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Tercer Abecedario Espiritual, por San Francisco de Osuna
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LMAP21
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MensajePublicado: Lun Ene 12, 2009 7:59 pm    Asunto:
Tema: Tercer Abecedario Espiritual, por San Francisco de Osuna
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CAPÍTULO II.

DE CUÁN EXCELENTES SEAN LAS LÁGRIMAS DEL RECOGIMIENTO



Cuanto a lo primero, es de notar que, así como este santo ejercicio excede a otros en muchas cosas, así los excede en las lágrimas, ca tiene más que otro ninguno; porque a los seguidores del recogimiento es más fácil el llorar que no a otras personas; donde a cada uno de los varones recogidos se endereza aquello del profeta Isaías: Saldrá tu luz en las tinieblas, y tus tinieblas serán como medio día, y darte ha tu Dios holganza siempre, y henchirá tu ánima de resplandores, y librará tus huesos, y serás así como huerto de regadío; y así como fuente de aguas, cuyas aguas no fallecerán.

Cuando la persona devota cierra las ventanas de los sentidos, queda en tinieblas el entendimiento, porque ninguna lumbre puede subir a él sino por ellas; empero, si él se sujeta al yugo de la fe que le dice no poder ver los ojos corporales lo que Dios aparejó a los que lo aman, ni poderlo las orejas oír, ni subir en el corazón, esto es, en el pensamiento del hombre, entonces, si se recoge como debe, recibirá aquel buen dado y aquel don perfecto que es de arriba y desciende del Padre de las lumbres (Sant 1,17); y las tinieblas que antes tenía, negando el proprio entender, se le tornarán en medio día muy claro, donde el esposo apacienta; porque al entendimiento se comunica otra manera de conocimiento más alta, que es como una media lumbre entre los comunes viadores y los comprehensores; donde no dejan los varones recogidos la operación del entendimiento por no entender, sino por más altamente entender, para que su ánima sea llena de resplandores e ilustraciones divinas; donde se conocen cosas tan grandes y por tan alta manera, que ni las cosas conocidas ni la manera del conocimiento se pueden declarar, ni por palabra se puede dar a sentir lo que el hombre sintió y conoció.

En el recogimiento da siempre Dios al hombre descanso, aunque por nuestra negligencia muchas veces se pierde este descanso y esta holganza; empero, siempre queda en el ánima que verdaderamente ha gustado el recogimiento un deseo de tornar a él muy grande; porque en él ve el ánima sus huesos, que son sus fuerzas, libres de su propria flaqueza; y puede entonces muchas cosas en aquel que la conforta, pues ninguna cosa se niega, antes le da más de lo que ella le pide.

Lo que más dijo el profeta es de las lágrimas, y pone en ellas tres grados, uno más alto que otro. En lo primero dice que el varón recogido es como huerto de regadío, y porque le pareció al profeta haber dicho poco, añadió diciendo que era como fuente; y porque no pensásemos que en algún tiempo habían de faltar lágrimas al seguidor del recogimiento, añadió lo tercero, diciendo que las aguas de esta fuente no faltarían ni desfallecerían por sequedad, que a las fuentes de los ojos suele venir.

Por muchas vías y por muchos respectos lloran los que siguen el recogimiento. Los que son buenos principiantes lloran por recogerse enteramente con aquel que tanto se da más copioso cuanto más a solas; éstos trabajan de alcanzar por lágrimas lo que no creen merecer sus obras, e importunan a Dios, no por otra cosa sino por sí mismo, para el cual se aparejan. Bástales a los que verdaderamente y con entrañable corazón desean recogerse decir al Señor: ¿Por qué no te das al pobre? ¿Hinches el cielo y la tierra y a solo mi corazón dejas vacío?; pues vistes los lirios, y guisas de comer a las avecillas, y mantienes los gusanos, ¿por qué te olvidas de mí, pues a todos olvido por ti?

Con palabras semejantes lloran de corazón los que con toda su ánima desean recogerse a Dios y apartarse de todos los negocios que de Él los apartan. Este tal busca lugar secreto para que llore su ánima la ausencia de su amado, el cual sobre mar viene más presto que por tierra; y si sobre la mar de las lágrimas le enviamos el navío del corazón aparejado en que venga, luego es con nosotros, si no cesamos para que creciendo el agua se levante el navío del corazón, para que no tocando en la tierra vaya más seguro y venga, y juntamente con esto se refresquen y alimpien nuestros ojos con el colirio de las lágrimas para verlo desde lejos venir al puerto del recogimiento donde lo esperamos. Conforme a lo cual dice San Bernardo: Llore con abundancia quien halle tiempo de llorar; llore no sin afección de piedad ni sin alcance de consolación; piense que en sí mismo no puede hallar holganza, sino todas las cosas llenas de miseria y soledad; considere no tener bien en su carne, ni en el siglo malo haber otra cosa sino vanidad y aflicción de espíritu; piense que ni dentro de sí, ni debajo de sí, ni tampoco al derredor de sí, poderle ocurrir algún consuelo, para que de esta manera aprenda a buscarlo arriba y esperarlo de lo alto; llore entretanto plañendo su dolor; sus ojos derramen arroyos de lágrimas; sus párpados no tengan reposo, porque de verdad con lágrimas se purgan los ojos antes ciegos y se afila la vista para que pueda mirar la claridad de la serenísima lumbre.

Esto ha dicho este santo, y conviene muy bien al varón recogido que a sola la divina consolación se trabaja llegar, conociendo, según este santo ha dicho, que para la ver es menester lavarse primero los ojos del ánima con lágrimas, que son como aguas de nieve que descienden de lo alto, las cuales tienen tanta eficacia en este ejercicio del recogimiento, que bastan por maestro muy enseñado; en tal manera, que muchas personas con solamente llorar por hallar el tesoro que está en el recogimiento escondido han hallado muchas riquezas, y sin tener otra persona que les enseñe el camino por el mar de las lágrimas, han conocido que el Espíritu Santo las ha guiado por vía más derecha que nunca pensaron; porque cuando el ánima descansa de llorar es con ella lo que llorando buscaba, y se halla tan contenta, que claramente conoce haber cesado las lágrimas, porque cesó la ausencia del que las causaba; y conocen por experiencia aquello que el Señor dice (Lc 6,21): Benditos los que ahora lloráis, porque reíros habéis.

Acontéceles a éstos como al cielo, que antes que llueva está turbio y oscuro, todo amarañado y ciego; mas después que echa de sí el agua queda claro y descubierto, alegre y sereno, que parece reírse mostrando su hermosura, quitado todo impedimento. Así de esta manera los que lloran, según hemos dicho, por lavar sus ojos para ver espiritualmente a Dios, después de las lágrimas que han manado y descendido de las nubes de sus ojos que se abrieron, apártase del cielo de sus ánimas toda oscuridad y niebla de tristeza, quedando con tanta claridad interior, que les parece tener ánimas cristalinas y muy claras todas, penetradas con la divina claridad y llenas de aquel gozo de que dice Tobías hablando con Dios (Tob 13,16): Después de la tempestad haces, Señor, tranquilidad, y después de las lágrimas y lloro infundes gozo.

La tranquilidad y quietud del recogimiento causa el Señor y hácela de su mano en muchas personas que, considerando serles imposible por sus pocas fuerzas, causan en sí tempestad de fatiga y tristeza interior, por no poder alcanzar lo que desean, y por dar señal de este deseo lloran y derraman lágrimas, después de las cuales infunde el Señor gozo. Y llámase este gozo infuso, porque es de arriba, de donde se esperaba el favor, porque no tiene los sabores ni condiciones del gozo de la tierra, el cual se compara al punto por no tener profundidad con que entre en la conciencia del justo; ni altura, pues que en ninguna cosa es conforme al gozo celestial; ni tiene anchura, pues con nosotros no nace ni fenece, ca nos deja entrar y salir del mundo llorando, y solamente nos acompaña algún tanto de nuestra vida para que no seamos rectos; pues nuestro medio no conforma con los extremos, que son nacer llorando y morir llorando.

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MensajePublicado: Lun Ene 12, 2009 8:02 pm    Asunto:
Tema: Tercer Abecedario Espiritual, por San Francisco de Osuna
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CAPÍTULO III.

DE LOS QUE LLORAN POR EL ESPOSO



De los que lloran por la ausencia del esposo se dice aquello de los Cánticos (Cant 5,12): Tus ojos son así como de paloma sobre los arroyos de las aguas que están lavadas con leche y sentadas cerca de las corrientes plenísimas. Los ojos de las palomas son de sí mismos llorosos, y ellos casi nunca cesan de gemir por el mucho amor que en si tienen, porque no hay ave tan amorosa como la paloma y porque el amor de aquéstos es lleno de limpieza y no contaminado con las cosas terrenas, se comparan los ojos de ellos a los de las palomas blancas, que parecen estar lavadas con leche por ser tan blancas como ella. Onde así como las palomas blancas son más agradables y comunicables que las otras, así los que, encendidos por amor, lloran por haber la gracia del Señor, son a Él más agradables que todos los otros hombres y se les comunica; y los ojos de éstos se dicen estar sobre los arroyos de las lágrimas que derraman, porque no esperan ser en sólo llorar consolados, sino en cl gozo espiritual que después Dios les infunde como cosa que sobrepuja y vale más que las lágrimas; y dijo el Sabio que estas ¡alomas blancas estaban sentadas cerca de las corrientes plenísimas, denotando en el asiento la voluntad que los tales tienen de permanecer llorando hasta que el Señor los visite, y en las corrientes plenísimas nos da a entender las muchas lágrimas que derraman.

Según estas cosas, si tú, hermano, que comienzas a te dar al recogimiento, quieres aprovechar en el ánima el llorar, porque así como por mar de viento próspero favorecido irás más derechamente y más presto a Dios, como aquellos de que dice el profeta Jeremías (Jer 50,4-5): Andando y llorando se darán prisa y buscarán a su Señor Dios; preguntarán por el camino para Sión y aquí vendrán las caras de ellos y juntarse han al Señor con amistad sempiterna, que no se podrá olvidar. Sión quiere decir atalaya, y es la gracia del corazón que en su recogimiento se recibe, desde la cual podemos atalayar mucho conocimiento de Dios. A ésta hemos de ir con los pies del deseo y llorando como aquellos de los cuales se dice (Sal 125,6): Yendo iban y lloraban.

Los que van con solos los pies corporales van con el cuerpo, no yendo con el corazón; mas los que van con el deseo yendo por voluntad van también por obra; y porque estos pies del deseo son muy ligeros, dice Jeremías que los que así van se darán prisa a buscar a Dios, y por tanto van llorando para lo buscar, como la Magdalena, que llorando decía: Tomaron a mi Señor y no sé dónde lo pusieron.

El camino más derecho para Sión, que es la gracia de que nuestra letra habla, es el recogimiento; por esto los nuevos en él preguntan llorando; y a este negocio vienen las caras de ellos, que son los conocimientos, no entremetiéndose en las cosas mundanas ni curando de los conocer; antes aman la soledad para mejor y más sosegadamente llorar, y dicen a todas las cosas aquello del profeta Isaías (Is 22,4): Apartaos de mí, y lloraré amargamente; no curéis de me consolar.

El que busca la gracia celestial para curar su ánima, que sin ella esa Dios así como tierra sin agua, no ha de admitir cosa humana para que lo consuele, por que no pierda por lo poco lo mucho; y por esto dice el profeta que se aparten de él y no curen de lo consolar; y dice más: que sus lágrimas serán amargas, porque estas de los principios no se derraman sin trabajo, ni se derraman sin dolor de se ver hombre privado de lo que desea, que es juntarse al Señor con la amistad del recogimiento supremo, el cual, si verdadero es, apenas lo puede olvidar el que una vez lo gustó, y si después se condena, aun en el infierno tendrá gran lástima por lo haber perdido.

De estas lágrimas que habemos hablado dice el Señor (Mt 9,15): No pueden los hijos del esposo llorar mientras con ellos está el esposo. Aquí muestra el Señor que la presencia espiritual suya en el ánima hace que cesen las lágrimas; y podríamos volver casi al revés esta sentencia y decir: No pueden los hijos del esposo dejar de llorar, mientras no está el esposo con ellos; porque propriedad es de los buenos hijos desear con lágrimas la venida de su padre, como la deseaba José estando en Egipto (Gen 43,7), y el Señor enseñó a sus hijos la oración que comienza: Padre nuestro que eres, etc., cuya segunda petición es: venga, Señor, el tu reino, que es su bendita presencia por gracia recibida en nuestros corazones, la cual debemos con gran ansia desear y demandar cada día y cada hora.

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MensajePublicado: Lun Ene 12, 2009 8:04 pm    Asunto:
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CAPÍTULO IV.

DE LAS LÁGRIMAS DE LOS APROVECHADOS



Hay en esta vía del recogimiento algunos que se pueden decir aprovechantes o que tienen el segundo grado, los cuales, en recogiendo el corazón, no cesan de derramar lágrimas sin tener ellos intento a llorar, sino solamente a se recoger; de lo cual se siguen las lágrimas que sin gemido ni sollozo salen calientes del corazón y manan dulcemente por los ojos sin ruido interior ni exterior, porque aquéstos no piensan entonces cosas que los provoquen a llorar, mas solamente se trabajan de recoger el corazón, ni tampoco hacen ruido en lo de fuera, porque sin plañir ni hacer gestos salen estas lágrimas, que son figuradas en las amables aguas de Siloé (Is 8,6), que no debemos desechar, las cuales corren con silencio del corazón y de la boca y de todos los sentidos.

Acontéceles a estos que así lloran como a la alquitara, que por el fuego que recibe no cesa de gotear agua saludable y cálida sin ruido alguno ni pena. De esta manera, cuando viene la gracia del Espíritu Santo a poner fuego en esta nuestra tierra mortal, el alquitara del corazón se enciende, y por los caños de los ojos envía el agua de las lágrimas, figuradas en las aguas cálidas (Gen 36,24) que se hallan en la soledumbre del recogimiento del ánima.

De aquestas preciosas lágrimas, causadas por la gracia del Espíritu Santo recebido en el corazón, dice San Bernardo hablando con el Señor: ¿Cómo, Señor, sabremos cuándo obras en el ánima y qué señal nos das de tu venida? Por ventura los testigos de aquesta consolación y alegría y sus mensajeros son lágrimas y suspiros. Si así es, nueva contraposición es ésta y significación no usada; ca ¿qué conveniencia hay de la consolación a los suspiros, de la alegría a las lágrimas? Si, empero, éstas se deban decir lágrimas y no por mejor hablar abundancia superfluente de rocío interior enviado de arriba, y purgación del hombre exterior para muestra del alimpiamiento secreto de dentro, para que así como en el bautismo de los niños por el lavamiento de fuera se figura el secreto lavamiento interior del ánima, así aquí, por el contrario, primero es la purgación y lavamiento de dentro en el ánima que la de fuera en el cuerpo.

¡Oh dichosas lágrimas, por las cuales se purgan las manchas interiores, por las cuales se matan los encendimientos de los pecados!; benditos los que así lloráis, porque reíros heis.

En estas lágrimas conosce, ¡oh ánima!, tu esposo; abraza el deseado; embriágate ahora con el arroyo del deleite; saca leche del pecho de su consuelo y miel; éstos son maravillosos donecillos y consolaciones que te dio tu esposo, esto es, lágrimas y gemidos; trae para ti beber en estas lágrimas por medida; estas lágrimas son a ti pan de día y de noche, panes que ciertamente confirma el corazón del hombre y más dulces que la miel y el panal.

¡Oh Señor Jesús!, si en tanta manera son dulces estas lágrimas que se despiertan por tu memoria y deseo de ti, ¿cuán dulce será el gozo que recibiremos de tu abierta y manifiesta visión? Si tan dulce es llorar por ti, ¿cuán dulce será gozarse hombre contigo? ¿Mas para qué manifestamos en público estos secretos coloquios, para qué estas inefables afecciones nos trabajamos declarar por palabras comunes?

Los no experimentados no entienden estas cosas si no las leyeren más claramente en el libro de la experiencia, a los cuales la misma unción enseña; mas en otra manera ninguna cosa aprovecha al que lee la letra exterior; y muy poco sabrosa es la lección de la letra de fuera si el hombre no toma la glosa y el sentido interior del corazón. Esto ha dicho este santo, lo cual conviene mucho a las lágrimas de los aprovechantes en este ejercicio del recogimiento.

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MensajePublicado: Lun Ene 19, 2009 1:50 pm    Asunto:
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CAPÍTULO V.

DE LAS LÁGRIMAS DE LOS PERFECTOS



Los perfectos tienen otras más perfectas lágrimas, que se causan del gozo que reciben viéndose amados de Dios, y que les da en abundancia su gracia; lo cual considerando ellos, reputándose indignos de tantas mercedes, deshácense de gozo en unas lágrimas que parecen agua de ángeles, y se reducen al hacimiento de las gracias que hace el corazón de los tales a Dios derritiéndose en su amor, como el agua helada se deshace cuando recibe el rayo del sol cuasi haciéndole gracias, porque viene a le quitar su frialdad. De estas lágrimas, que son todas gozosas, está escrito (Tob 11,9): Comenzaron a llorar de gozo.

Estas lágrimas, que es un excesivo gozo, aquí en este tercer estado y perfecto recogimiento se comienzan, para se acabar en el cielo, donde quedará muy lleno el gozo, y la mano del Señor limpiará nuestras lágrimas, para que ninguna tristeza, ni rastro, ni sabor de ella se mezcle con el entero gozo; empero, ahora, así como en la tierra no tenemos fuego sin algún humo, así no tenemos tan apurada la gracia que con ella no lloremos siquiera por la tener en tierra ajena, do la podemos perder; y por tanto, si en esta peregrinación abraza nuestro corazón a Dios, gózase de gozo grande, que pasa en lloro por ser excesivo, y no tiene aún del todo segura el alegría; de lo cual parecen ser testigos las lágrimas, según se figura en el Génesis, donde se dice (Gen 46,29): Juntó su carro José y subió para salir al recibimiento de su padre al mismo lugar; y viéndolo, derribóse sobre su cuello, y mientras se abrazaba lloró.

El lugar donde salió José a recibir a su padre se llamaba Gesén, que quiere decir propincuidad o allegamiento, porque los perfectos varones que vienen al estado tercero de que hablamos están cercanos y muy propincuos a la vida eterna; empero, para llegar aquí a recibir al Padre celestial que viene a ellos muy proveído han de juntar el carro del inflamado deseo, donde subió Elías, juntando la rueda del entendimiento con la de la voluntad, para subir a lo alto; donde por humildad se derriban sobre el cuello, no alcanzando aún enteramente el pacífico beso de la boca que se da en el cielo a los hijos que no están peregrinos. Empero, José, que es el que mora en el Egipto de esta carne, aunque esté muy ensalzado sobre sus hermanos, ha de llorar entre los abrazos cordiales de su padre, siquiera porque está peregrino; lo cual basta para que su gozo no sea del todo cumplido, aunque por todas las otras partes tenga todo lo que desea.

¡Oh, pues, tú, hermano, quienquiera que seas!, por mucho que hayas aprovechado, no dejes las lágrimas ni las desampares; mira que es propiedad de solo el hombre llorar, y cuanto uno fuere más hombre debe más llorar; y aun, según dice San Agustín, cuanto alguno fuere más santo y más lleno de santos deseos, tanto será más abundoso su lloro en la oración.

¡Oh dichosas lágrimas!, que en vosotras padecen naufragio nuestros enemigos, en vosotras se ahogan los malos pensamientos y con vosotras se mata el fuego de nuestras malas codicias, y se lavan las manchas de nuestros pecados, y se remoja la dureza de nuestro corazón para se ablandar a Dios. Por vosotras va el navío de nuestro deseo muy presto a Dios, porque a las lágrimas nunca falta el aire del Espíritu Santo para las purificar y mover. En las lágrimas el pecador como culebra se baña, para que el cuero viejo de la vida pasada pueda más fácilmente dejar pasando por la estrechura de la penitencia. Vosotras sois bautismo que se puede reiterar, y sois consolación de las ánimas y pan del corazón. Vosotras borráis la sentencia dada contra nosotros, que con sangre se debería borrar si vosotras faltásedes, que también sois colirio para untar los ojos enfermos de los pecadores, y agua bendita contra el demonio, al cual vencéis y alegráis a los ángeles e inclináis a Dios y a los hombres y matáis el fuego del infierno para que allá no se quemen los que aquí lloran.

Si quieres, ¡oh ánima mía!, que la tierra estéril de tu carne te dé fruto, riégala con lágrimas, porque escrito está (Sal 125,5) que los que siembran en lágrimas con gozo han de coger; y si quieres que el árbol de tu cuerpo fructifique, plántalo cerca del corrimiento de las aguas de tus ojos, y en su tiempo dará fruto (Sal 1,1), siendo prosperadas todas las cosas que hiciere; y si quieres tú ser morada de Dios, has de tener a la puerta de tus ojos el agua de las lágrimas, para que, lavándote allí, puedas entrar al altar del holocausto que es tu corazón; porque así como no pasaron los israelitas a la tierra de promisión sin pasar por el mar y por el Jordán (Ex 14,16; Jos 3,16), así no podrás tú llegar a la perfección sin primero tener lágrimas amargas por tus pecados y dulces por deseo del Señor; donde, como otra Axa (Jue), debes pedir con suspiros de corazón a tu Padre celestial el regadío inferior y superior.

Y si quieres ser elevado de la tierra en alteza de contemplación como arca de Noé (Gen 7,17), hanse de multiplicar en ti las aguas, rompiéndose en tu corazón las fuentes del mar, que son las llagas de tu esposo Jesucristo; y hanse de abrir en ti los caños del cielo de la divinidad, para que así tengas entera abundancia de santo diluvio en que te salves; porque así lo tenía la esposa, que se llama en los Cánticos (Cant 4,15) pozo de aguas vivas que corren con ímpetu del monte Líbano. Pozos de aguas vivas tienes cuando derramas lágrimas por la humanidad de tu esposo Cristo; empero, si quieres que este pozo de por cima se haga fuente que salte hasta la vida eterna (Jn 4,14), procura que venga a ti el ímpetu del monte Líbano, que son las lágrimas derramadas por su divinidad.

Si quieres que tu oración sea de Dios oída, haste bautizar primero, como otra Judit (Jdt 12,7), en la fuente de las lágrimas, y así podrás suplicar a Dios seguramente que enderece a sí mismo tu camino interior; y si quieres que tu conciencia, ¡oh ánima mía!, sea huerto del Señor, mira que no ha de ser seco; y por tanto te conviene tener en él la fuente abundosa de las lágrimas, para que esté más florido y fresco.

Acuérdate que, si tú has de ser paraíso abreviado del Señor (Gen 2,8-10), has menester que del lugar de tus deleites, que es Dios, salga el río de las lágrimas, no teniendo en deseo a otra cosa sino a solo Él; el cual debes comprar por lágrimas derramadas por sólo su amor, que es la verdadera gracia que nuestra letra te amonesta que demandes con las armas de las lágrimas. La ira arma las manos contra el enemigo, y la humildad arma los ojos de lágrimas contra Dios, que es tan tierno que se queja ser herido con el mirar de los ojos (Cant 4,9), mayormente si los ve todos bañados en lágrimas por solo Él.

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MensajePublicado: Lun Ene 19, 2009 1:53 pm    Asunto:
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CAPÍTULO VI.

DE LA GRACIA QUE PEDIMOS, Y COMO SE COMPARA AL ÓLEO



Cuanto a lo segundo que propuse, que es hablar de la gracia que nuestra letra nos amonesta demandar, has de saber que este nombre gracia en la Escritura significa muchas cosas, porque en su manera todas las cosas son gracia; así el supremo Señor, cuya cara es llena de gracias, como las cosas que graciosa y voluntariamente crió, y ninguna de ellas dejó sin le dar alguna gracia o virtud, para que de esta manera no solamente fuesen todas las cosas en su manera obligadas a Dios, porque graciosamente les dio el ser, mas que también le fuesen deudoras por las haber dotado de diversas gracias, según la capacidad de su poder recibir; y lo que más admiración pone a los que miran en ello, es que así está el Señor siempre pronto a dar gracias como si ninguna hubiese dado; y Él mismo nos provoca en el Evangelio a demandar, y no dice qué gracias habemos de demandar; porque como en Él están todas las gracias y toda la plenitud de ellas, y en nosotros están todas las necesidades y faltas, presupónese que cada uno demandará lo que sintiere menos tener, y según esto no señala nuestra letra lo que debas demandar, sino con un general nombre te amonesta que demandes la gracia.

Y llámase gracia toda merced que Dios nos hace, puesto que principalmente se llama gracia la que hace al hombre que sea agradable a Dios; y es una forma, o don, o hábito, o disposición, o cualidad o influencia divina que sólo Dios cría en el ánima de sus amigos, para que por esta gracia sean de él amados y sean apartados de los otros.

Esta gracia es así como divisa o señal con que se conocen los que son del bando del príncipe de la gloria Jesucristo, por los merecimientos del cual cría Dios esta gracia en el ánima de los fieles; y si esta soberana gracia que tanto hemos menester se dice que hace agradables a los que la tienen, también de parte de Dios, al cual los hace agradables, se puede decir gracia graciosamente dada, pues Él la concede sin nuestros merecimientos, aunque no sin los de Cristo; en respecto de los cuales ninguna gracia hay graciosamente dada, sino aquella pura gracia con que el hombre fue unido a Dios. Mas esta gracia de que hablamos, que es muy necesaria para que podamos obrar cosas dignas de vida eterna, principalmente se dice hacer a los hombres graciosos a Dios; y por consiguiente también las obras de ellos, las cuales no pueden agradar ni ser graciosas si ellos primero no lo son, mediante la gracia sobredicha, que también hace a los hombres graciosos; esto es, que obren graciosamente y no como jornaleros. Porque si graciosamente recibimos de Dios la gracia, que por eso se dice gracia, porque se da graciosamente, mucha razón hay que nosotros demos a Dios nuestras obras graciosas y que no le vendamos lo que es suyo; pues que es suyo el árbol de la gracia, no le vendamos la fruta de sus obras, pues lo uno y lo otro más es por su industria que por la nuestra.

Onde, según dice San Jerónimo, no quiso Dios hacer al hombre tan libre que fuese en su mano salvarse sin tener primero el favor de esta gracia, porque redundara en injuria del mismo Señor en hacer dar cuasi por fuerza el reino de los cielos; y también fuera ocasión de contumacia y poca sujeción que nuestro libre albedrío tuviera a Dios, si sintiera que cada hora y para cada cosa no había menester su gracia, que es un gracioso don que nos hace todos graciosos a su Majestad, y que de gracia nos demos todos a Él y Él a nosotros.

Y has de notar que nuestro Señor quiere que lo sirvamos graciosamente y de balde; y esto no es por no pagarnos, sino por tornarnos a dar cosas mayores; ca el que vende solamente es digno del precio tasado que vale lo que da; mas el que graciosamente concede todo lo que tiene, hácese digno de todo lo que tiene el que recibe; y esto es lo que Dios quiere por dársenos todo, si graciosamente mediante la gracia le servimos, porque así son nuestras obras meritorias de gloria, no por sí mismas, sino por la gracia con que están señaladas.

Onde así como el dinero de bajo metal no valdría la cosa que dan por él, sino por el cuño que tiene, así nuestras obras principalmente valen por el cuño de la gracia y no por sí mismas, porque son de muy bajo metal; y aunque esta gracia sea una y la misma con la caridad, según los que mejor sienten, empero, por los muchos efectos que obra en nuestra ánima se compara en la Escritura a muchas cosas; ca se llama espíritu nuevo, porque renueva el corazón del hombre, y fuego, porque gasta los pecados, y unción que sana las llagas espirituales, y luz que da claridad en el entendimiento, y virtud que conforta nuestra flaqueza, y fuente que mata la sed de nuestra ánima, y hacha encendida que nos inflama en el amor de Dios; y llámase paz que aplaca y pone tranquilidad entre la sensualidad y la razón, y rayo muy claro que infunde el sol de justicia en las tierras.

Ítem, llámase también la gracia que nos hace agradables a Dios pan de cada día, porque siempre la hemos menester, y llámase trigo porque da seguridad del hambre que está por venir. Llámase también río que sale del lugar del deleite, porque sale de Dios para deleitar nuestras ánimas; llámase nube que nos antecede, por la templanza que nos causa, y porque nos es guía se llama columna de fuego que alumbra nuestra noche; y llámase diamante por nos atraer a Dios y a las cosas celestiales, y es agua limpia por la mundicia que causa en nosotros, y llámase mano de Dios porque con su gracia nos levanta, cuando caemos, como con la mano.

Es una simiente espiritual que secretamente arraiga en el ánimo, y Dios le da crecimiento; es vino, porque alegra el corazón del hombre y lo hace olvidarse de sus fatigas; y llámase lluvia porque empreña la tierra de nuestro corazón para que dé fruto abundoso de buenas obras. Llámase vida del justo, porque así como el ánima da vida al cuerpo, así la gracia da vida al ánima.

Es anillo con que se desposa el ánima con Dios, y panal en que viene a nos la dulcedumbre divina, y estola primera con que se adorna el hijo que se torna a su padre, y vestidura rica con la cual vestidos nos admiten a las bodas del cordero, y sin ella nos desechan; es calzado de la hija del príncipe, que es nuestra ánima, con que los pies de sus deseos se guardan limpios del polvo de las cosas terrenas para mejor subir a las celestiales; y llámase rocío celestial que si entra en el ánima, que como concha se debe abrir para le dar entrada estando en la orilla del mar de este mundo, engendrará dentro en ellas piedras preciosas de muchas virtudes, como lo hace el rocío.

Ítem, es flor hermosa el ánima donde está y muestra que por ella se ha de seguir el fruto de la gloria celestial; es llave del cielo, la cual hemos de llevar si queremos entrar dentro; es nave en que pasamos seguros el mar de este mundo y nos lleva al puerto de la salud; llámase también la gracia que nos hace gratos a Dios óleo; y dejando las prolijas razones por que esta gracia tiene los nombres que hemos dicho, en este postrero nombre me quiero detener algo; donde la primera causa por que la gracia se llama óleo es porque desciende de Cristo nuestro Redentor, cuya plenitud recibimos todos, el cual se llama oliva fructífera (Jer 11,16) en la casa de Dios, que es la Iglesia; y el fruto que esta oliva da es gran abundancia de muy gracioso óleo, que es la gracia por el óleo figurada, el cual infundido sobre las llagas del samaritano (Lc 10,34), que es cualquier pecador, luego lo sana.

Con este óleo mandaba el Señor a los suyos que untasen los enfermos (Mc 6,13) y sanaban de cualquier enfermedad; porque mediante los méritos de los santos apóstoles daba el Señor a aquéllos su santa gracia, y del ánima y aun del cuerpo eran sanos, por que el efecto interior se manifestase por lo que de fuera parecía.

Tiene también el óleo virtud para tornar dulces las cosas amargas, como parece en las yerbas que con él se guisan, y así la gracia quita el amargura a las tribulaciones; y, por tanto, entre los otros beneficios que Dios hizo a Jerusalén dice (Ez 16,9) que le dio a comer óleo, notificando en esto que le dio gracia para sufrir las tribulaciones dulcemente, lo cual no es pequeño bien.

Otra propiedad tiene el óleo que también conviene a la gracia, y es que consagra los varones constituidos en dignidad; y así la gracia consagra a Dios los varones justos, onde de este óleo de la gracia está escrito (Eclo 45,1Cool: Ungiólo con óleo santo.

Tiene también el óleo de la gracia virtud de henchir de gozo las ánimas de los contemplativos, según aquello que dice David a Dios (Sal): Engrosaste, Señor, en óleo mi cabeza, esto es, la parte superior de mi ánima. Y porque la gracia tiene virtud de engendrar nueva mente los hombres a Dios, se llaman en Zacarías los santos hijos del óleo (Zac 4,14), esto es, de la gracia que los engendra al Señor espiritualmente. Y así como el óleo anda sobre todos los otros licores, así la gracia de que hablamos tiene primado sobre todos los otros dones y virtudes y bienaventuranzas y frutos del Espíritu Santo; ca si la gracia que nos hace gratos a Dios no sobreviene, no nos podemos salvar por mucha abundancia que de todo lo otro tengamos; porque así como ninguno, por buen maestro que sea en alguna arte y por muy ejercitado que esté en ella, no puede obrar sin instrumento que le dé favor, así, por muchas virtudes y gracias otras que tenga un hombre, no puede hacer obras meritorias de vida eterna si no sobreviene la gracia de que hablamos para proporcionar su libre albedrío con las cosas sobrenaturales y dar eficacia a sus obras, según la cual sean meritorias de vida eterna.

Hállase también otro efecto en el óleo, y es que libra de la muerte, según parece en Ismael (Jer 41,Cool, que no mató a los que tenían en el campo tesoro de óleo y de otras cosas, figurando que el demonio no puede cosa alguna contra los que tienen la gracia en el campo de su conciencia.
Y libra también el óleo de la gracia a los que somos deudores a Dios, según se figura en el óleo de la viuda (2 Re 4,7), que es la gracia del ánima mísera, que, vendida en buenas obras, nos libra de la deuda y cuenta que Dios nos ha de tomar.

Tiene también la gracia virtud de alumbrar el entendimiento humano, y por tanto con mucha razón se figura en el óleo con que era alumbrado el tabernáculo de Dios (Ex 27,20), que es el ánima fiel. Y porque todas nuestras obras deben ser hechas en gracia, mandaba Dios que en el sacrificio cotidiano le ofreciesen óleo (Num 28,4).

Si quieres, pues, ¡oh ánima mía!, salir dignamente a recibir el esposo (Mt 25,3-4), recibe primero con aparejo el óleo en el vaso de tu corazón, para que puedas seguramente salir de esta morada terrena con las vírgenes prudentes, y ser admitida a las bodas eternas del cielo, a las cuales sin el verdadero óleo de la gracia no podrás entrar; y si dices que no está en tu mano haber este óleo, haz como el enfermo que lo demanda cuando se quiere morir, y aquello basta para que a lo menos reciba la virtud del sacramento; y acuérdate que cada día morimos, pues cada día pecamos; y, por tanto, no ceses de demandar con lágrimas, según te aconseja nuestra letra, aqueste óleo de la gracia, porque muy presto vendrá a ti la paloma (Gen 8,9), que es el Espíritu Santo, y traerte ha no solamente el óleo de la gracia, mas la oliva, que es Cristo, con las hojas verdes, para que, si lo plantares en ti, quede por el amor preso y lo riegues con el agua de que primero hablamos, que son las puras lágrimas, para que vaya en ti creciendo de bien en mejor; y si el demonio te diere a beber alguna ponzoña de tentación fea o pecado, ten aviso para luego demandar a Dios con lágrimas el óleo de su gracia; porque con el tal óleo luego serás guarido y libre, desechando de ti lo que te era nocible y dañoso.

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CAPÍTULO VII.

DE OTRAS MANERAS DE GRACIA



Has también de notar que, allende de la gracia ya dicha, hay otras muchas gracias que se llaman graciosamente dadas de Dios, con las cuales El no se da, sino con la que primero hablamos; empero ordénense todas en cuanto en sí es para la primera, que es la suprema y más excelente de todas; y no las debemos menospreciar aunque con ellas no se dé Dios, porque harto es que nos las dé Él y que nos las dé para que mejor lo busquemos y para utilidad de la Iglesia y para otros muchos bienes que de ellas se siguen; de las cuales por ser muchas no entiendo hablar, sino decirte que la gracia que hace al hombre grato a Dios se da principalmente para utilidad de la misma persona, y la gratis dada se dirige por la mayor parte para utilidad de otros.

Y puesto caso que en la Escritura se halle muchas veces la segunda gracia sin la primera, que es mejor, empero las más veces se halla junta con ella; porque, aunque Dios da graciosamente a todos, más da a los que lo aman que no a los que son enemigos suyos. Por eso procura la primera y podrás tener muchas de las otras.

Y entre la primera y las otras hay esta diferencia: que la primera se esconde en el ánima y los que la tienen no la conocen, y las otras se manifiestan y luego se dan a conocer; y quiso el Señor dejar la primera en celada, muy escondida, por dos cosas: la una, por que no recibiésemos vana gloria viéndonos con ella tan medrosos y prósperos; ca debes saber que más vale la primera gracia que todas las otras juntas, y para nosotros vale más que todo lo criado. Onde más rico está el que la tiene que si tuviese todas las gracias gratis datas, y junto con esto le fuese dado todo poder en el cielo y en la tierra y en el infierno; sola ella pesa más que todo esto junto; porque, según dice el Sabio (Prov 3,12-20), todas las cosas que se desean no se pueden comparar con la primera gracia; ca mediante ella y con ella se da el Señor de todas las cosas, al cual comparados los ángeles son arenillas del mar, y los cielos comparados a Él son pelotas de viento, y los hombres son polvo menudo de la tierra.

La segunda razón por que la primera gracia nos es escondida y secreta es por que no cesemos de trabajar ni cesemos de la demandar al Señor con lágrimas, para que así nos sea cada día acrecentada, y no sabiéndolo seamos de cada día más ricos. Y debes notar que, pues la primera gracia de que hablamos te es tan necesaria y no sabes si la tienes, lo que has de anteponer y primero demandar a Dios en todas tus peticiones ha de ser ella; porque de otra manera sería buscar enforro no teniendo paño para el sayo, y sería sembrar sobre polvo muy seco y fundar sobre arena floja. Por tanto, acuérdate que todas tus lágrimas y oraciones y sacrificios y todo el bien que hicieres sea principalmente por que el Señor tenga por bien de te enviar su santa gracia, para que seas agradable a su Majestad, y sobre esto demanda lo que más hubieres menester para mejor le servir.

Según esto, síguese que los predicadores, cuando piden en las salutaciones la gracia del Espíritu Santo, aunque ahí parezca demandar la gracia de las lenguas y del bien predicar, que son gratis datas, empero han de tener aviso en sus corazones para que sea su intención demandar primero la gracia que los hace gratos a Dios, y junto con ésta demandar la que los hace gratos a los hombres, que es la gracia del bien predicar, para tornar a referir a Dios, como el que recibe la pelota la torna a referir al que primero la echó. Si de esta manera lo hacen, acertarán, y si de otra, pervertirán la orden de las cosas.

Los que se dan del todo a este santo ejercicio del recogimiento reciben del Señor muchas maneras de gracia, cada uno en su manera y según su capacidad o merecimiento y según los aparejos que hacen para la recibir; y no tan solamente se reciben en él innúmeras gracias, mas también acrecentamiento de ellas; y comiénzase también a recibir en este ejercicio la gloria que se llama gracia consumada, según aquello del Sabio (Prov 4,9): Dará a tu cabeza aumento de gracias y cubrirte ha con corona ínclita.

Nuestra cabeza espiritual, según dice la glosa, es lo principal de nuestra ánima y lo más alto, donde se suben los que verdaderamente se recogen para recibir allí aumentos de gracia. Dice aumentos, porque el subir allí es gracia que Dios nos hace dándonos la mano, y después da muchos aumentos para subir al Señor, del cual en grande confianza se recibe la corona como título del reino que nos está prometido.

Según esto de la corona, conocí yo dos santos varones muy dados al recogimiento, sobre cuyas cabezas aun en la vida presente se vieron las coronas que ahora tienen en el cielo, y fue de esta manera: que, saliendo el uno en una procesión, llevaba una alta cruz, encima de la cual se vio un ángel que tenía en la mano una corona; y siendo en espíritu preguntado para quién era tan preciosa joya, respondió que era para aquel que llevaba la cruz, dando también en esto a entender que todos los que llevan la espiritual cruz del Señor, que es el recogimiento, donde como con tres clavos se afijan nuestras tres potencias con Dios, recibirán la corona por los méritos de aquel que en la cruz está de espinas coronado.

El otro santo, estando a la muerte, quejábase que no podía recoger su corazón, doliéndole más aquello que la enfermedad; y el día que murió fue vista, antes que muriese, sobre su cabeza una muy hermosa corona, que maravillosamente adornó su venerable cabeza e hinchó su cara de hermosura, y el que la vio díjolo para honra de Dios y de su siervo, que ya era defunto; y dijo que la vio con los ojos del ánima, no usando por entonces de los corporales, aunque muchas veces los había lavado con lágrimas, y tales que bastaron para esclarecer los ojos de su ánima, con que vio la gracia del otro.

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UNDÉCIMO TRATADO


NOS AMONESTA QUE TRAIGAMOS A DIOS EN NUESTRA MEMORIA, Y DICE: MEMORIA TEN DE CONTINUO, Y LLAMA A DIOS CON SUSPIROS



CAPÍTULO I



Los que tienen por costumbre de hacer las cosas contra razón, también suelen entender las amonestaciones y sanos consejos al revés, porque no quieren entender para bien obrar, sino para mal; y, por tanto, se trabajan de pervertir aun las muy manifiestas doctrinas a su mala costumbre; hacerles que quieran decir lo que ellos hacen, por no hacer ellos lo que ellas dicen, como quien tuerce la regla para la conformar a sí, y no se endereza a sí para se conformar con ella.

De esta manera podrían decir los que dejaron riquezas en el siglo, y después por otras vías se trabajan de tornarse a ellas, o les pesa por las haber dejado, que las tienen siempre en la memoria y suspiran a Dios para que los restituya en lo que perdieron, y que así les parece cumplir el consejo de esta letra.

Otros hay que tienen siempre en la memoria las injurias recibidas, y casi nunca piensan otra cosa; mas revuélvenlas muchas veces en el corazón, agraviando la malicia de su contrario, y mirando la inocencia propria enciéndese más en ellos el deseo de la venganza, y suspiran a Dios suplicándole que haga justicia.

También hay otros tan malos que, habiendo por obra dejado los deleites, no los dejan por corazón, mas guardan, como los hijos de Israel (Num 11,4-6), la recordación de ellos en la memoria, y con suspiros ruegan a Dios que vuelvan los primeros tiempos para tornar a las cosas pasadas, y trabajan por vías secretas de se recuperar y restituir en lo que ya dejaron, volviendo siquiera la cabeza del deseo a ello, como la mujer de Lot (Gen 19,26), y tráense como Raquel los ídolos, que son las figuras de los deleites, guardadas en la memoria.

Éstos, aunque parezca en sus palabras que llaman a Dios, si miras el son con que las dicen y sus intenciones, conocerás claramente que llaman al demonio; y si suena Dios en sus palabras, será para mal de ellos, porque no quieren tomar el consejo que les da en el salmo, diciendo (Sal 44,11-12): Oye, hija, y ve e inclina tu oreja y olvida tu pueblo y la casa de tu padre; y deseará el rey tu hermosura, porque él mismo es tu Señor Dios, y adorarlo han.

El pueblo que debemos olvidar es el ayuntamiento y congregación de los vicios, apartándonos de ellos por buenas obras; y también quiere el Señor que olvidemos la casa del mal padre, que es el demonio; y esta casa es la depravada imaginación, donde el demonio tenía puesto todo su ajuar, haciéndola como cosa de impresión, porque allí ponía él en molde todas sus obras para que saliesen a lo público de obra; y su mal pueblo, que son los hombres viciosos, viesen a la clara lo que había hecho en secreto; por que el ánima olvide todo esto, le es prometido que será del Rey eterno Dios suyo deseada; no solamente recibida de él, mas deseada.

Y para que veamos que este deseo en Dios es verdadero y no fingido, grande y no pequeño, se alaba en este verso la hermosura del ánima fiel para que se conozca que con razón el Señor la desea; y como aquello tengamos más en la memoria que más deseamos, síguese que el Señor tiene de continuo memoria del ánima que lo ama; y aun Él mismo la llama, cuasi con suspiros, según aquello del salmo (Sal 136,5-6): Si me olvidare de ti, Jerusalén, sea mi diestra dada a olvido; mi lengua se me junte al paladar si no me acordare de ti y si no te pusiere en el principio de mi alegría.

La espiritual y pacífica Jerusalén es el ánima dada al recogimiento; y ésta, por corresponder a Dios en los servicios según las mercedes que recibe, no debe olvidar al que con tan amoroso juramento dijo que no la olvidaría; y no solamente lo debe poner como principio de su alegría, mas a El solo debe desear y suspirar siempre por él; lo cual nos amonesta la letra presente, diciendo: Memoria ten de contino, y llama a Dios con suspiros.

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MensajePublicado: Lun Ene 19, 2009 2:08 pm    Asunto:
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CAPÍTULO II.

DE COMO DEBEMOS TRAER OCUPADA NUESTRA MEMORIA



Dos cosas se tocan en esta letra muy favorables al recogimiento; de las cuales diremos por orden, según en ella se contiene. Y comenzando de la primera parte de ella, es de notar que nos amonesta tener siempre memoria, esto es, tener la memoria ocupada; y no es maravilla que diga continuamente, porque nuestra memoria es de tal condición, que, aunque la queremos desocupar, ella misma se ocupa en lo que no queríamos. Y no señala esta primera mitad de la letra qué sean las cosas de que debamos tener memoria, porque son muchas, y también por reprehender los olvidadizos y los que no guardan su memoria para algún bien.

Onde hay algunos hombres semejantes a los animales llamados linces, que, según dice San Jerónimo, no se acuerdan sino de lo que tienen delante, y, vueltas las espaldas, olvidan todo lo que no ven; así hay algunos hombres que llamamos bausanes y abobados, que de descuidados traen la boca abierta para las moscas; de los cuales dice Séneca que pierden la vida, pues no piensan en las cosas pasadas.

La vida del siglo es la memoria de los sabios, porque en ella viven las cosas que ya son muertas; y es el lugar donde está el tesoro de los que saben, y arca de la verdad, y libro vivo del hombre, y vientre donde nuestra ánima guarda sus hijos por que no se los mate el olvido, que, según San Gregorio dice, es una manera de muerte que hace que no sea en la memoria lo que antes era; así como la muerte hace que no esté en la vida presente lo que mata; donde, porque en Dios no puede caer olvidado, dice San Pablo (1 Tim 6,16) que sólo El tiene inmortalidad, teniendo siempre su eterna memoria aquella infinita noticia engendrada de su entendimiento, en la cual todas las cosas viven, nunca jamás olvidándose; porque allí mejor que en dechado están las ideas de todas las cosas y las razones seminales de todo lo posible; en tal manera que, aunque la cosa muera en sí mismo, no muere en la memoria de Dios; mas siempre están en ella todas las cosas registradas y muy conocidas según son, para que allí como en perfecto libro de la vida lean los ángeles lo que Dios quiere que sepan. En aquel solo libro se halla ciencia de los individuos, porque allí son inmortales, participando de la inmortalidad que sólo Dios tiene; al cual y por el cual y en el cual todas las cosas viven.

No seas, pues, tú, ¡oh hombre que eres imagen de Dios!, tan olvidadizo que parezcas imagen contrahecha y muy al revés de aquello que representa; porque si en Dios todas las cosas viven y en ti todas las cosas mueren, seréis muy contrarios. No seas como el estómago enfermo, que no retiene manjar; porque, si es así, poca será tu vida espiritual no reteniendo en el estómago de tu memoria el manjar de la buena doctrina. No seas como cuba mal atada, que retiene lo peor.

A los que han dejado el mundo se da por consejo de mucha utilidad que tengan continuo memoria de aquel día que, por obligación a mayor virtud, se apartaron de la vida mundana; y hagan cada día conmemoración del santo que se celebró el día que ellos votaron mayor perfección, para que se acuerden de se conservar tales cuales estaban entonces y resucitar cada día en sí el propósito que entonces tenían, y placerles de haber dejado el mundo para tornar de nuevo a merecer. El que hiciese esta memoria crecería de virtud en virtud y acrecentaría merecimientos delante de Dios y cumpliría el consejo del mismo Señor que dice (Ex 13,3): Acordaos de aqueste día en el cual salistes de Egipto y de la casa de la servidumbre, porque el Señor os sacó de aqueste lugar en mano fuerte, para que no comáis pan con levadura.

Mucha razón hay que tengamos memoria de aquel dichoso día en el cual quiso el Señor sacarnos de la casa de la servidumbre, que es la costumbre y continua ocasión de pecar, donde se sirve el demonio no sin fatiga grande de los que lo sirven; y dejando el Señor en ella a muchos, quiso elegir para sí a nosotros por su sola gracia, y no porque nosotros lo servimos mejor que lo sirvieran los que allá quedaron, si también los sacara.

Dice también que nos sacó en mano fuerte; porque, si bien miramos en ello, entonces teníamos más recia e infatigable la mano derecha, con que obramos las cosas de virtud, la cual por nuestra culpa pierde su fortaleza de cada día; empero remediarlo hemos si de ello nos acordamos.

Lo último que dice es que nos sacó para que no comiésemos pan con levadura, que es la obra del mal deleite; ca toda obra que hacemos es pan nuestro y de nuestra cosecha; empero no ha de llevar levadura, porque entonces corromperse ha la masa de nuestra operación y tornarse han nuestras costumbres a la levadura vieja, que son las malas costumbres que dejamos; y así no seremos diferentes de lo que éramos primero, antes tanto peores cuanto peor parece el paño muy vil junto con el hermoso carmesí.

Onde, por evitar esto, debes tener continuo en la memoria aquel día en que te vestiste el hombre nuevo, para que así te conserves mejor en el buen deseo que entonces tenías. Piensa que de aquel día en que dejaste el mundo te es dicho aquel refrán: El buen día mételo en tu casa. Si te contemplas cual entonces estabas, hallarás que nunca mejor estuviste; y por tanto debes meter aquel día en la casa de tu conciencia, por continua memoria de él, para en esto te gozar y alabar al Señor, que hizo aquel día bueno para ti, y de esta forma merecerás, cada vez que de él te acordares, tanto cuanto entonces mereciste.

Los que son devotos de la sagrada pasión del Señor débenla tener continuo en la memoria, porque en esto se parecerá la devoción de ellos, y no en hablar de la tal devoción, porque no hay duda sino que el más devoto de ella la tiene más en la memoria, como cosa más amada; conforme a lo cual dice el bienaventurado San Bernardo: Cualquiera que tiene el sentido de Cristo sabe cuánto aprovecha a la cristiana piedad y cuánto convenga al siervo de Dios y le sea útil, a lo menos alguna hora del día, recolegir más atentamente los beneficios de su pasión y redención para gozar de ello suavemente en su conciencia, y fielmente en su memoria guardarlo, lo cual es en espíritu comer el cuerpo de Cristo y beber su sangre en su memoria, según Él lo mandó (Lc 22,19).
Esto dice San Bernardo escribiendo a los monjes del Monte de Dios, los cuales eran tan perfectos que el santo los compara a los santos padres antiguos del yermo, y dice haber en ellos resucitado los otros. Por tanto, a tan perfectos varones como allí estaban, poca perfección es pensar cada día una hora en la pasión del Señor, como diga el mismo santo, que en sus principios siempre la traía entre sus pechos; y ahora en nuestros tiempos, donde toda la perfección espiritual va de caída, aun es cosa común en muchas partes tener los religiosos dos horas de oración.

Empero es de notar que no da San Bernardo este consejo para que sea como ejercicio total y principal a los monjes que escribía, porque en más tenía él la memoria de Dios que a los recogidos conviene, que no alguna de las memorias ya dichas aunque sean buenas. Empero, la memoria de Dios, como cosa principal, no señala tiempo para sí, queriéndolo ocupar todo, lo cual debemos tener más continua que otra ninguna, como cosa muy mejor y más convenible a los que siguen este santo ejercicio del recogimiento. Lo cual quiso sentir el mismo San Bernardo, gran seguidor de este negocio, cuando a los mismos monjes dice antes de lo ya dicho (1 Tim 4,8-10): La piedad que a todas las cosas vale es la continua memoria de Dios; y la continuada obra de la intención a la inteligencia de ella una no cansable afección en el amor de él, para que jamás ningún día ni hora halle al siervo de Dios sino en el trabajo del ejercicio y en el estudio de aprovechar, o en la dulcedumbre de la experiencia o en el placer del gozar.

En estas breves palabras ha declarado bien este santo qué cosa sea la memoria de Dios y cuán provechosa y cuán continua deba ser, y digo que lo ha declarado a los que la han usado, a los que tienen de ella alguna noticia, a los que se trabajan por tener memoria de Dios siempre, como nuestra letra lo amonesta.

Para si pudiéramos declarar qué sea este ejercicio de acordarse el hombre de Dios, has de notar que, según dice San Ambrosio, en la ausencia del bien pasado y esperanza del por venir sola la memoria da remedio; y pone ejemplo en nuestros padres, los cuales después del destierro, para templar sus fatigas, tenían por remedio y solaz acordarse de las aguas de Sión y de las armonías que hacía el aire en las arboledas del paraíso terrenal, y del árbol de la vida, y de las lindezas que el sol mostraba reverberando en los cuatro ríos, y de la inocencia y justicia original, y de la obediencia que les cantaban todas las criaturas inferiores; y así hacían los hijos de Israel, que daban por bien el trabajo pasado acordándose de la tierra prometida y de su deleite.

De estas cosas que son visibles fácil cosa era acordarse, porque las habían visto y las tenían casi impresas en la memoria; mas como Dios sea invisible y nunca lo haya hombre visto y no sea imaginable, cosa es dificultosa acordarse la persona mucho de Él; empero, como sean sus excelencias muchas y sus divinas propriedades, mediante ellas podríamos tener de él memoria; la cual, según un santo doctor dice, valdría mucho para despertar nuestro dormido amor, porque las cosas que son de la divinidad según a sí mismas mueven mucho el amor y la devoción nuestra acerca del Señor. Y por esta vía podríamos tener casi en todas las cosas memoria de Dios, si atribuyésemos a Él más que a las mismas cosas las operaciones que ellas hacen, y pensásemos sernos hechas del mismo Dios, pues que según su verdad lo son, para cuya breve declaración has de notar que sin leña tú no te podrías calentar haciendo frío, aunque de verdad la leña no te cause el calor, sino el fuego que se emprende en ella, el cual más verdaderamente causa el calor que no la leña.

Por aquí puedes investigar más espiritualmente que, aunque te dé refrigerio el agua, más te lo da Dios que no ella; porque sin Él no te podría dar refrigerio, así como la leña no te podría calentar sin fuego. De esta manera has de entender o contemplar que más te abriga Dios que no la ropa que traes vestida; pues que ella no te abrigaría si el Señor no obrase con ella; y más te alegra Dios y deleita tu oler que no la hermosura y suave olor de las flores, y más te mantiene Dios que las viandas, y Él da firmeza a la tierra para que te sustente y juntamente con ella te sustenta; ca menos te sustentaría ella sin Dios que te calentaría la leña sin fuego que la encendiese.

Ni por eso has de pensar que Dios es forma de las cosas, aunque según verdad sea más necesaria su cooperación a las cosas para que obren que no la forma a la materia para que tenga ser. Si en todas las cosas particulares pensases lo ya dicho, podrías tener memoria de Dios continua; pues continuamente usas de las cosas y en todas ellas obra Dios; así que con el pan más te mantiene Dios que el pan, y con el vino te da Dios más fuerza que no él, y con la miel te da Dios más dulcedumbre que no ella, porque la miel sin Dios no sería dulce, y Dios sin ella lo es.

Onde, pues tienes memoria continua de las cosas que has de comer y vestir y de otras cosas que has menester, más la debes tener de Dios, que con todas estas cosas obra todo lo que tú de ello has menester; y tú no miras en ello aunque casi cada vez que bebes el buen vino de tu tinaja te acuerdas de la viña o majuelo que lo lleva, sin el cual aquel mismo vino no tuviera ser; y no tienes memoria de Dios, sin el cual no solamente el vino no tuviera ser, mas aun no tiene ser ni sabor ni color ni olor sin Dios, que cada momento le da ser y lo conserva y le da las operaciones consiguientes y que le pertenece. Y conócese esto claramente, porque, si Dios apartase de él su operación, tornarse había en nada.

Según esto, bien parece que aun hasta ahora viene Dios a servir a los mortales (Mt 20,2Cool, como lo dijo en el Evangelio, pues que juntamente con las cosas que nos sirven nos sirve, obrando con ellas lo que obran ellas mejor que ellas mismas. Ten, pues, continua memoria de Dios, pues continuamente te sirve y sustenta los pies de los bancos de tu cama mientras duermes; y cuando hablas te administra aire con que formes las palabras, y El con el aire obra y contigo mismo, sin el cual menos podrías que sin la vida. Empero, has de notar que, aunque te sirve Dios según viste, si usas mal de esta manera de servicio, Él calla y toma piedras, y como usares de su servicio en este mundo, usará El de ti en el otro.

Cierto está que tú no podrías matar un hombre si Dios no te ayudase a alzar el brazo para lo herir; pero avísote, ca aunque ahora disimula y te ayuda por no te quitar la libertad que te dio, después será otra cosa, vengándose de ti; y pagarle has en su tierra las injurias que en esta tu mala tierra del mundo le hiciste; y serte ha forzado mirar después y tener memoria de sus estrechas justicias; pues ahora no quieres parar mientes ni tener memoria de sus benignísimos servicios, si servicios se deban llamar.

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MensajePublicado: Lun Ene 19, 2009 2:16 pm    Asunto:
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CAPÍTULO III.

DE OTRA MEMORIA MÁS ALTA



La perfecta memoria de Dios que yo aquí querría amonestar es un ejercicio de más importancia y más alto que no el que hemos dicho; y conviene mucho a los que siguen el recogimiento, porque lo presupone; y para que sea perfecta esta memoria de Dios es menester que caiga sobre el recogimiento, la cual lo perfecciona y le da más viveza. Donde la memoria de Dios sobre el recogimiento es una resurrección espiritual. Bienaventurados dice San Juan que son los muertos que mueren en el Señor (Ap 14,13) por perfecto recogimiento, donde se ha el hombre a manera de muerto no usando de los sentidos exteriores.

Aunque éstos son bienaventurados, más lo son los que resucitan en el Señor, y no es increíble a los que algo sienten esta resurrección; porque muchos cuerpos de los santos que habían dormido resucitan con el mismo Señor para entrar en la santa ciudad del ánima pacífica y aparecer a muchos, esto es, a todas las cosas que antes en el hombre estaban por el recogimiento amortiguadas; ca esta memoria de Dios hace que obren todas las cosas interiores y exteriores del hombre, dándoles una operación sencilla que se compadece con el recogimiento; la cual no es sino una representación de Dios en su desnudo ser. Si es acostumbrada sobre el recogimiento, revístese en el hombre y parece que de muerto lo hace vivo, y le aviva las entrañas y el corazón y los ojos; no a otra cosa sino a Dios, porque esta memoria es de solo Dios.

Esta memoria de Dios que hemos de tener no es sensitiva, quiero decir que más obra en este negocio la memoria intelectiva que no la sensitiva; porque la sensitiva tiene en sí la representación de la cosa particularmente con las especiales condiciones que conviene a la misma cosa, mas la memoria intelectiva tiene en sí la representación de la cosa sin derramarse a condiciones que particularizan la cosa, sino en universal y generalmente. Por una manera alta se acuerda de Dios que es un ser no limitado, una bondad no medible, un principio que no se comienza, un fin que no se acaba, un henchimiento que nada deja vacío, una fuerza invencible, un saber que nada ignora; en tal manera que, cuando nos acordásemos de Dios y le pusiésemos algún nombre, luego hemos de generalizar el tal nombre quitándole todo lo que pueda sonar limitación o imperfección, así como si le dijéramos ser piélago, hemos de añadir sin suelo ni ribera, y si lo llamáremos maestro, hemos de añadir universal, que no puede errar; si lo llamáremos majestad hemos de añadir que no puede ser disminuida, y de esta manera siempre obrará la memoria intelectiva sin que cese el recogimiento a un solo bien.

Si se te hace dificultosa la manera dicha para usar este ejercicio de la memoria de Dios, obra siquiera esto, que es recoger tu corazón; y dejados los cuidados, ten este santo nombre de Dios en tu memoria todo el más tiempo que pudieres, y suspira a Él, según dice toda nuestra letra; y así podrás aprovechar mucho y venir a la verdadera memoria de Dios, la cual, según dice San Jerónimo, excluye y lanza fuera todas las maldades. Y este ejercicio, si caes bien en él, podráslo usar estando leyendo y escribiendo y haciendo otras cosas, a las cuales se requiera el recogimiento del corazón. Empero, si mucho lo usas en estas cosas, vendrá a tiempo que no puedas pasar adelante en lo que tienes entre manos, porque, cuando crece esta memoria de Dios, ocupa todo el hombre y hácelo cesar de hacer otras cosas.

Este santo ejercicio tuvieron muchos santos varones de que la Sagrada Escritura hace mención. Túvolo el santo viejo Tobías, el cual, como persona que había experimentado cuán bueno era, dijo a su hijo, dejándoselo casi por espiritual heredad (Tob 4,5): Hijo, tendrás todos los días de tu vida en tu memoria a Dios.

Los que se dan a este ejercicio son semejantes a los ángeles, porque se trabajan de tener consigo siempre a Dios; y por eso dijo Tobías que lo tuviese en la memoria todos los días de su vida; lo cual afirma David de sí mismo, diciendo (Sal 15,Cool: Representaba al Señor siempre en mi acatamiento, porque a mis diestras está para que no sea yo comovido; y por esto se alegró mi corazón y se gozará mi lengua, y, allende de esto, mi carne se holgará en mi esperanza.

Sobre las segundas palabras dice la glosa de Casiodoro: Los que siempre miran a Dios con la agudeza de la vista del ánima no se inclinan a pecados. Casi esto mismo dijo San Jerónimo, porque ambos sabían cuánto olvida el pecar el que se trabaja por tener continuo a Dios en la memoria. En lo que más dijo David nos enseña todos los otros bienes que de aqueste ejercicio se sigue.

Usaba también este ejercicio el profeta Elías, el cual decía por manera de juramento (1 Re 17,1): Vive el Señor Dios de Israel, en cuya presencia estoy. Pensar el hombre o acordarse que está en la presencia de Dios y representarlo delante de sí y tenerlo en la memoria, todo es una cosa.

Las mismas palabras dijo Elíseo, discípulo de Elías, en el cuarto libro de los Reyes (2 Re 3,14), donde se conjetura con harta evidencia que el santo profeta Elías, su maestro, le había enseñado este ejercicio, que es un pensar hombre que está delante de Dios y que siempre nos ve; delante del cual debíamos estar tan quietos y compuestos de dentro y de fuera como los pajes, que están delante de su señor suspensos en él y muy atentos para ver lo que manda.

Y porque esta representación de Dios debe ser continua, dice David (Sal 104,4-5): Buscad al Señor y sed confirmados, y buscad siempre su cara de él; acordaos de las maravillas que hizo y de sus milagros, y de los juicios de su boca.

Lo que más somos obligados a hacer es buscar a Dios; y lo que menos hacemos y más dificultoso es de hacer, mayormente por la manera dicha, que consiste en una intención con que el ánima está muy intenta al mismo Señor por continua memoria de él; para lo cual es menester una confirmación de corazón, para que el hombre no se canse ni cese, creyendo no poder salir con la cosa que ha comenzado, de manera que tengamos certidumbre de hallar al que sale a recibir a los que lo desean y buscan, como parece en la Magdalena; según San Agustín dice sobre lo que más se sigue en el verso: La cara, esto es, la presencia del Señor hemos de buscar, la cual aunque se halla por fe, empero siempre en esta vida la hemos de inquirir para que después sea habida por presencia.

En estas palabras parece poner este santo dos maneras de buscar la cara de Dios: la una es por fe, que a todos conviene; la otra es por esta memoria de que hablamos, que añade algo sobre la primera, y ésta es un inquirir con viva solicitud del corazón, que apenas se olvida de lo que busca, antes por esto acontece olvidarse de todas las otras cosas y aun de las más necesarias, como los discípulos, que yendo con el Señor se olvidaban del pan que habían de llevar para comer (Mt 16,5). Y dice San Agustín sobre las dichas palabras: ¡Oh!, también entonces sin fin será buscado, porque el que es amado siempre es deseado, siempre es buscado, por que no sea ausente, mas siempre presente; el malo puede temer la presencia que el bueno ama.

En lo que más dice David en el verso ya dicho da manera a los menos perfectos cómo puedan tener memoria de Dios; y esto es mediante sus maravillas y obras excelentes y juicios, que son admirables, para que así mediante la memoria de las obras se acuerden del maravilloso obrador, cuya sola memoria vale más que la memoria de todas las cosas que Él ha hecho; mayormente si es tal como el Sabio nos la amonesta, diciendo (Eclo 37,6): No te olvides de tu amigo en tu ánimo y no carezcas de su memoria en tus obras.

Esta memoria ha de estar dentro en el ánimo, asentada en el corazón; porque si de Dios hemos de tener memoria, ha de ser como de amigo especialísimo, que nos es más amable que padre ni hermano; y de esta manera será cosa fácil de tenerlo siempre en la memoria, porque la estrecha amistad hará que su memoria se arraigue y prenda en nuestro corazón, para que, según se sigue, también le ofrezcamos e intitulemos todas nuestras obras, teniendo en ellas de él memoria y haciéndolas por su amor y ofreciéndoselas como fruta que de la raíz, que es su santa memoria, procede.

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MensajePublicado: Sab Ene 24, 2009 8:27 pm    Asunto:
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CAPÍTULO IV.

DE CÓMO A LA MEMORIA SE HAN DE JUNTAR LOS SUSPIROS



La segunda parte de esta letra va muy conforme a la primera parte de ella misma, porque aquello de que mucho nos acordamos solemos mucho de desear si es bueno; de manera que muchas veces la recordación del bien mueve nuestra voluntad a desear el mismo bien; y, por tanto, después de te haber dicho nuestra letra que tengas memoria continua de Dios, ahora te dice que lo llames con suspiros, por que la memoria sirva a la voluntad, que es la que más de propincuo y más estrechamente se comunica con Dios.

No sería perfecta la memoria de Dios si no se enderezase a este fin, que es, después de nos acordar, de llamarlo con el suspiro de nuestro corazón. Los demonios tienen a Dios en la memoria; mas porque esta memoria que tienen a Dios no se dirige ni se ordena a que sea por la voluntad de ellos deseado decimos que es memoria diforme y peor que la memoria que de Dios tiene el muy abominable pecador, cuando se acuerda que ha de oír aquella espantosa sentencia que dice: Id, malditos. No es así la memoria que los varones recogidos tienen de Dios, mas es como soplo que enciende el fuego del amor que estaba amortiguado, y como gota de vinagre que cava la tierra del corazón, y como voz muy dulce de persona que mucho amamos, causadora de suave deleite en las entrañas del que la oye, y como olor que nos hace desear aquello de do procede, y como la recordación del pasado placer, que nos causa otra vez gozo.

Por lo primero se puede decir aquello de David (Sal 6,2): No está en la muerte el que se ha de acordar de ti. El que con esta memoria de que hablamos se ha de acordar de Dios no está en la muerte ni amortiguada caridad, sino en la vida ferviente del vivo amor. Por lo segundo dice Jeremías (Lam 3,57-5Cool: Acordarme he con memoria, y deshacerse ha en mí mi ánima. Esto dice porque esta memoria es como rayo de sol que derrite el ánima, que es blanda como cera. Por el tercero dice el profeta real (Sal 76,12): Acordéme de Dios y deleitéme. Por lo cuarto dice el profeta Oseas (Os 14,Cool: La memoria de él es así como vino del monte Líbano, que era muy odorífero. Por lo quinto dice el Sabio (Eclo 49,2): En toda boca así como miel se hará dulce su memoria, y así como música en el convite del vino. Y conforme a las cosas dichas está de Tobías escrito (Tob 1,12-13): Porque se acordó de Dios en todo su corazón, le dio nuestro Señor Dios gracia.

Pues que tan útil es esta memoria de Dios, débesla siquiera desear de todo corazón, y llamar, a Dios con suspiros para que te la dé, según aquello que dice Isaías hablando con Dios (2s Is 29,Cool: Tu memorial, Señor, está en el deseo del ánima; mi ánima te deseó en la noche, y con mi espíritu en mis entrañas; de mañana velaré a ti. En esta noche del recogimiento, que es nuestro alumbramiento en los deleites, hemos de velar a Dios con el espíritu interior y con la memoria intelectual de que hablamos, para que así en nuestras entrañas comencemos a velar al Señor en la mañana, que es el principio del gozo que aquí se recibe; la cual mañana se ordena a aquel medio día que la esposa demanda serle enseñado, llamando a Dios con suspiros.

Y es de notar que en dos maneras, entre otras muchas, puede ser Dios llamado; o para dar al presente gracias de consolación espiritual o para darnos presto la gloria prometida. Entrambas maneras son muy buenas y agradables al mismo Señor que es llamado; porque cuanto a lo primero, manifiesta cosa es que vendrá de muy buena voluntad el justo Señor a consolar a los justos, pues que también llueve el agua de su consuelo sobre los injustos, y Él en persona vino a llamar los pecadores, para nos mostrar que viene muy presto siendo llamado de los que aborrecen los pecados; y si van a El hambrientos, les abre la puerta y les recrea con el convite de su gracia, para que del todo sean hartos los que por su amor dejaron los carnales deleites, que son manjar de puercos.

Acostúmbrate, pues, ánima mía, a tener siempre memoria del que nunca se olvida de ti; deséalo con suspiros íntimos de tus entrañas muy amorosos, y no los dejes de usar entre ti mismo, ni aun los dejes de pronunciar muy quebrantados cuando estuvieres solo; y para sólo esto te aconsejo que ames la soledad, que es a esto muy favorable y agrada mucho al tu amado, aunque en público no debas tampoco cesar de suspirar a Él, deseándolo simplemente, de forma que no lo sientan los que no saben amar, ca pensarán que tienes alguna pena o descontento que te fatiga, y no sentirán que el mayor descontento y penitencia que tienen los siervos de Dios verdaderos es la ausencia de Él y el no sentir su gracia íntimamente en el corazón. Para lo cual tienen por muy saludable remedio gemir y suspirar al Señor como palomas amorosas de él, sabiendo que no hay voz que tanto penetre sus divinos oídos como el deseoso suspiro, al cual no tan solamente oye, mas esle como saeta que lleva yerba de amor, que luego hace sangre y prende al que no puede ser preso sino por amor; el cual por solo aquesto hinche, como dice David (Sal 102,5), de bienes tu deseo; porque, según en otra parte se escribe, a los justos será dado su deseo (Prov 10,3); ca debes saber que el suspiro que sale del corazón es flecha muy ligera enviada con el arco dei deseo al Señor que está en las alturas, y no torna sin el mismo Señor, según aquello del salmo (Sal 77,29): Lo que deseaban les trajo, y no fueron defraudados de su deseo. Por gran cosa fue dicho a Daniel (Dan 9,23) que era varón de deseos, como si acá dijésemos a uno que era varón de grandes fuerzas, y que, por tanto, estuviese seguro de la victoria; así el que fuere de fervientes deseos y suspiros al Señor, crea que alcanzará presto lo que demandare, y podráse decir de él aquello de Jeremías (Jer 2,24): En el deseo de su ánima trujo el viento de su amor. David dice (Sal) que abrió su boca y atrajo el espíritu; empero, cosa más ligera es atraerlo con sólo el deseo interior del ánima, y aun más cierta, porque la raíz del deseo es la que Dios más mira, y no mira tanto el abrir de la boca.

Si quieres, ¡oh ánima devota!, llamar al Señor, que está presto para venir, no te falta ligero mensajero con que lo envíes a llamar. Contigo tienes el suspiro, casi tan presto y aparejado para todo lo que tú quieres como lo estaba el ángel Rafael para hacer todo lo que Tobías le rogaba.
Ángel es tu suspiro, y no de pequeño consejo, si lo envías a Dios, porque sabrá negociar de callado todo lo que te cumple con secreto y muy avisado consejo y prudencia, alegando de tu parte todo lo que hace en tu caso y amansando a Dios para que haga toda tu voluntad, y disponiéndote a ti para lo recibir purgándote con su amorosa pena, y alumbrándote con su entendimiento, y perfeccionándote con el cumplimiento de su mensaje; en tal manera que del suspiro se pueda decir aquello de San Bernardo: ¡Oh cómo se goza el ángel y cómo se alegra y deleita, y convertido al Señor dice: Gracias te hago, Señor de majestad, porque le diste el deseo de su corazón y no le privaste de la voluntad de sus labios! (Sal 20,3).

El mismo ángel es el que en todo lugar, como solícito seguidor del ánima, no cesa de la mover a menudo y amonestarle con continuas inspiraciones, diciendo: Deléitate en el Señor y darte ha las peticiones de tu corazón (Sal 36,4). Y otra vez le dice: Espera en el Señor y guarda su camino (Sal 36,5). Ítem, otras veces, si se tardare, espéralo, porque viniendo vendrá y no tardará (Hab 2, 3); mas al Señor dice (Sal 41,2): Así como el ciervo desea ir a las fuentes de las aguas, así esta ánima desea ir a ti, Dios. De noche tuve de ti deseo, mas su espíritu en sus engaños de mañana velará a ti (Sal 87,2). Y también dice a Dios: Todo el día extiende a ti sus manos, dale lo que demanda, pues tras ti da voces; conviértete algún tanto y hazte rogable para con ella; mira y vete de tu santo cielo y visítala desacompañada.

¡Oh fiel padrino!, que es sabedor del amor que entrambos se tienen, mas no envidioso: no busca su gracia, sino la de su Señor; discurre hecho medianero entre el amado y la que es amada, ofreciendo los ruegos y trayendo los dones; a ésta despierta y a la otra aplaca, y algunas veces, aunque de raro, los representa el uno al otro juntamente, o arrebatando al ánima o trayendo a Dios, porque de casa es y conocido en el palacio real y no teme ser desechado.

Esto ha dicho este santo del ángel que nos guarda; y si bien y sutilmente miras en ello, verás que se puede todo muy bien decir del inflamado suspiro que más por obras que por palabras hace todo lo ya dicho.

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MensajePublicado: Sab Ene 24, 2009 8:30 pm    Asunto:
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CAPÍTULO V.

DE CÓMO HAS DE LLAMAR A DIOS



Para que puedas comenzar a usar este llamar a Dios con suspiros es menester que tengas alguna memoria de sus beneficios y excelencias, y que, cuando alguna cosa deseares luego te acuerdes que mejor lo hay aquello en Dios, y por tanto debe ser más deseado y amado; y debes acostumbrar a decir estas palabras o algunas semejantes: ¡Ay Dios mío de mi corazón y de mis entrañas!; las cuales si mucho usas, aunque al principio parezcan fingidas, después conocerás que se han plantado verdaderamente en el corazón.

Deben notar los que se dan al recogimiento que, si ordenadamente perseverando proceden, aunque ellos no paren mientes en este llamar a Dios con suspiros, vendráles el tiempo y verse han en un estado o edad espiritual de hombre interior, en el cual tiempo desearán sobremanera y con entrañables y profundos suspiros lo que no sabrán; porque acaece a los que siguen este ejercicio de recogimiento desear con gran ansia y no saber qué es aquello porque salen suspiros entrañables del corazón; mas está el ánima de ellos en aquel tiempo espantada con admiración y no sabe quién obre en ella tales y tan verdaderos deseos sin saber lo que desean.

Gloria y gozo grande es al ánima cuando ve que, habiendo tenido descuido un poco antes, la despierta y aviva un gemido y suspiro del profundo corazón que sale diciendo: Jesús santo de mis entrañas.
Estas o algunas palabras semejantes dicen los que tienen aquesta gracia de llamar a Dios con suspiros, aunque mejor diríamos que Dios los llama a ellos que lo sigan al desierto de la contemplación; porque muchas veces gime a deshora el corazón de ellos por solo Dios, y a las veces tan en público, que después de mirar en ello les pesa mucho y se trabajan de encubrir aquello; empero, el remedio verdadero de esto es continuar la oración; en la cual como el ánima halla a Dios, parece que se satisface algo, y vuélvese el gemir en una complacencia y contentamiento que no se puede explicar según se siente.

Estos deseos no hay duda sino que, aunque proceden del corazón, no los causa él principalmente, mas por entonces debe ser movido secretamente de quien lo puede mover, que es Dios, en cuya mano está. Él lo mueve a que tenga deseo, y el mismo corazón no sabe de qué es aquel deseo, según el talante y disposición que de tal deseo se causa: bien ve que el deseo es de bien, pero no sabe de qué bien, ni se determina ni acaba de entender a dónde se enderezan sus suspiros.

El corazón de aquéstos que así desea estar retraído y apartado de los cuidados mundanos por el recogimiento iba ya llegándose al Señor, que mueve en él aquellos deseos, tocándolo con su gracia; empero, como el hombre aún no conozca esto, dice con el mismo Señor, sentida la virtud del deseo que sale: ¿Quién me tocó?

No hay duda sino que desea entonces el corazón aquel que mueve en él aquellos deseos; y como no ha subido a él por los sentidos, solamente conoce, aunque no por entonces, que el deseo que tiene se endereza a Dios en ver que todas las cosas del mundo no bastarían para satisfacer aquel deseo que ellos entonces tienen.

Este deseo no debe parecer imposible al que no lo ha tenido; porque aun acontece haber el hombre hambre y no determinarse qué manjar comerá mejor, y las mujeres preñadas muchas veces tienen deseos o antojos sin saber de qué. Donde muy bien podríamos decir de estos tales lo que decimos de algunos que, teniendo poco saber, dicen alguna gran sentencia, y es: «Más dijo que quiso, o más dijo que supo». Así estos que tienen estos grandes deseos desean más que saben, porque el entendimiento de ellos no alcanza lo que sus corazones desean. Onde según esto dice el Apóstol (Rom 8, 26-27): El espíritu ayuda la enfermedad de nuestra operación, porque no sabemos lo que hemos de demandar en la oración, según conviene; mas el mismo espíritu demanda por nosotros con gemidos que no se pueden hablar. Empero, el que escudriña los corazones sabe lo que desea el espíritu; ca según Dios demanda por los santos, porque sabemos que todas las cosas se les vuelven en bien a los que aman a Dios.

En estas palabras ha declarado el Apóstol mucho este misterio de que hemos hablado; por lo cual debes saber que el deseo ya dicho excede nuestras fuerzas por su grandeza; y por esto dice San Pablo que el Espíritu Santo ayuda la enfermedad de nuestra entrañal operación, para que de ello con su favor proceda este deseo tan excesivo, el cual es verdadera oración; y porque no sabemos lo que en esta oración, que consiste en desear, hemos de demandar a Dios, el mismo Espíritu Santo demanda por nosotros mediante la caridad que en nosotros cría, de la cual dice la glosa: La caridad que es hecha en nosotros por el Espíritu Santo gime y ora contra aquésta; no supo cerrar los oídos el que la dio.

Dice más el Apóstol: que demanda y ora el Espíritu Santo en nosotros mediante su gracia con gemidos no decibles, porque, como viste arriba, este deseo que causa en los varones recogidos, aun ellos no lo acaban de entender, ni saben enteramente a qué se endereza; conforme a lo cual dice la glosa en este paso: ¿En qué manera se podrá decir lo que se desea cuando es deseado lo que no se sabe? Empero no es del todo ignorado, porque si del todo se ignorase no se desearía, y si fuese visto, no se buscaría con gemidos.

Dijo el Apóstol que Dios, escudriñador de los corazones, sabe lo que entonces desee nuestro espíritu para cumplir su santo deseo, pues que es según Dios, y el fundamento principal de esto dice ser el amor de Dios, que trae todas las cosas a bien; y dice esto porque algunos simples piensan, cuando pasa por ellos aquel tan crecido deseo, que se quieren tornar locos y salir de seso como entonces tengan el seso de Cristo.

Dice San Agustín que así como el cuerpo se mueve por algún espacio, se mueve el ánima por el deseo; y como el movimiento se haya de juzgar según el término a que se ordena, bien parece que el suspiro que va a Dios se dirá divino; el movimiento corporal, aunque tome denominación del término que suele poner nombre a los medios, no por esto pierde la razón del propio ser, según el cual puede ser también considerado, ca es sucesivo y llevó una parte después de otra; empero, como el movimiento del ánima, que es el suspiro del corazón que desea, se produzca en instantes y no una parte después de otra, porque es espiritual y no tiene partes, síguese que en siendo producido debidamente del ánima, está con Dios la misma ánima; pues que ella dijo San Agustín que se movía por los deseos, así como el cuerpo por los espacios. Y de aquí es que el mismo doctor dice en otra parte que el ánima más está donde ama que donde anima; porque a lo amado se va según lo mejor de ella, que es lo más puramente espiritual, y donde anima queda según la menor operación suya, que es vivificar.

Dirá alguno que no puede suspirar a Dios nuestro Señor sin le tener grande amor, ca de la abundancia del amor sale el tal suspirar, así como del mucho comer el regoldar a lo que comimos; así que este suspirar a Dios presupone su amor; ca los que lo comen han hambre de él, y apenas sin Dios se puede desear Dios; ca tiénelo sin duda el que lo desea, según dice San Gregorio. Así que para suspirar a Dios es menester el amor de Dios; y si está en el corazón no es menester que me digas que suspire a él, ca de suyo se moverá el corazón a ello, porque esta diferencia hay de los viadores que gustan a Dios a los comprehensores: que los viadores siempre lo gustan con deseo de más gusto y los comprehensores lo gustan sin fastidio, no, empero, con deseo; ca cumplido de bienes tienen todo su deseo, y a los viadores se les da en partes lo que ellos tienen junto y entero, y, por tanto, en gustando a Dios en este valle de lágrimas, luego suspira el ánima a lo demás sin que tú le des el tal consejo.

Bien sé que no es menester decir a los que tienen a Dios que suspiren a él; empero es menester avisarlos, para que conozcan cuán excelente es aqueste ejercicio que ejercita Dios en el ánima con que mora; ca no hay fuego que más la purifique, ni lima que más la esmere, ni navaja que más la afeite; ni hay navío que más presto la lleve al puerto de la perfección que desea; y por esto no deben ser negligentes los que tienen a Dios de suspirar a Él para ser más santificados; y aunque no tengas a Dios codicie siquiera tu ánima desear sus justificaciones, y atráelo con suspiros siquiera rudos, ca debes saber que Dios sea como el pulido tornero, que no pone sus sutiles herramientas sino en lo que primero está labrado de azuela; y por esto no infunde la fe, que es virtud teológica, sino a los que tienen fe de suyo, aunque ésta, en comparación de la que él infunde, valga muy poco; empero todavía se requiere, aun en los niños que son bautizados en la fe de sus padres. Y de esta manera es menester que tú te ejercites en suspirar a Dios, aunque tibiamente, para que él perfeccione lo que comenzares tú; y si esto no tienes, aun este comienzo le debes demandar con suspiros.

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MensajePublicado: Sab Ene 24, 2009 8:32 pm    Asunto:
Tema: Tercer Abecedario Espiritual, por San Francisco de Osuna
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CAPÍTULO VI.

DE OTRO DESEO CON QUE DIOS ES LLAMADO



El otro deseo con que Dios nuestro Señor es llamado de algunas personas no es de esta manera, ni para que aquí les dé consolación, sino para que las saque de esta vida y las lleve al reino de los cielos, y estos gemidos de corazón dicen cada día: Venga, Señor, el tu reino; ven, Señor, por mí o mándame llevar a ti. De esta manera de llamar a Dios está escrito (Prov 11, 23): El deseo de los justos es todo bien.

El reino de Dios o el mismo Dios se llama todo bien, que es el premio de los bienaventurados, porque a cada uno de los justos dice Dios (Ex 33,19): Yo te mostraré todo bien. Llámase todo bien, porque en Él no hay mal alguno, y fuera de Él no hay algún bien. Así que hay algunos justos que desean ser desatados y estar con Cristo; y el deseo de estos tales objetivamente se llama todo bien, no porque este deseo en sí sea del todo mejor que los ya dichos, porque no es cosa ligera juzgar cuál sea mejor, ca en cada uno puede haber haz y envés, mas todos son buenos y tan buenos que apenas se puede llamar buen cristiano el que de todos careciere.

Este postrer deseo de que hablamos se engendra en el ánima de una de dos cosas: o de conocer las maldades del mundo, o de haber comenzado a gustar la suavidad de Dios. El que tuviese cualquier de estas cosas no creo que podría dejar de llamar a Dios con suspiros, o para que lo librase de los males presentes, o para que le dé hartura de lo que ha comenzado a le dar a gustar. Onde aquéste diría con el santo Job (Job 6, Cool: ¡Quién me concediese que venga mi petición, y me diese Dios lo que yo espero! Y en otra parte declara el mismo qué sea su petición y lo que esperaba, diciendo (Job 23, 3): ¡Quién me diese tanto bien que yo conociese a Dios y lo hallase y viniese hasta su silla real!

Conocen sin duda los justos ahora a Dios, pues adoran lo que saben, y también lo han hallado por gracia; mas desde que lleguen a la silla real de su gloria tendrán otra manera de conocimiento, en cuya comparación el que ahora tenemos es nada; y en tal manera será Dios entonces hallado, que piensen hallarlo de nuevo, porque con hallarlo perderán el temor de perderlo, y así llegarán hasta la silla real de su gloria, diciendo: Ya tengo lo que deseaba.

Los que por escaparse de los trabajos que aquí padecen desean ser con Cristo, dicen llorando (Sal 119,5-6): ¡Ay de mí, que es prolongado mi destierro! Señor, delante de ti está todo mi deseo, y mi gemido no es a ti escondido (Sal 37,10). El que tiene esta manera de deseo no se acaba de satisfacer, porque ve que desea el cielo por no sufrir trabajo y no según debe; y por tanto dice entre sí (Sal 83, 3): Desea y desfallece mi ánima: desea ir a Dios y llámalo con suspiros; empero desfallece viendo que es por no padecer, y que los verdaderos amadores no han de desear menos padecer que ir a Dios, como San Martín y San Pablo (Flp 1, 23-24), que se pusieron en el medio, dejando y rogando a Dios que tuviese por bien de elegir lo que mandase para ellos, que estaban para todo prestos.

También hay un deseo de ir el hombre a Dios, causado de la buena razón favorecida con la fe, y otras causas comunes que ayudan a engendrar en el ánima este deseo de ir a Dios; empero, el mismo Señor sin nada de esto lo imprime en algunos corazones por una manera de don celestial permaneciente en el ánima entre todos los acaecimientos que vengan prósperos y contrarios. Onde en esto se conoce ser este deseo perfecto e infundido más que buscado; porque los otros, cesando la cosa que los causó, cesan, mas éste nunca cesa por cosas que vengan.

El que desea irse a Dios por gustarlo, en dándole el Señor acá algún pequeño gusto, cesa el deseo; y si deseaba ir por escapar de las persecuciones, en careciendo de ellas cesa el deseo; mas si el deseo es infundido o de puro amor causado, no cesa hasta que se cumple; y extiende el Señor la vara de oro clementísima, que es el mandar que vayan a ver su cara llena de gracia.

Así que, tomando toda la letra junta, te aconseja un loable y muy meritorio ejercicio, que consiste en traer viva memoria de Dios y despertar el deseo del ánima a suspirar y clamar a Él de lo profundo del corazón, el cual el mismo Señor desee venir; y en viendo que su aposentador, que es el santo deseo, es llegado a lo llamar, luego viene de grado.

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MensajePublicado: Lun Mar 23, 2009 6:59 pm    Asunto:
Tema: Tercer Abecedario Espiritual, por San Francisco de Osuna
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DUODÉCIMO TRATADO

HABLA DEL GUSTO ESPIRITUAL, DICIENDO: NO ENTENDIENDO, MAS GUSTANDO, PIENSES ALCANZAR REPOSO



CAPÍTULO I


Dos alas fueron dadas a nuestra ánima con que pudiese volar a Dios y a la soledumbre del recogimiento interior; en la cual soledumbre, según San Juan dice, recibe de Dios cebo y mantenimiento de gracia, y tiene lugar aparejado de la mano del Señor.

Las dos alas principales de nuestra ánima son el entendimiento y la voluntad, las cuales le fueron dadas para que pudiese buscar el reposo en que la soledumbre del corazón se halla, de la mano de Dios proveído de todo lo necesario para henchir nuestro deseo y aparejado por su industria, que la nuestra no bastará.

Estas alas, según que San Juan dice, son de águila, cuyo vuelo y conversación es en el cielo; porque los que siguen esta manera de oración más se deben llamar celestiales que terrenos, y decir aquello de San Pablo (Flp 3,20): Nuestra conversación es en los cielos.

Aunque esto es así, no deja de haber algunos que piensan y trabajan por alcanzar este reposo de contemplación, meneando la siniestra ala del entendimiento como quien rema con un solo remo para venir al reposado puerto, y quiere nadar con un brazo para salir a la orilla. A estos tales dice nuestra letra que no entendiendo, lo cual es usar de la ala izquierda, mas gustando, lo cual es usar de la derecha, piensen alcanzar el reposo que desean.

Con mucha razón se debe creer que por la operación intelectiva no se halla reposo entero y que satisfaga, aunque muchas y muy grandes consideraciones nuestro pensamiento halle y escudriñe, porque en fin será más la menor parte de lo que ignoramos que todo lo que sabemos; y nuestro entendimiento es potencia recibidora y causadora de las noticias y conocimientos de todas las cosas que fueron, son y pueden ser; en tal manera que le diga tener tanto poder nuestro entendimiento para entender como Dios para obrar, y de aquí es que nuestro entendimiento en alguna manera es todas las cosas, porque de todas puede formar conocimiento y noticia.

De manera que así como la potencia obradora de Dios en obrar fuera de sí nunca está ni estará cumplida, esto es, que nunca obrará Dios tanto cuanto puede, así la potencia del entender en el hombre viador nunca está ni estará cumplida sin poder más entender; lo cual se requiere para tener reposo, según se halla por ejemplo en la materia; la cual se dice que siempre piensa desechar la forma que tiene para haber otra; y la causa de esto es ser ella de todas las formas receptiva, y poderlas haber aunque no todas juntas; y la potencia hasta que en total acto sea reducida no descansa.

Pues por comer de este árbol de la ciencia del bien y mal, según dice San Buenaventura, muchos se apartan del gusto del árbol de la vida, bien es que temples en ti el demasiado apetito del saber, porque no hay cosa que más desasosiegue el corazón, según aquello del Sabio (Ecl 1,17-18): Di mi corazón para que supiese prudencia y doctrina, errores y locura; y conocí que en estas cosas también había trabajo y aflicción del espíritu, porque en la mucha sabiduría hay mucha indignación; y el que añade ciencia, añade dolor y trabajo.

Para que uno sea letrado, primero ha de ser prudente, según aquí se toca; y la prudencia es muy dificultosa de haber, porque si bien miras en ello, nunca las letras dan el seso que negó naturaleza.

Ítem, para que uno sea letrado ha de saber doctrina especulativa y moral, porque la primera es de poco provecho sin la segunda, y la segunda de poca autoridad sin la primera. Ha de saber también los errores de los herejes y la locura de los gentiles, que se contiene en los oradores y poetas.

En estas cosas no tan solamente hay trabajo, según dijo Salomón, mas también hay aflicción del espíritu; lo cual conocen los medios letrados por experiencia, que nunca andan sino imaginando cómo dirán esto y lo otro; y todo el tiempo han menester para componer sus trabajosos sermones, y después de haber afligido su espíritu, quedan descontentos; en tal manera que más les es de haber mancilla que envidia.

Una cosa se amonesta mucho en la Escritura a los predicadores, y ellos síguenla poco; no porque les falte voluntad, sino poder: son muy inducidos a seguir la contemplación y oración; y esto es lo que menos siguen, porque harto tienen que hacer en componer un curioso sermón, y aun si salieren con él sin quedar desabridos y afligidos. ¡Oh qué aflicción de espíritu es venir las lágrimas a los ojos, y la gracia al corazón, y el recogimiento al ánima, y los suspiros y gemidos al pecho, y con gran dolor desecharlo todo por la necesidad que tiene de estudiar!

En las fiestas y pascuas que otros celebran con gozo del ánima, está con más afligido corazón; tiene todo el cuidado en lo que ha de predicar y si le saldrá como desea o no; si será el sermón conforme a la fiesta o menor que merece. En tal manera roba el estudio todo y el cuidado y tiempo, que, como dice Job (Job 9,18), no deja al hombre tragar su saliva, ni descansar, ni confesarse de reposo como querría, ni rezar con devoción y concierto, ni oír ni decir misa como debe, ni aderezar su celda ni su persona. ¿Qué más aflicción de espíritu que ésta?

Cuanto más letrados son, andan más indignados, como dice el Sabio (Ecl 1,18). Cuando no hallan cosa que les contente y que sea magnífica correspondiente a su saber y presunción, entonces no les habéis de hablar, ca tienen el rostro triste y encendido que muestra la indignación del ánimo: desconténtase de los libros, murmura de los autores, desea y busca nuevos tratados, revuelve unos y otros, cánsase y añade trabajo a trabajo, cargado de libros. Cargado de hierro, cargado de miedo.

Mientras tiene más ingenio y saber, dice que ha menester más libros, como si dijese que con las mayores fuerzas son menester mayores armas; no mira que los muchos libros no son sino mucha disolución del ánimo, sobra de trabajos, falta de reposo, carga de la memoria, vianda que tu estómago no puede llenar, afeite de tu poco saber, para que se engañen los necios pensando que, pues los tienes, los entiendes.

Acontece ser los muchos libros estorbo del saber, como la mucha gente a las veces estorba la victoria por su confusión. Pluguiese a Dios que uno tuvieses y lo estudiases bien, por que no anduvieses saltando por tantos sin hacer en ninguno hincapié; y entre ellos, como entre diversos caminos, no te detuvieses, ignorando por dó has de ir, o cuál acierta mejor.

Mira que muchos libros pueden hacer librería tu celda, mas no tu memoria, porque en ella no traban sino los títulos; empero, uno solo podría hacer tu memoria librería, y así te sería más útil uno que muchos. ¿Qué diremos de los muchos libros, cuando a los que prometieron pobreza causan dolor en la continencia, y ellos andan por lo desechar como el perro la saeta que lleva travesada, y toman para esto consejo con muchos, como si ellos no bastasen para ser jueces de la causa? Pues que son letrados, quieren que otro les conceda lo que su conciencia les niega.

De las cosas dichas puedes conocer cuán poco reposo interior tengan los que siguen solas las letras, porque éstas son como Tántalo atormentado de sed en medio de las ondas.

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CAPÍTULO II.

DE CÓMO HA DE SABER EL RELIGIOSO



El buen religioso primero ha de buscar bondad y disciplina devota, y después ciencia; y ha de ver que la ciencia no ahogue la devoción, como la yerba mala que crece entre el trigo. El religioso necio es monstruo en la religión, ca el siervo de Dios ha de ser discreto y avisado; empero hay dos maneras de aprender: una orando, otra estudiando.

La primera es muy propia al religioso, porque, como dice Gersón, las religiones son escuelas de afección y amor. Debe, empero, el religioso que ha de ser sacerdote y confesor demandar a sus prelados estudio de letras competente al oficio que ha de tener. Hay algunos que, sabiendo poco, reciben el cargo que no saben ejercitar, y éstos piensan ser muy excusables sus ignorancias, no mirando que, como dice San Juan Clímaco, la obediencia no les encomienda los tales cargos sino creyendo que son ellos suficientes para los ejercitar; y si no, son obligados a excusarse, mostrando de verdad cómo no son idóneos; y si entonces les fueren impuestos, aún deben todavía ser solícitos en lo que reciben, porque con tal condición se lo encomiendan; empero, si tú nunca ves libro, ni eres estudioso, ni preguntas lo que pertenece a tu oficio, ¿quieres que vayan tus yerros sobre tu prelado?

Dejando esto, si quieres venir a la sabiduría espiritual de que hablamos, no has de dar mucha parte al sueño ni entrada a algún vicio, no al comer ni al beber ni a las vanas hablillas; no has de buscar causas para tu excusación ni dejarte vencer de la pereza; no eches la culpa a tu rudo natural, mas has de velar, pensar, suspirar, codiciar, esforzarte, levantar el corazón, incitar la fuerza del ánimo, sacudir del todo la flojedad, abstenerte de lo que lícitamente pudieras usar.

Date al trabajo de la oración, ca no hay cosa tan pesada que la atención y el estar sobre aviso no la haga ligera, ni tan dura que no la ablande, ni tan bota que no la aguce, ni tan perezosa que no la avive, ni tan soterrada y encerrada que no la saque, ni tan adormecida que no la despierte; pon espuelas a tu ánimo como a caballo perezoso; no te puedes excusar aquí con el cuerpo, mas antes tienes justa ocasión para el trabajo convenible a este negocio.

Hay algunos que, no se les dando una cosa a su voluntad, luego la dejan; tú no así, mas esfuérzate, trabaja, porfía, que el ánimo generoso la dificultad levanta y el trabajo lo sustenta; allí pone más esfuerzo y aquello tiene por cosa de más estima en que halla mayor resistencia; una cosa singular pocos la alcanzan, y singular es, loable y muy excelente cosa es y muy grata a Dios ser del número de los pocos.

Ni porque en ti sientas alguna inhabilidad para esta manera de oración has perdido la esperanza de aprovechar, antes has hallado necesidad para que tengas más industria; ca tanto es mayor gloria acerca de Dios y de los hombres ser uno ensalzado en virtud por su diligencia, que serlo por natura, cuanto es mejor hacer alguna buena cosa sobre pensado que hacerla acaso. No te engolosinen los estudios no necesarios, pues más y más seguro es ser claro por virtud que por letras.

Por que no pienses que son ignorantes los que se dan con instancia a la oración, has de saber que por muchas vías enseña Dios a los tales; la menos usada y más sospechosa si es de Dios o no, es por voz que se forma fuera del hombre; la cual, aunque no es oída bien, se conoce en su sonido y manera haber sido de espíritu y no de hombre, porque no tiene sino un sonido muy delgado, que parece oírse el remate de la voz y no más. Con esta voz reciben algunos amonestaciones y oyen cantos suaves y son despertados a las divinas alabanzas cuando duermen. Cuando con esta voz te fuere amonestado hacer alguna cosa, no le des crédito ligeramente sin mucho consejo.

La segunda manera con que Dios enseña los suyos es cuando dentro de sí mismos oyen como al oído del corazón con gran seguridad algunas cosas; y otras veces parece que salen las tales razones del corazón, y que el mismo hombre no las forma, sino que otro abre el corazón para que salgan; y a las veces es tan dilatada la capacidad de la ánima en quietud y suavidad, que le parece ver y conocer todo el mundo y los servicios que a Dios son hechos en él, y toma de ellos alegría; y otras veces parece que le extienden los ojos del corazón, para que vea las ofensas hechas a Dios y se duela de ellas, y vea lo que está por venir y lo que se hace lejos de allí. Aunque se reciban por esta forma cosas verdaderas, todavía debes temer, ca muchas veces finge el espíritu lo que desea y el demonio suele obrar tan sutilmente que no dirás sino que es ángel.

La otra manera en que Dios enseña los que se llegan a él es sin habla ni operación interior, en tan secreto que la misma ánima no lo siente por entonces, hasta que ve crecer en sí la discreción y el sano sabor para regir sus mismas cosas y las ajenas con aviso, y entiende muchas cosas de la Escritura que antes no entendía, sin saber de dónde le haya venido aquel saber. Hase Dios con éstos, a mi ver, como nosotros con los tordos y aves que enseñamos, sin que las tales aves sientan ser enseñadas. Esta manera de saber es muy buena, si carece de presunción y se ata con la razón y con la fe; es, empero, de temer la mucha soltura, ca cosa es de abominación extenderse hombre a más de lo que le conviene.

De las cosas que pasan en sueños hablaremos en el capítulo siguiente, y ahora debes saber que tiene Dios nuestro Señor otras maneras para enseñar los suyos; entre las cuales acaece que en ausencia de ellos se hacen algunas cosas de que habrán placer, o las desean; y entonces sienten en sus ánimas movimientos de gozo, y no sabiendo la causa, maravillanse; empero, desde que saben lo que acaeció, piensan que aquello les quiso Dios manifestar como por señas.

En esta manera no parece haber engaño, pues la prueba del hecho que acaeció da testimonio de lo pasado, aunque la sutileza del demonio es tanta que apenas hay cosa segura; y todas lo pueden ser, si te conviertes a Dios y no te extiendes más de lo que conviene. Entonces te conviertes a Dios en estas cosas cuando las tomas por medio para lo amar, y dices por obra al Señor después de cada una de ellas (Cant 8,2): Arrebatarte he, y llevarte he a la casa de mi madre y a la cama de la que me engendró; y allí me enseñarás, y darte he a beber vino adobado y mosto de mis granadas. El ánima prende y arrebata a Dios con lazos de caridad y amor, porque Dios no se sabe negar al amor; antes luego se da por vencido, como la garza cuando lanza el halcón que la prende; y así preso Dios por amor, es llevado del ánima no solamente a la casa, empero a la cama de su madre.

La madre del ánima, mediante la cual tiene ser meritorio, es la voluntad; la casa de ésta es el corazón: no sólo a esta casa es llevado Dios, mas a la cama, que es aqueste recogimiento de que hablamos en este tratado. En esta cama huelga Dios; el cual puso en tinieblas su morada, cerradas las ventanas de los sentidos; allí enseña Dios al ánima por experiencia muchas cosas, según dijo la esposa; y ella le da para lo adormir y tener consigo vino adobado con muchas especies, juntando todos sus deseos a solo Dios; y dale mosto de granadas, que es el fervor sacado de las partes íntimas de sus entrañas teñidas de caridad y cubiertas con pureza.

Gusta, pues, hermano, y mira cuán suave es el Señor (Sal 33,9), al cual cuando el ánima da a beber sus afecciones y deseos, ella es la que queda presa y embriaga(da) del mosto, que es el ferviente amor; por lo cual conjura el Señor y ruega en el dicho capítulo de los Cánticos, en acabando de beber el mosto, que no despierten a su amada hasta que ella quiera, dejándole a su escoger, porque siempre Dios es el postrero en dejar de amar; y la esposa dice que el Señor ha puesto su mano izquierda debajo de su cabeza, ensalzando la más alta parte del ánima sobre toda criatura; y que con la mano derecha la tiene abrazada, porque se ve cercada de la eternidad que contempla.

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CAPÍTULO III.

CONTRA LOS ENEMIGOS DE LA ESPIRITUAL CONSOLACIÓN



Esta letra deben mucho notar los que atrevidamente osan decir que no hemos de buscar la divina consolación ni el gusto de las cosas espirituales; y la razón que traen para favorecer su dicho se funda en sospecha, diciendo que los así consolados aman a Dios por aquello que les da gustar y no por sí mismo.

Este dicho es forjado en la fragua del demonio, que suele falsear y menoscabar las piadosas intenciones de los siervos de Dios, y él muestra a los suyos que todo lo echen a la peor parte que pudieren.

Dicen también que nos detenemos en los medios, retardándonos del fin; lo cual deben retorcer a confusión suya, pues no han comenzado. No son éstos dignos de respuesta, pues que igualan la consolación espiritual con la mundana; y ambas dicen que son amor proprio, aunque no sé si buscarán otro nombre para la consolación que siente hombre en comer, la cual es necesaria para conservar la salud; porque, si el manjar no sabe bien, aprovecha poco; y no sé qué nombre pondrán a la lealtad matrimonial, si a la espiritual consolación dicen amor proprio, que, como San Agustín dice, es fundamento de todo mal, ca ninguno pecaría si no fuese por el amor proprio.

Decir que no debemos buscar la espiritual consolación y gusto interior, que es una dulzura y refrigerio que sienten los devotos cada uno en su manera; decir que esta consolación ni se debe buscar ni admitir cuando el Señor la da, o puede ser dicho diabólico o humano, y ambos a mala parte, porque el demonio suele buscar falsas razones con que aparte a los varones justos de los piadosos ejercicios; porque viéndolos fuera de la espiritual consolación los pueda atraer más fácilmente a la carnal, ca sabe él que, según dice San Gregorio, no puede el ánima permanecer mucho tiempo sin consolación; y tanto crece más la consolación carnal cuanto más se desminuye a la espiritual, según aquello de San Gregorio: Dulce cosa es estar en las consolaciones humanas; empero no a todos, sino al que no gustó las celestiales; porque cuanto menos entiende las eternas, tanto más deleitablemente huelga en las temporales. Según esto, me parece que mañosamente procura el demonio que te apartes de la espiritual consolación, que es pan del ánima, por que viéndote sin ella te pueda vencer más presto, desde que te halle en el desierto muerto de hambre, como halló David al criado del varón amalecita, y así te aparte más fácilmente del rigor de la virtud.

Puede ser también humano aqueste dicho que nos niega la consolación, ca suele acaecer que pierdan los varones devotos aquesta consolación por su culpa, habiendo admitido otra ajena; lo cual basta para que les sea quitada, según dice San Bernardo, y ellos por consolar la tristeza que suele sentir su ánima, seca como tierra sin agua, dícenle que no consiste la perfección en ser hombre consolado, ca esto es amor proprio, sino en padecer, como si tuviesen ellos tanta virtud como Cristo, que estando en la cruz aún se quejó por le haber sido quitada la divina consolación que solía sentir en la parte sensitiva, ni los apóstoles osaron salir de Jerusalén hasta que recibieron al Espíritu consolador.

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MensajePublicado: Lun Mar 23, 2009 7:21 pm    Asunto:
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CAPÍTULO IV.

EN QUE SE MUESTRA POR QUÉ VÍAS SE PUEDE DESEAR LA CONSOLACIÓN ESPIRITUAL



Por tres maneras principalmente se puede desear la consolación espiritual. Lo primero deseándola con aborrecimiento de Dios; y de esta manera la desean los que están en el infierno, y de esta manera también solemos nosotros desear bienes de nuestros enemigos. La segunda manera es deseándola por sí misma, sin la ordenar a otra cosa alguna, sino que absolutamente la desea gustar, como deseamos comer uvas tempranas o alguna fruta nueva por hacerse hombre nuevo de ella, según dicen. La tercera razón por que se desea es porque así se despierte nuestro amor, y con más entrañas lo amemos y sigamos toda virtud, habiendo sido combatidos por el fruto de ella que gustamos.

Sin estas tres maneras, hay otras de que no hablo por ser muchas; ca en el albedrío de cada uno está desear la consolación al fin que quisiere, como los que comían el maná, que lo ordenaban al sabor que querían, cada uno según le parecía. Ni te espantes porque la consolación espiritual pueda ser deseada a mal fin, porque, según los que saben, ninguna cosa hay de que no podamos mal usar. Tanta es nuestra mala libertad, que aun de las virtudes teologales podemos mal usar, y de los dones de Dios, como Simón Mago.

Y así el amor proprio que estos que dicen tienes en la consolación, también pueden sospechar que lo tienes en otra cualquier virtud que sea, y aun en padecer martirio. Empero, dejando aparte todo fingimiento con que el demonio por sí y por otros suele estorbar todo bien, veamos de las dos maneras con que se puede desear la consolación: Lo primero, deseándola sin la ordenar a otra cosa. Lo segundo, por que más y mejor sirvamos a Dios con ella. Probado cómo estas dos maneras son buenas, queda seguro el campo.

No creo que hay hombre cuerdo que desee la consolación espiritual por sólo ver a qué sabe, sin la ordenar a Dios; empero, si se admitiese que lo haya por dar lugar a la parte contraria, yo no veo qué mal se pueda seguir de tal deseo, y están a la mano muchos bienes que pueden tras este deseo venir.

Si deseando comer un fruto del árbol llamado cedro, y procurándolo por medios lícitos, no peca hombre mortal ni venialmente, menos pecará deseando gustar las cosas espirituales, que son más deseables; antes la fruta del cedro puede ser procurada por medios no lícitos, y la consolación espiritual no, sino por devoción y virtud, según aquello de San Bernardo: Por tus mandamientos, dice David, entendí, para que sepas en ninguna manera ser debido el gusto de la contemplación sino a la obediencia de los mandamientos de Dios.

Si alguno con la intención sobredicha gustase la consolación, con el tal gusto crecería el deseo de más gustar, y así sería el hombre constreñido a ser más limpio y lavarse más con lágrimas, para que mereciese el ánima ser llevada, como otra Ester, a la cámara real; y gustando, no hay duda sino que amaría, porque San Bernardo dice: Bienaventurados son los que lloran, porque ellos serán consolados. Y ¿qué otra cosa es aquesta consolación sino una grande devoción que procede de la esperanza del perdón y una suavísima delectación del bien, y un gusto de la sabiduría, aunque pequeño, con las cuales cosas el benigno Señor refrigera entretanto el ánima afligida? Mas aquel gusto no es otra cosa sino un desafío del deseo y provocación del amor, ca escrito es: Los que me comen habrán hambre. Lo de suso es de San Bernardo.
Pluguiese a Dios que todos los pecadores, mudado el acuerdo, buscasen para su mayor provecho la consolación espiritual, dejando la mundana, ca de esta manera pocos perecerían, porque el mismo gusto suave, si lo alcanzasen, los acabaría de convertir a Dios. Y puesto que algunos devotos no lleven tan apurada la intención cuando se llegan a Dios, sino que lo quieran gustar por su proprio interés, no por eso deben dejar el tal gusto, aunque vaya envuelto con amor proprio; conforme a lo que concluye Gersón, diciendo: Así que mejor es hacer para sí a Dios delectación, por ventura menos casta que sea honesta, que no allegarse a las delectaciones del mundo y del demonio y de la carne. Esto a la letra es de Gersón, en que satisface a las calumnias de los otros; y nos dice que nos lleguemos a Dios como quiera que sea.

Ca, pues no podemos estar sin delectación, mejor es buscarla en Dios que en el mundo, aunque la intención no vaya tan apurada como debería; y decimos no ir tan apurada, cuando el gusto se busca por sí solo; el cual es digno de ser buscado con toda instancia aun por solo él; ca, si bien miras, hallarás en él todas juntas las causas que te convidan a buscar otra cualquiera cosa que buena sea, porque es muy honesto y deleitable. De su honestidad se dice: En su amistad hay buena delectación, y en las obras de sus manos honestidad sin falta. Sobre esto dice la glosa: Cuanto más se ama se halla más suave; y es de notar que las manos de esta delectación espiritual no están ociosas, ni tienen, según viste, una sola mano, sino muchas, y muy hacendosas, que hacen tantas y tales obras dentro y fuera, que se digan tener honestidad sin desfallecimiento.

No creo que bastará lengua humana para decir las utilidades que de este santo gusto se nos pueden seguir; ca de esta espiritual consolación se dice: La piedad a todas las cosas es útil (1 Tim 4,Cool. Piedad, según dice una glosa sobre Ezequiel (Ez 7), es una reverencia o acatamiento que se hace a Dios, y no de otro más que de aquel que lo gusta, porque conoce por experiencia cómo debe ser honrado, pues que esta suavidad a todo es útil. Con mucha razón dice San Agustín: Mientras estamos en el cuerpo peregrino de Dios, gustemos a lo menos cuán suave es el Señor que nos dio la prenda del espíritu en que sintamos su dulcedumbre.

Aunque se haya dicho que loablemente se puede buscar la consolación del espíritu por sola ella, no piense nadie que paran allí los devotos; porque el celoso esposo de nuestras ánimas, Cristo, luego en dando la tal consolación enseña que han de pasar adelante a la tercera manera de desear que arriba comenzamos a decir, y es desear la tal consolación por servir y amar más y mejor al Señor. Y que el Señor enseñe luego esto al ánima parece figurado en el Evangelio (Jn 6,26-27), donde reprehendió a los que lo buscaban porque habían comido el dulce manjar que les había dado, y les mostró cómo lo habían de buscar por sí solo, que es más digno que toda dulcedumbre y da mejor mantenimiento al ánima que lo busca con principal intento que no al que pusiese primero los ojos en el gusto que no en Dios; porque mejor goza del agua el que va a la fuente que no el que la coge del arroyo procedente de ella; y así, mientras el hombre busca más puramente a Dios tiene más gustos espirituales, que da el mismo Señor, conforme a lo cual dice San Gregorio: La vida contemplativa es mayor que no la, vida activa, porque ésta trabaja en el uso de la obra presente, mas la otra gusta la holganza que está por venir con un sabor íntimo.

Busquemos, pues, al Señor junto con su consolación como lo buscan los justos, y no lo dividamos de su dulcedumbre, aunque el demonio nos lo amoneste; sino que así como lo creemos Dios y hombre, así lo busquemos Dios y dulce juntamente; porque así como la humanidad es vía para ir a Dios, así la dulcedumbre suya es un incitamiento y espuelas para que corramos a él, según dice San Bernardo: Si el Hijo de Dios, por ser dulce, se llama en la Escritura panal, no sé por qué no lo hemos de buscar con su miel.

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MensajePublicado: Lun Mar 23, 2009 7:25 pm    Asunto:
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CAPÍTULO V.

DE COMO DEBEMOS DESEAR A DIOS CON TODAS SUS EXCELENCIAS



Falta es grande de amor andar haciendo estas distinciones, porque, si Él estuviese muy ferviente, no se detendría en esto, sino con todas entrañas amaría a todo su Señor Dios, sin andar haciendo distinciones que distraen la fuerza del amor y lo atibian con estos respetos no necesarios a los verdaderos amadores, que con vehemente ímpetu de amor van a Dios y a todo lo que está en él juntamente; conforme a lo cual dice San Gregorio: El ánima que se junta al invisible esposo por amor, ninguna consolación recibe del presente siglo, mas de todas entrañas suspira a aquella que ama, hierve, tiene ansia fatígase y hácese vil la salud del cuerpo por estar traspasada con la llaga del amor.

Aquí no anda San Gregorio poniendo respetos que turben al ánima simple y devota, sino dice que está por amor junto con el esposo y suspira por amor a la dulcedumbre de él; porque, como dice San Buenaventura, la refección del consuelo apacienta a los que el amor hace aficionados.

Así como ninguno se deleita en lo que no ama, es imposible, se-ún curso natural, que no se deleite en lo que ama; y esta tal delectación da fe que el hombre ha alcanzado lo que amaba o algo de ello; porque hasta que lo alcanza padece, y después goza gustando la suavidad, que es como fruto de lo pasado; de causa que la consolación espiritual es fruto de las penitencias y asperezas de fuera, y según esto dice San Bernardo que ven los hombres nuestras cruces atormentadoras y no nuestras consolaciones que nos alegren.

No piense alguno que ama a Dios si no lo quiere gustar, porque el fruto del amor es el gusto de lo que es amado, y mientras más se ama, mejor se gusta; conforme a lo cual dice Ricardo, hablando del gozoso amor: El amor es una dulcedumbre de sabor íntimo, y cuanto con más ardor ama, tanto más suavemente gusta, y el amor es gozo de la esperanza.

De las cosas ya dichas puedes concluir el consejo de nuestra letra, que te dice ser poco el reposo y contentamiento que se halla en la agudeza del ingenio, por muy afilado que esté el entendimiento humano; y por tanto no pienses alcanzar reposo sino gustando lo que entiendes, como lo deseaba hacer San Agustín cuando decía al Señor: Ruégote, Señor, que me hagas gustar por amor lo que gusto por entendimiento, sienta por afección lo que siento por entendimiento.

San Bernardo muestra en sí mismo cuánto hayamos de reposar en el gusto espiritual, cuando dice: Deseaba yo ser infundido un zumo vital en todas las venas de mi ánima, y en todos los tuétanos de ella, por que se desasiese de todas las otras afecciones y supiese sólo aquello.

Este mismo santo nos muestra con cuánta solicitud hayamos de buscar este gusto de Dios, diciendo: Piensa cuál fue la cosa que en tu vida amaste con más ardor y deseaste con más congoja, y qué es lo que con más alegría te aficionaba y más profundamente que todas las otras cosas te deleitaba; así que considera si la misma violencia de afección y la misma abundancia de delectación sientes cuando te enmiendas en el deseo del sumo Amador y cuando reposas en su amor. Empero, si la espuela del íntimo amor penetra menos tu ánima en las divinas afecciones, y más tibiamente la mueve que solía en las otras afecciones despertarla, dudar debes que aun no tiene el sumo Amador aquel íntimo seno de tu afección.

De aqueste dicho debes temer que, cuando no sientes aquel gusto y ternura de corazón que solías, es por tu culpa; y debes pensar que amas menos a Dios, o que en alguna cosa de su servicio has tenido negligencia, y dátelo a conocer en quitarte el gusto que solías tener. Y aunque Gersón dé quince razones por qué el Señor aparta de nos el gusto de la devoción, la más principal me parece a mí que es nuestra culpa y tibieza; conforme a esto de San Bernardo: Séate cierta señal, ¡oh ánima!, cualquier que seas, que menos amas a tu amado, o menos eres amada de él, si aún no eres llamada a aquellos altos excesos, o aún no mereces seguir al que te llama. Desecha, pues, de ti la negligencia y busca la espiritual consolación, ca te será una señal muy cierta para conocer si eres digno de odio o de amor de Dios; porque San Bernardo dice que conoció la presencia del Verbo eterno por el movimiento del corazón, que le hizo barruntar haber Dios venido a su ánima.

La razón de los contrarios que tiene más apariencia en este caso es decir que Dios les guarde esta gracia de consolación para el cielo, y que aquí, mientras viven, no quieren sino padecer fatigas. Éstos por ventura quieren servir a Dios a propia costa, pensando que podrán llevar los trabajos espirituales sin consolación alguna y que las ruedas de su carro podrán ir sin se untar con alguna gota de consolación.

Allende de se fundar el dicho de aquéstos en presunción, parece que sienten mal de nuestro Señor, que es Padre de las misericordias y Dios de toda consolación; porque presuponen, según. parece, que les ha Dios de quitar en el cielo lo que les da en la tierra; lo cual es contra aquello que Él dice (Mt 19,29): Recibirá ciento tanto, y poseerá vida eterna. Aquí habla el Señor con cada uno de los creyentes, prometiéndoles dos premios: en esta vida, ciento y tanto, y en la otra le da innumerable vida eterna.

Si el Señor muy franco te quiere dar en este mundo y en el otro cumplido galardón, ¿por qué es mezquina tu mano y la encoges, no queriendo recibir aquello en que tu Señor se muestra magnífico? ¿Quieres que te lo guarden para el cielo, como si allá te hubiesen de faltar mercedes? Incrédulo pareces si piensas que te han de descontar en el cielo las mercedes recibidas en la tierra, porque esa ley solamente se guarda con los malos que recibieron bienes en su vida y usaron mal de ellos, como el rico avariento; empero con los buenos será al revés, ca por haber recibido en este mundo mucha gracia y usado bien de ella, recibirán en el otro mucha gloria; y allá, para honra de ellos, les harán mención de la gracia que acá recibieron, diciéndoles a cada uno por sí (Mt 25,21): Gózate, siervo bueno y fiel; ca por haber sido fiel en pocas cosas te constituiré sobre muchas; entra en el gozo de tu Señor.

Pocas llama el Señor las mercedes que aquí nos hace, y sonlo si se comparan a las del cielo; y por tanto, hablando con los justos mientras están en este mundo, dice que el gozo divino ha de estar en ellos, y esto porque será poco; empero, ya que los lleva al cielo, les dice que entren en el gozo de su Señor inmenso como entran los peces en el mar. Y has de notar que tanto entrarás tú más profundamente, cuando estuvieres en el cielo, en el gozo de tu Señor, cuanto entró este gozo más en ti mientras estuviste en el mundo; porque al que tiene le darán, y tanto más gozo le darán cuanto más tuviere; según lo cual te conviene recibir aquí mucha consolación y usar bien de ella, porque allá, según dice San Juan (Jn 1,16), te den gracia por gracia.

Y así has parado mientras hemos vuelto al revés la razón que parecía tener alguna apariencia. Y no pienses que quita su fuerza a lo que tenemos dicho responder que la consolación espiritual más es premio que mérito; porque, aunque sea premio, en ser temporal puede ser favorable para más merecer el premio eterno.

A sus obreros da el Señor un real y mantenidos: el real digo ser la vida eterna, y el mantenimiento es el ciento tanto de la consolación espiritual que se nos da por los placeres del mundo que dejamos; porque sabe el Señor que es digno el obrero de su mantenimiento, que es pan de la consolación, que nos enseñó mandar cada día; y El después del ayuno hubo hambre por que nosotros la hubiésemos y no presumiésemos de pasar la vida sin este manjar de consolación que El multiplica sin alguna mezquindad, y le añade sabor; y el agua torna vino aun al fin de la comida, para provocar el apetito a más, y Él mismo se puso debajo de apariencias de pan y vino por nos enseñar cuánta voluntad tiene de nos inebriar a los pechos de su consolación.

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MensajePublicado: Lun Mar 23, 2009 7:28 pm    Asunto:
Tema: Tercer Abecedario Espiritual, por San Francisco de Osuna
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CAPÍTULO VI.

DE CUÁN EXCELENTE SEA EL GUSTO ESPIRITUAL.



Es de tanta excelencia el gusto espiritual, que pienso ser casi imposible que no lo alabe el que lo ha tenido; y conoce tener este gusto una contraria condición a los manjares de la tierra; ca si alguno ha comido en cantidad de los terrenos manjares, luego juzgamos que no habrá hambre; mas habiendo gustado las cosas de Dios, es al revés; ca por el mismo caso hemos de pensar que está hambriento de saber y gustar más, y abre más los ojos del ánima para ver, y el corazón para recibir; y afila más el entendimiento para conocer; y mientras más agua halla, se mete en el mar; según lo cual dice San Bernardo: Cuanto más te deleitas en la contemplación de las cosas celestiales y deleitando te espantas, tanto de mejor gana te detienes y con más diligencia escudriñas y con más profundidad eres ilustrado: siempre hallarás en estas cosas admiración de que te deleites, ca en ninguna parte hay más copia de admiración ni más útil causa de delectación.

No he querido hacer distinciones de gustos, pues los que los reprueban tampoco los quieren distinguir, y porque en otra parte hallarás esta distinción; empero, ahora no decimos al de contrario parecer sino aquello de San Bernardo: Quien ignora ser consolación necesaria, no le está sino que le falte la gracia de Dios.

Algunos libros he leído que ponen menos bien esto de la consolación espiritual con algunos espantos demasiados y que no tienen mucha verdad, reprehendiendo los sentimientos de la devoción que alabaron los santos; y esto pienso que vino de no haber gustado cuán suave es el Señor, porque estos sentimientos, como dice Gersón, no se dejan entender sino de los que los sienten; ca sintiendo de Dios en bondad, y buscándolo en simplicidad de corazón (Sab 1,1), luego sentiríamos las cosas del espíritu (Rom 8,5), y sentiríamos en nosotros lo que sentimos en Jesucristo (Flp 2,5), y se deleitaría en grosura de consolación nuestra ánima (Is 56,7), y deleitándonos en Dios (Prov 5, 19), nos daría las peticiones de nuestro corazón (Sal 103,27), porque sus deleites dicen que son morar con los hijos de los hombres, para hacer que se deleiten en Él (Prov 8,31).

Dicen los indevotos que hacen los recogidos más caso que deberían de las consolaciones que sienten; mas no prueban esto, sino levántanlo de su cabeza, creyendo que, pues ellos hacen mucho caso de un día que ayunan, así lo deben hacer estos otros, teniendo en mucho la devoción que sienten; y en esto más razón tienen que no ellos, porque, según dice Gersón, gran señal es del amor de Dios sentir consolación, y mayor que no el ayuno, aunque sea bueno; empero, ni una señal ni otra es evidente por que, permaneciendo esto en secreta celada, sintamos de Dios en bondad confiando de él solo, y sintamos de nosotros en humildad teniéndonos por siervos inútiles siempre.

Si gustas en Dios, en tu ánima tienes la mayor señal que pueda ser del supremo amor de Dios, y por eso no te espante nadie diciéndote que es amor propio; y aunque te digan que allí se puede esconder el demonio, diles tú que también se puede esconder tras la puerta de la iglesia, mas por eso tú no has de dejar entrar allá; ca signándote puedes ir seguro, y con la debida examinación que hagas en esto puedes también estar seguro; ca, según se dice, a los limpios todas las cosas son limpias; de manera que, aunque viniese el demonio a fingir en ti todas las consolaciones que pudiese, no te ensoberbeciendo tú, ni te apartando de los mandamientos de Dios, él hace de su daño y tú siempre sales con ganancia.

Continuara...

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MensajePublicado: Lun Mar 23, 2009 7:56 pm    Asunto:
Tema: Tercer Abecedario Espiritual, por San Francisco de Osuna
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CAPÍTULO VII.

DE CUÁN MEJOR SEA TENER CONSOLACIÓN ESPIRITUAL QUE CARECER DE ELLA



Hace un doctor una comparación, diciendo que, si estuviese aquí un varón seco sin devoción y allí un devoto, algunas veces el indevoto está en más seguro estado que no el otro; lo cual yo no creo, ca estando todas las otras cosas iguales, sino que sólo estén diferentes en la devoción que tenga el uno y falte al otro sin su culpa, digo que yo querría ser el devoto y pensaría ser mejor librado, porque tendría todo lo que él tiene y mucho más; ca no tiene poco quien tiene devoción o consolación espiritual, pues con tanto ahínco la demandaron los santos que alegamos; y uno de ellos dice que toda obra sin devoción es casi muerta, porque, según dice Hugo, la obra sin devoción es como cuerpo sin ánima.
Ítem, la devoción es como fuego que hace oler y subir en alto el incienso de la oración hasta Dios.
Ítem, porque la devoción es, como dice San Agustín, fiel mensajero que llega hasta hablar con Dios y darle la petición de nuestro corazón, y el seco tiene sin duda tierra seca, y conviénele suspirar; mas el devoto está plantado cerca del corrimiento de las aguas; el seco está hambriento, y el devoto tiene su pan cada día; el seco tiene lámpara, si tiene buena voluntad, mas el devoto, allende de esto, también óleo.
Ítem, el uno tiene templada su vihuela para tañer con los viejos del Apocalipsis, y el otro no la tiene tan dispuesta, porque su corazón está destemplado, sin devoción ni sabor dulce; el uno tiene redaño que ofrezca a Dios, mas el ánima del otro está muy flaca. Y porque conviene ya a decir bien de la devoción y gusto espiritual, mira que ella ilustra el entendimiento como unción que enseña; e inflama nuestra afición al bien, porque quien gusta a Dios ha hambre de él, y esfuerza nuestra flaqueza, ca mediante ella da Dios el querer y el acabar; y dirige nuestras obras, porque ordena la caridad; y adorna nuestras costumbres, porque ella hizo a Sara que no se mezclase con los que jugaban; y hace dulce nuestro sabor poniéndole el espiritual sabor para que no nos sean desabridas las alabanzas de Dios.
Ítem, danos testimonio que somos hijos de Dios (Tob 3,10), despierta nuestro amor, hácenos familiares de Dios más que los otros fieles; y es como aceite y grosura con que se encienden nuestros suspiros; y es suave olor en que se ofrece a Dios el digno incienso de la oración; y da fiducia de alcanzar lo que se demanda, y hace que no nos apartemos de la caridad actual de Cristo; y hácenos muy piadosos, ca el espíritu de la sabiduría, que es la devoción, se dice ser benigno; humilla el corazón, porque la vara húmeda fácil es de humillar; todas las cosas torna dulces, porque, como dice el Sabio, no tiene amargura su conversación; el humo y rastro de ella lanza todo género de demonios y tentaciones; menosprecia todo lo que está debajo del sol, conociendo que es vanidad todo; enriquece al hombre, ca ninguna cosa hay de mayor riqueza que la sabrosa sabiduría como dice Salomón, y convida los ángeles que se junten a los que espiritualmente cantan; y finalmente nos hace desear ser desatados y estar con Cristo.
Estas propiedades dicen los contemplativos que tiene la devoción y consolación espiritual. Por eso tú busca aquí tu reposo, según dice nuestra letra, y no pienses que para darse hombre a la devoción del recogimiento es menester lógica y metafísica, aunque lo diga persona de mucha autoridad; ca débelo decir por los que los escriben o enseñan, pues que él mismo dice en otra parte: La mística teología, pues no tiene conversación en conocimiento de letras, no tiene necesidad de la tal escuela que puede ser dicha de entendimiento, mas búscase en la escuela de la afección por vehemente ejercicio de virtudes; de lo cual concluimos esta diferencia: que la teología mística, aunque sea suprema y perfectísima noticia, puede, empero, ser habida de cualquier fiel, aunque sea mujercilla e bobo.
Si tú quieres haber este gusto, allégate afectuosamente a los pies del Señor, humillándote a ejemplo de la Magdalena, para que, según está escrito, recibas de su doctrina (Dt 33,4); no hayas envidia de los letrados, porque algunos, como Urías (2 Sam 11,14-15), llevan a cuestas las letras de su muerte; si el querubín, que es plenitud de ciencia, no lo cubren con el oro de la caridad, como estaba en el templo de Dios (1 Re 6,2Cool, que tenía figura de la Iglesia, en la cual muchos sabios hay, según dice Job (Job 37,23-24), que no osan contemplar, o por mejor decir no quieren, viendo que, como dice San Pablo (Heb 5,11), aunque deberían ser maestros, por el tiempo del estudio y edad que tienen, tienen otra vez necesidad de ser enseñados en las primeras letras de las palabras de Dios, que son los ejercicios espirituales de la nueva devoción, porque han menester leche como novicios, a lo cual por no humillarse han tornado como los atenienses (Hch 17,21) y advenedizos a Cristo, que no vacaban a otra cosa sino a oír o aprender alguna nueva curiosidad. Lo cual veda San Pablo a Tito, diciendo (Tit 3,9): Mira que evites y deseches las locas cuestiones y linajes y contenciones y peleas de la ley, porque son inútiles y vanas; pero no queremos aquí decir que no sea todo bueno, sino decimos ser uno mejor que otro, anteponiendo a María, que tiene la mejor parte, aunque muy más dichoso es quien lo tiene todo, si procura de gustar todo lo que entiende. No te satisfagas con mucho saber, que solamente puede perfeccionar tu entendimiento, sino que también busques en ello mucho sabor, en que repose tu voluntad, que busca y huelga en lo deleitable, así como el entendimiento en lo verdadero; y pues no hay cosa de más deleite que la espiritual consolación, llégate a ella con todas entrañas y alcanzarás reposo en toda tu ánima.

Continuara...

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