EduaRod Veterano
Registrado: 21 Ene 2006 Mensajes: 3275
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Publicado:
Lun Dic 29, 2008 2:31 am Asunto:
Re: impureza
Tema: impureza |
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javi27 escribió: | Cuando se habla de Maria Santisima, se le adjudica que fue pura de cuerpo y de alma. Se hace hincapie en que fue pura de cuerpo al no tener relaciones con ningun hombre. Esto da a entender que mantener relaciones sexuales (aun dentro del matrimonio) es algo impuro; por lo que da tambien lugar a creer que es pecado.
Es considerado pecado/impureza las relaciones sexuales, aun dentro del matrimonio?
o dicho de otra forma, es mas puro quien se mantiene célibe, que quien no? |
Estimado en Cristo javi27:
Hay algo más que lo que han comentado los hermanos, recordemos que la virginidad es realmente un valor, incluso una de las 3 "palmas" que la Iglesia reconoce normalmente en los santos:
- mártires (los que mueren por Cristo)
- confesores (los que dan testimonio de Cristo con su vida ejemplar)
- vírgenes (los que mantienen una pureza en la que no hay relaciones sexuales)
Tal vez recordarás como se dice, por ejemplo de algunas santas, "vírgen y mártir" indicando que tienen estas dos palmas. O, por ejemplo, de mi santo patrono se dice "San Eduardo el confesor".
Pero, como puedes ver, SI se le reconoce un valor objetivo a la virginidad.
Es un poco complejo explicarte porqué eso no va en detrimento de las relaciones sexuales ni singifica que estas "sean malas". Y quizá la mejor manera de hacerlo es mediante una analogía que, como casi todas, es imperfecta, pero ayuda a entender.
La analogía que se me ocurre es con respecto a los automóviles. Se me ocurren básicamente tres maneras en las que un auto, al paso del tiempo, puede tener un valor importante:
1. Porque se mantenga en un estado muy próximo a su estado original. Esto le da valor tanto porque no se ha producido ningún desgaste o avería, como por el hecho de que nos permite seguir viendo el modelo como era originalmente. Pero a la vez significa que prácticamente no se le ha usado. Este caso se asemejaría a la virginidad.
Ahora bien, fácilmente nos damos cuenta de que aunque un auto que no se use y se le cuide para que mantenga cercano a su estado original tiene por ello un valor especial; de ningún modo eso significa que los autos se hicieron para no caminar, o que sea en modo alguno malo o imperfecto conducirlos. Desafortunadamente, en condiciones normales, esto significará que el auto se irá desgastando y descomponiendo, y conforme eso ocurra, evidentemente irá perdiendo valor. Lo cual nos lleva a los otros casos, que SI admiten el uso extensivo del auto:
2. Porque se obtuvieron logros significativos con él. Por ejemplo, se ganó una gran carrera, o se impuso un record con él. Claramente esto también da al auto un valor extraordinario. Un valor que es muy distinto al del auto que se mantiene como nuevo, pero que, pese a ser distinto, es un gran valor también y normalmente no sólo no implica que el auto no se use, sino que se use de manera extensiva. Dentro de la palmas antes descritas, esto sería el caso del confesor. Y una persona casada puede llegar a ser santa como confesora viviendo la pureza dentro de su matrimonio. Lo que no implica que no tenga relaciones sexuales, sino que las tenga de un modo puro y santo. Modo que, más que hacer esto o aquello, o no; lo que significa es vivirlas en una actitud de entrega hacia el otro en vez de búsqueda del propio placer egoista; entrega que, por su propia naturaleza, será completmente respetuosa de la otra persona y estará abierta a la fecundidad de la vida. Cabe señalar aquí que la fecundidad cristiana NO se limita a la mera reproducción biológica incluyendo el acto por la que esta se produce. Sino es un concepto mucho más amplio que abarca transmitir la vida en todo sentido. Por lo que, en circunstancias ordinarias, es una fecundidad que incluye la formación que se de a los hijos, particularmente la formación en la Fé, la cual incluye, pero no se limita tampoco, a procurar que reciban los sacramentos apropiados en los momentos apropiados de su vida.
Como puedes ver, unos buenos padres, que vivan con pureza su matrimonio, adquieren de esta manera una forma de perfección DISTINTA, pero igualmente valiosa, que la perfección y pureza propia de quien mantiene la virginidad.
¿Lo ves claramente? No es lo mismo conservar un auto como nuevo que haber ganado el Gran Premio de LeMans con él. Y, sin embargo, las dos cosas le dan mucho valor. Desde luego que si se juzga el valor del auto que ganó LeMans en función únicamente de qué tan bien conserva su estado original, obviamente muchos otros autos que se mantienen como nuevos tendrán mucho mayor valor. Pero si se tiene un enfoque más integral, el valor objetivo del auto que ganó LeMans, aunque este viejo y desgastado, será mucho mayor al de muchísimos de esos autos que se mantienen como nuevos. De la misma manera, si se usa únicamente el criterio de la virginidad, pues obviamente cualquier persona que no haya tenido relaciones será "más pura" que el mejor esposo. Pero si se tiene un enfoque integral, la santidad de un buen esposo puede fácilmente ser muchísimo mayor que la de muchos otros que se mantienen vírgenes. No en la línea de la virginidad, desde luego, sino con la palma de los confesores.
3. Finalmente, la tercer razón que podría dar valor a un auto fué a quién dió servicio. Si un auto lo usó un personaje muy importante en una ocasión muy especial usualmente se le valora en mucho también. Este caso sería equiparable al del mártir, que no necesita mantenerse como nuevo o tener toda una vida ejemplar, sino simplemente entregarse plenamente a Cristo cuando esto se requiere. Pues esto le relaciona directamente a Cristo en el momento de su Sacrificio en la Cruz.
Ahora bien, Nuestra Santísima Madre es muy especial porque tiene las 3 palmas, incluso en lo relativo a la pureza. Porque siendo Virgen tiene la palma de la virginidad, es decir, usando la analogía, el valor que le da haber permanecido en un estado semejante al original. Habiendo sido la madre y educadora de Nuestro Señor mediante su vida intachable y ejemplar, tiene la palma de ser la primera y mayor confesora, siendo fecunda al punto de haber dado al mundo al Salvador. Es decir, vivió la parte más importante del valor y pureza que tiene cualquier buen esposo. Siguiendo la analogía, es como si hubiese ganado LeMans sin producir desgaste alguno en el auto.
Finalmente, viviendo estrechamente unida y entregada a su Hijo en la Cruz, vivió también la palma del martirio, la cual, vivida por medio del sufrimiento de su Hijo, se relaciona obviamente también con un martirio a través de su propia fecundidad.
Resulta evidente entonces lo especial que es Nuestra Santísima Madre en todo esto, mientras que el común de los mortales tan sólo podemos aspirar, en lo relativo a nuestra sexualidad, a alguna de estas palmas, dos a lo mucho en casos muy especiales (como Santa María Goretti, que fué martirizada a causa de mantener su virginidad). Pero es patente como aún estos casos tan sublimes parecen pequeños frente a la grandeza de Nuestra Señora. Ya no digamos como quedan frente a todo esto los pobres méritos y esfuerzos del común de nosotros, miserables pecadores. Con todo, bien sabemos que todos estamos realmente llamados a la santidad y que, en la medida en que permanezcamos unidos a Cristo, con su Poder lo podemos lograr realmente. Pero típicamente será enfocándonos tan sólo a una de estas formas de perfección, sea esta por medio de la búsqueda de una pureza viriginal, como ocurre en la vida religiosa; o sea por medio de un matrimonio santo que de gran testimonio del nombre de Cristo, esto dependiendo del llamado (vocación) concreto que hayamos recibido del Señor.
En fin, espero por medio de esta explicación y limitada analogía, haberte logrado transmitir cómo la pureza entendida como virginidad SI tiene un valor objetivo. Pero que esto de ningún modo hace mala la sexualidad ni impide alcanzar otra forma particular de altísima perfección y santidad en el matrimonio cristiano.
Que Dios te bendiga. |
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FelipeII + Moderador

Registrado: 13 Sep 2007 Mensajes: 627
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Publicado:
Lun Dic 29, 2008 8:11 pm Asunto:
Tema: impureza |
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Esto es lo que dice el Magisterio de la Iglesia sobre la dignidad del acto conyugal.
"Este amor, por ser eminentemente humano, ya que va de persona a persona con el afecto de la voluntad, abarca el bien de toda la persona, y , por tanto, es capaz de enriquecer con una dignidad especial las expresiones del cuerpo y del espíritu y de ennoblecerlas como elementos y señales específicas de la amistad conyugal. El Señor se ha dignado sanar este amor, perfeccionarlo y elevarlo con el don especial de la gracia y la caridad. Un tal amor, asociando a la vez lo humano y lo divino, lleva a los esposos a un don libre y mutuo de sí mismos, comprobado por sentimientos y actos de ternura, e impregna toda su vida; más aún, por su misma generosa actividad crece y se perfecciona. Supera, por tanto, con mucho la inclinación puramente erótica, que, por ser cultivo del egoísmo, se desvanece rápida y lamentablemente.
Este amor se expresa y perfecciona singularmente con la acción propia del matrimonio. Por ello los actos con los que los esposos se unen íntima y castamente entre sí son honestos y dignos, y, ejecutados de manera verdaderamente humana, significan y favorecen el don recíproco, con el que se enriquecen mutuamente en un clima de gozosa gratitud. Este amor, ratificado por la mutua fidelidad y, sobre todo, por el sacramento de Cristo, es indisolublemente fiel, en cuerpo y mente, en la prosperidad y en la adversidad, y, por tanto, queda excluido de él todo adulterio y divorcio. El reconocimiento obligatorio de la igual dignidad personal del hombre y de la mujer en el mutuo y pleno amor evidencia también claramente la unidad del matrimonio confirmada por el Señor. Para hacer frente con constancia a las obligaciones de esta vocación cristiana se requiere una insigne virtud; por eso los esposos, vigorizados por la gracia para la vida de santidad, cultivarán la firmeza en el amor, la magnanimidad de corazón y el espíritu de sacrificio, pidiéndolos asiduamente en la oración." (GS 49)
"Estos actos, con los cuales los esposos se unen en casta intimidad, y a través de los cuales se transmite la vida humana, son, como ha recordado el Concilio, "honestos y dignos" , y no cesan de ser legítimos si, por causas independientes de la voluntad de los cónyuges, se prevén infecundos, porque continúan ordenados a expresar y consolidar su unión. De hecho, como atestigua la experiencia, no se sigue una nueva vida de cada uno de los actos conyugales. Dios ha dispuesto con sabiduría leyes y ritmos naturales de fecundidad que por sí mismos distancian los nacimientos. La Iglesia, sin embargo, al exigir que los hombres observen las normas de la ley natural interpretada por su constante doctrina, enseña que cualquier acto matrimonial (quilibet matrimonii usus) debe quedar abierto a la transmisión de la vida" (HV 11)
"Esta doctrina, muchas veces expuesta por el Magisterio, está fundada sobre la inseparable conexión que Dios ha querido y que el hombre no puede romper por propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreador. Efectivamente, el acto conyugal, por su íntima estructura, mientras une profundamente a los esposos, los hace aptos para la generación de nuevas vidas, según las leyes inscritas en el ser mismo del hombre y de la mujer. Salvaguardando ambos aspectos esenciales, unitivo y procreador, el acto conyugal conserva íntegro el sentido de amor mutuo y verdadero y su ordenación a la altísima vocación del hombre a la paternidad. Nos pensamos que los hombres, en particular los de nuestro tiempo, se encuentran en grado de comprender el carácter profundamente razonable y humano de este principio fundamental" (HV 12). _________________ Entra en Corazón Católico |
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