa repite, por distracción, toda la frase. Fray Luis omitió lo tachado (p. 381). - Nuestro rezado: alude al breviario propio de la Orden del Carmen, por el que ella rezaba el Oficio Divino.

17 De nuevo alude a la visión referida en el c. 27, 2.

18 Por distracción (como en el n. 10 nota 16), la Santa repitió las dos frases que preceden, con una ligera variante: "parecíame estaba... a mí". Seguimos la lectura de fray Luis (p. 382).

19 Al margen del autógrafo escribió el P. Báñez: "San Gregorio en los Morales dice de el demonio que es hormiga y león: viene a este propósito bien". La afirmación de San Gregorio se halla en el libro V, c. 20 de los Morales (P.L., 75, 700-701), en el comentario al c. 4, v. 11 del libro de Job: "murió el tigre por no tener presa", comentado por el Santo Doctor según la versión de los Setenta, en que se lee: "murió la hormigaleón, por no tener presa". La hormigaleón es el diablo. - Recuérdese que la Santa había leído Los Morales en su juventud (cf. c. 5, 8).

20 Lo ha dicho en los nn. 1 y ss., y en el c. 30, 9 y ss.

21 Parecer: hacer acto de presencia (como al final de este número).

22 El sujeto de la frase está implícito en el último miembro: "Dábame algunas veces... esta tentación: cuando pensaba que...

23 Recordará esa consigna en Moradas sextas, 4, 16.

24 Avila, monasterio de la Encarnación.

25 De mi Orden: de carmelitas. Nótese que sigue manteniendo el anonimato. - El monasterio aludido por la Santa era probablemente el de la Encarnación de Valencia, que gozaba fama de "muy encerrado". Había sido fundado en 1502 por el maestro Mercader.

26 Por descuido de pluma escribió: quitaba, que falsearía el sentido de la frase. Ya fray Luis editó en plural (p. 385).

27 Nueva alusión dolorida al ambiente de sospecha que por aquellas fechas ("los tiempos de ahora") cundía contra místicos y espirituales.

28 Los matará: cambio de sujeto, por "las" o "la" (alma/s). Fray Luis: "las matará" (p. 387).

29 Tan enteras: las almas.

30 Confirmados en gracia: expresión teológica, que indica la situación especialísima de algunos cristianos privilegiados, para preservarlos de ulteriores pecados.

31 Comparación utilizada argumentalmente en el c. 22, 13; pero muy presente a lo largo del libro en la imagen de la "avecita que tiene pelo malo" (13, 2; y 20, 22), o en la mariposica de la memoria a la que se le queman las alas (18, 14), o la "avecita" del alma puesta por el Señor en el nido (18, 9), el ave fénix (39, 23), o la paloma y el palomar (14, 3; 20, 24; 38, 10.12...).

32 Más crecidas en perfección.

33 El sentido es: "y pensar que si nos esforzamos no dejaremos de salir con la victoria".

34 De nuevo abre el diálogo con el P. García de Toledo.

35 Si no lo experimenta con su contrario: no lo pone a prueba en ocasiones contrarias. Es reminiscencia de la moral escolástica y del viejo axioma "contraria contrariis curantur".

36 El sentido de la última frase: "nada" (importante) hay jamás sin muchos peligros". En ese juego de palabras, "nunca / todo" equivale a "jamás / nada".

37 Una hermana mía: era Doña Juana de Ahumada, su hermana menor, casada con Juan de Ovalle. Los dos hubieron de venir a Avila para ayudar a la Santa en la fundación del Carmelo de San José (1562): cf. 33, 11; 36, 3.

38 No me hacía con ella: no congeniaba, no me hallaba con...

39 Siempre después acá: desde entonces hasta ahora.

40 Lo están: lo estamos. Cambio brusco de sujeto.

41 ¿Quién detiene a quien tanto hace por Dios?. - Lo añadió la Santa en el margen superior del folio. - Lo que ella entiende por "punto de honra" puede verse en Camino cc. 12 y 36, 3...

42 Muchas veces lo digo: probable alusión a sus conversaciones con los destinatarios del libro.

43 Es pestilencia: es un mal mortífero. En sentido figurado. Especie de anatema en la pluma de la Santa: cf. 25, 21; y Camino 4, 7-8-

44 Usó esa figura en el c. 30, 20.

45 Sabía poco del rezado: de las rúbricas y ceremonias del rezo coral del Oficio litúrgico.

46 Tantito: poco, poquito. El sentido es: "por porquito que estuviese en duda..."

47 Las niñas: las monjas jóvenes.

48 De puro honrosa: pundonorosa, víctima del punto de honra. Cf. c. 3, 7.

49 La negra honra: malhadada o maldita honra. Cf. c. 20, 27.

50 Se van haciendo con actos: se van habituando a hacer actos de virtudes. Está implícita la alusión a la teoría escolástica de hábitos y actos. Otros editores transcriben: "se va haciendo conatos", vocablo éste inusitado en los escritos de la Santa.

51 Les da S.M. tomo: les da valor.

52 Todas aprovechaban sino yo: menos yo. - De que se iban del coro: una vez que se iban...

53 Hipérbaton difícil. En orden: "no manaba aún el agua de vuestra gracia debajo de estas arenas...". La imagen de la fuente y las arenitas ya apareció en el c. 30, 19.

54 Sí tengo: se sobreentiende "vergüenza". "Sí me avergüenzo, Señor mío".

55 Es decir: "pues estos bajos principios ha tomado el Señor en cuenta, mejor (= más en cuenta) se los tomará a quien los hiciere grandes".

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MensajePublicado: Mar Jul 01, 2008 10:26 pm    Asunto:
Tema: El Libro de la Vida - Santa Teresa de Jesús de Ávila
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CAPÍTULO 32. *



En que trata cómo quiso el Señor ponerla en espíritu en un lugar del infierno que tenía por sus pecados merecido. Cuenta una cifra de lo que allí se lo representó para lo que fue (1). Comienza a tratar la manera y modo cómo se fundó el monasterio, adonde ahora está, de San José.



1. Después de mucho tiempo que el Señor me había hecho ya muchas de las mercedes que he dicho (2) y otras muy grandes, estando un día en oración me hallé en un punto toda, sin saber cómo, que me parecía estar metida en el infierno. Entendí que quería el Señor que viese el lugar que los demonios allá me tenían aparejado, y yo merecido por mis pecados. Ello fue en brevísimo espacio, mas aunque yo viviese muchos años, me parece imposible olvidárseme.

Parecíame la entrada a manera de un callejón muy largo y estrecho, a manera de horno muy bajo y oscuro y angosto. El suelo me pareció de un agua como lodo muy sucio y de pestilencial olor, y muchas sabandijas malas en él. Al cabo estaba una concavidad metida en una pared, a manera de una alacena, adonde me vi meter en mucho estrecho (3).

Todo esto era deleitoso a la vista en comparación de lo que allí sentí. Esto que he dicho va mal encarecido.

2. Estotro (4) me parece que aun principio de encarecerse como es no le puede haber, ni se puede entender; mas sentí un fuego en el alma, que yo no puedo entender cómo poder decir de la manera que es. Los dolores corporales tan incomportables (5), que, con haberlos pasado en esta vida gravísimos y, según dicen los médicos, los mayores que se pueden acá pasar (porque fue encogérseme todos los nervios cuando me tullí, sin otros muchos de muchas maneras que he tenido, y aun algunos, como he dicho (6), causados del demonio), no es todo nada en comparación de lo que allí sentí, y ver que habían de ser sin fin y sin jamás cesar.

Esto no es, pues, nada en comparación del agonizar del alma: un apretamiento, un ahogamiento, una aflicción tan sentible (7) y con tan desesperado y afligido descontento, que yo no sé cómo lo encarecer. Porque decir que es un estarse siempre arrancando el alma, es poco, porque aun parece que otro os acaba la vida; mas aquí el alma misma es la que se despedaza.

El caso es que yo no sé cómo encarezca aquel fuego interior y aquel desesperamiento, sobre tan gravísimos tormentos y dolores. No veía yo quién me los daba, mas sentíame quemar y desmenuzar, a lo que me parece. Y digo que aquel fuego y desesperación interior es lo peor.

3. Estando en tan pestilencial lugar, tan sin poder esperar consuelo, no hay sentarse ni echarse (8), ni hay lugar, aunque me pusieron en éste como agujero hecho en la pared. Porque estas paredes, que son espantosas a la vista, aprietan ellas mismas, y todo ahoga. No hay luz, sino todo tinieblas oscurísimas. Yo no entiendo cómo puede ser esto, que con no haber luz, lo que a la vista ha de dar pena todo se ve.

No quiso el Señor entonces viese más de todo el infierno. Después he visto otra visión de cosas espantosas, de algunos vicios el castigo. Cuanto a la vista, muy más espantosos me parecieron, mas como no sentía la pena, no me hicieron tanto temor; que en esta visión quiso el Señor que verdaderamente yo sintiese aquellos tormentos y aflicción en el espíritu, como si el cuerpo lo estuviera padeciendo.

Yo no sé cómo ello fue, mas bien entendí ser gran merced y que quiso el Señor yo viese por vista de ojos de dónde me había librado su misericordia. Porque no es nada oírlo decir, ni haber yo otras veces pensado en diferentes tormentos (aunque pocas, que por temor no se llevaba bien mi alma), ni que los demonios atenazan, ni otros diferentes tormentos que he leído, no es nada con esta pena (9), porque es otra cosa. En fin como de dibujo a la verdad, y el quemarse acá es muy poco en comparación de este fuego de allá.

4. Yo quedé tan espantada, y aún lo estoy ahora escribiéndolo, con que ha casi seis años (10), y es así que me parece el calor natural me falta de temor aquí adonde estoy. Y así no me acuerdo vez que tengo trabajo ni dolores, que no me parece nonada todo lo que acá se puede pasar, y así me parece en parte que nos quejamos sin propósito. Y así torno a decir que fue una de las mayores mercedes que el Señor me ha hecho, porque me ha aprovechado muy mucho, así para perder el miedo a las tribulaciones y contradicciones de esta vida, como para esforzarme a padecerlas y dar gracias al Señor que me libró, a lo que ahora me parece, de males tan perpetuos y terribles.

5. Después acá, como digo, todo me parece fácil en comparación de un momento que se haya de sufrir lo que yo en él allí padecí. Espántame cómo habiendo leído muchas veces libros adonde se da algo a entender las penas del infierno, cómo no las temía ni tenía en lo que son. ¿Adónde estaba? ¿Cómo me podía dar cosa descanso de lo que me acarreaba ir a tan mal lugar? ¡Seáis bendito, Dios mío, por siempre! Y ¡cómo se ha parecido (11) que me queríais Vos mucho más a mí que yo me quiero! ¡Qué de veces, Señor, me librasteis de cárcel tan tenebrosa, y cómo me tornaba yo a meter en ella contra vuestra voluntad!

6. De aquí también gané la grandísima pena que me da las muchas almas que se condenan (de estos luteranos en especial (12), porque eran ya por el bautismo miembros de la Iglesia), y los ímpetus grandes de aprovechar almas, que me parece, cierto, a mí que, por librar una sola de tan gravísimos tormentos, pasaría yo muchas muertes muy de buena gana. Miro que, si vemos acá una persona que bien queremos, en especial con un gran trabajo o dolor, parece que nuestro mismo natural nos convida a compasión y, si es grande, nos aprieta a nosotros. Pues ver a un alma para sin fin en el sumo trabajo de los trabajos, ¿quién lo ha de poder sufrir? No hay corazón que lo lleve sin gran pena (13). Pues acá con saber que, en fin, se acabará con la vida y que ya tiene término, aun nos mueve a tanta compasión, estotro que no le tiene no sé cómo podemos sosegar viendo tantas almas como lleva cada día el demonio consigo.

7. Esto también me hace desear que, en cosa que tanto importa, no nos contentemos con menos de hacer todo lo que pudiéremos de nuestra parte. No dejemos nada, y plega al Señor sea servido de darnos gracia para ello.

Cuando yo considero que, aunque era tan malísima, traía algún cuidado de servir a Dios y no hacía algunas cosas que veo que, como quien no hace nada, se las tragan en el mundo y, en fin, pasaba grandes enfermedades y con mucha paciencia, que me la daba el Señor; no era inclinada a murmurar, ni a decir mal de nadie, ni me parece podía querer mal a nadie, ni era codiciosa, ni envidia jamás me acuerdo tener de manera que fuese ofensa grave del Señor, y otras algunas cosas, que, aunque era tan ruin, traía temor de Dios lo más continuo; y (14) veo adonde me tenían ya los demonios aposentada, y es verdad que, según mis culpas, aun me parece merecía más castigo. Mas, con todo, digo que era terrible tormento, y que es peligrosa cosa contentarnos, ni traer sosiego ni contento el alma que anda cayendo a cada paso en pecado mortal; sino que por amor de Dios nos quitemos de las ocasiones, que el Señor nos ayudará como ha hecho a mí. Plega a Su Majestad que no me deje de su mano para que yo torne a caer, que ya tengo visto adónde he de ir a parar. No lo permita el Señor, por quien Su Majestad es, amén.

8. Andando yo, después de haber visto esto y otras grandes cosas y secretos que el Señor, por quien es, me quiso mostrar de la gloria que se dará a los buenos y pena a los malos, deseando modo y manera en que pudiese hacer penitencia de tanto mal y merecer algo para ganar tanto bien, deseaba huir de gentes y acabar ya de en todo en todo (15) apartarme del mundo. No sosegaba mi espíritu, mas no desasosiego inquieto, sino sabroso. Bien se veía que era de Dios, y que le había dado Su Majestad al alma calor para digerir otros manjares más gruesos de los que comía.

9. Pensaba qué podría hacer por Dios. Y pensé que lo primero era seguir el llamamiento que Su majestad me había hecho a religión, guardando mi Regla con la mayor perfección que pudiese (16). Y aunque en la casa adonde estaba había muchas siervas de Dios y era harto servido en ella, a causa de tener gran necesidad salían las monjas muchas veces a partes adonde con toda honestidad y religión podíamos estar; y también no estaba fundada en su primer rigor la Regla, sino guardábase conforme a lo que en toda la Orden, que es con bula de relajación (17). Y también otros inconvenientes, que me parecía a mí tenía mucho regalo, por ser la casa (18) grande y deleitosa. Mas este inconveniente de salir, aunque yo era la que mucho lo usaba, era grande para mí ya, porque algunas personas, a quien los prelados no podían decir de no, gustaban estuviese yo en su compañía, e, importunados, mandábanmelo (19). Y así, según se iba ordenando, pudiera poco estar en el monasterio, porque el demonio en parte debía ayudar para que no estuviese en casa, que todavía, como comunicaba con algunas (20) lo que los que me trataban me enseñaban, hacíase gran provecho.

10. Ofrecióse una vez, estando con una persona, decirme a mí y a otras (21) que si no seríamos para ser monjas de la manera de las descalzas, que aun posible era poder hacer un monasterio. Yo, como andaba en estos deseos, comencélo a tratar con aquella señora mi compañera viuda (22) que ya he dicho, que tenía el mismo deseo. Ella comenzó a dar trazas para darle renta, que ahora veo yo que no llevaban mucho camino y el deseo que de ello teníamos nos hacía parecer que sí.

Mas yo, por otra parte, como tenía tan grandísimo contento en la casa que estaba (23), porque era muy a mi gusto y la celda en que estaba hecha muy a mi propósito, todavía me detenía. Con todo concertamos de encomendarlo mucho a Dios.

11. Habiendo un día comulgado, mandóme mucho Su Majestad lo procurase con todas mis fuerzas, haciéndome grandes promesas de que no se dejaría de hacer el monasterio, y que se serviría mucho en él, y que se llamase San José, y que a la una puerta nos guardaría él y nuestra Señora la otra, y que Cristo andaría con nosotras, y que sería una estrella que diese de sí gran resplandor, y que, aunque las religiones (24) estaban relajadas, que no pensase se servía poco en ellas; que qué sería del mundo si no fuese por los religiosos; que dijese a mi confesor (25) esto que me mandaba, y que le rogaba El que no fuese contra ello ni me lo estorbase.

12. Era esta visión con tan grandes efectos, y de tal manera esta habla que me hacía el Señor, que yo no podía dudar que era El. Yo sentí grandísima pena, porque en parte se me representaron los grandes desasosiegos y trabajos que me había de costar, y como estaba contentísima en aquella casa; que, aunque antes lo trataba, no era con tanta determinación ni certidumbre que sería. Aquí (26) parecía se me ponía apremio y, como veía comenzaba cosa de gran desasosiego, estaba en duda de lo que haría. Mas fueron muchas veces las que el Señor me tornó a hablar en ello, poniéndome delante tantas causas y razones que yo veía ser claras y que era su voluntad, que ya no osé hacer otra cosa sino decirlo a mi confesor, y dile por escrito todo lo que pasaba (27).

13. El no osó determinadamente decirme que lo dejase, mas veía que no llevaba camino conforme a razón natural, por haber poquísima y casi ninguna posibilidad en mi compañera, que era la que lo había de hacer. Díjome que lo tratase con mi prelado (28), y que lo que él hiciese, eso hiciese yo.

Yo no trataba estas visiones con el prelado, sino aquella señora trató con él que quería hacer este monasterio. Y el provincial vino muy bien en ello, que es amigo de toda religión, y diole todo el favor que fue menester, y díjole que él admitiría la casa (29). Trataron de la renta que había de tener. Y nunca queríamos fuesen más de trece (30) por muchas causas.

Antes que lo comenzásemos a tratar, escribimos al santo Fray Pedro de Alcántara todo lo que pasaba, y aconsejónos que no lo dejásemos de hacer, y dionos su parecer en todo.

14. No se hubo comenzado a saber por el lugar, cuando (31) no se podrá escribir en breve la gran persecución que vino sobre nosotras, los dichos, las risas, el decir que era disparate. A mí, que bien me estaba en mi monasterio. A la mi compañera tanta persecución, que la traían fatigada. Yo no sabía qué me hacer. En parte me parecía que tenían razón.

Estando así muy fatigada encomendándome a Dios, comenzó Su majestad a consolarme y a animarme. Díjome que aquí vería lo que habían pasado los santos que habían fundado las Religiones; que mucha más persecución tenía por pasar de las que yo podía pensar; (32) que no se nos diese nada. Decíame algunas cosas que dijese a mi compañera; y lo que más me espantaba yo es que luego quedábamos consoladas de lo pasado y con ánimo para resistir a todos. Y es así que de gente de oración y todo, en fin, el lugar no había casi persona que entonces no fuese contra nosotras y le pareciese grandísimo disparate.

15. Fueron tantos los dichos y el alboroto de mi mismo monasterio, que al Provincial le pareció recio ponerse contra todos, y así mudó el parecer y no la quiso admitir (33). Dijo que la renta no era segura y que era poca, y que era mucha la contradicción. Y en todo parece tenía razón. Y, en fin, lo dejó y no lo quiso admitir.

Nosotras, que ya parecía teníamos recibidos los primeros golpes, dionos muy gran pena; en especial me la dio a mí de ver al Provincial contrario, que, con quererlo él, tenía yo disculpa con todos. A la mi compañera ya no la querían absolver si no lo dejaba, porque decían era obligada a quitar el escándalo (34).

16. Ella fue a un gran letrado (35) muy gran siervo de Dios, de la Orden de Santo Domingo, a decírselo y darle cuenta de todo. Esto fue aun antes que el Provincial lo tuviese dejado, porque en todo el lugar no teníamos quien nos quisiese dar parecer. Y así decían que sólo era por nuestras cabezas. Dio esta señora relación de todo y cuenta de la renta que tenía de su mayorazgo a este santo varón, con harto deseo nos ayudase, porque era el mayor letrado que entonces había en el lugar, y pocos más en su Orden (36). Yo le dije todo lo que pensábamos hacer y algunas causas. No le dije cosa de revelación ninguna, sino las razones naturales que me movían, porque no quería yo nos diese parecer sino conforme a ellas.

El nos dijo que le diésemos de término ocho días para responder, y que si estábamos determinadas a hacer lo que él dijese. Yo le dije que sí; mas aunque yo esto decía y me parece lo hiciera (porque no veía camino por entonces de llevarlo adelante) (37), nunca jamás se me quitaba una seguridad de que se había de hacer. Mi compañera tenía más fe; nunca ella, por cosa que la dijesen, se determinaba a dejarlo.

17. Yo, aunque como digo me parecía imposible dejarse de hacer, de tal manera creo ser verdadera la revelación, como no vaya contra lo que está en la Sagrada Escritura o contra las leyes de la Iglesia que somos obligadas a hacer. Porque, aunque a mí verdaderamente me parecía era de Dios, si aquel letrado me dijera que no lo podíamos hacer sin ofenderle y que íbamos contra conciencia, paréceme luego me apartara de ello o buscara otro medio. Mas a mí no me daba el señor sino éste.

Decíame después este siervo de Dios que lo había tomado a cargo con toda determinación de poner mucho en que nos apartásemos de hacerlo, porque ya había venido a su noticia el clamor del pueblo, y también le parecía desatino, como a todos, y en sabiendo habíamos ido a él, le envió a avisar un caballero que mirase lo que hacía, que no nos ayudase. Y que, en comenzando a mirar en lo que nos había de responder y a pensar en el negocio y el intento que llevábamos y manera de concierto y religión, se le asentó ser muy en servicio de Dios, y que no había de dejar de hacerse.

Y así nos respondió nos diésemos prisa a concluirlo, y dijo la manera y traza que se había de tener; y aunque la hacienda era poca, que algo se había de fiar de Dios; que quien lo contradijese fuese a él, que él respondería. Y así siempre nos ayudó, como después diré (38).

18. Con esto fuimos muy consoladas y con que algunas personas santas, que nos solían ser contrarias, estaban ya más aplacadas, y algunas nos ayudaban.

Entre ellas era el caballero santo (39), de quien ya he hecho mención,que, como lo es y le parecía llevaba camino de tanta perfección, por ser todo nuestro fundamento en oración, aunque los medios le parecían muy dificultosos y sin camino, rendía su parecer a que podía ser cosa de Dios, que el mismo señor le debía mover.

Y así hizo al maestro, que es el clérigo siervo de Dios que dije que había hablado primero (40), que es espejo de todo el lugar, como persona que le tiene Dios en él para remedio y aprovechamiento de muchas almas, y ya venía en ayudarme en el negocio.

Y estando en estos términos y siempre con ayuda de muchas oraciones y teniendo comprada ya la casa en buena parte, aunque pequeña...; mas de esto a mí no se me daba nada, que me había dicho el Señor (41) que entrase como pudiese, que después yo vería lo que Su majestad hacía. ¡Y cuán bien que lo he visto! Y así, aunque veía ser poca la renta, tenía creído el Señor lo había por otros medios de ordenar y favorecernos.



NOTAS CAPÍTULO 32

Comienza una nueva sección del libro: los capítulos 32-36 cuentan la fundación del Carmelo de San José, estrechamente vinculada a las gracias místicas recibidas por la autora. Desea ella que si los teólogos asesores deciden destruir el libro, conserven al menos esos capítulos y los entreguen a las monjas de su primer Carmelo (c. 36, 29). - El c. 32 cuenta su visión del infierno (nn. 1-9) y los primeros trámites de fundación (10-18).

1 Cuenta una cifra (un resumen o muestra: cf. c. 27, 12 nota 33)... - Para lo que fue: en comparación de lo que fue la terrible visión.

2 Se remite a las gracias místicas referidas en los cc. 23-31.

3 En mucho estrecho: en gran aprieto.

4 Estotro: es lo que va a referirse en contraposición al "esto" de la última frase: "lo referido".

5 Incomportables: insoportables (cf. c. 5, 7 nota 14, pasaje al que alude enseguida).

6 Los referidos en los cc. 30-31. - A continuación: no es todo nada: todo es nada.

7 Tan sentible: tan de sentir (cf. Moradas 6, 1, 9 y 6, 11, 7).

8 No hay sentarse... no hay posibilidad de sentarse...

9 No es nada comparado con esta pena.

10 Con que ha casi seis años: haciendo ya casi seis años que acaeció. - La Santa escribe a finales de 1565: la visión del infierno data por tanto de la primera mitad de 1560.

11 Cómo se ha parecido: cómo se ha evidenciado... (cf. c. 35, 13; 36, 3; o bien, Fund. c. 2, 7).

12 Estos luteranos: bajo el apelativo de "luteranos" alude globalmente a los protestantes (cf. Camino 1, 2; Fund. 3, 10; Moradas 7, 5, 4.

13 Cf. un texto paralelo en las Moradas séptimas, 1, 4.

14 Y (sin embargo) veo: "y" adversativa, como en otros casos.

15 Hoy diríamos: "de todo en todo": totalmente.

16 Mi Regla: es la Regla de la Orden del Carmen, dada por el patriarca de Jerusalén, San Alberto, a los ermitaños del Carmelo hacia el año 1210. -Con la mayor perfección que (yo) pudiese: alude probablemente al "voto de perfección" que ella hizo por esas fechas (cf. BMC, t. 2, p. 128), aludido igualmente en pasajes paralelos a éste: Camino 1, 2; Rel. 1, 9; y Vida 36, 5.12.27.

17 Con bula de relajación: se refiere a la bula "Romani Pontificis" de Eugenio IV (15.2.1432).

18 La casa: el monasterio de la Encarnación de Avila (cf. nn. 12-13; y c. 33, 2). - Este inconveniente de salir: ya ha dicho que en la Encarnación "no se prometía clausura" (c. 4, 5; 7, 3: cf. nota 13 del c. 4).

19 Mandábanmelo: lo referirá más adelante: c. 34 título.

20 Comunicaba con algunas: por esas fechas escribía el P. Pedro Ibáñez en su "Dictamen": "Es tan grande el aprovechamiento de su alma con estas cosas y la buena edificación que da con su ejemplo, que más de cuarenta monjas tratan en su casa (de la Encarnación) de grande recogimiento" (BMC, t, 2, p. 131).

21 Estando con una persona, decirme a mí y a otras... - Se trata por tanto de un grupito de interlocutoras, entre las que destaca una principal. Conocemos el nombre de casi todas ellas. La "persona", autora del dicho, fue María de Ocampo, hija de primos de la Santa, que muy pronto se hizo carmelita en San José, con el nombre de María Bautista. Casi todas las restantes componentes del grupo eran parientes de la Madre Teresa, carmelitas las unas, y seglares amigas las otras: todas ellas pasaban deliciosas veladas espirituales en la celda de la Santa en la Encarnación. Tales fueron: Beatriz de Cepeda, Leonor de Cepeda, María de Cepeda, Isabel de S. Pablo, Inés de Tapia, Ana de Tapia, Juana Suárez (ya conocida del lector), etc. María de San José, una de las grandes escritoras discípulas de la Santa, refiere el episodio: "Estando un día la Santa con ella (María de Ocampo) y otras religiosas de la Encarnación comenzaron a discutir de vidas de Santos del Yermo, y en este tiempo dijeron algunas de ellas que ya que no podían ir al Yermo, que si hubiera un monasterio pequeño y de pocas monjas, que allí se juntaran todas a hacer penitencia; y la dicha Madre Teresa de Jesús les dijo que tratasen de reformarse y guardar la Regla primitiva, que ella pediría a Dios les alumbrase lo que más convenía, y que entonces dijo María Bautista a la dicha Madre: Madre, haga un monasterio como decimos, que yo ayudaré a V. R. con mi legítima. Y estando en esta conversación, llegó la señora Doña Guiomar de Ulloa, a la cual contó la dicha Madre Teresa de Jesús el discurso que habían ella y aquellas muchachas sus parientes; y la dicha Doña Guiomar de Ulloa dijo: Madre, yo también ayudaré con lo que pudiere a esta obra tan santa" (en Memorias Historiales, letra R, n. 141). - Las Descalzas, cuya manera de vida propuso por modelo María de Ocampo, son las llamadas Descalzas Reales de Madrid, de origen avilés; fundadas en Avila por la princesa Doña Juana, hermana de Felipe II, con un grupo de Franciscanas del monasterio de esta ciudad y siguiendo la iniciativa de San Pedro de Alcántara. La fundación pasó sucesivamente a Valladolid y Madrid.

22 Mi compañera viuda: Doña Guiomar de Ulloa (cf. c. 30, 3; 24, 4), a quien en adelante designará con ese nombre (nn. 13, 15, 16).

23 Estaba en el monasterio de la Encarnación.

24 Las religiones: las órdenes religiosas.

24 Mi confesor: el P. Baltasar Alvarez.

26 Aquí: en esta palabra del Señor. - A continuación, la Santa escribe "premio" por "apremio". Cf. 24, 1.

27 Su confesor, el P. Baltasar Alvarez. Se ha perdido ese "escrito" de la Santa.

28 Mi prelado: el provincial carmelita, de que hablará enseguida: "el P. fray Angel de Salazar", anotó Gracián en su ejemplar de Vida. Había sucedido en el provincialato de Castilla al P. Gregorio Fernández. Cuando esto escribe la Santa, ya ha estado en el Capítulo General de la Orden (Roma 1564).

29 Admitiría la casa: (la fundación) bajo su jurisdicción.

30 No fuesen más de trece: las futuras religiosas del monasterio. "Solas doce mujeres y la priora, que no han de ser más", escribirá en el c. 36, n. 19. Y en el Camino: "En esta casa no son más de trece ni lo han de ser" (c. 4, n. 7). Cf. Fundaciones c. 1, n, 1; Modo de visitar, nn. 27-28 y cartas 16, 81, 210, 350, 386 (numeración de la B.M.C.). A pesar de ello, el 23 de diciembre de 1561 había escrito a su hermano Lorenzo de Cepeda: "ha de haber sólo quince, sin poder crecer el número, con grandísimo encerramiento". - Posteriormente la Santa cambió de parecer, y elevó considerablemente el número de monjas de cada Carmelo.

31 No se hubo comenzado a saber..., cuando...: apenas se comenzó a saber, cuando...

32 Reordenado: "que tenía por pasar mucha más persecución que las que yo podía pensar.

33 No quiso admitir "la fundación" bajo su jurisdicción.

34 Cf. la deposición de Teresita de Cepeda en el Proceso de beatificación de la Santa (Avila, 1610): BMC, t. 2, p. 333).

35 "El P. fray Pedro Ybáñez", anota el P. Gracián en su ejemplar. - De él volverá a hablar la Santa, especialmente en los cc. 33, 5-6; y 38, 12.13.32.

36 Pocos más (letrados) en su Orden.

37 La frase entre paréntesis se halla tachada en el autógrafo. Sólo recientemente hemos podido recuperar su lectura íntegra. Fue omitida por fray Luis (p. 407).

38 Cf. c. 35, 4-6; c. 36, 23.

39 Francisco de Salcedo: cf. c. 23, 6-8.

40 Gaspar Daza: cf. c. 23, 6...

41 Se lo repetirá el Señor en el c. 33, 12.

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MensajePublicado: Sab Jul 05, 2008 4:26 pm    Asunto:
Tema: El Libro de la Vida - Santa Teresa de Jesús de Ávila
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CAPÍTULO 33

Procede en la misma materia de la fundación del glorioso San José. Dice cómo le mandaron que no entendiese (1) en ella y el tiempo que lo dejó y algunos trabajos que tuvo, y cómo la consolaba en ellos el Señor.



1. Pues estando los negocios en este estado y tan al punto de acabarse que otro día se habían de hacer las escrituras, fue cuando el Padre Provincial (2) nuestro mudó parecer. Creo fue movido por ordenación divina, según después ha parecido; porque como las oraciones eran tantas, iba el Señor perfeccionando la obra y ordenando que se hiciese de otra suerte. Como él no lo quiso admitir (3), luego mi confesor me mandó no entendiese más en ello, con que sabe el Señor los grandes trabajos y aflicciones que hasta traerlo a aquel estado me había costado. Como se dejó y quedó así, confirmóse más ser todo disparate de mujeres y a crecer la murmuración sobre mí, con habérmelo mandado hasta entonces mi Provincial.

2. Estaba muy malquista en todo mi monasterio (4), porque quería hacer monasterio más encerrado. Decían que las afrentaba, que allí podía también servir a Dios, pues había otras mejores que yo; que no tenía amor a la casa, que mejor era procurar renta para ella que para otra parte. Unas decían que me echasen en la cárcel; (5) otras, bien pocas, tornaban algo de mí. Yo bien veía que en muchas cosas tenían razón, y algunas veces dábales descuento; (6) aunque, como no había de decir lo principal, que era mandármelo el Señor, no sabía qué hacer, y así callaba otras. Hacíame Dios muy gran merced que todo esto no me daba inquietud, sino con tanta facilidad y contento lo dejé como si no me hubiera costado nada. Y esto no lo podía nadie creer, ni aun las mismas personas de oración que me trataban, sino que pensaban estaba muy penada y corrida, y aun mi mismo confesor no lo acababa de creer. Yo, como me parecía había hecho todo lo que había podido, parecíame no era más obligada para lo que me había mandado el Señor, y quedábame en la casa (7), que yo estaba muy contenta y a mi placer. Aunque jamás podía dejar de creer que había de hacerse, yo no veía ya medio, ni sabía cómo ni cuándo, mas teníalo muy cierto.

3. Lo que mucho me fatigó fue una vez que mi confesor (8), como si yo hubiera hecho cosa contra su voluntad (también debía el Señor querer que de aquella parte que más me había de doler no me dejase de venir trabajo), y así en esta multitud de persecuciones que a mí me parecía había de venirme de él consuelo, me escribió que ya vería que era todo sueño en lo que había sucedido, que me enmendase de allí adelante en no querer salir con nada ni hablar más en ello, pues veía el escándalo que había sucedido, y otras cosas, todas para dar pena. Esto me la dio mayor que todo junto, pareciéndome si había sido yo ocasión y tenido culpa en que se ofendiese, y que, si estas visiones eran ilusión, que toda la oración que tenía era engaño, y que yo andaba muy engañada y perdida.

Apretóme esto en tanto extremo, que estaba toda turbada y con grandísima aflicción. Mas el Señor, que nunca me faltó, que en todos estos trabajos que he contado hartas veces me consolaba y esforzaba que no hay para qué lo decir aquí, me dijo entonces que no me fatigase, que yo había mucho servido a Dios y no ofendídole en aquel negocio; que hiciese lo que me mandaba el confesor en callar por entonces, hasta que fuese tiempo de tornar a ello. Quedé tan consolada y contenta, que me parecía todo nada la persecución que había sobre mí.

4. Aquí me enseñó el Señor el grandísimo bien que es pasar trabajos y persecuciones por El (9), porque fue tanto el acrecentamiento que vi en mi alma de amor de Dios y otras muchas cosas, que yo me espantaba; y esto me hace no poder dejar de desear trabajos. Y las otras personas pensaban que estaba muy corrida, y sí estuviera si el Señor no me favoreciera en tanto extremo con merced tan grande.

Entonces me comenzaron más grandes los ímpetus de amor de Dios que tengo dicho (10) y mayores arrobamientos, aunque yo callaba y no decía a nadie estas ganancias. El santo varón dominico (11) no dejaba de tener por tan cierto como yo que se había de hacer; y como yo no quería entender en ello por no ir contra la obediencia de mi confesor, negociábalo él con mi compañera y escribían a Roma y daban trazas (12).

5. También comenzó aquí el demonio, de una persona en otra, procurar (13) se entendiese que había yo visto alguna revelación en este negocio, e iban a mí con mucho miedo a decirme que andaban los tiempos recios (14) y que podría ser me levantasen algo y fuesen a los inquisidores. A mí me cayó esto en gracia y me hizo reír, porque en este caso jamás yo temí, que sabía bien de mí que en cosa de la fe contra la menor ceremonia de la Iglesia que alguien viese yo iba, por ella o por cualquier verdad de la Sagrada Escritura me pondría yo a morir mil muertes. Y dije que de eso no temiesen; que harto mal sería para mi alma, si en ella hubiese cosa que fuese de suerte que yo temiese la Inquisición; que si pensase había para qué, yo me la iría a buscar; y que si era levantado (15), que el Señor me libraría y quedaría con ganancia.

Y tratélo con este Padre mío dominico que como digo (16) era tan letrado que podía bien asegurar con lo que él me dijese, y díjele entonces todas las visiones y modo de oración y las grandes mercedes que me hacía el Señor, con la mayor claridad que pude, y supliquéle lo mirase muy bien, y me dijese si había algo contra la Sagrada Escritura y lo que de todo sentía. El me aseguró mucho (17) y, a mi parecer, le hizo provecho; porque aunque él era muy bueno, de ahí adelante se dio mucho más a la oración y se apartó en un monasterio de su Orden, adonde hay mucha soledad (18), para mejor poder ejercitarse en esto adonde estuvo más de dos años, y sacóle de allí la obediencia que sintió harto porque le hubieron menester, como era persona tal.

6. Yo en parte sentí mucho cuando se fue aunque no se lo estorbé, por la gran falta que me hacía. Mas entendí su ganancia; porque estando con harta pena de su ida, me dijo el Señor que me consolase y no la tuviese, que bien guiado iba. Vino tan aprovechada su alma de allí y tan adelante en aprovechamiento de espíritu, que me dijo, cuando vino, que por ninguna cosa quisiera haber dejado de ir allí. Y yo también podía decir lo mismo; porque lo que antes me aseguraba y consolaba con solas sus letras, ya lo hacía también con la experiencia de espíritu, que tenía harta de cosas sobrenaturales (19). Y trájole Dios a tiempo que vio Su Majestad había de ser menester para ayudar a su obra de este monasterio que quería Su Majestad se hiciese.

7. Pues estuve en este silencio y no entendiendo ni hablando en este negocio cinco o seis meses, y nunca el Señor me lo mandó (20). Yo no entendía qué era la causa, mas no se me podía quitar del pensamiento que se había de hacer.

Al fin de este tiempo, habiéndose ido de aquí el rector que estaba en la Compañía de Jesús (21), trajo Su Majestad aquí otro muy espiritual y de gran ánimo y entendimiento y buenas letras, a tiempo que yo estaba con harta necesidad; porque, como el que me confesaba tenía superior y ellos tienen esta virtud en extremo de no se bullir sino conforme a la voluntad de su mayor (22), aunque él entendía bien mi espíritu y tenía deseo de que fuese muy adelante, no se osaba en algunas cosas determinar, por hartas causas que para ello tenía. Y ya mi espíritu iba con ímpetus tan grandes, que sentía mucho tenerle atado y, con todo, no salía de lo que me mandaba.

8. Estando un día con gran aflicción de parecerme el confesor no me creía, díjome el Señor que no me fatigase, que presto se acabaría aquella pena. Yo me alegré mucho pensando que era que me había de morir presto, y traía mucho contento cuando se me acordaba. Después vi claro era la venida de este rector que digo; porque aquella pena nunca más se ofreció en qué la tener, a causa de que el rector que vino no iba a la mano al ministro que era mi confesor, antes le decía que me consolase y que no había de qué temer y que no me llevase por camino tan apretado, que dejase obrar el espíritu del Señor, que a veces parecía con estos grandes ímpetus de espíritu no le quedaba al alma cómo resolgar.

9. Fueme a ver este rector (23), y mandóme el confesor tratase con él con toda libertad y claridad. Yo solía sentir grandísima contradicción (24) en decirlo. Y es así que, en entrando en el confesonario, sentí en mi espíritu un no sé qué, que antes ni después no me acuerdo haberlo (25) con nadie sentido, ni yo sabré decir cómo fue, ni por comparaciones podría. Porque fue un gozo espiritual y un entender mi alma que aquella alma la había de entender y que conformaba con ella, aunque como digo no entiendo cómo; porque si le hubiera hablado o me hubieran dado grandes nuevas de él, no era mucho darme gozo en entender que había de entenderme; mas ninguna palabra él a mí ni yo a él nos habíamos hablado, ni era persona de quien yo tenía antes ninguna noticia.

Después he visto bien que no se engañó mi espíritu, porque de todas maneras ha hecho gran provecho a mí y a mi alma tratarle. Porque su trato es mucho para personas que ya parece el Señor tiene ya muy adelante, porque él las hace correr y no ir paso a paso; y su modo es para desasirlas de todo y mortificarlas, que en esto le dio el Señor grandísimo talento también como en otras muchas cosas.

10. Como le comencé a tratar, luego entendí su estilo y vi ser un alma pura, santa y con don particular del Señor para conocer espíritus. Consoléme mucho. Desde a poco que le trataba (26), comenzó el Señor a tornarme a apretar que tornase a tratar el negocio del monasterio y que dijese a mi confesor (27) y a este rector muchas razones y cosas para que no me lo estorbasen; y algunas los hacía temer, porque este padre rector nunca dudó en que era espíritu de Dios, porque con mucho estudio y cuidado miraba todos los efectos. En fin de muchas cosas, no se osaron atrever a estorbármelo (28).

11. Tornó mi confesor a darme licencia que pusiese en ello todo lo que pudiese. Yo bien veía al trabajo que me ponía, por ser muy sola y tener poquísima posibilidad. Concertamos se tratase con todo secreto, y así procuré que una hermana mía (29) que vivía fuera de aquí comprase la casa y la labrase como que era para sí, con dineros que el Señor dio por algunas vías para comprarla, que sería largo de contar cómo el Señor lo fue proveyendo; porque yo traía gran cuenta de no hacer cosa contra obediencia; mas sabía que, si lo decía a mis prelados, era todo perdido, como la vez pasada (30), y aun ya fuera peor.

En tener los dineros, en procurarlo, en concertarlo y hacerlo labrar, pasé tantos trabajos y algunos bien a solas, aunque mi compañera (31) hacía lo que podía, mas podía poco, y tan poco que era casi nonada, más de hacerse en su nombre y con su favor, y todo el más trabajo era mío, de tantas maneras, que ahora me espanto cómo lo pude sufrir. Algunas veces afligida decía: "Señor mío, ¿cómo me mandáis cosas que parecen imposibles? que, aunque fuera mujer, ¡si tuviera libertad...!; mas atada por tantas partes, sin dineros ni de dónde los tener, ni para Breve (32), ni para nada, ¿qué puedo yo hacer, Señor?".

12. Una vez estando en una necesidad que no sabía qué me hacer ni con qué pagar unos oficiales, me apareció San José, mi verdadero padre y señor, y me dio a entender que no me faltarían, que los concertase. Y así lo hice sin ninguna blanca (33), y el Señor, por maneras que se espantaban los que lo oían, me proveyó (34).

Hacíaseme la casa muy chica, porque lo era tanto, que no parece llevaba camino ser monasterio, y quería comprar otra (ni había con qué, ni había manera para comprarse, ni sabía qué me hacer) que estaba junto a ella, también harto pequeña, para hacer la iglesia; y acabando un día de comulgar, díjome el Señor: Ya te he dicho que entres como pudieres (35). Y a manera de exclamación también me dijo: ¡Oh codicia del género humano, que aun tierra piensas que te ha de faltar! ¡Cuántas veces dormí yo al sereno por no tener adonde me meter! (36).

Yo quedé muy espantada y vi que tenía razón. Y voy a la casita y tracéla y hallé, aunque bien pequeño, monasterio cabal, y no curé (37) de comprar más sitio, sino procuré se labrase en ella de manera que se pueda vivir, todo tosco y sin labrar (38), no más de como no fuese dañoso a la salud, y así se ha de hacer siempre.

13. El día de Santa Clara (39), yendo a comulgar, se me apareció con mucha hermosura. Díjome que me esforzase y fuese adelante en lo comenzado, que ella me ayudaría. Yo la tomé gran devoción, y ha salido tan verdad, que un monasterio de monjas de su Orden que está cerca de éste (40), nos ayuda a sustentar; y lo que ha sido más, que poco a poco trajo este deseo mío a tanta perfección, que en la pobreza que la bienaventurada Santa tenía en su casa, se tiene en ésta, y vivimos de limosna; que no me ha costado poco trabajo que sea con toda firmeza y autoridad del Padre Santo que no se pueda hacer otra cosa, ni jamás haya renta (41). Y más hace el Señor, y debe por ventura ser por ruegos de esta bendita Santa, que sin demanda ninguna nos provee Su Majestad muy cumplidamente lo necesario. Sea bendito por todo, amén.

14. Estando en estos mismos días, el de nuestra Señora de la Asunción, en un monasterio de la Orden del glorioso Santo Domingo (42), estaba considerando los muchos pecados que en tiempos pasados había en aquella casa confesado y cosas de mi ruin vida. Vínome un arrobamiento tan grande, que casi me sacó de mí. Sentéme, y aun paréceme que no pude ver alzar ni oír misa, que después quedé con escrúpulo de esto. Parecióme, estando así, que me veía vestir una ropa de mucha blancura y claridad, y al principio no veía quién me la vestía. Después vi a nuestra Señora hacia el lado derecho y a mi padre San José al izquierdo, que me vestían aquella ropa. Dióseme a entender que estaba ya limpia de mis pecados. Acabada de vestir, y yo con grandísimo deleite y gloria, luego me pareció asirme de las manos nuestra Señora: díjome que la daba mucho contento en servir al glorioso San José, que creyese que lo que pretendía del monasterio se haría y en él se serviría mucho el Señor y ellos dos; que no temiese habría quiebra en esto jamás, aunque la obediencia que daba no fuese a mi gusto (43), porque ellos nos guardarían, y que ya su Hijo nos había prometido andar con nosotras; (44) que para señal que sería esto verdad me daba aquella joya.

Parecíame haberme echado al cuello un collar de oro muy hermoso, asida una cruz a él de mucho valor. Este oro y piedras es tan diferente de lo de acá, que no tiene comparación; porque es su hermosura muy diferente de lo que podemos acá imaginar, que no alcanza el entendimiento a entender de qué era la ropa ni cómo imaginar el blanco que el Señor quiere que se represente, que parece todo lo de acá como un dibujo de tizne, a manera de decir.

15. Era grandísima la hermosura que vi en nuestra Señora, aunque por figuras no determiné ninguna particular, sino toda junta la hechura del rostro, vestida de blanco con grandísimo resplandor, no que deslumbra, sino suave. Al glorioso San José no vi tan claro, aunque bien vi que estaba allí, como las visiones que he dicho que no se ven (45). Parecíame nuestra Señora muy niña (46).

Estando así conmigo un poco, y yo con grandísima gloria y contento, más a mi parecer que nunca le había tenido y nunca quisiera quitarme de él, parecióme que los veía subir al cielo con mucha multitud de ángeles. Yo quedé con mucha soledad, aunque tan consolada y elevada y recogida en oración y enternecida, que estuve algún espacio que menearme ni hablar no podía, sino casi fuera de mí. Quedé con un ímpetu grande de deshacerme por Dios y con tales efectos, y todo pasó de suerte que nunca pude dudar, aunque mucho lo procurase, no ser cosa de Dios (47). Dejóme consoladísima y con mucha paz.

16. En lo que dijo la Reina de los Angeles de la obediencia (48), es que a mí se me hacía de mal no darla a la Orden, y habíame dicho el Señor que no convenía dársela a ellos. Diome las causas para que en ninguna manera convenía lo hiciese, sino que enviase a Roma por cierta vía, que también me dijo, que El haría viniese recado por allí. Y así fue, que se envió por donde el Señor me dijo que nunca acabábamos de negociarlo y vino muy bien. Y para las cosas que después han sucedido, convino mucho se diese la obediencia al Obispo (49). Mas entonces no le conocía yo, ni aun sabía qué prelado sería, y quiso el Señor fuese tan bueno y favoreciese tanto esta casa, como ha sido menester para la gran contradicción que ha habido en ella como después diré (50) y para ponerla en el estado que está. Bendito sea El que así lo ha hecho todo, amén.



NOTAS CAPÍTULO 33

1 Entender en: es "ocuparse de". Giro que se repetirá en este capítulo.

2 Provincial nuestro: el P. Angel de Salazar, provincial de los carmelitas de Castilla.

3 Admitir: en sentido jurídico: aceptar bajo su jurisdicción, "admitir en la Orden". Cf. 32, 13.15.

4 Mi monasterio: de la Encarnación.

5 Cárcel conventual: celdilla separada, que todavía hoy existe en el monasterio de la Encarnación. - Tornaban por mí.

6 Dábales descuento: dar cuenta o explicaciones en abono de la propia conducta.

7 La casa: el monasterio de la Encarnación.

8 Mi confesor: el P. Baltasar Alvarez. El sentido de la frase principal es: me fatigó que una vez mi confesor... me escribió que ya vería que era todo sueño..."

9 Es un eco de la bienaventuranza evangélica: Mt 5, 10.

10 Los ímpetus de que habló en el c. 29, 9 y ss.

11 P. Pedro Ibáñez (cf. c. 32, 16).

12 Daban trazas: tramitaban, buscaban medios (cf. 32, 10).

13 Comenzó... "a" procurar. Como otras veces, la Santa simplifica la grafía (=haplografía).

14 Andaban los tiempos recios: En verdad lo eran. Apenas un par de años antes (1559) se había iniciado el proceso contra el Arzobispo de Toledo, Bartolomé Carranza, y ese mismo año se celebró en Valladolid el auto de Antonio Cazalla, y se publicó en esta ciudad el famoso Indice de Valdés.

15 Si era levantado: si era calumnia.

16 Ponderó ya sus "letras" en el c. 32, 16.

17 Me aseguró mucho: me dio seguridad. Fue entonces cuando escribió su precioso Dictamen en 33 puntos a favor de la M. Teresa (cf. BMC, t. 2, pp. 130-132).

18 Se retiró al convento de Trianos (León), donde moriría el 2 de febrero de 1565 (cf. c. 38, 13).

19 De sus gracias místicas ("sobrenaturales") hablará la santa en el mismo c. 38, 12.13.32.

20 Es decir, no volvió a mandarme "negociarlo".

21 El rector cesante era el P. Dionisio Vázquez. El que le sucedió, "muy espiritual", Gaspar de Salazar. - "El Rector que salió de Avila fue el P. Dionisio Vázquez, confesor de S. Francisco de Borja y famoso en la Compañía por sus intrigas con Felipe II, la Inquisición y la Santa Sede para sustraer las casas de España de la jurisdicción del General de Roma. Le sustituyó en el oficio del P. Gaspar de Salazar en abril de 1561. Por ciertas desaveniencias que surgieron entre el Colegio de San Gil y el Obispo de Avila, D. Alvaro de Mendoza, el Visitador, P. Nadal, juzgó oportuno, cuando pasó por Avila a principios de 1562, quitar de Rector al P. Salazar. - Cuando Santa Teresa regresó de su viaje a Toledo, ya no le halló en el oficio. El poco tiempo que el P. Salazar estuvo en Avila bastó para que la Santa le cobrase cariño. De él hace honorífica mención en varias de sus cartas. Después de haber desempeñado el cargo de Rector en el Colegio de Madrid y otros de la Compañía, murió santamente en Alcalá el 25 de septiembre de 1593" (P. Silverio). - El nuevo Rector llegó a Avila el 9 de abril de 1561. Sobre la actitud del predecesor, P. Dionisio Vázquez, frente a la Santa, véase RIBERA, Vida de Santa Teresa, L. I, c. 14.

22 Su mayor: el superior de San Gil.

23 El rector: Gaspar de Salazar. - El confesor: "el P. Baltasar Alvarez", anota Gracián en su ejemplar.

24 Contradicción: contrariedad interior.

25 Haberlo: por lapsus de pluma al pasar la página escribió "halo". Fray Luis leyó "haberlo" (p. 416).

26 Desde a poco: poco después...

27 Mi confesor: P. Baltasar; y a este rector: Gaspar de Salazar.

28 RIBERA en su Vida de la Santa nos proporciona un dato que ilustra este pasaje: "Vino el Ministro (el P. Baltasar) a entender la voluntad de Dios de esta manera: Dijo un día N. Señor a la M. Teresa de Jesús: "Di a tu confesor que tenga mañana su meditación sobre este verso: ¡quam magnificata sunt opera tua, Domine!; nimis profundae factae sunt cogitationes tuae", que son palabras del salmo 91 y quieren decir: "¡Cuán engrandecidas son, Señor, vuestras obras, muy hondos son vuestros pensamientos". Escribióle luego un billete que contenía lo que el Señor la había dicho. El lo hizo así, y... tan claramente vio por aquello lo que Dios quería, meditando en aquel verso, y que por medio de una mujer había de mostrar sus maravillas, que luego la dijo que no había de dudar más, sino que volviese a tratar de veras de la fundación del monasterio. Esto sé yo de un Padre de la Compañía, digno de toda fe, a quien aquella misma tarde el P. Baltasar mostró el billete que la Madre le había enviado" (Vida de Santa Teresa, L. I, c. 14).

29 Una hermana mía: Juana de Ahumada, que residía en Alba de Tormes con su esposo Juan de Ovalle.

30 Alude al momento en que el P. Angel de Salazar "mudó de parecer y no quiso admitir la fundación": cf. c. 32, 15.

31 Mi compañera: doña Guiomar de Ulloa (Cf. c. 32 nota 22).

32 Breve pontificio que había solicitado de Roma.

33 Sin ninguna blanca: como nuestro "sin un céntimo"... "Blanca" era una antigua moneda de vellón, que en tiempo de la Santa era considerada como el prototipo de la moneda sin valor alguno (cf. Fund. 3, 2).

34 La ayuda providencial le llegó de Quito, enviada por su hermano Lorenzo de Cepeda en manos de Antonio Morán y otros indianos (cf. la carta de la Santa a Lorenzo: 23.12.1561, que fija la fecha de este suceso). - Lorenzo era hermano menor de la Santa. Había embarcado para América en 1540. Después de la batalla de Iñaquito se estableció en Quito, donde casó con Juana Fuentes y Espinosa, y ocupó en la ciudad puestos de alta responsabilidad: tesorero, regidor del cabildo, y alcalde. Regresará de América, viudo y con tres hijos, en 1575. Murió en La Serna (Avila) el 26.6.1580.

35 Lo ha referido ella en el c. 32, 18.

36 Alusión al pasaje evangélico: "Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza" (Lc 9, 58).

37 No curé: sinónimo de "procuré" (en la frase siguiente).

38 Sin hablar: sin pulir o refinar (cf. Const. 32), si bien en el n. anterior el mismo término tiene acepción más amplia.

39 El día de Santa Clara: 12 de agosto de 1561.

40 Era el convento de clarisas, cercano al de San José. Se lo llamaba comúnmente de "Las Gordillas", por alusión a la primera residencia que ocupó.

41 Efectivamente le había costado nada menos que tres documentos pontificios consecutivos: 1º un Breve de 7/2/1562 dirigido a Doña Aldonza de Guzmán y Doña Guiomar de Ulloa, que no contenía concesiones en materia de pobreza absoluta. 2º un rescrito de la Sagrada Penitenciaria de 5/12/1562, facultando al monasterio para vivir sin rentas; y el 3º una Bula de 17/7/1565 dando carácter definitivo al documento anterior.

42 Fue el 15 de octubre de 1561, en la capilla del santo Cristo de Santo Tomás de Avila.

43 Cf. más adelante el n. 16. "Dar la obediencia", equivalía a estar bajo la jurisdicción religiosa de...

44 Alude a lo referido en el c. 32, 11: "que Cristo andaría con nosotras"

45 Las visiones que he dicho que no se ven: Cf. c. 27, n. 2 (visiones intelectuales).

46 Muy niña: muy joven (como en el c. 31, 23).

47 Nunca pude dudar... no ser cosa de Dios: el "no" es redundante.

48 Al rehusar el Provincial, Angel de Salazar, aceptar la fundación bajo su obediencia, la Santa puso la casa bajo la jurisdicción del Obispo de Avila. Más adelante, en momentos muy críticos, ella misma pasó la casa a la obediencia de la Orden (Fund. c. 31).

49 Obispo de Avila: "Don Alvaro de Mendoza", anota Gracián en su ejemplar. Cf. c. 36, 2. D. Alvaro será en lo sucesivo amigo incondicional de la Madre Teresa.

50 En el c. 36, 15 y ss.

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MensajePublicado: Dom Jul 13, 2008 12:59 am    Asunto:
Tema: El Libro de la Vida - Santa Teresa de Jesús de Ávila
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CAPÍTULO 34



Trata cómo en este tiempo convino que se ausentase de este lugar. Dice la causa y cómo la mandó ir su prelado para consuelo de una señora muy principal que estaba muy afligida. Comienza a tratar lo que allá le sucedió y la gran merced que el Señor la hizo de ser medio para que Su Majestad despertase a una persona muy principal para servirle muy de veras, y que ella tuviese favor y amparo después en él. Es mucho de notar.



1. Pues por mucho cuidado que yo traía para que no se entendiese, no podía hacerse tan secreto toda esta obra, que no se entendiese mucho en algunas personas. Unas lo creían y otras no. Yo temía harto que, venido el Provincial, si algo le dijesen de ello, me había de mandar no entender en ello (1), y luego era todo cesado.

Proveyólo el Señor de esta manera: que se ofreció en un lugar grande (2), más de veinte leguas de éste, que estaba una señora muy afligida a causa de habérsele muerto su marido. Estábalo en tanto extremo, que se temía su salud (3). Tuvo noticia de esta pecadorcilla, que lo ordenó el Señor así, que la dijesen bien de mí para otros bienes que de aquí sucedieron. Conocía esta señora mucho al Provincial (4), y como era persona principal y supo que yo estaba en monasterio que salían (5), pónele el Señor tan gran deseo de verme, pareciéndole que se consolaría conmigo, que no debía ser en su mano, sino luego procuró, por todas las vías que pudo, llevarme allá, enviando al Provincial (6), que estaba bien lejos. El me envió un mandamiento, con precepto de obediencia, que luego fuese con otra compañera. Yo lo supe la noche de Navidad (7).

2. Hízome algún alboroto y mucha pena ver que, por pensar que había en mí algún bien, me quería llevar, que, como yo me veía tan ruin no podía sufrir esto. Encomendándome mucho a Dios, estuve todos los maitines, o gran parte de ellos, en gran arrobamiento. Díjome el Señor que no dejase de ir y que no escuchase pareceres, porque pocos me aconsejarían sin temeridad; que, aunque tuviese trabajos, se serviría mucho Dios, y que para este negocio del monasterio convenía ausentarme hasta ser venido el Breve; (8) porque el demonio tenía armada una gran trama, venido el Provincial; que no temiese de nada, que El me ayudaría allá.

Yo quedé muy esforzada y consolada. Díjelo al rector (9). Díjome que en ninguna manera dejase de ir, porque otros me decían que no se sufría, que era invención del demonio para que allá me viniese algún mal: que tornase a enviar al Provincial.

3. Yo obedecí al rector, y con lo que en la oración había entendido iba sin miedo aunque no sin grandísima confusión de ver el título con que me llevaban y cómo se engañaban tanto. Esto me hacía importunar más al Señor para que no me dejase. Consolábame mucho que había casa de la Compañía de Jesús en aquel lugar adonde iba (10) y, con estar sujeta a lo que me mandasen, como lo estaba acá, me parecía estaría con alguna seguridad.

Fue el Señor servido que aquella señora se consoló tanto, que conocida mejoría comenzó luego a tener y cada día más se hallaba consolada. Túvose a mucho, porque como he dicho (11) la pena la tenía en gran aprieto; y debíalo de hacer el Señor por las muchas oraciones que hacían por mí las personas buenas que yo conocía porque me sucediese bien. Era muy temerosa de Dios y tan buena, que su mucha cristiandad suplió lo que a mí me faltaba. Tomó grande amor conmigo. Yo se le tenía harto de ver su bondad, mas casi todo me era cruz; porque los regalos me daban gran tormento y el hacer tanto caso de mí me traía con gran temor. Andaba mi alma tan encogida, que no me osaba descuidar, ni se descuidaba el Señor. Porque estando allí me hizo grandísimas mercedes, y éstas me daban tanta libertad y tanto me hacían menospreciar todo lo que veía y mientras más eran, más, que no dejaba de tratar con aquellas tan señoras, que muy a mi honra pudiera yo servirlas, con la libertad que si yo fuera su igual.

4. Saqué una ganancia muy grande, y decíaselo. Vi que era mujer y tan sujeta a pasiones y flaquezas como yo, y en lo poco que se ha de tener el señorío, y cómo, mientras es mayor, tienen más cuidados y trabajos, y un cuidado de tener la compostura conforme a su estado, que no las deja vivir; comer sin tiempo ni concierto, porque ha de andar todo conforme al estado (12) y no a las complexiones. Han de comer muchas veces los manjares más conformes a su estado que no a su gusto.

Es así que de todo aborrecí el desear ser señora. ¡Dios me libre de mala compostura!, aunque ésta, con ser de las principales del reino, creo hay pocas más humildes, y de mucha llaneza. Yo la había lástima, y se la he, de ver cómo va muchas veces no conforme a su inclinación por cumplir con su estado. Pues con los criados es poco lo poco que hay que fiar, aunque ella los tenía buenos. No se ha de hablar más con uno que con otro, sino al que se favorece ha de ser el malquisto.

Ello es una sujeción, que una de las mentiras que dice el mundo es llamar señores a las personas semejantes, que no me parece son sino esclavos de mil cosas.

5. Fue el Señor servido (13) que el tiempo que estuve en aquella casa se mejoraban en servir a Su Majestad las personas de ella, aunque no estuve libre de trabajos y algunas envidias que tenían algunas personas del mucho amor que aquella señora me tenía. Debían por ventura pensar que pretendía algún interés. Debía permitir el Señor me diesen algunos trabajos cosas semejantes y otras de otras suertes, porque no me embebiese en el regalo que había por otra parte, y fue servido sacarme de todo con mejoría de mi alma.

6. Estando allí acertó a venir un religioso, persona muy principal y con quien yo, muchos años había, había tratado algunas veces (14). Y estando en misa en un monasterio de su Orden que estaba cerca de donde yo estaba, diome deseo de saber en qué disposición estaba aquella alma, que deseaba yo fuese muy siervo de Dios, y levantéme para irle a hablar. Como yo estaba recogida ya en oración, parecióme después era perder tiempo, que quién me metía a mí en aquello, y tornéme a sentar. Paréceme que fueron tres veces (15) las que esto me acaeció y, en fin, pudo más el ángel bueno que el malo, y fuile a llamar y vino a hablarme a un confesonario.

Comencéle a preguntar y él a mí porque había muchos años que no nos habíamos visto (16) de nuestras vidas. Yo le comencé a decir que había sido la mía de muchos trabajos de alma. Puso muy mucho en que le dijese qué eran los trabajos. Yo le dije que no eran para saber ni para que yo los dijese. El dijo que, pues lo sabía el padre dominico que he dicho que era muy su amigo (17), que luego se los diría y que no se me diese nada.

7. El caso es que ni fue en su mano dejarme de importunar ni en la mía, me parece, dejárselo de decir. Porque con toda la pesadumbre y vergüenza que solía tener cuando trataba estas cosas, con él y con el rector que he dicho (18) no tuve ninguna pena, antes me consolé mucho. Díjeselo debajo de confesión (19).

Parecióme más avisado que nunca, aunque siempre le tenía por de gran entendimiento. Miré los grandes talentos y partes que tenía para aprovechar mucho, si del todo se diese a Dios. Porque esto tengo yo de unos años acá, que no veo persona que mucho me contente, que luego querría verla del todo dar a Dios, con unas ansias que algunas veces no me puedo valer. Y aunque deseo que todos le sirvan, estas personas que me contentan es con muy gran ímpetu, y así importuno mucho al Señor por ellas. Con el religioso que digo, me acaeció así.

8. Rogóme le encomendase mucho a Dios, y no había menester decírmelo, que ya yo estaba de suerte que no pudiera hacer otra cosa. Y voyme adonde solía a solas tener oración, y comienzo a tratar con el Señor, estando muy recogida, con un estilo abobado que muchas veces, sin saber lo que digo, trato; que el amor es el que habla, y está el alma tan enajenada, que no miro la diferencia que haya de ella a Dios. Porque el amor que conoce que la tiene Su Majestad, la olvida de sí y le parece está en El y, como una cosa propia sin división (20), habla desatinos. Acuérdome que le dije esto, después de pedirle con hartas lágrimas aquella alma pusiese en su servicio muy de veras, que aunque yo le tenía por bueno, no me contentaba, que le quería muy bueno, y así le dije: "Señor, no me habéis de negar esta merced; mirad que es bueno este sujeto para nuestro amigo".

9. ¡Oh bondad y humanidad grande de Dios, cómo no mira las palabras, sino los deseos y voluntad con que se dicen! ¡Cómo sufre que una como yo hable a Su Majestad tan atrevidamente! Sea bendito por siempre jamás.

10. Acuérdome que me dio en aquellas horas de oración aquella noche un afligimiento grande de pensar si estaba en enemistad de Dios. Y como no podía yo saber si estaba en gracia o no (no para que yo lo desease saber, mas deseábame morir por no me ver en vida adonde no estaba segura si estaba muerta, porque no podía haber muerte más recia para mí que pensar si tenía ofendido a Dios) y apretábame esta pena; suplicábale no lo permitiese, toda regalada (21) y derretida en lágrimas. Entonces entendí que bien me podía consolar y estar cierta que estaba en gracia; (22) porque semejante amor de Dios y hacer Su Majestad aquellas mercedes y sentimientos que daba al alma, que no se compadecía (23) hacerse a alma que estuviese en pecado mortal.

Quedé confiada que había de hacer el Señor lo que le suplicaba de esta persona. Díjome que le dijese unas palabras. Esto sentí yo mucho, porque no sabía cómo las decir, que esto de dar recado a tercera persona; como he dicho, (24) es lo que más siento siempre, en especial a quien no sabía cómo lo tomaría, o si burlaría de mí. Púsome en mucha congoja. En fin, fui tan persuadida, que, a mi parecer, prometí a Dios no dejárselas de decir y, por la gran vergüenza que había, las escribí y se las di.

11. Bien pareció ser cosa de Dios en la operación que le hicieron (25). Determinóse muy de veras de darse a oración, aunque no lo hizo desde luego. El Señor, como le quería para Sí, por mi medio le enviaba a decir unas verdades, que, sin entenderlo yo, iban tan a su propósito que él se espantaba, y el Señor que debía disponerle para creer que era Su Majestad. Yo, aunque miserable, era mucho lo que suplicaba al Señor muy del todo lo tornase a Sí y le hiciese aborrecer los contentos y cosas de la vida. Y así ¡sea alabado por siempre! lo hizo tan de hecho, que cada vez que me habla me tiene como embobada; y si yo no lo hubiera visto, lo tuviera por dudoso en tan breve tiempo hacerle tan crecidas mercedes y tenerle tan ocupado en Sí, que no parece vive ya para cosa de la tierra.

Su Majestad le tenga de su mano, que si así va adelante (lo que espero en el Señor sí hará, por ir muy fundado en conocerse), será uno de los muy señalados siervos suyos y para gran provecho de muchas almas; porque en cosas de espíritu en poco tiempo tiene mucha experiencia, que estos son dones que da Dios cuando quiere y como quiere (26), y ni va en el tiempo ni en los servicios. No digo que no hace esto mucho, mas que muchas veces no da el Señor en veinte años la contemplación que a otros da en uno. Su Majestad sabe la causa.

Y es el engaño, que nos parece por los años hemos de entender lo que en ninguna manera se puede alcanzar sin experiencia. Y así yerran muchos como he dicho (27) en querer conocer espíritus sin tenerle (28). No digo que quien no tuviere espíritu, si es letrado, no gobierne a quien le tiene; mas entiéndese en lo exterior e interior que va conforme a vía natural por obra del entendimiento, y en lo sobrenatural que mire (29) vaya conforme a la Sagrada Escritura. En lo demás no se mate, ni piense entender lo que no entiende, ni ahogue los espíritus (30), que ya, cuanto en aquello, otro mayor Señor los gobierna, que no están sin superior.

12. No se espante ni le parezcan cosas imposibles todo es posible al Señor, sino procure esforzar la fe y humillarse de que hace el Señor en esta ciencia a una vejecita más sabia, por ventura, que a él aunque sea muy letrado; y con esta humildad aprovechará más a las almas y a sí que por hacerse contemplativo sin serlo. Porque torno a decir que si no tiene experiencia, si no tiene muy mucha humildad en entender que no lo entiende y que no por eso es imposible, que ganará poco y dará a ganar menos a quien trata. No haya miedo, si tiene humildad, permita el Señor que se engañe el uno ni el otro.

13. Pues a este Padre que digo (31), como en muchas cosas se la ha dado el Señor, ha procurado estudiar todo lo que por estudio ha podido en este caso que es buen letrado y lo que no entiende por experiencia infórmase de quien la tiene, y con esto ayúdale el Señor con darle mucha fe, y así ha aprovechado mucho a sí y a algunas ánimas, y la mía es una de ellas; que como el Señor sabía en los trabajos que me había de ver, parece proveyó Su Majestad que, pues había de llevar consigo a algunos que me gobernaban (32), quedasen otros que me han ayudado a hartos trabajos y hecho gran bien. Hale mudado el Señor casi del todo, de manera que casi él no se conoce a manera de decir y dado fuerzas corporales para penitencia (que antes no tenía, sino enfermo), y animoso para todo lo que es bueno y otras cosas, que se parece bien ser muy particular llamamiento del Señor. Sea bendito por siempre.

14. Creo todo el bien le viene de las mercedes que el Señor le ha hecho en la oración, porque no son postizos (33). Porque ya en algunas cosas ha querido el Señor sea ya experimentado, porque sale de ellas como quien tiene ya conocida la verdad del mérito que se gana en sufrir persecuciones. Espero en la grandeza del Señor ha de venir mucho bien a algunos de su Orden por él, y a ella misma (34). Ya se comienza esto a entender. He visto grandes visiones, y díchome el Señor algunas cosas de él y del rector de la Compañía de Jesús que tengo dicho (35), de grande admiración, y de otros dos religiosos de la Orden de Santo Domingo, en especial de uno (36), que también ha dado ya a entender el Señor por obra en su aprovechamiento algunas cosas que antes yo había entendido de él. Mas de quien ahora hablo han sido muchas.

15. Una cosa quiero decir ahora aquí. Estaba yo una vez con él en un locutorio, y era tanto el amor que mi alma y espíritu entendía que ardía en el suyo, que me tenía a mí casi absorta; porque consideraba las grandezas de Dios en cuán poco tiempo había subido un alma a tan gran estado. Hacíame gran confusión, porque le veía con tanta humildad escuchar lo que yo le decía en algunas cosas de oración, como yo tenía poca (37) de tratar así con persona semejante. Debíamelo sufrir el Señor, por el gran deseo que yo tenía de verle muy adelante. Hacíame tanto provecho estar con él, que parece dejaba a mi ánima puesto nuevo fuego para desear servir al Señor de principio.

¡Oh Jesús mío, qué hace un alma abrasada en vuestro amor! ¡Cómo la habíamos de estimar en mucho y suplicar al Señor la dejase en esta vida! Quien tiene el mismo amor, tras estas almas se había de andar si pudiese.

16. Gran cosa es un enfermo hallar otro herido de aquel mal. Mucho se consuela de ver que no es solo. Mucho se ayudan a padecer y aun a merecer. Excelentes espaldas se hacen ya gente determinada a arriscar (38) mil vidas por Dios y desean que se les ofrezca en qué perderlas. Son como soldados que, por ganar el despojo y hacerse con él ricos, desean que haya guerra (39). Tienen entendido no lo pueden ser sino por aquí. Es este su oficio, el trabajar. ¡Oh, gran cosa es adonde el Señor da esta luz de entender lo mucho que se gana en padecer por El! No se entiende esto bien hasta que se deja todo, porque quien en ello se está, señal es que lo tiene en algo; pues si lo tiene en algo, forzado le ha de pesar de dejarlo, y ya va imperfecto todo y perdido. Bien viene aquí, que es perdido quien tras perdido anda (40). ¿Y qué más perdición, y qué más ceguedad, qué más desventura que tener en mucho lo que no es nada?

17. Pues, tornando a lo que decía (41), estando yo en grandísimo gozo mirando aquel alma, que me parece quería el Señor viese claro los tesoros que había puesto en ella, y viendo la merced que me había hecho en que fuese por medio mío hallándome indigna de ella, en mucho más tenía yo las mercedes que el Señor le había hecho y más a mi cuenta las tomaba que si fuera a mí y alababa mucho al Señor de ver que Su Majestad iba cumpliendo mis deseos y había oído mi oración, que era despertase el Señor personas semejantes.

Estando ya mi alma que no podía sufrir en sí tanto gozo, salió de sí y perdióse para más ganar (42). Perdió las consideraciones, y de oír aquella lengua divina en quien parece hablaba el Espíritu Santo, diome un gran arrobamiento que me hizo casi perder el sentido, aunque duró poco tiempo. Vi a Cristo con grandísima majestad y gloria, mostrando gran contento de lo que allí pasaba; y así me lo dijo, y quiso viese claro que a semejantes pláticas siempre se hallaba presente y lo mucho que se sirve en que así se deleiten en hablar en El.

Otra vez estando lejos de este lugar (43), le vi con mucha gloria levantar, a los ángeles; (44) entendí iba su alma muy adelante, por esta visión. Y así fue, que le habían levantado un gran testimonio bien contra su honra, persona a quien él había hecho mucho bien y remediado la suya y el alma, y habíalo pasado con mucho contento y hecho otras obras muy en servicio de Dios y pasado otras persecuciones.

18. No me parece conviene ahora declarar más cosas. Si después le pareciere a vuestra merced (45), pues las sabe, se podrán poner para gloria del Señor. De todas las que he dicho de profecías de esta casa, y otras que diré de ella y de otras cosas, todas se han cumplido. Algunas, tres años antes que se supiesen otras más y otras menos me las decía el Señor. Y siempre las decía al confesor y a esta mi amiga viuda con quien tenía licencia de hablar, como he dicho; (46) y ella he sabido que las decía a otras personas, y éstas saben que ni miento, ni Dios me dé tal lugar, que en ninguna cosa, cuánto más siendo tan graves, tratase yo sino toda verdad.

19. Habiéndose muerto un cuñado mío súbitamente (47), y estando yo con mucha pena por no se haber viado a confesarse (48), se me dijo en la oración que había así de morir mi hermana, que fuese allá y procurase se dispusiese para ello. Díjelo a mi confesor y, como no me dejaba ir, entendílo otras veces. Ya como esto vio, díjome que fuese allá, que no se perdía nada.

Ella estaba en una aldea (49), y, como fui, sin decirla nada la fui dando la luz que pude en todas las cosas, e hice se confesase muy a menudo y en todo trajese cuenta con su alma. Ella era muy buena e hízolo así. Desde a cuatro o cinco años que tenía esta costumbre (50) y muy buena cuenta con su conciencia, se murió sin verla nadie ni poderse confesar. Fue el bien que, como lo acostumbraba, no había poco más de ocho días que estaba confesada.

A mí me dio gran alegría cuando supe su muerte. Estuvo muy poco en el purgatorio. Serían aún no me parece ocho días cuando, acabando de comulgar, me apareció el Señor y quiso la viese cómo la llevaba a la gloria. En todos estos años, desde que se me dijo hasta que murió, no se me olvidaba lo que se me había dado a entender, ni a mi compañera (51), que, así como murió, vino a mí muy espantada de ver cómo se había cumplido.

Sea Dios alabado por siempre, que tanto cuidado trae de las almas para que no se pierdan.



NOTAS CAPÍTULO 34

1 No entender en ello: no ocuparse de ello (como en el c. 33, título).

2 Lugar grande: Toledo. Nótese el anonimato. Como en el caso de la nota 3.

3 Una señora: "Doña Luisa de la Cerda, mujer que fue de Arias Pardo", apostilló Gracián en su ejemplar. - Se temía su salud: por su salud. - Doña Luisa era viuda reciente de Arias Pardo de Saavedra, mariscal de Castilla, señor de las villas de Malagón, Paracuellos, etc., y sobrino del Cardenal Arzobispo de Toledo Pardo de Tavera. Su esposo había muerto el 13 de enero de 1561. Doña Luisa era hija del Duque de Medinaceli, Juan de la Cerda, y residía en Toledo. Se hará gran amiga de la Santa. Por su mediación, el libro de la Vida llegará a manos de san Juan de Avila (Cf. cartas del 18 y del 27 de mayo de 1568 a Doña Luisa).

4 Provincial de los carmelitas de Castilla: Angel de Salazar.

5 Monasterio que salían: en que las monjas no prometían clausura (cf. c. 4, 5).

6 Enviando carta al provincial. Como al final del n. 2.

7 Era el 24 de diciembre de 1561.

8 Hasta que llegase el Breve pontificio, que sería expedido en Roma el 7.2.1562.

9 Rector de San Gil, P. Gaspar de Salazar.

10 En Toledo. Fundación reciente de los jesuitas, gracias a la intervención de san Francisco de Borja ante el Arzobispo B. Carranca (1558). Superior de la casa era el P. Pedro Doménech, y Ministro el P. Gil González Dávila. Con ambos entrabló enseguida la Santa íntimas relaciones espirituales. El P. Doménech fue su confesor.

11 En el n. 1.

12 Conforme al estado: conforme a su rango nobiliario o categoría social.

13 Por error material, en el autógrafo se repite la frase "fue... servido". Ocurrirá de nuevo en el n. siguiente.

14 "El P. fray García de Toledo", advierte Gracián en su ejemplar. Los primitivos biógrafos de la Santa, Ribera y Yepes, dan por aludido al P. Vicente Barrón, de quien habló la Santa en el c. 7, 17. - García de Toledo era "persona principal", nieto de los Condes de Oropesa, sobrino del futuro Virrey del Perú, F. de Toledo. Ya en 1535 había estado en Méjico, militando a las órdenes del virrey Antonio de Mendoza. En marzo de 1569 pasará de nuevo el Atlántico, acompañando al virrey F. de Toledo como asesor religioso. Ya no regresará a España hasta 1581 (cf. la carta de la Santa a María de San José, del 8.22.1581).

15 Por lapsus material, en el autógrafo repite "tres tres veces".

16 El P. García de Toledo había sido prior de Santo Tomás de Avila en 1555.

17 El P. Pedro Ibáñez. Lo ha dicho en el c. 33, 5.

18 P. Gaspar de Salazar, rector de San Gil: c. 33, nn. 9-10.

19 Debajo de confesión: bajo secreto de confesión.

20 Como una cosa propia sin división: como de cosa propia y como si no hubiese división (distancia) entre Dios y ella...

21 Toda regalada: feliz, inundada de gozo.

22 En la edición príncipe, fray Luis trascribió "consolar y confiar", en lugar de "consolar y estar cierta" (p. 431). Como otras correcciones del autógrafo, también esta enmienda está motivada por el acostumbrado escrúpulo teológico-tridentino sobre la certeza del estado de gracia (cf. Denz. 802 y 805). En realidad, la afirmación de la Santa está en pleno acuerdo con la ortodoxia tridentina.

23 No se compadecía: no era compatible.

24 En el c. 32, 12; cf. c. 33, 2.

25 La operación que le hicieron: efecto que le produjeron las palabras de la Santa. - El hecho fue referido con más detalles por el autor del "Informe sobre el espíritu de la Madre Teresa", atribuido al propio Pedro Ibáñez: "A una persona que no se acaba de determinar en tratar con gran delizadeza con Dios, pensando yo que había comenzado ya, porque así lo habíamos concertado él y yo, y como en cosa hecha no quería yo volver por donde esta persona estaba, hablóme esta santa y díjome que su Maestro (que es Cristo) decía que volviese yo por donde estaba y que le llevase un recaudo bien breve, pero era todo de Dios y de su parte, y aún hasta entonces se quería excusar Doña Teresa con Dios... Vengo y propóngole mi recaudo: comienza a llorar, que le penetró las entrañas, y es un hombrazo que puede gobernar el mundo, y que no es nada mujeril y afeminado para llorar, sino muy hombrazo" (BMC, t. II, pp. 149-150).

26 Afirmación de la absoluta gratuidad de los dones místicos: cf. c. 21, 9 nota 17.

27 Cf. c. 13, 14.

28 Esta afirmación y las que siguen son un eco de cuando escribió a la Santa fray Pedro de Alcántara en carta del 14.4.1562 (BMC, t. II, p. 125-126).

29 Mira, había escrito. Y lo corrigió. Fray Luis trascribe "mire" (p. 433).

30 Repite la frase de San Pablo en 1Tes 5, 19.

31 García de Toledo.

32 Cuando esto escribe, ya han muerto san Pedro de Alcántara (18.10.1562) y el P. Pedro Ibáñez (12.2.1565). - La frase siguiente: me han ayudado a sobrellevar hartos trabajos.

33 Postizas, trascribe fray Luis (p. 434), concordando con "mercedes". La Santa une "postizos" con "bienes". Así se entiende mejor lo que sigue.

34 La Orden de Santo Domingo.

35 El P. Gaspar de Salazar, de quien ha hablado en el c. 33, 9-10.

36 "Los Padres Pedro Ibáñez y Domingo Báñez, especialmente el primero" (P. Silverio).

37 Yo tenía poca humildad.

38 Determinada arriscar, escribe la Santa: "Arriscar": arriesgar.

39 La misma imagen bélica está presente en Camino 38, 1.

40 Refrán algo más culto que el conocido "dime con quién andas...".

41 En el n. 15.

42 Expresión gráfica, que designa el ingreso en arrobamiento. Los dos verbos "perderse / ganar(se)", en acepción mística: perderse a sí mismo, para ganarse en Dios. En el poema "Vivo sin vivir en mí", escribe: "Mira que el amor es fuerte; / vida no me seas molesta, / mira que sólo me resta / para ganarte, perderte".

43 Estando lejos de Avila.

44 "El P. fray García de Toledo", anota Gracián en su ejemplar. - Reordenando la frase: "vi a los ángeles levantarle".

45 Si le pareciere a v.m., pues las sabe... Reanuda el diálogo con el P. García de Toledo. La Santa viene hablando de las interioridades del propio P. García, quien se identifica con ese "vuestra merced", y "las sabe". Pero como él no es el único destinatario del libro, la autora tiende un velo de discreción sobre el relato.

46 Doña Guiomar de Ulloa. Lo ha dicho en el c. 30, 3.

47 Cuñado mío: "Martín de Guzmán", anota Gracián. Estaba casado con María de Cepeda, hermana mayor de la Santa. Cf. c. 3, 3.

48 En el autógrafo se lee: "por no se haber uyado" (= viado) a confesarse. Báñez lo corrigió: "por no haber tenido lugar a confesarse". Fray Luis imprimió: "por no haber vuiado (= uviado) a confesar" (p. 438).

49 En una aldea: Castellanos de la Cañada, adonde había ido la Santa con ocasión de sus enfermedades (c. 3, 3; y 4, 6). - La frase siguiente: sin decirla nada de la revelación que yo había tenido...

50 Desde a cuatro o cinco años, equivale a "cuatro o cinco años después...".

51 Mi compañera: Doña Guiomar (cf. n. 18).

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MensajePublicado: Mar Jul 15, 2008 11:40 pm    Asunto:
Tema: El Libro de la Vida - Santa Teresa de Jesús de Ávila
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CAPÍTULO 35



Prosigue en la misma materia de la fundación de esta casa de nuestro glorioso Padre San José. Dice por los términos que ordenó el Señor viniese a guardarse en ella la santa pobreza, y la causa por qué se vino de con aquella señora que estaba (1), y otras algunas cosas que le sucedieron.



1. Pues estando con esta señora que he dicho (2), adonde estuve más de medio año, ordenó el Señor que tuviese noticia de mí una beata de nuestra Orden, de más de setenta leguas de aquí de este lugar (3), y acertó a venir por acá y rodeó algunas por hablarme. Habíala el Señor movido el mismo año y mes que a mí para hacer otro monasterio de esta Orden; y como le puso este deseo, vendió todo lo que tenía y fuese a Roma a traer despacho para ello, a pie y descalza.

2. Es mujer de mucha penitencia y oración, y hacíala el Señor muchas mercedes, y aparecídola nuestra Señora y mandádola lo hiciese. Hacíame tantas ventajas en servir al Señor, que yo había vergüenza de estar delante de ella. Mostróme los despachos que traía de Roma y, en quince días que estuvo conmigo, dimos orden en cómo habíamos de hacer estos monasterios (4). Y hasta que yo la hablé, no había venido a mi noticia que nuestra Regla antes que se relajase mandaba no se tuviese propio (5), ni yo estaba en fundarle sin renta, que iba mi intento a que no tuviésemos cuidado de lo que habíamos menester, y no miraba a los muchos cuidados que trae consigo tener propio.

Esta bendita mujer, como la enseñaba el Señor, tenía bien entendido, con no saber leer, lo que yo con tanto haber andado a leer las Constituciones, ignoraba. Y como me lo dijo, perecióme bien, aunque temí que no me lo habían de consentir, sino decir que hacía desatinos y que no hiciese cosa que padeciesen otras por mí, que, a ser yo sola, poco ni mucho me detuviera, antes me era gran regalo pensar de guardar los consejos de Cristo Señor nuestro, porque grandes deseos de pobreza ya me los había dado Su Majestad (6).

Así que para mí no dudaba ser lo mejor; porque días había que deseaba fuera posible a mi estado andar pidiendo por amor de Dios y no tener casa ni otra cosa. Mas temía que, si a las demás no daba el Señor estos deseos, vivirían descontentas, y también no fuese causa de alguna distracción, porque veía algunos monasterios pobres no muy recogidos, y no miraba que el no serlo era causa de ser pobres, y no la pobreza de la distracción; (7) porque ésta no hace más ricas, ni falta Dios jamás a quien le sirve. En fin tenía flaca la fe, lo que no hacía a esta sierva de Dios.

3. Como yo en todo tomaba tantos pareceres, casi a nadie hallaba de este parecer: ni confesor (8), ni los letrados que trataba. Traíanme tantas razones, que no sabía qué hacer, porque, como ya yo sabía era Regla y veía ser más perfección, no podía persuadirme a tener renta. Y ya que algunas veces me tenían convencida, en tornando a la oración y mirando a Cristo en la cruz tan pobre y desnudo, no podía poner a paciencia ser rica. Suplicábale con lágrimas lo ordenase de manera que yo me viese pobre como El.

4. Hallaba tantos inconvenientes para tener renta y veía ser tanta causa de inquietud y aun distracción, que no hacía sino disputar con los letrados. Escribílo al religioso dominico que nos ayudaba (9). Envióme escritos dos pliegos de contradicción y teología para que no lo hiciese, y así me lo decía, que lo había estudiado mucho. Yo le respondí que para no seguir mi llamamiento y el voto que tenía hecho de pobreza y los consejos de Cristo con toda perfección, que no quería aprovecharme de teología, ni con sus letras en este caso me hiciese merced.

Si hallaba alguna persona que me ayudase, alegrábame mucho. Aquella señora con quien estaba (10), para esto me ayudaba mucho. Algunos luego al principio decíanme que les parecía bien; después, como más lo miraban, hallaban tantos inconvenientes, que tornaban a poner mucho en que no lo hiciese. Decíales yo que, si ellos tan presto mudaban parecer, que yo al primero me quería llegar.

5. En este tiempo, por ruegos míos, porque esta señora no había visto al santo Fray Pedro de Alcántara, fue el Señor servido viniese a su casa, y como el que era bien amador de la pobreza y tantos años la había tenido, sabía bien la riqueza que en ella estaba , y así me ayudó mucho y mandó que en ninguna manera dejase de llevarlo muy adelante. Ya con este parecer y favor, como quien mejor le podía dar por tenerlo sabido por larga experiencia, yo determiné no andar buscando otros (11).

6. Estando un día mucho encomendándolo a Dios, me dijo el Señor que en ninguna manera dejase de hacerle pobre (12), que ésta era la voluntad de su Padre y suya, que El me ayudaría. Fue con tan grandes efectos, en un gran arrobamiento, que en ninguna manera pude tener duda de que era Dios.

Otra vez me dijo que en la renta estaba la confusión, y otras cosas en loor de la pobreza, y asegurándome que a quien le servía no le faltaba lo necesario para vivir; y esta falta, como digo, nunca yo la temí por mí.

También volvió el Señor el corazón del Presentado (13), digo del religioso dominico, de quien he dicho me escribió no lo hiciese sin renta. Ya yo estaba muy contenta con haber entendido esto y tener tales pareceres; no me parecía sino que poseía toda la riqueza del mundo, en determinándome a vivir de por amor de Dios.

7. En este tiempo, mi Provincial (14) me alzó el mandamiento y obediencia que me había puesto para estar allí, y dejó en mi voluntad que si me quisiese ir que pudiese, y si estar, también, por cierto tiempo; y en éste había de haber elección en mi monasterio (15), y avisáronme que muchas querían darme aquel cuidado de prelada, que para mí sólo pensarlo era tan gran tormento que a cualquier martirio me determinaba a pasar por Dios con facilidad, a éste en ningún arte me podía persuadir. Porque dejado el trabajo grande, por ser muy muchas (16) y otras causas de que yo nunca fui amiga, ni de ningún oficio, antes siempre los había rehusado, parecíame gran peligro para la conciencia, y así alabé a Dios de no me hallar allá. Escribí a mis amigas para que no me diesen voto.

8. Estando muy contenta de no me hallar en aquel ruido, díjome el Señor que en ninguna manera deje de ir, que pues deseo cruz, que buena se me apareja, que no la deseche, que vaya con ánimo, que El me ayudará, y que me fuese luego. Yo me fatigué mucho y no hacía sino llorar, porque pensé que era la cruz ser prelada y, como digo, no podía persuadirme a que estaba bien a mi alma en ninguna manera, ni yo hallaba términos para ello.

Contélo a mi confesor (17). Mandóme que luego procurase ir, que claro estaba era más perfección y que, porque hacía gran calor, que bastaba hallarme allá a la elección, y que me estuviese unos días, porque no me hiciese mal el camino; (18) mas el Señor, que tenía ordenado otra cosa, húbose de hacer; porque era tan grande el desasosiego que traía en mí y el no poder tener oración y parecerme faltaba de lo que el Señor me había mandado, y que, como estaba allí a mi placer y con regalo, no quería irme a ofrecer al trabajo; que todo era palabras con Dios; que, por qué pudiendo estar adonde era más perfección, había de dejarlo; que si me muriese, muriese..., y con esto un apretamiento de alma, un quitarme el Señor todo el gusto en la oración..., en fin, yo estaba tal, que ya me era tormento tan grande, que supliqué a aquella señora tuviese por bien dejarme venir, porque ya mi confesor como me vio así me dijo que me fuese, que también le movía Dios como a mí.

9. Ella sentía tanto que la dejase, que era otro tormento; que le había costado mucho acabarlo con el Provincial por muchas maneras de importunaciones. Tuve por grandísima cosa querer venir en ello (19), según lo que sentía; sino, como era muy temerosa de Dios y como le dije que se le podía hacer gran servicio y otras hartas cosas, y dila esperanza que era posible tornarla a ver, y así, con harta pena, lo tuvo por bien.

10. Ya yo no la tenía de venirme, porque entendiendo yo era más perfección una cosa y servicio de Dios, con el contento que me da contentarle, pasé la pena de dejar a aquella señora que tanto la veía sentir, y a otras personas a quien debía mucho, en especial a mi confesor, que era de la Compañía de Jesús, y hallábame muy bien con él (20). Mas mientras más veía que perdía de consuelo por el Señor, más contento me daba perderle. No podía entender cómo era esto, porque veía claro estos dos contrarios: holgarme y consolarme y alegrarme de lo que me pesaba en el alma. Porque yo estaba consolada y sosegada y tenía lugar para tener muchas horas de oración; veía que venía a meterme en un fuego, que ya el Señor me lo había dicho (21) que venía a pasar gran cruz, aunque nunca yo pensé lo fuera tanto como después vi. Y con todo, venía yo alegre, y estaba deshecha de que no me ponía luego en la batalla, pues el Señor quería la tuviese; y así enviaba Su Majestad el esfuerzo y le ponía en mi flaqueza.

11. No podía, como digo, entender cómo podía ser esto. Pensé esta comparación: si poseyendo yo una joya o cosa que me da gran contento, ofréceseme (22) saber que la quiere una persona que yo quiero más que a mí y deseo más contentarla que mi mismo descanso, dame gran contento quedarme sin el que me daba lo que poseía, por contentar a aquella persona; y como este contento de contentarla excede a mi mismo contento, quítase la pena de la falta que me hace la joya o lo que amo, y de perder el contento que daba. De manera que, aunque quería tenerla de ver que dejaba personas que tanto sentían apartarse de mí, con ser yo de mi condición tan agradecida que bastara en otro tiempo a fatigarme mucho, y ahora, aunque quisiera tener pena, no podía.

12. Importó tanto el no me tardar un día más para lo que tocaba al negocio de esta bendita casa (23), que yo no sé cómo pudiera concluirse si entonces me detuviera. ¡Oh grandeza de Dios!, muchas veces me espanta cuando lo considero y veo cuán particularmente quería Su Majestad ayudarme para que se efectuase este rinconcito de Dios, que yo creo lo es, y morada en que Su Majestad se deleita, como una vez estando en oración me dijo, que era esta casa paraíso de su deleite. Y así parece ha Su Majestad escogido las almas que ha traído a él, en cuya compañía yo vivo con harta harta confusión; porque yo no supiera desearlas tales para este propósito de tanta estrechura y pobreza y oración; (24) y llévanlo con una alegría y contento, que cada una se halla indigna de haber merecido venir a tal lugar; en especial algunas, que las llamó el Señor de mucha vanidad y gala del mundo, adonde pudieran estar contentas conforme a sus leyes, y hales dado el Señor tan doblados los contentos aquí, que claramente conocen haberles el Señor dado ciento por uno que dejaron (25), y no se hartan de dar gracias a Su Majestad. A otras ha mudado de bien en mejor. A las de poca edad da fortaleza y conocimiento para que no puedan desear otra cosa, y que entiendan que es vivir en mayor descanso, aun para lo de acá, estar apartadas de todas las cosas de la vida. A las que son de más edad y con poca salud, da fuerzas y se las ha dado para poder llevar la aspereza y penitencia que todas.

13. ¡Oh Señor mío, cómo se os parece que sois poderoso! (26) No es menester buscar razones para lo que Vos queréis, porque sobre toda razón natural hacéis las cosas tan posibles que dais a entender bien que no es menester más de amaros de veras y dejarlo de veras todo por Vos, para que Vos, Señor mío, lo hagáis todo fácil. Bien viene aquí decir que fingís trabajo en vuestra ley; (27) porque yo no le veo, Señor, ni sé cómo es estrecho el camino que lleva a Vos. Camino real veo que es, que no senda. Camino que, quien de verdad se pone en él, va más seguro. Muy lejos están los puertos y rocas para caer, porque lo están de las ocasiones. Senda llamo yo, y ruin senda y angosto camino, el que de una parte está un valle muy hondo adonde caer y de la otra un despeñadero: no se han descuidado, cuando se despeñan y se hacen pedazos.

14. El que os ama de verdad, Bien mío, seguro va por ancho camino y real. Lejos está el despeñadero. No ha tropezado tantico (28), cuando le dais Vos, Señor, la mano. No basta una caída ni muchas, si os tiene amor y no a las cosas del mundo, para perderse. Va por el valle de la humildad. No puedo entender qué es lo que temen de ponerse en el camino de la perfección.

El Señor, por quien es, nos dé a entender cuán mala es la seguridad en tan manifiestos peligros como hay en andar con el hilo de la gente (29), y cómo está la verdadera seguridad en procurar ir muy adelante en el camino de Dios. Los ojos en El, y no hayan miedo se ponga este Sol de Justicia (30), ni nos deje caminar de noche para que nos perdamos, si primero no le dejamos a El.

15. No temen andar entre leones, que cada uno parece que quiere llevar un pedazo, que son las honras y deleites y contentos semejantes que llama el mundo; (31) y acá parece hace el demonio temer de musarañas. Mil veces me espanto y diez mil querría hartarme de llorar y dar voces a todos para decir la gran ceguedad y maldad mía, porque si aprovechase algo para que ellos abriesen los ojos, ábraselos el que puede (32), por su bondad, y no permita se me tornen a cegar a mí, amén.



NOTAS CAPÍTULO 35

1 Es decir, "se vino de aquella señora con quien estaba". Estuvo en casa de Doña Luisa de la Cerda desde primeros de enero hasta fines de junio o principios de julio de 1562. Cf. c. 34, 1-2.

2 En el c. 34.

3 Una beata de nuestra Orden: nótese el anonimato. "Beata" se decía de quienes sin ser monjas, llevaban el hábito de la Orden y vivían ciertas consignas de la Regla. Esta "beata" se llamaba María de Jesús, nacida en Granada en 1522. Al enviudar, muy joven todavía, entró carmelita en el monasterio de su ciudad natal. Pero sintiéndose llamada a fundar un Carmelo reformado, antes de profesar salió del convento y a pie descalzo fue a Roma, donde consiguió el deseado Breve que le concedía facultades para fundar un convento en Granada. De hecho, no logró realizarlo. En cambio, pudo realizarlo al año siguiente (1563) en Alcalá de Henares con el título de "La Imagen", encauzando la vida reformada hacia un rigorismo extremoso, que fue mitigado por la propia Santa Teresa, al pasar por el monasterio de La Imagen camino de Malagón (1568).

4 Los despachos que traía de Roma: Traía un Breve, emitido -como el otorgado a la Santa- por la Sagrada Penitenciaría. Se conserva actualmente, aunque mutilado, en el Carmelo de La Imagen. - Dimos orden cómo... hacer: de hecho, el Carmelo de La Imagen pasaría más adelante a regirse por las Constituciones de la Santa.

5 Nuestra Regla: la Regla de la Orden del Carmen, en su redacción original, había sido dada por San Alberto, patriarca de Jerusalén a los ermitaños latinos del Carmelo hacia 1210. - Antes que se relajase: más que a la mitigación de la Regla por Inocencio IV (1247), alude a las bulas de relajación del Papa Eugenio IV (1432) y sus sucesores. - Mandaba que no se tuviese propio: "propio" equivale a no tener bienes en propiedad, que era una forma de pobreza absoluta. En el léxico de la Santa: "sin renta". La Regla, en su tenor primitivo, prescribía: "Ninguno de los hermanos tenga cosa propia, sino que todo sea común, y de las cosas que el Señor os diere, el prior las distribuya a cada uno...". - La prescripción de pobreza absoluta quedaba zanjada para los carmelitas por la bula de Gregorio IX "Ex officii" del 6.4.1229.

6 Por esas mismas fechas (entre 1560 y 1562) había testificado de sí misma: "Deseo de pobreza...: paréceme que aunque tuviese muchos tesoros no tendría renta particular ni dineros para mí sola..." (R. 1, 9). "En lo de pobreza... aun lo necesario no querría tener... Paréceme tengo mucha más piedad de los pobres...; si mirase a mi voluntad, les daría lo que traigo vestido" (R. 2, 3-4).

7 Son conceptos que le ha inculcado fray Pedro de Alcántara en su carta del 14 de abril de 1562.

8 Mi confesor: Baltasar Alvarez.

9 El P. Pedro Ibáñez, que vivía en la soledad de Trianos (cf. c. 32, 16-17).

10 Doña Luisa de la Cerda.

11 Aparte los consejos orales, san Pedro de Alcántara le escribió la famosa "carta de la pobreza" (14.4.1562), en pro de la radical pobreza evangélica, y en contraste con las teorías de los letrados (BMC, t. II, pp. 125-126).

12 Hacerle pobre: fundar el monasterio en pobreza.

13 Presentado: título académico del P. Pedro Ibáñez: cf. n. 4.

14 Provincial: Angel de Salazar.

15 Mi monasterio: la Encarnación de Avila.

16 Por ser muy muchas monjas en la Encarnación: eran "más de 150 el número", escribirá en Fund. c. 2, 1. En realidad, más de 180 monjas profesas.

17 Mi confesor: P. Pedro Doménech, jesuita.

18 Sobra algún "que". La serie de "ques" y "porques" refleja el estado emocional provocado por el recuerdo de aquellos días.

19 Venir en ello: avenirse a ello.

20 "El Padre Domeneque", escribe Gracián en su ejemplar. Cf. el n. 8 nota 17.

21 Cf. el n. 8.

22 En el autógrafo: escribió "ofréceme", corregido entre líneas "ofréceseme". Fray Luis: "se me ofreciese saber..." (p. 447).

23 Esta bendita casa: el carmelo de San José, en el que está escribiendo. "Rinconcito de Dios", "morada" en que El se deleita, dirá luego.

24 "Estrechura, pobreza y oración", condensado del ideal que ella propone a la nueva casa. "Grandísimo encerramiento..., fundadas en oración y en mortificación", escribía por esas fechas (23.12.1561) a su hermano Lorenzo en Quito.

25 Recuerdo evangélico de Mt 19, 29.

26 Cómo se os parece...: cuán claro es que... (cf. c. 32, 5 nota 11).

27 Alude sucesivamente a tres pasajes bíblicos: Mc 10, 28 ("lo hemos dejado todo por seguirte"); Salmo 93, 20 ("... finges trabajo en la ley"); y Mt 7, 14 ("cuán angosta es la puerta y estrecho el camino que conduce a la vida").

28 Tantico: un poquito; es decir, apenas ha tropezado... Como "tantito" (cf. 31, 23 nota 46; o 15, 7: "tantico": 25, 13).

29 Andar con el hilo de la gente: seguir rutinariamente el modo común de obrar. Cf. 30, 18.

30 Sol de justicia: imagen bíblica (Mal. 4, 2) para designar a Dios. (Cf. c. 20, 19).

31 "Honras y deleites y contentos...": cf. c. 20, 26-28.

32 Recuerdo latente de los pasajes evangélicos: "si quieres, puedes curarme" (Lc 5, 12), o "abre los ojos del ciego de nacimiento" (Jn 11, 37).

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MensajePublicado: Sab Jul 19, 2008 4:36 pm    Asunto:
Tema: El Libro de la Vida - Santa Teresa de Jesús de Ávila
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CAPÍTULO 36



Prosigue en la materia comenzada y dice cómo se acabó de concluir y se fundó este monasterio del glorioso San José y las grandes contradicciones y persecuciones que después de tomar hábito las religiosas hubo, y los grandes trabajos y tentaciones que ella pasó, y cómo de todo la sacó el Señor con victoria y en gloria y alabanza suya.


1. Partida ya de aquella ciudad (1), venía muy contenta por el camino, determinándome a pasar todo lo que el Señor fuese servido muy con toda voluntad.

La noche misma que llegué a esta tierra, llega nuestro despacho para el monasterio y Breve de Roma (2), que yo me espanté, y se espantaron los que sabían la prisa que me había dado el Señor a la venida, cuando supieron la gran necesidad que había de ello y a la coyuntura que el Señor me traía; porque hallé aquí al Obispo (3) y al santo fray Pedro de Alcántara y a otro caballero muy siervo de Dios (4), en cuya casa este santo hombre posaba, que era persona adonde los siervos de Dios hallaban espaldas y cabida (5).

2. Entrambos a dos acabaron con el Obispo admitiese el monasterio, que no fue poco, por ser pobre, sino que era tan amigo de personas que veía así determinadas a servir al Señor, que luego se aficionó a favorecerle; y el aprobarlo este santo viejo (6) y poner mucho con unos y con otros en que nos ayudasen, fue el que lo hizo todo. Si no viniera a esta coyuntura como ya he dicho, no puedo entender cómo pudiera hacerse. Porque estuvo poco aquí este santo hombre, que no creo fueron ocho días, y ésos muy enfermo, y desde a muy poco le llevó el Señor consigo (7). Parece que le había guardado Su Majestad hasta acabar este negocio, que había muchos días no sé si más de dos años que andaba muy malo.

3. Todo se hizo debajo de gran secreto, porque a no ser así no se pudiera hacer nada, según el pueblo estaba mal con ello, como se pareció después (8). Ordenó el Señor que estuviese malo un cuñado mío, y su mujer no aquí (9), y en tanta necesidad, que me dieron licencia para estar con él. Y con esta ocasión no se entendió nada, aunque en algunas personas (10) no dejaba de sospecharse algo, mas aún no lo creían. Fue cosa para espantar, que no estuvo más malo de lo que fue menester para el negocio y, en siendo menester tuviese salud para que yo me desocupase y él dejase desembarazada la casa, se la dio luego el Señor, que él estaba maravillado.

4. Pasé harto trabajo en procurar con unos y con otros que se admitiese (11), y con el enfermo, y con oficiales para que se acabase la casa a mucha prisa, para que tuviese forma de monasterio, que faltaba mucho de acabarse. Y la mi compañera (12) no estaba aquí, que nos pareció era mejor estar ausente para más disimular, y yo veía que iba el todo en la brevedad por muchas causas; y la una era porque cada hora temía me habían de mandar ir. Fueron tantas las cosas de trabajos que tuve, que me hizo pensar si era esta la cruz; aunque todavía me parecía era poco para la gran cruz que yo había entendido del Señor había de pasar (13).

5. Pues todo concertado, fue el Señor servido que, día de San Bartolomé (14), tomaron hábito (15) algunas y se puso el Santísimo Sacramento, y con toda autoridad y fuerza quedó hecho nuestro monasterio del gloriosísimo padre nuestro San José, año de mil y quinientos y sesenta y dos. Estuve yo a darles el hábito, y otras dos monjas de nuestra casa misma (16), que acertaron a estar fuera. Como en ésta que se hizo el monasterio era la que estaba mi cuñado (que, como he dicho (17), la había él comprado por disimular mejor el negocio), con licencia estaba yo en ella, y no hacía cosa que no fuese con parecer de letrados, para no ir un punto contra obediencia. Y como veían ser muy provechoso para toda la Orden por muchas causas, que aunque iba con secreto y guardándome no lo supiesen mis prelados, me decían lo podía hacer. Porque por muy poca imperfección que me dijeran era, mil monasterios me parece dejara, cuánto más uno. Esto es cierto. Porque aunque lo deseaba por apartarme más de todo y llevar mi profesión y llamamiento con más perfección y encerramiento, de tal manera lo deseaba, que cuando entendiera era más servicio del Señor dejarlo todo, lo hiciera como lo hice la otra vez (18) con todo sosiego y paz.

6. Pues fue para mí como estar en una gloria ver poner el Santísimo Sacramento y que se remediaron cuatro huérfanas pobres (porque no se tomaban con dote) (19) y grandes siervas de Dios, que esto se pretendió al principio, que entrasen personas que con su ejemplo fuesen fundamento para en que se pudiese el intento que llevábamos, de mucha perfección y oración, efectuar, y hecha una obra que tenía entendido era para servicio del Señor y honra del hábito de su gloriosa Madre, que éstas eran mis ansias.

Y también me dio gran consuelo de haber hecho lo que tanto el Señor me había mandado, y otra iglesia más en este lugar, de mi padre glorioso San José, que no la había. No porque a mí me pareciese había hecho en ello nada, que nunca me lo parecía, ni parece. Siempre entiendo lo hacía el Señor, y lo que era de mi parte iba con tantas imperfecciones, que antes veo había que me culpar que no que me agradecer. Mas érame gran regalo ver que hubiese Su Majestad tomádome por instrumento siendo tan ruin para tan gran obra.

Así que estuve con tan gran contento, que estaba como fuera de mí, con grande oración.

7. Acabado todo, sería como desde a tres o cuatro horas (20), me revolvió el demonio una batalla espiritual, como ahora diré. Púsome delante si había sido mal hecho lo que había hecho, si iba contra obediencia en haberlo procurado sin que me lo mandase el Provincial (que bien me parecía a mí le había de ser algún disgusto, a causa de sujetarle al Ordinario (21), por no se lo haber primero dicho; aunque como él no le había querido admitir, y yo no la mudaba (22), también me parecía no se le daría nada por otra parte), y que si habían de tener contento las que aquí estaban en tanta estrechura, si les había de faltar de comer, si había sido disparate, que quién me metía en esto, pues yo tenía monasterio.

Todo lo que el Señor me había mandado y los muchos pareceres y oraciones que había más de dos años que no casi cesaban, todo tan quitado de mi memoria como si nunca hubiera sido. Sólo de mi parecer me acordaba, y todas las virtudes y la fe estaban en mí entonces suspendidas, sin tener yo fuerza para que ninguna obrase ni me defendiese de tantos golpes.

8. También me ponía el demonio (23) que cómo me quería encerrar en casa tan estrecha, y con tantas enfermedades, que cómo había de poder sufrir tanta penitencia, y dejaba casa tan grande y deleitosa y adonde tan contenta siempre había estado, y tantas amigas; que quizás las de acá no serían a mi gusto, que me había obligado a mucho, que quizá estaría desesperada, y que por ventura había pretendido esto el demonio, quitarme la paz y quietud, y que así no podría tener oración, estando desasosegada, y perdería el alma.

Cosas de esta hechura juntas me ponía delante, que no era en mi mano pensar en otra cosa, y con esto una aflicción y oscuridad y tinieblas en el alma, que yo no lo sé encarecer. De que me vi así, fuime a ver el Santísimo Sacramento, aunque encomendarme a El no podía. Paréceme estaba con una congoja como quien está en agonía de muerte. Tratarlo con nadie no había de osar, porque aun confesor no tenía señalado (14).

9. ¡Oh, válgame Dios, qué vida esta tan miserable! No hay contento seguro ni cosa sin mudanza. Había tan poquito que no me parece trocara mi contento con ninguno de la tierra, y la misma causa de él me atormentaba ahora de tal suerte que no sabía qué hacer de mí. ¡Oh, si mirásemos con advertencia las cosas de nuestra vida! Cada uno vería por experiencia en lo poco que se ha de tener contento ni descontento de ella.

Es cierto que me parece fue uno de los recios ratos que he pasado en mi vida. Parece que adivinaba el espíritu lo mucho que estaba por pasar, aunque no llegó a ser tanto como esto si durara. Mas no dejó el Señor padecer mucho a su pobre sierva; porque nunca en las tribulaciones me dejó de socorrer, y así fue en ésta, que me dio un poco de luz para ver que era demonio y para que pudiese entender la verdad y que todo era quererme espantar con mentiras. Y así comencé a acordarme de mis grandes determinaciones de servir al Señor y deseos de padecer por El; y pensé que si había de cumplirlos, que no había de andar a procurar descanso, y que si tuviese trabajos, que ése era el merecer, y si descontento, como lo tomase por servir a Dios, me serviría de purgatorio; que de qué temía, que pues deseaba trabajos, que buenos eran éstos; que en la mayor contradicción estaba la ganancia; que por qué (25) me había de faltar ánimo para servir a quien tanto debía.

Con estas y otras consideraciones, haciéndome gran fuerza, prometí delante del Santísimo Sacramento de hacer todo lo que pudiese para tener licencia de venirme a esta casa (26), y en pudiéndolo hacer con buena conciencia, prometer clausura.

10. En haciendo esto, en un instante huyó el demonio y me dejó sosegada y contenta, y lo quedé y lo he estado siempre, y todo lo que en esta casa se guarda de encerramiento y penitencia y lo demás, se me hace en extremo suave y poco. El contento es tan grandísimo que pienso yo algunas veces qué pudiera escoger en la tierra que fuera más sabroso. No sé si es esto parte para tener mucha más salud que nunca, o querer el Señor por ser menester y razón que haga lo que todas darme este consuelo que pueda hacerlo, aunque con trabajo. Mas del poder se espantan todas las personas que saben mis enfermedades. ¡Bendito sea El, que todo lo da y en cuyo poder se puede! (27).

11. Quedé bien cansada de tal contienda y riéndome del demonio, que vi claro ser él. Creo lo permitió el Señor, porque yo nunca supe qué cosa era descontento de ser monja ni un momento, en veinte y ocho años y más que ha que lo soy (28), para que entendiese la merced grande que en esto me había hecho, y del tormento que me había librado; y también para que si alguna viese lo estaba, no me espantase y me apiadase de ella y la supiese consolar.

Pues pasado esto, queriendo después de comer descansar un poco (porque en toda la noche no había casi sosegado, ni en otras algunas dejado de tener trabajo y cuidado, y todos los días bien cansada), como se había sabido en mi monasterio (29) y en la ciudad lo que estaba hecho, había en él mucho alboroto por las causas que ya he dicho (30), que parecía llevaban algún color.

Luego la prelada (31) me envió a mandar que a la hora (32) me fuese allá. Yo en viendo su mandamiento, dejo mis monjas harto penadas, y voyme luego.

Bien vi que se me habían de ofrecer hartos trabajos; mas como ya quedaba hecho, muy poco se me daba. Hice oración suplicando al Señor me favoreciese, y a mi padre San José que me trajese a su casa, y ofrecíle lo que había de pasar y, muy contenta se ofreciese algo en que yo padeciese por él y le pudiese servir, me fui, con tener creído luego me habían de echar en la cárcel (33). Mas a mi parecer me diera mucho contento, por no hablar a nadie y descansar un poco en soledad, de lo que yo estaba bien necesitada, porque me traía molida tanto andar con gente.

12. Como llegué y di mi descuento (34) a la prelada, aplacóse algo, y todas enviaron al Provincial (35), y quedóse la causa para delante de él. Y venido, fui a juicio con harto gran contento de ver que padecía algo por el Señor (36), porque contra Su Majestad ni la Orden no hallaba haber ofendido nada en este caso; antes procuraba aumentarla con todas mis fuerzas, y muriera de buena gana por ello, que todo mi deseo era que se cumpliese con toda perfección. Acordéme del juicio de Cristo y vi cuán nonada era aquél. Hice mi culpa (37) como muy culpada, y así lo parecía a quien no sabía todas las causas.

Después de haberme hecho una gran reprensión, aunque no con tanto rigor como merecía el delito y lo que muchos decían al Provincial, yo no quisiera disculparme, porque iba determinada a ello, antes pedí me perdonase y castigase y no estuviese desabrido conmigo.

13. En algunas cosas bien veía yo me condenaban sin culpa, porque me decían lo había hecho porque me tuviesen en algo y por ser nombrada y otras semejantes. Mas en otras claro entendía que decían verdad, en que era yo más ruin que otras, y que pues no había guardado la mucha religión que se llevaba en aquella casa, cómo pensaba guardarla en otra con más rigor, que escandalizaba el pueblo y levantaba cosas nuevas. Todo no me hacía ningún alboroto ni pena, aunque yo mostraba tenerla porque no pareciese tenía en poco lo que me decían. En fin, me mandó delante de las monjas diese descuento, y húbelo de hacer.

14. Como yo tenía quietud en mí y me ayudaba el Señor, di mi descuento de manera que no halló el Provincial, ni las que allí estaban, por qué me condenar. Y después a solas le hablé más claro, y quedó muy satisfecho, y prometióme si fuese adelante (38) en sosegándose la ciudad, de darme licencia que me fuese a él, porque el alboroto de toda la ciudad era tan grande como ahora diré.

15. Desde a dos o tres días, juntáronse algunos de los regidores y corregidor y del cabildo (39), y todos juntos dijeron que en ninguna manera se había de consentir, que venía conocido daño a la república (40), y que habían de quitar el Santísimo Sacramento, y que en ninguna manera sufrirían pasase adelante. Hicieron juntar todas las Ordenes para que digan su parecer (41), de cada una dos letrados. Unos callaban, otros condenaban; en fin, concluyeron que luego se deshiciese. Sólo un Presentado de la Orden de Santo Domingo (42), aunque era contrario no del monasterio, sino de que fuese pobre, dijo que no era cosa que así se había de deshacer, que se mirase bien, que tiempo había para ello, que éste era caso del Obispo, o cosas de este arte, que hizo mucho provecho. Porque según la furia, fue dicha no lo poner luego por obra. Era, en fin, que había de ser; que era el Señor servido de ello, y podían todos poco contra su voluntad. Daban sus razones y llevaban buen celo, y así, sin ofender ellos a Dios, hacíanme padecer y a todas las personas que lo favorecían, que eran algunas, y pasaron mucha persecución.

16. Era tanto el alboroto del pueblo, que no se hablaba en otra cosa, y todos condenarme e ir al Provincial y a mi monasterio. Yo ninguna pena tenía de cuanto decían de mí más que si no lo dijeran, sino temor si se había de deshacer. Esto me daba gran pena, y ver que perdían crédito las personas que me ayudaban y el mucho trabajo que pasaban, que de lo que decían de mí antes me parece me holgaba; y si tuviera alguna fe, ninguna alteración tuviera, sino que faltar algo en una virtud basta a adormecerlas todas; y así estuve muy penada dos días que hubo estas juntas que digo en el pueblo (43), y estando bien fatigada me dijo el Señor: ¿No sabes que soy poderoso?; ¿de qué temes?, y me aseguró que no se desharía. Con esto quedé muy consolada.

Enviaron al Consejo Real con su información (44). Vino provisión para que se diese relación de cómo se había hecho.

17. Hela aquí comenzado un gran pleito; porque de la ciudad fueron a la Corte, y hubieron de ir de parte del monasterio, y ni había dineros ni yo sabía qué hacer. Proveyólo el Señor, que nunca mi Padre Provincial me mandó dejase de entender en ello; porque es tan amigo de toda virtud, que aunque no ayudaba, no quería ser contra ello. No me dio licencia, hasta ver en lo que paraba, para venir acá. Estas siervas de Dios (45) estaban solas y hacían más con sus oraciones que con cuanto yo andaba negociando, aunque fue menester harta diligencia.

Algunas veces parecía que todo faltaba, en especial un día antes que viniese el Provincial, que me mandó la priora (46) no tratase en nada, y era dejarse todo. Yo me fui a Dios y díjele: "Señor, esta casa no es mía; por Vos se ha hecho; ahora que no hay nadie que negocie, hágalo Vuestra Majestad". Quedaba tan descansada y tan sin pena, como si tuviera a todo el mundo que negociara por mí, y luego tenía por seguro el negocio.

18. Un muy siervo de Dios, sacerdote (47), que siempre me había ayudado, amigo de toda perfección, fue a la Corte a entender en el negocio, y trabajaba mucho; y el caballero santo de quien he hecho mención (48) hacía en este caso muy mucho, y de todas maneras lo favorecía. Pasó hartos trabajos y persecución, y siempre en todo le tenía por padre y aun ahora le tengo.

Y en los que nos ayudaban ponía el Señor tanto hervor, que cada uno lo tomaba por cosa tan propia suya, como si en ello les fuera la vida y la honra, y no les iba más de ser cosa en que a ellos les parecía se servía el Señor. Pareció claro ayudar Su Majestad al Maestro que he dicho, clérigo (49), que también era de los que mucho me ayudaban, a quien el Obispo puso de su parte en una junta grande (50) que se hizo, y él estaba solo contra todos y en fin, los aplacó con decirles ciertos medios, que fue harto para que se entretuviesen, mas ninguno bastaba para que luego no tornasen a poner la vida, como dicen, en deshacerle. Este siervo de Dios que digo, fue quien dio los hábitos y puso el Santísimo Sacramento, y se vio en harta persecución. Duró esta batería casi medio año (51), que decir los grandes trabajos que se pasaron por menudo, sería largo.

19. Espantábame yo de lo que ponía el demonio contra unas mujercitas y cómo les parecía a todos era gran daño para el lugar solas doce mujeres y la priora, que no han de ser más digo a los que lo contradecían, y de vida tan estrecha; que ya que fuera daño o yerro, era para sí mismas; mas daño al lugar, no parece llevaba camino; y ellos hallaban tantos, que con buena conciencia lo contradecían. Ya vinieron a decir que, como tuviese renta, pasarían por ello y que fuese adelante. Yo estaba ya tan cansada de ver el trabajo de todos los que me ayudaban, más que del mío, que me parecía no sería malo hasta que se sosegasen tener renta, y dejarla después. Y otras veces, como ruin e imperfecta, me parecía que por ventura lo quería el Señor, pues sin ella no podíamos salir con ello, y venía ya en este concierto (52).

20. Estando la noche antes que se había de tratar en oración, y ya se había comenzado el concierto, díjome el Señor que no hiciese tal, que si comenzásemos a tener renta, que no nos dejarían después que lo dejásemos, y otras algunas cosas. La misma noche me apareció el santo fray Pedro de Alcántara, que era ya muerto (53), y antes que muriese me escribió como supo la gran contradicción y persecución que teníamos que se holgaba fuese la fundación con contradicción tan grande, que era señal se había el Señor servir muy mucho en este monasterio, pues el demonio tanto ponía en que no se hiciese, y que en ninguna manera viniese en tener renta; y aun dos o tres veces me persuadió en la carta, y que, como esto hiciese, ello vendría a hacerse todo como yo quería. Ya yo le había visto otras dos veces después que murió, y la gran gloria que tenía, y así no me hizo temor, antes me holgué mucho; porque siempre aparecía como cuerpo glorificado, lleno de mucha gloria, y dábamela muy grandísima verle. Acuérdome que me dijo la primera vez que le vi, entre otras cosas, diciéndome lo mucho que gozaba, que dichosa penitencia había sido la que había hecho, que tanto premio había alcanzado.

21. Porque ya creo tengo dicho algo de esto (54), no digo aquí más de cómo esta vez me mostró rigor y sólo me dijo que en ninguna manera tomase renta y que por qué no quería tomar su consejo, y desapareció luego.

Yo quedé espantada, y luego otro día dije al caballero (55) que era a quien en todo acudía como el que más en ello hacía lo que pasaba, y que no se concertase en ninguna manera tener renta, sino que fuese adelante el pleito. El estaba en esto mucho más fuerte que yo, y holgóse mucho; después me dijo cuán de mala gana hablaba en el concierto.

22. Después se tornó a levantar otra persona (56), y sierva de Dios harto, y con buen celo; ya que estaba en buenos términos, decía se pusiese en manos de letrados. Aquí tuve hartos desasosiegos, porque algunos de los que me ayudaban venían en esto, y fue esta maraña que hizo el demonio, de la más mala digestión de todas. En todo me ayudó el Señor, que así dicho en suma no se puede bien dar a entender lo que se pasó en dos años (57) que se estuvo comenzada esta casa, hasta que se acabó. Este medio postrero y lo primero fue lo más trabajoso.

23. Pues aplacada ya algo la ciudad, diose tan buena maña el Padre Presentado Dominico que nos ayudaba (58), aunque no estaba presente, mas habíale traído el Señor a un tiempo que nos hizo harto bien y pareció haberle Su Majestad para solo este fin traído, que me dijo él después que no había tenido para qué venir, sino que acaso lo había sabido. Estuvo lo que fue menester. Tornado a ir, procuró por algunas vías que nos diese licencia nuestro Padre Provincial para venir yo a esta casa con otras algunas conmigo (59), (que parecía casi imposible darla tan en breve), para hacer el oficio (60) y enseñar a las que estaban. Fue grandísimo consuelo para mí el día que vinimos.

24. Estando haciendo oración en la iglesia antes que entrase en el monasterio, estando casi en arrobamiento, vi a Cristo que con grande amor me pareció me recibía y ponía una corona y agradeciéndome lo que había hecho por su Madre.

Otra vez, estando todas en el coro en oración después de Completas, vi a nuestra Señora con grandísima gloria, con manto blanco, y debajo de él parecía ampararnos a todas; entendí cuán alto grado de gloria daría el Señor a las de esta casa.

25. Comenzado a hacer el oficio (61), era mucha la devoción que el pueblo comenzó a tener con esta casa. Tomáronse más monjas, y comenzó el Señor a mover a los que más nos habían perseguido para que mucho nos favoreciesen e hiciesen limosna; y así aprobaban lo que tanto habían reprobado, y poco a poco se dejaran del pleito y decían que ya entendían ser obra de Dios, pues con tanta contracción Su Majestad había querido fuese adelante. Y no hay al presente nadie que le parezca fuera acertado dejarse de hacer, y así tienen tanta cuenta con proveernos de limosna, que sin haber demanda (62) ni pedir a nadie, los despierta el Señor para que nos la envíen, y pasamos sin que nos falte lo necesario, y espero en el Señor será así siempre; que, como son pocas, si hacen lo que deben como Su Majestad ahora les da gracia para hacerlo, segura estoy que no les faltará ni habrán menester ser cansosas (63), ni importunar a nadie, que el Señor se tendrá cuidado como hasta aquí.

26. Que es para mí grandísimo consuelo de verme aquí metida con almas tan desasidas. Su trato es entender cómo irán adelante en el servicio de Dios. La soledad es su consuelo, y pensar de ver a nadie que no sea para ayudarlas a encender más el amor de su Esposo, les es trabajo, aunque sean muy deudos; (64) y así no viene nadie a esta casa, sino quien trata de esto, porque ni las contenta ni los contenta. No es su lenguaje otro sino hablar de Dios, y así no entienden ni las entiende sino quien habla el mismo (65).

Guardamos la Regla de nuestra Señora del Carmen, y cumplida ésta sin relajación, sino como la ordenó fray Hugo, Cardenal de Santa Sabina, que fue dada a 1248 años, en el año quinto del Pontificado del Papa Inocencio IV (66).

27. Me parece serán bien empleados todos los trabajos que se han pasado. Ahora, aunque tiene algún rigor, porque no se come jamás carne sin necesidad y ayuno de ocho meses y otras cosas, como se ve en la misma primera Regla, en muchas aun se les hace poco a las hermanas y guardan otras cosas que para cumplir ésta con más perfección nos han parecido necesarias (67). Y espero en el Señor ha de ir muy delante lo comenzado, como Su Majestad me lo ha dicho (68).

28. La otra casa que la beata que dije procuraba hacer, también la favoreció el Señor, y está hecha en Alcalá (69), y no le faltó harta contradicción ni dejó de pasar trabajos grandes. Sé que se guarda en ella toda religión, conforme a esta primera Regla nuestra (70). Plega al Señor sea todo para gloria y alabanza suya y de la gloriosa Virgen María, cuyo hábito traemos, amén.

29. Creo se enfadará vuestra merced (71) de la larga relación que he dado de este monasterio, y va muy corta para los muchos trabajos y maravillas que el Señor en esto ha obrado, que hay de ello muchos testigos que lo podrán jurar, y así pido yo a vuestra merced por amor de Dios, que si le pareciere romper lo demás que aquí va escrito (72), lo que toca a este monasterio vuestra merced lo guarde y, muerta yo, lo dé a las hermanas que aquí estuvieren, que animará mucho para servir a Dios las que vinieren, y a procurar no caiga lo comenzado, sino que vaya siempre adelante, cuando vean lo mucho que puso Su Majestad en hacerla por medio de cosa tan ruin y baja como yo.

Y pues el Señor tan particularmente se ha querido mostrar en favorecer para que se hiciese, paréceme a mí que hará mucho mal y será muy castigada de Dios la que comenzare a relajar la perfección que aquí el Señor ha comenzado y favorecido para que se lleve con tanta suavidad, que se ve muy bien es tolerable y se puede llevar con descanso, y el gran aparejo que hay para vivir siempre en él las que a solas quisieren gozar de su esposo Cristo; que esto es siempre lo que han de pretender, y solas con El solo, y no ser más de trece; porque esto tengo por muchos pareceres sabido que conviene, y visto por experiencia, que para llevar el espíritu que se lleva y vivir de limosna y sin demanda, que no se sufre más (73). Y siempre crean más a quien con trabajos muchos y oración de muchas personas procuró lo que sería mejor; y en el gran contento y alegría y poco trabajo que en estos años que ha estamos en esta casa vemos tener todas, y con mucha más salud que solían, se verá ser esto lo que conviene. Y quien le pareciere áspero (74), eche la culpa a su falta de espíritu y no a lo que aquí se guarda, pues personas delicadas y no sanas, porque le tienen, con tanta suavidad lo pueden llevar, y váyanse a otro monasterio, adonde se salvarán conforme a su espíritu.



NOTAS CAPÍTULO 36

1 Salió de Toledo a fines de junio o primeros de julio de 1562.

2 El Breve pontificio había sido expedido por la Sagrada Penitenciaría y llevaba fecha de 7.2.1562. Tanto el texto del Breve como la relativa súplica pueden verse en La Reforma Teresiana: documentario histórico de sus primeros días (Roma 1962), pp. 139-146.

3 Era Obispo de Avila, desde diciembre de 1560, Don Alvaro de Mendoza. Se hará pronto gran amigo y colaborador de la Santa. En 1577 fue trasladado a la diócesis de Palencia. Murió en Valladolid el 19.4.1586. Fue enterrado en la iglesia de San José (Avila).

4 "Francisco de Salcedo" anota Gracián en su libro, equivocadamente. Se trataba de Juan Blázquez (Velázquez) Dávila, señor de Loriana y padre del conde de Uceda, que solía acoger en su casa de Avila a fray Pedro de Alcántara.

5 Hallar espaldas y cabida: hallar protección y acogida.

6 Santo viejo: fray Pedro de Alcántara (cf. c. 27, 18). Contaba unos 62 años.

7 Desde a muy poco: muy poco después. Falleció en Arenas de San Pedro el 18 de octubre de 1562.

8 Como se pareció: como se evidenció.

9 Su cuñado: Juan de Ovalle, casado con la hermana menor de la Santa, Juana de Ahumada, residentes en Alba. Se había trasladado a Avila para trabajar en la adquisición de las casas para la fundación. Viajó a Toledo para acompañar a la M. Teresa en su viaje de regreso. En Avila cayó enfermo, y hubo de ser asistido por la Santa.

10 En algunas personas: por parte de algunas personas.

11 Que se admitiese: que aceptase la fundación.

12 Mi compañera: Doña Guiomar de Ulloa, a cuyo nombre venía expedido el Breve de fundación.

13 Cf. c. 35, 8.

14 Día (fiesta) de San Bartolomé: 24 de agosto de 1562.

15 Tomaron hábito religioso Antonia de Henao con el nombre de Antonia del Espíritu Santo, María de la Paz (en religión María de la Cruz), Ursula de los Santos y María de Avila (en religión, María de San José), hermana de Julián de Avila. Como delegado del Obispo, les impuso el hábito Gaspar Daza.

16 De nuestra casa de la Encarnación: eran Doña Inés y Doña Juana de Tapia, que al hacerse descalzas se llamaron Inés de Jesús y Ana de la Encarnación.

17 En el n. 3 y en el c. 33, 1-2. 11.

18 Lo ha referido en el c. 33, 1-2.

19 Es decir: no se imponía la obligación de aportar dote, para ser recibidas en el nuevo monasterio. Ello no obstó para que Antonia del Espíritu Santo ofreciese 17.000 maravedís, y Ursula de los Santos, 300 ducados.

20 Desde a tres o cuatro horas: 3 ó 4 horas después.

21 Ordinario: el Obispo de Avila.

22 Yo no mudaba de obediencia: seguía súbdita del Provincial.

23 Me ponía (= sugería) el demonio...

24 En Toledo era su confesor el jesuita P. Doménech. En Avila aún no ha regularizado esa su situación.

25 Por lapsus material, omitió ese "qué" en el autógrafo. Seguimos la lectura de fray Luis (p. 458).

26 Esta casa: carmelo de San José donde se halla cuando esto escribe.

27 Alusión a Fil 4, 13 (cf. c. 13, 3).

28 En 28 años y más que hace soy monja. Había tomado el hábito a fines de 1536. Por tanto, escribe estas páginas hacia finales de 1565.

29 Mi monasterio: la Encarnación.

30 Lo ha dicho en el c. 32, 14-15; y c. 33, 2.

31 La prelada de la Encarnación. "Dª Isabel de Avila", anota Gracián en su libro, pero se equivoca: era priora María Cimbrón, recién elegida en la temida asamblea de que habló la Santa a su partida de Toledo (12 de agosto de 1562: cf. c. 35, 7-8). Doña Isabel Dávila era la priora cesante. Doña María Cimbrón había sido priora por los años de la enfermedad de Teresa (1539-1542).

32 A la hora. inmediatamente.

33 Cárcel: celda de castigo en el monasterio. De hecho la Santa no tuvo ese castigo.

34 Di mi descuento: dar explicaciones justificativas. Cf. nn. 13 y 14; c. 33, 3.

35 Enviaron aviso o recado al Provincial, Angel de Salazar.

36 Reminiscencia bíblica: Hech 5, 41.

37 Hice mi culpa: hice confesión pública de culpada: se refiere a la práctica de rito, prescrita para el capítulo de culpas.

38 Si fuese adelante: si continuase en pie la fundación.

39 Regidores eran los asesores o asistentes del Concejo ciudadano; Corregidor, el funcionario regio con autoridad judicial y administrativa de la ciudad. Cabildo catedralicio, compuesto por el deán y los canónigos. - La serie de sesiones del Concejo se celebró los días 25, 26, 29 y 30 de agosto. Había precedido el día 22 una delación de Lázaro Dávila "cantero veedor de las fuentes". Y seguirán las sesiones del Concejo en los meses de septiembre, octubre y noviembre, e incluso en el año siguiente 1563. Las actas respectivas pueden verse publicadas en La Reforma Teresiana: documentario de sus primeros días (Roma 1962), pp.152 y ss.

40 República: en su acepción de "cosa pública" o comunidad ciudadana.

41 Hicieron juntar...: alude a la convocatoria general del día 29 de agosto, para reunirse todos al día siguiente. El acta oficial da una idea de la solemnidad del acto: "Sobre lo del monasterio. - Este día, en el dicho concejo, los dichos señores Justicia, Regidores, dijeron que para tratar y conferir sobre lo tocante al monasterio que nuevamente se ha intentado hacer, acordaban y mandaban que para mañana domingo, a las tres después de medio día, los señores Juan de Henao y Perálvarez Serrano, de parte de esta ciudad, pidan por merced a los señores Deán y Cabildo tengan por bien nombren personas que vengan a lo susodicho para tratar de ello a la dicha hora, y asimismo lo pidan y digan a los señores don Francisco de Valderrábano y Pedro del Peso, el Viejo, y, si el señor don Francisco tuviese ocupación, se diga al señor Diego de Bracamonte, y asimismo se pida y haga saber a los señores Prior de Santo Tomás y Guardián de San Francisco y Prior de Nuestra Señora del Carmen y a los Abades del monasterio de Santispíritus, y Nuestra Señora de la Antigua, y a los Rectores del Nombre de Jesús, y a los letrados de la ciudad, y a Cristóbal Juárez y Alonso de Robledo, para que haya de todos los estados de la dicha ciudad para tratar de lo susodicho y para que cada uno diga su parecer en ello, sirviendo a Dios Nuestro Señor y a Su Majestad del Rey nuestro Señor, y procurando el bien de la república de esta ciudad" (La Reforma Teresiana... p. 154-155).

42 En el autógrafo de Vida, el propio Domingo Báñez anotó al margen: "Esto fue el año de 1562, en fin de agosto; yo me hallé presente y di ese parecer. Fray Domingo Bañes (rubrica y sigue:) y cuando esto escribo es año de 1575, 2 de mayo, y tiene esta Madre fundados 9 monasterios de gran religión". También Gracián anotó al margen de su libro: "El Mº fray Domingo Báñez".

43 Dos días que hubo estas juntas: según las actas del Concejo, fueron los días 25 y 26. Ya en la junta del día 26 se proyecta recurrir al Consejo Real contra las monjas.

44 Enviaron al Consejo Real: el 12 de septiembre se decide apelar al Consejo Real, y se nombra a Alonso de Robledo "para ir a Madrid a entender en el negocio de las monjas de San José", y se le asigna "por cada un día de los que en ello ocupare un ducado". - Vino provisión: el 22 de septiembre regresó de Madrid Alonso de Robledo con dos provisiones del Consejo Real, que fueron notificadas al corregidor Garci Suárez para que las haga ejecutar.

45 Estas siervas de Dios: las monjas de San José.

46 La priora de la Encarnación, María Cimbrón. Provincial: Angel de Salazar.

47 "Gonzalo de Aranda", anotó Gracián en su libro. Aranda es sacerdote diocesano. Confesor en la Encarnación (lo seguirá siendo en 1567). Gran amigo de la Madre Teresa, abogará su causa ante el Consejo Real en la Corte. Es hermano de Rodrigo de Aranda, que en 1577 será el encargado de llevar a Madrid la causa de las monjas de la Encarnación, vejadas por el Provincial Juan G. de la Magdalena.

48 "Francisco de Salcedo", anota Gracián en su ejemplar de Vida. Ya mencionado en los cc. 23, 6-7; 28, 17; 30, 6; 32, 18.

49 "Gaspar Daza", anota de nuevo Gracián. De él habló la Santa en el c. 23, 6 y ss. Ya intervino en la "junta grande" del 30 de agosto. Según las actas, están presentes "los licenciados Daza, Cimbrón y Ortega, letrados de la dicha ciudad".

50 Junta grande del Concejo de la ciudad: alude probablemente a la sesión solemne del 30 de agosto. Cf. nota 41.

51 Casi medio año de fuerte oposición: al menos hasta enero/febrero de 1563. En las actas del Concejo, todavía el 12 de enero se urge al licenciado Pacheco y al señor Juan de Henao, para que insistan ante la Corte de Madrid.

52 Este concierto: dar rentas provisionales al monasterio de San José. El 6 de noviembre, ante el Concejo de la ciudad, Juan de Henao y Diego de Villena "dicen que quieren concierto y que dotarán al monasterio a vista del Señor Obispo". Pero ese mismo día es rechazado por los señores del Concejo. (Cf. La Reforma Teresiana... p. 160-161). - A continuación: Si "se" comenzásemos, escribió la Santa por lapsus material.

53 Murió el 19 de octubre de ese año de 1562. - Se conserva una carta del Santo a la M. Fundadora, con fecha de 14.4.1562 (BMC, t. 2, p. 125). La aludida en este pasaje fue escrita por el Santo ya muy enfermo en septiembre/octubre de 1562, y no la conocemos. La conoció, en cambio, F. de Ribera: "También vi una carta que escribió el mismo a la Madre Teresa de Jesús el septiembre adelante: no tiene cuatro dedos de papel en ancho, sino sólo lo que era menester para lo que había de escribir. El sobrescrito dice: 'A la muy magnífica y religiosísima señora Doña Teresa de Ahumada, en Avila, que nuestro Señor haga santa" (Vida, L. 1, c. 17, p. 118).

54 En el c. 27, 19.

55 Al caballero santo: Francisco de Salcedo. - En el autógrafo, por lapsus, A quien todo...

56 Otra persona: desconocida.

57 En "tres" años, había escrito. Luego enmendó. Fray Luis: "en dos años" (p. 468).

58 "Fray Pedro Ibáñez", anota Gracián en su libro. Residía en Trianos (León). Estuvo presente en la "junta grande" del 30 de agosto, juntamente con "fray Pedro Serrano, prior del monasterio y casa insigne de Señor santo Tomás de Aquino el Real, de Avila". El P. Pedro figura como "fraile de dicha casa y Orden". (La Reforma Teresiana... p. 155-156).

59 Algunas otras monjas de la Encarnación conmigo: fueron, entre otras, Ana de San Juan (Dávila), Ana de los Angeles (Gómez), María Isabel (Ordóñez) e Isabel de San Pablo (de la Peña).

60 Para hacer el oficio: el oficio de priora, o más probablemente el rezo del oficio divino (cf. n. 25 y c. 38, 25).

61 Comenzando a hacer el oficio: a recitarlo en el coro, o a celebrar los oficios litúrgicos (si bien la Santa suele escribir: "decir o rezar el Oficio Divino") (Const. 21; Fund 17, 8; 24, 16.19...).

62 Sin haber demanda: sin petición pública al modo de los mendicantes.

63 Cansosas: gravosas.

64 Deudos: parientes.

65 Cf. el pasaje paralelo de Fund. 1, 1.6.

66 La Santa puntualiza intecionadamente estos datos, tomados casi a la letra de la Constitución Apostólica "Quae honorem Conditoris" (1.10.1247), que contiene el texto de la Regla carmelitana adaptada por el Cardenal Hugo de San Caro ( 1263) y por fray Guillermo, obispo titular de Antarados. A la Santa se le escapó un error de data: 1248, en lugar de 1247. - Conviene recordar que la Regla carmelitana, compuesta a principios del siglo XIII por San Alberto, Patriarca de Jerusalén ( 1214) y aprobada por Honorio III (30.1.1226), fue sucesivamente modificada y confirmada por Inocencio IV (1247), y mitigada por Eugenio IV (15.2.1432). Cuando la Santa escribe que en su monasterio de San José se guarda la "Regla de nuestra Señora del Carmen... sin relajación", alude al abandono de las cláusulas de mitigación de Eugenio IV, vigentes en la Encarnación. Ella y las monjas de San José han optado por la Regla aprobada por Inocencio IV. Era el punto de partida, jurídico y espiritual, de su Reforma. De ahí su interés por dejar constancia del hecho al concluir el relato de la fundación de San José.

67 Otras cosas, además de las prescritas en la Regla: alusión al primer esbozo de Constituciones de sus Carmelos.

68 La beata que dije: María de Jesús. Fundó el monasterio de La Imagen en Alcalá de Henares al año siguiente (1563): cf. c. 35, 1 y ss.

69 Esta primera Regla nuestra: la aludida en el n. 25 (cf. nota 66). Pero María de Jesús optó por una versión especial de la misma Regla, adaptando su texto al Carmelo femenino.

70 Alude probablemente a las promesas del Señor del c. 32, 11.

71 vVuestra merced: el P. García de Toledo.

72 Ya otras veces ha insinuado la hipótesis de que su escrito termine en el fuego (c. 10, 8), o en el cesto de los papeles (cc. 7, 22; 10, 7; 16, 8; 21, 4).

73 No se sufre (= no se soporta, no es posible) sean más de trece.

74 Aspero: Fray Luis leyó "espero" (p. 473), seguido por otros editores inducidos a error por la edición facsimilar de Vida (1873). El mismo fray Luis enmendó el error en la fe de erratas de la edición príncipe y en la siguiente edición de Vida (1589: p. 335).

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MensajePublicado: Mar Jul 22, 2008 4:23 pm    Asunto:
Tema: El Libro de la Vida - Santa Teresa de Jesús de Ávila
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CAPÍTULO 37*.



Trata de los efectos que le quedaban cuando el Señor le había hecho alguna merced. Junta con esto harto buena doctrina. Dice cómo se ha de procurar y tener en mucho ganar algún grado más de gloria, y que por ningún trabajo dejemos bienes que son perpetuos.



1. De mal se me hace (1) decir más de las mercedes que me ha hecho el Señor de las dichas (2), y aun son demasiadas para que se crea haberlas hecho a persona tan ruin; mas por obedecer al Señor, que me lo ha mandado, y a vuestras mercedes (3), diré algunas cosas para gloria suya. Plega a Su Majestad sea para aprovechar algún alma ver que a una cosa tan miserable ha querido el Señor así favorecer ¿qué hará a quien le hubiere de verdad servido? y se animen todos a contentar a Su Majestad, pues aun en esta vida da tales prendas.

2. Lo primero, hase de entender que en estas mercedes que hace Dios al alma hay más y menos gloria. Porque en algunas visiones excede tanto la gloria y gusto y consuelo al que da en otras, que yo me espanto de tanta diferencia de gozar, aun en esta vida. Porque acaece ser tanta la diferencia que hay de un gusto y regalo que da Dios en una visión o en un arrobamiento, que parece no es posible poder haber más acá que desear (4) y así el alma no lo desea ni pediría más contento. Aunque después que el Señor me ha dado a entender la diferencia que hay en el cielo de lo que gozan unos a lo que gozan otros cuán grande es, bien veo que también acá no hay tasa en el dar cuando el Señor es servido, y así no querría yo la hubiese en servir yo a Su Majestad y emplear toda mi vida y fuerzas y salud en esto, y no querría por mi culpa perder un tantito de más gozar. Y digo así (5) que si me dijesen cuál quiero más, estar con todos los trabajos del mundo hasta el fin de él y después subir un poquito más en gloria, o sin ninguno irme a un poco de gloria más baja, que de muy buena gana tomaría todos los trabajos por un tantito de gozar más de entender las grandezas de Dios; pues veo que quien más le entiende más le ama y le alaba.

3. No digo que no me contentaría y tendría por muy venturosa de estar en el cielo, aunque fuese en el más bajo lugar, pues quien tal le tenía en el infierno, harta misericordia me haría en esto el Señor, y plega a Su Majestad vaya yo allá, y no mire a mis grandes pecados. Lo que digo es que, aunque fuese a muy gran costa mía, si pudiese y el Señor me diese gracia para trabajar mucho, no querría por mi culpa perder nada. ¡Miserable de mí, que con tantas culpas lo tenía perdido todo!

4. Hase de notar también que en cada merced que el Señor me hacía de visión o revelación quedaba mi alma con alguna gran ganancia, y con algunas visiones quedaba con muy muchas.

De ver a Cristo me quedó imprimida su grandísima hermosura, y la tengo hoy día, porque para esto bastaba sola una vez, ¡cuánto más tantas como el Señor me hace esta merced! Quedé con un provecho grandísimo y fue éste: tenía una grandísima falta de donde me vinieron grandes daños, y era ésta: que como comenzaba a entender que una persona me tenía voluntad y si me caía en gracia, me aficionaba tanto, que me ataba en gran manera la memoria a pensar en él, aunque no era con intención de ofender a Dios, mas holgábame de verle y de pensar en él y en las cosas buenas que le veía. Era cosa tan dañosa, que me traía el alma harto perdida. Después que vi la gran hermosura del Señor, no veía a nadie que en su comparación me pareciese bien ni me ocupase; que, con poner un poco los ojos de la consideración en la imagen que tengo en mi alma, he quedado con tanta libertad en esto, que después acá todo lo que veo me parece hace asco en comparación de las excelencias y gracias que en este Señor veía. Ni hay saber ni manera de regalo que yo estime en nada, en comparación del que es oír sola una palabra dicha de aquella divina boca, cuánto más tantas. Y tengo yo por imposible, si el Señor por mis pecados no permite se me quite esta memoria, podérmela nadie ocupar de suerte que, con un poquito de tornarme a acordar de este Señor, no quede libre.

5. Acaecióme con algún confesor (que siempre quiero mucho a los que gobiernan mi alma) como los tomo en lugar de Dios tan de verdad, paréceme que es siempre adonde mi voluntad más se emplea y, como yo andaba con seguridad, mostrábales gracia (6). Ellos, como temerosos y siervos de Dios, temíanse no me asiese en alguna manera y me atase a quererlos, aunque santamente, y mostrábanme desgracia. Esto era después que yo estaba tan sujeta a obedecerlos, que antes no los cobraba ese amor. Yo me reía entre mí de ver cuán engañados estaban, aunque no todas veces trataba tan claro lo poco que me ataba a nadie como lo tenía en mí (7). Mas asegurábalos y, tratándome más, conocían lo que debía al Señor; que estas sospechas que traían de mí, siempre era a los principios.

Comenzóme mucho mayor amor y confianza de este Señor en viéndole, como con quien tenía conversación tan continua. Veía que, aunque era Dios, que era hombre, que no se espanta de las flaquezas de los hombres, que entiende nuestra miserable compostura (8), sujeta a muchas caídas por el primer pecado que El había venido a reparar. Puedo tratar como con amigo, aunque es señor. Porque entiendo no es como los que acá tenemos por señores, que todo el señorío ponen en autoridades postizas: ha de haber horas de hablar y señaladas personas que los hablen; si es algún pobrecito que tiene algún negocio, ¡más rodeos y favores y trabajos le ha de costar tratarlo! ¡Oh que si es con el Rey! (9), aquí no hay tocar gente pobre y no caballerosa, sino preguntar quién son los más privados; (10) y a buen seguro que no sean personas que tengan el mundo debajo de los pies, porque éstos hablan verdades, que no temen ni deben; (11) no son para palacio, que allí no se deben usar, sino callar lo que mal les parece, que aun pensarlo no deben osar por no ser desfavorecidos.

6. ¡Oh Rey de gloria y Señor de todos los reyes! ¡Cómo no es vuestro reino armado de palillos, pues no tiene fin! ¡Cómo no son menester terceros (12) para Vos! Con mirar vuestra persona, se ve luego que es sólo el que merecéis que os llamen Señor, según la majestad mostráis. No es menester gente de acompañamiento ni de guarda para que conozcan que sois Rey. Porque acá un rey solo mal se conocerá por sí. Aunque él más quiera ser conocido por rey, no le creerán, que no tiene más que los otros; es menester que se vea por qué lo creer, y así es razón tenga estas autoridades postizas, porque si no las tuviese no le tendrían en nada. Porque no sale de sí el parecer poderoso. De otros le ha de venir la autoridad.

¡Oh Señor mío, oh Rey mío! ¡Quién supiera ahora representar la majestad que tenéis! Es imposible dejar de ver que sois gran Emperador en Vos mismo, que espanta mirar esta majestad; mas más espanta, Señor mío, mirar con ella vuestra humildad y el amor que mostráis a una como yo. En todo se puede tratar y hablar con Vos como quisiéramos, perdido el primer espanto y temor de ver vuestra majestad, con quedar mayor para no ofenderos; mas no por miedo del castigo, Señor mío, porque éste no se tiene en nada en comparación de no perderos a Vos.

7. Hela aquí los provechos de esta visión, sin otros grandes que deja en el alma. Si es de Dios, entiéndese por los efectos, cuando el alma tiene luz; porque, como muchas veces he dicho (13), quiere el Señor que esté en tinieblas y que no vea esta luz, y así no es mucho tema la que se ve tan ruin como yo. No ha más que ahora que me ha acaecido estar ocho días que no parece había en mí ni podía tener conocimiento de lo que debo a Dios, ni acuerdo de las mercedes, sino tan embobada el alma y puesta no sé en qué, ni cómo, no en malos pensamientos, mas para los buenos estaba tan inhábil, que me reía de mí y gustaba de ver la bajeza de un alma cuando no anda Dios siempre obrando en ella. Bien ve que no está sin El en este estado, que no es como los grandes trabajos que he dicho tengo algunas veces; (14) mas aunque pone leña y hace eso poco que puede de su parte, no hay arder el fuego de amor de Dios (15). Harta misericordia suya es que se ve el humo, para entender que no está del todo muerto. Torna el Señor a encender (16), que entonces un alma, aunque se quiebre la cabeza en soplar y en concertar los leños, parece que todo lo ahoga más. Creo es lo mejor rendirse del todo a que no puede nada por sí sola, y entender en otras cosas como he dicho (17) meritorias; porque por ventura la quita el Señor la oración para que entienda en ellas y conozca por experiencia lo poco que puede por sí.

8. Es cierto que yo me he regalado hoy con el Señor y atrevido a quejarme de Su Majestad, y le he dicho: "¿cómo Dios mío, que no basta que me tenéis en esta miserable vida, y que por amor de Vos paso por ello, y quiero vivir adonde todo es embarazos para no gozaros, sino que he de comer y dormir y negociar y tratar con todos, y todo lo paso por amor de Vos, pues bien sabéis, Señor mío, que me es tormento grandísimo, y que tan poquitos ratos como me quedan para gozar de Vos os me escondáis? ¿Cómo se compadece esto (18) en vuestra misericordia? ¿Cómo lo puede sufrir el amor que me tenéis? Creo yo, Señor, que si fuera posible poderme esconder yo de Vos, como Vos de mí, que pienso y creo del amor que me tenéis que no lo sufrierais; mas estáisos Vos conmigo, y veisme siempre. ¡No se sufre esto, Señor mío! Suplícoos miréis que se hace agravio a quien tanto os ama".

9. Esto y otras cosas me ha acaecido decir, entendiendo primero cómo era piadoso (19) el lugar que tenía en el infierno para lo que merecía. Mas algunas veces desatina tanto el amor, que no me siento, sino que en todo mi seso doy estas quejas, y todo me lo sufre el Señor. ¡Alabado sea tan buen Rey! ¡Llegáramos a los de la tierra con estos atrevimientos!... Aun ya al rey no me maravillo que no se ose hablar, que es razón se tema, y a los señores que representan ser cabezas; mas está ya el mundo de manera, que habían de ser más largas las vidas para deprender los puntos y novedades y maneras que hay de crianza, si han de gastar algo de ella en servir a Dios. Yo me santiguo (20) de ver lo que pasa. El caso es que ya yo no sabía cómo vivir cuando aquí me metí; porque no se toma de burla cuando hay descuido en tratar con las gentes mucho más que merecen, sino que tan de veras lo toman por afrenta, que es menester hacer satisfacciones de vuestra intención, si hay como digo descuido; y aun plega a Dios lo crean.

10. Torno a decir que, cierto, yo no sabía cómo vivir, porque se ve una pobre de alma fatigada: ve que la mandan que ocupe siempre el pensamiento en Dios y que es necesario traerle en El para librarse de muchos peligros; por otro cabo ve que no cumple perder punto en puntos de mundo (21), so pena de no dejar de dar ocasión a que se tienten los que tienen su honra puesta en estos puntos. Traíame fatigada, y nunca acababa de hacer satisfacciones (22), porque no podía aunque lo estudiaba dejar de hacer muchas faltas en esto, que, como digo, no se tiene en el mundo por pequeña.

¿Y es verdad que en las Religiones, que de razón habíamos en estos casos estar disculpados, hay disculpa? No, que dicen que los monasterios ha de ser corte de crianza y de saberla. Yo cierto que no puedo entender esto. He pensado si dijo algún santo que había de ser corte para enseñar a los que quisiesen ser cortesanos del cielo, y lo han entendido al revés. Porque traer este cuidado quien es razón le traiga continuo en contentar a Dios y aborrecer el mundo, que le pueda traer tan grande en contentar a los que viven en él en estas cosas que tantas veces se mudan, no sé cómo. Aun si se pudiera deprender de una vez, pasara; mas aun para títulos de cartas es ya menester haya cátedra (23), adonde se lea cómo se ha de hacer a manera de decir, porque ya se deja papel de una parte, ya de otra, y a quien no se solía poner magnífico, se ha de poner ilustre (24).

11. Yo no sé en qué ha de parar, porque aún no he yo cincuenta años (25), y en lo que he vivido he visto tantas mudanzas, que no sé vivir; pues los que ahora nacen y vivieren muchos, ¿qué han de hacer? Por cierto, yo he lástima a gente espiritual que está obligada a estar en el mundo por algunos santos fines, que es terrible la cruz que en esto llevan. Si se pudiesen concertar todos y hacerse ignorantes y querer que los tengan por tales en estas ciencias, de mucho trabajo se quitarían.

12. Mas ¡en qué boberías me he metido! Por tratar en las grandezas de Dios, he venido a hablar de las bajezas del mundo. Pues el Señor me ha hecho merced en haberle dejado, quiero ya salir de él. Allá se avengan los que sustentan con tanto trabajo estas naderías. Plega a Dios que en la otra vida, que es sin mudanzas, no las paguemos. Amén.

NOTAS CAPÍTULO 37

* Comienza la última sección del libro, redactada bajo la presión de los teólogos asesores y por impulso interior ("por obedecer al Señor que me lo ha mandado", n. 1). Tras el relato de la fundación de San José (cc. 32-36), vuelve al argumento de su vida interior: pocos episodios externos y predominio de gracias místicas. Todas ellas del período más reciente: años 1563-1565.

1 De mal se me hace: lo siento, me contraría...

2 En otro orden: acerca de las mercedes que me ha hecho el Señor, decir más que las ya dichas...

3 Vuestras mercedes: Alusión al P. García de Toledo y, probablemente, al P. Domingo Báñez.

4 En otro orden: poder haber acá más (cosas) que desear...

5 Orden de las dos frases: ... perder de gozar un tantito más. Y así digo...

6 Mostrábales gracia... (y enseguida) mostrábanme desgracia...: mostrar agrado o desagrado, simpatía o antipatía.

7 Tan claro... como lo tenía en mí: como era claro para mí.

8 Compostura: hechura, condición natural.

9 Fray Luis (p. 478) y otros editores leen: "o que si es el rey, aquí no hay tocar...". - Aquí equivale a: "en este caso".

10 Los más privados: los validos.

11 No temen ni deben: frase proverbial que equivale a: "obras sin miramiento ni respetos humanos".

12 Terceros (sustantivo): mediador (cf. C. 3, 9. - En Const. 15. 18. 38 equivale a "acompañante").

13 En el c. 30, 8-18.

14 Ib.

15 Así el autógrafo. Los editores modernos, inducidos a error por la edición fotolitográfica del mismo, omiten las palabras "de Dios", en contra de fray Luis que editó correctamente (p. 481). Cf. esa misma imagen en el c. 39, 23.

16 Acender, escribe la Santa.

17 Lo ha aconsejado ya en el c. 11, 15-16.

18 Equivale a: "cómo se compagina esto con..."

19 Piadoso: benigno, no cruel.

20 Yo me santiguo: me asombro, me hago cruces (cf. c. 19, 10.

21 No cumple: no es conveniente (cf. c. 16, 6). - Perder punto en puntos de mundo: irónico juego de palabras: perder detalle en puntillos de honra o en etiqueta mundana.

22 Hacer satisfacciones: pedir excusas...

23 Cátedra (ella escribe "cátreda") en que se lea: en que se den lecciones.

24 Dura crítica de aquella sociedad. Volverá a criticarla en c. 2, 4; 27, 5. Felipe II hubo de publicar una pragmática reguladora de esos tratamientos (8 de octubre de 1586).

25 No he (tengo) yo cincuenta años: escribe esto a fines de 1565, y había nacido el 28.3.1515: 50 años.

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MensajePublicado: Sab Jul 26, 2008 1:42 am    Asunto:
Tema: El Libro de la Vida - Santa Teresa de Jesús de Ávila
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CAPÍTULO 38


En que trata de algunas grandes mercedes que el Señor la hizo, así en mostrarle algunos secretos del cielo, como otras grandes visiones y revelaciones que Su Majestad tuvo por bien viese. Dice los efectos con que la dejaban y el gran aprovechamiento que quedaba en su alma.

1. Estando una noche tan mala que quería excusarme de tener oración, tomé un rosario por ocuparme vocalmente, procurando no recoger el entendimiento, aunque en lo exterior estaba recogida en un oratorio.

Cuando el Señor quiere, poco aprovechan estas diligencias. Estuve así bien poco, y vínome un arrebatamiento de espíritu con tanto ímpetu que no hubo poder resistir. Parecíame estar metida en el cielo, y las primeras personas que allá vi fue a mi padre y madre, y tan grandes cosas en tan breve espacio como se podía decir una avemaría que yo quedé bien fuera de mí, pareciéndome muy demasiada merced.

Esto de en tan breve tiempo, ya puede ser fuese más, sino que se hace muy poco (1). Temí no fuese alguna ilusión, puesto que no me lo parecía. No sabía qué hacer, porque había gran vergüenza de ir al confesor (2) con esto; y no por humilde, a mi parecer, sino que me parecía había de burlar de mí y decir: que ¡qué San Pablo para ver cosas del cielo, o San Jerónimo! (3) Y por haber tenido estos santos gloriosos cosas de éstas me hacía más temor a mí, y no hacía sino llorar mucho, porque no me parecía llevaba ningún camino. En fin, aunque más sentí, fui al confesor, porque callar cosa jamás osaba, aunque más sintiese en decirla, por el gran miedo que tenía de ser engañada. El, como me vio tan fatigada, que me consoló mucho y dijo hartas cosas buenas para quitarme de pena.

2. Andando más el tiempo, me ha acaecido y acaece esto algunas veces.

Ibame el Señor mostrando más grandes secretos. Porque querer ver el alma más de lo que se representa, no hay ningún remedio, ni es posible, y así no veía más de lo que cada vez quería el Señor mostrarme. Era tanto, que lo menos bastaba para quedar espantada y muy aprovechada el alma para estimar y tener en poco todas las cosas de la vida.

Quisiera yo poder dar a entender algo de lo menos que entendía, y pensando cómo puede ser, hallo que es imposible; porque en sólo la diferencia que hay de esta luz que vemos a la que allá se representa, siendo todo luz, no hay comparación, porque la claridad del sol parece cosa muy desgustada (4). En fin, no alcanza la imaginación, por muy sutil que sea, a pintar ni trazar cómo será esta luz, ni ninguna cosa de las que el Señor me daba a entender con un deleite tan soberano que no se puede decir. Porque todos los sentidos gozan en tan alto grado y suavidad, que ello no se puede encarecer, y así es mejor no decir más.

3. Había una vez estado así más de una hora mostrándome el Señor cosas admirables, que no me parece se quitaba de cabe mí. Díjome: Mira, hija, qué pierden los que son contra Mí; no dejes de decírselo.

¡Ay, Señor mío, y qué poco aprovecha mi dicho a los que sus hechos los tienen ciegos, si Vuestra Majestad no les da luz! A algunas personas, que Vos la habéis dado, aprovechádose han de saber vuestras grandezas; mas venlas, Señor mío, mostradas a cosa tan ruin y miserable (5), que tengo yo en mucho que haya habido nadie que me crea. Bendito sea vuestro nombre y misericordia, que al menos a mí conocida mejoría he visto en mi alma.

Después quisiera ella estarse siempre allí y no tornar a vivir, porque fue grande el desprecio que me quedó de todo lo de acá: parecíame basura y veo yo cuán bajamente nos ocupamos los que nos detenemos en ello.

4. Cuando estaba con aquella señora que he dicho (6), me acaeció una vez, estando yo mala del corazón (porque, como he dicho (7), le he tenido recio, aunque ya no lo es), como era de mucha caridad, hízome sacar joyas de oro y piedras, que las tenía de gran valor, en especial una de diamantes que apreciaban en mucho. Ella pensó que me alegraran. Yo estaba riéndome entre mí y habiendo lástima de ver lo que estiman los hombres, acordándome de lo que nos tiene guardado el Señor, y pensaba cuán imposible me sería, aunque yo conmigo misma lo quisiese procurar, tener en algo a aquellas cosas, si el Señor no me quitaba la memoria de otras.

Esto es un gran señorío para el alma, tan grande que no sé si lo entenderá sino quien lo posee; porque es el propio y natural desasimiento, porque es sin trabajo nuestro; todo lo hace Dios, que muestra Su Majestad estas verdades de manera, que quedan tan imprimidas que se ve claro no lo pudiéramos por nosotros de aquella manera en tan breve tiempo adquirir.

5. Quedóme también poco miedo a la muerte, a quien yo siempre temía mucho. Ahora paréceme facilísima cosa para quien sirve a Dios, porque en un momento se ve el alma libre de esta cárcel (8) y puesta en descanso. Que este llevar Dios el espíritu y mostrarle cosas tan excelentes en estos arrebatamientos, paréceme a mí conforma mucho a cuando sale un alma del cuerpo, que en un instante se ve en todo este bien; dejemos los dolores de cuando se arranca, que hay poco caso que hacer de ellos; y a los que de veras amaren a Dios y hubieren dado de mano a las cosas de esta vida, más suavemente deben de morir.

6. También me parece me aprovechó mucho para conocer nuestra verdadera tierra (9) y ver que somos acá peregrinos, y es gran cosa ver lo que hay allá y saber adónde hemos de vivir. Porque si uno ha de ir a vivir de asiento a una tierra, esle gran ayuda, para pasar el trabajo del camino, haber visto que es tierra adonde ha de estar muy a su descanso, y también para considerar las cosas celestiales y procurar que nuestra conversación sea allá; (10) hácese con facilidad. Esto es mucha ganancia, porque sólo mirar el cielo recoge el alma; porque, como ha querido el Señor mostrar algo de lo que hay allá, estáse pensando, y acaéceme algunas veces ser los que me acompañan y con los que me consuelo los que sé que allá viven, y parecerme aquéllos verdaderamente los vivos, y los que acá viven, tan muertos, que todo el mundo me parece no me hace compañía, en especial cuando tengo aquellos ímpetus.

7. Todo me parece sueño lo que veo, y que es burla, con los ojos del cuerpo (11). Lo que he ya visto con los del alma, es lo que ella desea, y como se ve lejos, éste es el morir. En fin, es grandísima la merced que el Señor hace a quien da semejantes visiones, porque la ayuda mucho, y también a llevar una pesada cruz, porque todo no la satisface (12), todo le da en rostro. Y si el Señor no permitiese a veces se olvidase, aunque se torna a acordar, no sé cómo se podría vivir. ¡Bendito sea y alabado por siempre jamás!

Plega a Su Majestad, por la sangre que su Hijo derramó por mí, que ya que ha querido entienda algo de tan grandes bienes y que comience en alguna manera a gozar de ellos, no me acaezca lo que a Lucifer, que por su culpa lo perdió todo. No lo permita por quien El es, que no tengo poco temor algunas veces; aunque por otra parte, y lo muy ordinario, la misericordia de Dios me pone seguridad, que, pues me ha sacado de tantos pecados, no querrá dejarme de su mano para que me pierda.

Esto suplico yo a vuestra merced (13) siempre le suplique.

8. Pues no son tan grandes las mercedes dichas, a mi parecer, como ésta que ahora diré, por muchas causas y grandes bienes que de ella me quedaron y gran fortaleza en el alma; aunque, mirada cada cosa por sí, es tan grande, que no hay qué comparar.

9. Estaba un día, víspera del Espíritu Santo, después de misa (14). Fuime a una parte bien apartada, adonde yo rezaba muchas veces, y comencé a leer en un Cartujano esta fiesta (15). Y leyendo las señales que han de tener los que comienzan y aprovechan y los perfectos, para entender está con ellos el Espíritu Santo, leídos estos tres estados, parecióme, por la bondad de Dios, que no dejaba de estar conmigo, a lo que yo podía entender. Estándole alabando y acordándome de otra vez que lo había leído, que estaba bien falta de todo aquello, que lo veía yo muy bien, así como ahora entendía lo contrario de mí, y así conocí era merced grande la que el Señor me había hecho. Y así comencé a considerar el lugar que tenía en el infierno merecido por mis pecados, y daba muchos loores a Dios, porque no me parecía conocía mi alma según la veía trocada. Estando en esta consideración, diome un ímpetu grande, sin entender yo la ocasión. Parecía que el alma se me quería salir del cuerpo, porque no cabía en ella (16) ni se hallaba capaz de esperar tanto bien. Era ímpetu tan excesivo, que no me podía valer y, a mi parecer, diferente de otras veces, ni entendía qué había el alma, ni qué quería, que tan alterada estaba. Arriméme, que aun sentada no podía estar, porque la fuerza natural me faltaba toda.

10. Estando en esto, veo sobre mi cabeza una paloma, bien diferente de las de acá, porque no tenía estas plumas, sino las alas de unas conchicas que echaban de sí gran resplandor. Era grande más que paloma. Paréceme que oía el ruido que hacía con las alas. Estaría aleando espacio de un avemaría. Ya el alma estaba de tal suerte, que, perdiéndose a sí de sí, la perdió de vista (17).

Sosegóse el espíritu con tan buen huésped, que, según mi parecer, la merced tan maravillosa le debía de desasosegar y espantar; y como comenzó a gozarla, quitósele el miedo y comenzó la quietud con el gozo, quedando en arrobamiento.

11. Fue grandísima la gloria de este arrobamiento. Quedé lo más de la Pascua (18) tan embobada y tonta, que no sabía qué me hacer, ni cómo cabía en mí tan gran favor y merced. No oía ni veía, a manera de decir, con gran gozo interior. Desde aquel día entendí quedar con grandísimo aprovechamiento en más subido amor de Dios y las virtudes muy más fortalecidas. Sea bendito y alabado por siempre, amén.

12. Otra vez vi la misma paloma sobre la cabeza de un padre de la Orden de Santo Domingo (19), salvo que me pareció los rayos y resplandor de las mismas alas que se extendían mucho más. Dióseme a entender había de traer almas a Dios.

13. Otra vez vi estar a nuestra Señora poniendo una capa muy blanca al Presentado de esta misma Orden (20), de quien he tratado algunas veces. Díjome que por el servicio que la había hecho en ayudar a que se hiciese esta casa le daba aquel manto en señal que guardaría su alma en limpieza de ahí adelante y que no caería en pecado mortal (21). Yo tengo cierto que así fue; porque desde a pocos años murió (22), y su muerte y lo que vivió fue con tanta penitencia la vida, y la muerte con tanta santidad, que, a cuanto se puede entender, no hay que poner duda. Díjome un fraile que había estado a su muerte, que antes que expirase le dijo cómo estaba con él Santo Tomás. Murió con gran gozo y deseo de salir de este destierro. Después me ha aparecido algunas veces con muy gran gloria y díchome algunas cosas. Tenía tanta oración que, cuando murió, que con la gran flaqueza la quisiera excusar, no podía, porque tenía muchos arrobamientos. Escribióme poco antes que muriese, que qué medio tendría; porque, como acababa de decir misa, se quedaba con arrobamiento mucho rato (23), sin poderlo excusar. Diole Dios al fin el premio de lo mucho que había servido toda su vida.

14. Del rector de la Compañía de Jesús que algunas veces he hecho de él mención (24) he visto algunas cosas de grandes mercedes que el Señor le hacía, que, por no alargar, no las pongo aquí. Acaecióle una vez un gran trabajo, en que fue muy perseguido, y se vio muy afligido. Estando yo un día oyendo misa, vi a Cristo en la cruz cuando alzaba la Hostia; díjome algunas palabras que le dijese de consuelo, y otras previniéndole de lo que estaba por venir y poniéndole delante lo que había padecido por él, y que se aparejase para sufrir. Diole esto mucho consuelo y ánimo, y todo ha pasado después como el Señor me lo dijo.

15. De los de la Orden de este Padre, que es la Compañía de Jesús, toda la Orden junta he visto grandes cosas: vilos en el cielo con banderas blancas en las manos algunas veces, y, como digo, otras cosas he visto de ellos de mucha admiración; y así tengo esta Orden en gran veneración, porque los he tratado mucho y veo conforma su vida con lo que el Señor me ha dado de ellos a entender.

16. Estando una noche en oración, comenzó el Señor a decirme algunas palabras trayéndome a la memoria por ellas cuán mala había sido mi vida, que me hacían harta confusión y pena; porque, aunque no van con rigor, hacen un sentimiento y pena que deshacen, y siéntese más aprovechamiento de conocernos con una palabra de éstas que en muchos días que nosotros consideremos nuestra miseria, porque trae consigo esculpida una verdad que no la podemos negar. Representóme las voluntades con tanta vanidad que había tenido, y díjome que tuviese en mucho querer que se pusiese en El voluntad que tan mal se había gastado como la mía, y admitirla El.

Otras veces me dijo que me acordase cuando parece tenía por honra el ir contra la suya. Otras, que me acordase lo que le debía; que, cuando yo le daba mayor golpe, estaba El haciéndome mercedes. Si tenía algunas faltas, que no son pocas, de manera me las da Su Majestad a entender, que toda parece me deshago, y como tengo muchas, es muchas veces. Acaecíame reprenderme el confesor, y quererme consolar en la oración y hallar allí la reprensión verdadera.

17. Pues tornando a lo que decía (25), como comenzó el Señor a traerme a la memoria mi ruin vida, a vuelta de mis lágrimas (como yo entonces no había hecho nada, a mi parecer), pensé si me quería hacer alguna merced. Porque es muy ordinario, cuando alguna particular merced recibo del Señor, haberme primero deshecho a mí misma, para que vea más claro cuán fuera de merecerlas yo son; pienso lo debe el Señor de hacer.

Desde a un poco, fue tan arrebatado mi espíritu, que casi me pareció estaba del todo fuera del cuerpo; al menos no se entiende que se vive en él. Vi a la Humanidad sacratísima con más excesiva gloria que jamás la había visto. Representóseme por una noticia admirable y clara estar metido en los pechos del Padre (26). Esto no sabré yo decir cómo es, porque sin ver me pareció me vi presente (27) de aquella Divinidad. Quedé tan espantada y de tal manera, que me parece pasaron algunos días que no podía tornar en mí; y siempre me parecía traía presente aquella majestad del Hijo de Dios, aunque no era como la primera. Esto bien lo entendía yo, sino que queda tan esculpido en la imaginación, que no lo puede quitar de sí por en breve que haya pasado (28) por algún tiempo, y es harto consuelo y aun aprovechamiento.

18. Esta misma visión he visto otras tres veces. Es, a mi parecer, la más subida visión que el Señor me ha hecho merced que vea, y trae consigo grandísimos provechos. Parece que purifica el alma en gran manera, y quita la fuerza casi del todo a esta nuestra sensualidad (29). Es una llama grande, que parece abrasa y aniquila todos los deseos de la vida; porque ya que yo, gloria a Dios, no los tenía en cosas vanas, declaróseme aquí bien cómo era todo vanidad, y cuán vanos, y cuán vanos (30) son los señoríos de acá. Y es un enseñamiento grande para levantar los deseos en la pura verdad. Queda imprimido un acatamiento que no sabré yo decir cómo, mas es muy diferente de lo que acá podemos adquirir. Hace un espanto al alma grande de ver cómo osó, ni puede nadie osar, ofender una majestad tan grandísima.

19. Algunas veces habré dicho estos efectos de visiones y otras cosas, mas ya he dicho (31) que hay más y menos aprovechamiento; de ésta queda grandísimo.

Cuando yo me llegaba a comulgar y me acordaba de aquella majestad grandísima que había visto, y miraba que era el que estaba en el Santísimo Sacramento (y muchas veces quiere el Señor que le vea en la Hostia), los cabellos se me espeluzaban (32), y toda parecía me aniquilaba. ¡Oh Señor mío! Mas si no encubrierais vuestra grandeza, ¿quién osara llegar tantas veces a juntar cosa tan sucia y miserable con tan gran majestad? ¡Bendito seáis, Señor! Alaben os los ángeles y todas las criaturas, que así medís las cosas con nuestra flaqueza, para que, gozando de tan soberanas mercedes, no nos espante vuestro gran poder de manera que aun no las osemos gozar, como gente flaca y miserable.

20. Podríanos acaecer lo que a un labrador, y esto sé cierto que pasó así; hallóse un tesoro, y como era más que cabía en su ánimo, que era bajo, en viéndose con él le dio una tristeza, que poco a poco se vino a morir de puro afligido y cuidadoso de no saber qué hacer de él. Si no le hallara junto, sino que poco a poco se le fueran dando y sustentando con ello, viviera más contento que siendo pobre, y no le costara la vida.

21. ¡Oh riqueza de los pobres, y qué admirablemente sabéis sustentar las almas y, sin que vean tan grandes riquezas, poco a poco se las vais mostrando!

Cuando yo veo una majestad tan grande disimulada en cosa tan poca como es la Hostia, es así que después acá a mí me admira sabiduría tan grande, y no sé cómo me da el Señor ánimo ni esfuerzo para llegarme a El; si El, que me ha hecho tan grandes mercedes y hace, no me le diese, ni sería posible poderlo disimular, ni dejar de decir a voces tan grandes maravillas. ¿Pues qué sentirá una miserable como yo, cargada de abominaciones y que con tan poco temor de Dios ha gastado su vida, de verse llegar a este Señor de tan gran majestad cuando quiere que mi alma le vea? ¿Cómo ha de juntar boca, que tantas palabras ha hablado contra el mismo Señor, a aquel cuerpo gloriosísimo, lleno de limpieza y de piedad? Que duele mucho más y aflige al alma, por no le haber servido, el amor que muestra aquel rostro de tanta hermosura con una ternura y afabilidad, que temor pone la majestad que ve en El.

Mas ¿qué podría yo sentir dos veces que vi esto que diré? (33).

22. Cierto, Señor mío y gloria mía, que estoy por decir que, en alguna manera, en estas grandes aflicciones que siente mi alma he hecho algo en vuestro servicio. ¡Ay... que no sé qué me digo..., que casi sin hablar yo, escribo ya esto!; porque me hallo turbada y algo fuera de mí, como he tornado a traer a mi memoria estas cosas. Bien dijera, si viniera de mí este sentimiento, que había hecho algo por Vos, Señor mío. Mas, pues no puede haber buen pensamiento si Vos no le dais, no hay qué me agradecer. Yo soy la deudora, Señor, y Vos el ofendido.

23. Llegando una vez a comulgar, vi dos demonios con los ojos del alma (34), más claro que con los del cuerpo, con muy abominable figura. Paréceme que los cuernos rodeaban la garganta del pobre sacerdote, y vi a mi Señor con la majestad que tengo dicha puesto en aquellas manos, en la Forma que me iba a dar, que se veía claro ser ofendedoras suyas; y entendí estar aquel alma en pecado mortal.

¿Qué sería, Señor mío, ver vuestra hermosura entre figuras tan abominables? Estaban ellos como amedrentados y espantados delante de Vos, que de buena gana parece que huyeran si Vos los dejarais ir. Diome tan gran turbación, que no sé cómo pude comulgar, y quedé con gran temor, pareciéndome que, si fuera visión de Dios, que no permitiera Su Majestad viera yo el mal que estaba en aquel alma. Díjome el mismo Señor que rogase por él, y que lo había permitido para que entendiese yo la fuerza que tienen las palabras de la consagración, y cómo no deja Dios de estar allí por malo que sea el sacerdote que las dice, y para que viese su gran bondad, cómo se pone en aquellas manos de su enemigo, y todo para bien mío y de todos.

Entendí bien cuán más obligados están los sacerdotes a ser buenos que otros, y cuán recia cosa es tomar este Santísimo Sacramento indignamente (35), y cuán señor es el demonio del alma que está en pecado mortal. Harto gran provecho me hizo y harto conocimiento me puso de lo que debía a Dios. Sea bendito por siempre jamás.

24. Otra vez me acaeció así otra cosa que me espantó muy mucho. Estaba en una parte adonde se murió cierta persona que había vivido harto mal, según supe, y muchos años; mas había dos que tenía enfermedad y en algunas cosas parece estaba con enmienda. Murió sin confesión, mas, con todo esto, no me parecía a mí que se había de condenar. Estando amortajando el cuerpo, vi muchos demonios tomar aquel cuerpo, y parecía que jugaban con él, y hacían también justicias en él, que a mí me puso gran pavor, que con garfios grandes le traían de uno en otro. Como le vi llevar a enterrar con la honra y ceremonias que a todos, yo estaba pensando la bondad de Dios cómo no quería fuese infamada aquel alma, sino que fuese encubierto ser su enemiga.

25. Estaba yo medio boba de lo que había visto. En todo el Oficio no vi más demonio. Después, cuando echaron el cuerpo en la sepultura, era tanta la multitud que estaban dentro para tomarle, que yo estaba fuera de mí de verlo, y no era menester poco ánimo para disimularlo. Consideraba qué harían de aquel alma cuando así se enseñoreaban del triste cuerpo. Pluguiera al Señor que esto que yo vi ¡cosa tan espantosa! vieran todos los que están en mal estado, que me parece fuera gran cosa para hacerlos vivir bien.

Todo esto me hace más conocer lo que debo a Dios y de lo que me ha librado. Anduve harto temerosa hasta que lo traté con mi confesor, pensando si era ilusión del demonio para infamar aquel alma, aunque no estaba tenida por de mucha cristiandad. Verdad es que, aunque no fuese ilusión, siempre me hace temor que se me acuerda (36).

26. Ya que he comenzado a decir de visiones de difuntos, quiero decir algunas cosas que el Señor ha sido servido en este caso que vea de algunas almas. Diré pocas, por abreviar y por no ser necesario, digo, para ningún aprovechamiento.

Dijéronme era muerto un nuestro Provincial (37) que había sido, (y cuando murió, lo era de otra Provincia), a quien yo había tratado y debido algunas buenas obras. Era persona de muchas virtudes. Como lo supe que era muerto, diome mucha turbación, porque temí su salvación, que había sido veinte años prelado, cosa que yo temo mucho, cierto, por parecerme cosa de mucho peligro tener cargo de almas, y con mucha fatiga me fui a un oratorio. Dile todo el bien que había hecho en mi vida (38), que sería bien poco, y así lo dije al Señor que supliesen los méritos suyos lo que había menester aquel alma para salir de purgatorio.

27. Estando pidiendo esto al Señor lo mejor que yo podía, parecióme salía del profundo de la tierra a mi lado derecho, y vile subir al cielo con grandísima alegría. El era ya bien viejo, mas vile de edad de treinta años, y aun menos me pareció, y con resplandor en el rostro. Pasó muy en breve esta visión; mas en tanto extremo quedé consolada, que nunca me pudo dar más pena su muerte, aunque veía fatigadas personas hartas por él, que era muy bienquisto. Era tanto el consuelo que tenía mi alma, que ninguna cosa se me daba, ni podía dudar en que era buena visión, digo que no era ilusión.

Había no más de quince días que era muerto. Con todo, no descuidé de procurar le encomendasen a Dios y hacerlo yo, salvo que no podía con aquella voluntad que si no hubiera visto esto; porque, cuando así el Señor me lo muestra y después las quiero encomendar a Su Majestad, paréceme, sin poder más, que es como dar limosna al rico. Después supe porque murió bien lejos de aquí la muerte que el Señor le dio, que fue de tan gran edificación, que a todos dejó espantados del conocimiento y lágrimas y humildad con que murió.

28. Habíase muerto una monja en casa (39), había poco más de día y medio, harto sierva de Dios. Estando diciendo una lección de difuntos una monja, que se decía por ella en el coro, yo estaba en pie para ayudarla a decir el verso; a la mitad de la lección la vi, que me pareció salía el alma de la parte que la pasada y que se iba al cielo. Esta no fue visión imaginaria como la pasada, sino como otras que he dicho; mas no se duda más que las que se ven (40).

29. Otra monja se murió en mi misma casa: de hasta dieciocho o veinte años, siempre había sido enferma y muy sierva de Dios, amiga del coro y harto virtuosa. Yo, cierto, pensé no entrara en purgatorio, porque eran muchas las enfermedades que había pasado, sino que le sobraran méritos. Estando en las Horas (41) antes que la enterrasen, habría cuatro horas que era muerta, entendí salir del mismo lugar e irse al cielo.

30. Estando en un colegio de la Compañía de Jesús (42), con los grandes trabajos que he dicho tenía algunas veces y tengo de alma y de cuerpo, estaba de suerte que aun un buen pensamiento, a mi parecer, no podía admitir. Habíase muerto aquella noche un hermano (43) de aquella casa de la Compañía, y estando como podía encomendándole a Dios y oyendo misa de otro padre de la Compañía por él, diome un gran recogimiento y vile subir al cielo con mucha gloria y al Señor con él. Por particular favor entendí era ir Su Majestad con él.

31. Otro fraile de nuestra Orden, harto buen buen fraile (44), estaba muy malo y, estando yo en misa, me dio un recogimiento y vi cómo era muerto y subir al cielo sin entrar en purgatorio. Murió a aquella hora que yo lo vi, según supe después. Yo me espanté de que no había entrado en purgatorio. Entendí que por haber sido fraile que había guardado bien su profesión, le habían aprovechado las Bulas de la Orden para no entrar en purgatorio (45). No entiendo por qué entendí esto. Paréceme debe ser porque no está el ser fraile en el hábito digo en traerle para gozar del estado de más perfección que es ser fraile.

32. No quiero decir más de estas cosas; porque, como he dicho (46), no hay para qué, aunque son hartas las que el Señor me ha hecho merced que vea. Mas no he entendido, de todas las que he visto, dejar ningún alma de entrar en purgatorio, si no es la de este Padre y el santo fray Pedro de Alcántara y el padre dominico que queda dicho (47). De algunos ha sido el Señor servido vea los grados que tienen de gloria, representándoseme en los lugares que se ponen. Es grande la diferencia que hay de unos a otros (48).



NOTAS CAPÍTULO 38

1 Es decir, me parece o se me hace muy breve tiempo.

2 Por lapsus material, en el autógrafo repite la palabra "confesor". Era probablemente el P. Baltasar.

3 Alusión al rapto de san Pablo (2 Cor 12, 2-4) y a la visión de san Jerónimo (Carta a Eustoquio: ML, 22, 416). La Santa la había leído en su juventud (c. 3, 7; y c. 11, 10).

4 Desgustada: deslustrada.

5 Se refiere a sí misma. Cf. c. 18, 4.

6 Ha hablado de Doña Luisa de la Cerda en el c. 34, 1 y ss.

7 De su mal de corazón ha hablado en los cc. 4, 5; 5, 7; 6, 1-2.5; 7, 11, etc.

8 Esta cárcel del cuerpo: es imagen de origen paulino, y tópico en la literatura espiritual de su tiempo: cf. c. 20, 25 ("esta cárcel de esta vida") y el poema "Vivo sin vivir" ("esta cárcel y estos hierros en que el alma está metida").

9 Tierra en acepción de "patria".

10 Eco del texto bíblico de Flp 3, 20 (ya presente en el c. 24, 5).

11 En orden: "todo lo que veo con los ojos del cuerpo me parece sueño... y burla" (cf. fray Luis p. 490). - Ya se había expresado así en el c. 16, 6. Y más adelante, en c. 40, 22.

12 Todo no la satisface: nada la satisface.

13 Dialoga de nuevo con García de Toledo.

14 Era la víspera de Pentecostés. Esa parte bien apartada a que se retiró la Santa era una de las ermitas del monasterio de San José. Muchos años más tarde, otra vez en víspera de Pentecostés, esta gracia mística provocará otra no menos espléndida, pero más apostólica y memorable. Comienza así la Merced 67: "Estando en San José de Avila, víspera de Pascua del Espíritu Santo, en la ermita de Nazaret, considerando en una grandísima merced que nuestro Señor me había hecho en tal día como éste, 20 años había, poco más o menos...". La Santa misma dató esta segunda merced en 1579. La primera no pudo suceder en 1559 ("veinte años..."), sino muy probablemente el 29 de mayo de 1563.

15 Leer en un Cartujano": Llamábanse "Cartujanos" los volúmenes de la Vida de Cristo escritos en latín por el "cartujo" LUDOLFO DE SAJONIA y, por orden del cardenal Cisneros, traducidos por Ambrosio de Montesinos (editados en Alcalá 1502, 1503, etc.). La meditación de Pentecostés trata de los "incipientes", "proficientes" y "perfectos", que son los "tres estados" de la vida espiritual, a que aludirá enseguida la Santa.

16 Quizás es un lapsus, por "no cabía en él" (en el cuerpo). "No cabía en mí", escribe enseguida (n. 11).

17 Perdiéndose a sí de sí: terminología mística para indicar el ingreso en el éxtasis.

18 Lo más de la Pascua: la mayor parte del día de Pentecostés (o incluso de la semana de Pentecostés).

19 "Fray Pedro Ibáñez", anota el P. Gracián en su libro.

20 De nuevo anota Gracián: "Fray Pedro Ibáñez".

21 En el libro, es uno de los pocos casos alusivos a la llamada "confirmación en gracia". - Compárese el simbolismo de la visión con la referida en el c. 33, 14.

22 Desde a pocos años: pocos años después. - Al margen del autógrafo apostilla el P. Ibáñez: "Este Padre murió en Trianos". Fecha de su muerte: 2.2.1565.

23 Mucho rato: palabras añadidas al margen por la Santa.

24 El P. Gracián anota en su ejemplar: "Baltasar Alvarez". Con él coincide María de San José (Salazar). No es segura esa atribución. Por esas fechas (1562-1565), el P. Baltasar no había sido "rector", sino "ministro" (cf. 29, 5; 33, 8). Al ser retirado de Avila el Rector, P. Gaspar de Salazar, el P. Baltasar hizo sus veces, pero sin título de rector. Por ello es dudoso a cuál de los dos se refiere el presente pasaje de la Santa. Véase la Vida del P. Baltasar por La Puente, c. 23).

25 Tornando a lo que decía: al episodio del n. 16. - A continuación: A vuelta de mis lágrimas: con ocasión de mis lágrimas. Cf. el mismo giro en el c. 39, 1.

26 Estar metido: Cristo, de cuya Humanidad viene hablando.

27Porque sin ver... me vi presente: es decir, con visión intelectual, como la referida en el c. 27, 2.

28 En otro orden: "queda tan esculpido..., que, por en breve que haya pasado, no lo puede quitar de sí en algún tiempo".

29 Sensualidad: la parte sensitiva o sensible del compuesto humano (cf. c. 3, 2 nota).

30 Repetición enfática, como en otros casos: c. 10, 7 nota.

31 De los efectos de las visiones habló en el c. 28, nn. 10-13, y c. 32, n. 12. De la diferencia de grados entre unas y otras en el c. 37, 2.

32 Espeluzan: cf. c. 20, 7.

33 Lo referirá en el n. 23.

34 Los ojos del alma: con la vista interior. Como otras veces, alude a la visión mística no intelectual.

35 Es un eco del texto paulino de la 1 Cor 11, 27.

36 Fray Luis ordenó la frase: "siempre que se me acuerda me hace temor" (p. 503).

37 Un nuestro Provincial: Gregorio Fernández. Murió en 1561, siendo Provincial de los Carmelitas de Andalucía. Había sido Provincial de Castilla en 1550-1556. También había sido prior del Carmen de Avila.

38 Dile todo el bien... de mi vida: se lo ofrecí al Señor por él...

39 En casa: en la Encarnación. Cuando esto escribe, ninguna monja había fallecido en San José.

40 Es decir, no fue visión imaginaria sino intelectual... - Más que las que se ven: más que las imaginarias.

41 En las Horas: en el rezo del Oficio litúrgico.

42 Colegio de la Compañía: San Gil de Avila. Alude a los años de grandes sufrimientos ya narrados en los cc. 23-25, con "grandísimos trabajos de alma, junto con tormentos y dolores de cuerpo" (c. 30, 6).

43 Era el Hermano Alonso de Henao, venido del colegio de Alcalá y fallecido el 11.4.1557.

44 "Fray Matía", advierte Gracián en su libro. Se trata de fray Diego Matía, carmelita de Avila, que en algún tiempo fue confesor de la Encarnación.

45 Alude a los privilegios de la llamada Bula Sabatina.

46 En el c. 37, 1... Lo repetirá en el c. 39, 20 y c. 40, 17.

47 El P. Pedro Ibáñez: c. 38, 13.

48 Cf. el texto de San Pablo en 1 Cor 15, 41.

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Tema: El Libro de la Vida - Santa Teresa de Jesús de Ávila
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CAPÍTULO 39


Prosigue en la misma materia de decir las grandes mercedes que le ha hecho el Señor. Trata de cómo le prometió de hacer por las personas que ella le pidiese. Dice algunas cosas señaladas en que le ha hecho Su Majestad este favor.


1. Estando yo una vez importunando al Señor mucho porque diese vista a una persona que yo tenía obligación (1), que la había del todo casi perdido, yo teníale gran lástima y temía por mis pecados no me había el Señor de oír. Aparecióme como otras veces (2) y comenzóme a mostrar la llaga de la mano izquierda, y con la otra sacaba un clavo grande que en ella tenía metido. Parecíame que a vuelta del clavo (3) sacaba la carne. Veíase bien el gran dolor, que me lastimaba mucho, y díjome que quien aquello había pasado por mí, que no dudase sino que mejor haría lo que le pidiese; que El me prometía que ninguna cosa le pidiese que no la hiciese (4), que ya sabía El que yo no pediría sino conforme a su gloria, y que así haría esto que ahora pedía; que aun cuando no le servía, mirase yo que no le había pedido cosa que no la hiciese mejor que yo lo sabía pedir, que cuán mejor lo haría ahora que sabía le amaba, que no dudase de esto.

No creo pasaron ocho días, que el Señor no tornó la vista (5) a aquella persona. Esto supo mi confesor luego. Ya puede ser no fuese por mi oración; mas yo como había visto esta visión, quedóme una certidumbre que, por merced hecha a mí, di a Su Majestad las gracias.

2. Otra vez estaba una persona muy enfermo de una enfermedad muy penosa, que por ser no sé de qué hechura, no la señalo aquí (6). Era cosa incomportable lo que había dos meses que pasaba y estaba en un tormento que se despedazaba. Fuele a ver mi confesor, que era el Rector que he dicho (7), y húbole gran lástima, y díjome que en todo caso le fuese a ver, que era persona que yo lo podía hacer, por ser mi deudo. Yo fui y movióme a tener de él tanta piedad, que comencé muy importunamente a pedir su salud al Señor. En esto vi claro, a todo mi parecer, la merced que me hizo; porque luego otro día estaba del todo bueno de aquel dolor.

3. Estaba una vez con grandísima pena, porque sabía que una persona, a quien yo tenía mucha obligación, quería hacer una cosa harto contra Dios y su honra, y estaba ya muy determinado a ello. Era tanta mi fatiga, que no sabía qué hacer. Remedio para que lo dejase, ya parecía que no le había. Supliqué a Dios muy de corazón que le pusiese; mas hasta verlo, no podía aliviarse mi pena.

Fuime, estando así, a una ermita bien apartada (8), que las hay en este monasterio, y estando en una, adonde está Cristo a la Columna, suplicándole me hiciese esta merced, oí que me hablaba una voz muy suave, como metida en un silbo. Yo me espelucé toda, que me hizo temor, y quisiera entender lo que me decía, mas no pude, que pasó muy en breve. Pasado mi temor, que fue presto, quedé con un sosiego y gozo y deleite interior, que yo me espanté que sólo oír una voz (que esto oílo con los oídos corporales y sin entender palabra) hiciese tanta operación (9) en el alma. En esto vi que se había de hacer lo que pedía, y así fue que se me quitó del todo la pena en cosa que aún no era, como si lo viera hecho, como fue después. Díjelo a mis confesores, que tenía entonces dos, harto letrados y siervos de Dios (10).

4. Sabía que una persona que se había determinado a servir muy de veras a Dios y tenido algunos días oración y en ella le hacía Su Majestad muchas mercedes, y que por ciertas ocasiones que había tenido la había dejado, y aún no se apartaba de ellas, y eran bien peligrosas. A mi me dio grandísima pena por ser persona a quien quería mucho y debía. Creo fue más de un mes que no hacía sino suplicar a Dios tornase esta alma a Sí.

Estando un día en oración, vi un demonio cabe mí que hizo unos papeles que tenía en la mano pedazos con mucho enojo. A mí me dio gran consuelo, que me pareció se había hecho lo que pedía; y así fue, que después lo supe que había hecho una confesión con gran contrición, y tornóse tan de veras a Dios, que espero en Su Majestad ha de ir siempre muy adelante. Sea bendito por todo, amén.

5. En esto de sacar nuestro Señor almas de pecados graves por suplicárselo yo, y otras traídolas a más perfección, es muchas veces. Y de sacar almas de purgatorio y otras cosas señaladas, son tantas las mercedes que en esto el Señor me ha hecho, que sería cansarme y cansar a quien lo leyese si las hubiese de decir, y mucho más en salud de almas que de cuerpos. Esto ha sido cosa muy conocida y que de ello hay hartos testigos. Luego luego dábame mucho escrúpulo, porque yo no podía dejar de creer que el Señor lo hacía por mi oración. Dejemos ser lo principal, por sola su bondad. Mas son ya tantas las cosas y tan vistas de otras personas, que no me da pena creerlo, y alabo a Su Majestad y háceme confusión, porque veo soy más deudora, y háceme a mi parecer crecer el deseo de servirle, y avívase el amor. Y lo que más me espanta es que las que el Señor ve no convienen, no puedo, aunque quiero, suplicárselo, sino con tan poca fuerza y espíritu y cuidado, que, aunque más yo quiero forzarme, es imposible, como otras cosas que Su Majestad ha de hacer, que veo yo que puedo pedirlo muchas veces y con gran importunidad. Aunque yo no traiga este cuidado, parece que se me representa delante.

6. Es grande la diferencia de estas dos maneras de pedir, que no sé cómo lo declarar; porque aunque lo uno pido (que no dejo de esforzarme a suplicarlo al Señor, aunque no sienta en mí aquel hervor que en otras, aunque mucho me toquen), es como quien tiene trabada la lengua, que aunque quiera hablar no puede, y si habla, es de suerte que ve que no le entienden; o como quien habla claro y despierto a quien ve que de buena gana le está oyendo (11). Lo uno se pide, digamos ahora, como oración vocal, y lo otro en contemplación tan subida, que se representa el Señor de manera que se entiende que nos entiende y que se huelga Su Majestad de que se lo pidamos y de hacernos merced.

Sea bendito por siempre, que tanto da y tan poco le doy yo. Porque ¿qué hace, Señor mío, quien no se deshace toda por Vos? ¡Y qué de ello, qué de ello, qué de ello y otras mil veces lo puedo decir, me falta para esto! Por eso no había de querer vivir (aunque hay otras causas), porque no vivo conforme a lo que os debo. ¡Con qué de imperfecciones me veo! ¡Con qué flojedad en serviros! Es cierto que algunas veces me parece querría estar sin sentido, por no entender tanto mal de mí. El, que puede, lo remedie.

7. Estando en casa de aquella señora que he dicho (12), adonde había menester estar con cuidado y considerar siempre la vanidad que consigo traen todas las cosas de la vida, porque estaba muy estimada y era muy loada y ofrecíanse hartas cosas a que me pudiera bien apegar, si mirara a mí; mas miraba el que tiene verdadera vista a no me dejar de su mano (13).

8. Ahora que digo de "verdadera vista", me acuerdo de los grandes trabajos que se pasan en tratar (personas a quien Dios ha llegado a conocer lo que es verdad) en estas cosas de la tierra, adonde tanto se encubre, como una vez el Señor me dijo. Que muchas cosas de las que aquí escribo, no son de mi cabeza, sino que me las decía este mi Maestro celestial. Y porque en las cosas que yo señaladamente digo "esto entendí", o "me dijo el Señor", se me hace escrúpulo grande poner o quitar una sola sílaba que sea; así, cuando puntualmente no se me acuerda bien todo, va dicho como de mío; porque algunas cosas también lo serán; no llamo mío lo que es bueno, que ya sé no hay cosa en mí, sino lo que tan sin merecerlo me ha dado el Señor; sino llamo "dicho de mí", no ser dado a entender en revelación.

9. Mas ¡ay Dios mío, y cómo aun en las espirituales queremos muchas veces entender las cosas por nuestro parecer, y muy torcidas de la verdad también, como en las del mundo, y nos parece que hemos de tasar nuestro aprovechamiento por los años que tenemos algún ejercicio de oración, y aun parece queremos poner tasa a quien sin ninguna da sus dones cuando quiere, y puede dar en medio año más a uno que a otro en muchos! Y es cosa ésta que la tengo tan vista por muchas personas, que yo me espanto cómo nos podemos detener en esto.

10. Bien creo no estará en este engaño quien tuviere talento de conocer espíritus y le hubiere el Señor dado humildad verdadera; que éste juzga por los efectos y determinaciones y amor, y dale el Señor luz para que lo conozca. Y en esto mira el adelantamiento y aprovechamiento de las almas, que no en los años; que en medio (14) puede uno haber alcanzado más que otro en veinte. Porque, como digo, dalo el Señor a quien quiere y aun a quien mejor se dispone. Porque veo yo venir ahora a esta casa unas doncellas que son de poca edad (15), y en tocándolas Dios y dándoles un poco de luz y amor digo en un poco de tiempo que les hizo algún regalo, no le aguardaron, ni se les puso cosa delante, sin acordarse del comer, pues se encierran para siempre en casa sin renta, como quien no estima la vida por el que sabe que las ama. Déjanlo todo, ni quieren voluntad, ni se les pone delante que pueden tener descontento en tanto encerramiento y estrechura: todas juntas se ofrecen en sacrificio por Dios.

11. ¡Cuán de buena gana les doy yo aquí la ventaja y había de andar avergonzada delante de Dios! Porque lo que Su Majestad no acabó conmigo en tanta multitud de años como ha que comencé a tener oración y me comenzó a hacer mercedes, acaba con ellas en tres meses y aun con alguna en tres días, con hacerlas muchas menos que a mí, aunque bien las paga Su Majestad. A buen seguro que no están descontentas por lo que por El han hecho (16).

12. Para esto querría yo se nos acordase de los muchos años a los que los tenemos de profesión y las personas que los tienen de oración, y no para fatigar a los que en poco tiempo van más adelante, con hacerlos tornar atrás para que anden a nuestro paso; y a los que vuelan como águilas con las mercedes que les hace Dios, quererlos hacer andar como pollo trabado; (17) sino que pongamos los ojos en Su Majestad y, si los viéremos con humildad, darles la rienda; que el Señor que los hace tantas mercedes no los dejará despeñar. Fíanse ellos mismos de Dios, que esto les aprovecha la verdad que conocen de la fe, ¿y no los fiaremos nosotros, sino que queremos medirlos por nuestra medida conforme a nuestros bajos ánimos? No así, sino que, si no alcanzamos sus grandes efectos y determinaciones, porque sin experiencia se pueden mal entender, humillémonos y no los condenemos; que, con parecer que miramos su provecho, nos le quitamos a nosotros y perdemos esta ocasión que el Señor pone para humillarnos y para que entendamos lo que nos falta, y cuán más desasidas y llegadas a Dios deben estar estas almas que las nuestras, pues tanto Su Majestad se llega a ellas.

13. No entiendo otra cosa ni la querría entender, sino que oración de poco tiempo que hace efectos muy grandes, que luego se entienden (que es imposible que los haya, para dejarlo todo sólo por contentar a Dios, sin gran fuerza de amor), yo la querría más que la de muchos años, que nunca acabó de determinarse más al postrero que al primero a hacer cosa que sea nada por Dios, salvo si unas cositas menudas como sal, que no tienen peso ni tomo que parece un pájaro se las llevara en el pico, no tenemos por gran efecto y mortificación; que de algunas cosas hacemos caso, que hacemos por el Señor, que es lástima las entendamos, aunque se hiciesen muchas.

Yo soy ésta, y olvidaré las mercedes a cada paso. No digo yo que no las tendrá Su Majestad en mucho, según es bueno; mas querría yo no hacer caso de ellas, ni ver que las hago, pues no son nada. Mas perdonadme, Señor mío, y no me culpéis, que con algo me tengo de consolar, pues no os sirvo en nada, que si en cosas grandes os sirviera, no hiciera caso de las nonadas. ¡Bienaventuradas las personas que os sirven con obras grandes! Si con haberlas yo envidia y desearlo se me toma en cuenta, no quedaría muy atrás en contentaros; mas no valgo nada, Señor mío. Ponedme Vos el valor, pues tanto me amáis.

14. Acaecióme un día de estos que con traer un Breve de Roma para no poder tener renta este monasterio (18), se acabó del todo, que paréceme ha costado algún trabajo. Estando consolada de verlo así concluido y pensando los que había tenido y alabando al Señor que en algo se había querido servir de mí, comencé a pensar las cosas que había pasado. Y es así que en cada una de las que parecía eran algo, que yo había hecho, hallaba tantas faltas e imperfecciones, y a veces poco ánimo, y muchas poca fe; porque hasta ahora, que todo lo veo cumplido cuanto el Señor me dijo de esta casa (19) se había de hacer, nunca determinadamente lo acababa de creer, ni tampoco lo podía dudar. No sé cómo era esto. Es que muchas veces, por una parte me parecía imposible, por otra no lo podía dudar, digo creer que no se había de hacer. En fin, hallé lo bueno haberlo el Señor hecho todo de su parte, y lo malo yo; y así dejé de pensar en ello, y no querría se me acordase por no tropezar con tantas faltas mías. Bendito sea El, que de todas saca bien, cuando es servido, amén.

15. Pues digo que es peligroso ir tasando los años que se han tenido de oración, que aunque haya humildad, parece puede quedar un no sé qué de parecer se merece algo por lo servido. No digo yo que no lo merecen y les será bien pagado; mas cualquier espiritual que le parezca que por muchos años que haya tenido oración merece estos regalos de espíritu, tengo yo por cierto que no subirá a la cumbre de él. ¿No es harto que haya merecido le tenga Dios de su mano para no le hacer las ofensas que antes que tuviese oración le hacía, sino que le ponga pleito por sus dineros, como dicen? (20) No me parece profunda humildad. Ya puede ser lo sea; mas yo por atrevimiento lo tengo; pues yo, con tener poca humildad, no me parece jamás he osado. Ya puede ser que, como nunca he servido, no he pedido; por ventura si lo hubiera hecho, quisiera más que todos me lo pagara el Señor.

16. No digo yo que no va creciendo un alma y que no se lo dará Dios, si la oración ha sido humilde; mas que se olviden estos años, que es todo asco cuanto podemos hacer, en comparación de una gota de sangre de las que el Señor por nosotros derramó. Y si con servir más quedamos más deudores, ¿qué es esto que pedimos, pues si pagamos un maravedí de la deuda, nos tornan a dar mil ducados? Que, por amor de Dios, dejemos estos juicios, que son suyos. Estas comparaciones siempre son malas, aun en cosas de acá; pues ¿qué será en lo que sólo Dios sabe? Y lo mostró bien Su Majestad cuando pagó tanto a los postreros como a los primeros (21).

17. Es en tantas veces las que he escrito estas tres hojas y en tantos días porque he tenido y tengo, como he dicho (22), poco lugar, que se me había olvidado lo que comencé a decir (23), que era esta visión:

Vime estando en oración en un gran campo a solas. En rededor de mí mucha gente de diferentes maneras que me tenían rodeada. Todas me parece tenían armas en las manos para ofenderme: unas, lanzas; otras, espadas; otras, dagas y otras, estoques muy largos. En fin, yo no podía salir por ninguna parte sin que me pusiese a peligro de muerte, y sola, sin persona que hallase de mi parte. Estando mi espíritu en esta aflicción, que no sabía qué me hacer, alcé los ojos al cielo, y vi a Cristo, no en el cielo, sino bien alto de mí en el aire, que tendía la mano hacia mí, y desde allí me favorecía de manera que yo no temía toda la otra gente, ni ellos, aunque querían, me podían hacer daño.

18. Parece sin fruto esta visión, y hame hecho grandísimo provecho, porque se me dio a entender lo que significaba. Y poco después me vi casi en aquella batería y conocí ser aquella visión un retrato del mundo, que cuanto hay en él parece tiene armas para ofender a la triste alma. Dejemos los que no sirven mucho al Señor, y honras y haciendas y deleites y otras cosas semejantes, que está claro que, cuando no se cata (24), se ve enredada, al menos procuran todas estas cosas enredar; mas amigos, parientes y, lo que más me espanta, personas muy buenas, de todo me vi después tan apretada, pensando ellos que hacían bien, que yo no sabía cómo me defender ni qué hacer.

19. ¡Oh, válgame Dios! si dijese de las maneras y diferencias de trabajos que en este tiempo tuve, aun después de lo que atrás queda dicho (25), ¡cómo sería harto aviso para del todo aborrecerlo todo!

Fue la mayor persecución me parece de las que he pasado. Digo que me vi a veces de todas partes tan apretada, que sólo hallaba remedio en alzar los ojos al cielo y llamar a Dios. Acordábame bien de lo que había visto en esta visión. E hízome harto gran provecho para no confiar mucho de nadie, porque no le hay que sea estable sino Dios. Siempre en estos trabajos grandes me enviaba el Señor, como me lo mostró, una persona de su parte que me diese la mano, como me lo había mostrado en esta visión, sin ir asida a nada más de a contentar al Señor; que ha sido para sustentar esa poquita de virtud que yo tenía en desearos servir. ¡Seáis bendito por siempre!

20. Estando una vez muy inquieta y alborotada, sin poder recogerme, y en batalla y contienda, yéndoseme el pensamiento a cosas que no eran perfectas aún no me parece estaba con el desasimiento que suelo, como me vi así tan ruin, tenía miedo si las mercedes que el Señor me había hecho eran ilusiones. Estaba, en fin, con una oscuridad grande de alma. Estando con esta pena, comenzóme a hablar el Señor y díjome que no me fatigase, que en verme así entendería la miseria que era, si El se apartaba de mí, y que no había seguridad mientras vivíamos en esta carne. Dióseme a entender cuán bien empleada es esta guerra y contienda por tal premio, y parecióme tenía lástima el Señor de los que vivimos en el mundo. Mas que no pensase yo me tenía olvidada, que jamás me dejaría, mas que era menester hiciese yo lo que es en mí. Esto me dijo el Señor con una piedad y regalo, y con otras palabras en que me hizo harta merced, que no hay para qué decirlas (26).

21. Estas me dice Su Majestad muchas veces, mostrándome gran amor: Ya eres mía y Yo soy tuyo.

Las que yo siempre tengo costumbre de decir, y a mi parecer las digo con verdad, son: ¿Qué se me da, Señor, a mí de mí, sino de Vos? Son para mí estas palabras y regalos tan grandísima confusión, cuando me acuerdo la que soy, que como he dicho creo otras veces (27) y ahora lo digo algunas a mi confesor, más ánimo me parece es menester para recibir estas mercedes, que para pasar grandísimos trabajos. Cuando pasa, estoy casi olvidada de mis obras, sino un representárseme que soy ruin, sin discurso de entendimiento, que también me parece a veces sobrenatural.

22. Viénenme algunas veces unas ansias de comulgar tan grandes, que no sé si se podría encarecer. Acaecióme una mañana que llovía tanto, que no parece hacía para salir de casa. Estando yo fuera de ella, yo estaba ya tan fuera de mí con aquel deseo, que aunque me pusieran lanzas a los pechos, me parece entrara por ellas, cuánto más agua. Como llegué a la iglesia, diome un arrobamiento grande: parecióme vi abrir los cielos, no una entrada como otras veces he visto. Representóseme el trono que dije a vuestra merced he visto otras veces (28), y otro encima de él, adonde por una noticia que no sé decir, aunque no lo vi, entendí estar la Divinidad. Parecíame sostenerle unos animales; a mí me parece he oído una figura de estos animales; pensé si eran los evangelistas (29). Mas cómo estaba el trono, ni qué estaba en él, no lo vi, sino muy gran multitud de ángeles. Pareciéronme sin comparación con muy mayor hermosura que los que en el cielo he visto. He pensado si son serafines o querubines, porque son muy diferentes en la gloria, que parecía tener inflamamiento: es grande la diferencia, como he dicho (30). Y la gloria que entonces en mí sentí no se puede escribir ni aun decir, ni la podrá pensar quien no hubiere pasado por esto.

Entendí estar allí todo junto lo que se puede desear, y no vi nada. Dijéronme, y no sé quién, que lo que allí podía hacer era entender que no podía entender nada, y mirar lo nonada que era todo en comparación de aquello. Es así que se afrentaba después mi alma de ver que pueda parar en ninguna cosa criada, cuánto más aficionarse a ella, porque todo me parecía un hormiguero.

23. Comulgué y estuve en la misa, que no sé cómo pude estar. Parecióme había sido muy breve espacio. Espantéme cuando dio el reloj y vi que eran dos horas las que había estado en aquel arrobamiento y gloria. Espantábame después, cómo en llegando a este fuego, que parece viene de arriba, de verdadero amor de Dios (porque aunque más lo quiera y procure y me deshaga por ello, si no es cuando Su Majestad quiere, como he dicho otras veces (31), no soy parte para tener una centella de él), parece que consume el hombre viejo de faltas y tibieza y miseria; y a manera de como hace el ave fénix según he leído (32) y de la misma ceniza, después que se quema, sale otra, así queda hecha otra el alma después con diferentes deseos y fortaleza grande. No parece es la que antes, sino que comienza con nueva puridad el camino del Señor.

Suplicando yo a Su Majestad fuese así, y que de nuevo comenzase a servirle, me dijo: Buena comparación has hecho; mira no se te olvide para procurar mejorarte siempre.

24. Estando una vez con la misma duda que poco ha dije (33), si eran estas visiones de Dios, me apareció el Señor y me dijo con rigor: ¡Oh hijos de los hombres! ¿Hasta cuándo seréis duros de corazón? Que una cosa examinase bien en mí: si del todo estaba dada por suya, o no; que si lo estaba y lo era, que creyese no me dejaría perder.

Yo me fatigué mucho de aquella exclamación. Con gran ternura y regalo me tornó a decir que no me fatigase, que ya sabía que por mí no faltaría de ponerme a todo lo que fuese su servicio; que se haría todo lo que yo quería (y así se hizo lo que entonces le suplicaba); que mirase el amor que se iba aumentando en mí cada día para amarle, que en esto vería no ser demonio; que no pensase que consentía Dios tuviese tanta parte el demonio en las almas de sus siervos y que te pudiese dar la claridad de entendimiento y quietud que tienes. Diome a entender que habiéndome dicho tantas personas, y tales, que era Dios, que haría mal en no creerlo.

25. Estando una vez rezando el salmo de Quicumque vult (34), se me dio a entender la manera cómo era un solo Dios y tres Personas tan claro, que yo me espanté y consolé mucho. Hízome grandísimo provecho para conocer más la grandeza de Dios y sus maravillas, y para cuando pienso o se trata de la Santísima Trinidad, parece entiendo cómo puede ser, y esme mucho contento (35).

26. Un día de la Asunción de la Reina de los Angeles y Señora nuestra, me quiso el Señor hacer esta merced, que en un arrobamiento se me representó su subida al cielo, y la alegría y solemnidad con que fue recibida y el lugar adonde está. Decir cómo fue esto, yo no sabría. Fue grandísima la gloria que mi espíritu tuvo de ver tanta gloria. Quedé con grandes efectos, y aprovechóme para desear más pasar grandes trabajos, y quedóme gran deseo de servir a esta Señora, pues tanto mereció.

27. Estando en un Colegio de la Compañía de Jesús (36), y estando comulgando los hermanos de aquella casa, vi un palio muy rico sobre sus cabezas. Esto vi dos veces. Cuando otras personas comulgaban, no lo veía.



NOTAS CAPÍTULO 39

1 Una persona (a la) que yo tenía obligación. Como en el n. 3: "Obligación": la correspondencia que uno debe tener al beneficio de otro" (Cobarruvias).

2 Es decir, en forma perceptible, visión no-intelectual. Cf. pasajes similares en c. 20, 4; 37, 4; Fund. c. 1, 8.

3 A vuelta del clavo: al sacarlo (cf. c. 38, 17 nota).

4 Eco de la promesa de Jesús en el evangelio: Mt 21, 22.

5 No... pasaron ocho días, que... no: No pasaron ocho días sin que. Cf. c. 40, 20.

6 "Era su primo hermano: llamábase Pedro Mejía", anota Gracián en su libro. Sufría de mal de piedra.

7 El P. Gaspar de Salazar. De él ha hablado en el c. 33, 7, ss. Que (yo) le fuese a ver. Se trata de un episodio anterior a la fundación de San José.

8 La ermita del "Cristo a la Columna" en San José de Avila, así llamada por una hermosa pintura del Señor a la Columna, hecha por orden y bajo la dirección de la propia Santa. Declara a este propósito Isabel de Santo Domingo: (hizo) "otra ermita de Cristo a la Columna, con las lágrimas de San Pedro enfrente de ella (es decir, otro cuadro de San Pedro llorando), la cual pintura de Cristo a la Columna hizo pintar la Santa Madre en la dicha ermita después de haber tenido sobre ella muchas horas de oración e industriando a un muy buen pintor que lo pintaba en el modo cómo lo había de pintar, y de qué manera había de disponer las ataduras, las llagas, el rostro, los cabellos, especialmente un rasgón en el brazo izquierdo junto al codo. Y sabe esta declarante, por haberlo así oído a algunas religiosas que se hallaron presentes, que acabado de pintar esta imagen, y llegando la Santa Madre a verla, se quedó arrobada delante del pintor sin poderlo impedir. Esta pintura salió tan buena y tan devota, que se echa bien de ver que tiene así participado el buen espíritu con que se hizo pintar, y así a todos los que la ven se le pone grandísimo. Y estando esta declarante tratando con la dicha Santa Madre de cuán devota estaba la dicha pintura, le dijo: Yo le digo, hija, que se pintó con hartas oraciones, y que el Señor me puso gran deseo de que se acertase a pintar esta figura. Bendito El sea, que así quiso ponerse por nosotros; yo me consuelo de que tengan este regalo en esta casa" (BMC, t, 19, p. 496).

9 Hiciese operación: produjese tal efecto.

10 Probablemente son los dominicos García de Toledo y Domingo Báñez.

11 El sentido de la frase es: "dos maneras de pedir: ... lo uno... es como quien tiene trabada la lengua...; (lo otro) como quien habla claro y despierto a quien... de buena gana está oyendo".

12 Doña Luisa de la Cerda: c. 34, 1 y ss.

13 Queda suspenso el sentido de la cláusula por una brusca digresión provocada por la última expresión "verdadera vista". Reanuda el relato en el n. 17.

14 En medio año.

15 Probablemente se refiere a Isabel de San Pablo, hija de Francisco de Cepeda, que profesó el 21 de octubre de 1564 a los 17 años; o bien, a María Bautista (cf. 32, 10), María de San Jerónimo e Isabel de Santo Domingo, todas ellas jóvenes recién profesas.

16 Un elogio similar puede verse en Fund c. 1.

17 Reitera las consignas del c. 13, 3.5.

18 Se trata de la Bula expedida por Pío IV, facultando definitivamente al monasterio de San José para vivir en pobreza absoluta: 17 de julio de 1565, que llegaría a Avila meses después.

19 Esta casa: carmelo de San José de Avila.

20 Le ponga pleito por sus dineros: dicho popular que expresa la actitud de quien cobra caro el favor recibido. En el presente contexto, la postura de quien cree que "se merece favores místicos en paga de las propias virtudes, que en definitiva también son dones de Dios".

21 Parábola de los jornaleros: Mt 20, 12.

22 Lo ha dicho en el c. 10, 2.

23 Lo que comenzó a decir en el n. 8. Visión cuyo contenido profético se refiere a las contiendas ocasionadas por la fundación de San José.

24 Cuando no se cata: cuando menos se percata o da cuenta.

25 En el relato de la fundación de San José: cc. 32-36.

26 Ingenua reticencia. Cf. insinuaciones similares en el c. 40, 2.17; y c. 38, 32.

27 Cf. c. 7, 19; y c. 31, 12.

28 Alusión a relatos orales hechos al P. García de Toledo. El episodio data, probablemente, de cuando la Santa permaneció en Toledo (enero-julio de 1562).

29 Cf. Apoc. 4, 6-8; y Ez. 1, 4 ss.

30 En el c. 29, 13.

31 En el c. 37, 7; y c. 21, 9.

32 Lo leyó probablemente en Osuna, Tercer Abecedario, tr. 16, c. 5. Pero ese mito del ave fénix estaba tan divulgado entonces, que pudo leerlo en cualquier otro escrito.

33 En el c. 39, 20. - A continuación, el Señor usa las palabras del salmo 4, v. 3.

34 No es un salmo, sino el símbolo de la fe, llamado "atanasiano", que entonces se recitaba a veces en la Hora litúrgica de Prima.

35 Cf. c. 27, 9.

36 Colegio de San Gil de Avila.

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MensajePublicado: Mie Jul 30, 2008 3:15 pm    Asunto:
Tema: El Libro de la Vida - Santa Teresa de Jesús de Ávila
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CAPÍTULO 40



Prosigue en la misma materia de decir las grandes mercedes que el Señor la ha hecho (1). De algunas se puede tomar harto buena doctrina, que éste ha sido, según ha dicho, su principal intento, después de obedecer: poner las que son para provecho de las almas. Con este capítulo se acaba el discurso de su vida que escribió. Sea para gloria del Señor, amén.



1. Estando una vez en oración, era tanto el deleite que en mí sentía, que, como indigna de tal bien, comencé a pensar en cómo merecía mejor estar en el lugar que yo había visto estar para mí en el infierno, que, como he dicho, nunca olvido de la manera que allí me vi (2).

Comenzóse con esta consideración a inflamar más mi alma, y vínome un arrebatamiento de espíritu de suerte que yo no lo sé decir. Parecióme estar metido y lleno de aquella majestad que he entendido otras veces. En esta majestad se me dio a entender una verdad, que es cumplimiento de todas las verdades. No sé yo decir cómo, porque no vi nada (3).

Dijéronme, sin ver quién, mas bien entendí ser la misma Verdad: No es poco esto que hago por ti, que una de las cosas es en que mucho me debes. Porque todo el daño que viene al mundo es no conocer las verdades de la Escritura con clara verdad. No faltará una tilde de ella.

A mí me pareció que siempre yo había creído esto, y que todos los fieles lo creían. Díjome: ¡Ay, hija, qué pocos me aman de verdad! que si me amasen, no les encubriría Yo mis secretos. ¿Sabes qué es amarme con verdad? Entender que todo es mentira lo que no es agradable a mí. Con claridad verás esto que ahora no entiendes, en lo que aprovecha a tu alma.

2. Y así lo he visto, sea el Señor alabado, que después acá tanta vanidad y mentira me parece lo que yo no veo va guiado al servicio de Dios, que no lo sabría yo decir como lo entiendo, y la lástima que me hacen los que veo con la oscuridad que están en esta verdad, y con esto otras ganancias que aquí diré y muchas no sabré decir. Díjome aquí el Señor una particular palabra de grandísimo favor (4). Yo no sé cómo esto fue, porque no vi nada; mas quedé de una suerte que tampoco sé decir, con grandísima fortaleza, y muy de veras para cumplir con todas mis fuerzas la más pequeña parte de la Escritura divina. Paréceme que ninguna cosa se me pondría delante que no pasase por esto (5).

3. Quedóme una verdad de esta divina Verdad que se me representó, sin saber cómo ni qué, esculpida, que me hace tener un nuevo acatamiento a Dios, porque da noticia de su majestad y poder, de una manera que no se puede decir. Sé entender que es una gran cosa.

Quedóme muy gran gana de no hablar sino cosas muy verdaderas, que vayan adelante de lo que acá (6) se trata en el mundo, y así comencé a tener pena de vivir en él. Dejóme con gran ternura y regalo y humildad. Paréceme que, sin entender cómo, me dio el Señor aquí mucho. No me quedó ninguna sospecha de que era ilusión. No vi nada, mas entendí el gran bien que hay en no hacer caso de cosas que no sea para llegarnos más a Dios, y así entendí qué cosa es andar un alma en verdad delante de la misma Verdad (7). Esto que entendí, es darme el Señor a entender que es la misma Verdad.

4. Todo lo que he dicho entendí hablándome algunas veces, y otras sin hablarme (8), con más claridad algunas cosas que las que por palabra se me decían. Entendí grandísimas verdades sobre esta Verdad, más que si muchos letrados me lo hubieran enseñado. Paréceme que en ninguna manera me pudiera imprimir así, ni tan claramente se me diera a entender la vanidad de este mundo.

Esta verdad que digo se me dio a entender, es en sí misma verdad, y es sin principio ni fin, y todas las demás verdades dependen de esta verdad, como todos los demás amores de este amor, y todas las demás grandezas de esta grandeza, aunque esto va dicho oscuro para la claridad (9) con que a mí el Señor quiso se me diese a entender. ¡Y cómo se parece (10) el poder de esta Majestad, pues en tan breve tiempo deja tan gran ganancia y tales cosas imprimidas en el alma!

¡Oh Grandeza y Majestad mía! ¿Qué hacéis, Señor mío todopoderoso? ¡Mirad a quién hacéis tan soberanas mercedes! ¿No os acordáis que ha sido esta alma un abismo de mentiras y piélago de vanidades (11) y todo por mi culpa, que con haberme Vos dado natural de aborrecer el mentir, yo misma me hice tratar en muchas cosas mentira? ¿Cómo se sufre, Dios mío, cómo se compadece tan gran favor y merced, a quien tan mal os lo ha merecido?

5. Estando una vez en las Horas (12) con todas, de presto se recogió mi alma, y parecióme ser como un espejo claro toda, sin haber espaldas ni lados ni alto ni bajo que no estuviese toda clara, y en el centro de ella se me representó Cristo nuestro Señor, como le suelo ver (13). Parecíame en todas las partes de mi alma le veía claro como en un espejo, y también este espejo yo no sé decir cómo se esculpía todo en el mismo Señor por una comunicación que yo no sabré decir, muy amorosa (14).

Sé que me fue esta visión de gran provecho, cada vez que se me acuerda, en especial cuando acabo de comulgar. Dióseme a entender que estar un alma en pecado mortal es cubrirse este espejo de gran niebla y quedar muy negro, y así no se puede representar ni ver este Señor, aunque esté siempre presente dándonos el ser. Y que los herejes es como si el espejo fuese quebrado, que es muy peor que oscurecido (15). Es muy diferente el cómo se ve, a decirse, porque se puede mal dar a entender. Mas hame hecho mucho provecho y gran lástima de las veces que con mis culpas oscurecí mi alma para no ver este Señor.

6. Paréceme provechosa esta visión para personas de recogimiento (16), para enseñarse a considerar al Señor en lo muy interior de su alma, que es consideración que más se apega, y muy más fructuosa que fuera de sí como otras veces he dicho (17) y en algunos libros de oración está escrito, adónde se ha de buscar a Dios. En especial lo dice el glorioso San Agustín, que ni en las plazas, ni en los contentos ni por ninguna parte que le buscaba, le hallaba como dentro de sí (18). Y esto es muy claro ser mejor. Y no es menester ir al cielo, ni más lejos que a nosotros mismos, porque es cansar el espíritu y distraer el alma y no con tanto fruto.

7. Una cosa quiero avisar aquí, porque si alguno la tuviere; (19) que acaece en gran arrobamiento que, pasado aquel rato que el alma está en unión (que del todo tiene absortas las potencias, y esto dura poco, como he dicho) (20), quedarse el alma recogida y aun en lo exterior no poder tornar en sí, mas quedan las dos potencias, memoria y entendimiento, casi con frenesí, muy desatinadas. Esto digo que acaece alguna vez, en especial a los principios. Pienso si procede de que no puede sufrir nuestra flaqueza natural tanta fuerza de espíritu, y enflaquece la imaginación. Tendría por bueno que se forzasen a dejar por entonces la oración y la cobrasen en otro tiempo aquel que pierden, que no sea junto, porque podrá venir a mucho mal. Y de esto hay experiencia y de cuán acertado es mirar lo que puede nuestra salud.

8. En todo es menester experiencia y maestro, porque, llegada el alma a estos términos, muchas cosas se ofrecerán que es menester con quién tratarlo. Y si buscado no le hallare, el Señor no le faltará, pues no me ha faltado a mí, siendo la que soy. Porque creo hay pocos que hayan llegado a la experiencia de tantas cosas; y si no la hay, es por demás dar remedio sin inquietar y afligir. Mas esto también tomará el Señor en cuenta, y por esto es mejor tratarlo (como ya he dicho otras veces (21) y aun todo lo que ahora digo, sino que no se me acuerda bien y veo importa mucho), en especial si son mujeres, con su confesor, y que sea tal; (22) y hay muchas más que hombres a quien el Señor hace estas mercedes, y esto oí al santo Fray Pedro de Alcántara (y también lo he visto yo), que decía aprovechaban mucho más en este camino que hombres, y daba de ello excelentes razones, que no hay para qué las decir aquí, todas en favor de las mujeres.

9. Estando una vez en oración, se me representó muy en breve (sin ver cosa formada, mas fue una representación con toda claridad), cómo se ven en Dios todas las cosas y cómo las tiene todas en Sí. Saber escribir esto, yo no lo sé, mas quedó muy imprimido en mi alma, y es una de las grandes mercedes que el Señor me ha hecho y de las que más me han hecho confundir y avergonzar, acordándome de los pecados que he hecho.

Creo, si el Señor fuera servido viera esto en otro tiempo y si lo viesen los que le ofenden, que no tendrían corazón ni atrevimiento para hacerlo. Parecióme, ya digo sin poder afirmarme en que vi nada, mas algo se debe ver, pues yo podré poner esta comparación (23), sino que es por modo tan sutil y delicado, que el entendimiento no lo debe alcanzar, o yo no me sé entender en estas visiones, que no parecen imaginarias, y en algunas algo de esto debe haber; sino que, como son en arrobamiento, las potencias no lo saben después formar como allí el Señor se lo representa y quiere que lo gocen.

10. Digamos ser la Divinidad como un muy claro diamante, muy mayor que todo el mundo, o espejo, a manera de lo que dije del alma en estotra visión, salvo que es por tan más subida manera, que yo no lo sabré encarecer; y que todo lo que hacemos se ve en ese diamante, siendo de manera que él encierra todo en sí, porque no hay nada que salga fuera de esta grandeza. Cosa espantosa me fue en tan breve espacio ver tantas cosas juntas aquí en este claro diamante, y lastimosísima, cada vez que se me acuerda, ver que cosas tan feas se representaban en aquella limpieza de claridad, como eran mis pecados. Y es así que, cuando se me acuerda, yo no sé cómo lo puedo llevar, y así quedé entonces tan avergonzada, que no sabía, me parece, adónde me meter.

¡Oh, quién pudiese dar a entender esto a los que muy deshonestos y feos pecados hacen, para que se acuerden que no son ocultos, y que con razón los siente Dios, pues tan presentes a la Majestad pasan, y tan desacatadamente nos habemos delante de El!

Vi cuán bien se merece el infierno por una sola culpa mortal, porque no se puede entender cuán gravísima cosa es hacerla delante de tan gran Majestad, y qué tan fuera de quien El es son cosas semejantes. Y así se ve más su misericordia, pues entendiendo nosotros todo esto, nos sufre.

11. Hame hecho considerar si una cosa como ésta así deja espantada el alma, ¿qué será el día del juicio cuando esta Majestad claramente se nos mostrará (24), y veremos las ofensas que hemos hecho? ¡Oh, válgame Dios, qué ceguera es ésta que yo he traído! Muchas veces me he espantado en esto que he escrito. Y no se espante vuestra merced (25) sino cómo vivo viendo estas cosas y mirándome a mí. ¡Sea bendito por siempre quien tanto me ha sufrido!

12. Estando una vez en oración con mucho recogimiento y suavidad y quietud, parecíame estar rodeada de ángeles y muy cerca de Dios. Comencé a suplicar a Su Majestad por la Iglesia. Dióseme a entender el gran provecho que había de hacer una Orden en los tiempos postreros, y con la fortaleza que los de ella han de sustentar la fe (26).

13. Estando una vez rezando cerca del Santísimo Sacramento, aparecióme un santo cuya Orden ha estado algo caída. Tenía en las manos un libro grande. Abrióle y díjome que leyese una letras que eran grandes y muy legibles y decían así: En los tiempos advenideros florecerá esta Orden; habrá muchos mártires (27).

14. Otra vez, estando en Maitines en el coro, se me representaron y pusieron delante seis o siete me parece serían de esta Orden, con espadas en las manos. Pienso que se da en esto a entender han de defender la fe. Porque otra vez, estando en oración, se arrebató mi espíritu: parecióme estar en un gran campo, adonde se combatían muchos, y éstos de esta Orden peleaban con gran hervor. Tenían los rostros hermosos y muy encendidos, y echaban muchos en el suelo vencidos, otros mataban. Parecíame esta batalla contra los herejes.

15. A este glorioso Santo (28) he visto algunas veces, y me ha dicho algunas cosas y agradecídome la oración que hago por su Orden y prometido de encomendarme al Señor. No señalo las Ordenes (si el Señor es servido se sepa, las declarará), porque no se agravien otras. Mas cada Orden había de procurar, o cada uno de ellas por sí, que por sus medios hiciese el Señor tan dichosa su Orden que, en tan gran necesidad como ahora tiene la Iglesia, le sirviesen. ¡Dichosas vidas que en esto se acabaren!

16. Rogóme una persona una vez que suplicase a Dios le diese a entender si sería servicio suyo tomar un obispado. Díjome el Señor, acabando de comulgar: Cuando entendiere con toda verdad y claridad que el verdadero señorío es no poseer nada, entonces le podrá tomar; dando a entender que ha de estar muy fuera de desearlo ni quererlo quien hubiere de tener prelacías, o al menos de procurarlas (29).

17. Estas mercedes y otras muchas ha hecho el Señor y hace muy continuo (30) a esta pecadora, que me parece no hay para qué las decir; pues por lo dicho se puede entender mi alma, y el espíritu que me ha dado el Señor. Sea bendito por siempre, que tanto cuidado ha tenido de mí.

18. Díjome una vez, consolándome, que no me fatigase (esto con mucho amor), que en esta vida no podíamos estar siempre en un ser; (31) que unas veces tendría hervor y otras estaría sin él; unas con desasosiegos y otras con quietud y tentaciones, mas que esperase en El y no temiese.

19. Estaba un día pensando si era asimiento darme contento estar con las personas que trato mi alma y tenerlos amor, y a los que yo veo muy siervos de Dios, que me consolaba con ellos. Me dijo que si un enfermo que estaba en peligro de muerte le parece le da salud un médico, que no era virtud dejárselo de agradecer y no le amar; que qué hubiera hecho si no fuera por estas personas; que la conversación de los buenos no dañaba, mas que siempre fuesen mis palabras pesadas (32) y santas, y que no los dejase de tratar, que antes sería provecho que daño. Consolóme mucho esto, porque algunas veces, pareciéndome asimiento, quería del todo no tratarlos.

Siempre en todas las cosas me aconsejaba este Señor, hasta decirme cómo me había de haber con los flacos y con algunas personas. Jamás se descuida de mí.

20. Algunas veces estoy fatigada de verme para tan poco en su servicio y de ver que por fuerza he de ocupar el tiempo en cuerpo tan flaco y ruin como el mío más de lo que yo querría. Estaba una vez en oración y vino la hora de ir a dormir, y yo estaba con hartos dolores y había de tener el vómito ordinario (33). Como me vi tan atada de mí y el espíritu por otra parte queriendo tiempo para sí, vime tan fatigada, que comencé a llorar mucho y a afligirme.

Esto no es sola una vez, sino como digo muchas, que me parece me daba un enojo contra mí misma, que en forma (34) por entonces me aborrezco. Mas lo continuo es entender de mí que no me tengo aborrecida, ni falto a lo que veo me es necesario. Y plega al Señor que no tome muchas más de lo que es menester, que sí debo hacer.

Esta que digo (35), estando en esta pena, me apareció el Señor y regaló mucho, y me dijo que hiciese yo estas cosas por amor de El y lo pasase, que era menester ahora mi vida. Y así me parece que nunca me vi en pena después que estoy determinada a servir con todas mis fuerzas a este Señor y consolador mío, que, aunque me dejaba un poco padecer, no me consolaba (36) de manera que no hago nada en desear trabajos.

Y así ahora no me parece hay para qué vivir sino para esto, y lo que más de voluntad pido a Dios. Dígole algunas veces con toda ella: "Señor, o morir o padecer; no os pido otra cosa para mí". Dame consuelo oír el reloj, porque me parece me allego un poquito más para ver a Dios de que veo ser pasada aquella hora de la vida.

21. Otras veces estoy de manera, que ni siento vivir ni me parece he gana de morir, sino con una tibieza y oscuridad en todo, como he dicho (37) que tengo muchas veces, de grandes trabajos, y con haber querido el Señor se sepan en público estas mercedes que Su Majestad me hace, como me lo dijo algunos años ha, que lo habían de ser (38), que me fatigué yo harto, y hasta ahora no he pasado poco, como vuestra merced sabe, porque cada uno lo toma como le parece; consuelo me ha sido no ser por mi culpa. Porque en no lo decir sino a mis confesores o a personas que sabía de ellos lo sabían, he tenido gran aviso y extremo; y no por humildad, sino porque, como he dicho (39), aun a los mismos confesores me daba pena decirlo.

Ahora ya, gloria a Dios, aunque mucho me murmuran, y con buen celo, y otros temen tratar conmigo y aun confesarme, y otros me dicen hartas cosas, como entiendo que por este medio ha querido el Señor remediar muchas almas (porque lo he visto claro, y me acuerdo de lo mucho que por una sola pasara el Señor), muy poco se me da de todo.

No sé si es parte para esto haberme Su Majestad metido en este rinconcito tan encerrado (40), y adonde ya, como cosa muerta, pensé no hubiera más memoria de mí. Mas no ha sido tanto como yo quisiera, que forzado he de hablar algunas personas. Mas, como no estoy adonde me vean, parece ya fue el Señor servido echarme a un puerto, que espero en Su Majestad será seguro, [22] por estar ya fuera de mundo y entre poca y santa compañía. Miro como desde lo alto, y dáseme ya bien poco de que digan, ni se sepa. En más tendría se aprovechase un tantito un alma, que todo lo que de mí se puede decir. Que después que estoy aquí, ha sido el Señor servido que todos mis deseos paren en esto; y hame dado una manera de sueño en la vida, que casi siempre me parece estoy soñando lo que veo; (41) ni contento ni pena, que sea mucha, no la veo en mí. Si alguna me dan algunas cosas, pasa con tanta brevedad, que yo me maravillo, y deja el sentimiento como una cosa que soñó.

Y esto es entera verdad, que aunque después yo quiera holgarme de aquel contento o pesarme de aquella pena, no es en mi mano, sino como lo sería a una persona discreta tener pena o gloria de un sueño que soñó. Porque ya mi alma la despertó el Señor de aquello que, por no estar yo mortificada ni muerta a las cosas del mundo, me había hecho sentimiento, y no quiere Su Majestad que se torne a cegar.

() () ()

23. De esta manera vivo ahora, señor y padre mío (42). Suplique vuestra merced a Dios, o me lleve consigo, o me dé cómo le sirva (43). Plega a Su Majestad esto que aquí va escrito haga a vuestra merced algún provecho, que, por el poco lugar (44), ha sido con trabajo; mas dichoso sería el trabajo, si he acertado a decir algo que sola una vez se alabe por ello el Señor, que con esto me daría por pagada, aunque vuestra merced luego lo queme.

24. No querría fuese sin que lo viesen las tres personas que vuestra merced sabe, pues son y han sido confesores míos (45). Porque, si va mal, es bien pierdan la buena opinión que tienen de mí; si va bien, son buenos y letrados, sé que verán de dónde viene y alabarán a quien lo ha dicho por mí.

Su Majestad tenga siempre a vuestra merced de su mano y le haga tan gran santo, que con su espíritu y luz alumbre esta miserable, poco humilde y muy atrevida, que se ha osado determinar a escribir cosas tan subidas. Plega al Señor no haya en ello errado, teniendo intención y deseo de acertar y obedecer, y que por mí se alabase en algo el Señor, que es lo que ha muchos años que le suplico. Y como me faltan para esto las obras, heme atrevido a concertar esta mi desbaratada vida, aunque no gastando en ello más cuidado ni tiempo de lo que ha sido menester para escribirla, sino poniendo lo que ha pasado por mí con toda la llaneza y verdad que yo he podido.

Plega al Señor, pues es poderoso y si quiere puede, quiera que en todo acierte yo a hacer su voluntad, y no permita se pierda esta alma que con tantos artificios y maneras y tantas veces ha sacado Su Majestad del infierno y traído a Sí. Amén.



NOTAS CAPÍTULO 40

1 El Señor la hecho, escribió la Santa, con elisión de "ha".

2 Alude a la visión referida en el c. 32, 1-6. Ya allí habló del continuo recuerdo de aquella experiencia mística (nn. 1 y 6). - La gracia mística que ahora va a referir es el contrapunto de aquélla.

3 Alusión a la palabra de Jesús en Mt 5, 18.

4 Cf. c. 39, 20 nota.

5 Todo este pasaje (nn. 1-4) es un típico ejemplo de inefabilidad mística: balbuceo y forcejeo por expresar su experiencia de la verdad y de la palabra bíblica. - Cf. Moradas 6, 10, 5-6 en que vuelve sobre esta misma experiencia.

6 Que vayan adelante de lo que acá: más allá de nuestra inmersión en lo terreno.

7 Experiencia mística que inspira la doctrina teresiana de la "humildad": cf. M. 6, 10, 7; Rel. 28.

8 Hablándome... y sin hablarme: son las dos formas de comunicación mística, con o sin palabras formadas: de ella habló en el c. 27 (ver el título).

9 Oscuro para...: oscuro en comparación de...

10 Cómo se parece: cómo se evidencia...

11 Piélago de vanidades: océano, mar sin fondo de... En sentido figurado. Imagen ya utilizada en el c. 18, 8.

12 Estando... en las Horas: rezando en el coro una de las Horas litúrgicas.

13 Es decir, en "visión imaginaria" (como en el c. 28, 1.3). Expresiones similares en: cc. 29, 4; 37, 4; 39, 1. Y Fund c. 1, 8.

14 Experiencia muy inspiradora doctrinalmente: de ella depende el libro de las Moradas (1, c. 1) y el c. 29 de Camino. Compárese con las Rel. 24, 16 y 18.

15 Cf. M. 1, 2.

16 La recomendará en los cc. 28 y 29 del Camino.

17 Más fructuosas que considerarle fuera de sí: lo ha dicho en el c. 9, 4-6. - Los libros de oración aludidos son probablemente el Tercer Abecedario de Osuna (18, 1), y la Subida del Monte Sión, (III, cc. 22 y 41) de Laredo.

18 Se refiere a los Soliloquios pseudo-agustinianos, c. 31. O bien a otros pasajes de las Confesiones (L. 10, c. 27). Otras alusiones a S. Agustín en M. 4, 3, 3; 6, 7, 9; Camino c. 28, 2; Exclamaciones 5, 2.

19 Más bien: "por si alguno la tuviere".

20 Dura poco el éxtasis que mantenga suspensas las potencias: lo ha dicho en los cc. 18, 12; 19, 14; 20, 18. Pasado "aquel rato que el alma está en unión" suspendidas las potencias, sigue un estado semiextático más o menos prolongado (cf. c. 20, 19).

21 O sea: "ha dicho otras veces" lo que acaba de afirmar, y acaso todo lo que viene diciendo, "que no se le acuerda bien", y lo repite ahora porque "me importa mucho".

22 Que sea tal: un confesor que lo sea verdaderamente, que sea de calidad.

23 Esta comparación: la que sigue en el n. 10.

24 Reminiscencia de las palabras de Jesús en Mt 25, 31.

25 Alude al P. García de Toledo.

26 "La de Santo Domingo", anota Gracián al margen de su libro. - Ribera, en cambio, la refiere a la Compañía de Jesús (Vida de Santa Teresa, L. 4, c. 5). - Otros, a la Orden del carmen. Cf. TOMAS ALVAREZ Pleito sobre visiones en Teresianum (= Ephem. Carm.) 8.1957, 3-43.

27 Aparecióme un santo...: "Santo Domingo", anota de nuevo Gracián. Coincide Ribera (ib.). - Otros lo identifican con San Alberto de Sicilia, carmelita, y con la Orden del Carmen. Cf. el art. citado en la nota anterior.

28 "Santo Domingo", anota de nuevo Gracián.

29 "Era el inquisidor Soto, Obispo de Salamanca", advierte Gracián en su libro. - Francisco de Soto Salazar, inquisidor que fue de Córdoba, Sevilla y Toledo, no será Obispo de Salamanca hasta febrero de 1575. Antes fue preconizado obispo de Segorbe (1571). A su paso por Avila (hacia 1562), aconsejó a la Santa redactar por extenso su vida ("una larga relación de todo") para enviarla a San Juan de Avila (Rel 4, 6).

30 Muy continuo: muy de continuo.

31 Estar en un ser: permanecer en un mismo estado de ánimo. Sobre esa inevitable inestabilidad, cf. 30, 16.

32 Palabras pesadas: ponderadas.

33 El vómito ordinario: se refiere al vómito que ella tenía que procurarse cada día antes de dormir (cf. c. 7, 11; y Re 26, 2).

34 En forma: formalmente, en serio, de hecho.

35 Esta vez que digo.

36 No me consolaba: por "no me consolase", pero con sentido afirmativo: "me consolaba" (Cf. c. 39, 1 nota).

37 Alude a las purificaciones y estados místicos referidos en el c. 30, 8 y ss.

38 Cf. c. 31, 13.

39 En el c. 26, 4; y c. 38, 1.

40 No sé si es parte: si es causa, o se debe a... - Este rinconcito: el monasterio de San José.

41 Sueño en la vida... estoy soñando lo que veo: impresión ya testificada en el c. 38, 7; y 16, 6.

42 Comparece de nuevo el P. García de Toledo, "señor" por su nobleza y linaje, y "padre mío" por entrañamiento en las cosas de la autora.

43 Es otra versión del lema "o morir o padecer" (n. 20: cf. Pensamientos y apuntes, 3, 3).

44 Poco lugar: poco tiempo (cf. c. 10, 7).

45 Una de esas "tres personas" era ciertamente el P. Báñez; las otras dos eran, probablemente, el P. Baltasar Alvarez y Gaspar de Salazar, o acaso Gaspar Daza. El libro debería llegar también a manos de San Juan de Avila, en Andalucía.




EPÍLOGO



1. El Espíritu Santo sea siempre con vuestra merced, amén (1).

No sería malo encarecer a vuestra merced este servicio, por obligarle a tener mucho cuidado de encomendarme a nuestro Señor, que según lo que he pasado en verme escrita y traer a la memoria tantas miserias mías, bien podría; aunque con verdad puedo decir que he sentido más en escribir las mercedes que el Señor me ha hecho, que las ofensas que yo a Su Majestad.

2. Yo he hecho lo que vuestra merced me mandó en alargarme (2), a condición que vuestra merced haga lo que me prometió en romper lo que mal le pareciere. No había acabado de leerlo después de escrito, cuando vuestra merced envía por él. Puede ser vayan algunas cosas mal declaradas y otras puestas dos veces; porque ha sido tan poco el tiempo que he tenido, que no podía tornar a ver lo que escribía. Suplico a vuestra merced lo enmiende y mande trasladar, si se ha de llevar al Padre Maestro Avila, porque podría ser conocer alguien la letra (3). Yo deseo harto se dé orden en cómo lo vea, pues con ese intento lo comencé a escribir (4). Porque, como a él le parezca voy por buen camino, quedaré muy consolada, que ya no me queda más para hacer lo que es en mí. En todo haga vuestra merced como le pareciere y ve está obligado a quien así le fía su alma.

3. La de vuestra merced encomendaré yo toda mi vida a nuestro Señor. Por eso, dese prisa a servir a Su Majestad para hacerme a mí merced, pues verá vuestra merced, por lo que aquí va, cuán bien se emplea en darse todo como vuestra merced lo ha comenzado a quien tan sin tasa se nos da.

4. Sea bendito por siempre, que yo espero en su misericordia nos veremos adonde más claramente vuestra merced y yo veamos las grandes que ha hecho con nosotros, y para siempre jamás le alabemos, amén.

Acabóse este libro en junio, año de 1562 (5).

NOTAS EPÍLOGO

1 Este epílogo, en forma de "carta de envío", está dirigido probablemente al P. García de Toledo, principal interlocutor de todo el escrito, el mismo que le ha "mandado alargarse" en el relato (c. 30, 22) y que ahora tiene prisa en poseerlo apenas terminado.

2 "Vuestra merced (García de Toledo) me tornó a enviar a mandar que no se me diese nada en alargarme": concluía así el c. 30, n. 22. Otros pasajes similares: c. 10, 8; c. 37, 1. - Al mismo P. García le había propuesto varias veces la hipótesis de "romper" o "quemar" el escrito: cf. c. 36, 29 nota 72.

3 Persiste la doble preocupación de mantener el anonimato de la autora, y el relativo secreto del contenido. - De hecho, al Maestro Juan de Avila no le enviará un "traslado" del libro, sino el autógrafo mismo.

4 Se refiere a la segunda redacción, única que ha llegado hasta nosotros. - La idea de escribir para el Maestro Avila "una larga relación de todo" (Re, 4, 6) fue del Inquisidor Francisco Soto Salazar, quien la sugirió hacia 1562/1563, cuando ya había escrito la primera redacción de la obra, y al menos un par de años antes de redactarla por segunda vez.

5 Esta datación ("Acabóse... 1562") fue añadida tardíamente por la Santa al texto que precede. - A continuación escribe el P. Báñez: "Esta fecha se entiende de la primera vez que le escribió la M. Teresa de Jesús sin distinción de capítulos. Después hizo este traslado y añadió muchas cosas que acontecieron después de esta fecha, como es la fundación del monasterio de San José de Avila, como en la hoja 169 parece. L. Fray Domingo Bañes". - Fray Luis unió la nota de Báñez con el texto de la Santa, introduciendo en una y otro pequeños retoques (p. 544) y omitiendo el nombre de Báñez. - En el autógrafo siguen todavía seis páginas del mismo P. Báñez, con la aprobación del libro y del espíritu de la autora. Las escribe para el Consejo de la Inquisición, a raíz de las delaciones de la Princesa de Eboli y otros. Y las firma en Valladolid a 7 de julio de 1575. (Pueden verse en la BMC, t. 2, 211-213). - En 1590, al hacer su declaración en los procesos de beatificación de la Santa ante el tribunal de Salamanca, Báñez protestó porque el texto de esa censura no fue incluido en la edición de las Obras de la Santa hecha por fray Luis de León en la misma Salamanca, 1588.

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