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Si eres de Argentina, discernimiento vocacional

 
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Autor Mensaje
Alejap
Asiduo


Registrado: 26 Feb 2006
Mensajes: 109

MensajePublicado: Dom Mar 26, 2006 9:05 pm    Asunto: Si eres de Argentina, discernimiento vocacional
Tema: Si eres de Argentina, discernimiento vocacional
Responder citando

arquidiocesis de buenos aires
seminario metropolitano

El —llamado~

una propuesta vocacional mensual via mail



Desde mediados del año pasado estamos ofreciéndoles, via mail, una propuesta vocacional: el «llamado» del mes.
Es un material para discernimiento vocacional pensado para jóvenes de 17 a 30 años (aproximadamente) y que estén en busca de un proyecto de vida vocacional.
El material lo enviamos mensualmente en torno al día 19.
Va dirigido en primer lugar a los sacerdotes, seminaristas, consagrados/as y agentes de pastoral, a fin de que cada uno lo reenvíe a quien cada uno considere oportuno.
Como la propuesta incluye un seguimiento por parte de algún acompañante espiritual, será conveniente asegurar este acompañamiento a los jóvenes que reciben el «llamado».
El material es susceptible de cualquier tipo de adaptación según las necesidades.
Por supuesto, recibimos toda sugerencia que pueda mejorar la propuesta y quedamos a su disposición.
Todo el material ofrecido lo pueden encontrar en nuestra página web:
http://www.sembue.org.ar/xsiteinte-llamados.htm


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Elllamadodelmes
www.sembue.org.ar/xsiteinte-llamados.htm
ïÈlamadoð

de marzo



«No temas»



1 ¿Qué dice Jesús?....(...para escucharO)

18Este fue el origen de Jesucristo:

María, su madre, estaba comprometida con José

y, cuando todavía no han vivido juntos,

concibió un hijo por obra del

Espíritu Santo.

19José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla

públicamente, resolvió abandonarla en secreto.

20Mientras pensaba en esto, el

Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo:

«José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo

que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo.

21Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él

salvará a su Pueblo de todos sus pecados».

22Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado

por el Profeta:

23"La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de

Emanuel", que traducido significa: «Dios con nosotros».

24Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado:

llevó a María a su casa.

(Mt. 1, 18-24)



2 ¿Qué me dice Jesús? (...para pensarI)

· María estaba comprometida con José. Según las costumbres del momento, María y José estaban «legalmente casados», aunque no vivían juntos. El compromiso, llamado «desposorio» los había convertido ya en «esposos», aunque recién después de las «bodas» (aproximadamente un año después) pasaban a vivir juntos. María tendría unos 12-15 años, pues esa era la edad en que los padres debían buscar esposo para sus hijas. José, como sabemos era un «carpintero», es decir, un artesano, un hombre sencillo de trabajo, sin muchos recursos económicos. Recordemos que, al presentar al Niño en el Templo, ellos sólo pueden presentar «la ofrenda de los pobres» (Lc.2,24: “un par de tórtolas”). Este era el «proyecto de vida» de José y María...

· Cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. Sin duda que esta irrupción de Dios en la vida de José y María es única, sin punto de comparación. Pero no es menos verdad que Dios, cuando encuentra un corazón fiel, nunca deja de sorprenderlo y desinstalarlo. Es que la lógica de Dios siempre está mas allá de la nuestra. El «proyecto de Dios» sobre José y María incluye aquel «proyecto de vida» que tenían José y María, pero lo transforma, lo trasciende y lo plenifica totalmente. Por eso María es madre y virgen. Por eso José es padre y virgen.

· José era un hombre justo. La palabra «justo» significa, en el lenguaje bíblico, «santo». José es un hombre honesto, bueno, de buen corazón. El embarazo de María es tan desconcertante, según la lógica humana, que lo confunde y lo aflige. No entiende. Legalmente, María, ha incurrido en adulterio, pecado gravemente condenado, ya que merecía, ni más ni menos, la pena de muerte (Dt.22,20-21). Y no cualquier muerte: debía ser apedreada en la puerta de su casa, hasta morir. Por eso José decide «repudiarla en secreto». Aún así, ¡cuántas habladurías habría en torno a María y José! ¡Cuántas suspicacias! ¡Cuántas condenas! ¡Cuánto dolor para María y José! ¡Cuántas preguntas, dudas, temores...! Es que, cuando Dios irrumpe en una vida, al principio desconcierta...pero siempre trae el bien y la paz...

· «No temas». Si te fijás en el «llamado» de diciembre, te vas a encontrar que el Ángel le dice estas mismas palabras a María en la Anunciación. “En el amor no hay lugar para el temor” (1 Jn. 4,1Cool. El temor paraliza. El amor moviliza. El temor confunde. El amor ilumina. El temor desconfía. El amor siempre confía. “El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1 Co. 13,7). Aunque al principio pueda causar temores, miedos, dudas, inquietudes, ansiedad o angustia, el proyecto de Dios siempre es un proyecto de amor, de verdad, de luz, de bien, de paz. Por eso, en todo camino de discernimiento, es necesario pedir y cuidar la paz del corazón, que es un don y un signo de la presencia de Dios.

· ...lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. ¿Cómo distingo aquello que es del Espíritu y aquello que no es del Espíritu? Esta es la tarea principal del discernimiento. Por eso la Iglesia que es Madre y Maestra pone a nuestra disposición medios muy concretos para discernir en el Espíritu: el principal es sin duda, el director o acompañante espiritual. María y José recibieron el llamado por medio del Ángel Gabriel. El director espiritual es mi «Ángel Gabriel» que me señala dónde escuchar mejor la voz de Dios: en este pasaje del Evangelio que me conmovió; en esta persona a quien pude ayudar; en este rato de silencio ante el Sagrario que me hizo feliz; en esta cruz que debo cargar; en esta circunstancia que me interpeló...

· José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado. Una vez que José comprende que todo esto proviene del Espíritu , sin dar más vueltas hace lo que Dios le pide. Lo hace libre y generosamente porque experimenta que «donde está el Espíritu, allí está la libertad» (2 Co. 3,17). Pero también lo hace con prontitud y disponibilidad porque «el amor lo apremia»(2 Co. 5,14), lo apura, lo lleva...En todo camino de discernimiento hay un momento en que hay que tomar una decisión, pues no se puede seguir indefinidamente con un discernimiento. El discernimiento es para obrar según Dios. Es para tomar una decisión de vida. Y toda decisión es para decir «sí». Todo discernimiento culmina en un «SI». Un «NO» supondría un discernimiento frustrado, que no conduce a nada. El «SI» final de todo buen discernimiento conduce a la plenitud, a la alegría en el amor y la entrega,...en cualquier estado de vida que el Señor me haga descubrir para mí.

3 ¿Qué le digo a Jesús? (...para rezarÖ)

Querido San José, dame un corazón como el tuyo.

Un corazón bueno, que no busque el mal para nadie;

Un corazón atento, que siempre esté a la escucha de la Palabra de Dios;

un corazón generoso, que no tema sacrificarse para amar;

un corazón disponible, que esté siempre dispuesto a hacer lo que Dios pida;

un corazón santo, que busque a Dios en cada instante, en cada acto, en cada persona.

Que sepa decir «si» a Dios

Que sepa decir «si» cuando Dios me pide un rato de silencio y oración;

que sepa decir «si» cuando alguien me necesita y yo quisiera hacer otra cosa;

que sepa decir «si» cuando tenga que renunciar a mis ideas, mi comodidad o mis gustos;

que sepa decir «si» cuando me invites a un proyecto de vida más grande, más allá de mis expectativas.

San José bendito, padre de Jesús, esposo querido de María

enseñame a vivir siempre cerca de Jesús y María;

enseñame a vivir en tu casa de Nazareth;

enseñame a vivir en el silencio y la oración,

en el trabajo y la contemplación,

en el amor y la generosidad,

en la disponibilidad y el servicio,

en la alegría y la paz...



(seguí rezando vos, mirando el texto del Evangelio)



4 ¿Qué quiero hacer por Jesús? (...para vivirP)

o Visitalo a San José en alguna iglesia o capilla donde haya una imágen de él. Muchas parroquias tienen a San José como Patrono...si podés hacé una «peregrinación personal a pie» a ese lugar, pidiendo que te dé luz y paz en tu camino de discernimiento. Si podés participar de la misa, mejor. Si no, hacé un ratito de oración, llevále escritas tus intenciones, etc.

o En esa visita a San José principalmente pedíle que te haga conocer algo que puedas hacer en este momento y que Dios te esté pidiendo AHORA. Aunque no sea algo definitivo, espectacular. Tal vez sea algo sencillo y puntual, como reconciliarte con alguien, ir a visitar a una persona que te espera, elegir un director espiritual, etc

o Compartí lo que pensaste con algún sacerdote amigo, con tu acompañante espiritual, con alguien que te quiera y te aconseje bien.







5 Lectura sugerida (para leer en cualquier momento, tranquilo...§)



Alberto Hurtado y el seguimiento de Cristo

(Sacerdote chileno canonizado el 23 de octubre 2005)



Bajo la cúpula de San Pedro y sobre los restos del primer Papa, Benedicto XVI proclamará solemnemente la santidad de un chileno, hijo predilecto de nuestra tierra, que amó por sobre todas las cosa a Dios, fue un enamorado de Jesucristo y sirvió como pocos a esta patria chilena, especialmente en los más pobres y desamparados. Como todos los santos, la vida de Alberto Hurtado Cruchaga fue el paso de Dios entre los hombres y de tal manera se asemejó al único Maestro, que su presencia, su enseñanza y su acción apostólica quedó grababa para siempre en la vida de Chile y en el corazón de muchas personas, algunas de las cuales desfilan con su recuerdo por las páginas de esta edición de «Humanitas» dedicada a nuestro Santo.


Alberto Hurtado no es santo por sus obras, por su fuerte llamado a la justicia, por la denuncia de las inequidades de nuestra sociedad o por las innumerables conversiones y vocaciones a la vida religiosa que su paso nos dejó. Alberto Hurtado es santo porque amó con heroica virtud a Dios, a Jesucristo a María, a la Iglesia Católica y a la Compañía de Jesús de la cual fue un hijo fidelísimo y desde ese amor e impulsado por él, amo a sus hermanos. Qué necesario es que sepamos mostrar a los santos como fueron, en todas sus dimensiones, facetas y enseñanzas y qué delicado es parcelar esa visión, truncar su figura y quitarles esa luz de Dios que nos traen los santos y nos ayudan a alumbrar los caminos oscuros de nuestro mundo.


Nacido en el seno de una familia de arraigada aristocracia, de cuna católica, fue un hombre que nunca se valió de sus lazos de sangre para afirmar su figura, sino que puso esos dones gratuitamente recibidos, al servicio de la predicación del evangelio y se hizo rico con los ricos y pobre con los pobres, en la senda de la enseñanza del Apóstol de la gentes, moviendo a su paso mareas inmensas de hombres y mujeres en el amor a Dios y el servicio del prójimo. Tocó los corazones con una predicación viva y eficaz para hacer que los hombres, mirando al cielo el amor de Dios sobre cada uno, fueran capaces de mirar en la tierra la injusticia y el sufrimiento. Y los movió con tal ímpetu que reformó los corazones de muchos y a su paso hasta las mismas leyes hacia una mayor justicia social.


Sus escritos más profundos nos hablan siempre de Dios, para desde esa perspectiva descender a lo concreto. No fue Alberto Hurtado un reformador social, un líder sindical, un agitador de sacristías. Imbuido profundamente de las enseñanzas sociales de la Iglesia, aquellas que León XIII descubrió al mundo y que en esta tierra llevaron a la practica los Fernandez Pradel, los Vives, los Larraín, Larson y tantos otros, nuestro Santo fue un hombre profundamente arraigado en la vida de oración – desde las cual, como enseña el libro sagrado, se encienden las obras divinas – fue un amante dedicado y tranquilo de ese Jesús Eucarístico, en el cual encontramos nuestras fuerzas. Escribió, en perfecta coherencia con lo que luego afirmaría el Concilio, pero mucho antes: «¡Qué horizontes se abren aquí a la vida cristiana! La Misa centro de todo el día y de toda la vida. Con la mira puesta en el sacrificio eucarístico, ir siempre atesorando sacrificios que consumar y ofrecer en la Misa. ¡Mi Misa es mi vida, y mi vida es una Misa prolongada!».


Y luego, como aquilatando perfectamente la necesidad que de la Eucaristía tiene la Iglesia, añadía: «Por la Eucaristía tenemos la Iglesia y por la Iglesia llegamos a Dios. Cada hombre se salvará no por sí mismo, no por sus propios méritos, sino por la sociedad en la que vive, por la Iglesia, fuente de todos sus bienes. Sin la Eucaristía, la Iglesia de la tierra estaría sin Cristo. La razón y los sentidos nada ven en la Eucaristía, sino pan y vino, pero la fe nos garantiza la infalible certeza de la revelación divina; las palabras de Jesús son claras: «Este es mi Cuerpo, esta es mi Sangre» y la Iglesia las entiende al pie de la letra y no como puros símbolos. Con toda nuestra mente, con todas nuestras fuerzas, los católicos creemos, que «el cuerpo, la sangre y la divinidad del Verbo Encarnado» están real y verdaderamente presentes en el altar en virtud de la omnipotencia de Dios».

Quien puede dudar que Alberto Hurtado fue un hombre de acción. Pero tenía muy claros los limites que uno mismo debe poner a ella y por eso escribió con trazo firme acerca de los pecados del hombre de acción, que hoy, a la luz de la rapidez de nuestro mundo globalizado mantienen su vigencia: «Creerse indispensable a Dios. No orar bastante. Perder el contacto con Dios. Andar demasiado a prisa. Querer ir más rápido que Dios. Pactar, aunque sea ligeramente, con el mal para tener éxito. Emprender demasiado. Ceder a sus impulsos naturales, a sus prisas inconsideradas u orgullosas. Cesar de controlarse. Apartarse de sus principios. Trabajar por hacer apologética y no por amor. Hacer del apostolado un negocio, aunque sea espiritual». Si, fue un hombre de acción de esos que dejan huella. Y anclado en la fuerza de una vida para Dios fustigó los males de su época, con tal eficacia, que de sus denuncias salieron profundas reformas que llegan hasta nuestros días. Fue la suya una denuncia desde la caridad y centrada en la aceptación del mensaje de Cristo, por eso no producía lejanía ni odio, sino que atracción y amor. «Es necesario, pues, aceptar la Encarnación con todas sus consecuencias, extendiendo el don de nuestro amor no sólo a Jesucristo, sino también a todo su Cuerpo místico. Y este es un punto básico del cristianismo: desamparar al menor de nuestros hermanos es desamparar a Cristo mismo; aliviar a cualquiera de ellos es aliviar a Cristo en persona. Cuando hieren unos de mis miembros a mí me hieren; del mismo modo tocar a unos de los hombres es tocar al mismo Cristo. Por esto nos dijo Cristo que todo el bien o todo el mal que hiciéramos al menor de los hombres a Él lo hacíamos».


Cuando recorría los puentes del Mapocho recogiendo a los niños pobres, cuando organizaba comedores y lugares de alojamientos para los desamparados, cuando exigía a los más poderosos la generosidad de sus medios y de su tiempo para servir a los pobres, era porque su alma en santa rebeldía no se contenía al ver el rostro de Cristo sufriente en ellos. Por eso caló tan profundo su mensaje, porque creía posible la vigencia de una sociedad solidaria fundada en la justicia y endulzada por el amor. «¿Por qué se nos hecha en cara que no practicamos la doctrina del Maestro, que tenemos magníficas encíclicas pero no las realizamos? Sin poder sino rozar este tema, me atrevería a decir lo siguiente: porque el cristianismo de muchos de nosotros es superficial. Estamos en el siglo de los records, no de sabiduría, ni de bondad, sino de ligereza y superficialidad. Esta superficialidad ataca la formación cristiana seria y profunda sin la cual no hay abnegación. ¿Cómo va a sacrificarse alguien si no ve él por qué de su sacrificio? Si queremos pues, un cristianismo de caridad, el único cristianismo auténtico, más formación, más formación seria se impone».

Como con todos los santos, en Alberto Hurtado se dio ese equilibrio asombroso de una fe que alimentaba sus obras. Era el hombre práctico y sobrenatural que descubría las fracturas que pueden afectar a los católicos y sobre ellas escribió. «Dos tipos de problemas atañen continuamente al católico. Un grupo de ellos mira a su vida interior: como miembro de la Iglesia tiene una fe que conservar, un dogma que conocer, mandamientos que observar, una llamada espiritual que alimentar. El otro, como miembro de una sociedad terrestre debe cumplir sus deberes con el Estado y sus conciudadanos, y como ciudadano cristiano debe poner de acuerdo las exigencias de su conciencia social con las de su conciencia religiosa. El primer problema es ciertamente el de su vida interior: de allí y sólo de allí ha de venir la solución, la fuerza de dinamismo para enfrentar los grandes sacrificios: El mundo no será salvado por cruzados que sólo llevan la cruz en su coraza... El mundo no necesita demostradores sino testigos». El lo fue, recogiendo las palabras del Maestro de que debíamos ser sus testigos hasta los confines de mundo y cuando la enfermedad golpeó las puertas de su vida, la aceptó y se preparó para dar ese salto que todos debemos dar. Entonces escribió: «¿Y yo? Ante mí la eternidad. Yo, un disparo en la eternidad. Después de mí, la eternidad. Mi existir un suspiro entre dos eternidades. Bondad infinita de Dios conmigo. Él pensó en mí hace más de cientos de miles de años. Comenzó, si pudiera, a pensar en mí, y ha continuado pensando, sin poderme apartar de su mente, como si yo no más existiera. Si un amigo me dijera: los once años que estuviste ausente, cada día pensé en ti, ¡cómo agradeceríamos tal fidelidad! ¡Y Dios, toda una eternidad! ¡Mi vida, pues, un disparo a la eternidad! No apegarme aquí, sino a través de todo mirar a la vida venidera. Que todas las criaturas sean transparentes y me dejen siempre ver a Dios y la eternidad. A la hora que se hagan opacas me vuelvo terreno y estoy perdido».


Alberto Hurtado es un santo, un ejemplo de aquella coherencia y sentido de identidad del que nuestro mundo tanto necesita y que un católico sabe que se llama santidad. Ahora lo empezaremos a conocer en todas sus dimensiones, sin exclusiones, sin ideologías, sin querer mostrar algunos aspectos de su vida, su obra y sus enseñanzas. Y es que lo propio de los santos es que pertenecen a la Iglesia, a los hombres, a la humanidad entera. Hemos de agradecer a Dios habernos mostrado su rostro en este jesuita santo y hemos de ser coherentes con el paso de Dios entre los hombres que su persona y su figura significó.

JUAN IGNACIO GONZÁLEZ ERRÁZURIZ

Obispo de San Bernardo - Chile



&



(Editorial de la Revista Humanitas de la Universidad Católica de Chile

en el número 39 [julio/septiembre 2005] dedicado al P.Alberto Hurtado)



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